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Poesía y filosofía

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  • Autor
  • Año de publicación 2015
  • Idioma Otros
  • Publicado por Calambur
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Luis Beltrán Almería, "Poesía y filosofía", -:Calambur, 2015. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3396993/), el día 2025-09-05.

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Imagen de apoyo de  Todas mis cosas en tus bolsillos

Todas mis cosas en tus bolsillos

Por: Fernando Molano Vargas | Fecha: 2019

"Estos casi no son poemas de amor. Son poemas de mi amor. De un amor, quiero decir. Y son también de mi deseo. Así ¿a quién más que a mi novio, o a aquellos amigos cercanos que me quieren, o a mí, podrían interesar? Temo que para otros podrían resultar muy aburridos. Es probable. Porque Fray Luis comentó algo acerca de un pasaje del libro que Salomón le hizo a su amada: si alguien ve de lejos, sin oír la música que los anima, a una pareja que baila, así, sordo, solo verá un par de monigotes moverse como idiotas. Y es cierto. Pero fray Luis también creía que justamente por eso valen, y son bellos, los escritos sobre amores. Porque a veces evocan esa música; la que los dos danzaron. Acaso, a pesar de mi torpeza, haya sido yo capaz de hacer sonar algo de ella en estas líneas. Ojalá así sea". -          Fernando Molano Vargas, en 1997 "Todas mis cosas en tus bolsillos es un conjunto de vestigios e invocaciones del amor a un ausente, y están escritos al filo de la propia ausencia; es un collar de poemas de muerte, como lo son todos los poemas de 'un amor'". -          Del prólogo escrito por Carolina Sanín
  • Temas:
  • Poesía

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Todas mis cosas en tus bolsillos

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Imagen de apoyo de  Por fin ha comenzado el fin

Por fin ha comenzado el fin

Por: | Fecha: 24/07/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • -----_-!Cí:..--CI<:::::?¡; ¿ <:s: 5 ~L..2:¡------_· - PERIODICO DEDICADO A LA LIT E R A T U R A. = Serie IV. Bogotá, 24 de Julio de 1875. Número 44. - Al:\. DE. - • RESIGNACION. Voy á contar sencillamente una cosa, que he visto. Es uno de los recuerdo mñs mclancólicus dc mi vida; uno de los pensamientos en que ae nb on'e mi alma con una dulce t.ri teza en EUS horas de abatimiento, que exhala una e¡;pecie de desengaño anticipado de tudas las esperanzas del mundo, ulla especie de abne gar;ion, p¡'opia para apaciguar todo cuanto se agita en nosotl"os iñfundiendo, en el alma una especie de resignacion silenciosa. Sí lleg:m á leerse e tas páginas, no quisiera que las leyesen aqucllos que son felices, felices del touo, por­que nada hay aquí para ellos, ni invencion, ni suce­sos. Pero ha.,," corazones que han padecido un PU¡;O, que se han forjado algunas ilusiones y que son acce­sibles á una, fácil tristczn, que oyen y compadecen los males ajt.nos: á estos me didjo como al acas", y quie­ro contarles una historia sencilla como todu lo que es verrladero, y ticrna como todo lo que es senci 110. Rayen el Norte, cerca de la frontt'ra belga, una ciudad nada populoi"a, ignorada y oscura. Sus altas fortificaciones que bacen desaparecer, por decirlo a,í, las miserables casas que ~e hallan en el centro, son debidas á las cventualidades de la guerra. La pubre ciudad, eótl'echada pUl' la muralla, no ba podido des­de ent<Ínces ver ti,b¡'icada una sola casa sobre las ver­des praderas que la rodean. Como su poblacion e aumentaba, ha tenido quc lli minuir sus plAzas y que obstrui¡' sus calles, sacrificando á un tiempo el bien­e'itar, la regulal'idad y el ei-pacio. De e te !l1f1rlo las casas, amontunadas unas sobre otras, y ahogadas por la muralla, no ofreccu á lo léjos sino el a pecto de una g¡'¡¡n Cál'CCI. El clima del Norte de la Frnncia, sin tencr frios extremAdos, es de una tri teíla sombría: la bumedad, la niebla, las nubes y la nieve oscurecen el cielo y hielAn la tierra tOGOS años durante seis meses. El humo negro y espeso del carbon de piedra que se :¡)za por encima de la habitaciones todas, acnba de entristecer la sombría apariencia de esa ciudad del Norte. Nunca olvidaré la fria impresion de nisteza que experimenté al pasar los puentes levadizos por dunde se entra en ella. Prcguntábame con espanto si habia séres que hubiesen nacido y que deb morir allí sin conocer otra cosa del resto de la tierra. Y en efec­to, babia algunos l!uyo destino era e¡,e; pero la Pro­videncia que deposita bondarles ocultas hast'l en las privacione!: que impone, ha dado á los habitantes de esta ciudad la necesidad del trabajo y In a.ctividad para adquirir el bIenestar que les falta, quitando así a eSAS pobres criaturas desheredadas el tiem po para mirar si el cielo ceuiciento y sin sol. Olvidan que lo tienen. Pero yo, al entrar en esa ciudad sombría y ahumada, evoqué el recuerdo de todos los dias claros que había en mi vida, y de todas las hums pa­sndas en libertad con un cielo puro sobre mi cabeza ! ante los ojos un horizonte inmenso, Solo en aquel lDstante pensé en dar gracias á. Dios de lo que basta entónces había consideraclo como dones hechos á to­dos los hombres, á saber: la 1 Uíl, el aire y la bóveda celeste. Dieíl y ocho meses pasé en esa ciudad, y qui7.á iba á mmmurar ya contra ese cautiverio, cuando hé aquí lo que me sucedió: Pum salir por una de las puertas de las fortifica­ciones, todos los día á la hora de tenia que bajar una callejuela parecida á una e,calera, pues en ella, se babían formado como unos escalones para fací­lita¡' el tránsito. Atravesando e, ta estrecba y ° cura callejuela repetidas veces durante mucho tiempo un din, pOI' acaso, se detuvieron mis ojos en una p(~bre cnsa, que parecia la única habitada qlle habia en ella. Componiase de un piso bajo con dos ventanas y en mbdio una pueriecilla baja; arriba no habia más que gu:\rdi Ilas; sus paredes estaban pintadlts de un color ceni~iento oscuro y las ventanas tenian mil pequeños v¡drlOs tan vcrdes como grue, us. Ero imposible que la luz tra~pa! necesIdades de la nda y los )Jete de violetas que u ~,iaba el1 lo d·~· S'" t . '. -' I l' . . _, . v "-, I .. S l.,ull:: n es, InS~lJltos .... e a ma: pareceme que sabna ~ablal', que "In que fuese reemplazado baRta el fin de In semann. caSI podna com;ervar con torJo el que cultIva una po- .Me /i"'aré tarubien que ~r~ p b 'e ' t ' b '. b fl d I 1 d .. d .,. ~.. () I ,y q u e r.1 :1J.\ !\ bre or ce~'ca e a 'paree .e su vlvlen a. . ., en secreto para ganal' u vida, porque bordaba mlÍs A .~~el um ~l r:\I1I~~.d.e Violetas me entl'1steclO; fi - llJu s ~linas ricas y ~¡,rmosísim:lR, y !.iemprc la veia guro"eme que me oecl.1 . Vestida con una sencillez suma. Por último no c .. taba -Hay un sél' que vive deseando el aire, el 501, la "ola en la casita. pues un di:1 una v o z imperios :I ex­felicfdad; un sér que conoce todo lo quo le falta; un clamó: H Ursula!" Y ella se levantó CO)\ prt'steza. sér tan pubre en cua;~to á goces, que yo, pobre rami- Sin embargo, em voz no parecia de un amo, y Ursula lJete"dc vlUletas, le CItUSO uua grande alegría! no babia ob¡,decido como obcdec en las criadas; habia Miré aquellos flores melancólicamente, y hubo de habido yo no sé qué buena voluntad de cora:wn en la preguntarme si la oscuridad y el frio de la call<'juela precipitacion con que se levantó, y 5ill embargo no no las ajaru\II bi(,\l 1 uego, y si no podria llevárselas Mbia habido ~inguna expresi o n de afecto. Me figuré una ráfaga de aire. Me interesaba tanto en ellas que que acaso UI 'sula no po ' eia el cariño de flquelln~ C0D habria querido conservár"elas largo tiempo á la. per- quienes vivia, y que acaso b trataban C011 a ~ p<,reza. sona á quien le gustaban. El tiempo tral' ncurria, y cada oia me iha iniciando Al otro dia volví á pasal' por el mismo sitio. Las más y más en la existencia de la pobre Ursula. Sin flores habian envejecido todo un dia, y sus pétalos embargo, para. adivinar sus secretos, no tel1la ntro descoloridos se inclinaban ya sobre sí mismus. Sin medio que el pasar una vez cada dia por delante de embargo todavía exLalaban un poco de perfume, y se su ventana abierta. conocia que habian tenido cuidado de ellas. Al acer- Ya he dicho que se sonreia al mirarme; á POC() me más vi que la ventana estaba entl·eabierta. Un tiempo, una vez miéntras me paseaba, me puse á co-­rayo, no diré de sol, sino del resplandor del dia pene- ger algunas flores, y despues una mañana, tímida­traba en la casa dejando un rastro lumiuoso subre el mente y con algo de embarazo, las dejé en la v"ntalla suelo do la salita, pero á su rlerecba y á su Izquiel'da de Ursllla. Esta se sonrojó, y se so.mió con m:ís lhd­la oscuridad era tan profunda, que mis ojos no pudie- zura que de costumbre. Desde entonces tU\'O Ursula ron distinguir nada, un nuevo ramillete cada dia; y poco á pOC0 mezclé Al dia siguiente pasé tambien' bacia casi un tiem- algunas fiores de mi jardin con las tiores de los cam­po de Terano; lodos los pájaros' ('antaban todos lo" pos. Pasado algun tiempo bubo tiestos do flores en la ál'boles se cubrian de botunes, y zumbab~n á miles ~'ent::na, lo que fué una primnl'eJ1l, un estío varo. la los insectos. Todo brillaba al sol, la "ida :.bundaba casita solitaria. por todas partes. . . Sucedió que al elltrar en la ciu~ad una tarde, prin- Una de las ventanas de la casita estaba abierta de cipió á caer una lluvia de tempestad cuando pasaba par en par. yo por la call<'juela. Ursula sali6 á In puert:\. de su Me acerqué y ví á una mujer sentada haciendo la- morada, la abrió, me tomó por la. mnno, me blzu en­bor; la primera mil'ada que la dirijí no hizo más que trar, y cuando nos hallamos eu 1'1 ~orr~dor que prece­aumentar la tl"Ísteza que me habia inspirado el aspec- un de- Ab ! Ursu, emn mucha razon en sentarse Junto a lant;~l negro, un cll~lIecito blanco y Ji . o, Y ;) ramito la Tentana para re¡;;pirar un poco de aire. En~ónces de v:o!etas que habla estado.~oa dias á la . ventam, comprendi la palidez de l.a infurl una.da; ~ .habla per: medie ocu~to entre su corl?lI1?, estaba all¡ para que dido la frescura, porqlle esta no haLla eXIstido nunca.. no se perdIese nada de sus ultlmos perfumes. era endeble como las plantas que nact:n e;1 la sombra. ~lzó los ~j?S y me s:l .ludó, y entónces pude verlll En un ángulo oscuro d~ la sa~a vi.á ~o..'l 'personas meJ?r. Era Joven todavla; pero s~ hallaba tan cerca que hasta entónce~ no. babia. pouldo dlstmgUlr por la ~el.mstan.te en que ~na mUJer deja de serlo, que este oscuridad que al1l remaba, sent.adlls en dos slll,;,nes ultimo a~l(ls de la Juvent.ud caus?ba en ella mucba más cómodos que las si\l~s dtl pll)a: eran u~ anClaDO pena. E~ldentementc habla P?decldo, pero quizá sin y una mujt:Jr casi de la mIsma euad: La mUJer ~taba hablar, ~m murmurar .. acaso Slll llorar su pena. En su hacienuo media, sin v('r lu que haCia, pues era ciega; fisonOl:l1Ia se dQsc~lJl"la una mezcla de silenciosa re. el anciano no hacia nada, y mirnba tí la pare~ ~e e~­s~ nacI~n y de sosiego, pel'O parecía ese sosiego que frente con unos ojos fijos en .105 que no ~e dlstlllgUla suc~de a la m.uerte. Supu.se .que no habia debido ex- ninguna chispa de intelig~nc\a. Ay! habla pasado los penmentar mn.gun. sacudlmwnto, que las fuel'zas de límites ordinarios de la Vida, y solo su cuerpo. esta~a su alma se hab~an I?O ~niquilando, que ya no el>taba en pié; era imposible mirar á aquel p~bre Il~Clan? ~In q~ebrant.ada, Sll~O . mclmada, caida, caída á tiera~ sin conooer que habia vuelto á caer en la lIlfanCIIl. D~ru~­rUldu .V 5111 mOVimIento. se que cuando la vida se proloega, el alma, como un- ~í, la mi.l'ada, la fisonomía y la actitud de aquella tada de su largo cautiTtlrio, trata de Iibel'tarse de su mUJer, decHln todo eso. Hay personas que hablan sin cárcel y que en sus esfuerzos rompe los ,hlZ08 en que mirar, y de qui;n uno se z.cuerda siempre, aunqu~ no se fundaba la antigua armonia: está impaciente en so haya pasado n~as que un segundo junto á ellal!. morada; DO ha salido de ella todavía, pero 0.0 se ha- Todos los dms la encontraba en ,,1 mismo puesto. Ila ya en cl puesto debidu.. .' M.e saludaba, y al .cab? de algun tiempo, añadia una Esto era Jo que ocultaba la CasIta o8.cura,.811e~<:lo8a tnst~ y ~~ave sonrIsa a su saludo. y solitaria. Una mujer ciega, un ~nclano ImbécIl, y He aqUl .10 que pu.de entrever de la existencia de una pobre jó\·en gastada ánte& de tIempo, por9ue ha­~ quella mUjer que vela constantemente sentada junto bia pasado sujuventu~ en UD estado de opreSloD COD­a la ventana. tinua entre la decrepItud que la rodeaba y 118 pare­El domingo no trabajaba, '1 creí que salia ese dia, des d~nde estaba c:autiVL • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 296 y esto 110 hubiera sido si el cielo hl1bic e dndo á Ursula una inteligencia limita(IJ, si la IllIui era hacho una mujer c¡\sera, activa, nb,qrta en el trabajo cuoti­diana, contenta con sus fatigas, ngitada por las peque­ña, CO'I\5. r hablanno pam no decir nad¡\; per!', por el contrrn'io, Itauia sumergido en el olvido en aquella casa, á una júven rnclancdlica, "i ionaria exal tada, que desde u o, curo rincon sabia adivinar la vida que en­trevia ~u;; felicidade , y que ha ta sus mtslllns triste­zas codiciaba; hnbia hecho de su alma un instrumen· to cuyas '!ueI'das todas habrian podido producir soni­dos deliciosos para condenarle á. un silencio eterno. Ay! la suerte de Ursula era aun ma' triste de lo que yo me habia figurado e-Il un principio, cunndo al Vel' su palidez y su abatimÍl>nto supuese que em víc­tima de alguna pe adumbre acerba; no habia nada en su vida •••• nada! Habia visto cómo el tiempo se Ilcvaba dia por dia su juventud, su belle7.a, sus e pel'anzas, su existencia; y nada; siempre nada: el silencio r e1 olvido! Fuí á ver á Ursula á menudo, y un dia que estaba sentado á su ladujuntoá. su ventana me contó su vida, poco mas ó mén05 en los términ()5 !'iguientes : -He nacido en e ta C:lsa de donde no he salido nunca; pero mi familia no es de aquí, somo furaste­ros,. sin relacione5 y in amigos. Mis padres ; e casaron cuando estaban en uua edad avanzada: nUl e 1 les be vi to jóveneF.. Mi madre se quedó cirg\, y c;ta de5- gracia ennegreció su carácter; así la casa materna, rué siempre bien an ' tera; no ml~ acuerdo haber can­tado nunC11. Nadie ha sido feliy nquí; mi infancia fué silenciosa; jamas me permitieron hacer el mas ligero l·uido. Las caricias tambien uan sido rl\ras; OIis pa­dres m!! que¡'ian ba tante, pero nunca llegaron a de­(: Irme lo que 'lentian ; yo guzgando su corazon por el mio, les amé siempre, y supuse que ellos tambien mc ama.ban. Sin embargu, buba un tiempo en que mi vi­d.\ no fué tan tri"te como lo es hoy; tuve una her-mana ...• Los ojos de U rsula se hnmedecieron de lágrimas, pcroestas lágrimas no corrieron : e taban acostumbra­dac; á permanecer ocul tas en el corazon de la iufortuna da: al cabo de un instante continuó: -Tenia una hermana mayol' que yo, un poco l5í­lenciosa como mi madre, pero era compa iva, bené­vola y fJ.fectuosa conmigo. Mucho nos qllel·iamoF. ... Entre las dos cuidabamos d(> IlUe5tros padres. N lln­ca h('mos tenido el placer de pase.'\rno~ulltas en el bosque, y arriba en la colina. "- U na de nusotras pel'maneeia siempre en casa para cuidar á nuestro allCHlllU padl'e; pero la que salia traia siempre algunas hojas de ojiacanta, cogidas en Jos c~rcados, y h!lblaba á su llermana del sol, de los árboles y del aire. La otra creía tambien baher !'alido, y por la noche trabajábamos juntas á la luz de la lám­para. No podiamos conversar porque nuestros p ldres se dormian á nuestro lado, pero al ménos al levantar los ojos, cada una de nosotras hallaba en el ro tro de la otra una dulce sonrisa; despues subiamul5 á. acos­tarnos al mismo cual·to, y nos dormiamos hasta que una voz amiga decia repetidas veces: "buenas no· ches, duerme bien, hermana m H\ 1" Dios habria debido dejal'nos á juntas, no es ver­dad 1, ... Sinembargo, 110 me quejo: Marta debe ser muy feliz allá aniba ! No sé si fué la {al ta de aire ó de ejercicio, ó bien la falta de felicidad lo que le dió á Marta los prime­ros gél'menes de su enfermedad, pel'o la ví debilit.arse, y padecer mucho. Ay! yo sola me npesndUlubraba; mi madre no la vein, y Marta no se quejaba nunca. Mi padre principiaba á caer entónces en la insen ibi­lidad en que le veis hoy: hasta pasado mucho tiem­po no pude decidil' á mi hermana á que la viera un médíco. Pero ya era tarde; le empeoró, hasta que fué al Aepulcro. La víspeJ1& de su muerte me mandó q.ue me sentara á su cabecera, tomó una de mis eutre sus ma- DOS trémulas, '1 me dijo: -Adios, mi pobre Ursula! Eres todo lo que tienen en la tierra. 'rcn valor; cuida. mucho á nuestI-o pa­dre y :í. nue, tra pobre madre; ám bo. son bueno", U 1'­sll la, y no aman aunq'le no no' lo dicen á menudo. 'ron tambien cuidado de t.i misma, por ello ; porque tú debes vivir miéntras estén en e" te mundo. Adios, hermana mia; no llores demasiado; ruega á Dios.con frecnencia .•.• y hasta más ver, Ur ula! 'rre¡:¡ dias despues se llevaban de aquí á Marta. ea su féretro, quedándome yo sola con mis p!ldres. Cuando le dije á mi madre la muerte de mI herma­na, soltó un :lgudo gritv, dió algunos pasos al ncaso por el cuarto, y por fin cayó de rodi.llas. Entónces me acerqué á ella la levanté y la volví á sentar en su si­Ilon. Desde entónces no ha vuel to á gri tar ni á llorar; únicamente está mas silenciosa cada dia, y veo su ros­tro en trc sus manos con más frecuencia. No tengo casi nada que contaros. ~Ii padre se vol­vió entónces como Ul\ niño, y perdimos un poco de fu. pequeña fortuna que poseiamos. Qui ' e que mis pa­dres no notasen esta pél'diJ:\, y el engañarlos, era fá­cil, pOI'qlle mi madre no ve, y mi padre no -entiende. Pú eme á trabaj:lr "endiendo secretamente mis bor­dado- o No he vuelto á hablal' con nadie, desde que mi hermana ha mue·rto. Mo gu ta mucho la lectura, y no puedo lecl' porque tengo que trabajar continua­mellte; y por fin no salgo á tornar el aire mas que el domingo, y no voy nunca léjos porque siempre voy sola. Hace algun0s años, cuando era jó\"en pasé muchas hor'\s haciendo ca~tíllos en el aire, junto á esta ven­tana mirando al cielo. Poblaba mi soledad de mil quimeras, que abl'e\'iaban lo largo de los dias. Ahora, una especie de entorpecimiento opera en mis ideas; mis ilusiones se desvanecieron completamente. En tanto que fuí jóvcn y no mal parecida como de­,) ian, conté con que el acaso vendria á cambiar mides tino ahora que tengo veintinueve años; y la tristeza. más bien que la edad ha ajado mi fisononlÍa. Todo se acabó ya, nada espero, sino concluir aquí mis dias soli tarios. No creais que me haya resignado dl'$de luego á. sobrellevar este amargo destino. No, habia dias en que mi corazon se llenaba. de amargura, viendo que envejecia sin amor ninguno. No sel' amada, puede sucedor; peJ"O no amal', e~to concluye con la vida. Debo decido! Llegué á murmUl'ar contra la Provi­dencia; tuí muy culpable, lo confieso. Pero ese tumulto interior pasó tambien pronto co­mo mis esperanzas. Pienso en las dulces palabras de Marta l ¡; Hasta más ver, hermana mili. " y de es­te modo no queda en mí sino una pasiva resignacion, una humilde abnegacioB de mí misma. Y vos, sois más dichosa? No respondí á la pregunta do Ursula; hablar de fel icidad delante de ella, habría sido lo mismo que hablar delante de un amigo ingrato delante de aque­llos que él ha olvidado. Por una Lel1nosa mañana de otoño, algunos meses despues de esta conversacion, !'alia yo de mi casa en direccion á la de Ursula, cuando un jóven teniente del regimíento que estaba de guarnicion en la peque­ña ciudad que habitaba, me vino á ver, y hallándo­me dispuesto á salb', me ofreció su brazo y se di rigio conmigo hácia la callejuela de Ursula. La casualidad mo hizo hablar de ella, y del interes que la tl'nia, y como el jóven oncial, á quien llamaré Mauricio de Ervar, parecía complacerse en la eonversacion, anda­ba más lentamente. Cuando llegamos á la casita, le conté toda la histol"ia de Ursula. El júven la miró con interes y compasion, la saludó, y se alejó de allí. Ursulfl, cortada con la presencia rle aquella cllra nue­va, cuando esperaba verme Ii. mí sola, habia enroje­cido. La pebre Ursula. me pareció entónces casi bo­nita no sé si por aquel instante rle nnimacion, ó úni­camente p:Jr el deseo que tenia de verla tal. No podria decir cuáles fueron los vagos pensamien­tos que Atravesaron por mi espíritu j miré largo tiem­po 1\ U rsula, y despues absorta en mis reflexiones, me • , - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 297 LA TARDE leva nté s in hablarla y la pa sé mi mano p OI' los cabe­ll o!', b a j tí n dolos un p oc o más s obre su m t' jilla!' , ad e­m a. m e q u it é una c inti t a de t e ¡'ciope lo J1( 'g r o qu e Il e va ba al c u e ll o , se la pu. e en el su y o , y t o m é al g un a . fl o l' t's qn e la pl'e ndí á la cintura. r s ula se sonre ia SU :lY CmeDte, y s u s onri. a me ha c ia daño com o s ie m ­pre , p o rque no huy naqa tan tri s te como la s o nri s a de las pl'rso nas d esg raciaua , que se sODri e n por 105 otros y á l a fuerza. . M Ll chos dias se pn s nl'on ánte qlle yo volviese á ver á M a uricio d e Ervnl y mu c hos más aún, ántes de qu e el a cas o m e lI e vla CCl n é l bácia la caRa de Ur'sula. Pero en fin, e s to uce diú 11n (Ha que v u lviamo. de un aleg r e paseo una porcío n de per onns I'eunida . Al enl,l'ar e~ la ciudad eaoa cual se marchó pOI' su lado, y yo tom e el brazo de El'val y me di¡'igí á casa de Ur ula. E s to era \lila l o cura, p e ro yo experim e ntaba inv0luntnria­m e nt e una vivfl emoci o n ; sin hablar fOI 'maba mil pro­y e ct os quiru é ricos. Parecíame imposible que elj ó \ e n onc ial no adivinase mi s i(leaR; cre ia, ca i me prome­tin que adivinaba mi tllt'bacion interna; pel'o ay! aca­so no era a s í. .. Hay tantas cosas que no se diceD sino con la palnbra! Era p o r la tardp, una de esas hermosas tardes de otoño, en que todo e tá. sos~ado y risueño; ni el más ¡¡o' CI ' O soplo de aire agitaba los árboles , iluminados o E . p o r los últim os I' es plandol'eb del sol en ocn"o, i ra I~- pos ible no dejnl's e llevar de In s ilu , ion es en presencln de a qul' lIa. herm os a natl1l'nl e za que adOI mecía á aque­lla hora todo cuanto vivia en ella, excepto el hombre que v e laba con su pensamiento: era UIlQ de esos mo­men tos en que el en In pohre ruuehachn; "0 J'(>nllim{, y se rcjllven<:ciú' bajo 111 ua\c intlut'ncia ele la felicidad recobró mucbo más quc la belleza Iwrtlida : bubo en ella una l'spt'cie de ('xpan:;-ion lIlterior qne daba á . u ro. lro una expre­Ilion inefable de nh'gl"Ía "cultra .. 'u feli.:idad se iden­tificabra, si po¡]t:mo. hrablar a~í, con u primera natu­rah' 7.a . era recogida, silenciosa .Y exaltada aun que con mi. terio. De etc 11101\0 l\huricicl, que habia l1mnclo á una mujC'r . entada en la sombra, pálida y de.('ngañae1a ,le In "ida, no tenia nada que cambiar 11 lo" colore. dcl cuadro que le habia gustado, aun­que Ur>.ula fue"e dichosa. Junto ' pa.aban Inrgas hOl'ns ('n la sn]¡rn del piso bojo, sin m:í. claddar! que lo: ruyos tle la luna que entraban en el apo¡,:,nto. Hablaban poco, se miraban mucho y todo se vol da proyecto. l'l';ula amaba ton canoor, con sencillez, y decia :l Maurieio: -Soy muy dichosa; 0- amo y o. (' to)" agrotlecida. Su felicidad no nece"itol.m o tentacion ningnn:l, y por e.o no tu\'o otro te ligo r¡ue la bumiltle ca i,u de 1 rula. La júven ('guia trabajnndo al laj¡tdlcs con lo l'oCO que poseen en esta ca"lta,:\ cargo Ile pel'.,onas de coníianz:' , y n í potlrei ' eguit, ¡i vuc. tl'O marido. -Dej"r :i mi padre y :l mi madre!. _ .. repitió Ur-ula; pero no sal> 'ís qlle In po. een no e ' batante pa­ra que puedan suu. i til'? I g nonLÍs r¡lle pal'a pagar el alquiler de esta pobre casa, eto)' trabajando . icmpro ¡,in quo el!o lo sepan, y que desde hace veinte años no han recibido otros cuidado. filiO l mio. ? -Mi pohre rsulu l'epll,'>o ~l allricio, es necesario somett'r;;e á lo que es' inl'vltltble. Le~ habt:i orultado h p~rdida de RU pcq lIeña furtuna; COl11unic:íe]:,ela ahorn, pne:;to que es l1eCe~al io. V\!d cómo se nrreglnn con lo que les c¡ued'!; porqu(', nmiga mia, con dolor confil'.o que nada podemo " darle. . . -Partil' in ('llos! .... e impo:-iule! Ya os he di­cho que tengo que trabajar para que vivan. -Ur -ula , 1" ula mia! repu "o lanricio., , e treehan-do eon\"ul imente la manol> de la pobre )ovpn entre las suya., o suplico que no o dejeis lle\·ar. por el impulso de vue tm genero o coruzon; rcflexlOnadlo ántes, ved la " cosa bajo su punto de vista verdadero. No n falta la voluntad , no~ faltan lo medio;;.; solos, podremos "ivir, y e to imponiéndonos privaCIOnes a cada in tan te, -No puedo abandonarlos, re_pondió Ul"ula con de;;e¡:;peraeiun, mirando ti sus ancianos padres adorme­cidos en su i llone. , -Oou que no me amais, Ursula 1 preguntó Mau- • • I'ICIO, Lit pobre jóven contestó soltando un tOrl'ente de lágrimas. 'Mauricio permaneció largo tiempo con ella todavía diciéndola mil palabra c:omK'la¡],)rai", explic:i.~dola eicn mil veces, n posicíon y queriéndola per- ua'1l1' do que aqul'lIo r¡ue habia imaginatlo er,L illlP?;;ible,. para. lo cual entrü en lo' pormenore de su l'XlstcnCl(1. vo­nidera, y por úl timo la tlejú de pues ~le haberla pr'!­digado iT.il nOlJlbres afec tuosos, La Jóven le habla dejado hablar :n respondprle. Cuando se quedó sola, Ur~uln. apoyó su cabeza en UB manos y !lermaneció inmóvil hOl"lS enterns, Las dulce il ·on;. , sas benébola amiga dé las j6venes almas, ausentes pnra ella de pues de tanto tiempo, se habian vuel to á presentar para desaparecer luego! El oh'ido, el silencio, la. oseul illad tomaban de nuevo poseri on tic aquella. exi tencia! La nuche entera trani­CUlTió de este modo. ~ué pasaba en el alma de la pobre jóven 1 Dios lo sabe: Ella no ha diebo nada en la ti~lTa. A los prim('ros rn)"o del dia se extremci6, cerró la ventana que habi-l pel'manecitlo abierta de dll la vís­pera, y p:i1ida, trémula de fdo y de emocion, tomó paprl y una pluma y escribió lo iguiente: "~Iallrieio : "Arlio. ; me querio al ladu de mis ancinnos padres, que neclsitnn do mi cuitlaclos y de mi trabajo. Abandonal'lo;; en su vejez, ~l'i:\ matarlo. No tienen más que á mi en el mundo. l\li hermana en su últi­ma hUI'a, me los confió y me dijo: -" Uroulo, basta más ver." No volveria ti veda, si no llenase mis de­beres. " Mucho O" he amado v mucho os amaré siempre. Mi vida entera será un rC'cuerdo vuestro. lIalleis sido buello y generoso; pero ay ! somos demasindo pobres para unimos, Ayel' lo conocí .••• i Adios ! Mucho va- 101' necesito parn e¡;cribir e~ta palabra!. .•• Me pro­meto que sel'eis feliz ..•• otra mujel' más afortunada. que yo os amará •.•• E tan fácil amaros! Sin em­bargo no olvideis jamas entcrament~ á. In pobre Ur-ula. Adios, amigo mio. Bien sabio. que yo no logra-rla nunca ser dicbosa ! " U RSULA." Voy ti abreviar mi nal'rac\on. Ursula nos volvió sí ver á. Mauricio y á mí, pero todas nuestras súplicaa fueron inútiles, pues jamas quiso separarse de sus padres. ------------------------------------------------------------------- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • , 299 LA ,'!' A R D E - Tdng,) qu e tr.lb I¡ ;l!' p,\l'a ell e)";, no, decia. ventud; U I".,ula envejeció en muy pocos di as. A nadie En va no la hablé del amor de l\Iaul'Ício y de In podia ya parecer bien; pero tampoco lo deseaba: to­dicba que con él le esperaba; en vano la f('cordé su do se babia acabado pal'a ella. edad, la impo ibilidnd de otm coyuntura má." apro- No se volvió lí .,ir bablal' de l\Iauriciode Erval. Ur­pósito pura mej(,rar su destino .... Ursula Iloraua al ula le habia gustado como un gracioso cuadro cuya oírme rég'lI1do con us l:ígrimas su labor que no que· lllt'lnncolía babia conmovido su nlma : al alE'jarse, los ria interrumpir y solo repetia en voz baja, y con la colores del cuadro se fneron disipando, ha,ta que se cabeza inclinada 'sobre su pecho: borrnron: Mauricio olvido IÍ In pobre Ursula! -Se múririan; tengo que trnbajar para ellos. üll Dios mio, cuántas cosas se olvidan en la vida! Despues exigió de nosotros qlle su madre no su?ie. Por qué el cielo que ¡rermite que en muchos corazo­se lo que p asaba; y en efecto, aquellos pOI' quien ella nes se apague el amor, por el Ilábito de ver¡;¡e á mE'­se sacrificaba ignoraron siempre el sacrificio; una nudo, no Ita acordado al menos á lo que se separan mentira piados:! les engañaba sobre la causa del rom- la facultad de 1I01'arle largo tiempo? Dios mio! La pimiento del matrimonio de su hija ...• Ursu .a volvió vid" que nos das es á veces bien triste! á ocupar !'O U puesto junto á la ventana, comenzó de Un año uespues de estos suceso~, la madre de Ur­nuevo sus bordados, y trabajó sin cesar, inmóvil, pá· ' ub cayó en cama, con una de e~as enfermE'dadlls lida y aniquilada, para las cuales no exist.e,n remedio~; UI'sula perma- Por desgracia, l\Iauricio de Erval tenia una de esas neciú constantemente á la cabrcera de su madre, cui­almas prudentes y comedidas que se señalan límites á dándola y orando á Dios, y de~pues recibió su ben­todo, y qlIe no saben emprender locuras sublimes. Su dicion-junto con su últ.imo suspiro. corazun, así como su entendimiento, admitia que h'l)' -Ahora te toca. á tí,l\Iarta, dijo Ursula¡ nuestra cosas imposibles. Si el matl'imonio se hubiese reali- madre está á tu lado ahora; enséñala el camino del zado sin obstáculo, quizá la jóven habria podido crer Señor. hasta el último instante en el amor etenw de su espo- Ursula. flIé á anodlllarse al lado del anciano que 60: hay afectos que necesitan un camino f:ícil. Pero habia quedado solo; le vistió de luto, sin que él lo una balTem viuo á pl'esentarse como una prueba. fatal notara; pero el segundo dia despues de la muerte de para que l\Iaul'ÍC;Ío viese claramente hasta donde al- la pobre ciega, cuando quitaron el sillon dondE'> ella canzaba su amOl', y entónces descubrió sus JímitE's. se habia sentado tantos años junto á su marido, el Mauricio Implicó, 1I0l'ó lal'go tiempo al cabo se anciano se volvió llácia el puesto vacío exclamando: picó, ;;e desalentó, y pOI" último se fué. ' -y mi mujer? Un dÍ:!. miéntras Ul'sula se llallaba sentada junto Ursula le habló, trató de distraerle; el anciano á la ventana, oyó á lo léjos una música mili(.¡lI', y ICls reprtia: pasos acúmpasados de la tropa; era el regimiento que -y mi mujer? se marcbaba con la música á la cabeza. Los sonidos Y dos lágrimas se deprendieron de sus oios. ue las trompetas de la mal'cha resonaban como un Por la tardC', cuando le llevaron la comida, volvi6 triste adios? y se apa~~ban lue~o, en la callejuela que la cabeza, y con los ojos fijvs en el puesto vacío, ex­Ursula habItaba. La Joven, tremula de emocion pres- clamó de nuevo: tó el oido: la música, ruidosa en un principio se fué -y mi mujer? a!ejando poco á poco, hasta que al cabo llegaba á sus Ursula, desesperada, probó cuantos medios pudi&- o!dos como ~n rumor incierto; luego de tiempo en ron sugerirle su dolor y su amor .••• el anciano idio­tIempo, el aIre solo llevaba. hasta 1#1Ia un sonido ais- ta permaneció inclin.ldo hácia el sitio donde se halla­lado, y por último un completo silencio sucedió á ba el sillon de la ciega, y sin qllercl' tomar ningull aq~ellos cantos que se al?agaban en el espacio. La alimentu, con las manos cruzadas, miraba á Ursula y ul~lma,esperanzl1 de la nda de UI"Sula parecia estar repetia, como un niño que suplica para obtener lo nl1!da a aquello~ acordes que resonaball á lo léjos... qUfl desea: hUla. ':,' se ale~~ba ••.• y se apagaba con ellos! la -y mi mujer? pobre)oven dl:Jo cae~ su labor en sus rodillas y se Un mes de pues se hallaba al bordo de la tumba. oculto el ~ostro con ambas manos j á traves de sus En sus últimos momentos, cuando estaba á s~ lado dellos se \'Ieron correr algunas láo-rimas. el agonizante pugnando por hacel'le pensar en DIOS su Así pel'lIIaneció en tanto que s"e oyó el ruido de los creador, llE'gó un instante en que se pudo creer .que pasos y de la música del regimiento; y despues tomó uquella intelio-ellcia se reanim;lbu, porque el ancIano nUl' vamente su labor .... la tomaba para siempre! cruzando las ~nanos alzó la vista al cielo; pero poi úl- En I~ noche de aquel dia de eterna separacion, de tima vez exclamó :_" Y mi mujer" coro" si la hu­aquel dla en qn9 se consnmó el gran sacrifirio, Ursu- bipse estado bu~cando en el espacio. la despu~s.de babel' prodigado á sus padres los cuida- En el momento en que se lIe\"aron de la easita S~ dos cuotldlanos, se sentó á los piés de la cama de su litaria el féretro de su padre, Ursula murr.n,:,ró: . madre. y se inc1i?ó hácia ella contemplándola con -Dios mio; crei haber merecido que VlVlesen mas unos oJos que la cIega no podia "el' húmedos de lá- tiempo. - • grimas. La pobre ab'mdonada tomando suavemente 'rodo esto pasó hace muchos años. Yo sah ~o I~ la mano de su anciana madre, murmuró con acento ciudad de ••.• y por consecuencia tuve que deJar!1 conmovido: U rsula. Desde entónces he viajado bastante; mIl ~l\Iadre. mia, me quereis mucho, no es verdad? sucesos se han cruzado en mi vida, pero nunca se me MI presencIa es vup.!.tro consuelo t. no es cierto que ha ido ele la memoria la historia de aquell" pobre sentiriais mucho que me fuera? jó\'en . .. La ciega volvió la cabeza del lado de la pared y Unmla, COIDO esas alma~ quebrantadas. q.ue no e~- dIlO: ' ó d b es ... ran ya ningun consuelo, se caos e escn Irme, y - -Ursula, estoy cansada; déjame reposar en paz. pues de infinitos esfuel'zos para. decidirla á llorar con­Aqu, el~a palabra de ternura que habia ido á pedi.. migo, aunque de léjos, he perdido su huella. CO~110 uOlca !ecoDlpensa de su doloroso sacrificio, no En qué ha venido á parar'1 Existe ó ha. muerto '1 fu~ pronuncIada por ~u madre. La ciega se qu~dó dor- Ay ! la pobre jóven no fué nunca muy afortunada; mIda, apartando de SI la mano que su hija la tendia. mucho me temo que viva todavía • . Pero entre las colgaduras verdes de la alcoba. ha­bla un crucifijo de madera ennegrecido por el tiempo : aqu~lIas pobres manos que nadie queria estrechar en la tIerra, Ursula las extendió hácia Dios yarrodillán­dose al lado de la cama de la ciega, rezó' largo tiempo. .pes~e ~ntó~ces Ursul~ se puso más pá.lida, se :\'01- VIO mas silenCIOsa y tacIturna. que áutes. Estas nue­Vas se llevaron las últimas señales de suju- MI SANTA MADRE. Radiante de belleza encantadora Estaba en el festín ..... y en su alba.frente Su guirnalda ostentaba la doncella ! ...... • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • LA TARDE 300 I La miraba su esposo hora tras hora, y temblaba amoroso y sonl'lentr, Como 01 lucero junto dQ la estrolla L ..... I Y hoy, la que fuera niña, es p obre madre Encaneeida n duelos tan prolijos, Que del martirio conquistó In palma!. ..... ¡No tieno csposo ...... ni sus hijos padrc .. P ro-hilando en su l'ueca-por sus hijos - otros do conciencia, recordamos 1 felicísima oxpresion de un ~rau llombl' , quo llamaba tí esas declamaciones "ton'en tes de palabl'as en un de iedo de ideas." En nuestros dias, si el dosint res y la abnc­gaeioo, y la gonerosidad, y 1 desprendimiento quo vagnn por todos lo labio", pagasen algunC's céntimos iquiero. de contl'ibucion, la", arcas del Reza ... y embebe en la ora.cion su alma l...... Er'.lrio se onriqucceúun fablll osamer. te. 1874. TE.\líSTOCLES TEJ.\.OA. LA POBREZA, I Los hombres de la actual generacion transi­gen con el carácter de las mujeres, con su vani· dad, con sus defectos j pcro no transigen con su pobreza. Esta es uno. verdad que no honra mucho á la generacion presente j pero es una verdad indis­putable. En vano se afanan los hombres políticos y los hombres de Estado por descubrir las causas del malestar que aflige á las sociedades modernas. La misma altura á que elevBn sus investiga­ciones, les impide ver la realidad porque anhelan. Cuando ahuyenten de la mayor parte de la. juvent.ud ese espíritu mercantil que la devora; cuando dejen caer el rorío de las buenaa máxi­mas sobre su corazon n. architQ y abrasadoj cuan­do hagan germinar en ól lo que falta de ilusio­nes, '1 borrarse totalmente lo que sobra de cál· culo, entónce8 cam biará el Aspecto de la sociedad. En la mitad del siglo XIX no son ya los ejér· citos ni las conquistas los medios de civilizar á las nacioI!cs y á acrccentar su legítima influencia. A el'08 medios violentos ha sucedido otro por extremo tranquilo y apacible: la educaeion. Hablar murho de una virtud es regular indi­cio de que se prac.tica poco. El f¡triseismo ha sido en todos tiempos idéntico. El abuso que se ha hecho de la palabro. edu­cacion, es un test.imonio trist.ísimo del descuido deplorable que en este punto se observa. Así como las faculhdes fisieas se desarrollan ordinariamente á. expensa do las intelectuales, y viceversa, así en determinadas ocasiones el eró­dito de la palabm solo puede nlcanzarl!8 á. ex-pensas de la obra. . Por cso, cuando entre ciertas gentes se habla de educacion, y entre otras de virtud, y entre Pero si esa mi. ma cootribucioll so impu6ieso al desintores y á. la abnegaeion, y á la gllncro-idad y al de prendimiento, probable que el Estado no recauu.ase ni para el suoldo homeo­pático do un maestro de escuela. Enlacemos lus ideas. El sistema homeopático aplicado {~ los maestros de escuela, produce una edueaeion homeopá ti ~ a. y el si tema de las dósis iufinitesimales, que aplicado á. la salud dicen tIue no oura, aplicado tL la edueacion matn indefec tiblemente. Para la vida del alma, para los goces puros del llom bre honrado, están muertos esos corazo· nes que solo vibran al sonido del metal. ¡Desgraciada juvontud la que cifra toda su ciencia en la nrHm6tiea; la que solo sabo contar y deducir I Al hablar de una mujer, preguntaban nues. tros abuelos: CI ¿ es honrada? " Nuestros padres solian ya preguntar: "¿ es hermosa? " Nuestros jóvenes de la actualidad pI.1eguntan simplomente : CI ¿ es rica? " A nuestros abuelos les parecia imposible pres­cindir de le, honradez. N uestros padres DO tr¡~nsigian mucho con la fealdad. La generacion de hoy no concibe que pueden hermanarse la hermosura y lo. pobreza. Al hablar do lo. hermosura, enti6ndese la no. cesorio. para arrancar al matrimonio. Por lo dltmas esa parte de la juventud no es tan miope de la vista corporal como de la vista del coruzon: y harto sabe que existen beldades pobres donde la naturaleza quiso agotar el teso­ro de sus gracias. Pero como el tesoro de las gracias no puede sacar de apuros, la juventud renuncia al título do posesion lcjítima. Eso no quita para que aprovecho toda OOyun­t. ura de trasforma.r 4 las beldades pobres en po­bres beldade8. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 301 LA TA R D E Ir Las indicaciones que respecto:í los hombres de hoy acabaml)s de hacer, no son dcl to 10 ina· plicables á la mujer. Era casi imposible que fll contagio la perdo­nara, y no la ha perdonado. Las mujere!', á quienes apénas enseñamos á leer y ó e~cribir, aprenden solas á contar j tamo bien saben aritmética. Pero la aritmética de las mujeres es todavía ménos simpática que la de los hombres y mucho ménoa segura. Dada la propeosion á cal\';ular, las mujeres calculan lllal casi siemprp. En los tiempos de Juvenal no habia nada más intolerable que una mujer rica, 'intole'rCtbi­lius nihil est quam fcemina dives. Si hoy vivie~e Juvenal, es de presumir que no • se arrepintiera de su dicho. Cuando la mujer se convenza de que si el hombre es honrado no ha de amarla por su ca­pital, y si no es honrado compra ella misma con su capital su desventura¡ aprenderá :i despreciar el capital. El amor y la pobreza no son buenos amigos j todo el mundo repite esta especie de afori"mo ! Amanté que no puede dar Eino suspirad, no puede ser p:lgado sino en esperanzas. E~ta vulgaridad se parece mucho á aqu~l1a otra de los tiempos de Plauto, cuando se decia que las mujeres tienen los ojos en las manos. O á. otra de todos los tiem pos an ~iguos y mo­dcrno~, que consiste en reconocer como únicas fuentes del amor la figura, el talento ó los ho­nores. Pobre idea tienen del amor los que de tal ma­nera se atreven :i c:rcunscribirlo. Si el amor que brota de las prendas fisicas está pendiente de un cabello, y el que brota del • talento, pendiente de una neccdaít de las mil que dieen y h:\Cen los sabios, el que brota de la posicion social no pende de nada j está en el aire, como se halla todo en la sociedad presente. El amor Je pobre á pobre se expone á ganar y no se expone á perder: el amor de rico á rico se expone á perder y nunCl á. ganar: el amor de rico á pobre y vice-versa, solamente ganará si se ni vela con el talento y la honradez la dife­rencia q.ue ha establecido la casualidad. El amor hace más pródigos que avaros: tiene razon Mad. de Souderi. El amor no puede ni Jebe ofrecer silla Ilmor, quien por su med io se proponga obtenor otra co­sa, no es dignó de sor amaJo. Es la pena má horrible que puede caer sobre el ,;oraz')u de un mortal. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino del amor. Bionaventurana la pobreza, porque ella ha­sido la madre de los génios. IIublamos de la pobreza hcnruda, noble, cris­tiana. ¿ De qu6 sirve la riqueza al corazon, si con to­dv el oro de Australia no puede ,comprarse un átomo de amor? Ante el amor no hay pobres ni ricos, ni e.xisle el oro ni el oropel. Que 8010 iguales el amor conoce. SEVERO CATALINA. . : . A bordo del Victor. Mayo 10 de 1875. A MI HERMANO VICENTE. (EN LA MUERTE DE SU HIJA.) Levanta :11 cielo la abatida frente! Basta ya de sufrir y de llorar! ¿ En dónde está tu corazon, Vicente? Tu fortaleza de hombre ..• ¿ en dónde está? ¿ Porqué has querido detener el vuelo De ese bello, inocente querubín Que de la cuna se elevó hasta el cielo Huyendo de este fango que hay aqui? Ah! si un mar tempestuoso la aguardaba, ¿ Porqué has querido sepultarla en él? Si un triste porvenir la amenazaba, ¿ Porqué le atabas el abdo pié? • Si ventura deseabas para. ella Su ventura en la tumba la encontró! Alza los oj os! mira! Ya es estrella Que tachona el celeste pabellon ! Junio 24 de 1875. J osí: MANUEL LLERAS. • •

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 44

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