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Fecha:
1892
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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TOMO XX Febrc•·o: 1 92 NUM.ll6
ANALES DE LA NSTRUGGION PUBLICA
DE COLOMBIA
SECCION CIENTIFICA
REPUBLICAS HISPANO-AMERICANAS
(De .El PO?''f)(Jnir de Carta~ena de 27 de Diciembre de 1891).
Lo .. tr, gicos snce os de Chile así como 1 tremenda crisis C0nÓmica
antcl'ior de la república rgentina, han sido causa de que toda la
prensa europea, y especialment la británic, vnelva á ocuparse en la
suerte de la repúblicas hispano-amet·icanas en general después d largo
tiempo en c1ne apenas se dedicab ~1la poHtica do la mayor parte de
estos paíse , cortas y despreciativas referencias como si se tratara de
pueblo qne oscilaran estérilmente entre la barb l'ic y la farsa.
Todavía e nota el adet án de proeiativo ien o do ello demostración
oprobiosa un reciente escrit del marqué::; de Lol'n hijo p lítico
de la reina Victoria, que puhlic' 1 Deutsc/¿e Revzte de Septiembre
último. Se refiere el escrito á la república Argentina y el noble escritor
propone nada tnenos que la conquista. <.le ese paí por los al manes.
Allí no hay sino hombres (los nativos) despreci ble pero i ven tnuchos
de sangre germánic qne pueden dar eficaz ayuda á la conquista.
Se conocen bien-agrega el marqués-las grandes dolencias q no aquejan
~ aquella comarca, tanto en lo político como en lo finaucicro · comarca
de plácido y saludable clima, pero habitada por un pucbl falto
del sentimiento del orden y cuyo bienestar depende de que un poder
extranjero ( 6 cuál?) le impida ro m pcrsc las cabeza , á breves iut rvalos,
como si tal ocupación le cansara regocijo. Tiene esa comarea u na
hermosa capital, una bahía espléndida, un suel fértil, donde todo es
excelente, exceptuado el gobierno· y ella sólo necesita, par. con vcrtirse
en paraíso, la acción de nn protectorado europeo que consolide el
orden por tánto tiempo dese:ldo sin logrc1r e . La propuesta conqnista
germánica debe ser por tanto, alegremente acogida.
La lliview of llev1'ews, de donde extractamo lo ~ recedente, hace
de ello arma hostil contra la Reina considerándolo 'escandalo o ' ·
ANALK 6
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82 .A.N A.LES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA
pero en la sección principal del mismo número que tenemos á la vista
encontramos cosas idénticas, si no peores, de la pluma de M. ~tead,
quien es, sea dicho de paso, radical inglés pur sang. A propósito de los
sucesoP de Chile, receta M. Stead la horca al presidente .Balmaceda.
-He dese'rves to 08 hanged, dice-y cierra el párrafo afirmando enfáticamente
que hay "pocas esperanzas para. estas repúblicas americanas,
salvo que sean conjuntamente absorbidas por InO'laterra y los Estados
Unidos, lo cual puede estar más próroimo y ser más posible de lo que
algunos suponen.'
(N o tamos la mención de los Estados U nidos corno acto de adulación
á quien tanto se aborrece como se temo).
Además de estos prominentes rasgos de olímpico desdén, será oportuno
mencionar lo que nos cuenta, en carta de fresca data, nuestra ilustrada
amiga la sefíora doña Soledad A. de Samper. Nos cuenta, decimos,
haber hace poco asistido á un Congreso internacional de geografía
en Berna, y oído allí discursos de sabios acerca de la América del Sur,
en los cuales demostraron su ignorancia completa de nuestro mapa,
pues que confundieron unos países con otros, y aconsejaron á la gente
dispuesta á emigrar qne no fuera á tales tierras salvajes, donde tanto
los gobiernos como los naturales tratan indignamente á lo s extranjeros.
Se bserva, no obstante, como yá lo insinuamos, que alguna parte
de la prensa europea principia á ocuparse, con relath·a seriedad, en la
suerte tan accidentada que ha cabido en loto á los pueblos de IlispanoAmérica
constituídoe en repúblicas.
Tenemos por ejemplo, á Ja vis ta nn ·grave estudio del p ectator
de Londres, cuyo punto de partida es el ' ex-Presidente Balmaceda ' :
título del estudio. Según dicha acre itada revista, estos pueblos presentarían
semejanzas con las antiguas repúblicas italianas , comparadas por
Mil ton, en sus guerras constantes, á cuervos y tnilanos. La misma lucha
de los ciudadanos pata apoderarse del gobierno sin ten e r clara noción
de la labor gube rnativ a ; la misma tendencia al desorden iaterno y á
las agresiones fu era· Ja misma capacidad para alimt;ntar reeíprocos inveterados
odios · la misma disposición á servir de prosélitos de ricos
magnates ; la 1nisma corru pci6n; la misma propensión á derribar notabilidades
de intensa individualidad, y la falta de escrúpulo para hacer
uso como expediente político, del as esinato. Muchos de los dictadores
hispano-americanos y aun algunos de Jos virreyes, merecen pintorescas
biografías, según el mismo Spectato'l'; y nn0 por lo menos-el General
Barrios, de Guatemala-se aproximó, si no llegó del todo, á un Médicis.
Pero entre aquellos lejanos imperantes y eetos contemporáneos, hay la
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REPÚBLICA 83
diferencia de ne 1 s primeros fundaron siste1nas y dina tía mientras
que toda la obra de lo modernos "'C la ha llevado el viento, y ellos mismo
no han podid siqnier e tabl ccr dominación vitalicia. tlS espléndidas
hazai'Ia rírnenes . us o ada venturas y horn 'ríe tr ícione ,
ningún puesto estable les han a egn r~u·ado .
iognno h podido fundar un principado, ni transmitido el poder
á sn descendencia, ni ha croado nna situación que e haya sostenido
durante cincuenta afios. u victori han eido precarias siempre, aunque
brillante á vece . Aparecen en 1 revuelto e ccnario generales
re]ati amente capaces homb ro enérgico admini tradores hábile en
oca iones; pero ya sea por ley do las circunstancias ' de algún vicio
inherente á. u naturaleza, concluyen con fr·ecnencia por emplear la
mnert , el terro1· como arma nece aria de defen a é instrumento fatal
de gobierno. Es cyla c1 personaje cnhninante en IIispano-América
nunc· Cé ar .:. ugusto. E decir, el sangninari que agita y destruye
y o' 1 estadista que aunque más ó menos evero, edifica y calma.
1 o parece poco atinada la pinttua aunque no carezca en absoluto
de verda . El a e inato político e hoy, por fortuna, tnuy excepcional
en el nevo und . En Mé. ·ico no h ocurrido~ qne sepa m o después
de la ·aída del Imperi . i en Colombia ni en Venezuela, ni en el
Ecuador hay nada ~emejantc nn t·claci' n á los últimos diez años, ni á
má remot é oca i e exceptúan poquí imas aisladas ejecuciones de
egun lo ó tercer ordeu. ólo podría 1 et cionar e con justici , como
magno crimen polític en tod l:l antigua Colombia, el sacrificio de
a 1·e ocurrido como se sabe hace runcho m 'a de medio siglo, y el de
G reí Moreno.
En Bolivia en el · crú, en Iguuos de 1 s Estados de Cen~ro Amé-rica
y en aití-que no es ispano- mérica- s donde se han dado
ejemplos que pnedcn confirmar la apreciación del Spectato1•.
Los fusilamientos decretados recientemente n Chile, durante el
gobierno dictatorial de Balm ceda, haR sido actos de severidad excesiva,
que rayan en crueldad · pero algunos de ellos lo fueron de represión de
ofensas que en todos los países civilizados sE: castigan en tiempo de
guerra con pena capital.
N o desplegó Balmaceda má lujo de ejecuciones, ni con mucho,
que el obierno británico cuando la ublevación de la India oriental,
hace lgo más de un tercio de siglo · ni que Espaiía cuando la insurrección
de Cnba; ni qn Franci Cllc n ha ha id u levaciones en
rgeli . Oul'ante la guerra franco-alem oa fueron jecutados varias
veces espíae y guerrilleros, y lo rnism durante la gnel'r de secesión
de loe Estados U nido . Y en la época trágica la Oomnna de París,
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84 INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA.
hube ciertarncnte alarde feroz casi de una y otra parte. ada decirnos
d 1793, porque aquellos tiempos pertenecen á otro siglo.
E tábamos tnuy jóvenes cua!ldo la célebre insurt•ección húngara
de 1 4 , pero recordamos perfectamente los horrored de aquella terrible
repre i' n. Los destierros á S iberia y la horca con que se ataca en
Rusia al nihilismo, son hechos de actualidad que todos conocen. La
últirna sublevación de Polonia contra el de potismo de los Zarec (1863
á 1864, si ma.l no recordamos) fue ahogada literalmente en sangre. No
hay, en suma, nu gobierno europeo que al tener que habérsela con
alguna seria rebelión, no desplegue severidad implacable para rest blecer
el imperio del orden á que están vinculado intereses morales y
materi~des d inestimable valor. La dulcificación relativa del sist tna
penal se ha enido en el Viejo Mnndo acentuando justamente á medida
que ha venido también sufriendo decadencia el espíritu r e \rol ucionario
El asesinato político no es, pues, factor qne .eba tencr s~ en encnta
1 hacerse el s tndio do la t e1 pestnosa hist ria contcmpo l' á n ea de
i pauo- Améric'l.
La comparación de Barrios e n vualquier Médicis es infeliz, porque,
en primer lugar, Barrios fue un caudillo que especialm e nte se
distinguió por un ten1 pera mento sanguinario de que fue muestra característica
el sombrío episodio del fusilamiento del padre Pagés, cuyo
reciente relato en otra sección de este número de nuestra hoja insertamos.
.r iogún ltfédicis dio signo de temperamento semejante, pues los
acto de represión que tuvo qn · sancionar nno de e1los-00sme-á su
regreso del ostracismo, son e tirnado por la historia imparcial como
actos necesarios en aquella époc~ en que las ejecucione políticas eran
cosa coro ún ; aparte de las ci t·cunstancia en que e nía al poder el
rehabilitado gonfaloniero. Bardos, en segundo lugar, carecía por completo
de ilustración, y tnás todavía de sentimiento artístico, cuyas dotes
fueron sobresalientes en los Médicis, y en particular la última. Sólo
en la acumulación de riquezas podría pareeer adecuad· la comparación,
pnes Barrios dejó á su viuda algunos millones· pero además de que la
opulencia de los Médici les vino no de saqueos oficiales sino de sn
hábil labor comercial durante largo tiempo, ellos se distinguieron y
ganaron prestigio y adhesione por su i teligente munificencia. de que
t.i nc c·on cimi nto •. nalquier mediano e~tndiante t; hi toria.
Tar poc'> anda :'tinadc• el peotator cuando alude al proselitismo
que lograb n lo mi moa magnate italiano , encontrando hecho semejante
en la hiRtoria política de estas conmovidas repúblicas · porqne no
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nos parece exacto que la posesión de riquezas sea causa do l'C'tigio
político n Hispano-América, donde, á pesar de todo, hay r ncho me
uos 1 a ión plutónica que en Enropa y los Estados Unidos, sin que pre·
tendamo por eso afirmar que exista el desinterés que sería eseable
para la pureza racional de la vida pública .
.Más correcta anduvo la revista británica cuando comparó algunos
de Jo per onajes de la insurrección chilena con los antiguos nobles
venecianos. Todo ese tremendo capítulo de historia á que ha puesto
cárdeno pnnt nn snicidio tiene ciertamente má de un rasgo parecido
al modo de sor de ]a trágica república del Adriático. almaceda mismo
fue una e pecie de Marino Faliero en pugna contra 1 constitución
y leye cuya oonarda e le había encomendado tnás preeuntnoso que
patriota y leal y, sobre todo, rebelde á la tradición de partido, y ano
de casta y al deber primordial de no disponer e la magi tratnra suprema
sino consultando el sentimiento y el interés de la colecti idad
que se la había confiado.
El peotator en otro número, toma nota del consejo extravagante
dado á Alemania por el marqués de Lorne · y, lo mismo que la generalidad
do lo órgano de la opinión británica o mue tr sorprendí o
de la ligereza del consejo. Lord Lorne-af'íade-ha olvidado tres poderosas
razones para que la u urpación del territorio argentino no pueda
realizar e · á saber :
l. a Que lo americanos quemarian su último cartucho para impedir
tan brutal infracción de la doctrina Monroe.
2.• Que los italianos tampoeo permitirían que sus compatriotas
quedasen sometidos en ]a Argentina al obierno alemán.
3.!\ Qnc Alemania tendría qne gastar cien millones de dinero y
enviar cien mil soldados para llevar á efecto la conquista· uedando
además expne ta á la invasión de Francia.
El 8pectaWr califica de acto de piraterí el que pro pone á Alemania
el hijo político de la Reina.
Mnchas on las dificultades con que tropiez aún la conaoJidación
política de Ili pano- mérica, y ólo Dio sabe cuándo esa coneolidación
será general y cumplido hecho· pero todo indica que el peligro
de reconquista europea ha pasado para siempre. Las naciones del viejo
continente no tienen yá convulsiones internas· pero tremendos problemas
sociales están allí por resolver aún, y el afianzamiento de la paz
exterior se encuentra también en condición problemática; pudiendo
depender la guerra en pavorosa escala, en un momento dado, del capl'icho
de un hombre. El consejo del tnarqués de Lorne acusa más
ignorancia que inmoralidad, y si hnbiera sido dado por algún cualquie-
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86 ANALES DE La INSTRUOCIÓN PUBLICA DE COLOMBIA
ra, todos lo habrían creído desatino de loco, ó nadie le habría hecho los
honores de Ja discusión.
Encontramos en el Standa1·d, diario de opiniones ministeriales, se·
gún se asegura, mejores conceptos aún que los que emite el Spectator
acerca del problema hispano-americano, con relación á los acontecimientos
de Ohile.
El diario citado cree qne el orden volverá á reinar en Chile como
en los treinta aflos auteriores á la guerra, porque los v e ncedores son
políticos experimentados y debon además haber reforz~ci o s u capacidad
en la época de prueba de que aeaban de salir triunfantes. i hay, por
otra parte, en Chile esas rivalidades personales que han d esetnpeflado
papel :desastroso en las agitaciones de las otras repúblicas hispanoamericanas.
La gran destrucción de valores cansada por la naturaleza
del conflicto, severísimo aunque no de ·larga duración, dará también
motivo para que las reglas de prndencia sirvan de norma preferente á
los futuros gobernantes y partidos. Esto último no sel'Ía tal vez aplica·
ble á otros países acostumbrados al desorden y descrédito; pero sí lo es
á Ohile, por haber entrado, de tiempo atrás, en la órbita de las nacio·
nes celosas de su bnen nombre ante el mundo civilizado.
El 8twnda1Yl alude, de paso, al yá referido consejo ciel marqués
de Lorne, considerándolo impertinente, y agrega, también de paso,
qne ha desaparecido el tiempo de la reconquista del suelo hispanoamericano.
''La América del Sur-dice-debe levantarse por sus propios esfuerzos, su propia
politica., su propio patriotismo, y-por ahora á. lo menos-con sus propios recursos.
Estos son evidentemente grandes, y para su completo y provechoso desarrollo
sólo se requiere que haya probos, estables y capaces gobiernos. La industria no puede pro -
91'eBaiJ' en coma1·cas periódicamente ca1·comidas po1· sanguMa1·ias ,.evoluciones. Un{J, atmósfera
de seguridad es indispensalJle d los emp1·esarios pa1·a .la útil prosecución de 8U8la. bores
... _,
La paz, oH efecto, es el al(pha de toda obra política, y si Chile va
á entrar fácilmente en vida normal, eso se debe á que, á la sombra del
orden, han germinado allí y tomado raíz las ideas de libertad y justicia,
hasta convertirse en hábito ó segunda naturaleza.
Todo es teórico en el progreso político de los pueblos, cuando en
el hecho éstos vi ven en revuelta atmósfera de perturbación y crimen.
La simple paz moraliza emancipando á los hombres del infiujo de bárbaras
pasiones que los mantienen en estado de demencia.
Ser libres para destruírse como ciertas fieras, es el más irritante
sofisma de la ofuscación, ó de la pervorsida.d sistemática.
El Speotator advierte, con candor, que no es por malas constitu·
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LEYES U D S DURANTE EL GOBIERNO DE LO RB E. DE ROMA 87
cioues e crita por lo qne los pueblos hiapauo-americanos no progresan,
pne esa constituciones en g neral son correctas, sino por algún otro
defecto más íntimo. E defecto es, á nuestro modo de ver, uno capitalísimo
: ) ne no ha llegado toda vía. el período sociológico en que cada
cnal, sabiendo gobernarse á sí mismo puede a umir la tarea de gobernar
á los otro . Se ha e tablecido una especie de círculo vicioso, como
ncerlc en todo los casos do profundas dolencias. La guerra perm nene
r tarda el advenimiento del salvador períodos cio1ógico, y mientras
~te p!.! río o no aparezca h1 gnert' h bt·á de continuar en sn desastros
labor de ruina y bar·barie sal v lo e traordinario.
LEYES
dadas durante el Gobierno de los Reyes de Roma y compiladas por Oayo
Papirio. Tradnoidas de la obra de historia de Antonio Terrasson
por Alejandro Motta., Profesor de Derecho Romano en el
Oolegio del Espíritu Sa.nto.-Año de 1882.
PARTE PRIMERA
DE LA. RELIGIÓN, FIES'l'AS, SAORIFIOIOS, ETO.
Ley 1."
La Divinidad tll podrá ser representada ni en figura de estatua,
ni de imagen. Se considerará sacrílego al que crea que Dios tiene
figura de bestia ó de hombre.-(Nnma .Pompilio).
Ley 2.a
Se adorará á los dioses de nuestros ante pasados sin mezclar en el
cnlto las supersticiones de loe demás pueblos.-(Rómulo).
Ley 3.1\
No podrá hacerse nada sin haber consultado antes la voluntad de
los dioses.--(Róm u lo).
Ley 4."
El Rey presidirá los sacrificios y sefialará las ceremonias que han
de observarse.--(Rómulo).
Ley 5.•
Sólo los patricios podrán ejercEr el sacerdocio.--(Rómulo).
Ley 6."
A imitación de la gran mesa que el pueblo adora en el templo de
Juno, se podrán hacer libaciones sobre una mesa consagrada en lugar
do altar.--(Oitada por Macrobio).
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88 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA
Ley 7 ...
Las Vestales mantendrán pe1·petuamente el juego sagrado en el
altar de la diosa. Pero la que llegue á cometer crirncu contra la pureza,
será enterrada viva; y al seductor se castigará con ]a pena de garrote.
(La parte primera de esta ley fno dada por Róroulo y la segnnda por
Tarquino el Antiguo).
LBy .o.
En los días de fiesta no habrá administración de justicia. Los esclavos
están obligados á guardar las fiesbs y no podrán trabajar en esos
días ; y para que nadie alegue ignorancia del día de sn celebración, se
sefíalarán en los calendarios, que serán públicos.-(N nma Po m pilio).
Ley 9 ...
Los ciudadanos no podrán tener reuniones nocturnas, sea para
hac~r deprecaciones, sea para ofrecer sacrificios. -(Rómulo).
Ley 10.
En las expiaciones que se hagan para detener las deegracias que
amenacen al Estado, se ofrecerá á Jos dioses frutos, tortas saladas, etc.
-(Numa Pompilio).
Ley 11.
El vino qne se use en las libaciones, se sacará de vif.ía purificada.
-{Numa Pompilio).
Ley 12.
En los sacrificios no Ee ofrecerán peces sin escarBa: todos los que
tengan escama podrán ser ofre~idos, menos el Escaro.-(N urna Pompilio
).
Ley 13.
Lo tlespojos opimos serán ofrecidos por el que los haya tomado,
:i Júpiter Ferctrio, inmolándole un buey; y en recompenea recibirá
trescientas libras de bronce.
Lo despojos tomados á los oficiales ene1nigos serán colocados en
el campo de Marte· el que los haya tomado hará, al tiempo do depositarlos,
n . sacrificio en el que inmolará un toro, ó un carnero, 6 un
cerdo ; y en r¡coro pensa recibirá doscientas libras de bronce.
Los despojos tomados á los soldados enemigos serán consagrados á
J ano uirin , inmolán:iole un cordero ; y el que los haya. tomado tendrá
d crech á cien libras de bronce.
Todos estos diferentes sacrificios e haráu en forma de expiación.
-( uma Pompilio).
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LEYES DADAS OUll.ANTE EL GOBIERNO DE LOS REYES DE !tOllA 89
PARTE SEGUNDA
DKL DERECHO PÓBLIOU
Ley 14.
L! Magistratura no podrá er ejercida ioo por patricios, qniene
serviráu de patronos á lo · clientes. Pero i un patr·ón llegare á traicionar
á sn cliente, se cousiderará indigno de la vida : en consecuencia, se
le aplicará la pena de mnerte como víctima dedicada á los dioses infernale
.-(Rómulo).
Ley 15 .
El pueblo reunido en asambleas elegirá sus magistrados, dictará
sus leyes y administrará j u ticia en última in .. tancia. N o se podrá de·
clarar ]a guerra ni concluír ningún Tratado de paz, sin haber obtenido
antes su voluntad . ·-(Rómulo).
Ley 16 .
Los hornicidios n de la exclusiva competencia de los Dnunviros.
Si el condenado a.pclarc ue la sentencia para ante el tribnnal del pueblo,
se le e ncederá. Pe:· ·i se con til'rna la. s'3n te ocia, el culpado, después
de haber sido azotad se colg t·á · nn árbol en la iudad ó fuera
de los muros.-(Tulo Hostilio) .
Ley 17.
El qne voluntaria y maliciosamente dé muerte á otro, se castigará
como homicida. Pero si la muerte fuere ocasionada por accidente fortuito,
imnolará un carnero por vía de expiación .-(Numa Pompilio).
Ley 18 .
Los muro de la ciudad de Roma serán coBsiderados como c osas
santas.-( Ró m n 1 o).
Ley 19 .
El labrador que arranque las estatuas de los dioses que sirven para
fijar los límites de las heredades, será sacrificado á los dioses manes, lo
mismo que los bueyes de que se servía para el cultivo de sus tierras .
-( nma Pompilio).
Ley 20 .
Se prohibe el ejercicio de las artes sedentarias, que sólo contribuyen
á la introducción ' mantenimiento del lujo y de la desidia.
--(Róm u lo).
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90 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA I>E COLOMBIA.
PARTE TERCERA
DE LAS NUPOIAS Y DE LA. PA'fRIA POTESTAD
Lev 21.
El matrimonio celebrado por medio de la confaneación, da dere
cho á la tn ujer para entt·ar en la casa del marido en la participación de
los mismos dioses y ienes.
LeJJ 22.
Durante el concubinato no po drá la n1njer apt·oximarse al altar de
Juno. Pero si tran forrna 1 concubinato en justas nupcias podrá hacerlo,
siempre qne antes se haya cortado los cabellos é inmolado una
oveja por vía de e~piación. -(Nnma Pompilio).
Ley 23.
La tnnjer que llegare ñ ser convencida de haber cometido adulterio
ó cualquier otro crimen que tienda al libertinaje, tendrá por Juez
al marido, quieu podrá aplicarle la pena q ae crea conveniente después
de deliberar con los parientes de la mnjer.-(Rómulo).
Ley 24.
A la rnujer convencida de haber bebido vino, podrá e1 marido
aplicarle la pena de muerte.-(Rómulo).
Ley 25.
Será causal de divorcio respecto del marido el que la mujer cometa
adulterio, en ven ene á los hijo~, ó tenga llaves falsas. Pero si la repudia
sin haber cometido ninguno de estos crímenes, e l1narido en castigo per- •
derá todos sus bienes los que se di vid irán en dos partes : una para la
mujer, y ]a otra para la diosa Ocres, y además se sacrificará á los dioses
infernales.-(Rótn oJo).
Ley 26.
El hijo que nazca rnonstruoso será muerto por el padre al instante
qoe vea ]a lnz.-(Rómnlo).
Ley 27.
El padre tiene sobre sna hijos legítimos derecho de vida y muerte,
derecho de venderlos y de exponerlos.- (Rómulo).
. Ley 28.
Si eL hijo ha contraído matrimonio solemne con el consentimiento
del padre, perderá éste el derecho do venderlo según la ley.-(N nma
Pompilio).
Ley 29.
El hijo vendido por el padre tres veces y manumitido otras tantas,
saldrá de la patria potestad.-(Rómulo).
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DU.RAN'TE EL GOBIBRNO DE LO DE ROYA 91
Ley 30.
Si nn hijo ha injuriado do hecho á su padre, será dedicado 1í. los
diose infernale uoque obtong perdón del padre. Ignal pena so
aplicará á la nuera que cometa la misma falta con su suegra. (Unos
atribuyen esta le~ á Rómulo y otl'os á Servio Tulio).
Ley 31.
A la tnujer que estando encinta llégue á moi'Ír, n e le podrá en-terrar
sin haber ante extraído el foto · y si el rnarido no cumpliere
con esta di po ici'n se ca tigar' como c'm1licc en el no nacimient de
no ciudadau .-( J"nma Pornpilio).
Ley 32.
Si de un m trimonio nacieren tre~ hijo varones á la vez los padres
pueden olicitar qne sean alirnentados y educado .. á expensas de
la República; privilegio de qne gozarán ha$ta la edad de la pnbertad.
~(Tulo Hostilio).
PARTE CUARTA
DE LOS OONTRATOS, DEL PROOEDI.MIENTO Y D.E LOS FUNERALES
Ley 33.
La buena fe e la base y fundamento de todos los contratos: el
que los viole será reducid á prisión. (Servio TnJio). Cou cincuenta
leyes tnás relativas á los contratos de todas la única que so encuentra
es ésta.
Ley 34.
Si en el día sefialado para pronunciar sentencia en negocio civil ó
crilninal sobreviniere algún impedimento legal al juez, árbitro ó al
demandado, se seHalará nuevo día para la decisión.-(N urna Pompilio).
Ley 35.
En los acritirios que se haga.n en la inhnrnaciones de lo ciuda danoa
no se derram· r/ vino sobro la tnrnba .-(Nntna P mpilio).
Ley 36.
Si algún hombre llegare á ser herido por el fuego del cielo, nadie
podrá socorrerle para ali viario ó levantarlo; pero si qn~dare tnuerto no
se le harán funerales; sólo sí se permitirá. cnterTarlo en l rni tno lugar
en que haya mnot'to.-(N uma Pompilio).
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TH.UCuiO~ PÚBJACA DI! 'OLO lBr A
SECCION LITERARIA
CRITICA LITERARIA
(A P OPÓSITO DE HAMLET)
(De El P()M)6nir de Cartagena de 8 de Ecero de 1892).
ace algo más de tres at'íos que en un estudio consagrado á .M.ateo
Arnold, recién muerto entonces, dijimos hablando de Shake peare ....
"y todavía se discute acerca de lo que ignifi.ca Hamlet-si escepti·
cismo, ó venganza, o justicia. Tal vez el mismo Shakespeare, si pudie·
ra hablar, tatnpoco descifraría el enigma!'
El Quijote tarnbién ha dado znatcria á diferentes conjeturas acerca
del verdadero íntimo pensamiento del antor. Ridiculizar los libros
de caballería andaute, pareció ser ese pensamiento durante los primeros
tiempos ; pero una crítica más seria no se conformó con la interpretación,
y las ideas actuales atribuyen grande elevación filosófica á la celebrada
creación de Cervantes. Don Quijote y Sancho serán, pues, bajo
triviales fol'mas, el profundo contraste de las dos corrientes hu1nanas
que se dirigen, la una hacia regiones ideale , y la otra, tomando el ce·
nagoso y vulgar limo de los apetitos.
Como este contraste es providencial y de prolongada existencia,
el libro se ha hecho imperecedero, y Don Quijote y Sancho son á la
verdad personajes históricos de carne y hueso.
Cuando nno l e la novela del Curioso impertinente, incrustada en
el Qu?j'ote cot o una piedra preciosa en áurea joya, tiene que persuadirse
de que Cervantes era gran filósofo, conocedor de las intimidades
del corazón humano, é incapaz, por lo mismo de haber escrito nume·
rosas página sólo para hacer reír. El Cwrioso impertinente es, en efec·
to, según nuestro juicio, la más provechosa y trascendental advertencia
que pnede dar á la humanidad un. penetrante sabiduría.
IIamlet vive y vivirá, porque es también la representación autéAtica
de una faz del elemento humano. Shakespeare tomó la hilaza de su
famoso drama en una vieja crónica, como tomó asimismo la de mu·
chas, si no de la mayor parte, de 'US otras creaciones-Romeo y Julieta
por ejemplo.-Pcro todo el alor sicológico de sus éroes es trabajo
original, y, en ocasiones, trasunto fiel de sí 1nismo. Bajo estos conceptos,
hay más historia en sus dramas de esta categoría qne en las tragedias
escritas sobre asnntos reputados históricos como las de Julio Oéaa,.,
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ltÍTIOA LITE A.RI.A. 93
Ooriolano, Antonio y Oleopatra. En el drama de En1~iqu,e V parece
haber también m á sicoloo-ía t.í pica que común historia. Allí se m u e tra
el contraste de la ida tri vial y gozosa con un fondo vet· aderamen te
viril y heroico, á somejaoza del Sardanapal() de Byron ; y se encuentran
en el protagoni ta rasgos del carácter del autor. El príncipe es
amigo del placer como Shakespeare; como él no siempre es cómico, no
está todos los días di puest á reír, y sabe, cuando os necesari , tomar
actitud seria.
El mismo pereonajo prounncia estas palabras :
"Yo os conozco á todos, y me presto transitoriamente á favorecer l~s locuras de
vuestro fastidio, á. la manera como el sol con iente, á veces, que las nubes velen su
esplendor, p ra que la ausencia de éste aumente su atractivo. Si todos los días del afio
lo fueran de fiesta, las diversiones serían tan pesadas como el trabajo, y por eso, en
proporción de su rareza, son ellas más deseadas. De modo igual, cuando llegue yo á
renunciar la ida licenciosa que hoy llevo, se me encontrará superior á lo que de mí
se prometen, y más agradable será 1 sorpresa del público. ·•
Todo el teatro do S a ~espeare se ha di idido en cuatro períodos á
aber:
.Llp7'e?tdizaje, que comprende dos dra1nas y cuatro comedias , entre
las cuales merece ntención particular El sueño d e una nooll. e de e tío.
Desa?"rolto, que comprende el drama romanesco do Romeo y Jutieta
l hist' rico de Bln·iq ~t e V y varios otros drama y comedia.. entre
la <~ 1ale fio-uran El M er oade'r de Venecia y Et muclw 'ruido po'r
nada.
J->esirnismo, que comprende Ilamlet Otelo, Jlfao/¿etJ¿ el Rey
Lea1·, entre otros drcnnas, y tr :)s medias.
Optimisrno, eu fir cuya última obr es la Tempestad.
Se recordará el argnrnento del drama de Hamlet. n p dre, rey
de Dinamarca, rnunó de repente, y, apenas muerto, su esposa contrae
matrimonio con su cufiado Clandio. Esta ocurrencia, más aún que la
simple muerte de bU padre, sumerge al hijo en reflexiones lúgubres:
' .... Muerto h ce dos meses cortos-dice-muerto tan excelente rey que comparado
con este (Claudio) eg como Ilypecio comparado con Sá.tyro. Y era tan amoroso
con mi madre, que no podía sufrir ni nun que las ráfagas celestes golpearan fuertemente
la mejilla de su e posa. . . . Fragilidad, tu nombre es muje-r .... "
Pero hay un crirnen cu todo esto. El espectro del difunto Rey ha
aparecido en la plataforma del castillo de Elseneur, como si tu viese al·
gún secreto terrible que r velar. Hamlet acude á ese lngar á J hora de
las apariciones sinie~tra . y J sp .. ctro le comnnica toda )a v r<.laci de
su mHerte, de que on re};pnn. nblcs la rnadrc de Harnlet .Y Clandio
usurpador de Ja corona.
El rey le encargR vengarlo. pero sin tocar ' la madre y esposa
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94 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA.
adúltera, 'quien debe quedar castigada solamente por la jnsticia divina
y sus propios remordimientos.
"1 Ah lla más culpable de las mujeres-exclama el príncipe-¡ Perverso, perver o~
perverso 1 Dadme mi libro de memorias, para apuntar en él que uno puede sonreír, si,
que uno puede sonreír y no ser, sin embargo, más que un perverso .... El siglo se derrumba:
¡qué fatalidad que haya sido yo destinado á ponerlo en orden 1 "
Las tremendas vacilaciones que se apoderan de su alma desde
aquel momento constituyen la esencia del drama; apareciendo la lucha
entre el deber Je la venganza y el temperamento tierno y sonador del
héroe. El recuerdo de la imao-en y de las palabras de so padre vivirá
en sn cerebro mientras ha a allí memoria en medio de sn desconcierto.
Desterrará todo lo frívolo, cuanta m!.xima haya tomado de los libros
y todo lo qne la juventud y la observación le hayan snministrado · y
en su 1 ugar las órdenes del Rey serán escn 1 pidas en su mqnte libres de
toda impura mezcla.
Pero las vacilaciones parecen dominarlo por compl to.
Y dudas, retrocedes, desconoces
A la inocente Ofelia en su quebranto,
Y de interior combate ansias atroces
Dan ú. tu labio extravagante3 voces
á tu alma quitan ln expansión del llanto.
Tál fue nnpstro propio cotnpcndio de las oscilacione rie 1/amlet
como mandatario de ]a jnsta cólera del difundo monarca.
Mucho se ha di cntido accrl'a de sn locura: si fue real ó fingida .
.Este es punto capital, porque los conceptos y actos de un hombre que
ha perdido el u o de su razón n tienen peso alguno. Hamlet, loco
efecti o nada vale, y todo el drarl'1a del que es él alma qneda depreciado.
Un crí ic francés en reciente e tndio, entra á analizar el problema
como s.i se tratara á la v rdad de nn héroe vivo.
Obser a que en la crónica Ha·mlet es efectivamente Joco· pero
que allí e a locura está bien justificada, mientras que en el drama es
otra cosa.
Después de haber hablado con 1 e pectro, pudie1·a creerse que se
disp0ne á simular la locura puesto qne annncia á sus compañeros que
en adelante puede juzgat· conveniente asnmil' una actitud fantasiosa.·
Lnégo se vale do Ofelia candoro a para representar la demencia
y conseguir que se ~ropagn la noticia de sn trasto rno intelectual.
Por Jo demáe, la supuesta locura no es sostenida por el n1ismo
IlrJ,mlet, ni los allegados se interesan mucho e:1 averiguarla.
Otros críticos célebres, y ann alienistas, han ido hasta formular
esta serie de preguntas :
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RÍTIC.t LlTERA.Iti \ 95
l. • ¿Tenía ó nó Ha1nlet disposicione á la locura~
2 . ¿ T" o habría la muerte de n padre y el subsiguiente atritn -
nio de su m dre desarl'oll do tal Ji po icioncs?
3 .a ¿Si en la e pecie d loet l"re, viendo árboles
flores prader s y cielo abierto.
Con razón pues, que el uía en que nna. familia emprende su paseo
al c. mpo el regocij se 1 i u te n torlo los semblantes. Sobre todo, la. lle-g
al paraje destina o á la huelga vora.nieg , es alegría, casi locura: e
contento de los nitlo no tiene medida; · c6 1.0 saltan en el prado; cóm
corren tan sólo por el pl, cer de o er ; cómo gritan; cómo trepan A 1 s
colina , ansiosos de vistnr nuevos pai f je ! Es que el hombre necesit
cultivar de cuándo en cuándo relaciones con la naturaleza libro, amplia,
abierta; nccesit anchos horizontes para sus miradas ávidas de va.sta
perspectiva~; necesita ire para su pocho, ansioso del perfume de ln.s ma ..
leza y de la frescura de 1 s brisas; necesita oJ, áglla y viento, lo mismo
que la }lant , la flor y el ay .
En un pueblito que yace al occidente de la capital, distante de óst
unas sci 1 guas, ó aenu, en nuestro actual si tema, unos tres miriámetros,
habí en Diciembre ele .... varias !amiliae que acudieron allí atraid~ts po
la merecida fama que quel sitio goza po1· sus buenas guas, sus aires
pnros y el noble carácter de sns moradores. En esb s íamiliaa h bía d
todo: en unas opulencia, en otras medianía, pobrczl on otras. ~fas I
apacible vida de campo las igualaba hnsta don e es posible que en l, riqueza
y la estrechez quepa igualdad. Animaba la franqueza rol eione
contraídas sin antocedeutes y etiquet ; y la expansión de los ánimos borraba
1 s distinciones que fijan en las ciudacles las diferencias nacidas d
lo que llamamos posici6n social.
De entre e ta f mili B, nos fijaremos solamente en dos: la Ord611ez
y 1a Polanco. Poseía la primera fortuna mediana, por lo cual llevab
vida muy modesta. La segunda, un de J s más opulentas de la rapita,
observaba, no obstante, on su nueva residencia, hábitos sencillos, y hasta,
puclior decirse que humildes. Era digna de todo elogio la cor
araba re pecto de bienes de fortuna. Sin embtngo, temeroso de que su
amigo echa e á mala parte su negativa, accedió por fin á sus inste: ncias.
Oomo RicEndo había habl'" do repetidas veces de Jns prenda de alma
J corazón del excelente joven, la familia. le recibió muy bien: todos á
porfía le manifestaro11 cordial deferencia y le inspir, t•on confianza. Él
salió a ti. fecho y agrtulablemente desengaflado e las prevencioned qne le
habfan hecho t roer, de parte de aquellas opulentas gentes, orgullo y desprecio.
-1Yiucho me ha gustado tu familia, díjole á Ricardo, quien salió á
acompaflar)o á alguna distancia de la casa. Te confieso mi :pecado: temía
yo tratarla, porque me figuraba que sería gente engreída, de esa que cree
degradarse con las relaciones de los que no estamos á su nivel. ¡ ué desengafiG>
tan agradable! ni siquiera noté lujo en el ajuar de la habitación.
-¡Qué lujo ni qué nino mtlerto, hombre! b-'Iis padres saben qne unos
pocos bJenes de fortuna no autorizan para halagar el egoísmo con la os·
tentación de anidades pueriles.
ltligu l se sintió ali iado de un peso que antes lo abrnmaba: vio de
úbito anulada la di tancia que Jo separaba de su amigo. La modestia
venía á igualar l cond íción de las dos familias.
E"'a t.sde durante la comida, hizo á su madre y su hermana grandes
elogios de la familia de Ricardo y de las virtudes de éste. Al día siguiente
se lo presen ló. La cordialidad se estableció sin dificultad alguna entre el
excelente joven y dofia Matilde y Julia, madre y hermana de 1Yiiguel,
quienes componían toda su familia.
Ríe 1do repitió su visita á la noche siguiente. Causábaule encanto
}a paz y el amor que reinaban en este inocente hogar. "Tié aqui, peus -
a, resuelto á mis ojos el arduo problema do la felicidad. Estas gentes,
pobr s y humildes, gozan do una paz que en vano se buscarí en hogares
opulentos."
Por la conversación que tuvo esa noche con dona l\Iatilde y Julia, en
tanto que Miguel se habia Tetirado á escribir unas cartas que debían ser
en iadas al siguiente día, conocjó :aJgunas de las intimidades de este dichoso
hogar. Dona Matilde hab1a perdido á su esposo h. cí diez anos;
l ro .
exageres, observó Julia. o n d noté; tou 1 e ntrario, re-i
Lí a tencione u e creo no merecer.
E as palabr· confi.rm· ron 1 ospech·ts e ~Itgn J. .... le q n dabfl.
dute la h bian impresionado
de tal m o era, que no h bía ten i 1 jo p~\ra ver las muestras de
de r io qu las seiloras Lóp z poco se cuidaron de di imular.
0fi Matilde pu o t" rmino á ata e n er acióu d nll á los dos jóeu
s la nlen de coota1·se, por s r yá d n siado t nl .
iigu 1 durmió poco: e tab . fuert mcnt impresi lOado . 1:' r ve~
rim ra habíc hallado n su herman , tu.n snmi sien1¡re á su menores
es os, pírítu de contradiccjón. Ella, tan atisfecl 'l ante con l mor
de su m dre y su h rmano y con los hntlilll g ce d una. pobrcz p -
cífica y dign,, se h bía atre ido á d ch·le que á la id. qne h t entonc,
es habí lle d , pr ferí 1 r tiro de un el. u tro. l or otra · rtc, ¿ ué
podíé proponer e icardo con inquietu,r 1 orazón de la inocente criatura?
¿qué scrí de ell ei un amor sin. porvenir 1l ga.b á npoderar~e de
su alm ?
Juli no e rró l s oj s : palabras nunca oí < s por ella. habían e ce -
dido 1 fonda de su corn~ón inc uto, y r sonab· n en él con eucant j m~s
im ginado ni n u fios. sn prin1er a o en el mundo habh encontr -
do flor s hCJ osae. o rala f licidad eso que hal>ía. bore '1 h "t entonces
en el en o de su hogar silencioso oscuro: el bía do r lgo como
Jo que en aquelJo m o en tos adi vinab · e lg Cclp z c.l acia.r la a id z de
un alma. nsiosa.
V
P¿t ~non algun s día • icardo menudeab 1 sus visit·.. Julia, y se
m nii stuba más dmirador de sus rarn pren . A Iignel uo e ocult -
ba nnda; presentimient s margos le cau ab. n t iedo. 1\I ., le fgo.
'' En el Banco *** dejo una suma de alguna consideración. ¿Perdonarás li mi
cariiío si ofendo tu delicadeza? Si• alguna vez te hallares en situación angustiosa,
dispón como quieras de ella . Acépta esto, amigo mío, como un humilde recuerdo de
aquel cuyo corazón te debe lo que en el mundo no puede tener precio : amor á la vir·
tud y esperanzas inmortales.
"A esas santas criaturus que Dios te concedió por compafier&s, díles á. mi nombre
muchas, mucha cosa ¡ díles lo que ólo tú C!abes decir; sé para ellas el intér·
prete de este tierno corazón que conoces tan á fondo, porque él es hijo tuyo, que for·
maste en horas de en efíanzas prúctica , de esas que dejan huellas imborrables.
e e :Mi amor no es un secreto para ti ni para ella. Díle que la esperanza más dulce
de mi alwa, que en mi largo viaje me acompafinrá y me sostendrá en mis luchas conmigo
mismo, es la de poder .más tarde pasar mi vidn ll u ludo, vhla modesta como lo
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110
es ella, lejos del fau sto enemigo de lo verdadera. dicha., lejos del bullicio aturdidor del
mundo, lejos de l as ávidas miradas de círculos corrompidos por el retlnstmiento de la
vanidad. Díle que me espere : quizás mi ausencia no sea muy larga. No sé cu .. nto
durará mi p erm anencia en Europa: ello depende en un todo de la voluntad de mi
padre. las l. qué son. unos ai'ios para corazones cuy ternura se siente capaz de desafiar
los embates del tiempo? ....
"Adiós, Iiguell ¡adiós, Julia! ·adiós, virtuosa madre de esos dos ángeles!. .•• "
:Miguel leyó esta carta á sus dos compat:tera , como le decía icard.o.
Más de una vez sus sollozo? interrnmpieron ]a lectura. Las lágrimas de
Julia corrían silenciosas, y humedecían su f·lua de blanca muselina.
VII
Tres meses d e pués recibió Miguel carta. de Ricardo escrita en Paris.
Dábale cue11ta en ella. de las circun tancias de su viaje y de sus primeras
impresiono recibidas en la metrópoli del gran mundo. Para Julia había
palabras de tc.rnura y afectuosa" promesas.
1 cabo de un ano se recibió otra oarta, que fue la última. En ella
hablaba Ricardo con eutusia .. mo e Jos refinamientos de la ciudad dichosa,
sin dejar de tener de cuándo en cuándo una q e otra expre ión desprecia
tiva para esta tierra atra ada., en que por e gracia suya había
visto la luz. Pnra Julia, a.1gunos pálidos recuerdos de amistad y cordiales
deseos de que fuese dichosa.
"Miguel lo comprendió t odo: aquel1o estaba termina lo. Era deber
suyo rodear á su hermana de mayor afecto, endulzando en lo posible la
amargura de su alma. Él se creía el úuico re ponsable de todo, yqaería
resarcir á fuerza de ternura. el dafio que su imprudencia había caa ado á
la inocente n iíla. Era él quien había acercado la llama al combustible:
debia; si posible le ern, apagar el incendio.
Poco á poco, como quien paso ante paso se acerca á un objeto temido,
fne procuranclo preparar á su hermana para un clesengafio, hasta qne
al fin le reveló el fondo de su pensamiento. La infeliz escuchó en silencio,
y pálida como una estatua de marfil, las reflexiones de su hermano, y al
cabo rompió á llorar. l'Yfas la esperanza, último recurso de un corazón
que padece, ino á couforta.rla: no 1:3C ananca al primer e fuerzo una
planta que ha echado raíces profundas.
Honda tristeza se :íue apoderando de ella, tristeza muda, traidora, de
esas que á sordas minan el lma y en sí mismas se concentran á devorar
sus recuerdos. Su salud dedmejoraba á. ojos vistas: sus mejillas perdieron
el suave sonro a o que tánto las embelleciera en sus días de inocente felicidad;
en sus ojos se apagó aquel fulgor que á su pesar revelaba. los más
íntimos secre~os de suJcorazón; sus cabellos, tan abundante en otros días,
se empobrecieron bien pronto. Yá no era sino una sombra de aquella
joven hermosa y altiva sin presunoi6n, inteligente y á la par modesta,
euya presencia inspirab respetuosa simpatia.
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LES 111
L madre, que ponetrab en lo ínbim del corazón de aquel pe lazo
de sus en tr fin , con te m plab en tristecid los progresos que l melancolí
ib h cien do en 1 en ible cri. turn · en vano se esforzaba por tlarlo valor,
por di traerl , por hogar la matadora pasión á fuerza de ternura y
carifl o.
VIII
Pasado lgún tiempo, cuatro afios después de su partí a ae Bogot ',
torn6 icnrdo al su lo nativo.
Impo ible hubiera. sido á quien hubiese conservado int cta la imagen
del joven que paseaba con ~Iiguel por las prn erías de un rincón de
la abana d Dogotá, n las tardes arreboladas de uu lujoso Diciembre,
imposible 1 hubiera i o reconocerlo ahora. Su hermo a fisonomí , en
que poco tiempo ante la vida o tentaba todo el vigor de su savia abun-
3ante, e taba demacra · su ojos apag dos no eran aquellos que bullían
brillndore,::, alumbrados por el amor; su frente re elaba el peso de la fría.
triet zaque bt·nm b sn cor zón. Y á imposible le hubier si o reconocerle
si lHtbiese podido penetrar por un momento en eso corazón de
veinti éis ~tflo helado al op1o del escepticismo, sin afectos, sin ilusiones,
sin más cn1to que el del deleite.
Cuando .. Iiguel u po la llegada de su antiguo amigo, sintió placer y
miedo: podía suceder que tornasen á su hog r aquellos d1as de dich que
habí n huído como los arrebole al hundirse el sol; mas también podía.
suceder qu un último desengatlo extinguiese por completo la esperanza
en el corazón de Julia, cuya ida penesos .
El joven esposo recibió una esquela concebid en estos términos:
"En cumplimiento de una promesa que hice á usted, le envío ese anillo que usted
recordarú al punto de verlo. N un ca ha adornado la mano de ningún miembro de
mi familia: puede, pues, usted usado sin temor de que él revele secretos e. ·traños.
"La suma que dejó usted en el Banco*** está allí todavía. Puede usted pedirla~
juntamente con los intereses que haya devengado.'
Ricardo sonrió con desprecio. Mas al colocarse el ani U o en uno de
sus dedo , una lágrima rebelde rodó por su negra barba. ¿Le recordaría
aquell joya las tiernas emociones de su alma el día de su primera comunión,
cuando aún creía y amaba con el dulce candor de la inocenci 7
¿Recordaríale los encantos que un amor noble y puro regala al corazón,
y que más tard , cuando el hielo del escepticismo apag la 11 ma del entusiasmo,
se nos pr scntau como una sonrisa irénicade la fal a entura? ...
Miguel v ciló unos dí s sobre darle 6 nó á su herm na noticia del
matrimonio de Ricardo; mas al fin se decidió á proceder con franquez •
Ella, cu ndo se hubo convencido de la realidad, exh&ló nn sollozo
ahogado; y la' go bajó los ojos y se quedó pensativa, como si hablase consigo
misma. A pocos momentos irguió la cabeza y sacudió los cabellos
que le habían en parte cubierto la frente . Su rostro estaba sereno; ni una
lágrima empanaba la brillantez de sus ojos. Cual si despertase de un pesado
sueno, recobró sus fuerzas y se puso en pie. Tal parecí que con valor
arrogante desafiaba al infortunio que cobarde la hería.
-¡Me engallaste, cor zón iluso! yo te castigaré obligándote á devor
en silencio tm amargo dolor.
Tál se dijo sin cuí arse de que era e cuch d . luégo, alzando los
ojos al rostro de Migu 1, que nternecido l con te m piaba, le dijo son riente
:
-Fue un engano, nada más. ¿Acaso no podemos engatlarnos todos~
Creí amar á un ángel, y me equivoqué. ¡Qué necia! ¿no?
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113
-Perdóname, Jnli.: oy el respons ble de todo. Sufrí t·lmbi'n un
engntlo. Yo debí pensar que una ami ·tad de igual no puede producir
sino frutos amargo . El munn r ny pocos l R aficiona os que
logl'an nna ejecución qne deleite . , í on rnuchos los qne con us
pr ten iones y vanidad ponen á Ja per ~onas qne los rodean en tortura
cada vez qnc abren la e ja del violín para mostrar sus habilidades en
el instrumento rey.
'lo el studio contin no y e ncieuzudo puede dar una ejecución
bella en cualquier iustnu cuto, y en el e ['0 del violín, esto no tiene ex
cepd6n ; pero veamos lo que ncede 'll la mayor parte de los caso , con
un cjctn plo que, si no cierto, es ben t'rovato.
El eñor . tiene do hijos : la seflorita Ana y el joven Lino.
Ana ha recibido lecciones d piano, por l e pacio de tres afíos, del
profe or X., y desp és de haber dado el Be,·tini ¡;u.esto los valses y
galopa de concierto de Kette1·er y a1 0 nna .frJ¡ntasía · de lo lLerrnanos
.Bi'llerna, ha sorprendid ~dguno do n < tnigos con su b;•iUantiJ ejecución,
y en las reuniones de ia e sa todos lo invitad s han declarado
(se cnticnd , por io-norancia ' por cnt vlitniont<) qne la señorita A na
es un genio/ que su, ejecuczon pasr~¿a, te. cte. El señor . se pone
J¿ueco; 1 señorita se levanta del iano con · ir Je lliva y ct· e á pie
firme que u estrell artí ti ca estiÍ n 1 ;.;en i t. Los parabienes de los
amigos, e) suelto Jde nno de sns novios en '"o je 1 , peri' dicos de la
ciudad, que 1a compara con ma ama Schn1nann (por lo tnenos), hacen
ANALK 8
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114
que la pobre niña pierda }c; cabeza, y de de ese omento no hay nadie
que pueda darle lecciones ni hacerle noa oportuna indicación para mejorar
su pésimo mecanismo ó su falsa expresión. Lino es un joven
simpático, de eda de catorce ' quince añ ; ha estudiado dos afios y
medio violín con el profesor 13.; dio el Atbard á saltos/ sabe tocar t?a()ll
los valses de moda,- comp ne bamoltcos y acompaña á Ana algunas de
las piezas que ella toca en el piano. El scfi r Q., como todo padre amoroso,
cree llegado el caso de hacer una tertnli a en su casa, y convidar á
lo más escogido del profesorado tnusical de la capital para sentir aquella
dulzura qne todo padre siente cuan o oye alabar las habilidades
especiales de sus hijos.
Llega Ja noche tan esperada y e reúnen en casa del sel'íor Q. uaas
cincuenta ó sesenta persona entre ella algunos artistas de la compafiía
de la 'pera, q t'l.ienes eí pueden e r verdade1·os críticos en la materia.
Después de pasados los cnmpHmif~nto e l recibo, etc., algún amigo de
la casa (en ayado de antctnano) dice en voz alta que les gustaría tnucho
á los convidados oír tocar á la señorita Ana y al señorito Lino, indicación
que al rcomento apoyan to o , sa le al piano la señorita Ana
después de mil requiebros y F rotesta de que ella no sabe nada y que
le es Ílnposible tocar delante de tantos maest ros; poro en pocos minu.tos
q uoda enci a su fingi a 1nodostic, y al fin se sienta al piano después
de subir y baja1· diez veces el asient , hacer mil fnllerías y requiebros
con el galán que la acó do brazo, etc. etc. Lino sacó el violía
y comenzó un a perges de notas en estilo de arpegios pero sÍn cuidarae
del tono en qne los hacía, Jo cual hizo tapar los oídos á más de cuatro
del auditot·io. o se cuidó Lino de justificar la afinación, porque había
templado el violín co el piano á las 6 p. m. · pero como las cuerdas
eran nuevas, á los prhneros acordes se dejó sentir tal desafinación,
que algunos, pt•e textando fumar un igarril1o, se salieron al corredor
para salvar de semejantes choqnes musicales los tímpanos del oído.
Ni Ana ni Lino cayeron en la cuenta de lo que pasaba, hasta que un
amigo que había oído criticar la desafinación, se acercó á Lino y le dijo
al oido : " míra que el violín está des finado. ' Lino paró la ejecnci6n
al momento, y disculpándose con las cuerdas nuevas, afinó de nuevo
y comenzaron un dúo del T 'rovado-r.
A los veinte compases el piano había dejado atrás 1 violín por lo
menos en tres ó cuatro compases, el desacuerdo era terrible, y alguno
más franco que los demás dijo que había lgún error en la música,
por no decir en la ejecución de loa tnúsicos. Se comenzó de nuevo, y
después de varios errores, chillidoa del violin y otras peripecias, se
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115
acabó 1 pieza y se levant' na con tu air de triunfo y atisf oció
que nbió de punto e n las frívolas fulicitacionc de todos; otro tant
)e ucedi' á Lin quien no quería soltar . vi'-,lín con 1 esper nz e
probar to avía n1' u babilida es e violiui t ; pero uno de los artistas
pre entes, tetniendo qne e r43piti ra 1 prirner acto, ofreció bon ado
amente toca•· nn valse para qnc b ühr· n los aficiona os, y eot o 1
pr pne t fne ap ya a con cal a·, tn v Li n 0, m u y Á. su pesar, quo
guardar n io1ín.
El eñol' Q., á toda é ta e hal Í estar muy a.ti fecho y yo preferir que el señor Q. no
convidarrue á otra soil'ée si D. Lino tocar violín tan mal."
EJ pobre señot· Q. hizo do tripa corazón y tnnrrnuró entre diente
que .. Ir. L' " ith no sabía nada de mú ica porque los d<'más estaban de
acul.!rJ" ct~ aplaudir los méritos al'tLsticvs de sus hijos.
A los quince días de lo nat·rado arl'ib , el senor Q. invit' Je nuevaá
otra soirée, pero tuvo la sorpt·es de recibir mil ex:cnsas de 1 .. inritados,
eutre ella , una condicional de r. mith en esta forru :
'Sefi.or Q.
•· Agradeceraltl\mente honor convite, pero preferirí no, si D. Lino tocat· violín .
. , Humilde sirviente, c. II. S:r.UTH.'
uisiera la fortuna que htibiera muchos .Mesrs. Smiths cnaudo se
qniere poner en tortura los oídos de los convid dos con la vanidad
pretensiones de muchos aficionados; e to no qniere decir que no deb
m os tratar de perfeccionarnos en el i nstru monto de n u ostra simpatía,
y que no dcbtmos apoyar á lo principiante ; pero del apoy
jnsto y erídico á la falsa etiqueta y adu,lación, h y una gran di tanci~
y por de:sgt·acia esta h1 sido la causa de malograr~e arti tiste: s aficionados
que bajo una hábil dirección y j ~h. crítica ht1bieran sido lo que
no son.
El mejor consejo q ne puede darse á los aficionados es el de n
arriesgarse en público antes d oir 1a opinión frauca y desinteresad
de algún maestro competente, y además no deben olvidar;
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116 ANALES DE J_¡A INSTRUCCIÓN PUBLICA DE COLOMBIA
l. o Siempre escojan una pieza fácil y de entitnien to;
2. 0 N u oca ejecuten mú ica que el público no pued apreciar;
3. o El buen tono y just~ afinación valen más qne la brillante ejeC'U<
Yi6n 6 saltos gimnásticos, que en el día son de mal gusto, salvo que
los jecutc un ve'rdade?'O violmista; y
4. 0 Nnn<'n toquen lo que no han estudiado concienzndamente.
t (De Elvioli n y biogrojlu¡8 de 'UJs princlpalea 'V'iolini~tas, por J ORGil: W. PntcE)
EL VISITADOR MONTAÑO
1 (Drama histórjco por Oonsta.ncio Franco V., en cuatro actos divididos en siet&
cuadros).
No se dí tingue nuestra litet·atura por la abun ancia de obras dramáticas,
ni las pocas que tiene alcanzn.n ese gra o de perfección que
caracteriza á las obr:¡s de este género escri tns allende el mar ; con pocas
exc<:'pcione nno"'tro dramas on ensnyos, 6 m ejor aún, tentativa y nó
obras n1a estras.
Fácil es, nun par¿l Jos e píritn poco amigos de la investigación de
Jas cnn n , d e cubrir qn e nn e tra nit'iez r lativa y le\ falta de estímulo7
son los fn c torc ¡winci paJe en la pro ncción d l fenómeno anotado.
En E p na, por ejemplo, 1 nrte clrnrnático no llegó á su mayor altura
ino d ptl' que la mndre patl'in era mayor de edad y h bía cumplido
la miaióu que el ciclo le sennlara.. ~ ue on el siglo x vrr cnando Lo pe de
Vega di la verd,ld ra fórmul del arte dramático moderno y acabó por
sepultar los yol oxidado resortes ele la trage JBLICA DE COLO~IBIA
otros más de la cosecha del autor; estos incidentes están lógicamente
comprendidos en la r Iación histórica, y por. lo tanto no la desvirtú n en
lo más mínimo, antes bien la robustecen y amenizan y producen así el
efecto que el s,utor se propuso al introducirlos.
El Visitador Monta1Eo pertenece á la familia de los dram s de capa
y espada; por tanto, los caractere que en él entran en juego son los de
caballeros á carta cabal, celosos defensores de su honor y de su Rey, y galantes
y respetuosos con las damas; y estos c~racteres están no sólo bien
delinendos, sino que también denuncian 1 artística mano del autor en el
modo como en ellos aparecen mezcladas la sombra y la luz. Montano
se le odia, á Quesada se le admira; en Cat lina vemos el tipo de una verdadera
matrona, y en Zulema adivinamos la encarnación de los amores
ardientes y tempestuosos que el sol de Andalucía hace germinar en Córdoba
y Sevilla.
El lenguaje del drama es casi en su totalidad correcto; el diálogo
quizá se resiente de alguna dureza, defecto que se nota en la parte del
drama que está en prosa, pues en la que está en verso e usa grata sorpresa
la facilidad y fluidez de las redondillas y el corte maestro de los
romances.
Con profunda intención moral escribió el seflor Frauco su obra, y si
como producción a1·tística no tuviera mérito alguno, esta sola cualidad le
daría valor ante las conciencias honradas; pues siempre es noble y levantado
el esfuerzo de un escritor que procura que de sus pro uccianes no
puedan sacarse elementos que ayuden en la obra de la demolición del edificio
social, sino que, al contrario, defiende los fueros de la irtud y de la
moral y fulmina igualmente sus anatemas contra el vicio, ya se albergue
en almas de pecheros, ya fije su m nsi6n en espíritus hid lgos.
El Vis1'tador Monta1Eo merece unas cuántas representaciones en lguno
de nuestros teatros, como premio á la 1 boriosidad del autor y como
estímulo á la juventud estudiosa para que se entusiasme y acuda á cosechar
laureles en los para nosotros vír~enes bosques de Talía.
R. J. T ..
Febrero de 1892.
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DE LA INPLUENCI TJA. LlTEl\ATURA. ESPA~OLA 123
SECCION PEDAGOGICA
DE LA INFLUENCIA ARA:BIGA EN LA LITEBATURA ESPAÑOLA
E TUDIO PRIMERO
I. La crítica literaria delante el problema del orientalismo espa ñol.-Il. Verdadera
mi ión del pueblo árabe en la cultura española y europea. - Límites á que se ex·
tendió su predominio.-In. La civilhación árabe no alteró el carácter de nuestra
raza.-Influ ncia del elemento español en el desarrollo del saber muolímico.-Esterilidad
y falta de orjginalidad del pueblo musulmán.-IV. Qué es lo que la
Europa debió á los árabes.- Ley hi tórica que explica su pasajero predominio.
§ I
En el IX Congreso de los orientali ~ tas que va á celebrar e en Lon-dres,
y qne á la hora en que escribimos estas 1íneas habl'á debido comenzar
sus tareas, se tratará una vez más de esta manoseada cuestión
qne pusieron sobre el tapete la petulancia enciclopé ica y la intención
volteriana del pasado siglo. Allí nuestros eminentes arabistas Gayangos
y Simonet defenderán con brío y con lujo de bien digerida ciencia á la
civilización española, de la nota infamante de servidumbre oriental, y
pulvedzarán los endebles argumentos de Drapcr y de otros sectarios
que no tienen más consistencia que la que les da la mala fe y el eofisma
C>sado. Mas no por eso juzgamos inútil, por nuestra parte, desc~nder al
palenque en que se combate por los fueros d~ la verdad histórica, per-trechados
con las armas poderosas que ponen á nuestra disposición los
ricos arsenales de la moderna erudición española, no aprovechados, en
nuestro sentir, hasta ahora, como merecen eerlo.
A Ja cnltura más original tal vez que produjo la fe cristiana de la
Edad .Media, á la literatura más nacional entre las europeas, el espíritu
parado:xal de un saber tan infatuado cunllto envidioso, ha tratado de
arrebatarle lo que constituye su principal gloria ; á saber: ese origen
cristiano y ese impulso indígena. Nació tal intento, corno llevamos
dicho, del odio que los orgullosos sofistas dal pasado siglo alimentaban
en su seno contra la civilización católica, y creyeron con razón darle
un mortífero golpe si lograban mostrar á sn más gloriosa representante
como humilde esclava de Mahoma. Inconscientemente, ó para no pasar
plaza de ignorantes, formaron coro con nuestros detractores muchos es-critores
cat6Hcos y entre ellos algunos espaiioles, y lo que fue al principio
ngendro de cerebros enfermizos, vino Iuégo á sentar plaza de
indn bitable axi< m a histórico ent1e tántas supercherías como formaron
gran parte del (' .. ndal (;l(lltifico de la limoa ndt .a e ] figlo :XJX. Poco
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124 A.NALUS 01!: (u~ INSTRU<.:OIÓN" PÚBLICA D.E COLOMBIA
á poco so fueron bn cando t)emejanzas fortuitas ó puramente bumanae
entre el pueblo árabe y 1 espafiol y hasta los demás enropeos, y no
hubo psendo-orientali ta qne nu tropezara con el peregrino invento de
alguna imit~ción, y que o creyera descargar un fuerte arietazo contra
el sabor cri tiano medio-eval.
Así, en el sigl antedor el abate Massieu atribuía el origen de la
rima ::\ los árabes españole , y el P. Andrés, á quien llevaron tan lejos
]as preocupacione enciclopédicas, el de las narraciones romancescas. Al
decir de otr·os ol'ientali tas, Ja ór·denes militares religiosas nada debieron
á las Cruzadas, ino á los moros, de cuyos rabitoa ó fronteros eran
servil copia. ~Hay algo e11 nuestras letras más original que el aso·
nante y más encarnado con la fonética y ciencia íntima de nuestra lengua
1 Pnc no faltó nn Li mondi que lo refiriera á los árabes. Los cuentos
de gignnte ) de hadas los hall mo en la infancia de todos loa
pneblos, y ha ta en lo civilizados, sí bien conservados en las últimas
capas sociales, las más tenace goardadoras del espíritu primitivo; la
Mitología gl'iega y la escan • in a va llenas están de tan ab urdas narraciones;
mas á pe5ar de ello l mismo Lismondi concede su paternidad
únicamente al pueblo árabe. 3 Qué más~ hasta del mismo culto á la tnlljer,
tan cl'i t,iano y tan desconocido de los pueblos bárbaros ó paganos,
tan opuesto al m o e m o la con idera la civilización muslímica, á los
árabe, e les dio Jet palma, siendo a í que, como el doctor Simonet ha
probado más de una vez i la mujer hi pano-arábiga, á diferencia
de ]a africana y turca, gozó aquí de algnna mayor con ideración, sobr~
saliendo en he n radez y en decoro, en letras, a1·tes y ciencias, y en posición
social, debióse á la influencia pod rosa del elemento cl'istian introducido
n aquella sociedad por la. mnjer indígena, la cual, a'l'rrvLáa
con la dignidrtd c,·istiana, con la ente?~eza ibél'ica y con la ilust-ración
hiapano-latina, sn po rep rtar tan sefialada eonq ni ta sobre us bárba·
ros dominadores.
Y no hemos conclnído todaví. con las supuestas ventajas de la influencia
arábiga en España y en Eur·opa. Todo lo bueno de la caballería
á ellos e Jebe, i hemos de dar fe á Viardot; todo lo malo á los sep·
tentrionale , y mucho es qtte no añada qne al catolicismo . A Faudel le
parecía ue había de concetlet· e algo á las influencias islámicas en el
nacimiento de la poesía trovadoresca. Delecluzc no se explicaba loe
libros de caballería sin la nov la de A ntar, ni la caballería andaote sin
el de ierto. en fin, para terminar de una vez con la larga serie de
panegiristas de la ei viliz eión oriental, mencioaaremos en ella á L. A.
Sodillot, Amari y Schack, si bien 'ste con mñs discre jón y l>tten sen-
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DE LA INFLUENCI 125
tido qne todos los aquí citado y al minen te Dozy, el en al llega á
afirmar ' que los rudos germanos ad ptaron la lcngna y la religión de
]os vencido mucho m á civiliza _ os qn ello · ma por el contnuio los
arabc , que eran su.pen.·o,res á los venm' d o (.), 1 impu ieron u lengua
y ha ta cierto punto n religión. (Reclw,·clte 1. 93).
Tales de afnero hi tól'ic han t ni 1 sn e l'l'ecti vo y á des•le larga
fecha. Idiaquez, rteaO"a y Marden eu el io-1) xvnr • o el nnéstro
D . J. Amador de lo Ríos, D . edro de Madrazo, J). nrcliano Fernández
Gnet·ra, D . ~nnel Milá y Fontanal, D . Jnan Valera, 1 actnal
Obi po de S lamanca P Fr. Tomás Cá.toara D . Franci co Javier
Simonet y Meoéndez Pelayo han roto lanza contra tan desr esuradas
exager cione , poniend la verda en sn pnnto. Entre los extranjeros el
Conde de Circourt, en n notable obra Ili8toire des m01•es mudejares,
se declara tam ién contra el orie ntali mo de las letrns españolas y
aunque no con tant a ierto y ent.u ia mo cot o él le han combatido
igualmente 1 ]H~rmnno~ chle~cl F. 'Volf 1 Conde de Pn ·maigt·c,
por n citar ino lo hombres má pre tigi sos en la hil:)toria de
nuestra litera tnra.
§ JI
Lo mncho que obre la cueQtión de que tr. t mos se ha escrito; el
progreso de la crítica literaria y los cie la e•·ndición permiten hoy
plantear aquélla n n 'erdadero teneno. ctualmente la teol'Ía del
ar bismo, dmitida con la xt nsión y tra cendencia qne ant~ se le
diera, es una de t nt fórmula intéti a~ .} á de ac•·editarlas que pretcnllen
. ·pli ·arl todo, in dignarse de cender hasta la realidad mi rna
é int lTogarla con amor de v rdad y con enrio idad de erudito. Y á tendr
mo oca ión de probar que i bien al pueblo árabe le cupo un papel
importante en Ja hi toria de la cidlización medio-eval, fue á pe arde
sus coudiciones de raza y de ns destructores gérmenes religioso y so·
ci 1 \ y que eu ' .. ta n r i~i' n ilesempef'í' má bian la funciones de
tran mi r y e n erva or á u man•jt·a de ]os tesoros de ci viJizaciones
má addantadas y por él hundidas en el polvo, qne de erdadero adoctriu
Jur de si temas y conocirniento ori :rina) y ropios.
Mas no por esto se ha de desdefiar el elemento ar· hiero en la historia
de nuestra cnltnra. Sí serí ab urda temeridad afirmar qn .... ella e
lo debe todo; negarla toda pa•·ticipación en sn desarrollo equivaldría á
desconocer nna verdad que la hi toria desmient á ca a io tante. No
en balde ~i ieron ambos pueblos en contacto dn rante ocho iglo , bien
que en continua lucha; ni en vano mezclaron su sangre, pues yá hemos
d i cho qne 1 mnjer indígena ya cristiana ya i:-lamizada fne nn pode-
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128
roso elemento de civilización . Ni se puede negar que la recíproca morada
de cri tianos y tnusulmanes en los países de diferente religión, ó
sea de los llamados mozárabes y 1nudéjares; la adopción de costumbres
orientales por algunos poderosos castellanos; el mutuo auxilio que loa
reyes moros y españoles se prestarog ; la participación de uuos y otros
en sn frecuentes guerras civiles; el trato hat·ta veces galante y caballeroso
de lae cortes de la Reconquista con las del Mediodía de España, y
otras y otras muchíaimas cansas que de relatarlas pudieran ser objeto
de un estudio espee;ial, habían de surtir á la larga efectos especiales,
aunque no tántos como pudiera suponerse.
Así como en lo que mira á la lengna, diremos con Milá y Fontanals
(1), le dieron ólo los árabes palabras y no mo ismos y giros (á
excepción de la conocida frase opta ti va ojalá), en las prácticas y usos
no se pasó más allá de la adopción de elementos aislados; y así como
todas ó cuasi todas aquellas palabras expresan, según se ha observado,
objetos exteriores y materiales y nó actos mentales ni afectivos, de los
árabes se aprendió bastante en cuanto á ejercicios técnicos, mucho en
cuanto á prácticas agl'Ícolas, algo respecto de at·quitectura, algo quizás
de música popnla•·, muy poco en lo moral y literario. Hay quien juzga,
añade en otro lngar el 1nismo autor (2), derivado del trato con los
musulmanes una especie de quietismo semi-fatalista que induce á dejar
de hacer lo debido por una falsa aplic ción de la gran verdad de
que ' sel'á lo qne Dios quiera;'' mas dado que semejante tendencia se
notase de un modo peculiar en E paña, donde nació el pro erbio ' con
el mazo dando y á Dios llamando ' (así lo trae Fray Lnis de Granada),
esto sería conceder á los árabes una influencia moral, no como quiera,
sino inexplicable pot· lo e traordinaria; además de que no hemos de
ol idar que el fatalismo fne también error de los paganos, y de ellos
se recibió la palabt·a ltado, juuto con otras supersticiones análogas.
Mas en fin, no es de la influencia oriental en las costurnbres espafiolas,
ni en su lenguaje, de lo que venimos á hablar aquí; ni de los
árabes corno objeto de nuestra poesía y de su reflejo en nuestra hi toria
tan profundo y continuado; ni de las huellas tenaces qne una domina·
ción de tantos siglos ha dejado en nuestros monumentos históricos y
geográficos. La cuestión que aquí estudiamos es puramente lit raria, y
por tanto tnás sencilla de plantear y de resolver. Y al hacerlo téngase
en cuenta que estos problemas no se dilucidan con síntesis deslumbra-
(1) D~ la pouia heroz~-popular ca.stdlana. Oración inaugural acerca del carácter
,eneral de la literatura española.--Barcelona, 1874, p. x T
(2) lbíd., p. XLII.
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DE LA. INP'LUE OI ARÁBIGA EN LA LITE
-doras, ni con comparaciones at·bitrari y fortuitas, sino con 1· bot·iosos
estudios de erudición. La crítica analítica es la que Jnás conviene á
este linaje d trabajos, ad irtiendo asimismo que al análisis ha de
acompatlar un studio compar tivo entre la do literatura objeto del
examen. M s ha progresado la historia literaria con el au ilio d la literatura
cotnparada, que con la ador ción ciega y entu iasta, bien qne
solitaria de las obras de un país, con v rtida en fetichismo nacional. A
los pueblos no se les puede ai lar de la hmn nidad, y á veces eso qne
llamamos co tnopoJitismo, no ta de ayer, co o vulgarmente se oree,
no es otra oo a que la afirmación de la solidaridad y de la unidad del
género humano.
m en ndo las circo ostancia cliJnatológica , el medio a bien te
material, que e ha d reconocer y aceptar así como el medio ambiente
moral, sin cercenar en lo n1á mínimo los fueros sagrados del libre albedrío,
ori ma angu to de la re lez humana sobre la tierra; e .·plica
ciertas igualdades que e n tan entre naciones de distinta raza y de lejanas
tierra . Fue tnod un tiempo e;.a·eer que la po pa oriental de
nue tros poeta sn lujo a dicción, su imabinaoión florida, eran herencia
de los árabe . El incesante trato con ellos de uestt·os antepa ados, la
hinchazón de Juan de Mena, la lozanía de errera, los ext1·a víos de
Góngora, no podían dar mayores isos de verosimilitu á aquella creencia
; y sin eru bargo, cotno y á observó el doctí imo Mifá, hasta en esto
se equi ocaro Jos ens alza re del arabismo, yá que la decantada inftneucia
oriental no podía plicar aquellos caracteres literarios, antes
de su aparición. Y es qne la influencia meridional, es decir, el genio de
las comarcas andaluza , se iutió en la poesí castellana en cuanto halló
una lengua y nna ver ificación que lo diesen fácil entrada (1). Diganlo
la hinchazón ' hiperbolismo de los dos énecas y de Lucano el poeta
latino más espatlol; díganlo los poeta corJobeses que celebraron á MeteJo,
que sin duda padecerían da parecidos defectos, cuando el gusto delicado
de Marco Tnlio 1 s reprendió atiquid pingue, a emá de sus s~
lecismos forasteros. llasta las danzas andaluzas, qu0 tan orientales nos
parecen, tienen sua predecesores cotno el culteranismo, en el suelo d
la Bética, antes que los hijos del desierto cruzasen el e trecho, y hoy toda
ía nos sorprende u los autores clásicos la descripción de las gaditanas,
muy semejantes á la que todavía co templamos, y e o que no
negamos la tnuy po ible cornnnicación de las músicas populares de las
dos naciones. Tan notable ejemplo nos prueba con cuánta discreción y
prudencia hemos de proceder antes de aventurar cualquiera teoría comparativa.
(8) Jbíd., p. XXVI.
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12
Dese sos do obrar e n esa mi 1na 1 e ura qne r· co•nonclanH) , ann
á trueqne de arde ridos, nos propo erno on este estudio sc.:r rná
pródi os n datos literarios que n a b traceion ,') ct prio1•i. Pa•·éccnos,
no b tant , qno nuestro conocimiento, si ui ra incotnplcto de bs dos
lit raturas oriental y cspano1a, no por·;nitc av~ntnrar las signi .. ntcs
conclu i ne , no tratan:3t e demo.;trar con ol rn yor metod >y <: n
toda }a ·Jaridad p sibl s.
La i ufinet1ci.\ arábiga n 'u e n n la. t'O n u e tras letr ,')' pct·o n'' pasó
de nn acci ente, de nn epi o i cttri,, o en n hi toria nc pat·a
nada alter" u e píritn esencial, sino qne á lo nt lo enriqn <·i' con
nuevo tonos y le di m á att·acti v . E ta influ encia fue tanlia. y uo
t tal; tarJía, supn st q 1e no se tnanifcstó h · ,')ta de pnés 'le la · nqnista
de T ledo; y p rcial ya qne tr sccn.lió princip lt ente á l
cien e· a, sin m o ificar n lo mAs rníni 1 o pí l'i tn po 'tic rudo y 1 dr itivo
het·oic y evcro, de nnestr raza. En ciertas obra mot·. 1 s
recreativas que ·aen tnás cntrt> do la jnds.Jicción litnrc ría que
]a tua cien .ia, la huella oriental fue extJ·aorJina•·ia y decitnos
adrede oriental y nó ára e 1 orquc tien en ella gl'an p rticipa ión la
cnltur cí ntífica de lo jndíc. no viene :.1 PJ' nna mi m con la de
nue tr s ntn ulmane alvo la vc11taja ln haberla <"On t•vadtJ los
isr~ •litas rnncho 111ás tiemp y haber inicia. lo n lh á l R et i,·tianos
(1 ). En <'uan t á la bras h istóri •as 1 n con ~1·va •·on 11 ht E lad
Media 1 t'ofund~\m nte grabado el ello nacional obre tuJ en los
primer tiemp s ant s de comenzar e á sontit· la influ nci del Renacjr
lient< puede aplicar .. c lo tni tn qnc de la poc ía 11 vatno" dicho. La
hit ríe primitiva sncl >ser una xten i"n de la poe ía épicn a í corno
é ta nna alteracií)n p éti<·a d la pl'ir er . . Tan f.'cilmcnte u vi rte
en 1~ infan i: de Ja socicdade la hi toria en oc ía, <'Otno la poe ía
en hi torhl. La le Tit Li io e fnn a n tt·a i i n s é¡ ica ól en
elJ ·onscr a da ; la de Sa x , rat tnáticu e a li tllen ta de n na pu í·
heroica can i na va ; de canci D('S d g stn ~a te llana 1a de • lfon o
el Sa i o ; y en snrna ningún puebl eh· librado de o edcccr á e ta
1 y litor. ria }llC prncba una vez n á la fu i'n r·ininaria de )a ei ncia
y Je la poc ía.
R alizó el fccnndn a r· z entre la ciencia rient 1 y )a occidental
u Espa t , y fue )a urboGa J\! aq ncl l restigioso sa cr d 1 lll ro
la ir perial cind d de Toled , ·i orH.le acu ier n en tl·opel lo xt•·an·
jero para ns r la lla v de r e sn " e•·e o , p .o de pné dl! re· liz -
(1) MENÉNDEz Y PELA YO . .Antvl<>gt.a de poetasl¡r~s ca,qtellanos.- Iadrid, 1. 90.Prólogo,
p. LXX.
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OLA 129
da n conqni ta ópoca en que ~ mienz:l el predominio incontestable d
Ja filosofía ar bigo-hi pana en el ccidente. Tan importante e e te
n1omento que afirma Renán qne la introducción de los textos árabes
en los estudios occidentales, divide la historia científica y filosófica de
la Edad Media en dos épocas distintas.
Antes d 1085, por la nulidad de relaciones entl'e los árabes y los
cristianos independientes, la cultnra arábiga les fue á éstos desconocida.
Más bien hemos de atribuír Antonces nna inftnencia directa de la población
cristiana indígena ó 1nozá1•abe sobre l· vencedora, así cotno de
los muladies ó cristianos renegados· influencia de qu() no puede dndar
quien conozca lo& tr·al>ajo!) del eximio orient lista católico doctor
Sitnpuet.
§ III
0onvicne tnucho dejar bien sent do qne 1 civilización árabe no
alteró en lo tnás mínimo e] carácter esencial de nuestra raza, ni debilitó,
antes bien afirmó, Jos dos polos sobre que ha girado la existencia y
la grandeza de la nacionalidad espafiola; el espíl'itn patt·iótico y el
religioso, alma principal también de nuestl'as letras. Sobre este punto
tiene el seiiot· barón de Schack, panegirista vergonzante, per6
discreto, de los árabes eapat'Ioles, una página muy interel3ante.
•• La poe&ía de los españoles-dice-ha nacido de lo íntimo do la vida 1e
la nación, y si ciertas abstracciones fuesen lícitas, bien se podría afirmar que su
eepíTitu y su sustancia se hubieran desenvuelto como son en el dia, aunque nunca los
castellanos hubieran sabido nada de la poesía de otros pueblos. Pero de la misma
suerte que en los accidentes, y guardando en su pureza el carácter fundamental que
penetra todas 2us creaciones, la poesía castellana se ha apropiado mucho de las de
otros pueblos, como algunas formas de versos imitados del itf41iano, y en Jos cancioneros
no pocos de los poetas de Provenza; así también ha guardado en sí algunas
señales de la poesía arábiga, como recuerdo de la época en que el Oriente y el Occidente
se tocaban en el suelo en que ha nacido, (1).
Todavía el sef'ior Schack coucede demasiado á la poc ía arábig~, pnee
ni esas setlales acertamos á ver en la nuestra, comparando la riqueza de
sn producción con las ligerísimas imitaciones muslírr.licas. Hemos copiado
el pasaje entero, en gracia de la imparcialidad, y porque la primera.
afirmación, notable y exactíaima, es también ~a fundamental.
N o hay poesía, en efecto, rnás castiza, •nás nacional por sus as'.Intos
y por su espíritu, más próxima á la realidad histórica y más ern papada
(1) Pouía y art6d~ los drabes en E8pa11.4 y Sicilia, por ADOLF