Serie V Tomo 11
ORGANO DBL MINISTERIO DE GUERRA Y DEL EJERCITO
Director y Editor
FRANCISCO J. YERGARA Y YELASGO
G.meral J~ Ingenieros
Pmde '"'~Y bien suceder que tZuestrtJ respeto á todaJ las co1zvicciones, vmga á parar
en la ítzdifermcia y flos t r;t s111 otn t a para d~jender las tzu!stras
ENRIQUE SIENKIEWICZ -- --------------------------····--------------------------
• • • Bogotá, Octubre 8 de 1904 • • •
..... --··--·-·-·······-······-·····-····---------·--·····------------·-·-------··-----.. -··--···-- ...... ---
®Oficial@
DECRETO NUMERO 779 DE 1904
(23 DE SEPTIEMBRE)
por el cual se eliminan dos Batallon~s y_se dictan reglas generales sobre liceo.
ctamtento
El Presidente de la República
DECRETA
Art. 1. 0 El Ministerio de Guerra procederá á ordenar el
licenciamiento del Batalldn Berrío, que hace las guarniciones
de Medellín y ~fanizales, y del b/edio Batalldn Juanambú1 acantonado en Pasto.
Art. 2.0 El licenciamiento se llevará á cabo después de
una Revista de Comisario de presente, presidida por las autoridades
militares respectivas, y por el Gobernador, ó por ]a
primera autoridad política del lugar en donde aquél se verifique.
Art. 3. 0 A los Generales, Jefes y Oficiales que quedan
excedentes á virtud del presente Decreto, se les pasaportará
para el lugar donde tomaron servicio, Jo que comprobarán
con la nota de nombramiento; y á los individuos de tropa
para el lugar de su domicilio, comprobando éste con la respectiva
libreta. Las remesas recientemente enviadas á los Departamentos
de Antioquia y Cauca, sedcstinarán de preferencia
á cubrir estos pasaportes.
Art. 4. 0 Por los sueldos y raciones atrasados y que no
alcanzaren á ser pagados por falta de fondos, se ex¡;>edirán
ceses por triplicado á favor de cada General, Jefe, Oficial é individuos
de. tropa, en los cuales se haga constar lo que quede
A debérsele á cada interesadcionalla
hipótesis que aducimos; pero bueno, convenientís1mo sería
que las tropas se ejercitasen en prácticas que les son útiles y
necesarias (3).
(Continúa)
( I) AllasotJ-ArHgli'tria da monlagnú. Rz'visla mz1z'lare z'laliam&
1895, número 12, Roma.
(2) Revelli-Cannone da . monlagna. Rz'vi'sla mz'lüare z'laliana,
1900, mimero 8, Roma.
(3) Una experimcia atrevida ..• - "Las ptezas fueron transportadas
al pie de la montaña por un mal camino abierto y consolidado
por los artilleros. Desde allí hasta la cumbre se iba casi di-
. rectamente por un camino pasadizo trazado, siguiendo la línea de
máxima-pendiente, aun cuando plegado á las sinuosidades del terreno.
La longitud era de 1.100 m. y la pendiente peligrosa; sobre
todo hacia la parte media de la falda llegaba en ciertos puntos
á 75 por 100. Para establecer ese camino, ha sido preciso separar
los bloques de rocas, igualar el terreno en una anchura de 2 '
2'50 m., y fijar de roo en 100m. puntos de sujeción para las carruchas,
los cuales consistían en barras de hierro clavadas en las
rocas. Fueron desmontadas las piezas, los cañones situados en
rastras, que resbalaban sobre rodillos de madera jabonados, que
se iban remontando á medida que avanzaba la pieza. Los afustes
fueron elevados sobre sus ruedas. Al llegar á los pasos peligrosos,
formados por salientes de roca de 200 m. de altura, aparecían los
afustes dispuestos verticalmente como suspendidos en los aires.
Muchos espectadores se retiraron en la creencia de que iba á ocurrir
una desgracia, pero la ascensión se llevó á cabo sin dificultad
ni accidente, y lo mismo sucedió con el descenso.
Los trabajos preparatorios, establecimiento del pasadizo y de
los puntos de anclaje, fueron hechos ante la carencia de soldados,
entonces ocupados, y en medio día, por obreros civiles y en número
equivalente á la fuerza de dos compañías.
La ascensión del material fue 1levada á cabo por destacamentos
muy reducidos, y duró dos días, comprendiendo en ellos el
desmontaje de piezas y un ejercicio preliminar. El primer cañonazo
se disparó en el Gourschen á la una y media del segundo día.
Como se trataba de un experimento, se había procedido sin precipitación
para estudiar detalladamente el funcionamiento de los
medios puestos en obra. Revue mz1z'laire suisse, 1892, número 3,
Lausanne.
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Historia
HISTORL-\ CIVIL Y MILITAR DE COLO~!BIA
Por F. 3'. V. y V.
LOS CONQUISTADORES DE TIERRAFIRME: LAS EXPEDICIONES
DE LOS ALEMANES ( I)
LaR primeras noticias de los descubrimientos de los españoles
en el hem~sferio de occidente fueron mu3' atendidas en
Alemania, país cuyo desarrollo comcruial era ~onsiderahle á
la sazón, debido á las franquicias munici:Pales y á las ligas hansiáticas
de sus ciudades libres. Entonces era Augsburgo el
centro del comercio entre el Norte y el Sur de Europa, J allí
ocupaban el primer puesto los \Velsers, comerciantes y banqueros
mirados como los más ricos del globo, y jefes de una
compat1fa cuyos brazos e extendían por todos los países civilizados
de aquellos tiempos.
Y la intervención de los alemanes en los negocios de
~mérica c. tá ínlimament .. Ji ada á la historia de Aug burgo
y de Jos 'V el ers en 1 siglo xvr, como hahr.emos de verlo,
porqu no serían explicabl s primero aquella intervención y
luég·o su extraño término, sin la banca de dicha plaza y sin
las luchas religiosas provocadas por el Protest ntismo tas páginas, ya por prescindir
de las fuentes, ya por ignorancia de la geografía de nuestr0 territorio.
Todos los cronistas encierran yerros en sus relatos sobre
las expediciones en referencia, n·Jnca advertidos por no haberlos
sometido á una crítica rigurosa, conforme se observa en la obra
de Acosla (Descubrimiento y colonización de la Nueva Granada),
que casi no tiene una línea de verdad en el particular, encargándose
el mismo autor de suministrar las pruebas de la falsedad de
afirmaciones capitales, como la de que vidtó la biblioteca de Ternaux
Compans, pues si esto fuera cierto, no habría ignorado la
existencia del viaje de Federmann, publicado desde 1837 por dicho
americanista.
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los el Grande; luchas que indujeron al Gobierno español á
prohibir el comercio con el Nuevo 1.\-Iundo, antes libre, por
decirlo así, para evitar la propaganda de la herejía en el continente
hispanoamericano.
La subida de Carlos v al trono de España y de Alemania
sin cumplir aún la mayor edad, y llevando en las venas
sangre de dos razas rivales, coincidía con una transformación
total del mundo, causal inevitable de grandes conflictos y de
guerras prolongadas que avedaron de modo singular las
finanzas del soberano más rico de la tierra, del heredero de
los reyes Católicos y campeón del Catolicismo, que á un tien:~po
guerreaba con el Papa y con los moros, con las comunidades
de Castilla y los magnates de Alemania, y veía n~g~rsele
nada menos que en España, por las Cortes, los subs1dws
para esa lucha gigantesca en pro de los ideales político-religiosos
de la Edad 1\Iedia.
Sin los cambios fundamentales que la imprenta, la pólvora
y la brújula produjeron en Europa en el siglo xv, sería
inexplicable la historia de un reinado como el de Carlos, y de
consiguiente la de sus relaciones con los banqueros de Augshurgo,
que á los pocos años de ocupar el trono, ya le habían
dado á préstamo 1.2oo,ooo escudos ( l 2 toneles de oro; hoy,
en realidad, 8 millones de dólares), obteniendo en cambio el
derecho de comerciar libremente con América y de tener
agentes comerciales (factores) en la Corte, en Sevilla y en
la Española (Santo Domingo) ( 1 ), que lo fueron Ambrosio
( 1) "La ciudad de Santo Domingo está bien construí da; las
calles son hermosas lo mismo que los edificios. Tiene un buen
puerto, un castillo, casa de moneda y un Tribunal de Gobierno
Jlamado Audzenúa Real; y aunque en la Isla, que tiene 500 leguas
de circuito (sic), hay muchas ciudades y pueblos habitados por
cristianos, Santo Domingo es la principal y más hermosa." Ftdermatm.
Esta aserción, escrita por quien lo entendía, arroja luz considerable,
nunca tomada en cuenta, sobre los comienzos de la conquista
española de América, y la importancia de esa isla, afamada,
además, por su buen clima (Castellanos), que servía de sanatorio
á los expedicionarios agotados por el malsano de tierrafirJne.
Arruinó! a el terremoto de 1 591; pero en la época á que nos
referimos decía de ella el cronista Oviedo al Emperador Carlos
V: "No hay en España una ciudad siquiera que pueda pr~terírsele
por la hermosura y disposición de las plazas y las calles, ni
por la amenidad de sus alrededores, de suerte que Su Majestad
imperial se aloja muchas veces en palacios que no tienen las comodidades,
la amplitud ni la riqueza de algunos de Santo Domingo."
Allí en 1551 los cangrejos (1) ayudaron á derrotar á los in&"
leses.
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Dalfinger, Jorge Ehinger, Hans Seissenhoffer y Sebastián
Rants, católicos é hijodalgos oriundos de Ulm, que despachaban
de continuo expediciones de una á tres carabelas para el
Nuevo Mundo, de suerte que lograron tener constantes y frescas
noticias de lo que en esas lejanas tierras sucedía. Análogos
servicios mantenían con las Indias Orientales.
Urgido Carlos por falta de recursos para sus guerras,
por causa de la negativa de las Cortes, acudió á sus banqueros,
que ya le habían arrancado cartas de nobleza (1), en solicitud
de nuevos dineros, y los Welsers, que tan al corriente
estaban de los sucesos de América, convinieron en el negocio,
siempre que como garantía se les entregara á perpetuidad
el Gobierno de Venezuela ( 2 ), bajo la inmediata vigilancia
de la Corona.
Carlos aceptó el ·negocio, de seguro con vencido de su
nulidad, en lo que no obraba de buena fe, y firmó el contrato
con los apoderados de los Welsers (Dalfinger y Ehinger),
el primero de los cuales debía ser el primer Gobernador
de aquella tierra que los españoles . habían tenido
medio abandonada, y en la que la fama situaba riquísimos
yacimientos auríferos, que por inexplicable error se suponían,
ademcís, vecinos de la mar del Sur (3).
El contrato en referencia entrco-aba á los 'Velsers la
colonización y explotación drl país situado entre los cabos
Maraca pana y La V el a con el mar del Sur por fondo, más la
( 1) La humanidad siempre es la misma : á tal punto el dinero
elevó á los \Velsers, que la hermosa Felipa, la nieta de Bartolomé
(no hija, como ~e escribe de ordinario), el amigo de Carlos v,
se casó, morganáticamente, es verdad, con el Archiduque Fernando,
sobrino de Carlos. y después Emperador.
Los que han escrito que Carlos no se atrevió, por el poderío
de sus banqueros, á oponerse á dicho matrimonio, olvidan la fecha
del suceso, porque entonces él ya no era señor de Alemania.
(2) Este incidente es uno de los que indican cómo en los primeros
tiempos de la conquista el nombre de una }('\calidad, citada
en una carta ó relación de viajes, se ampliaba luégo por el público
para aplicarlo á toda la región 6 comarca.
(3) Nada tan curioso como la idea que Jos de aquella época
se habían formado de la distribución de la tierra y el agua en la
superficie del planeta, puesto que ya pasados algunos años del primer
viaje al rededor del globo (Magallanes), Fed€irmann decía:
"Después de zarpar de las Canarias ha y que navegar 900 millas sin
ver tierra: es el gran golfo del mar Océano; y no se conoce en el
mundo ninguno otro en que se pueda navegar tanto sin ver la tierra.
Los portugueses que van á las Molucas hacen viajes más largos y
más peligrosos, pero Tt"n tiPrra. por lo menos cada 'ocho días."
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propiedad de doce leguas cuadradas de terreno, el 4 por roo
de los quintos reales, la trata de negros y el derecho de vender
como esclavos á los indios insumisos. En cambio, los alemanes,
en un plazo de dos años, debían fundar dos colonias (ya
existía Coro), levantar tres fuertes, enviar á Venezuela cincuenta
mineros alemanes y enganchar los soldados necesarios
para la empresa, los que precisamente debían ser naturales de
España.
* . "'
Descubierto el Nuevo 1\fundo, multitud de españoles audaces
quisieron lanzarse tras las huellas del gran navegante,.
y entre ellos se contaron Ojeda, que reconoció la costa de Venezuela
y parte de la de Goajira, y Pedro Alonso Niño, que
comerció en esas mismas playas y las vecinas, obteniendo de los
indios, á cambio de baratijas europeas, maderas preciosas y
ricas perlas. En su viaje llegó á la aldea india Hamada
Coriana, sobre cuyo solar se construyó después la ciudad
de Coro : hasta ese punto la costa se en con traba habitada
por numerosas tribus (Caquetios} que acogieron con henev<>.lencia
á los extranjeros; pero más al Occidente ya encontraron
indios más salvajes y guerreros, armados con flechas envenenadas,
que les impidieron desembarcar, y eran de la misma
especie que los ha] lados por O jeda en las riberas del golfo
y lago de Maracaibo, muchos de los cuúles vivían en casas
construídas sobre pilotes hincados en las aguas de la ori-
1Ja, de donde el nombre de Venezuela (Venecia chiquita),
aplicado al lu ar y extendido luégo á toda la antigua Capitanía
d Caracas.
En Enero de 1 500 reO'resó á Galicia, tras dos meses
de travesía, Niño y sus compañeros, con 150 marcos de perla
y algún oro, lo c~al tentó á varios otros aventureros;
pero las flechas de los indios de l\faracaibo, la scqu~dad de
las tierras de Goro y el desarrollo prodigioso de Santo Domingo,
desviaron por completo la atención púLlica de aquellos
patajes, salvo para los piratas que iban á rohar indios
para venderlos como esclavos en la Española. Este abuso
llegó á tal punto, que la Audiencia de Santo Domingo, para
remediar el daño, envió en 1527 á esa comarca á .T uan de Ampuez,
colonizador de las islas de la Costa, en calidad de factor
y con orden de fundar una colonia y proteger á los naturales.
Ampuez marchó á su destino con 6o hombres, desembar~
ó en Ooriana, hizo alianza con Manaure, principal Cacique
de los Caquetios, alianza que subsistió siempre, no obstante
los desmanes de los cnstellanos. Ampuez fundó á Coro, pronto
habitado por gran número de españoles atraídos por los decires
de riquezas del país, en ·especial minas de oro, y que
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fueron los mism~s que sabidos por los W elsers, los movieron á
pedir la tierra al Emperador Carlos v, conforme se dijo atrás.
El esfuerzo de los españoles para colonizar el país resultó
perdido (1), pues al presentarse el primer Gobernador alemán,
el Gobernador Ampuez hubo de entregarle el territorio,
muriendo á poco de trigteza, causada por la ingratitud con
que la Corte recompensó sus indiscutibles servicios .
• • •
. Pero antes de continuar debemos pre~untarnos si la historia
de la gobernación de los alemanes en V cnezuela está ligada
de tal manera con la de Colombia, por algún punto de
vista, que debamos considerarla como parte integrante de
ella, ó será un hors-d' amure, destinado á matizar el relato.
En primer lugar, geográfica y militarmente hablando, tan
uniJas se encuentran las porciones limítrofes de los dos países,
que es imposible separarlas, puesto que en la realidad de los
hechos, la mayor parte de la frontera, por no decir toda, es
meramente artificial.
La lectura de Jos cronistas fue, sin duda alguna, parte
de la educación de nuestros mayores, y, quieras que no, debió
influir con el relato de las expediciones de los conquistadores
en la concepción estratégica de los planes de campaña
cuando la Magna Guerra. Pruéhanlo de sobra 1819 sobre las
huellas de Speier y Federmann; 1813 sobre las de Dalfinger,
y en la Gran Colombia, máquina de gu rra, con ju ticia llamada
cuartel di frazado de República, Ocaña hizo parte de
la misma Circunscripción geográfica que .Mompós. ¿Y no fue
la tierra gobernada por Dalfinger y Lerma, por así decir,
la base de la primera reacción reali ta en el litoral? ¿ N o fueron
Maracaibo y Puerto Cabello los últimos baluartes cspa ...
ñoles en Tierrafirme? Por otra parte, tenemos que el terreno
impuso á Dalfinger su segunda campaña, como impuso
las suyas á todos los tudescos qne recorrieron el pie oriental
de nuestros Andes granadinos, y cada una de esas campañas
resultó íntimamente ligada con las cumplidas en Jas tierras
de la Magdalenia.
( 1) Como dato adecuado 'para que se forme idea justa sobre
la faz económica de la época, anotaremos que la Colonia de los
Welsers debía pagar sus gastos, de suerte que poco 6 nada podía
dejar para el Tesoro Real, puesto que el Gobernador tenía por
salario anual 200,000 maravedís ($ 6oo en números redondos),
100,000 el Capitán general y 75,000 cada uno de los Comandantes
de fortaleza.
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Boletín Militar de Coolmbia
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Empero, estas verdades, como tantas otras, han permanecido
en la penumbra, ahogadas por sentimientos cultivados
casi por un siglo en nombre del patriotismo, cuando son
todo lo contrario, el brote del infecundo odio y la causa eficiente
de nuestra pobreza y atraso. ¿Cómo pretender á un
tiempo renegar de la sangre española, y aplaudir á Torres, y
á Caldas, y á Nariño, patriotas civilistas de pura sangre azul?
¿Cómo cultivar una literatura nacional escrita en castellano,
y renunciar á la lectura de los clásicos españoles? Y es esa
singular gimnástica, impuesta á los espíritus y á las voluntades,
la fuerza que ha desequilibrado nuestra mente y desequibrado
nuestro organismo social, sin darnos en cambio ventaja
alguna, por lo oual todos debemos coadyuvar á la patriótica
obra de retornar al buen camino, al camino hispanoamericano,
dejando al lado las ridículas pretensiones de modelarnos
á lo anglosajón, por cuanto la humanidad no
puede impedir que los muertos gobiernen á los vivos desde
el fondo de sus tumbas, según la gráfica frase del geógrafo
francés. Busquemos el progreso ; pero busquémoslo acomodado
á la heredad paterna, y, por lo mismo, estudiemos
ahincadamente el génesis de nuestra rtacionalidad.
.. . Primera expedición de Dalfinger --Para escribir correctamente
la historia de una campaña es preciso conocer, en
cuanto sea posible, al Jefe que la dirigió; pero en el caso presente
el estudio de la personalidad de Dalfinger equivale á Ja
critica de las fuentes, y dicha crítica nos conduce á la si-
.guiente inapelable conclusión : han errado todos los que trataron
este punto histórico, en especial los últimos, por apoyarse
en documentos falsos ó apasionados, ó por no haber
leído siquiera con atención los mismos autores en que dicen
apoyan su relato. Se trata, pues, nada menos que de hacer
tabla rasa en el asunto y escribirlo en seguida de una manera
correcta, puesto que el primer Gobernador alemán de
Coro es un caso típico de cómo en la historia se trastrueca
un personaje, cuando así lo piden los intereses de Estado, hasta
él punto de confundir á un tiempo á sus propios conciudadano~,
á la Real Academia Española de la Historia y á los
amencanos.
Ambrosio Dalfinger ( 1 ), nombrado por los W elsers Gobernador
de Coro, con el beneplácito real, era, según ya se dijo,
(1) Escribimos Dalfinger, porque así lo hace Federmann en
sus viajes, bien que Castellanos diga Alfinger y señale este nombre
como el de una ciudad de Alemania, ciudad que no ha existí~
do1 en tanto que Dalfinger sí fue nombre de un castillo de Suabia.
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J3oledn Militar de Colombia
L 327 _;
miembro de familia ilustre de Ulm; contaba entonces poco
más de treinta y cinco años, y se había distinguido en las armas
y el comercio, desempeñando anteriormente y por ·largo
período el cargo de factor de los W elsers en Santo Domingo,
pues como afirma Castellanos, apoyado en el dicho de Bartolomé
de SantiJiana, Teniente que fue de Dalfinger, el alemán
"en la Española residió mucho tiempo Factor seyendo de la
gran Compañía," siendo de advertir que hasta ahora nadie ha
mencionado este hecho decisivo en el particular. Y en efecto,
¿ cómo suponer que los avisados W elsers confiaran el que esperaban
fuera pingüe negocio, que había de resarcirles de
millones de pesos, á un hombre vulgar, ellos que de tántos inteligentes
sevidores disponían? ¿ Cómo suponer que un García
de Lerma conviniera en aliarse para una grave empresa
con un hombre bizoño y sin antecedentes?
Castellanos, que escribía teniendo á la vista relatos de
los compañeros de Dalfinger, lo pinta así en diversos pasajes
de sus Elegtas: "Miser AmbrosiO los regía, persona biCn nacida
y eminente, y cuya discreción y cor.tesía se puede decir
ser excelente: el cual Gobernador también tenía no menores
extremos de valiente." "A un que experiencia muestra que los
menos se vienen dellas (Indias) ricos y contentos, como 1\'liser
Ambrosio, cuya historia á muchos que son vivos es notoria,
los cuales dicen ser varón notable en hechos y palabras
que decía, solicitud, conversación loable, vigilancia, viveza,
valentía; mas no le fue fortuna favorable, pues dentro de este
reino, do venía con amago de próspera ventura, á la puerta
le dio la sepultura." "Regocijáronse (los de l\1aracaibo) con
su venida como quien la tenía deseada." "Luégo la Costa
abajo se despacha Ambrosio con tal orden de guerrero, que
no se le pudiera poner tacha por otro (de experiencia) más
entero." " Todos (cuando murió) mostraron tierno sentimiento,
y no faltaron ojos lacrimosos." Y en los discursos que
pone en boea del Capitán : "A Dios pongo, señores, por testigo
se~ para vuestro bie.n esto que quiero, 1 que llev~is en ll_li
fiel amigo, un llano cap1tán y compañero.' "En mi tendréis
en toda 1a conquista medido Capitán y buen amigo; la muestra
de esto ya la tenéis á la vista, con otras muchas cosas que
no digo."
Por lo que hace al cronista Fernández de Oviedo, de
quien dice 1a Real Academia Española de la Historia que
"apoderado de un hecho, jamás perdona la ocasión de rodearlo
de todas las circunstancias con que ha llegado á su noticia;
tratando de un personaje, no olvidará tampoco al referir todos
los acontecimientos que sobre él ó su familia tienen recogidos,"
y que da á conocer la " gobernación de los alemanes
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Boletín Militar de Colombia
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Belzares, siendo en verdad de grande estima los pormenores
que encierra respecto de las expediciones de Alfinger, Federmann
y Espira" ( 1 ), hallamos que sobre Dalfinger sólo escribe
que era " hombre bien hablado y buena persona," que " prometía
á los indios buen tratamiento," que "los naturales se
quejaban de ser los cristianos de Santamarta los que les roliaban
y mataban; " y, en fin, que muchos indios de esas comarcas,
"apenas veían á los cristianos, quemaban sus chozas y
huían á los montes.'"' El cronista Simón tampoco hace cargo
alguno especial á Dalfinger, de quien dice, relatando la JOrnada
de Tamalameque, que "conociendo la cobardía de los indios,
ordenó á sus soldados que ninguno les hiciese daño."
Conli'núa
( r) Es extraño que esta Academia no conociera los documentos
alemanes sobre la g·obernación de los Welsers, ni hubiera cotejado
los relatos de Castellanos con los de Oviedo, porque entonces
habría emitido seguramente di versa opinión. Oviedo es un
acumulador de detalles, sin respetar tiemiJO ni espacio, en tanto que
el Cura de Tunja respeta como se debe los fueros del terreno.
Por esto no ext1 añamos que Paz y Melia hablara de expediciones
de Dalfinger en r 540, años después de muerto el alemán, por no
darse cuenta de cómo escribe las fechas Castellanos; ni que Acosta,
sin haber leído á Oviedo, según su propia confesión, convenga
en la aseveración de Muñoz, de que dicho cronista copió al veedor
de la española 1 De Baralt nada más diremos, porque él mismo se
pone á salvo no citando bien las fuentes bibliográficas de su obra ;
pero con Acosta es preciso proceder de otra manera, por cuanto
afirma pPrentoriamente que su narración es completa y exacta, y dice
no ser necesaria la discusión de los textos para escribir la historia.
Las consecuencias de esta doctrina la indicará un solo incidente :
por existir un pueblo llamado Riodeoro junto á Ocaña, y decir los
cronistas que Dalfinger tocó en lo que luégo se llamó Río del Oro,
escribe Acosta: "se infiere que fue por la altura del brazo de
Ocaña por donde subieron á la cordilkra. Alfinger y sus compañeros."
Castellanos había afirmado que ese Río del Oro estaba en
los confines de GuANE ; Simón dice que el Río del Oro, aunque está
cerca de la ciudad de l?amplona, es término de la de Vélez. Durante
la colonia, Ocaña perteneció á Santa marta, y es el are como
la lu6 que los cronistas se refierieron al Río del Oro que riega á
Piedecuesta y por ende las minas de Bucaramanga, ó sean Baja y
Vetas. Y el itinerario lo trazó Acosta en la carta del caso conforme
á ese error fundamental. Por lo dicho no se extraña encontrar luégo
en la bibliografía de su traba jo sobre la conquúla la siguiente
mención: Gacda de Cuttdz1zamarca. Colección en un volumen en folio.
Santafé de Bogotá-181 1-como si la encuadernación cambiara
la naturaleza de los periódicos.
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Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año IX Serie V Tomo II N. 15", -:-, 1904. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691267/), el día 2025-06-24.
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