Desde los recorridos en su pueblo, hasta los mandados de su mamá o abuela, desde el trabajo en la panadería de barrio del tío (de allí la clásica bicicleta panadera tan popular en nuestro país) hasta las prisas para llegar a tiempo a la escuela, desde la visita dominical a parientes y amigos hasta la conquista de todos los rincones del planeta a bordo de dos ruedas.

En cada trayecto, de subida y bajada entre las cordilleras, con lluvia y vientos andinos sobre la piel, desafiando el frío del páramo y el calor de los valles, esquivando las adversidades del terreno, todos nuestros héroes comenzaron a escribir sus historias, quizás sin proponérselo, subidos en un “caballito de acero”.

Corramos aquí la vuelta al revés; empezamos entendiendo cómo la bicicleta en Bogotá se instauró en la vida diaria y poco a poco se convirtió en un símbolo, primero de la élite, luego en un medio de transporte y trabajo de los habitantes, para después formar parte de la identidad del país. Hoy podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la bicicleta se ha erigido orgullosamente como protagonista de las grandes glorias y los títulos más significativos del deporte nacional.

Fue con el despunte del año, el 5 de enero, cuando por primera vez se dieron cita en el corazón de Bogotá, en plena Avenida Jiménez, 35 ciclistas que fueron los pioneros de esta primera edición de la Vuelta a Colombia, que tuvo un recorrido inicial de 1233 kilómetros.

Nuestros corredores de raza pura, nuestros escarabajos, el nombre de Colombia, empezó a figurar en el mapa internacional de la mano, o mejor de las piernas, de Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez, cuya actuación en la década de los 60 fue apabullante. Se coronó campeón de la Vuelta a Colombia en cuatro ediciones: 1962, 1963, 1966 y 1967 y posteriormente en 1975 fue el primer colombiano en participar de la carrera más importante en el circuito internacional: el Tour de Francia, en su edición 62 que partió de la ciudad belga de Charleroi.

Ya de manera competitiva, en medio de nuestro territorio y conquistando destinos internacionales, el tramo final de la bicicleta fue su consolidación, por petición popular, en el trazado urbano de la capital. Fue en diciembre de 1974, cuando por primera vez los ciclistas tomaron las calles de Bogotá, aludiendo a la falta de espacios recreo-deportivos y manifestándose en contra de la proliferación de carros en la ciudad. Con el crecimiento y los retos propios de una urbe cada vez más grande y poblada, cerca de 5000 personas se dieron cita exigiendo un espacio para los ciclistas en pro del medioambiente y la movilidad.

Mientras que la bici se consolidaba en Bogotá, y se tomaba cada uno de sus espacios de pavimento y ladrillo, nuestros escarabajos en todas estas décadas de la segunda mitad del siglo XX llevaron en sus piernas el nombre de Colombia en alto y lo escribieron en letras doradas. La primera gran hazaña del ciclismo de ruta de élite de nuestro país fue en 1987, cuando Lucho Herrera conocido como el ‘Jardinero de Fusagasugá’ ganó el primer título de una de las grandes al coronarse campeón en la Vuelta a España. También en los años 80, un hijo de nuestras montañas boyacenses, Fabio Parra, se subió nuevamente al podio cuando en 1988 obtuvo el tercer lugar en el Tour de Francia y al año siguiente, alcanzó el segundo puesto de la Vuelta a España.

Y así transcurrieron las décadas con escenas épicas de sudor, frío y calor intensos, subidas y bajadas, escapadas y traspasos, y mucho esfuerzo y sacrificio, encima de una bici. Los ciclistas colombianos, nuestros héroes sencillos, fueron contratados por equipos internacionales y sus nombres comenzaron a figurar en los podios y las noticias deportivas.

Importantes nombres, hombres y mujeres, en distintos escenarios y tipos de superficie nos dieron una identidad, un reconocimiento y un respeto detrás de unos pedales: Santiago Botero, Esteban Chaves, Fernando Gaviria, “Superman” López, Mariana Pajón, Fabián Puerta, Carlos Oquendo, Rigoberto Urán, con ellos cantamos emocionados el himno de Colombia y vimos la bandera más de una vez en lo más alto atada a una bicicleta. Y para completar una vuelta eterna, hoy Colombia es potencia del ciclismo internacional gracias a los heróicos triunfos de los últimos años de Nairo Quintana al coronarse en el Giro de Italia y la Vuelta a España, y de Egan Bernal, que es hoy el único colombiano campeón del Tour de Francia.

Así la historia se cuenta al revés, inicia cuando la bici nos conquistó con su revolucionaria tecnología y tranquilidad, y finaliza en lo más alto, en la cumbre, cuando con los pulmones llenos y el corazón bombeando logramos encontrar un lugar en el mundo a bordo de una bicicleta.