Por:
Javier Pérez Prada
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Fecha:
27/04/1901
~~~
BOGOTA, ABRIL 27 DE 1901 .SERIE II-TOMO l-N.0 17
BOLE11N ~1ILITAR DE COLOMBIA
Organo del Ministerio de
Guerra y del Ejército
Son colaboradores de este periódico los
Jefes y Oficiales del Ejército
D1recr.or ad honorem
F. J. VERGARA Y V.
General de Ingeniero , Miemb1·o de
varias Sociedades Cientificas
¡.._·L (;E.VERAL POPE
La guerra ele Secesión es importante conocerla-Formacione! reglamentarias de
la infantería del .1. e Orle y del .'UI·-Enseñanzas tácticas-Formaciones tácticas
de la caballería: ejemplos-Empleo Jt: la artillería: ejemplos-Atrincheramientos-
Servicio ele seguridad y reconocimientos-Deficiencias del
E lado .Mayor-Cau as de la lentitud tn las operacione5: jemplos-!'elaciones
entre d l.obierno y los (:encrale-. en Jefe: cjcmplos-Pesumen.
Atraen, encantan y seducen lo· diverso hechos de la titánica
guerra de ecesión ; atraen, por la magnitud de los ejércitos movilizados
y por la fe con que combatieron ; encantan, por lo grandioso
de sus concepciones y por la movilidad de las numerosas
masas de soldados; s duccn, por Jos atrevidos proyectos, energía
sin igual y humanidad que ambos bandos desplegaron en tan famosa
guerra civil.
No decae el entusiasmo é interés al seguir paso á paso las
notables campañas que en di versos Estados de la Unión se sostuvieran
entre ejércitüs que contaban con inteligentes Generales,
patriotas oficiales y aguerridos soldados ; si dignas de alabanzas
son las disposiciones de uno de los beligerantes, no menos merecedoras
de loa son las del contrario. En esta guerra memorable
sellan su nacionalidad militar los hijos de Norteamérica, con las
victorias de sus tropas y con las virtudes de sus soldados ; en dicha
contienda, la ingeniería presta su más eficaz concurso á los planes
de campaña, y así realízanse gigantescas obras, propias más bien
de los homéricos tiempos, que no de las naciones contemporáneas.
En el curso de la campaña aparecen invictos Generales y surgen.
TOJ\10 1-33
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soó Boletfn Mtltla1'
soldados excelentes; el pueblo pacífico de ayer, el plantador y el
industrial, el comerciante y el obrero, se transforman en legión de
valientes soldados, en ejército aguerrido y disciplinado. Y viceversa,
este mismo ejército, troca al día siguiente de la paz los aprestos
guerreros por los trabajos del taller y las ocupaciones agrícolas;
al soldado ha sucedido como por encanto el ciudadano trabajador;
los repletos campamentos de monturas, cañones y fusiles
se han convertido en el ingenio y la fábrica, con su multitud de
máquinas y su movimiento incesante; los Generales, encanecidos
en los campos de batalla, ya no mandan Cuerpos de Ejército, sino
enjambre de trabajadores, á los que dirigen pacíficamente con el
mismo éxito con que condujeran á sus subordinados al triunfo de
su causa.
¿Qué resta de aquella poderosa sociedad que en un momento
puso en pie de guerra millares de hombres, atrayéndose la admiración
del mundo? Recuerdos gloriosos no más y una lección para
los Estados.
Apenas se lanzan el reto dos pueblos de una misma Nación,
acostumbrados al trabajo y no á la guerra, dos ejércitos numerosos
aparecen súbitamente en el teatro de la lucha; de aquella sociedad
eminentemente civil, brotan magníficos Generales y una
brillante pléyade ele oficiales en general; por aquellos noveles
combatient .s, el Arte de la guerra avanza un tanto; poni ndo
cada cual á contribución u inteligencia en favor de su causa, realizan
portentosos hechos que hoy on la admiración de cuantos estudian
sla campaña; cada batalla y cada sitio no es solamente
un suc so militar en 1 que la audacia 6 las privil giada~; dotes
del eneral logran para sí las Y ntajas, sino que es un conjunto de
operacion s en que el genio es ayudado por la inteligente cooperación
de ilustres per onalidades. 'lodos contribuyen en esta guerra:
el soldado, con sus sobria, virtudes y su admirable disciplina;
el Oficial, con sus dotes y su entusiasmo; el Jefe, con su deci ·ión;
el General, con su inteligencia y buen sentido, y el Gobierno, compenetrándose
con el Ejército y no oponiendo trabas á la acción
militar de los caudillos.
Federados 6 unionistas y confederados 6 separatistas fueron,
como todos sabe m o , los combatientes en la Guerra de Secesión ;
causas diversas, que no me propongo analizar, originaron la lucha
y dier~n lugar á que la pelea fuese inevitable. Estudiando la campaña,
son las operaciones sumamente interesantes, pero sin que
e-ntienda pueda afirmarse de una manera absoluta sean las de uno
de los combatientes más acertadas que las del otro; si subyugan
los episodios, marchas, bandos, etc., de los federados, grata impresión
producen asimismo ]as operaciones de los contrarios. Difícil
es, á mi juicio, inclinar la balanza á favor de uno de los contendientes,
porque hermanos por completo, no es lógico pensar que
las virtudes militares de unos faltasen en los demás.
La lucha termina, sí, pero después de haber regado miles de
soldados con su preciosa sangre los campos de batalla, y despues
de haber sellado en cruentas marchas y costosas victorias, en mé-
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Boletfn lll ititar 507
morable s1t1os y en sangrientas batallas, la abneg-ación y nobles
virtudes que poseían. La lucha acaba, después de sucumbir heroicamente
millares de hombres peleando con una constancia y una
fe admirables. Finalizó, pues, aquella grandiosa pelea, y no quedaron
ni el orgullo del vencedor ni el rencor del vencido; la política
de la guerra encargó e de su a vi zar asperezas y borrar diferencias;
al día siguiente de la lucha, ennoblecidos por el trabajo,
compartían alegremente en el taller los furiosvs contrincantes de
días antes. El trabajo, fuente de dichas, era el ramo de olivo, el
lazo amoroso que había estrechado cariñosament á enemigos acérrimos;
el trabajo, esa voz elocuente de la paz, había arreglado
una lucha formidable. Pocos días después de tan encarnizada campaña,
los campos y los talleres cobraban inusitada actividad; los
hombres de guerra. despojados de sus hábitos marciales, confundidos
y mezclado , eran pacíficos ciudadanos consagrados á negocios
y trabajos; el soldado ,·olvía á su antiguo e tado de ciudadanía.
Es, pues, la Guerra de Secesión manantial de inagotables enseñanza
· y origen de provechosas lecciones para los pueblos. Entre
los variados trabajos que pueden analizarse de cualquiera
campaña de la mencionada contienda, me he fijado en las operaciones
realizadas en Virginia en 1862 por el infortunado General
Pope; no pretendo presentar un completo estudio del mando de
este General federado, ino reseñar á la ligera las vicisitudes del
Ejército confiado á su mando por el Presidente Líncoln. Mas antes
de comenzar el trabajo me parece oportuno, por varias razones,
transcribir aquí el acertado juicio crítico qu de aml os combatientes
hace el di tinguido Teniente de infantería, Prof sor suplente
en la .. scuela de Guerra de París, Mr. G. Mueseler.
-" ..... Hé aquí las formaciones reglamentarias prescritas por
los Reglamentos: dos compañías, ituada en dos filas, constituían
una unidad táctica, mandada por el Capitán más antiguo. Las compañías
impares, 1, 3, 5 y 7, estaban en primera línea, y á retaguardia
la 2.a, 4.\ 6.a y 8.a; en los flancos se situabar1 las compañías
9·a y IO.\ que constituían la I .a y 2.a de tiradores.
"En el Norte, los-reglamentos vigentes (Cazey's-Tactics), semejantes
á los de los franceses, tuvieron muy poca aplicación en
el combate, efecto sin duda de la especialidad de la lucha entablada.
u La~ f~rmaciones del regimiento, compuesto de un batallón,
eran las s1gu1entes :
1.0 En línea: ocho compañías de frente, situándose las de tiradores
á retaguardia de las de los flancos.
(-· -. ·) (-· -. •)
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so8 Boletín Mz·lz·ta1
2. 0 En columna doble, con una compañía de tiradores en cada
flanco.
e~ ... ) ( - ) e- =-) ( )
l _) (--- ----=)
( ) ( _ - )
( - ~-) ( -- - ~ )
3. 0 En línea de columna , con las compañías de tiradores á
r taguardia de lo flancos.
(
(
(
(
) \
)
) ( )
(
_ ) ( )
) ( _)
( : ~:: :)
4.0 En columna, con las compañías d tiradores en un flanco.
(- ) (- · ... )
( ) \ . ... )
_-- )
)
(
( - )
(~-~- )
(=-- _ _)
., Hacía mención el Reglamento de la formación del cuadro,
pero no se empleó nunca, ni aun en los ejercicios doctrinales.
"Componíase la brigada, al pie de guerra, de una batería,
cuatro escuadrones y cuatro regimientos; pero á causa de haberse
formado con la caballería divisiones independientes, durante la
guerra no figuraron, sino al principio, los cualrO mencionados escuadrones.
La división se componía de tres á cuatro brigadas, y el
Cuerpo de Ejército de dos á cuatro divisiones, con un efectivo variable
entre 10 y 20,000 hombres.
"Semejantes á las del Norte eran las formaciones adoptadas
por los del Sur, cuyo Reglamento de maniobras (Hardy's-Tactics)
puede decirse era fiel reproducción del francés.
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Bolet{n Militar
"Aun cuando el Reglamento pn'!scribía varias formaciones,
a usada ordinariamente, tanto por unos como por otros, fue la
ínea desplegada.
-"Las enseñanzas tácticas-dice un escritor alemán-que se
Jeclucen de la guerra de Secesión, no han sido tan grandes que
cusen una transformación completa en el Arte de la guerra; pero
10 obstante, ofrecen bastante interés y bien merecen ser estudiaJ.
as. En efecto, aunque eran novicios los dos ejércitos que lucha-an,
pertenecían sin embargo á ·una Nación inteligente y práctica;
~odo cuanto era considerado como de verdadera utilidad, al monento
se ponfa en ejecución; así pues, se recurrió en el modo de
vOmbatir á métodos no intentados hasta entonces y se experimen
·aron contra el adv rsado las arma de fuego más variadas.
"De ese caos confuso de ensayo , experimentos y e.·pedicio-
1es grandes y pequeñas, urgió una táctica definida, que fue empleada
por los dos combatientes y que bien merece ser e. ·aminada
n toda sus transformaciones.
"El desenvolvimiento táctico puede intetizarse en estas tres
:a ces.
r." En su primer período, ó sea en r 861;
2 ... Durante el desarrollo de la t<íctica lineal, en los años de
1861-62·
3 ... Con la creación de la táctica dcft nsiva, desde r864 hasta
la conclu ión de la guerra.
"En casi toda la campaña norteamericana, la iniciativa de
la infantería, en el ntido ·erdadero de sta palabra, fue escasa,
n tanto que la caballería maniobreS tan activament , que traspasó
los límites hasta entonces señalados á su mi ión.
"El Sur, dedicado á la agricultura y á la 6anadería, poseyó
desde el principio mayore ventajas que el 1orte para la formación
de numerosas y atrevidas tropas de caballería, que 'tanto éxito
lograron bajo la dirección de Jefe· tan reputados como tuart.
Morgan y el joven Lec.
-"Las formaciones tácticas de la caballería variaron mucho.
La caballería regular, la de tuart por ejemplo, formaba en dos
filas y atacaba en línea; por el cont1·ario, los numerosos gu rrilleros
adoptaron para el combate formaciones apropiadas á la naturaleza
del terreno y á la constitución del cuerpo que venían á formar,
sólo en el momento del choque, pues terminado éste, se dispersaban
no dejando huella de su existencia. Mosby (abogado)
había adoptado una formación de combate mixta, es decir, tiradores
á pie en el centro y jinetes en los flancos. Morgan combatía
en una sola línea, etc. Pero lo que caracteriza á las dos caballerías
enemigas, es el frecuente empleo del combate á pie.
"El regimiento de caballería constaba de r 2 compañías, con
una fuerza de 80 á 90 caballos; los regimientos se agrupaban en
brigadas y éstas en divisiones; en cuanto á la caballería divisionaria,
vanaba de una compañía á dos regimientos la agregada á
cada unidad de infantería. El núcleo principal de la caballería se
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5IO Boletín Militar
hallaba á di posición del Comandante en Jefe, y bien servía de
unión á los diversos cuerpos, ó bien operaba sEparadamente.
"Pero donde esta independencia de la caballería se manifiesta,
en el concepto estratégico, es en las grandes empresas que acomete.
Estos razas tienen por objeto, no solamente la destrucción de
las vías f¿rreas ó depósitos del enemigo (los de Stuart y 1\Iorgan,
Jorest y \Vilson en el territorio de Alabama), sino la ocupación de
algunos puntos importantes. Citaremos las operaciones d · Rosser
en New-Creeck, de \Vheeler en Mac-1\1eriville y de \iVilson ante
Montgomery y Macón.
"Desde el punto de vista táctico, vemos á la caballeda combatir
á pie frecuentemente en Brandy-Station, \tVest-Point y FiveYorcks,
no excluyéndose, por lo tanto, el empleo de masas de caballería
maniobrando en la forma usual, como por jemplo el gran
combate de caballería de Brand y- tati0n, la batalla de 1 tti burg
y otras varias.
"Con objeto, pue , de formarnos idea e.· acta de una parte
de la caballería norteamericana, citaremos las observaciones del
General Dukcs acerca ce la táctica de Morgan.
"Adoptóse entonces-dice el mencionado General-un Reglamento
completamente distinto de los hasta entone 'S vigentes
para la caballería, basado en las prescripciones usadas por el antiguo
ejército federado en la lucha contra los indios.
"Figurémonos un regimiento en línea cubriendo su frente con
las compaií(as de los flancos desplegada ; á pie ó á caballo, generalmente
quedaLa en re erva una pequeña fracción para maniobrar
sobre los flancos, proteger la retirada ó asegurar 1 éxito en
caso necesario. Todos los soldados eran verdaderos jinetes, acostumbrados
desde u juventud á manejar on destreza los caL.allos
más fogosos. Pero comoquiera que el mal terreno dificultaba el
empleo aun de cortas fracciones de caballería, de aquí que el
combate á pie die e c. ·ce lentes resultados, tanto por las pocas pérdidas
que nos ocasionaba, cuanto por las numerosas que hacíamos
al enemigo.
"1 ro contando, por consiguicnt , con el auxilio de ninguna
otra arma, nuestra caballería debía medirse con la infantería, artillería
y cal>allería enemigas, á la vez que apoderarse de ciudades
ó posiciones fortificada . Vios , pues, obligada :i adopta1· un
método de combate mediante el cual no sólo debía obtener el
máximum de efecto en un tiempo relativamente pequeño, sino
tener reunidos sus hombres en caso adverso ó favorable. Cuando
no pudiese encontrar apoyo sino á 120 ó I so leguas á retaguardia,
debía contar la caballería con sus propios elementos para aiir
airosa en su difícil cometido.
" La caballería norteamericana dio pruebas de una movilidad
extraordinaria: en 1862, tuart, en la notable razzia ejecutada
á _la cabeza de 1 ,900 caballos, rodeó todo el ejército de MacClellan,
desde Chambesburg hasta Leesburg, recorriendo 27 leguas
en 36 horas; en I 864, en el Kentucky, el General Barbridge
recornó 27 leguas en 30 horas, á fin de sorprender el campamento
del General Morgan.
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Boletín Jlf·ilz'tar 5IJ
NOCIONES DE GEOGRAFIA MILITAR
TEORIA DEL JERRENO
Continúa
1 OROGRAF'IA
Montañas-Valles-Llanuras-Mesetas
los ramales 6 estrz'bos de una cot-dillera están ordinariamente
divididos, como la montaña misma, y presentan otras ramificaciones
perpendiculare á su dirección y divergentes á su extremidad.
Estos 1'amales se subdividen á su vez, y lo mismo sucede con sus
diferentes parte , hasta el infinito.
Generalmente el centro de la cadt'tla es la parte n1á elevada, y
las rami.ficaáones laterales se van deprimiendo sucesivamente hasta
su e. ·tremo· y lo mismo puede decirse de unos 1·amales relativamente
á lo~ otros ...... in embargo, sucede frecuentemente que en
ciertos puntos de un 1 ama!, algunas veces en la extremidad misma,
el terreno se levanta de pronto y hasta una alt ra mayor que en
todos los demás.
La cumbre de una úara ó cadma presenta ordinariamente una
línea más 6 meno ondulo~a en toda su c. tensión. u elevación
también es varia por todo c . ·tremo : aquí lo z•érli'ces 6 pú:os se alzan
atn~vidos hasta millares de metros; allá no llegan ni á centena
; acullá toman toJas las alturas intermedia~, produciendo continuas
desigualdades. Generalmente n el punto en que e enlazan
6 articulan do Nlr/bos laterales opuestos es donde se encuentran las
altura mayore ; y entre dos ramales vecinos, es lo más frecuente
que haya una gran depresión, que se llama puerto, col.
1~1 conlra(utJit', según algunos, se diferencia d 1 cstrz'bo y del
ramal en que es rnc.L corto, abrupto y e.·actamcntc perpendicular
á la cadl'lla que lo destaca; en que no acompaña, ni alim nta una
gran corriente de agua, y en que forma ordinariamente un valle
transversal.
El espolón e la salida abrupta de estos contrafuertes sobre las
costas, que forma los grandes promonlonos.
Es un hecho generalmente observado en las grandes montañas,
que una de sus faldas 6 pmdt'enlt!s es siempre más suave y tendida
que la otra ; pero, como en todo, sin regla fija ni referencia
á un punto cardinal exclusivo. Los Alpes bajan más rápidos hacia
Italia que hacia uiza. Los Pirineos son más abruptos del lado del
Sur que del Norte, y en otras partes se ve que es al Este ó al
Oeste la diferencia.
Esta desigualdad casi constante, proviene de que las montañas,
aun la más aparentes, distintas y acusadas, no son en gran parte
sino bordes escarpados de anchas mesetas, oblicuamente inclinadas, de
las cuales parece estar compuesta en general la superficie del globo;
6 de que, formadas las montañas de capas, la pendiente más rápida
será aquella cuya inclinación también lo sea, ó en que interrumpí-
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jiÓ lioiettn .Jiuztar
numerosos indicios y arranques de pequeños Yall s que surcan las
faldas de la montaña. Estas pueden ser dulces ó agrias, desnudas
ó cubiertas de vegetación, ocultas por derrumbes ó con escarpados
verticales, de los cuales se lanzan a!TOJ'OS que se convierten
fin cascadas. Otras veces están escalonadas, y presentan inmensos
peldaños que cuesta trabajo subir.
Rara vez las montañas, como se dijo, á no ser volcánicas, están
aisladas: lo general e que formen grupos, madzos y cordzlleras.
Las cord/lleras, con ideradas en g ncral, no tienen dirección
determinada. Aunque el sabio (rc0logo Elie d Beaumont ha publicado
notables observaciones sobre este punto, no caben aquí
por su extensión, por u enlace con ideas que también s::1.len de
nuestro cuadro, y sobre todo, porque á pe: ar de su brillante y seductora
novedad, distan mucho de e tara eptadas univ rsalmente.
Sirvan de prueba estas palabras textuales del Vizconde D'Archiac
en 1862:
te Se atribuye á vVt•rner el principio mi ·nf'rO de que n un mismo
distrito todos los filon s de la misma natural za deucn su origen
á grietas paralelas entre sí, abiertas al mismo tiempo y rellenas
en seguida por las mismas sustancias minerales dura11t 1 mismo
período."
te Este principio vino á ser el germ -n de una teoría (la de
Elie de Beaumont) que ha tenido gran boga por su aplicación á
las grandes dislocacione de la corteza t rrestr . " i, en efecto, todas
las di locaciones qu han producido cad nas de montañas y
son paralelas fues n contemporánea , la ' dad de las cordtlleras
se deduciría naturalm nte; pero hoy s ab que las di locaciones
se han producido en la misma dit- cción, ·n el mi · mo . pacio y en
época muy diferentes, y el principio, en su aplicación general, ha
debido perder su importancia.'· (Paleontología estralz:!Jrdjica, tomo I,
pág. 1 35).
La íntima cene. ·ión que gen ralmcnte existe entre la estrurlu,
·a geológ/ca y la forma e.t·tert"or de la · montaña , puede servir de
guía al militar, como irve al geóJoo·o.
La montañas volcánicas modernas tienen forma cónica truncada,
con una ca vi dad cónica también, pero in v rsa, que forma el
cráter · las traquíticas ó compuestas de materiales volcánicos, también
terminan en cenos ó cúpulas ,· las ba áltica , en forres, rz'lindros
y cscalz7zatas; las granítica , en agujas y p¡'rdmides ó en cúpulas
chatas, según la descomposición de los materiales · las calizas tienen
ordinariament su cima cortada en 7Jztsefa ó muela.
Los contornos de las montañas, de la llanuras, de todos los
acúdentes de la corteza terrestre se modelan sobre la forma, sobre
la estructura interior, sobre 1 modo de divi ión de las diferentes
masas 7m1Lerales. on un hecho estas relaciones de los contornos
e~'t:tert'ons con la forma úzterz'or de las diferentes masas minerales,
tanto, que á veces se puede, desde cierta di tancia, adivinar la composz"
cz(m. de una montaña por las formas que presenta su perfil. aussure
ha mostrado en los Alpes cómo puede reconocerse, desde algunas
leguas, la naturaleza de las rocas, sólo por la fornza de las
crestas.
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Boletfn J[ilitar
Las montañas modifican constantemente los movimientos y la
naturaleza física del aire atmosférico: parece que lo hacen más
puro, más agradable á la respiración; ellas aumentan la extensión
de la superficie de la tierra, rompen la insípida uniformidad de una
llanura sin término; por su elevación, por la bizarría, en fin, y por
la singularidad de sus formas, se las puede comparar á inmensos
laboratorios donde la naturaleza prepara los meteoros atmosféricos
que vienen á desarrollarse y estallar sobre los países cercanos de
estas grandes a perezas.
El estudio de las montañas ha sugerido al naturalista alemán
Boué curio as reflexiones, de que daremos ligera muestra:
"Las cordilleras, dice, que corren en dirección aproximada
del Oeste al Este, establecen no sólo entre las naciones sino entre
su faunas y flores (reino animal y Yegetal), una difer ncia mucho
más ma1·cada que la que se e . ·tiend n en sentido aorte-sur ó de
los mei-id ianos."
"Y otra particularidad de las cordillera norte-sur es que
sobre ellas 5e verifican toda las mezcla de dos pueblos y de dos
1 nguas.''
"~ egún la historia, toda conquista ha sido más fácil en el
sentido del O. al E., y vicever a, que ele N. á . y de . á K. Alejandro
y los graneles conquistadores asiáticos no han tenido que
salvar ' ino cordilleras . Los Cimbrios fueron de hechos por
los Romano., por haber pasado imprudentemente los Alpes y haber
dejado entre llos y u patria una cordillera según los paralelo
. Lo R manos conqui taron la Germanía, no por el camino
der cho, sino rodeando los Alpes ; primero entrar n en la aula por
el pie marítim de los Alpes occidentales, y ele allí pa aron á los países
germánicos. Los Godos s Yieron detenidos en el imperio de
Oriente por cordillera E., y para entrar en España tuvieron
que dar la vuelta á todas las cordill ras semejantes, que protegieron
por tanto tiempo al Imperio romano á pesar de su progresiva
decadencia. Los \'ándalos siguieron forzosamente el mismo camino,
y no atacaron verdaderamente al Imperio romano sino por
Africa. Los Magyares no penetraron en Hungría sino por una
parte de los l<.arpatos, dirigida casi N ., á saber, por el Marmarosh.
Cario w!agno fue favorecido en sus guerras por la dirección
OE. de la mayoría de sus e.·pediciones. Los alemanes imperiales
en la Guerra de Treinta Años operaban detrás de cordilleras
OE., no siendo atacados ino en el otro sentido." En fin: para
Boué, los desastres de Napoleón en España, los de los Griegos contra
los Turcos. la tenaz y varonil independencia de los uizos, de
los Vascos ... todo proviene esencialmente de " la constitución geológica
del suelo, de la dirección de las cordilleras y montañas.,
Algo hay aquí indudablemente digno de reflexión para el militar
estudioso.
Y ya que en este artículo-cuya forzosa brevedad contrasta
con lo ameno y extenso del asunto-se ha citado el respetable
nombre de Elie de Beaumont, sea lícito cerrarlo con un párrafo
suyo, tomado entre los bellísimos que esmaltan su célebre memoria
intitulada NoHce sur les syslemes de monlagnes.
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5I8 Boletín friilitar
" Los sistemas de montañas-dice-son á la vez los rasgos
más delicados y los más generales del relieve de la superficie del
globo: son también la quinta esencia de la topografía y las huellas
más características de los trastornos que ha sufrido aquella
misma superficie; son, en fin, el lazo mutuo entre el juego cotidiano
de los elementos, determinado por el relieve actual del suelo,
y los acontecimientos pasados que han modelado este relieve. Al
investigar la coordinación del vasto conjunto de caracteres con
que la mano del tiempo ha grabado la historia del globo sobre su
mi ma superficie, se ha encontrado que las montañas son las letras
mayúsculas de este inmenso manuscrito, y que cada sistema de
montaña forma un capítulo."-Cou//núa.
---- ~e- ----
PRJJ.VCIPIOS GE.VERALES DE ESTRATEGIA
Y DE TACTICA E 1V LAS PEQUEÑAS C U ERRA.S
por el Mayor C. E. Call well, del Ejército inglés
TRADUCCIÓ:-l DE ISIDORO LA VERDE AMA\" A-Co11timín
CAPITULO XVIII-MAQ INAS DE <~UERl' A
l. Inrerfzdumbre r es¡;ecto del m ejor modo de cm¡;lcarlas-La colocación
de las maclu"nc Guns ~,no está toda da completamente decidida
en la táctica. Alg-unos las consideran como un accesorio de infantería;
ótros el la caballería; ótro , en fin, de la artill ría. in mba¡
·go, los e.·pcrimento mta tendencia-dice el escritor d que ante tomamos algunos
párrafo ,-e ta tendencia á poner lo moral ante lo material,
debe alabar e sicmpr pues sólo imbuyendo al hombre la idea del
sacrificio por la 1 atria, se forjará tl él, por vulgat- que ea, la base
de un héroe .. ,
Cr cmo qu ha llegado el momento preci o, con el llamamiento
del primer contingente de con cripto , para que nuestras autoridades
militar ·s rcglam nt n y enci rren _n un cer monial igual para
todos los cu rpo ele tropas, el juramento á la bandera que nuestros
jóvenes de veinte año·, desioers. El e píritu democrático
que hacía de· cada burgher el igual ele su vecino, pre\'alecía hasta
en la dil-ección de la campaña. Ni los Estados 1\layores ni los
Ccmandantes tenían autoridad para adoptar decisiones ele momento.
Todo tenía que ser sometido al Kt·ijgsraad, y esta institución
ra un consejo de guerra, del que formabu.n parte todos los
oficiales, de ele el cabo (clase :¡u e corre pon de :í la nué tra de Teniente)
hasta el Generalísimo. Lo voto de los miembro del
J(.rijgsraad tenían todos igual valor, y en on ecuencia, la decisiones
dependían de los oficialc de rango inferior, quien s con -
tituían mayoría.
El secreto dt los tnúnfos de los boers- Hay algo casi increíble
en e ta descripción del Ejército boel". La caída ele los Griegos en
1897, en u guerra con los Turcos, en eñó lo que . e podía e perar
de un ejército en que faltaba la disciplina; p ro aquí tenemo
ahora una fuen-a que urante medio año ha obtenido brillantes
triunfos, y no sabía lo que la di ciplina podía s r·. Y el problema
1 ar-ce ca i insolul>le cuando se ven las cifras que Mr. Hillcgas da
n otra parte de u libro. Cuando Mr. Cecil Rhodes dijo que las
fuerzas boers en campaña sumaban de 30,000 á. 50,000 hombre~,
la noticia pareció creíble, porque aquel era el momento de las victor
·as de Cronjé, de Joubert, desde Kimberley hasta el Natal;
pero ahora Mr. Hillegas demuestra que en ningún momento fueron
los boers en armas más de 26,ooo, contando en este número
á 6~ooo rebeldes de la s colonias del Cabo y del Natal, y á 2,700
voluntarios extranjeros. La demostración es sencilla.
Ni e l Transvaal ni Orange tenían e scalafón de sus ejércitos;
per en Diciembre el Gobierno transvaalense acordó hace r un
regalo de Navidad á los hombres que estuvieran en campaña, y
creye ndo que fueran 28,000, expidió este número de paquetes de
tabaco, bizcochos, etc.; 2,000 le fueron devueltos después de hecha
la istribución total. El hecho de que una fuerza de ese efectivo,
en ucha con un enemigo diez veces superior en número, y absolutamente
desprovisto de disciplina y preparación, haya podido
hacer tanto, sólo tiene una explicación posible : el enorme valor
personal del boer, individualmente considerado. Sólo el valor, la
inte igencia y la conciencia del deber, pueden haber sostenido ese
ejército." Cada hombre--dice Mr. Hillegas-tenía dentro de sí
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B oletin JV/zlz:tar
una ley disciplinaria, y cuando trasgredía esa ley, nadie lo castigaba
sino él mismo. La religión de los boers era su disciplina. '
La debzHdad de los boas-Pero ese es un sistema que tiene sus
puntos débiles. i los hombres iban al combate voluntariamente,
también se retiraban cuando su opinión p e rsonal les indicaba la
conveniencia de hacerlo. Esa tendencia se notó más de pués de la
rendición de Cronjé y particularmente entre los orangeses.
Claro e tá que si e l método de hacer la guerra de los boers
daba magníficas oportunidade de distinguirse á los o ados, á lo
tímidos y poco tenaces les dejaba la puerta abierta para abandonar
la lucha. Hombres que habrían peleado ha ·ta e l fin, bajo ·Ja
órdenes de un jefe re uelto, en un jército disciplinado, eran inútiles
entregados á sí mismos.
Y hasta durante 1 período más pr6 pero de la guen-a, esos
hombres abundaban en cada comando. En las fuerzas que invadieron
el Natal había centenares ele hombre tue nunca di araron
un tiro ni vieron una batalla. No desertaban : se quedaban en
el doager . .. aturalm .m te, e o hombre· fueron lo que crearon
más tarde el pánico cuando llegaron los día difíciles.
La iguiente anécdota demuestra lo difícil que era mantener á
lo burghers n las filas cuan o empezó la d!:baclt. De pués de la
caída de Bloemfontein, los jefe que peleaban en Orange necesitaron
refuerzos de Natal. El eneral Botha, en persona, fue á
bu cario , porque abía qu un telegrama no habría tenido resultado.
Llegó á Stand rton, persuadió á los burgh rs, no sin dificultad,
de que debían salir para el tado Libre, y cuando vio al comando
ya n marcha, e dingió á Pretoria. Apenas llegó á la capital,
upo rtue no bien había vuelto las e palda , Jos burgher de
tanderton habían regr sado á su hogares. Tuvo entonces que
salir nuevamente á reunirlos, y recorrió á caballo una por una todas
las granjas, ha ta formar otra vez 1 comando.
Luis Blwta-El eneralí imo otha --s el héroe del libro, y
e l lector reconoce in esfuerzo que ese gentil hombr rural, herrno
o y joven, es realmente la magnífica personalidad 1uc Mr. Hillegas
de. cribe. ería difícil encontrar en la Historia, en circunstancias
medio emejantes, un per onaje comparable con ese hombre
de 35 años, que en sei meses ascendió literalmente de soldado
ra o á Generalí imo del ejército.
El libro de Mr. Hillegas está lleno de descripciones del ca-
rácter de los principales jefes boers, descripcione que son verdaderos
retratos. Hay dos magníficos cuadros, de Cronjé en Paardeberg
y de De Wet en Sannas Post; hay también curiosas anécdotas
del Presidente Krüger, y un catálogo maravilloso, homérico, de
los a ventureros extranjeros que fueron á derramar su sangre por la
causa de los boers. (El Cívz'co, Asunción del Paraguay).
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Boletí1t Mz"lt'tar
7. UlviALACARREGUI
GUER.lA CIVIL DE NAVARRA, 1833-1835
Traducido para el Boüthz Militar Ct-mtimía
V
Se habrá observado C]Ue Zumalacárregui progresivamente extendía
e l campo de sus operaciones, á medida que aumentaban
las fuerzas de los cri tinos. Al obrar así, había obligado al ejército
de la Reina á di persarse por dondequiera que se manifestaba
la resi tencia, mientras que él, gracias á la rapidez maravillosa
de su movimi ntos, e taba seguro de combatir siempre con igual
número de fu rza , y de trasladarse en oportunidad á cualquier
punto. i esta táctica die resultado á Zumalacárregui, preciso es
obserYar que debió á que lo enerales nviados á combatirlo
no supieron oponerle ningún plan de campaña, y ólo pensaron en
perseguirlo, en lugar d buscar el m dio de detenerlo.
Al cabo de 18 meses de e ta táctica, Zumalacárrcgui había
logrado acabar con las uatro primeras n .putaciones militares de
E raña: aar field, Valdé , Rodil y 1\tfina. Había conYcrtido una
anda d 1,500 voluntarios indi ciplinados y d alentados, en un
ej 'rcito de r8,ooo hombres apa e de m dir e en línea con un
jér it vet rano. Aquellos YOluntarios, que antc.ri()rment no podían
permanecer tres días n el campo sin regr sar á su5 aldeas,
so pretext de ir d cambz'ar d( camisa, y que por otra parte no tenían
empeño que le · obliga e al s rvicio, fueron tan bien disciplinados
por él, que logró mantenerlo un año entero fuera de su
moradas, fu ilando como desertores á lo · que se au entaban sin
permi o. ·
· in dinero, sin parque, in arsenal, habí logrado equipar 30
batallones y 6 escuadrone , cr ar taller de armería, establecer
fábricas de pólvora y hasta fundir cañones. Para rar todcs esos
prodigios, las provincias insurrecta no 1c habían dado más de
4,800 por mes. Había, en fin, oblig-ado al Gobierno de Madrid
á desguarnecer las provincias del u r y del Este, para aumentar
el Ejército de Navarra hasta so,ooohombres, y á decretar dos levas
xtraordinarias para renovarlo, ya diezmado por los combates y
las fatigas; y como si todos esos esfuerzo y sacrificios no bastaran
contra un hombre á quien dos años antes se quitaba el mando
de un regimiento, iba á solicitarse la intervención extranjera
en la contienda.
Hé aquí cuál era la situación el 13 de Abril de 18 35, cuando
el Ministro de Guerra Valdés se presentó á re mplazar á Mina en
el mando del ejército de Navarra, provisto de facultades y recursos
extraordinarios.
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526 Boletín M·ilitar
Como Rodil, el General Valdés quería terminar la guerra con
un solo golpe, y como Rodil, se dirigió sobre las Amescoas para
forzar á Zumalacárregui en su guarida.
Zumalacárregui, aunque no estaba en las A m escoas, se trasladó
á ellas con seis batallones solamente, á responder al desafío de
su adversa río, pero otros cinco cuerpos quedaban distribuidos de
manera de poder volar en su ayuda á la primera señal.
El plan de Valdés era obrar contra la insurrección á la
cabeza de todas sus fuerzas, destruír los hospitales y los almacenes
de los carlistas, y no dejarse separar de su camino ni para auxiliar
ninguna guarnición bloqueada. Era ésta, poco más ó menos,
la misma intentona de Saarsfield, y Valdés tenía tantas probabilidades
de éxito, que escribió al General Harispe, á Bayona, para que
se preparase á recoger en la frontera los restos de los insurrectos.
Valdés avanzó, pues, de Victoria, el 20 de Abril, con 28 batallones,
sobre las Amescoas, por el puerto de Contrasta. Villarreal, que se
encontraba allí con dos Batallones carlistas, se replegó en el acto
sobre Zumalacárregui, apostado más lejos, en la garganta de Zudaire,
en la vía de las Amescoas á Estella. Fue en esa región
montañosa donde el General carlista esperó á Valdés, á su salida
de las Amescoas. El ejército de la Reina abandonó á Contrasta el
2 I por la mañana, dirigiéndose al través de las Amescoas de abajo,
hacia la meseta que se encuentra en lo alto de la sierra de Andia,
del otro lado del valle, para incorporar la brigada Méndez Vio-o,
que avanzaba sobre las Amescoas por el valle de la Borunda. Sobre
esa meseta elevada, donde 1 frío es crudo aun en ~slío, pasó
la noche el ejército cristino, después de haber asolado el valle y
tiroteado todo el día al enemigo. Esto dio ti e mpo á Zumalacárregui
para reunir su once B::s..tallones en la posiciones de Zudair .
El 22 Valdés alió de las Amescoas por la garganta de Artaza,
en ve;r. de tomar por la de Zudaire, que es el camino más
corto para llegar á EsteBa; el movimiento indicaba claramente á
los carlistas que el ejército de la Reina evitaba el combate. En
efecto, la dos noches pasadas en Contrasta y sobre la paramera
de Urbaza habían sido horriblemente penosas para los cristinos,
tanto más cuanto principiaban á sufrir hambre, por no haber Hevado
de Victoria sino tres raciones de víveres. Zumalacárregui,
que había establecido u plan contando con los sutrimicntos que
debían e.·perimentar sus enemigos, no vaciló en dirigirse al puerto
de Artaza, para disputar el paso con cuatro Batallones solamente.
Los cristinos, debilitados por las privaciones, retrocedieron á los
bosques al primer ataque de los carlistas, pero el bravoSa van e los
condujo en mayor número al combate. La lucha en este punto duró
más de cinco horas, y con frecuencia se combatió al arma blanca.
Dos nuevos Batallones avanzaban ya á reforzar á los carlistas,
cuando un ataque oportuno de Córdoba sobre la derecha de la
meseta, obligó á Zumalacárreaui á abandona¡¡ el paso de Artaza
y á replegarse sobre us reservas para no ser cortado. Córdoba,
que después de algunos meses de disgusto, reaparecía al fin en el
teatro de la guerra, felizmente para el ejército de la Reina, recibió
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Bo!ettn Militar
orden de guardar la posición conquistada y de esperar la retaguardia,
mientras que Valdés avanzaba rápidamente por el camino
de Estella; pero Zumalacárregui, más activo, había descendido
ya al valle de Helín, y tomado posiciones en el puerto de
Eraul, para cortar á Valdés la vía de Estella. Entre tanto, Zaratugui,
que comandaba la reserva carlista, debía entretener á Córdoba
en el Alto de la meseta de Artaza.
Las columnas que avanzaban hacia Estella bajo la dirección
de Valdés, encontraron la ruta ya ocupada por Zumalacárregui,
un camino encajonado entre rocas.
Los cristinos disputaron Jos pasos con el ardor de la desesperación.
Zumalacárregui los entregaba paulatinamente porque su
intención era ai lar aquellas columnas de la división de Córdoba
y de la retaguardia de Méndez Vigo; pero muy pronto se de ...
claró la derrota ntre los cristinos, que huyeron hacia Estella en tal
desorden, que dcj'lron cerca de 3,000 fusiles en el camino, junto con
todos los bagaje ; su entrada á Estella produjo espanto. Córdoba
no habrfa llegado por la noche á EsteBa con su división casi completa
si lo carlistas hubieran tenido municiones para impedírselo,
pues se les habían agotado en la lucha. De los veinte Batallones
que se ha ían refugiado en Estella, apenas pudo Córdoba reunir los
hombres suficientes para formar siete, á fin de ir al día siguiente á
librar la brio-ada de Méndez Vigo, que se había atrincherado en
Abarzuza en mí mero de 1,500 hombres.
i la derrota de Artaza no era de importancia como resultado
material, puesto que no quedaron en el campo sino 8oo muertos
ionero del Orinoco, qu por rar "Za e tum~n el trabajo
de eslu iar n la actuali ad los idi0mas del país, comunican
con lo n ófito . Esto intérprete · no han s guido en todas nuestras
herbonzaciones, pero entienden el ca t llano mejor de lo
que lo hablan. En su indolente indif "rencia, r ' ponden como al
azar, pero iempre con una oficiosa sonri ·a: sí, na' padre; nó, mi
padre, á todas las preguntas que se 1 s dirigen. Es fácil comprender
cómo impacientan, durante meses enteros, estas con ver aciones
cuand uno pr tende ilu tran.e ac rca de o j tos que despiertan
vivo inter~s. De ordinario nos vimos obligado á emplear á la vez
varios int~rpretes y varias lracluccioncs sucesi,·as para comunicarnos
con los naturales "'.
"Desde mi misión, decía el buen rclig ivso de U ruana, viajaréi
como mudo . ' E ·ta predicción casi ·e ha cumplido, y para no
* Para que S:'! forme ju - ta idea de la dificulta 1 d · estas comunicaciones por
medio de intérpn:tc, bastará n.·cordar que en la expedición de Lewis y Clark,
en el río Colu·nbia, pan entcmh:r e con los indio Chapun'sh el Capitán Olark
habló en inglés á uno de los suyo·; éste tradujo el a. unto en francés á Cbabarreau;
Chabarreau lo tradujo á su muje r india, e, mim:t.rrru; la mujer lo tradujo
en slzosshonce á un pres >,y éste lo tradujo al Ch;¡punislt. Es de temer que
el sentido del asuntu haya sido un taoto altera Jo con cinco traduccionrra firme por su fruto
aromático. Este fruto que se coloca n Caracas entre la ropa
como se mezcla en Eur pa al tabaco en polvo, con el nombre de
haba de To11ca ó Tongo, e considera como venenoso. Es una falsa
opinión, muy generalizada en la provincia de Cumaná, la de que
el excelente licor fabricado en la Martinica debe su aroma particular
al Jape. En las misiones lo llamaban Súnarruba, nombre que
puede ocasio:.ar grave errores, porque el verdadero Sz!narru.ba es
una especie de febrífugo del género Quassia, y que no se encuentra
en la Guayana española sino en el valle del río Caura, donde
los indios Pandacotes lo designan con el nombre de Achec-charz·.
En la plaza grande de Carichana la aguja imantada señaló
una inclinación de 33°.70 (nueva división). La intensidad de las
fuerzas estaba manifiesta por 227 oscilaciones en ro minutos de
tiempo, crecimi nto de fuerzas que parecería indicar algunas atracciones
locales. Los bloques de granito ennegrecidos por las aguas
del Orinoco, no producen, sin embargo, impresión sensible sobre
el imán. La altura barométrica * á medio cHa era de 3361i.6; el
* En el pu• rtu de Co.richana el barómetro e sostenL1, á las seis de la
tarde, en 335 li. 7; el Lcrn.1,)mt'lro al aire, 26°.8.
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532 B o/etín Mzlz"ta1
termómetro centígrado marcaba 30°. , á la sombra. Por la noche
]a temperatura del aire bajaba á 26°.2; 1 higrómetro de Deluc
se sostenía en 46°.
El rfo subió varia pulgada durant el día 10 de Abril; este
fenómeno sorprendió tanto más á lo indígenas, cuanto la primeras
crecientes son poco sen ibl s y e tán aco tumbrados á
que á ellas sigue una baja de vario día ·. El Orinoco e taba ya
tres pies más alto que el nivel d-.! las ag-uas más bajas. Los natu,
rales nos señalaron, sobre un muro granítico, las huellas de las
grandes crecientes actuales, que ·ubían á 42 pi s de altura *, lo
que es el doble de la avenida media d ... l Ntlo. Pero esta medida
se tomó en un punto en donde el lecho del Orinoco se estrecha
singularmente entre rocas, y ateniéndome á las indicaciones que
me han hecho los indio . Se concibe fácilmente que el efecto y la
altura de las crecientes difier n s gún el p rfil del río, la naturaleza
de las orillas, más 6 menos levantadas, el núm ro de los afluentes
que recogen las aguas llovida , y según lo larg del t rr _no
recorrido. Lo que es indudable, y lo que ha ocupado la imaginación
de todos aquellos que habitan estas comarcas, es que en Carichana,
en an Borja, en Atures y en Maypure , allí en donde el río
se abre camino al travé es alpina , 6 con lluvias
muy abundante , p r donclequi ra cubi<'rta p r bosque· cerra<.lo ,
libres de e as plagas que favorecen la e\'aporación, atravesaban en
otro tiempo al Este de los And s como brazo d un mar interior?
¿ Cuál sería entonces 1 e tado de a bajas region s de la
Gua yana que e. ·perimentan hoy lo fecto de inundaciones anuales?
¡Qué prodigioso número de coco<.lrilo , de manatíes y de boas
debe haber habitado esto vasto terr nos, convertido altcrnativament
en mares de agua estancada ó en llanuras árida y agrietadas!
El mundo pucífico que habitamo , ha seguido á un mund
tumultuoso. Osamentas de ma todont y de verdaderos elef 'ntes
americanos se encuentran di per as en la llanuras de los Andes.
El megatario habita los"'llano del Uruguay.
Escarband.o más profundamente la tierra, en los altos valle ,
que no pueden alimentar hoy palma ó helechos en los árboles,
se descubren capas de hulla que sepultan los de pojos gigantescos.
de plantas monocotiledóneas. Hubo, pues, una época remota en
que las cla es de vegetales estaban di tribuídas de otro modo, en
que los animales eran más grandes, los ríos más anchos y más
profundos.
ConHmía
* O sea t Jm.S. L1. altura de la creciente me Jia del Nilo es de 14 codos
del nilómetro de Elépbaotinc, ó de 7m-41.
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Bolet{n Jl[¡//ta r 533
l~ u e va Geograf ía de Co lombia
MU~:TP S l l'E LO-' GPABADO.'
Plano de 1: Iedellín
Primer raudal del Guaviare
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534 /Joletfn JVlil·itar
. 'alto de Guadalupc
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Boletfn Militar 535
•
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r .o • IH.l<:s en el Puc¡ te del Guáitara
Bog(l /á-fm}rmla de Vapor. Calle IO, número I68
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