El deporte es visual, es sonoro, es dinámico. Se siente en los cánticos de las barras, en los gritos de los deportistas, en los pitazos, en las narraciones de los relatores que se graba en los oídos.
Es imposible pensar en el deporte moderno sin la televisión, sin el espectáculo en vivo que convoca a millones frente a la pantalla, sin la memoria consignada en cada una de las épicas actuaciones en canchas, pistas y carreteras. Es imposible pensar en el deporte sin su eterna compañera: la radio, aquella caja mágica, que ha permitido por décadas vivir cada partido y cada etapa como algo presencial, sentirlo y vivirlo más allá del sonido en cada rincón del país.
Las cajas mágicas
Al recordar las grandes hazañas deportivas de Colombia tenemos necesariamente que remitirnos a los relatos de ciclismo de Carlos Arturo Rueda o a los comentarios de Héctor Palau, cuando abordamos los campos de fútbol, acudimos a las narraciones de William Vinasco o de Edgar Perea cuando en los 90s Colombia deslumbró al mundo entero; sonidos de cumbia, de tambores y cánticos que nos llevan a aquel momento, donde fuimos felices con un balón en los pies.
El deporte también ha alimentado la cultura popular con series de TV, películas y documentales. No solo como una forma de contar y retratar nuestra historia reciente, sino también al convertirse en una de las temáticas más importantes de la narrativa audiovisual en el mundo entero. Biografías, momentos memorables, desafíos sobrenaturales, episodios históricos, relatos de ciudades y países, todos impactados por el poder del deporte. Deporte y sociedad, deporte y guerra, deporte y política, deporte y cultura, deporte y género, los grandes temas de la humanidad, de alguna u otra manera, han sido tratados por algún guionista y director.
La música ha tenido también un papel fundamental, al darle identidad a algunas competiciones que son hoy claramente reconocibles gracias a las notas que lo acompañan. Quién no identifica y se emociona con el himno de la Champions League o con el 'You`ll Never Walk Alone' que entonan los hinchas del Liverpool de Inglaterra. Son muchos los que han bailado al ritmo del 'Waka Waka' de Shakira al recordar el Mundial de Sudáfrica 2010 o con 'La Copa de la Vida' de Ricky Martin que nos lleva a Francia 1998. Canciones que hablan de ídolos como 'Santa Maradona' de Manu Chau o que dan la bienvenida a los clubes como el 'Hala Madrid' o el 'Canto del Barça' que enmarcan uno de los Clásicos más importantes del fútbol mundial. Artistas como Queen, Carlos Vives, Juan Luis Guerra o Andrés Calamaro le han cantado al deporte, al balón, a la bicicleta, a los héroes y templos que han sido y son los grandes protagonistas. Distintos géneros, distintos idiomas, distintas nacionalidades, distintos públicos y generaciones, distintos formatos y plataformas, todos en una sinfonía unida por la misma pasión.
Y más recientemente tenemos que hablar del Podcast o radio bajo demanda. Hijo de la era digital, combina periodismo, redes sociales y audioblogging. Este, sin duda le ha dado una segunda vida a la radio en una época de plataformas de audio y búsquedas segmentadas. Bucear en el enorme universo de podcasts deportivos es adentrarse en un mundo donde se pueden encontrar voces conocidas en episodios de estaciones de radio que quedan almacenados en la nube para ser consultados luego, junto a innumerables nuevos formatos, voces y sonidos que nos llevan a encontrar y recrear historias, memorias, épocas, personajes y momentos del deporte nacional y mundial. Todo dentro de un universo sonoro que nos permite abordar nuevos retos, lenguajes y perfiles periodísticos nacidos y adaptados a la convergencia digital. Además de su poder masivo y su alcance global ya super explorado por la radio y la TV, se suman los Podcast como vías para expandir las posibilidades de los contenidos de audio hacia un periodismo hiperespecializado en el vasto universo deportivo.
El deporte es en esencia un show en vivo, quizás el único real que queda, sin guiones ni libretos preestablecidos, donde la sorpresa está siempre presente, donde lo imprevisto hace parte de su propia naturaleza. Por eso quizás nunca dejará de ser visual, sonoro, emotivo, inesperado y por lo tanto parte intrínseca de esa capacidad de imaginar y emocionarnos que tenemos, y necesitamos, los seres humanos.