Como primogénito y heredero directo de una tradición familiar que se remontaba varias generaciones atrás, en el destino de Jean-Baptiste Poquelin (1622- 1673), llamado Molière, estaba escrita como primera opción profesional la de convertirse en tapicero y ayuda de cámara de la corte. Sin embargo, ya desde niño Molière fue espectador admirado de las farsas callejeras en su barrio natal de París y su impulso por las humanidades y las representaciones teatrales se nutrió durante los años en el colegio Clermont de los jesuitas, donde entró en contacto con los clásicos latinos y griegos. Después continuó con la carrera de Derecho en la Universidad de Órleans, recibiendo el título de abogado en 1640, profesión que nunca practicó y, aunque sufrió el rechazo explícito de su padre, dedicó gran parte del tiempo de su primera juventud en recorrer y divertirse por los teatros de París.
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