ARO IV Bogotá, Junio 30 de 1900 NUM.158
ORGANO DEL MINISTERIO DE GUERRA Y DEL EJERCITO
DuacToR AD·HONOUM, FRANOISOO J. VERGARA Y V.
Geue1•al, Miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros
Son colaboradores natos de este peTiódico todos los Jefes y
Oficiales del Ejército de la República
República de Uolom.bin-.llinifoJterio de G1lB1Ta- Sección 1 ~-Número
3:13-Bogotá, 22 de Junio de 1900
Señor Pre~ideute de la Cotte de Cuenta_
Para evitar tropiezos y dificultades á Jos re:;ponsahles mi.
litares al Emrio, manifiesto á '"1-;ía que . ·iendo el Boletín Jllilitar
órgauo oficial de e:-,to l\Iini ·t _.rio, las piezas que cu él se
encuentren publica(la :111 la s<'cción Ojicial haeen f~ como si lo
estuvieran en el JJia'rio Ojioial, y, por lo ta11to, hu tau á los intere
ados que la. pretSenten eu esa Corte para los efectos legales.
Dios guarde á U sí a.
MANUEL OASABIANCA
...... 11
HOSPITALES :CE SANGn:m
DECRETO NU:\1ERO ... DE 1900
por el cual se establece un Ho pital de Sangre en Girardot bajo el nombre de
La Cruz Roja
El Jefe Civil y Militar de Girardot
CONSIDERANDO
Que en el campo de batalla de A.mbato ha quedado gran
número de horidos do una y otra parte, y que es urgente orga ..
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786 BOLETÍN MILIT A.R
nizar un Hospital para recogerlos y atenderlos debidamente
como cumple á un Gobierno civilizado,
DEO RETA
Art. 1.° Créase un llospital de Sangre que se denominará
de La Oruz Roja de Gi'ra'rdot.
Art. 2.o El Hospital estará servido con el siguiente per-sonal:
'
Un ~índico ad honorern.
Un :Médico Jefe, con la asignación de$ 400 mensuales.
U u ~fédico auxiliar, a. imilado á Coronel para los efectos
fiscales. .
Un Practicante, asimilado á Teniente Coronel.
Tres Practicante auxiliares, asimilados: uno á Capitán y
dos á Sargeutos seg-undo .
Cuatro Ordenanzas: a imi:ados á Sargentos; uno de los
cuales estar{t al servieio esp cial del Médico Jefe.
§ La admini~traeíón interior del Hospital estará á cargo
del iguiento p rsonal:
Una admiuktnul ra, asimilada á Teniente Coronel.
Una auxiliar de la. Di•· ctora, a imitada á Sargento :Mayor.
Dos enft>rmera~, asimiladas á S:ug-ento segundo , y
Una sirdenta, a-;imilalla. }l • o Ida do.
Art. 3. 0 Son atribuciones y deberes del SíniN1do má!-1 qne cuatro horas de clistancia,
no haríau falta en anclo se neee, itcn. Que clig·no del nomhre ele t{tl."
En lo ejércitos moderno~, af.\Í c0mo ent.re los antiguos romanoR,
es la primera necl•sidagos vencieron á A ia y gob<'rnaron al mundo.
Quizá será tri te considerar que para manteuer en nue~tros
días la disciplina e necesario acudir á ht se,.,.era repre~ión
del Código Penal; sin (>mbargo. lo mismo nceleza~ de su~ oluados, Roma exigia an recompon ·a· para estimular la, honradez
y los acto" a.l. En una
palabra: la disciplina, tal como existe en los eji}rcitos modernos,
á pesar de los más severo artículos del código, es muy tlulce
comparada cou la que sujetaba á la \'erdadera nobleza romana.
Sin dejar de reconocer que la arg·o, la l1i" toria.
nos refiere el inconcebible terror que ~ apoderó de ellos en
Villars, de pués de hab r ganado la hat.aJia de ~...,ri ulingen en
1702, y en 'Vagram, también lespnés tlel triunfo y cuando t l
enemigo se declaraba n eom pleta. re ti rada., si ~u e lo lo más
extraordinario, según no uice Jomini, la d rrota do 1 07 brigada,
en el sitio s palitbras: "Hé aquí lo qne tengo que deciros.
¡Veis esos franceses l Pues bien, . i uo los matáis, ellmt
os matarán." Esta sencilla alocnción fue reeibida con uu verdadero
entu iasmo, mezclado de cierta. alegría, y produjo su
efecto, pues aquellos soldados respoutlieron inmediatameute á
lo que de ellos se esperaba.
Cuando lo olda.<.los e8tán dominados por una. verdadera
disciplina, un llamamiento á su ánimo no aumenta en nada su
val<;>r: la resignación en lo .. ufri mi en tos, en la fatigas y en
las privaciones, y la tranquilidad de espíritu en medio c.le las
contrarie<.lade , son los caracteres de las tropas bieu discipli.
nadas. .
Es forzoso convenir que la di~ ciplina. en el ejército belga
no se encuentra á la altura que sería de de ·ear; circuustancia
dispensable hasta cierto punto, dada la juventud de los soldados
y el poco tiempo qne permanecen eu las filas, particular
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,92 BOLET.f.N MILIT.A.B
mente en las de infantería, donde no sirven sino dos años
sobre las armas 6 en activo, en cuyo tiempo uo es posible
formar un soldado; para conseguir, pues, el ohjeto son necesarios
tres aiíos, pinzo del que 110 debiera prt"scindirse jamás,
porque en el primero y S<)guntlo el recluta no lla podido olvidar
Jas coRtuml>re libres de Ja vida civil, y por cousig-uiente, mucho
menos conocer la importancia que tiene eu el ejército la
di8cipliua.
La cuestión se comJ)lica todavía, atendida la consideración
de que la mayor parte de lo~ reclutas que entran hoy día
al <)jército~ además Jo por sacudir todo (lominio.y por
mostrar repugnancia á lo que sea guardar respeto á Jos magistrados,
dignidades de la nación y {-., los jeft~s militares,. no se
comuniea al ejército y debilita :su tlisciplina! Lo contrario sería
pedir un impo il>le. A n uet'tra V< z pregu u tamos: 'es factible
que Jos jefes y oficiales puedan corregir y modificar estas tendencias
eu dos años, tiempo máximum que, como dejámos dicho,
deben permanecer los soldados de infantería en el servicio activo'
Las estadL ti ca acusan un descenso en el número de reclutas
procedente de la clase que en otra oca8iones formaba
el nervio del ejército, es decir, los labradores; ahora, por el
contrario, arrojan las cifras un aumento en la proporción de
obreros de fábrica, mecánicos, estuuiantes y jóven~s pertene·
cientes á las clases entregadas á costumbres licencio as y propicios
á influeucias desmoralizadoras, defectos desconocidos
para los individuos que antiguamente constituían las dos ter-ceras
partes del (._jérci to. .
Todavía. existen otras. causas especiales de indisciplina.
La proporción de los ~oldado.s jóvenes es mucho mayor que en
otras épocas, y por otra parte, los soldados veteranos, para
quienes la disciplina se tornaba una costumbre, se hallan contagiados
por los primeros; de snerte que estos últimos carecen
de la iuflueucia que ejercían en tiempos pasados.
El recluta pasa. un período tan sumamente corto &obre las
armas, que no es posible pueda considerar al regimiento como
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BO.U.ETÍN MILITAR
su propia familia, perdiéndose, por consecuencia, ese poderoso
espíritu de cuerpo que nne á los oficiales y oldados con gran
ventaja. Otra circunstancia más que se opone á la perfflcta
constitución del fl-jércifo, es que cada (lía que pasa es más difícil
formar buenos sargentos; todo rl ()Ue tiene alguna idea
de la profesión mili!.ar, sabe que la fnerza efectiva y la disciplina
depende sobre to(lo de la ealidad de los cuadros de sargentos,
que con razón se les llama. los nen·iN~ del ~jército. Son
necesarias muchas condiciones para llenar cnmplidamente dicho
empleo, condiciones que no se a<.lquier~n en tres ni eu cnatro
años; el ~argento <.lebe tener Ja voz fuert~, buen estilo de
maudo~ aire militar, energía para rPprimir las más pequeñas
faltas de sus sul>ordiuados, saber in pirarle re peto, y tener
cierto tacto; por otra parte, debe po, eer una mediana instrueción,
alguna inteligencia y amor al oficio. Extraño es hoy encontrar
en los iudividno:s estas cualidades reuuidas, por cuya
razón es nmamente (lifícil á los jefes de cuerpo Ja. elección entre
los canuidato á la clase ele argentos, y eu lo más qne
pueden fijar e es en el carácter y el temperamento.
Las r nuucias al empleo do cauo ·on tan numerosas, que
]os coroneles so ven obligado á nombrar do ofic.io para e te
cargo á lo que uemuestran tener a Jguna aptittu.l para Rn desempeño
y saben leer y escribir correctamente; por lo tanto, es
imposible que hombre, obligado~ por Ja circunstancias á nnn
po ición á la <}ue 110 eH án habituados, dejen de abmmr en ocasione
de ·u autoridad; así que, en vez de unir á la firmeza ue carácter, eJ tacto y la moderación, tan itHli~pen al>le para
los que mandan, á fin de aco~tumbrar iusensiblemente á los
recluta á la obediencia, los exasperan con frecuencia y les
obligan á ejecutar actos 6 á pronunciar frases que, en interés
de la discipliua, deberán reprimirse . everamente.
R~ timen de las con, ideraciones expuestas: la 'disciplina
no es ya lo que en otras épocas, y las causas de tan deplorable
estado de cosas se hallan íntimamente ligada con lás con·
diciones actuales del ejército y de su composición.
N. ADTS (belga)
~··
En épocas de revueltas y discordias civiles Jas ciudad~s populosas
y los centros fabriles suelen ser teatro de luchas sangrientas
é irregulares, producidas por las masas que con cualquier pretexto
se declaran en abierta rebeliün contra el gobierno y hacen necesaria
la intervención de la fuerza armada.
El empleo de ésta (sujeto en tales ca&os á consideraciones de
índole varia) presenta serias dificultades al Jefe superior que la
dirige, pues además de que pocas veces podrá tomar con la debida
oportunidad las medidas preven ti vas, si la excesiva tolerancia ó el
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BOLETIM MILITAR
deseo de restablecer el orden por medios pacíficos ha dejado á los
revoltosos tiempo y libertad bastantes para organizarse y hacerse
fuertes, al entrar en acción se ve precisado á hermanar la energía
con la prudencia, respetar al vecindario pacífico y evitar toda violencia
injustificada, que envuelve para él una grave responsabilidad.
La agitación sorda que precede siempre á un motín popular
debiera ser síntoma suficiente para tomar cuantas disposiciones
concurren á sofocarlo, ocupando militarme:nte los barrios revoltos
sos, impidiendo la reunión de grupos y la formación de barricaday
prendiendo á los primeros alborotadores, lo cual bastaría para
hacerlo abortar; mas sucede de ordinario que, por respeto excesivo
á la ley, por sostener el prestigio propio ó por evitar la efusión
de sangre, la autoridad civil no resigna el mando hasta adquirir
convencimiento de su impotencia y cuando la conflagración es
general. Entre tanto, las precauciones se han reducido á encerrar
las tropas en los cuarteles, las barricadas se han hecho, el paisanaje,
poseído de audacia, creyen~o debilidad lo que sólo es prudencia y
conmiseración, se ha armado y reunido en ellas, y la ciudad pre-
· senta un aspecto amenazador.
Llegado este extremo, es inútil apelar á los retenes y patrullas,
que sólo sirven para exponer las tropas á los insultos de la
multitud y desprestigiarlas, y por sensible que sea, se debe obrar
con toda energía, mirando sólo por el bien general y por el soldado,
cuya vida es preciso economizar á todo trance y reservarla para
empresas de más gloria.
Hechas las intimaciones de la ley y prevenidos los habitantes
pacíficos para que se recojan á sus hogares, salen las tropas de los
cuarteles, se reúnen en los puntos designados de antemano, que
p9r su situación dominan mejor los focos principales, y desde ellos
entran en acción resueltamente.
Hay que tener en cuenta que la fuerza de las barricadas no
consiste en ellas mismas, que son unos imperfectos parapetos, sino en
su situación y en el apoyo que reciben de las casas laterales, por lo
que bastan algunas para convertir un barrio en fuerte ciudadela.
Es, pues, temerario atacarlas de frente y penetrar l Clesc hierro
en las calles que dominan, porque si bien subsistirá siempre la ventaja
que tiene la tropa organizada sobre los paisanos, será muy costosa
su conquista.
Los puntos de partida para su ataque deben ser los edificios
fuertes, situados en las calles y plazas principales que se ocupan
con las tropas, y desde los cuales se parte simultáneamente conforme
á un plan, que se dirige á aislar y envolver el barrio ó la
zona teatro de la insurrección.
La infantería, auxiliada por los ingenieros, avanza metódicamente
de unos á otros puntos hasta llegar al foco principal y destruírlo.
La caballería rodea el exterior cerrando las salidas y carga
sobre los grupos que acuden á reforzar á los revoltosos y sobre los
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BOLETiN MILIT.A.B TOI
fugitivos. La artillería se emplea s ún las circunstancias; lo natural
es que obre desde fuera, pero en ciudades grandes puede combatir
dentro, ocupando las plazas y calles anchas para facilitar la
acción de la infantería, batiendo los puntos más fuertes y acompañándola
en sus progresos, aunque sin encerrarse donde no pueda
maniobrar. La artillería de montaña es más útil para esto que la
montada, porque circula mejor y puede establecerse en las encrucijadas.
El ataque directo contra las barricadas no debe intentarse
• si no se tiene la persuasión de que están mal defendidas, y aun
así, se efectuará con el apoyo de algunas casas laterales tomadas
primero, avanzando á la desfilada por a m has aceras para presentar
menos blanco ; mas si la resistencia es fuerte, se debe renunciar
á este medio, que sería muy costoso, y asaltar las dos primeras
casas que forman la e m boca dura de la calle, tomadas las cuales, se
avanza por las demás derribando paredes medianeras y haciendo
fuego sobre las barricadas desde los balcones. Bajo esta protección,
las reservas adelantan por la calle y ocupan aquéllas al abandonarlas
los insurrectvs.
Al encontrar una calle transversal, se rompe un fuego nutrido
contra la casa de enfrente que distraiga á sus defensores, mientras
una fuerza provista de útiles y cartuchos de dinamita la ataca
por la calle, ro m pe las puertas y la toma por asalto.
Este procetlimiento, por varias calles á Ja vez y en dirección
convergente, va estrechando á los insurrectos en el centro de su
zona, el que de ordinarío abandonan sin defensa, por miedo á ser
cogidos, buscando la salvación por las salidas, donde la caballería
que los espera completa su derrota.
El combate de barricadas por la noche es imprudente, si
viene sosteniéndose desde el Clía ó el enemigo es muy fuerte; mas
hay ocasiones en que un ataque súbito y bien estudiado, en hora
inesperada para el adversario y cogiéndole en tal de cuido que sea
fácil sorprenderle con la bayoneta á la vez que con el fuego, puede
dar buen resultado y ahorrar una lucha larga y penosa.
ANTONIO MORENO CHURRUCA
SOBRE EL EJÉRCITO ALEMÁN
(Continuación)
Después de las inspecciones de escuadrón * se pasa á los ejercicios
de regimiento, que duran de diez á quince días. No he podido
asistir á ellos personalmente, como tampoco á los de brigada
• Las cuales terminan la escuela de eaouadr6n, propiamente dicha, y de laa
" qua bablar.mos más. adelante.
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BOLETÍN MILITAR
que les siguen, pero según lo q de ellos sé por las noticias que he
recogido, se distinguen también por su extrema animación y por
la mayor rapidez posible en la ejecución de las formaciones.
Se ve, pues, que la escuela de escuadrón es para la caballería
como la de compañía para la infantería, la base de toda la instrucción
de maniobras. Así pues, se le consagra el mayor tiempo posible,
porque además de las seis semanas que se le reservan de una
manera exclusiva, se vuelve á ella con toda la frecuencia que sé:
puede durante el curso del verano.
Los ejercicios de regimiento, por el contrario, y con mayor
razón lo~ de brigada, tienen por exclusivo objeto dar á los capitanes,
como en general á todos, una idea de las reglas que deben
observarse y de los medios prácticos que cieben ponerse en obra
para dirigir simultáneamente varios escuadrones reunidos, y por
consiguiente no se pierde en ellos mucho tiempo. Así, se juzga
por completo suficiente destinar cada año á los ejercicios de regimiento
catoru días, durante ]os cuales el coronel alcanza á mandar
unos diez ó doce ejercicios. De estos catorce días se toman en la
guardia diez· durante la primavera, y los cuatro restantes en el
otoño. En la línea no se hacen estos ejercicios en ]a primavera, es
decir, antes del período del servicio de campaña, y los catorce días
que se les destina se reservan para el período de los ejercicios J¿ otoño,
es decir, hacia la segunda mitad de Agosto.
Los coroneles no tienen derecho á hacer practicar mayor númtro
dt ~itrcicios de regimiento, porque para efectuarlos tendrían que sacrificar
una parte del tiempo reservado á otras·enseñanzas.
U na sola semana por año se consagra á las evoluciones de
brigada, ·que únicamente comprenden cuatro días de ejercicio. La
artillería á caballo toma parte en los dos últimos. Estas evoluciones
de brigada, así en la guardia como en la línea, no tienen lugar
hasta el otoño, á continuación de las de regimiento. Para ejecutarlas,
los regimientos de la línea se reúnen temporalmente, lo
que obliga á ciertos cuerpos á efectuar algunas jornadas. Los ejercicios
de regimiento deben, por lo tanto, terminarse para el día de
la partida; ó bien, si por consecuencia de las circunstancias locales
no pueden hacerse en la guarnición, el regimiento debe presentarse
en el lugar de concentración designado con bastante antelación
para ejecutarlos antes de las evoluciones de brigada.
En cuanto á los ejercicios de división, no se hacen jamás,
aun en puntos donde se reúnen divisiones de caballería, teniendo
en cuenta, en efecto, que es impo5ible hacer obrar simultáneamente
una masa tan considerable, y que operaciones de este género
entran en la categoría de las maniobras de guerra*, como lo
veremos más adelante.
• O grandes maniobra·, esto es, las qne se hacen en un terreno cualquiera, con
fin táctico, por oposici6n á las evoluciones que no son más que maniobras de e::.cuela
ejecutadas en el campo de ejercidos.
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BOLE1íN ~ITAB
Toda la caballería, á excepción de los coraceros, está ejercitada
en la práctica del combate á pie.
Sabido es que en Prusia los dragones y los húsares, entre los
cuales no hay más diferencia que el uniforme, constituyen en realidad
una misma institución, por completo análoga á la representada
en Rusia por los dragones. * Son, pues, realmente 43 regimientos
de dragones * los que posee Alemania.
Para la ejecución del combate á pie, tres hombres de cada
cuatro echan pie á tierra, á saber: toda la segunda fila y los n úmeros
impares de la primera. Hé aquí, por lo demás, cuál es el
mecanismo de esta operación. A la voz de prepararse para combatir
á pie, Jos números pares de la segunda fila no se mueven; todos
los demás avanzan hasta que se encu~ntran separados un Cuerpo
de caballo uno de otro. El escuadrón se encuentra así formado en
cierto modo en cuatro fil~s; delante los números impares, y detrás
de ellos los números pares de la primera fila, después los números
impares y detrás lo pares de la segunda. A la voz de pie á tierra
(abge¡en ), todos se desmontan, á excepción de los números pares de
la primera .fila, que quedan para guardar los caballos, y á los cuales
los números impares de esta misma fila les confían sus caballos,
dando media vuelta y presentándoles las riendas por el lado
izquierdo.
Los números impares de la seg•mda fila, por el contrario, después
de haber pasado sus riendas por entre las de los números pares
de su fila, se las entregan por el lado .derecho á los jinetes de los
caballos de mano. Cada uno de éstos debe, pues, manejar con la
mano tres caba1los, uno · á la izquierda y dos á la derecha.
El hombre no tiene, sin embargo, en las manos sino dos
pares de riendas, á causa de la manera como se han pasado unas
dentro de otras en los caballos de la segunda fila. El pelotón del
escuadrón ó el escuadrón del regimiento que debe permanecer á
caball.o para proteger á los caballos de mano, se designa en cada
circunstancia por el capitán ó el coronel.
En los regimientos ~e hulanos, los 32 hombres del escuadrón
que están armados de carabinas, son los únicos que echan pie á tierra,
dando cada uno de ellos su caballo y su lanza á su inmediato
vecino de la derecha.
El escuadrón se encuentra entonces disminuí do en 64 jinetes,
y los 32 de los caballos de mano se reúnen á retaguardia de
sus compañeros que han quedado á caballo y que deben cubrirlos.
Como no hay en el ejército prusiano sino 19 regimientos
de hulanos, de los cuales 3 son de la guardia y 10 de corac::eros,
de éstos 2 de la guardia, resulta que la caballería prusiana es en
su mayoría caballería ligera.
• Es decir, forman la caballería ligera clel ej6rcito alemán. En el ruso, por el
contr;~rio, los htísares son la caballería de línea.
• Veintiséis regimientos de dragones, de los cuales dos perteneotn 'la Ínat·
dia, y diez y siete de h1Ísares, de ellos uno de la guardia.
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T9S BOLETlN MILITAR
Véase aquí, por último, cuál es la disposición normal admitida
para la ejecución de una carga y á la que se someten en los
ejercicios del campo de maniobras. Para iniciar el ataque se toma
la distancia de 1,soo pasos (1,200 metro-; del enemigo). Los
primeros 8oo ó I,ooo pasos se hacen al trote; se recorren además
6oo ó 400 al galope, y los 100 últimos al aire de carga.
Estas reglas están muy lejos de ser absolutas, y no hay rnan~
obra alguna en la ql;Je no se . haga cargar. á la tropa d~sde la
posición de á pie firme, hallándose el escuadrón en las más variadas
formaciones y en el momento en que los soldados menos Jo
esperan. Se obliga á todos así, á estar constantemente atentos á
la vez que se llega á arraigar en la mente de todos la convicción
de que la caballería puede cargar por todas partes, en todas las direcciones
y cualquiera que sea la formación en que se encuentre.
Se ve, pues, en resumen, que los ejercicios de escuadrón,
más que cualquier otro ejercicio, exige de parte de los hombres y
de los cab. llos una manifestación de vigor y energía considerables,
y constituye en su consecuencia la mejor preparación para
Jos trabajos del período de strvicio de campaña qnc aeben seguirle.
Los caballos de la remonta antigua toman parte en estos ejercicios;
así pues, con el objeto de no hacerles pasar súbitamente á un
experimento demasiado rudo, muchos capitanes cuidan de dar de
cuándo en cuándo algún reposo á aquellos que lo necesitan.
Aprovéchanse para esto los caballos que dejan disponiblr.s los enfermos
ó ausentes, á los cuales se hace ocupar el puesto de los que
se trata d dejar en descanso.
Las inspecciones
En la caballería como en la infantería, puede decirse que la
primavera es en cierto modo la estación por excelencia para las
inspecciones. Así pues, y aun cuando cierto número de ellas
tengan lugar en otras épocas del año, creemos conveniente presentarlas
todas aquí en conjunto, tanto más cuanto no sabríamos
hacerlo mejor para dar una clara idt"'a de la instrucción
de un regimiento de caballería en general y de todo lo que sus
jefes exigen de él. Véase aquí, pues, en primer lugar su enumeración
con sus fechas aproximac:ias. *
Fin tle Diciembre-1. 0 Inspección de los reclutas (trabajo en
silla y bridón), pasada por el jefe del regimiento.
A principios de Enero-2. 0 Inspección de la primera clase de
equitación (trabajo en silla y bridón), por el jefe del regimiento.
Fin de Enero-3.0 Insper.ción de la tercera clase de equita-
• Se comprenderá que éstas no son en efecto sino las fechas medias, que
Tadan realmente en uua decena de días, en uno 6 en otro sentido, r;egtín Jas exigencias
de los jefes de cuerpo y los ptogresos que tenga hechos la instrucción de lo:~~
Jeolutas.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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BOLETíN MIL IT A.R .
El regimiento de caballería designa á este efecto uno de sus
más antiguos tenientes, quien dos ó tres veces por semana hace
montar á caballo á todos los oficiales de infantería. * Esta instrucción
comienza hacia el 1.0 de Octubre y dura próximamente seis
meses. Los caballos Jos proporcionan los escuadrones, y en los últimos
días del curso el oficial instructor presenta 'los oficiales
de infantería á la inspección del jefe de brigada. Gracias á este
sistema, aplicado rigurosamente por to~as . partes, puede decirse que .
no hay en todo el ejército prusiano un solo oficial que no sepa
montar á caballo .
.A principios ó á mediados de Mayo- -8. 0 Inspección del escuadrón
á caballo por los jefes de regimiento y brigada, y en la guardia
por el comandante general de la división.
Fin de Mayo ó principios de ]unio~9. 0 Inspecciones del regimiento
á caballo por los jefes de brigada, y en la guardia por el
.Emperador ó un delegado suyo. En la línea esta inspección sólo
tiene lugar en el otoño.
Fin de Mayo-Io.0 Gran parada pasada por el Emperador,
sólo para los regimientos de la guarnición de Berlín.
En ]unio- 1 1.0 Inspecciones de brigada, pasadas en la Guardia
por el Emperador, y en la línea, donde sólo tienen lugar en
otoño, por los generales de división ó de cuerpo de ejército.
En fin, en Mayo, Junio ó Julio- 1 2.o Inspección de detalle,
pasada cada dos años por el jefe de la brigada, al cual se le agregan
en esta ocasión algunos funcionarios de la intendencia. Esta
inspección se limita á un detenido examen de todo el material del
cuerpo, y no se refiere ni á los hombres ni á los caballos.
La atención del insp~ctor se contrae principalmente á todo
lo que respecta al equipo del regimiento en caso de movilización.
No hay en la caballería más inspecciones que las que acabamos
de enumerar. Sin duda, la instrucción de las tropas á caballo
comprende toddvÍa otras especialidades; * pero para juzgar del
estado de las cosas desde estos diferentes puntos de vista, los generales
ó jefes de cuerpo se conforman con asistir á los ejercicios
· habituales del regimiento, lo cual hacen frecuentemente, sobre
todo durante el período del servicio de campaña.
Todo lo que he dicho al hablar de la infantería, respecto á la
manera como se pasan las inspecciones, puede aplicarse enteramente
á la caballería, y en su consecuencia no lo repetiré aquí.
Siempre y en todas ocasiones se mantienen los mismos principios,
y para dar á conocer las ideas reinantes en Prusia respecto á la
caballería, me bastará describir algunas de estas inspecciones pasadas
por oficiales cuyos nom brcs tienen autoridad en el ejército.
• N o se hace aq u! referencia de los capitanes de infantería, que, como e. sa.
bido, on plaza~ montadas y no nece itan de estts lt>ccione patticulares de equita.
ción, ba.tándoles su servicio haqitual-\Nota de Mr. J.e Marchancl¡.
··• Como por ejemplo los ejetcicios de tiro al blau.:" y servicio de campllña, tlel
c¡ne hablaremos más adelante. (Continúa
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BOLETÍN MILITAR 801
•
EN EL COMBATE
( Contiuuación)
Sin embargo, no hemos de pasar en silencio que la aplicación
de estas prescripciones y de estos principios no se ha hecho nunca
en la guerra, hasta el presente, sino en situaciones poco importantes;
y que los más amplios ejercicios de paz sobre el terreno no permiten
deducir conclusión alguna válida acerca del mejor medio
que puede emplearse en la guerra para que el jefe de batallón no
deje al suyo sustraerse de su acción directa.*
En los ejercicios dei tiempo de paz va con facilidad á caballo
hasta las guerrilla , ya para dirigirlas, ya para ver las disposiciones
to,nadas por el adver ari ; y esto le permite dar directamente las
órdenes necesarias, yendo montado de unas compañías á otras, ó
bien enviando al Ayudante con las pre c ripcione más precisas.
Puede corregir fácilmente todo error; d e tener á tiempo cualquier
fracción que avance dema iado ; dejar á Io ~ sostenes que sigan
mucho más pró,·imos d~ lo qu e . e ría racional en la guerra ; llevarlos
al frente, en un in stante Jado, al pa o ligero ó á la carrera,
en el preciso momento de ser inJispensable la pre encía de los mismos
(cosa que en la guerra no sería muy factible por impedir la
demasiada distancia un paso muy precipitado); modificar sin inconveniente
cualquiera orden dada, y por último, y aun en los
ejercicios, hacer ejecutar con facilidad cambios de dirección bajo
el fuego; en una palabra, puede facilitarse hasta el infinito la tarea
del mando de su batallón, con medidas que le es absolutamente
imposible emplear en la ~uerra.
En esta última situación, en efecto, todo error cometido por
eJ jefe de batallón es fatal, puesto que da por re ~ ultado privarle
de alguna fracción Je su tropa.
Añádase á esto, que más de un detalle de ejecución, que en
otros tiempos era :1plicado como regla, y yue muchas veces lo es
todavía en el campo de maniobras, puede ser precisamente en la
guerra una falta capital. Entre esos detalles se cuenta el que
anteriorm~nte hemos mencionad , es decir, la demasiada prematura
dispersión de las fracciones al iniciarse el combate, operación
que en pasadas ép:.>cas tenía iugar siempre tan luego como había de
hacerse u o de las guerrillas. Esto obedecía á que no se conocían
sino dos clases de formaciones de combate: la columna sobre el
centro, ó las columnas de compañía con distancias enteras. Débe-
• E·te estudio es anterior á la guerras modernas, en donde han figurado los
m~-; re~iente~ progr~~o• en m Lt e ri :l de arm:t nento, y sin ecnb:1rgo guarda su actu:~.\
idaltá oo;ervarlo ellectH que lo cútej1 C;>U lo sucedido en ellas.
~
IANCO Ut Rt: PUBL&
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802 BOLETíN MILIT A.R
se también contar entre dichos detalles, el despliegue de compa-.
ñías enteras, en previsión del combate, á una gran distancia del
enemigo; maniobra esta favorita del campo de instrucción, donde
la voz tal compañia, al frente en g-uerrilla (sin indicación de un
objetivo determinado), llegó á ser tan habitual, que se perdía por
completo de vista que, con sólo esa voz de mando en la guerra,
su:,traía el jefe de batallón toda la compañía á la acción de su
capitán ó comandante, y con mayor razón á la suya propia.
Por último, preséntanse en la guerra casos e~1 que, á ~onsecuencia
de una preparación insuficiente, las compañías se escapan,
durante la ofensiva, á la acción del capitán más hábil, sin culpa
alguna de éste; y en que el jefe d~ batallón se fatiga en vanos esfuerzos
para obtener una acción colectiva.
Por ejemplo, en el instante en que llega bajo el fuego, ordena
á una compaitía que avance en una dirección determinada, para
atraer el del enemigo y poner al batallón al abrigo de sus disparos.
El comandante de la compañía, cuya tropa ha ejecutado quizá de
un modo admirable la instrucción en orden abierto en el campo
de maniobras, dispone en seguida el despliegue de uno de sus pelotones;
pero se olvida recomendar eficazmente al oficial que lo manda,
que conserve á toda costa la dirección que se le haya fijado.
¿ Qué sucederá entonces? El pelotón de tiradores, que empezó
por avanzar rápidame!1te1 se detiene á poco en una ondulación
del terreno, porque cada soldado ha aprendtdo individualmente á
aprovecha~ todos los abrigos, y cree que debe hacer aplicación de
lo que se le ha enseñado en los ejercicios doctrinales; y qe aquí
resulta que el comandante de la compañía se ve en breve obligado
á reforzar la guerrilla con su segundo pelotón, tanto para
cubrir las bajas, como para conservar la dirección primitiva; con
lo cual hace concurrir esta se.gunda fracción á un objeto secundario,
que la primera debió ser suficiente para conseguir. Entonces,
si su teniente es bastante emprendedor para empeñar, por su
propia autoridad, una parte de su gente en una dirección distinta
de la primitivamente ordenada (para aprovechar, verbigracia, cierta
configuración del terreno), con el fin de prevenir el ataque, puede
suceder que el comandante de la compañía (á quien es impo:;ible
el envío de órdenes), opine que debe apoyar este ataque aislado
con su tercer pelotón; y de esta suerte, la mayor parte de su
fuerza, á consecuencia de actos insignificantes de autoridad privada,
dictados muchas veces por un excelente espíritu de iniciativa, se
hallará empeñada en dirección completamente distinta de la que
se le señaló.
El jefe de batallón que ve esto no puede hacer otra cosa que
enviar otra segunda compañía en la dirección que debió seguir la
primera; y coll'o ésta se encontrará casi siempre ante un enemigo
!uperior, aquélla se verá, en ocasiones, precisada á sostenerla en un
punto hacia ~1 que no pensaba en modo alguno avanzar. En una
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BOLETÍN MILITAR 803
palabra, bien pronto no tiene el jefe bajo su mano sino la última
compañía, que guarda en reserva para llevar refuerzos allí
donde las bajas sean más numerosas; y así se encuentra con su
batallón empeñado por entero en un combate de tiradores sin objeto,
sobre el que no ejerce influencia alguna, sino es por medio
de la compañía que tiene en reserva. Si entonces avanzan al ataque,
e _l una dirección bien observada, las compañías de un batallón
de la segunda línea, puede lograrse que todas estas porciones descosidas
de tiradores se agreguen por sí mismas á dicho batallón, y concurran
con él á la acción decisiva; pero al jefe del anterior le
será muy difícil, en semejante circunstancia, volver á reunir bajo
su mano más de una compañía_
¿ N o será este caso de los más frecuentes, si en las enseñanzas
del tiempo de paz continua:nos acostumbrando á las compañías
á no observar en el campo de maniobras sino una sola orden,
la del jefe del batallón, y no á obrar, por el contrario, sobre el terreno
y en el caso en que la orden de dicho jefe no puede ya ser oída,
sino con arreglo á las circunstancias ?
Pongamos un segundo rjemplo: el de un batallón que forma
parte de una gran reuuión de tropas, y avanza en formación cerrada.
Un ayudante llega con e~ ta orden: "que despliegue todo el
batallón en tiradores en dirección de tal altura;" ó bien con esta
otra: "que forme el batallón en columnas con intervalos de d~spliegue."
Hé aquí órdenes que privan por completo al jefe de
batallón de hacer uso determinado de sus compañías, y que sin
embargo deben ser cumplidas al pie de la letra ; tanto, que en un
abrír y cerrar de ojos se queda sin otra alternativa gue la de coger
un fusil y agregarse á una fraccic5n cualquiera.
Por esto e:- por lo que Von Scheríf hace notar, con mucha
energía, que el arte del combate moderno exige, no sólo que las
fracciones de tropa no sean empeñadas en la refriega por simples
órdenes del comandante f!n jefe, sino que además reciban cometidos
claramente definidos.
rfercer ejemplo: El jefe de batallón ha mandado avanzar (sin
duda por carreras sucesivas) una compañía de vanguardia hasta
300 metros de una posición enemiga, y se esfuerza en llevar sucesivamente
al frente, aprovechando hábilmente los abrigos del
terreno, sus otras tres compañías, y hacia un punto de ataque
designado, con el objeto de poner lanzarlas á la vez sobre la posición
y apoderarse de ella.
Para la preparación de este ataque cada compañía ha debido
ante todo reforzar con un pelotón la guerrilla de la compañía de
vanguardia; pere enwnces el comandante de ésta, viendo á su
gente animada por estos primeros refuerzos, piensa que no debe
dejarse arrebatar todo el honor del movimiento, y manda la carga
á la bayoneta sin esperar la orden del jefe de batallón. Si la carga
tiene buen éxito, quedará demostrado que el mencionado of.cial
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804: BOLETÍN MILITAR
supo discernir exactamente el momento oportuno; pero por el
contrario, si el ataque no fuere afortunado, muy difícil le será
al jefe de batallón preparar de nuevo una carga bien combinada
de todas las compa.íiías.
En efecto, la confusión de un ataque malogrado se comunicará
generalmente á las fracciones que no han tomado parte en
él; y bajo la extremada violencia del fuego enemigo, gran trabajo
le costará lograr á lo sumo sostenerse y romper un fuego general
que, según la experiencia;no podrá . ser transformado en
un movimiento ofensivo sino por la llegada de nuevas reservas.
Por esto también es por lo que Von Schedf no tiene por
buena una iniciativa de este género pvr parte de los comandantes
de compañía, á no ser en el caso en que estén en imposibilidad
material de recibir órdenes oportunamente.
Cuarto tjemplo: El jefe de batallón, después de haber conseguido
llevar sus cuatro compañías á un ataque simultáneo y envolvente
contra el linde de un bosque ó de una aldea, ha logrado apoderarse
de él.
Puedesucederentoncesque las compañías se entreguen, ora á
combates aislados, ora á una persecución desordenada del adversario;
y que ning•.:ín oficial piense en reunir y disponer sin tardanza
la tropa necesaria para dejar la posición conquistada á salvo
de una reacción ofensiva de algunas reservas enemigas. Esta prescripción
se encuentra seguramente en todos los libros de táctica,
como igualmente en el reglanJento; pero por una parte, no ha sido
puesta en práctica durante la paz; y por otra, el triunfo engríe <{e
tal modo á la tropa (habituada á sobrada independencia en el servicio
de campaña), que apenas presta atención á la voz de mando
de sus jefes para hacer alto y reunirse. El mismo jefe de batallón,
que se encuentra á pie, da órdenes en vanu. Entonces atacan dos
compañías enemigas; y ¡ espectáculo extraño! bastan para rechazar
á todo el batallón, á pesar de la bravura de cada cual individualmente
considerado, y para inutilizar, en muchas ocasiones, todo
~1 trabajo de la jornada.
Después de un descalabro tal, siempre hay tendencia á creer
que se ha sido rechazado por fuerzas superiores; cuando se debe
atribuír el fracaso, más que á nada, á que no se había llegado al
punto decisivo para hacer frente victorioso á las fuerzas enemigas, y
á que ya no se disponía de una fracción siquiera en orden cerrado.
Todos estos ejemplos, q:.1e ciertamente no son íntegramente
producto de la imaginación, y en apoyo de los cuales se pudiera
citar todavía gran número de otros análogos, ofrecen ancho campo
á la reflexión.
Hoy es cosa demostrada que en la guerra no es tan fácil
como en tiempo de paz conservar hs fracciones constantemente
en la mano, y que es un deber urgente dar solución á las siguien ...
tes cuestiones:
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BOLETíN MILITAR 806
1.• ¿Cómo, por qué medios y con qué disposiciones podrá
conseguir el jefe de batallón tener siempre sus soldados bajo su
autoridad?
2. • ¿ Cuáles son los princtpios que deben observarse y ponerse
en práctica durante la paz, por las compañías, dada la necesidad
del pronto despliegue que impone el combate moderno, para
obtener una acción colectiva por parte de las mayores fracciones,
y adquirir la posibilidad de hacer resolver con orden, por estas
últimas, un gran número de problemas tácticos que se sucedan
sin interrupción ? •
En nuestra opinión, no hay mejor preparac10n para un futuro
éxito que exigir: 1.0 Que los jefec; de batailón, en su calidad
de jefes llamados á obrar en primera línea, puedan hacer ejecutar
por sus compañías todas Jas operaciones sobre que tengan por conveniente;
2.0 Que adquieran cierto aplomo y cierta práctica en el
empleo correctamente táctico de sus compañías en el combate, y
que comprendan realmente lo que el reglamentó les exige, á saber:
por una parte, que su tropa no salga nunca por completo de su
mar o; y por otra, que sepan sacar el mayor partido pos1ble de la
pericia y de la iniciativa de sus capitanes.
Según todas las previsiones, lo· jefes de batallón que tomen
parte en la primera guerra que estalle, formarán todavía parte del
actual período de tran ición; pues la· diversas corrientes de apreciaciones
y de opiniones producidas hoy en teoría y en práctica,
no habrán podido, para entonces, ser todavía condensada<> en un
todo general y correcto .
.Es, por consiguiente, muy verosímil que hallarán, tanto entre
sus superiores como entre sus subordinados, opiniones muy diferentes
acerca de la manera de dirigir las tropas en el combate ó
en la batalla, opiniones que habrán de tenerse en cuenta.
Al lado de las antítesis m:is extremas en las apreciaciones,
queriendo unos que el combate, así como la batalla campal, sean,~
en cuanto quepa, dirigidos hasta el último instante por órdenes
exactas como sobre el campo de maniobras, y deseando otros, por
el contrario, que se otorgue b mayor libertad posible á las compañías
para que puedan obrar siempre con arreglo á las circunstancias,
surgirán indudablemente toda especie de gradaciones y de
matices intermedios, apoyados en argumento5 más ó menos claros.
Cada apreciación, para revestir mayor autoridad, se basará,
ya en una interpretación particular del reglamento, ya en experimentos
de guerra, ya en tradiciones y en usos del tiempo de paz, ya,
en fin, en instrucciones especiales á ciertos regimientos y á ciertas
di visiones.
El jefe de batalión que' dure n:1ucho tiempo al frente del
suyo, no dejará nunca de conocer en gran parte las opiniones de
sus superiores y de sus subordinados, por p::>co que haya asistido (lo
que ciertamente es muy frecuente) á un cambio de apreciaciones
personales.
•
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806 BOLETÍN MILITAR
No sucede Jo mismo al que se encuentra en una situación
completamente desconocida. En el nuevo cuerpo á que llega, quizá
está admitido aún que el mando en campaña puede ejercerse siempre
por el mismo jefe, con tal de que la tropa se halle habituada á
la más rigurosa disciplina en los ejercicios; en este caso le es muy
difícil prepararla, con la mira del combate, para una acción y un
concurso inteligentes. O al contrario, el batallón ha aprendido
quizá antes ciertas formaciones metódicas de combate, propias para
asegurar más la acción colectiva, pero que exigen siempre cierta
práctica é instrtcción preparatorias. En este último caso deberá
el jefe conceder muy particular importancia á la eistribución y al
ejercicio del mando en la guerra; y en el anterior, á la habilidad
independiente y á la destreza del soldado en general. En el uno,
debe fiar en las buenas formaciones de combate; en el otro~ preferentemente
en la inteligencia de los oficiales y de la tropa.
En ciertos regimientos puede ser que no se crea necesario
introducir modificación alguna en el sisferna de preparación que
dio las victorias de W oerth, de Gravelotte y de Sedán; y en otros,
se observará e~trictamcnte que todos los jefes de batallón empleen
en el combate, por lo que concierne á sus subdivisiones en orden
cerrado, medios conducentes á disminuír las pérdidas bajo el fuego
enemigo, en la persuasión de que una solicitud tal, en vez de perjudicar
á la disciplina y al valor de !a tropa, no hará, por el contrario,
sino desarrollarlos.
Más de un jefe de batallón se dedicará entonces á prescribir,
para distancias dadas, formaciones también dadas, sin dejar por
ello de indicar á su gente, en ciertas circunstancias, que avance
en línea desplegada; Y< en otras, q 11e se sirva de un repliegue del
terreno para avanzar e.n columna; cuando con frecuencia, y á una
distancia más larga, ha tomado una formación dispersa, para desde
allí poder, á la menor seí1al del jefe, y en . un punto fijado, for-
•marlo indiferentemente en línea ó en columna; ó bien igualmente
ordenará para el momento del ataque, numerosos altos en el movimiento
al frente, con el objeto de disminuír la eficacia del tiro
del enemigo.
En una palabra, el resultado de semejante divergencia en las
opiniones no puede dejar de conducirnos á no dar valor, desde el
punto de vista del mando y de la ejecución, sino á aquello que
sea sencillo, á lo que salte á la vista de todo el mundo.
En lo que se refiere á la marcha, por más que el asunto sea
digno de interés, toda tentativa de inmixión en dicho servicio
sería, por parte del jefe de batallón, un gran error; un estudio á
fondo del reglamento, hace ver que solamente le prescribe "emplear
sus comandantes de compañía de tal suerte, que se obtenga
todo el partido posible de la pericia y de la iniciativa privada de
los mismos."
(Continúa) voN ARNIM (alemán)
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BOLETtN MILITAR
HISTORIA
AP"''N'I'AMililN'I'OB
PAitA LAS MEMORIAS SOBRE COLOMBIA Y LA NUEVA GRANADA
(Continuación)
l\Ii dt'cisión, pnes, fue ir-revocable, y á la salud ele la
patria sacrifiqnó la popula.l'i(lad qne podía habenue reportado
otra conducta funesta a.l porvenir dd paí~. E..,te proeetlimit>nto
me ha granjeado ciertamente odios, euemistades y calumniaR,
y se ba llegado á atrihuír á \'engan7.a lo qno no fue sino uu
deseo ardiente de matar la.s re\Toluciora.s. Si yo, por 'lesgracia,
hubiera sido dictador en aquellas C'ireunstaucias, sólo hahrfa
ht.cho castigar al jefe de la. eouspiracióu c.le dt-jar que ohrase la
acciór de la ley, por falta. do 1111 mothTo especial de couveuienuia
pflblica. para conmutarles la pena .
.?tlurió también como conspira(lor el jo,Ten Angniano, cuya
~jecución me arrarwó lúgrima~ de pesar. Bra el único militar
en servicio activo que había tomado parte en (!l crimen. y de
un modo tan eficaz, <]ue sit>JHlo Ayudante :Mayor del EscuaP)'
Ón. 1.0 de Jlúsa,res, había ofrecido ei1tregarlo armado y municionado
á lo~ conspira,loJ·es. Al delito, pues, do conspirador,
ren.nía el ele tra.ieión á su iuranH ntos y d berea como militar
activo. Unas veces me inciiuab:.~. á con'muta.rle la pena, y otras
me dec1clía á que se ejecutase, para rcMtablccer la disciplina
militar, tan relajada durante las convulsiones políticas por laa
defecciones da los Ouel'pos ía impuesto el Tl'ibunal.
Forzoso, pues, fne tlejar obral' también á la ley en este ca.so,
y llenar mi deber ele cuidar de la pública seguridad á costa do
cualquier sacrificio penwual. ¡Qué t rrible es la conclieión de
nn }iagistrado á quiou ss.._le tmcargan deberes tan sen~ibles y
doloro8os! La. historia podrá tacaarme de ev~ro; pero no podrá
uega.rme ~1 mérito de haber procura(lo afianzar el orden
y la s~guridad pública para. lo futuro, después de táutas agi·
tacioues y trastornos. ""
Acaeció en e8os días amarg-oa un suceso, que no hay día
en que lo recuerde que no me despedace el corazón, y qne ni lo
mencionara aquí, si mi enemigos no me llubieran atriuuí•lo
parte en él. Hablo de la muerte del Sr. Mariano París, esposo
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BOLET.fN MILITA& 809
varias campañas: habría bastado sólo la naturaleza. del hecho
para que me buhiera eausado el mayor disgusto y pPsar.
No me quedó otro partido que doplorarJo, y hacer que 86
procediese por la. autoridacl correspondiente á las indagaciones
necesarias para. que se ca tiga e al culpable. Se procedió, en
efecto, por el .Juez Civil del Cantón, l tomadas las declaraciones
del Capitán Calle, clel Cabo Velásquez, del Cabo Muñoz,
del soldado Antonio Guarín, dt~l Cabo Franci co Ardila, del
paisano Anacleto Díaz, t.le su padre Frauci~co de Borja Díaz,
todos mayores de ed:.td, se pa arou á. la autoridad militar, la
cual, conformárulo ·e con el dictamen (lel Auditor de Guerra,
Dt·. Antonio Plaza y l~acines, rellevar el
yo; no conoce más accidente gramatical que el llamado
gerundio; así es que gerundia siempre que habla el espafiol
co las desinencias en ando y en endo.
Terminaremos estas ligeras indicaciones acerca de los indics
del Chocó, con otras más, refereutE:'s á los Cunas. E~tos
cuentan sobre los otros la doule ventaja de ser más beli~osos
y ¿e estar en la co ta., con la facilidad de traficar por entre amuo
océanos; traen su origen iurreceu, y que les son inferiores en valor, en número, en
ac1ividad y t'n industria. Lo· cocos, el cacao, el maíz, el carey,
el caucho y otras resinas, son los princip.ales artículos que
canbian poe armas de fuego, espejos, cuentas de vidrio, ropas
y licores. Las muchas tribus, por decir así, de los Cunas están
un das en alianzas; cada una tiene nn jefe, no escaseando entrf
ellos los médicos y los adivinos. Son exactos en 808 prome·
ea& é irreconciliables en sus odios.
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814 BOLETÍN MILITAR
Aún se conserva memoria de las antiguas venganzas dle de
los Ounas y uo su persecución, con la que lograron aterrorizaar~ar
basta poblaciones enteras. Uno de Jos suyos, que fue azotadlo do
por el Alcalde de Pavarandó, quedó Yengado con el iucendiio lio
de este pueblo, lo que sucedió á fines del siglo pasado. En Ua la
época eu que se estableció una a~uaua en las bocas del Atratoo, to,
los empleados en ella estaban tan intimida(los de los Cuna s, .1.s,
que les compraban todas las provisiones que les llevaban , n,
ann .ue ellos lo hacían adrede en mucho mayor cantidad de Ua la
que los .empleaclos podían consumii· . . Gracias ~~ gran ¡n·estigido rio
que entre los indios del Oaimán han gozado ~1 Mayor Fernánn- .n·
dez y el Capitáa Letllan, no.. ha sido de truída la aldea dde de
Turbo. Los OuuaN aprecian á lo8 e ·tranjcro , y aun se hatn an
visto algunos entrar de marinos, y hacer el servicio muy forr- >rmalmente
en los buques costaneros durante algunos año .
Noticias históricas-Porvenir del Chocó-Observaciones geológica•
Una Provincia tan importante corno la del Chocó, cuyro y o
contorno mide 360 leguas, de la que 143 ou de costa sobrce re
ambos mares, comprendiendo un territorio de 1:900 leguass · s
cuadrada~, qne so eomunica con el, Atlántico y el Pacifico poDr or
dos grando caualt)B naturales, qne la cruz~m en stt mayo»r r
longitud de N. á S., ·eparados el uno del otro por un cortco to
istmo, y juntaudo entre ambos, Atra.to y San Juan, las agua s liS
de nua superficie de más de 1,500 1 •gua cuadradas, que less .s
tributan en la extensión de 212 leg-ua.H, que entre los dos reco l - orren
cerca de ~00 ríos y más de 000 grandes quebradas ; quee te
contiene riquísimas miuas de oro y do platina, y la. más varia -
da y prodigios~ abundancia de vegetales útiles; .una Provincial ia
tan importante así, decimol4, que ~e encuentra á los tresciento >S
cincuenta y dos años de su descttbrimieuto en tan laineutablee le
atraso y abandono, que más de las dos terceras partes de suss 18
terrenos permanecen baldíos, y que sus habitante.', ca i todoss )8
de raza, etíope, son en tan pequeño número, relativamente, quee e
tomando la totalidad de su territorio eorre pondeu apenas 233 !3
por cada legua cuadrada; con la notable circunstancia dee e
haber sido ele las que primero visitaron los conquistadores, yy y
de haberse fundado en MUS costas la ·egunda de las poblaeio ·
nes de Tierrafirme, da necesariamente lugar á u u examen serio, o,
para averiguar lo que fue al tiempo del descubrimiento, lo quro e
realmente es en la actualidad, y lo que está llamada á ser nol o
muy tarde.
Si consultamos la Historia, vemos que esta parte de la1. a
Nueva Granada fue teatro de notables sucesos, y que alguno> o
(le sus puntos puede considerarse como que sirvió de e cala a
para atrevidas exploracion~s, que si descabelladas las unas, ;,
fueron muy dignas las otras, y obtuvieron un éxito feliz. Ell H
sevillano Rodrigo de Bastida fue quien primero, en 1501, visitó> ó
el Golfo de Urabá, en cuya costa, 11ueve añi)S después, fnndó , ó
Alonso de Ojeda la población de Sau Seha.stiáu, á la que dejó 5
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BOLETíN MILITAR 81G
el mismo nombre de la tribu indígena; la que, como que era
de raza carib stián de Urabá. De la
nueva San Sebastián partieron Francisco Cesar en 1537 á descubrir
la rica Antioqnia, atravesando la cordillera de Abibe, y
un año deRpués Vadillo, nien se internó basta Cali. De la
'·illa de Sauta Ana de lo UaballeroR, entonces recientemente
fundada, hoy Ansermaviejo, salió, por orden de Robledo, en .
1539, el Oapitán GómPz Fernáudez para las montañas de Jos
Cbocoes, habiendo sido derrotado en Ohamí; siendo d consignarse
aquí lo que á e te respecto dice el cronista Herrera en
su libro vu de la Década TI: "Habiendo Jorge Robledo
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816 BOLETÍN MILITAR
vuelto á los indios la mayor parte de su hacienda, y asentada
paz con los del Valle de Apia, teniendo aviso qne Ocuzca y
Umbruca, otro principal señor, se juntaban contra la villa de
An!errna, volvió á ella, y euvió mensajeros á todas parte ,
tlando á entender cuánto holgaría que estuviesen t>acíficos, y
lo que Je pesaría que llegasen {t térrniuos de guerra; porque no
ueseaba hacerles daño, y con su buena maña los pacificó, con
que pudo atender á lo que de eaba, que era descubrir las tierras
que había, pasada la conlillera que está hacia la parte del
Nor~e . de AnHerma; y .para. esto onlenó á Gómez Fernández,
que con cincuent~l soldados rodeleros y baile teros fuese á descubrir
la Provincia del Chocó; y saliendo con ellos Jorge Robledo
hasta el valle de Santa. María, á donde le fue uu indio
de paz, y le dijo que era el señor Umbt·uca, tt'atóle muy bien,
é hizo muchas demostraciones ue amor; pe1·o sabiendo que no
era éJ, le mandó quemar. Gómez Fernámlcz llegó á la. montaña
de Oima, que es muy frago~ a, con muchas asperezas, y á
donde siempre llueve, y I!ay wuchas hostias fieras, monos y
otras tales, y los indios a rulan d •s1nHlos, y 8ou muy rú~ticos;
vi ven en casas sobr~ árbole8; y dando en una dft aquellas casati,
un solcla(lo dicho Alonso Pér·ez tomó una. india, la cual
sintió tanta congoja. de verse cautiva, qne se despciló por aquellos
grandes riscoM. Au
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año IV N. 158", -:-, 1900. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691074/), el día 2025-06-06.
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