EL HOGAR CATDLIC~
Se publica baJO la direcc1ón del Presbítero Celso Forero Nieto, Prebendado
de la Santa Catedral-Basílica
~...... ,,"•"•''"''"''''''•'••''•''
"Nad(l, ni un pensamiento, para la política. Todo, hasta el último alimlo,
para la Religión."
Bogota. (República. do Colombia.), Febrero 2 de 1Sl2 1 Número 47
IDEAL GRANDIOSO .
Coincide la reaparición de EL HoGAR
CArrÓLICO en · el presente año de
1912, cbn una fec~a _litúrgica, g~atísima
al corazón cnsllano, y el pnmer
viernes de ·Febrero, día señalado, para
·los que vemos en las manifestaciones
del Corazón Eucarístico del Divino
Maestro á la Beata Margarita
Maria y su hermoso y vivifican~e cul-
. to;la mejor prenda de salvación no
sólo para los individuos sino para la
familia y la sociedad.
Nada más hermoso que lo ,que nos
refiere San Lucas en el Cap. 11 de su
Evangelio: "Cumplido asimismo, diu,
el tiempo de la purificacidn de la
madre, según la ley de Moisés, llevaron
al niño d Jerusalén, para presentarle
al Señor, como está escrdo en la
ley del Señor: 'Todo vardn que nazca
el primero, será consagrado al Señor';
y para presentar la o¡'ré.n.da de
un par de tdrtolas, d dos palominos,
cómo está también ordenado en la ley
del Señor. Habla á la sazdn en Jerusalén
un hombre justo y temeroso
de Dios, llamado Simedn, el cual esperaba
de dla en dia la consolacidn de
Israel d la venida del Mesías, y el Espíritu
Santo moraba en él. El mismr;·
· E!pfritu Santo le había revelado, que
no había de morir antes de qer al
Cristo d ungidp del Señor. Asi vino
inspirado de EL al Templo Y al en·
trar con el Niño Jesús sus padres para
practicar con él lo prescrito por la
ley, tqmándole Simedn en sus brazos,
oendi.Jo d Dios, didendo: 'Ahora, Se-
•
ñor, ahora sí que sacas en pa.r de elte
mundo á tu siervo, según la promesa.
Porque ya mis ojos han visto al
Salvador que nos has dado, al cual
tienes destinado pára que, expuesto d
la vista de todos los pueblos, sea .fu~
brillante que ilumine á los gentiles y
la gloria de la pueblo de Israel.' Su
padre y su madre escuchaban con admiracidn
las cosas que de ÉL se decian.
Simedn bendijo á entrambos, y
dijo á María, su madre: 'Mira, este
niño que ve.r está destinado para ruina
y para resurrecádn de machos en
Israel, y para ser el blanco de la contradiccidn
de los hombres; lo que :erd
para ti mt'sma una espada que .traspasará
tu alma, d fin de que sean
descubiertos los pensamientos ocultos
en los corarones de muchos.' Vi'vla
entonces una profetisa llamada Ana,
htj'a de Fanuel, de la tribu de Aser,
que era ya de edad muy avanrada, y
la cual, casada desde la flor de ella,
viVl'd con su marido siete años. Y habíase
mantenido viuda hasta los ochenta
y cuálro años. de su edad, no saliendo
del Templo, y sirviendo en él á
Dios dia y noche con ayunos y oraciones.
Esta, pues, sobreviniendo á la
misma hora, alababa Jgualmente al
Señor, y hablaba de EL á todos los
que esperaban la redencidn de Israel.
Y Marta y José con el Ntño Jesús
cumplt'das todas las cosas ordenada;
en la ley del Señor, regresaron á Galilea,
á su ciudad de Nfuareth. Entretanto
el Niño iba crecfendo, y fortaleciéndose,
lleno de sabidurta; y la gra•
da de Dios estaba en ÉL."
1
/
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EL HOGAR CATOLICO
Tremenda profecla; e l Niño Divino
que Simeón acab a ba d e ten e r e n
sus manos, trémulas d e gozo, esta ba
destinado á ser el "bl an co d e la contradicción
de los hombres ." P a r a unos ,
para los que no creye r a n e n É L s ería
la ruina, la muerte ete rna ; para los
que confesaran su santo nombr e y s e ·
guiaran conform e a s us soberanas en seiianzas,
sería l a r esurrección , l a vi da.
Y así ha sucedido e n el cu rso de
los veinte siglos que ll eva de ex istencia
la Religión fundada por el mis mo
augusto Niño.
Comenzó, puede d ecirse, su obra de
resurrección moral y social con la vida
de sujeción, de trabajo y de ora·
ci6n con que engrandeció y e n se ñó á
todas las gentes cómo deb e constituírse
el hogar, asilo sagrado de los más
caros afectos, de la vida modesta y
recatada, del trabajo fecundo que sazona
deliciosamente el pan que se c ome
sin recelós y amargura y de todas
las virtudes que ennoblecen y atraer1
los efluvios de las bendiciones de lo
alto.
Después de haber gemido la humanidad
largos siglos po r el d esorde n
profundo que había tr a ído e l olvido
del Creador y el desenfr eno consiguiente
de todas las concupisce nci a s;
cuando aun filósofos como Plat ó n y
personalidades de tan alta resouancia
como Pericles, Demóstenes y Eurípides,
"consideraban el ma trimonio y
la mujer como mal es inevita bl es, " ig
norando por completo la vida de fa.
milia, según se desprende d e sus escritos
y lo testifica la histo ria, que e n
orden á esto, casi d es de los ti e mpos
de Hornero, según ya lo a dvi e rte é l
mismo, podla cifrarse en es t as desoladoras
palabra s : "ni p ad re, ni hij o s ,
ni esposos," bril la co n lu z es p lendorosa
el HoGAR DE NA ZARET, e n e l c u a l
Jesús, "aunque tení a q ue o c up a r se en
las cosas qu e mira n a l servic io d e su
Padre c elesti al, " les estaba suje to á J osé
y á María, c o m pa rtiendo con e ll o'> el
trabajo y la vid a m ás ht:J milde, n o
obstante que iba "crecie ndo en sa bi -
duría, en ed a d y en gracia delante de
.Dios y de l os h o mbres. "
El cambio que se efectuó en los
pue blos á med ida que fueron amamantánrl
ose co n la s doctrinas salvadoras
d el Hom b re Dios, devolvió á su
primiti va pureza el m a trimonio y la
famili a. L os d octores cris tianos hicie.:
r o n v er q ue la unió n co ny ugal, la comunidad
dom és tica , precede n á toda
otra for ma m ás v as ta de co municaci
ón en la socieda d y en el Es tado, y
la Iglesia dio á conocer d e n ue vo las
relacion es n a tur a les que d ebía n existir,
y han d e vu elto a l matr imonio la
importancia mo ral y la inde pendencia
que le s o n propias, e n contraposición
al Paganis mo q u e había renegado
de la natural eza y trastotnado todo
orden preciso de r e l aciones, no viendo
en la familia si no una parle del
Estado, sis te m a sob r em an era pernicioso
é in j us to, que en vileció á la mujer,
hacié ndola v lct ima d e l egoísmo
del hombre y p rivá n dol a d e todo derecho
con r e l ación a l marido, quien
podía, en cie rtos casos, hasta darle
mu erte sin proceso jurídic o. Las palabras
del Apó s to l en su Epístola I á
los corintios: "El ma ri d o ti e ne para
con la muj e r los mi s m os d eberes que
la muj e r pa ra c on el marido," demu
estran que la mujer tiene capacidad
moral equival e n te á la dd hombre,
p or lo c ual d ebe r espetarla, desde
lu ego qu e c o m o dice el profeta
Malaquías : "ell a h a sido cr e ada por
Dios y tiene e l mismo fin que el hom ·
bre."
A la unid ad indis o luble y la dignifi
ca ción del matrimonio elevado por
,Jesucristo á la ~ a l e goría de sacramento
d e la nu e va ley, debía suceder la
, el evac ió n de l cará c ter moral y social .
de los hij os,' Jos cua l es, s i ya en la ley
mo saica era n a lt ame nte r es pe tados y
el pr o feta l\I a la quías los llamaba se'
milla divina que d e bla n culti var para
Dios el pa dre y l a ma dre, e l Salvador
los dis tin g uió, a u n más, pronunciand
o t r emendo a na t e ma c o ntra los que
se mbra ran en s us tiernos corazones
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EL HOGAR CATOLÍCO 421
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el escándalo, semilla de iniquidad, y
el Apóstol en su Epístola 1 á Timoteo,
le advierte que el primer deber de los
ministros de Dios es "enseñar á los
esposos y á los padres, á gobern ar la
familia, y á los hijos, á ser re·conocidos
á sus padres," porque "si alguien
no tiene cuidado de los suyos, especialmente
de los d ?. su casa) ese ba
renegado de la fe, y es peor que el
infiel."
Contrasta todo esto con las desigualdades
monstruosas es tablecidas
en los pueblos paganos por el oscurecimiento
de la ley natural y la d epravación
de las costumbres, pues la repartición
de los derechos y de los deberes
en las relaciones de los padres
y de los hijos violaban toda equidad.
Estos no tenían derecho á la vida antes
de que el padre los hubiera reconocido,
y lo particular es que filósofos
del profundo saber y alta inteligencia
de Aristóteles, consideraran á los padres
con perfecto derecho á la muerte
y exposición de sus hijos, y que, el Derecho
Romano, les permitiera ig ualmente
todo; á causa de esto podían
venderlos hasta tercera vez, si volvían
libres á su casa la primera y segunda.
De todos estos horrores y muchísimo!!
otros, que son mengua de la humanidad,
nos ha librado la Religión
bendita fundada por el Niño celestial
que tuvo Simeón en sus brazos. Los
siglos se han inclinado reveren tes llenos
de asombro, ante madres como
Santa Mónica, Doña Berenguela y
Doña Blanca de Castilla, entre miles
y miles más que han sabido crear. hijos
como San Agustín, San Fernando
rey de Castilla y de León, y San Luis
rey de Francia, entre infinitos otros.
Los hogares que ha caldeado el fuego
de las enseñanzas divinas, han dado
siempre días de gloria á la Ig lesia y
han mostrado dechados que enaltecen
á la especie humana.
Contra este id eal sublime y estos
gloriosos frutos de bendición, ha venido
luchando tenazmente el Naturalismo
con la mira de implantar de
nuevo las monstruosidades del Paga·
nismo. En esta obra nefanda ha sido
secundado por otras sectas ó escuela!J
congéneres, tales como el Racionalismo,
el Liberalismo y la Masonería
que, de común acuerdo, quieren des truir
el orden sobrenatural establecido
por Dios mismo para volver á ese
caos infernal de que nos libró el Catolicismo.
· La atmósfera social está
hoy, d esg raci adam ent~, impregnada
de infinitos miasmas deletéreos que
van dando cabida á las ideas más contrarias
al espíritu cristiano, y á las
costumbres que guardan m e n~s armonía
con la severa moralidad de nuestros
antepasados. Interesa que todos
volvamos nuestras mintdas al hermoso
hogar de Nazareth, para que la
Sagrada Familia sea de nuevo el excelso
modelo de las familias cristia-nas.
La escuela católica
I
" Cn'sliano es mi nombre ; católico mi
apellido," ha dicho un Santo Padre, y es
frase por todo extremo exacta y ex,presi ·
va ; porque crz'stiano es nombre común á
todos los que escriben en su bandera el
nombre de -Cristo, le reconocen por su
Salvador y Capitán, y hacen profesión de
seguir su doctrina. Pero católico dice algo
más determinado aún; pues significa la
adhesión á la Iglesia católica, á la socie •
dad fundada por Cristo como depositaria
de su revelación y continuadora de su
obra salvífica ; á esa sociedad perfectísi •
m ~ , mandada por una jerarquia institut'tla
por su mismo divino Fundador, y á cuya
cabeza está el Pontífice Romano, Vicario
de Cristo.
Los que más ó menos radicalmente se
han separado de esa Sociedad, ó han negado
la obediencia debida á su Jerarca
supremo, como retienen, aunque incompleta
y mutilada, la doctrina de Cristo, y
le reconocen por su Redentor (aunque
desconociendo una parte de los medios
necesarios para hacerse partícipes de su
redención), re~laman el derecho de llamarse
crz'slianos. En ca\nbio, el nombre
de catóhcos lo dejan prácticamente (aunque
en teoría también nos lo han dispu-
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EL HOGAR CA TOLÍCO
tado), para los fieles hijos de la Iglesia
romana. Por eso se dic e con exactitud
que crz'sh"ano es nuestro nombre (como
Juan ó Pedro), y católico nu estro apellido
(como García ó Fernández). C uando uno
nos dice que es cristi a no, toda vía nos deja
e.o duda acerca de su ve rdade ra profesión
religiosa ; pero si agrega que es ca·
tÓlico, desaparec e toda ambigtiedad.
, Pero hay más; no sólo mu est ra profe.
si'P.If• sinq muestra vida relz'g iosa, puede ser
genéricamente cristiana, ó específicamente
cat6lica. Lleva vida cristiana todo
a~uél que observa los preceptos de Dios
·y de la Iglesia, por lo menos en todo
aquello á que con obligación estricta 'le
obligan. Pero más particularmente se llama
vida católica, la vida íntimamente uni.
da con)a vida 'especifica de la Iglesia ca-
~pli,c~, la cual .S '! desenvuelve regular.
, ~ente en los períodos del año eclesiásti.
co, Y, tiene, además, otros accidentes ex.
'tr~iordinarios, determinados por las disposiciones
ocasionales de la, Santa Sede.
Y lo q1.1e decimos de la vi~a en general,
podemos decirlo más particularmente
de _!jl vida de la acuda,
1También hay una escuela crislt'ana,
t¡ue es 'aquella donde se profesa y enseñ~
la Religion verdadera de Jesucristo, y
un~ escuela más específicame nte calólz'ca,
cuya actividad pedagógica se des envuel·
ve -en íntima unión con la · vida litúrgica
de la Iglesia.
. Mira!ldo , á las notas esenciales, pode.
n;¡os d e'cir que lo que hace cristiana á la
escuela es la profesión del d ogma de la
~t'vimiiad de Cnslo Refcntor; mas lo que
hace la escuela espec1ficamente catÓ lica
es la fiel adhesión al Pont ífic e R oma no, como
Vicario d~ ese Cristo Dios y Cabeza su.
prema de todos los verdaderos creyentes.
Y así como la vida divina de Cristo Dios
redunda en to da ·la cristiandad, y en la
escuela cristiana con la comunicación de
la vida so brenatural; a~l la vidd particular
de la Iglesia comunica á la escuela
católica ese nuevo elemento vita l que se
h 1-ll~ en la liturgia ; ó sea: en la sucesión
de las festividades y períodos sacros, que
o JJ)Stitoyen el año eclesiástico. _
II
La edu cación r elig io sa que se da en la
e sc uela , no puede ceñ irse (si h a de alcanzar
toda su posible eficacia), á la en señan. •a del Catecismo é Historia Sagrada, á la
práctica de al g unos ejercicios de piedad
y observancia de los Mandamientos divinos
y eclesiásticos. Es necesario, al propi
o tiempo, ed ucar e l smh"m z'en fo religioso;
para lo cual no hay otro camino más seguro
que hacer vz'vir en la escuela la re.
ligi ó n.
Antes que lo s modernos pedagogos, habla
di cho e l vie jo autor de la Imitación de
Cristo: "Quien quie ra a lc anzar una inteligenc
ia plena y sabrosa de las enseñanzas
de Cristo, es men ester que se esfuerce
por conformar con EL t oda su vida."
Que es lo que decimos e n lenguaje moderno
: que hay que vz'vz'r la religión para
alcanzar. pleno co nocimie nto y sentimiento
de ella.
Ahora bien : ¿de qué medio se podrá
valer la escuela para comunicar á sus
alumnos esa vida de la religión ?
Allá verán los pedagogos de otras confesiones
r eligiosas, cómo se las componen
para obtener es te preciado objeto; mas
para el maest ro católico no puede ofrecer
ninguna difi cultad ; pues, no es posible
imaginar otro camino tan breve y seguro
para llegar á este r esultado, como la
vz'da lilúrgz'ca escolar, que consi ste en refl
ejar continuam ente, en las prácticas y
ens eñanzas r eli g iosas de la escuela, la
vida cultual de la Iglesi a católica, que se
d esenvuelve, como he mos di cho, en las
dife rentes etapas y símbolos del año eclesi
ático .
Se ha dich o muchas veces, con extraordinaria
verdad, que la escuela católica
p osee, en el templo católi co, el más excele
nte d e los museos escolares, y un inagotabl
e arsenal para dar á sus alumnos leccion
es de co sas. Pero toda vía más que esa
tnseñan za, que pu d iéramos llamar est ática,
de IJs objetos del culto, tiene incomparable
dinam'icidad para educar los reli
gios ús sentimientos, la religión m acción
que se desarrolla en las festividades de
la Iglesia católica; no sólo aquellas má&
señaladas, de q ue participa t odo el pueb
lo, ~in o además en las cotidianas acciones
del culto, q ue silenciosamente se desenvu
elve dentro del sagrddo recinto de
los templos. '
Hay una vida litúrgica popu lar, que se
derrama fu era de las iglesias, ó se redu.
ce en ellas á las solemnidades de los dlai
fe~tivos . Esta vida, p udi éramos decir, que.
engendra e l mínimu m necesario del sentimi
e nto religioso, suficiente acaso para lo1
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EL HOGAR CATOI..ICO
adultos, sobre todo en épocG s de cristianismo
social.
Pero hay, además, otra vida religiosa
más intensa, propia del santuario católico
y de las personas que le están enteramen
te consagradas, aunque en cierto modo
necesaria. para crear una religi os idad ro .
bus/a en las generaciones adolescentes,
las cuales se educan para conservar y defender
su religiosidad en el frío y hostil
ambiente de las modernas sociedades secularizadas.
De esta vida litúrgica. · es menest er q ue
participe la escuela católica, en t:l grado
mayor que le sea asequible, para que se
nutra en sus alumnos un sentimiento reli .
gioso intenso, que dé á su enseñan za catequística
toda la eficacia necesaria para
contrarrestar los influjos adversos en que,
por desgracia, tiene necesidad las más
veces de desarrollarse.
III
M~s para este efecto, ¿habremos de entregar
la función educadora exclusivamente
á los clérigos, que viven esa más
íntima vida litúrgica? ¿Habremo s de res.
tituír la escuela al seno de las catedrales
ó abadías como en la Edad Media ?
No. Precisamente vamos á tratar, con
el favor de Dios, en estos artículos, de la
manera cómo el Maestro, sea cl éri g o ó
lego, sea religioso ó seglar, sin perturbación
alguna del orden did~ctico, puede inocular
en su escuela ese espíritu específi .
camente calóHco, haciendo que la vida de
su escuela ande continuamente mano á
mano con la vida litúrgica de la Iglesia.
Presuponemos que en toda escuela cristiana
se practican algunos breves ej ~ rcicios
de piedad; que se dirigen á los alumnos
algunas inslruc&iones religiosas ; mejor que
mejor si las circunstancias permiten al
maestro conducir personalmente á sns
alumnos i la iglesia, para participar con
ellos del c,ulto y de los Sacramentos. Pero
porque acaso no quepa esto último en las
costumbres actuales de todos los pueblos,
y sobre todo, en las ciudades populosas,
nos fijaremos principalmente en las insfrucci~
nts y en los ejercicios de piedad, los cuales,
si se ajustan durante todo el año al
espíritu de la Iglesia en cada uno d e los
periodos del año litúrgico, bastarán para
hacer que los niños se asocien á esa vida
divina que en la Iglesia late; á la cual
dar' luégo mayor inten:~idad 1~ asistencia
á los actos d e l cul t o público, sea en compañía
del maestro ó de los mismos padres
d e los alumnos.
L o indispensabl e es que el maestro los
inicie en elconocimie nto del año litúrgico,
y ajuste á sus ins pira ciones ordinariamente
la vida religiosa de la escuela.
P o r otra parte, e sta acomodación á los
períodos litúrgicos producir.í, desde l~eg
o, dos g randes utili da des al maestro t'
á los discípulos. A l primero, ofreciéndole
copio sos temas para platicar á Jos alum.
n os ace rca de las cos as de la religión,
c o n agradable y armón ica variedad. Y i
los últimos , ayudá nd oles á ev itar la perniciosa
rutina que tan fácilmente se introduce
en Jos ejercicios p iadosos, la cual
desaparece con la diversidad de matices
que les comunica la vicisitud de los tiempos
sagrados.
Si es regla general de la pedagogía,
enlazar las instrucciones que damos á Jos
niños, con las circunstancias exteriores
del momento; á la mano está, para el
maestro católico, tomar pie para sus inltrucciones,
de las solemnidade s de la Iglesia
en cada época del año. De esta mane
ra, no sólo halla la instrucción un fun.
dame nto apropiado, sino se e x ti e nde luégo
con un eco persistente, en la asistencia
del ni ñ o á Jos actos del culto religioso.
Por otra parte, todos los ejercicios de
pi edad : la misa , la saluta ci ó n angé lica, el
santo rosario, e tc., si se asocian al espíritu
propio d e cada tiempo litúrgico, reciben
un particular mati z que de struye la monotonía,
engendradora de la rutina. Por lo
cual dice la Ig lesia, hablando con Dios en
un himno litúrgico : q ue hace suceder unos
á otros esos períodos de tie mpo-u/ adleves
(aslitHum-para e v itar el fastidio que
produce la repetí-ció~ uniforme de unos
mismos ejercicios. Pues si esto acontece
aun en las personas consagradas á Dios
por especial vocación, ¿ qué no acontecerá
en los niños, po r nat uraleza volubles y
amig os de la novedad ?
IV
Para q ue el maestro pueda inf undir en
la vid a de su escue la e ste espíritu específic
ame n te · ca tó lico, es nece sario, natur
almente, q ue s e ha ll e mu y familiariza·
do con la ec o no mía del Año lit lÍrgico ó
ecle siástico, cuyas eta pas h an de s erv ir
c omo de mojones ó piedr as mi li a ria s que
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EL · HOGAR CATOLICO
determinen el cur~o de la enseñanza r e .
li¡:-iolia.
El año ecle siásti co se divide en tres
grandes periodos, formados por histórica
evolución en torno de tres núcleos,
que son las tres Pascua s: Na vidád, Resurrección
y Pentecostés ó Pascua del
Espíritu Santo. No coincid e, pues, con el
año civil, sino más bien con el astronó ·
~ico, comoquiera qu e la Navidad, que
eli liU p6nto fijo, viene poco de spu és del
Soh>tició de invierno, en que el sol vuel ve
á comenzar su curso anuo. Pero Jo que
importa es coordinar con estos períodos
principales la vida de la escuela .
Esto se puede hacer con facilidad en
Europa, donde los trabajos escolares se
reanudan en otoño; pues el tiempo que
falta hasta el comienzo del adviento
(principio del Año litúrgico) se puede
utilizar convenientemente para instruir y
preparar á los alumnos á fin de que lo
comiencen con fervoroso · espíritu. Y e:~
los colegios donde lo> niños hacen un
Retiro Espiritual ó Ejercicios, se reser·
van éstos con ventaja para el mes de
Noviembre, cuando ya están bien entabladas
las cosas del colegio; y así, luego
después, se llega al principio de l Año
litúrgico.
En la América del Sur se ha de co
menzar el curso en el segundo período
litúrgico (Cuaresma); per o esto no ofre ·
ce dificultad, pues se puede empezar la
enseñanza detenida de estas cosas en el
último trimestre del curso de los meno·
res (que coincide con el princi pio del
nuéstro); y en todo caso, enlazarla con
las ceremonias de la Iglesia, de que los
niños tienen ya comúnmente un conoci miento
general, adquirido en la educación
de la familia.
En las Universidades alemanas se
ajusta á las fiestas pascuales el término
de las vacaciones de primavera; y así,
generalmente, en las antiguas escuelas,
la vida académica se acomodaba á la
vida de la Iglesia, lo cual ha de hacer
ahora por su iniciativa particular e l maestro
católico.
El año eclesiástico, dice Meyemberg,
es la repetición y renovaci6n anual de la
vida de Cristo entre nosotros. Repitien
do, cada año astronómico, la conmell}O ·
ración vívida, dramática, de lo que Cris ·
to hizo y enseñó y padeció, durante s u
vida pasible en Ja tierra, ali mentamos
e5a otra vida íntima y so.brenatural, que
viv~ a hora presente en su iglesia y en
cada uno de los fieles que viven en ella
y según el espírit u de el la .
Por medio de esta anual re petición, la
enseñanza religiosa ~e hace verdaderam
ente cíclica , pues e n cada año se reco ·
rre , de forma que sus conoci mientos se
amplfen y sus sentimientos se hagan más
intensos y cor'Ís cientes, según la edad y
preparación de lo~ diversos grupos de
alumnos.
Para que el maestro seglar ó lego pueda
más fácilmente obtener este precioso
fin, iremos exponiendo por su orden las
ideas qu e pueden serie de mayor utili·
dad en cada uno de los tiempos del Año
eclesiástico.
G. VILAS
San Francisco predicando á las aves
Va el .a póstol del amo1
por una se lva de Italia,
el am or qu e por Jesús
siente, no caLe en su al mA.;
no fe es parce con las flores ;
pin os y robles abraza.
~ E~ serafín desterrado,
sufre divina n ostalgia!
J ugueton es paj a rillos,
siempre alegre s le a co mpañan .
Al predicarles Francisco,
j unto á un roble se apoyab :t.
Los que juegan por los valle¡¡
saltaban de rama en rama;
los que ni cielo se remontan
s uspensos sus vuel os paran.
Un os pós anse en la yerba,
los otros s obre las matas.
¡ Los más querid os de t odos
en sus rodillas y espaldas !
Tiene uno cada retoño ,
cada árbol una b andada .
" Hermanitos vo lado res :
el Cr ead or cuánto os ama !
Sin sembra r, ni r ecoger,
vuestra sed y hambre a p la c¡¡
en 1 ~ humilde yerbec illa,
d e la fu e nte en g otas de agua.
Si en el Cáliz de la flor
no In beb éis irisada,
com o no hilá is ni coséis,
Dios os vi s te y Dios os calza,
y calzados y vestidos,
valen más que de oro y plata.
Por lecho un brote os conce de ;
por trjadillo una rama;
fr ondas secretas por nido ;
e¡ cielo y ti erra por ja!fla1
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EL HOGAR CA TOLICO
¡Pajarillos mis iermanos,
el Creador cuánto os ama!
Amadle también vosotros,
qufl amor con amor se paga :
cantadle al d ormirse el sol,
cantadle á la lu z del alba,
de amor la dulce canción ,
que el h ombre tien e olvidada.''
- Predican do así á la s aves,
San Fra ncisco se extasiaba .
Por h acerle r ever encia
ellos s us piquitos baj¡¡n;
el jilguero estira el cuell o,
la perdiz extiende el ala :
los ojos alzando a l so l
abre el pecho la calandr ia ;
revolotea el pardillo,
saltarina cogujada
hace b aja r y subir
su capucha franciscana.
Al b e ndecirlos Francisco
suspiro de amor exhalan,
y un divin o ruiseñor
preludios g· ime en su arpa.
De pronto en forma de cruz
en los aires se levantan,
y cantando a l cielo vuelan
como cruz que se di lata
de Levante hasta pon ien te
y Norte y Sur en lazara,
Así la Cru z de Jesús
que el mártir d e a!Ilo r abraza,
la ll evarán por el mundo
hijos de la Orden Seráfica,
que, pobres cual paj a r illos ,
por (I! On tes y vall es cantan·
d e amor la dule canción
que e l hombre t iene olvidada.
Mosli: N J.a.ciNTO VERDAQUiiR
(Traducido por el Conde de Or¡¡;a z).
LA PERFECTA CONTRICION,
LLAVE DE ORO DE L CIELO
( Continúa)
IV
¿QUÉ EFECTOS OBRA LA PERFECTA CO:-ITI\IGIÓN?
¡ Efectos verdaderamente admirables ! Si
eres pecador, te perdona in med iatamen te los
pecados, y esto cada vez y aun an tes de que
recibas el sacramento de la confesión ( 1) ;
(1) "P.-¡ Y cu ál de ~stos dolores es el me·
jor!
R -El d~ perfecta contrición.
P.-l Y por qué !
R -Porqu~ el de perfecta cont rición nace de
amor filial, y el de atrición de temor: por el de
perfecta contrici ón, a1ztes que úuo se co11jíeu, se le
peráo11a11 los p ecados mortales y se pone en gracia
de Dios; mas por sólo el de atrición no se consi·
guen es~os efecto~."
con tal, n o obstante, de que t engas voluntad
de confesarlos más tarde (volun t ad que, por
otra pa1·te, es tá ya incluida en la perfecta
con trición). Y este efecto le produce la perfe
cta contrición, no sólo en peligro d e muerte,
sino siem p re y c uando que se la excita
en el corazó n ; de modo que en el mismo mont
e nto se le r emiten a l pecador las penas del
infiern o, recobra los méritos pa sados, y de
en ero igo de Di os se hace hij o suyo y herede-r
o de l cielo. •
Si eres ¡'usto, te asegur a y aumenta la perf,
cta contrición el estado d e gracia, te borra
lo s pecados veniales que por el ac to de contric
ión de caridad has detestado, te pe rdona
sobre todo las pen as de Jos pecados y te afirma
y robu'stece en el verdade ro y sólido amor
de Dios.
Tales son las marav illa s que el amor y misericordi
a de Dios obran en el a lma d el cristi
ano por la perfec ta contrición.
Ta n grandes son, que quizás te parecerán
i ncreíbles ; s obre todo que, tratándose de p eh
g ro de muer te , ya has oí do t ú que se deben
ped ir la contrición y el dolor; pero quo
t ambién en tiempo de salud y en cualqu ier
tiempo obre tales m a ravill as la perfecta contrición
, apenas te atreverás á creerlo.¿ Será,
pues, cierta y seg·ura esta doctrina de la perfe
cta contrición?
Te digo que es tan firme y segura como la
piedra en que se asienta la Ig le¡¡¡ia y como la
misma palabra de Dios .
En e l Co nc ilio ec umén~co de Trento, donde
la Ig lesi a d eclar ó y expl icó las principales
enseñanzas divinas que ya corrían en ella y
combatían muchos herejes, se dice en la ses.
rq, cap. 4. 0 : "La per:fecta co n trición , la
cont!'ición que procede de a mor de D i os,
justifica al hombre y le r econ cilia con D ios,
aun ante s de que reciba el sacramento de
la confesión ." Como el Concilio no dice que
esto sea sól o en tiempo de necesidad y en peligro
de muerte, síguese que siempre obra
este efecto la perfecta co ntrición. Y al afi rmarlo,
se apoya la Ig lesia en la palabra y en
l a enseñanza de J e~ucris to , que dijo entre
otras cosas : " Si alguno me ama (y esto sólo
l o hace e l q u e tiene- verdad e ra contrición en
el corazón), le amará mi Padre, y vendremos
á él, y en é l haremo s nuestra m orada." (San
Juan, c. 24, v. 26). Pero para que Dios pueda
habitar en el alma, es preciso que h aya
desaparecido el pec ado ; luego el borrar el
pecado es uno de los efec tos ele la perfecta
contrición, de l a contrici ón de caridad.
As í ta mbién lo ha declarado siempre la
Iglesia infal ible, y aun ll egó á condenar como
hereje á Bayo, porque decía lo contrario.
Lo mismo enseña n los Santos Padres y
Doctores sagrados sin e:¡¡:c. epción .
L o mis mo, en fin , confirma la r azón; porque
si, co m o antes dij e, tnn gTandes efectos
producía la p erfecta contrición en e l Anti(
17+0 Testa¡r¡ento, cuap_d o aún regía la ley
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del temor, 1 cuánto m ás lo producirá en el
Nuevo, donde reina la ley del amor 1
-Pero "si la perfecta contrición-me dirás
quizás-borra los pecados, ¿ á qué v iene
confesarlos después?"
Sí, es verdad; la perfecta contrición hace
lo mismo q,ue la confesión, que desapnrezean
del alma los pecados ; pero no lo hace con
independencia del sacramento de In confesión,
porque hay que tener voluntad de co nfesar
más tarde los pecados que la perfecta
contrición ha borrado. Y esto, porque es ley
de J esucriato que se confiesen todos los pecados,
al menos todos los mortales, y esta
ley en nada se puede cambiar. Verd,ad es que
si alguno no quisiera co nfesa r después lo s
pecados que por la perfecta con tri ción se le
han perdonado, n o volvería ,á co ntraerlos;
pero perdería de nuevo el es tado de gracia,
precisamente por faltar á la oblig a ción de
confesarlos.
-¿Y hay que confesar los pecndos tan
p11onto como se pueda después de la contrición
de caridad ?
-En rigor no es nece sario ; pero te lo
aconsejo y recomiendo con todas veras ; así
estarás más seguro de haber alcanzado el
perdón, y consegui'rás á la vez las grandes
gracias que trae consigo el sacramento de
la confesión, y que ¡¡e llaman gracias sacramentales.
Pero quizás alguno, tentado del demonio,
111 ver los grandes efectos de l a contrición
perfecta, dirá : "pues si tan fácil es alcanzar
el perdón de los pecados con la perfecta con·
trición, yo me dejo de más confesiones : peco
cuanto quiera, me arrepiento después con
perfecta contrición, y asunto concluid o." ¿No
esasí ... ?
-Nó, de ninguna manera ; porque quien
a11i piensa, ni 1ombra tiene de p erfecta contrición.
No ama á Dios s ob re todas las co sas,
puesto que no quiere en todo y por t odo romper
con el pecado m ortal, ni trata seri amen te
de enme~dar su vida, cosa que se requiere
lo mismo para la confesión que para la perfecta
contrición; en una pala bra, le f¡¡lta
buena voluntad , y fa llándole ésta, le faltara
la gracia de Dios, sin la cual la perfecta c ontrición
es de todo punto imposible. Podrá,
por lo tanto, engañarse á sí mismo; pero jamás
engañará á Dios Nuestro Señor. El que
tiene perfecta contrición está enteramente
resuelto á romper con el pecado m orta l ; recibirá
cuanto antes pueda y con tanto m ás
fervor que antes los santos sacramentos, y
con ·SU buena voluntad, ayudada de la g racia
de Dios, se conservará libre de pecado y se
afirmará más y más en el feliz estado de hijo
de Dios.
A quienes en gran man era ayuda la perfecta
contrición, es á los que leal y sin ceramente
quieren adquirir y conservar el estado
de gracia, y, sobre todo, á l os que pecan
por la C9!1tumpr j11 es decir~ porque, aunque
tienen bu ~ na voluntad, la fu erza de loa malos
hábi tos y la propia debilidad Jos hacen recaer
de vez en c uando; pero de ningún modo
ayud a la perfecta con tr ic ió n á lo s que se acogen
á ell a para peca r más á su salvo. Estos
convierten la ce lestial med icina del perfecto
arrepentimiento t·n narcótico fata l y en inferna
l ven eno.
No seas, pues, de éstos, lt!ctor am~d o; no
permitas incauto que g r acia tau precwsa como
la perfecta contric ió n te sirva para el.mal,
sin o para el bi en, ya que tan g rand es b1enea
produce en el alma d el cristiano. ¿ Y qué
bi enes so n esos que produce la perfecta contric
ión ?
V
¿POR QUÉ ES TA N IMP ORTANTJ<:
Y AUN KK CES.A.I\I.A.
LA PEhFECTA CON TRIC IÓN ?
E!> importante en la vida y en l a muerte.
l-Es importan te en l a vida
P orque, ¡ qué precioso no es el estado de
gracia ! La gracia no a do rna solamente al
a lma, sino que la invad e y la pen etra toda, y
la transforma en un'l n ueva criatura, en hija
de Dios y her edera del ciel o. Ad emás, h ace
que tod~·s las obras y trabaj os del cristiano
se an meritori os para el cielo ; la gracia es la
vari ta mágica que todo l o convierte en oro,
pero en oro de méri tos ce lestiales.
Por el contrario, ¡ q ué triste ea el estad
o del cristiano que yace en el p~do 1 Todos
sus trabajos, todas sus oraciones, todas
sus buenas obras quedan baldías y si n mérito
para el cie.lo: es enemigo de Dios ; y en
el mome n to en que el hilo tenue de la vidn se
romp a, caerá precipitado en el infierno. ¡, No
ha d e ser, pues, trascendental y necesario
el estado de g racia para el cristia n o?
Pues, si le has perdido, d e dos maneras
princi palme nte puedes reco brarle:
1." Por la con fes ión .
2.• Por la perfec to contrición.
La confesión es el m edio adecuado y ordinario
para :dcao znr la gracia sa ntiflcante.
Pero como este medio no es tá siempre á mano,
Dios nos ha dado otro extraord in ario,
que es la perfecta contri ción.
Figúra te que un día h as tenido la inmensa
desgracia de cometer un peca do mortal.
Cuando, pa ada la agitación del día, viene la
calma d e la noclH' , tu conciencia angustiada
se le vanta y clama con voz potente- Con fe ·
sarse ahora , . . no se puede. ¿Qué remedio?
Púes míra: Dios pone en tu mano ls> llave d e
oro q ue te va á abrir las pue1·tas d el Cielo :
arrepién tete de tus pecados por cerdadero
am or de Dios, protéstale firmemente no volver
á cometerlos, promé tel e confesarlos cuanto
antes, y puedes confiar que estás reconciliado
con Dios : ac uésta te tranquilo.
Pero si el cristinn o no co noce ni practiC{'
la perfec~a cpntric¡ón, ¡ qué trjst~ estallo tl
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auyo 1 En pecado mortal se acuesta y se levanta,
y vive sumido dos, tres, cuatro mese'
y más, hasta la confesión siguiente. Y quizás
eigt,Je.así por años enteros, sin que la profunda
noche del pecado se vea int e rrumpida más
qup u~ momento en su alt~a por los rayoa
qu,e difunde el sol de la gracia después de la
conf,esión. ¡ Triste estado 1 ¡Vivir casi siempre
en pecado, enemigo de Dios, sin mérito
par4 el cielo y en peligro de eterna condena·
ción l
Máe ; cuando antes de recibir un Sacramento,
por ejemplo el de la Confirmación,
el del Matrimonio, se acuerda uno de un pecado
grave no perdonado, puede, p or la perfecta
contrición, hacerse digno de recibir el
Sacramento. Unicamente para la comunión
no b~ta eato, porque se necesita la C onfesión.
Pero tambien para el cristiano que está en
e1iq.do ~e gracia, es importante el uso fre·
cuente de la perfecta contrición.
Ante todo, nunca podemos estar completamente
ciertos de que e• tamos en estado de
gracia. Pero esta seguridad se aumenta y
confirma con cada acto de verdadera y perf~
cta contrición.
Ocurre, además, no p ocas veces, que duda
uno si ha consentido en alguna tentación; y
eata·s dudas acobardan y desalientan al alma
en el camino de la virtud. ¿Qué hay que hacer
en estos casos? ¿Examinar si se ha consentido
ó nó? De nada aprovecha. Excita la
perfecta contrición y estás seguro.
Pero aun dado caso que tuviénmos toda
l~ se~uri~ad P?sible de que es ~am o s ea graC.
ia, 1 que p~;ec10sa n o es todavw la perfecta
contrición 1
Por cada acto de p erfecta contrición y caridalf
se aumenta este estado de graci"a en
el alma, y cada grado de gracia vale má• que
todas las riquezas del mundo.
Por cada seto de perfecta contrición y ca ridll!
d se borran los pecado1 veniales y las
faltas que afean el alma, y queda ésta c nd;¡
vez más h~rmosa delante de Dios.
Por cada acto de perfecta contrición y caridad
se perdonan la1 penas tPmporales de
los pecados ( l ). Acuérdate de que á la Magdalena
le dijo el Señor : "Se le ha pe rdo nado
mucho, porque a~ó mucho." (S. Luc . c . 7,
v. 47)· r ai por eso apreciamos tanto , y con
r:nón, las indulgencias, laa buenas obras, las
h~osnas, aquí se añade que entra de por mediO
la carid11.d, la reina de las v irtudet.
Por cada acto de perfecta contrición y
amor Ta el alma confirmándose más y más
en el bien, y robusteciéndose contra el mal;
de ~~do que puede con razé¡n esperar la llU·
pfema gracia de la perseverancia finaL
Ya ve•, pues, si es importante l a perfect11
contrición en la vida. Pero de un modo muy
parlicular.
(1) Quiere decir que ae perdon•n s iempre
al1unaa penas y todas si fuese muy inten-
10-(N. d~l T.).
~-Imp o rtante en la muerte
sobre todo en el pelig ro de muerte repentina
Prendióse un gran incendio en una ciudad
, y en él per ec ieron centenares de personas.
Entre otras much as que gemían en el
· patio de una casa, se veía á un niño de doc.e
a~os que arro dilla do pedía en alta \'O Z la gra-
Cia de la c ontrición; después explicó á loe
demás por qué lo h ac ía, y les suplicó que
oraran con él en voz al ta : quizá s por su medio
se salvaro n m u ch os de ell os pa1 a siempre.
Peligros com o és te te rodean si n cuento, y
el día menos pensa do puedes s er víctima de
una desgracia repentina : puedes, p or ejemplo,
caerte de un árbol, pued e arrollarle un
ferrocarril en la vía ó cogerte un tranví.t en
la calle; puede asal ta rte d e noche el fuego en
la habitación ; puedes dar un mal paso en la
escalera; puede ser que, mientras trabajas,
se te nuble de pronto la vista y c aigas .... le
llevan moribundo á casa, y van corriendo á
buscar al sacerdote; pero el sa cerdote tarda
en llegar, y ¡ urg e tauto ! .. . ¿Qué hacer.?
E x cita en seguida la p erfec ta contriciólJ,
arrepiéntete por amor y gratitud h acia Dio•
y hacia Jesucristo paciente, y te h as salvado
pura toda la eternidad: la perfec ta contrición
ha sido para ti la Llave del Ci elo en el últi:
mo momento, en el trance último y supremo
para el alma y para el cuerpo.
Con esto no quisiera que nadie . se aventurara
á dejaTio todo hasta el último momento,
á merced de un acto de p e rfecta co ntricióp,
presumiendo quedar ya con eso libre del pecndo
; porque es mu y du doso q ue In perfecta
contrición haya de ser v ir á los que han estado
pecand o á su sombra. L o que he dich'o.
vale, ante tod o y sobre todo, p ar a los que tienen
buena voluntad .
Pero ¿ habrá tiempo, me d irás, en tales
circunstancias, para hacer un neto d e perfecta
contrición ? Con la a y uda d e D io s, sí;
porque para la perfec ta c ontr ic ió n n o hace
falta much o tiempo, sobre to do , cuando an'tes,
en tiempo de s.lll,ld, se ha ej e r citado uno
en ella; en un ·momento se l a puede excitar,
y puede penetra r el alma. Y como en casos
t nn extraordinarios tiene más eficac ia la gracia
de Dios y .nás acti v id ad el esp íritu, en
el trance tremr ndo de la muerte se hacen
h oras los m omentos . Y adv iér t e que hablo
po r propia e xperie ncia . ·
Una vez, el 2 0 de Jul io de 1886, estuve en
grande y ter r ible pe ligro de mue r te : sería
cosa de unos o ch o ó d iez s egundos, el es pacio
de medio P adren uéstro. Y en t an corto tiemp
o cruzaron mi l pe nsamientos por m i mente;
mi vid a en tera pasó ante mi al ma c on una
rapidez indecible, y t r as ella lo qu e sería después
de mi m uerte; t odo, como he di cho, en
el espacio insig nifi c ante d e medi o Padrenués!
ro, Pero, p or dic)la rqia y gr¡m f¡~. vor do
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1
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Dios, á quien sean las g-racias, no fue aquello
para muerte, s ino para v ida : de otro modn
no hubiera podido escri bir te la Lia re del
Cielo. ·
Pues lo primero que hice en ta n te rrible
trance fue lo que, seg ún el Catecismo "( 1 ) ,
debo hacer todo cri s tiano en pelig ro de muerto;
excitar 13 contrición y ac udir á Dios pi diéndosela
é impl or~ nd o su fdvor.
Y la verdad es c¡ue e nt onces creo que
aprendí á amar y es timar en lo jus to la perfecta
contrición : desde en tonces he difu ndido,
cuanto me ha sido posi ble, su conoci_miento
y estima.
Pero esta miseri co rdia q ue p uedes ej erci tar
con tu alma en el último momento, puedes
ejercitarla también con los dern á.s er\st ianos,
hermanos tuyos. Y ¡ qué t ri ste es que en tan
apurado tran ce no se entienda e!lto mejor !
Acude la gente, lloran y g ri tan descompnsadamente
; y sin saber qué hacer, corren en
busca del médico y del sacerd ote, t r aen agua
y cuantos r emt;dios hay en la casa ; y entretanto
el enfermo está ya agon izan do, y. . . • en
aquellos breve ' , pero preciosos momentos,
quizás no hay nadie que se compadezcJ de su
alma inmortal, y le proponga hacer un acto
de perfecta con trición, y le salve para s iem,
pre. Si ta l ocurrier a, acúde c.on ca lma y t ran quilidad
al lado del lll Oribundo, herido ó enferrro;
si es posible, ténle el crucifijo delan.
te de los oj os, y con voz firme, pero tranquila,
pídele que p iense y r epita con el corazón
lo que tú vas ú rezar ; y hecho esto, vé te diciendo
despacio y claro el acto de contr ición,
aunque te parezca q ue no oye n i en tiende
nada. Con esto h ab rás hecho una obra Rumamente
bue na, y el moribu ndo te lo agra decerá
eternamen te en el c ielo. Sí, aunque
sea un hereje le puedes ayudar de es te modo
en sus úl timos momentos ; no le h ~1b l e s , si
quieres, de con resió o, pero excítale á que haga
un acto de amor de Dios .Y de J esús cr ucificado,
y dile despacio el acto de contri ción.
(Con cluirá)
La mi~a del gallo
en una Parroquia modelo
A la caída del sol, por todos los caminos y
veredas que de los campos vecinos cend ucen
á la ciudad, se veían nu merosos gru pos de
gentes, compues tos de hombres, muj erc s y
niños que, con la piadosa in te nc ión ele toma'r
parte en la vigilia y fi esta de N ~vidad, caminaban
presurosos para poder hallar acomodo
en el templo, pues las campanas, con su repetido
y aleg re r epica r , anunciaban el pronto
comienzo de la función reli g iosa de prima
noche.
(1) "P. Y si uno en pelig ro dG muer te no
tiene confesor¿ qué debe hacer ?
R. Un acto de perfecta co nt rición con pro.
p6aitg d~ epr¡ fesa~·se,'' · · ·
En breve la ig les ia par r oq uial se encontró
ele bote en bote y el vi rtuósfsimo Rectpr de
ella recitó con el pueblo el Santo Rosa r 1o, leyó
la noven a del Niño J esü s, cantó, acompañado
por el coro, repetidas sa lves á la Virgen
y av isó luégo á los fie les que la p rimera misa
darla comienzo con la media noc he. Natural
parece q ue toda esta multitu d, que así colmaba
el templo, por piadosa que se la suponga,
había de ir en seguida, los caballer os y señoras
á sus casas y los campesinos á pasarlo en
las tiendas y calles del pob lado, mientras llegaba
la hora de la misa, solazándose con las
var iadas y con fr·er;uencia prof~ n as diver siones
con que és costumbre entretener estas h oras
ele la g ran noche.
Pero qui en tal se imagine, se engaña del
todo, porque las cosas suceden en una capital
de pr ovin cia que quizá, por la vez primera,
hace excepción en la manera de celebrar la
Nochebuena y la Pascua de Navidad.
Los mor adores· de la c iudad, recogidoa do
alma y cuerpo, se retiran á sus casas, y loa
sencillos campesinos permanecen en el tem- ,
plo ca ntan do, á manera de sa lmodia, distintas
himnos religiosos, unos y otros en espera de
la deseada h ora .
Una quietud sublime, un h:l.lito de acendrada
piedad cristiana parece envolver toda
la población .
La hora se aproxima.
El templo apenas da cabida á la inmensa
concurrencia.
E 1 altar bri ll a con profus ión de luce!! y al
lado derecho de éste, en a rtístico pesebre, y
en medio de María y de J osé, se divisa el Divi no
Niño.
Con el himno del Santo de Aquino se expone
la JVfaj es tad y con imponen te recogirr,iento
se da pri ncipio á In misa, al sonar las doce
campanadas
Pasado el Evangelio, el celebrante, párroro
de l luga r , con este texto: "Sume lz'bro11
istos, librum siqn atum et librum lw nc qui
apertus es t." J EREMÍAs, XXXI, r4, hace una
hermosa y conmovedora pl ática, en la que
demostrando profun do conocimiento y medit
ación en las Sagradas Escri turas, presenta el
mas hermoso par alelo entre la escr itura sellada
q ue es Jesús Niño y la escritura abierta
que es la Sagrada E ucaristia, que dejó h_on·
da y piadosa impr esión en los oyentes.
Después de comulgar el celebrante, empieza
á re partir el Pan de los ángeles á los numerosos
fie les que obsequian al Niño Jesús, acer .
cándose al d i vino ba n quete. Mientras taa
piadoso acto se r.ea liza, el p ueblo, el propio
p ueblo, los r ústicos y humildes campesinos,
entonan en sa lmodia cantares al Corazón de
J esús, ~ l a Virgen y vi llancicos a l Niño, apenas
nacido.
La comunión se hace in termi nable y son
hombres y n iños del campo los que en mayor
núrr¡.ero se aaercaq. á r ecipirla1 ·
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Mil quinient111 personas hadan este obsequio
á Jesucristo, con motivo de la fi esta d e
Navidad.
Cuando este ac to tocaba á su.tin y había ce sado
el pueblo en s us cantos, de i mproviso se
deja oír entre la multitud, armoniosa voz de
mujer, entonando ca ntares á María.
T o dos vue lven la mirada hacia ellug·ar de
donde sale la voz, que parece rauda l de argeatadas
n otas, y el que es ta revista en s aya,
forastero en la ciudad, más que otro alguno
hada esfuerzos para descubrir á la que cantando
y cantando alabanzas á María y á Jesús
Niño, con voz de finísimo y delic a do timbre,
tanto deleitaba sus oídos, y Cuá l no seria su
asombro cuando pu do descubrir que la que así
cantaba e r a un a pobre campes ina, y h as ta dónde
subiría su pa¡¡mo c uando luégo supo que la
tal mujer era u na doncella, cieg·a de nacimiento.
Ella, pues, para cantar no ha t e nido otra
escuela que su propia y pi adosa inspiración.
1 Bendito sea el Dios de los humildes !
La misa terminó, permaneciendo la Maj estad
expu esta para l a de la Aurora y la P a rroquial
de nueve de la mañana, dejando e n mi
alma duradera impres ión que me ha hecho
evocar en es píritu lo que sería la ce lebración
de los divi nos mis t erios en las criptas y catacumba•
de Roma, con la salmodia de l a Igleeia
primitiva y con Jos cánticos d e la m á1·tir
y ciega Santa Inés.
La fi es ta de Naviuad terminó con l a be ll a
procesión del Niño, admirándo me la piedad de
todoa los a s is t ente s, quienes dicen son éstas
obras de la piedad y celo d el señor doctor Bernal,
cura p á rroco, y exube r a nt e fl or escencia d e
una raza sacerdotal y levíti ca.
Cáqueza, Diciembre 25 de 1 911
Información Religiosa del Exterior
(DE VAI\IAS REVISTA S)
EL CoNSI~TOR IO D EL 27 DK NoviEMBRE-El
27 de Novi embre último tuvo lugar en el Vaticano
el anunc iado Consistorio secreto . El
-.cto revistió extraordinaria solemn i dad.
Su Santidad Pío X pronunció una hermosa
alocución, en la que hizo co nstar cuán luctuoso
había sido para él es e añ po r l a c on memoración
del quinquagésimo aniv~rsario de
la unida d italiana , que ha const ituid o una
ofensa ,para la Sa nta Sede.
Habló de la violenta persecución que sufra
la Iglesia en P ortug al, y recordó l a Encícli ca
publicada condenando la le y de separación ;
expresó su confianza e n el pueblo portugués,
que sabrá conservar su acendrado catolic ismo.
"E1 para Nos un consuelo-dijo,-en medio
de Jos m ales de nuestra época, ver cómo
se reanima en todas partes el amor á l a Eucaristía,
conm~m o rad a e~pléndidameo te en los
Congresos Eucarísticos de Co l onia, L ondres,
Montreal 1 el rec!!~nte de MB:res. Cardenales Diáconos, 5e presentaron
ante Su Santidad, á quien besaron el pie y la .
mano. El Padre Santo los abrazó, lo mismo
hicieron los otros miembros del Sacro Cole- ·
g io, y con esto fueron á ocupar los puestos
que les correspon dían; volvieron luégo hasta
el Trono, y de manos de Su Santidad recibieron
el Capelo Cardenalicio, con las ceremo-nias
usual es. -
A este tiempo el Sr. Abvgado Consistor-ial
Comendador Odoa rdo Marchetti, hizo su primer
alegato sobre la Causa de Beatifi cación y
Canonización del Venerable Siervo de Dioa
José Cafasso . sacerdote secular de Turín.
Con ~luído -e l discurso, Monseñor el Promotor
de la Fe, pidió á Su Santidad que tal causa
fuese remitida á la Cong-regación de Ritos,
á lo cual asintió el Sumo P ontífice.
Levantánd o ~e entonces Su San tidad bendijo
desde el Trono á los circunstantes: 1mbió
después á la Silla Ges tatoria y, rodeado per el
Sact·o Colegio, los nuevos purpurados y lo1
personajes que arriba se enumerar ~ n, volvió
á la Sala de los Paramentos y, depndo las
vestiduras sagradas, se dirigió á sus aposentos,
seguido de la Corte Noble.
Los E E. Sres. Cardenales se encaminaron
luég·o procesionalmente á la Capilla Sixtina,
precedidos por lus Coris tas Pontificios, que
iban cantando el Te Deum ; al terminarlo, el
Sr. Cardenal Sub d e ~ ano rezó la oración Super
creatos Cardinales, y saliendo de la Capilla
los nuevos purpurados, recibieron de sus colegas
un segundo abrazo.
En seg uí la tuvo lug~r el Consistorio aecreto,
durante el cual el Padre Santo, cumplida
la ceremonia de cerrarles la boca á los nuevos
purpurados, preconizó '59 Arzobispos y Obispos,
concluido lo cual Su San tidad les abrió,
según costumbre, la boca. En seguida tuvo
lugar la postulación del sagrado palio para
37 ig lesias metropolitanas, y puso el anille
cardenalicio á los recién creados Cardenales,
á quienes por último recibió en sus habitaciones
privadas.
NOTAS LOCALES
--EL 29 DE 0JClEMBRi: aeJ año pasadO y eJ
23 de Enero último, dejaron de existir en
Lenguaznquey en Ubaté,'r es pectivamente, los
respet"ables sacerdotes ' Dr. J eremías Rey y
Dr. Julio Barreta. E l primero concluye sus
estudios en el afamado Seminario de San Sulpicio,
en París, donde r ecibió lns órdenes sagradas.
En el Arzobispado desempeñó "varios
curatos, en los que desplegó mucho celo y se ·
hizo notar por su ilustración. El Dr. Barro·
'
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EL HOGAR. CATOLlCO
to acompañó al Ilmo. y Revdmo. Sr. Herrera
á Medellín, donde recibió de sus m~n os la
ordenación sacerdotal en I 888. Gozaba de
mu'cha estimación, debida igualmente á su
ilustración y á las excelentes dotes sacerdotales
y sociales que lo adornaban. Descansen
«:P paz los amados hermanos, cuya temprana
desaparición lamentamos profundamente.
-IGUALMENTE entregó su alma á Dios, en la
población del Macana!, de la Diócesis de TunJa,
el distinguido Canónig·o de efa ig lesia Catedral,
Dr. Filemón Perilla, pariente cercano
del Ilmo. Sr. Benig no Perilla. En el Arzobispado
desempeñó, desde el año de 187 I hasta
el de I87o, el cargo de Vicerrector del Seminario
y fue profesor en algunas asignaturas.
SENTIDÍSIMO PÉSAME-Lo damos muy de corazón
á nuestro distinguido amigo el Dr. D.
E lías Romero Cortés y á toda su honorable
fami_lia, por la pérdida irreparable que ha
sufndo con la muerte de su digna esposa .0"
Paulina R. de Romero, matrona adornada
de grandes virtudes y relevantes prendas.
INDULGENCIA PLENARa-Su Santidad Pío X
ha concedido una indulgen~ia plenaria, r eservada
para el artículo de la muerte á todos
los que, habiéndose confesado y corn ulo·ado
pronuncien el signiente acto: ·
0
'
"Señor Dios mío, desde alwra recibo de
vrrestra mano, con gusto y entera resignación,
cualquiera clase de muerte que tengáis
á bien enviarme, con ted as sus an ·
gustias, penas y d olores."
Basta, pues, para ganar esta indul •rencia
plenaria en la hora de la muer te, luber"'hecho
esto una vez en la vida, y no morir en pecado
mortal.
" LA UNIDAD ''-El 25 del pasado Enero
reapareció este brioso y den odado a da lid de_
la buena causa, no ya con1o trisem¡¡.narin sino
como diario,_ lo que ha sido motivo de pláce~
nrs para la JUVentud católica, que necrsita
10f0rmarse deb1damente de las ten dencias demoledoras
de los que directa ó indirectamente
se proponen derribar el edificio tradicional
q~e ha coadyuvado eficazmente, desde los comienzos
de la República, al sostenimiento de
la fe en nuestro país. Es rle desearse que diarios
como éste y La Sociedad penetren en
todo~_los hogares y s_ean s ostenidos por todos
los h•JOS de Colomb1a. Felicitamos cordialmente,.¡
bimpático y querido coleo-;, y le deseamos
fecunda labor y larg-a vida.0
·
EL R.P. Fn. P. FAnO, DEL CORAZÓN DE 1\L'I.RÍA-
En .hermosa y atildadísima edición, y
con ml!~n1fic os fotng1·abados, -acaba de publicar
en la Impren ta de la Cruzada este docto
y apostólico r~li g i os o, su interesa n~ e obra titulada
RESTAURACIÓN DE LA PROVI!\CIA DE LA
CANDELARIA, en un volumen tle más de 36o
págiuHs. Los que aún no la hayan leído podrán
darse cuenta de la importa,ncia que tie·
ne, por el juicio crítico que acerca de ella
emitieron los ilustrados escritores Drcll. D.
G. Arrubla y D. J. J. Guerra, individuos de
Número de la Academia Nacional de la Historia,
según el cual "abarca una amplitud de
elementos his tóricos y datos salientes, que la
hacen apreciable para la historia de Colombia."
Felicitamos cordialmente al ilustrado
autor y le ag radecemos, como es debido, el
envío que se ha dignado hacernos de su bello
libro.
-I GUALIII~>NTE agradece rnos en alto grado,
á lo_s Sres_. Ores. Arrubla y Henao, el envío _y
ded1catona que galantemente se han dignado
hacernos de SU HISTORIA DE COLOMBIA, obra
magistral, destinada á servir de texto de segunda
enseñan za . Toda la prensaba saludado
su aparición, que viene á llenar un vacío, y
le ha augurado un éx ito co • .npleto. Nosotros,
á la vez que felicitamos á sus distinguidos
autores, deseamos que no falte en ningún bogar
colombiano, y que sea no sólo leída sino
estudiada diligentemente por todos. -
EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL Cr.ERO-Tuvieron
lugar del I6 al 25 de Enero último en
el local del Seminario, presididos por el Ilmo.
y Revdmo. Sr. Arzobispo Primado, y dirigidos,
con mucho acierto, por el R. P. Cruz,
de la Compañía de Jesús. Asistieron cosa de
86 sacerdotes y, corno siempre, la voz del Prelado,
oída con el acatamiento debido, fortificó
el espíritu de los ejercitantes, dejando en ellos
las más saludables y gratas impresiones. La
comunión g·eneral del 24 estuvo conmovedora.
La última noche estuvo expuesta la Maj
estad hasta las 7 a. m. del día siguiente. To·
dos los ejercitantes, por turno, velaron ante
el Santísimo, se cantaron muchos Himnos,
Letanías Mayores, etc., y se hizo notar el fervor
y recogimiento de las Mini~tr os del Altísimo,
que, en la soledad imponente de eBte
reti~:o, cobraban nuevos bríos para salir á
trabaj ar en la viña del Señor. Esta vez se hizo
notar lo mucho que ha ganado la Capilla
con las artísticas reparaciones que le ha hecho
el Síndico, Dr. Ramír ez, y los cuadros y
numeros3.s estatuas que ha colocado en ella.
-B.uuoAMOS respetuosa y cordialmente al
M.Ilustre SI'. Vicario General del Arzobispado,
Dr. D. Salustiano Gómez Riaño, quien acaba
de regresar á la ciudad, después de haber
perruanecido en Arbeláez el tiempo que le fue
preci$0 para atender al restablc.cimiento· de
su salud, y le deseamos un año muy feliz.
HEMOS TEI'(IDO el g usto de recibir el lujoso
Almanaque Hist ór ico Ilu strado y Comercwl
de la América L atina, que tánta aceptación
ha teu ido, y el muy interesante de la
Drog uería Cen tra l de H.ob'erto Restrepo y
C.' de Medellín, lo mismo q1e el piad oso de la
Tipografía ,':la lesiana de esta ciudad. ._,
Agradecemos debidamente esta aten¿ión.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
434 EL H0G Al\ CA TOLlCé>
'Moisés salvado de las aguas
Compañeras, al baño ! a lumbra el día
La cúpula lejana;
Duerme en su choza el segador, y enfría
Las ondas la mañ ana.
Meofis apenas bulle; hospedadora
Nos da la selva abri g o,
Y tendremos, amigas, á la aurvra
, Por ünico testigo .
De Faraón, mi padre, el jaspea do
Palacio a l mundo asombra ;
A mí d el bosque el pabe ll ón, del prado
Me agrada más la alf o mbra.
¿Qué son ' las fuentes en que el oro brilla,
y el mármol de colores,
A •par del Nilo y de esta verle orilla
Esmaltada de flores ?
No es tan grato el incienso que consume
En el altar la llama,
Como entre los aromas el perfume
Que el céfiro derrama.
Ni en el festín real me gozo tanto,
Cor¡no en oír la orquesta
Alada, que esparciendo dulce canto
Anima la floresta.
¿Veis cuál se pinta en la corriente clara
El puro azul del cielo!
El cinto desatadme, y la tiara,
y el 'importuno velo.
' ¡Veis en aquel remanso transparente
Zabullirse la garza?
1 Las ropas deponed, y al blando ambiente
El cabello se es¡:>arza.
¡Ea! trisquemos en el frese() baño,
Alzando blanca espuma ...
Mas¿ qué objeto descubre tan extrai'io
La fugitiva bruma Y
Mirad : enfrente d sicomor sombrío
Que verdes arcos tiende,
Sobre la playa, un bulto por el río
Lentamente desciende.
No temáis: de una palma el tronco anciano
. Que en de!Ilanda navega
De las altas Pirámides, liviano
Sobre las ondas juega.
¿O es de Hermes por ventura el carro leve!
¡O es la concha di vina
De Isis, que con suave aliento mueve
' La brisa matutina?
¡Qué digo 1 Es tierno niño, que en ligera
Barca duerme al sereno
Arrullo de las olas, cual pudiera
En el materno seno.
Arrastra el Nilo la flotante cama,
Cual nido d e avecilla
Que arrebatado hubiese á la retama
De su silvestre 01illa .
¡Qué de peligros corre á un tiempo misino 1
¡ Cuál puerto de salud
Le aguarda ? ¿Mece el ' proceloso abismo
Su cuna, ó su a taud ?
¡Los oj os abre, hijas de Menfis 1 Llora ...
¿Pudo una mad re ¡oh cielo 1
Al ag ua abandona r de vo rad ora
El hij o p equeñ uel o 1
Tiende los brazos ¡ay ! cual si supiera
Su malhad a da suerte ;
Y aon frágiles ca ñas la barrera
Que presen ta á la muerte.
Es de la raza de Israel, sin duda,
. Que mi padre sentencia
A proscripc ión ... pero ¿qué ley sañuda
Proscribe á la inocencia?
¡Pobre ni ño i su llanto me conduele;
A su m a dre afii~ida
Sucederá otra madre; sa lvaréle;
Me deberá la vida.
Ifisa hablaba así, jov en princesa;
Y d ó cil al consejo
De la piedad, acometió la empresa;
Y el juvenil cortejo
A la virge n, que presta se adelanta,
D e confianza llena,
Sigue, estampando con ligera planta
La m ov ediza arena.
Semejaba, depues to el blanco lino,
Revo l a ndo las blondas
Madej as p or el h ombro alabastrino,
La hija de las ondas.
El blanco pie con círculos de plata
El espumoso rí o
Le ci ñ e, y ya á las olas arrebata
El peq ueflo navío .
Palpita con la carga, que suspende
Alegre y orgull osa;
Y en sus mejillas el color se enciende
De la temprana rosa.
Bullente espuma h e ndiendo, que se irrita
Y la presa reclama,
El peso que la agob ia deposita
Sobre la verde grama.
Y del recién nacido alegremente
Cercan to das la cuna,
Y sonriendo , la asustada frente
' Le besan una á una.
Mas ¡oh tú, que de lejos á tu hijo
Por la playa desierta
Seguiste desol a da, e l rostro fijo
En su carrera incierta !
Llega: el hinchado seno da al infante:
Tu llanto ni su risa
Revelarán en ti la madre amante,
Pues aún no es madre Ifisa .
E n los brazos maternos, rociado
Con lágrimas de duelo
Y de g ozo á la par, dulce cuidado
De la tierra y del cielo,
El pequeño Moisés iba seguro:
De F araón cruel
Hospeda el regio alcázar al futuro
Caudillo de Israel.
Y ante el trono de Dios, la faz velada
Con las alas, el coro
Que ve á sus pies la bó veda estrellada,
Pulsaba liras de oro.
•· Alégra t e, J acob ; en el asilo
De tu destierro " (el canto
Así sonaba), " y no al impuro Nilo
Se me zcle más tu llar. to,
Ese ni ñ o que virgen inocente
Salvó de olas y vientos,
Es el Profeta del H oreb ardiente,
Rey de lps elementos.
Humillaos, mortales insensatos,
Q ue a l Eterno hacéis g~ erra :
Hé ahí d Legislador, que sus mandatos
Promul gará á la tierra.
Cuna hum ilde, baldón de la fortuna,
Juguete del profund o,
Ha salvado á Israel: humilde cuna
Ha de salvar al mundo." -A. B.II:Lt.O
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"El Hogar Católico - N. 47", -:-, 1912. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3686865/), el día 2025-11-20.