Por:
Bernarda Urrejola
|
Fecha:
01/01/2021
En este trabajo me acerco a la figura invisible del secretario del obispo, un miembro muy importante de la llamada “familia” del prelado, lo que constituía su círculo más íntimo, de máxima confianza. El secretario, en efecto, era el encargado de guardar el “secreto” del obispo, es decir, los papeles más importantes para el gobierno de la diócesis, por lo que su función resultaba fundamental y estaba reglamentada por las disposiciones de Trento. El secretario actuaba muchas veces como notario o firmaba las cartas del obispo, pero nada se dice de la edición que hacía de textos eclesiásticos importantes que el obispo solo había escrito en borrador. Aquí se estudian al menos dos ejemplos en que la mano del secretario se desliza y puede ser identificada. Más allá de un nombre, es una “función” textual que añade, edita y adorna los dichos del obispo, para desaparecer tras él casi sin dejar huella.