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Gertie, The Darling Duck of WWII

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  • Autor
  • Año de publicación 2024
  • Idioma Inglés
  • Publicado por Cherry Lake Publishing Group,
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Shari. Swanson, "Gertie, The Darling Duck of WWII", -:Cherry Lake Publishing Group,, 2024. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3680817/), el día 2025-07-07.

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Imagen de apoyo de  Biblioteca de Señoritas - Año I N. 20

Biblioteca de Señoritas - Año I N. 20

Por: | Fecha: 15/05/1858

• • ANO I. Bogotá, 1,5 de mayo de 1858. NUM. 20. Revista. La circunstancia de haberse puesto en uso el convertir el editorial de la mayor parte de nuestros periódicos en un artículo de fondo llamado 'revista, hace que nosotros tambien escribamos la nuestra, porque i qué razon habría para quedarnos a tras e n materias de moda i de progT so 1 Nosotros ser vi m os al sexo rei, como dicen los Jasio¡¿ablcs, i ese sexo vi ve de la moda. La n1oda es la soberana del tnu ndo; i en cuanto a lo del pro­gre~ o, es tambien de observarse que, a fuerza de: o a fuero, de repetirlo, como dice CELTA, nuestra R ~ ­pública e ... tá a la vanguardia del Inundo •••• al m e ­nos así lo decimos nosotros, lo que ya es algo, porque cuando el rio suena •••• &. ... Bien i i qué diremos nosotros en nuestra revista.1 Hablarernos de las cosas públicas, de las semi-públt­cas o de las secretas 1 Ahí está precisamente el bu­siles (vulgo q,zteso), puesto que las primeras no tie­nen novedad, las segundas son un tanto escandalo­sillas, i las terceras, en el mero l1echo de ser del carácter que son, son (redundancia) irnpenetrables para nosotros. Sinem bargo, no~otros ten í~mos nuest~·os apuntes de revista e n el bolsJ!Jo : hab1amos escrito las sirruientes palabras, de suyo bastantes para escri-t:> • , • • • bir folios enteros: rifas, ca·rest'ta, 'f}l,atr~montos, convt-tes, i, sobre todo, la gran cuestion de las siete cabezas. Rifas. Si nosotros (porque siempre hemos de ser nosotros) fuéran1os personajes de corbata blanca, rostro enjuto i compostura grave, ocasion era esta, i mui de aprovecharse, para decir alguna cosita sobre el pernicioso influjo de las rifas i loterías en las costumbres de los pueblos, i echando de nuestro lomo escarna o erud icion, citaríamos aquí pasajes de pasajes del Perú i de las Antillas; pero lo mejor será no meneallo por setenta mil razones i rnas. Por otra parte, tampoco sacaríamos nada con nuestras prédicas,porque en materia de agallas todos .somos tiburones, i punto redondo. Rífanse en el día ( i en la noche tan1 bien) amba­lemas caballos, candores, monturas i l1asta casa~, sí seftores .. hasta casas, en que se lleva la codicia o el' amor ái dinero hasta entrar en lid abierta con las fieras de Jos bosques. 1 téngase presente que esto no lo decimos por mal hablar, sino porque es público i notorio que el tigre mismo, hastiado de morar en la ex-casa del CongrPso (si milis con simi­libus &. ) tenía la exajerada pretension, que bien puede calificarse de tigrera i feroz, de sacarse la casa de los $ 25,000 ! Carestía. Este sí que es punto espinoso, mas que Ja bancarrota del Tesoro, pues ya empieza a valer mas aquí la vida que en Lóndres, como dicen los que han estado en Paris; no precisamente porque ella produzca mas, sino porque consume mas, o es De los nnte·pretéritos i coexistentes nada tenemos qué decir. Con vi tes. 1-Ia habido uno mónstruo. En cuanto a la gran cuestion de las siete cabezas (las seis del sombrero i Ja de bronce) que puso en escena la compañía dramática el juéves último, es lo cierto que ella no resultó ser mas que una, la de metal, pues las seis del sombrero 110 salieron a luz, ni l1ubo sotnbrero ni cosa parecida, sino panza i mas panza; pues es seguro que seis i mas hubie ran cabido en el vientre de Barriga, vientre hiperbólico i mas que enciclopédico, que nos hizo el gasto, ya que el coliseo mas parecía una sala de profundis que el teatro de una capital de veinte mil almas, seguu, el censo, i en donde no hai otra cosa mejor que hacer que irse quincenalmente a la luneta a dar golpes como en una gallera o a fumar como en un cafe, que esa tambienes la moda i la elegancia, i los cua­tro reales no se dan solo por el derecho de asistir a Ja fu ncion, sino tambien con el de hacer mayores los inconvenientes de nuestra escena naciente i casi infeliz. Por lo demas, los espectadores estuvieron conten­tos en los pasajes que hubo desnudados: gritos, aspa­vientos, zambomba, i todo eso que tanto nos gusta por lo que tiene de trivial e indigno de un país de j e nte civilizada. La cuestion de quitarse los calzo­nes en las tabJas es una gran cuestion para nuestro público, i Jos apJausos se suceden a los aplausos cuando se ponen en juego los resortes de una mi mi­ca de n1al gusto, que sirve soJo para echar a perder los pasajes patéticos de las grandes piezas del arte; en esta virtud tal vez seria m ejor para el director del teatro anunciar matachines, pantomimas o cual· quier otro escándalo escénico por el estilo, que esforzarse por darnos un drama de sentimiento, como lo es indudablemente el DESERTOR HUNGARO. Otras cosas son las que nosotros queremos, pues nos resis­timos a lo b e llo, o no estamos suficientemente pre­parados para gozarlo. Tal vez lo mas prudente sería que dicho señor se resol viese a cerrar el t e atro por algunas semanas miéntras lo acaba de organi­zar convenientemente, o 1niéntras llega a esta ciu­dad la compañía lírica de OJivieri, a la que sabemos ha h echo ventajosas propuestas. Es necesario que el señor Lléras se convenza de que, no yendo las señoras al teatro, tampoco irán los caballeros, i que persistir pot· ahora en su empresa es arruinarse a sabiendas. Cierto que él se esfperza en todo lo que es el aparato escénico; en todo Jo que depende de él; p e ro qu é va a ser en lo que se refiere a la repre­sentacion 1 I decimos esto, no porque ella haya estado maJa, aJ n1énos en la última funcion, sino porque el público está cansado, i la pobreza es ya un maltnui jeneral. consumida ntas caramente, que todo es igual. Pero La casita del poeta. qué no diremos de este año funesto, año de peste, Cualquiera puede ver en uno de los arrabales quiebras, crinolinas i desafios ! de Berlín una estrecha c~sucha, que, ah?ra cin- Matrimonios. Despues de un interregno mui lar- cuenta años, ,habitaban Guillermo 1 su muJ~r Ver­go parece que Himeneo ha vuelto a prender de tu a. No hac1a mucho que eran casados; mu1 pobres ndevo su antorcha, pues se anuncian como próxi- ~ i desvalidos ~í eran, pero vivian felices porque de mos varios de los que ántes no pasaban de remotos. S véras se quer1an. ' Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 158 Estaba una vez ocupada en coser a la ventana la ~ n órden. ran pesadumbre le causó v e r e l mi era-jóv~ n esposa, cuando de repente se le quedó la agu- ble estado de la casaca negra, en cuvas co turas 1 ja sin movimiento entre los dedos, la costura se cayó color era blancuzco, el hiJo estaba .. reventado, los sobre su delantal, ell1ilo se r eve ntó, i una h.\grima remiendos se descubrian escandalosan1ente; i i las rodó por sus m eji llas. Entónces la catnpanilla del botas? pobres botas! coloradas, torcidas, agujerea­portan suena con estrépito, se oyen pasos en la an- das e n ]a punta, n1cjor hubieran stado en un mu­gosta i oscura escalera, ertua se l e Yanta , enjuga ~ la dar que en Jos piés de tnendigo alguno, pero pre­s us ojos colorados de ll o rar, i abre la puerta con la ~ ciso e ra ponér~elas, lo mismo que lo qu e en otro sonrisa 1nas dulce en los labios. Era Guillertno que tiempo seria corbata i que ahora no era sino un vol vi a a la casa. esqueleto, una burla de esta parte del vestido. J>or -Estaba tan entretenida con la costura; que ha- mas que acepilló, zurció i tiñó con tinta de escribir bia olvidado que ya era la hora de tu ll egada, dijo el ajuar de su marido, no pudo nunc~ r e parar el Vertua dando un abrazo a su marido i r ec ib1endo irreparable ultraje de los años. Cuando GuiJlertno un cariñoso beso. Nuestra cotnida será harto pobre ~ se prep:1raba para salir, se miró en el espejo. hoj, pero a nosotros, gracias a Dios, nada se nos da Estás mui bien vestido, le dijo Vertua tratan-de eso. . do de dar serenidad a su voz; Ja casaca parece en- Al dern· estas palabras, que no eran 1nas que la teramente nueva.i el sombrero está corno si lo hubie­ver~ nd, Vertua r.uso ~n la mesa un plato de papas ? ras comprado ayer. coctdas en agua 1 sal 1 alg_unas nu c~es seca~. . Los dos amantes metían cierto empeño sublime -Se me pone que ~o t1en es ya u1ncro, diJO Gut- en engañarse rnútuamente acerca del espantoso es- Jlermo ,con _una.voz trist e . . .. tado de n1iseria en que se hallaban. ~~, m1 a1n1go. Sí. t e ngo, 1 mucho, diJO Vertua Gui] lermo obtuvo por fin colocacion en un teatro sacudtendo en la faltriquera del delantal algunas de ma]a muerte, de cuya orquesta él era el único mot)edas de ~obre. . . , . músico; pero la perdió pocos di as despues. Empren- -Ya cas1 tengo una ~olocacion, re~hco Gu1ller- dió luego sucesivamente diversos oficios que choca­roo, co~ u~a voz q~1e d eJab~ poca ? ninguna espe- han a su an1or propio, i que satisfacian··a duras pe­ra! lza; 1, s1 me conviene, manana mtsmo comenzaré nas las necesidades mas urjentes de la vida. mi ta~ea. , . 'l . , Diez atíos dcspues este mismo hombre vino a ser --¿Que clase de.colocacion · pirguntu so sobre la rn esa dos cucharas de peltre , dos tazas ele loza ordinaria i dos servilletas de Jino grueso. Ya la l eche hervía en la paila i empezaba a arrojar su blanca espun1a • por enctma. Por la primera vez, durante diez años, t e nia •ui­llerrno buen ape tito; el aire que respiraba ahí le era saludable ; cierto rú s tico perfurn e el e juve ntud i sentimiento l e penetraba has ta el fondo d <= l alma. Los pajaritos entraban por la ventana, como en otro tiempo, i venían a picotear debajo de la mesa el pan negro que Vertua les desmiajaba. Guillermo i Vertua estaban sentado, como en sus bellos días, uno enfrente a otro; la tn e. ita d e pino permitía que sus rodillas se toca se n. 1·~1 al­muerzo fué delicioso. Cre íanse de nu evo e n lo mas fino de sus primeros amo res, cuando el corazon esta­ba jóven i la negra pesadutnbre se disipaba con cualquier cosita. D es pues del alrnucrzo, qne fu~ corto, Guillermo sacó su violin i se pu so a repasar su lecc ion para la noche, como lo hacia cuando estaba empleado en lo orquesta del teatro; i Vertua, que hacia diez años que no cantnba, le aco1npañ6 con In voz. La tonada era .sencilla i tierna, adecuada al estado de su alma. La salita temblaba toda de conmocion i los pajaritos acompañaban desde el techo. Pero apénas habían exhalado la última nota, cuando de reponte se oyen aplausos al pié de la E SERORJTAS. 159 v entana. Amigos o c uriosos ( i cómo saber lo ci e r ­t o 1 ) habian seguido l ns hue JJa s de c rtun i de su e"'"'1 O O. -1~ ... tt11nos descubiertos, murn;1uró tristc rn c nte el poeta. 1:alha y a 1 dij o V crtun, ) ra vo lo había t tnido. -I o poder ir a d onde uno .. quiere, ni hn cc r lo que Je g u s ta, s in ser acechado; soporta r las tont e ría s d e l tnu ndo entero a c u Pnta de qu e uno s h on1bre d tal en to; .. s tar forz·ulo a no t e n e r ni d csca n ~o en e l nltna, ni place r en el h oga r d omést ico , ni amor e n el corazon i qué es eso, io s 1ni o 1 -F.Jso es, mi amig·o, r pondi ó tímidnmrntc V c r­tua, lo qu e todo s Jo"'"' hombres solicitan con e 1np e ño i qu tanto lo s alu c ina : la g l oria! l~sc h o tn b r e tanto ti c rnp o pers g ui do por la el es­gracia, p cr s g uido dcspu es p or ln g lo ria, e ra Jloff­mann en p e rsona. La poesía. 1~1 públi c o ha visto e l proyec t o sob re un institu ­to de cien cias i artes escrito p or e l seño r Luis <:'­g un do Silves tr , J c; unl está preced ido de una car­ta del sciío r Lu is l\1nria Silvest1e al autor, s u hijo. Esta carta ha la~timado la su~ccptibilidad de al g· un lite rato,' pu es e n e l número 18 de este periódico e n­co ntrarn os un nrt ículo, en que J auto r derrnma gota n érez, Samper i otros varios. se pierde i se anonada al querer seguir los rastros Ellos honran nuestra naciente civilizacion, i las de tr e s hombres solamente : de Guttetnberg, de Fui- jeneraciones venideras lanzarán sus miradas al tra­ton i de Daguerson •••• ! ves de Jos siglos para contetnplarlos de cerca, El escritor a que nos referin1os encuentra vacía desde su propia c.una. de sentido la espresion dedicarse a la poesía : cree que nadie puede dedicarse a ena: porque r') es un arte, una profesion, sino un objeto, un hecl1o o un conjunto de estas dos cosa~ que está en todas par­tes, que se manifiesta siempre en todo lo bello, en todo lo grande. Sí, estamos de acuerdo en pnrte: la poe ía está en la naturaleza, se encuentra en Ja ad­mirable artnonía de Jos globos que jiran en el es­pacio, en su volúmen, en su brillant~z; la vemos en el portentoso organisn1o del hombre, en su espi ­ritualidad; ella se exhala en Jo~ aromas de las flo­res i de Jos bosques, se percibe en el canto de Jos pájaros i en el murmurio de las aguas •••• Sí, se encuentra en todas partes: nadie puede crear la poesía, ella es la obra de Dios. Sinembargo, eJ hom­bre que lanza su j majinacion en el espacio, que re­cojeen los inmeusos soles que lo cruzail la poesía del Eterno, queJa absorbe toda en su alma para de­rramarla de~pues en palabras ardientes i armonio­sas, ese hombre r.s el poeta que ha cantado la be­lleza de los astros: el que vaga en los campos aspi­rando perfu1nes, repitiendo el ruido del arroyo i sonriendo al canto de Jos pájaros, para cantar des. pues en melodiosos versos esos perfumes, esos rui­dos i esos cantos, ese hombre es el poeta que canta las bellezas de los bosques. En fin, el poeta recoje en todas partes la poesía de Dios: él recorre el mundo espiritual i el mundo· material, para arran­carles miJ lares de bellezas i ~rrojarlas des pues en­tnedio de la humanidad. Para recojer estas belle­zas, i, sobre todo, para dcrratnarlas de nuevo en números gratos i cadentes, hai reg·las fijas que cons­tituyen u na de las bellas artes, i es la que los hom­bres l1an convenido en llamar poesía. De aquí se infiere que un jóven sí puede dedicc¿rse a la :poesía. l .. os maestros del arte han definido la poesía, di­ciendo que es '=el lenguaje de la pasion o de la ima­jinacion animada, formado por lo co1nun en núme­ros regulares." Esta definicion, que creemos está de acuerdo con lo dicho anteriormente, hace indis­pensaBle la pasion o la imajinacion, para que en • • L. HINESTROSA. La Música. \TI[. 1\iú ica inglesa en la centuria décima-sC'sta.-~IJ.úsica i n1úsicos italiano ~ en la n1i ~ ma centurin .- 1\lemanes, france­ses ~pañoles i holandeses. - 1 ú _ica inglesa en el siglo 17. -:i\fá.scaras, (*) rnadri_aale s, haladas, &.-Eminentes com­positore s inJlese.,.-... iusica italiana en el ~i~lo 17.-Céh.,_. bres compost tore i violi ni tas. - orretli.-1\1 u'-=ica alemana en el c;i~lo 17.-Jntroduccion en Ale111ania de la ópera italia­na -i\lusica francesa en el c;iglo 17.-Jntroduccion de la ópera jtaliana en Francia.- ulli.-Compositore <.le música en Inglaterra despue de Purcell. -Antes de la reforma, así co mo no había mas que una rclijion en Europa, tampoco babia mas que una sola especie de música sagrada, el canto JJano, i el discante a que aquel servia de base. Aplicába­se e~a 1núsica a una sola Jengna, Ja latina; i en el siglo 16 la música era en Inglaterra una parte in .. dispensable de toda educacion esmerada. Consér .. vase todavía una coleccion manuscrita, con el nom­bre de :' Libro virjinnl de la reina Isabel," quien deoió ser una artista de primer órden si era capaz de ejecutar las piezas que dicho libro contiene. Fueron los dos autores de esta famosa coleccion Tallis i su discípulo Bird, el primero de los cuales fué singularmente profundo en la composicion mu· sic al. Durante el reinado de Isabel, el jénio i el saber de los m úsicoJ británicos no fueron inferiores a los del continente, observacion que apénas podría apti .. C[trS\3 a algun otro período de la historia de Ingla­terra. La música sagrada era objeto principal de estudio en.,toda la Europa. Ellaud i la espineta t••) eran los únicos instrumentos para los cuales se com· ponja alguna mú"ica tolerable, pues el violin a pé­nas se conocía ; i las viaJas con seis cuerdas, i tocadas a guisa de guitarras, se admitían en los concicrto3 privados ; i la reina Isabel tenía la cos- ( *) Entretenimiento festivo con mascarillas ; representa .. cion dramática sin guardar las r.eglas del drama. (ll'"') Clavicordio pequeño . • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. , BIBijiOTE •A DE SE:& RlTAS. 1~1 tumbre de que le regalasen los oidos, durante la ~ nadas, que se coleccionaron entónces i publicaron comida, doce trompetas idos timbales, acompañados en cuatro pt'rtes1 se inventaron muchas árias en de pífanos, tambores i clarines, lo cual n1uestra el imitacion suya por todos los grandes compositores estado de la mú ... ica reaJ en el spresado período. de aquel ti empo, las cuales se cantaban por las ca- Ellaud, que hoi es conocido escas::unente, ra el llcs n partes. Ell as t eni nn mas aire i vivacidad en instrumento favorito de todas las naciones de Euro- la n1 e lodía que otras canciones de la misma fecha. pa durante los dos últimas centurias. Las compoj- Ningun compositor napolitano de este período ha cienes corale~, los madrigales i las canciones en merecido tan alta alabanza con1o don Cárlos Ge­partes, eran la sola música vocal de entónces. Las sualdo, príncipe de Venosa. Dice Tassoni, autor árias, o solos, las antífonas i cantatas, son produccio- italiano df~ aquel tien1po, que dicho Gesualdo imi­nes de tiempos mas recientes. Es por tanto en la tó las melodías escocesas; pero las composiciones znúsica de iglesia, los madrigales, i canciones en par- que de ' 1 quedan no tienen semejanza alguna con tes, qua los ingleses deben hacer consistir su repu- la música de Caledonia. Parece que sus contempo· tacion durante el reinado de Isabel. El gusto, el ráneos se deslumbraron con su rango en los enea­ritmo, el acento i la gracia no deben buscarse en mios que le ~ributaron. esa especie de música. Lo que jcneralmente se lla- A la cabeza de la escuela lombarda está el padre ma gusto, es casi inadmi ible en la co1nposicion de . Costanza Porto, de Cremona, autor de diez i ocho iglesia. Las figuras i cánones del siglo 16, como < obras diferentes para ]a iglesia, llenas de con1posi­los edificios góticos en que se cantaban, tienen cier- ~ cienes elaboradas i curiosas. Gastoldi, tambien de ta gravedad i grandeza peculiarmente adecuadas la escuela lombarda, fué autor de varias baladas al objeto de su construccion; i por estraños que mui vivas, i mas graciosas que cualesquiera otras parezcan ahora, deben conservarse como reliquias melodías que se escribieran ántes del cultivo de la venerables de la erudicion i trabajos músicos de los melodía para el teatro. tiempo~ pasados.. . . . . Entre Jos maestros principales de Jn escuela de El s1glo 16 v1ó florecer en Ita ha a G1ovan1 P1er- Bolonia en el si o-Jo ll.6 deben contarse Arturi i An­liugi .. da Palestrin.a, el maestro ~mas ~minente ~e ~1. dres Roti: i entl~ los d'e la escuela florentina, Fran· Nac1o en Palestnna en 1529, 1 hab1éndose d1sttn- cisco Corteccia autor de madrio-ales i música sa~ra­guido de jóven como compositor, fué adntitido por da· Alejandro' Strigo-io, compositor ¡yofumingso · el Pap~ a su capilla de Roma, en ~onde Jlevó la 1 Constancia Testa, u0 no de los mas graciosos com~ arm?nJa cora~ a tal gr,ado de perfecc1on que nunc~ positores de ese período. ha sldo escedido. Cuentase que, estan~o el.Papa 1 En Alemania, entretanto, ademas de los numero­el a~ ion . .1 unque indudablemente ' 1 debe una gTa .n parte de su efecto a la escena en derredor, a la reunion solemne del llapa i Jos cardena]e-.; 1 a las antorcha-.; apagadas, i al n1i tcrio de las voces ocu l­tas, con todo es n1 enester considerarlo siempre co ­mo uno de los esfue rzos rna s suslimes del injenio humano. En e l mismo período, los dos I iazzoc hi con tribu­yeron a la perfeccion de la m út.,;ica de iglesia este n­d iendo l os límites de la arn1onía, i floreci e ron en Italia muchos organi~tas fa1nosos. A fines de dicho siglo, empezó a gozar de favor una especie de dueto ola para voces. El primer compositor de c .... tc jénero fué Bonoricini, entónces Abate Stcffani, ad­mirable 1nú '-i ico qu e nació en 167 4. Sus duetos fueron seguidos de los de Clari, HandeJ, iarcello, Gasparini, Loth, l-1asse i Durante. Arc an gelo Core lli nació e n fe brero de 1653 en Tusignano, en BoJonia. Visitó a Paris en 1672, pero los zelos de SulJi le echaron de él, i en conse­cuencia vino a Roma en donde poco despucs dirijía la orquesta del teatro de la ópera como primer via­l in. Allí publicó sus Doce Sonatas i sus BaJletti da Camera; mas su fama principal le vino de sus solos para violín, i sus obras han contribuido mas a encantar a los amantes de Ja música por el 1nero poder del arco, sin el auxilio de la voz humana, que las de ningun otro compositor que haya existi­do todavía. Invitado a Nápoles a tocar delante del r ei, su timidez le impidió despl egar todas sus facultades; el rei se salió de la sala en la mitad de un adagio; el famoso Scarlatti ejecutó un pasaje en que tuvo mal éxito; un tocador de oboé fué mas adn1irado i aplaudido, i Corelli regresó a Roma mortificado. Los conciertos de Corelli han resistido a los ata­qu es del tiempo i de la moda. Su armonía es rica i pura, las partes están dispuestas juiciosatnente, i !U gracia i elegancia 8on mara vi llosas, si considera­mos que muchos de dichos conciertos tienen una antig üedad de mas de cien años. Despues de la publicacion de sus obras, creció el favor del violin en toda Europa. Entre una multitud de nombres célebres, podemos mencionar a Gemunani, a Tar­tini, a PascuaJino Bini, i finalmente a Veracini, quien tocó un soJa tan b ello en lacated:ral deLuca, que el auditorio entusiasmado no pudo contenerse, i esclamó Ev1:iva! Distinguiéronse tambien, durante el siglo 17, muchos tnúsicos alemanes. El rPinado de la armo­nía i la nota continuó entre ellos por mas tiempo que en Italia. Entre los organistas i compositore s mas célebres, se hallan Juan Klemme, Jacobo Fro­berger, Andres Hammerschmidt llamado la gloria de Alemania (acaso porque Mozart no había nacido todavía) Schein, Scheit i Buttstett. En 1627 el célebre Martin Opitz tradujo del ita­liano la ópera de Dafne; Schütz, el maestro de capilla, le puso música, i fué representada en la córte de Dresde con motivo del casamiento de la hermana d e l Elector con Jorje 11. La ópera de Alcindo i Clorinda fué representada en Viena en 1665. El Adan i Eva de Theiles se ejecutó en Hamburgo, en aleman, el aYío de 1678. En 1694, Keiser, Branner i Krieger empezaron a componer para el teatro; i al principio del sig lo 18 Jo s actores de las óperas alemanas eran todos tenderos, carpi n· t eros o zapatero~, i la Armida i la Scmíratn is d e la noche _vendian el dia siguiente frutas o dulces. E ... to, Sin embargo, solo sucedió en la infancia del drama tnusica l. Por una comunicacion mas fr~cucnte con la Italia i con e l cstablecilnicnto de óperas italianas en toda~ las có rtes de Alemania, llegó Ja música en este país, i especialmen t e la instrumental, a un grado tal de perfeccion,supcrior al de cu alquie r otro,esceptuando ap ;nas la l talia. . Aunque l os franceses habían deseado por largo tten1po t ener una musica dramática suya propia, de­bieron sin embargo la introduccion de la opera a los italianos. O,fco i E1 ¿1·íclice se ejecutaron en en Paris en 1647, i Ja músi ca era poco cultivada e n Francia hasta que Jas óperas de Sulli, bajo el patrocinio poderoso de Lu1s XIV, escita ron la aten­cion pública. Sulli naci ó cerca d e Florencia en 1633, fué hijo de un campesino, i un fraile francis­cano l e enseñó a t oca r la g uitarra. El caballero D e Guise le llevó a Francia, i l e hizo sub·galopin d e la cocina de la señorita D e Guise, dond e mortificaba a sus compañeros rasc ando constantemente un mi· serable violin. Su mérito, no obstante, fué al .fin descubierto, i obtuvo gradualtnente e l favor público, en té rminos de recibir del rei tílulos de nobl e za i hacerse célebre en toda la Europa. La famosa cantarina La Rachois fu é una de sus disc1' pulas. La Niacpin, otra cantarina céle bre, se hizo tambien famosa por sus aventuras romanescas; por habe r t e nido vartos duelos, en tre s de Jos cuales tnató a sus adve rsarios, i por habe r te rminado su vida devotamente en 1707 a la edad de treinta i cuatro años. Las árias en las óperas de Sulli son tonadas cor­tas i sencillas, mas en el estilo de Jas baladas vene­cianas que en el de canciones de óperas; pero el recitativo es grave, noble i sencillo. En 1 n g !aterra, 1 os princi pa 1 es compositores para Ja jglesia, despues de Purcell, fueron Clarke, el doctor I-lolden, el doctor Creyghton, Tucker, Al­drich, &. i Juan Stanle y, que, aunque ciego, obtuvo en la música una gran celebridad. El baile. El oríjen del baile se pierde en la mas remota antigüedad; pues, unido a la música, puede casi asegurarse que nació con el hon1bre al manifestar este su respeto i gratitud a Dios por medio de cánticos i bailes. Así es que la

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