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Sumapaz Ilustración Digital
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  • Ciencias sociales

Estás en: Sumapaz: del cielo a la tierra

Residencia en la tierra

Textos escritos por: Cristian Valencia

Historia de la tierra: asentamientos, luchas campesinas. El Sumapaz, este corazón mestizo de Colombia...

El corazón invisible de Colombia

La región del Sumapaz parece invisible a simple vista. Se esconde entre la Cordillera Oriental como uno de los mejores y más ricos secretos del continente americano, y quizá del mundo entero. Los habitantes originarios lo supieron siempre y por eso la adoraban. Nada más obvio. Porque una región con tantas virtudes tiene que ser sagrada: está llena de plantas medicinales, lagunas encantadas, bosques de niebla, tierra fértil en todos los pisos térmicos y una forma de silencio mágica que parece llenar de fuerza a sus moradores. En sus montañas se podría decir que está el mayor número de nacimientos de agua de este país. Desde su páramo alto y nebuloso, que ostenta el título de ser El más grande del mundo, se nutren los ríos de la cuenca del río Magdalena y la cuenca del Orinoco. Es decir, da vida a media Colombia.

Tantas virtudes, sin embargo, han provocado que sea una de las regiones más pretendidas de la patria a lo largo de la historia. Distintos intereses económicos, políticos y estratégicos -desde el punto de vista militar y geopolítico- han pretendido su dominio. Hasta donde va la cuenta, comenzando este 2020, la gran región de Sumapaz pertenece a los campesinos que la habitan, la trabajan, la quieren y la entienden. La titularidad la han ganado a pulso.

.Camino Media Naranja

Parece increíble que una región tan importante del país esté tan alejada de las conversaciones cotidianas de Bogotá y de los titulares de prensa. Cuando aparecen noticias al respecto, casi en todos los casos, es porque hay problemas de orden público, característica que aleja aún más esta región del imaginario popular y se suma a las difíciles vías de acceso que tiene ese vasto territorio. De diez personas entrevistadas en la calle en distintas partes de la ciudad, seis dijeron que no tenían la más mínima idea qué era Sumapaz; dos, que era un río que pasa por Melgar; uno, dijo que era un páramo, y hubo quien aseguró que era una región mexicana apabullada por el narcotráfico. Esa ignorancia y desinterés general ha sido una de las causas para que hayan querido apropiarse de Sumapaz de muchas maneras.

Pese a ese desconocimiento popular, el Sumapaz siempre ha marcado el rumbo de la patria. Es el corazón invisible de Colombia: si algo le pasa al Sumapaz, algo le pasa al país.

Es un mecanismo vital de extremada precisión que tiene que permanecer balanceado para el bienestar de todos los colombianos.

Contexto

La lucha por la tierra

La región de Sumapaz se mantuvo intacta durante los años de conquista española y luego durante el proceso de colonización. Obviamente era conocida porque cada centímetro del territorio muisca fue escudriñado en busca del tesoro escondido de El Dorado. Pero el clima inhospitalario del páramo y sus alturas no lo hacía muy apetecido como morada permanente. Pese a todo, muchos colonos la prefirieron para levantar su ganado allí, porque encontraron la abundancia de pastos, manantiales de agua permanente y ausencia de plagas. Para trabajar los pocos cultivos que tenían, copiaban las prácticas agrícolas de los indígenas, a las que les fueron haciendo algunas variaciones en la medida del tiempo.

Solo hasta finales del siglo XVIII comenzaría el interés de unos cuantos por esta región, sin que dejase de ser considerada inhóspita y de difícil acceso. Johanna Carolina Daza Rincón1, en su tesis de maestría De la defensa de la tierra a la del territorio: Transformación en las relaciones con el Páramo y giro eco-territorial en las comunidades campesinas del Sumapaz (2019), dice al respecto:

A finales del siglo XVIII, Felipe de Maza adquirió 7.980 hectáreas del Páramo de Sumapaz por parte de la Corona española, y en 1792 por real cédula del rey de España, Juan Jerónimo Liévano compró terrenos en la zona de Fusagasugá y conformó la Hacienda El Chocho (Marulanda, 1991). Como se puede ver, sólo hasta finales del siglo XVIII, la Corona española vendió extensiones considerables de terrenos ubicados en el Páramo de Sumapaz, los cuales se constituyeron en la forma de propiedad característica del siglo XIX: la hacienda.

Este precedente sentaría las bases de los conflictos que se presentarían a finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, tanto en el Sumapaz como en gran parte del territorio colombiano. Unas cuantas familias eran dueñas de enormes extensiones de tierra que desconocían, pero estaban atentos a defender. Es necesario repetir, aunque no sea novedoso, que la tenencia de la tierra ha sido el gran problema de los pueblos. Es la principal causa de los conflictos y guerras en la historia de la humanidad.

La historiadora Rocío Londoño escribió un estudio serio y extenso sobre esta región, centrado en la figura del caudillo campesino Juan de la Cruz Varela. Su libro2 , considerado todo un pilar fundacional de la investigación sobre el Sumapaz, ha suscitado decenas de nuevas publicaciones y estudios que se apoyaron en las entrevistas hechas por ella y en la extensa bibliografía consultada. En su libro, Londoño demuestra, con documentos de catastro, cómo la población del Sumapaz se quintuplicó en la segunda mitad del siglo XIX, y seguiría en aumento durante los primeros años del XX.

Las guerras del siglo XIX y, sobre todo la Guerra de los Mil Días, fueron causantes de una u otra manera de las migraciones campesinas hacia el Sumapaz. Basta imaginar unos mestizos con vocación agraria, campesinos de tradición, metidos en la mitad de un conflicto entre partidos y distintos intereses, para entender la lógica de esas migraciones. El Sumapaz no era un terreno para librar batallas dado el difícil acceso y las condiciones inhóspitas de altura y clima. Defectos que no eran buenos para la guerra que, sumados a la enorme extensión del territorio, la fertilidad de sus campos y la gran cantidad de agua permanente, hacían de esa región un verdadero paraíso para que los campesinos pudieran levantar sus familias en paz. Sin embargo, tendrían que enfrentar otros problemas: los desmanes de los terratenientes. Esto escribe Rocío Londoño al respecto:

La primera referencia al régimen de arrendamiento en el Alto Sumapaz se halla en un memorial de 1908 de un grupo de colonos denominado «Comuneros de Guacanonzo». Aunque su propósito era solicitar al presidente de la República la adjudicación de las tierras de Alejandría —en San Bernardo, municipio de Pandi—, los comuneros expresaban temor de que las grandes concesiones de baldíos dieran lugar a la fundación de nuevas haciendas (…)

Tenemos pues unos terratenientes con títulos sobre millardos de hectáreas; unos arrendatarios que trabajan para pagar a los dueños; unos peones de labranza contratados por los arrendatarios; y unos colonos que han tomado posesión de baldíos. Un cóctel inestable, como la mezcla de nitrógeno y glicerina, que no duraría en explotar.

La Revolución Bolchevique de 1917 había llenado de esperanzas a los obreros y clases menos favorecidas en todo el mundo. Los postulados del marxismo se expandieron por doquier y llegaron a lugares que jamás hubiera imaginado el mismo Karl. Los obreros de las ciudades exigían mejores condiciones, y de alguna manera les eran concedidas. Como las ciudades colombianas crecían de manera acelerada, para poder construir la infraestructura de la modernidad necesitaban cada día más mano de obra. Y cuando muchos arrendatarios de tierras migraron a las ciudades, dejaron en evidencia el modelo feudal que operaba en el Sumapaz.

El movimiento campesino del Sumapaz ha suscitado, incluso, miradas internacionales. Dorieta Agirre San Bizente3, en su trabajo de fin de grado de Historia de la Universidad del País Vasco, dice así sobre las condiciones del campesinado:

En muchos casos, estas grandes haciendas no eran meras unidades productivas, sino una especie de “microestados” con moneda propia, peajes, cédula interna, cárceles, incluso un sistema policial y de vigilancia para regular el comportamiento de los labriegos. Asimismo, la reproducción y perpetuación de las condiciones laborales eran amparadas también por el propio Estado.

Juan de la Cruz Varela y las luchas agrarias

La vida de este emblemático campesino colombiano ha sido contada con pormenores y analizada de muchas maneras, no solo en el libro de Rocío Londoño sino en las innumerables secuelas que se han escrito. Esta nota es apenas una brevísima abstracción de esos trabajos, y solo pretende ser un punto de referencia.

Juan de la Cruz Varela nació en Ráquira, Boyacá en 1902, pero a la edad de cuatro años migró con su familia a la vereda El Tunal en el alto Sumapaz. Como su padre comenzó siendo arrendatario durante los primeros seis años, Juan de la Cruz fue testigo de primera mano de las injustas condiciones que exigían los hacendados, porque todo el trabajo de su padre a duras penas alcanzaba para sostener la familia. En 1912, Dionisio Varela tomó posesión en calidad de colono de una tierra cerca de San José de Cabrera y, aunque les tocó comenzar de cero, sería la semilla de la conciencia para los Varela: la posesión de la tierra marcaba la diferencia. Juan de la Cruz comenzó a estudiar a la edad de doce años y muy pronto aprendió a leer. Dos años después tendría que abandonar la escuela. Antes de irse recibió un regalo de su maestra: Los Miserables, de Víctor Hugo, obra que sería de vital importancia a lo largo de su vida.

Es fácil entender la identificación de Juan de la Cruz con Jean Valjean. A la edad de 16 años Juan de la Cruz pierde a su madre, Vicenta Aldana. Dos años después, su padre se casaría con Manuela Buitrago y, dado que no pudieron tener buenas relaciones con los hijos, Juan de la Cruz asume la manutención de sus diez hermanos. Juan de la Cruz era Jean Valjean en Colombia: a Jean Valjean, personaje principal de Los Miserables lo meten preso por robarse unos panes para la prole de su hermana. Son tantas las calamidades que se ciernen sobre este personaje, sobre todo tan injustas, que guardadas las proporciones encarnaban las injusticias que se cernían contra los campesinos asentados en el Sumapaz. En el artículo Los avatares de la paz4, escrito por Laura Varela (hija de Juan de la Cruz), se refiere a esa época de su padre de la siguiente manera:

Después de muchos conflictos, él demandó a su padre para obligarlo a repartir la pequeña herencia materna y se hizo cargo de la crianza de los menores durante varios años. En este tiempo cultivó la pequeña finca heredada y trabajó de jornalero en fincas vecinas, sin descuidar su formación intelectual de manera autodidacta.

Mientras Juan de la Cruz crecía y cuidaba de sus hermanos, comenzaron los primeros pleitos en Cabrera entre los hacendados Pardo Roche y los colonos. Los Pardo Roche reclamaban como suyas más de 20 mil hectáreas en la región del Sumapaz. Valga decir que el proceso de colonización de Cabrera se dio más o menos rápido. En cuestión de diez años habían logrado conformar un grupo sólido que conocía sus derechos y estaba dispuesto a dar la pelea jurídica por sus tierras. Para entonces había hecho su aparición Erasmo Valencia, personaje fundamental para el movimiento agrario colombiano. Fue miembro del Partido Socialista hasta 1921, y años más tarde sería el creador del Partido Agrario Nacional.

En 1929 Juan de la Cruz se hace notar entre los campesinos por la facilidad con la que leía y escribía. Ese año conocería a Erasmo y comenzarían a batallar juntos por los derechos campesinos. Ese año fundarían una especie de gobierno ad-hoc, en la Colonia Agrícola del Sumapaz. Para entonces, Juan de la Cruz se había convertido en el líder de un movimiento conocido popularmente como “Los Agrarios”. Seis años después participó activamente en política: fue concejal de Icononzo. En 1947 ocupó la presidencia de la Asamblea Departamental del Tolima. Apartes de la entrevista que Rocío Londoño le hiciera a Juan de la Cruz, (citadas en su libro) se refieren de esta manera a las primeras sesiones en el concejo:

(…) El propósito de la mayoría de este cabildo —dije— es luchar por el interés de los colonos, de los campesinos que están siendo perseguidos, facilitarles escuelas a todas las veredas y mejorar los caminos». Bueno, ya al final me aplaudieron y eso se había concentrado ahí toda la sociedad, los maestros y mucha gente (…)

Para ese momento de Colombia, la política nacional estaba convulsionada. Jorge Eliécer Gaitán era un caudillo liberal con una aceptación popular sin precedentes en el país, situación que tenía muy alarmado al poder tradicional porque amenazaba el <<status quo>>. El gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez (1946-1950), recientemente instaurado, veía como una amenaza las ideas gaitanistas, entre otras porque las ideas socialistas eran cada día más populares tanto en las ciudades como en el campo. En el orden mundial los Estados Unidos apagaban a las malas cualquier influencia del socialismo en América Latina para fortalecer su poder hegemónico en la región. El resultado de ese ambiente convulso fue el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948. Desde ese momento comenzaría uno de los episodios más cruentos e inhumanos de la historia nacional, conocida como la época de La Violencia, registrada en innumerables textos académicos, novelas, películas, documentales y obras de arte porque fue determinante como agente destructivo y reconstructivo del país moderno. Gerardo González registra un episodio de esa violencia en el Sumapaz, en su libro En busca del Horizonte5:

(…)Estando en la organización de la resistencia, el joven Eliécer Táutiva, hermano de Carlos Julio, estimulado en la lucha por su padre Carlos Julio Táutiva, convencido luchador contra los Pardo Roche, es detenido por chusmero y llevado a La Concepción ante el corregidor Camacho; es terriblemente torturado, le quitan la piel de las manos y las yemas de los dedos por el delito de tocar tiple; también le quitan la piel de la planta de los pies, lo llevan para Cabrera, en el río Sumapaz, en el sitio de Peñas Blancas, lo siguen torturando, lo castran, le rompen las piernas, le amarran una piedra al cuello y lo lanzan a las turbulentas aguas del río (…)

La guerra entre liberales y conservadores se expandió por todo el territorio, y como los conservadores estaban en el poder, usaron todo el poder estatal, jurídica y militarmente para combatir a los liberales y, por supuesto, a cualquier organización de carácter comunitario. A Juan de la Cruz le quemaron la casa de Icononzo. Su hogar, donde vivía con su esposa Rosa y sus hijos.

Juan de la Cruz se puso al mando del movimiento campesino en la clandestinidad. Organizó una estrategia de autodefensa comunitaria para proteger las familias y propiedades de los colonos, que sería muy efectiva hasta que el gobierno de Ospina decidió bombardear la zona. Juan de la Cruz y un puñado de campesinos se refugiaron en lo alto del páramo.

En gran parte del país pasaba algo similar. Las guerrillas de autodefensa eran cada vez más numerosas y más organizadas. La situación de orden público se le salió tanto de las manos al gobierno de Laureano Gómez, que los militares, en cabeza del general Gustavo Rojas Pinilla, se tomaron el poder en junio de 1952, con la disculpa de pacificar el país. La escalada de la guerra fue tenaz durante los primeros años, hasta que, como siempre sucede, a falta de vencedores y a razón de tanto muerto y tanta tristeza, se sentaron a dialogar las partes.

Famosas son las fotografías de la entrega de armas de los campesinos del Sumapaz en Cabrera; famosa la desmovilización de las guerrillas liberales en los Llanos Orientales. En 1957 se creó el Sindicato de Trabajadores Agrícolas del Sumapaz (Sintrapaz), que aún subsiste. La dictadura de Rojas Pinilla fue reemplazada por una junta Militar hasta 1958, año en que el liberal Alberto Lleras Camargo ganaría la presidencia, y comenzaría elFrente Nacional, acuerdo político que repartía el poder entre los partidos tradicionales cada cuatro años. Durante la paz del Frente Nacional fueron muchos los líderes campesinos asesinados.

En 1959 triunfó la Revolución en Cuba, que fortalecería de contera las ideas revolucionarias en todo el continente, especialmente en Colombia en donde, entre 1964 y 1966, nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Desde su comienzo, las FARC encontraron en la región del Sumapaz, un corredor estratégico militar. En un artículo de Prensa Rural6 , refieren la presencia guerrillera en la zona de esta manera:

En cuanto a los problemas de seguridad ciudadana y de orden público, la localidad del Sumapaz se ha constituido como una parte del corredor de seguridad más tradicional de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el cual se inicia desde el Sumapaz atraviesa los parques de La Macarena, Los Picachos, Tinigua y termina en el Putumayo, en el parque de La Playa. Por esta razón, esta área geográfica alberga buena parte de los campamentos de los frentes 51, 52, 55, 26 y 17, además de una serie de rutas que comunican directamente a la antigua zona de distensión con la periferia de Bogotá.

Obviamente esto contribuyó tanto a la militarización como a la estigmatización del territorio, situación que contribuyó a que la región nunca estuviera en los planes de desarrollo nacionales y, en últimas, al abandono de sus habitantes.

La paz y la esperanza

La paz firmada, en 2016, entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC sembraron una semilla de verdadera esperanza en la región. Renació la idea de Zona de reserva campesina, la figura administrativa que más les gusta a los habitantes de la región.

–Creemos que legalmente no será posible por ahora eso, pero nosotros hace 8 años nos declaramos zona de reserva campesina –dice Alfredo Díaz, líder y representante de Asojuntas–. Cambiamos el uso del suelo tradicional, las formas individualistas de producción hacia lo colectivo, estamos reclamando autonomías –continúa, luego de una sonrisa bondadosa.

Si bien como localidad de Bogotá, desde 1986, han gozado de inversión pública que antes era impensable, los habitantes del Sumapaz son una sola familia. Tanto los de la cuenca del río Blanco como los de la cuenca del río Sumapaz; desde las montañas del Meta, desde donde se divisan los Llanos Orientales, hasta el norte del Tolima, el suroccidente de Bogotá y Cundinamarca. Así lo sienten las 27 juntas de acción comunal asociadas en Asojuntas, y así lo sienten los campesinos de Sintrapaz.

Cada campesino de la región es un líder. Resulta increíble la enorme conciencia que tienen del proceso que se ha gestado en el Sumapaz. Las versiones están cantadas y contadas en cartas, cuentos y canciones. No importa la verdad de los libros de historia ni de los documentos. Para ellos la gesta ha sido épica. Ellos, los que caminan por esas montañas, llevan en su sangre el valor de los campesinos que lograron desmontar las 15 haciendas latifundistas con sus leyes antisociales e injustas. La fuerza del páramo está con ellos. Alfredo Díaz se siente orgulloso de su historia.

–De cada 10 familias, de pronto una reniega de esa historia, a las otras nueve nos gusta y la reivindicamos; nos gusta y la estudiamos –dice.

Entonces saca su guitarra y comienza a cantar corridos de la historia del Sumapaz, que resumen historia, paisaje y luchas campesinas.


Notas de pie de página

[1] Johanna Carolina Daza Rincón, "De la defensa de la tierra a la del territorio: Transformación en las relaciones con el Páramo y giro eco-territorial en las comunidades campesinas del Sumapaz". Tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2019

[2] Rocío Londoño, "Juan de la Cruz Varela: sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984)". Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011

[3] Dorleta Agirre San Vicente, "Juan de la Cruz Varela y la lucha campesina en el Sumapaz del siglo XX". Tesis de grado, Universidad del País Vasco, 2014

[4] Laura Varela Mora, July Romero Picón, "Los avatares de la paz. Por los senderos de la vida de Juan de la Cruz Varela", Revista Tabula Rasa, Bogotá: 2006.

[5] Gerardo González, "En busca del Horizonte", Bogotá: Alekos publicaciones, 1996.

[6] Cristy Lozano, "La templanza de un pueblo por tierra, agua y libertad", Agencia Prensa Rural, 2007.

Cuenca Rio Sumapaz

Registro fotógrafico hecho por campesinos de la región y mediadoras de BibloRed

Sendero la Media Naranja

Caminos de la vía Pasca recorridos en el laboratorio de co-creación

Laguna Negra

Los cuerpos de agua del Sumapaz fueron un referente constante en la voz de los campesinos participantes del laboratorio

Cuenca Río Blanco

Las cuencas de los ríos son punto de referencia obligatorio en la voz de los campesinos del Sumapaz

Los caminantes del páramo

Los frailejones fueron protagonistas en los laboratorios de co-creación