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Muruikɨ 62 Ñitumaiñi

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  • Autor
  • Año de publicación 2023
  • Idioma Otros
  • Publicado por Universidad Nacional de Colombia. Sede Amazonia
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Alfonso (Jɨmuizɨtofe) Jimaido, "Muruikɨ 62 Ñitumaiñi", Colombia:Universidad Nacional de Colombia. Sede Amazonia, 2023. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3677427/), el día 2025-11-03.

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Imagen de apoyo de  Bogotá contada

Bogotá contada

Por: Antonio (editor) García Ángel | Fecha: 2013

El programa "Bogotá contada" invita a escritores de diferentes países a que estén unos días en la ciudad, la recorran, la investiguen y participen en algunas actividades de promoción de lectura en bibliotecas, instituciones, librerías y universidades. Luego cada uno de ellos entrega un texto que se recopila anualmente en un volumen de Bogotá contada. En esta primera edición 12 autores extranjeros y 3 autores colombianos escribieron sobre la ciudad que conocieron en el año 2013
  • Temas:
  • Cuento
  • Ciencias sociales
  • Otros

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Bogotá contada

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Imagen de apoyo de  Biblioteca de Señoritas - Año I N. 16

Biblioteca de Señoritas - Año I N. 16

Por: | Fecha: 17/04/1858

• Aí\to 1. Bogotá, 17 de abril de 1858. NUM. 16. Fe de erratas. tn su diadema, l1a st a la mujer mas oscura envane- Apesar del epígrafe no deben asustarse los lecto- cid a con algunos relutnbron es que lleva al cuel)o res que nada necesitan l ee r; porque no mte ntamos todas aspiran con ánsia a lucir i a llamar la atencion~ hoi darle s, como ellos dicen, Ieccion alguna de buen Entrese en un alrnacen de modas, de olores 0 de lenguaje. E te di a es de todo punto irnpr,sible el qae sederías, i se verá al ama principal con sus di aman­nosotros lo JJodanzos hacer, puesto que t e nemos el tes, a la .oficiala con. su joya aJ dedo, esperando que al m a acongojada de tipográfica dolencia. I a no se con vierta en anillo conyugal, i hasta la criada ser la enn1ienda de e e mui comu n pleonasmo que con su cadena de oro, de la que cue]O'a una cruz de dejamos cometido no solo en la fras e anterior, sino turques:1! de_ cor~ e rin~ o de_ gr?-natet No p e rdonan ta1nbien en nuestro antepenúltitno editorial, en ahorro n1 ~nvact.on, n1 sacr1fic1o alguno, para ge>zar que dijimos que era Í 'lnpo ihle que se 1JMdiera hacer d e l placer 1ne sp hcable de mos trarse superiores a la cierta co'""a, a no ser la enmienda de ese pleonasmo, clase en que la suerte Jas puso. Si se pudiera saber volvenLos a 'repetir , ninguna otra l1aremos por ahora. todo el estrago que hace esta insaciable manía de 1 eso que bien mereciera ser en m a n dado el volver brillar, si se tu vi e ra una justa idea de los daños que a 1·epeti1· que, como tantos de nuestros prójimos, ocasiona en la paz doméstica, en el bienestar i en hemos empleado en lu o-ar de volver a decir. Las, las co ... tumbr es , nos llenaríamos de espanto. D ebo cosas se dicen la prime~a vez .. i se ?·e¡Jiten a la se- pues manifestar cuá~ p e rjudicial. es esta calamidad gunda; de manera que solo cuando ya se enuncian a la ventura de las JOV~n e~ , refi.ri e ndo ut~a anécdo­por tercera vez en un mismo di~curso, es que se ta que ha ll egado a mis o1dos, 1 cuyos eJemplos se vuelven a repeti1·. l\1as, lo repetimos, por hoi no es renuevan entre nosotros con demasiada frecuencia. nue ... tro ánin1o ar1nar querella con nadie por los Alfonsina Dutheil, hija i única heredera de un disparate .. que digaohag·a a su propia cuenta i riesgo. rico fabricnnte de porcelana, babia dado la rr1ano de Hoi la van1os a buscar con los itnpreso r es , que en esposa a Cárlos 1\llelcour, notario jóven, e~tablecido nuestra anterior fe de erratas las han dejado a cuen- en Paris. Había traido una dote de 200,000 francos ta de nosotros i a riesgo de que nadie no~ haya en- con los que su marido había pagado las dos terce~ tendido. ras partes del valor de su notaría, debiendo pagar D ejamos a un Jada losjilógofos que pusieron di- lo demas con las economías i las ganancias que el chos impresores en lugar de nuestros filólogos, la destino habia de producir. Melcour era hijo de unos intencion en que cambiaron Ja intuicion a que noso- l abradores, que murieron en su infancia, i su trabajo tras atribuíamos la ciencia de algunos de los suso- asiduo; su bello carácter, i los conocimientos que dichos. E to, i algo mas que omitimos, puede cali- un estudio constante le babia proporcionado, fue­ficarse de pecata rninuta. lVlas no sucede lo mismo ron las causas de su elevacion. El notario a quien en aquel desgraciado pasaje en que nosotros decia- sucedia, i de quien habia sido mucho tiempo primer mos que un con .... abido ignorante citaba de cierta oficial, amigo i confidente, lo había preferido sin di­obra la parte correspondiente; porque a ese pa .... aje ficulta~ a sus muchos competidores. o era aque­los impresores dieron un ji ro pasivo sui géneris, di- lla oficina una de esas bancas públicas e n que se ciendo casi que era la obra la que citaba al dicho trata mas bien de usuras i de intrigas, que de !os ignorante en parte correspondiente; lo que }ra se secretos de las familias i de la conservacion de las ve que sobre ser contrario a la verdad del h echo , es herencias. Melcour habia aprendido de su r es peta­aniquilador del sentido de la frase. ble predecesor a no transijir jamas con la confianza Pero lo mas gracioso ha siJo que en la parte de de sus clientes: a mirar los intereses de estos como nuestro mencionado i desgraciado anterior artículo los suyos propios, a morir, si fu ese n ecesa rio, al Ja­de fe de e? · ratas, en que nosotros ll egamos a esta do de un depósito que l e fu ese confiado, a servir i concJusion: m ejor , igual a mas bueno o mas buena; guiar con el mismo celo al rico i al indijente, al dé­! uego mejo -r buena fe igual a mas buena bu ena fe, al bil i al po~ e roso, a descubrir i confundir al n1alva- 1mpresor o al corrector (o tal vez al repartidor) le do cualqu1era que este fues e , a sostener, en fin, la :pareció que en el segundo miembro de la última a:ntigua i ~·espetabl.e dignidad d e los notarios de Pa­lgualdad habia mucho bueno, i le quitó un buena, r1s, profes1on que Influye tan poderosamen te en el con lo cual resultó en definitiva, que 1nejor buena fe órden social i en la prosperidad púbhca. era equivalente a mas buena {e, cosa que al ser cier- Gozaba Melcour de una escelente r ep utacion, i ta no debia mencionarse en una fe de erTatas. e~ da din tomaban aume nto los negocios de su oficio. Resulta de lo dicho que 8i las erratas por partida S1n embarg?, el escesivo precio de este, el gasto de sencilla son una calamidad para cualquier escrito, su .casa, los 1ntere~es del capital que aún no estaban para aquel en que precisamente se trata de darles sat1sfechos, le habtan estorbado ofrecer a su esposa, fe, si se cometen ademas por partida doble, ~e con- cotno regalo de boda, unos diamantes que ella sin vierten en una verdadera futalidad en un cáos en duda esperaría con ánsia, i que él, cediendo a su una causa Jejítima para interpelar' para prote~tar bondad natural, hubiera tenjdo la mayor satisfaccion para morirse •••• de risa. ' ' en presentarle. Los demas regalos eran elegantes i numerosos; entre ellos habia todo lo que puede li­sonjear la vanidad de una j óven; pero no habia dia­mantes, i sin etnbargo se habian gastado cerca de 15,000 francos, con los cuales Melcour hubiera du­plicado el valor de la hun1ilde hacienda que heredó Los Brillantes. El deseo de brillar ejerció siempre un gran im­perio en las mujeres. Desde la princesa que asten- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 126 BIBLIOTECA DE SE:N'ORIT AS. de sus padres. Ocurrióscle esta refleccion al echar na, ron1piendo el freno que hasta entónces habia 1~ vi st? en ~quellos regalos coloca~os en una pre- puesto a su insaciable vanidad. Adela Cramtner, c1osa canastilla de raso blanco; cubierta de flores, i sobrina de Dutheil, e hija de su socio en la manu· c uyo olor parecia destinado a perfumar el fausto factMra, fué pedida en matrimonio por Julio Saín­altar de himeneo. ville, hijo único de un corredor de letras. Adela, Alfonsina disimuló el enojo que sentia viéndose ~ sin tener la brillante her1nosura de su prima, inspi­Sln las apetecidas alhajas. Por grande que fuese < raba un interes estraordinario. La preferencia que el t amor que profesaba a Melcour, amor fundado · le habia dado Sainville, se fundaba en la analojía en sus exelentes prendas i en su mérito personal, de las inclinaciones i del carácter, i en aquella sua­habia esperimentado una especie de desaliento, una ve simpatía, mas eficaz para asegurar la ventura verdadera pesadumbre al considerarse unida con que el amor i la opulencia. Adela tenia un her­un hombre que, segun las apariencias, debia ser mano i dos hermanas; de modo que su padre, ape­mezquino i j por consiguiente de un carácter in- sar de amarla con ternura, no pudo darle en dote cotnpatible con el suyo. Distraida, sinembargo, por mas que 80,000 francos. No por esto dejó de re· las contínuas funciones que se le daban, por tos cibir grandes regalos, que segun la costumbre, se numerosos i variados placeres de que gustaba cada enseñaron a toda la familia reunida. La vanidad dia, adornada con ricos encajes i con bellos chales de Alfonsina quedó satisfecha desde luego, viendo de cachemira, oculto por algun tiempo la pena que apénas podrian competir los encajes i paño· que esperilnentaba. Lo que principalmente le es- Iones de su prima con los suyos, pero cuando des· torbó el hacer la menor recon vencion, era la a pro- pues del exámen de todas esa<) bagatelas, se divisó bacion que daba su padre a la moderacion de su en el fondo del canasto una caja de tafilete encar· marido. 1\ir. Dutheil, que de simple operario ha- nado con las cifras de los novios, Alfonsina pasó de bia llegado a ser jefe de una manufactura, conocic:. repente de la alegría i de los enhorabuenas al mas to do el precio del dinero i todo el trabajo que cuesta triste silencio. Adela abre la cajita, i encuentra en adquirirse un bienestar ••• ~;Nada me ofende tanto ella unos hern1osos pendientes, ,. un peine i un collar la vista, decia, como los brillantes i los rubíes en ( de brillantes, en que parecia que se reflejaban to· un cuello de diez i ocho años. Enhorabuena que ~ dos los rayos del sol. Ademas de este magnífico lo s usen como un recurso las mujeres cuando están ~ aderezo, había otros de coral i de turquesas para la en el otoño de su vida; pero en la primavera no media gala; i una bolsa con doscientos luises de debe11 adornarse sino es con flores." Alfonsina se oro completaba, esta rica ofrenda conyugal. Alfonsi­sonreta i finjia ser de la opinion de su padre, sin na, fijos los ojos i los deseos en lo que tenia a la dejar de sostener que un lujo moderado contribuye vista, se decia a sí misma: "¡ J no es la hija única 1 a la prosperidad del comercio, al brillo de las gran- ¡ I no trae en dote ni la mitad que yo he traido! ,, des ciudades, i que es obligacion de los ricos dar estí- Para completar su mortificacion, Adela, queriendo mulos a las artes. "Usted mismo, decia ella con ver el efecto que baria su aderezo, se lo pone a su toda intencion, no debe su riqueza sino a ese acer- prima, dicié ndole con su acostumbrada modestia : tado sistema, a ese cambio indispensable del oro i ''Esto es demasiado para mí. Oh! que bien te de la industria; si en comprar porcelanas hubiese sienta~- N o digas eso delante de mi marido~ le res­la tnisma moderacion que quisiera U. introducir ponde Alfonsina con amarga sonrisa; porque diría en la compra deJas piedras preciosas; no tendría lo que dice mi padre: que una mujer no debe U . abora su hermosa manufactura, ni sus tierras adornarse en su juventud mas que con flores-Sin d e labor, ni las dos grandes casas que posee en duda, dice medio enojado Dutheil, i no tengo repa­Paris; no gozaria de la satisfaccion de tener un ro en decir que; Sainville ha hecho tnui maL Es yerno como l\1e1cour, ni de la de verme a mí tan preciso estar loco para gastarse en diamantes la mi .. bien establecida." Al decir estas últimas palabras, tad de la dote de su mujer-Estos, responde Julio, echó una tierna mirada a su marido, el cual, na tu· no me ha11 costado un maravedí; eran de mi ma­ratmente inclinado a observar, creyó distinguir en dre, Ja cual n1e los entregó poco ántes de morir medio de este desahogo de una alma sensible, cier- para la mujer que la suerte me destinase.-Por eso ta esperanza frustrada, que él se propuso secreta- me son mucho mas preciosos, responde Adela, mi­mente satisfacer inmediatamente que le fuese po- rándolos con respeto.- Tambien podria yo, dice sible. Melcour observando a Alfonsina, regalar a mi m u- Pero los productos de su notaría, aunque ere- jer las joyas de mi respetable madre; pero todas se cian diariatnente por la consideracion de que go- reducen a una cruz de oro con su cadena, un ani .. zaba, no bastaban a llenar sus miras despues de ]lo que nunca se aparta de mí, i un vaso de plata, satisfechos los gastos. Alfonsina se desquitaba Jison- de que me sirvo todos los dias. '' Alfonsina bajó los jeando su vanidad con mil bagatelas. Sinembargo, ojos, i creyendo que su marido quería avergonzar­cuando se hallaba en una concurrencia con muje- la, se puso todavía mas ofuscada i taciturna. Tan' res adornadas de diamantes, hablaba de estos con cie1to es que un corazon herido se ofende con facili ­elojio, de 1nodo que 1\lelcour pudiese caer en la dad~ ida a las cosas mas sencillas una torcida ínter­cuenta"' No llevaba tan a mal ver aquel ostentoso pretacion. atavío en mujeres de cierta edad; pero cuando por El día de la boda de su prima, Alfonsina se ~ vistió desgracia encontraba una recien casada cubierta con la mayor sencillez, repitiendo sin cesar, ' con de pedrerías, sus ojos se animaban, i la en\r dia una sonrisa forzada, que una mujer jóven no debe aparecia en todas sus facciones. Entónces l\1elcour ponerse sino flores. ''Si es así, no necesitas mas rec1bia una mirada de descontento i de frialdad, i él que tu rostro," le respondió Melcour, a quien inca­por su parte bajaba los ojos, se ponia encarnado i modaba la fria indiferencia con que desde aJgun padecia mas que su querida Alfonsina. tietnpo lo tratnba su mujer. ''Sinembargo~ añadió Hubo otra boda en la familia de DutheiJ, i no poco ántes de ir a la boda, si como Adela quisieras hizo mas que aumentar el resentimiento de Alfonsí· adornarte con las joyas de mi querida madre, yo te • .. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • BIBLIOTECA DE; SEÑORITAS. 127 las ofrez~~· ,, ~ntónce_s le presenta un cofrecito rle ) de Melcour. La abre turbada i ansiosa, i halla con form~ gotica 1 algo ra1do, q u~ ella abre con empa- ~ lo~ dos regalos anteriores un hermoso collar de cho, I solo por conJe~cendencHt; nll í encuentra en ' brillantes,_ un peine por el mismo estilo, 1 unos bro· efec~o la cruz d~ oro 1 la cadena que.tantas veces se ? che_s de ci?tura, que consistian en dos solitarios, hab1a suspentl:do del cuello de la madre de l\Ie_l- ~ casi sem~Jantes a los de los pendientes. El grito cour; pero ¡cual fué su sorpresa al hallar debaJO dole que lo viniese a ver trayéndole la suma depo­i se esrneraban en decirle todo lo que podia lison- sitada. Este billete fué un gol pe mortaJ para Mel­jear su amor propio. Sinembargo, oía de cuando cour. i Cómo era posible juntar de pronto una en cuando a algunos compañeros de su marido, suma de 60,000 francos~ Dirijirse a un campa· que censuraban su lujo, atreviéndose a llamarlo ñero hubiera sido despertar la desconfianza i dar escandaloso. "1\1enester es, decía uno, que lVIel- armas a sus rivales; confiar'"'e al suegro que tantas cour gane en un mes lo que nosotros ganamos co- veces habia censurado su flaqueza i su fastuosa munmente en seis. i No parece, decia otro, la prodigalidad, era confesar el delito, i ponerse en mujer de un director del banco o de un asentista ~ una especie de tutela; pedir al Jenera1 la menor ¡ Cáspita! para ser hijo de un labrador, qué aprisa espera, seria perder para siempre su confianza, i va el camarada. No nos cansemos. Alguno habrá aventurar el propio descrédito. i\'Ielcour, ajitado deposjtado esas joyas en poder de l\1elcour, i roa- por estas crueles reflexiones, buscaba inútilmente dama lo ha convertido en sustancia." Estas últimas el partido que habia de tomar, cuando su mujer palabras llegaron a los oídos de Melcour, i turba· cansada de esperarlo en su cuarto para ir a una ron toda su alegria. Produjeron tan viva irnpre- gran comida que daba Sainville, entra cubierta de sion en su espíritu,que, conociendo de pronto cuán sus diarnantes i magníficamente vestida. Al verla ridícula i cuán itnprudente es una ostentacion su- Melcour ~e estremeció involuntariamente, i en la perior al propio estado, i el deseo de sobrepujar a turbacion que lo a jita profiere sin querer aquellas Jos iguales, se acercó a su mujer para recordarle palabras que siempre están resonando en sus oídos: que, hallándose criando~ no era regular que estu- será al&un depósito, i mada1na lo ha con?.,e?·tido en viese mas de dos horas fnera de su casa, i logró sustancia. "Qué quieres decir? t qué significan sacarla de allí, a pesar de las instancias de los con- esas reflexiones 1 Son las mismas que oigo decir currcntes, i de la repugnancia de la tnisma Alfon- a todo el mundo, i que han llegado a ser Ja predic­sina. Tan vehenH~nte es este deseo de brillar, al cion de lo que me pa.sa. Esplícate, felcour.­que se sacrifica mucl1as ''eces el primer deber que la E5os diamantes que te adornan •••• he tenido que naturaleza nos impone. pagarlos; l1abia creido que los productos de mi Melcour desde aquella noche estuvo triste i pen- oficio irian en aumento. Acaba, por Dios! Osti · sativo. Alfonsina lo ecl1ó de ver, i atribuyó a celos gado por el joyista, l1e faltado al rnas sagrado de el empeño de su tnarido en que no se presentase Jos deberes: he dispuesto de unos fondos que se ella a brillar en las reuniones. Pero contando con me habian confiado, i que reclama ahora su due­el ascendiente que sobre él tenia, i aún mas con ño. i I por qué, replica con viveza Alfon~ina, me aquel imperio qüe ejerce continuamente en su ma- haces regaJos superiores a tus facultades 1 ¿ 1 por rido una mujer que cria sus hijos, creyó que se qué, responde mas vivamente su tnarjdo, manifies­habia disipado enteramente la nube: i se entregó tas tanta gana de lucir i me tratas con tanta frial­con mas anhelo que nunca, al torbellino de la co- élad ~ tu org·ullo es el que nos pierde 1\!lelcour quetería i a todos los errores de la vanidad. En ¡cuán dura es esa reconvencion l ¡cuán amarga­todas partes se la veía., i siempre llan1aba la aten- mente me penetra! Perdona, querida Alfonsina, cion. Ese aparato de opulencia estuvo mui léjos esta queja. Es la primera, i será la última que de ser favorable a Melcour. Eus antiguos clientes, salga de mi boca. Yo soi mas culpable que tú; asombrados del lujo de su mujer, lo privaron poco he cedido con demasiada facilidad a la satisfaccion a poco de la confianza que en él habian depositado: de verte obsequiada i aplaudida. l\1i vanidad ha entre los nuevos que iba adquiriendo no habia sido jgual a mi arnor. No: ·yo he sido cuando mas que especuladores atrevidos, cuya prosperidad rnénos tu cótnplice. Al recibir tus dones hubiera es tan pasajera, i que tantas veces comprometen al debido refiexionar, informarme si eran o no supe­hombre público que suelen asociar a sus intri- riores a tus facultades: preguntártelo a tí mismo .... gas. Melcour al cabo de algun tiempo se halló i en Jugar de eso, he espantado tu ternura, he ce­apurado; su amor propio, i eJ ascendiente in ven- gado tu prudencia, he abusado de tu bondad. La cible que tenia en él Alfon._ ina, no le permitían culpable, la única culpable soi yo." Al pronunciar bajar el tono, ni disminuir el gasto. Estrechado en estas palabras, se arroja a los brazos de Melcour fin, por sus acreedores, cometió el ex eso de disponer cubierta de 1 ágrimas i casi sin poder respirar. de un depósito de 60,000 francos, que le habia Abrese la puerta en este momento i se presenta dejado un Jeneral, ántes de salir para el ejército. Mr. Dutheil que venia por Melcour i su mujer, Este Jeneral debia estar ausente mucho tiempo, para llevárselos en coche a Ja gran comida de su i no habia exijido ningun interes de Melcour, sobrina. Las lágrimas de su hija i la a]teracion fiándose ciegamente en su buena fe i probidad. que observa en las facciones de su yerno lo ponen • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIO TECA DE SE~O R IT AS. 129 en el mayor cuidado. Cree sincmbargo, que era una reyerta matrin1oninl i qui re retirarse. '' D e­téngase U, padre n1io, csclatnn .t\lfonsina; sus socorros, us consejos nos son n ecesarios." En seguida Je r fiere todo lo ocurrido, i lo ente ra de la crítica situacion en que l\!Ielcour se encu entra. ''Tan apurada e'"', añad e este con la mayor cons­ternacion, que i el J en ral, hombre tan arreba­tado como pundonoroso, divulg-a e te abuso de con­fianza, mis compañeros celosos del honor de l c u e r ­po, me obligarán a vender el ofirio, i n1e pierden i deshonran. I la cau~a de todo, han sido estos diamantes que me alucinaron, i que hoi son mi suplicio, esclama lfonsina de ... pojándose de ellos con precipitacion i entregándo .... elos a su t nari do. T ótnalo~ , restitúyelos al joyista, véndelos a cual­quier precio, i U, padre mio, ayúdcme a r eparar los n1ales que ·yo sola h e causado ; p r opo r cione U . a i\1elcour lo que necesita pa r a con1pletar e l depó­sito que se reclama; sál \ re le el l1onor, i me h abrá dado dos vec~s la vida. T r, nq ni lízate , qu e r id a h ija, responde DutheiJ , con una conmocion que no l e f'S dado reprimir; tu enmienda tne aho rra u n a reconven ion ; i tú> i elcour, síguetne ...... t e n go . pocos fondos en caja, pero con mis amigos i co n e l · precio de esos dian1antes .••• v n, no per damos u n momento. Salen l os dos: Me lcou r r e un e e l p oco dinero de que podia disponer, mié n t ras que s u ... uegro va a vender Jos brillan tes i a se r virse de tnuchos comerciantes conocidos, a q u ienes va ri as veces abrió su bolsillo; n méno ~ de una hora se h allaron realizado l os 60,000 francos; l\1e l cou r l os entrega al J en e r a 1, i v u e l ve co n D u thei 1 a sose­ga r a Alfonsina a qu i en amó entónces m as que n unca. S uben suegro i yerno a l c u art o de Al fons in a , quien h abía sustituido l as b rillantes galas que l a a dornaban con un tr aje senciJl o. En aq u e l mo m e n­t o es taba dando e l p echo a s u h ij a , i la conte mpla­b a con tanta atencio n , q u e n o h iz o a l to e n su p ad r e ni e n su marido. D irij í a est as p a l abr as a la c riatu­r a, i m ajinándose que p odía e nte n derl as: " ¡ Que ri­da m ia J la 1nad r e q ue t e a l i m e nta n o se r á Ja ca u sa de tu r u i na. Tú se r a s d e a hora e n a e l a nte mi úni ­c o a do r no : todos mi s a f ec tos, t o d os m is d eseos se divi di rán entre e l p a d re i la hij a . 1.\l i te rn eza i la tuya no basta rán a inde mniza rl o d e l os m a les q u e p o r mi ca u sa h a p adecido. To los está n ya r e para­d os, esclarna l\1e lco ur, estr echando e n s u s brazos a su hija i a s u esp osa . Sí,que rida Alfo n sina, g-ra c ias al celo de t u excl e nte padre , h e podido r estituir e l depósito. Se ha to mad o e] trabajo d e ir a v e nder los diamantes para ahorrarm e la verg ü e nza d e ha­cerlo por rní mismo. Su pre cio h a h ech o la tnitad de ]a s un1 a , i s u j e n e rosa bondad m e ha pro p o r c io­nado lo qu e faltaba, i que yo podré r es tituirl e d e ntro de poLos dias. i Qué peso , dice Alfon s ina, m e has quitado d e l corazon! Hijos mi o ~, dice Duthe il, ya es tard e para ir a casa de Sainville: comamos solos los tres, i este banque t e nos s e ra n1as a g rada­ble que e l o tro. Y a he avisado a Ad e la , r espond e Alfonsina , que una indi s posicion me impedía asis· tir al convite. Las grand es concurre n c ias no ti e n e n ya para mí e l m e nor atractivo: no digo por e sto que renuncio a Ja sociedad, pero no qui e ro brillar en ella, i juro no llevar en mi vida otro adorno que este respetabl e talisman. ¡La cruz de oro de mi madre! esclama Melcour enternecido. Sí, le res­ponde su mujer con el tono mas suave i tranquilo. ~sta cruz no ha turbado el reposo ni h a comprome .. ttdo el honor de tu padre ; ella ha estado sesenta años en e l seno respetable que te ha criado •••• ja­mas se separará del mio. Formar tu ventura i la de mi hija, ob1igarte a estimarme tanto cuanto me has querido, dar a mi padre la recompensa de Jo que ha hecho por nosotros, contribuir, en una pala­bra, a nuestra comun prosperidad con mi arreg lo i con mi economía •••• Dime si todo esto no vale mas que un aderezo de brillantes~,, • Proposicion de matrimonio. AbriJ, 7 de 185 •... No obstante vuestros acha ques i lo verde i lo dudoso de vuestros primeros años, aunque jovcncj t o i co r t o , me he resuel to la presente ( como el recurso mas pronto) dirij iros, dueña mi a, de alguien, de ninguno, o tod os. No estrañeis su contenido que, aunque embozado, no es o t ro que e l proponeros mi mano en ca to i el u lee conso r cio. V os sabeis bien, a l ma e n p e na , lo escaso que anda e l bo d orrio, i lo triste i desab r ido del tiasgo cuando e l ojo se cubre de bermellon i el diente de jumo i moho. V uestra cara no es ta n bella que digamos; vuestros 1nodos t ienen algo de insolentes, como tienen de diabólico mucho vuestras uñas l a r gas i suci as; t e n eis del zo rro la astu c i a , de l a cul e bra la fasc i nacion, del l o r o l a c h a rl a insu lsa i continua, i l o in d ómito d e l po tro . P e r o esto, a dec ir verdad, s eñ o ra, m e importa p oco, po r q u e algo p o seeis q u e vale m as que u nos d i vin os oj o s, que u na boc a de c l a ve l i un os p e r fec tos c ontornos ; m as qu e d e H e len a l a s gracia!, i d e Lu cr ecia e l so nrojo, la c onst a n c ia d e P e n é lope, d e Dido e l amor i e l lloro . 1 e se alg o qu e tanto vale , i por e l cua l ando l o co, es, s e ñora d e m is ánsias, ni mas ni m é n os que e l oro que os d ej a r o n vu estros padres e n fu e rte i seg uro apoyo de la atrocidad qu e os hace reina de los moscorrofios. Y o sé que no di s frutais, dos dias seguidos d e un óbolo de salud, que el asma, e l te dio, las jaque cas i los c ólic os os cercan, que esputas sangre, que rascas sarna, i que el coto os silba continuamente mas que un huracan de ronco ; pero, si os llevo al altar, • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 130 • BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. s ald ré de miles de en1brollos }Jagando al sastre, al fondista, al zapatero beodo, a l p e luquet·o insufrible, i a tanto horrible demonio q u e; por calles i por plazas, m e rnata a sustos i cobros. En fin, para no aJargar , . . aqu1 esta m1s1va corto, e spe rando que os ablande l a f ranqueza con que obro, p u e sto que bien clarame nte he e spuesto lo que os propongo : por v uestro inmenso caudal - ser , s e nara, vuestro esposo. RESPUESTA A LA ANTERIOR. Recibí la mui atenta ., - q u e me remitls, senor, i a unque en ella esta palpable l o vil de vuestra intencion, qu~ podré yo contestaros q ue no sea si? Amor e s cierto que no hai, empero haj matrimonio; creo ·yo, i e l n1undo tambien, que él suple a tan hermosa pasion: pue .... to que a la sin1patía se opone eJ querer de Dios, . que dicen ser el que ordena quién debe casarse, o no. Venid pues i celebremos hoi mismo tan santa union, i cada cual pague, a prisa, ]as que debe ; sí, señor : • vos por casaros coninigo, yo por casarme con vos. ÜRlON. Antes i ahora. • 1 para realzar una demostracion moral ; i este será el medio de que nos valdremos hoi para exhibir una de las especies de plantas mas notables de nuestro jardin bog otano, tan heterojéneo, multiforme i re­calcitrante, si se nos permite agregar este calificati­vo, al cual no tenemos intencion de dar sentido alguno, i que solo usamos en gracia de la eufonía. Allá en tiempo de entónces, i nótese que no nos remontamos a la época en que hablaban los anima­les lite ratos de Iriartc o Samaniego, hubo una cierta sociedad, secta, órden o comunidad, que llevaba el humilde título de capuchinos, no porque sus miem­bros usasen capucha, como la usan ahora las s e ño­ras, i aun los hombres, ni tampoco por la barba Jarga, moda qus es hoi casi universal, sino tal vez por una especie de sarcasmo contra las comunidades relij iosas, o mas bien por una epigramática ironía con que querían dar a entender que mui poco o nada tenía de austera i rigorosa la regla de Yida que habían adoptado. Mucho dió que decir, i mucho mas que hablar, esta nueva institucion moralmente disfrazada con un hábito monacal ; i en esta pícara i socarrona ciudad, recurtidero de ociosos, hospicio d e pobres, cuna de espósitos, hospital jeneral i basurero do nde se arrojan aj e nos desperdicios, no hubo rincon ni desvan donde no se oyesen con espanto las relacio­nes nada edificantes que de ella i sus estatutos se hacían con cierto aire de misterio i aspa viento. Era tal asociacion anónima, o seudónin1a, una especie de lojia que en vez de llamarse Estrella, N ebulosa, F1·aterniclad, o adoptar otra denomÍ11acion poética i romántica, quiso manifestar su natt,traleza i espí­ritu con un epíteto de buen hurnor, tomada esta fra ­se en un sentido recto i natural. ' Las diabluras, abominaciones i escesos de todo jénero que, con razon o sin ella, se a tribu ian a estos l reverendos padres, sucesores de la estinguida i de­e' gallada órden de barbudos, no están escritas, ni pretendemos nosotros escribirlas, por las mil i una razones del artillero que no hacía las salvas. Qué· dese tan alegr~ tarea para algun hermano rezagado, 0 S que, iniciado en los misterios capuchinescos, pueda CAPUCHINOS, CORNA,7 ACETES I PEPITOS. ~ hablar de ellos con toda propiedad~ COffiO actor, O La esperiencia parece que confirn1a cada dia la ; como espectador, i escribir su historia en algunos observacion de cierto escritor moderno, cuyo nom- malhadados .Apuntamientos, Reseña, Anales de la5 bre no recordamos, de que, a proporcion que la so- sociedades célebres, u otro escrito con que piense en­ciedad gana en ilustracion,pierde en moralidad. No riquecer la literatura i la historia nacionales. es fácil calcular cuál sea esta proporcion, pero ello Ademas, no sería posible referir, ni tnucho ménos es que en la sociedad que conocemos todo se refie- relatar, las tales cosas, sin que las señoras de alto re a pérdidas i ganancias; i que si es permitido bordo o de tres puentes, sintiesen horripilarse sus juzg·ar del todo por Ja parte, i aplicar a la gran fa- carnes, i las niñas de arte menor esperimentasen milia u ni versal lo que se ve en una mínima fraccion crispaturas de nervios i con trace ion de tendones. de ella, i Jo que pasa en este rincon de los Andes Cuantas i cuales fuesen las travesuras de los reve-" que se llama la capital de la Nueva Granada, es rendos, lo dice la sensacion que todavía produce indudable que Jo que este animal bípedo, que se ha ¡cosa rara! Ja palabra capuchinos, no solo en las llamado a sí mismo el hombre, avanza en un sen ti- beatas i beaticas, sino en todo individuo femenino, do, retrocede en otro, i que al cabo de las mil i para quien este vocabJo equivale poco mas o ménos quinientas todas las meditaciones del sabio Aza1s, al de frac-mason. i todo lo que dijo en su "Sistema de las compensa- i Pero quiénes, i qué clase de jentes eran las que ciones" se ha hallado ser cierto i razonable. habían adoptado e] modesto, simpático i conciliato- Sirvan estas pocas, o muchas palabras de intro- rio nombre de capuchinos? Vamos a vet·lo. duccion a nuestras propias observaciones dh~ctas, Los capuchinos en su mayor parte eran jóvenes obre algunos de los tipos que mas fielmente carac- de buen humor, de buenas familias i de buena edu­terizan aJa sociedad granadina del siglo de Walker. cacion: en una palabra, Jaque se llama jente de 1 aunque las comparaciones suelen ser odiosas, buen tono; de suerte que todo en ellos era bueno, i lo mismo los parengones, que todo es una misma ménos Jo malo. 1 tan cierto es esto que hasta lo familia, tambien suele ser un medio mui cómodo malo tenían arte para hacerlo parecer bueno, como para poner en evidencia una verdad cualquiera, o Jo han creido muchos. En efecto, al cabo de Ja • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLI TECA DE SEÑORJT AS. 13 jornada ha Yenido a sacarse n limpio por lo s ero- i l ero a qu' bueno dirá algun quisquilloso lec - 11Ístas i hon1bres estudiosos, que en nq u ellas sesiones tor o susceptible lectora, a qué buena hac r la apo­ó te.,~id,.,_s n apariencia satánicas i borrascosas, n o iojía do la disolucion i e l pan dírico del vicio, sob r habia to o lo que de ellas se lecía ; que esas terri- todo en un periódico destinndo a entretener ~ i ns· ble" orj ías i acanales, dig·nas de ser narradas por truir al sexo bello i delicado~ i a qtté fin ofender los Car11eros i detnas cronicones nacionales, se red u- osadamente s us oídos hablando de una sociedad ya cian a bailesicos con las grisetas, parrandas i paseos, estinguida por la sancion 1noral? t Cuando ya c otnilona i otros pa atie1npos que ta1nbien se tienen nadie se acuerda do los capuchinos sino para com-­en otras soci dades que gozan si11e1nbargo de m ejo r padecerlos, tal vez para execrarlos, esclamando e reputacion. I cursos ~an estos a que los obligaban mas caritativo: "Lásti rna de jóvenes 1 su suerte es la falta de tnejores i mas hone tas di '"" tracciones un ejemplo para lo s calaveras, pues casi todos ellos públicas o pri' adns, como bailes, tertu1ias, buen t ea- han tocado a su fin e n situacion deplorable?, tro, conciertos, i demas que sirven de e~parcimicnto Allá lo veredes, dijo Agrnjes. Rogamos a nues .. al anin1o i de sacudimiento al cuerpo. Sabido es tras amables lectoras que, como lo dijimos al prin­que en la~ grandes poblacione donde no hai e tos cipio, hagan con n o~ot ros una comparacion impar­delajse'lnentu s, i donde el e píritu de sociabilidad i cial i tranquila entre esa detestable i estinguida tnutua cotnunicacion es de conocido, la juventud, órden de la cap ucha, i la mod e rna jencracion de ansiosa de gasta r la vida, la salud i el dinero, que cornavacetes i pepito s que tanto miman i toleran ellas, ta11 o le esto rban, se entrega n la disipacion, i Ya i que sin tener ( e n Jo jeneral) Jas buenas cualidades rodando, mui a ,.;u taJant , por el ferrocarril de la de aquellos, tienen con crece s todos sus lados malos. desdicl1a final i ab~oluta i pue que a todas aquellas E 1 modo mas nntural de estudiar i describir una Blocentes recreacion es, se sustituyen los bailes de clase cualquiera de la sociedad en una época dada, candil,los garitos i los figones potnposamentc bau- es analizar los individu os mas notables de ella, tizados con los nombres de cafes, r es tauradores i aquellos q ue se mira n i r eputan como la fórmula i aoteles. tipo de t od a la specie; i a s í como para pintar a la Suponemos, pues, q u e to~o lo que esta fatnilia juventud de las tres últimas décadas hubimos de hacia en su guaridas e ra digno de censura, i ajeno elejir a los capuchinos, que eran como la suma cie de 1 tnora l i buen comportatniento de un jóven Jns CO"'tumb r es i del carácter social de aquel 6empo, decente; pero vi era n UU. a un capuchino lejítimo para hacer ig ual cosa, aunque compendiando ha sta en una ~ociedad e---cojicla, en una reuní an de jente donde sea posible, con los actores que figuran en la istinguida; qué trasfortnacion! qué diferencia! nuev escena, tomamos naturalmente a los corna ­r a die diría que aquel era un hotnbre disoluto i vacetes i pepitos , que son, digámoslo así, Ja flor i la vicio~o. Sus maneras corte-es, su lenguaje fino i nata de la presente jeneracion. comedido, su atencion i estremada delicadeza con o sabemos, ni hace a nuestro propósito saber las señoras, su r espeto, en fin 1 por la sociedad i por el oríjen de estas denomi nacion e s caprichosas, i las el público, eran una predicacion continua i un ma- ac epta mos como sancionadas ya por Ja s mayo rías, nual práctico de buen t ono. E legante en su porte, i cotno pertenecientes todas al j éne ro cachacos. For­esn erado en s u vestido, inimitable en el baile, man la primera clase aquellos m ozetoncs co n ten­que poseía por principios, arrogante i seductor sobre d enci as a la gravedad del hombre sui juris, curru­un lindo caballo, todo encantaba en él, i no parecía tacos e ntre verdes i maduros, que visten con esm e ro , si no que procuraba desmentir a porfía i de todos i como e mpecina dos sectarios de la moda, piensa modos la opinion desfavorable que de él se t e nía. n1as e n sus propias p e rsonas que en segui r una Un capuchi no podía ser el borran i el escarnio de carrera cualquiera lucrativa. Son ya gallos de la sociedad bogotana en algunas de sus tnisteriosas espuela, i haJlán d o se por lo jene ral en una edad escursiones; pero en un salan de baile: en el teatro, razonable para contraer Jos lazos m atrimoniales i i en cualquiera otra r e union: la tn etamórfosis era fortna r una familia, se miran ya muchos como completa , i habría sido 1nui difícil compr obar la próxitnos a r ec i bir e l repugnante título e e ,.;o te ­identidad de la persona: tal era su cultura i s u fina < rones. educacion. Podrí a inspi r ar horror a quien lo vi ese ~ Los pepitas son, puede decirse, los herman o tne-n sus orjías apurar copas tras de copas, i lo oyese , nares de estos: pollitos que ap é nas ensayan el pri­c antar en comunidad, i e n ton o de salmodia, aque- ~ mer canto, i que s ine mbargo gallean_ya en la ~ocie-l] a consabida polisona : ~ dad. Ni son hombres, ni son niños ; están, por ¡Qué mayor dicha i consuelo decirlo así, en sus quince, i tienen Ja cabeza llena Nos puede Dios dispensar, de lo que puede es tarlo una cabezita de esa edad, Que poder aquí cantar de ilusi o n e s i de ensueños dorados. Adonis o tnas Como se canta en e l cielo ! • . . . bi e n Narcisos de esta época nada mitolój ica, no Pero en tratán d ose de volver a su elemento, es piensan sino en la to i lette, en los amores i devaneo ... , decir, a la buena socieciacl en q ue se crió, todo reco- i e n saborear los placeres de una vida de maripo ... a, braba su nivel, i e ntónces la d ignidad, el r esp eto i i Jos azares i aventuras de una tomineja con bastan el propio decoro tomaban en él nuevo rcalze: ni i gnba n . Un billete dulce de alguna incauta p pita, una copa mas de las que son permitidas entre las al g una impresion volandera que les trajo el bin6- jentes bien educadas, ni una palabra descompuesta, culo e n el teatro, la novela de moda, aqu~ll o ... ver~o ni una conversacion mal sonante, ni una aJe g ría rimbombantes i huecos, la mirada fujit1va d_e una estúpida i ruidosa, ni una risa descompasada, ni Ja actriz, los recuerdos de una polka, un a gu1naldo mas leve falta a una persona respetable. De esta que vino dentro de una canastilJa de flor es, un par manera se captaban la benevolencia i la simpatía de lindas mancornas que acaba de comprar, el figu­jenera) j hacían, si no perdonar, por lo ménos olvi- rin que trajo el paquete, i que é l juzga t an fiel i dar po~ un momento su~ supuestas i misteriosas verdadero como los periódicos qu e lo acon1pañan ... faltas. he aquí los sé rios cuidados de este perfun1ad o niño . • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 132 BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. Si qucreis no hablar con él, porque sobre qué asunto que no fueran estos podriais hablarle, stno verle i admirarle, id a la sastrería de N, a la tienda de M, a la esquina tal vez donde dirije sus visuales al toranento número primero; le encontrareis e11 el altozano de la iglesia donde oye misa el segundo tormento, en la confitería donde, al lado de la cre­ma de orchata i de las aguas refrescantes, campea el vieux cognag: i el anisete, i los ajenjos, i el pon­che, i el ron. El corte de una capa le quita el el sueño, el color de un chaleco lo desvela, la espe­ranza de ponerse una camisa de piqué lo trae dis­traido, los guantes de cabritilla i los pañuelos de olan lo hacen quebrar •••• I esto me dec1s que debe con1pararse con un antiguo capuchino' esclamará aquí la lectora.­Ciertamente que esta descripcion,si no es seductora, por lo ménos es la pintura apacible de una vida dulce e inocente, un idilio, no ya en los riscos, va­lles i praderas, sino en las calles i plazas •••• Pero ah l ojalá fuera esto solo! veamos un poquito el reverso de la medalla. (Continuará). El voto de t.ma mujer. Cuando escribo mis renglones ( No quiero llamarlos versos Por modestia ) los perversos 1 cobardes criticones Disparates a montones Les encuentran por doquier; Mas su terco parecer A mí no me importa un pito; Porque solo solicito El voto de una mujer. Cuando mis l etrillas leo Los retóricos se atufan, I se e1nbruvecen, i bufan I dice~ todos : que feo ! Mas yo por dicha no creo En su terco parecer ; 1 de su airado saber Plenamente me indemniza, La picarona sonrisa De una graciosa mujer. Hice una breve elejía, 1, por mal de mis pecados, A diez sabias estirados Preséntela cierto dia; 1 cada cual ernitia Mui sério su parecer; 1 hablaron a su placer, Sin dejarme meter baza; 1 salí corriendo a casa En busca de n1i mujer ; • 1 le dije : echa e n la hornilla Estos versos. Los leyó ; 1 una lágrima rodó Por su púdica mejilla; 1 esta pequeña letrilla Púseme al instante a hacer Protestando no creer, De ese dia en adelante, Sino en el bello sen1blante De una sensible mujer. El cisne. R. C. Cuando este pájaro flota jentiJmente sobre las aguas, ofrece a nuestros ojos una de las mas bellas • obras de Ja naturaleza. No podemos cansarnos de adm1rar Ja elegancia de su5 contornos i la gracia que demuertra en sus movin1ientos. ada con mu­cha mas lijercza que un hombre cuando anda. El plumaje del cisne doméstico es enteramente blanco, i su pico es rojo, escepto la mitad superior que es negra. El cisne doméstico, mayor que el silves­tre, pesa ordinarian1ente veinte libras. Este es el mas silencioso de todos los pájaros, i no hace mas que dar un silbido cuando se le provoca. En cuanto a esto, es rnui diferente del cisne silvestre. El macho i la hembra construyen su nido, unas veces sobre un montan de yerbas secas en un ribazo, i otras so­bre cañas flotantes. Ponen huevos un dia si i otro no, hasta el número de seis o siete. Los pichones, al nacer, están cubiertos de una plumilla parda o atnarillcnta, que conservan por muchos meses. Cuando el padre i la madre están rodeados de su familta, es bastante peligroso ac.ercarse a ellos; sea por temor, sea por orgullo, se alarman inmediata­mente, i cuando creen que sus pichone~ están en peligro, se los llevan sobre las alas. La carne de los cisnes viejos es dura i de mal gusto; pero la de los nuevos es bastante buena. Segun Pitágoras, el alma de los poetas pa~aba al cuerpo de los cisnes, i conservaba el poder de la melodía que aquellos l1abian poseido durante su vida. El vulgo tomó por reaJidad Jo que no era sino una alegoría injeniosa. El mismo filósofo de­cia que el canto del cisne moribundo era un hinl­no de gozo, por el cual dicho pájaro se felicitaba de pasar a mejor vida. Por esto es que las últirr1as pro­ducciones de los escritores, los últimos dicursos de un orador i las palabras de todo ho1nbre di~tingui­do ántes de abandonar este mundo, se llan1an ''el canto del cisne. " Se dice que el cisne vi ve trescien to años; pero sea esacto¡ o sea exajerado este núrnero, la veread es que goza de una larguísima existencia. Resignacion. Yo me era un niño cán<.lido, inocente, En las diez primaveras que contaba; Mi madre con su atnor me coronaba De besos i de lágrimas la frente; 1 yo me arrodillaba i l e decía:- "Oh ! cuánto te amo, dulce madre mia!, I ella murió ; mi corazon aun tierno Como ago tada flor se marchitaba ; lVlas ví a Elvira, Ja amé, i ella me amaba, I juramos amor puro i ete rno . Su alma llenó de luz tni alma sombría, 1 yo le dije : ''te amo, vida mia 1 , 1 la perdí tambien •••• Dios lo mandaba­Lloré, n1ald ije, blasfemé •••• in~ensato ! Luego escuché una voz, un nombre grato, Que una niña en su cuna balbuciaba; 1 yo besé su boca, i le decía :­" 'l'ú eres mi ánjel de paz, oh hija mia! , EJ polvo del sepulcro los esconde: Mi frente está abatida, el pecho yerto •••• i Donde iré yo, si el mundo es un desierto, I grito i llamo, i nadie me responde 1 l\'las ah 1 la Fe, la Relijion ya sJgo­Perdóname, Señor; yo •••. te bendigo! Así de un arpa al son triste cantaba El noble bardo en la vejez sombría ; 1 su voz en Jos aires espiraba, 1 en su rostro una lágrima corría. T . • ' • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 16

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