Por:
María del Carmen de la Calle Durán
|
Fecha:
2018
En las organizaciones; sin embargo, hasta principios del siglo XX las empresas no empezaron a preocuparse por la gestión de sus recursos humanos y es entonces cuando empiezan a darse cuenta del valor que aportan a la organización y de la complejidad de gestionar este activo empresarial. La dificultad de gestionar personas reside precisamente en su carácter humano. El hombre es un ser complejo y como tal debe ser considerado. No todos queremos lo mismo, ni tenemos las mismas inquietudes ni deseos. Cada uno somos una caja de sorpresas que, en ocasiones, ni nosotros mismos somos capaces de abrir. La gestión de los recursos humanos debería ser, por tanto, individualizada y personalizada. Si bien, desde un punto de vista de coste y eficiencia esto no es posible, es cierto que los directivos deben ser conscientes de las peculiaridades de su personal y saber extraer de cada uno de ellos lo mejor de sí mismos. No olvidemos que en una organización todos somos directores de recursos humanos. Y que de la satisfacción de nuestro cliente interno el empleado dependerá la satisfacción de nuestros clientes externos. Los empleados de hoy, independientemente del nivel que ocupan en la organización, tienen otras necesidades diferentes a las de sus antepasados. Si comparamos empresas de hace más de cien años con empresas actuales se detecta un abismo en las plantillas de sus trabajadores. Las personas evolucionan y las empresas tienen que saber gestionar esa evolución. El empleado de hoy nada tiene que ver con el empleado de ayer. No tiene ni las mismas capacidades y habilidades ni las mismas inquietudes. Está más preparado, tiene más conocimientos, pero probablemente no tenga las mismas ilusiones que sus abuelos cuando crearon sus empresas.