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Tierra de promisión

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1921

Esta es la segunda edición del poemario Tierra de promisión, de José Eustasio Rivera, publicada en 1921. Ese mismo año se imprimieron también la primera y tercera edición del texto sin cambios. La cuarta edición, considerada la definitiva, se publicó en 1926, bajo el sello editorial Minerva, al mismo tiempo que el autor revisaba y ajustaba las reediciones de su novela La vorágine. La editorial Arboleda & Valencia fue fundada en 1910 por Miguel Santiago Valencia y Abelardo Arboleda, y fue la casa editorial que antecedió a Cromos, uno de los sellos en el que se publicaron más tarde destacadas obras de la literatura colombiana como La vorágine (1924) y De sobremesa (1925), la única novela conocida del poeta bogotano José Asunción Silva. Aunque en 1918 fue comprada por los hermanos Tamayo, dueños de Cromos, Arboleda & Valencia siguió publicando libros hasta 1921, año en que apareció Tierra de promisión. Entre la primera y la segunda edición del poemario no hay diferencias, que sí se pueden rastrear en la cuarta edición de 1926, incluyendo 43 modificaciones formales, semánticas, sintácticas y estilísticas. En esta edición, cuyo ejemplar se conserva en la Biblioteca Luis Ángel Arango, se mantiene la disposición gráfica de los poemas, se omite la fotografía del autor que acompañó la primera edición y se conserva una dedicatoria de Rivera a sus padres que se mantuvo en la tercera edición. La aparición de Tierra de promisión y las reediciones que le sucedieron el mismo año dan cuenta de la recepción favorable que tuvo la obra por parte de críticos y lectores. Rivera ya había publicado algunos de los sonetos del poemario en revistas y periódicos, y aunque su nombre era conocido en tertulias, esferas letradas y círculos literarios, con este libro consolidó su inserción en las redes y campos de la intelectualidad bogotana (Valbuena-Briones, 1962). La obra recibió críticas positivas por su apuesta formal —sonetos que variaban entre versos alejandrinos y endecasílabos—, su unidad temática y su disposición en tres partes segmentadas por las geografías que dibuja: la selva, las cumbres y los llanos.
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Tierra de promisión

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1926

Tierra de promisión llegó a las librerías en 1921, año en el cual se imprimieron otras dos ediciones bajo el sello de la Casa Arboleda y Valencia y la Editorial de Cromos. La segunda edición mantuvo la misma disposición de la primera, mientras que la tercera incluyó sólo dos correcciones ortográficas. Editada por Minerva, en 1926, esta cuarta edición del poemario fue la última que José Eustasio Rivera revisó en vida. La editorial Minerva, fundada por Juan Antonio Rodríguez alrededor de 1912, fue célebre en Bogotá, a principios del siglo XX por imprimir libros de autores como Germán Arciniegas, José Antonio Lizarazo, Porfirio Barba Jacob y Luis López de Mesa, entre otros. Este ejemplar, que hace parte de la colección de la Biblioteca Luis Ángel Arango, incluye una dedicatoria escrita por el autor para una amiga personal: “A Julia Corredor, cuyo espíritu sabrá prestarles a mis poemas toda la poesía que les falta, José Eustasio Rivera. Neiva, junio 5 de 1926”. En esta edición se eliminó la dedicatoria de Rivera a sus padres que apareció en las tres ediciones anteriores. Para esta edición, José Eustasio Rivera hizo 43 cambios, casi todos de tipo ortográfico y sintáctico, como se ve en numerosos sonetos. A pesar de estos cambios, Rivera conservó las imágenes y los temas medulares del poemario: la preeminencia de la luz, el entusiasmo del encuentro con la naturaleza, la pequeñez del hombre ante la belleza del medio y la insatisfacción permanente (Benso y Gennero, 1972; Simari, 2013). Estos temas atraviesan no sólo la poesía, sino la obra en general de Rivera. Como lo anotó el crítico Luis Carlos Herrera Molina (1972): “En Tierra de promisión no está sólo su mirada superficial al paisaje y el contacto exterior. Está el viaje por sus caminos interiores. La nota de sus íntimas apetencias y las líneas de tensión de su espíritu disparado en dirección de la luz y del sol” (p. 67). Cuando Rivera revisó y publicó esta edición de su poemario ya era un autor consagrado: dos años antes había publicado La vorágine y, desde entonces, polemizó en la prensa con sus críticas y sufrió ataques por sus denuncias y su estilo literario. En 1926, año de esta edición del poemario, también se encontraba preparando una segunda edición de La vorágine, al tiempo que ampliaba su labor diplomática y buscaba la forma de ligarse al proyecto de ferrocarril Tolima-Huila-Caquetá. Luego de finalizar la revisión de esta edición de Tierra de promisión, Rivera se dedicó a corregir su novela, por lo que no regresó al poemario. Esta cuarta edición se convirtió, entonces, en la definitiva.
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Liquidación de las herencias

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1917

Liquidación de las herencias es la tesis con la que José Eustasio Rivera se graduó como abogado de la Universidad Nacional de Colombia en 1917. Fue presentada bajo la tutela de Antonio José Uribe, un prestigioso jurista y un político conservador que pasó por la Cancillería (1902 y 1922), por el ministerio de Instrucción Pública (1903-1904 y 1921-1922) y por la Gobernación de Antioquia (1947-1948). Rivera publicó su tesis con el sello de la Editorial La República, una imprenta que publicaba textos sobre derecho, educación y finanzas. Este ejemplar de 81 páginas, que hace parte de la colección de la Sala de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, cuenta con una dedicatoria firmada por Rivera: “A mi muy querida amiga Sra. Juana de Rubio. Con el cariño del autor”. El texto está dividido en cuatro partes que, a su vez, se distribuyen en capítulos. En poco más de 80 páginas, Rivera presenta un recorrido general sobre el estado del derecho sucesoral en el país desde sus antecedentes históricos hasta la jurisprudencia de su época. Examina la legislación romana y pretoriana, las deducciones y créditos inherentes a las liquidaciones, la normativa en cuanto a los matrimonios y descendientes, y los legados y donaciones, entre otros temas del derecho civil y familiar. Rivera escribió esta tesis entre su estancia en Bogotá y sus viajes a los llanos colombianos, especialmente a Villavicencio, donde pasó una temporada en 1916 por invitación de algunos compañeros de universidad. Tras obtener el título, regresó a Neiva e intentó sin éxito llegar al Senado, en parte por cuenta de un incidente político-religioso que sufrió cuando Esteban Rojas, obispo de Garzón, le puso trabas a su nombramiento tras poner en tela su juicio su integridad como católico. Un año después, en 1918, Rivera volvió a los llanos, esta vez durante más tiempo, para hacerse cargo de un pleito judicial; y regresó en 1922 como parte de las delegaciones limítrofes para establecer las fronteras de Colombia con Venezuela y Perú. Esos viajes fueron fundamentales para la construcción de Tierra de promisión, su único poemario, y La vorágine, su obra más importante.
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Dos cartas personales

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1918

La Biblioteca Luis Ángel Arango conserva estas copias de dos cartas que José Eustasio Rivera escribió el 1 de julio de 1918 desde Orocué, a donde viajó para resolver un litigio judicial que asumió ese mismo año. Ambos documentos están escritos a mano en hojas membretadas con el sello de la oficina del autor, “Rivera & Co. Abogados. Bogotá”. Los originales de estas cartas hacen parte del archivo personal de Camilo Orbes, investigador y profesor nariñense que también hizo parte de la Academia Huilense de Historia. Las cartas pertenecían a Carlos Arturo Díaz, esposo de “Susanita”, una de las corresponsales de Rivera en las cartas, quien luego se las cedió a Orbes. Como comenta Orbes (1980), las cartas dan cuenta de las relaciones afectivas de Rivera o de algunos rasgos de su personalidad. El autor resalta en ambas cartas el nombre de Susana Rubio Millán, quien, según biógrafos como Eduardo Neale-Silva (1960) y amigos personales de Rivera como Ricardo Charria Tobar (1963), fue una de las pocas mujeres con quien el autor mantuvo un vínculo cercano caracterizado, además, por una inspiración idílica y platónica (Orbes,1980). En la primera carta le escribe a ella —a quien se refiere como “Susanita”—, a sus hermanas y primas, y a cada una le dedica un par de líneas. La segunda está dirigida a la madre de Susana, doña Susana Millán de Rubio, a quien le pregunta por su hija, pues no ha recibido respuestas a los múltiples telegramas que le ha enviado. Años más tarde, Susana Rubio se casó con el abogado e historiador Carlos Arturo Díaz. Escritas durante uno de los primeros viajes de Rivera a los llanos, estas dos cartas hacen parte de la obra dispersa de Rivera que se ha intentado reunir en volúmenes y antologías editados en su mayoría por universidades como la Javeriana o editoriales regionales. Son, también, unos de los primeros registros del género epistolar, al que Rivera le dedicó buena parte de su tiempo, sobre todo en sus últimos años. Algunos críticos y estudiosos de la obra y figura de Rivera (Neale-Silva, 1960; Valbuena-Briones, 1962; Pachón, 1993; Herrera, 2009) coinciden en que, si bien desde principios de la década de 1910 Rivera ya escribía cartas detallando sus procesos creativos y viajes, tras la publicación de La vorágine y su papel en la Comisión de Límites de 1925, el autor apeló a este género para dar sus batallas políticas, literarias, sociales y personales (Pérez Silva, 1989).
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Polémica entre José Eustasio Rivera y Eduardo Castillo

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1953

Este ejemplar de 89 páginas es un compendio de las polémicas que José Eustasio Rivera mantuvo con el crítico y escritor Eduardo Castillo. Se trata de una serie de artículos, entrevistas, réplicas y contrarréplicas que sintetizan las discusiones que ambos mantuvieron. Las polémicas que se recopilan en este libro versan fundamentalmente sobre poesía y se basan en las imágenes, estructuras, temas y acercamientos que Rivera propuso en su poemario Tierra de promisión. La mayoría de estas discusiones, como se evidencia en los registros de archivo y en la información del texto, se dieron en periódicos y revistas como El Espectador, Gil Blas y Cromos, tres de los medios más leídos por la élite ilustrada de principios de siglo XX en Colombia. Entre las cartas, críticas y réplicas de este ejemplar están las que Castillo escribió en 1921 a propósito de una entrevista que ofreció Rivera en Lima mientras hacía parte de una misión diplomática. Allí, Castillo acusó al autor de La vorágine de denostar de su país, y criticó fuertemente la consagración que el entonces joven poeta se ganaba entre la cultura letrada de la Colombia de los años veinte. “El señor Rivera, además, es, lo mismo que Chocano, un cantor de cosas desmesuradas y sublimes. (...) Su musa inspiradora calza pesado coturno, al paso que la musa moderna, ceñida de aladas sandalias, pasa sobre el polvo de la tierra sin rozarlo” (p. 16), escribió Castillo en Cromos. Rivera respondió más tarde desde las páginas de El Tiempo: “Los engañados acerca de mi obra son otros, yo no: sé cuánto me falta, sé a cuánto aspiro. (...) Ni paraísos artificiales, ni halagos del mundo bohemio, ni éxitos en veladas, ni laureles implorados figuran en mi carrera” (p. 30). Desde Cromos, Castillo replicó: “Sí. Eres vanidoso, lo cual equivale a decir que no tienes orgullo, ya que entre éste y la vanidad hay una diferencia esencial, casi un antagonismo” (p. 37). Rivera acudió de nuevo a El Tiempo para defenderse: “He desafiado peligros que, de ser confrontados por ti, habrían excedido el pavor que tú mismo te inspiras. ¿Deseas una prueba objetiva de mi masculinidad? Párate junto a mí para que nos vean: pareces un zancudo pegado a un hombre” (p. 45). Este tipo de polémicas y de discusiones en el seno de la cultura letrada dan cuenta de las condiciones de recepción y circulación de la obra de José Eustasio Rivera desde que publicó su primer libro, Tierra de promisión. Si bien Rivera se hizo a un reconocimiento considerable desde que publicó sus primeros poemas, un segmento de la cultura letrada nacional consideraba que su trabajo no era meritorio. Las polémicas literarias fueron una práctica común de la cultura impresa en Colombia que se remontan a las tertulias de la Nueva Granada y cuyo culmen se encuentra en las publicaciones literarias de la segunda mitad del siglo XIX como el Papel Periódico Ilustrado o La Miscelánea (Laverde, 2013). Esta polémica entre Rivera y Castillo hereda esas prácticas de intercambio cultural y muestra el panorama de la discusión cultural a principios del siglo pasado en Colombia. Eduardo Neale Silva (1960), biógrafo de Rivera, afirma que: “los asertos de los dos atacantes nos sirven para recrear el ambiente literario de una época y apreciar su significado como parte integrante de la vida colombiana”.
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La vorágine

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1924

Esta es la primera edición de La vorágine, la única novela de José Eustasio Rivera, publicada en 1924 y considerada desde entonces por buena parte de la crítica como una de las grandes novelas de la selva (Britland, 2019; Hachenberger, 2021). El libro se publicó el 25 de noviembre de 1924 bajo el sello editorial Casa de Cromos y Luis Tamayo & Cia. La editorial Casa de Cromos, heredera de la casa editorial Arboleda y Valencia, tuvo un importante papel en la edición literaria y política en la Colombia de principios del siglo XX. Allí se publicaron también De sobremesa (1925) y El libro de versos, 1883-1896 (1929), de José Asunción Silva; y Cosme (1927), de José Félix Fuenmayor, entre otras obras. Este libro, compuesto por 340 páginas, incluye cinco erratas, una nota de propiedad del autor y una dedicatoria a Antonio Gómez Restrepo, intelectual y crítico literario, a quien Rivera acompañó en 1921 a una misión diplomática en Perú, México y Estados Unidos. Esta edición incorpora, además, tres fotografías que se mantuvieron hasta la quinta y definitiva edición de la novela publicada en 1928 por la Editorial Andes. La primera se titula “Arturo Cova, en las barracas de Guaracú (tomada por la Madona Zoraida Ayram)” y, según los críticos Eduardo Neale Silva (1939) y Monserrat Ordónez (1990), en ella aparece el mismo José Eustasio Rivera. Cova es el protagonista y narrador principal de la novela y la Madona tiene a cargo caucherías y trabajadores explotados. Algunos críticos (Neale-Silva, 1939; Bernucci, 2020) han visto en estas fotografías un intento de Rivera por dotar de mayor veracidad su relato y atizar con más fuerza sus denuncias, y también un juego entre realidad y ficción. En un artículo publicado en la revista Cromos en diciembre de 1924, semanas después de que La vorágine llegara a las librerías, el crítico Eduardo Castillo comentó: “La Vorágine es una novela visiblemente autobiográfica. Rivera mismo se encargó de divulgarlo, con ingenua complacencia, al colocar en una de las primeras páginas del libro, como retrato del protagonista, su propia y verdadera efigie. Aunque no lo hubiese revelado, siempre habría sido fácil adivinarlo en la delectación con que nos pinta a su héroe y nos narra las hazañas”. José Eustasio Rivera terminó la carrera de derecho en 1917 y desde entonces se desempeñó como abogado, candidato político, escritor y articulista, hasta que en 1922 fue nombrado secretario de una de las comisiones encargadas de trazar la frontera colombo-venezolana. Permaneció en el cargo hasta finales de ese año y luego viajó solo por la senda del Orinoco. Atravesó los llanos, estuvo en Yavita, Maroa y Victorino, en el corazón de la selva amazónica, y enfermó de paludismo. Conoció de primera mano los horrores detrás de la explotación del caucho y denunció los excesos y las prácticas esclavistas de la Casa Arana del Putumayo. Ese mismo año, 1922, empezó a escribir La vorágine, nutrida de imágenes, personajes, experiencias y testimonios que recabó durante su travesía, al igual que de sus viajes a Orocué, donde estuvo al frente de un pleito judicial en 1918. En 1923 regresó a Bogotá, donde pasó fugazmente por el Congreso, y luego viajó a Neiva, donde terminó de escribir la novela. Un año más tarde, en 1924, volvió a Bogotá para corregir el manuscrito, publicado en noviembre. A través del relato del viaje que Arturo Cova emprende al Casanare, pero que se extiende hasta el Amazonas brasileño, La vorágine denuncia el sistema de explotación esclavista que sostiene la industria del caucho a lo largo de los ríos Amazonas y Orinoco. Monserrat Ordóñez (1990) afirmó que la primera fase de la recepción de la novela se centró en las fronteras difusas entre ficción y realidad. Antonio Gómez Restrepo, amigo personal de Rivera, destacó la “crudeza realista” de la novela y la consideró desde entonces un auténtico documento histórico y sociológico. Luis Eduardo Nieto Caballero (1925) comentó en su columna de El Tiempo que la novela es uno de los “libros definitivos del trópico”, aunque también afirmó que pecaba por “demasiada cadencia”. El crítico Ricardo Sánchez Ramírez (1926) escribió varias notas en El Espectador atacando a la obra bajo el seudónimo de Luis Trigueros. Para Sánchez, La vorágine es “un confuso laberinto en que los personajes entran y salen, surgen y desaparecen sin motivos precisos ni causas justificativas. Faltan en ellos, por otra parte, el sentido de la lógica y trabazón espiritual”. Con el pasar del tiempo la novela ha tenido una recepción positiva que ha confirmado su vigencia. Juan Gustavo Cobo Borda (2004), por ejemplo, apuntó: “¡Qué actual La vorágine y qué desolada su relectura! Se puede sustituir caucho por coca y ahí sigue inalterable el mismo mundo que pinta y denuncia” (pp. 146-148). Por su parte, Antonio Caballero escribió en el prólogo a una edición de la novela publicada en 2015 por el Ministerio de Cultura que La vorágine “es la gran novela de Colombia. [...] Noventa años después, la Colombia que pinta sigue siendo igual. Sólo ha cambiado la selva devoradora, que hoy es urbana porque hemos talado la otra” (p. 10).
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Tierra de promisión

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1921

José Eustasio Rivera fue poeta antes de convertirse en novelista y ser una de las principales voces de la denuncia contra la explotación cauchera. Con la poesía empezó a ganar reconocimiento de figuras como José María Rivas Groot y Miguel Antonio Caro, sin cuya aprobación y recomendación posiblemente no habría publicado este libro. Tierra de promisión fue el primer compendio de la obra poética del escritor huilense. Apareció en enero de 1921, en Bogotá, bajo el sello de la Casa Arboleda y Valencia, de Miguel Santiago Valencia y Abelardo Arboleda, editores cercanos a Rivera y promotores entusiastas de su obra. Esta edición de 123 páginas incluye 55 sonetos que Rivera escribió a lo largo de casi una década durante sus viajes y recorridos por el sur del país. La contraportada incluye una lista de futuras obras del autor a publicar (el segundo volumen de Tierra de promisión, el drama Juan Gil) y de otras que estaban en preparación (el tercer volumen de Tierra de promisión, un poemario titulado Los cantos, y los dramas Los escarabajos, Las arrepentidas y El virrey). De esos proyectos, sólo Juan Gil llegó a la imprenta, y ya cuando su autor no estaba vivo. El libro también incluye una fotografía de un joven José Eustasio Rivera, que tenía 33 años cuando publicó el libro, y una dedicatoria a sus padres: “Padres míos: A perfumar vuestra santa vejez va el primer retoño de este arbusto que disteis al mundo”. Esta es la misma dedicatoria que aparece en el manuscrito de la pieza dramatúrgica Juan Gil, recuperado en 2024 por la Biblioteca Nacional de Colombia. Como refieren, entre otros, Eduardo Neale-Silva (1960), Ricardo Charria Tobar (1963) y Ordoñez (1987), los primeros poemas para Tierra de promisión datan de 1908, cuando Rivera se recibió como maestro y regresó al Tolima Grande. Pese a sus dificultades económicas y el duelo por la muerte de su hermana Inesita, empezó a componer sus primeros poemas, que no solía escribir, sino que se los aprendía de memoria y los pulía sobre la marcha. Rivera dejó ver sus imágenes, texturas y metáforas recurrentes en versos tempranos como “Gloria”, “Águila andina”, “Tocando diana”, “Ante el ara” o “El mirlo viudo”, que publicó en revistas y periódicos del Huila, Tolima y Bogotá. En cartas y documentos, fechados en 1911, Rivera ya hablaba de una obra concebida orgánicamente, distribuida en tres partes temáticas (selva, llanura y cumbres) y compuesta por 100 sonetos. Serían, escribió, “descripciones de esa tierra (el Caquetá y el Casanare) que sólo conozco en la imaginación”. Para 1918 esa cifra llegaba a 168 sonetos, de los que mantuvo 55, conservando esta última distribución con la apareció el libro en Bogotá en 1921 (Neale-Silva, 1960). Desde su aparición, Tierra de promisión tuvo buena aceptación de críticos y de lectores. Por ejemplo, el poeta Rafael Amaya escribió sobre la conmoción que produjo la obra de Rivera en la capital colombiana: “Era como si el viento de la selva hubiese penetrado de improviso en una sala hermética, donde las flores raras rimaban con los cortinajes exóticos”. Pero no todo fueron elogios, Manuel Antonio Bonilla, bajo el pseudónimo de “Atahualpa Pizarro”, criticó fuertemente al libro desde las páginas del periódico Gil Blas y acusó a Rivera de no ser un verdadero poeta, sino solo “un hacedor de versos”. Rivera contestó estas críticas con igual intensidad y también mantuvo polémicas con otros críticos como Eduardo Castillo (1921), que desde las páginas de Cromos dijo de Rivera que su “cultura mental es una deplorable deficiencia” y que era “un cantor de cosas desmesuradas y sublimes”.
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La jangada. Huit cents lieues sur l'Amazone

Por: Julio Verne | Fecha: 1915

Pierre-Jules Hetzel (1814-1886) fue un editor francés conocido durante el siglo XIX por apoyar la difusión de la literatura en toda Europa. Además de trabajar con Honoré de Balzac (1799-1850) y Víctor Hugo (1802-1885), se destacó por impulsar la obra de Jules Verne (1828-1905), siendo el primero en publicar una de sus novelas, titulada “Cinco semanas en globo” (1863). Desde muy joven, Verne mostró predilección por la escritura, a pesar del interés familiar en que se dedicara a la abogacía, lo que derivó en la pérdida de apoyo financiero por parte de su padre; al borde del hambre y la completa extenuación, continuó redactando relatos, comedias y guiones, sin lograr mayor reconocimiento, hasta su encuentro con Hetzel, quien vio potencial en sus historias. El editor no se equivocó, pues Verne logró prestigio nacional e internacional a raíz de la serie Viajes Extraordinarios, incluida en la "Magasin d’éducation et de récréation", una revista que tenía como fin instruir y entretener al público joven. Allí, Hetzel difundió por entregas más de 50 títulos del escritor, los cuales estuvieron acompañados por asombrosas ilustraciones a cargo de Léon Benett (1839-1916). "La Jangada" fue uno de los títulos distribuidos en el magazín juvenil durante 1881, siendo reeditado varias veces después. En esta, Verne narra la odisea de Joam Garral, un hacendado brasileño acusado injustamente de un crimen, quien además es extorsionado para que entregue la mano de su hija a cambio de la verdad. Ante la negativa de hacerlo, emprende un viaje a través del río Amazonas con su familia y sirvientes en una enorme embarcación. A medida que enfrentan los desafíos naturales y humanos del entorno, los personajes se ven inmersos en una historia repleta de intriga, aventura y reflexión sobre la justicia y la redención personal.
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Teoría del juego del Tresillo (ó Rocambor) y del Chipolo

Por: Rodolfo Velasco | Fecha: 1892

Aunque resulta difícil situar el origen del juego del tresillo o rocambor, su práctica se encuentra históricamente extendida en varios países europeos y latinoamericanos. Consiste en un juego de cartas (a veces con la baraja española, otras con la francesa) entre tres o cuatro personas, a quienes se les distribuye un total de nueve naipes que ponen en baza, es decir, turnadamente, con el objetivo de acumular puntos. No existe una única forma de practicarlo, de hecho es reconocida la gran variedad de maneras en que dependiendo de cada región se pueden realizar algunas jugadas que en otros contextos significarían violar las reglas. A Rodolfo Velasco —posiblemente un intelectual antioqueño de finales del siglo XIX— le preocupaba la manera en que los y las colombianas de la época practicaban el rocambor, ya que, en sus propias palabras, podía llegar a afectar la decencia de las personas. Siendo así, publicó "Teoría del juego del Tresillo (ó Rocambor) y del Chipolo" que logró con éxito una segunda edición, según declara en la nota adjunta a la antigua introducción. En el libro, Velasco presenta una serie de instrucciones sobre cómo jugar correctamente el tresillo, abordando desde la cantidad de participantes, hasta las jugadas que permiten una alta variación del ritmo en las tiradas. Asimismo, se pueden encontrar en el documento tres insumos esenciales: primero, un apartado dedicado al "chipolo", una estrategia cuya base es el seis de oros y que permite tomar ventaja total del juego; segundo, un breve, pero significativo glosario sobre las expresiones utilizadas para indicar algún movimiento en la ronda; por último, unas estrofas escritas por el poeta antioqueño Gregorio Gutiérrez González (1826-1872), quien dedica unas palabras al "Solo", una partida que emplea únicamente las cartas que se obtienen con la primera baraja, sin coger otras del mazo restante para ganar.
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Los escándalos del Putumayo. Carta abierta dirigida a Mr. Geo B. Michell. Cónsul de S. M. B.

Por: Carlos Rey de Castro | Fecha: 1913

Durante la primera década del siglo XX, el ingeniero estadounidense Walter Hardenburg evidenció múltiples atropellos y crueldades que se estaban cometiendo en el río Putumayo y sus afluentes a manos de la Casa Arana. A raíz de esta experiencia, Hardenburg publicó su testimonio un año después en la revista londinense "Truth"; con esto, la situación de explotación y esclavización en la región amazónica, antes ignorada, adquirió dimensiones internacionales, llegando a incriminar al gobierno británico, debido al apoyo financiero que le otorgaba a la Peruvian Amazon Company, propiedad de Julio César Arana. Esta denuncia propició una serie de investigaciones, oficiales y no oficiales, que tenían como fin dar cuenta de la veracidad de las declaraciones en torno a las estaciones caucheras. Ejemplo de lo anterior es la visita realizada por el cónsul británico Geo B. Michell y el cónsul estadounidense Stuart J. Fuller durante los meses de agosto a octubre de 1912, de la cual resultó un informe incriminatorio que le fue entregado a la Foreign Office británica. Aunque el itinerario de viaje fue liderado por el cónsul de Perú en Manaos, Carlos Rey de Castro, los angloparlantes no encontraron evidencias para desmentir a Hardenburg. Carlos Rey de Castro (1866-) fue uno de los aliados intelectuales y diplomáticos más importantes de Julio César Arana. Lideró férreas defensas a favor de los intereses caucheros loretanos, mucho más pronunciadas en cuanto a las revelaciones de los crímenes en el Putumayo. Al conocer el informe de Michell, Rey de Castro redactó una carta abierta en 1913, en la que realiza un análisis del documento, señalando falsedades, absurdos y contradicciones, en sus propias palabras. Para ello, se soporta en materiales diplomáticos, oficios, correspondencias, entrevistas y fotografías, compilados a la par de su argumentación, en la que, además, reconoce un falso altruismo del imperialismo inglés.
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Los escándalos del Putumayo. Carta abierta dirigida a Mr. Geo B. Michell. Cónsul de S. M. B.

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