Por:
Juan Ramón Santillana González
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Fecha:
2015
El control, como fase del proceso administrativo, es un elemento básico y fundamental que coadyuva a cumplir con los objetivos de una entidad, cualquiera que sea su tipo o conformación, asegurando que sus actividades se desarrollen conforme a lo establecido por la Administración, y se corrijan las desviaciones entre lo planeado y lo logrado, tendiendo a evitar que se repitan. Su importancia se aprecia ubicándolo desde el punto de vista básico de la acción de administrar hacia el interior de la propia organización (de ahí la ampliación del concepto hacia control interno): no se puede desarrollar una planeación sin control; no puede haber un proceso de organizar sin control; no puede haber una obtención de recursos humanos, materiales y financieros sin control e intercoordinados; y, obviamente, no se puede administrar sin control. Sin control los riesgos se incrementan, lo que da lugar a errores, ineficiencias, desperdicios o, en su aspecto más delicado, a fraudes, incluyendo los denominados delitos de cuello blanco.