Por:
Doris Lamus
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Fecha:
2019
Indagar por el lugar que ocupan las mujeres negras en los procesos organizativos, identitarios, políticos y culturales, tiene un conjunto de implicaciones teóricas, históricas y epistémicas, por cuanto tal indagación demanda inscribir la búsqueda en un contexto que cuestione y deconstruya procesos por los cuales: En primer lugar, centenares de miles de hombres y mujeres nacidos en diversos lugares de África fueron traídos a América como esclavos por los europeos; en segundo, el sistema de dominación impuesto por los invasores y, más tarde, por las élites criollas, elaboró una escala social jerárquica sustentada en la idea de raza o en el color de la piel, la cual atribuyó superioridad intelectual al blanco europeo y su cultura, y sometió a la explotación, discriminación y segregación a los indígenas nativos y a los descendientes de los llegados como esclavos de África, aún después de promulgada la libertad de éstos. En tercer lugar, los procesos por los cuales, en décadas recientes, estos grupos son representados por los saberes expertos, sociales y naturales, por el Estado y por “los otros”, propiciando diversos conflictos y debates acerca de su lugar en la sociedad nacional. Cuarto, los procesos por los cuales, dentro del conjunto de las poblaciones negras del país, surgen discursos, prácticas y movilizaciones que luchan por ganar reconocimiento, autonomía y condiciones de vida dignas, así como una identidad cultural y política construida en estos procesos por las propias “comunidades negras”. En estos últimos y muy recientes procesos es preciso situar, finalmente, a las mujeres negras y sus trayectorias, junto con o independientemente de las organizaciones lideradas por los hombres de sus comunidades. Pero, indagar por el lugar político y cultural de las mujeres de las comunidades negras de Colombia implica, a su vez, preguntar por los efectos de las condiciones de pobreza y violencia, característicos de los territorios, históricos o actuales, que ellas y sus familias habitan.