Entrada la década de los noventa, las dinámicas del rock en Bogotá giraban en torno a movimientos estéticos alternativos y subterráneos. Aparecieron los bares y la radio como espacios privilegiados para que la música transcurriera con toda su carga simbólica e ideológica. Así lo recuerda el periodista Daniel Casas, quien vivió esos momentos de efervescencia desde la Frecuencia Joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia; también recuerda lo que se vivía al interior de la emisora. En su relato destaca la atmósfera optimista que se vivía en todos los sectores del rock nacional:

Cuando se creó la emisora juvenil de la Radiodifusora Nacional de Colombia, en enero de 1995, yo entré allí como programador, y una de las directrices que quisimos tomar en la emisora fue apoyar el talento local, y empezamos a programar muchas de esas agrupaciones que estaban surgiendo… empezamos a armar como una especie de mini discoteca de rock local que tenía una cabida bastante interesante dentro de la programación regular de la emisora…

¿Cómo puede sonar una ciudad? ¿Tiene Bogotá canciones que la representen? Rock, baladas y Chapinero:

Siempre he sido un fascinado por Chapinero… Chapinero tiene una magia especial, uno miras las calles, esa esencia tan cachaca… pasaba de escuchar baladitas a escuchar metal, de hecho, mi playlist es Leonardo Favio, Cannibal Corpse, es una cosa de locos.

Ricardo Durán, un hombre de 45 años, rememora el momento en el que, a mediados de la década de los ochenta, compró su primer vinilo de rock. En ese recuerdo aparecen las calles de Chapinero repletas de tiendas de discos:

Uno se paraba en Lourdes y veía 3 o 4 tiendas de discos desde ahí, yo tenía como 14 años y a mí me encantaba esa vaina. Las tiendas de discos eran muy chistosas porque como que empezaba a llegar rock cantado en español entonces los tipos de las tiendas no tenían ni idea de lo que les llegaba, yo decía: ¿tienen rock en español? y entonces me sacaban parejo Barón Rojo, Emmanuel, Timbiriche, Miguel Ríos… de todo revuelto ahí, pues... todo bien.

Eran los fervorosos años ochenta en los que el «rock en tu idioma» alcanzaba gran resonancia mediática. Algunos ciudadanos entusiastas vivían aventuras estupendas en esa búsqueda frenética de sonido. Es el caso de Félix Riaño, quien rememora el primer concierto al que asistió en su vida:

El primer toque al que yo fui, el primer concierto de verdad real era de Compañía Ilimitada, en el auditorio Skandia… junté la plata y me fui al sitio, cogí un taxi, tenía plata para la boleta más barata, en ese momento debo reconocer que la bogotanidad, la colombianidad me ganó, llegué al concierto, me bajé del taxi, le pagué al señor la carrera y el señor me dio más vueltas, yo recibí, me quedé con los billetes en la mano y estuve pensando: “el señor me está dando más plata de la que yo le di, esto significa que me puedo sentar más adelante en el concierto!!!!”

Aquellos años ochenta de discos impresos por compañías de gaseosas, pizzerías y fábricas de zapatos, definieron la vocación de algunos ciudadanos. Como Hugo Ospina, quien recuerda cuando entró en el negocio musical por culpa de un disco promocional de Joaquín Sabina:

Soy fanático de Joaquín Sabina… y cuando me enteré que venía, entonces yo me averigüé quién era el man que traía a toda esta gente, y es un personaje que se llama Hugo Sánchez… y la típica de ese entonces: venga hermano yo le cargo el cable, le cargo el andamio, lo que sea, y le di tanta lora que me dijo vaya hable con el productor… después de la entrevista con el productor mi trabajo fue repartir volantes del concierto en Unicentro…

Además de ayudar a reconstruir momentos muy puntuales de la historia reciente de nuestro rock, los recuerdos musicales evocan también disputas generacionales. Muchos supuestos culturales, arraigados en nuestra sociedad patriarcal, se vinieron abajo gracias al rock. Andrea Rico nos relata cómo le enseñó a su padre, a través de la música, a superar algunos imaginarios sexistas:

Me enamoré del rock como a los 15, fui de esa generación donde teníamos que romper ese paradigma de qué tipo de música todos teníamos que escuchar… cuando ya nos pillaron escuchando rock era muy gracioso porque: “ustedes qué están escuchando, ¡las niñas no escuchan eso!, ustedes deben ser más femeninas” … entonces tuvimos que educar a mi papá en que la música era música, que era algo agradable…

En ese mismo tono, Sarita Cabrera logró desmentir los prejuicios negativos que pesaban sobre el rock, especialmente sobre el metal:

… conocí a un amigo que tiene una banda local de metal, y empecé este acercamiento a la música y me di cuenta pues cómo este género en particular en las letras habla sobre problemáticas sociales, en esto hay algo muy bueno y empezó a nacer el gusto, cambió bastante mi perspectiva...