Por:
Aïcha Liviana Messina
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Fecha:
2020
Entre el momento en el que entregué este manuscrito, redactado en gran parte durante y a propósito del movimiento feminista de 2018, y el tiempo en el que estuvo siendo revisado por la editorial Metales Pesados, la ciudad de Santiago, así como muchas otras ciudades de Chile, fue interrumpida en su funcionamiento habitual. El metro, los transportes, dejaron de funcionar. Hubo varios días de huelga general, barricadas en las autopistas, supermercados incendiados y, en varias comunas, dificultades para encontrar abastamiento. Aún en este momento hay alarmas de bomberos, agitación, señales de una situación grave. Por cierto, los libros no necesariamente han de dar cuenta de su contexto más inmediato. En el mejor de los casos, escribir es un gesto a contratiempo que nos va desplazando. Sin embargo, lo que ocurre desde el 18 de octubre de 2019 es que la ciudad está suspendida. No solo no circulamos fácilmente, tampoco producimos. Hay un vacío que no es solamente el del producto económico sino el de la significación. No podemos dar un nombre a lo que ocurre, no porque sea obscuro, sino porque lo que ocurre es la propia suspensión del sentido, de su producción.