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. ---------l:c:~'<::76 ¿ ~ S ·~L?2.._------ •
•
P E R 1 O D 1 C O D E D 1 CAD O A L A LIT E R A T U R A.
Serie III. Bogotá, 15 de Mayo de 1875. Número 36 .
........ A Al\. DE.
-
Con el presente número tr3rmina el
tescer trimestre de este periódico.
Suplicamos á los Agentes que no han
arreglado sus cuentas del primero y
segundo trimestre, tengan la bondad
de remitirnos los fondos que hayan recaudado.
Damos las gracias á los Agentes que
han tomado empeño por la empresa.
ADAN Y EVA.
, ,
AL SE~OR PRES1HTERO BRAULIO MARIA. 1>[UNIZ.
"Et fiat lux et lux facta fuit."
GENEsrs.
" y hágase la luz y la luz fué hecha."
y el universo entero se iluminó.
y todas las mara,illas de la creacion aparecieron
perfecta" y acabadas: Dios! Artífice
sublime! .
Y un dorado rayo de sol deslizándose:\. traves
de las tupidas hojas de un :\.rbol fué á heril'
la frente d'l Adan.
y su frente se iluminó, como si aquel rayo de
601 fuese el sello del pacto entre la criatura humana
y el Hacedor.
O como si fuese el símbolo de la inteligencia
que debiera bullir en la mente y engrandecer al
hombre.
y el hombre desde entónces Ee engrandece
con el talento.
Porque el talento es el genio y el genio es
sublime como una emanacion de Dios.
y al sentir el tibio rayo de sol sobre su frente,
Adan cayó de hinojos y oró; himno primero
del hombre á su Señor: plegaria primera desprendida
del corazon nomo un riquísimo perfume
para llegar á evaporaJ;se á. 108 piés del Altísimo.
y aquella. oracion se elevó como el hossana
de gratitud.
Luego Adan ten,dió Ja admirada vista y contempló
la IDat'avillosa armonía que le rodeaba.
y otro rayo de 801 descendió hasta. su corazon,
le calentó, le sintió latir en fuego germinador.
E inclinó la frente y m~iitó.
•
y creyó hallarse solo en el Paraíso, á pesar
de ser el Rey de la creacion: llevaba ya en el
alma el id eal do la mujer primera.
y dudó de la bondad divina: la ingratitud
• uaCla.
Suspiró y soñó : Dios sonrió.
y del sueño de Adan ; ue la sonrisa de Dios,
como he dicbo en alguna parte, nació Eva.
Oomo la V énus mit.ológica, nacia bella de las
espumas del mar, aun más bella y más pura na-
0ia Eva del sueño del hombre.
Oontemplóla al despertar, atónito Adan.
y suspiró de nuevo: suspiró de amor.
y como ha dicho uno de nuestros poetas más
galanos;
" Ella le sonreía enamorada,
Enamorado la admiraba él
Por los largos cabellos cobijada
La brillantez sedosa de la piel.'¡
y se amaron.
Oomo q ne la. primera necesidad del corazon
es amar.
Se amaron como se aman los ángeles: con un
trasunto del Cielo.
Se amaron con el amor idealista que eleva al
sér humano hasta el Hacedor. •
Oon ese amor casto y puro que hace sOIlJI'eir
0.1 Altísimo.
y una eterna f elicidad parecia ser el legado
de la humanidad.
y el sufrimiento no tenia asilo en la tierra;
eu los ojos lágl'imas; ní el corazon pesares, ni
dolores el alma.
El género humano entraba á la vida por un
camino de flores.
Las espinas de esa primera peregrinacion no '
existian.
El zarzo de ese sendero escabroso, ahora de
la existencia, no rasgaba entónces pedazos del
corazon.
Las malezas de la vida eran allí en el Eden
florido el cesped suave y perfumado.
La naturaleza se vestía de constante primavera.
y los pájaros cantaban dulcemente en la enramada
en armoniosos trinos.
y la brisa murmuraba suspiros de amor.
y las flores ricas en matices, en aromas se
mecian suavemente sobre sus tallos.
Todo era luz, perfumes, armonías, placer.
y cual corre manso cr~stalino arroyuelo reflejando
~n sus aguas el prado, el bosque y la
.selva umbrí,a y que lame jugueton las tapizadas
riberas que le aprisionan ast se deslizaba tranquila
la. existenci", humana ...
•
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•
282 LA TARDE
Pero el Averno había enjendl'ado unn pasion
miserable y mezquina: la envidia.
y Luzb e l el genio maldito de las tinieblas
tembló de ral-ia en su trono al sabe r que el h om -
bre era feliz. r
y la envidia en e s pantosas convulsionc:l con-trajo
sus negras facciones.
y Satanás rugió de cólera.
y el infierno se estremeció en sus bases.
y las enroscadas sierpes con que las Escritu·
ras DOS le representan y que sirven de t e rrible
cabellera á. Luzbel agitaron con ¡horribles sil·
bidos.
y así como Dios contempló gozoso su obra
inmortal, el ángel maldito dirig ~ó :l la tierra sus . . ,
sangl'lcntos oJos.
y él tambien, Rey del mal meditó.
y sonrió con asquerosa sonrisa.
y así como de la sonrisa del Hacedor nació
la mujer, de la sonrisa dei demonio nació la
calumnia.
y el Arcángel rebelde alzó su vuelo y llegó á
la tierra.
Allí tomó una nu~va forma: la de la serpiente.
y en suaves ondulaci?neo se ~es1izó hasta
Eva.
y con la voz dulce calumnió los designios de
Dios.
y sedujo á. la mujer.
y Eva primero, Adan despues pecaron: el
mal se enjendraba ...
y el ángel de la pureza y de la f elicidad voló
desolado al cielo .••
y el Todopoderoso en la primera generacion
malilijo á las futuras ...
y dijo al hombre: -
" Con el sudor de tu frente ganarás el pan
de todos los dias."
y dijo á la mujer:
" Tú quebrantarás la cabeza. ti la serpiente y
parirás tus hijos eón dolor."
y Adan y Eva fueron arrojados del Paraiso
por la espada de fuego del ángel guardian.
y vagaron, vagaron sin descanso.
. y á su paso los pájaros callaban.
Las flores se inclinaban marchitas.
La brisa detenia su soplo.
y la naturaleza entera se rebelaba y parecía
enviar á su Rey caido una eterna maldicion.
y siguieron vagando, vagando.
y tristes, silenciosos sintieron que el sufrimiento
tenia asilo en el mundo, que habia lágrimas
en los ojos, pesare~ en el corazon, en el
alma dolores.
y el sol tostaba de día su piel.
y la escarcha de la noche enturnecia sus
miembros.
y no se atrevían á levantar las abatidas frentes,
creyendo encontrar la mirada de Dios irritada.
y vagaron, vagaron aún más. .
y el cansancio, y el hambre los rindieron.
y desesperaron.
y Eva iba á. blasfemu; pero sintió algo que
se removía en su ser: sintió que era madre.
y así como el dia que abrió los ojos á la luz
primera su frente resplandeció con un destello
de un nuevo amor: j amor santo!
y como cntóncea sonrió amorosa á Adan j
rod eó su cuello con sus brazos, atrajo sobre el
pecho s u cabeza, la cubrió de besoe y exclamó:
" Gloria á Dios en la s altura9."
"Bendito sea e l Señor mi Dios." ,
" El nos ha perdonado porque me ha hecho
madre."
y aquella sensacion in efable, primera sensa cion
de la maternidad compensó SUI! sufrimientos.
y como ha dicho Arboleda:
" Si el bello paraiso fué tí los ojos
D e los dos una espléndida mansion
El primer hijo les mostró entre abrojos
Otro Eden, el Eden del corazon."
y sintieron que las auras primeras de una
nueva feli c idad acariciaba sus cansadas frentes .
y Dios movido á compasion sonrió.
Aqu ella sonrisa era UD perdon y una promesa.
El perdon era la rege neracion de la mujer
por la maternidad.
j B en ditas sean las madres!
La promesa era la redencion de la humanidad,
sellada con lu sangre del Mártir del Gól,..
gota.
CARMBLO.
•
- .... "'""'<>:~o_. -
LA CAMPANA DE LA ALDEA.
/
NOSTALGICA, ESCRITA EN UN HOSPITAL DE
PAlUS, EN 1868.)
¡ Va~ solí r
¿ QUé campana, de mi sueño,
Para sufrir me despierta,
De este hospital en la torre,
Triste , vaga, tremulenta l'
i Oh dolor! j Oh patria ausente!
j Oh casita en la arboleda,
Donde al pu del primer beso
Sentí la luce primera!
j Ah ! ¡No 'es el mismo tóque
Que, al alba pura y fresca,
Al lllbrador tañía,
J .. a campana de la aldea!
j Oh! j Cuando el sol brilla triste
Sobre ésta ciudad inmensa,
Oigo el sonido pausado
Do ésta campana!. .. i Es que llegan
Los cirujanos, que al punto
Cúmplen su mision acerba ...
y escucho gritos, lamentos,
y hasta indecibles blasfemias ! ...
i Y entónces, aterrado,
Mi corazon recuerda,
Cuando á misa llamaba,
La campana de la aldea!
I Ah! j Cuando tiende la noche
Su ancho sudario de nieblas j
Oigo ésta misma campana
Que á muerto llama siniestra r
j Es tambien un extranjero
Que vII. á. una t.umba d~sierta,
Donde quedará ignorado,
Sin quien lo 1 t •
•
,
J
•
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•
LA TARDE 283
j Ay t j En túnces rMuerdo
La grata noch e-buena,
En que al egr flb a á todos
La. campana de la aldéa 1
i Y hoy que me, e ncuentro s610,
Que enfermo sufro mis p enas,
En nn hospi tal de extraños,
y en una patria extranj era;
Sin mirar á aqnellos séres
Que tan queridos me fueran,
Sin con uelo n i esperanza,
y viendo táutas miseTias ...
Me digo : Dl:\S felices .
Son ~s as aves viejas ' 1 ,
Que múaren esouchando
La campana de la ald ea!
¿ Por qué dejé yo mi nido
Colgado en frondas amenas ?
¿ Esos montes, esos válles,
J~sas campiñas,. y selvas ?
Esas noches, eo5os dias, .
Tánta luz, tántas es tre llas,
Yesos deleites sin cu-ento
Que solo la patria encierra?
¡ Yo ménos desgraciado
En esos tiempos era,
Eu que á tocar corria
La campana. de la aldea!
I "
, -
r, _
i Pero ya no más aesdichas! 'j
j No más 11ígrimas ni ausencia!
¡Me V()y al, mar.~_ á. mi patria!
j Alma, nos mata esta tierra!
i Oh madre! ihermanos-! i amigo.s 1
j De las comarcas paternas!
j Alegraos! ! alegraos,
Que el que os ama ya se acerca!
j Y cuando en la colina.
. Esté, tañed ligera,
•
,
) ,
mÍl'adas del sol. Mas en medio inas, ,como las qua
la b risa nocturna deposita. em la 4 0j-as de lo.s
rosales, y Ique se evaporan á la primera caricia -
. del sol.
. J\Hs tarde entra rel hombre en la edad madura,
llega a~ cenit de la v.ic;la. La inteligencia.
ha alcanzado ya su plenitud, y le da luz al pensamiento
y . v\gor al Gorazon. Qallan las ilusionas,
y el n!ma se recoge silenciosa, porque me:dita
en los lIIisterios de la existencia y elabora.
illeas para emprender el viaje de la verdad.
Ensaya sus fuerzas para entrar en lid con el
destino.
Despues ...... Ese des pues es un abismo en
que vagan sombras teuebrosas ! Despues el morPara
llorar de gozo ... tal se aveci¡.¡a á la tumba. Triste es entónces su
La campana de la aldea!. ..
• TEMíSTOCLEs T EJADA •
•
- camino. Los recuerdos se agolpan á su memoria,
presentándole en proyeccion las alegrías
pasauas, que huyeron como la sorubl'a. que la.
nar e fugitiva deja en las aguas, y las fl'ias decepciones
que apagaron la ilusion de lajuventud .
Las tres horas y las tres ed.ad.es.
La mañana es festivo.: es el despertar de la
naturaleza, que torna al movimiep to, á la produccion,
á la vida. Canta en las aves y los céfiros,
y se perfuma con los efluvios de las flor es.
Oomo cuando ha estado enferma una persona
amada, y torna la vida, siente uno mayor cariño,
porque durante su enfermedad llegó á presentir
su ausencia et61'na, así la naturaleza
muestra al sol más amor cuando éste torna de
las regiones de la noche. .
Cuando el astro del dio. se hall a en el cenit,
C01110 un soberano en su trono, lanza á torrentes
luz y calor libre ya de nubes importunas. Hay
entónces en la. tierra un respetuoso silencio. Ya
los vientos DO agitan los follajes; las aves no
gimen; el mundo no 'l'6spír.a. Es que la naturaleza.
contem:plQ. recogida al hermoso Rey de luz.
Las sombras que la arboleda proyecta en la
pradera, SQ reoogeD. cual si eliaos temiesen las
•
t( Oh! cada ilusion que muere
Es una oana que nace."
Ave que despide al sol, el hombre gime al
hundirSe en el bosque de las sombras eternas
Por qué es tan melancólica la tarde? ¿ Do
dónde esos solloz:>s de la creacion y esas sombras
errantes que cruz~n los aires? Es que hay
en esa hora algu semeJante á la aproximacion
de la muerte, y todo lo que nos traiga la idea
de la muerte nos apena el alma.
En esa hora recnerdos delicados vienen en
tropel á la mente: recuerdos del amor, de la
amistad, del hogar nativo, de los sérea ausentes
que nos son caros, de aquellos que nos
pertenecieron por la. sangre y que la tumba
guarda ya para siempre. Y entónces lágrima,
brotan de los ojos y sollozos del oornZOD : y fijamos
miradas absortos en el sol que se hundes
lanzando vividos destellos como la despedida á.
las montañas, las n.guas y las nubes.
Hora solemne! El mon6tono clamoreo de los
•
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•
-
284 LA TARD]~
bronces sagrados, que los ecos acogen, invita á
orar, á pensar en la seriedad de la vida y en los
misterios de ultratumba. Por eso la oracion brota
entónces del alma, como cuando nos hallamos
á la testera de un agonizante: y pensamos en
la tumba, morada comun, templo mudo, lllbol'atorio
de la muerte, cuna á que ·se lanza lenta-
Hay flores cuyo perfume na.die aspira, nsi
como hay tambieu séres incapaces de arrancar ·
una sola, siquiel'a una sola simpatía, almas quo
no tienen el espeJo de un corazon generoso para
rcflejar sus sentimicotos, esos que no encuentran
resonancia y miradas que se pierden cn el espacio,
• mente la humanidad, como las aguas de un
arroyo á. los abismos del mar. ~
Me imagino que esas roncas voccs del trueno
queseoyen tí distanúia, como las quejas de la noche,
yesos rel::ímpagos que tiñen :í intervalos la
inmensa oscuriuati, representan la historia de
uno de esos hembres proscritos quo aman sin
esperanza.
•
ENRIQ.UE ALVAREZ.
• -
Yo por cso gual'do y acaricio con plaeer mis
DEDICA.DO A.L SEÑOR DOCTOR ANJllAL GÁLINDO, COMO v50~etas, porque ellas son un reflejo de mis sentimientos,
y por eso las miro una y otra vez con
UNA P;RU~B4- DF. M'r PROFUNDA ESTIMAClON. profundo cariño, porque por encima de todo este
:MIS VIOLETAS.
Hay una ley universal que se cumple siem- aparato gigantesco de decepciones, lágrimas y
pre, siempre y talvez C0n más rigor que la ley de desengaños que ofrece el mundo, ellas sc lev!lnla
gravitacion, esta es la ley de la armonía. Por tan mnjestuosas como el símbolo de uno de los
eso la¿ p-alomas no viven con 13s águilas, ni las recue~dos m.ás gratos de mi v~dQ, los recuerdos
~ejas balan donde ha levantado su palacio el de .10. mfancla.,. recuerd?s quendos que no apar-leon.
. to JUmas de mI memona.
y 8S1 como la violeta guarda uajo las anchas Abril de 1875.
hojas que le sirven dJ cortina un perfume tan
delicado, así tambien hay coratones que bajo el
velo de la moderncion y de la incertidumbre
ocultan seniímientos- que muchas veces p~san
ifnoJott.llos á. la tumba.
S. P.
I El perfume es un atributo esencial de la naturaleza
de la flor, porqu~ una flor sin pcrfume
no es flor: quítesele este elemento y ent6nces
se seca, cae y e~ viento la arrastra por el suelo.
Los afeetos para el corazon son una condicion
esencial de la naturaleza del hombre, porque
un hombre sin afectos no es hom bre j es como
una piedra, no siente; ensáyese quitarle éste elerliento
de vitalidad y se le arrancará la vida
misma: sin este aliciente poderosisimo el hombre
se degrada, cae y la borrasca tremenda de
las pasione~ desenfrenadas lo arrastra fatalmente
al abismo que la misma sociedad le cava.
Por eso se ha dicho en un lenguaje tan sublirtie
que el amor es "la dilatacion de nn solo
sér hasta Dios, es la satulacion de los ángeles á
los astros," es" la ~levacion de todas nuestras
potencias á la última potencia:" y por esó es preciso
conoluir diciendo que el amor es el perfume
de aquella. bendita flor colocada por la mano de
Dios en el Paraíso que abrió sus pétalos, miéntras
Adan dormia.
Pero qué son esas ilu~iones de amor sin esperonza?
... casi nada, humo y no más. Por eso
cada ilusion que se desgaja del COl'azon, ra~gando
ese velo misterioso que separa el espíritu de
la materia, lo inmenso de lo pequeño, el sér del
no' sér, arrastra siempre en pos de sí un suspiro,
que son las quejas del corazon, ó una lágrima,
que como decia san Agustín son la sangre del
alma. Si ...... las lágrimas esas mensajeras del
sentimiento que se apodera do los corazones senoillos
y virtuosos cuando los aqueja alguna,
cuando son víctimas de algun dolor.
. y es que el amor no puede existir, no tiene razon
de SOl' sin la esperanza, porq11e la esperanza,
ese móvil de los sentimientos humanos, esa. " cadena
invisible que ata nuestra existencia presente
á nuestra existencia futura y que se pro·
longa con nuestros hijos hasta más allá de la
tum b8/' " e. el sueño dell10mbre despierto."
•
Q l'
La. enseña.nza. da la. Música. como ' elementc de
eduea.cien. ,;
La música es uno de 108 estudios artísticos
que mejor convienen á las imagiuaciones juveniles.
Enlazada íntimamente á 108 in¡;tintos ó á
la parte afeoti va de nuest.ro 'ser,. tiene algo de
espontá.neo -impática pam todos 10 pueblos
amantes de la libertad.
Españn, reclinada n sn~ trof
la s murallas de l Pircne, con qnc Dios epa l' ó dos pueblo
hel"01ano <; do corazo ll , pero quc.>, como Esau y
.Ja cob, se disputaron la primogt:nitu l'U en ti empo ]lO
muy le.iano de aquellos ¡i que nos referimos y quetol!
avÍ; \ boy, se di putan ¡.; lol·io. o becbo do tiempos
)l1:í fel ices para. e l uno y m,ís honrosos para el otro_
La ti e rm de la pOe ;;!iL caba l' ' r esca, ue la ' gl'anllcs
hazaña, dOI'mia e l ucño del d·, cam,o, sueñ que Je.
bia darla fu e rza. para el último cUe>f}ue, que u eb i~
uadc aliento para de, pel)i r s u último reflejo, como la
antol'cha que 'Va á extinguir e lanza vivas r eve rbEl"acione
que cie~an COIl SIL 1m:, para sepu ltar lu ego en
las tiniebla. Zara go za! Palpitad corazones españoles
al escuchar n omb r e! E.,cu tl ele E paña, !'Oca
en que se e. trelló e l triun fa nte bajel de las g lo rias
francesas, sa lud! buchando por tu patria, enseñaste
li los col o lUbianos el m orlo de combatir:i l o inva ores
y tirano;;; tu trinnfo es como el anunci o de la
libel"tnd americana, que á traves del océano t e aomiraba;
venciendo, enseü·, . te á la América española,
al águila de los AIl~es, que tambien podia aguzal' sus
garras para la cuntienda; vcnci - te al n'ances , y fuiste
\' cncid!1 por el am erica no.
, D escan -a, E . paña, mi é ntra que el grito de guerra.
de las águilas impe riales viene á atrolla!' montes
que otra vez fuel' un ya testigo dol valor y firmeza.
e pañulas. I
El mi s mo reposo tJ. ue disfl"Utaban las legiones española~,
gozaban lo ' hIj os d e l campo, acti é industrio
os cntóneos; lo s habitantes do las oiudades se
I3ntregaban á tod¡\ s las diversione¡; propias de aquella
é po ca, y los hijo, del mar, que, cuando de. cansan,
anidan on las rocas como el águila, miraban el océano
con Remblante tri &te , y pensaban qne quiz:\ no serian
ya arrullados p Ul" aquella madre, cura oDl'isa es el
relámpago y cuyo beso mate rnal e l rayo.
A Ig una nobl es familias, quiz,i mús atrevida, 6
aoa so m ú 0'1 de la vida bllllicio a d e las ciuda·
d e~ , aba.ndonaban é ta , é iban ·í buscar en sus casas
oe campo, que empezaban á dejar de ser ca tillos, la
quietud y s ilencio de los b os ques, 1.1 ' llanuras, los
prados, y ha ta la s playa pinturesca mente salvajes
de In Vizcaya.
Entre las familias que habian ido á distraerse en
l"s play:ts, con la vista del mal', c o nte mplando á lo
1 "jo . la blancas velas de los buqu es que se pierden
en el horizonte, como l os r ec uerdos d e In inf¡\nci:l. en
el pasado, sin que se pueda decir cuál fuo el último
instante en que . á la vi ta la unas y en
la memoria los otros, entl'e é tas decimos, se contaba.
en primer lugar, como la mús rica y de po icion rm\s
eleva.da, la de don Fernando de Alvarez, conde de
Larooo .
El castillo que habia escogido parn. su residencia,
era un'L de las mejol'es propiedad e de dicha. familia,
y situad en una colinn. que domina una parto
de la llanura que se extiende hasta la. costa y
tarmina en una playa que parece convidar á las ondas
á descansar en su blanda arena.. A In d~recha la colina
se eleva poco á poco, haciéndose .á cad:!. paso más
esc:!.rpada y rocallosa, hasta terminar en picos gigantescos
é imponentes, desnudos, negruzcos, amenazantes
que desa.fian las ondas bramadoras, espumantes,
diciéndoles: 11 de aquí no pasareis" A la izquiel'da,
las colinas, entrecortadas po~ arroyos y valles pintorescos,
van disminuyendo BU elevacion, hasta la costa,
como que quisieran ir á empaparse en llU! aguas de
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•
•
28G LA TARDE
bahía que si l'l'e de puerto p¡'incipal ¡í. aquellas comarca
, habitadas por pa tores, IllbriC'gos, cazadorcs montane-
es y pescarlon!s de las playa que llevan á Bilbao
los productos de, u indu.stria y traen en cambio
instromentos de labrauzn, telas para ve tidos, y otro.>
objetos en su mayor parte de caza y de pesca.
La facbada del castillo mira al mar, y la parte
opue ta está cercada de una muralla, elevada y maciza,
capaz de resi titO con ventaja un ataque de artillería.
Delante de la fachada bay UTla con<¡truccion de
calicanto que cubro ba ta la mitad de su altura; al
pié uu fo o aJlcbo y profundo, que se provee de un
arroyo que l·ode.a en parte el caf;tillo y que de ciende
de las escarpadas ¡'oca de la de recha, formando cascadas
qne rellledan en mil c.;lImbia ntes y matices el
fenómeJlo emblemoít.ico del arco-iris.
Pa.ra entrat al patio ::rIto y extl:' rior del ca tillo,
que es unn. espeeie de azotea, .es ptecisO' pasal' por
un puente levadillo, rnoviuo pOtO un resorte seCI'eto que
conocen únicamclllte los dl1enos del castillo ó jefes de
la fam ilia. Al IIC"gar es pI'odso bacel' un semi-circulo
á campo dJScubierto pal'a ir Ita ta la puerta princi(1a1.
Llegando por el lado del mal' el camino 'es todo llano
y fácil, y desele el ca"ti llo puede vel'se no solo desembarcar,
sino divi .al' á muchas leguas mar adentro,
los buques ó barca que se dirigen al pequeño puerto.
La. llanura que se atrav iesa para lIegat· al r eclllto
de IllUra llas q ue defien rlen el ca ti 110, será de unas
cinco leguas, Esta lIanlJra, cortada pUl' arroyos cuyas
orillas están de tl'ech) fln tercho pobladas de alisos
y de a rbu sto~, ofrecen la vista más vintoresca:
semejan las di vi, rones caprichosas de un jar~ljn tmque
co. En el ex tremo de la izquierda de esta llanura
se distingue otro cas tillo, ó casa con honores de
tal, perteneciente á un rico propietario de Bilbao.
Tiene, á manera de muro~ , una<¡ altas parerl es de tieITa,
pintadas al exterior, con intencion, sin duda, de
imitar la piedra. No tiene puente levadizo; pero en
cambio tiene un pantano ó ciénaga que es preciso
&trayesar en barcas ó botes, que más de una vell han
obligado á los navegan.tes á tomar baños intempestivos
y poco agradabl es . En vez de torreones ti ene unos
cuadrilatel'O elevados, hechos tambi en de tierra, que
pretenden f.dqnirir el ti tulo de torres de defensa, En
tllrno de las paredes C"xteriorcs h?l.y una zanja que
bautizaron con el nombre de foso, y sobre la puerta
de entrada se lee en letr-as gordas: "Castillo de don
r~uis de Robl es." .
Era el tal castillo, una especie de 'parodia de un
verdadero castillo, y r evelaba, así en I;¡s partes como
en el conjunto una ridieull1 presull cion á la par (le una
• •• • neCIa Ignorancia.
No debiendo ocupa¡' e e-ta historia sino de los habitantes
de aquel edificio t¡ue no podia llamarse de
ningun modo, parece que cou lo que se ha dicho de
él bastnrá para satisfacer la curio:;idad que pudiera
tener ~ I lector.
Al pié de las rocas de la derecha, resguardada por
elias y en una e&pecie de pla zoleta formada por una
abertura ele los peiías Go~, se veia una cabaña de risueña
apariencia, rod eada de verdes y frondosos árboles
á cuya sombra dibujaban caprichosas figuras los variados
matices de las flores que parecian no marchi
tarse jamas, como si el jardinero ó jardinera encargados
de su cultivo fueran hadas ó génios, Delante
de la. cabaña se extendian campos cultivados,
trigales cuyas espigas; de oro, balanceadas por la brisa
del mar seguian sus ondulaciones. Qué bello capricho
de la Naturaleza! En el mar, las ondas est>umosas,
con su riqueza natural, sus atJ'evidos juegos, sus
bandas de azul y plata; en la llanura, el movimiento
suave é igual de las espigas juguetonas que parece
que intentan besarse y luego huyen azoradas y presurosas;
en el mar, la barca pescadora que rosa la cresta
de la onda presurosa; en el prado, la jóven labriega
que siega las mieses casi sin tocarlas, tal es la destreza
y finura con que su práctica mano~ ejecuta. la obra
que corona los trabajos de su padre, de su hermano ó
de su esposo.
Han uauo las cinco de la tarde on la cam pana de la
alelea vecina. ,La tarde está apacible: el cielo despeja.do,
majestu0 o como ('1 poder de Dios, que nos revela;
la bri ' l\ del mar, blanda, suave, so satura de los perfum
s de las 11ol'os del campo y de la mies dc los sembrados.
'l'rinan ha ave sus últimos cantos del dia; los
¡Iebaños se d¡rigcn lentamente á los aprisco ; las go-
10ndl'Ínas, revolotean juguetonas, perezosas de retirar-e
á .sus nidos, como los bullicio os colegia.les al terl'\
1inar la bQra feliz del recreo; todo respira el perfume
c~e la felicid1\u, de la quietud; todo está alJí en anuonía;
todo responde á )¡l voz de la naturaleza que avisa
á sus criaturas que va ¡Ío apagal' la antorcha del dia,
para que se ::Iquieten y duerman el sueño bienllechor
de la dicba. El sol, de cendiendo lentamente, ilumina
~pé¡\as el mar, que parece incendiado y hace temar que
el fuego de LIS ondas remunte hasta el firmamento.
Cuán bella e la Naturaleza cuando logramu!:\contemplarla
independientem.ente de los séres humanos que
la pueb;an y á veces la embellecen; pero que á veces
tambien la llenan de cuadl'Os at.enatlore5 y dolorosos!
Por 0'1 camino que conduce á la cabaña, guiando
un. rebaño de unas pocas ovejas, se veian dos jóvenes:
el uno de poco más de diez y f)eis años, parece t ener
más por la robustez y fl,lerza que denota su fignr¡a.,
Il~ma de barazo y aun de elegancín, Su tez de
un }uore.no éS~año l, sus facciones indican q ne, apesar
de los ardorc ' del sol~ t de los tTab~ljos campes.tre's
nosoll descentlicntes de Una familia de mezquina cóndieion
y aco, tumbra'da, á s'ufritL todb g-énero de penalidades
y mis.erias; hay algo en su .porte que revelaba,
'Si no una. raza de ,l\<>bles guerreroS, sí el genio, la
intrepidez y la enel·gía. Sus ojos negros, vivos y penetqll1tes,
tienen tambien la dulz,ura de la mirarla.
del nino; nariz recta, boca pequeña, pero de labios
alhlJtaclos; barba redonda, con un lijéro hoyuelo; ceja
un poco at'ql1cada; pelo negro y ensortijado: h6
aquí el retrato en cuanto á la persona. Iba vestido
con Untl bluza azul, suelta, abierta de cuello que quedaba
descubierto; calzon pardo, cjlbierto hasta la
rodilla por unas bota~ de cuero sin curtir que conser-vaba
aun el pelo natural; llevaba un sOI).1urero de
ancbas ala, de fieltro por la parte esterior y de paja
por la parte itlte'ri or. En la UlallO derecha empuñaba
un grueso cayado, y enrollada en la izquierda una
liond·r. de cuet'da de cáñamo.
Su compañera podia tener quince años, Era bella:
ojos neg ros, 'finos, alegres, tenian de cuando en cuandu
,una ex.presion natuI'al de temor, y á veces una
mirada profuuda, que varccia melancólica; nariz recta
tam lIien; boca no muy pequeña, pero cuyos labios,
encarnados y ligeros, convidaban á la sonrisa; cejas
y cabellos negros como los de su compa-Bero y como
él ensortijados, largos hasta los hombros, apénas
cubiertos por una especie de chal de Jana blanca. de
g¡'ueso t ejido ; llevaba ']Ua enagua semejante á las
que u.san I IIS pastora escocesas, medias blancas y
unas sanda.lias de la misma piel de las botas de su
compañero. En el brazo derecho llevaba una canastilla
de mimbres que, repleta de flores y de verdura
cubria gran parte de su fulda con los festones que de
ella colgaban; en la izquierda. llevaba alzado un corderito
de pocos dias, al cual acariciaba como las niñas
de las ciudades acarician á sus muñ.ecas.
Hasta el momento en que los presentamos á nuestros
lectores, habian ido silenciosos. Parecía que alg'lU
pensamiento grave ocupaba su imaginacion. Cerca
ya de la cabaña y cuando el rebaño se habia refugiado
en el aprisco, el niño se detuvo, y sentándo-se
sobre el césped, dijo: '
-Hermana, quisiera que te sentaras á mi lado;
tengo algo que comunicarte y que, con todo, me cuesta
trabajo decir, me da miedo decirlo.
-Te da miedo decirlo? Es acaso algun cuento de
duendes y de espantos 1- N uuca has tenido miedo de
conta.rme nada, y aun á veces, ó. pesnr de la prohibicion
de mamá, me dices unos ouentos de calaveras y
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LA TARDE 287
de e queletos que luego no me d ejan dormir. Por
qué, p tienes ahorll miedo de hflular?
-No hermanu mili., cuán niña ere aun! '0 son
cuentos de esquelcto lo que tengo que decirle: e,
algo má , quizá mlÍ.s tel'l'iulc pum tí que uno de
cuentos que no te dejan durmir. Tú eres tan niña
á pesar de tus catorce años ...
-Quince, hermano, quince.
-Bien, á pesar de tus quince años, cre tan niña,
que no puedes creel' que haya algo miÍ terrible, más
doloroso que un cuento do e o, de e~qul'leto , de
calaveras 6 de duendes. lIay, hermana, en la vida
del hombre cosa má gráves, cuidados má serios é
importantes que el de pa torear un mezquino r ebaño
de tímidas ovejas, como las que acabamos de conducir
al aprisco,
-Enrique, hermano, tú hablas del mezquino rebaño
de nuestro padl'e, y no te preguntas qué sel'ia de
nosotros sin e, e rebaño, mezquino como in e:=;u
mí e1':\ cabaña. que se oculta. humildemento entl'e lo
árboles como confusa y avergonzada del mngnifico
c.lstillo que e eleva orgulloso, ostentando su riqueza
al frente de la miseria que nos l'odea, Pero no, no tlebemos
quejarnos: si no fuera tambien pOI' los babitante
de ese castillo, hace tiempo que nuest.ros padres
no vivirian, ó, por lo ménos, estarian en mayor
miseria- de la que padecen. No recuerdas cuando aho·
ra ha tres años v~nieron á prender á papá por no sé qué
deuda.? Ent6nces el señor Conde pagó por él, y papá
quedó libre, pudo volver á tmbajar para. su e posa y
sus hijos, y, segun le has oido decir, podrá muy pronto
enviarte á la. capital á hacer algunos estudios que
te abl'an una cafl'lIra en el mundo,
-No, Julia, gracias á la generosidad de aquel caballero
que vive en la aldea, que todos respetan y
estiman sin conocerlo, que tiene un aire tan noble y
que viene con frecuencia á dar un pa ea en el ma r, no
necesito quizá ir á la capital. i lo vieras con que o·
licitud, con qué cariño me expl ica la historia y me
enseña la geografía y las matemáticas, Mira: á veces
me parece que no es únicamente la ami tad el vínculo
que le une á mí; he sorprendido en sus miradas
una ternura, en sus caricias un afecto que no pueden
ser amistad. Ademas ...
-Qué? dime, hermano, ademas ... por qué te callas?
por qué te sonrojas? Tienes miedo ... i es que
ya va á empezar el cuento de los esqueletos?
-No, quisieJ,'a más bÍen espantaros con alguna de
esas ridículas relaciones; pero para ello nece.;:.i tal'ia
tener mns calma, mejor humor, y hace algun tiempo
que no tengo un momento de tranquilidad,
-Dime, pues, el motivo do semejllnte estado. Me
decias que ademas ...
-Sí, ademaa, en uno de los pasllos que dado
en el mar, el eñor de Ibáñez dejó olvidada en la barca
una carta en que alcancé á ver escrito mi nombre, Me
pareció extraño, y venciendo la cUl'io idad á la repugnancia
natural de cometer una accion ilícita,leí la carta
-Hermano, has hecho muy mal: ya sabes que papá
dice siempre: "ni ojo en carta, ni mano en plata,"
-Cierto, Julia, hermana mia ; pero hay momentos
en que el hombre no es dueño de sí mi mo. Yo tonia
ya algunas dudas, algunas sospechas; creí que aquella
carta las disiparia todas, y léjos de eso, no ha hecho
ya más que aumentar la incertidumbre en que
me hallaba. 'fengo la idea de que en todo lo que nos
rodea, on nuestra cabaña, en el castillo, en la aldea,
en los paseos por el ma¡' y basta en aquel ridículo remedo
de castillo, hay un misterio; misterio en que
los dos debemos figurar, en que quizá somos los objetos
principales. N uestl·os padres parece que quieren
ocultarnos nlgun acontecimiento; jamas hablan delante
de n030tros sino de cosas triviales é indiferentes;
papá guarda con sumo cuidado una cajita quo
pesa mucho. Un dia, estaban ausentes; habian ido,
como sabes, á traet' esas cartas quo reciben de tiempo
en tiempo y que casi siempre vienen acompañadas
de fuertes sumas de dinero j yo traté de abrir la cajita,
pero mis esfuerzos fueron ioútiles; apénas pudo
- - -
obse rval' que era muy p , ada para el tamaño que tiene
j la sacudí con el objeto de jJoder uycriguar la qno
contt:'n ia , y oí un ligero rl1i.l\l como el que produce
ell'o e de un pa pel; la :lCU(lí tle nueyo, y (,lItónces
pn tí el gol pe fuerte tle un ohjet.o pesado que se Ic \'
ant<Í y yol vió á caer con fuerza <:"n el f')!lelo; creí
qué fuem dinero, pero nueva bl'cuelida., me convencieron
de que debo ser un solo cuerpo ,6ltdo )' pe . ado,
"En lo d ias ig\1len t~s noté que pa pá no tleja ba
ya. la cajita en el mismo punt.o, r que la encerraba en
la otra caja grande en que guarda los obje que él
llama tan apreciabl " Ya ves, Jlllia, que en e to hay
un mi terio; mi tel'Ío que debe ser terrible, cuando
tanto e oculta, En lo que nos roden hay la lava de
un volcan, qlle yo qui iera ver e tallal'. El señor de
lbáñe;¡; me In pl'eguntado algunas yeces si yo recuel' ·
do algo de I primero: años de mi yida ; nada he padido
contcstarlo; I a memoria no me es Hel, 6 jamas he
"isto otra casa que la cabañn, dcl ca. tillo, la II:mura y
el mal', En 10<:; últimos años he YÍ"to edilicar
aquella casa con bOllares de castillo; pero nada, ó
casi naufl. sé con reh c io n á Dloradore" si no es
que qui iera yel' los ahogar"e en ese 10:11' que oevoJ'a ...
-Enrique, por Dio ! jumas te habia oido talC5
palabras,
-Tienes razon, perdóname; pero hace algun ticmpo
que noto una pel'secucion continua de pal'te de los
habitantes de e ca, aran, y he comprendido que ellcr.'l
son los que impiden que el señor de lbañez venga á
verme con frecuen cia , Te repito, Julia, en esto hay
algun mio,
-Pero, si hubiera algun secreto, algun misterio terrible,
como tú dice.>, i cómo en tan to ,tiempo nada
hemo tl'aslucido nosotr03, nada han sabido nu
vecino, no ba)' ,eñal alguna que lo compruebe 'l
'-i Ye " c e mar tranquilo; suaves y apacibles sus
ondas, cristalinas us agua, tran parcntes; ves e os
últimos rayos dd sol que doran el cielo formando e, os
bello arrebole que tanto te encantan y entretienen?
1, Sipntbs esta suave brisa que apena alcanza á ri7'Alr
las agua>. del mar, á mecer las c:=;piga de los trigos,
á. sacudil' tu hermo ' a cabellera? Siente C!le perfume
embl'iagador de las flores y la miese ? Oyes el dulce
trino de l¡¡s aves que e despiden del 01 poniente y
van á acariciar con u gorgeos sus nidos, abandonado
durante el di .. ? El'icúchas e e armonio o concierto
de la NatUlalcza que se aJ'l'ulla paJ'a dormirse?, ..
Todo e te encanto, toda e ' ta armonia, ha podido sel'
hace un mom e nto la borrasca má espantosa: oculto
el al por los nubal'rone ele la tormenta; azotadas
las mie.~('s p'll' el huracan que, haciendo es tremecer
hasta el fondo del OC0<1nO levantal'a sus aguas como
monLaiias, e pumantes y bramadora:=;j el rel.í.mpago,
el rayo, el trueno, hubieran cegado y ensordecido
j las aves habrian huido á rerLlgiarse en la e pe ura
de loe¡ q\les, que lJal'l'J(lo por el aquilon lo I.tabian
arroja.lo dc allí negando un asilo á esas :.ímidas
criatUl'a , y este dulce ZUZU1'l'0 de las ondas; de las
hojas y de la ave habria sido remplazado pOI' el zumbielo
horl'Ísono ,le la tempest:\d y pOI' lo!> ay es la, timero'
de los desgraciados que se hubieran estrelladocon
tra las rocas, , ,
-Bien, Enriq ue, pero todo esos estragos habrian
dejado algun vestigio, alguna huella, y ahora nosotros
comprendel'iamos que la tempestad con su aterradora
funa habia pasado por aquí, y habia a nuestros
campos; pero ya ves qua léjos de eso, la tarde está.
tranquila y apacible, Porqué no pensar que siempre
ha sido así?
-Julia, cuántas tempe tades habrán pasado por
aquí. y sin embargo ahora nos parece que siempre ha
sido lo mismo 'l Por otra parte, yo que he andado
entre los peñascos y las roca, que he recorrido los
valles y las montañas he hallado los vestigios de una
tempestad, cOmO he hallado algunos de los hilos de
esta red misterio')a que nos envuelve. Te dije que
habia leido la carta que el señor de Ibáñez dejó al.
vidada en la barca. En ella le decian que cuidara de
nosotros como de sus hijos, que me instruyera on lo
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2 8 LA TARDE
que debe abel' un UlH'n nlÍlJtar y un homure honrado
' que muy pronto tpndriall nece~idad de mi. col1~
imient()f' de mi val\ una cruz y en ella una inscripcíon,
de que npéna pude di tinguir e tafl dOl'I 'í\aba :
"lité." Pocos dias dcsplle , una mañall<\ en que pai)á
me creia pa¡;tol'E'lll1do el rebaño, entré á la cabaña á
bu cal' :i maro;; y le OI'prendí con una carta en la
mano; la plegó apresuradamente; pero, no habiéndole
dado 10- mi mo dobleces que tfi'nia, 1:\ parte en
que debiera tener la firma, quedó hácia afuera y pude
ver. que teuia el mismo sello de In que el señor de
lbúñez uabia dejado ántes olvidada . Mann. que no
sabia que yo e tuviese en el cuarto vecino, gritó :
" eba. tian, la carta no e de las que yo tenia guardada.
, porque toda están aquí. A la verdad no comprendo
de donde ha podido sa lir esa cartl'." Y~ haLia
gllardado la carta en uno do l o~ bolsillos de mi
blusa llueva; sin dn,la al sacudi rla, cayó la carta y
paplÍ la halló. Ya ves que yo no podia exigir que se
l.ne entregara; pero aquello me l'(>veló que habia relacion
íntima e ntre la carta del ;,('nor de Ibáñez y
algunas otras que nue tl'OS padres deben t ener. He
pfi'nsado dirigirme con franqueza al señor de lbáñez
con el objeto de aclarar el mi terio, ó de lo contrario
le diré q.u e jama. s , me volv. erá á ve.r . . T,ú t.a mbien, h er-mana
mJa, partlras cOllmlgo; yo lre a lIlcorporanne
al ejército español, y tú e-perul'á el ¡'esultado de una
empresa que medi to en el monasterio de religiosa .. de
Bilbao. No puedo informarte de todo lo demas que
creo haber descubierto, porque no tengo las prul:'bas
suficientes. Lo único que puedo asegurarte es que
podemos abandonar á estos ancianos que han pasado
y pasan por nuestros padres, sin que se nos pueda
culpar de ingratitud. Pero se va haciendo tarde, - y
110 convi('ne alarmar á los ancianos. Julia, júrame
que no dirá- una palabra de las que has oido.
-No, Rnrique, es imposible que abandonemos á
los que, si no son nuestros padres, han cumplido los
deberes de tales; no han educado, gastando para
ello lo poco que su trabajo diario les pl'odu ce, y privándose
de las comodidaaes que pudieran tener si no
pesáramos sobre ellos. Yo tambien tellgó ahora, por
lo que me has dicho, algunas sospechas, que han aumentauo
con el recuerdo de ciertos acontecimientos;
pero, con todo, no conociendo otros séres á quiene
dar el sllgmdo y amoro o título de padre, debemos
amar com0 á tales :i lo que, la fortuna ó los acontecimientos
han pueRto :í. nuestro lado. Si ellos no son
nuestros padres i por qué nos tieuen á su cuidado?
¡, Por qué nos han nbandonado nquellos á quiene~
debernos prodigar las caricias de hijos tiernos y amantes?
Comprendo que con motivo de las guerras, mi
padre se au en tara ; pero entónres debiéramos sauer
si murió, ó si vive, y en tal caso, donde se halla.
Hermano, no vayas á cometer una temeridad.
-Ciertamente es difícil comprender qué ha dado
motivo á la situacion en que nos hallamos: ese es el
secreto que se nos oculta; el misterio que quiero
aclarar', y estoy resuelto á hacerlo cualesquiera que
sean los medio lícitos que p3l'a ello deba emplear',
cualesquiera que sean los resultados que produzcan.
Pero, te repito, es neGesario el mayor silencio, la
mayor reserva. Entremos á la cabaña, los ancianos
estarán inquietos. Pobres gentes; tambien es preciso
pensar en ellos, quizá haya motivo para compadecerlos
como á nosotros.
n
LA CABAÑA.
•
La entrada á la cabaña quedaba á pocos pasos del
sitio en que nuestros jóvenes acababan de tener su
conferencia. Para entrar á ella era preciso rodear un
pequeño jardín. Habia ya oscurecido bastante y esta
circunstancia. agregada á las ideas que preocupaban á
1111(', tros actores, no les penniti6 oh. el'\'ar I)l1e por
dentro del jardíll IJ alejaba, á toda I'I'ÍAtl, pIJI'O 1 1'0-
curando lIace!' el 1111"110\' ruido, una perl'ona quo habrÍ<\
:;ido difícil r econocer aun cuando bubiera ido)a
mitad del dia.
Enrique y Julia entraron al aposento principal de
la habitacion, procurando di imular en RU emblante
la expresiol1 de la duda que su última ronversaciQn
habia arraigado en su corazon. En la sala á que -entraron,
cerca á un.). peplleña mesa de madfi'ra "in b.arnizar,
esta.ba sentadn, en un taburetillo de madera
to cn, una mujer cllya edad em difíci1 calcular: robusta,
vigorOSA, t enia un al pecto que prevenia en su
fa.vor. Era de ulla estatura J'eglllar' tenia el oa bello
completamente blanco, cil'cun tancia que hacia dudat
de )a edad que p or su a' pecto se le pudIera atribuir;
ojos ga rzos, nariz un poco :\chatluh ; boca grande, que
conservaba todo.:; sus dientes, de notable blaucura;
mauos grande, muy Llanló:as sí, y no se comprendia
cómo pudieran serlo con lo trahajos en que naturalmente
debian ocuparse. Ve tía \lila saya de lana carmelita,
de un tejido bastante malo; un corpiño de
paño negro; le cubrian los brazofl tanas mangas de fina
piel, lo que probaba que hacia poco habia f\Uspendido
el trabajo de la siega; tenia la cabeza descubierta.
Debajo de la mesa est!!ba echado un hermoso perro,
que viuo á hacer fie tas á nuestros jóvenes. •
-Por qué entrais tan tarde '? preguntó la anciana
luego que los ladrid os del perro le permitieron hablar.
Hace mucho tiempo que os aguardo para desocuparme;
nquí teneís la cena.
-Gracias, eñorA, respondió Enrique; por mi parte
no tengo apetito. Puede que Julia e hallé en meior
disposicion.
-:Tampoco tel1go deseo de tomar nada, mamá,
graclas.
-lOS permite qsted retirarnos al aposento de Julia?
Le he prometido enseñarle un poco.de geografía.
-Bien, hijos mios; pero cuidaos de !lO entreteneros
demasiado; á veces os estais despi ertos hasta muy
tarde y ~so no es provechoso, y ménos t eniendo que
madrugar á 103 quehaceres, que hu" aumentado desde
que hn llegado el tiempo de j'l sil'ga.
-Buenas noches, madre, dijo Julia al retirarse.
-Hasta mañana, dijo Enrique con toDO breve.
La pieza á que entraron los dos jóves era ca i cuadrada;
enfrente de la puerta de entrada habia una
puerta,ventana que caiJ. al jardin, y en cada una de
la paredes laterales una ventana. Una de estas ventanas
caia tambien al jardin; la otra al camino que
conduría de la cabaña al castillo. No tenia más mueble
que UD1. mesa de la misma especíe de la que habia
en la sala que acababan de dejar; dos bancos largos
y angostos que servian d(\ a ientos, y una especie
de caja-armario, sobre el eual babia un espejo en muy
mal estado, pues la luua parecia atacada de lepra, tal
el'a el estado de escasez de azogue; pero, en fin, era
espejo. i Cómo suponer un aposento de mujer sin un
espejo? En uno de los rincones del cuarto habia una.
abertura en la pared, y que ]30 mano pudorosa. de Julia
habia procurado cubrir con un pedazo de blanco
lienzo, que á semejanza de una cortina estaba asegurado
por la parte superior, y prendido á un lado, formando
graciosos pliegue, por medio de un pedazo de
cinta que en mejores tiempos habia sido azul. Si
aquella cinta hubiera hablado, difícilmente habris
podido decir, refiriéndose á los de u juventud: " mis
verdes años," porque Jos que así parecian e1',1I1 los de
su vejez. Aquella cortina servía para ocul tal' un Jecho
de jóven, de mujer hermosa, de mujer que sonrio
descuidada, ignorante de los místurios de la vida: lecho
de inocencia, de castidad y de pureza, que infunde
respeto. Aquel lecho, sencillo hasta ser pobre,
pobre con ese tinte de la pobreza rústica de algunos
países, limpio con esmero, hecho con gracia, y aun
pudiera decirse con coquetería.
rSe contlnua?·á.J
•
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 36", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092946/), el día 2025-05-24.
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