BocoTÁ, Dicr~WBilB 1 S oa 1900
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Organo del iliiaisterlo de
Guerra y del Ejército
Son colaborad orea de este periódico los Je!ea 1
Oficiales del I::jérci~''
.A..::ST<> X"V"
Director ad honorem
Francisco J. Vergara Y.
General de lngrnieros, Miembro de Y&riu Sociedades
Cientfticaa
:ISTU:t\1.1:. 102
J!Dllil&J~'1Jj~~ k11'. 0 ~41Sl JWTª Jl~®®
(10 DE DICIEMBRE)
que honra la mem ria del Ilustrísim0 y Re\.·erendísimo Sr. Dr. D.
MANUEL JosÉ MosQUERA
El Vutpresidentt de la República encargado del Poder Ejuuti'Us
co , ·siDERANDO
O .te la Iglesia colombiana ha dispuesto honrar hoy de un
modo ~special la mern ri.t del ilus trísimo y Reverendísimo Sr. Dr.
D. MA:-:UEL JosE .V1.osQUERA, Arzob ispo de Bogotá, por ser est·
fecha aniver:, ario de · u f.diecimicnto;
Q~ e e te i 1signe va r. ón p o r su profunda ciencia y sus eximias
Vlrtudc5 preste) incalculables SCn'i c i· >s á )a formación de }a
inteligencia y de L1s volunt(\des, ora. con su elocuente palabra en
los colegios y en la cátedra, ora con sus admirables escrit s, y ya
ta nbién con Si! abnega:ió :1 y mansedumbre á maravilla armoniZld..
ls con la cons t..1ncia y ener5ía que en día aciagos desplegó en
defensa de los fu e rm de la Rdigión C a t c)lica, b.1se del orden social,
DECRP.TA
Art. r .o El G >l:>iern 1 de la República se ria dd ilu~tre m irtir y gran defen.or de la Fe, Ilustrí...imo y
RevaenJÍ::;im ·J Sr. Dr. D. \1. ~NUlH .. ]osE MosQUERA, dignísimo
Arzobisp~ de Bogotá.
VUI-4-7
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'130 80LETIN MILITAR
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Art. 2.0 El Gobierno presenta al pueblo colombiano comoejemplo
y dechado de caridad y celo apostólico la vida del gran
Arzobispo.
Art. 3·° Copia auténtica de este Decreto le será presentada
al Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo de Bogotá.
Dado en Bogotá, á 1 o de Diciembre de 1900.
]OSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gobierno, GuiLLERMO QuiNTERO C.
• •
JID}j}@~~~l» ~~~o ~~1]; ID>~ 11~®®
(ro DE DICIEMBRE)
por el cual se tributan honores á la memoria del Sr. Dr. D.
AQUILEO pARRA
El Yicepresideñte de la Rtpública encargado del Poder Ejecutivo
CONSIDERANDO
Que ha fallecido en el Municipio de Pacho, el día 4 del corriente
mes, el Sr. Dr. D. AQUILEo PARRA;
Que el finado, por sus méritos distinguidos, de5empeñó por
un período constitucional la Pre idencia deJa República, y ejerciólos
empleos de s~cretario de Estado y Gobernador Secciona!, y
mereció también por su moderación y prudencia la confianz-a de
gran parte de sus conciudadanos, como Director político,
DECRETA
Artículo único. El Gobierno deplora el fallecimiento del
meritorio ciudadano y distinguido hombre público Sr. Dr. D.
AQUILEO PARRA, y dispone que se tributen los honores póstumos
que son de costumbre en casos semejantec;.
Este Decreto se enviará en cop:a auténtica á la familia del
finado.
Dado en Bogotá, á 10 de Diciembre de 1900.
]OSE MANUEL MARROQUIN
El Mini tro de Gobierno, GuiLLERMO ÜUINTERO C.
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BOLETIN MILITAR
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'131
SOBRE LA FORMAC I ÓN DE SIRVIENTES APUNTADORES EN L0J.
CUERPOS DE ARTILLERÍA
Arr~glada del francés para el BJleli11 Militar
SEGUNDA P ARTE - J os,rucción e s p ecial
La instrucciórl especial comprende: a) Los ejercicios de puntería;
b) Los de alineamiento; e) Los de corrección de Ja puntería;
d) Los de conjunto, y las prueb21s para la definitiva clasificación de
los apuntadores. La instrucción especial se dará en cada batería ó
grupo de piezas por lo3 oficiales, b.1jo la dirección dd superior respectivo.
Los ejercicios se ejecutuán primero en el patio del cuartel,
empleandJ tantas piezas cuantas sean necesarias: la maniobra en
cadc1 caso corre á cargo de lo5 artillero;; designados p:tra desempe-
' ñar las funciones de primer sirviente de la izquierda y segundo
de la derecha. Lo3 otros artilleros permanecen observando tras la
pieza, hasta que les toca el turno de reemplazar á aquéllos. En
fin, para facilitar la vigilancia se reducirán los intervalos entre las.
piezas.
Primera lección-Puntería con ~1 alza sola
Puestas las piezas en batería y colocados los artilleros tras de
ellas, el instructor designa cuáles de los soldados desempeñarán
las funcione$ de primer sirviente de la izquierda y segundo de la
derecha, )es hace ocupar sus puestos, y en seguida indica cuál es
el punto sobre el cual se debe dirigir la línea de. mira, mandando:
cvn (tal) alza y (tal) desvío, APU:-JTEN.
El primer sirviente de la izquierda repite en voz alta los elementos
de )a puntería indicados por el instructor, y asesta la pieza,
ayudado por el segundo rie 1.~. derecha. Apuntada la pieza ambo:;
vuelven á su puesto en la fila, en seguida de lo cual los jefes.
de pieza verifican la puntería y la rectifican en caso necesano.
Antes de a"estar la piez.1, el primer sirviente de la izquierda
se asegura de que la culata descansa sobre la cabeza del tornillo de
puntería. El instructor indica entonces una nueva alza y otro desvío,
y así continúa la sesión, haciendo que los mismos individuos
ejecuten varias veces seguidas diver · as punterías, hasta que todos
los artilleros hayan desempeñado las funci,mes de primer sirviente
de la izquierda t ras p.lsar por lJs de segundo Je L.t derecha.
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En las primeras sesiones el instructor indicará las aJzas en
milímetros, c;iendo más tarde cuando lo hará en distancias con laa
voces á (tantos) metros, con (tal) desvío, APUNTEN. Los desvíot
los indicará ora á la derecha, ora á la izquierda, conforme sucede
en el tiro real.
Segunda lección-Puntería con alza y nivel
Cuando se haya de disparar á distancias superiores á aquellas
que están indicadas en el alza, se hace uso del nivel de puntería
para dar á la pieza la inclinación conveniente. El instructor
dará el nivel al primer sirviente, quien lo coloca en el saco de estopines,
en seguida seña!a el blanco y manda : con (tal) desvío 1
(tantos) grados, APUNTEN.
El primer sirviente de la izquierda repite en voz alta los datos
enunci~dos, coloc'i la corredera del alza en la última división
en ésta marcada, introduce la espiga en su canal y asesta la pieza,
.auxiliado por el segundo sirvie-nte de la derecha. En seguida, torna
d nivel de puntería, coloca la corredera en la tdi visión correspondiente,
aprieta el tornillo de presión, pone el nivel sobre la
culata, á plomo, con la flecha dirigida hacia el blanco, y hace que
el segundo sirviente de la derecha mueva el tornillo de puntería
hasta que las extremidades de la burbuja de aire queden á igual
distancií:l de los dos trazos marcados en el cristal. Terminada la
puntería los sirvientes se retiran á sus puestos y el jefe de pieza
procede como en la lección anterior.
Cuando obstáculo; naturales ó artificiales, situados entre la
pieza y el blanco, impidan dirigir la línea de mira sobre aquél,
mirando por el ojillo del alza, y sí sea posible que el artillero lo
vea colocado de pie tras la cular.1, se hará uso del nivel de puntería
para dar á la pieza la inclinación correspondiente, y la dirección
se determina por medio del alza y de la plomada.
En este caso, al mandato de con (tal) desvío y (tantos) grados,
APUNTEN, el primer sirviente de la izquierda repite el desvío in.
dicado y coloca el alza en su canal con la corredera en la división
correspondiente al ángulo de tiro indicado, ó en la última, si
fuere superior á la escala de ella, arreglando en seguida la inclinación
de la caña por medio del nivel de puntería.
Hecho esto se coloca algunos pasos á retaguardia de la pieza,
se empina, si fuere necesario, hasta ver el blanco, y se sitúa de
.manera que el hilo de la plomada que tiene en la mano cubra el
-. ojillo del alza y las puntas del guión, y hace mover la contera á
derecha é izquie-rda, siguiendo el movimiento del ojillo, hasta que
:el hilo de la plomada cubra á la vez el centro del ojillo, la mit3d
del espacio entre las puntas del guión y el blanco. Como en
·.t.onces la pieza está apuntada en dirección, retorna á la culata, ve-
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ri fica la i ncli nací ón de la caña, y la rectifica, si fuere precisf', COIT'
el nivel de puntería.
Cuando á corta distancia adelante de la pieza existe algún·
obstáculo ó relieve que impida el empleo del procedimie11to que
acaba de indicarse, la dirección de la pieza se obtiene por medio de
dos jalonadores. Para esto dos artilleros ( ó dos estacas) se trasladan
á la cresta de la ceja, cima de la pared, etc., manteniéndose á cierta
distancia uno de otro, el instructor los alínea entre el blanco y
la pieza, y sobre ellos apunta el cañón el apuntador. Asegurada la
dirección, el ángulo de tiro se obtiene por medio del nivel de
puntería.
Tercera lección-Alineacion de la pieza sobre una señal á vanguardia
Siempre que no se pueda apuntar directamente las piezas sobre
el blanco con la sola alza, ó se tema qne aquél pueda desaparecer
durante la lucha, á lo menos para los apuntaJores, se debe
jalonar la dirección primera dada á las piezas.
Apuntadas las piezas conforme se ha dicho atrás, el instructor
escoge á vanguardia y en dirección ce--cana á la 1 í nea de mira, un
punto de referencia netamente indicado y bien visible, y manda:
sobre (tal) objeto, JALONEN LA PIEZA. Los primeros sirvientes de
la izquierda, sin modificar la dirección de la pieza, determinan el
alza y el desvío que resultan necesarios para que la línea de mira
pase por el punto de referencia.
Para conseguir esto sacart n el alza de su canal, aflojan los
tornillos de presión de la corredera y de la planchuela, vuelven á
ponerla en el canal, y la bajan ó suben de manera que el borde superior
de la planchuela coincida con el o~jeto señalado, en cuyo
momento ajustan de nuevo la correriera. En seguida mueven la
planchuela hasta que la ranura de mira quede sobre el blanco, hecho
lo cual aprittan el re pect·vo torr ill .
Los jefc:s de pieza se asegurarán entonces Je que la pieza no
se ha movido, y de que la nueva línea de mira pasa por el punto de
referencia, ó sea el auxiliar de la puntería.
El instructor, en cuanto sea posible, se conforma á la progresión
siguiente para esta enseñanza: designar primero como punto
auxiliar ó de referencia un objeto situado sobre la misma vertical
que el blanc-o, clavando convenientc;mente una estaca si no lo hay;
después otro colocado sobre la misma horizuntal, y en fin, uno situado
en una posición cualquiera con respecto al blanco.
Para verificar las operaciones, el inHructor desplaza las piezas
ligeramente, hace apuntar sobre el punto de referencia con el alza
y el desvío auxiliares antes obtenidvs, y derll sobre A, con lo
Ctl'tl b el" tanci.t eutre l¡ s dos c:o• reclrrc1.~ rcsult~rá at mentadOn dos estac¡¡s de gancho clavad.:s rlehnte de las rued;t$.
L. D.
• Para facilitar la puntería en e)o.te ca~o ~s preferible clavar adelante ó atrb pero
en la prolongación del eje de la pieza, tres estacas ele m:aynt á meuor, la ú tima' unoa
-5 metroil de la baca (contera), y subre ell11!:, más baja que la crior. Colocad<~ lét re~la de
correderu, la correcci611 se h3ce á la voz de corran la •orredera (ta11to.~) miUmetrul 4
la derecha (izquierda).
• En el A frica Austral tocla obra l etrte de :1fuer·t. e
~onstruye una trinchcrs i11gluas m A/rica, págiua 146, la dt:~cripci6n del b,.ll•
elt-walo", del Africa Austral.
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cuando esa protección se levanta de improviso sólo para proteger
á los no combatientes, mientras que el resto de la columna se bate
á campo raso. Pero antes de discutir la cuestión más en detall,
conviene hacer notar que, por lo común, este modo de manejar
las operaciones es, en suma, la adopción de la defensiva durante el
combate, y cuando uno no se bate, la formación de laagers y de
z.erihás produce en las tropas el mismo efecto que ]a defensiva,
esto es, que aumenta la moral de Jos contrarios.
III. Objeciones-El sistema, tan extensamente empleado en
muchas de estas pequeñas guerras, de encerrar siempre la columna
en una especie de fuerte, ¿tiene efecto moral pernicioso s~bre buenas
tropas? Este punto es controvertible ; pero lo natural es que
todos saquen ]a conclusión de que ciertamente el ejército es incapaz
de combatir con el enemigo á campo raso: por esto muchos
jefes experimentados pr~tenden que este sistema ejerce influencia
depresiva sobre sus soldados. Sir C. Napier, después de su brillante
triunfo de Meanee, en el Sind, se vio obligado á construír un
un campo fortificado, porque cuerpos considerables de Beluchis seguían
todavía la campaña. Pero él hizo acampar su columna fuera
del campo atrincherado, temiendo que sus tropas, entusiétsmadas
con la victoria, no se imaginasen, con motivo de la ocupación de las
líneas fortificadas, que su causa peligraba. La confianza en ]as
fortificaciones es una prueba de inferioridad con respecto al adversario.
Los laagers y Jos zeribás no implican el espíritu de ofensiva.
El soldado que todos los días se rodea de estacadas y de obstáculos
á fin de alejar al enemigo, llega á creer que, falto de esta defensa,
no se puede medir con su salvaje adversario. Si se ve con indiferencia
el factor moral, esta manera de hacer la guerra se recomienda
en muchos casos. Pero el factor moral no carece de importancia.
IV. Sitt•acioncs que hacen necesario rl emp/e6 de los laagerr y de
los zeribás-Cuando el ~iército regular está paralizado por la eponsal
i .idaJ de la cus~odia de u~1 gran convoy; cuc.ndo no es
si no una e:.colta de sus propias provisiones, los laagers y los zcrihás
son casi obligatorio~, si el enemigo es numeroso y emprendedor.
En las malezas y bosques por donde el enemigo pu\!de avanzar,
arrastrándose sin ser visto, v caer repentinamente c;<'bre la
columna, es muy ventajoso rode~r el campo de algunas 'obras defensivas.
Para resistir á los ataques de hordas fanáticas, ó para
atajar los asaltos de salvajes que atacan sin tener en cuenta las
pérdidas causadas por ]as armas modernas de precisión, los obstáculos
son inapreciab)eg. Lo mismo aconcece en los países en donde
hay que temer las cargas repentinas de caballería irregular.
Pero tal modo de manejar las operaciones no deja de ser, hasta
cierto punto, una contravención al gran principio que gobierna
todo el éarte de la guerra: el triunfo debe buscar~e en el ataque,
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80LETIN MILITAR
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en la conservación de la iniciativa de los movimientos en táctica
como en estrategia, en la adquisición completa de los beneficios
del efecto moral, en la torna de una actitud de iniciativa que no
hay que abandonar nunca.
V. Condicionu necesarias para su construcción- La formación
de zeribás y de laagers exige ciertas condiciones. Los zeribás, en
la acepción ordinaria de la palabra, son espacios cerrados por talas
ó matorrales espinosos. Para formarlos es preciso encontrar en el
sitio jarales, bosques ó malezas. Los laagers se construyen con
carruajc:c;, y sólo en ciertas pequeñas guerras acompaña á las trop-
as material rodante.
Algunas veces estos sitios ó espacios defensivos transitorios
se refuerzan con parapetos formados con los arneses y las cajas de
provisiones, con trincheras cu bridoras, etc. Pero el fin de esta
clase de fortificación rápidamente improvisada no es tanto (para
emplear la frase0logía del ingeniero) abrigar la defensa cuanto
oponer obstáculos al ataque. Se trOita de proteger las tropas regulare~
contra el choque personal del adversario más bien que contra
su fuego.
VI. Campañas en las cuales los z.eribás y los laagers han sido
principalmtnte empleados- Sobre todo se hizo uso de los zeribás
en Jas campañ<>s del Sudán, en donde la táctica del enemigo consistía
de modo especial en asaltos repentinos de temerarios fa~láticos
armados de lculZas. De ordinario se encuentran á mano mimosas
y matorrales. Los bosques espesos de los alrededores de
Suakín favorecían la aproximación inesperada de gruesas bandas de
enemigos, y la construcción de parapetos era el medio sencillo r
evidente de contrariar la táctica de los Madistas. En el Dahomey,
en los vivacs en cuadro, los franceses se guardaban por medio
de trincheras improvisadas y empalizadas; era, en suma, á
modo de zeribás. Estos recintos defensivos se construían especialmente
para protegerse durante la noche. Los laagers han stdo
una característica especial de la guerra en el Africa Austral y en
la América Septentrional. En país descuLierto y en las llanuras
los zapadores de la civilización marchaban en grupos pequeños
con sus familias y sus bienes colocados en grandes wagones, construídos
especialmente para estos países montuosos y faltos de caminos;
detrás de estos carruajes encontraban una muralla eficaz
en caso de ataque. ,i4 n estas condiciones las armas de fuego desempeñaban
un papel muy importante, y los asaltos del enemigo
eran atajados y rotos. Las tropas regulares que hacían campaña
en estos países adoptaron el mismo método, y les salió bien. Las
fuerzas de los Estados U nido!', en sus operaciones contra los Pieles
Rojas, formaban á menudo laagers ó corrales, como se les llamaba
generalmente. Durante la represión de Ja revuelta de Rie1,
en 188 5, las tropas del Gobierno construían laagers des pué a
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80LETII MILITAI
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f4.1
-de cada marcha. En las guerras contra los Zulúes y Jos Matabelés,
los laagc:rs se levantaban siempre en cada alto si había
carruajes y si se temía un ataque.
VII. Sus ventajas especiales. Economía de ~uardias de avanzada-
U na gran ventaja del laager ó del zeribá, es la economía
te respaldo, transformarse en una columna
exclu Ívamente de combate, salir CUJ.ndo estUVO Jista y
.combóttÍr en un terreno ventajoso.
Fue sostenida por el fuego de la artillería, que permaneció
en el zeribá, y que por consiguiente no dificultó sus 1 ovimien-os.
Se puede igualmente citar el ejemplo que sigue, sacado de
las campañas contra los indios Pieles Rojas, de un laager formado,
p r causa de un ataque vigoroso y súbito del ~nemigo, sobre
una posición defensiva desfavorable, y que siu embargo salvó á
Jas tropas de la destrucción.
En 1879 una columna pequeña de caballería., seguida por
un tren de carruajes, marchaba hacia el White River Agency,
en el Colorado. La caballc:ría, que precedía los carruajes., cayó
· nopinadamente, cerca del Milk River, sobre el grueso del enemigo,
y fue obligada á b:.1tirse en retirada. Los carruajes formaron
apresuradamente, cerca dd río, un laager, que se completó
en una de sus caras con los caballos. herido5, los que ultimad~s
form¿ron una especie de parapeto. La posición era muy desfc~vo-
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742 BoLETIII MILITAR
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rabie para la defensa. Sin embargo, las tropas reststteron a1lí por
una semana, hasta que fueron al fin auxiliadas; durante ese tiempo
habían recibido cortos refuerzos. Las pérdidas en hombres y en
caballos fueron muy considerables; pero la columna se salvó.
La experiencia muestra también que zeribás y laagers pueden
levantarse en posiciones del todo favorables, y que los ataques
del enemigo, en lo general, se pueden p;ever. En Ginghilovo,
en la guerra contra los Zulúes, en lmbembesi y en Shangani, en la
guerra contra los Matabelés, la posición de los laagers se escogió
á voluntad. En Tofrek, cerca de Suak.ín, en 188 5, el sitio del zerihá
se escogió cuidadosamente. El enemigo vacila casi siempre
en atacar vivacs defendidos de este modo.
Por otra parte, empleando esta fortificación improvisada para
defender á los no combatientes, las fracciones de una columna de
tropas regulares que combaten pueden salir y entrar en pelea
cuando lo juzguen conyeniente. Esto pasó en Ulundi, en Tamay
y en Abu-Klea. Los franceses, en el Dahomey, dejaban á menudo
sus convoyes al abrigo de defensas improvisadas, y salían de
sus zeribás para combatir á su tiempo y en un sitio escogido ..
Cuando las cosas pasan de este modo, el iaager ó el zeribá Ji bran
á la columna de sus bagajes estorbosos, y, por otro lado, le sirven
de refugio si la suerte de las armas es desfavorable.
X. Facilitan el rep~so de las tropas durante las largas operaciom
·s-U n ejército q 1Je penetra en los territorio~ de razas díscolas y
guerreras tiene á veces necesidad de reposo y de seguridad, sin embargo
de que el hecho mismo de detenerse es en cierto modo una
confesión de debilidad. El enemigo 1deduce que es falta de fuerza,
y cobra valor. En un alto, las tropas regulares están muy expuestas
á los ataques de los adversarios, á quienes esa momentánea
inacción infunde atrevimiento. Las tropas nada tienen que temer
en el interior de los iaugt!rs y de los z~ribás. Cuando las tropas tienen
realmente necesiJad de reposo, el tomar una actitud defensiva
y también de defensa pasiva es legítima; algo más, á veces es hasta
obligatoria.
XL Cmclusiones gen~rales -Se podrían añadir otros poderosos
argumentos en f.1vor de e:,te método de ha ... 'er b guerra . .En
much.ts campailc1s de estos últimos año·, la práctica ha sido invariablemente
furmar el laagt r y el zeribá todas las veces que las
tropas se deren tan por la noche ó por un lapso más largo. En el
Dahomey, en el Zululanci, entre lo3 Matabdés, en la expedición
contra Riel, y en d Asia Central en muchos casos, las tropas regulares
han adoptado este sistema, conf,Jrmándolo á las circu nstancias
diversas con grande éxltl). Algunas persona<> piensan que tiene
un efecto depresivo, y t e men que influya sobre la moral de las
tropas. Pero si no se abus t, si se recurre á él en casos de necesidad;
si no se consiente que consumc1 las energías ó dificulte una
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BoL~TIII MILITAR
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acc10n ofensiva juiciosa, hay mucho que decir en favor de este
sistema militar que protege las provisiones de un ejército y le
permite algún descanso.
XII. Los zerihás pueden servir de puestos defensivos en la lín~4
de comunicaciones, ó ie depósitos de víveres para un tjército en marcha-
Con el tiempolos zerihás se transforman en pu tos defensivos.
Cuando la columna avanza, los zerihás de la retaguardia forman
las etapas de la línea de comunicaciones. Algunas veces
t~mbién el empleo de los zeribás es un medio de hacer a\·anzar las
provisiones á la cabeza de un ejército en marcha. En 1885, cuando
se resolvió partir de Suakí n hacia el Sudoeste, un convoy, fuertemente
escoltado, se envió con orden para las tropas de construír
un zeribá en el cual se debían dejar las cargas, bajo la protección
de una parte de la escolta. Las tropas volvieron entonces á su
base con los animales de transporte. El zeribá se establ ció, á
pesar de que hubo que rechazar un furioso ataque cuando apenas
estaba medio construí do. En seguida, durante varios días, se enviaron
allí convoyes hasta que hubo provisiones suficientes para permitir
á la columna seguir adelante. En esta emergencia el zeribá
sirvió primero de depósito de víveres y luégo de punto fortificado
sobre la línea de comunicaciones, cuando el ejercito pasó adelante.
Este ejemplo demuestra bien un aspecto Je lo que puede llamarse
guerra de /a a gen y de z.er·ibás- Continúa.
SOBRE EL EJÉRCITO ALEMÁN
(Continuación)
En estns ejerc1c:os se fija la atención en la destre7.a de Jo
conductores y la manera como dirigen sus piezas, pero no se descuiJa
lo que concitrne al servido de los caíione., y se exige de los
sirvientes una ejecuciJn en cierto modo maquinal, á fuerza de costumbre,
de sus diferentes funciones.
Los sold2dos no deben omitir ninguno de los detalles que comprende
la carga, tales como cercicrarse de la buena posición de Ja espoleta,
tomar y colocar el e<>top1n, apuntar pronto y correctamente
la pieza sobre el objeto indicado, disponiendo el alza según la distancia.
La puntería se verifica frecuentemente por los oficiales.
·Todas e tas maniobras se ejecutan de la misma manera en las
baterías á caballo que en las montadas, salvo que en las primeras
las evoluciones de abtheilung son m u y raras, y pueden, en el caso
de que faltara el tiempo, demorarse para el período siguiente.
Al mismo tiempo se continúa activamente la instrucción de
los apuntadores, de suerte que al fin de este período se pueda apre-
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BOLETIII MILITAI
~
~iar con bastante exactitud la suficiencia y las cualidades particulares
de cada uno. Así pues, en este momento es cuando se efectúa
la repartición por pieza de todo el personal de la batería, esforzándose
por destinar á las diversas bocas de fuego hombres que valgan,
en cuanto sea posible, desde el punto de vista de la destreza, fuerza,
inteligencia, instrucción, moral, etc. Esta repartición queda luégo
tomo definitiva hasta el fin del año de instrucción.
6. 0 Paso de una zanja c~n una pieza enganchada--Se empieza
por hacerlo ejecutar á los caballos de silla y de tiro, éstos sin enganchar,
pero reunidos dos á dos ; después por parejas con el atalaje.
U na vez que los animales saltan resueltamente, se les hace
abordar el obstáculo enganchados. No se abusa de este ejercicio
que fatiga el material. Aun en campaña, y por una razón análoga,
es decir, para economizar los hombres, los cabdllos y las piezas, se
procura no saltar la:; zanjas sino en c;¡so de necesidad absoluta, pues
casi siempre es posible atravesarlas con precaución eligiendo sitios
cuya pendiente en las orillas es menos rápida y permite descen..Jer
á la zanja y salir de ella. N o ob tan te, se considera corno necesario
ejercitar de cuándo en cuándo á los hombres y los caballos á salvar
los obstáculos de esta suerte, y por el mismo motivo se hace
trepar frecuentemente á las baterías por taludes de pendientes pronunciadas,
recorrer terrenos arenosos, campos labrados, etc.
7. 0 ApreciaL·ión de distancias por los ojicialts, sargentos y obergifreite-
Se hJce también tomar parte en ella á los artilleros dotados
de buena vista y á los apuntadores más inteligentes. Como
pr~paración á estos ejercicios se comienza por medir, con pasos de
hombres y de c1ballos, porciones determinadas de una luenga línea
trazada sobre el terreno y marcada con pique tes de 1 o o en 1 oo
metros. U na vez medida esta línea, pueden servirse de ella para
comparar y señalar los pasos del hombre y de los caballos á las di-t!
rentes velocidade . Despué· se reparte el personal de cada batería
en dos grupos, de los que cada uno debe contener hombres montados
y á pie. Estos dos grupos se separan en el centro de la línea,
ae alejan uno de otro siguiéndola, y examinándose mutuamente
determinan ]a distancia que los separa.
Estos ejercicios son ejecutados en todos los terrenos, quebrados
y otros, las grandes vías, etc., de manera que se puedan extt>
nder tc1n tejos como sea posible. Se enseña también á determinar
las distancias sirviéndose de la plancheta ó por medio de planos.
Durante los ejercicios de la batería, ocurre á veces que se
hace un descanso, el cual se aprovecht p .ua d.:terminar la distancia
de tal ó cual punto y se hace ver á los artilleros bajo qué aspecto
se presentan, según la naturaleza del tiempo y la luz de que
di~ponen Jos objetos que les son familiares y cuya distancia es
exactamente conocida. La vista se acostumbra así á hacerse cargo
de estas di versas infl u encías.
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80LETIN MILITAR
'--y-"
'145
Todos estos ejercicios son objeto de la más constante atención.
Inútil es insistir sobre la extrema importancia que tienen
en la guerra las cuestiones de apreciación de distancias y de reglas
del tiro.
8. 0 Aplicación de los ejercicios al tn·reno.-Se aprovechan todas
las ocasiones para enseñar á la tropa á disponer las piezas conforme
á la naturaleza y forma del terreno, esto es, á colocarlas de tal
manera que, sin entorpecerse unas á otras, se hallen bien cubiertas
y en estado de obrar eficazmente. La solución de un problema
táctico sirve siempre d-:! ba~e á estos ejercicios, que se van ejecutando
sucesivamente por pieza, sección, etc., hasta que los principios
y procedimientos de ejecución sean imperturbablemente conocidos
de todos los oficiales jefes de pieza y de los sargentos.
La misma práctica tiene lugar con las baterías ó abtheilungen
enteros, en los cuales se observan siempre las misma reglas. Así
pues, se les pone en los di versos casos que pueden presentarse en
la guerra; se disponen las baterías como para so tener un ataque
ó cubrir una retirada, atacar ó defender un desfiladero, ó un pueblo,
favorecer ó impedir el paso de un río, etc. En todas estas
circunstancias se procura conseguir que los soldados dispongan sus
piezas de una manera inteligente, se hagan cargo de la dist~ncia y
apunten sobre los objetos que sea más importante batir, según las
condiciones del problema propuesto. E 1 ejercicio se termina siempre
con la crítica del comandante de la batería ó del comandante
de abtheílung, si maniobran · juntas varias baterías. En este ú !timo
caso no se descuida jamás el explicar á los artilleros de una batería
el por qué la batería inmediata, que debe obrar de conciertG con la
suya, se ha colocado en tal punto mejor que en otro, sobre qué
punto dirige su fuego y por que, etc.
Se ejercita tambi~n á las baterías {t alinearse con prontitud
sobre una pieza ó una sección dada, establecida en posición. Esto
no es, en efecto, sino un caso particular de la aplicación de Jos movimientos
éll terreno cuando éste es enteramente llano y descubierto.
Se envía por delar te una pieza ó sección que se pone en seguida
en batería y rompe el fuego sobre el objeto indicado; las demás
deben venir entonces á colocarse á su altura y romper igualmente
el fuego. Durante este movimiento se procura sobre todo que lo
que se mande sea hcch á tiempo, que los toques de clarín sean
regulares y se sucedan en el orden deseado; que el objetivo que
debe batirse sea clararnent designado,- su distancia apreciada, el
género de proyectil que se h 1 r a i n 1 i o
en fin, el cañón cuidadosamente apuntado, conforme á la distancia
y como si se tratara del tiro real.
Para ejercitarse á contrabatir la artillería enemiga se ejecutan
maniobras á doble acción: sección contra sección y batería contra
batería, y se enseña á los soldados á apuntar las piezas lo mismo
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en terreno descubierto que detrás de abrigos y á dirigirlas sobre
las bocas de fuego enemigas, ya se hallen inmóvilP.s ó en movimiento.
En estos ejercicios se queman habitualmente algunos saquetes
de pólvora para dar á los artilleros ocasión de dirigir su
puntería sobre los fogonazos de la artillería adversaria.
Como complemento de todos estos ejercicios, los comandantes
de abtheilung emprenden con sus oficiales y sargentos excursiones
ó paseos de reconocimientos (Recognoscirungs-Rite). Durante
estos paseos se da para resolver á cada uno un pequeño problema
táctico, conforme á cuyos datos deben con prontitud elegir posiciones
para la artillería, c.listribuírla correctamente en diferentes
puntos del frente supuesto de las tropas, y determinar la distancia
al objetivo contra el cual se trata de romper el fuego.
Estos ejercicios sirven de preparación á las pequeñas maniobras,
que la artillería jamás deja de ejecutar de concierto con tropas
de otras armas, todas cuantas veces se encuentren en la misma
guarnición. Basta para esto un simple acuerdo entre los jefes de
cuerpo.
9.0 Ejercicios de fuerza-Se unen estrechamente á los ejercicios
de las baterías enganchadas, y los soldados deben haber recibido
en tiempo oportuno la instrucción teórica y práctica necesaria
para poder durante el curso mismo de éstas reparar ó cambiar
una rueda, reemplazar un afuste roto por el de repuesto, levantar
una pieza caída, hacer descender ó subir una boca de fuego por
un talud de fuerte pendiente, etc. Se les ejercita también en las
mismas condiciones al reemplazo rápido de los caballos ó de los
sirvientes muertos, etc.
10.0 Servicio de campaña-Bajo este título encontramos una
serie de ejercicios que tienen principalmente por objeto la instrucción
de los oficiales, sargentos y candidatos á este último grado.
Se refieren á la organización é instalación de vivacs, reglas que
deben seguirse para la disposición de los caballos, construcción de
chozas y de abrigos contra el viento, etc.: el establecimiento de
abrigos rápidos se ejecuta, según las indicaciones del reglamento,
sobre el servicio del zapador de campaña (Leitfaden for den Unterricht
der lnfanterie in Feld-Pionier-Dienst); las precauciones que
deben observarse en el servicio de puestos avanzados y de gran
guardia; los cuidados que deben tomarse con los caballos durante
los altos cortos ó largos; las reglas que deben seguirse para forrajear
ó en caso de alarma, ó bien cuando una batería debe dar
media vuelta en un e&trecho desfiladero ó pasar un vado-para
preservar las cargas de la humedad,- etc. En fin, este capítulo
comprende además todo lo que concierne al municionamiento de
las baterías sobre el campo de batalla, así como la manera de disponer
las piezas y de ejecutar el tiro en ciertas circunstancias particularmente
difíciles.-ContinNa.
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EN EL SERVICIO MILITAR
(Continúa)
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Tales son, pues, hoy las cuatro categorías que constituyen
excepción á la regla sentada por el artículo 2.0 : "La obligación
del servicio es igual para todos." A Cuáles son las circunstancias
que han infiuído para que este artículo 23 se ha~ a introducido
en la ley á pesar de la hostilidad de la Cámara!
Esto e~ lo que vamos á examinar con ayuda de los debates
parlamentarioR. Desde las primeras deliberaciones, y la discusión
duró vario~ años, la Cámara había claramente sostenido
su resolución de separar todo lo que podía aparecer como privilegio.
Al Senado, que se obstinaba en querer favarecer ciertas
carreras que juzgaba importantes para la prosperidad intelectual
y moral del país, la Cámara respondía con los mismos
votos, con el mismo rechazo. El conflicto amenazaba prolongarse,
cuando el término inmediato uua una. el?cuente declaración que traducía admirablemente
el sentimiento general : '' Señol'es, decía él, decididos
á votar el proyecto de ley obre el reclutamiento, tal
como la Oomi ióu del Jército lo ha pre~cntado; pero uo viendo
en este proyecto sino una reforma incompleta n semejante cuestión la última palabra quede al sufragio
universal; no es po ible que el conflicto y la resistencia
se prolonguen más largo tiempo. Por otra parte, si persistimos
enérgicamente en . ostener la aplicación de este principio, sí la
mayoría del partido repuulicano se ha pronunciado siempre ~n
este sentido, no es cou al fin exclusivo de re. ponder al sentimiento
ue igualdad que est[t en el corazón de la Nación; es, sobre
todo, porque queremos dar al Ejército francés toda la fuerza
material y moral que necesita para llenar su misión.
"Sujetando á los jóvenes m á im;truídos al mismo .término
de ~erncio que los otros, atlquirir{t fuerza la manera de organizar
los cuadros audonado
por los rebchles á pesar de las baterías y de las trincheras con
que lo habían fortificado. 1\Iucllas armas y objetos de equipo
que dejaron atrás fueron recogidas por nuestros soldados.
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Di orden de establecer mejor una de las baterías que el
enemigo había preparado y de construír una trinchera sobre
la ribera izquierda, para formar así una cabeza de puente que
protegiese el paso del río, nuestras canoas y los equipajes que
el ejército no podía llevar.
Como ignorábamos dónde habían parado los rebeldes, las
tropas. tomaron po iciones, y el mismo día una partida de observación,
como de dosci8ntos hombres, se presentó delante de
nuestro campo. El Comandante D. Antonio Ramos la cargó
á la cabeza de su escuadrón, y la puso al punto en derrota;
murieron cuarenta de estos desdichados y ciuco cayeron prisioneros.
El Comandan~e Ramos recibió en este encuentro un
lanzazo muy peligroso.
El 11 la vanguardia marchó á la descubierta, y Páez
aprovechó esta ocasión para caer sobre ella tle improviso, con
1,200 hombres de caballería. Las tropas reales hicieron alto al
pnu to, y esperaron la carga en buen oruen ; pero su aire de
confianza intimidó á los rebelues, quienes se contentaron con
desplegar todo el aparato ére~ amcuazaha. la
provincia de Bariua por el Alto Apnre. e hacía. urgente pruveer
á la ·eguridad de e te país, tan importante por .·u po ·icióu
g-eográfica, .-u agricultura. y n IHlllteJ'o. a en ituación
muy embarazosa para, conciliar tauta.s dificultades, y yo
o quería sacrificar el preeio re, según las circum~
tancias lo e1..igiesen. El General Latorre ol>tuvo el mando
de estas fuerzas, y partió con orden de hacer construír E-mbarcaciones
en esta pro,·irwia, cnya montafíat~~ y ríos ofrecen todas
las facilidades de~eables para tal género de construcción.
ContÍnÍt•
(Continuación)
Fue é~ta en su origen un alto estribo de la serranía u el NO.,
roto al travé por a.lgúu terremoto que dio pa o al 1\linero. Las
agua" clel río, que allí e caudalo..,o y corre {t razón de una
legua por llora., labraron la rotura basta bajarla al nivel del
cauce, cortarulo la peña ,•erticalrnente. El cerro mayor (Fura)
mide 625 metros ~obre el río, de lo cuale..:', 100 son una línea
perpendicular, determiuáudose clesde este límite. á la cúspicle
UJm ligera inclinación hacia atrás, sin má, vegetación que algunos
arbustos. La. parte posterior del cerro. á trechos montuosa,
\.>aja en onclulacioue~ rápidas y cortas dt>jando al descubierto
la altiva cresta del coloso, descarnada y eu forma de un
inmenso bonete coronando una pirámide irregular. El cerro
meuor (Tena) mide 380 metros del pie á la cima, cortado perpendicularmente
sobre el río, y formando sn espalda un plano
inclinado ondulante, que comienza á un tercio de la altura de
la cnml>re, dL~jánertura
2,500 metros de espacio arriba, y 500 metros en la base. El cerro
cortado mide 3,531 metros ue altura, y las paredes del boquerón
descansan en muros perpendiculares de 1,050 metros de
elevación, formado cada cual por una sola roca de gres. Narla
puede ser comparable al supremo esfuerzo de la naturaleza
para romper así aqnella enorme masa de rocas que parecen
creadas para resistir las mátl violentas conmociones; el ánimo
se sobrecoge al con iderar la. magnitud del poder puesto en acción
para vencer tamaño obstáculo, y se admira la oportunidad
con que la mano del Creador abatió la estupenda barrera
á fin de dar libre paso ft los dos ríos, que de otra manera habrían
inund ~Hlo toda la comarca, detenidos en "'u curso por altas
serranías capaces de resistir inmobles cualquiera presión
ele las aguas.
Como el día se nos acababa tratámos de regresar temprano
á tomar unestras cabalgaduras y nlcanzar el pueblQ no muy
entrada la noche; mas en la penosa. faena de escalar á pie el
áspero y montuoso cerro que uo separaba de la l'~ ta.ncin del
Sr. Padilla, gastamo el resto del día; y el dueño (le la. ca a,
anciano respetable, amable y frauco, qne en aquella ~oledad
vive patrüircalmente rodeado de sn!-l hijo, y nietos, no uos
permitió seguir, dándonos "n mesa y hm~pedaje de una manera
tan cordial que r.()era posible r~hmmr el oportuno beueficio.
Hablámosle del Otro .rTnndo. H He estado en él," nos dijo, y
no pudimos menos de son reírnos por lo estl'am bótico del quidpro-
quo: ''es un vecindario n bienes indu:->triales, pero ricos en mina de sal,
cobre, plomo y hierro, en madtwas lle toda especie y en terrenos
fórtile f<.tvorecido:.i por temperaturas muy variadas desde 180 á
290 del centígratlo. La población de entrambos Distritos no
pas de 2,100 habi ·tntel!J, que esparcido en un va to territorio
apeuas m< rcan la huella. iua.cioues invente acerca de
la opulencia quo Dios tiene reservada {l, estas comarcas siugulares,
va to recipiente de riquezas infinitas que se acumulan
en silencio, esperando á sus futuros señores. Tierra como esta
no ha. sido creada sin graudes designios; y Jos desíguJos de la
Pr-ovidencia no son instable corno los proyectos, ni efímeros
como las generaciones del hombre.
Poco más de dos leguas al N. cbas *. El bueno, el ilustrado, el benéfico fraile Bartolomé
de Las Oasas redujo también á cenizas lo" monumentos y crónicas
de Chiapa, con intención de perjudicar al Diablo, siendo
así que Bólo á las ciencias y á la historia antigua de América
pe1judicó. Todos erau igual s en este punto: todo nutridos
con las ideas bárbaras y asoladoras de la Inquisición; y por
cierto que si el Diablo los vio alguna vez en el afán de qu •mar
los auales y documento americanos, Jejo" de enojar 'e hnbo de
aplaudir á Jos ~jecutore"', pue to que trabajaban en beneficio
de la ignorancia, verdadero y acaso úmco Diablo, cau a de los
crímenes que deshonran y
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año IV N. 182", -:-, 1900. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691098/), el día 2025-10-27.