Los jóvenes se toman las calles de la localidad trazando en muros reflexiones sobre cuidado del medio ambiente, la vida cotidiana y el ejercicio de derechos. Letras e imágenes para la ciudad.
La literatura y el arte son dos aguas en las que los jóvenes de la localidad han transitado desde los años 80. Te traemos un especial de relatos cortos de Bogotá en 100 palabras y un recorrido imperdible por los murales que le han cambiado la cara a Ciudad Bolívar, donde conocerás más de la vida cotidiana de estas montañas. La actividad cultural, ambiental, política y literaria de la localidad construye relatos polifónicos de la mano de los jóvenes: una fuerza creadora que moviliza corazones y esclarece las aguas en momentos difíciles.
Agua que has de beber
Hay muchas voces que conviven en una ciudad. Están las más fuertes, están las que callan. Las más jóvenes y aquellas que han visto los cambios en el tiempo. “Bogotá en 100 Palabras” les abre un espacio a todas. A través de una invitación sencilla, a escribir cuentos en menos de 100 palabras, el concurso ha logrado convocar a miles de escritores de la capital colombiana. Los relatos, recuerdos y experiencias de niños, jóvenes, adultos mayores, hombres y mujeres de todas las localidades de la ciudad le han permitido al proyecto contar con seis ediciones. Hemos seleccionado unos escritos en los que se dibuja, ante todo, una radiografía de Ciudad Bolívar escrita por sus propios habitantes. A través de estos relatos, te sumergirás en el sur de la ciudad desde la mirada de aquellos que transitan día a día por sus calles y rincones.
En conversación con estos relatos, encontrarás una gráfica que integra el paisaje de la localidad a través del graffiti, buscando la integración social de Ciudad Bolívar y combatiendo la estigmatización propia de los barrios anaranjados hechos de ladrillo. Colectivos como Survamos y Bogotá Colors han realizado un trabajo que busca descentralizar la circulación de imágenes en la ciudad a través de la promoción de turismo responsable, la realización de festivales artísticos y la apropiación de las comunidades de la localidad con sus calles, barrios y espacios públicos.
Entre dos aguas es, entonces, una apuesta por circular los procesos creativos realizados especialmente por jóvenes de Ciudad Bolívar, a propósito de los 40 años de su fundación. Es una selección que te invita a vivir la localidad en su actualidad, reconocer la ubicación de los murales más emblemáticos de sus calles e imaginar las historias del día a día en los barrios.
Cartografía
Aguafuerte: imágenes literarias
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El aguafuerte es una técnica artística de grabado que permite que las imágenes queden sujetas en una superficie. Tanto los murales como los relatos cortos que leerás a continuación son auténticos grabados que conforman la marca de agua de Ciudad Bolívar y que le brindan una identidad estética propia. Recorre el mapa de la localidad a través de sus imágenes e historias. ¡Anímate a visitarlo!
La realidad de mi vida
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Brahian Saldaña, 13 años, Ciudad Bolívar
Esta es la vida normal de un estudiante estrato 2: Salir de casa, tomar un vehículo verde, viejo y poco útil –pero que al cabo de unas horas al fin me lleva a mi destino–, estudiar sin ganas en un colegio público con gente bastante agresiva, un estómago vacío, recibir maltratos, volver a salir del colegio y repetir el mismo viaje para llegar en la noche al barrio Tesoro y esperar a mi familia para volver a hacer lo mismo al día siguiente...Durante 365 días.
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Casting Olímpico
El Paraíso
Juan Carlos Meza, 17 años, Ciudad Bolívar
Aprendí a correr. Eso lo hacía muy bien y me gustaba ganar. Todos los días estaba en una constante práctica, ya que tenía que ser más rápido que aquellos que me rodeaban. A Algunos no los volvía a ver, simplemente se iban o se cansaban en el camino, dejándose alcanzar por la desesperanza. Me preocupaba que esto me sucediera, que perdiera una de esas preciadas carreras por la vida. No me importaba si había un premio o algo por el estilo, yo solo corría para salvarme, llegar a casa, pues escapar de los grupos de limpieza social no es nada fácil.
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La lejana grandeza de Bogotá
Barrio Manitas
Milena García Borja, 16 años, Ciudad Bolívar
En mi habitación hay un gran ventanal y según mi papá se puede ver toda Bogotá. Encerrada, como princesa en un castillo, me asomo y veo su grandeza. Parece un pesebre desde aquí arriba. A duras penas he visitado los alrededores de mi barrio en mi sillita de ruedas. Nací y vivo en Bogotá, pero desconozco de sus maravillas y desgracias. Le conté a mi mamá y me dijo: —Eso no es ni la mitad. — ¿Tan gigante es? —le pregunté observando las lejanas montañas con Monserrate en la cima. Anhelo el día en que mis padres dejen de trabajar tanto.
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Próxima parada
Barrio Mirador
Merid Sofía Zapata Rodríguez, 10 años, Ciudad Bolívar
La tingua azul y sus crías pasaron por la ciudad, al no ver el reflejo de su vuelo, ya agotadas, se dejaron caer en diferentes lugares; mas gracias al buen corazón de los habitantes, se reencontraron, pues ellos las llevaron a un hermoso humedal. Allí cada una pudo compartir su maravillosa experiencia: la mayor habló sobre una gran montaña repleta de vegetación con una iglesia en la cima; la del medio, de un hermoso pueblo al sur llamado Quiba; la menor, sobre una plaza llena de palomas con un señor parado en la mitad que nunca se cansaba.
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Besos aéreos
Barrio Mirador
Dannyel Bocanegra, 9 años, Kennedy
Mariana vive en Lucero Alto, y desde que se decretó la cuarentena no hago más que subirme al tejado de la casa a ver si desde allí alcanzo a identificar la lucecita de su ventana titilando a lo lejos para mandarle unos cuantos besos por correo aéreo.
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El vendedor
Barrio Juan Pablo
Fredy Hernando Pulido Avellaneda, 44 años, Ciudad Bolívar
Es temprano y Jorge Luis está haciendo inventario. Mientras ordena los accesorios de manera meticulosa por categorías y colores, piensa en lo afortunado que es por seguir con vida, por haber escapado al horror de la guerra en su pueblo. Se arregla prestando atención a los detalles: el uniforme, pensado para generar impacto visual, y claro, sus líneas, porque el arte de vender depende en gran medida del embrujo de las palabras. Sale de su hogar, debajo de un puente vehicular y se dirige a Transmilenio. Espera vender lo suficiente para traer un desayuno decente a sus hijos.
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Cuando Doña Juana despertó, el cielo se puso verde
Barrio Manitas
Jerson José Hernández, 28 años, Usme
¿Han visto Godzilla? ¿King Kong? Doña Juana fue peor. Una mañana se levantó de entre los cerros, se arrastró con pasos agrios por la ciudad y la sumergió en una hediondez que retorcía los edificios y fulminaba a las ratas. Al pasar, a cada uno le devolvió su basura. Fue generosa. No dejó manos vacías. Doña Juana vomitó toneladas de pañales sucios, comida podrida y residuos hospitalarios hasta sepultar la ciudad. Los sobrevivientes vivimos debajo. Ayer aprendimos a comer cucarachas envueltas en bolitas de papel.
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Hambre
Barrio Manitas
Yisell Avendaño Estrada, 15 años, Ciudad Bolívar
Laida va por la calle séptima, una de las avenidas más frías de Bogotá. Ve una cadena de oro que resplandece con el sol. Una mujer avanza elegante por su carril. Su mirada persigue el objeto que hace más profunda su hambre y más largas sus manos. Piensa en la policía y en la cárcel. En lo mal que la ha pasado en ese lugar. La posibilidad de estar tras las rejas la hace dudar. Se aproxima a la mujer. No es ella quien roba, es el hambre. Andrea.
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Bruno
Barrio Juan Pablo
Camila Andrea Sierra Triana, 17 años, Ciudad Bolívar
Vagabundo por las frías calles bogotanas, en busca de comida y un lugar donde dormir, voy por la vida recibiendo miradas de desprecio. Un día, desprevenido al cruzar la avenida, una niña salva mi vida. Al verme me sonríe y decide llamarme “Bruno”. Ella, rechazada por su madre. Yo, abandonado por mi amo. Los dos seguimos caminando, sabiendo que nuestra amistad llenará de luz los días grises.
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Sobre la 30
Barrio Mirador
Estefanía Rubiano Salamanca, 25 años, Ciudad Bolívar
Amaneces con dieciséis horas en los bolsillos. Intercambias once por trabajo. Con una abandonas la cama y terminas besando con tu trasero el asiento del bus. Las sobrantes son para cruzar la ciudad. Hasta San Mateo sacrificas veinticinco minutos, para Av. El Dorado treinta y cinco. Con tu pequeña porción de aire miras el amanecer; te crees vivo. Rompe tu presente el Tren de la Sabana con su ridículo andar epifánico. Recuerdas que alguien dijo: “La vida es eso que pasa cuando nada pasa”. Entonces, ves ante ti cómo transcurre, tan lenta, tan larga y tan vacía, la existencia.
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La libélula del Tunjuelo
Las marcas de agua también llegaron al Tunjuelo. Algunos jóvenes del Colegio República de México dejaron su huella en escritos realizados en un proceso de creación mediado por la Biblioteca Pública el Mirador y el Colectivo la Libélula.
Disfruta de esta muestra de textos escrita por jóvenes de Ciudad Bolívar:
I
Si un día no vuelvo, no me busquen, o si lo intentan espero que no lo logren. Me arrebataron el corazón y en poco tiempo la pasión. Nunca pudimos llegar a un acuerdo ¿Acaso un día quisieron uno? No lo creo, pero si alguno un día lo quiso, no lo hizo lo suficiente.
La lista de daños se volvió tan larga, que en poco tiempo adornaban mis caderas un par de botellas, me asfixiaban algunas ratas. Los moretones cada vez se hacían más grandes, ya no había nada limpio o puro en mi cuerpo, ni siquiera un niño estaría a salvo con ustedes. Esta no es una carta de despedida, es de conciencia. Que el karma los acompañe y el agua los abandone. Pero, ¿qué más abandono? Si yo ya no estoy. Entonces empezarán a sentirse ligeramente pesados, intoxicados de tanta corrupción, de tanto daño.
Un día el aire les pasará factura, y él no tendrá piedad. Se reirá desde lejos, al ver cómo sus cuerpos quedan morados y se tragan su lengua. No se preocupen: esto no es una amenaza, es una advertencia.
Valeri “Lele” Suárez
IED República de México
II
Llegó esa época oscura en donde el miedo perdura llegó ese sentimiento de soledad pues la pandemia nos cambió la realidad, esta enfermedad nos obligó a cambiar.
Todo fluctuó hasta la naturaleza contra el hombre se reveló nació una nueva belleza hasta que el humano interrumpió. Nos recuperamos en salud volvimos a salir en multitud Pero… ¿y el ambiente? no se nos pasó por la mente. Volvimos a contaminar y ahora esa belleza está por terminar.
El virus nos encerró y el paisaje se renovó Salimos… todo se acabó nos dimos cuenta que de cierta manera los virus somos nosotros.
Daniel Silva
IED República de México
Un día normal en Bogotá
Bajo el arcoíris opaco, producto de la contaminación, encontré un Tunjo. Un señor dijo, llévatelo a tu hogar, pero antes debía pasar una prueba. Aquel Tunjo empezó a emitir un olor fétido como a caño mortecino, y debía soportar aquel podrido aroma. De hacerlo, el Tunjo me premiaría con pepitas de petróleo, que para ese entonces tenía un precio más elevado.
Comencé a fantasear con los lujos que podría tener con toda esa riqueza. Lo llevé a casa y empecé a comprar diversos elementos para su cuidado. El Tunjo sabía que lo había encontrado una buena persona, con una sonrisa en el rostro me miró y dijo: disfrútalo.
Una tarde salí con el Tunjo a dar una vuelta, se acercó un chirrete y me lo arrebató con fuerza, saqué mi lado violento y empezamos a pelear, por lo cual resultamos mortalmente heridos. Morí luchando por el petróleo, nunca vi que la riqueza verdadera era el agua, perdí mi vida por lo mismo que la perderá toda la humanidad.
Brayan Fajardo
IED República de México
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Narraciones ciudadanas
Navega estas publicaciones en las que los y las ciudadanas se tomaron la palabra para narrar la vida desde sus perspectivas. Acá jóvenes, adultos mayores, personas privadas de la libertas y más tienen la palabra.
La Biblioteca Público Escolar La Marichuela se propuso escuchar las voces de su comunidad usuaria con la intención de recoger algunos matices históricos, políticos, sociales y educativos, entre otros, de la cotidianidad usmeña. El compilador que aquí se presenta es el resultado de un trabajo realizado durante el año 2019 entre los servicios bibliotecariso y los programas de Lectura, Escritura y Oralidad como una apuesta inicial de la biblioteca para conformar una colección de relatos de esta localidad.
La escritura no es una práctica fácil. Es bien sabido el reto que implica disponer ideas, reflexiones y sentimientos en una hoja en blanco en la que el calor de la voz y la relevancia del gesto están aparentemente ausentes. Este reto es aún mayor en un contexto naturalmente adverso, como la cárcel, lugar donde se suman varios factores que configuran un escenario lejano —tal vez opuesto— del que se insinúa como el silencioso, solitario y reflexivo entorno ideal para la escritura.
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