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Fairy Tail 46

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  • Autor
  • Año de publicación 2021
  • Idioma Inglés
  • Publicado por Kodansha,
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Hiro. Mashima, "Fairy Tail 46", -:Kodansha,, 2021. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3276103/), el día 2025-11-21.

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Relato de un asesino

Por: Mario Mendoza | Fecha: 2014

Un hombre, Tafur, está en prisión. Trata de reconstruir su vida a través de sus memorias para llegar a entender qué lo llevó a cometer un cruel asesinato. Con una prosa que cautiva desde el comienzo, Mario Mendoza sumerge al lector en la ambivalente vida de un individuo que busca liberarse de sus obsesiones. Una extraña enfermedad que aqueja a Tafur desde pequeño ha hecho que se mueva entre los extremos: una vida tranquila que lo lleva a tener horribles visiones y una vida entre los marginados que le procura tranquilidad. Viajando de un extremo a otro transcurren sus días, hasta que logra encontrar un frágil equilibrio entre los dos mundos. Relato de un asesino, la tercera novela de Mario Mendoza, nos presenta un alucinante recorrido por el alma de un hombre, al tiempo que nos obliga a una desesperanzada y lúcida travesía por Bogotá y todas las ciudades que en ella conviven.
  • Temas:
  • Autores colombianos
  • Literatura
  • Literatura colombiana

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Relato de un asesino

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Imagen de apoyo de  Anales de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia - N. 115

Anales de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia - N. 115

Por: | Fecha: 1892

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. TOMO XX Febrc•·o: 1 92 NUM.ll6 ANALES DE LA NSTRUGGION PUBLICA DE COLOMBIA SECCION CIENTIFICA REPUBLICAS HISPANO-AMERICANAS (De .El PO?''f)(Jnir de Carta~ena de 27 de Diciembre de 1891). Lo .. tr, gicos snce os de Chile así como 1 tremenda crisis C0nÓ­mica antcl'ior de la república rgentina, han sido causa de que toda la prensa europea, y especialment la británic, vnelva á ocuparse en la suerte de la repúblicas hispano-amet·icanas en general después d largo tiempo en c1ne apenas se dedicab ~1la poHtica do la mayor parte de estos paíse , cortas y despreciativas referencias como si se tratara de pueblo qne oscilaran estérilmente entre la barb l'ic y la farsa. Todavía e nota el adet án de proeiativo ien o do ello demostra­ción oprobiosa un reciente escrit del marqué::; de Lol'n hijo p lítico de la reina Victoria, que puhlic' 1 Deutsc/¿e Revzte de Septiembre último. Se refiere el escrito á la república Argentina y el noble escri­tor propone nada tnenos que la conquista. <.le ese paí por los al manes. Allí no hay sino hombres (los nativos) despreci ble pero i ven tnu­chos de sangre germánic qne pueden dar eficaz ayuda á la conquista. Se conocen bien-agrega el marqués-las grandes dolencias q no aque­jan ~ aquella comarca, tanto en lo político como en lo finaucicro · co­marca de plácido y saludable clima, pero habitada por un pucbl falto del sentimiento del orden y cuyo bienestar depende de que un poder extranjero ( 6 cuál?) le impida ro m pcrsc las cabeza , á breves iut rva­los, como si tal ocupación le cansara regocijo. Tiene esa comarea u na hermosa capital, una bahía espléndida, un suel fértil, donde todo es excelente, exceptuado el gobierno· y ella sólo necesita, par. con vcrtir­se en paraíso, la acción de nn protectorado europeo que consolide el orden por tánto tiempo dese:ldo sin logrc1r e . La propuesta conqnista germánica debe ser por tanto, alegremente acogida. La lliview of llev1'ews, de donde extractamo lo ~ recedente, hace de ello arma hostil contra la Reina considerándolo 'escandalo o ' · ANALK 6 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 82 .A.N A.LES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA pero en la sección principal del mismo número que tenemos á la vista encontramos cosas idénticas, si no peores, de la pluma de M. ~tead, quien es, sea dicho de paso, radical inglés pur sang. A propósito de los sucesoP de Chile, receta M. Stead la horca al presidente .Balmaceda. -He dese'rves to 08 hanged, dice-y cierra el párrafo afirmando enfáti­camente que hay "pocas esperanzas para. estas repúblicas americanas, salvo que sean conjuntamente absorbidas por InO'laterra y los Estados Unidos, lo cual puede estar más próroimo y ser más posible de lo que algunos suponen.' (N o tamos la mención de los Estados U nidos corno acto de adula­ción á quien tanto se aborrece como se temo). Además de estos prominentes rasgos de olímpico desdén, será opor­tuno mencionar lo que nos cuenta, en carta de fresca data, nuestra ilus­trada amiga la sefíora doña Soledad A. de Samper. Nos cuenta, deci­mos, haber hace poco asistido á un Congreso internacional de geografía en Berna, y oído allí discursos de sabios acerca de la América del Sur, en los cuales demostraron su ignorancia completa de nuestro mapa, pues que confundieron unos países con otros, y aconsejaron á la gente dispuesta á emigrar qne no fuera á tales tierras salvajes, donde tanto los gobiernos como los naturales tratan indignamente á lo s extran­jeros. Se bserva, no obstante, como yá lo insinuamos, que alguna parte de la prensa europea principia á ocuparse, con relath·a seriedad, en la suerte tan accidentada que ha cabido en loto á los pueblos de Ilispano­América constituídoe en repúblicas. Tenemos por ejemplo, á Ja vis ta nn ·grave estudio del p ectator de Londres, cuyo punto de partida es el ' ex-Presidente Balmaceda ' : título del estudio. Según dicha acre itada revista, estos pueblos presen­tarían semejanzas con las antiguas repúblicas italianas , comparadas por Mil ton, en sus guerras constantes, á cuervos y tnilanos. La misma lucha de los ciudadanos pata apoderarse del gobierno sin ten e r clara noción de la labor gube rnativ a ; la misma tendencia al desorden iaterno y á las agresiones fu era· Ja misma capacidad para alimt;ntar reeíprocos in­veterados odios · la misma disposición á servir de prosélitos de ricos magnates ; la 1nisma corru pci6n; la misma propensión á derribar nota­bilidades de intensa individualidad, y la falta de escrúpulo para hacer uso como expediente político, del as esinato. Muchos de los dictadores hispano-americanos y aun algunos de Jos virreyes, merecen pintorescas biografías, según el mismo Spectato'l'; y nn0 por lo menos-el General Barrios, de Guatemala-se aproximó, si no llegó del todo, á un Médicis. Pero entre aquellos lejanos imperantes y eetos contemporáneos, hay la Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REPÚBLICA 83 diferencia de ne 1 s primeros fundaron siste1nas y dina tía mientras que toda la obra de lo modernos "'C la ha llevado el viento, y ellos mis­mo no han podid siqnier e tabl ccr dominación vitalicia. tlS esplén­didas hazai'Ia rírnenes . us o ada venturas y horn 'ríe tr ícione , ningún puesto estable les han a egn r~u·ado . iognno h podido fundar un principado, ni transmitido el poder á sn descendencia, ni ha croado nna situación que e haya sostenido durante cincuenta afios. u victori han eido precarias siempre, aun­que brillante á vece . Aparecen en 1 revuelto e ccnario generales re]ati amente capaces homb ro enérgico admini tradores hábile en oca iones; pero ya sea por ley do las circunstancias ' de algún vicio inherente á. u naturaleza, concluyen con fr·ecnencia por emplear la mnert , el terro1· como arma nece aria de defen a é instrumento fatal de gobierno. Es cyla c1 personaje cnhninante en IIispano-América nunc· Cé ar .:. ugusto. E decir, el sangninari que agita y destruye y o' 1 estadista que aunque más ó menos evero, edifica y calma. 1 o parece poco atinada la pinttua aunque no carezca en absoluto de verda . El a e inato político e hoy, por fortuna, tnuy excepcional en el nevo und . En Mé. ·ico no h ocurrido~ qne sepa m o después de la ·aída del Imperi . i en Colombia ni en Venezuela, ni en el Ecuador hay nada ~emejantc nn t·claci' n á los últimos diez años, ni á má remot é oca i e exceptúan poquí imas aisladas ejecuciones de egun lo ó tercer ordeu. ólo podría 1 et cionar e con justici , como magno crimen polític en tod l:l antigua Colombia, el sacrificio de a 1·e ocurrido como se sabe hace runcho m 'a de medio siglo, y el de G reí Moreno. En Bolivia en el · crú, en Iguuos de 1 s Estados de Cen~ro Amé-rica y en aití-que no es ispano- mérica- s donde se han dado ejemplos que pnedcn confirmar la apreciación del Spectato1•. Los fusilamientos decretados recientemente n Chile, durante el gobierno dictatorial de Balm ceda, haR sido actos de severidad excesiva, que rayan en crueldad · pero algunos de ellos lo fueron de represión de ofensas que en todos los países civilizados sE: castigan en tiempo de guerra con pena capital. N o desplegó Balmaceda má lujo de ejecuciones, ni con mucho, que el obierno británico cuando la ublevación de la India oriental, hace lgo más de un tercio de siglo · ni que Espaiía cuando la insu­rrección de Cnba; ni qn Franci Cllc n ha ha id u levaciones en rgeli . Oul'ante la guerra franco-alem oa fueron jecutados varias veces espíae y guerrilleros, y lo rnism durante la gnel'r de secesión de loe Estados U nido . Y en la época trágica la Oomnna de París, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 84 INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA. hube ciertarncnte alarde feroz casi de una y otra parte. ada decirnos d 1793, porque aquellos tiempos pertenecen á otro siglo. E tábamos tnuy jóvenes cua!ldo la célebre insurt•ección húngara de 1 4 , pero recordamos perfectamente los horrored de aquella terri­ble repre i' n. Los destierros á S iberia y la horca con que se ataca en Rusia al nihilismo, son hechos de actualidad que todos conocen. La últirna sublevación de Polonia contra el de potismo de los Zarec (1863 á 1864, si ma.l no recordamos) fue ahogada literalmente en sangre. No hay, en suma, nu gobierno europeo que al tener que habérsela con alguna seria rebelión, no desplegue severidad implacable para rest ble­cer el imperio del orden á que están vinculado intereses morales y materi~des d inestimable valor. La dulcificación relativa del sist tna penal se ha enido en el Viejo Mnndo acentuando justamente á medi­da que ha venido también sufriendo decadencia el espíritu r e \rol u­cionario El asesinato político no es, pues, factor qne .eba tencr s~ en encn­ta 1 hacerse el s tndio do la t e1 pestnosa hist ria contcmpo l' á n ea de i pauo- Améric'l. La comparación de Barrios e n vualquier Médicis es infeliz, por­que, en primer lugar, Barrios fue un caudillo que especialm e nte se distinguió por un ten1 pera mento sanguinario de que fue muestra ca­racterística el sombrío episodio del fusilamiento del padre Pagés, cuyo reciente relato en otra sección de este número de nuestra hoja inserta­mos. .r iogún ltfédicis dio signo de temperamento semejante, pues los acto de represión que tuvo qn · sancionar nno de e1los-00sme-á su regreso del ostracismo, son e tirnado por la historia imparcial como actos necesarios en aquella époc~ en que las ejecucione políticas eran cosa coro ún ; aparte de las ci t·cunstancia en que e nía al poder el rehabilitado gonfaloniero. Bardos, en segundo lugar, carecía por com­pleto de ilustración, y tnás todavía de sentimiento artístico, cuyas dotes fueron sobresalientes en los Médicis, y en particular la última. Sólo en la acumulación de riquezas podría pareeer adecuad· la comparación, pnes Barrios dejó á su viuda algunos millones· pero además de que la opulencia de los Médici les vino no de saqueos oficiales sino de sn hábil labor comercial durante largo tiempo, ellos se distinguieron y ganaron prestigio y adhesione por su i teligente munificencia. de que t.i nc c·on cimi nto •. nalquier mediano e~tndiante t; hi toria. Tar poc'> anda :'tinadc• el peotator cuando alude al proselitismo que lograb n lo mi moa magnate italiano , encontrando hecho seme­jante en la hiRtoria política de estas conmovidas repúblicas · porqne no Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 5 nos parece exacto que la posesión de riquezas sea causa do l'C'tigio político n Hispano-América, donde, á pesar de todo, hay r ncho me uos 1 a ión plutónica que en Enropa y los Estados Unidos, sin que pre· tendamo por eso afirmar que exista el desinterés que sería eseable para la pureza racional de la vida pública . .Más correcta anduvo la revista británica cuando comparó algunos de Jo per onajes de la insurrección chilena con los antiguos nobles venecianos. Todo ese tremendo capítulo de historia á que ha puesto cárdeno pnnt nn snicidio tiene ciertamente má de un rasgo parecido al modo de sor de ]a trágica república del Adriático. almaceda mis­mo fue una e pecie de Marino Faliero en pugna contra 1 constitución y leye cuya oonarda e le había encomendado tnás preeuntnoso que patriota y leal y, sobre todo, rebelde á la tradición de partido, y ano de casta y al deber primordial de no disponer e la magi tratnra su­prema sino consultando el sentimiento y el interés de la colecti idad que se la había confiado. El peotator en otro número, toma nota del consejo extravagante dado á Alemania por el marqués de Lorne · y, lo mismo que la gene­ralidad do lo órgano de la opinión británica o mue tr sorprendí o de la ligereza del consejo. Lord Lorne-af'íade-ha olvidado tres pode­rosas razones para que la u urpación del territorio argentino no pueda realizar e · á saber : l. a Que lo americanos quemarian su último cartucho para impe­dir tan brutal infracción de la doctrina Monroe. 2.• Que los italianos tampoeo permitirían que sus compatriotas quedasen sometidos en ]a Argentina al obierno alemán. 3.!\ Qnc Alemania tendría qne gastar cien millones de dinero y enviar cien mil soldados para llevar á efecto la conquista· uedando además expne ta á la invasión de Francia. El 8pectaWr califica de acto de piraterí el que pro pone á Alema­nia el hijo político de la Reina. Mnchas on las dificultades con que tropiez aún la conaoJidación política de Ili pano- mérica, y ólo Dio sabe cuándo esa coneolida­ción será general y cumplido hecho· pero todo indica que el peligro de reconquista europea ha pasado para siempre. Las naciones del viejo continente no tienen yá convulsiones internas· pero tremendos pro­blemas sociales están allí por resolver aún, y el afianzamiento de la paz exterior se encuentra también en condición problemática; pudiendo depender la guerra en pavorosa escala, en un momento dado, del ca­pl'icho de un hombre. El consejo del tnarqués de Lorne acusa más ignorancia que inmoralidad, y si hnbiera sido dado por algún cualquie- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 86 ANALES DE La INSTRUOCIÓN PUBLICA DE COLOMBIA ra, todos lo habrían creído desatino de loco, ó nadie le habría hecho los honores de Ja discusión. Encontramos en el Standa1·d, diario de opiniones ministeriales, se· gún se asegura, mejores conceptos aún que los que emite el Spectator acerca del problema hispano-americano, con relación á los aconteci­mientos de Ohile. El diario citado cree qne el orden volverá á reinar en Chile como en los treinta aflos auteriores á la guerra, porque los v e ncedores son políticos experimentados y debon además haber reforz~ci o s u capacidad en la época de prueba de que aeaban de salir triunfantes. i hay, por otra parte, en Chile esas rivalidades personales que han d esetnpeflado papel :desastroso en las agitaciones de las otras repúblicas hispano­americanas. La gran destrucción de valores cansada por la naturaleza del conflicto, severísimo aunque no de ·larga duración, dará también motivo para que las reglas de prndencia sirvan de norma preferente á los futuros gobernantes y partidos. Esto último no sel'Ía tal vez aplica· ble á otros países acostumbrados al desorden y descrédito; pero sí lo es á Ohile, por haber entrado, de tiempo atrás, en la órbita de las nacio· nes celosas de su bnen nombre ante el mundo civilizado. El 8twnda1Yl alude, de paso, al yá referido consejo ciel marqués de Lorne, considerándolo impertinente, y agrega, también de paso, qne ha desaparecido el tiempo de la reconquista del suelo hispano­americano. ''La América del Sur-dice-debe levantarse por sus propios esfuerzos, su pro­pia politica., su propio patriotismo, y-por ahora á. lo menos-con sus propios recur­sos. Estos son evidentemente grandes, y para su completo y provechoso desarrollo sólo se requiere que haya probos, estables y capaces gobiernos. La industria no puede pro - 91'eBaiJ' en coma1·cas periódicamente ca1·comidas po1· sanguMa1·ias ,.evoluciones. Un{J, atmós­fera de seguridad es indispensalJle d los emp1·esarios pa1·a .la útil prosecución de 8U8la. ­bores ... _, La paz, oH efecto, es el al(pha de toda obra política, y si Chile va á entrar fácilmente en vida normal, eso se debe á que, á la sombra del orden, han germinado allí y tomado raíz las ideas de libertad y justi­cia, hasta convertirse en hábito ó segunda naturaleza. Todo es teórico en el progreso político de los pueblos, cuando en el hecho éstos vi ven en revuelta atmósfera de perturbación y crimen. La simple paz moraliza emancipando á los hombres del infiujo de bár­baras pasiones que los mantienen en estado de demencia. Ser libres para destruírse como ciertas fieras, es el más irritante sofisma de la ofuscación, ó de la pervorsida.d sistemática. El Speotator advierte, con candor, que no es por malas constitu· Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LEYES U D S DURANTE EL GOBIERNO DE LO RB E. DE ROMA 87 cioues e crita por lo qne los pueblos hiapauo-americanos no progresan, pne esa constituciones en g neral son correctas, sino por algún otro defecto más íntimo. E defecto es, á nuestro modo de ver, uno capita­lísimo : ) ne no ha llegado toda vía. el período sociológico en que cada cnal, sabiendo gobernarse á sí mismo puede a umir la tarea de gober­nar á los otro . Se ha e tablecido una especie de círculo vicioso, como ncerlc en todo los casos do profundas dolencias. La guerra perm nen­e r tarda el advenimiento del salvador períodos cio1ógico, y mientras ~te p!.! río o no aparezca h1 gnert' h bt·á de continuar en sn desastros labor de ruina y bar·barie sal v lo e traordinario. LEYES dadas durante el Gobierno de los Reyes de Roma y compiladas por Oayo Papirio. Tradnoidas de la obra de historia de Antonio Terrasson por Alejandro Motta., Profesor de Derecho Romano en el Oolegio del Espíritu Sa.nto.-Año de 1882. PARTE PRIMERA DE LA. RELIGIÓN, FIES'l'AS, SAORIFIOIOS, ETO. Ley 1." La Divinidad tll podrá ser representada ni en figura de estatua, ni de imagen. Se considerará sacrílego al que crea que Dios tiene figura de bestia ó de hombre.-(Nnma .Pompilio). Ley 2.a Se adorará á los dioses de nuestros ante pasados sin mezclar en el cnlto las supersticiones de loe demás pueblos.-(Rómulo). Ley 3.1\ No podrá hacerse nada sin haber consultado antes la voluntad de los dioses.--(Róm u lo). Ley 4." El Rey presidirá los sacrificios y sefialará las ceremonias que han de observarse.--(Rómulo). Ley 5.• Sólo los patricios podrán ejercEr el sacerdocio.--(Rómulo). Ley 6." A imitación de la gran mesa que el pueblo adora en el templo de Juno, se podrán hacer libaciones sobre una mesa consagrada en lugar do altar.--(Oitada por Macrobio). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 88 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA Ley 7 ... Las Vestales mantendrán pe1·petuamente el juego sagrado en el altar de la diosa. Pero la que llegue á cometer crirncu contra la pureza, será enterrada viva; y al seductor se castigará con ]a pena de garrote. (La parte primera de esta ley fno dada por Róroulo y la segnnda por Tarquino el Antiguo). LBy .o. En los días de fiesta no habrá administración de justicia. Los escla­vos están obligados á guardar las fiesbs y no podrán trabajar en esos días ; y para que nadie alegue ignorancia del día de sn celebración, se sefíalarán en los calendarios, que serán públicos.-(N nma Po m pilio). Ley 9 ... Los ciudadanos no podrán tener reuniones nocturnas, sea para hac~r deprecaciones, sea para ofrecer sacrificios. -(Rómulo). Ley 10. En las expiaciones que se hagan para detener las deegracias que amenacen al Estado, se ofrecerá á Jos dioses frutos, tortas saladas, etc. -(Numa Pompilio). Ley 11. El vino qne se use en las libaciones, se sacará de vif.ía purificada. -{Numa Pompilio). Ley 12. En los sacrificios no Ee ofrecerán peces sin escarBa: todos los que tengan escama podrán ser ofre~idos, menos el Escaro.-(N urna Pom­pilio ). Ley 13. Lo tlespojos opimos serán ofrecidos por el que los haya tomado, :i Júpiter Ferctrio, inmolándole un buey; y en recompenea recibirá trescientas libras de bronce. Lo despojos tomados á los oficiales ene1nigos serán colocados en el campo de Marte· el que los haya tomado hará, al tiempo do deposi­tarlos, n . sacrificio en el que inmolará un toro, ó un carnero, 6 un cerdo ; y en r¡coro pensa recibirá doscientas libras de bronce. Los despojos tomados á los soldados enemigos serán consagrados á J ano uirin , inmolán:iole un cordero ; y el que los haya. tomado ten­drá d crech á cien libras de bronce. Todos estos diferentes sacrificios e haráu en forma de expiación. -( uma Pompilio). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LEYES DADAS OUll.ANTE EL GOBIERNO DE LOS REYES DE !tOllA 89 PARTE SEGUNDA DKL DERECHO PÓBLIOU Ley 14. L! Magistratura no podrá er ejercida ioo por patricios, qniene serviráu de patronos á lo · clientes. Pero i un patr·ón llegare á traicio­nar á sn cliente, se cousiderará indigno de la vida : en consecuencia, se le aplicará la pena de mnerte como víctima dedicada á los dioses in­fernale .-(Rómulo). Ley 15 . El pueblo reunido en asambleas elegirá sus magistrados, dictará sus leyes y administrará j u ticia en última in .. tancia. N o se podrá de· clarar ]a guerra ni concluír ningún Tratado de paz, sin haber obtenido antes su voluntad . ·-(Rómulo). Ley 16 . Los hornicidios n de la exclusiva competencia de los Dnunviros. Si el condenado a.pclarc ue la sentencia para ante el tribnnal del pue­blo, se le e ncederá. Pe:· ·i se con til'rna la. s'3n te ocia, el culpado, des­pués de haber sido azotad se colg t·á · nn árbol en la iudad ó fuera de los muros.-(Tulo Hostilio) . Ley 17. El qne voluntaria y maliciosamente dé muerte á otro, se castigará como homicida. Pero si la muerte fuere ocasionada por accidente for­tuito, imnolará un carnero por vía de expiación .-(Numa Pompilio). Ley 18 . Los muro de la ciudad de Roma serán coBsiderados como c osas santas.-( Ró m n 1 o). Ley 19 . El labrador que arranque las estatuas de los dioses que sirven para fijar los límites de las heredades, será sacrificado á los dioses manes, lo mismo que los bueyes de que se servía para el cultivo de sus tierras . -( nma Pompilio). Ley 20 . Se prohibe el ejercicio de las artes sedentarias, que sólo contribu­yen á la introducción ' mantenimiento del lujo y de la desidia. --(Róm u lo). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 90 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA I>E COLOMBIA. PARTE TERCERA DE LAS NUPOIAS Y DE LA. PA'fRIA POTESTAD Lev 21. El matrimonio celebrado por medio de la confaneación, da dere cho á la tn ujer para entt·ar en la casa del marido en la participación de los mismos dioses y ienes. LeJJ 22. Durante el concubinato no po drá la n1njer apt·oximarse al altar de Juno. Pero si tran forrna 1 concubinato en justas nupcias podrá ha­cerlo, siempre qne antes se haya cortado los cabellos é inmolado una oveja por vía de e~piación. -(Nnma Pompilio). Ley 23. La tnnjer que llegare ñ ser convencida de haber cometido adulte­rio ó cualquier otro crimen que tienda al libertinaje, tendrá por Juez al marido, quieu podrá aplicarle la pena q ae crea conveniente después de deliberar con los parientes de la mnjer.-(Rómulo). Ley 24. A la rnujer convencida de haber bebido vino, podrá e1 marido aplicarle la pena de muerte.-(Rómulo). Ley 25. Será causal de divorcio respecto del marido el que la mujer cometa adulterio, en ven ene á los hijo~, ó tenga llaves falsas. Pero si la repudia sin haber cometido ninguno de estos crímenes, e l1narido en castigo per- • derá todos sus bienes los que se di vid irán en dos partes : una para la mujer, y ]a otra para la diosa Ocres, y además se sacrificará á los dioses infernales.-(Rótn oJo). Ley 26. El hijo que nazca rnonstruoso será muerto por el padre al instante qoe vea ]a lnz.-(Rómnlo). Ley 27. El padre tiene sobre sna hijos legítimos derecho de vida y muerte, derecho de venderlos y de exponerlos.- (Rómulo). . Ley 28. Si eL hijo ha contraído matrimonio solemne con el consentimiento del padre, perderá éste el derecho do venderlo según la ley.-(N nma Pompilio). Ley 29. El hijo vendido por el padre tres veces y manumitido otras tantas, saldrá de la patria potestad.-(Rómulo). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. DU.RAN'TE EL GOBIBRNO DE LO DE ROYA 91 Ley 30. Si nn hijo ha injuriado do hecho á su padre, será dedicado 1í. los diose infernale uoque obtong perdón del padre. Ignal pena so aplicará á la nuera que cometa la misma falta con su suegra. (Unos atribuyen esta le~ á Rómulo y otl'os á Servio Tulio). Ley 31. A la tnujer que estando encinta llégue á moi'Ír, n e le podrá en-terrar sin haber ante extraído el foto · y si el rnarido no cumpliere con esta di po ici'n se ca tigar' como c'm1licc en el no nacimient de no ciudadau .-( J"nma Pornpilio). Ley 32. Si de un m trimonio nacieren tre~ hijo varones á la vez los pa­dres pueden olicitar qne sean alirnentados y educado .. á expensas de la República; privilegio de qne gozarán ha$ta la edad de la pnbertad. ~(Tulo Hostilio). PARTE CUARTA DE LOS OONTRATOS, DEL PROOEDI.MIENTO Y D.E LOS FUNERALES Ley 33. La buena fe e la base y fundamento de todos los contratos: el que los viole será reducid á prisión. (Servio TnJio). Cou cincuenta leyes tnás relativas á los contratos de todas la única que so encuentra es ésta. Ley 34. Si en el día sefialado para pronunciar sentencia en negocio civil ó crilninal sobreviniere algún impedimento legal al juez, árbitro ó al demandado, se seHalará nuevo día para la decisión.-(N urna Pompilio). Ley 35. En los acritirios que se haga.n en la inhnrnaciones de lo ciuda ­danoa no se derram· r/ vino sobro la tnrnba .-(Nntna P mpilio). Ley 36. Si algún hombre llegare á ser herido por el fuego del cielo, nadie podrá socorrerle para ali viario ó levantarlo; pero si qn~dare tnuerto no se le harán funerales; sólo sí se permitirá. cnterTarlo en l rni tno lugar en que haya mnot'to.-(N uma Pompilio). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. TH.UCuiO~ PÚBJACA DI! 'OLO lBr A SECCION LITERARIA CRITICA LITERARIA (A P OPÓSITO DE HAMLET) (De El P()M)6nir de Cartagena de 8 de Ecero de 1892). ace algo más de tres at'íos que en un estudio consagrado á .M.ateo Arnold, recién muerto entonces, dijimos hablando de Shake peare .... "y todavía se discute acerca de lo que ignifi.ca Hamlet-si escepti· cismo, ó venganza, o justicia. Tal vez el mismo Shakespeare, si pudie· ra hablar, tatnpoco descifraría el enigma!' El Quijote tarnbién ha dado znatcria á diferentes conjeturas acer­ca del verdadero íntimo pensamiento del antor. Ridiculizar los libros de caballería andaute, pareció ser ese pensamiento durante los primeros tiempos ; pero una crítica más seria no se conformó con la interpreta­ción, y las ideas actuales atribuyen grande elevación filosófica á la cele­brada creación de Cervantes. Don Quijote y Sancho serán, pues, bajo triviales fol'mas, el profundo contraste de las dos corrientes hu1nanas que se dirigen, la una hacia regiones ideale , y la otra, tomando el ce· nagoso y vulgar limo de los apetitos. Como este contraste es providencial y de prolongada existencia, el libro se ha hecho imperecedero, y Don Quijote y Sancho son á la verdad personajes históricos de carne y hueso. Cuando nno l e la novela del Curioso impertinente, incrustada en el Qu?j'ote cot o una piedra preciosa en áurea joya, tiene que persua­dirse de que Cervantes era gran filósofo, conocedor de las intimidades del corazón humano, é incapaz, por lo mismo de haber escrito nume· rosas página sólo para hacer reír. El Cwrioso impertinente es, en efec· to, según nuestro juicio, la más provechosa y trascendental advertencia que pnede dar á la humanidad un. penetrante sabiduría. IIamlet vive y vivirá, porque es también la representación autéA­tica de una faz del elemento humano. Shakespeare tomó la hilaza de su famoso drama en una vieja crónica, como tomó asimismo la de mu· chas, si no de la mayor parte, de 'US otras creaciones-Romeo y Julieta por ejemplo.-Pcro todo el alor sicológico de sus éroes es trabajo original, y, en ocasiones, trasunto fiel de sí 1nismo. Bajo estos concep­tos, hay más historia en sus dramas de esta categoría qne en las trage­dias escritas sobre asnntos reputados históricos como las de Julio Oéaa,., Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. ltÍTIOA LITE A.RI.A. 93 Ooriolano, Antonio y Oleopatra. En el drama de En1~iqu,e V parece haber también m á sicoloo-ía t.í pica que común historia. Allí se m u e tra el contraste de la ida tri vial y gozosa con un fondo vet· aderamen te viril y heroico, á somejaoza del Sardanapal() de Byron ; y se encuen­tran en el protagoni ta rasgos del carácter del autor. El príncipe es amigo del placer como Shakespeare; como él no siempre es cómico, no está todos los días di puest á reír, y sabe, cuando os necesari , tomar actitud seria. El mismo pereonajo prounncia estas palabras : "Yo os conozco á todos, y me presto transitoriamente á favorecer l~s locuras de vuestro fastidio, á. la manera como el sol con iente, á veces, que las nubes velen su esplendor, p ra que la ausencia de éste aumente su atractivo. Si todos los días del afio lo fueran de fiesta, las diversiones serían tan pesadas como el trabajo, y por eso, en proporción de su rareza, son ellas más deseadas. De modo igual, cuando llegue yo á renunciar la ida licenciosa que hoy llevo, se me encontrará superior á lo que de mí se prometen, y más agradable será 1 sorpresa del público. ·• Todo el teatro do S a ~espeare se ha di idido en cuatro períodos á aber: .Llp7'e?tdizaje, que comprende dos dra1nas y cuatro comedias , entre las cuales merece ntención particular El sueño d e una nooll. e de e tío. Desa?"rolto, que comprende el drama romanesco do Romeo y Ju­tieta l hist' rico de Bln·iq ~t e V y varios otros drama y comedia.. en­tre la <~ 1ale fio-uran El M er oade'r de Venecia y Et muclw 'ruido po'r nada. J->esirnismo, que comprende Ilamlet Otelo, Jlfao/¿etJ¿ el Rey Lea1·, entre otros drcnnas, y tr :)s medias. Optimisrno, eu fir cuya última obr es la Tempestad. Se recordará el argnrnento del drama de Hamlet. n p dre, rey de Dinamarca, rnunó de repente, y, apenas muerto, su esposa contrae matrimonio con su cufiado Clandio. Esta ocurrencia, más aún que la simple muerte de bU padre, sumerge al hijo en reflexiones lúgubres: ' .... Muerto h ce dos meses cortos-dice-muerto tan excelente rey que compa­rado con este (Claudio) eg como Ilypecio comparado con Sá.tyro. Y era tan amoroso con mi madre, que no podía sufrir ni nun que las ráfagas celestes golpearan fuerte­mente la mejilla de su e posa. . . . Fragilidad, tu nombre es muje-r .... " Pero hay un crirnen cu todo esto. El espectro del difunto Rey ha aparecido en la plataforma del castillo de Elseneur, como si tu viese al· gún secreto terrible que r velar. Hamlet acude á ese lngar á J hora de las apariciones sinie~tra . y J sp .. ctro le comnnica toda )a v r<.laci de su mHerte, de que on re};pnn. nblcs la rnadrc de Harnlet .Y Clandio usurpador de Ja corona. El rey le encargR vengarlo. pero sin tocar ' la madre y esposa Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 94 ANALES DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA DE COLOMBIA. adúltera, 'quien debe quedar castigada solamente por la jnsticia divina y sus propios remordimientos. "1 Ah lla más culpable de las mujeres-exclama el príncipe-¡ Perverso, perver o~ perverso 1 Dadme mi libro de memorias, para apuntar en él que uno puede sonreír, si, que uno puede sonreír y no ser, sin embargo, más que un perverso .... El siglo se de­rrumba: ¡qué fatalidad que haya sido yo destinado á ponerlo en orden 1 " Las tremendas vacilaciones que se apoderan de su alma desde aquel momento constituyen la esencia del drama; apareciendo la lucha entre el deber Je la venganza y el temperamento tierno y sonador del héroe. El recuerdo de la imao-en y de las palabras de so padre vivirá en sn cerebro mientras ha a allí memoria en medio de sn desconcierto. Desterrará todo lo frívolo, cuanta m!.xima haya tomado de los libros y todo lo qne la juventud y la observación le hayan snministrado · y en su 1 ugar las órdenes del Rey serán escn 1 pidas en su mqnte libres de toda impura mezcla. Pero las vacilaciones parecen dominarlo por compl to. Y dudas, retrocedes, desconoces A la inocente Ofelia en su quebranto, Y de interior combate ansias atroces Dan ú. tu labio extravagante3 voces á tu alma quitan ln expansión del llanto. Tál fue nnpstro propio cotnpcndio de las oscilacione rie 1/amlet como mandatario de ]a jnsta cólera del difundo monarca. Mucho se ha di cntido accrl'a de sn locura: si fue real ó fingida . .Este es punto capital, porque los conceptos y actos de un hombre que ha perdido el u o de su razón n tienen peso alguno. Hamlet, loco efecti o nada vale, y todo el drarl'1a del que es él alma qneda depre­ciado. Un crí ic francés en reciente e tndio, entra á analizar el proble­ma como s.i se tratara á la v rdad de nn héroe vivo. Obser a que en la crónica Ha·mlet es efectivamente Joco· pero que allí e a locura está bien justificada, mientras que en el drama es otra cosa. Después de haber hablado con 1 e pectro, pudie1·a creerse que se disp0ne á simular la locura puesto qne annncia á sus compañeros que en adelante puede juzgat· conveniente asnmil' una actitud fantasiosa.· Lnégo se vale do Ofelia candoro a para representar la demencia y conseguir que se ~ropagn la noticia de sn trasto rno intelectual. Por Jo demáe, la supuesta locura no es sostenida por el n1ismo IlrJ,mlet, ni los allegados se interesan mucho e:1 averiguarla. Otros críticos célebres, y ann alienistas, han ido hasta formular esta serie de preguntas : Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. RÍTIC.t LlTERA.Iti \ 95 l. • ¿Tenía ó nó Ha1nlet disposicione á la locura~ 2 . ¿ T" o habría la muerte de n padre y el subsiguiente atritn - nio de su m dre desarl'oll do tal Ji po icioncs? 3 .a ¿Si en la e pecie d loet l"re, viendo árboles flores prader s y cielo abierto. Con razón pues, que el uía en que nna. familia emprende su paseo al c. mpo el regocij se 1 i u te n torlo los semblantes. Sobre todo, la. lle-g al paraje destina o á la huelga vora.nieg , es alegría, casi locura: e contento de los nitlo no tiene medida; · c6 1.0 saltan en el prado; cóm corren tan sólo por el pl, cer de o er ; cómo gritan; cómo trepan A 1 s colina , ansiosos de vistnr nuevos pai f je ! Es que el hombre necesit cultivar de cuándo en cuándo relaciones con la naturaleza libro, amplia, abierta; nccesit anchos horizontes para sus miradas ávidas de va.sta perspectiva~; necesita ire para su pocho, ansioso del perfume de ln.s ma .. leza y de la frescura de 1 s brisas; necesita oJ, áglla y viento, lo mismo que la }lant , la flor y el ay . En un pueblito que yace al occidente de la capital, distante de óst unas sci 1 guas, ó aenu, en nuestro actual si tema, unos tres miriámetros, habí en Diciembre ele .... varias !amiliae que acudieron allí atraid~ts po la merecida fama que quel sitio goza po1· sus buenas guas, sus aires pnros y el noble carácter de sns moradores. En esb s íamiliaa h bía d todo: en unas opulencia, en otras medianía, pobrczl on otras. ~fas I apacible vida de campo las igualaba hnsta don e es posible que en l, ri­queza y la estrechez quepa igualdad. Animaba la franqueza rol eione contraídas sin antocedeutes y etiquet ; y la expansión de los ánimos bo­rraba 1 s distinciones que fijan en las ciudacles las diferencias nacidas d lo que llamamos posici6n social. De entre e ta f mili B, nos fijaremos solamente en dos: la Ord611ez y 1a Polanco. Poseía la primera fortuna mediana, por lo cual llevab vida muy modesta. La segunda, un de J s más opulentas de la rapita, observaba, no obstante, on su nueva residencia, hábitos sencillos, y hasta, puclior decirse que humildes. Era digna de todo elogio la cor araba re pecto de bienes de fortuna. Sin embtngo, temeroso de que su amigo echa e á mala parte su negativa, accedió por fin á sus inste: ncias. Oomo RicEndo había habl'" do repetidas veces de Jns prenda de alma J corazón del excelente joven, la familia. le recibió muy bien: todos á porfía le manifestaro11 cordial deferencia y le inspir, t•on confianza. Él salió a ti. fecho y agrtulablemente desengaflado e las prevencioned qne le habfan hecho t roer, de parte de aquellas opulentas gentes, orgullo y des­precio. -1Yiucho me ha gustado tu familia, díjole á Ricardo, quien salió á acompaflar)o á alguna distancia de la casa. Te confieso mi :pecado: temía yo tratarla, porque me figuraba que sería gente engreída, de esa que cree degradarse con las relaciones de los que no estamos á su nivel. ¡ ué des­engafiG> tan agradable! ni siquiera noté lujo en el ajuar de la habitación. -¡Qué lujo ni qué nino mtlerto, hombre! b-'Iis padres saben qne unos pocos bJenes de fortuna no autorizan para halagar el egoísmo con la os· tentación de anidades pueriles. ltligu l se sintió ali iado de un peso que antes lo abrnmaba: vio de úbito anulada la di tancia que Jo separaba de su amigo. La modestia venía á igualar l cond íción de las dos familias. E"'a t.sde durante la comida, hizo á su madre y su hermana grandes elogios de la familia de Ricardo y de las virtudes de éste. Al día siguiente se lo presen ló. La cordialidad se estableció sin dificultad alguna entre el excelente joven y dofia Matilde y Julia, madre y hermana de 1Yiiguel, quienes componían toda su familia. Ríe 1do repitió su visita á la noche siguiente. Causábaule encanto }a paz y el amor que reinaban en este inocente hogar. "Tié aqui, peus - a, resuelto á mis ojos el arduo problema do la felicidad. Estas gentes, pobr s y humildes, gozan do una paz que en vano se buscarí en hogares opulentos." Por la conversación que tuvo esa noche con dona l\Iatilde y Julia, en tanto que Miguel se habia Tetirado á escribir unas cartas que debían ser en iadas al siguiente día, conocjó :aJgunas de las intimidades de este di­choso hogar. Dona Matilde hab1a perdido á su esposo h. cí diez anos; l ro . exageres, observó Julia. o n d noté; tou 1 e ntrario, re-i Lí a tencione u e creo no merecer. E as palabr· confi.rm· ron 1 ospech·ts e ~Itgn J. .... le q n dabfl. dute la h bian impresio­nado de tal m o era, que no h bía ten i 1 jo p~\ra ver las muestras de de r io qu las seiloras Lóp z poco se cuidaron de di imular. 0fi Matilde pu o t" rmino á ata e n er acióu d nll á los dos jó­eu s la nlen de coota1·se, por s r yá d n siado t nl . iigu 1 durmió poco: e tab . fuert mcnt impresi lOado . 1:' r ve~ rim ra habíc hallado n su herman , tu.n snmi sien1¡re á su menores es os, pírítu de contradiccjón. Ella, tan atisfecl 'l ante con l mor de su m dre y su h rmano y con los hntlilll g ce d una. pobrcz p - cífica y dign,, se h bía atre ido á d ch·le que á la id. qne h t enton­c, es habí lle d , pr ferí 1 r tiro de un el. u tro. l or otra · rtc, ¿ ué podíé proponer e icardo con inquietu,r 1 orazón de la inocente cria­tura? ¿qué scrí de ell ei un amor sin. porvenir 1l ga.b á npoderar~e de su alm ? Juli no e rró l s oj s : palabras nunca oí < s por ella. habían e ce - dido 1 fonda de su corn~ón inc uto, y r sonab· n en él con eucant j m~s im ginado ni n u fios. sn prin1er a o en el mundo habh encontr - do flor s hCJ osae. o rala f licidad eso que hal>ía. bore '1 h "t en­tonces en el en o de su hogar silencioso oscuro: el bía do r lgo como Jo que en aquelJo m o en tos adi vinab · e lg Cclp z c.l acia.r la a id z de un alma. nsiosa. V P¿t ~non algun s día • icardo menudeab 1 sus visit·.. Julia, y se m nii stuba más dmirador de sus rarn pren . A Iignel uo e ocult - ba nnda; presentimient s margos le cau ab. n t iedo. 1\I ., le fgo. '' En el Banco *** dejo una suma de alguna consideración. ¿Perdonarás li mi cariiío si ofendo tu delicadeza? Si• alguna vez te hallares en situación angustiosa, dispón como quieras de ella . Acépta esto, amigo mío, como un humilde recuerdo de aquel cuyo corazón te debe lo que en el mundo no puede tener precio : amor á la vir· tud y esperanzas inmortales. "A esas santas criaturus que Dios te concedió por compafier&s, díles á. mi nom­bre muchas, mucha cosa ¡ díles lo que ólo tú C!abes decir; sé para ellas el intér· prete de este tierno corazón que conoces tan á fondo, porque él es hijo tuyo, que for· maste en horas de en efíanzas prúctica , de esas que dejan huellas imborrables. e e :Mi amor no es un secreto para ti ni para ella. Díle que la esperanza más dulce de mi alwa, que en mi largo viaje me acompafinrá y me sostendrá en mis luchas con­migo mismo, es la de poder .más tarde pasar mi vidn ll u ludo, vhla modesta como lo Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 110 es ella, lejos del fau sto enemigo de lo verdadera. dicha., lejos del bullicio aturdidor del mundo, lejos de l as ávidas miradas de círculos corrompidos por el retlnstmiento de la vanidad. Díle que me espere : quizás mi ausencia no sea muy larga. No sé cu .. nto durará mi p erm anencia en Europa: ello depende en un todo de la voluntad de mi padre. las l. qué son. unos ai'ios para corazones cuy ternura se siente capaz de desa­fiar los embates del tiempo? .... "Adiós, Iiguell ¡adiós, Julia! ·adiós, virtuosa madre de esos dos ángeles!. .•• " :Miguel leyó esta carta á sus dos compat:tera , como le decía icard.o. Más de una vez sus sollozo? interrnmpieron ]a lectura. Las lágrimas de Julia corrían silenciosas, y humedecían su f·lua de blanca muselina. VII Tres meses d e pués recibió Miguel carta. de Ricardo escrita en Paris. Dábale cue11ta en ella. de las circun tancias de su viaje y de sus primeras impresiono recibidas en la metrópoli del gran mundo. Para Julia había palabras de tc.rnura y afectuosa" promesas. 1 cabo de un ano se recibió otra oarta, que fue la última. En ella hablaba Ricardo con eutusia .. mo e Jos refinamientos de la ciudad dicho­sa, sin dejar de tener de cuándo en cuándo una q e otra expre ión des­precia tiva para esta tierra atra ada., en que por e gracia suya había visto la luz. Pnra Julia, a.1gunos pálidos recuerdos de amistad y cordia­les deseos de que fuese dichosa. "Miguel lo comprendió t odo: aquel1o estaba termina lo. Era deber suyo rodear á su hermana de mayor afecto, endulzando en lo posible la amargura de su alma. Él se creía el úuico re ponsable de todo, yqaería resarcir á fuerza de ternura. el dafio que su imprudencia había caa ado á la inocente n iíla. Era él quien había acercado la llama al combustible: debia; si posible le ern, apagar el incendio. Poco á poco, como quien paso ante paso se acerca á un objeto temi­do, fne procuranclo preparar á su hermana para un clesengafio, hasta qne al fin le reveló el fondo de su pensamiento. La infeliz escuchó en silencio, y pálida como una estatua de marfil, las reflexiones de su hermano, y al cabo rompió á llorar. l'Yfas la esperanza, último recurso de un corazón que padece, ino á couforta.rla: no 1:3C ananca al primer e fuerzo una planta que ha echado raíces profundas. Honda tristeza se :íue apoderando de ella, tristeza muda, traidora, de esas que á sordas minan el lma y en sí mismas se concentran á devorar sus recuerdos. Su salud dedmejoraba á. ojos vistas: sus mejillas perdieron el suave sonro a o que tánto las embelleciera en sus días de inocente feli­cidad; en sus ojos se apagó aquel fulgor que á su pesar revelaba. los más íntimos secre~os de suJcorazón; sus cabellos, tan abundante en otros días, se empobrecieron bien pronto. Yá no era sino una sombra de aquella joven hermosa y altiva sin presunoi6n, inteligente y á la par modesta, euya presencia inspirab respetuosa simpatia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LES 111 L madre, que ponetrab en lo ínbim del corazón de aquel pe lazo de sus en tr fin , con te m plab en tristecid los progresos que l melancolí ib h cien do en 1 en ible cri. turn · en vano se esforzaba por tlarlo valor, por di traerl , por hogar la matadora pasión á fuerza de ternura y carifl o. VIII Pasado lgún tiempo, cuatro afios después de su partí a ae Bogot ', torn6 icnrdo al su lo nativo. Impo ible hubiera. sido á quien hubiese conservado int cta la ima­gen del joven que paseaba con ~Iiguel por las prn erías de un rincón de la abana d Dogotá, n las tardes arreboladas de uu lujoso Diciembre, imposible 1 hubiera i o reconocerlo ahora. Su hermo a fisonomí , en que poco tiempo ante la vida o tentaba todo el vigor de su savia abun- 3ante, e taba demacra · su ojos apag dos no eran aquellos que bullían brillndore,::, alumbrados por el amor; su frente re elaba el peso de la fría. triet zaque bt·nm b sn cor zón. Y á imposible le hubier si o reco­nocerle si lHtbiese podido penetrar por un momento en eso corazón de veinti éis ~tflo helado al op1o del escepticismo, sin afectos, sin ilusiones, sin más cn1to que el del deleite. Cuando .. Iiguel u po la llegada de su antiguo amigo, sintió placer y miedo: podía suceder que tornasen á su hog r aquellos d1as de dich que habí n huído como los arrebole al hundirse el sol; mas también podía. suceder qu un último desengatlo extinguiese por completo la esperanza en el corazón de Julia, cuya ida penesos . El joven esposo recibió una esquela concebid en estos términos: "En cumplimiento de una promesa que hice á usted, le envío ese anillo que us­ted recordarú al punto de verlo. N un ca ha adornado la mano de ningún miembro de mi familia: puede, pues, usted usado sin temor de que él revele secretos e. ·traños. "La suma que dejó usted en el Banco*** está allí todavía. Puede usted pedirla~ juntamente con los intereses que haya devengado.' Ricardo sonrió con desprecio. Mas al colocarse el ani U o en uno de sus dedo , una lágrima rebelde rodó por su negra barba. ¿Le recordaría aquell joya las tiernas emociones de su alma el día de su primera comu­nión, cuando aún creía y amaba con el dulce candor de la inocenci 7 ¿Recordaríale los encantos que un amor noble y puro regala al corazón, y que más tard , cuando el hielo del escepticismo apag la 11 ma del en­tusiasmo, se nos pr scntau como una sonrisa irénicade la fal a entura? ... Miguel v ciló unos dí s sobre darle 6 nó á su herm na noticia del matrimonio de Ricardo; mas al fin se decidió á proceder con franquez • Ella, cu ndo se hubo convencido de la realidad, exh&ló nn sollozo ahogado; y la' go bajó los ojos y se quedó pensativa, como si hablase con­sigo misma. A pocos momentos irguió la cabeza y sacudió los cabellos que le habían en parte cubierto la frente . Su rostro estaba sereno; ni una lágrima empanaba la brillantez de sus ojos. Cual si despertase de un pe­sado sueno, recobró sus fuerzas y se puso en pie. Tal parecí que con va­lor arrogante desafiaba al infortunio que cobarde la hería. -¡Me engallaste, cor zón iluso! yo te castigaré obligándote á devo­r en silencio tm amargo dolor. Tál se dijo sin cuí arse de que era e cuch d . luégo, alzando los ojos al rostro de Migu 1, que nternecido l con te m piaba, le dijo son ­riente : -Fue un engano, nada más. ¿Acaso no podemos engatlarnos todos~ Creí amar á un ángel, y me equivoqué. ¡Qué necia! ¿no? Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 113 -Perdóname, Jnli.: oy el respons ble de todo. Sufrí t·lmbi'n un engntlo. Yo debí pensar que una ami ·tad de igual no puede producir sino frutos amargo . El munn r ny pocos l R aficiona os que logl'an nna ejecución qne deleite . , í on rnuchos los qne con us pr ten iones y vanidad ponen á Ja per ~onas qne los rodean en tortura cada vez qnc abren la e ja del violín para mostrar sus habilidades en el instrumento rey. 'lo el studio contin no y e ncieuzudo puede dar una ejecución bella en cualquier iustnu cuto, y en el e ['0 del violín, esto no tiene ex cepd6n ; pero veamos lo que ncede 'll la mayor parte de los caso , con un cjctn plo que, si no cierto, es ben t'rovato. El eñor . tiene do hijos : la seflorita Ana y el joven Lino. Ana ha recibido lecciones d piano, por l e pacio de tres afíos, del profe or X., y desp és de haber dado el Be,·tini ¡;u.esto los valses y galopa de concierto de Kette1·er y a1 0 nna .frJ¡ntasía · de lo lLerrnanos .Bi'llerna, ha sorprendid ~dguno do n < tnigos con su b;•iUantiJ eje­cución, y en las reuniones de ia e sa todos lo invitad s han declarado (se cnticnd , por io-norancia ' por cnt vlitniont<) qne la señorita A na es un genio/ que su, ejecuczon pasr~¿a, te. cte. El señor . se pone J¿ueco; 1 señorita se levanta del iano con · ir Je lliva y ct· e á pie firme que u estrell artí ti ca estiÍ n 1 ;.;en i t. Los parabienes de los amigos, e) suelto Jde nno de sns novios en '"o je 1 , peri' dicos de la ciudad, que 1a compara con ma ama Schn1nann (por lo tnenos), hacen ANALK 8 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 114 que la pobre niña pierda }c; cabeza, y de de ese omento no hay nadie que pueda darle lecciones ni hacerle noa oportuna indicación para me­jorar su pésimo mecanismo ó su falsa expresión. Lino es un joven simpático, de eda de catorce ' quince añ ; ha estudiado dos afios y medio violín con el profesor 13.; dio el Atbard á saltos/ sabe tocar t?a()ll los valses de moda,- comp ne bamoltcos y acompaña á Ana algunas de las piezas que ella toca en el piano. El scfi r Q., como todo padre amo­roso, cree llegado el caso de hacer una tertnli a en su casa, y convidar á lo más escogido del profesorado tnusical de la capital para sentir aque­lla dulzura qne todo padre siente cuan o oye alabar las habilidades especiales de sus hijos. Llega Ja noche tan esperada y e reúnen en casa del sel'íor Q. uaas cincuenta ó sesenta persona entre ella algunos artistas de la compa­fiía de la 'pera, q t'l.ienes eí pueden e r verdade1·os críticos en la materia. Después de pasados los cnmpHmif~nto e l recibo, etc., algún amigo de la casa (en ayado de antctnano) dice en voz alta que les gustaría tnucho á los convidados oír tocar á la señorita Ana y al señorito Lino, indica­ción que al rcomento apoyan to o , sa le al piano la señorita Ana después de mil requiebros y F rotesta de que ella no sabe nada y que le es Ílnposible tocar delante de tantos maest ros; poro en pocos minu.­tos q uoda enci a su fingi a 1nodostic, y al fin se sienta al piano des­pués de subir y baja1· diez veces el asient , hacer mil fnllerías y re­quiebros con el galán que la acó do brazo, etc. etc. Lino sacó el violía y comenzó un a perges de notas en estilo de arpegios pero sÍn cuidarae del tono en qne los hacía, Jo cual hizo tapar los oídos á más de cuatro del auditot·io. o se cuidó Lino de justificar la afinación, porque había templado el violín co el piano á las 6 p. m. · pero como las cuerdas eran nuevas, á los prhneros acordes se dejó sentir tal desafinación, que algunos, pt•e textando fumar un igarril1o, se salieron al corredor para salvar de semejantes choqnes musicales los tímpanos del oído. Ni Ana ni Lino cayeron en la cuenta de lo que pasaba, hasta que un amigo que había oído criticar la desafinación, se acercó á Lino y le dijo al oido : " míra que el violín está des finado. ' Lino paró la ejecnci6n al momento, y disculpándose con las cuerdas nuevas, afinó de nuevo y comenzaron un dúo del T 'rovado-r. A los veinte compases el piano había dejado atrás 1 violín por lo menos en tres ó cuatro compases, el desacuerdo era terrible, y alguno más franco que los demás dijo que había lgún error en la música, por no decir en la ejecución de loa tnúsicos. Se comenzó de nuevo, y después de varios errores, chillidoa del violin y otras peripecias, se Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 115 acabó 1 pieza y se levant' na con tu air de triunfo y atisf oció que nbió de punto e n las frívolas fulicitacionc de todos; otro tant )e ucedi' á Lin quien no quería soltar . vi'-,lín con 1 esper nz e probar to avía n1' u babilida es e violiui t ; pero uno de los artis­tas pre entes, tetniendo qne e r43piti ra 1 prirner acto, ofreció bon a­do amente toca•· nn valse para qnc b ühr· n los aficiona os, y eot o 1 pr pne t fne ap ya a con cal a·, tn v Li n 0, m u y Á. su pesar, quo guardar n io1ín. El eñol' Q., á toda é ta e hal Í estar muy a.ti fecho y yo preferir que el señor Q. no convidarrue á otra soil'ée si D. Lino tocar violín tan mal." EJ pobre señot· Q. hizo do tripa corazón y tnnrrnuró entre diente que .. Ir. L' " ith no sabía nada de mú ica porque los d<'más estaban de acul.!rJ" ct~ aplaudir los méritos al'tLsticvs de sus hijos. A los quince días de lo nat·rado arl'ib , el senor Q. invit' Je nueva­á otra soirée, pero tuvo la sorpt·es de recibir mil ex:cnsas de 1 .. inri­tados, eutre ella , una condicional de r. mith en esta forru : 'Sefi.or Q. •· Agradeceraltl\mente honor convite, pero preferirí no, si D. Lino tocat· violín . . , Humilde sirviente, c. II. S:r.UTH.' uisiera la fortuna que htibiera muchos .Mesrs. Smiths cnaudo se qniere poner en tortura los oídos de los convid dos con la vanidad pretensiones de muchos aficionados; e to no qniere decir que no de­b m os tratar de perfeccionarnos en el i nstru monto de n u ostra sim­patía, y que no dcbtmos apoyar á lo principiante ; pero del apoy jnsto y erídico á la falsa etiqueta y adu,lación, h y una gran di tanci~ y por de:sgt·acia esta h1 sido la causa de malograr~e arti tiste: s aficiona­dos que bajo una hábil dirección y j ~h. crítica ht1bieran sido lo que no son. El mejor consejo q ne puede darse á los aficionados es el de n arriesgarse en público antes d oir 1a opinión frauca y desinteresad de algún maestro competente, y además no deben olvidar; Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 116 ANALES DE J_¡A INSTRUCCIÓN PUBLICA DE COLOMBIA l. o Siempre escojan una pieza fácil y de entitnien to; 2. 0 N u oca ejecuten mú ica que el público no pued apreciar; 3. o El buen tono y just~ afinación valen más qne la brillante eje­C'U< Yi6n 6 saltos gimnásticos, que en el día son de mal gusto, salvo que los jecutc un ve'rdade?'O violmista; y 4. 0 Nnn<'n toquen lo que no han estudiado concienzndamente. t (De Elvioli n y biogrojlu¡8 de 'UJs princlpalea 'V'iolini~tas, por J ORGil: W. PntcE) EL VISITADOR MONTAÑO 1 (Drama histórjco por Oonsta.ncio Franco V., en cuatro actos divididos en siet& cuadros). No se dí tingue nuestra litet·atura por la abun ancia de obras dra­máticas, ni las pocas que tiene alcanzn.n ese gra o de perfección que caracteriza á las obr:¡s de este género escri tns allende el mar ; con pocas exc<:'pcione nno"'tro dramas on ensnyos, 6 m ejor aún, tentativa y nó obras n1a estras. Fácil es, nun par¿l Jos e píritn poco amigos de la investigación de Jas cnn n , d e cubrir qn e nn e tra nit'iez r lativa y le\ falta de estímulo7 son los fn c torc ¡winci paJe en la pro ncción d l fenómeno anotado. En E p na, por ejemplo, 1 nrte clrnrnático no llegó á su mayor altu­ra ino d ptl' que la mndre patl'in era mayor de edad y h bía cumplido la miaióu que el ciclo le sennlara.. ~ ue on el siglo x vrr cnando Lo pe de Vega di la verd,ld ra fórmul del arte dramático moderno y acabó por sepultar los yol oxidado resortes ele la trage JBLICA DE COLO~IBIA otros más de la cosecha del autor; estos incidentes están lógicamente comprendidos en la r Iación histórica, y por. lo tanto no la desvirtú n en lo más mínimo, antes bien la robustecen y amenizan y producen así el efecto que el s,utor se propuso al introducirlos. El Visitador Monta1Eo pertenece á la familia de los dram s de capa y espada; por tanto, los caractere que en él entran en juego son los de caballeros á carta cabal, celosos defensores de su honor y de su Rey, y ga­lantes y respetuosos con las damas; y estos c~racteres están no sólo bien delinendos, sino que también denuncian 1 artística mano del autor en el modo como en ellos aparecen mezcladas la sombra y la luz. Montano se le odia, á Quesada se le admira; en Cat lina vemos el tipo de una ver­dadera matrona, y en Zulema adivinamos la encarnación de los amores ardientes y tempestuosos que el sol de Andalucía hace germinar en Cór­doba y Sevilla. El lenguaje del drama es casi en su totalidad correcto; el diálogo quizá se resiente de alguna dureza, defecto que se nota en la parte del drama que está en prosa, pues en la que está en verso e usa grata sorpre­sa la facilidad y fluidez de las redondillas y el corte maestro de los romances. Con profunda intención moral escribió el seflor Frauco su obra, y si como producción a1·tística no tuviera mérito alguno, esta sola cualidad le daría valor ante las conciencias honradas; pues siempre es noble y levan­tado el esfuerzo de un escritor que procura que de sus pro uccianes no puedan sacarse elementos que ayuden en la obra de la demolición del edi­ficio social, sino que, al contrario, defiende los fueros de la irtud y de la moral y fulmina igualmente sus anatemas contra el vicio, ya se albergue en almas de pecheros, ya fije su m nsi6n en espíritus hid lgos. El Vis1'tador Monta1Eo merece unas cuántas representaciones en lgu­no de nuestros teatros, como premio á la 1 boriosidad del autor y como estímulo á la juventud estudiosa para que se entusiasme y acuda á cose­char laureles en los para nosotros vír~enes bosques de Talía. R. J. T .. Febrero de 1892. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. DE LA INPLUENCI TJA. LlTEl\ATURA. ESPA~OLA 123 SECCION PEDAGOGICA DE LA INFLUENCIA ARA:BIGA EN LA LITEBATURA ESPAÑOLA E TUDIO PRIMERO I. La crítica literaria delante el problema del orientalismo espa ñol.-Il. Verdadera mi ión del pueblo árabe en la cultura española y europea. - Límites á que se ex· tendió su predominio.-In. La civilhación árabe no alteró el carácter de nuestra raza.-Influ ncia del elemento español en el desarrollo del saber muolímico.-Es­terilidad y falta de orjginalidad del pueblo musulmán.-IV. Qué es lo que la Europa debió á los árabes.- Ley hi tórica que explica su pasajero predominio. § I En el IX Congreso de los orientali ~ tas que va á celebrar e en Lon-dres, y qne á la hora en que escribimos estas 1íneas habl'á debido co­menzar sus tareas, se tratará una vez más de esta manoseada cuestión qne pusieron sobre el tapete la petulancia enciclopé ica y la intención volteriana del pasado siglo. Allí nuestros eminentes arabistas Gayangos y Simonet defenderán con brío y con lujo de bien digerida ciencia á la civilización española, de la nota infamante de servidumbre oriental, y pulvedzarán los endebles argumentos de Drapcr y de otros sectarios que no tienen más consistencia que la que les da la mala fe y el eofisma C>sado. Mas no por eso juzgamos inútil, por nuestra parte, desc~nder al palenque en que se combate por los fueros d~ la verdad histórica, per-trechados con las armas poderosas que ponen á nuestra disposición los ricos arsenales de la moderna erudición española, no aprovechados, en nuestro sentir, hasta ahora, como merecen eerlo. A Ja cnltura más original tal vez que produjo la fe cristiana de la Edad .Media, á la literatura más nacional entre las europeas, el espíritu parado:xal de un saber tan infatuado cunllto envidioso, ha tratado de arrebatarle lo que constituye su principal gloria ; á saber: ese origen cristiano y ese impulso indígena. Nació tal intento, corno llevamos dicho, del odio que los orgullosos sofistas dal pasado siglo alimentaban en su seno contra la civilización católica, y creyeron con razón darle un mortífero golpe si lograban mostrar á sn más gloriosa representante como humilde esclava de Mahoma. Inconscientemente, ó para no pasar plaza de ignorantes, formaron coro con nuestros detractores muchos es-critores cat6Hcos y entre ellos algunos espaiioles, y lo que fue al prin­cipio ngendro de cerebros enfermizos, vino Iuégo á sentar plaza de indn bitable axi< m a histórico ent1e tántas supercherías como formaron gran parte del (' .. ndal (;l(lltifico de la limoa ndt .a e ] figlo :XJX. Poco Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 124 A.NALUS 01!: (u~ INSTRU<.:OIÓN" PÚBLICA D.E COLOMBIA á poco so fueron bn cando t)emejanzas fortuitas ó puramente bumanae entre el pueblo árabe y 1 espafiol y hasta los demás enropeos, y no hubo psendo-orientali ta qne nu tropezara con el peregrino invento de alguna imit~ción, y que o creyera descargar un fuerte arietazo contra el sabor cri tiano medio-eval. Así, en el sigl antedor el abate Massieu atribuía el origen de la rima ::\ los árabes españole , y el P. Andrés, á quien llevaron tan lejos ]as preocupacione enciclopédicas, el de las narraciones romancescas. Al decir de otr·os ol'ientali tas, Ja ór·denes militares religiosas nada debie­ron á las Cruzadas, ino á los moros, de cuyos rabitoa ó fronteros eran servil copia. ~Hay algo e11 nuestras letras más original que el aso· nante y más encarnado con la fonética y ciencia íntima de nuestra len­gua 1 Pnc no faltó nn Li mondi que lo refiriera á los árabes. Los cuen­tos de gignnte ) de hadas los hall mo en la infancia de todos loa pneblos, y ha ta en lo civilizados, sí bien conservados en las últimas capas sociales, las más tenace goardadoras del espíritu primitivo; la Mitología gl'iega y la escan • in a va llenas están de tan ab urdas narra­ciones; mas á pe5ar de ello l mismo Lismondi concede su paternidad únicamente al pueblo árabe. 3 Qué más~ hasta del mismo culto á la tnll­jer, tan cl'i t,iano y tan desconocido de los pueblos bárbaros ó paganos, tan opuesto al m o e m o la con idera la civilización muslímica, á los árabe, e les dio Jet palma, siendo a í que, como el doctor Simonet ha probado más de una vez i la mujer hi pano-arábiga, á diferencia de ]a africana y turca, gozó aquí de algnna mayor con ideración, sobr~ saliendo en he n radez y en decoro, en letras, a1·tes y ciencias, y en posi­ción social, debióse á la influencia pod rosa del elemento cl'istian in­troducido n aquella sociedad por la. mnjer indígena, la cual, a'l'rrvLáa con la dignidrtd c,·istiana, con la ente?~eza ibél'ica y con la ilust-ración hiapano-latina, sn po rep rtar tan sefialada eonq ni ta sobre us bárba· ros dominadores. Y no hemos conclnído todaví. con las supuestas ventajas de la in­fluencia arábiga en España y en Eur·opa. Todo lo bueno de la caballería á ellos e Jebe, i hemos de dar fe á Viardot; todo lo malo á los sep· tentrionale , y mucho es qtte no añada qne al catolicismo . A Faudel le parecía ue había de concetlet· e algo á las influencias islámicas en el nacimiento de la poesía trovadoresca. Delecluzc no se explicaba loe libros de caballería sin la nov la de A ntar, ni la caballería andaote sin el de ierto. en fin, para terminar de una vez con la larga serie de panegiristas de la ei viliz eión oriental, mencioaaremos en ella á L. A. Sodillot, Amari y Schack, si bien 'ste con mñs discre jón y l>tten sen- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. DE LA INFLUENCI 125 tido qne todos los aquí citado y al minen te Dozy, el en al llega á afirmar ' que los rudos germanos ad ptaron la lcngna y la religión de ]os vencido mucho m á civiliza _ os qn ello · ma por el contnuio los arabc , que eran su.pen.·o,res á los venm' d o (.), 1 impu ieron u lengua y ha ta cierto punto n religión. (Reclw,·clte 1. 93). Tales de afnero hi tól'ic han t ni 1 sn e l'l'ecti vo y á des•le larga fecha. Idiaquez, rteaO"a y Marden eu el io-1) xvnr • o el nnéstro D . J. Amador de lo Ríos, D . edro de Madrazo, J). nrcliano Fer­nández Gnet·ra, D . ~nnel Milá y Fontanal, D . Jnan Valera, 1 actnal Obi po de S lamanca P Fr. Tomás Cá.toara D . Franci co Javier Simonet y Meoéndez Pelayo han roto lanza contra tan desr esuradas exager cione , poniend la verda en sn pnnto. Entre los extranjeros el Conde de Circourt, en n notable obra Ili8toire des m01•es mudejares, se declara tam ién contra el orie ntali mo de las letrns españolas y aunque no con tant a ierto y ent.u ia mo cot o él le han combatido igualmente 1 ]H~rmnno~ chle~cl F. 'Volf 1 Conde de Pn ·maigt·c, por n citar ino lo hombres má pre tigi sos en la hil:)toria de nuestra litera tnra. § JI Lo mncho que obre la cueQtión de que tr. t mos se ha escrito; el progreso de la crítica literaria y los cie la e•·ndición permiten hoy plantear aquélla n n 'erdadero teneno. ctualmente la teol'Ía del ar bismo, dmitida con la xt nsión y tra cendencia qne ant~ se le diera, es una de t nt fórmula intéti a~ .} á de ac•·editarlas que pre­tcnllen . ·pli ·arl todo, in dignarse de cender hasta la realidad mi rna é int lTogarla con amor de v rdad y con enrio idad de erudito. Y á ten­dr mo oca ión de probar que i bien al pueblo árabe le cupo un papel importante en Ja hi toria de la cidlización medio-eval, fue á pe arde sus coudiciones de raza y de ns destructores gérmenes religioso y so· ci 1 \ y que eu ' .. ta n r i~i' n ilesempef'í' má bian la funciones de tran mi r y e n erva or á u man•jt·a de ]os tesoros de ci viJizaciones má addantadas y por él hundidas en el polvo, qne de erdadero adoc­triu Jur de si temas y conocirniento ori :rina) y ropios. Mas no por esto se ha de desdefiar el elemento ar· hiero en la his­toria de nuestra cnltnra. Sí serí ab urda temeridad afirmar qn .... ella e lo debe todo; negarla toda pa•·ticipación en sn desarrollo equivaldría á desconocer nna verdad que la hi toria desmient á ca a io tante. No en balde ~i ieron ambos pueblos en contacto dn rante ocho iglo , bien que en continua lucha; ni en vano mezclaron su sangre, pues yá hemos d i cho qne 1 mnjer indígena ya cristiana ya i:-lamizada fne nn pode- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 128 roso elemento de civilización . Ni se puede negar que la recíproca mo­rada de cri tianos y tnusulmanes en los países de diferente religión, ó sea de los llamados mozárabes y 1nudéjares; la adopción de costumbres orientales por algunos poderosos castellanos; el mutuo auxilio que loa reyes moros y españoles se prestarog ; la participación de uuos y otros en sn frecuentes guerras civiles; el trato hat·ta veces galante y caballe­roso de lae cortes de la Reconquista con las del Mediodía de España, y otras y otras muchíaimas cansas que de relatarlas pudieran ser objeto de un estudio espee;ial, habían de surtir á la larga efectos especiales, aunque no tántos como pudiera suponerse. Así como en lo que mira á la lengna, diremos con Milá y Fonta­nals (1), le dieron ólo los árabes palabras y no mo ismos y giros (á excepción de la conocida frase opta ti va ojalá), en las prácticas y usos no se pasó más allá de la adopción de elementos aislados; y así como todas ó cuasi todas aquellas palabras expresan, según se ha observado, objetos exteriores y materiales y nó actos mentales ni afectivos, de los árabes se aprendió bastante en cuanto á ejercicios técnicos, mucho en cuanto á prácticas agl'Ícolas, algo respecto de at·quitectura, algo quizás de música popnla•·, muy poco en lo moral y literario. Hay quien juz­ga, añade en otro lngar el 1nismo autor (2), derivado del trato con los musulmanes una especie de quietismo semi-fatalista que induce á de­jar de hacer lo debido por una falsa aplic ción de la gran verdad de que ' sel'á lo qne Dios quiera;'' mas dado que semejante tendencia se notase de un modo peculiar en E paña, donde nació el pro erbio ' con el mazo dando y á Dios llamando ' (así lo trae Fray Lnis de Granada), esto sería conceder á los árabes una influencia moral, no como quiera, sino inexplicable pot· lo e traordinaria; además de que no hemos de ol idar que el fatalismo fne también error de los paganos, y de ellos se recibió la palabt·a ltado, juuto con otras supersticiones análogas. Mas en fin, no es de la influencia oriental en las costurnbres espa­fiolas, ni en su lenguaje, de lo que venimos á hablar aquí; ni de los árabes corno objeto de nuestra poesía y de su reflejo en nuestra hi toria tan profundo y continuado; ni de las huellas tenaces qne una domina· ción de tantos siglos ha dejado en nuestros monumentos históricos y geográficos. La cuestión que aquí estudiamos es puramente lit raria, y por tanto tnás sencilla de plantear y de resolver. Y al hacerlo téngase en cuenta que estos problemas no se dilucidan con síntesis deslumbra- (1) D~ la pouia heroz~-popular ca.stdlana. Oración inaugural acerca del carácter ,eneral de la literatura española.--Barcelona, 1874, p. x T (2) lbíd., p. XLII. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. DE LA. INP'LUE OI ARÁBIGA EN LA LITE -doras, ni con comparaciones at·bitrari y fortuitas, sino con 1· bot·iosos estudios de erudición. La crítica analítica es la que Jnás conviene á este linaje d trabajos, ad irtiendo asimismo que al análisis ha de acompatlar un studio compar tivo entre la do literatura objeto del examen. M s ha progresado la historia literaria con el au ilio d la li­teratura cotnparada, que con la ador ción ciega y entu iasta, bien qne solitaria de las obras de un país, con v rtida en fetichismo nacional. A los pueblos no se les puede ai lar de la hmn nidad, y á veces eso qne llamamos co tnopoJitismo, no ta de ayer, co o vulgarmente se oree, no es otra oo a que la afirmación de la solidaridad y de la unidad del género humano. m en ndo las circo ostancia cliJnatológica , el medio a bien te material, que e ha d reconocer y aceptar así como el medio ambiente moral, sin cercenar en lo n1á mínimo los fueros sagrados del libre al­bedrío, ori ma angu to de la re lez humana sobre la tierra; e .·plica ciertas igualdades que e n tan entre naciones de distinta raza y de le­janas tierra . Fue tnod un tiempo e;.a·eer que la po pa oriental de nue tros poeta sn lujo a dicción, su imabinaoión florida, eran herencia de los árabe . El incesante trato con ellos de uestt·os antepa ados, la hinchazón de Juan de Mena, la lozanía de errera, los ext1·a víos de Góngora, no podían dar mayores isos de verosimilitu á aquella creen­cia ; y sin eru bargo, cotno y á observó el doctí imo Mifá, hasta en esto se equi ocaro Jos ens alza re del arabismo, yá que la decantada in­ftneucia oriental no podía plicar aquellos caracteres literarios, antes de su aparición. Y es qne la influencia meridional, es decir, el genio de las comarcas andaluza , se iutió en la poesí castellana en cuanto halló una lengua y nna ver ificación que lo diesen fácil entrada (1). Diganlo la hinchazón ' hiperbolismo de los dos énecas y de Lucano el poeta latino más espatlol; díganlo los poeta corJobeses que celebraron á Me­teJo, que sin duda padecerían da parecidos defectos, cuando el gusto de­licado de Marco Tnlio 1 s reprendió atiquid pingue, a emá de sus s~ lecismos forasteros. llasta las danzas andaluzas, qu0 tan orientales nos parecen, tienen sua predecesores cotno el culteranismo, en el suelo d la Bética, antes que los hijos del desierto cruzasen el e trecho, y hoy to­da ía nos sorprende u los autores clásicos la descripción de las gadi­tanas, muy semejantes á la que todavía co templamos, y e o que no negamos la tnuy po ible cornnnicación de las músicas populares de las dos naciones. Tan notable ejemplo nos prueba con cuánta discreción y prudencia hemos de proceder antes de aventurar cualquiera teoría com­parativa. (8) Jbíd., p. XXVI. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 12 Dese sos do obrar e n esa mi 1na 1 e ura qne r· co•nonclanH) , ann á trueqne de arde ridos, nos propo erno on este estudio sc.:r rná pródi os n datos literarios que n a b traceion ,') ct prio1•i. Pa•·éccnos, no b tant , qno nuestro conocimiento, si ui ra incotnplcto de bs dos lit raturas oriental y cspano1a, no por·;nitc av~ntnrar las signi .. ntcs conclu i ne , no tratan:3t e demo.;trar con ol rn yor metod >y <: n toda }a ·Jaridad p sibl s. La i ufinet1ci.\ arábiga n 'u e n n la. t'O n u e tras letr ,')' pct·o n'' pasó de nn acci ente, de nn epi o i cttri,, o en n hi toria nc pat·a nada alter" u e píritn esencial, sino qne á lo nt lo enriqn <·i' con nuevo tonos y le di m á att·acti v . E ta influ encia fue tanlia. y uo t tal; tarJía, supn st q 1e no se tnanifcstó h · ,')ta de pnés 'le la · n­qnista de T ledo; y p rcial ya qne tr sccn.lió princip lt ente á l cien e· a, sin m o ificar n lo mAs rníni 1 o pí l'i tn po 'tic rudo y 1 dr i­tivo het·oic y evcro, de nnestr raza. En ciertas obra mot·. 1 s recreativas que ·aen tnás cntrt> do la jnds.Jicción litnrc ría que ]a tua cien .ia, la huella oriental fue extJ·aorJina•·ia y decitnos adrede oriental y nó ára e 1 orquc tien en ella gl'an p rticipa ión la cnltur cí ntífica de lo jndíc. no viene :.1 PJ' nna mi m con la de nue tr s ntn ulmane alvo la vc11taja ln haberla <"On t•vadtJ los isr~ •litas rnncho 111ás tiemp y haber inicia. lo n lh á l R et i,·tia­nos (1 ). En <'uan t á la bras h istóri •as 1 n con ~1·va •·on 11 ht E lad Media 1 t'ofund~\m nte grabado el ello nacional obre tuJ en los primer tiemp s ant s de comenzar e á sontit· la influ nci del Rena­cjr lient< puede aplicar .. c lo tni tn qnc de la poc ía 11 vatno" dicho. La hit ríe primitiva sncl >ser una xten i"n de la poe ía épicn a í corno é ta nna alteracií)n p éti<·a d la pl'ir er . . Tan f.'cilmcnte u vi r­te en 1~ infan i: de Ja socicdade la hi toria en oc ía, <'Otno la poe ía en hi torhl. La le Tit Li io e fnn a n tt·a i i n s é¡ ica ól en elJ ·onscr a da ; la de Sa x , rat tnáticu e a li tllen ta de n na pu í· heroica can i na va ; de canci D('S d g stn ~a te llana 1a de • lfon o el Sa i o ; y en snrna ningún puebl eh· librado de o edcccr á e ta 1 y litor. ria }llC prncba una vez n á la fu i'n r·ininaria de )a ei ncia y Je la poc ía. R alizó el fccnndn a r· z entre la ciencia rient 1 y )a occiden­tal u Espa t , y fue )a urboGa J\! aq ncl l restigioso sa cr d 1 lll ro la ir perial cind d de Toled , ·i orH.le acu ier n en tl·opel lo xt•·an· jero para ns r la lla v de r e sn " e•·e o , p .o de pné dl! re· liz - (1) MENÉNDEz Y PELA YO . .Antvl<>gt.a de poetasl¡r~s ca,qtellanos.- Iadrid, 1. 90.­Prólogo, p. LXX. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. OLA 129 da n conqni ta ópoca en que ~ mienz:l el predominio incontestable d Ja filosofía ar bigo-hi pana en el ccidente. Tan importante e e te n1omento que afirma Renán qne la introducción de los textos árabes en los estudios occidentales, divide la historia científica y filosófica de la Edad Media en dos épocas distintas. Antes d 1085, por la nulidad de relaciones entl'e los árabes y los cristianos independientes, la cultnra arábiga les fue á éstos desconocida. Más bien hemos de atribuír Antonces nna inftnencia directa de la pobla­ción cristiana indígena ó 1nozá1•abe sobre l· vencedora, así cotno de los muladies ó cristianos renegados· influencia de qu() no puede dndar quien conozca lo& tr·al>ajo!) del eximio orient lista católico doctor Sitnpuet. § III 0onvicne tnucho dejar bien sent do qne 1 civilización árabe no alteró en lo tnás mínimo e] carácter esencial de nuestra raza, ni debili­tó, antes bien afirmó, Jos dos polos sobre que ha girado la existencia y la grandeza de la nacionalidad espafiola; el espíl'itn patt·iótico y el religioso, alma principal también de nuestl'as letras. Sobre este pun­to tiene el seiiot· barón de Schack, panegirista vergonzante, per6 discreto, de los árabes eapat'Ioles, una página muy interel3ante. •• La poe&ía de los españoles-dice-ha nacido de lo íntimo do la vida 1e la nación, y si ciertas abstracciones fuesen lícitas, bien se podría afirmar que su eepíTitu y su sustancia se hubieran desenvuelto como son en el dia, aunque nunca los castellanos hubieran sabido nada de la poesía de otros pueblos. Pero de la misma suerte que en los accidentes, y guardando en su pureza el carácter fundamental que penetra todas 2us creaciones, la poesía castellana se ha apropiado mucho de las de otros pueblos, como algunas formas de versos imitados del itf41iano, y en Jos cancio­neros no pocos de los poetas de Provenza; así también ha guardado en sí algunas señales de la poesía arábiga, como recuerdo de la época en que el Oriente y el Occi­dente se tocaban en el suelo en que ha nacido, (1). Todavía el sef'ior Schack coucede demasiado á la poc ía arábig~, pnee ni esas setlales acertamos á ver en la nuestra, comparando la riqueza de sn producción con las ligerísimas imitaciones muslírr.licas. Hemos copiado el pasaje entero, en gracia de la imparcialidad, y porque la primera. afirmación, notable y exactíaima, es también ~a fundamental. N o hay poesía, en efecto, rnás castiza, •nás nacional por sus as'.Intos y por su espíritu, más próxima á la realidad histórica y más ern papada (1) Pouía y art6d~ los drabes en E8pa11.4 y Sicilia, por ADOLF

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Anales de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia - N. 115

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