Los totalitarismos y las manipulaciones políticas son sombras que amenazan nuestros presentes. ¿Cómo luchar por nuestra individualidad y libertad en tiempos de crisis?
La ciencia ficción, en su vena más política, se ha preguntado qué pasa cuando se imponen sociedades que no tienen en cuenta la libertad de los individuos. Los mundos del mañana descritos en estas ficciones —que a su vez pueden ser nuestros mismos presentes— se convierten en escenarios de fascismos y resistencias, de dictaduras y rebeldías. Al final siempre quedará la pregunta: ¿en qué lugar te ubicas frente a la injusticia?
Infiernos personales y perfecciones irreales
¿A qué clase de mañana nos referimos cuando hablamos de futuros distópicos? Probablemente no haya una etiqueta de la ciencia ficción más popularizada en los últimos años que la distopía. Sin embargo, esta tiende a confundirse de forma indiscriminada con otros tipos de argumentos dentro del género, lo que termina desactivando mucho del potencial político que estas historias suponen para el presente que vivimos. Las distopías no son solamente esos mañanas desesperanzadores, de cielos grises, aire irrespirable y seres humanos llevados al límite de la supervivencia: son mundos llenos de matices y complejidades y para entenderlos tendríamos que referirnos a una idea filosófica predecesora, la Utopía.
En el siglo XV, Tomás Moro imaginó una sociedad perfecta en la que todas las necesidades humanas se solucionaron. Ya más tarde, a principios del siglo XX, con una revolución industrial que mostraba sus primeras contradicciones y unos regímenes políticos que se fundamentaban en el totalitarismo, aparecieron las primeras novelas que le dieron la vuelta al término de la utopía. Las sociedades creadas en estas narraciones no estaban inmersas en mundos postapocalípticos o caóticos –si así lo fuera, deberíamos llamarlas anti-utopías– sino más bien en unos mundos aparentemente perfectos que podríamos nombrar falsas utopías: territorios que esconden sociedades hipercontroladas, violentas, segregadas y corruptas. A Nosotros (1920), de Eugeniv Zamiatin, se le considera la piedra angular del subgénero distópico que iluminaría más tarde obras como Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley, 1984 (1948) de George Orwell y Farenheit 451(1953) de Ray Bradbury. Todas estas obras comparten algo en común más allá de sus estructuras: se desarrollan en un mundo supuestamente perfecto donde los gobiernos son idealizados y las personas aceptan el control de manera pasiva sin poner en duda el discurso dominante. Sin embargo, en algún momento, uno de sus ciudadanos, fiel creyente de la falsa utopía en la que vive, descubre las sombras que se ocultan tras el ideal que solía defender.
Entonces, ¿cómo evoluciona este subgénero?, ¿cómo podemos entenderlo a la luz de nuestros días? El capitalismo, como bien lo señaló Mark Fisher, nos ha encerrado en la idea de que, aparentemente, no hay alternativa. Es decir, nos quieren hacer creer que este presente neoliberal es el mejor de los mundos posibles y que, a pesar de sus evidentes fisuras, no hay otra manera en la que la sociedad se pueda organizar. Al ser el capitalismo tan práctico en sus transformaciones y tan fuerte en su construcción, pareciera que asumimos como real el relato que nos propone. Por eso vivimos, quizás, en una distopía corporativa en donde el mercado es lo más importante y este actúa como una evolución de esos gobiernos totalitarios en los que antes se podía identificar una cabeza, unos líderes, el color de un partido. Y aunque en la actualidad estos poderes corporativos se alimentan de la misma lógica de manipulación , no tienen un liderazgo claro que los identifique: son fuerzas acéfalas mucho más difíciles de enfrentar. ¿Quién o quiénes tienen la última palabra? ¿Cómo podemos llegar a la operadora central?
Considerando esta visión, ¿cuáles son los otros futuros que podríamos imaginarnos? ¿Es posible crear esos otros mundos por fuera de los límites del realismo capitalista? ¿Podríamos imaginar un mañana o muchos mañanas en que el cuidado sea la base que cimiente nuestra organización social? ¿Tal vez así podríamos enfrentar los discursos manipuladores que nos aletargan y nos dictan que vivimos en la mejor realidad posible?
Imaginemos hasta dónde podríamos llegar.
MasterClass con Claudia Aboaf
¿Qué es una distopía?, ¿aún es posible imaginar distopías y utopías en el siglo XXI, más ahora con la crisis climática?, ¿cómo serían esas nuevas distopías en Latinoamérica? En esta Masterclass Claudia Aboaf, escritora, docente, astróloga argentina y una de las voces más fuertes de la distopia y la denuncia de ecocidios, nos lleva por mundos que narran la tierra en tiempos de colapso. Política, poder, religión, tecnología y medio ambiente son protagonistas de los falsos mañanas. ¿Esta letal construcción del futuro es a lo que llegaremos? ¿la política es el origen de todas las distopías?
La ciencia ficción en Colombia
¿Cómo es la movida de la ciencia ficción en nuestro país? El sector editorial es una cadena con diferentes eslabones, para que un género sea más leído y producido de manera local escritores, traductores, editores, libreros, profesores, investigadores y mediadores están involucrados. En esta sección entrevistamos a diferentes agentes locales que trabajan por la difusión y producción de la ciencia ficción en Colombia.
Juan Conde es escritor y profesor en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Empezó a leer ciencia ficción muy joven y permaneció en este género promoviendo su lectura y escritura desde la docencia. ¿El mundo es más distópico para algunas personas?, ¿cambian las nociones de futuro cuando las voces que narran son distintas?
Recursos recomendados
Mundos distópicos
¿El mañana será tan aterrador como nos lo imaginamos?¿la distopía está más cerca de lo que creemos? Elegimos estos libros para que saques tus propias conclusiones.
La novela "Nosotros" refleja las terribles consecuencias de los regímenes totalitarios que al comienzo del siglo XX se encontraban en pleno auge. En el futuro nuestro estilo de vida en sociedad basado en la «libertad individual» es un estilo de vida salvaje, desorganizado y nómada. En esta sociedad del futuro los sueños constituyen una grave enfermedad psíquica, la libertad sexual es vista como un acto practicado por bestias salvajes, y la libertad personal, está estrechamente vinculada al crimen.
Aunque sus abuelos fueron recluidos en su día en la colonia, Mannie nació libre y eso supone una gran diferencia. Como contratista privado, hace negocios con la Autoridad pero no figura en su nómina. El régimen de Luna es severo e injusto, la revolución se masca en el ambiente y se habla incluso de derrocar a la odiada Autoridad. Cuando Mannie ayuda a la preciosa Wyoming Knott a escapar de los guardaespaldas del Guardián, se encuentra de alguna manera en el centro de una rebelión sin esperanza. Aunque Mannie tiene un arma secreta: Mike es el ordenador más inteligente de la colonia, está conectado a toda clase de equipos útiles... Y Mannie es el mejor amigo de Mike. La Luna es una Cruel Amante, ganadora del Premio Hugo, es una brillante obra de uno de los maestros más reconocidos de la cf, que mezcla un estilo elegante y de ritmo vertiginoso con personajes fascinantes, unos diálogos ingeniosos e ideas que hacen reflexionar.
Amparándose en la coartada del terrorismo, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy. En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela -o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir- le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.
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