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eotdin g}lil\tnr be ~olombia
'- 130 __}
DECRETO NUMERO 851 DE 1gor
(15 DE JULIO)
que establece las asimilaciones militares de alguno:. empleados del Parque
general.
El Vtápre~ulenle de la RepúbHca, mrargado drl Podtr EjecuHvo,
DECRETA
Artículo único. Desde el I.0 d Ago to entrante los Empacadores
del Parque general tendrán las asimilaciones milit~res siguiente
:
El primer Empacador, á Sargento :i\fayoL
Lo segundos Empacadores, á Teniente .
Lo do· Ayudantes de los íd., á Suht"'ni~nt ·
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 15 de Julio dt• 1< 01.
J '1~ 1 fA Tl.~EL MARR QUIN
El Ministro de Guerra, Jo ·f. VIc~::.· ·J¡~ o.·cu
DECRE10 U.IEKO ; 1. F Iyüi
(22 DE J 'LIO
que dispone OTfanizar l.l l ulumna t!r Bogot i
¡,_·¡ VTúpl tsidmle de la Repúbh'm mrclrgadu dtl roda E;t{tllrt10,
DECRI'.'l'A
A. ·t. 1. Procédase á organizar la C( /w,na de Bogold con do
'u 'r pu. '1\ nominados Legt'fm dt jt;~·o:ts y Guardt'a l rba11a, cuyo
p Lonal, c umpuesto ¡le estudian! ·s, t n.pl ·a do .. públi y demá
indiYiduo \·oluntarios, será di~tril..m;Jc ) { (JIWt nient mente por el
Comand<.i . · general de la Columna . :
;-;. 2 , Facúlta e al m. u C n .· n ante g n ·ral para jar
el núrnl 'r" , :e compañías de cada Cut 1 p; y la· plazas de que han
de constar.
Art. La Columna dt Bogold tt·ndrá u E tado Mayor con
1 ··iguien:~ ¡.>ersonal:
Con.~H1dante general, General Santiago Ca margo; primer
Ayudantt' g neral, Jefe de Estado 11<1, or, Coronel Teodosio Correa,
del Cuerpo de Depósito, qui n continuará pert neciendo á
é~tt·, prc tando en comisión el enicio de Jefe de Estado Mayor
de la ·,>kmna; Adjunto~, Capitanes Rafael Márquez y Pablo Pizano;
Habilitado, Bercelin'o H rrár.d z, a imilado á Capitán; In:tructor,
Capitán Emilio Prieto,
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~Wld;n !ntHtar be ~otomb\Q
'- 131 .__/
Art. 4. 0 La Plana Mayor del Cuerpo Legión de ]fmmeJ tendrá
este personal :
Primer jefe, Coronel Daniel Granados; segundo Jefe, Teniente
Coronel Manuel Angulo; Ayudante Mayor, Sargento Mayor
Fidel L. Casas; segundo Ayudante, Teniente Alfredo Lleras;
Abanderado, Subteniente .................... .
Art. 5. 0 La Plana Mayor del Batallón Guardz'a Urbana tendrá
este personal :
Primer Jefe, Coronel Santiago Rozo; segundo Jefe, que se
nombrará por separado; Ayudante Mayor, Capitán José María
Aarón; segundo Ayudante, Teniente Manuel Ucrós; Abanderado,
Teniente Ignacio Moreno.
Art. 6. 0 La Oficialidad para las compañías de los mismos
Cuerpos e nombrará por separado.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 22 de Julio de 190 1.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, JosÉ VICESTR CoNCHA.
DECRETO NUMERO 888 DE rgo1
( 22 D.F. JULIO)
que aumenta lo'i sueldos de al~unos empleados de la Intendencia cenera!
El Vz'ctpresidmle de la Repúblt'ca, encargado del P•da- Ejeculzi:o,
DECRETA
Art. 1. 0 Desde el 1.0 de Ago to entrante se aumentará en
cincuenta pesos ( 50) el sueldo de los siguientes empleados de ]a
Intendencia general: el Secretario general, cuyo sueldo es de
$ 1 so; los dos Escribientes de la oficina central, que devengan
$ roo cada uno; el Inspector de obras militares, cuyo sueldo es de
$ 150; 1 Subjefe de la Sección 1.•, que goza de $ 150; los dos
Ayudantes de la misma Sección, que tienen $ roo cada uno; los
dos Ayudantes de la Sección 2 . ., que tienen$ 100 de sueldo, y lo
dos Escribientes de la Sección 3.•, que devengan á 100.
Art. 2.0 Queda en estos términos reformado el Decreto Ejecutivo
de 28 de Agosto de rgoo, orgánico de la Intendencia general
del Ejército.
Comuníquese y publí1uese.
Dado en Bogotá, á 22 de Julio de 1 go 1.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, JosÉ VICEIHE CoNCHA
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~oldm !Jtititnr be ~olombia
'- 132 _J
DECRETO NU1'IERO 896 DE 1901
(25 DE JULIO)
que asimila á Subtenientes á los individuos de tropa pertenecientes á. la Ltgió,t
de Jóvmes de 1• Columna de Bogotá
El Viaprest'dmle de la Rtpúb!t'ca, mcargado del Podn· E.Jeculz'vo,
DECRETA
Artículo único. Todos los individuos de tropa, soldados y clases,
de la Legz'ón dt jóvmes de la Columna de Bogolt.Í, quedan asimilados
á Subtenientes para los efectos fiscales.
Los Oficiales y jefes gozarán el sueldo de su grado.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 25 de Julio de 1901.
JOSE MANUEL MARROQUI
El Ministro de Guerra, JosE VrcRNTE CoNCHA
DECRETO NUMERO 905 DE 1901
26 UE jULIO)
que di pone elevar el número de plazas d l Batallón Artillería odadu
El V/ctpusidmle de la RtpúbHca, encargado dd Podtr EjecuHvo,
DECRI<. TA
Artículo único. Eléva e á 300 plazas el personal de tropa del
Batallón Artillería Rodada.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 26 de Julio de I go 1.
JOSE MANUEL MARROQUI
El Ministro de Guerra, JosE VICENTit CoNCHA
DECRETO NUMERO 913 DE 1901
( 26 DE JULIO)
por el cual se uspende el reconocimiento de algunos crédito
El Vzeepresz'dmle dt la Repúblz'ca, encargado dtl Poder Ejecutt'v,,
En uso de sus facultades constitucionales,
COMSIDERANDO
Que es necesario aplicar todos los recursos del Erario á la
terminación de ]a guerra, y no pagar inmediatamente sino los serYicio~
urg~tes,
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l\o[din !Jlilitat be ~oLombi«
\._ 133 _J
DECRETA
Art. 1. 0 Desde la fecha del presente Decreto, y mientras dure
turbado el orden público, queda suspendido el reconocimiento de
créditos provenientes de contrato de corvpraventa de semoviente
destinados al servicio ó consumo del Ejército, y de suministros,
empré titos y expropiaciones por causa de ~uerra.
Art. 2. 0 Exceptúanse los contratos hechos directamente por
e 1 Despacho de Guerra con posterioridad al 1. 0 de Agosto del
año pró.·imo pasado, los celebrados por otras autoridades, en virtud
de delegación expresa del mismo Ministro, conferida en aquella
época, y los que en adelante e celebren en iguales condiciones.
Art. 3.0 Por la . ección 2.• del Ministerio de Guerra se hará
un inventario de los negocios de la clase á que se refiere el artículo
1.0 del presente Decrdo y que cursen actualmente en esa oficina.
Esto expedientes pueden ser devueltos á los interesados, previa
petición y bajo recibo.
Art. 4. 0 El presente Decreto no modifica ni deroga el númer
799 de 9 de los corrientes.
ComunfC}uese y publíquesc.
Dado en Bogotá, á 26 de Julio de 1901.
.JO E MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gobierno, Guu. u.t 1110 QUI. 'TERO C.-El 1{inistro
por un cua - ~ >."
La fu~rla m )ral se ha m r t 1 J iempre por 1<· grc ndes militare.
com sup_rior á la fí.,ic:t, p r lo cual ense ·, ~tba Bougeaud,
con sobra de raz.1n, ue cu tnd _, e ha educado el ~ . ma del soldado,
y ganado u conflanza, se 1 ' p· ··den exigir tod ' los· sacrificios
imaginables. Por esto en la : ··~·3. des crisis de 1 pueblos, la
muerte apenas preocupa el pen ·;·:t:niento de los h ~., mhr .s: lo contrario
equivaldría á una mue tra ,Jalpable de decad ·n .ia.
Y aun cuando en la actual b·u e rra civil las hu "te que defienden
las instituciones conservadora', á diario ejecutan actos de sublime
heroí mo, como el reciente pa~ del puente d (· Girardot ó la
defensa del Chaparral, no por e ' ) habremos d spreciar lo.
grande ejemplo que nos dan los olclados de otr , paí es, en especial
cuando salen de la vía de la imple bravura y ncs enseñan
de cuánto es capaz quien re uelve cumplir con el alma lo- preceptos
d la ord nanza militar.
En la reciente lucha sosteni a por los rusos contra los chino ,
en el extremo orient , una aldea rusa ribereña del 1 mur sólo contaba
en un moment dado 4 I hombres, j6venes y viejo , porque la
parte más válida del exo fuerte e taba lejo~ en campaña. De e os
41 hombres 30 guardaban el río, y como el resto no era suficiente
para 1 servicio de patrullas de enlace con las ald a vecinas, las
doncellas de Blagovieschtchentk vistieron traj masculino, se armaron
de sable y fusil y montaron guardia día y noche : en especial
se dtstinguieron 16 cuyos nombres son hoy e n cido en todo
el imperio del Zar.
Pocos me es después de esto, un destacamento de unos 120
hombres marchaba custoJiando un hospital militar móvil, cuando
al llegar cerca de Jantulindga el Subteniente de artillería Valch,
que servía de vanguardia con ocho tiradores, avistó 200 chinos emboscado
en un desfiladero. El oficial, después d~:; eñalar el peligro
á la columna, atra vi e a rápidamente la aklf;a, se establece
en los olare del ejido, y rompe el fuego contra los chinos, que
por su parte hacen lo mismo. Pronto Valch y tres de sus compañeros
son heridos, y sin embargo el puñado de valientes resiste
media hoía, hasta que el grueso llega en su ·ocorro; pero entonces
el heroico oficial, sin hacer caso de su herida, toma la ofensiva
con los 5 soldados que le restan, y persigue á los chinos durante
dos leguas. Terminada la lucha, se halló que Valch y sus
soldados habían puesto fuera de combate más de 6o enemigos.
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•
l3otetin 9Jlititar be ~otomóia
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En el relatc5 de la jornada se hace mencwn especial de los
soldados Cheriglazw y Krymskii, de los cuales el primero, no obstante
haber perdido cuatro dedos de la mano derecha por un balazo,
y el segundo el brazo izquierdo por igual causa, continuaron
el fuego con una sola carabina: el qzu a!Ín lenía buma la flzatzo itfUÜrda,
sostenía d arma y la apuntaba, m tmzlo qut d olro la cargaba
y dt'spara ba . Los tres héroes fueron condecorados *.
En otro campo habremos de recoger ej mplos de no menor
valía, por cuanto e refieren al heroísmo civil:
La 1 c. pública Argentina, cuyas relaciones con Chile son tirantes,
por motivos de presupuesto tuvo que r ducir sus gastos militares,
en Jn(Jmentos difíciles por cierto. El pueblo trata de ubsanar
ese inconn:niente, en guarda de la integridad nacional: :M . A. cedió
un edificio para instalar el Colegio 1filitar; 11. C. dio un millón
para establecer el nuevo campo de maniobras; rvi. P. hizo e si6n
de sus rentas, durante dos meses, para la compra de doce cañones
y 6,ooo granadas; M. Pr. ofreció al Gobi rno s,ooo caballos; la
Compañía de Jesús compró en Inglaterra un cruc ro de 8,ooo toneladas;
M. A. pidió por su cuenta 20,000 fu iles; un comité de
Obispos organizó una colecta para recog r fond JS para la defensa
del país, l·c. Y estos hechos tuvieron inm diatam nt ·ficaz resultado
: la actitud de Chile se modificó de una man ra ~.cnsible . El
patriotismo argentino ganaba una atalla antes de estallar la
guerra.
¿ Los n rcladero colombianos tomarán n cu ·nta las 1 i n ~
qu ant e el n, en lo mom nto. n qu-. 1 ligra la int grida<.l ele
Col mhia ./ .n que los stil ¡;a 1·ia apr tan á ata arno ·d. lamanera
más infai 1 é injusta qu imaginar e pued ·? ~i así fu n, no hay
duda que 1 triunfo final será nué tro; y i acaece 1 ontrario, m -
recicla tendr .mos la esclavitud moral, la e lavitud de la e nci ncía,
que p.: ad. entonces soLre la patria, no mr.nos que la pérdida
de los biene ele fortuna, que sed su natural ·ompl mento. El tiempo
dará la e< ntestación pedida: Francia no ubo ga~tar cien millones
en reor(yanizar su estado militar, y ¡,agó quini nt ~ y do¡
provincias al tudesco vencedor ...... .
LA DIH.ECCION D ~ Lr\ GUE ) A
1
:EXP SICIO!' SUCI .. TA DE St;S PRI. 'CIPIO.' Y ;tiF.DIOS DE EJECUCIÓ, ·, POR
EL GENERAL CODIAR DAHÓ •• VO.' mm GOI.TZ
(Traducido para el Boletfn /lld.tol'}
Continúa
El acometedor quiere acercarse á u ad rrr ~ario y batir! o.
Aquel que stá animado de una Yoluntad ien 11rme, pone n juego
* Falt~., y grande, hace entre nosotros la existen ~ia de una c• , ndecor~ci/.a
pensionada pura premiar los actos heroicos de los sohl~Jo!; colombi.~no ..
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~oietin !nHitat be ~otombia
'-- 137 _)
toda su perspicacia y encuentra con facilidad acertadas disposiciones;
al propio tiempo el campo de las faltas y de los errores que
pueda cometer, se circunscribe más; porque tiene enfrente, de
modo claro, el objeto que trata de alcanzar, y ya no puede engañarse
sino en la elección de los medios y en la ejecución.
La actividad y el movimiento inherentes á la ofensiva estratégica,
facilitan la concentración de las masas que avanzan. A cada
una de las marchas se les podrá comunicar una dirección tal, que
converjan má . Esto será tanto más fácil cuanto todos los jefes subalternos
verán claramente aparecer ante ellos el punto en mira.
u cooperación revi te una forma más sencilla que en la defensiva
expectante, en la cual el objeto no se les indicará ino en el momento
en que el enemigo aparece enfrente de la posición.
Por la naturaleza misma de la ofensiva la cooperación de todo
e facilita de manera singular, y este hecho tiene una importancia.
tamo más grande, cuanto la fuent de toda sabiduría estratégica
consiste en aparecer en el punto que se quiere, con el mayor
numr:ro de fuerzas posibl .
De otro lado, la ofen iva. tendrá, la mayor parte de las veces,
una porción ganada si en un solo punto su esfuerzos son coronados
por el éxito; por lo común, la posiciones del adversario formarán
un todo orgánico que, de llc que una de sus parte es herida
y de truída, no tit!nC ya ni cohesión ni con i tencia.
A ste propósito haremos notar que el acometedor di pone
toda vía de otro m di , l de la orpr a, put.: to que es él quien escoge
1 punto d n e dará los golpe decisivos. El defensor también
está frecuentemt:nte, s cierto, teniendo cuenta .·acta de todas las
circunstancias y de todas la eventualidad . , n aptitud de adivinar
cuál erá ese punto; no por e to stará meno expu t á
error~.: de pormenor. La naturaleza misma de las cosas autoriza,
pue~·, de a.lgün modo al-acometedor á alimentar la speranza de
que n el punto que escoja para el ataque, ncontrará al d fensor
medianamente pr parado á rechazarlo. Aun cuando las
operacionc estratégicas cl<.! cierta importancia exigen tiempo,
dando así ocasión á que el defensor pueda todavía sub. anar los
errores qu haya cometido, tam ién tendrá uc recorrer grandes
distancias, y n le será dable remediar la falta cometidas sino
en limitada medida. Si en la concentración de sus fuerzas se ha
engañado desde el principio, difícilmente podrá reparar el error :
no e mudan dt: lugar la grand.es masas de ejército con la misma
facilidad que las p1ezas de un tablero de ajedrez.
Una ele las ventajas esenciales de la ofen ·iva e que el ejército
cambi~ con ·tant mente de ~tio. Ahora. bien: en todas las
situa --iones críticas el solo cambio con tituyc un beneficio. El cambio
de lugar impuesto por la ofensiva, ejerce influencia bienhechora
sobre el estado moral y físico ele la tropa. A primera vista,
este hecho parece no tener jno una importancia secundaria,
pero hay ca o en que bastará. :i comunicar vida nueva á un ejército
agotado. Para convencerse de ello, no hay sino imaginarse el
estado en que e ~ncontraría un ejército detenido largo tiempo
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~t>Idin ~Hitar be ~t>It>mbia
\._ 138 _)
ante una plaza fuerte enemiga, y que luégo volviese á emprender
sus marchas y operaciones á c'ampo raso, tan ricas en peripecias
; esto es lo que les sucedió á los Alemanes, después de
verse libres al fin del bloqueo de Metz, que duró muchos meses.
En resumidas cuen tas, la ofen"iva, á nuestro parecer, no presenta
sino ventajas. P~::ro no deberá perderse de vista que ella exige
numerosas tropas. Su carácter esencial es imponer que se haga
de las fuerzas el uso más absoluto. Y debe saber e que la marcha
las consume tanto como el combate al cual ella conduce.
En la guerra, las püdidas que se sufren durante las marchas,
son quizá más con iderables que las que oca~ionan lo combates.
Como la ofensiva es una acción que progre a de modo continuo
hasta lograr el objeto, si puede verificarse sin ninguna demora,
no habrá tiempo de reposo que permita á las tropas rehacerse,
ni recoger los rezagados, ni llamar tropas descansadas. Así
fue como la guardia prusiana, á pesar de u excelente di~ciplina,
perdió de cinco á is mil hombres durante lo días de n1archa que
mediaron entre la batallas de Saint-Privat y de Sedán •.
Por regla gem' ral ha de uponerse que el país que atraviesa
el acometedor, es país enemigo; hay, pues, que asegurar el dominio
de él t. El jército que avanza tendrá que dejar atrás fracciones
de sus fuerzas, que no podrán ayudar en lo ncue'ntros, ni
en las batalla decisiva · que hayan de librarse.
Por otra part , la mayoría de las vece hay que protege r las
líneas de comunicación del ejércit , única manera de a gurar íntegramente
el servicio de víveres.
A medida que el ejército aYanza, se aleja de la madre patria,
fuente natural de donde él d riva todo aqu llo que necesita. En
paí es de civilización muy avanzada, que disponen de numcr sas
vfas de comunicación, y cruzados en todos sentidos por camino de
hierro, ste hecho pierde mucho de su pe o, pero no d ja de ser
un factor importante en la apreciación de la ofen iva, y forma uno
de los lado débiles, puesto que no se podría hacer uso de la vías
férreas que se expl tan en país enemigo, con tanta seguridad como
en las propias; además es imposible servirse de 11as para transportar
después del grueso del ejército acometedor, todos los destacamentos
que haya dejado atrás, en tanto que un ejército que se
bate en retirada, los recoge de modo muy fácil á su paso.
Los iti s tas circun alaóones d plazas fuertes, que ne se
juzgan como cantidades despreciables, distraen cierto número de
tropas.
Es rasgo característico de la humana naturaleza que el esfuerzo
no haya de ser continuo. Por esto disminui,rá insensiblemente,
á medida que los acontecimientos sigan un giro favorable,
• Hohenlohe, Strategislu Briif~, I. p. 55·
t Es cierto que puede presentar e el ca o en que el acometedor que
avanu al través de un país enemigo, halle apoyo en los habitantes, si son de su
misma nacionalidad. Pero esto constituye una excepción : es un hecho debido
a6Io á la casualidad, y de ningún modo fundado en la naturaleza de la ofensiva.
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~o{etin !JlHitar be ~o[ombia
'- 139 _¡
la necesidad de reunir todas las fuerzas, 6 no se impondrá de manera
perentoria, como sucedería si la situación fuese mala.
Por último, la ofensiva continuada despertará fácilmente la
envidia, el celo de las otras potencias, 6 les inspirará inquietud.
La situación política general se tornará desfavorable para el acometedor.
Esta será una causa de debilidad que podrá agravarse
si una de esas potencias va hasta la intervención armada. El acometedor
se expondrá frecuentemente aun á perder sus aliados,
que de buena gana le sostendrían hasta cierto punto, pero que no
consentirían en qu~ se hiciese demasiado fuerte á sus expensas.
Hay un hecho muy característico para la ofensiva estratégica:
que el ejército de vanguardia, el que está en contacto con
el enemigo y que libra las batallas, no constituye sino una fracción
relativamente débil de las masas que han entrado en · campaña: ~
menudo apenas es la cuarta parte, alg-unas veces sólo la octava, y
sin embargo la suerte íntegra del ejército depende del éxito 6 del
fracaso de este grupo de vanguardia.
Los ejércitos que toman la ofensiva se disuelven, como en la
primavera la nieve recientemente caída.
· En 1812 Napoleón pasó el Niemen con 442,000 hombres; y
apenas tres meses de pués entraba á Moscou á la cabeza de
95,000. No le quedaba, pues, sino la quinta parte de su efectivo.
La destrucción de e ta última quinta parte durante la retirada, decidió
de la pérdida de toda la campaña y produjo el retroceso que
surgió en la carr ra hi ·tórica d. Napoleón. Todavía más de bulto
es el je mplo que nos ofrece la campaña d I8Io en E paña:
400,0 france es atravesaron los Pirineos en la primavera; no dejaron
un instante de avanzar, obtu ieron numerosos triunfos, pero
finalmente el Nfari cal Ma na no llegó sino con 45,000 hombres
delante de las Hneas de Torre - V edras, cerca de Lisboa, en donde
de Lía d ·cid ir ·e la sue rte de la campaña. Pero llegó allí con un
efectivo demasiado débil para poder dar el golpe decisivo y alcanzar
el punto en mira, qut e taba tan inmediato. La consecuencia
necesaria y natural fu una retirada desastrosa, á partir de la cual
la fortuna se mostró constantemente desfavorable á las armas francesas
en la península ibéri<;a.
En la primavera de 1829, el 11arisca1 Diébitsch mandaba
r6o,ooo hombres que Rusia puso bajo su dirección para llevar á.
buen fin la campaña en la península de los Balkanes. Cuando llegó
delante de Andrinópolis, no le quedaban sino 20,000. Si hubiese
tenido que continuar su marcha adelante, habría llegado, según
cálculos de Moltke, cuando más con ro,ooo hombres delante de
Constantinopla. La paz, que él tuvo la habilidad de firmar en ese
momento, impidió que se descubriese este estado de cosas y que
surgiese un cambio fatal.
Lo mismo pasó en 1878. De los 460,000 hombres que formaban
el grande ejército ruso, y á quienes se hizo atravesar el Danubio,
ro,ooo apena llegaron á las puertas de Constantinopla, y
en esta suma e tán incluídos los enfermos que, según se pretende,
formaban la mitad del efectivo total. Los alemanes mismos, fuer-
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eotetin ~i(itat be ~o(omóia
L 140 -.J
tes de 372,000 hombres (sic) en el momento en que franqueron la
frontera en 1870, no alcanzaban, después de una campaña de mes
y medio, sino al número de 171 ,ooo hombres cuando llegaron delante
de París. Para ellos el monto de las bajas es relativamente
débil, y sin embargo, si la fracción que quedó hubiese sufrido una
derrota, los asunto habrían tomado un aspecto muy distinto.
Es, pues, con buena razón, como señalamos e te hecho del
vigor decreciente de la ofensiva, que constituye un fenómeno inevitable,
un factor que absolutamente hay que computar y que, á
medida que se prolonga la línea obre la cual progre ·a la ofensiva,
se hará sentir más y más. Sed, pues, indisp n able tomar
todas las dispo iciones tanto admini trati as como estratégicas,
á fin de estar en aptitud de refot:zar ince antemente al grupo
de vanguardia, haciendo que sigan recur~os tras él. Estas reservas,
dice Clausewitz, d berán continua m nt atra v sar los caminos
que se extienden á retaguardia del ejércit .
Si se tienen en cuenta e to hecho , i no se 1 pierde nunca
de vista, se habrá encontrado la bas es ncial para la ~ j cución
de todo plan ofen ivo. La ofen iva stratégica má audaz y la má
sabiamente combinada, conducirá por fuerza á un de astre final, i
los medios de que se dispone no son suficientes para alcanzar 1
fin supremo, el que a gurará la paz. E te he ho urge claramente
del destino de lo grandes ca itane ; de d Aníbal á Carlos
XH y á apoleón, que cometieron errores n t punto de
vi ta y encallaron por tal cau év. Ello se 1 ar cen á: p culaclores
de talento cuyo r cur os on absolutam nte insufici nte para
completar hasta -1 fin u combinacion . Vi ne un momento en
que á cau a de un desastre, quizá mínim , t do. lo l rillant s
triunfos obtenido ant s e d vancccn, y pi rden el un golp todo
lo que habían adquirido.
Si seguim el cur o de toda fen Í\'a, n persuad.iremos de
que, á la inver a de la defen5iva, 11 ga <.Í un punto ulminante
en donde la uperioridad dt! qut.:! <.li ·p ne al principio, p r ca u, a
de un debilitamiento natural, ha 1 cr li<.lo tanto de su intensidad,
que apen s ha r, po 'd a e6urar la victoria, pero u o 1 odrá
pen aren má · triunfo en lo por venir. Es preciso que 1 G Jncral
en Jefe po ea la seguridad del g !pe de vi ·taque e rcqui jr· para
conocer inmediatamente el momento en qu u ofensiva llega al
punto cul in n , ' fin e aca · par id de lla, omc lo hi ~ o Di -
bitsch para firmar la pa7, ó bien para pasar de la ofensiva á la
defensiva, en el cur o de la cual e mantendrá obre el terreno conquistado,
hasta el mom~nt en 1ue 1 adver ario se decida á pedir
la paz. Si la ofea~iva l gra dem siado pronto su punto culminante,
es decir, si ante d haber obtenido resultados qu le garanticen
la paz, obtiene é ·ta tal como la pr t nde, se producirá un
contragolpe que la mayor parte d la · ,·eces e hará sentir ~e una
manera má · intensa de lo que lo haría una derrota repentina en
el curso de la defensiva.
Pero la ofensiva no sólo exige u .:..rzas en cantidad uficiente
y los medios de reconstituír sin cesar el grupo que forma la
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~o!din Wlintar be ~otom&ia
\.._ 141 _)
·cabeza del ejército, sino también que el ejército ofensivo esté dotado
de condiciones especiales.
Como la movilización s el elemento de la ofensiva, será
preciso que la masas de tropa sean por sí mismas movibles y
manejables, condición que no se podrá encontrar sino en un ejército
cuya in trucción nada deje qué desear. Las diferentes fracciones
del ejército deberán con frecuencia proceder por su propia
iniciativa; e to requerirá, pues, que posca un número suficiente de
jefes xperimentado y bien resueltos. La ofensiva envuelve en sí
misma tantos gérmenes di oh·entes, que sólo las tropas que tengan
una buena di ·ciplina podrán sobreponerse á ello , tropas que, á
causa de haber servido largo tiempo en paz, hayan adquirido la
cohesión requ rida.
Una ofensiva estratégica que e em'prcnde con tropas bisoñas
y poco resueltas, no llegará á alcanzar triunfo sino cuando el enemigo
es de calidad inferior. Los ej'rcitos de milicianos son del todo
impropios, y la marcha de a vanee á vece bastará para acabar
con ellos en absoluto.
2.0 La o(tns/va tácfz'ca
En la ofensiva táctica la situación es diferente en el sentido de
que el número y la naturaleza de las tr pas tiene una importancia
distinta de aquella r¡ue envueh· para la ofensiva estratégica. La
buena calidad de las tropa tiene una importancia tanto más decisiva,
cuanto en la ofensi \'a tá ti ca é tas han de cumplir cargos
como la toma de las trinchera y desfilad ro , e puentes y de posicione
colocada n tad de d fcn a, &c., lo que es al> olutamente
impo iblc de 11 var :i bu n término con tropa de condición
mediana ó inferior.
Un solo batallón bueno, ue no vacile en avanzar á pesar del
fect que produzca el fuego d .1 ad\'ersario, pucd bastar para
tomar un puente estr cho defendido por el nemigo, cuando diez
batallones de condición inferior se detendrían ante el obstaculo 6
pretenderían efectuar un ataque 5in vigor, entrando batallón por
batallón, lo ¡ue no le daría resultado. La batalla de la Lisaine
nos suministra ejemplos. La línea de batalla muy extendida del
General Cle \Verder habría sido probablemente forzada por 40,000.
hombre de tropas decididas, en tanto que I 20,000 de mediana Calidad
no obtuvieron resultado *.
• De ningún modo pretendemos criticar la posición escogida por el General
\Verder. Al contrario, s'u elección estaba muy de acuerdo con la ituación
en que se encontraoa, aun cuando no estuviese conforme á las reglas que es preciso
aplicar en ~asos semejantes; un frente de 30 kilómetros es, en efecto, demasiado
grande para un cuerpo de 43,coo hombres. Pero el General de Werder
conocía perfectamente al enemigo que tenía delante; sabía que si quitaba á este
enemigo la posibilidad de ejecutar movimientos en \'Ol ventes, no sacaría nin~
ún partido de su enorme superioridad numérica. Como bastaba oponerle en
cada uno de los puntos ue la línea una resistencia relativamente débil para de·
tener sus tropas poco manejable , su elección resultaba perfectamente justificada.
El Príncipe Federico c;arlos procedió del mismo modo antes de la batalla
de Orleans, en frente al Ejército del Loire. Estos dos ejemplos prueban
cuán esencial es tener en cuenta la naturaleza del enemigo, cuando s~ trata de
aplicar prácticamente las reglas del arte militar.
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eotdin mmtat be ~o{ombia
\._ 142 _)
En general, para la ofensiva táctica será también preciso
disponer de tropas superiores en número. Si esta superioridad numérica
no es siempre indispensable en relación al efectivo total de
las fuerzas presentes en el campo de batalla, lo es sí en aquellos
puntos del campo de batalla en donde se quiere dar el golpe decisivo.
Repetiremos aquí lo que decíamos para la ofensiva estratégica,
esto es, que el movimiento, la movilidad inherente á la ofensiva,
facilitarán, de modo natural, la concentración hacia el pnnto
que se haya escogido para librar el combate decisivo.
La ofensiva táctica también será propicia, en el sentido de que
ella desarrollará entre los jefes la actividad intelectual y los llevará
á proceder por su propia iniciativa.
Ofreciéndoles ocasiones múltiples de obrar, los impulsará á
ingeniarse, despertará en ellos la ambición y la necesidad de distinguirse.
Eu cuanto á la tropa, le ayudará á triunfar de la impresión
que produce la vista del peligro, la animará comunicándole
el sentimiento de su superioridad; todos, hasta e] último soldado,
saben, en efecto, que si el jefe está decidido á atacar al enemigo,
es porque juzga que tiene de su lado la supenoridad del número y
del valor.-Conlinuará
--~t-
LA CIENCIA MILI'TAR EN EL AT NE
,
CONFERENCIAS DEL CORONEL DE INGENIEROS SR. KARV A
[Continúa]
Importancia de los transportes-Pas df lrmuport paJ d'Armh-Ideas acerca del
material que deben conducir los Ejércitos en campaiía : Infantería, Caballería,
Artillería, Ingenieros, Parque , material de Estado Mayor-Clasificaci6n
de los transportes-Tren de combate-Convoy-Enormidad del tráfico
á que obliga la ~ubsistencia de las tropas-Ejemplos que ofrecen las ca m.
pañas modernas-Medios de transporte utilizados por la guerra-Estudio
del problema de la tracción--Esfuerzo animal y automoYilismo.
. Señalado en la primera lección el ancho dominio de la cien-cia.
militar, vasto museo de todas las ciencias, comienta el r.1-Iarvá
la cleten:da e ploraci6n de u inmense eamp0, empleand@ al
efécto un método sintético por a untos, el más racional y acaso el
único posible; porque siendo aquella ciencia, como diría Spencer,
abstracta en lo que atañe al cálculo, abstracta-concreta por lo que
concierne á la máquina, y concreta por lo que hace al hombre, no
presenta contorno escueto, ni se congloba en cuerpo de doctrina ·
lo mi mo e tudia el fenómeno en us elementos que en su conjunto,
y tanto se contrae á la verdad simple como á la materia compuesta.
En tal concepto, un curso de Ciencia militar desarrollado en
se ri nomológica, impondría el examen fatigoso y metódico de todos
lo conocimientos. Un estudio desligado y sucesivo de Arquitectura
militar, Industria militar, Electrotecnia militar, Química
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eotetin 91Hlitar be ~otombi•
'- 143 -'
militar, &c., daría la noción del órgano sin el concepto de la función,
la inteligencia de 1& parte sin la idea del todo, el aro y la
pedrería sin el engarce que forma la diadema.
Por esto, el Sr. Marvá, buscando atracción é interés á su relato,
reúne los términos conjugables de un mismo orden, los forma
en grandes haces armónicos, y obtiene de tal suerte otros tantos
te m s ó moti vos que vienen á ser las unidades compuestas de la
Ciencia militar. De este modo, agrupando los elementos tendientes
á un mismo fin, aparecen pequeños cuerpos de doctrina, y muéstranse
bien definidos los instrumentos de que la guerra se vale,
como el arma ofensiva, el escudo de la defensa, el órgano de movimi
ento, &c. Planeado así el programa de los conocimientos positivos
aplicados á la milicia, nada obliga el sujetar los asuntos á un
ord n de prelación determinado, y cualquiera de ellos puede servir
de ingreso á sucesivos Cursos.
El tlel año que rige lo ha consagrado el sabio mae tro al
desarrollo de un tema que, por su palpitante actualidad y las alteracione
· qu ya señala en la vida civil, constituye un novísimo
agente d indudable tra e ndencia para la gu rra : el Aulomovz"Hsmo.
• • •
Antes de entrar en el estudio técni o de tal materia, y iendo
el automóvil el medio de transporte que nos res rva el porvenir,
era lógico que el Sr. Man·á encabezara el asunto con una disertación
ac r a de la importanc1a capitalísin.a qu tienen lo transportes
n la guerra. Con este propósito ncaminó el conf renciante
su razonamiento á probar dicha t i ·, glo ando ta s nt ncia
de un ilu tre Gen ral francés: Pas dt lransporl pas d'Armée.
El transporte, en u acepción genérica, es el aparato de movimi
nto, la facultad motriz, las piernas dd tjército; más aún, es su
equipaj e , su vianda, u almacén; es ·1 hada bienhechora que dice
al soldad9 : lóma la racz(m J' dnáa; damt la mochila y córre; ltn el
cartucho y mdla, que aquí le erptro con la marmzla llena para rifrtscar
lus fauc s ó reJiailar tu sangre después de la refriega. Si el gran ecreto
del Arte consiste en llegar el primero al punto decisiYo, la guerra
debe plantearse como un problema de móviles, y resolverse
por ecuaciones de velocidad e que ya no se pued n ·alcanzar con
el paso de camino ni por la marcha forzada, sino con el rápido
vehículo mecánico. Pero no basta 'llegar el primero j no se llega
con el nervio firme y el pulso tranquilo ; de otro modo, sería llegar
para caer; sería la estéril victoria del champz·Ó1l jéldeante que 5e
desploma moribundo al pie de la meta. A esta necesidad re ponde
también el transport , acarreando la vitualla y sirviendo al com-
. bu tie nte aquellos recursos que previenen su inedia y ocurren á toe.~
- su~ exigencias.
La importancia de los tran porffis se destaca y evidencia
eL< ncl el maestro enumera el copioso material de campaña que
lv ejércitos deben llevar consigo. El consumo inmenso d~ municiones
impuesto por la vertigino a rapide7 del tiro moderno; los
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~oletin ilitat be (S;oiombia
\._ 144 _;
gruesos contingent s que levanta hoy la nueva doctrina de la nación
en armas; la :nayor suma de atenciones y requisitos que las
dulzuras de la ciYilización reclaman para el individuo; el influjo
ascendente de los ervicios especiales en la guerra de nuestro
tiempo, y toda esa inacabable multiplicidad de auxiliares que el
progreso ha llevado al poder o:ensivo-defensivo de los ejércitos,
de tal modo agigantan el aparato de éstos, que ya se antoja 1 -
queña la balumba de las errantes muchedumbres mandadas por
Jerjes, y esto sucede hoy. á pesar de la obsesión reductora que
preside al montaje del organismo bélico.
La infantería, el arma más suelta y expedita, ya no puede vivir
con la sola compañ(a del fusil, ni llevar como único uagaje la
soñolienta mula del bafall!m ramaleando á veinte pasos de la se:rla ó
de la octava. Necesita mucho más; no puede prescindir del biciclo
y la camilla, del tÍtil que exige el vivac y de la caja de municiones
que transporta la sección á lomo. No es menor la impedimenta de
la caballería por su doble sujeto de jinete y caballo, sus tendencias
al arma de fuego, y los adminículos que facilitan su servicio
de e.'ploración. La artillería, cuya cifra da el grado de en rgía
potencial de un ejército, con su piezas repetidoras de oracidad insaciabl
y los pesados tr nes de sitio que ha querido movilizar, reclama
tan perfectos y poderosos medio d e tracción, que no bastan
los remos del caballo, ni el carro d se cción tradicional, ni el
grave carro fuert , ni el arcaico armón de vieja batería; ' C n cesitan
espacios má holgados, esfuerzos más potentes, aires más •eloe
s, motore invulnerable , caba11os que parezcan locom tora ,
y carros que semejen trenes. e necesita .... la Máquina.
El zapador-minador ha ext ndido 1 radio de u actividad :
ayer era la fortificación su único cuidado, por la e casa influ ncia
de los camino n las peraciones de campaña; pero al pres nte,
las obra de viabilidad, de reparación y d strucción que d be realizar,
ya en las marcha avanzando para facilitar el d pliegue, ya
en las de retirada para dificultar el avance y estorbar los designios
enemigos, ya en pleno combate interviniendo en esa nueva
guerra de posiciones cuya expugnación y defensa ofrecerán las
peripecias de otros tantos pequeños sitios, y finalmente, sus trabajos
en toda clase de fuertes, plazas de momento y permanentes,
demandan considerable material, parques muy bien estudiados y
elementos de arrastre cada día más enérgicos y numerosos.
Los servicios especiales, que son la fórmula del progreso militar,
porque han modificado los métodos radicalmente, imponen la
constitución laberiosa y compleja de parques telegráficos, aerostáticos
y ferroviarios que. no se pueden movilizar sin el auxilio de
grandes fuerzas tractoras. Añádase á esto la creciente necesidad
de parques sanitarios, por la mayor eficacia de las armas; la imprescindible
formación de los parques de víveres, exigidos de consuno
por la humanidad y el interés del éxito, porque las energías
morales se templan en las físicas, y finalmente, los requerimientos
de material para el servicio del Estado Mayor, y se tendrá una
idea d·e la importancia que revisten los medios de arrastre . • ·~ *
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· tJofetin !militar be <1olombia
'- 145 _)
Entrando á da ificar los transportes, agrúpalos el Sr. Marvá
en dos grandes escalones: el de primera línea, constituído por los
medios más ligeros que acompañan á las tropas como auxiliar indisp
_nsable de su fun ión combatiente, llamado por eso tren dt combalt;
y el de segunda línea, formado por aquellos transportes que
acarrean las re. r.n·as ele toda e, pecie, y se designa con el nombre
genérico de com}()_y.
Fijándose tan 61 en los lementos de conducción afectos á
una unidad ·uperior, el Cuerpo de Ejército, señala el Sr. Marvá la
fuet·za de arrastre que absorbe un tren de combate, y menciona
la que mueve los parques reo·imentales, las columnas de municiones,
los parques de Ingenieros, los sanitarios, los puentes de vanguardia
y las ambulancia . El ganado y los \'ehículos de todo género
que r~<:i'Jltan d _ ste tanteo arrojan na cifra elevada, pero
es mayor aún la que se requiere para el movimi"'nto del convoy.
Los parques- resen·a ele municiones, los de zapadores-minadores,
telégrafos, ferrocarril s, a rostación y sanitarios, lo. puentes normales,
la. panaderías de campaña, el convoy de ·íveres, los equipajes
y caudale , la documentación y demás efectos que conciernen
al Estado Mayor, e.·1gen má de 500 carros y 2,000 caballerías.
P r sta -levada suma el<~ fuerza tractora es tan sólo la que
e asigna como dotación ordinaria, la que mueve al Cuerpo d ·
Ejército y ocurre á us nece!-iidadcs del momento. Es preci o, además,
atcndc r á la sub -¡ en j¿> diaria de la· tropa., y e ta inexcu-able
at nción e d · tan abrumad ra .uantía. que repre enta hoy
el má ~;rave pr blema ele la gu rra. Si el Gran Capitán d.e los
tiempos modernos lucHa re ol rlo xclamando hace un iglo:
Que 110 se "" hable de lc>s ~·Í7Jt.rt..s, ho.', agi ·a ntadas las dificultade
por la mayor com llcaciún, e 1 pr·oblcm· rl ~ los bastimentas resulta
ciertament" pa rorofo. El 1 rincipio de que la cruerra dd:e altillazlar
á la gut-rra, nccesari aun ¡ue inhumano, no es sufici nte, y cometería
insigne torpc~a d caudillo que lanzara 1 tropel d su· legion
s á iJl'i't'r sobre el jHIÍs, ohic13nclose ele f rmular un plan d · avitua-
1lami nto paralelo al plan de o¡ .. "' racion . El d r ' < bo de requisa
es un paliativo, y la ·.· eri nria r1rueba doloro t.!ment · cuán infantil
es la ilusión d que n la e marca r·cas la e piga ra brotando
p r delante d lo batallon s. D todo 111 do . e n la requisa ó
ó sin ella, la nece iclad el 1 transp rtc .,, palpé:. porque hay que
acarrear la met·canda.
Cierto que la industria de las con :nas alir .e nticia parece
haber simplificado el asunto de la ubsistenci·~~; pero aquéllas no
pueden sustitu(r los víveres fresco , y p:x otra pllrtc la normidad
de los contingente deja intacta la magnitud de la cuestión. El estupendo
efectivo de los ejércitos modernos permit fijar un término
de comparación a pro. ·imada, considerando lo que significa el diario
consumo de una población como París, ó siquiera como .1. .fadrid.
Mas para poder apreciar la cuestión en todos u aspectos, no basta
calcular el tonelaje de raciones n vista ele los c~tados de fuerza,
ni multiplicar este cubo por 1 coeficiente de merma; es preciso,
TOKO II- 10
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~o[etin 3>Hlitat be ~otonthia
'- 146 _}
además, asignar á la partida de imprevistos un valor tan alzado
que á veces sobrepuja las previsiones más cautelosas. La guerra
es enormemente derrochadora, y si no repara en ~acrificios de
sangre, inútil será que le pidamos economía de vitualla. Cuando
el hambre está satisfecha, la ración es ptso muerto; y si abruma
la fatiga ó urge llegar, se arroja el mendrugo á la cuneta del camino:
esto es lo real. Pero la ración tirada es tan sólo un sumando;
hay que agregar la que se abandona por causas insuperables,
la que se filtra por el trasiego, el descuido y la rapiña, la que se
avería por los agentes naturales ejercidos contra su tancias expuestas
á la intemperie, y sobre todo la que se pierde por los frecuent.
es apresamientos de convoyes. Con estos datos ya se puede
calibrar la magnitud del asunto y deducir en consecuencia la muchedumbre
de vehículos que aquél exige.
El Coronel Marvá, después de estudiar el problema de las
subsistencias, somete á examen otras componentes que agravan
hoy tJ servicio de avituallamiento y dan á los tnnsportes una importancia
de primer orden: la municiones de guerra. Los ejércitos
actuales tienen dos bocas: la de lo hombres y la de las armas;
una y otra devoradoras y jamá ahítas; la primera puede ufrir
á vece dilaciones transitorias, pero la segunda no las acepta:
y al punto en que se abre hay que llenarla, y llenarla inc santem
nt hasta calmar su voracidad. El soldado resi te la sed, 1
hambre y la fatiga sin que u privadones de momento comprometan
la victoria; pero el fu il no pe ra· y si al toque del clarín
no puede disparar, muerde el poi \ ' O y da en tierra con el hombre
que lo . mpuña. Las municiones de guerra, que en tan copioso núm
ro ha traído el tiro rápido, han ganado la preferencia á las de
boca; é tas pueden hallarse en la lonja ó en 1 granero; mas para
encontrar aquéllas no hay rcquz'szcz'ón que valga; un día sin pan
no mata, pero un minuto sin municion s apareja el desastre y la
muerte.
Corre, pues, un torrente caudaloso é incesante ntre la Nación
y el Ejército de operacione ·, y así se explica el fabuloso costo de
la guerra en nuestros días. Pero lo dicho no es todo : es preciso
traer al debate otras piezas de convicción, como las .;ontinuas re
mes s e arma:s y equipos, la fr cu nte expediciones de mateN
rial técnico, los convoyes de enfermos y heridos, los envíos de vestuarios,
calzado, medicamentos, &c., y los reemplazos de personal
y ganado.
De todo lo expuesto saca el Sr. Iv1arvá la razón de ser que
tienen lo grandes almacenes de reserva, los de etapa y demás depósitos
que caracterizan la guerra civilizada y sir en de arranque
á las columnas de municiones, de víveres, trenes de personal, material,
&c., que constituyen las arterias del Ejército. Este movimiento
no puede interrumpirse porque es la sanguificación del
cuerpo combatiente, y para mantenerlo en la medida que conviene,
preciso es z1zcaular en su totalidad la energía motriz de la Nación
y Jos transportes de que ésta dispone.
* * *
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e. tdin !1Hlitm· be ~oicmbin
\._ 147 __;
Estudiados con un rigor de análisis verdaderamente zngemcr1
los vanos aspectos ele la cuestión, apúrala el Sr. Marvá reforzando
sus argumentos con pasajes de la hi toria contemporánea. Cita
las últimas campañas del Imperio, y recuerda de qué manera los
encendimientos del patriotismo han asolado los campos y las ciudade
, haciendo el vacío y sembrando la muerte en derredor de
los invasores, vencidos y aniquilados después de ganar todas las
batallas. Como ejemplo de campañas realizadas en comarcas ricas,
presenta la Franco-Germana del 70-7 I, y hace v r que la perspectiva
de la abundancia no debe seducir á un beligerante astuto;
que la ob trucción de un paso, el levantamiento de unos carriles ó
la voladura de un puente ó de un túnel, como sucedió con el de
Nanteuil, puede ocasionar la mortal parálisis de un ejército i no
lleva gran copia de material rodado; y que, por muchos ,·ehículos
de que disponga, nunca erán en número utkiente.
eñala también la carencia de transportes en la campaña <.le
ocupación de la Bosnia en 1878, y la grave cri is que moti ó la
falta de los que se necesitaban para ef ctuar la concentración sobre
crajcvo. Finalmente, para sugerir una idea cabal de las
grande masas que hay que remover n la guerra de nuestro
tiempo, el r. Man·á pr senta una elocuente y nutrida estadística
de la citada guerra del 70-71, leyendo vario guarhm s, de los
ual s pudimo tomar los siguientes:
Ejército del Rhin 'n el bloqueo de M tz (municio-nes
de guerra) ......................................... .
Infantería alemana (para entrar en operaciones) .. .
Artillería íd. d campaña ............................. ..
Idern íd. de itio en Belfort. ........................... ..
Id e m íd. íd. en Parí ....................... , ............ .
Id e m íd. íd. en . tra burgo .............................. ..
Tonel:lda~
I6o
1,300
I,850
8,000
5,000
4,000
Víveres consumidos por · día durante el itio de París: cinco
trenes de á 32 vagone .
Víveres que necesita por día un Ejército de IOO,ooo hombres
y 20,000 caballos: 300 toneladas.
Las dificultades anexas al arrastre de masas tan enormes, parece
que se han de aminorar operando en países cubiertos por tupida
red ferroviaria ; pero si se reflexiona la facilidad con que
puede ser destruída una vía férrea, se comprenderá cuán chasqueado
se vería un invasor que fiara en el normal funcionamiento
de las líneas ocupadas, aparte de que ni éstas se han de encontrar
por todas partes, ni su dirección será siempre la conducente á los
fines tácticos ó estratégicos que se buscan.
En suma: los medios de transporte que actualmente utiliza la
guerra en sus distintos períodos, son : los ferrocarrile normales
desde el corazón del país hasta las plazas-depósito; desde a1uí
hasta el ejército se usarán todos los medios, ya los ferrocarriles
normales, ya los ocupados que relacionen las bases secundarias y
los almacenes de etapa, ya las caba11erías y Tehículos de todas cla-
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l'~triitt !RH\tcn te (¡o(ombia
L 148 _;
ses que ofrezca la región; en cuanto al tren de combate y al conToy,
utilizan los transportes por carro y á lomo .
• • •
Al llegar á este punto recapitula el sabio profesor las ideas
Tertidas acerca de la vital necesidad de los transportes. La guerra
se resuelve por el choque, por el combate; pero éste sólo
es episodio final, la resultante precisa é instantánea de una
composición de masas y Yelocidades; la masa se alimenta con la
masa, y la velocidad con el e pacio rtcorrz'do; para una y otra cosa
es necesario el transporte. La victoria, pues, no es sino una
cuestión de v/tuallas y de pz'ernas, porque en la guerra como en
todo, lo primero es subst:'lll'r, lo segundo marchar, lo último '{)tnetr.
Si de tal suerte se destaca en la milicia el problema de la
tracción, todo progreso que lo modifique debe merecer el atento
examen de la ciencia militar. El Automovilismo es la última palabra
en la materia, un nuevo agente que va entrando en la vida
civil, pero que no ha recibido todavía la sanción de la guerra, y
por lo mismo, con razón evidente, le conced el Sr. .Marvá las
conferencias del primer curso d Ciencia militar. El problema,
dice, resalta en términos bien preci. os: i Puede aplicarse el automóvil
á la guerra·? ¿Hasta qué límite? ¿Conviene sustituír el motor
animal por el mecánico·? i por el estado actual del automovilismo
deben armonizarse ambos, ¿cuál e 1 radio de su acción
respectiva'?
Para contestar á esta~ ue tiones s condición úne qua non aber
ante todo qué cosa ts zm aulombm'l, conocer el ÓrÍ, por el contrario, se ncuentra todo n buen ord n, es
para él una .. ati,facción de amor propio, al mi mo ti m¡ o que una
garantía para su re ponsabilidad.
Corre ponde al Capitán d arma- vigilar cl tra!Jajo de los
obrero sa tres, zapateros, guarnicioner , &c., de su compañía,
escuadrón 6 batería, &c.
En caso de entrcgz .. el nuevo Capitán de arma no se hace
cargo del almacén sino en virtud de un inv ntario minucioso de
todo lo que enci rra, inYentario hecho en presencia de su predecesor
y de un Oficial, y que de e concordar con el último total
llevado á los libros. La exactitud de ello es certificada con las
firmas del Oficial y de los d intercsaoos, sentadas en todo los
libros del almacén .
.A1 sobran.le de los diferenft's ifcctos u declara sú:mpre f'Or d m/smo
Captldn-comandanle, el cual, después de un atento examen de cada
objeto, decide lo que debe servir para suministrar pedazos con qué
hacer las diversas compo turas y reparacion s de los uniformes
viejos d-.:; la compañía, y lo que no siendo ya utilizable, pueda ser
enajenado. El producto de e tas ventas entra n 1 fondo de vestuario.
-
Con estos procedimientos e ha llegado, gracias al cuidado
minucioso en e. ·tremo de qu<; dan prueba en todo esto los Capitanes
Coman antes, á p01ur elvesluan'o y sus rtputslos at m: pze 1/trdadtramtnle
admr'rablt, y no puede impedir e 1 quedar impresionado
cuando e visitan los almacenes de no imp0rta qué r
Pues bien: todas las sustancias que se encuentran en la superficie
de la tierra son porosas, bien que en grados diversos. Todas
absorben agua en cantidad mediocre, pero que se hace muy considerable
á causa de la gran masa de materias absorbentes. Esta
---- ---------
• Altura del barómetro á las 6 de la tarde, 335li.6. Las pequei. :t~ :rrcgularidades
de variaciones horarias hacían casi insensible la influencia de la inclinación
del río sobre la altura del barómetro.
t Longitud 70°8'39", suponiendo, según distancias de itinerario, la latil ud
tle la isla de 5°41'.
:1: V(ase el B1/ttfn .Militar número 6 y 12, tomo r de I<)OI.
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~o{din mwitat be ~o!ombict
'- 160 J
agua penetra progresivamente con el tiempo, y puede llegar hasta
muy grandes profundidades. Para averiguar el hecho es menester
una atención escrupulosa, porque cuando se ca va el suelo, aun
después de una lluvia abundante, la tierra no parece humed cicla
sino á corta profundidad. Esta es una apariencia engañosa, porque
ii se colocase en una estufa esta tierra que se cree seca, no tardaría
en notarse una notable disminución de peso. Esto ocurre
hasta con las sustancias más duras, las piedras, por ejemplo, y los
alarifes saben muy bien qu las que ellos'tmplean se secan por la
simple exposición al aire y erden lo que se llama agua de cantera.
La facultad de embeber que tienen los difere ntes cuerpos de
que se compont la capa exterior de nuestro globo, es sumamente
variable. En el interior de la tierra se hace una división del agua
recogida en la superficie, en un todo igual á la que se verifica
cuando se coloca un cuerpo seco sobre uno mojado. El primero
nunca deja de tomar una parte del agua que posee el segundo. i
se encuentra una cavidad, el vado forma una especie de llamada,
y la humedad crece allí en forma de goticas que terminan por reunirse
en cantidad comúnmente muy mediocre, pero que puede algunas
Yece~ tornarse muy considerabl , sin que p )r esto asome
manifiesta por fuera. ·e puede citar un ej e mplo muy notable, á
alguna distancia de Bourges, en el campo d e Av or. La cantidad d
agua que apare ce n la up erfici e es bien mínima. Cuando se pretendió,
hace alguno años, reunir allí tropa ~ , c ntr otras una divi sión
de caballería, hubo incerticlumbre re ·recto de la probabilidad
de poder sumini trar agua potable á hombr "s y animales. e cavaron
pozos que dieron agua á corta · profundidad, ¿pero sería suficiente?
Nada autorizaba á afirmarlo. Se e tableció una mi uina d
vapor, que resultó insuficiente para e.·traer el agua que afluía. Se
había encontrado, pue , un verdadero rí subt rráneo muy abundante,
y los ánimos se tranquilizaron.
i no existen sino muy pocas sustancias impermeables al ... gua,
sin mbargo las hay; y hay sobre todo las que, después ele haber
recibido una pequeña cantidad, rehusan absorber más. Especialmente
las arcillas compactas están en este caso, y el agua que
\'iene á su encuentro rueda sobre ellas sin detenerse, como los
arroyos y los ríos corren por la superficie del suelo. No dejando
de obedecer á las leyes de la pesantez, el agua baja siempre hasta
que una fuerza extraña la obliga á subir. Las capas que componen
la corteza del globo son paralelas, horizontales ó débilmente inclinadas,
tales como han sido formadas por los mares de los tiempos
geológicos, siempre que ellas no han sido agitadas, cambiadas ó
destruídas por movimientos de que apenas conocemos los efectos,
sin conocer bien la causa de ellos. Se observa también el frecuente
cambio de los bancos de piedra ó de arcilla, peco permeables
con otros que son arenosos, ó á lo menos muy porosos, en los intersticios
de los cuales el agua penetra con ~ran facilidad, y de allí
no puede escaparse.-Conclttz'rá
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año V Serie II Tomo II N. 5", -:-, 1901. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691130/), el día 2025-06-17.
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