BOLETIN ~fiLITAR DE COLO~iBIA
Director ad honorem Organo del Ministerio de ¡
Guerra y del Ejército F. J. VEBGARA Y V.
Son cola.borndore · de e¡:; te periódico lo~ ~ General de Ingeniero , Miembro de
Jefe y Oficiales del Ejército ~ varias Sociedades CientHlcas
i\-OCIO.VES DE CEOGRAFIA 11IILJTAR
Continúa
1
OROGRAFIA
TEORJA DE!. TERRE1VO
~Iontaílas-\ allc~-;-Llanuras-~Ics tas
Las palabras monte, monlcuia, tan inteligibles en el lenguaje
Yulgar, son en el científico ambiguas é indeterminadas, porque unas
veces c. ·presan la elevación absoluta, y otras la rclati ra 6 diferen-cial,
c. decir, el contraste entre un lugar alto y otro bajo. Lo que
un habitante ele país montañoso considera como colz"na, es sierra 6
monlaiia enorme para el habitante de la llanura. Los Pirineos en
la parte que sirve de frontera, son montes.; en su prolongación al
Oeste 6 Poniente ya son monlmias, de Santander, de Asturias. T~r;ir-'~=:!;;
mayor altura 6 altitud (como se llama á la altura absoluta sobre el
nivel del mar) es en España uno de los picos de Sierra Nevada
que tiene 3,500 metros; pues bien: esta altura máxima se llama
Cerro de Mulhaccn. En la l\;1ancha es úerra cualquiera línea de co-lilzas
ó cerros que rompa la uniformidad del horizonte.
Lo mejor para entenderse es, dejándose de montes, sierras y
arros, comparar primeramente lo alto y lo hondo con sus cercanías,
y luégo su relación con el nivel constante del mar. E1, con su
horizonte general, nos da el cero de la escala para las asperezas,
desigualdades 6 bajorrelieves de la tierra. Así, el nombre genérico
de motzte 6 montaiia debe aplicarse á toda protuberancia, pliegue,
resalto 6 arruga que sobresale más 6 menos, no sólo del nivel general
del mar, sino del particular del plano local 6 parcial en que
descansa.
T~MO l-3 1
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Como muestra de la copiosa nomenclatura que según las provincias,
tienen los puntos elevados, citaremos: aguja, alcarria, altillo,
altozano, berrocal, braña, cabezo, canchal, cerro, cilindro, cordal,
cordillera, cueto, derrocadero, desgalgadero, farallón, hacho,
mesa, meseta, mogote, morrón, muela, muga, otero, picacho, pico,
pobo, poyo, puig, reventón, serranía, sierra, ribazo, tezo, risco,
tela, terraza, torcal, tozal, etc. (V. Dice. Mil.).
La superficie de la tierra presenta, en sus grandes comarcas
montañosas, notables desvíos de la forma esférica, contrarios á las
leyes de gravitación y movimiento: es, por lo tanto, evidente que
otras fuerzas además han debido concurrir á su estructura. Humboldt
llamó ya "reacción del inte rior del globo contra su corteza
sólida," la fuerza que ha producido las grandes desigualdades de
la superficie, esto es, las montaJias. on, en efecto, hinchazones, intumescencias
locales de la epidermis ó costra terrestre, comparables,
si se quiere, á los tumores de la piel humana : como ellos, se
producen de dentro á fuera, y como e llos también al reventar, esparcieron
sobre la superficie la materia líquida que viene de
adentro.
La idea de la " fOI-mación de las montañas por levantamzento"
no es nueva; varias veces ha sido emitida y luégo olvidada en tiempos
en que la geología sólo se fundaba obre conjeturas; pero en
el día está ya generalmente admitida *.
Solamente algunos geólogos que creen poder explicarlo todo
por las causas tlcluales, apoyándose en el hecho local y concreto del
levantamiento lento de la . uecia, y sobre al o-unos otros movimientos
del suelo debidos á la acción volcánica, quier n que lo levantamzentos
se hayan verificado hnlamentc y por una serie de esfuerzos largo
tiempo repetidos ; mientras que otros piensan, con De Buch y Elie
de Beaumont1 que ha sido de una manera repenti'na y violenta. Esta
última opiniún es la de la mayoría de los geólogos ; y parece razonable,
al aspecto de las singulares torsiones, desgarraduras, pliegues
y dislocaciones que presentan las montañas.
Recientemente se ha hecho contra la palabra levaniamzenlo
una objeción : las grietas ó hendiduras-han dicho-por las cuales
se han eleYado las cordzlleras, sol" debidas á un hnndzimento general
que la corteza ha debido sufrir, para seguir la contracción
más considerable de la masa fluida interior; luego las montañas
son en definitiva el resultado de un huudz'lwento, y no de un levaniamt"
enlo.
Esto sería fundado, si al emplear la palabra levanlamz'ento, se
la quisiera aplicar al conjunto de modificaciones que ha debido sufrir
la corteza en una época dada ; pero no es menos cierto que una
cordillera, en particular, resulta de una acción, de una reacción, si se
quiere, que obra de abajo arriba ; y no hay el menor inconveniente,
en este caso, en emplear una palabra que representa muy bien
el hecho, y que además sería difícil de reemplazar por otra expresión
tan cómoda y breve como ésta.
• Esto se escribía hace algunos años. En la actualidad la Geología mar.
cba por otros senderos-N. del D.
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fiofct!n Jlilz"tar 475
Dentro de ese principio general puede haber ciertamente diferentes
clases de origen, a í como también hay numerosas combinaciones
de forma, resultantes de sus desarrollo y degradaciones
en diferentes épocas. La tres clases principales son : r :, por
eyaculación, inyección, de borde y aglomeración de masas ó materias
eruptivas á la superficie, y que suelen distinguirse con el
nombre geológico de monlallas volcdmcas; 2."-, por levantamiento de
partes preexistente de la corteza sólida, ocasionado también por
masas ígneas inferiores, y que forman las mo171íulas llamadas plutómcas~
· y 3.\ las producidas de mil modos por compresión lateral,
por movimientos de báscula y palanca, á manera de nesgas, pliec.
rues, arrugas de la corteza. En un mismo s1~rlcma ó maczzo monlaílo- ·
so se encuentran á veces combinadas varias ele estas clases.
pesar del natural empeño de conocer la altura de montañas
notables, y del esmero con ue en todos tiempos se han buscado
re ultado exactos, no debe extrañarse h discordancia de
éstos, ni retraer de nueYos esfuerzos el mal é. ·ito, que posteriormente
e comprueba. on tantas las cau as de error y de extravío
en este género de investigaciones, que sólo deben acep~arsc, y con
resen·a los resultados de operacionc xactas, como las que en
nuestros tiempo permiten los adelantos de las ci ncias~ y aun más
de los instrumentos (que en este ramo son agentes principales), y
podemos sacrificar sin rcmordimi nto datos tradicionales de inseguro
origen.
Debemos ver in extrañeza descender de sus respectivos rango
, minencias que los han ocupado mucho años, in rival. Esto
es de todos tiempos. A principios del siglo xvur continuaba el pico
de Tenerife ln pose ión del título de "montaña más alta dd mundo"
(véa e la Geografía de Vareníus), á pesar de estar bien á la
vista los Alpes y los Andes. En los Pirineos, recorridos por sabios
académicos, pa aba por más alto el Canigou, y hoy abemos que
el Mont-Perdu le lleva 6oo metros. El Chimborazo mismo, tan
célebre por los trabajos de Bouguer, La Condamine y Humboldt,
tuvo que ceder su puesto preferente y dejárselo al Himalaya. En
esta enorme cordillera del Asia central, que constituye la mayor
elevación del globo, se disputan hoy la primacía los dos picos de
Kunchinjunga y de Gaurisankar, que tienen unos 8,840 metros
Los viajeros, geógrafos y naturalistas confunden las montañas
de diferentes órdenes, por falta de buenas definiciones que las
distingan entre sí. Hasta ahora estas definiciones han sido arbitrarias:
ningún principio ha servido de guía, y la principal dificultad
estriba en la elección de caracteres.
Considerando las montañas con relación á sus dimensiones ó á
sus alturas, en algunas cordilleras, en algunos grupos se ven cum.
bres ó cimas de 2,000 m. dominar todo el sistema y formar montañas
de primer orden, relativamente á las otras ; al paso que en otro
macizo, frecuentemente poco apartado del primero, los picos de
3,000 á 4,000 m. no son más que de segundo 01'den, por estar dominados
por montañas de más de 6,000 m. de altura; además hay
cadenas ó cordz:Zleras secundarias, regidas y caracterizadas eviden-
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Boletín M·ilz'ta1'
temente por otra principal, que ofrecen muchas veces picos más
elevados que los de la masa á la cual la naturaleza parece haberlas
subordinado.
En los Alpes, por ejemplo, con respecto á la vegetación, se
consideran seis regiones :
J .a. ubmontana 6 de lo nogales, hasta los......... 800 m.
2.n !\fontana ó de las encinas ............ de 800 á I ,300
3·a Subalpina ó de los pinares .......... de 1,300 á 1,700
4."' Alpina ó de los 3.rbustos ............ de r ,700 á 2, roo
5."' Subnival ó de las gramíneas ........ de 2,100 á 2,700
6.a Nival, nh·ea ó de nieve" perpetuas arriba de ... 2,700
De todas esta regiones naturales, que se Yan sucediendo como
pisos en la falda de una montaña, ninguna tiene un carácter al
parecer tan señalado como el de las m~"'i: es perpetuas, es decir, las
que resisten al estío, 6 se renuevan en cuanto un derretimiento parcial
durante el estío ó la primavera ha disminuído su masa.
Fácil es comprender :jUC la línea llamada límde de las mi:ves
perpetuas, se encuentra á una altura absoluta tanto mayor cuanto
má calor hace al nivel del mar. 1.Iientras n las regiones pola-e
, por ejemplo en el ~ pitzbcrg, 79° latitud no:te, e tá al ni\·e1
mismo del suelo, tiene grande elevación en las 1·egiones ecuatoriale
, como en el Himalaya. falda septentrional á 36° latitud norte,
donde sube á 5,300 m.· ó en los Andes de Quito, 1° latitud sur,
á 4, 20 metros.
Pero esto dd límite de las nieves p rpctuas es muy complejo.
Depende de la temperatura; del estado higrométrico d 1 air · de
la forma de las montaña ; de la dirección de los vientos reinantes;
de u contacto, sea con la tierra ó con el mar; de la altura de la
montaña· del escarpe de sus faldas, y en fin, de la e.·tcn ión superficial
y elcYación absoluta de las mest'las que soportan sta 771077-
talia. Todo ello contt·ibuve á dar al límite de las mcves su carácter
de variabilidad. ~
Este empeño 6 necesidad de dividir y clasificar las montañas
por su altura, hace que cada tratado de geografía adopte un
método ; pero el más aceptado parece el que la clasifica en cuatro
órdenes: el I . 0
, de 3,500 metros arriba, con cuatro regiones 6 zonas,
que son : la del cultivo, la de los bosques ó forestal, la de los
rados 6 pastos, la de las nicYes perpetuas; el 2.0
, de 3,500 metros
á 2,700 metros, también con las cuatro regiones; el 3. 0
, de 2,700
metros á 1,200 metros, con tres solamente, pues que se suprime la
de las nieves perpetuas; y por último el 4.0
, de menos de 1,200
metros, con sólo las dos primeras regiones ó más bajas, la cultiwada
y la forestal.
Para darse razón y hacer comprender la disposición ordinaria
de una sierra 6 cordz1lera y de sus partes constitutivas, se la pinta
ó supone teóricamente como formada por dos planos inclinados
que se reúnen en ansia como los de un tejado ; 6 como un prisma
triangular, muy prolongado, que insiste sobre una de sus caras en
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Boletín Milztar
enemigo es fuerte ó está fuertemente atrincherado, la artillería debe
hacer sentir su efecto á fin de permitir á la infantería que ataque
sin peligro, aun cuando debe saberse que en casi todas las
acciones que tienen lugar en estas guerras, el principio de hacer
avanzar la artillería no pierde su valor. Ya sea en las faces preliminares
del combate, durante el desarrollo del ataqu~, ó ya sea
en el momento de la crisis de la batalla, la artillería puede y debe
maniobrar con un atrevimiento que no se consiente en los combates
entre ejércitos regulares. La preparación por la artillería
ofrece desde luego características que difieren poco de la concentración
prolongada del fuego de baterías amontonadas, conocida
con el nombre de j;nparad(m en la fraseología militar actual.
El efecto moral de la artillería es muy grande contra enemigo
irregulare . e ha hablado ya de la alta estimación en que
tienen lo asiáticos los cañones. ~ i la posición ó la superioridad
numérica es con iderabl , hay que utilizar este efecto moral; pero
el efecto material e aún más Yentajoso; y si el enemigo no es
formidable, es esencial, cuando se hace uso de la artillería, causarle
pérdida .
Teniendo n ~enta la~ con ideraciones precedente , 1 principio,
en acciones contra tales adversarios, LS, sin duda, emplear
la artillería á corta distancia, de modo de utilizar todas sus ventaja
. E te es un principio verdad ro en ca i todos los caso~ en
que se trate de obrar ofensivamente entra adver ario irregulares,
porque el fuego d éstos no s preciso. La gu rra contra los
Boers ha sido una . ·cepción ; en la represión de revu ·Ita n país
civilizado, el en migo puede tener buena arma de fu ,go y aber
hacer uso de ellas; p ro las condiciones no son ordinaria ·.
II . . En el alar¡ue !tTS jn'ezas han de 1/n•arse arca del obj¡.:fi7.Jo-En
la mayor parte de la p ,qu ñas guerras, las pieza pueden conducir
e sin pelicrro á di tancia á que inevitablemente serían reducidas
al ilencio por la infantería r .guiar, i é ta no fu se ante
· desorganizada por la preparación por la artillería, ó por otro
medios. La elección de las posicione frecuentemente s muy limitada
por la quiebra d ·1 terreno. alvo e te ca o y el de la impotencia
de la artillería cuando está en movimiento, casi se puede
asentar como rco·Ja general que la colocación conveniente de las
piezas es sobre la línea de fuego de la infantería. Mientras más
cerca, el tiro es más eficaz. Si ellas tienen que abrir vías á la infantería,
deben, tanto como lo permitan las circunstancia , ponerse
en acción en el instante mismo en que la infantería ha del ido detenerse.
Según este principio, cuando las tropas regulares han tomado
la ofensiva, la artillería precede, si está bien montada.
La sublevación de la India ofrece numerosos y notables ejemplos
de esta táctica ofensiva de la artillería. Citaremos dos: e~
kunderbao-h y hah Nujeef, en Lucknow. Antes de que la infantería
pudiese atacar el ekunderbagh, las piezas fueron conducidas
á menos de roo yardas de los muros almenados, y tu i ron que
emplearlas durante algún tiempo en terreno descubierto, á e a
distancia inmediata. Luégo que se tomó por a alto el Sekunder- /
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Boletín Mzl-itar 479
bagh, se hizo necesario tomar el Shah Nujeef, no menos formidable.
Los cañones de la Naval Brigade fueron conducidos por los
marinos y el 93. 0 á menos de 20 yardas de los muros macizos del
edificio. "El Capitán de buque Peel, como lo escribió Sir C. Campbell
en su despacho, se portó e ·actamente como si hubiese conducido
el Shannon al abordaje de una fragata enemiga." La mezquita
resistió largo tiempo á todos los esfuerzos de los acometedores.
Ya era de noche cuando cayó en manos de los Ingleses. Pero á la
mañana siguiente, temprano, señales y toques de corneta que partían
de la cubierta del grande edificio, informaron á la guarnición
ansiosa de la Residencia que todo iba bien, y que concluídas sus
penosas velada , iba á poder participar del combate. Hasta el
hecho de colocar en batería las piezas á los pies mismos de las
murallas del Sekunderbagh y del Shah Nujeef, es un espléndido
ejemplo de táctica ofensiva de artillería *.
En Amoaful tuvieron que llevar las piezas varias veces sobre
la línea del fuego para romper la resistencia del enemigo en el .
bosque, y á tan corto alcance, hicieron gran carnicería entre los
.. i\.shantis. En Ordahsu una pieza seguida por la infantería, y ganando
terreno poco á poco, avanzó recta sobre la aldea. Casi la
redujeron al silencio, pero prestó servicios t.
En el ataque de Konoma, en Jos Taga Hills, en r 88o, luégo
que se tomó por asalto la primera trinchera enemiga, las dos piezas
sio-uieron á la columna al penetrar en esta defensa, y desde
allí rompieron el fuego sobre otra trinchera, que sólo distaba 50
yardas, y abrieron brecha. Tres asaltos fracasaron. Después del
tercero, 1a retirada de 1a columna qu ..... atacó fue efica7.mente protegida
por las pie7.as que, disparando por encima de la cabeza de
la columna, barrieron las murallas que habían vuelto á ser ocupados
por los ... agas, en el momento en que la infantería interceptaba
el fuego de la artillería ¡ .
* Véanse las Expedicioua ingluas en Africa, página II 1.
t La descripción del Sekunderbagh ha sido ya dada en una nota precedente.
El Shah ... ujeef e taba á algunos centenares de metros al TO. del Sekunderbagh.
Era la s e pultura del primer Rey del Oudh: el edificio consistía en una
bella tumba blanca en forma de cúpula, rodeada de un patio y cerrada por grandes
muros de piedra almenados de 20 pies de alto. La construcción estaba casi
oculta por un matorral espeso, y no se dieron cuenta de su fué\.za de resistencia
sino cuando estaban encima de ella Los rebeldes concentraron un nutrido fuego
sobre los marinos del Capitán Peel, quienes sufrieron tales pérdidas que una de
las piezas ({ucdó sin quien la disparara. ( Forty oue years itt Iudia, by Fidd .flfarshall
Lord Roberts, página 183 y siguientes).
t Los Naga Ilills son montañas cerradas del Assam, situadas entre el
Bramapoutra y las fuentes del Irawaddy.
En el ataque de las trincheras chinas de IIoa :Moc por la columna francesa
que marchaba en socorro de Tuyen Kwang, en el Tonkín, en 1885, ataque
en el curso del cual los defensores combatieron con mucha resolución, uno de los
reductos resistía aun después de la toma de las otras trincheras. Se condujeron
con prontitud dos piezas de montaña á menos de 50 yardas para atacar el parapeto,
y en breve se abrió la brecha.
Estos episodios se citan como buenos ejemplos del principio de hacer
.avanzar la artillería. El medio más seguro, en estas pequeñas guerras, para em.
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B o/etín i11i/z'tar
do de las piezas. Así era como procedían en el Tonkín contra
la artillería de los Chinos. Pero en lucha contra artillería enemiga
no hay que olvidar que el punto final debe ser la toma
ele esta artillería, y que si bien un fuego intenso de granadas la
somete casi de fijo al silencio, el resultado de estos disparos puede
obligar al enemigo á retirar us piezas al darse cuenta de que está
perdido en e te duelo.
En estas pequeñas guerras es preciso, sobre todo, que la artillería
se encuentre inmediatamente disponible en el momento crítico
y bi~:::n adelante. Las dificultades de terreno en unos casos, y
en otros el hecho de que las piezas son de ordinario llevadas, y no
arrastradas por caballo , hacen á Yeces imposible los movimientos
rápidos. Y in embargo, lo que conviene es que puedan
ser movilizadas tan prontamente como la infantería. Si 1~s cañon
s e tán reunidos en un solo punto, es fácil que no lleguen
oportunamente al lugar en que se les necesita. La práctica y la
teoría parecen estar de acuerdo para recomendar que las piezas
sean fraccionadas en pequeñas unidades, secciones ó medias baterías,
é independientes. En Tel el I<.ebir, la artillería inglesa estaba
amontonada en el centt·o de la primera formación de ataque,
y formaba 1 eje sobre el cual la· di-visiones de infantería
colccada. sobre los flanco~ podían apoyar e en caso de mal é."ito.
Per tí la concentración sucedió la dispersión, desde que la infantcda
p netró 'n las líneas egipcias. To hubo fuego en ma.sa *.
V. Dúper //m de la ar/¡J/a!a en la dt:{t'llszva-El principio de la
di p r ión de la artillería se aplica igualmente en la def nsiva.
Rara v z s n "C ·ario concentrar las pieza· en un punto particular,
pu s 1 fin principal s tener una 6 do piezas li ta para
di parar por toda partes por donde el nemigo intente acom ter
á fondo ..t. .... e ha hablado ya de la colocación de cañon en el interioi
· de lo cuadros, en el capítulo q~..:e concierne r ecialmente á
esta formación.
* Véase el croquis de la formación di! ataque en las E. -pcdicioues inglesas
t'll A.frica, página 320.
t esta rcgh se conformó el • in.lar J~itchener al Ji tribuir su n mcrosa
artillería el día de la batalla de Ondurmán (2 de . 'eptiembre de 1898). Esta artillería
comprendía:
1.0 En la. División ingle a (.Iayor General Gatacre): la batería 32.• de
campaña (z cañones Ann trong de á 40 libra.); la batería. 37.n de campaña, con
dos obuses de 5 pulgadas; un destacamento de lo Fusileros reales irlandeses
con 4 ametralladoras :Jfdxims; una batería de la 16.(\ compailía de artillería con
6 JJ.Iá:cims.
2. 0 En la División egipcia (.Mayor Gl!neral Hunter¡: una bate.ria á caballo
de. cañones Krupp de 75 milímetros; 4 baterías de campaña con dáxims; 1
batería l\Iáxims de 10 cañones Nordenfelt .
El. 'irdar dispuso su ejército en un zeribá en forma de herradura ó de
media circunferencia apoyada en el .l ·¡¡o; el río, formando el diámetro de la
media circunferencia, e taba inclinado sensiblemente ud norte.
La tropas se tepartieron del siguiente modo, part icnclo d.! la extremidad
sur del diámetro y siguiendo la media circunferencia:
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Boletín lV/zlz"taP"'
VI. Valor de la artz'!lería en la difens/va-Es muy raro que la:S
piezas no puedan defender su propio frente, á menos que el campo
de tiro no sea muy limitado. En el ataque intentado por los Afganes
en Ahmed Khel, los esfuerzos del enemigo armado de sables
para lanzarse sobre las piezas, no dieron otro resultado que la
mortandad de los asaltantes, causada por el fuego de esas piezas,
que disparaban á boca de jarro. En Tamay, una batería se encontró
aislada entre los dos cuadros en el momento crítico ; sin
embargo, rechazó la acometida de lo Arabes y no cambió dte
lugar. El apoyo dado por la artillería á las otras armas, en un
momento crítico, por ejemplo cuando la infantería se encuentra
mal apostada en pre encía de un ataque del enemigo, es inapre- .....
ciable. Cuando la tentativa desdichada del eneral Lomaldn para
tomar por asalto á Denghil Tepe, el fuego eficaz de la artillería
detuvo á lo Turcomanos que perseguían las columnas de a alt
desconcertadas después del mal éxito. Lo que la artillería á Ycce
tiene qu temer má , es ver que el enemigo atropelle su flanco~.
En Maiwand se perdió una sección de artillería montada, porque
la infantería situada sobre el flanco había ido de organizada por
la acometida de los Ghazis. En tanto que los flancos están seguro ,
el frente nada tiene qué temer, á menos que las piezas e!:)tén e
una posición muy de favorabl .
En la dcfen a de puesto aislados, la artillería presta grandes
servicio . El General kobelef, en la organización de los
depósitos avanzado sobre la 1 ínea que debían seguir sus tropas en
marcha sobre Denghil Tepe, colocó varias piezas en cada depósito.
Durante la deft;nsa del fuerte improYi ado de Potch f trom,
en 1881, el fuego de la artillería contribuyó mucho á mantener á
los I3oers á re ·petuo a distancia .. e podrían citar mucho casos
semejantes.
VII. Impoltm:ia relall'va de la arfdhría contra las aldeas difcndt"das
por tapt'as-Aun cuando la cuestión de material y de organización
de la artillería no entra n el cuadt·o de e ta obra, tiene esta
cuestión algunos lados que se ofrecen n bs pequeñas guerras y
que merecen llamar la atención. El primero es que en la guerra en
Asia se evidenció que las aldeas de tierra pi ·ada resi ían muy bien
El 21.0 de Lanceros; los dos cañones de á 40 pr. de la batería 32.a
(piezas rayadas que se cargan por la boca, de calPl>re Je 12 centímetros poco más
ó menos) .M:ixims; toda la División inglesa; Máxims (en la cima de la media
circunferencia); tres brigadas de infantería egipcia; la artillería egipcia; la caballería
egipcia; el t.amd Corps egipcio (en la extremidad norte del diámetro ;
una brigada egipcia que formaba la reserva general.
~e repartieron artilleros arriba y abajo de las extremidades del diámetro;
esta artillería tomaba así de flanco toda la media circunferencia.
En e ta formilción defensiYa recibió el Sirdar Kitchener el primer choque
del ejército del Kalifa, de las sei y media a las ocho de lt mañana. Sólo hasta
las ocho y media voh·ió el Sirdar á tomar la iniciativa de los movimiento . Durante
c·te tiempo, con los caüones y los obuses de 5 pulgada· de l:t 37.n. batería
se bombardeaba á Ondurmán Khartum y la isla Tutí.
Los Madistas atacaron con su habitual temeridad, y sufrieron pérdidas terribles;
lo que hizo decir al Corresponsal del Daily .fifail que asistió al combate,
que aquello no fue una batalla, sino una ejecución capital.
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Boletfn Jlf·ilzta'l'
:i los obuses. Las paredes no se hundían, y las habitaciones pequeñas,
características de estas aldeas, absorben la explosión del proyectil
y atenúan su efecto: este es hecho importante que no hay que
olvidar, porque un bombardeo preliminar puede no desmoralizar
del todo á los defensores de la aldea; lo que prueba que sería
ventajoso, en semejante ocasión, disponer de piezas de gran calibre
ara disparar grandes proyectiles con fuertes cargas de explosión.
Pero por otro lado las exigencias de las pequeñas guerras dificultan
el empleo de otras piezas que no sean de pequeño calibre, á
ausa de su acarreo. *
VIII. Las pzezas deben ser ligeras y lransporlables.-A. causa de
as dificultades del terreno, lo liviano del material de artillería se
mpone casi invariablemente. Se reconoce cada vez más que, en la
eneralidad de los casos, la artillería uncida no se puede emplear.
En las llanuras de la India, ó en la hoya del Pelho, en las estepas
del Sir Daría ó en la región situada al pie del I<.ofret Dagh entre
'os Teques, sobre lo grupos redondeado del Zululand y en mucha
regiones del Maroc y de Argelia, la artillería á caballo y la
artillería rodada pueden maniobrar tan fácilmente como en Bél~
ica ó en Lorena ; pero esto no sucede en la mayor parte de las
pequeñas guerras. En los arenales del Egipto en 1882 se probó
ue las piezas de montaña eran absolutamente tan movible como
la artillería montada. En el Tonkín la artillería arrastrada fue alo-
unas Yeces un grande estorbo. En su marcha de l<.abul sobre
Kandahar, ir F. Roberts no tenía sino piezas de montaña. En el
Ashante. en el Dahomey, en el Chitral y en muchos teatros de
operaciones recientes, no se pueden empkar sino pieza· tran5portables
; estas piezas no pueden ser nunca muy fuerte , pero pueden
seguir á la infantería por dondequiera, y generalmente es
esto lo que hay que buscar en la guerra irregular.
IX. 1\eceúdad de la caja de perlrcc!JOs. -Puesto que en estas
campañas el gran principio que rige la táctica de la artillería en
el ataque es llevar las piezas lo más cerca ¡~osible del enemigo, y
puesto que la defensiva en Marruecos, en Argelia, en el Sudán, en
China, en el Afganistán y por todas partes, muestra que la
artillería puede parar los ataques á quemarropa, es evidente que
* L:\ historia de nue tras primeras campañas en el Sudán demuestra el poco
efecto que producían sobre los muros de arcilla de los tatas los proyectiles de ..
nuestras antiguas piezas de á. 4 de montaña. Por esto en 1890 el Teniente Coro·
nel Archinard tuYo que conducir el 95 delante de Ségu. ,.
Más recientemente, en Abril de 1898, en sus notables operaciones de sitio
contra Sikasso, el Coronel Audéoud empleó el 95 y el 8o de campaña.
En Inglaterra la artillería montada y la artillería á caballo conducen piezas
de 75 milímetro : la artillería de montaña se sirve de piezas desmontables del
calibre de 63 milímet.,s y que se cargan por la boca.
Pero cuando los Ingleses preYén que tienen que destruir poderosos obstáculo
, no Yacilan en arrastrar ó hacer llevar piezas de 40 pr. Como ya se ha dicho,
e;;to son cai'ione rayados del calibre de 12 centímetros, que se cargan por
la boca, yobu es del calibre de r6 centímetros.
En la India la batería pesada comprende cuatro piezas de 40 pr. y dos obuses
de 6,3 pulgadas, es decir, del calibre de 16 centímetros (5 oficiales, 95 hom'
Jrcs de tropa. 5 caballos, 12 elefantes y 252 bueyes) . •
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Bo!etín Militar
tici·s que tenga el Jefe de Estado Mayor y crea conveniente comu1icarles,
así como las disposiciones convenientes al buen serYicio.
Este procedimiento tiene la ventaja de que todos los Oficiales
de os diversos Estados 1\1ayores, que concurren á la orden, se
impongan de la situación general del enemigo y de la de los
Cuerpos próximos á los suyos, y puedan comprender mejor las
dis¡ osicione s particulares que se hayan dado, así como las miras
del G e n e ral en Jefe.
En esta reunión sólo se dice lo que conviene al movimiento
en ..reneral, sin entrar en detalles.
Las órdenes extraordinarias que en el curso del día tengan
qu darse, pueden transmitirse por telégrafo ó por teléfono, si hay
seguridad de que la línea no esté interru pida ó en poder del enemi
o; p e ro en todo caso, toda orden dada por una de estas vías,
del e rá luégo confirmarse por escrito.
Cuando el uso del telégrafo no es posible, hay que recurrir á
otrvs medios.
Si la orden es de suma importancia, se destinará para llevarla
un ficial d e órdenes, á quien se le darán dos ó tres soldados de
escolta muy bien montados.
Si la distancia pOI- recorrer es muy grande, se establecerán
de 10 en 10 kilómetros, puestos de correspondencia, cuyo efectivo
se fijará en cada caso, como lp previene la instrucción para el servicio
de la caballería en campaña.
Estos pue stos se establ ccrán sobre el camino, en lugares
bie n visibl e s, aprov chanclo las casas que cerca de allí se encuentre
n, y e vitando entrar á poblaciones de ci rta importancia, i
éstas son hostile s. Se colocará un centinela sobre el camino; y en
el lugar cupado por un puesto, debe haber una señal exterior,
visibl , tanto de día como de noche. Todos los puestos de correspano
ncia deben estar informados del lugar que cada uno ocupa.
Una te1·cera parte de los soldados estará siempre lista para
montar; otra tercera puede desembridar y dar agua y forraje,
tener flojas las cinchas; y el resto puede, además, si la seguridad
del puesto lo permite, desensillar.
Cada Jefe de puesto tiene un cuaderno numerado y sellado
por el E tado Mayor de donde depende; en él anota las piezas
que recibe, el nombre del que las entrega, las horas de llegada y
salida, y otras observaciones que pudieran hacerse.
· El soldado que entregue en un puesto la correspondencia que
lleva, deberá recoger un recibo, para cubrir su responsabilidad.
El portador de una orden urgente no se detendrá, aun cuando
en su tránsito encuentre á algún superior. Se le dispensa echar
pie á tierra para entregar los pliegos de que es portador.
Ninguna autoridad que no sea mandada por la superior que
dio la orden, deberá detener la correspondencia que lleve un soldado
ú Oficial, ni enterarse de ella; antes bien, todo Jefe de Cuerpo
ó de destacamento, le facilitará al portador lo que necesitare
para el pronto cumplimiento de su misión.
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Boleti1z Mz"f·itar
Si la orden dada es verbal, el Jefe que la dé deberá hacérsela
repetir por el que la lleva, para cerciorarse de que ha sido bien
comprendida. Toda orden verbal será siempre transmitida por un
Oficial. Las más veces, es prudente iniciar al portador de un despacho,
de su contenido, sobre todo si durante el trayecto hubiere
peligro de ser sorprendido por el enemigo; el portador de una
orden podrá destrufrla, antes de entregar los papeles que lleva.
Todo portador de una orden escrita, dede pedir un recibo del
destmatario, para cubrir su responsabilidad; en estos casos, es
bueno enviar varios individuos, cada uno por distinto camino, para
procurar que la orden siempre llegue á su destino, en caso de que
uno ó dos de los portadores fueren apri~ionados.
La velocidad de la marcha que deberá observar e l portador
de una orden, se le indica en el sobre así: un + significa que el camino
debe recorrerse al paso y al trote, recorriendo, por término
medio, el kilómetro en 6 minutos; tt, que la marcha ha ue hacerse
al trote, recorriendo el kilómetro yn 4 minutos; y -;~ ... t, que
el aire debe ser tan rápido corno sea posible, teniendo en <;onsideración
la re~ istcncia del caballo. Las mismas indicaciones se harán
al portador de una orden verbal.
,
TITuLO III-SERVICIO DE EXPLORACIO. '
17 .-El servicio de exploración tiene por objeto su mini trar al
General en Jefe los informes generales que le son nece sarios para
dirigir las tropas y asegurar el éxito de las operaciones.
En un ejército, si el enemigo está todavía á gran di tancia,
este servicio incumb particularment á las DiYisiones el e caba11ería
que cuentan con artillería á caballo.
La mi ión esencial de ]as Divisiones de caballería qu ejecutan
el servicjo de e. ·ploración, e~ tomar el contacto con el enemigo,
y con ervarlo constantemente, combatiendo y t·echa.zando á la
caballería del adversario, para aproximarse á las masas de la infantería
enemiga.
Pr cediendo de lejos á las cabezas de columna, y averiguando
lo que concierne al enemigo, proporcionará los medios de hacerse
cargo de la situación general, al mismo tiempo que cubrir los movimiento
del Ejército.
El General que manda la caballería de exploración, recibirá
del General en Jefe de quien dependa, las instrucciones necesarias
para la misión que debe desempeñar. Conformándose á estas instrucciones,
conserva su libertad de acción, y adopta los procedimientos
que juzga más á propósito para cumplir su misión.
Debiendo hallarse siempre apto para combatir, conservará
siempre el grueso de sus fuerzas tan agrupado como sea posible,
y confiará el cuidado de la exploración del enemigo, á elementos
que enviará á ciertos puntos y en direcciones determinadas. Estos
elementos constituyen la descubierta.
La descubierta desempeñará este servicio, enviando reconocimientos
de Oficial y destacamentos de efectivo variable, cuya com-
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Bolettn Militar
posición y fuerza dependen del objeto que se quiere alcanzar y de
las circunstancias.
El papel esencial de los reconocimientos de Oficial y de los
destacamentos, es ver. Los destacamentos de cierta fuerza podrán
tener que combatir; pero tanto para ellos, como para los reconocimientos,
la condición principal del éxito está en su movilidad.
Importa, además, escoger con el mayor cuidado el Jefe de toda
fracción empleada en la descubierta.
Las instrucciones que se le den deberán precisar el objeto de
su misión y la especie de datos que deberá recoger, y contener
las indicaciones necesarias respecto de la manera de transmitir
dichos datos.
Todo Jefe de reconocimiento ó de de tacarnento, que haya
tomado el contacto, está obligado á conservarlo, y no lo abandonará
sino cuando reciba orden para ello.
Los reconocimientos y destacamentos emplearán todos los
medios de comunicación de que puedan di poner, para la transmisión
de los datos que recojan: estafeta~, telégrafos, puestos de correspondencia,
etc.
El jefe de la caballería exploradora se mantendrá constantemente
en comunicación con el General en Jefe, por cuantos medios
estén á su alcance.- Cout/mía.
--------~~ ----- -
ESTU DIO DE LA BATALI:A DE AUSTERLITL
POR D. C~STRO BAREAS1N
Es ya viejo, pero no por viejo menos provechoso, el consejo
aquel de apolcón 1 de estudiar y reestudiat· las campañas de los
célebres capitanes, como medio el más seguro de llegar á adquirir
conocimientos más profundos y seguridad en el arte de la guerra.
Pudiera parecer, sin embargo, que habrá de ser menguado el
provecho que podremos sacar del estudio de las batallas de tiempos
ya alejados de nosotros ; si es por la lejanía de la época precisamente,
por lo variados que están los elementos de la lucha.
El curso de estos estudios, no obstante, ha de probar, así á lo menos
lo esperamos, que siguen siendo de útil enseñanza aquellos ejemplos,
lo cual quizá pudiéramos demostrar con pocas palabras; pero
preferimos no intentarlo, dejando que ellos por sí mismos se encarguen
de evidenciar que en no pequeña parte, y no la menos importante
seguramente, los problemas siguen planteados de la
misma manera, y que hoy, lo mismo que ayer, quizá lo mismo
mañana y mientras la guerra exista, y siempre que la batalla sea
el acto principal, el atacar con fuerzas superiores el punto decisivo,
el dejar caer con enérgica resolución, con vigoroso impulso, la
masa principal de nuestras fuerzas en el centro de gravedad de
las disposiciones del enemigo, ·será lo que concederá la victoria á
los ejércitos. Y como la existencia de ese centro de gravedad es
tan vieja como el mundo, y las relaciones que lo determinan, aun-
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B oletbz Mzlztar
que Yariables al infinito, son también antiguas como la lucha, siempre
resultará que las líneas generales, el empleo de la masa, la
dirección, obedecerán á los mismos principios, en tanto que la actual
sociedad siga organizada sobre las mismas bases, si bien las
modificaciones introducidas en las armas, la inten·ención de nuevos
agentes ó de agentes transformados y desfigurados, tienen su
influencia, é influencia no despreciable y en otro punto interesante,
en la modalidad particular que cada época y cada ejército adopta,
en presencia de circunstancias accidentales y contingentes, para
poder trazar, en la ocasión determinada, esos grandes rasgos que
son siempre los mismos.
Esos estudios, sin pretensiones, tampoco tienen otro objeto
que. el apuntado, ni aspiran á constituír cuerpo de doctrina de ninguna
clase. No estamos obligados, por Jo tanto, á seguir orden alguno
preestablecido : iremos presentando las batallas según Yayan
acudiendo sus nombres á la memoria, y saltaremos de unas á otras
guerras, de unos á otros teatros, á medida de nuestro gusto, salvo
el caso de que dos ó Yarios hechos de armas estén tan relacionados
que sean los unos consecuencia táctica de los otros, que entonces
claro es que no tendremos más remedio que considerar cada
conjunto como una bata11a, y los habremos de estudiar en el orden
en que se riñeron. Nada perderá llector con estos saltos, pues así
conseguiremos dar Yariedad en el tipo, en el desarrollo y en el
empleo de los medios, lo cual contribuirá seguramente á hacérselos
menos fastidiosos y monótonos.
1.0 Anteceden/es. La campaña de 1805 e sin disputa una obra.
maestra, un mod lo digno de estudio en cuanto á la pr paración
y :i las operaciones stratég·icas que e realizaron, y á la e.·qui ita
previsión ele que dio muestras apolcón 1 y que dieron por resultado
la capitulación de 1ack en Ulm, con la que el Emperador de
los Franceses se había desembarazado de uno de los ejércitos au -
triacos con que la coalición quiso anonadar el poder militar de
Francia. Era un bellísimo comienzo sin duda alguna el anular, sin
haber librado una gran batalla y sin haber e.·perimentado sino
la pérdida de unos 6,ooo hombres, á un ejército de cerca de 40,000;
pero al fin y al cabo sólo era un comienzo que aseguraba bri11antes
resultados : qucdábanle al Austria dos ejércitos más; el mejor,
á. cuyo frente habían puesto al General más inteligente, más hábil
y más prestigioso, en Italia, donde el Gobierno au triaco creyó erradamente
que se ventilaría la cuestión principal ; y otro en el Tyrol,
que había de enlazar á este ejército con el de la Alemania del Norte;
á marchas forzadas avanzaban dos ejércitos rusos seguidos de
una reserva, que estaban destinados á formar el verdadero ejército
de operaciones de Alemania, del que el con ti gente de Mack venía
á ser la vanguardia ; Prusia, irritada por la violación de su territorio
en los comienzos de las operaciones, estaba decidida á entrar
en la coalición, y por último otro ejército ruso con algunos contingentes
ingleses y hannoverianos á las órdenes del Rey de Suecia,
debía inquietar á los Franceses atacando á Holanda. Era preciso,
pues, una victoria soberbia, esplendente, para conjurar aquella
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Bo!et{u .~.11ilitar
tormenta que en tan distintas direcciones amenazaba á Napoleón
1, y para lograrla era indispensable proceder con gran actividad
y energía, con audacia y rapidez. .
Napoleón abía muy bien el peso que en toda campaña tiene
la batalla; tenía onciencia de que era superior á sus enemigos en
el combate; y la convicción de que por la rapidez de sus maniobras
y la prontitud y precisión de sus decisiones habría de ser
fuerte allá donde quisie1·a dar el golpe, le llevaba á buscar la batal!
a dt nde estuviera el ~ne migo.
Con habilidad dip1omática apresuró la rendición del ejército
de Mack; y apenas capitulado, emprendió una persecución activa
de los restos que habían podido escapar con el Archiduque Fernando,
y se apresuró á salir al encuentro del primer ejército ruso
antes que pudiera alcanza¡- el Inn. Kutusow, que lo mandaba; tuvo
noticia de la d trucci6n del jército de l\1ack, y como ya su a vance
no tenía objeto ./ . u ·itu·tción podía ser muy peligrosa si se presentaba
ai laclamente á apoleón, bu có ante todo reunirse con el
segundo ejército ruso. La per ecución que para impedir esta reunión
emprendió rap león, fu de las más activas é inteligentes, y
estuvo á punto de dar· el t·esultaclo apetecido; Kutusow llegó á
estar en situación asa'Z críti a n f¡· ·nte de Murat y Lannes; pero
1\tfurat qui ·o engañar al ru o anunciando al jefe de la retaguardia,
Bagratión, un ;: rmisticio, y e n el mismo artificio ngañó Kutusow
á Murat, haciéndole p rder diez y ocho horas, durante las cuales
el grueso del jército u-anó dos jornadas el d lantera y e ·capó de
las man s d lo l• rancese'-', Lien ¡u d jand comprometido á Bagratión,
c.uyo cu q o perdió más 1 1 ter io d · ·u efectivo. La reunión
de 1,.. u tu ow e n el ej~rcito ruso que conducía el Emperador
Al ·jandro y con un e Jntin•rente au triaco que había podido reunir
el hmp rador d Austria, no pudo ya evitarse. El 19 de oviembre
s verificaba en \-\.ischau, y no muy lejos se encontr·aba la reserva
ru a que onducía el ran Duque Con ·tantino.
Urgía, sin embarg-o, á ·apoleón 1 librar la batalla cuanto antes.
Bien que hubiera tomado u. medidas para obligar al Archiduque
Carlos á adopta¡· el camino más largo con su ejército de Italia,
para lo cual destacó á Marmot hacia Hungría, y que la mayor
parte del ejército ud Tyrol había sido destruído por Ney y
Augereau, si los aliados maniobraban de concierto y procurando
acercarse al Archiduque, las probabilidades disminuían, no sólo por
el aumento numérico que representaba el contigente de este príncipe,
sino por el prestigio y las dotes del Jefe, que era quizá el único
capaz de medirse con Napoleón. Esta contingencia podía llegar:
los aliados podían darse cita en Hungría y unirse al Archiduque.
Detrás de éste venía, sin embargo, Massena ; el Tyrol, guardado
por una división bávara, dejaba disponibles los cuerpos de
Ney y Augereau ; Mortier era suficiente para asegurar la posesión
de Viena, y las tropas que había escalonado en su línea de operaciones,
en su mayor parte de los aliados, le permitían contar con
la totalidad de su ejército : ocho cuerpos y la guardia hubiera podido
reunir para la batalla : el campo de batalla hubiera sido otro;.
TO!riO 1-32
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Boletín M·ilttar
los aliados, á las órdenes del Archiduque Carlos, no hubieran cometido
los graves errores que cometieron; Napoleón hubiera tenido
que luchar con un ejército hábilmente dirigido ; quizá la fortuna
no le hubiese hecho traición, pero las probabilidades del triunfo
eran mucho menores.
Así se explica que teniendo su ejército diseminado, bien que
con habilidad que le permitía reunir para la batalla una masa
respetable, pusiera de su parte todos los medios para provocarla,
cuando en realidad sólo podía disponer de cuatro cuerpos, la
guardia y la caballería, y aun de estos cuatro cuerpos una división
no podía tomar parte sino en el caso de retroceder todo el ejércL
to, y otras dos, una de infantería y otra de caballería, llegarían
durante el curso de ella. Ya sabía que de este modo no alcanzada
superioridad numérica, por menguados que fueran los contingentes
de los ejércitos rusos y de los restos austriacos, que él con su
actividad acostumbrada había puesto en estado de defensa; los
caudillos de las tropas enemigas no le infundían gran cuidado; sus
soldados, hasta entonces vencedores, le inspiraban gran confianza;
podía tentar la fortuna, propicia para él hasta allí; tenía, en fin,
confianza en sí mismo.
3. 0 El campo de batalla-El terreno donde iba á librarse la
batalla era conocido por oult, Lannes y Murat y gran parte de
las tropas francesas, porque, como ya hemos dicho, la vanguardia
francesa había llegado hasta Vischau en la dirección de 01-
multz y hasta Austerlitz. Napoleón recorrió la meseta de Pratzen
el 30 de Noviembre, y eh jo á los encrales que le acompañaban:
" i yo quisiera detener al enemigo, me situada aquí; pero entonces
se libraría una batalla ordinaria; si, por el contrario, rehuso
mi derecha replegándola hacia Brunn y los Rusos abandonan estas
alturas, son perdidos sin remedio."
Con las tropas de que disponía podía efectivamente ocupar
la meseta de Pratzen, extendiendo su línea desde Krzeno al monte
del Santón por Blasowitz, presentando así una línea de batalla
perpendicular á la dirección de marcha de los aliados procedentes
de Olmultz, que era la carretera de esta plaza á Brunn.
También si los aliados acentuaban más pronto la tendencia á inclinarse
sobre la derecha de los Franceses, podía extenderse hacia
Kowalowitz. De todos modos la derecha hallaría sólido apoyo en
las alturas del Krzeno, que dominan el valle de Litta wa, bajo y
pantanoso, de difícil paso para un movimiento envolvente: el resto
de la línea encontraría igualmente en las alturas de Stari-Winibradi,
al NE. de Pratzen, y en el Santón, ó en aquélla y las de
Krug y Kowalowitz, de suficiente dominación y pendientes fuertes,
lugar apropiado para ofrecer una seria resistencia, juntamente
con la que podía organizarse en las aldeas y caseríos allí esparcidos
: en los intermedios podían maniobrar perfectamente las tropas,
pues aunque ondulado en general el terreno, se presenta unido por
esta parte. El campo exterior, en cambio, se ofrecía quebrado y
susceptible de prestar apoyo á unas tropas tenaces que quisieran
Juchar; por la derecha del valle de Littawa, no era más propio para
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BolettJt lldilitar 49I
la maniobra, y por el frente las alturas de Weilesor, Lla wikowitz,
Krazek, habían de hacerla difícil y penosa. Ocupando, pues, Napoleón
la meseta de Pratzen, hacia la vertiente oriental, podía cerrar
el camino á los Rusos, pero toda la masa compacta y con la
superioridad que tendrían, venía á librar batalla contra las tropas
del Emperador, y se libraría, según su expresión, una batalla ordinaria
en que la ventaja de la posición estaría compensada en la
superiorida.d numérica y en la que todas las tropas de uno de los
contendientes tendrían que luchar á la vez contra todas las tropas
del otro. Napoleón quería algo más que eso, esperaba conseguir
más, sobre todo si los aliados maniobraban para no presentarle la
batalla de frente; y por esto, en lugar de quedarse en esta excelente
posición, se había retirado detrá del Golbach, en donde su
línea de batalla quedaba oculta á la vi ta de los austro-rusos entre
las aldeas, estanques y bosquecillos que rodean el arroyo.
La vertiente occidental de la meseta se e. ·tiende desde Telnitz
hasta Blasowitz. Desde Telnitz hasta las lagunas de Kobelurtz,
las pendientes son rápidas y dan orig n á profundos desfiladeros
en los cuales apenas e puede transitar fuera de los caminos;
desde 1-coue}nitz la V rtiente no ofrece apenas dificultades, ]a pendiente
es suave y acc sible á todas las armas, y cortada de trecho
en tre cho por el cauce de varios arroyo tributarios del Goldbach.
La meridional conduce rápidamente al valle pantanoso de]
Littawa y á la lagunas de atschau, y no ofrece desarrollo para
un cuerpo d e tropas de alguna consideración.
En la meseta sobresalen como puntos dominante las alturas
de Pratzcn, al S. de la aldea, y la de Stari- Winibradi, al NE., y
entre esta aldea y Blasowitz. Está surcada en todas direcciones por
camino. naturales que, irradiando de Pratzen de Aujezd y Cirziko
en su mayor parte, unen los pueblos de los valles del Littawa y el
Goldbach entre sí y con la carretera de Olmutz i Brunn.
El curso del Goldbach como Jínea de defensa no es, en verdad,
un obstáculo de importancia ; pero los pueblos de Telnitz,
Sokolnitz, Kobelnitz, Schlapanitz, y las alturas del vivac del Emperador
y el Santón, dominando éstas y cerrando aquéllos las desembocaduras
de los caminos, podían constituír en unas manos hábiles
y con buenas tropas, excelentes puntos de apoyo para detener
la marcha á fuerzas superiores. Algunos puntos en la izquierda
del Goldbach, como Puntowitz, Cirziko y Dwaroschna, podían
considerarse como apoyos para una acción ofensiva sobre la meseta.
Quedaba entonces ésta, como campo exterior de la posición,
de fácil acceso, por lo menos en el espacio comprendido entre las
lagunas de Kobelnitz y la carretera, y con terreno á propó~ito
para las maniobras de tropas de todas las armas.
4· 0 Plan de batalla-Napoleón había deducido de las entrevistas
de que antes hicimos mención, que los aliados no se contentarían
con batirle, sino que aspiraban á envolverlo. El movimiento
de traslación que habían iniciado los Rusos el día 29 de Noviembre
hacia Hodiegitz, le hada prever que trataban de operar por la izquierda
del Littawa, evitando las lagunas para venir á establecerse
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Boletfn 114-ibiar
en posesión tal que amenazaran su línea de retirada que suponían
era sobre Viena.
Pero ya el 30 abandonaron aquéllos su propósito de operar
estratégicamente, y se presentaron en la meseta de Pratzen, á poca
distancia del campo francés. Si los aliado persistían en su propósito
de envolverle y en el error de uponer que su línea de retirada
le llevaba hacia Viena, tendrían que maniobrar inclinando el grueso
del ejército hacia Hostie1·aden Aujezd y T'elnitz; y como no era
probable que comprometieran en una marcha de flanco, por terrenos
estrechos, á todo el ejército, á la vista y al alcance del cañón
de Jos Franceses, habrían ele dividirse en dos masa , una
mayor que otra.- Co11tz'mía
jlfJ::¡1/QNJAS DEL r:ENERAL PABLO ¡Y/QRJLLO
Continíta
• '
1
)IERO IV
_fe remitiréis en t .l menor término un · stado ele los lugares
dep ndicntes de vuc tra juri dicción en lo que la vacuna ·e haya
propao·aclo, y de los que aún espet·an la introducción ele 'Stc beneficio.
Cuidaréis de indicarme las u:as 1ue han impedido su
propag-ación.
Dios os guarde, etc.
Cuartel general de . antafé, 29 de .f g\)Sto de r 8 r6.
lVíORILLO
1
• 'l.:l\IERO V
Considerando q\ole los pobres de los dominios de u Majestad
no tienen otros establecimientos ó colegios para aprender oficios y
hacerse útiles y diestros artesanos, sino los talleres, canteras y arsenales
del Rey ;
Considerando también cuán atrasadas están en estas vastas
provincias todas las artes de primera neGesidad, tendréis cuidado
de recoger á todos los huérfanos y después á los hijos de mendigos,
y los encaminaréis hacia esta capital, en donde se les enseñará
el oficio al cual demuestren más inclinación.
Antes de enviar á Santafé aquellos que se encuentren, es menester
hacer entrar el mayor número posible en los talleres que el
Rey posee en esta provincia, y hasta obligar á los artesanos ricos
á que se hagan cargo de algunos aprendices que les estarán subordinados
conforme á los reglamentos de los cuerpos de oficios,
y obligados á llenar todos los deberes prescritos por esos neglamentos.
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Boletín Milita?' 493
El cumplimiento de esta onlen será un paso asegurado hacia
]a prosperidad de esta provincia, y es esa una recompensa bien
Jisonjera para un Jefe que pretende hacer las veces de padre; y
así no dudo que desempeñaréis esto con el más diligente celo. No
descuidaréis tampoco nada que sirva á propagar la vacuna y á
con en·arla; con tal propó ito ,·enceréis todos los obstáculos y emple-
aréis todos los medios á Yue tro alcance para la prosperidad de
la proYincia que mandái .
Dios os guarde, etc.
antafé, 2 de Septiembre de 1816.
MORILLO
Inslrucoont'S d que del,en conformarse en sus marcJzas los jifes de
cuerpos ó de de /acamen/os
1. 0 La di ciplina de la tropa y su buena inteligencia con los
habitante , es el objeto principal. La tropa marchará unida y con
las mi -mas precauciones que si tu,·iese el enemigo á la vista.
2. 0
1 -ro se pueden pedir más a u. ·ilios de raciones y transportes
de los séñalado en la ord n de marcha, á menos que en ésta haya
ido ¡1rcciso incorporar n el destacamento algunos individuos, ca
del mi rno cuerp , sea d ~ cualquiera otro; ntonce el comandante
ó el juez del lugar tomarán nota, á fin ele que se ob erven las
fórmulas d l ca o.
3. 0 En 1 ca ·o en que dos d stacamentos en marcha se encu
ntren, y qu · d han . guir la mi. ma dir cción, ma1·charán junto
· ha ta el Juo·ar de su común de tino, ó de . u separación obligada;
ntonccs el mando el las fu .,rza r unida corresponderá al
Oficial :argento ó ca¡.~oral más antiguo de los dos d"stacamentos,
que erá r sponsable del orden de la marcha, y del e1·á tomar
todas las medidas militares que juzgue conY niente ; en cuanto á
la adrnini ·tración interior, se observarán la instrucciones particulares
de los jefes de cada de tacamcnto.
4. 0 Los medios de transporte para los bagajes, e suminisrrará.
n con regularidad en cada lugar de abastecimiento ; y si algún
oficial se opusiere á ello de manera de retardar· el cuerpo ó destacamento,
e procederá á hacer el gasto, sin pt:rjuicio de la responsabilidad
que esto le ocasionará en razón del mal que su falta
cause al servicio; el oficial comandante debe dar inmediatamente
cuenta al Jefe de 1~ .. tado Mayor general, para que se tomen las
medidas del caso.
5. 0 En dondequiera que haya un Comandante de la Plaza,
el Jefe del cuerpo 6 del destacamento debe presentar e ante él,
aun cuando sea de grado superior; y este militar se pondrá de
acue1·do con el oficial de justicia, á fin de que las provi iones y
m dios de transporte estén listos sin falta á la hora dicha. Para
esto, si la tropa en marcha es de más ele 50 hombres, debe avisarse
á las autoridad( con Yeinticuatro horas drnp ·ia d' ha1T de cua ro
á cinco pies dt: largo y con vari ,., ahu.Jcami 'nt _ n forma de
bola, que e comunican unos con mru~, por canaic. C'!::.tr . ches. Estas
trompetas dan sonido, ·.·tremaJarn· nte lús·ubn .. Lo. ] ·suítas an
cultivado con é.·ito el gu ·tu ncttL.:ral de lus . 'áli,·as por la mús:ca
instrumental, y aun despu~s tle la d~;;~truccH)n !e la compañía, los
misioneros. del río l\feta han on 'nado en San ~ 1ig·uc·l d ' .._ 1acuco
una bella mú ica de i!rk ia la ('11S ·ñnnza musit ·d d1' h juventud
indío·cna. o há m~cho Úunbi 'n qu . un 'iajero que<.ló sorprendido
al oír :.i los naturale · del país tucaT yj lín, ioloncello,
triángulo, g-uitatTa y flauta '"'ii.
El régimen de las misione aisladas dd Orinocu no es tan fa\'
Orable á los progresos ele la civiliz, ··i-'n y al aumento d J la población
de lo . 3liva , como el r¿gimen que St: sigue "n las llanura~
de Casanan.! y d"l ~1 ta p r lo ¡· ·ligi o el an Agustín t.
En Macuco Jos naturale se han apro\'cchado ele su comunicación
con 1 bbncos que hal>itan la mi ·ma aldea, los que casi
todo son rifugiados dd Socorrv ¡.
En el Orinoco, n tiempo de lu J~. uítas, la ~r •, < lcl as ele
Pararuma, del 'astillo ó 1larumasuta y ,h., Carichana: fueron refundidas
n una sola la d Carichana, qu p01· esto ll o·ó á ser una
mi ·ión muy con id raLle. 1:n I 7 59, cuand > la f(Jr/alc::a de .San
Franásco Jav/er y su tr s i at .I'Ía · aún .. ·i tían, el Padre Caulin
contaba en la misión de Carichana 400 sáliva . En r oo apenas
encontré 150. No qul:!dan de la aldea sino al:,.unas cabañas construídas
con ti rra gr dosa, y colocada allí im~trirament en torno
de una cruz de altura prodigiosa.
* Cumi/la, tomo 1, c.1p. , Il!, p~í.g ·. 209 · 224; (/J!i, tomo l. p.í¡:;. 57; tomo
li, pág. 44-
• D1ario dd /)rubitero J'osi Cort.'s 3Imlarriaga, n1 s11 'i'Jaje de .simtaj'! de
Bogotd por el r!o .1Jida cf Caracas. IS.t .1 (manuscrito).
t Rccoktos que tlependen del gran 'ulegio tlc la Cantlel. ri.t de Santafé de
Bogotá.
t La ciudatl dd 'acorro, al ·ur dd río Sogamo'-o y al norte norueste de
Sant::tfé de Bogotá, era el centro de la asonada que estalló en el reino de la
Nueva Granada en 1781, en tiempo Jd Arzobi po Virrey Góngora, por causa
de los vejámcnes sufriuo por el pueblo por la introducción Jc la contribución
del tabaco. 1\luchos habitantes, trabajad ore Jel . 'ucorro, emigraron en esa época
á los llanos del Meta para escapar á la persecuciones que siguieron á l:t
amnistía general concedida por la Corte de Madrid. A estos emigrados los llaman
en l¡¡.o; misiones sororrd'ío.! ?'t'j'ugiados.
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Boletí.'t _;/ú'z"l"l,.. 50I
Nueva Geografía de Colombia
JSGRITA- POR REG,.ONES NATURALES
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502 Boletín M-ilz.tar
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Río Magdalena-La Vuelta de Girardot
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Bo!etíu, M-ilitar
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Bogo/á-Imprenta de Vapor. Calle IO, 1l!Ímero I68
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Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año V Serie II Tomo I N. 16", -:-, 1901. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691115/), el día 2025-12-06.
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