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Sumapaz ilustración digital 4
  • Exposición
  • Ciencias sociales

Estás en: Sumapaz: del cielo a la tierra

Raíces legendarias

Textos escritos por: Cristian Valencia

Cuando Alfredo Díaz canta es el páramo el que canta. Su punteo melancólico lleva entre notas la complejidad del páramo, la altivez de sus habitantes campesinos y aquellos secretos de almas viejas.

Alfredo Díaz o la dignidad del frailejón

Alfredo Díaz Entrevista

Alfredo tiene ese don. Siente lo que la tierra siente y lo vuelve música. Su vena musical puede venir de su abuelo, que era del sur del Cesar, donde los relatos vallenatos son un reflejo espontáneo; pero su vena social, sin duda alguna, es herencia de sus padres: campesinos, lectores, plenos de conciencia social. Su papá se llamaba Evangelista pero no creía ni en los curas ni en la iglesia católica (como Juan de la Cruz Varela, que tenía por Dios al Pueblo).

Evangelista nació en Nuevo Colón, Boyacá, en 1921, pero muy pronto tuvo que migrar con su familia hacia el Sumapaz, huyendo de la violencia (de una de tantas violencias partidistas de este país).

La madre de Alfredo era de Fosca, un pueblo al suroriente de Cundinamarca en la ruta hacia los Llanos Orientales, esos que vieran Arturo Coba y Alicia cuando comenzaron La Vorágine.

Alfredo nació en la vereda La Sopas. Es sumapaceño de cepa y almendra. Pertenece activamente al partido comunista colombiano. Soy Rojo como mi sangre, dice. Si alguien le pregunta desde cuando es comunista, contesta sin titubeos: "Nací comunista. Mis padres también pertenecieron al partido".

Para el recuerdo están las luchas obreras de los años 20 y 30, comandadas, entre otras personas, por María Cano, la líder natural que luchó hasta su muerte por los derechos de los trabajadores; y todas las luchas por los derechos campesinos de los años 50, que tuvieron como uno de los epicentros neurálgicos la región del Sumapaz.

Alfredo estudió para ser normalista en Pasca, Cundinamarca, desde 1973 hasta 1978. Su formación marxista le dio para ser líder del Paro Cívico Nacional de 1977.

Mi papá vivía orgulloso de mí, no solo porque estudié pedagogía sino porque me preparé políticamente.

También es verdad. Alfredo no es líder nato. Es un líder que se formó paso a paso con plena conciencia. Durante su adolescencia y temprana adultez leyó los clásicos del marxismo. Dice que le han servido para todo, hasta para el amor. También se aficionó por la literatura del siglo XIX, sobre todo Dostoievski, igual que Juan de la Cruz que era más que aficionado a Los Miserables, de Víctor Hugo.

Un día de noviembre del año 2019, el Distrito programó un encuentro de personas de la tercera edad en una vereda cerca de San Juan de Sumapaz y Alfredo sería el maestro de ceremonias. Pero cuando se enteró que no habían contratado la comida con gente de la misma comunidad se rehusó a presidir aquel encuentro.

En Sumapaz hemos sido capaces de atender eventos de esa categoría y mayor. Y por eso no se justifica que un operador diga que no tenemos esa posibilidad. Y ahora dicen que los ancianos se nos van a enfermar porque les daremos aguapanela. No puedo aparecer ahí. No quiero ni saludarlos. Varios anfitriones me han llamado a decir que no les parece justo. Si quiere lo hago por escrito y le manifiesto a la Secretaría de Integración mi inconformidad. Me parece que traerle alimentos a 500 abuelos desde Bogotá es lo más estúpido que han podido hacer. Les vamos a dejar ese arroz servido. Y es mejor que traigan dónde calentarlo porque nadie prestará sus cocinas ni vamos a permitir hacer fogones.

Cuando colgó el teléfono repitió como para sí mismo que haber contratado la comida desde Bogotá era un insulto.

Así fue. No hubo necesidad de gritos ni malas palabras. Es una persona que tiene tan clara su posición política que cada actitud que tiene, cada palabra, cada acto de su vida es una consecuencia lógica de su formación y le salen como reflejo.

Alfredo es un hombre de casi sesenta años que respira a sus anchas a 3600 metros de altura. Cuando la neblina se posa como un manto benéfico sobre San Juan de Sumapaz, Alfredo parece revitalizarse aún más, como los frailejones. Una de sus composiciones, que comienza con un punteo triste como todas, es una ranchera que dice:

Puede que un día y con la muerte
Plante mi cuerpo en esta región
Y mis cenizas con buena suerte
Se me conviertan en frailejón.

Puede que ya sea un frailejón antiguo, uno que vigila la región con sabiduría. Alfredo es feliz. La gente lo conoce, lo saluda, le pregunta cosas. Alfredo también se mete con todos. Sabe de los problemas de cada comunidad y es capaz de mirar con perspectiva regional. Lleva 20 años como directivo de Asojuntas, la organización de mayor cobertura en el campesinado del Sumapaz: logra reunir las 27 juntas de acción comunal en una sola asociación con un solo estatuto, una sola asamblea, una sola voz.

Me corresponde representar la organización. Mis declaraciones son producto del consenso general. Nos reunimos cada 3 meses. Los delegados somos 96 pero nos reunimos hasta 120. Vienen de todas las veredas, incluso del nevado. Con buen caballo se gastan 4 horas hasta la carretera central.

Mientras habla, bien sea en un salón de la escuela, en el restaurante de doña Lidia o en la Casa del Pueblo, Alfredo también ha conversado con una decena de mujeres. Con cada una tiene un trato particular y exclusivo; admira a las mujeres del Sumapaz como ninguno: dice que su papel en la consolidación de la región ha sido determinante. Cuando habló de Juan de la Cruz Varela, habló sobre todo de la influencia que ejerció la madre del caudillo, doña Vicenta Aldana.

Las mujeres fueron fundamentales. Son y han sido una semilla de esta tierra. Los hombres fueron a la guerra. Las mujeres se quedaron con sus hijos y los criaron. De hecho, fue mi madre la que mantuvo el hogar porque mi papá fue preso, acusado de supuesto colaborador de la guerrilla en los primeros albores del año 58 y 59, después de los acuerdos con Rojas Pinilla.

Ninguna palabra de Alfredo está deshilvanada. Cada palabra es un trozo del mismo discurso. Un discurso que tiene que ver con la dignidad, con la resistencia, con la protección del medio ambiente, con el respeto de la humanidad por la humanidad y por su entorno.

Si alguna vez usted se lo topa sin saber, sabrá que se trata de un ser humano de ley, íntegro, capaz de permanecer en el tiempo con su discurso sin altisonancia, melódico y dulce, porque es un ser suave como los frailejones; firme y eterno como ellos.

Aquellos secretos de almas viejas...

Algunos participantes del laboratorio

Los escenarios del laboratorio

Entrevistas sobre memoria local y cartografía social

Otros caminantes del Páramo

Los testimonios fueron grabados en el marco de las actividades de co-creación entre los habitantes del Sumapaz y mediadores de lectura de BibloRed

Memoria oral del Páramo

Los testimonios fueron grabados en el marco de las actividades de co-creación entre los habitantes del Sumapaz y mediadores de lectura de BibloRed.

El día a día

Los testimonios fueron grabados en el marco de las actividades de co-creación entre los habitantes del Sumapaz y mediadores de lectura de BibloRed.