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Fecha:
10/06/1865
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
AÑO IV. IDog ot\í, sábaoo 10 oe jllnio Oe 1865. NUIU. :20.
C O NTENIDO. babia dejado ya atras la última de las pirá-
LA MADRE ARAllE-LA GORRA EN EL PERIODISMO-A LA SE!tORITA mides, i caminaba con ten ta i numerosa bácia
J. G, poesía-EL l'OETA-A LA SE!lO"I1''' EIIJENIA n"LI.INI, EN el lugar de su destino el dia del terrible
I.A LEONOR DEL TUOYADOn, poesía-INES Dl,LAS SIERRAS. [Con- accidente. J'lfontada sobre un blaneo i he1'tinuacion.]
-~ I moso camello, de grande andar i avezado
LA MADRE ARA BE. en recorrel' aquellos parajes, iba uIIa jóven
(PAR,tBOLA.) I árabe, de piel un poco morena pero de fac-
Caminando una vez por el desierto una ciones divinas. Sus ojos eran negros como
gran caravana, levantóse de repente uua la noche, arqueadas i lucientes sus cejas, i
borrascr. de :u.'ena que duró algunas horas. su barba redonda i partida cn dos por un
En vano los camellos presintieron i annu- hoyuelo gracioso. Su boca, de un lacre un
ciaron la venida del terrible simoun; en tanto pálido, sonreía con una bondad de
vano se tomaron míl precauciones i se sllpli- ánjel, i SllS dientes búmedos 'i bien bechos
có a Alá que libertase a los viajeros. E l11u- parocian formados de marfil o alabastro.
raoan, ardiente oomo 1111 huracan del infiel'- Sus manos eran pequefías i mórbidas.
no, lo revolvió todo, estrelló a los unos con- Vestida con un traje oriental, blanco i
tra los otros, i los cubrió a todos con una azul bordado de 01'0, i destacada sobr e su
mortaja de arena. dócil i enorme bestia, pareeia una hmí via-
A un claro dia sucediose una noche lenta jera desprendida en ese momento mismo de
i oscura, llena de una calma terrible i ,sin las pájinas del Koran. JYIas, lo que llamaba
una estrella en los cielos. De cuando en en ella la atencion no era precisamente su
cuando oíase el qnejido de los moribundos juventud, su gracia ni su belleza ellteramedio
ahogados por la arena o estropeados mente levantinas, sino dos lindos niños que
por el viento; quejido mezclado con el sil- llevaba sobre sus rodillas. La j óven árabe
bielo de las serpien tes q uo salian de sus ren- era madre.
elijas para merodear en la oscuridad, i con Sí, era madre, i llena de contento, de-Cl'i-a,
el ruido de los avestrnces que huian hácia dos i do riqueza iba en busca de un esposo
el oriente en busca del dia. jóven i amante, de quien la habian separado
Nada igual a aquella calma solemne, cal- ciertos asuntos. Llamábase la jóven Sabara,
ma de muerte, ni a aquel océano arenoso, sin i entretenÍase en sonreir a sns hijos dormibordes,
sin ondas ni espumas, dOude el sol dos en su regazo como dos flores en su fol1aquema
como el fnego, donde la brisa es el jo. Refrescábalos ora con grandes abanicos
presajio de la muerte, i donde el espectáculo de plumas, ora humedeciéndoles los labios
es siempre el mismo, porque el horizonte con cordiales esquisitos i puros; i como era
tiene todos los tristes caractéres de la inmo- una madre modelo i tierna, no permitia mmvilidad!
.... lugar tal vez maldito por Dios, ca que sus esclavos hiciesen a sus hijos lo q ne
donde no crecen las flores ni se conocen las ella misma les podia hacer, pues decia, sonaves,
i asiento acaso en tiempos remotos ele riendo, en el fignrado lenguaje de sn país:
ciudades pecadoras que castigó la cólera de --Los nifíos son plantas que 110 deben te-lo
alto. . .. ner otros j ardineros que sus padres.
El mar es al ménos fecundo en peces, en N ada mas bello que aqnel grupo inocente i
páj aros, en plantas, en perlas i en corales; el feliz, .. nada mas puro que aquellas caricias,
mar ofrece al náufrago un hueco puro entre nada mas santo que aquel a,mor, en que el
los pliegues de su mortaja aznl .... pero el corazon 110 tenia reservas ni dudas, i en que
desierto es estéril como la representacion de la mirada de los amantes; rnadre e hijos, eran
la nada, prodnce reptiles asquerosos, i quita dos cielos que se confnndian en uno solo.
i presta caprichosamente su sudario movible El hijo mayor de Sabara tenia cuatro años,
a las víctimas de su fmor. El desierto m nestra era varon i se nombraba AJí; la menor, q ne
los blanc')s huesos del caminante, espuestos tenia tres, era mujer i respondia al nombre
a la lluvia i al sol, como los trofeos de sus de Aurora. Cnando los confites í los juguevictorias
sucesivas ... El mar oculta siempre tes no bastaban a entretener a las dos criasus
desastres como arrepentido de sn cólera. tu ras, sufocadas por el bochorno, la madre
Allí un mismo palmo de tierra encierra cl las distraia cantándoles algunas canciones.
esqueleto del hombre i del bruto, i junto al He aquí una dc ellas:
cráneo de una vÍl:i en se encuentra el fém nr "Las estrellas del cielo i las flores de la
de un caballo. Ouán triste no será, pues, lIlO- tierra son h ermanasjemelas. A cada pensarir
en aquellos parajes, sin una tumba, sin miento que tiene un ánjel en el cielo, brota
una cruz í amasado con las bestias i con el una estrella mas, i a cada oracion de un niño
lodo! en la tierra, brota nna 11ucva flor en los jau'-
La caravana de <¡ne veuimos hablando dínes. Orelllos, pues, para que se cubra el
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154 EL MOSAICO.
desierto de flor cs. Entónces todo estará perfumado,
i los camellos parecerán aves que
cruzan el aire."
Su voz clara i profunda repercutida por
los senos del desierto, semej aba a algo relilijioso
e inefable como una armonía bíblica.
Pero vino la tempestad de arena, mas
terrible que la vorájine del mar, i madre e
hijos fueron estrll,jados por sus alas de muerte
en medio de una sombra continua. Apagase
el canto, cesaron las caricias, i el tnrbion
ensordeció todas las voces, desde los
gritos de maldicion de los beduinos hasta el
alarido de angustia de las madres. Diez minutos
fueron bastantes para acallar aquella
llUmerosa i fnerte caravana!
Sinem bargo, pasado el estupor del primer
golpe, Sahara volvió en sí como si despertase
de un sueño de horrores .... Abiertos
sus oj os, lo primero que vió fueron los cielos
lóbregos e inmensos sobre sn cabeza ..... .
quiso recordar, pero habia perdido la memo-l
·ia ........ no sabia donde se hallaba ni
por qué se hallaba allí ........ sintiendo
algo qUe le oprimia el pecho con el peso
de una piedra, trató de alzar la mano l)ara
cojerlo; mas su mano casi agarrotada no
quiso obedecer al movimiento ni soltar
lo que tenia cojido. Entónces lo recordó
todo ......... su vlaj e por el desierto, la
tempestad de arena .... entónce¡; pensó en
sus hijos, que tal vez habian perecido, en su
esposo, a quien no volveria a ver, i lanzando
un grito doloroso hizo un esfuerzo supremo
i se levantó. Lo que oprimia su pecho eran
sus hijos, a quienes habia agarrado contra Sil
corazon durante la tempestad con la fuerza
de la desesperacion. Levantólos uno en pos
de otro para ver si respiraban aún, i temo
blando de miedo reconoció que Aurora i Alí
no estaban mas que desmayados. Llena de
afan llamó sus criados; estos no la respondieron.
Llamó en seguida a sus amigos de la
caravana, pero sucedió el mismo silencio.
Entónces pensó en que estaba sola en medio
de la noche i del desierto, en que tal vez se
la habia abandonado por sus compañeros de
peregl'Ínacion, i algo helado i penetrante
ntravesó su corazon como el filo de una espada.
Poseida de una angustia mortal llamó
con mas fnerza una, dos, tres veces, pero
nadie concurrió a su socorro, acabando por
espantarse del ruido de SI1 misma voz.
En torno suyo habia algo como una colina
sombría: era la tumba de la caravana formada
por las arenas de la borrasca. Su camello
mismo habia perecido en la confiagracion
jeneral, mas el noble animal no se
habia sacrificado inútilmente: su cuerpo coloeado
entre la familia i la tempestad era lo
que habia sal vado a la infeliz madre i a sus
hijos, velando 'sobre ellos como sobre sus
cachonos queridos. El bruto conoce tambien
la piedad i el amor.
Sahara habia perdido, pues, hasta su últi·
mo arhigo en aquella rejion abrasada.
Recojió sus hijos, pusólos en su regazo,
sonrióles en la oscuridad i devolvióles la
vida con el calor de sus besos.
-Mamá e dónde estamos? preguntó el
mayorcito.
--Duerme, hijo mio: hemos hecho alto.
--Yo no veo nucstras tiendas.
-N o importa, duerme; el Profeta vela
por nosotros.
--I vcremos mañana a nuestro padre?
-Sí, hijo mio; i de no, estaremos en el
cielo.
-I él irá a buscarnos allá? .... No es
cierto que el cielo es mui lindo?
-Sí, AJí, él nos irá a buscar porque él es
bueno i cumple con la lei de sus padres.
El niño calló i la madre bajó la cabeza i
se puso en oracion. Qué no pediria a Dios
aquella madre cuitada sobre altar tan solemne!
Su plegaria debia tener toda la intensidad
del dolor.
Pronto apareció el sol en el horizonte
dando principio a un dia ardiente i despejado.
Aurora i Alí dormian como dos conchas
sobre la arena.
-Pobre de mí! dijo Sabara, el día ha
venido ya, pero él solo ha venido como una
lámpara impía a mostrarme todo el horror
de mi situacion ... qué haré, Alá sober;:;,no?
lVfarchar adelante,a pié i llevando a mis hijos
sobre los hombros, es marchar a una muerte
segura, pues mis piés se hundirán en la
arena, mis pobres hijos me fatigarán en seguida
.... me faltará el agua i los ví veres ...
i despnes de todo, qué rumbo seguir? Quedarme
aquí es sepultarme viva con ellos ..•
i Dios de lVIahoma, inspirad me !
Una sed ardiente i cruel tostaba los la1)ios
de Sahara, por lo que tomando su mochila,
que por casualidad estaba a su lado, sacó de
ella un frasco con agua. ,sí, tomolo i fné a
beber, mas apénas empezó a sentir el dulce
frescor se detuvo asustada i como si hubiera
ido a cometer un crÍmen. Era que habia
pensado en que no habia mas agua que esa,
i tal vez sus hijos se de&pertarian con sed.
Sahara era madre i no bebió!
Pasó una hora .... la sed contillt~aba cada
vez mas terrible. e Qué hacer? beber .... ~
sal varse ella, o sal yar a sus hijos?
Los niños se despertaron en seguida, i sus
primeras palabras fueron:
-Madre, tenemos sed . .
-Aguantad un poco, hijos mios.
-Nos abrasamos.
-Un rato no mas.
-N o podemos, mamá!
La madre les humedeció los labios con su
frasco queriendo ser avara i pródiga a un
mismo tiempo.
-Mira, Aurora, dijo despues AJí, tnrco
duerme aún.
Turco era el nombre del camello muerto;
i luego
-Pero, mamá e por qué no seguimos el
viaje? .. qué se han hecho los otros viajeros?
--No tengas cuidado, AH; pronto vendrán
a buscarnos.
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EL MOSAICO. 155
-Agua! agua! mamá, gritó Amara. das uñas se gastaron hasta la mitad, i el
-Sí, agua! agua! mamá, aTIadió Alí. nuevo dia la sorprendi6 en su inútil tai'ea ....
-Hijos mios, dijo Sahara con los ojos la arena de abajo era reemplazada en el ins-llenos
de lágrimas, aguantad un poco la sed, tante por la arena de arriba, i el polvo del
porque si os doi de una vez la poca agua trabajo le quitaba la respil'acion. Vol viose,
que hai, vais a morir durante el calor del pues, casi muerta alIado de sus hijos ....
medio dia .... el sol está mui fuerte. ámbos niños estaban enfermos, i no decian
-Entónces ya tendremos mas agua por- mas que agua! agua!
que ya habrá venido la caravana. Sahara les refrescó los labios de nuevo,
La pobre madre volvió a humedecer los pero sin rescrvar para sí una gota del salu-labios
de'sns hijos. dable licor.
-1 vos por qué no bebeis, madre mía, no El sol, inmenso como un globo i rojo
teneis sed? pregnntó Alí.· como hierro candente, les quemaba los cner-
-No, bija mio; no tengo .... 10 que vo- pos hnndidos entre la arena i sin una hoja
sob'os bebeis me refresca a mÍ. de árbol ni umt tela que les sirviese de so m-
1 Sahara tenia la garganta hecha una brío. Era preciso resignarse a morir.
áscua. Los niños volvieron a pedir agua, i Saha-
Así pasó el dia i vino de nnevo la noche ra les hizo apurar la última que quedaba.
sin que nada cambiase la monotonía del ho- En seguida hizo oracion al Señor, i se disl'izonte.
Sabara no vió durante él ni un puso para rendir el último suspiro. Bendijo
hombre, ni un ave, ni una fiera, ... aquel dia a Aurora i a AJí, les dió el último beso i se
no habia ni sombras en la tierra, porque no de8pidió de su esposo con un grito de amor.
habia ni nubes en los cielos. La madre oraba junto a sus hijos agoni-
--Vámonos de aquí, decian los niños. zantes ....
--Esperad, esperad un poco .... álgnien Esa Ql'acion era la última armonía de aquel
va a venir a buscamos; mi corazon me dice cisne del desierto.
que espere. Apesar de sn infortunio, Sahara no mur-
1 los niüos en su impaciencia llamaban a runro una queja: tenia toda la piedad del
turco para que se levantase; mas tUl'CO tenia creyente.
cerrados los ojos i los Iuiembros ríjidos como ' Mas, no queriendo que sns hijos, muer-si
fuera de acero. tos ya, qnedasen insepnltoi', espuestos a ser
La noche segnnda fué un tanto mas cruel devorados por las fieras, les tomó en sn reqlle
la primera; los niños dl1l'mieron poco i gaza i se hundió con ellos entre la arena.
estuvieron pidiendo dátiles i agna a su ma- Era ya tiempo, pues media hora despues
dre continuamente. Dátiles no habia como una tropa de árabes vagabundos llegó a
no habia nada q né comer, i elfrasco del agua aqnel paraje a repartirse los restos de la cadisminuia
mucho, asemejanza del reloj de ¡l ravana destruida, i al haberla encontrado
arena que mide los iustantes de un mori- viva la habrían vendido por esclava sepa-bundo.
. rándola de sus hijos. .
La inccrtidumbre, el dolor i la sed cada 1, cosarara, en ese mismo dia i a esa misma
vcz mas terrible, prodnjeron al fin la fiebre hora, Rafar, el esposo de Sahara, caía muerto
en Sahara; mas esta ántes de rendirse por de nn pistoletazo en un combate con una
completo tu va una idea para sal val' a sns tribu enemiga. Esta familia, al parecCl' tan
hijos, la que puso por obra en el instante. desgraciada, era por el contrario una familia
Fué esta idea aprovecharse de los ratos en feliz, q ne se dormía en la tiel'l'a para des·
que aquellos dormian para ir a escavar con pertal' reunida en el cielo.
sus manos el monte de arena que servia de
sepultura a la cal'avana, para ver si encontraba
algunos recursos.
Saham con esta idea, que ella creia salvadora.,
fl1é feliz por algl1nos momcntos, pues
si encontraba agua i víveres para algunos
dias, pudiera mui bien suceder q ne pasaran '
por allí algunos viajeros que la recojiesen.
Acaso tambien podria fabricarse nna tienda
que guardase a sus hijos del calor del sol.
La pobre i desolada madre se puso a escarbal'
la tierra con sus manos como un lobo
que busca su presa. Inútil intento! la arena
tenia por todas partes uu espesor de dos
metros. Pobre mujer! veinticuatro horas
ántes tan feliz, tan opulenta, i ahora tan
desgraciada i tan pobre que no tenia un
vaso ele agua ni un pan para sal val' a sus
hijos! Pronto sus manos, hechas para manejar
el abanico i j ngar con las flores, emp~
zaron a desangrarse .... sus lindas i 1'osa-
Premiador Alá de la tel'llura de aquella
madre, hizo que sus lágrimas, fecundando el
desierto, hicieran brotar el césped i las plantas
en algnnos puntos del inmenso arenal,
para el alivio de los \'iajeros. Tal es el oríjen
de los oasis.--F.. .P.É.R EZ.
LA GORRA EN EL PERIODISMO.
En el último siglo i en los últimos años ha
hecho el periodismo avances sorprendcntes. Boletin
del espíritu humano siempre en ebullicion,
abre a la vista de todos un cuadro, estenso i variado
a medida de la civilizacion de cada pueblo.
Los libros están destinados para las bibliotecas,
para los gábinetes, para las academias, en fin, para.
las horas descansadas i libres de cuidados. Los
periódicos son nojas volantes entregadas a todos
los vientos, para llevar a los otros pueblos, con el
vuelo del ferrocarril i del telégrafo, lo que da. de
aí el espü'itu de (,l(1,d(1, pueblo, su retrato moral i
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150 EL MOSAICO.
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físico, su adelanto o retroceso. El periódico, múl- por los ajen tes de fuera, porque, segun ellos diccnr
tiple en su forma por los innnmerables ram9S que nadie quiere suscribirse. Los lectores saben arreabraza,
pero teniendo siempre por objeto la civili- glarse de tal modo que la lectura les salga gl'átis,
zacion, está destinado a los campos i a las ciuda- i poco les impol'ta que el empl'esario tenga iuverdes,
al nacional i al estranjero, al comerciante i al tido un capital improductiyo; poco importa que
artesano, al gobernante í al sacerdote, al literato i el escritor haya empleado largos años de estudio i
a la. dama. En los pueblos atrasados i faltos de su tiempo actual sin provecho de ninguna especie.
brío, como algunos que pudiéramos citar, no se leen Al llegar el correo, el establecimiento del ajente
los periódicos, i si alguno los escribe es estranje- se llena de aficionados' quién toma un periódico,
ro. En otros paises un poca mas adelantados i es- quién otro, i enmedio de epigramas í comentarios,
piritualas, como el nuestro, la prensa encarrila i, una o dos horas han pasado insensib1es i rápidas.
por decirlo así, impone la opinion a los ciudada- como el humo de sus cigarros; los periódicos esnos_
En los paises donde la libertad se ha dcsa- tán leidos. Quién querrá, pues, suscribirse? Si
l'I'ollado completamente; donde el respeto de cada hai en la poblacion unos pocos suscritores, sus pehombre
i del gobierno a los derechos de los demas riódicos van rodando de mano en mano, miéntI-as
hombres es una realidad; en donde casi todos los que los otros quedan oojo el mostrador del ajoentC'f
hombres saben leer i comprenden la necesidad de i cuando estén ya en estado de senil' para e-m·tuun
gobierno justo i popular, como en los Estados chos, vuelven al poder del amilanado empresario.
Unídos; allí, decimos, la opinion es quien manda que tantas esperanzas tenia fincadas en la opinion
i dn, la lei a la pl'ensa. Allí el periodismo es un i paf/riotismo de sus copartidarios.
l'eflejo no mas de la opinion pública. En la capital, una parte de los lec tares se da
En los Estn,dos Unidos, apénas amn,nece, los pe- tan bien sus trazas, que al fin los lee todos, om en
l'iódicos cubren las puertas de las casas i brotando la biblioteca, ora en la peluquería, ora en In, foncla,
como por encanta a todas horas, pajo distintos pero sicmpre (le gorra.
nombrc-s, con distintas banderas o aspiraciones c1i- Por lo que n, nosotros sucede ordinariamente,
yersas, se le ve en el bufete del majistrado, en los juzgamos de Jos demas que teciben periódicos. 1
salones, en los buques, en los feITocal'1'iles, en los es bueno estamparlo en letra de molde,. aunque
coches, en las fondas, en Jos billn,res, en las pelu- pn,rezca a algunos exajcrado, i ann cnando los
querías, en todas partes. Los hombres mas ocupn,- otros no hagan mayor caso i prosign,n illlperturbados
hallan un momento para ojear sus columnas e bIes en su gOl'rís.tico sil!fl.ema..
imponerse de In, situacion de su patria i del mundo; El mártes último veniamos dcl despncho €le la¡
los campesinos al llegar el correo dejan el arado i imprenta, con" La Opinion" en la mano, fresca,
corren a recibir sus perió.dicos como un alimento húmeda, acabn,da de salir, como a todo buen lecnecesario
de sus espíFitns. tor le agrn,da leer sus periódicos. Habiamos en-
Es indudable que entre nosotros se leen mucho eendido ademas un buen cigarro, pues así como a
los periódicos, i el influjo inmenso que tienen ellos Rousseau le. gustaba dar un bocado i una ojea.{ln, a
nadie se atreYeria a disputarlo. El periodismo ha su libro; así nos gusta a nosotros una bocanada
derramado en casi todas las ramas de la sociedad de humo í un párrafo. Tres bocanadas en formn.
ciertos conocimientos i cierta apreciacion del de- de preludio habiamos dado i ya empezábamos a
recho propio, bien que ha estraviado a la par mu- leer:" La paz continúa en los Estados; pero el
chos espíritus. Pero si ha sucedido esto último no órden ____ cuando sentimos una muno que nos de-se
debe directamentc al periodismo, sino a la mala tenia i que por lo pronto supusimos ser de algull
direccion que se le ha dado, a los pocos esfuerzos íntimo amiga, que tal confiauza se tomaba. Pero
ue los hombres patriotas para protejer los buenos al alzar los ojos medio distraidos, nos encontra:periódieos.
mos con un personaje, cuya existencia ignorá-
Prescindiendo de esto, i dejando a cada cual el bamos, calzado eso SL i con aire de caballero, el
derecho de trabajar por las ideas que creyere me- cual sin dirijirnos siquiera la palabra, nos most¡;ó
jorcs, pero fijándonos únicamente en la importan- su cigarro, en señal de querer comunicarlo con el
'cia jeneral del periodismo, queremos hacer una re- nuestro. Semejante. descortesía, tan comun en
fiexion sobre los obstáculos que cad,t uno presenta, Bogotá, es insufrible para toda persona delicada,
para que el periodismo se desarrolle entre nosotros. por cuyo motivo quisimos decirle: En vez de mo-
Son dos heehos indudables: 1.0 que cntre n080- lestar usted tan prosaicamente a una persona destros
hai gusto por la lectura de los periódicos, i conocida ¿ no seria mejor que llevase consigo su
2.° que csto~ tienen graYÍsima influencia sohre la cajilla de fósforos? Pero ni siquiera babria habid(}
marcha de la relijion, la política i la literatura, tiempo para dio; pues acto continuo se fijó en el
ya que por desgraoia no ha podido estab.lecerse periódico leyendo algunas líneas allá para sO's adenaun
el periodismo industrial i científico. tros, i nos apostrofó en estos térmiuos : Ah r "La
1 bien! supuesto esto, en qué consiste que Opinion!" Con qne usted lee" La Opinion?" Sin
abundando los escritores públicos i las imprentas, contestarle siquiera, nos hicimos mentalmente esta
no se haya podido establecer toelaYÍa un diario, a otra pregunta. 1 por qué este hombre, que nuucn.
no sel' el que rejistra los aetos oficiales de los go- nos ha sido prescntado,se atre,e a detenemos en la
bernantes? De aquí depende el que nadie pueda calle, a leer nuestro pcriódico, a dirijirnos In, pavivir
aquí de su pluma, como en Europa, en los labra, a hacernos preguntas sobre asuntos que nada
Estados Unidos, en el Perú i en Chile? De qué lc interesan? 1 seguros de encontrar otros diez imdepende
que los mismos empresarios de periódicos portunos como este, eorramos el periódico i lo seapénas
obtengan por su trabajo 10 estricta:nente pultamos así acabado ele nacer, en el bolsillo, COIllO
necesario para una oscura exi.stencia? en una tumba.
La solucion de este problema se resuelve, con el Llcgando al establecimiento, lo desdoblamos i
mote que ha encabezado estas líneas. dimos princil)io de nue1'0: "La paz continúa en
Si en un elia de correo nos acercamos al dcspa- los Estados; pero el órdcn __ --
oho de cualquier imprenta, veremos llegar monto- -lIombre!" La Opinion !" grit6nos un gazn{¡nes
ele periódicos atrasados que. han sido devueltos . piro que por In, callc pasn,ba, i sin la menor ccrcUlO-
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EL MOSAIOO. 157
l'Iia, sc acercó a nosotros de un brinco i nos lo quitó
de las manos.
,Con qué es Garda el redactor de " La Opibion"?
I tiene talento, no se puede negar!
Luego siguió leyeudo en voz baja, miéntras nosotros
que al principio nos habiamos quedado literalmente
pasmados de sorpresa por su admirable
grosería, volviendo en nosotros mismos, casi le
saltábamos al cuello para ahogarlo.
-Qué te parece esto? ja ja ja ja!
-Pues qué nos ha de parecer, caballero, si no
lo hemos leído!
Como no era ni queria ser buen entendedor,
continuó su lectur a, sin dársele tres caracoles de
la r abia que nos brotaba por los ojos. Por fin tiró
sobre 1:1 mesa el papel i esclamó con el aire mas
filos ófieo: "Este país está decididamente perdido
! "
Volvimos a comenzar: " La paz continúa en
los Estados; pcro el órden ___ _
Esta vez no fué uno sino cuatro los que nos interrumpieron.
-Vamos a ver qué hai de nuevo en la "Opinion."
--Oh! Oh! Aquí está tu remitido. '1Yl e alegro
que les hayas dado ese ramalazo a los bandidos!
Así esclamó uno de los visitantes, dirijiéndose a
su compañero.
-I no sel'á el último; pucs como te hc dicho,
tienen al pueblo en candela. Leelo i verás, es una
historia curiosa, replicó el escri tor.
1 su camarada empezó con la mayor flema a
ensartar el dich oso remitido, del cual nosotros,
enmcdio de la cólera, solo alcanzábamos a oir las
palabras bandidos, usurpadores, impudentes.
-Si! impudentes! impudentes! dijimos nosotros,
dando curso al sentimiento de rabia i desprecio
que nos dominaba hácia tales gorristas. Pero
nuestras palabras, fueron interpretadas tan favorablemente,
que todos cuatro aplaudieron i continuaron
con mas entusiasmo en su lectura i sus
comentarios. Iba ya a oscurecer, cuando se despidieron
tan amables tertulios i nosotros volvimos
a comenzar: " La paz reina en los Estados; pero el
(n'den ____ Dios del alma! como una aparicion del
Tártaro entre la media tinta de la tarde, apareció
una de esas cosa13 que aquí llaman criadas.
-Que recadito le manda mi señá Susanita que
comost.á su mcrcé i que si le hace el ja,or de
mandarle el Don Zaico.
-Díle que es mi scñm'ita, que no conozco a,l tal
Don Zaico.
-No mi amo, es el papel de los versitos.
-Acabáramos! Es" El Mosaico" ! Sin desdo-rios
mensajes sin fruto, los recibimos todos manchados
de grasa i aun de tabaco, de lo cual echamos
la culpa a la vieja lectora i a la espantajomensajera,
supuesto que Susanita seria incapaz de
tal cosa. Así grasientos i ajados los doblamos i los
dirijimos al compadre susodicho, esperando desquitarnos
en la próxima semana, C011 la lectura de
los siguientes números. Vana esperanza! Escrito
está, quc uno ha de ser el último que lee sus periódicos,
si es que los lee alguna vez.
Esta historia les pasa a todos i a todos se los
oyen las mismas quejas. 1 qué se ha ele hacer pam
remediar el lUal ?
Los ciudadanos deben conocer el estado de las
cuestiones públicas cn su país; deben o];¡servar el
jiro de los acon tccimien tos políticos en las principales
naciones; deben saber las invenciones con
que diariamente se elll'iquece la ciencia; deben, en
fin, buscar algun solaz para sus espíritus. Por qué
110 contribuir con ¡tlgo a lograr ese objeto i a mejorar
el periodismo?
Solo es justo que gocen del derecho i la lectura
grátis del periódico los escritores, ya que no tienen
remuneracion alguna por su trabajo i solamente
lo hacen por servir a su causa.
EUDORO.
A LA SEÑORITA J. G.
IJa flor que se abre al asomar la aurora
Para exhalar su esencia virjinal,
No es tan hermosa como tú, señora,
Rejia creacion de mi soñado ideal.
Ni la odalisca en el harem cautiva,
Pero sultana del sultan allí,
Alcanza a ser como la Julia altiva
Que comparo tan solo con la hurí.
L 6jos, mui léjos del Zipano suelo
Existe un valle encantador tambien ;
Si tu pudieras dirijir el vuelo
Hasta llegar a mi querido Eden;
I te sentaras al morir el dia,
Baj o el ramaje de la palma real,
Para escuchar la tiel'l'la melodía
Del mal' que besa mi rejion natal;
Si allí te viera, peregrina clama,
Absorto no supiera qué pensar,
Si eras tú la deidad del Tequendama
O la sirena de ese mismo mar.
Hermosa .rulia, el desterrado quiso
Ofrecerte el acorde que espiró;
Si fuera Adltn te diera el paTaíso,
Si rei, mi cetro:- nada puedo yo !
blarlo siquiera, tendremos que enviárselo, so pena •
de pasar por descorteses i poco galantes. En hora
buena! aguantemos!
Bogotá, mayo de 1865.
EL POETA.
C.
-Mi señó, Eustaquia le manda decir tambien
que es su señor de su corazon i que le mande el
otro papel, que es pa ver una nigolojia de mi señá
Jiliperta Chacona.
-Bueno! Ahí están los dos papeles! 1 entregándoselos
a 1.: maritornes, nos fuimos a acostar,
renegando de los gorristas i sin saber en qué parará
la paz de los Estados.
Tres di as habian pasado, cuando recibimos carta
de UD estupendo compadre que nos deparó Dios
en la Mesa de Juan Díaz. En ella se quejaba
amargamente de que no le hubiésemos env.iado los
periódicos; pues en aquella soledad, su úmco consuelo
era leer los periódicos i saber de Santafé.
\Tímonos, pues, en la precision de reclamarlos
de Susanita i de mi sia Filiberta: despues dc va-
Enigma ele toelas las jeneraciones i de toclas
las edades, el poeta ha llegado hasta nuestro"
dias, sin que sepamos ciertamente si es una
verdad o una utopia, si es un bien o un mal
para la humanidad.
Porque el poeta ha cantado a todos los poderes
i a todas las icleas.
Porque el poeta ha sielo hm'eje, fanático, ateo,
b\1rlon, serio, creyente, escéptico, lascivo, pudoroso,
filósofo, jugueton ..... j qué sé yo qué
mas !
Sobre las pájinas ele la historia, sobre las querielas
leyendas de los pueblos, sobre los orgnllol'l
nacional es, se ha al:ilado su poderosa YOZ,
siempre para aplaudir, siempre para exnjerar
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158 EL MOSAIOO.
todos los sentimientos, i descartarlos del poI va
con que la tierra los envolvia a su contacto.
Por eso el poeta ha sido alternativamente el
óien i el mal; la espada que hiere i el bálsamo
que cura; el escal'llio que destroza i el llanto
,que consnela.
Ha sido la lava del volean que 111archita a su
paso las fiares i delTiba los árboles, para librar
a otros mil árbolcs i a otras mil fiares de los
sacudimientos de la tierra.
Pero el poeta a mas de estas distinciones de
tiempo, posee otra mas profunda.
Al enaltecer nnestras facnltades, al dar un
baño-de dulzll1'a a todo lo que el hombr3 siente
i piensa, puede hacer uso ele su imajinacion, o
de su corazon.
El poeta ele imájenes.
El poeta de lágrimas. ,
He ahí las dos grandes poesías que en todas
las épocas se han disputado la victoria.
l la voluntad se ha dirijic10 por esas dos sendas,
aprisionada e impotente, como el rio por
su cauce.
l usando la poesía de l11edio~ superiores, como
el alma de que na0en, ha dado tambien' resultados
1'uperiores sobre los demas ajentes que
inclinan al hombre al malo al bien.
El oro, el cálculo, la infiuencia i el dominio,
han producido todos los pequeños crímenes i
todas las pequeñas heroicidades de la tierra.
La poesía .i la elocuencia han hecho nacer lo
monstruoso de la barbarie, i lo heróico de la
grandeza. ,
Vel'dad es que muchas veces la poesía, siguiendo
los hechas consmuados,' solo se ha limitado
a apoyar i sostener un principio cualquiera.
Pero en este mismo caso ha sido su guia i su
sosten, su eseudo 'i su coraza.
T:l1ubien el poeta; ha sido el cantor constante
de las pasiones i del amor.
¿ l cómo no cantal' a la mujer i al amor, cuando
el esceso de imajinacion i de sentimiento
lleva en sí mismo una sensuálídad escitante,
una lascivia espi?'itual (permítasenos la frase) i
un perfeccionamiento de formas indescriptible?
El poeta sin amo l', es el soldado sin armas;
la fiar sin riego; la luz sin espacio que ilumine;
la hermosura sil1 viela.
El amor es su medio, es su camino necesario,
es el aroma de sus pensamientos.
Su término puede ser diabólico o santo; su
mision escéptica o creyen~e; pero sn senda es
lo bello, i lo mas bello para el hombre es el
amor en toda su estension.
Pero con este principio, con esta aplicacio11'
necesaria, no conseguiremos sin embargo aclarar
ni resolver la uudaqneencabeza nnestro articulo.
El amor por sí solo es otra de las claves eniglmíticas
que Dios otorgó a la hnll1::midacl, miéntras
ocupe la tiel'l'a, mansion clásica ele la
ignO?'ancict.
l no incluimos en ese :1mor, cl amor sublime
de J esus, la hermosa fllente de la caridad, el
puro manantial de la patria, ni cl tranquilo i
• bello goce ele la familia.
Hablamos lisa i llanamente del amor sexual.
l ese amor sexual, tan concreto, tan definido
i tan claro, es a pesar de todo, el que -ha chelo
oríjen a tantas magníficas epopeyas, i el que ha
servido de guia al poeta en sus varios i contradictorios
caminos.
Homero, poeta de imájenes, canta el amor
impetuoso i criminal.
Virjilio, el amor griego de las formas, del
arte i del clasicismo de la materia.
Ariosto el amor ele la edad media.
Dante el amor soñado.
Goethe, poeta de corazon, el amor delirio.
Espl'oDceda el amor perdido.
Byron el amor materia qne domina al mundo.
l por esas sendas fJ.ue partiendo de un mismo
punto, se alejan lentamente unas de otras, Homero
i Viljilio llegan a los héroes fabulosos,
Ariosto a la caballería- andante, Goethe al escepticismo
mistificado i científico, Dante a la
relijion, Espronceda a la desesperacion, i Byron
a la carcajada del desprecio.
¿ Cómo, pues, quereis que os definamos al
poeta, restrinjic1o, condensado i preso en versos
i estancias, i mucho ménos al poeta libre, que
exhala su inspil'acion en un canto, o en una hase;
en un cuadro, o en una estátua ?
El literato, tipo del esclusivo dominio de
nuestro siglo, ha sido analizado por muchos escritores,
pero ¿ dónde está el análisis d~l poeta,
considerado en sn esencia?
¿ Buscais su forma? Homero es ciego i viejo
cuando llena el mundo con sns obras: Byron
hermoso, Ariosto altivo, VÍljilio humilde, Espronceda
c?'apuloso, Goethe brillante.
¿ Buscais sn .cabeza para sujetarla al escalpelo
moral de Gall? Las teneis de todas especies i
figuras: angulosas, redondeadas, cónicas, prolongadas,
regnlares, monstruosas •.... ¡quién
puede decirlo!
¿ lntentais sorprender su mirada? Sn mirada
es Sil pensamiento: sus miradas son llUS obras
i sus obras se pm'ecen entre sí tanto como la
Iliada a don Juan, C.01110 la Divina Comedia al
Fausto, como el Orlando al Diablo-mundo.
En resúmen el poeta es el 'pcmelemoniun)' el
algo que está en la atmósfera, que se encarna
doqniera, que brilla, que arrastra un mOmento
a la humanidad i que desaparece en seguida,
para ,volver de nuevo en otra jenm'acion i en
otro siglo, vestido con otro traje i armado con
otra idea.
Los héroes de Homero serian hoi bandidos
i el Adan de Espronceela, en la edad media, un
fantasma digno ele la hoguera.
El poeta es su siglo embellecido; si su siglo
es el crímen, será el crimeu grande i hasta hermaso;
si su siglo es la virtud, será la virtuc1 de
los ánj eles . .
¿ Porqué arrojais sobre su frente la maldicion
o las bendiciones que os inspiran sus obras?
Sus cantos son una historia viva, como las
piedras son una historÍ::!; muerta.
l al ver el perfil de sus "iluetas en el cuadro
de los siglos, les hallareis por único delito haber
pensado o llorado mas que sus contemporáneos.
El poeta ha (le ser tambien el- hombre C011
sus pasiones i defectos; i en el hombre tarde o
temprano se infiltran las pasiones del siglo que
le bautiz6.
Alma o materia, canta porque Dios le concedió
un rayo de luz para que ilnminase las iutelijeneias,
como mandó al sol un soplo ele fuego
para que alumbrase.
Canta porque no pueele permanecer silencioso,
porque es su deber i sn destino, i porque le
guia una mano olllnipotente.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EL MOBAICO. 15ü
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1 cuando su voz ha perdido la fuerza, cuanelo
el eco ha llegado hasta el fondo de las cabezas
o de los corazones, el poeta se disipa para que
otra voz fresca i lozana yeng::t a reemplazar a la
suya, i a cumplir su destino en otro siglo i en
otra jel1eraciol1.
Ese es el poeta en la llistoria i en I1llestro
siglo: 110 es el hombre bueno ni malo; es el
hombre simplemente.
Pero ¿ i ese poeta soñado (me direis), todo
amor, mezcla indefinible de todas las poesías,
amalgama confusa ele las bellezas de la humanidan,
i ál1jel sin mancha ni defecto?
Ah ! ese poeta solo existe en nosotros: buscadle
en vnestra imajinacion i en vuestros deseos,
como bnscais en ellos una socie,-ad mas
perfeccionada.
Si lo concebis, mi c1escripcion os parecerá
pálida i débil; si nunca le habeis soñado, j pa~a
qué exijís de mí otro sneño mas!
--_ .. -+-.~. - - -
A LA SEl\'OIU'l'A EUJENU BELLINI
EN LA LEONOR DEL TROVADOR.
Bella Leonor, tu virjinal acento
Deja el rumo,' de dulce melodía,
Que ajita el alma, como el manso viento
La mustia palma al declinar el dia.
Garza divina que amorosa jime
1 el ala inclina al ver su trovador
Oiego dudar de la pasion sublime
Que ha de acabar a la infeliz Leonor.
Oisne del Adda que su vuelo posa
En mi apartada i oriental rejion,
Para exhalar su cántico armonioso
O sollozar con triste diapason.
Al oir tu canto se disipa el alma,
Oual íris bello en adormido mltr;
1 en nuestro seno la perdida calma.
Deseara en vano, mísero, encontral".
Todo lo olvida la memoria mia;
Llt vida misma de proscrito aquí.
Hasta el dolor que toca en agonía
De un amor desdichado para mí.
Bogotá, mayo de 1865. C.
---"'-+-.. --
INES DE LAS SIERRAS,
(Continuacion.)
Encendimos cnatro antorchas, i nos metimos
en la escalera principal, al traves de los
escombros que la obstruian pOí' todas partes;
Bascara iba en medio de Sergy i Boutraix,
que le alentaban con su palabra i con su ejemplo,
haciendo ceder el miedo a la vanida<;l,
tan poderosa en una alma española. Oonfesaré
que aquella incnrsion sin peligros teni~
sinembargo algo de aventurera i de fant~stica
que lisonjeaba secretamente mi imajinacion,
i puedo añadir que presentaba dificultades
propias para escitar nuestro ardor. Una
parte de las paredes habia caido i formado
en veinte puntos diferentes otras tantas barricadas
accidentales que era preciso desviar
o salvar. Tablas, vigas, postes enteros, caidos
de las partes superiores del enmaderad.o,
se cruzaban i se entrelazaban en todos sentidos
sobre las gradas rotas euyas astillas
angulosas se erizaban bajo nuestros piés.
Las antiguas ventanas que habian dado luz
al vestíbulo' i a las gl'ac1as habian oaido hacia
largo tiempo, arrancadas por los huracanes,
i 1;:osotros no reconociarno sus vestijios
sino por el ruido de los vidrios rotos que la
zuela de nnestras botas hacia crujir. Uu
viento impetuoso, cargado de nieve, so iutrod
ncia con horribles silbidos por el h lleco
que ellas habian dejado cayendo de un golpe
uno o dos siglos ántes; i la vojetacion salvaje
cuyas semillas habia al'l'oj ado allí la tempestad,
añadia algo a los embarazos de aquel
tránsito i al h orror de aquel aspecto. Yo
pensaba, sin decirlo, que el corazon de un
soldado iri~ con un ímpetu mas fácil i natural
al ataqne de un reducto o al asalto de
una fortaleza que allí. Llegamos por fin al
descanso del primer piso, i nos detuvimos
un instante para tomar aliento.
A nuestra izquierda se abria un corredor
largo, estrecho i oscuro, cnyas tinieblas no
pudieron disipar nuestras antorchas hacinadas
a la entrada. Delante de nosotros estaba
la puerta de las habitaciones, o mas bien, habia
estado, Esta nueva invasion no nos dió
mas trabajo que el de entrar, con la antorcha
en la mano, en una sala cuadrada, que
habia debido recibir a los hombres de armas.
Al ménos. así lo j llzgamos nosotros por dos
filas de banquetas destrozadas que la guarnecian
por todos cuatro costados, i por 'álgunos
trofeos de armas comunes medio carcomidos
por el orín, que colgaban aún de sus
paredes. La aotravesamos haciendo rodal' con
nuestros piés cnatro o cinco astas de lanza i
otros tantos cañones de escopeta. Da.ba entrada
esta sala por Uila esquina a una galería
mucho mas larga, pero de una anchura mediana,
en cuyo lado derecho habia unas ventanas
vacías como las de la escalera, i donde
se columpiaban todavía los restos de una
j am ba podrida. El piso de esta parte del
edificio estaba tan deteriorado por la influ
encia de la atmósfera i por la caida de la
lluvia, que abandonaba todos sus empates, i
no prolongaba bácia la pared esteríor sino
una franja delgada i destrozada. En esta
díreccion se le sen tia doblegarse i volverse
a levantar con una elasticidad sospechosa, i
el pié se comprometia allí como so'bre un
polvo contacto que no necesita nad.a para
ceder. De espacio en espacio, las partes ménos
sólidas comenzaban a desmoronarse dejando
huecos anchos i carrichosos quo la
marcha de un curioso mas temerario qne.yo
no habria sondeado impunemen te. Yo arrastré
brnscamente a mis camaradas hácia la
pared de h. izquierda, donde el paso parecia
ménos aventu\·ado. ~sta estaba cuhi'erta de
. cuadros.
-Tan cierto como que no hai Dios, estos
son cuadros, dijo Boutraix. ¿ El borracho
que enjendró a a.quel necio del arriero. vendria
realmente hasta aquí?
-No! le respon,dió Sergy con una risa un
poco amarga,. Se durmió sobre el' dintel de
la iglesia de Mattaró, ;porq,ne el vino que
habia bebido le impidio ir mas léjos.
-N o te pido tn opinioll, replicó 130utraix
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160 EL MOSAICO.
/U·\_·\.· •• • ••• • .• ·.I •• ".',., •• , •• ¡·.'.\', •.• \ .. \I'I .• 1.' •• '1.' •• ' ••••• , •••.•••••••• ' •.••••••••• , •. , ••••• , .••.••.•..•.••.••.•••••• '" .•• \ ••••••• , ........ ,.) ••• , ••• •••••. , ••••.••.•• \, ••••••• 1 •••••••••••• '1;
clavando su anteojo sobre los cuadros dislocados
i polvorosos que tapizaban la pared
en líneas d~iguales, bajo una mnltitnd de
ángulos capl'icllOSOS, pero sin que se enC011-
trase uno solo que no se alej ara mas o 111énos
de la perpendicular. Son cuadros en
efecto i retratos si no me engaí'ío. Toda la
familia de Las Sierras ha habitado en esta
ladronera.
Semej an tes vestij ios del arte el e los siglos
remotos habrian podido fijar nuestra atencion
en otras circunstancias, pero estábamos
demasiado U1jidos para asegurar a nuestra
pequeña caravana un albergue seguro i cómodo
para emplear mucho tiempo en el
exámen de esas telas rotas que habian casi
desaparecido bajo el barniz húmedo i negro
de los añ.os. Sjnembargo; al llegar a los últimos
cuadros, Sergy acercó a él sn luz con
cmocion, i agarrándome vi vamen te por el
brazo:
-Mira, mira, esclamó, este caballero de
mirada sombría, cuya frente está sombreada
por un penacho rojo: i este debe ser el mismo
Ghismondo ! Ve cómo el pintor ha espresado
maravillosamente en esas facciones
jóvenes aún _ el abandono de la voluptuosidad
i las zozobras del crímen. i i Es una cosa
triste ele ver! .
-El retrato qne sigue te indemnizará,
respondí sonriendo a sn hipótesis. Es el de
una mujer, i si estnviese mejol' conservado,
o·mas próximo a nUDstros ojos,'te extasiarias
a la vista de los encantos de 1nes de Las
Sierras, porgue se puede suponer tambien
q ne es ella. Lo q ne se distingue es ya a propósito
para producir una viva impresiono
i Ouánta elegancia en ese talle esbelto! i Qué
atracti vq tan seductor en esa actitud! i Qué
brazo i qué mano tan perfectamente modelados!
i ·Ouántas bellezas prometen en el
conjunto que se nos escapa! i Así debia ser
lues!
-Así era, respondió Sergy arrastrándome
hácia él, porque bajo este punto de vista
acabo de encontrar sus ojos. Oh! jamas ha
hablado al alma una espresion mas apasionada!
Nunca la vida ha salido mas viva de
báj o el pincelf" 1 si q ni eres segnir esta indieacion
bajo las costras del lienzo hasta el
dulce contorno con que la mejilla se redondea
alrededor de esa boca encantadora; si
comprendes como yo el movimiento de ese
labio un poco desdeñaso, pero donde se siente
respirar toda la embriaguez del amor ....
-Me formaria una idea imperfecta, continué
friamente, de lo que podia ser una
mujer linda de la corte de Oárlos-Quinto.
-De la eOl'te de Oárlos-Ql1into, dijo Sergy
bajando la cabeza. i Es verdad!
. -Aguardad, aguardad, dijo BOlüraix, a
a quien su alta talla permitia alcanzar con
la mano hasta el earton gótjco con que.estaba
adornada la varilla inferior del marco,
i que acababa de frotarlo muchas veces con
su pañnelo, hai aquí un nombre escrito en
aleman, O e11 hebreo, si 110 es en sirinco o e11
bajo breton: pero i el diablo que l@ descifre!
Yo intentaria mas bien esplicar el Alcoran.
Scrgy dió un Rrito de entusiasmo.
-lues de Las Sierras! Ines de las Sierras!
repitió apretándome la mano con una especie
de frenesÍ. Leed ahora!
-lws de las Sierras, repuse yo: está bien;
i estas tres montaüas verdes en campo eloraJo,
deLian ser los Llasonos de su familia.
Parece que aquella infortunada ha existido
realmente i que habitaba este castillo. Pero
es tiempo de buscar un asilo para nosotros
mismos. B N o estais dispuestos a penetrar
mas allá?
'-i A mí, señores, a mí! gritó Boutraix,
que nos habia precedido algunos pasos. lIé
aquí un salon de compaüía gue no nos hará
sp.spirar por las calles húmedas de 1vIattaró ;
un alojamiento digno de un príncipe o de
un intendente militar. El señor Ohismondo
amaba sus comodidades, i la distribucion de
la habitacion no deja nada que desear. Oh!
soberbio cuerpo de guardia!
Esta pieza inmensa estaba, en efecto, mejor
conservada que lo demas. El fondo solo
recibia la luz de dos ventanas mui estrechas
que, a favor de sn disposicion, se habian
preservado de las degradaciones comunes a
todo el edificio. Sus tapicerías de cuoro grabado
i' sus grandes sillas a la antigua tenian
yo no sé qué aire de magnificencia, que su
vejez hacia aun mas imponente. La chimenea.
de proporciones colosales, que abria sus
anehos huecos en la pared de la izquierda,
parecia haber sielo construida para veladas
de jilYantes, i las maderas de demo-licion, esparcidas
en la escalera, nos habrian suministrado
un fuego regocijador durante centenares
de noches semejantes a la que iba a trascurrir.
Una mesa redonda, que no distaba
de la chimenea sino algunos piés, nos recordó
involuntariamente los festines impíos de
Ghismondo, i convendré de buena gana en
que no la miré sin Un poco de sobresalto.
Necesitamos muchos viajes, ya para proveernos
de la leña necesaria, ya para trasportar
nnestros víveres i luego nuestras maletas,
cnya economía podia haber sido seriamente
comprometida por la inundacion
fluvial del dia. Todo se encontró felizmente
sano i salvo, i aun los avíos de la compañía
de Bascara, estcndidos sobre los espaldares
de las sillas delante del hogar encendido,
brillaron a ·nuestros ojos con ese lustre facticio
i esa frescmta anticuada que les presta
el brillo impostor de los quinqués. Es cierto
que el comedor de Ghismondo, alumbrado
ontónces por diez antorchas encendidas hábilmente
acomodadas en diez candelabros
viejos, estaba ci81tamente mejor iluminado
que lo estuvo nunca, en tiempo de que se
haga memoria, el teatro de una peqneTIa
ciudad de Oataluña.
(Con tinuará.)
IlIIPREN'fA DE " EL lIIüSAICO."
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
Tipo de contenido:
Prensa