Por:
Chris. Carr
|
Fecha:
30/04/1907
REP UBLICA DE COLOMEl A
============~~===
?jgmmmmmmm mmmm IIlrnmlIllIlrnmrnrnlIllIl mmrnm III ~
CONTENIDO
j ue tra crónica; Linea de duelo. Tiempo
anlo. Cricket. Fiesta amable. Galeda Diplo- I
mática. Digno homenaje. ~eeuerdo del aquetá,
por Reg. Bogotá nnt(O'uo, por Alfredo
Ortega. Libro y Revi la , por F. Martinez i
Riva.
Ilustraciones: amuel F. CoIlin , Lorenzo
Codazzi. Instantánea de emana Sanla. Jun'a-I
I~ rlore de Cricket. rita. Ian ina de la Torre
Cort6 . D. Lui Tanco Argáez. D. Florentino
Calderón. General Rafael Reye . D. Elfa Re- I
yeso D. 6slor Reye. D. El1I'ique Reye .
Plazuela de an Cado . PiJa de San iCIO- ¡
rino. Casa del Bal'ón de IIumbollcl. Ba tione
y jal'din de San Francisco. Ca a del Marqués
de San Jorge. Ca a de {oneda. 9
mrnmmmrnmm mm mm~
Bogotá, ~ bri 1 35
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I ¡
BOGOTA
=----=---=--=---=-~-
~mmmmmrnrnrnrnrn rnrnrnrnrnrnmmmrnM
8
CONDICIONES
úmero suelto. . . ... . . . . . .. . . . . . • .. 20
Id. en papel extrafino .•••.. ,.. . . • 50
u~cripci~n.á la serie de 5 números . .. 100
I
9 1
lE AVIsos, pagIDa ............. oo ...... 200
13 - t íd .. " .................... 100 I - t íd....................... 50.. 91
I Palabra en small-pica. ..•...•... ... .. 60 ~
~ Avi os ilustrados, precio convencional 9 1
I lose admiten remitido. 91
I~ La cOl'1'espondeneia debe dirigirse al Admini
trador de BOGOT,t tLuS'I\ADO. Apartado de 9
:~ correos número 159, Teléfono número 849' EJI
I~ Para todo [o foelacionado J con avisos enten- EII
[ derse con el Sr. Pedro J.lJlendoza, calle /3, 9
I númerq /57, ó en la q.dminislración del
periódico. EJI
91
I
I
AO~IINISTI\ACIÓ:-¡; Carla Tamayo. Calle 16¡ 9
Parque de antander, acera Norte, .0 112. si
I g \lI!:!lwrnrnWlI1WglQ¡rnrnwrnrnrnrnrn m¡¡¡rn~,
IMPRENTA ELÉCTRICA-168, CALLE 10
1 9°7
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOCOTA ILUSTRADO
•
~avarla
PRODUCTOS Y PRECIOS DE VENTA
Bog otá, Abril 1. o de 1907
Cerveza Pilsener, Lager y Dock, docena de media. bo tella ... . $ 1 00
docena de botell as dob les ... .. . . 1 90 " " " " " Doppel Stout docena de media h otell as ... ... 130
" Cu l mbacher (marca Tlgre) docena de medias botell a ...... 1 30
" Tre Emperadores docena de medias botellas ... ... 200
" Higiénica docena de medias bo tell as .. .... 1 80
" en barril, PiJ. ener, Lager y Bock, el litro ............. .......... .. 1 0
Agua ga eo a pura, docena de medía botellas ... ... 60
Agua gaseosa COQ diferentes jarabes, docena de media botell a ..... . 66
Sparkling Bavaria Kola, docena de media botell as .. .. .. 80
Gin ger le, docena de medias botellas.. .. .. 80
Bavaria Cider (C idra e . puma a), doceua de media botel las ... ... 120
Extracto de !alta, docena de media botellas ...... 420:
Hielo, por mayor, la libra ........ .................. .. ....... ..... ... ............. ...... ... . 6
Carbón minel'al y veo-etal de Zipacón, vendemo á lo precios corrien-te
y él domicilio.
Descuentos sobre l os productos embote llados
5 por 100 en diez ó má docenas
JO por 100 en cien ó má docena
PRECIO : on lo corriente del día del de pacho, aun en el caso de
anticipacione de dinero.
B TELL ndemo y alquilamo botella cervecera.
BARRILE : Para la enta de nuestra cer reza en barril hay harril~
dellde cinco litro .
CORCHO Y L UP L : Vendemo de muy buena calidad y á diferent
s precios.
CEJ3ADA: ompramo al contado y á lo mojores precio de la pl aza
gra.ndc~ can tidades de echada en grano.
DEUTS CH CQLUMBIAN ISCHE BRAUEREI G. m . b. H.
El Ger ente, LEO SIEGFRIED KOPP
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Serie 1
Bogotá Ilustrado
. . ...... ~ ........ .... '" _ • , ••• t • _
J;gb'til de fgo7
@d&&¡;;¡í&d-, ~~&t/ 8~ftír/o. 8ó/u:'ttJ.rJft d upt?Úf, -~4&hí, $." ~(aíéMt., qpÚtad-
LINEAS DE DUELO
Caprichosa la muerte y altanerll , ya abate el &rbol
-grande, ya el pequeño, cuando no frondoso arbusto ~ humilde
planta rastrera ; de todo cae á su paso fatídico é
ineludible, sin que nada ni nadie fuese crf>ado para la inmortalidad.
Entre montones de montones de vidas, para
nosotros indiferentes, á nuestro lado acaba de arrebatar
algunas que dejan huella imperecedera en el medio en
que por largos años se agitaron, y dos especialmente simpáticas,
vidas de jóvenes, con pleno derecho á larga duración,
que han terminado por la fuerza bruta de lo imprevisto,
estrujadas no por el desgaste normal de cada
día, sino por ataque inesperado de la sue rte aleve y tornadiza.
ALFONSO PARDO DEFRANCISCO, alma sencilla, de ingéni
ta bondad, que aún creía en los mentidos halagos del
mundo, cae inerte á la fosa después de meses y meses de
rudo sufrir, quizás llevando consigo el recuerdo de amigos
puntillosos del a zul de sus escudos, que le disputaron el
derecho de pagar una copa de champagne ......
Más feliz JUAN JosÉ LAGos, j0ven también, Il~no de
bondadosa sinceridad, rindió su jornada en las turbias
aguas del F unza, y de seguro en la angustia de su lucha
final, tuvo algún cariñoso r ecuerdo para los que fueron
sus amigos. Era miembro del simpático C. de los E. E.,
club que oficia en e l altar de la, amistad, y bien sabía que
las lágrimas de sus consocios aumentarían, cuando fueran
ellos á buscar su cadáver, las qui etas ondas del apacible
río, siempre traidoras.
Los dioses que quieren, según e l decir del poeta, la
muerte de sus escogidos en plena juventud, cuidarán con
cariño de la memoria de LAGOS y de PARDO, á cuyas familias
enviamos sentido pésame y nuestros votos por que la
santa resignación cri stiana sea bálsamo de consuelo para
su justo dolor.
~
I
Salnuel F. CollillS
Nació el 10 de J unio de 1834. Hijo del Coronel Samllel
Coll ins, el compañero de Páez en La Cruz, el Cañofístolo
y los pasos de Apure, y de BoJfvar en toda la campaña
del Sur. H eredó de s u noble padre junto con la medalla
de los R estauradores d<;1 P erú y. con la oruz de los
Libertadores de V f> nezuela, las cualidades características
del verdadero cabal1e ro ing lés. Recibi6 su educación en
~I antiguo Colegio de los Jesuítas, y desde niño tuvo que
librar dura lucha para sostener á su madre viuda. En
1860 fue Ayudante dpl General Mosquera, y le toc6 colocar
en la Plaza de Bogotá la bandera de la Revoluci6n
triunfante . La rectitud de su carácter, su honorabilidad
reconocida y su ha bilidad en el manej o de los números,
hicieron que desde muy joven ocupara puestos' de responsabilidad
que desem peñó siempre con lucimiento. Pocos
meses después de la fundación del Banco de Colombia fue
nombrado Cajero auxiliar y luégo Cajero principal, puesto
que, á satisfa cción del Banco y del público, ocupó hasta
su muerte.
Murió e l 3 del presente, dejando en su hogar y en
la sociedad en que vivió, el dulce r ecuerdo de sus modestas
virtudes.
Lorenzo Coclazzi
Nació en . París el 28 de O.;tubre de 1840. Hizo sus
pr,imeros estudios en el notable Instituto del Dr. José Joaquín
Qrtiz, y en otros Colegios de Bogotá. Ttabajando al
lado de su ilustre padr,e lIeg-ó á ser uno de nuestros mejores
ingenieros prácticos. Como aquél, consagró su vida
servir á Colombia. En Oici mbre de 1865 fundó un hogar
que fue mode lo de virtude . Italia, cuna de su distinguido
padre, supo aprovechar las bellas cualidades de su corazón
y de su inteligencia, y en varias ocasiones le confió el
puesto de Cónsul General y de Encargado de Negocios.
En 1904 le dio plenos poderes para el canje de los tratados
de amistad y comercio entre los dos países. El Gobierno
italiano reconoció el acierto revelado en el desempeño
de estos puestos, y le confirió en Julio de 1892 el
título de Caballero de la~ órdene~ de an Mauricio y an
Lázaro, y en Marzo de 1904 el de Caballero ·de la Orden
de la Corona de Italia. Fue también miembro del Instituto
y de la Sociedad Geográfica de Colombia. y miembro
fundador de la Sociedad de Ing-enieros. Murió e1 3 de
Abril de L907, ha biendo dejado como ciudadano,oomo
Ingeniero y ~omo Institutor una hlJella de Lu z y de Citriño ~
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOTA ILUSfRADO
en realidad de verdad son sencillo resultado de la entrevista que tuV()
la amabilidad de concedernos.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOTA !LUS'TRA·nO·
simas, á duras p'enas dominada "la fatiga pór el vigor de
la juventud, sentí recompensadas tantas penalidades al
abrazar en las cercan ías de Mocoa á mi tío Enrique Reyes,
encargado entonces de la direcci6n de los trabajos de la
'Compañía en aquellas localidades. Puesto á sus 6rdenes
como pequeño auxiliar, ya que mi corta edad á nada
mejor daba derecho, me encomendó una comisi6n á Yunguilla,
caserío de indígenas á orillas del río Caquetá, en
donde se encontraba mi hermano José María, el mayor de
la familia, q uien muri6 poco después á consecuencia del
paludismo contraído en aquellas selvas. Allí, con un baño
-en las correntosas aguas de nuestro gran río que va á
morir al Amazonas, saludé la aurora del año nuevo de
J875, creyendo hallarrr.e al principio de la realizaci6n de
lmis sueños.
D. Elías Reyes
Desde entonces y siempre á las órdenes de mi tío
Enrique, un titán para el trabajo en la lucha con la natu_
raleza, la vida no fue de sosiego ni de placeres, fue de
lucha sin tregua, de sacrificios de toda clase y de sinsabores
que á duras penas pueden imaginarse. Teníamos á
nuestro servicio centenares de hombres sin Dios ni ley,
ajenos á toda autoridad, cuyo manejo traía cada día un
nuevo problema de valor, de destreza 6 de táctica diplomática
para mantener por sobre todo la disciplina y á la
vez complacer en lo posible las justas exigencias de aquellos
indispensables compañeros. Así pasé año tras año,
todos llenos de privaciones y sufrimientos, hasta fines de
1878, en que 11'1. Compañía, viéndome ya capaz de despreciar
el peligro y de afrontar toda suerte de penalidades
premi6 mis servicios haciéndome su socio industrial y m~
encarg6 honrosa expedici6n hacia el Amazonas.
11 E21 efecto (I~, en Jos pr~meros días del año de 1879,
ac~mpanado por mi noble amIgo D. Antonio Angulo, hoy
residente en el Sur del Cauca, partímos de Mocoa, capital
del territorio del Caquetá, provistos de har ina de trigo y
de cebada, sal, escopetas, municiones, p6lvora, fulminantes,
anzuclos y un botiquín con quinina, ipecacuana y linimCAto.
La distancia de Mocoa á Puerto Guineo es de unas
seis leguas, que recorrimos á pie en un día. E n aquel
(1 ) Del (olleto publicado en 1902.
puerto, sobre el río del mismo nombre, tribut¡{ri6 de{Putumayo,
casi en su nacimiento, tomámos una pequeña
canoa, manejada por indios de ese caserío. Después de
dos días de na vegaci6n, llegámos á Cuembí, sitio habitado
por indios semisalvajes y donde pueden atracar vapores
que no calen más ~e cuatro pies. De este punto al Amazonas
mide el río Putumayo, navegables por vapor, 1,200
milla~; y esa distancia íbamos á recorrer, provistos de
una canoa m ~ s grande que la que tomámos en Guineo, y
tripulada por ocho indios, á los dos días después de nuestra
llegada á Cuembí,-último caserío en donde residen indios
medio civilizados, partímos lanzando la embarcaci6n á la
mitad del río. Ibamos á recorrer una enorme extensi6n :
momentos por momentos nos alejábamos más y más de
todo sér civilizado; pensábamos en los diferentes peligros
que nos amenazaban, tales como la fiebre, un naufragio,
el hambre, un ataque de los salvajes 6 de las fieras. En
nuestro interior nos despedíamos tiernamente de lC's nuéstros,
distantes centenares de leguas, y decíamos adi6s á
nuestros compañeros de trabajo; nos encomendábamos á
Dios; y sin tener por delante más que el inconmensurable
desi e rto, no sin terror, avanzámos hacia su centro. Navegalldo
sin tregua todos los días y algunas noches, cuando
la claridad de la luna nos señalaba el rumbo, vendamos
aquellas enormes distancias; unas noches dormíamos en
las playas, con harta zozobra por el temor á los salvajes y
á las fieras; en otras, que navegábamos, nos turnábamos
en la vig-ilancia con Angulo ; en las mañanas, acercándonos
á la orilla del río, hacíamos grandes provisiones de aves,
como camaranas, paujiles, pavas, etc., lo mismo que de
zaínos, venados, conejos, etc., y en la noche nos proveíamos
de pescado. Con frecuencia encontrábamos en las playas
numerosas tribus de antropófagos, que se ocupaoan
en la pesca de tortugas; entonces dirigíamos la canoa á
la ribera opuesta y nos ocultábamos en el rancho 6 cubierta
de aquélla, para evitar que nos hiriesen las flechas
envenenadas que nos dirigían; á una temperatura de 3~ á
35 grados centígrados, el calor era la mayor de las penalidades
que nos acompañaban, sin que dejara de mortificarnos
también la inmensa cantidad de mosquitos y la
estrechez de la embarcaci6n . sí pasaban los días sin que
encontráramos signo alguno de la proximidad al Amazonas;
á veces nos afligía 6 desesperaba el no saber cuándo
se pondría término á tan penoso viaje, hasta que al fin,
después de veintiocho días de navegación, en una bellísima
mañana, al dominar una gran curva del río, se present6
ante nosotros el gigantesco Amazonas, y pocos momentos
después, muy fatigados, pero llenos de júbilo, desembarcábamos
en Santo Antón, donde fuimos cariños~mente
acogidos por sus habitantes, especialmente por D. Salvador
Ferreira, anciano portugués.
Nos hallábamos en aquel puerto esperando uno de los
vapores que debía bajar de Iquitos, para encaminarnos al
Pará, donde habríamos de conseg-uir el vapor 6 vapores
que necesitábamos para subir á Cuembí, cuando una noche,
sin esperarlo, atracó un vapor que subía el Amazonas.
Era el vapor Ca1l/tllláll, que nuestros. consignatarios
en el Pará, los res. Manuel Pineiro & c.n, habían despachado
para el Putumayo por orden y cuenta de nuestra
Casa. Con mis compañeros de viaje me instalé á bordo, y
al día siguient .. á la madrugada empezámos á zurear las
ondas del Putumayo, el cual recorrímos, aguas arriba, en
32 días, navegando únicamente en el dta, hasta llegar á
Cuembí, lugar en que se debla tomar e l cargamento de
quinas. Hicimos ese viaje sin tropiezo alguno; el vapor,
con toda su carga, tenía un calado de cuatro pies, y entre
los pasajeros figuraba el célebre explorador francés M,
Jules Crevaux, con quien penetrámos hasta alguna tribus
de indios.
Precisamente no puedo olvidar aquí los incidentes
ocurridos en una visita que hicimos á la tribu de antrop6-
fagos llamada Benedó: atrac6 e l vapor en un punto con el
fin de proveerse de leña; alguno de los indios que habían
bajado el río conmigo observ6 que se notaba un e trecho
sendero que demostraba la existencia de a lguna tribu cercana;
y como el vapor debía demorarse algunas horas
anclado, se nos ocurri6 ir á buscar la tribu. En éfecto, saltámos
á tierra, provistos de escopetas, e l r. Crevaux, su
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BOGOTA ILU8TRADO 97 _
-sirviente, llarri~do Apatau, D. Demetrio Salamanca, Angula,
unós seis marineros y yo, y nos dirigimos, sel va
adentro, por la vereda; después de caminar unas rlos
millas, encontrámos una gran semelitera de plátano, yuca,
piñas y chontaduro (palma) ; penetrámos al centro de ella,
y de pronto vimos cuatro enormes casas pajizas, de forma
redonda, cubiertos en parte los flancos por guaduas, con
muchas entradas; luégo sentimos grande algazara, observando
al mi mo tiempo que las indias hufan presurosas al
bosque con los niño á cuestas, y que los varones se aprestaban
con us armas-lanzas de guadua, grande macanas
y flechas -para el ataque ó para la defensa; pero nos.
otros, colocados en fila al frente de una de las casas
llenos de terror ante lo numeroso de la tribu y el aspect¿
de los salvajes, resolvimos, fingiendo amable sonrisa, pern:
tanecer cnmpletamente quietos, con los brazos caídos y
Sin hacer el más ligero movimiento ó ademán que pudiera
parecer hostil. Entonces, d espués de pocos momentos, los
indios bajaron un poco la voz, se colocaron en la entradas
de las casas, y por la que quedaba enfrente de nosotros
fueron acercándosenos dos gigantescos indios, adornados
con plumas y dibujos en la piel, hechos con achiote
y barro de diversos colores, hasta que, ya á nuestro
alcance, empezámo de manera muy suave á tocarles el
ho~bro y hacerles señas que les demostrasen que nue!:tra
actItud era completamente pacífica. Persuadidos de ello,
~ueron . tomándonos de uno en uno de las manos y nos
introdUjeron á la morada del Cacique; nos sentaron en sus
hamacas ó chúlcltorros, y empezaron á hacernos los honores
regalándonos ollitas llenas de veneno que usan para
la caza, plátanos en sazón, piñas, plumas, cuerdas aparentes
para anzuelos, y pajaritos disecados con la mayor
perfección. Cuando esto pasat a, nos sentíamos menos
amenazados y algo repuestos de la impresión de terror;
pero de cuándo en cuándo nos sobresaltaba la manera
brusca con que ya varios indios á nuestro derredor examinaban
abismados nuestra ropa, la que suponían hacía
parte integrante del cuerpo, así como les causaba grande
admiración el color de oro de la abundante barba del Sr.
Crevaux y el color de Apatau, negro fino y corpulento, de
las Guayanas, que tan importante papel exhibe en las
obras de aquel malogrado viajero, asesinado por los indios
Tobas del Pilcomayo. Momentos después abandonámos los
cómodos asientos en que nos habían colocado, y con paso
muy mesurado, sin perder de vista los ademanes de los
indios, que nos seguían en continuo hablar, empezámos á
recorrer la h'l.bitación del Cacique y de los que constituían
su dinastía y de los empleados de gobierno, los cuales se distinguían
por los adornos de plumas y por los dibujos hechos
sobre la piel, más abundantes que en los demás de la tribu.
Como dije atrás, la casa era muy grande, de forma
redonda, muy aseada, llena de pilares, donde, una debajo
de otra, colocaban las hamacas de palmicha, admirablemente
tejidas; en el centro tenían grandes ollas llenas de
plátanos, yuca ó chontaduro en fermentación, con lo cual
preparan el licor con que se embriagan, y una especie de
barbacoa, encima de la cual había cantidad considerable
de carne de zaínos, dantas, venados, monos, conejos y pescados,
sometidas al humo y á un fuego lento. Nos dieron
carne de zaíno, que aceptamos, y quisieron en vano que
tomásemos su chicha, licor espeso que fermentan después
de mascar sus componentes; pero luégo 'nos sorprendieron
mostrándonos un arca hecha de maderos de palma, en la
cual tenían considerable cantidad de cráneos humanos,
que constItuían los trofeos de sus luchas con las tribus
vecinas, cuyos prisioneros eran asados en medio de grandes
fiestas, y comidos en parte, menos la cabeza, que conservan
como reliquia, emblema del valor. El Sr. Crevaux
se acercó al depósito de los cráneos, tomó uno, y en el
momento el indio que tenía á su lado se lo q uitó con tal
fuerza, que el viajero vino al suelo. Después visitámos las
otras chozas, y encontrámos muchos trozos de piedras
muy finas, con filos cortantes, que les servían para derribar,
á costa de mucho esfuerzo y de mucho tiempo, los
seculares árboles que destruían para hacer sus plantaciones.
Los indios que en ellas estaban experimentaron las
mismas impresiones que los otros; pero fueron menos
---------
cu~plidos, porqu~ cuando ya resolvimos despedirnos, me
q.ulté un saco de hno que llevaba puesto y se lo di al CacIque,
personaje que no nos abandonaba un instante; y al
ver esto, los otros se arrojaron sobre nosotros á quitarnos
y á pedirnos li\. ropa que usábamos. Dímosles casi todo, á
excepción de los pantalones interiores; y risa nos causaba
ver cómo se arrebataban y ponían esas piezas: unos se
colocaban los pantalones como turbantes; otros se a taban
los pies, metiendo cada uno de ellos en las mangas de las
camisas, y los más mordían las telas acaso para averiguar
qué sabor tenían.
Eran ya las tres de la tarde, y como el vapor debía
continuar su viaje, nos despedimos, instándoles por medio
de señas que nos siguieran; pero ninguno quiso hacerlo.
L1egámos á bordo sin olra mala nov~dad que el estrago
causado por los mosquitos, que tan amplio campo encontraron
una vez que la mayor parte de nuestra ropa había
quedado en manos de los visitados. Poco después de las
cuatro y media de la tarde se movió el vapor para na vegar
unas dos horas, y cuando ya estábamos en medio del
río, acudieron unos trescientos indios de todos sexos y
tamaños: era la misma tribu que, llevada sin duda por la
curiosidad, iba á conocer nuestra embarcación; pero entonces
se presentó con gritos, acaso de entusiasmo ó de
cordialidad, y con las mujeres y los niños, todos en completo
estado primitivo. Di orden al car>itán del buque que
atracara nuevamente, con el propósito de atraer los indios
á bordo, y así lo conseguimos. Tendida la plancha para
saltar á tierra, y juzgando que las hachas y cuchillos
podían ser para ellos un alici ente, puesto que, como dejo
dicho, se servían de piedras cortantes para segar los montes,
tomé un hacha ame ricana, nueva, con empuñadura,
salté á tierra, y con toda mi fuerza empecé á cortar un
árbol. Por el momento todos se quedaron quietos; mas al
ver el servicio que el hacha prestaba, se arrojaron sobre
mí, :ne la quitaron, la pusieron en manos del Cacique y
éste empezó á experimentarla. Volví á bordo, tomé otra
hacha, y desdE! la mitad de' la plancha empecé á llamarles
la atenci6n y á ofrecérsela. Acercóse el Cacique, quiso
tomarla; pero yo no estaba en tierra, y él no se atrevió á
seguirme; á mis señales de ofrecimiento y en su deseo de
obtenerla, hizo que una de sus mujeres, hermosa india de
veinte años, entrara á la plancha ó puenle. Cuando ya
estaba en la mitad, empecé á retroceder poco á poco. La
india, con una mano sobre el hacha, me seguía asustada,
hasta. que estuvimos á bordo. Mientras esto pasaba, los
indios, estupefactos, nos miraban en completo silencio, y yo
me empeñaba en hacer subir á la india por las escaleras
que conducían á cubierta; al fin lo conseguí. Una vez allí,
con el capitán y otros empezámos á obsequiarle espejos y
abalorios y todo aquello que le podía llamar la atención;
le dimos una copa de vino que bebió, galletas y azúcar;
luégo la tomé de la mano, y colocándosela en el manubrio
de una caja de música II organillo que tratamos, empezó á
tocar. Se asustó la india al principio, pero después sigui6
tocando sola. Los indios que estaban en tierra hacían
esfuerzos por entrar á bordo, pero no se atrevían. alté á
tierra, tomé de la mano al Cacique, y sin mayor esfuerzo
conseguí que entrara al vapor. 1 ver esto, los demás lo
siO'uieron con estrepitosa gritería y, cuando menos lo pens:
mos, el vapor tenía á bordo casi toda la tribu. Siguió
sonando el organillo tocado por la india; todos se acercaban
á examinarlo, pero siempre cautelosos y asuc:tados.
Les dimos lo mismo que á la india, agregando tabacos,
aguardiente, hachas, machetes, cuchillos y ropa, artículos
que el buque traía en gran cantidad para nuestros quineros.
Todo lo que veían en el bUéjue les causaba admiración
, como era natural; pero lo que más le.s ma.r avillaba
era por qué podían estar en un segundo piSO Slll caer, y
frecuentemente pisaban con fuerza la cubierta y la tocaban
con las manos, se acercaban á dos espejos grandes
que había en el saloncito y se miraban con la mayor sorpresa;
hacían g estos, se ponían las manos en la cara-y
palpaban y lamían el espejo; paseaban por todo el buque,
mirándolo y cog iéndolo todo, con el deseo de lIeYar~
cuanto vefan. Mas como ya avanzaba la tarde , emprendl-
( ¡gue en la págIna 100)
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOTA ILUSTRADO
El alma de NÉsTon REYES, i finnmente cultivllda pOI' su e ludio
que ostentaron las de sus hermanos en las faenas, en la advel"idad y en
de su raza con el mismo vigor, y hada florel'or en u corazón, igualmente
rolsmos increíbles.
I I I
,
en BoO'ot.1 y Tueva York, mostró la entereza indomable,
1 peliO'ro; en su ér golpeaba la excepcional y r ica sangre
e pléndida , las flore de lo grandes anhelos y de los 1e-
Abandonándolo todo, entró con us herm:lnos en In ohra de exploración, y con ello marcó hacia de conocidos horizontes
su rumbo~ animado por ese soplo de mi trio y de gloria que han de ntir quiene así, hermo :lmente audaces, de afían lo i"'noto
y miran cara á cara su propia suerte.
El, cOJ!l0 sus compañeros, hall? en e a ti rra que ,ello ~anab!ln para el proO're o l~umaoo, adver idade~ y sufrim~ntos; él
soportó 1:1Ir.1>16n las rudas faena y VIO d filar len la!'; é Inlel'm lOahle las hora ele anO'u tIa J' de e peranza, baJO la marana de e-as
selvas para ellos hostiles; él tarnJiién, fuert ó inflexible inl ió pa ar loda la amar""uras d aquellos días, sostenido iempre por
una superior esperanza, consolado por la seguridad d que, i fl'aC:l Sa l'nn todos ello" u Patria había recibido un beneficio,
P ara él tambión vino, en aquellas comarca " vlrl?cnes, la hora del único re po o' la Muerte también le buscó allí, pero no como
á su hermano Enrique, callada y suave, s ino de rnod Inc pel'ado y tl'árrico,
Entre el silencio solemne de la montaña, hnjo el amparo de un ~I'hol enorme y viejo, ti hermano Rafael dio á esa tierra, antes
no ,violoda, los restos de aquel oll'o héroe que ofrendó ni bien de todos u vida, gallarda y bravamente como cumple á lo héroe
auténtICOS.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOTA ILUSTRADO
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El\1\IQUE RE) ES fue un "itroros? lu chador, que de de ~1~y temprana edad oportó en. u !J1'azos, intrénüamenle aptos para las
grandes faena, el peso de los más dehcado debere: u. e 'ptrllll, prcmaturamente .fortalec.ldo plH' la bl'etra y lleno de e a erenidad
y ese valor que ponen) en lo más hondo del sér, los sUfrtn11entos temprano, .marco, con pIe firme) c1camino áspero que hubo de
señalarle la vida. Alma qué ~aba el combate y donde holg'adame~l~ cambIan lo Olá altos anhel? ' domó siempre el re io obstáculo
y apartó la maleza eneml~aJ seguro de hallar, tl'as la ruda lidia en que se de trarraban u ngore, el amplio y bello éxito
que corona á quienes así luchan her?ica y ~all~damente. " " .
J unto con sus hermano~ r~ahzó la ttlántea ~x'ploracl~n ?rl Amazona, y ?p.:>rto. con ánun,0 ,Inquebrantable y con inquebrantable
serenidad, todos los sufrImientos de aquel Viaje, sufl'lmlento que, por u ¡nten ¡dad, se dma olorado má allá de la re is
tencia humana.
Cuando empezaba á mirar de cerca su triunro, JogTado á travé de lanto increíble e fue/'zo, ,ino para su e píritll el de ean'o
definitivo. La misma Muerte que llegó á bu carie así, en lejanas tierras ad"er a ,lejo de todo lo qnp. amó, cuando us manos tocaban la
cumbre no logró hacer que vacilara su alma hel'oica. En la cubierta de u buque, tranquilo, re -ignado, anle las selvas que miraron
su aud;cia) bajo el cielo indiferente y extraño, vio llegar la Muerte y le tendió los brazo que no vac ilaron entonee ,los brazo que
'DO habían vaCilado nunca, sus fuert es hrozos hecho rnra domeñar el Pc"t i nn.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
100 BOGOTA ILUSTRADO
mos la tarea de poner en tierra á nuestros visitantes, 10
cual conseguimos no sin trabajo, aunque siem pre con la
mayor suavidad. Cerca de las seis de la tarde zarpó nuevamente
el vapor, navegámos hacia arriba unas cuatro
míllas y fuimos á anclar á la ribera opuesta, pues no era
prudente hacerlo en la otra.
Al día siguiente ~ la madrugada levó anclas el vapor
y continuámos nuestra lenta y monótona marcha ; llevábamos
ya quince días navegando en aguas del Putumayo,
viendo el mismo,bosque, matando de los mismos mosquitos,
soportando el mismo calor y siempre angustiados con el
mismo temor de que el buque encallara ó fuera su casco herido
por algún tronco oculto por las aguas. Mas á veces
esa monotonía desaparecfa en presencia de indios que
salían á las playas, de tigres, dantas zaínos, venados,
monos de diferentes cIases y tamaños, culebras de varias
dimensiones y colores, y otros cuantos animales del desierto
que encontrábamos á nuestra vista . Así continuámos
muchos días más, hasta que al completar 32 de na vegación
en el Putumayo, lIegámos á Cuembí, donde nos esperaba
Rafael Reyes, Director Gerente de la Empresa y
fundador de la navegaci6n por vapor en aquel río. Precisamente
el primer vapor en que él lo subi6 perteneció á la
Empresa, lo lIam6 TUlldama, y hoj' se halla hundido en
La Sofía, puerto situado doce leguas arriba de CuembL
Al día siguiente á nuestra llegada empezámos á cargar
de quinas el vapor. Terminada esa C'peración, se fijó
la hora de partida para el Amazonas, y se dispuso por el
Gerente de la Empresa que yo debía regresar é ir al Pará
á hacer armar en sus astilleros un vapor que en ews días
debía haber sido despachad,o de los Estados Unidos por
cuenta y orden de la misma Empresa, vapor que se pidi6
en reemplazo de El Colombz'a, también de la Empresa, armado
en"\ illmington y que naufragó pocos días des pués
de haber salido de an Thomas, sin que e hubiera sa lvado
ninguno de los tripulante~.
Al favor de una gran creciente del río, zarpó el Ca-
1lUmál1, y empf>zámos nuevo viaje, llevando yo el pec;ar de
la ausencia de los míos, de mis compañeros de trabajo y
de la Patria. A los seis días de na vegaci6n, aguas abajo,
llegámos al punto de nuestra entrevista con la tribu Bmeció;
al acercarnos vimos dos indios que levantaban los
brazos, y al llegar á la orilla notámo que la tribu, con las
herramientas que les habíamos dado, había preparado
una cantidad considerable de leña, que el vapor embarcó.
Mientras esto sucedía, de pronto se nos pre entaron nuevamente
los indios, festivos, sin miedo, muy confianzudos y
llevándonos piñas, plátanos y otras cosas. En esta vez no
hubo necesidad de invitarlos á venir á bordo; apenas llegaron,
pasaron el puente, subieron la escalera y se repitió
por completo la escena de la primera <,casión. Embarcada
parte de la leña, y ya dispuestos á continuar el viaje, nos
ocupámos todos, de!>de el Capitán hasta el último marinero,
en poner en tierra á los indios, haciéndolo con la mayor
suavidad, á fin de que no les qu~dase el menor recuerdo
desagradable. Partimos, no sin tristeza, al ver que los
¡nfelice volvían á continuar su vida absolutamente salvaje,
sin que sintiesen como signo de civilización más que el
favor de las herramientas y de los abrigos que en buena
hora les obsequiámos.
Cinco días después, haciendo un viaje muy rápido, debido
á lo crecido del río, terminámos la navegación del
Putumayo y entrámos en el Amazonas; en Tunantins,
puerto sobre el río del mismo nombre yafluénte de aquél,
tomámos algunas provisiones y continuámos nuestra marcha,
navegando día y noche sin tropiezo alguno, atracando
únicamente en los puntos en que deblamos embarcar
combustible y en alguna de las bellas poblacione que tiene
el Amazonas en sus orillas. En aquella época navegaban
este río y sus afluentes 170 vapores, aparte de los
transatlánticos que subían hasta Manaos, importantísima
ciudad situada en la desembocadura del Rionegro, lo cual
hacía que lñ navegación, lejos de ser mon6tona y cansada,
como acontecía en el Putumayo, nos fuese animada y divertida.
Todos esos vapores que surcaban las aguas de los
ríos afluentes del AmMonas, iban provistos de víveres
mercancías é inmigrantes, y regresaban al Pará plena:
mente cargados de caucho, castañas 6 nueces de! Pará,
manteca de tortuga, maderas finísimas, cacao, bálsamos
de Copaiba y de Tolú, zarzaparrilla, ipecacuana, tagua,
maderas de tinte, etc., y todo esto constituía una enorme
riqueza en fruto~ de exportación, que en halagadora abundancia
se encuentran en las riberas de los ríos Putumayo,
Caquetá y sus afluentes, especialmente en la zona cercana
al Amazonas.
Siete días después lIegámos a~ Pará, distante apenas
de la desembocadura del Amazonas en el Atlántico unas
sesenta millas; y por demás sería enumerar las variadas
y agradables impresiones que experimenté, después dI'!
tantos años de desierto, al llegar á una ciudad bella, de
gran movimiento, y que ?frece todas las comodidad e!> hijas
de la civilizaci6n.
Pasadas unas cinco semanas, lleg6 el vapor desarmado,
á bordo de un gran buque de vela, y fue desembarcado
en el astillero, donde se emprendi6 en seguida la armada;
cuatro meses después se echó el buque al agua,
registrado con el nombre de Caquetá, y aquel día se hizo
la prueba acostumbrada. Lleno de júbilo, y acompañado
por el Gobernador de la Provincia, sus Secretarios y los
empleados superiores del Arsenal de Marina, veía yo que
el vaporcito-izada la bandera :colombiana á proa y la
brasil era á popa-recorría la bahía, pasando por en medio
de algo más de cien barcos que estaban anclados.
Cumplida mi misi6n, únicamente esperé que llegara
un considerable cargamento de mercancfa que la Casa
había pedido á Europa y á los Estados Unidos, para emprender
el viaje, en que tenía que recorrer, ~guas arriba,
unas 2,100 millas de Amazonas y 1,200 de Putumayo.
Convenientemente tripulado el vapor, y con provisiones
para tres meses, zarpámos del Pará á la madrugada, que
es la hora adecuada para pasar la bahía de Maranhao en
calma, y no sin muchas penalidades, por causa del excesivo
calor, de los mosquito, de una alimentación dañina,
etc., rendímos el viaje á los 52 días de navegación y llegámos
á Cuembí.
En el PutuITlayo visitámos varias tribus de salvaj es,
y, como en la de Beneció, encontrámos bastante leña preparada
por los indios de e a tribu, demorámos en aquel punto
algunas horas y fuimos visitados nuevamente por aquélla:
Estaba ya catequizada, y en esta vez nos volvie ron á obsequiar
con lo mismo que en las demás ocasiones, agregando
algo de caucho y de sarrapia, que usan en la parte
superiúr de los brazos como adorno y como perfume. Un
poco más acá de aquel punto, penetrámos en las chG'las
de la tribu llamada Orejones, cuyo nombre se debe á que
desde que nacen les perforan las orejas y van introduciéndoles
con frecuencia palos cada vez más g ruesos, haste
que con el tiempo les cae la oreja casi al hombro;
pero esta tribu vive á la orilla del río en chozas pequeñas
de vara en tierra; en el día permanecen en sus hamacas,
á causa de la enorme cantidad de mosquitos, y por la noche
se consagran á la pesca, único medio de alimentación
que tienen. Horror nos causó ver en ellos s6lo espectro
consumidos por el hambre y por la tisis.
Descargado el vapor, se llenó luégo de quinas, y se
embarc6 en él mi tío, el abnegado y laborioso Enrique
Reyes, quien poco después y de regreso del río Yabari,
rindló su vida á causa de una fiebre, á bordo de una lanchita-
vapor en que subía el Amazonas en direcci6n á
Iquitos.
Partió el vapor, y yo permanecí en Cuembí acompañado
por los indios de aquel caserío. Después de disponer
10 conveniente para subir hasta Guineo, en pequeñas canoas,
el cargamento de mercancías, compuesto de unos
mil quinientos bultos, emprendí mi viaje en una canoita, y
á los nueve días de navegaci6n á p¡tlanca lIeo-ué á Guineo,
de donde al día siguiente continué viaje de á pie hasta Mocoa,
centro rle las operaciones de extracción de quinas.
Justamente, en aquella época fue cuando hicimos poderosos
descubrimientos de quinas cupreas, con abundancia
verdaderamente increíble: en la ribera oriental del Caquetá,
al partir de Desc nse hasta la desembocadura de
Horleguaza, es decir, en una extensión de unas 500 millas,
á una temperatura de 24 á 30 grados centígrados, descu-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOTA ILUSTRADO 101
brimos quinales abundantísimos que, al hacer los respectivos
análisis, nos dieran un resultado de 4, 3t , 4, 4t Y
hasta 6 por 100 de alcaloides; estos quinal es existen en
la base de la cordillera y en los lugares planos de hoya
del do Caquetá; luégo, ascendiendo á una temperatura
oe 16 á 18 grados centígrados, se encuentra la quina naranja,
que en lo general da un resultado en alcaloides del
t3 por 100, y después', ya en la zona fría, á una temperatura
de 12 á 14 grados, se halla la quina tuna, de una riqueza
del 3 al 4 por 100, también de alcaloides. Quizá no
esté lejano el día en que esa gran riqueza pueda ser nuevamente
explotada con ventaja. Llegado el caso, se verá
la importancia y utilidad del estudio que sobre las quinas
de Colombia public6 el Dr. Nicolás Osorio."
Ganando siempre terreno continu6 sus trabajos la compañía
empeñándose en fomentar la navegaci6n de los ríos,
hasta 1882, época en la cual sal{ á Buenaventura con la empresa
de llevar gentes hábiles para el manejo de canoas en
el Caquttá y sus afluentes; alll catequicé, por decirlo así,
contra la opini6n de muchos comerciantes de la localidad,
sesenta bogas del Dagua, de esos de quienes deela D.
Julio Arboleda que cada boga es U1l héroe y cada palancazo
un milagro, y los embarqué en el vapor inglés Glala con
rumbo á Tumaco ; subí luégo por los ríos Patía y Telembí
hasta Barbacoas, de donde, ya provisto de cuanto la Empresa
requería, asumí el oficio de capataz Ó domador, y en
tan poco envidiable compañía, emprendí viaje á pie por la
montaña hasta P/edra-ancha, pequeño caserío á ocho
leguas de Túquerres, y después á Pasto, en donde se
encontraba el jefe de la Casa entonces, mi tlo el Sr. General
Reyes, quien en vista de la clase de gente que me
acompañaba y temeroso de los desmanes que pudiera
cometer en la ci1ldad, me excit6 á seguir viaje inmediatamente.
Acepté tan prudente indicación, á pesar de lo mucho
que necesitaba algún tiempo de descanso, y tomé
camino del Caquetá. Mis compañeros, habituados á la vida
mon6tona de sus canoas en el Dagua, sentían dolor intenso
á cada paso que daban en los senderos del desierto, y bien
se comprende cuántos sinsabores me ocasionaría la transici6n
harto penosa que aquellas gentes experimentaban en
sus hábitos y en su género de vida. Después de quince días
de viaje por montaña casi virgen, que ahora recuerdo
como una pesadilla, agobiados por la fatiga, las escaseces
y las penalidades del viaje, lIegámos á Puerto Lll11ón, caserío
de indios á la margen derecha del caudaloso Caquetá
ó Yupurá, y allí distribuí mi gente y organicé la manera
como debía prestarse el servicio para navegar ese río y
sus aftuente~; en servicio de la Empresa, cuyos negocios
marchaban cada día con mejor éxito y ya contabla para
sus trabajos con algo más de mil hombres, fuera de lo!:.
indios catequizados, con varios buques de vapor y un cre-
, cid o número de embarcaciones> menores, y con suficientes
centros de operaciones 6 agencias, provistos todos de sementeras
de plátanos, yucas, arroz, maíz, caña de azúcar,
café y pastos que ya empezaban á alimentar ganados llevados
desde Pasto casi en hombros, si ' vale la expresi6n,
de gigantes humanos.
Entonces, cuando todo pareela sonreímos y la Compañía
creía asegurado el premio de sus labores, que vidas
tan preciosas habían costado y tantos esfuerzos y tantos
sacrificios, amén de ingentes sumas de dinero, vino como
un rayo devastador, de aquellos que se desprenden sin
lluvia, el enorme desastre que abatió no s6lo á Colombia
sino también al Ecuador: la baja de las quinas, causada
por las plantaciones hechas en la India con semillas lJevadas
de Pitay6, sitio cercano á Popayán ...
Con profundo dolor puse término á los trabajos de la
magna empresa, seguramente la de mayor trascendencia
que hasta ahora haya visto el país entre las de su clase,
iniciada y sostenida con admirable constancia por los hermanos
Reyes-Elías, Rafael, Néstor y Enrique-de los
cuales tres rindieron la vida en su servicio; enterré allí
los dorados sueños de 'Tli niñez, y abandoné para siempre
las inmensas selvas del Caquetá, que á ¡ni juicio, Y á pe ar
del desastre sufrido, son promesa de redenci6n para el
progreso de Colombia.
/
En efecto, (/ el territorio del Caquetá (1) es la vasta
regi6n comprendida entre la cordilJera de los Andes y los
ríos Ag-uarico y Napo, por el Centro y Norte; el Amazonaspor
el Sur, hasta la desembocadura del río Caquetá Ó Yupurá;
y este río, aguas arriba, por el Oriente hasta su
nacimiento en la mencionada cordillera. Esta in~ensa extensi6n
de terreno está regado por los mencionados dos y
sus afluentes, y, además, por el río Putumayo ó Icá y sus
tributarios; todos eUos pueden ser en la parte baja en
relaci6n á la cordillera, navegables por lanchas de v~por
en trayectos más 6 menos largos, y por canoas hasta muy
cerca de la conlil1era.
El clima del Caquetá es ardiente y algo maisano sobre
todo en los cambios de la estación de invierno á I~ de
verano : son meses de verano los de Octubre á Marzo y
de invierno los seis restantes del año ; la naturaleza del
terreno es plana en casi toda su extensi6n, y anegadiza en
su mayor parte durante la época de invierno por consecuencia
de lo .,; grandes desbordes de los ríos; la fertilidad
del suelo es asombrosa; el cacao se encuentra en estadosil
vestre; el b~nano, la . caña de azúcar y todos los productos
de las tierras cáhdas se desarrollan allí admirable_
mente; en la regi6n q'ue bañan los ríos Aguarico afluente
del N~po 't San Mig,uel, que ll eva sus aguas al P~tumayo,
hay nquíslmos alu vlOnes de oro, lo mismo que acontece
en el río Caquetá y m~ chos de !>us t ributarios. Asimismo
en toda la ex~ensi6n d~1 territorio se encuentran, en mayo;
Ó menor cantidad, segun la zona, el caucho de diferentes
calidades, la zarzaparrilla, la ipecacuana, sarrapia, bálsamo
del Tolú y de Copaiba, nueces llamadas del Pará, ta-.
guas, fihras y superiores maderas de tinte y de construcción.
La riqueza en quinas es verdaderamente sorprendente:
encuéntranse en abundancia extraordinaria y de
calidades diversas, según la zona, en una extensión de más
de quinientas millas, partiendo del caserío llamado Descanse,
sobre el río Caquetá, casi en su nacimiento, hasta la
desembocadura del Horteguaza, su tributario.
El caucho abunda en toda la región bañada por los
ríos Caquetá Ó Yupurá, Putumayo 6 Id, apo y sus afluente,>,
siendo de advertirse que, tanto la calidad como la cantidad
de árboles, es superior en la parte baja de los ríos
á la de las cercanía!> á la cordillera, donde no se encuentran
agrupaciones considerables de árboles; pero se ha
observado que la región más rica en caucho es la hoya
del río Caquetá y la parte baja del Putumayo, partiendo
de Cosacuntí hasta el Amazonas."
Todo convida en el Caquetá para el trabajo. y pued~
aSf'gurarse que de esas regiones, hoy incultas, surgi rá et
progreso de Colombia el día en qU t:: comience á dar sus
fru tos la lección de valor y de constancia para el bien que
allí nos dieron los abnegados hermanos Reyes, y que con
su vida grabaron Nést"r y Enrique en las playas solitarias
y silenciosas que los vieron morir.
Bien lo ha comprendido así el Gobierno, pues desde
fines del año de 1890 el Congreso expidió la Ley 103,
de 22 de Diciembre, que autoriza al Gobierno para crear
misiones y policía en la región regada por los ríos Putumayo,
Caquetá y sus afluentes; en ese año desempeñaba
el cargo de Ministro de Gobierno mi estimado y respetable
amigo Dr. Antonio Roldán, y él, movido siempre por
los más altos sentimientos de progreso y de patriotismo y
queriendo llevar á la práctica lo dispuesto en aquella ley,
solicitó de mí una exposición sobre el establecimiento de
la navegación en los citados ríos, así como de colonias y
de misiones, la cual tuve el gusto de pasársela con fecha
10 de oviembre de 1901, pero desgraciadamente, en
aquella época, nuestro Tesoro estaba muy exhausto, y no
fue posible allegar los recursos que la ejecuci6n práctica
demandaba.
Posteriormente, en Enero de 1893, una respetable
casa de comercio <':stablecida en Nueva York solicitó también
de mí una relación sobre el territorio del Caquetá y
sus productos, y hube de enviársela con fecha 29 de Abril
de aquel año.
De entonces para acá esta labor oficial ha continuado,
y de seguro pronto será coronada con éxito brillante.
(1) Del folleto citado
' ANca DE
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
102 BOGOT A ILUS fRADO
Bogotá anti euo
APUNTES DE ARQUITECTURA
Por las obras de arquitectura que aparecen de
vez en cuándo en Bogotá, puede medirse el progreso
material que ha venido transformando á esta ciudad,
haciéndole perder el aspecto de antigua villa y dándole
un carácter más en armonía con las modernas
-exigencia sociale.
El an tiguo estilo español (fig. 1), de pesadas
manifestacione y de severidad casi monástica, va
Plazoleta de San CarIo
desapareciendo diariamente, y no e tá tal vez muy
lejano el día en que el arti ta ó el poeta que de een
evocar el pa ado, vayan á ci udades de eo'undo ord'en
á hu car aquella vetu las casa que, en la noches de
luna, se iluminan melancólicamente y "iyen como envuelta
en añeja ' mi terio as leyendas.
Antigua pila de San ictorino
En la Revista CO/tlempOrÚnN{ t u vi mos la o asión
de hablar de aquel estilo d no dificil cla i11 ación
y del cual da ulla idea BOGOTÁ IL "mAD n Jos
gra~ado~ (IlH' nos .pr~ nta. Ello, m jnr que una larga
y. ~lOuclO sa deScflpclón, nos hacen on cer la di poslclón
qu se daba á la fachada de e a vieja mansiones
que, encorvadas por los años, ven apar er á u
lado nuevas generaciones de casas de distin tos estilos
y esperan sonrientes y adornadas de flores las ventanas
y de ramos benditos los balconeS, el momento en
que habrán de ser demolidas. Esas habitaciones características
de la época colonial están llamadas á
desaparecer muy pronto de esta ciudad.
Las innovaciones en arquitectura se acentúan
cada vez más en esta capital: la elegante fuente de
bronce reemplaza , hoy el sitio ocupado por aquella
pila histórica, que presenció los primeros retozos de
nuestra independencia y que costó algunos reales al
ca nónigo Andrade.
El cin cel que activa la
r
forma que imprime á la
piedra el genio, y la piqueta
que diariamente
esboza la faz que presentará
en lo futuro Bogotá
J de truyeron en
breve el conj u n Lo de cal
y canto que adornaba
la Plaza de Nariño.
Aquel pilón dórico
(fig. 2) presentaba hasta
la altura del caveto
un aspecto agradable,
aun cuando su coronamiento
era un estéril
montón de piedras, sobre
el cual urgían, con
un roto farol, algunos
vasos de tierra cocida,
motivo ornamental muy
empleado en la arquitectura
del siglo XVllI.
Ostentaba en uno de
u fren te el escudo de
arma de la ciudad. Una
láp ida memorativa qt¡e interrumpía la metopas y
triglifo del fri. 0, con el' aba la huella que en momento
de exalta.ci?n patriótica dejó el ardor bélico,
al respetar la Cifra JH y borrar la in cripción.
El ba amento, que el u o de un iO' lo dejó detruído,
la de moronada taza y lo muro aO'riet.ados y
Ca a que habitó el Bl\rón de IlumboldL
cubierLo. de liqu n, 1, daban un carácter Il1U ' pintore
co y propio como fo ndo d animada e. cena de fontanera,
011 su cánlaro rojo caña de bambú con
embud el lIemo.
E a fu nt no alcanzó d m '¡,('cer lo honore d
un mu OJ pero . 11 Ilomhr , por lo meno fue recogido
por la Hi. toria.
on una r tauración hábil hubiera c. perado el
momento en qu 1 hronc , que con ervará la actitud
que a umió el h r en Pa to, viniera á r mplazarla.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOGOT A ILUSTRA [ O
----------------------~~-----------~ 1°3
La casa aristocrática que hospedó el Barón de
~umboJdL (fig. 3) ha venido á menos con el tiempo y
sirve hoy de modeslo mesón de provincianos. Las restauraciones
que le han hecho manos chapuceras no la
li?rar~n de la demolición á que está condenada por su
sltuaclón central, que reclama un mejor edificio.
Los muros viejos caen y ceden su sitio á esbeltas
reja metálicas (fig. 4) que pI'otegen los jardines
hechos en lo antiguos
ba lIrero, y lo rosales
cubren h o y de
pétalos los machones
agrietados, que fueron
erigidos hace a mucho
tiempo, por nuesuos
antepasado, c n
honor de su eguridad
personal, gravemente
comprometida por los
temblores de tierra.
La ventana de hierro
que cantó el poeta
y que ostentaba en su
parte más alta un in-descifrable
blasón y un I'arque del Ob ervatorio
ramo bendito, e de-rribada
de su pue to para ser transformarla en clavos
y herradura ,g-racia al e p(ritu de mercantilismo
que informa el iglo actual.
El afán de reformar el p tilo antiguo también
invade las iglesia. Lo altal'e de líneas r.omp/icada
se reemplazan por otros que guardan mejor armonía
con la estética; los decoradores ejercitan continuamente
su arte en las volutas y acantos de lo capiteles
ó en la cornisas de los templos. Desgraciadamente
el buen gusto no dirige iempre la innovacione ,
y por la imitación se cometen lamentable errores:
los cielos rasos de nogal tallado se pintan con tierras
de colores, y las bóvedas de piedra ó de ladrillo que
cubren las torres, semejan mezquinas techumbre de
hoja de lata, bajo la pintura de aceite con que e ha
tratado de imitar la cubierta galvanizada de las mansardas
construídas recientemente.
La casa en que vivió el Marqués de San Jorge
(fig. 5) puede presentarse como el mejor modelo de la
arquitectura á que nos estamos refiriendo, y deseamos
que el progreso pase por su lado Sin tocarla más que
con los ligeros hilos con que á modo de tela de araña
la envuelve.
Otra casa que conserva también su carácter antiguo,
no obstante las reformas que se le han hecho en
distintas épocas, es la Casa de Moneda (fig. 6), de la
cual no se sabe con precisión la fecha en que fue
construida.
De Jos documentos del archi, o de esta casa, aparece
que en el año de 1622 eran Tesorero el Sr. Alonso
TruxilJo de Tebra, y Escribano Estacio Sanguino
Rangel. En aquel tiempo figuraba como Presidente,
Gobernador y Capitán General del extin~uido Nuevo
Reino de Granada el Sr. D. Juan de BorJa y Caballero
(de la orden de Santiago).
. Fu! restaurada en 1756, según se deduce de la
sIguiente inscripción, que lleva el friso del pórtico de
la entrada:
REINANDO DO FERNAD
DO VI EL JUSTO
SE 1 CORPORO EN su REAL DOMI "lO
no
REDIFICO AMPLIO'1 A
ESTA REAL CASA DE MONEDA
A-OD·1.756.
I
I
,I
y en el arquitrabe se lee lo siguiente:
SIENDO VIRl\EY EL EXmo Sor
DU JOSEPll FOLCIID CARDONA
y Pl\I¡\fER SUpor INTENDENto
EL SEÑOR
MIGUEL DE SANTISTEVA .
Eo medio de esla última inscripción estaba el
Escl~do Real d~ E paña, que fue destruido por los
patnotas.del an? de ~9, y quedó converlido en testigo
de la mlran 1gencla humana.
Respecto. de la ~aquinaria de la caM, consta que
los e pañoles llItroduJ~ron de Sevilla lo que necesitaron
durante l.a Colo,ola. De aquélla existe solamente
,una máquma para hincar los troqueles, que fue
tralda en 1784. La demás fue introducida por el
General Mosquera en 1848 Y por el Presidente Otálora
en el año efe 1883 (r).
. De e ta última fecha en ad el.ante muy poco se
pi eocuparon Jos Gobernantes anterJOres al Gobierno
del ,Excmo. General Reyes, del local y de su maquin~
fla, hasta el .extremo de quedar esta última casi olVIdada
en los rIncones del edificio.
Casa que habitó el Marqués de San Jorge
RI local de la Casa de Moneda era amplio y ha ....
bia allí capilla, juzgados, cárcele , etc. etc. c~n sus
correspondientes empleados, los cuales, a í 'como los
obreros, gOZ& ban de fuero especial. Hoy e tá dividido
en cuatro secciones distinta, una de la cuales ocupa
la Litografía Nacional de de la época en que está vigente
el régimen del papel moneda.
En el año próximo pasado se hizo restaurar es ta
casa, y se arregló la maquinaria, que ya peligraba
quedar convertida en ferralla inútil, por la capa de
herrumbre y polvo con que el tiempo, á modo de sudario,
la cubría hacía ya más de vein te año. Todo
aquel maravilloso mecani mo de pertó nuevamente, y
dócil á la voluntad del hombre, ha continuado su in-
(1) Estos datos nos fueron uministrados ~alantem ente por
el Sr. D. Alberto \Villiamson, Admini trador de la Ca a de [0-
neda-N. del A.
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
1°4 BOGOTA ILUSTRADO
terrumpida marcha en tonando alegre un himno al
.trabajo, entre los vetustos muros y techos refecciona
·dos últimamcnte.
Casa de Moneda
EIl\1inisterjo de Obras Pública, para rememorar
este h echo, hizo colocar en el ve tíbulo del edifi-
cio una placa de mármol con la iguien te inscrip-
-ción (2):
IlANC DQ;\LUN
AO MONETA CVDENDAi\[
DE YO IN Y U;l1 IN T A Vl\A YIT
RAPIIAEL REYES PRAE ES
A l OMe 11
ALFREDO ORTEGA
(Continuará)
Bib iografía.
Libros y Revi tao -El libro de la Sra. Mary Faythe
Ideas y sClllilllzentos, es una amable colección de prosas que
dan un conjunto delicado y senci llo. oso tras no sabemos
cuánto peque este libro contra Jos actuales procedimientos
iiter~rio~ y cuánto de 10 que haya en él no sea motivo de
admlracl6n para el exigente lector de ogaño ; nosotros s610
sabemos que esta obra pone en evidencia que la Sra.
Faythe es un excepcional esprritu que ha marchado gallardamente
por la difícil selva de la Belleza y que ha sabido
traer, en sus manos transparentes, un mont6n fresco
de flores, que así no tengan ex6tico aroma, perfuman y
consuelan. Bien haya el alma femenil que bajo este medio
enemigo se pone de pie firmemente y echa á andar por el
camino del arte sin vacilaCIones y loado sea ese esprritu si
cumple bellamente su faena. El libro de la ra. Faythe es
demasiado frágil para aventurarse en medio del recio tráfago
literario de hoy; pero, y SU autora naja más quiere,
es uno de esos libros que se abren carilosamente en las
calladas y suaves hora cuando en el hogar hay fuego y
hay en torno del fuego amadas y se ncillas cabezas que se
aprestan para escuchar.
(2) Esla inscripción fue hecha pOI' ,,1 Secretntio d J Ministcl'Ío,
el J r. Jlflll'lln I\cslrcpo Mcjla, hábil , pcdngogo y liog(lisln.
lj!
* * En los viejos caminos, por sobre cuyo silencio ha.n
desfilado generaciones y generaciones; en los viejos carrunos,
invariables cauces por donde corren ríos de almas; en
los viejos caminos, llenos de fatiga y de silencio, hay una
honda tristeza que es como hecha con las huellas de tod~
s las tristezas que han pasado por ahí ; hay una silencIOsa
melancolla que dijérase formada con todas las gotas
de sa ~g re , de suqor y de . llanto rendidas sobre su indife
renCIa por tanto peregrino tortura do; dolor de las carava
nas que pasaron en dolor ; ang ustia de los se res angustiados
que lo recorrie ron ; hambre, sed y cansancio de los
miserables que lo márcaron, todo va, como quedándose
ahí metido baj o el polvo, enredado entre los guijarros
prendido á los árboles, ocu lto en los matorrales, para unifica
rse luégo y formar un so lo espíri tu de honda tristeza,
¡Lo que saben esos viejos caminos! ¡Qué humano habrá
en cuyos recuerdos más amados no estire su g ris cin ta un
camino! sendero lleno de sol y de flo res por donde toda
fresca pasó una mañana la bien amada de nuestro coraz6n;
ca mino alegre y luminoso que desandaiste jubilosos
el dfa del retorno; ruta por donde se os fue para no volver
el sér más querido; camino que pisaiste soñando y
llorando el día de la separaci6n ; send ero de felicidad 6
ruta de abrojos, en vuestros recuerd09 habrá siempre un
camino.
Ricardo Arenales fue espíritu de poeta que sabe oír
esta callada melancoHa de las cosas, prest6 su oído, y en
cualquier mañana de sol 6 no im porta qué noche de luna,
oy6 las voces lánguidas del sendero, y se dej6. como de
sutil malla de lino, enredar en esas voces, y dej6 penetrar
en su coraz6n el doloroso y trágico espíritu que manaba
del sendero. De ahí su poesía.
En sus versos reg6 esa melancolía de los viejos camiminos
que han visto muchas cosas; puso en sus versos esa
pena sin palabras; lIen6 con esas angustias las venas de
sus versos. En La tristeza del camino vibran las voces que se
quedaron entre los guijarros y l o~ matorrales y los árboles
del sendero donde el poeta escuch6 la maravillosa revelación.
¿ Que anotemos los defectos de la ejecuci6n? o, no
los anotaremos. Bachilleres tiene la Santa Madre Iglesia
que querrán hacerlo. osotros hemos gustado el espíritu
de ese poema, sin ver si aquella línea se tuerce 6 ésta ~e
exagera, hemos gustado el perfume 'que da ese montan
de flores, sin inclinarnos á tnÍrar si hay ababol es entre
ellas. j, Está bien? ¿ Está mal ?
y á usted le ~strechamos las manos cariñosamente,
amigo poeta, que ha puesto en su flauta la quej1lmbrosa
cantinela de los pobres caminos, de los viejos caminos,
cargados de silencio, de fatiga y de tristeza.
**/If
Arturo R. de Carricarte, el vigoroso escritor cubano
que ahora y siempre ha sostenido de gallardo modo la
bella idea de acercar á todos los que en la mérica Latina
hacen su faena en los medios del Arte, acaba de fundar
en la Habana un nuevo peri6dico literario, América, en
cuyo primer número, que galantemante se nos ha enviado,
hallamos las firmas de los más di tinguidos poetas y escri-tores
de aquella amable tierra cubana . La R evista Crítica,
peri6dico que a quí se ley6 con vivo interés, había hecho
conocer ya 'el nombre de Carricarte como avanzado periodista;
y el haber sido iniciador y fundador de la muy imparlante
asociaci6n li teraria I'ntcrllacz'ollal América había
hecho que en el g rupo de intelectuales bogotanos se le
admirase y se le quisiese como á espíritu amplio donde
caben con holgura ideales tan hermosos como el de unificar
á todos los que en mérica son hermanos en nuestra
eñora la Belleza.
América ganará bellos lauros. El amiO'o Carricarte
conoce ya muy bien I camino por donde se va al triunfo.
Iz.
númcro comi nza la cO'unda
que cobral,á n el cur o del
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
aOGOT A ILUSTRADO
Los l\ETl\A TOS de los Sres. Enriqu(; y Nést()r Reyes
nos fueron pre tados galantemente por el Sr. Director
de El Correo Nacional, y el dd General Reyes
pOI' el Sr. Director de El Imparcial. Gracias, colegas.
Lo demás grabados son trabajo e peci al para
BOGOTÁ ILUSTl\ADO, del siempre amable artista P ~dro
Carlos Manrique. Agradecemos á los Sra. Pedro A.
Pedraza y Jorge Barr'iga Mac Alli ter las in Lantáneas
que nos obseqwaron para esLe número.
En nue tro número próximo publicaremos las
ilustraciones de lo Juego Florales, el camino del
Ca,l'ar{} y 11;\ mpresa del Sr. Tavera Nava, y los progresos
de la E cuela de Medicina.
EN EL Al\TiCULO Lioros y Revistas que publicamos
en este mismo número, e escap aro n, entre otros,
los iguienLes errores: Arenales fue espirita, etc.,
léase: Arenales fino e píritu, etc. Cemo de sl¿til malla,
léase: como en sutil malla. De ah! su poesta, léase :
de a,hi su poema. O no importa qué noche, léase: ó no
importa en que, etc. En los medios del arte, léa e: en
los predio del arte.
EN EL MUNICIPAL ha conLinuado actuando el aparalo
cronofónico con nuevo y noLable reper torio y
bajo la dirección acertada de nuesLro galante amigo el
Sr. Morales. Que la Empre a siga, como hasLa hoy, logrando
aplauso y peselas, son nuestros sinceros
deseos.
EN LA DOS TAl\DE de lidia la nueva cuadrilla que
di.rige el primer espada D. Antonio Olmedo, ha logrado
un éx iLo, que si no se puede calificar de compleLo,
débese en gran parte á las pocas condiciones de
los bichos.
Valentin es un diestro fácil, alegre y acer tado con
el trapo; cuelga unos pares superiúrísimos; maneja la
flámula como hay que manejarla; gasla unos riñones
tremendos; pero en cuanlo entra á malar .... mejor es
no meneallo. Moreno bien con el trapo y los pinchos;
con los trastos de muerte, ioferiorísimo. Pulga, CartujaneJ
y SOlO, muy bien.
" Trofeus "
REVI TA DE LITERATURA COLOMBIANA Y ({XTR ANJ KRA
Direct0res : Víctor M. Londoñll>, Ismael Lóp 'z-Esta
Revista ha publicado en los ~ e is (.lrimeros números l- scritos
inéditos de D. Rutino J. Cuervo, D. Miguel A. Caro,
B. Sanín Cano, Antonio Górnez Restrepo, Guillermo Valencia.
Carlos Arturo Torres, Eduardo Posada, Max Grilo,
Di ego Uribe, Javier Acosta, Pacho Valencia, etc. etc.
El valor de la suscripción á la nueva serie
de 12 números, que principió en el 7.°, se ha
rebajado de 180, que valía antes, á 5 120.
El númp.ro suelto, de $15, á 10.
Se despachan suscripciones y números sueltos á cualquier
lugar de la República donde haya estafeta, siempre
que la solicitud venga acompañada del valor respectivo.
La correspondencia debe dirigirse así,' Trof eos, Apartado
334. Por telégrafo: Trofeos.
~~~
DECRETO LEGISLATIVO NUMijRO 47 D~ 1906
( 1 2 DE SEPTIEMBRE)
~aere pren'sa
( Continúa)
Art, 44, Cuando la pené\. que deba aplicqrse al
delito teng-a máximum y mfnimum, deberá declararse
el1l~ s~ntel'Jcia el grado del delito.
Art. 45. En cada uno de los delitos habrá tres
grados: el primero, ó el más grave de todos; el
segundo, 6 el de inferior gra vedad, y el terce ro, 6
el m@"g~ ~r,ª v~ Aa tl>clg§,
,I
Art. 46. Al d.elito qe primer grado se le a?licará
el m.áximum. de la pena; al de segundo grado, el
término medIO, y al de te rcer grado, el mínimum.
Art. 47. Cuando se señale pena fija y determinada
no será necesario expresar el grado del delito. '
Art: 48. Cuan.a~ la pro d ucc~6n subversiva origine
Ó contribuya á ong(nar los delitos de rebelión, sedici6n
. motín 6 asonada, además de las penas establecidas
en este Decreto, sufrirán los responsables las
señalada" en el C6digo Penal para los delitos de esta
clase , las cuales les serán impuestas por el Ministerio
de Guerra, de a cuerdo con la Ley de Alta Policía
Nacional.
TITULO VI
Del pr(lcedimienlo para la aplicación de las penas
Art. 49. Son llamados á juzgar de las contra venciones
al presente Decreto y á ordenar la imposición
de las penas en él señaladas :
1.° El Ministerio de Gobierno, en todo el territorio
de la República, y el de Guerra, en el caso del
art(cu lo 48 ;
.~
( Continuará)
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sino apenas una ceniza fina; no contiene, como los demás
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