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Boaor A, ABRIL 13 DE 1901 .SRRIE II- ToMo I-N. o 16
BOLETIN ~11LITAR DE COLOMBIA
Organo del Ministerio de
1
Director ad honor e m
Guerra y del Ejército F. J. VERGARA Y V.
'on coll\borudot· a de este periódico los f General de Ingenieros, Miembro dG
Jefes y Oficiales del Ejército 9 varias Socledades Cientificaa
DECRETO l'lUMERO 353 DE I9o.1
(28 DE MARZO)
por el cual e ad cribe al Ministerio de Guerra la Jefatura Civil y Militar de
Departamento de undinamarca
El Vt"cepresúfenlt (Ü la Retntbhra encarrrado del Pode1· E'jeculivo,
En uso de las facultades qu le confiere el artículo 12 r de la
Constitución,
DECRETA
Art. 1. 0 i\d críbese al Ministerio de Guerra la jefatura CiYil
y Militar del Departamento de Cundinamarca. Mientras dure la
actual turbación del orden público, la Administración de dicho
Departamento quedará. á cargo del expresado Ministerio, por medio
de un empleado que se denominará Secretario general de Cundt1wmarca,
el cual atenderá, bajo la dirección del Gobierno, á los
distintos ramos de la Administración departamental y autorizará
las providencias del Ministerio, relativas al Departamento.
Art. 2.0 El Secretario general de Cundinamarca tendrá la
asignación mensual de quinientos pesos ($ 500), que se pagarán
de los fondos nacionales, con imputación al § 1. 0 del artículo 1 1 del •
Presupuesto.
Art. 3. 0 La Policía Nacional continuará bajo ]a dirección inmediata
del Ministro de Guerra.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 28 de Marzo de Igc>I.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gobierno, GuiLLERMO QuiNTERO C.-El Subsecretario
de Relaciones Exteriores, encargado del Despacho, ANToxo
1-29
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Boletfn Milita,
TONIO JosÉ URrnx-El Ministro de Instrucci~n ~ública, enca;~ado
del Despacho de Hacienda, MIGUEL ABADIA MENDEZ-El Mm1stro
de Guerra, RAMÓN GoNzÁLEZ VALENCIA-El Ministro del Tesoro,
)¡NRIQUE RESTREPO GARCÍA.
DECRETO NUMERO 355 DE I90I
( 28 DE MARZO)
por el cual se nombra Jefe Civil y Militar de Antioquia
El Vicepresz'dmlt de la Repúblú:a, mcargado del Poder Ejecu.tzvo~
DECRETA
Artículo único. Nómbrase Jefe Civil y Militar del DepartaMento
de Antioquia al Sr. General D. Marceliano Vélez.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 28 de Marzo de 1 go 1 .
]OSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gobierno, GuiLLERMO QuiNTERO C.
DECRETO NOAl.ERO 357 JJ.E 190J
( 29 DE HARZO)
per el cual se encarga á un Jefe de la Dirección de la Policía Nacional y se
hace un nombramiento
6/ Yzcepruidenle de la República, encar~ado dd Poder _¿j'ecult'v,,
DECJLKTA
Art. I. 0 Encárgase de la Dirección general de la Policía Nacional
al Sr. General Lisandro Leiva M., Comandante general de
la 7.• División del Ejército.
Art. 2. 0 Nómbrase Subdir ctor del Cuerpo de Policía NaciOnal
al Sr. Rafael M. Osorio, á quien se le confiere el grado de
Coronel.
Comuníquese y publfquese.
Dado en Bogotá, á 29 de Marzo de 1 go r.
JOSE MANUEL MARROQUIM
El Ministro de Guerra, RAMÓN GoNzÁI.KZ VALENCIA
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Boletín Milt'tar
DECRETO NUMERO ... DE I90I
(30 DE lfARZO)
por el cual se hace un nombramiento
45I
El Vtáprest.delllt de la Repúbhca, encargado del Poder l!.)úultvo,
DECRETA
Artículo único. Nómbrase Secretario general de la Jefatura
Civil y Militar del Departamento de Cundinamarca, adscrita al Ministerio
de Guerra, al Sr. Rufino Gutiérrez.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 30 de Marzo de 190 I.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de GuP-rra, RAMÓN GoNZÁLEZ VALENCIA
DECRETO NUMERO ... D.E' I90I
(l. 0 DE ABRIL)
por el cual se encarga á un Jefe de la Comandancia en J efe uel Ejército
El Vzápreside11le de la Repúblz'ca, encargado del Poder Ejecutivo,
DECRETA
Artículo único. Mientras se provee el puesto de Comandante
en Jefe del Ejército, encárgase de él al Sr. General en jefe Mariano
Tobar, en su carácter de Jefe de Estado Mayor general del
Ejército.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 1. 0 de Abril de Igül.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, RAMÓN GoNzÁLEz VALENCIA
DECRETO NUMERO ... DE I90I
( 7 DE ABRIL)
por el cual se reorganiza un Batallón
El Vt"cepreúdente de la Repúblzca, encargado del Poder Eje&uHvo,
DECRETA
Art. 1.° Cámbiase el nombre del Batallón que hasta hoy se
ha llamado Cuerpo de Depósito por el de Guardz·a de Bogotá, el cual,
como antes, dependerá del Cuartel general del Ejército y bajo el
mando directo de la Comandancia Militar de esta Plaza ;
ANC O
ll<.
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452 Bolet{n Mtl-ita.,.
Art. 2. 0 El Batallón Guardt"a de Bogotá se compondrá de la
Plana Mayor, cuatro Compañías formadas de tropa de línea, de
acuerdo con el personal que designa el Código Militar, y dos Secciones:
una de Depósz'to y otra de Inválzdos. La de Depós1io la
formarán los individuos enfermos que dejen los Batallones del
Ejército que marchan á campaña y los que vengan de fuera por
igual motivo, y no puedan prestar un servicio activo y constante.
La de Invál/dos la compondrán los individuos que por causa de
campaña 6 función de armas se encuentran inválidos ó mutilados.
Los Oficiales que por alguna de las causales antet~iores deban
ingresar á una de las Secciones d e este B:ttallón, serán de ignadoi
por el Ministerio de Guerra, y los individuos de tropa lo serán
por la Comandancia Militar de la Plaza, previa anuencia del
Cuartel general.
Art. 3 .0 Los individuos de tropa que sean clases y que pertenezcan
á. la Secdón de Depósllo, prestarán su servicio como soldados,
in p e rjuici0 de devengar el sueldo correspondie nte á su
empleo.
Art. 4 .0 El personal de Jefes y Oficiales del Batallón Guardúz
dt Bogotá s rá el siguiente :
PLANA MAYOR-Primer Jefe, General Maximiliano Gutiérrez
Rubio; Segundo Jefe, Teniente Coronel Lconidas S. Buendía ;
Ayudante Mayor, argento Mayor Leonidas Prieto; egundo
Ayudante, Teniente Simón Argüelles; Abanderado, ...... ·• · ........
Pn'mera Compailía- Capitán, antiago Cancino; Teniente,
.................................... ; ubtcnicntcs, Jesús Parada y Laurencio
Delo-ado.
Segunda Compaliía - Capitán, Jorge Heredia; Teniente,
Abraham Páez ; ubtenientes, Plácido Casas y egundo Ortiz.
Tercera Compatiía-Capitán, Eliécer Bonilla; Teniente, P dro
Delgado; Subtenientes, Aparicio Lezama y Francisco Melo.
Cuarta Compaflía- Capitán, José Ignacio Salazar; Teniente,
Luis Echeverri ; Subtenientes, Luis Riveros y Gregorio Nivia.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 7 de Abril de 1901.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Mi nist r o de G uerra, RAMóN GoNzÁLxz VALENCIA.
N OCIONES D E GEOGRAFIA MIL ITAR
TEORIA D El TERRENC
La Geolog ía 6 ciencia de la tierra, trata en g en e ral d e lm
cambios sucesivos que se ' han verificado en los tres reinos d e la
nat uraleza, investigando las causas de estos cambios y sus influen-
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Bolet{n Militar 453
cias sobre las modificaciones que han sufrido tanto la superfide del
globo, como su estructura zizterz'or. Entre las diversas cuestiones que
abraza este asunto, la primordial para el geólogo es averiguar cuá!ts
!ion. las materias que componen la túrra y cómo után dúpueslas.
El vasto desarrollo, el cultivo universal de esta moderna ciencia,
cuyos elementos, vulgarizados hasta en cartillas, forman hoy
-repetimos-parte de la segunda enseñanza universitaria, le han
hecho absorber lo que al principio de este siglo se llamaba geo(Tra-fía
j'ís1ca, es decir, aquella parte que más directamente analiza las
formas del suelo : las llanuras, los valles, las montañas. Si las formas,
ó estructura, ó configuración exterior dependen en gran parte
de su naturaleza ó cahdad y de las causas que las han produddo,
bien se ve que ambos estudios no pueden andar por más tiempo divorciados.
Tanto valdría querer tratar de las alteraciones y enfermedades
de la piel, ó parte exterior del cuerpo humano, desentendiéndo
e de las causas interiores que perturban el organismo.
No es éste lugar de exponer, ni aun someramente, los principios
de una ciencia que cada día ensancha sus conquistas, que cada
año se enriquece con centenares de volúmenes : tan solo se intenta
hacer ver muy por encima y con arreglo á las hipótesis generalmente
acept::tdas, la conexión evidente que la antigua geografía
.físzca ó la moderna geología tiene con el arte de la guen·a.
abemos que la lz'erra es un cuerpo redondo, aislado en el espacio
y dotado de dos movimiento : uno de trasladón al rededor
del sol, y otro de rotación sobre sí mismo: está demostrado por los
conocimientos astronómicos y físicvs; por los eclipses de luna, los
viaj s de circumnavt:gación, los progresos geológicos.
Es teoría fundamental y universalmente aceptada que la
tt'erra, para llegar al <;tado en que hoy la vemos, ha pa ado, en el
trans c ur o d e los iglos, por una serie de notables modificaciones.
Inmenso globo gaseoso y ftuído en su origen, fue progresivamente
reduciendo su volumen, aumentando su velocidad, y adquiriendo
consistencia más pastosa por los efectos combinados de la gravedad
y del mfrianuento producido por su contacto con el espacio. La
consecuencia inmediata del en(n'amzenlo es la condensación, la concentración,
y la formación de una primera película, costra ó corteza,
sólida, muy análoga á la que en las fundiciones se observa
cuando se deja enfriar lentamente una antigua Lala de cañón.
De modo que la imaginación, esforzándose, comprende el
planeta prúnitzvo con los tres principales elementos que hoy conserva,
aunque en muy distintas proporciones: una atmósfera, abrasadora,
más densa, más espesa, que debía ejercer mayor presión;
una costra ó corteza muy delgada, y dentro un núcleo ardiente, en
fusión ígnea, impidiendo y retardando por una parte la acción del
enfriamiento exterior ; rompiendo y destrozando por otra la débil
corteza que trabajosamente se iba endureciendo ó solidificando.
Es difícil darse cuenta del poder trastornador y creador á la vez,
de la duración incalculable, de los variables resultados de estos
primeros fenómenos. Sólo recordando lo que tarda en enfriarse la
bala de cañón que se ha puesto, por ejemplo, ó la la va de algunos
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~54 Boletín Mt.lZ:tar
volcanes, que en el largo espacio de un siglo no pierde del todo el
calor, es como se puede formar idea aproximada de los millares,
de los millones quizá de años que nuestro planeta habrá necesitado
para "apagarse," por decirlo así, para solidificar esa corteza,
y prepararla de modo que los primeros seres orgánicos, y más tarde
el hombre, la pudiesen habitar.
La existencia del -núcleo interior y candente, del calor cmtral
originario, está probada (para los que sostienen esta teoría) por los
experimentos en las minas, cuya temperatura aumenta con la profundidad
; por las aguas termales, y por los volcanes en actividad.
Para formar alguna idea comparativa del gran volumen de ese
núcleo que tenemos bajo los pies, basta considerar que, siendo el
radio medio de la tierra unos 6,300 kilómetros, escasamente dan
algunos geólogos á la corteza sólida que pisamos, de 40 á 50. Se ve,
pues, que hay para ellos todavía una exageración cuando se la
compara á. la cáscara de un huevo. Mucho mayor se comete al
comparar las desigualdades de la superfide terrestt·e con las de una
naranja. La mayor altura de montaña medida en la India no llega
á 9,000 metros : escasamente tendrá otro tanto la profundidad
"media" del mar ; luego de los 50 kilómetros de espesor que se
atribuyen á la corteza ttrreslre, entre I 8 ó 20 no más están comprendidas
sus " máximas desigualdades." Respecto á la atmósfera,
es decir, á la capa de aire que envuelve á la tierra, también tiene
espesor muy limitado : algunos le dan 50 kilómetros; otros 100, y
también hay quien la compara á la ligerísima capa que deja el
aliento sobre una bola de billar.
Todo esto (cuyo grado de certeza no es fácil fijar) concurre á
demostrar que donde ha residido y reside la verdadera y potente
"actividad terrestre," es en el centro del planeta. Si hoy que la
costra sólida parece ofrecerle más resistencia, la vem0s manifestarse
por continuos terremotos, numerosos volcanes, levantamientos
y hundimientos de grandes y pequeños territorios, calcúlese en
los tiempos primitivos lo poderoso y trastornador de su acción. A
ella se deben indudablemente esas arrugas, grietas, desgarrones y
protuberancias que llaman valles y mon.taiias. De este contraste,
de esta pugna entre lo fluido y lo sólz'do, proviene la creación ó formación
sucesiva de nuestro globo con su variada y escabrosa superficie.
La primitiva bola gaseosa, convertida luégo en una inmensa
vejiga ó ampolla, aifícilmente podría contener las oleadas del mar
de fuego que hervía y se revolvía en su seno. Unas veces debió reventar,
entreabrirse, desgarrarse, dando paso á las materias ígneas,
que rebosaban y se amontonaban en la superficie, quedando
también inyectadas en la grieta; otras debió contraerse, dilatarse,
arrugarse, hacer nesgas, según la pintoresca frase de Elie de Beaumont;
otras, en fin, cuando ya la costra, más espesa, pudo contrabalancear
el ímpetu interior, fue levantada y abovedada ó bombeada
de una pieza en grandes espacios y regiones, al paso que
en otras se hundía y cuarteaba. De manera que por una parte se
distinguen formadonts por coagulación, por precipitación acuosa de
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Boletín Milz'tar 455
arriba á abajo, por eyaculación ó inyección de dentro á fuera; y
por otra parte, movimientos alternativos de báscula, de compresión
lateral, de torsión, de levantamiento, de hundimiento, de trastorno.
Los autores se esfuerzan en presentar imágenes y comparaciones
que hagan más comprensible aquel caos, aquella labor de creación
y dislocación alternativa y simultánea : ninguna más expresiva
que la de Omalius d'Halloy, considerando los trozos de corfeztr
sólida como un inmenso mosaico, y mejor, como las piedras ó dovelas
de una inmensa bóveda que se destraba.
Mientras que la acción ígnea obraba con una eficacia de que
hoy no podemos formar idea sino por sus vestigios, la atmósfera de
aquellos tiempos primitivos, densa y abrasada, se precipitaba en
inmenso diluvio, arrastrando á las hondonadas, como sedz1nento ó
pozo, los materiales que arrancaba á las alturas; penetrando también
al través de las grietas y hendiduras de la corteza hasta el Tztícleo
interior, que, convirtiendo estas aguas en vapor, acrecentó su
fuerza y su variedad de acción con este agente poderoso, hoy tan
conocido y utilizado por el hombre. La lucha, pues, ó la combinación,
si se quiere, del agua y el fuego, es la que por una serie de siglos
que la imaginación no puede abarcar, fue modelando y variando
el t·eheve de la superfiáe terrestre, como si la preparase para
habitación del hombre, cuya aparición es, relativamente, muy reciente.
La naturaleza no hace alto ni descanso en su marcha, creadora
y destructora á la vez; pero el hombre, como más limitado,
se los supone, para darse cuenta más ordenada de sus actos principales.
De ahí viene dividir los geólogos en cuatro períod&s, épocas
ó eras u convencionale ," el largo proceso de la formación de
la tierra.
En el período pnillan·o comprenden aquellos tiempos oscuros
y remotos, en que la masa fluida de la tierra principia á sentir los
efectos del enfriamiento y de la contracción. En el sectmdario, la
costra sólz'da se interpone ya con alguna firmeza, y aunque sufriendo
roturas y dislocaciones, separa la acción, hasta entonces revuelta
y confundida, de la atmósfera exterior y del núcleo interior.
Más propensa aquélla al enfriamiento, se precipita en lluvias tempestuosas,
de que dan imperfecta idea las actuales de los trópicos;
y en el período terdario la tierra sufre el esfuerzo de los dos elementos
hostiles, viniendo el agua á nivelar y uniformar lo que el
fuego interior continuaba levantando y dislocando. Grandes acumulaciones
en las partes hondas constituyen los mares, á cuyo fondo
van arrastrados nuevos sedzmentos, que constituyen á su vez nuevas
capas ó estratos; y la atmósfera, enfriándose y despejándose gradualmente,
da más paso á la luz, adquiere condiciones de vitalidad
; los seres orgánicos pueblan la tierra y las aguas; y el período
cuafernarz'o, ~con nuevos fenómenos inexplicables todavía, concluye
de preparar la venida del hombre sobre la tierra. Con él
empieza (ó se ha convenido que empiece) el tiempo histórico, lo que
se llama actualidad en geología.
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456 Boletfn ./J;[ilztar
Los progresos de la ciencia hacen que cada día estos grandes
períodos reciban nuevas divisiones y subdivisiones, llegando hasta
treinta y tantos en algunos tratados. No entraremos, aunque ya sea
vulgar, en su escabrosa y técnica nomenclatura, á la cual se ligan
ideas de otro orden concernientes á los restos petrificados ó f!Jsz"les
de los seres orgánicos; pero es indispensable, para entenderse, mencionar
algunas diferencias notables que separan el lenguaje técnico
del ordinario.
Suelo ó corteza terrestre, quiere decir la pequeña porción del espesor
del planeta accesible á la observación é investigación directa
del hombre. Por lo dicho, no ha sido siempre lo que es hoy; y los
varios elementos que la componen toman el nombre colectivo de
sustancias rm1zerales, las cuales difieren entre sí : r .0
, por su naturaleza •
6 calidad; 2.0
, por su origen ó causa, enteramente diversa; 3. 0
, por
las épocas diferentes en que fueron producidas. Forman, pues, estas
sustancz'as tres grupos principales é independientes, que en geología
se designan de una manera fija con los nombres distintos de rocas,
formaciones y terrenos.
Por roca, según Coquand, debe entenderse todo mineral ó toda
mezcla de minerales que se encuentra en grandes masas en la corteza
terrestre, y en una extensión bastante considerable para que
se la pueda mirar como una de las partes component s de esta
corteza, y no como un cuerpo que está en ella simplemente enclavado
de diversas maneras. Así, las arcillas encierran frecuentemente
cristales de yeso : la arcilla sólo es una 'roca, y el yeso un
mz'neral accidental; al contrario, los yesos suel n e tar algunas veces
mezclados con arcilla : en este último caso, la arcilla no hace
el papel de roca.
Las 1·ocas son calizas, graníticas, pizarrosas, etc., y e ta enominación
la aplica indiferentemente el geólogo á toda masa mz'ncral,
sea blanda ó pétrea; así es que en ella se compr-ende, por singuiar
que parezca, la arcilla, la arena y hasta la turba.
Lasformacúmes son grupos de rocas, sea cual fuere su "naturaleza
y su edad," que han sido formadas por" causas " análogas ó
distintas. Así se dice: formaciones ígneas, formaciones acuosas, marinas
6 de agua dulce.
Los ten·enos reúnen las rocas de toda " naturaleza " y de todo
" origen " que han sido producidas en el mismo periodo de tiempo
primario, secundario, etc.
Los terrenos, pues, son para el geólogo, según la expresiva
frase de Constant-Prevost, lo que para el historiador son los períodos,
siglos, años, meses, etc.
Lasformacz'ones representan, al contrario, las categorías, clases
ó estados coexistentes, como, v. g., el clero, el ejército, la ma~
istratura.
Las rocas podrían asimilarse, hasta cierto punto, á los hombres
notables, sea cual fuere su rango y la época en que hayan
existido.•
En una palabra : las rocas de todos tiempos difieren entre sí,
menos por su naturaleza profunda, que por circunstancias de ori-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Boletín Mzlitar 457
gen y edad. Las formadones son el resultado de causas "contemporáneas"
y sincrónicas. Los terrenos constituyen forzosamente•una
serie u cronológica y sucesiva."
Para distinguir, estudiar y clasificar estas diferentes r(Jcas y
terrenos, el geólogo no tiene que acudir á profundas sondas y excavaciones;
la naturaleza se las presenta espontáneamente. El que
en una corta jornada, fuera de carretera, vaya fijando la atención
en la tierra que pisa, comprende al punto la relación íntima que
existe entre la forma, el aspecto y la naluraltza ó calidad de las sustancias
que se suceden. Aquí el granito, por ejemplo, muestra,
unas veces sus picos, otras sus protuberancias redondeadas que, á
pesar de su dureza, producen por desagregación tierra vegetal que
se va juntando en las quebradas; más allá, la marga, empapada por
un ligera lluvia, presenta incómodos barrizales, ó las pizarras su
molesto corte ; unas veces las dos vertientes de un valle muestran
hiladas horizontales y correctas como la de un edificio; otras las
diferentes capas están retorcidas y revueltas, atestiguando ]a violenta
presión que debieron sufrir. Por todas partes está manifiesta
la acción, exclusiva ó combinada, de los dos agentes creadores, el
fuego y el agua. Lo geólogos, que han disputado mucho sobre cuál
de los dos elementos fue más preponderante en esa acción, hoy ya
sólo difieren en el modo de apreciarla: mientras uno , que se llaman
partidarios de las causas actuales, creen que éstas han bastado
en el transcurso d(.' los tiempos para dar forma y relieve á la /zcrra,
otros sostienen que en lo pasado esas cau as, i bien iguales, debieron
obrar con rapidez y energía mucho mayores. Pero en lo
que todos coinciden, es n que no debe con5iderarse el gloto /erres/
re como obra humana que sale terminada de manos del artista, y
puede ser definitivamente examinada y juzgada : lejos de eso, se
acepta la opinión de Lecocq, de Del sse, de Vezian, de que 11egará
un momento en que el planeta habrá. ab orbido en su u masa •·
la totalidad del agua y hasta del aire atmosférico que tiene actualmente
en su "superficie "; y entonces presentará la constitución de
su satélite la luna, que ya, según parece, ha llegado á este período,
á consecuencia de su más rápido enfriamiento.
Sea como quiera, las "causas ' de los terremotos, de las fuentes
termales, de las erupciones volcánicas y del levanlamzázlo de las
montañas no han cesado de manifestarse, con intensidad varia, durante
todas las épücas geológicas; ninguna de ellas está extin2"uida;
todas son inherentes á la "materia '' ; todas resultan de la t'ncandesanda
original y todavía persistente del globo. De tal manera
están unidos entre sí estos diversos fenómenos, que son todos,.
puede decirse, inseparables.
Y sin embargo, por la razón antes apuntada, en cuanto se
entra en la "exposición de doctrina," menos aún, en la simple" nomenclatura,"
forzosamente hay que dividirla para hacerla más clara
; así, el estudio de la superficie /erres/re se divide ordinariamente
en dos partes : orografía (oros, en griego, montaña : grapho1,
describo), la que trata del relz'tve, es decir, de las elevaciones y depresiones;
é hz'drografía, la que trata de las aguas-Continúa.
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Boletín Mtltlar
PRINCIPIOS GENERALES DE ESTRATEGIA
Y DE TACTICA EN LAS PEQUENAS GUERRA~
por el Mayor C. E. Callwell, del Ejército inglés
TRADUCCI6N DE ISIDORO LA VERDE AMA Y A-Ctmtinúa
CAPITULO XVI
CUERPO MONTADOS EN CAMELLOS
l. El Camel Corps es una espeáe de 1·njantería montada.-Las tropas
montadas en camellos difieren sin embargo de la infantería
montada en una particularidad muy importante, en que disponen
de poca movilidad durante el combate, lo que les impide cambiar
de lugar fácilmente sobre el campo de batalla ; y aparte de su lentitud,
en comparación con las demás tropas, para moverse de un
punto á otro sobre el terreno, la dificultad para montar y desmontarse
les estorba para pode r combatir con eficacia, á menos que
tengan tiempo de prepararse á ello.
II. Dz'cho cuerpo ha szao creado p:.zra poder recorr er grandes dúlanáas-
EI objeto de un Camel Corps es más bien el de poner las
tropas en estado de recorrer grandes distancias en el teatro de la
guerra, que el de transportarlas de un punto á otro cuando se está
en contacto inmediato con e l enemigo. Los Franceses han empleado
en el enegal el Camel Corps. Abd el I<.ader hizo muy feliz uso
de los camellos en su guerra de guerrilla contra los conquistadores
de Argelia. Los Turcomanos y los Kirghiz llevaron á cabo,
con camellos, incursiones muy eficaces en el campo de los Rusos y
entre las tribus amigas de Ru ia. Pero, por lo general, los Ca ·mel
Corps, ya sea del lado del ejército regular, ó del lado del enemigo,
han sido formados con el propósito de obtener una movilidad
estratégica y no táctica, lo que e comprobó bien en la marcha de
la columna de ir H. tewart de Korti á Metemmeh, en el curso
de la cual el principio era formar un zerz'btf, en el que se encerraban
los camellos de silla y los bagajes, y se salía del zeribá para
combatir á pie.
III. .Siiuacz(m di.fldl de un Camel Corps durante el combate-En
los capítulos anteriores se ha hablado con frecuencia de la rapidez
de los movimientos de guerreros irregulares.
Los came1los no pueden seguirlos en la persecución ni tampoco
escaparles en la retirada. Al disparar, los camellos estorban un
tanto. Mantenerlos en seguridad es un motivo de inquietud constante,
á no ser que por causa de las circunstancias estén defendidos
por la posición que ocupen las otras tropas comprometidas.
Ciertamente que los camellos estarán á menudo en completa seguridad
sobre el campo de batalla, cuando el Camel Cot·ps no sea
sino una simple fracción de una columna mixta. Durante la campaña
de Sir H. Rose en la India Central, en 1858, se organizó un
débil Camel Corps que prestó importantes servicios en unión de la~
demás tropas.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Bolet{n Mt"it'tar 459
Este cuerpo obró de una manera muy eficaz en Kalpi en un
momento crítico. Los rebeldes habían disimulado con destreza su~
fuerzas y fingieron no amenazar sino la izquierda de los Ingleses.
De repente emprendieron un vigoroso ataque contra la derecha
de Sir H. Rose. La infantería fue rechazada por las fuerzas rebeldes,
muy superiores en número, y hasta los cañones corrieron peligro.
El Camel Corps, que se encontraba en otro punto del campo
de batalla, se trasladó rápidamente hacia la derecha inglesa. Lo~
hombres echaron pie á tierra, cargaron y lograron cambiar del
todo la situación. Los rebeldes fueron derrotados con grandes pérdidas*.
IV. Su Ú11potenúa cuando l os hombres están. montados. Cómo han
de proceder en caso de ataque repenlino-La instrucciones de Lord
Wolseley al Camel Corps, en la campaña del Nilo, insistían mucho
sobre el punto de que esas tropas eran impotentes cuando las atacaban
durante la marcha. Se decidió que los hombres no debían
ser conducidos montados á terreno alguno en donde fuese probable
un ataque. En la marcha al través del desierto, toda la columna
consistía en Camel Corps, menos el pequeño destacamento de
caballería, que prestó tan grandes servicios como vanguardia de la
marcha. Estas condiciones eran esencialmente distintas de las de la
campaña en la India Central, en donde el Camel Corps podía contar
con el vigoroso apoyo de todas las otras armas. En la guerra
del Sudán, en ningún caso se vieron expuestos los Camel Corps á.
ataque cuando ihan á caballo. Y un ataque repentino no se puede
resistir sino haciendo desmontar á los hombres y formando
un cuadro en contorno de los camello , si es posible. Pero el principio
esencial de la táctica de los Camel Corps consiste en que
no deben encontrarse en semejante situación, pues de lo contrario
se exponen á grandes riesgos de desastre. Muy pequeños destacamentos
no pueden formar un cuadro de algún valor defensivo en
torno de sus camellos. En semejante caso, los animales deben formar
el parapeto, y los hombres en el interior, procedimiento que
• Ya el autor ha mencionado varias veces esta batalla de Kalpi, que se
Yerific6 el 22 de Mayo de 1858. "Sir Hugh empleó los cinco días que siguieron
al de su llegada á Gulanli (cerca de Kalpi) en establecer sus baterías, en reunirse
con Maxwell y en disparar constant~mente contra los rebeldes. El 21 sus baterías
rompieron los fuegos y el 22 decidió su ataque. La batalla que se siguió
fue una de las más furiosas y de las más ardientemente disputadas. En cierto
momento, los rebeldes, que se encontraban más fuertes en un punto decisivo, obtuvieron
una verdadera ventaja. La débil línea roja comenzó á agitarse. Los rebeldes,
impulsados por •ma confianza que hasta eutonces jamás habían mostrado,
avanzaron con grandes gritos, y los Ingleses se replegaron sobre los cañones de
campaña y la batería de morteros. Entonces el Brigadier general C. S. Stuart,
echando pie á tierra, se colocó cerca de las piezas y ordenó a los artilleros que las
defendiesen hasta morir. Justamente en el momento en que los InglPses estaban
casi ultimado~, llegaron los 150 hombres del Camd Corps, y cambiaron la faz de
los acontecimientos. Los rebeldes no estaban sino á veinte yardas de la batería
y de los toldos llenos de hombres insolados. Un cuarto de hora más tarde, y hubiera
sido una carnicería. Pero la oportuna llegada del Camd Corps salvó la situación,
cambió la derrota en victoria y permitió á Sir Hugh Rose terminar
gloriosl.mente la primera parte de su brillante campaña en la Ind•a Central."
(T/u lt•dicm Mutiny of r857, óy col~/ Ma!lufm, pág. 391).
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'*160 Boletín J11-il-itar
emplearon una vez los Turcomanos con éxito, poco después de la
partida del General Lomakin para Denghil Tepe, en 1879. Este
es un ejemplo notable de operacione, del Camel Corps.
Gran número de camellos s ' habían reunido, en vista de una
expedición inminente, al rededor de Burnak, cerca de Krasnorodsk
sobre el mar Caspio. E taban diseminados en los llanos y
bastante mal guardados por los Kirgkis y algunos soldados de caballería
irregular. En Burnak había un dsstacamento de infantería.
Una mañana una tropa de Tekkt.:s apareció repentinamente,
se apoderó de gran número de camellos, y los condujo llevándolos
por delante. La guarnición de Burnak salió con presteza pat·a recuperar
los camellos; pero el enemigo había tomado la delantera,
y la infantería rusa, al perseguir penosamente á los merodeadores,
sufría muchísimo de sed. El oficial comandante tomó con rapidez
su partido, reunió algunos camellos que pastaban en la vecindad é
hizo montar á sus hombres. Entonces se volvió á la per<:. cución
con mayor empeño, y se llevó á calJo con vigor.
Por la tarde, las tropas dieron alcance á los merodeadore
. que ocupaban una colina y h~bían formado un laager con los came11os
de que se habían apoderado. Acostados de modo de f01·mar
un óvalo, estos animal s con tituían un verdadero parapeto tras
el cual el enemigo estaba relati,·amentc defendido. Los Rusos,
fatigados, tuvieron que atacar esta fortaleza impro isada, y el
asalto fracasó completamente. Durante la noche 11 garon refuerzos
de Krasnovodsk, p ro al salir el sol, se persuadieron de qu
los Turcomanos se habían retirado á favor de la oscuridad y habían
desaparecido llevándose la mayor parte de su botín.
Esta pequeña jornada es inter ante desde 1 punto de vista d
la cuestión de los Canul Corps. Bajo la impulsión del momento una
partida se organizó en C.z11ul Corps, con el propósito de verificar
una marcha rápida. La otra parte construyó un zen'bá de camellos
y sostuvo un a alto tras de semejante trinchera.
Los camellos no son utilizables sino en ciertos teatro d guerra,
y, por tanto, la necesidad de los Camel Corps no se ofrece de
ordinario. Existe un débil Camel Corps, como elemento del ejército
egipcio, y ha desempeñado un papel activo en la mayor parte de
los combates librados estos últimos años por las tropas dd Jedive
contra los fieles del Mahdi.-Co?Ztz'núa.
------- ~~ ----
REGLAMI-..'NTO MEXICANO PARA EL SER VICIO DE CAMPANA
Continúa
CAPÍTULO U-INFORMES, PARTES, CROQUIS
11. Informts-P'!ra poder dar una orden precisa y que responda
bien á las circunstancias, se requier antes conocer bien éstas.
Las primeras indicaciones con que se cuenta son : los informes
enviados por las autoridades superiores y por las de los cuer-
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Boletín /lfzlitar
pos de tropas próximos. Más tarde vienen los recogidos por el
servicio de exploración y los partes remitidos por los Jefes de los
batallones ó fracciones de las unidades en acciófl.
Las intenciones de los habitantes, así como los periódicos,
cartas, rollos de cinta de las estaciones telegráficas y otros documentos
análogos, pueden proporcionar indicaciones de gran valor.
La reunión de todos estos medios para adquirir noticias incumbe
principalmente á la caballería colocada en primera línea.
Lo manifestado por los prisioneros y enfermos dejados á retaguardia
r.onstituye á su vez una nueva base de información.
Por lo que respecta á los prisioneros_, es necesario tener cuidado,
si no pueden ser conducidos inmediatamente á un Estado
Mayor, de interrogarles por separado y sin dilación. Estos interrog-
atorios, si se hacen con tacto y habilidad, podrán precisar los
hechos ciertos; pues la verdad se desprenderá de la mayor 6 menor
concordancia entre las diversas contestaciones á una misma
pregunta.
En estos interrogatorios las principales preguntas que deberán
hacerse serán las siguientes:
Cuerpos á que pertenecen los prisioneros; número del Cuerpo
de Ejército, División, Brigada, Batallón, Regimiento ó servicio de
que formaban parte; nombre de los principales Jefes; últimos lugares
donde vivaquearon, acamparon 6 acantonaron; marchas
que han ejecutado, situación material de las tropas; su estado
moral, etc.
Si las circunstancias no permiten proceder inmediatamente á.
un interrogatorio detallado, será necesario, por lo menos, precisar
los número de los Regimientos á que pertenecen los prü,ioneros,
pues estas noticias permitirán deducir la organización de las tropas
enemigas.
De todos modos, por estos procedimientos no se puede llegar
á obtener datos concretos. Es indispensable, para poder apreciar
la situación, tener indicaciones directas, que sólo se podrá'n conseguir
buscando el contacto con el enemigo, y observándolo. Además
de esto, es preciso agrupar, formando un conjunto único, los
indicios procedentes del mayor número posible de orígenes. Por
esta razón, las patrullas, los destacamentos, los puestos avanzados,
los Comandantes de tropas y los Estados Mayores, tienen obligación
de dar Á SUS JEFES INMEDIATOS, PARTE DE TODAS LAS NOVEDADES,
TAN .PRONTO Y TAN CQMPLETAMENTE CO.MO SEA POSIBLE.
Cuanto más esté el subordinado al corriente de las intenciones
inmediatas de su Jefe, más fácil le será distinguir Jo que es esencial
de lo que no tiene importancia.
Un Jefe ha de tener siempre grande interés en conocer rápidamente
]as líneas de marcha del adversario; las localidades á
que ha llegado, principalmente con su infantería ; los puntos de
apoyo de sus alas en la formación de combate 6 en estación ; á
veces será ya un gran dato saber que á tal hora no se había encontrado
al enemi~o sobre un camino determinado. A menudo,
también la confirmación de noticias que ya se sabían, será, par.a
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BDlet{n Mi/z'tar
un Jefe, de grande interés; así como la certidumbre de que en tal
momento la situación no había cambiado.
El que envíe un informe debe distinguir expresamente lo que
él mismo ha visto, de lo que otro ha oído ó encontrado, lo que sólo
es una simple suposición, de lo que es un hecho real.
Es de verdadera importancia dar de una manera precisa las
indicaciones de nombre, tiempo y Jugar.
La expresión de columna profunda, por ejemplo, tendrá otro
valor si se le agrega : contando próximamente 4 á 6 batallones y
algunas baterías.
Conviene igualmente decir dónde y cuándo se han visto las
tropas, y particularmente si están en movimiento, cuál era la dirección
de su camino, en 1.ué punto se encontraba su cabeza, cola,
grueso, etc., en el momento de la observación.
El combate es el medio que facilita los informes más seguros
para apreciar la situación. En consecuencia, el General en Jefe
debe estar exactamente al corriente de los acontecimientos de las
tropas empeñadas en una acción.
Una vez terminado el combate, el jefe de la fracción empeñada
puede dar á conocer, con toda precisión, los Cuerpos, Regi.
mientas, etc. que ha visto; el estado que guarda el enemigo y la
dirección que tomó en su retirada.
En casos urgente , no solamente cleben enviarse las noticias
á los Jefes inmediatos, sino también á los de superiot· categoría.
Debe siempre darse aviso directo á toda tropa amenazada por el
enemigo, independientemente de cualquiera otra comunicación
que haya lugar á expedir.
Si una misma noticia se comunica á la vez á di~tintos destinatarios,
e preciso mencionarlos en cada una de las comunicaciones.
Si e ha prescindido de una autoridad intermedia, se le debe
dar parte, tan pronto como sea posible, d las noticias comunicadas
y de las resoluciones tomadas.
Las tropas próximas están obligadas á ponerse constante y
recíprocamente al corriente, de las noticias importantes que adquieran,
relativas al adversario, así como de las modificaciones
que puedan ocurrir en su propia ituación.
12. En campaña no hay ventaja alguna en di tinguir en su
forma un parte de un informe. El parte, que se redacta en general
al abrigo de una casa y con mayor cuidado, es generalmente
el complemento de los informes, demasiado cortos, que se han enviado
desde el terreno, y tiene así el valor de un documento más
completo.
El redactor de un parte debe designarse siempre por las expresiones
yo, mí, y no emplear la tercera persona d suscrilo, tic.
Puede haber interés en conocer la manera de juzgar y la impresión
personal de aquel á quien s • confía una misión en muchos
casos. Puede ser éste el objeto del parte.
En campaña, generalmente, cuando hay que apreciar el terreno
ó ciertas condiciones locales, se hace esto en vista de un objeto
perfectamente determinado y muy próximo; este objeto, que
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· Bolet{n kft'ltta,-
debe indicarse en la orden que se da al que desempeña dicha comisión,
debe resaltar igualmente en el parte en el sentido de que
debe indicarse ante todo, y desde el principio, todo lo que, relativo
á él, merezca llamar la atención.
Los informes muy cortos, que es indispensable enviar después
de cá.da combate, no evitan que se dé un parte más detallado, tan
pronto como sea posible, después de la acción; deben presentarse
en él los hechos, en el orden en que han tenido lugar; para los
combates importantes, se exponen separadamente los hechos acaecidos
en cada uno de los puntos del teatro de la lucha. Las órdenes
é informes recibidos durante la acción, y que han influído en
su desarrollo, deben reproducirse literalmente en el texto del par~'
ó anexarse á él.
13. Croquú-Un croquis, aunque ejecutado rápidamente y en ·
condiciones muy incómodas, es de suma importancia para completar
un informe.
O una carta, ya sea que tengan que hacerse resaltar en ella
los informes recogidos, ó que se quiera indicar el conjunto de los
trabajos importantes que hay que ejecutar en el terreno.
Pero fuera de estos trabajos, que corresponden siempre á las
armas especiales, se puede muchas veces, por medio de un croquis,
aun reducido á su forma más sencilla, reemplazar un texto
detallado 6 completarlo.
Debiendo ejecutarse estos croquis muy rápidament , en condiciones
muy incómodas y aun á caballo muchas v ce., es absolutamente
necesario no hacer figurar en ello sino las indicaciones
topográficas indispensables para el objeto propuesto.
No es necesario sujetarse á una escala rigurosa. Las distancias
y dimensiones que se deban representar, como por ejemplo
Ja ar.chura de un río en un punto determinado, se indicarán en
cifras.
No se trata en estos casos de producir un trabajo artístico,
sino de representar lo más simplemente posible lo que ofrezca interés
para el caso en cuestión.-Conlintía.
JhFORME SOfiRE El EJERCITO ALEMAN
Continúa
Como lo veremos más adelante, este principio de elecci0n no
existe solamente en los distritos de la landwehr; se aplica también
con rigor muy particular en los cuerpos del ejército activo. Evítase
así que en la corporación de oficiales puedan introducirse individuos
indignos de ceñir espada.
Una vez nombrado oficialmente por el Emperador, el nuevo
oficial de la reserva recibe un oficio en que se le indica si está deStinado
á tal regimiento, ó simplemente á tal distrito de landwehr.
Después de haber manifestado por qué trámites debe pasar el
Toluntario de un año para llegar á oficial de reserva, creo útil poner
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Boletín 111'-ilitar
de relieve las ventajas que al ejército apareja esta institución del
voluntariado.
Aun sin hablar de los buenos efectos que produce el paso por
las filas de todos estos jóvenes instruídos y bien educados, se ha
encontrado en el voluntariado de un año la solución sencilla y racional
de uno de los más difíciles problemas de la movilización : el
reclutamiento de los oficiales. Es preciso no perder de vis a
que casi todos los ejércitos europeos, y el ejército ruso en particular,
carecen de oficiales aun en tiempo de paz. ¿Dónde tomar de
pronto-podrá preguntarse-esta necesaria masa de oficiales, primero
para la movilización del ejército activo, después para formar
cuerpos de reserva, de landwehr, etc.?
El papel de oficial en la guerra moderna ha venido á ser tan
difícil, que para desempeñarlo convenientemente es mdispensable
haber recibido durante la paz una educación especial. Así pues,
esta cuestión, de importancia capital, ha embargado desde hace
mucho tiempo la atención del Gobierno prusiano, y éste la ha re-uelto,
puede decirse, de la manera más brillante.
Así, en 1874, de 4,495 voluntarios de un año, incorporados en
el ejército prusiano, 1,579 han sido licenciados como oficiales de
reserva, 833 como sargentos y 1,836 como simples soldados; 209
han sido despedidos ó han muerto antes del fin de su año, y 38 han
permanecido en el servicio por ascenso ó como reenganchados.
Y no solamente encuentra el ejército por este medio una reserva
de oficiales que pueden ser empleados para la formación de
nuevos cuerpos, sino que cada regimiento viene á poseer un numeroso
depósito de oficiales, que le pertenece en propiedad, y cuyo
personal le es perfectamente conocido. Se hace, por otra parte,
una consideración muy importante : los cuerpos, al instruír sus voluntarios
de un año, trabajan en cierto modo para ellos mismos y
son los más interesados en hacer esfuerzos para dar la mejo! educación
militar posible á jóvenes que les será preciso utilizar en el
momento crítico de la movilización y durante la guerra *.
Supongamos, por ejemplo, que en un regimiento hayan entrado
durante el curso de un año, como ocurre con frecuencia, cincuenta
voluntarios de un año. Al fin del curso anual, veinticinco
próximamente habrán recibido el certificado de candidatos para el
grado de oficial de la reserva. Supongamos toda vía que sobre estos
veinticinco, los diez mejores solamente hayan merecido ser designados
oficiales de reserva de su propio regimiento : resulta de
• Es verdaderamente admirable lo sencillo del sistema establecido en el
~jército alemán para hacerse á un3. numerosa oficialidad de reserva dt: bueuu
condiciones, con jóvenes instruidos y de buena educación, y sin que cuesten un
solo céntimo al Estado, evitando así la contingencia de tener que impro'fisar oficiales
en caso de guerra, sin instrucción militar de ningún género o sólo con la
práctica que hayan adquirido como individuos de tropa, y sin detenerse en SU$
aptitudes y ::.ntecedentes, y que más tarde son la rémora, la perturbación y abo·
go de las escalas y la carga del presupuesto. La base de toda la bondad de aquel
istema es el servicio militar obllgatorio, y es el único medio, 6 por lo menos el
más expedito y eficaz, para adquirir oficiales de escala de resena, iÍn que seaa
rravosos al presupuesto durante la pu-(N. dd T.).
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Boletín JV/z.'lz'tar
ello que este regimiento enviará cada año á su particular reserva
diez oficiales elegidos entre cincuenta voluntarios, y una quincena
de buenos oficiales á la reserva general del ejército. Al cabo de
diez años, por consiguiente, el regimiento contará en su reserva
particular-teniendo en cuenta la~ bajas inevitables-unos ochenta
oficiales, esto es, que con toda amplitud podrá llenar las vacantes
que ocurran, tanto en sus batallones activos como en los depósitos
y lmzdwehr *. Pero si llegare á suceder que un cuerpo no tuviere
ntimero suficiente de ellos en su reserva especial, podría fácilmente
suplirlos, sacándolos de la reserva general del ejército, la cual
está siempre abundantemente provista.
La guardia tiene su reserva particular, donde no se encuentran
sino los oficiales expresamente designados para formar
parte de ella. Todos los demás oficiales de reserva que salen de
los cuerpos de la guardia, son clasificados en la reserva general
del ejército.
Voy á tratar ahora de dar á conocer de qué manera se
procede en los cuerpos activos para instruir á los voluntarios de
un año.
Como se proponen formar, si es posible, buenos oficiales de reserva,
es natural se dirija su instrucción de manera distinta á la de
los demás reclutas.
La diferencia es más sensible en lo que concierne á la enseñanza
teórica. En cuanto á las maniobras, se sigue con los voluntarios
de un año la misma progresión que con el resto de Jos
nuevos soldados : solamente se procura darles un conocimiento más
profundo de los principios.
Al llegar al regimiento, los voluntarios son sometidos á una
visita médica, y desde el siguiente día comienza su instrucción.
Al principio se les exige absolutamente lo mismo que á
los demás reclutas ó soldados del contingente. e les obliga á limpiar
personalmente sus armas y equipo, asistir sus caballos y conducirlos
á la fragua. Sólo después de haber comprobado que es:
tán perfectamente al corriente de todas estas faenas, es cuando
los capitanes comandantes les permiten delegarlos á otro soldado,
mediante cierta retribución. Sin embargo, el voluntario que
aprovecha esta autorización, no deja por eso de ser responsable
del aseo y del buen estado de todo lo que le pertenece, y
solamente á él se castiga en caso de negligencia respecto á este
asunto. Pero si los voluntarios de un año no son dispen~ados de
ninguna de las obligaciones que el servicio interior impone al individuo
de tropa, sí se les dispensa en todos casos de 1 :>s diferentes
trabajos de aseo que necesita la limpieza del cuartel ó de sus alrededores.
Conviene observar aquí que en Alemania la ley no reconoce
derechos especiales á ninguna clase de la sociedad, y que en consecuencia,
todo individuo que posea un título de nobleza y que ~e
tto Es decir, en los batallones del regimiento de landwehr que lleva el mismo
nombre.
TOl'tiO 1-30
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Boletín M·ilZ:tar
haya incorporado por la vía de reclutamiento ordinario, se verá
tratado siempre como el último campesino. Bajo las banderas no
existen otros privilegios que los adquiridos por la instrucción. Debo
decir, por otra parte, que ?lO se me Iza podúlo citar un solo caso de que
haya sido llamado al serm"rzo 11z'ngún joven que carezca de educaczl»t.
Todos, en efecto, ó bien son voluntarios de un año, 6 bien satisfacen
de cualquiera otra m::tnera las obligaciones militar s que la
ley les impone.
Tan pronto como llegan al C•.l rpo, todos los voluntarios de un
año son confiados á un oficial inteligente, ex~erimentado y cuidadosamente
elegido, de modo que pueda no sólo darles la instrucción
militar, sino también inspirarles el respeto y consideración que corresponde
á cuantos ciñen espada.
Los voluntarios de un regimiento forman así un pelotón especial,
que durante cierto tiempo, como lo veremos más adelante, es
instruído teórica y prácticamente aparte de los demás reclutas. No
hay excepción para esta regla sino en caballería, en donde, pars
los ejercicios prácticos, se reúne á los voluntarios con los simplea
reclutas y se les distribuye entre las diversas tandas, según su fuera
za en equitación; pero para todo lo que concierne á la enseñanzteórica,
se les separa del resto de la tropa, y siguen un curso especial
bajo la dirección de un oficial inteligente y experimentado,
tal como en las demás armas.
A propósito de esto debo añadir que no se confía á un mismo
oficial la instrucción de más de 20 hombres, y que, por consiguiente,
en ciertos regimientos estacionados en las grandes ciudades,
donde los voluntarios son siempre numerosos, no e raro ver
dos y aun tres tenientes encargados simultáneamente de su instrucción.
La tarea de estos oficiales no es fácil. Les es preciso, en el
corto espacio de un año, no solamente hacer de los jóYenes que se
les confía soldados muy diestros, sino también darles una educación
militar suficientemente elevada para hacerles aptos para el desempeño,
en tiempo de guerra, de la difícil misión que incumbe al
oficial.
Es evidente que dada la suparioridad intelectual de estos jóv~
n~s, necesitan menos tiempo que los otros recluta~ para ponerse
al corriente de las reglas del servicio y acomodarse á las necesi- '
dades de la vida militar; pero en cambio, la educación de los voluntarios
debe ser llevada mucho más lejos, puesto que no sólo se
quiere de ellos hacer sol dos sino también jefes. Un fin tan elevado
no puede obtenerse ~;ino á fuerza de celo por parte de los oficiales
instructores, con el activo concurso de todos aquellos que
por sus funciones est~1n más ó menos directamente en relación con
los voluntarios. Cada uno debe siempre recordar que en caso de
guerra el regimiento no tendrá para completar sus oficiales sino
aquellos que él haya formado así por sí mismo; de suerte que si
no están á la altura de su misión, la falta será del cuerpo que no
ha sabido prepararlos en tiempo de paz.
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Boletín Mzlitar
La responsabilidad principal de todo esto recae naturalmente
sobre el oficial instructor, por lo cual, aun cuando sea veterano y experimentado
y los di Tersos ramos de la instrucción dehen serie familiares,
no por eso deja de ser útil se prepare previamente de una
manera del todo especial, á fin de estar dispuesto á comenzar la
educación de sus discípulos el mismo día de su llegada. Estos oficiales
instructores no son, por lo demás, designados para el año entero,
sino solamente para la duración de lo que se llama el período de
instrucción de los reclutas, duración que varía de tres á seis meses,
según las armas. Se les agrega, además, para secundarles, un número
suficiente de sargentos elegidos entre los mejores del regimiento.
Vamos á examinar en un instante, más en detall las diferentes
especialidades que comprende la instrucción, y á indicar la repartición
del empleo del tiempo que una larga experiencia ha
hecho generalmente adoptar en los regimientos de infantería ; bien
entendido que aquí, como en todo lo demás, los oficiales instructores
tienen completa libertad para elegir y emplear los procedimientos
y métodos que les parezcan preferibles en cada circunstancia.
La sola condición que se les impone es la de que la instrucción
de los voluntarios alcance, para ciertas épocas, fijadas de
antemano, un grado determinado.
En cuanto á la manera como han de llegar á este resultado,
queda á su cargo. Así, por ejemplo, se exigirá que al cabo de tres
meses estos jóvenes hayan terminado ehteramcnte el curso de la
instrucción individual de los reclutas, y que posean los principios
de una manera mucho más completa que los demás soldados al
cabo del mismo tiempo. Pero no está permitido ir más lejos, y se
me ha citado el ejemplo de un coronel sr:vcramc11/e censurado por sus
su.periort:s, por haber establecido 1: 1i1zjmes/o en su reghmenlo mz programa
de ziHirucáón para los voluntarios de tm alio. Se le reprochaba deslruír
así toda in/dativa é úzdepcmlettdcz á sus oficialts ·instructores, cosa que
en opinión de todos no puede conducir sino á resultados medianos
y á veces también absolutamente malos.
La época en que comienza el curso anual de instrucción depende
de aquella en que llegan los jóvenes al cuerpo, y por
tanto, en los regimientos de infantería hay en realidad dos cursos
cada año, que empieza el uno el 1.0 de Octubre y el otro el 1.0
de Abril •. Los voluntarios siguen de estos cursos aquel cuya inauguración
corresponde á la fecha de su ingreso, y se encuentran
así formadas dos clases que jamás se mezclan y que son instruidas
aparte. No se reúnen sino para las maniobras de conjunto de la
compañía cuando ambas han terminado el período de los ejercicios
individuales, lo que no puede ocurrir sino del 1.0 de Enero al
1.0 de Abril, ó bien entre el 1.0 de Julio y el 1.0 de Octubre.
Continúa.
• Puesto que, como lo hemos visto, en esta arma solamente los voluntarios
de un año se reunen en cualquiera de estas dos épocas. Cada uno de c1tos d~
c'tnsos no dura menos de un año.
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Boletín Milzta1"'
VIAYE A LAS REGIOJilES EQUINOCCIALES, DE HUMBOLDT
Fragmentos ttaducidos para el Boletl11 Militar
Continúa
Confieso que estas razones son más especiosas que verdaderas.
El hombre, para sacar provecho de las ventajas del estado
social, debe sacrificar sin duda una parte de sus derechos naturales
y de su antigua independencia. Pero si el sacrificio que se le
impone no está compensado con las ventajas de la civilización, el
sal.vaje, en su cuerda sencillez, conserva el deseo de volver hacia
los bosques que lo han \'Ísto nacer. Esto último consi~te en que el
indio de los bosques es tratado como sier o en la mayor parte de
las misiones, y en que no disfruta allí del fruto de su trabajo: por
esto quedan desiertos los establecimientos cristianos del Orinoco.
Un Gobierno fundado sobre las ruinas de la libertad de los indígenas,
apaga las facultades intelectuales ólas paraliza en su desarrollo.
Cuando se dice que el salvaje, como el niño, no puede ser
gobernado sino por la fuerza, se establecen falsas analogías. Los
indios del Orinoco tienen algo de infantil en la expresión de su
alegría, en la rápida sucesión de sus emociones ; pero no son niños
grandes, lo son menos que los pobres labradores del oriente de Europa,
á quienes la barbarie de nuestras instituciones feudales ha
mantenido en el mayor embrutecimiento. Considerar el empleo de
la fuerza como el único medio para civilizar al salvaje, es por otra
parte un principio tan poco verdadero en la educación de los pueblos
como en la educación de la juventud.
Cualquiera que sea el estado de debilidad ó de degradación
de nuestra especie, ninguna faculcad se extingue por completo. El
entendimiento humano ofrece sólo grados diversos de fuerza y de
desarrollo. El salvaje, como el niño, compara el estado presente
con el pasado, dirige sus acciones no según un instinto ciego, sino
de acuerdo con motivos de interés. Por dondequiera la razón puede
ser ayudada por la razón, y sus progresos se retardarán más
mientras los hombres que se creen llamados á educar la juventud
6 á gobernar á los pueblos, enorgullecidos por el sentimiento
de su superioridad, despreciando á aquellos que tienen á sus órdenes,
pretendan sustituír el temor y la fuerza á la influencia moral,
que es la que puede desarrollar las facultades nacientes, calmar las
pasiones irritadas y afirmar el orden social.
Abn1 Io-No pudimos hacernos á la vela sino á las diez de la
mañana. Trabajo nos costó habituarnos á la nueva piragua, que
considerábamos como una nueva prisión. Para ganar en anchura,
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Boletín Milita·r
se formó con ramas de árbol, en la trasera del bote, una especie
de enrejado, que por ambos lados sobresalía de los costados. Por
desdicha, el toldo de hojas que cubría este agregado tenía tan
poca altura, que era menester, 6 permanecer extendido, sin ver
nada, 6 sentarse encorvado. La necesidad de transportar las piraguas
al través de los raudales, y también de uno á otro río, el temor
de dar mucho asidero al viento al levantar el toldo, hacen necesaria
esta construcción para las pequeñas embarcaciones que remontan
hacia el Río Negro. El techo se arregla como para cuatro
personas, e. tendidas sobre el puente 6 enrejado de ramas ; pero
las piernas son mucho más largas que las ramas, y cuando llueve,
uno se moja medio cuerpo. De resto, uno se acuesta sobre cueros
de buey 6 pieles de tigre, y las ramas de árbol que sostienen esas
pieles, se hacen sentir dolorosamente al través de una cubierta tan
delgada. La parte delantera del bote estaba llena de indios remer
s, provistos de pagayas de tres pies de largo en forma de
cucharas. Están del todo dt.:snudos, s ntados dos á dos, y bogan
en cadencia, con igualdad extraordinaria. Sus cantos son tristes
y monótonos. Las cajas que contenían nuestt·os pájaros y monos,
y cuyo número aumenta! a á medida que aYanzábamos, estaban
amarradas, unas al toldo, ott·as á la pr·oa del bote. E ta era
nuestra casa de fieras ambulante. A pesar de las pérdida frecuentes,
ocasionadas por accidente y, sobre todo, por lo funestos efectos
de la insolación, contábamos catorce de e tos animalitos á nuestro
regreso del Casiquiari. Naturali tas que pretendan llevar colecciones
de animale vivos á Europa, podrían, en las dos capitales
situadas á orillas del Orinoco y del Amazonas, n Angostura ó en
el Gran Pará, hacer con truír piracruas exprofeso, cuya primera
tercera parte contenga dos filas de cajas, defendidas de los ardores
del sol. Por las noches, cuando establecíamos nuestro vivac,
lcZ casa y nuestros in trumentos ocupaban el centro, en eguida venían
nuestras hamacas, después las de Jos indios, y por fuera, las
candeladas indispensables contra los ataques del jaguar. Al sa1ir
el sol, los monos de nuestras cajas respondían á los gritos de los
monos de la selva. Estas comunicaciones entt·e animales de la misma
especie, que se encariñan sin verse, gozando unos de la libertad
que otros echan menos, tienen algo de triste y de conmovedor.
En una piragua tan cargada y que no tenía tres pies de ancho,
no quedaba otro lugar para las plantas secas, los baúles, un
sextante, la brújula de inclinación y los instrumentos meteorológicos,
~ino la parte inferior del em·ejado de ramas sobre el cual permanecíamos
acostados por fuerza la mayor parte del día. Para
sacar el menor objeto de un baúl, ó para hacer uso de un instrumento,
era preciso anclar en la ribet·a y desembarcar. A estas
incomodidades se unían el tormento de los mosr¡wlos que se acumulan
en techo tan bajo, y el calor que irradian las hojas de palma,
cuya superficie superior está conti;mamente expuesta á los
ardores del sol. Intentábamos á cada instante, y siempre sin éxito,
mejorar nuestra situación. En tanto que uno de nosotros se envolvía
en un manto para precaverse de los insectos, el otro insistía
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470 Boletf1t M·ilitar
para que se encendiese leña verde bajo el toldo, á fin de arrojar
á los mosquitos por medio del humo. El ardor de los ojos y el aumento
de calor, ya tan sofocante, hacían ambos medios impracticables.
Con alguna jovialidad de carácter, con actos de mutua
benevolencia, con vivo interés por la majestuosa naturaleza de
estos grandes valles y sus ríos, los viajeros soportan fácilmente
males que se hacen habituales. No he entrado en estos detalles
minuciosos sino para pintar la manera de navegar sobre el Orinoco,
y para probar que, á pesar de nuestra buena voluntad, no
pudimos, ni M. Bonpland ni yo, durante esta parte del viaje, multiplicar
nuestras observaciones como lo exigía el interés de los ob-jetos
que nos rodeaban. .
Los indios nos mostraron el lugar en donde, sobre la ribera derecha
del río, estaba situada en ott~o tiempo la misión de Pararuma,
fundada por los Jesuíta hacia el año de r 733· La mnrtn lidad
causada por la vintda entre los indios Sá.livas, fue la causa principal
de la destrucción de la misión. Los pocos habitantes que sobrevivieron
á esta cruel pidemia, fueron agregados á la aldea de
Carichana, que íbamos bien pronto á visitar. Es en Pararuma, según
el testimonio del Padre Román, n donde se ha visto caer
g:ranizo durante una gran tPmpestad, hacia mediados del último
Siglo.
Este es casi el único ejemplo que yo conozco en una llanura
que está poco más ó menos al niv 1 clel mar; porqu generalmente
no se ve caer granizo bajo 1 JS trópicos sino á trescientas toesas de
elevación. Si se forma :í igual altura ncima de las llanuras y de
los valles, es prcci. v ere r que se derrite al recorrer en su caída
las capas má. · bajas ele la atmó fe1·a, cuya temperatura media
(entre o t. y 300) es de 27°.5 y 24° del termómctr centígrado.
onficso que es bien difícil pouer .· licar n 1 estado actual de la
meteorología p r qué cae granizo en l; iladelfia, en Roma y en
Montpellier durante los mes s de má. calor, cuando la temperatura
media alcanza 25° á 26°, en tanto que no se verifica el mismo fenómeno
en Cumaná, n la oajira, y en general en las llanuras
ecuatoriales. En los E tados Unidos y en la Europa meridional
(hacia los 40° y 43° de latitud), los calores de las llanuras son, en
estío, poco más 6 menos los mismos que bajo los trópicos. La disminución
del calórico, según mis investigaciones, varía igualmente
muy poco. Si, pues, la falta de granizo en la zona tórrida, al nivel
del mar, proYicne de que se deshace al atravesar las bajas capas
del aire, hay que suponer que estos pedriscos, en el momento
de su formación, son más gruesos en la zona templada que en la
zona tórrida. Conocemos todavía tan poco las condiciones bajo las
cuales el agua se congela en una nube tempestuosa, en nuestros
climas, que no podemos juzgar si estas mismas condiciones se verifican
bajo el ecuador, encima de los llanos. Yo dudo que el granizo
se forme siempre en una región del aire cuya temperatura
media sea cero, y que no se encuentre entre nosotros en estío sino
á 1,500 6 1 ,6oo toesas de altura.
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Boletín M-ilz'tar
Las nubes en las cuales se oye entrechocar los pedriscos antes
de su caída, y que se mueven horizontalmente, me han parecido
siempre mucho menos elevadas, y, á estas alturas menores, se
puede concebir que enfriamientos e.'traordinarios son causados
por la dilatación del aire, que asciende aumenlado de capacidad
por el calórico, por corrientes de aire frío que vienen de una latitud
más elevada, y, sobre todo (según el pa1~ecer de lVI. Gay Lussac),
por la irradiación de la superficie superior ele las nubes.
Tendré ocasión de volver á tratar este asunto, al hablar de las
formas diferentes bajo las cuales el g1~anizo aparece en la cima de
los Andes, á 2,000 y 2,6oo toesas de altura, y al examinar la cuestión
de saber si se puede considerar la capa de nubes que envuelve
las montañas como una continuación horizontal de la capa que
vemos en los 1lanos encima de nosotros.
El Orinoco, lleno de islas, comienza á. dividirse en varios brazos,
de los cuales el más occidental permanece seco durante los
meses de Enero y de Febrero. El ancho total del río pasa de 2,500
á 3,000 toesas. Frente por fren .. e de la isla de Javanavo ·irnos al
levante la boca del ca11o Aujacoa. Entre este caño y el río Paruasi
6 Paruati .. * el país se hace cada vez más cerrado en bosque. En
medio de un bosque de palmeras, no lejos del Orinoco (enfrente
del Halo de San Antonio), se levanta una ¡·oca aislada y de un aspecto
infinitamente pintoresco.
Es una columna de granito, una masa prismática cuyos flancos
desnudos y escarpados alcanzan á cerca de doscientos pies de
altura. u cima, que se levanta sobre los más elevados árboles del
bosque, termina en un banco de roca unido en la superficie y horizontal.
Otros árboh::s coronan esta cima, que los misioneros llaman
el Pico 6 Jl;fogole de oc¡a•za. Este monumento de la naturaleza,
sencillo en su grandeza, recuerda los monumentos ciclópeos.
Sus contornos, fuertemente pronunciados, el grupo de árboles y de
arbustos que lo coronan, se destacan sobre el azul del cielo. Es como
si un bosque se levantase encima de otro bosque.
11ás lejos, cerca de la embocadura del Paruasi, el Orinoco se
estrecha. Al Oriente alcanzámos á v r una montaña de cima rasa
que se a anza en forma de promontorio. Tiene más de trescientos
pies de alto, y servía de fortaleza á los Jesuítas. Allí habían
construido ellos un fortín defendido por tres baterías de cañones y
constantémente ocupado por un destacamento militar. Hemos visto
estos cañones desmontados y medio sepultados en la arena, en
Carichana y en Atures. El fortín de los J esuítas ( ó fortaleza de San
Francisco Jaz•ier) fue destruído después de la disolución de la Compañía;
pero el sitio aún conserva el nombre de El Casft"llo. Sobre una
carta manuscrita, trazada en estos últimos tiempos en Caracas por
un miembro del clero secular, lo encuentro marcado con la rara
denominación de Trz"nchera del despolúmo mo11acal. En todas las re-
• El Padre Jesuíta Morillo había formado sobre las orillas de Paruasi
una misión de este nombre, reuniendo indios Mapoyes ó Mapoy; pero fue bien
pronto abandonada.
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472 Boletín Militar
voluciones la nomenclatura geográfica se resiente del espíritu de
innovación que se apodera de la multitud.
La guarnición que los Jesuítas mantenían sobre esta roca no
estaba simplemente destinada á proteger las misiones contra las incursiones
de los Caribe , sino que se empleaba también en una guerra
ofen iva 6, como se dice por aquí, en la conquista de las alrnas.
Los soldados, excitados por el cebo de recompensas pecuniarias,
hacían incursiones ó entradas á mano armada en las tierras de los
indios independientes. 1\IIataban todo lo que se a treYiese á hacer
resistencia; quemaban las cabañas ó destruían las plantacione , y
se llevaban en calidad de presos á los viejos, las mujeres y los niños.
Estos prisioneros se repartían en las misiones del Meta, del
Río Negro y del alto Orinoco. Se escogieron los lugares más
lejanos, á fin de que no pudiesen intentar el volver á su país natal.
Este medio violento de conquistar almas, aun cuando prohibido
por las leyes españolas, era tolerado por los gobernadores ciYiles y
elogiado como útil á la religión y pat·a el engrandecimiento de las
misiones, por los superiores de la Compañía. "La voz del Evangelio
no es escuchada-decía cándidamente un Jesuíta en las Carlas
edificantes de la Compailía de Jesús, 1757, tomo xv1, página 92-sino
allí en donde los indios han oído el ruido de las armas, el eco de la
pólvora. La dulzura es un medio bien lento. Castigando á los naturales
se facilitara su conversión."
Estos principios, que degradan la humanidad, sin duda que
no eran los de todos los miembros ele una sociedad que, en el
Nuevo Mundo y por dondequiera q e la educación ha permanecido
exclu ivamente entre las manos de los monjes, ha prestado servicios
á las letras y á la civilización. Pet·o las entradas tÍ las conqmslas
espinlualc-., con ayuda de las bayonetas, eran un Yicio inherente á
un régimen que tendía al rápido ensanche de las misiones. Es consolador
ver que no siguieron el mismo sistema los religiosos de
San Francisco, de Santo Domingo y de an Agustín, que gobiernan
hoy una vasta parte de la América l\1eridional, y quienes, por
medio de la dulzura 6 la senctllez de sus costumbres, ejercen una
influencia poderosa sobre la suerte de tantos millares de indígenas.
Las incursiones á mano armada están casi del todo abolidas;
y allí en donde se acometen, son improbadas por Jos Superiores
de las órdenes. No decidiremos por el momento si esta mejora del
régimen monacal se debe á falta de actividad ó á una tibieza indolente,
ó si hay que atribuirla como á uno le gustara ó á que fuese
debida al aumento de luces; á sentimientos mejores y más conformes
con el verdadero espíritu del cristianismo.
Conlz'mía
Bogotá-Imprenta de Vapor. Calle IO, mímero I68
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año V Serie II Tomo I N. 15", -:-, 1901. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691114/), el día 2025-12-06.
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