BoaCTÁ, Dici&WBJtB z9 DE 1900
Or::ano del .Uiai terio de ~
.(;uerro. y del Ejército
en ~olaboradores de e11te periódico los Jefe11 1
Oficiales del Ejércitu
.A.:S.'TC> X'V'
Director ad honorem
Franci•co ;J. Ve reara T.
General de Ingf'nieros, Miembro de Y&rlaa Sv·
c.edades Cientificu
:N"U1v.l:. 104
!iDllil ~ID.l?l~ 'O.> h~. o • • . lb)I~ ll~® ~ü)
(JO DE NOV · EMBRE)
que aprueba la teorganizaci6n del Ejército del Centro del Tolima
El Yiupresidtnt~ d~ la RP-pública Enc.1rgad~ dtl Podtr Ejuutiw
DECRETA
Artículo único. Apt uéhase la reorg-anización del Ejército
del Ct.~tttro del Tolima, qnc cou fe(~ha 9 <1.-1 pre~ente mes hizo
8tl tlefe de E .·tado Mayor general, Sr·. Ni(•olás Penlomo, ampliam
~nt a¡~toriza(lo para ello l•Ol' d P· •l~r Ejecutivo, eu la
form~ ~ig-nit.~ute:
El Ejót·cito . e compondrú. (los Dh· i. ion<'s y una Brigada
llamacla Brigada del Tolima, y t<.HHlrr el siguiente personal:
U u A R'l'J·;L (:Hl g. Vill~; SP~mulos Ayns:
Primera Brigada-Con los Batallones Jlfarroquín número
l.o, Briceño número 2.o y uua Bater{a de Artillería.
Segunda Bt··igada.-Con los Batallones Vencedorts número
3.o y Oazado·res núme~·o 4.0
, y Escuadrón T()ba-r, del RegimientoMoya
Vásq·uez.
Cuartel General de la División-Comandante geueral, General
Pedro Sicard Briceño; ,lefe de Estado l\Iayor geueral,
General Benjamín Silva; Primer Ayudante geueral, Oorouel
Fernando Piuzón; y los demá · empleados que hoy tiene uicho
Cuartel general.
Primera Brigada. Oua.rtel general -Uoruandaute general,.
General Daniel Estévez; Jefe de Estado Mayor, Coronel Próspero
Piedrahita; y los demús empleados que hoy tiene este
()uartel general.
Batallón Marroquín número Lo-Primer JefP, Coronel
l:laximino H.h-era; St .. gunuo Jefe, Sargento Mayor Ju~tino
Angel.
Batallón Briceño núme1·o 2. 0 -Primer Jefe, Teniente Coronel
Alejandro Srumlwz; S~gnntlo ,Jeü~, Sargeuto l\layor Ramón
Rodero.
Ba.terírt de A~·tillería-Capit{lll, Fnweisco Villo L.
1-Iatallón 5. 8 de Garz6n-Pl'imer Jefe, Coronel Jlonorat()l
Díaz; Seguudo Jef~, Sargento Jt.Iayor Auge! .1\-L SilYa .
. Medio Batallón Sanftt Rosa-Primer Jett!, Teuiente Coro·
nel Antonio Uánlena~.
J.JoS Unart<.•ks geueralc5\ de las lJrigatlas ron. taráu ele do8
prin) ros Ayudantes g·enera1es Ooronelcs ó 'l,euienteN Uoroneles);
dos seg·nndos Aylalnnte~ generaleH ( argentos 1tlayores);:;
dos Ayudante~ de campo (oticialt-s inferiores); un Col'ucta de
órdenes y hasta seb~ iu}ana
~1ayor; y Jo Escuadrones se organizarán couforme Jo previono
d Oúdi~o Militar.
J..JOS C• manda u tes gent-ra1es ra.mieu tos de Oticiah!s inferi01·e~ y Hahilitauo
de tiu.· Ül erpos, ~- wel>crán dar cuenta de ellos al EstadoMayor
geueral del Ejército.
Comuniques y publíques(1.
Dado en Bogot:'l, á :10 de Noviembre de 1900.
JOSE MANUEL 1\IARUOQUIN.
El Jrliuistro ele Guerra, JOSÉ DOMINGO ÜSPlNA 0.
-----1~··-_._. __
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EN TIEMPO DE GUERRA
Prácticas francesa
111 -SOBRE EL CAMPO DI'~ H:lTALLA
Disposicionu preliminares-Para las reuniones que en cierto¡
casoc; pueden preceder al combate, la artillería debe desocupar lo¡
caminos. U na batería sola se forma en batalla, con la reserva tras
los armones de la batería de combate; varias baterías se forman en
masa (una tras otra en batalla) cada una con.su reserva respectiva
establecida como acaba de indicarse.
Durante el reconocimiento general de la posición, el jefe de la
artillería acompaña al jefe superior, y en seguida dirige las baterías
á un emplazamiento á retaguardia del que haya reconocido útil para
la lucha, al abrigo de la vista del enemigo en cuanto sea posible. Hace
saber esto al director del parque, asigna puesto á las secciones de
municiones y lo indica á los jdes de las baterías. Por regla general
las municiones de infantería se estacionan cerca de las de arti-
1lería, á menos de orden contraria emanada del jefe superior de toda
la fuerza.
Los comandantes de batería, después de establecer sus piezas
en el sitio designado por el jefe de la artillería, se trasladan á donde
él esté, acompañado cada uno por dos ó tres clases y dos cornetas,
á recibir órdenes, tras lo cual vuelven á su puesto, y desmontados
se adelantan á reconocer el campo, tratando de no llamar la atención
del enemigo. Reconocer el emplazamiento de los diversos
elementos de la batería, el blanco que debe batirse, apreciar la distancia
del tiro y darse cuenta de la posición de las tropas vecinas
en estado de proteger la batería es lo que tienen que hacer allí.
Durante ese tiempo los jefes de sección lo hacen alistar todo
para el combate: asegurarse de que armones y cajillas no están con
cerradura; hacer jugar los mecanismos de cierre y de puntería;
pasar las barrenas por los oídos; verificar si los sirvientes est~n
equipados con Jos juegos de armas completoc: y en ellos se encuentran
los útiles necesarios; hacer abrir los armones y asegurarse de
que saquetes de carga y proyectiles pueden retirarse sin tropiezo;
hacer que los soldados recojan los morrales si iban sobre los armones.
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Los elementos que deben entrar inmediatamente en accton
son la~ piezas con el armón de la derecha de cada sección, y el personal
cvmpkto para el servicio de las dos piezas. Los sirvientes de
reserva se colocan junto al armón de la izquierda de cada sección.
Elección de las posiciones. Baterías-La primera condición que
debe llenar un buen emplazamiento de combate es que tenga suficiente
vista sobre el blanco indicado, y en cuanto sea posible en
todas direcciones, hasta las más próximas distancias. Después se
procede á cubrir la batería por medio de abrigos naturales, colúcándola
de manera que no sea vista fácilmente por el enemigo. En
una palabra, gran campo de visi0n, no ser vista, y facilidad para
dejarla cuando así convenga, es lo que constituye la buena P,osición
de combate de la artillería.
Buscar á vanguardia un terreno plano y descubierto en toda
la extensión del tiro; ocupar los sitios dominante:;, prescindiendo
de los muy elevados, que tornarían fijantes los disparos y no deja'
ían barrer las pendientes aledañas; si no interesa batir el pi de la
falda, cubrirse con la cresta de la altura; tratar de colocar las piezas
sobre fondos sombríos, como cortinas de árboles, etc., y de manera
que no se perfilen sobre el cielo; evitar los terrenos pedregosos y
aRrovechar los obstáculos que pueden detener los proyectiles enemigos
ó sus cascos (pantanos, fosos, desmontes, etc.). El estado del
suelo no debe ser un obstáculo para los movimientos de las baterías.
Alejarse de las casas, de los árboles aislados y de todo lo que pueda
· ser cómoda señal para el enemigo, buscando en cambio las posicionl'!
s que le dificulten la regulación del tiro: colocarse entre los cultivos,
á cierta distancia á retaguardia de las cercas y etos, en especial
sobre u na cresta estrecha que no permita observar los puntos
de caída adelante y atrás de los cañones y oculte los armones, etc.
En cuanto sea posible, alejarse de los barrancos, tallarec:, grupos
de arbustos, etc., difíciles de vigilar ó no explorados; b11scar
desembocaderos fáciles que aseguren la movilidad hacia adelante y
hacia atrás; cuidar de que la línea de piezas no pueda ser enfilada
ni cogida de revés. En terreno plano cuidar de que los cañones no
queden cerca de la espalda de las 11 neas de infantería, y en suelo
ondulado establecer varios pisos de fuegos en los puntos que quieran
tornarse fuertes en extremo.
Municiones-Colocarlas unos I ,500 metros á retdguardia de la
línea de combate, cerca de los bivios de los caminos, en un pueblo,
á orillas de una corriente, en puntos fáciles de ' indicar y de encontrar;
pero en todo· caso á proximidad de caminos practicables, mas
no en ellos, y si es preciso hacerlo, disponerlas en una fila para de-jar
libre el paso. •
Ocupación del terr~no. Battrías-Reconocida la posición, el
comandante de la batería la hará amojonar por los dos cornetas
mencionados antes, se asegura de que el blanco podrá verse de los
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•itios en donde habrán de quedar las piezas, para lo cual se aga
·Chará hasta poner el ojo á h. altura del ~uión, y manda avanzar la
batería, la cual lo hará á buen paso, en columna de piezas ( ó de
sección) por los caminos, ó á campo traviesa, con frente de sección,
si se está fuera del alcance de los disparos del enemigo, en línea de
columnas si son muchas las piezas. Bajo el fuego, avanzar en batalla,
cuidando de no dar el flanco al enemigo.
Dar á las baterías indicaciones tan precisas como sea posible,
para no tener que ejecutar movimientos á brazo; no retirar bruscamente
una pieza sobre otra; adoptar frente de despliegue tan
perpendicular á la dirección del fuego como sea posible; desenfilar
los armones sin alt~jarlos mucho de las piezas, y establecerlos de
manera que no haya riesgo de una sorpresa: en este caso hasta se
pueden desenganchar las bestias. En caso de tenerse que conservar
cerca los avantrenes, alejarlos una veintena de metros por lo menos.
Abrigar las cajillas de combate, pero sin alejarlas tanto que sea
causa de fatiga para los proveedores. Construír espaldones, á ser
posible. Adoptar intervalos de r 5 á 20 metros entre las piezas, y
no reducirlos á 1 o sino en caso de necesidad absoluta. Colocar las
ruedas á la misma 3ltura.
Los sirvi~ntes pondrán su morral en tierra, r metro á reta;
guardia de su puesto; los terceros pasan al armón de su sección;
los polvoristas, sin oficio por lo pronto, instalan el anteojo de batería;
el sargento brigada toma el tn;tndo de los otros tres armones,
, de las bestias de re m u da y de los sirvientes de reserva, y con ellos se
sitúa hasta 30::> metros atrás de la batería, según lo indiquen los
.abrigos que se encuentren en el terreno.
La reserva, i no ha podido seguir á la batería de combate, se
aproxima y constituye segundo escalón de 500 á 8oo metros á retaguardia,
al abrigo de los disparos del enemigo, y su jefe se pone
en el acto en comunicac:ión con el de la batería. Por regla general,
las reservas se agrupan como las baterías, de acuerdo con las formaa
del terreno y cerca de un camino ó sendero. Los jefes superiore1
de la artillería harán vigilar e s tas operaciones por medio de sus
.ayudantes de campo.
Municion~j -Los jefes del parque deberán mostrar grande iniciativa
y obrar de suerte que las municiones lleguen al campo de
batalla Jo más pronto posible. Desde que se empeñe el combate se
hará avanzar, stn esperar órdenes, una sección de municiones de
.artillería y otra de infantería, haciéndose saber á los jefes respectiYOS
ellu; llamar siempre derecha ó izquierda
del enemigo lo que éste mismo llamará con esas voces;
adoptar como blanco para regularizar el tiro: contra una batería
la pieza má visible de la sección d:::l centro, salvo que el viento
sople oblicuamen'te, pues en este caso se tomará la pieza colocada
en la extremidad ó ala por donde sopla el viento; sobre tropas en
formación cerrada, el centro de la primera fila; sobre tropas en orden
disper o, un punto bien visibl~ de la línea de tiradores ó de lai
reservas.
Regular el tiro ordenada pero lo más rápidamente posible, ¡:orque
esta condición es de la mayor importancia en la lucha de artillería
contra artillería. Hacer en las circun!'tanctas ordinarias del
combate dos á tres disparos por minuto: á ·razón de seis se agotarían
en dos h oras todas las municiones de una batería. A las distancias
cortas, cuando se puede juzgar bien del efecto producido, tirar rápidamente;
á las grandes ó cuanJo el fuego es poco eficaz, hacerlo
con lentitud. Por regla general no disparar una pieza hasta que no
haya estallado la granada de la anterior; aumentar la rapidez del
tiro cuando se acentúa el combate, y llevarla á su máx1mum en
los momentos decisivos. No emplear el fuego por descargas sino en
casos excepcionales, para batir tropas amontonadas, en maniobra é
para prevenir una carga de caballería-(Concluirá)
DK ESTRATEGIA Y DE TÁCTICA EN LAS PEQUEf;iAs GUERRAS
por el Mayor C. E. Callwell, del Ej ército inglés
TllADUCCIÓN D~ ISIDORO LAV.;RDE AMATA
. (Continuación)
XII. Atraer al enemigo exponiendo los bagajes, etc.-Este
ejemplo de Arogée muestra de qué m..>do el enemigo se verá algunas
ocasiones tentado á combatir cebado por el botín. En Arogée
los bagajes fueron presa que tentó á los Abisinios; pero la
marcha del convoy no había sido dispuesta por el comandante inglés
con el fin de atraer al enemigo fuera de su formidable posi-
..ción, aun cuando así sucedió. Este hecho prueba que semejantes
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adversarios se sienten inclinados á combatir al columbrar expuestos
convoyes, ganado, etc., con la intención de despertar su codicia.
Los guerreros indisciplinados no sueñan sino con el pillaje ..
En las rebeliones el enemigo va movido por el patriotismo ó excitado
por el d . .:c;eo de vengarse de un pretendido daño; pero en
muchas pequeñ - s guerras, opuesto á las tropas regulares, combate
principalmente por amor del botín: el pillaje es el fin de su entrada
en campañ~. Se bate por batirse, porque la victoria produce el
pillaje. De este modo fácilmente llega á caer en la trampa si el
cebo es tentador.
XIII. Obligar al tnemigo á que permanti.ca tn su posición cuanJo
tient dtuos de retiraru- U na vacilación fingida ó una retirada
momentánea decidirán algunas veces al adversar!o, inhábil en la
apreciación de la situación militar, á permanecer en su posición,
cuando en otras circunstancias habría podido e caparse y evitar d
combate. Un gran desarrollo de fuerzas puede, como se ha demostrado
en un capítulo precedente, asustar al enemigo, que se retira.
Y á la inversa, el enemigo puede <1rriesgar el combate si e le disimulan
los efectivos. Los resultados del gran reconocimiento que se
ejecutó por una parte de la columna de Sir F. Roberts la víspera
de la batalla de Kandahar, * es de ello una prueba incontestable.
Cuando la tropa del reconocimiento, después de haber logrado su
objeto, volvió sobre sus pasos, los A fganes la siguieron á alguna
distancia. Ellos se imaginaron que esa demostración había sido
tln verdadero ataque sobre su posición, y tomaron de ahí una confianza
excesiva al ver el mal éxito. Ayub Khan parece que se
impresionó tnlJCho con los acontecimientos del día, y que e.)o influyó
en su resolución de permanecer en posición. De estt modo,
pue~, el reconocimiento no sólo permitió recoger numerosos y preciosos
datos para la batalla del siguiente día, sino que produjo el
resultado de sostener al ejército afgán en su posición y empeñarlo
en un combate decisivo.
XIV. Astucias qut conci~rntn al ataqu~-De e!>ta suerte estos
adversarios, á pesar de su prudencia y de su astucia de salvajes, no
solamente á menudo se les arroja en una acción prematura ó se
les saca de una posición favorable, sino que se dejan también encañar
por -astucias y estratagemas empleadas para cambiar el punto
de ataque escogido por el comandante de las fuerzas regulares.
• • Véanse las Expediciont>s Inglesas en Afin, pá¡. 256.
El Mariscal Lord Roberts ha escrito después á este propósito: ·'Según la noticia.
ebtenidaa por este reconocimiento, ) o juzgaba que era muy posible flanquear por la derecha
i los Af,;anes, y situarme detrás de la altura de Baba Wali; decidí, pues, atacar la posición
á la mañana siguiente. Además sabía que el movimiento retrógrado de la pequeña columna
tle Guh 5e consitleraría por el enemi3o como una derrota; éste, si nosotros no seguíamos
inmediatamente adelante, pensaría de aeguro que teníamos miedo de tomar la iniciativa.
y, por conaecuenc:ia1 ae haría mb atrevido ...... " (Furtyone !lea1·1 in India, Capítulo LXJJ.
p&\c. 487).
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'"-y--"
Los maestros en el arte de la guerra de partidas recurren á men·u:do
á tales astucias, y logran así la mayor parte de las veces engañar
hasta á oficiales experimentados. Algunas veces, sin embargo,
les pagan en la misma moneda. En el combate que siguió á la
toma del fuerte de Nilt, en la región del H unza-Nagar, frect!er:ttes
tentativas sobre el centro de la posición enemiga habían a-~ raído
sobre este punto la atención del adversario. Una columna escaló
audlzmente rocas escarpadas y atacó la extrema izquierda , e la
posición, en donde el enemigo, que no esperaba el asalto, pe.rmz.neció
sorprendido. Un ejemplo interesante del éxito de eHa clase
de astucias nos lo ofrece el combate do Batoche en I 88 5, en el
cual los rebeldes reunidos por Riel fueron definitivamente di.Jpersos.
El General Middleton encontró á Jos mestizos ocupand
una larga línea cubierta de tiradores, que cerraba el terreno·rode2-
do por un extenso ángulo saliente del Sackatchewan. Las fuerzas
del Gobierno acamparon enfrente de una de las extremidades de
esta línea de defensa, formaron un zeribá, y permanceieron cuatro
días disparando contra el enemigo. Al tercero las tropas montadas
hicieron una demostración contra el centro del enemigo, y se notó
que una partida de Jos soldados de Riel abandonaba la extremida
de la línea de defensa enfrente del zeribá para venir á reforzar e
punto amenazado. A la mañana siguiente se n:.novó esta demostración
por las tropas montadas y una se~ción de artillería, las que
Yolvieron en seguida tranquilamente al campo. Por l::t tarde toda
hls tropas del Gobierno atacaron la extremidad, muy desguarnecida,
de la línea de los rebeldes, arriba del zeribá, la rompieron, y esperaron
.i Batoche. El terreno, ondulado y cubierto de bosque y de
sotos, favoreció mucho el logro de esta treta. Por otra parte, Rie1.
y sus mestizos parece que supusieron que el ataque tendría luga
&obre su centro, y que er. tal virtud habían procedido *.
XV .. En algunos casos no u puede lograr qu~ ~1 ~nemigo comilata-
Se podrían multiplicar los ejemplos que muestran en cuánto
son eficaces estas tretas durante el combate, y de qué manera
el enemigo, por una hábil maniobra, llega á abandonar las ventajas
de su posición, ó verifica un ataque prematuro, ó reúne-s
fuerzas lejos del punto decisivo. Pero antes de terminar este ca·
. '
• Después de la ex!)edi c i6n '!el Rfo Colorado de 1870, exoedici6n de que ya
hablado el antnr, Luis Rit>l, Jefe! ele los me!!tizos franco-canadeuses, tn\'() que exp -
triaue á los Estados UnidO!', de clondc volvió amnistiado, algunos :~ños mác; tard
Obligados por las invasinnf' de los anJ?lo-snjones, los frauco-c:maden eH f.C levant:J ron
tle nuevo en 1885, y pu,;ieron á Luis Riel á sn cabeza. El General Middelc.
ton tomó el mando de las fuerzas del Gobierne Los mestizos franco-cjecuci6n de!!pert6 inJignaci6u e u todo
el Car.adi.
Ot
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pítulo, se puede hacer notar que se han pre~entado episodios que
demuestran que algunas veces los guerreros irregulares no caen en
la trampa. Las campañas de los Ingleses en las fronteras de la India
prueban que á mpnudo es muy difícil inducir á los montañeses
á que se batan en la llanura; los indígenas se dan instintivamente
cuenta de que al abandonar sus pendientes rocallosas se
entregan voluntariamente á sus adversarios. Todas las tentativa¡
para atraer á los Matabclés fuera de sus bosques, fracasaron; ellos
no ocultaban que querían escoger el momento para atacar á las
fuerzas coloniales. La notable jornada de Toski, en r 889, merece
citarse como ejemplo de una columna que contaba sobre todo con
musulmanes fanáticos-guerreros particularmente inclinados á dejarse
arrastrar á la persecución de un enemigo en retirada-y que
rehuso el combate, bien que una parte de la columna hubiese ya
mpeñado la acción, y esto se debió simplemente á que una voluntad
enérgica se encontraba á la cabeza de esta columna.
Ya se ha hablado más arriba de la marcha notable de Wad
en Nejumí, hacia el Norte, más allá de Wadi Halfa. El Egipto
era su objetivo. Despreciando las amenazas sobre su línea de re-irada
y los sufrimientos de su columna por falta de agua y de víveres,
no dando ninguna atención á la imponente c0ncentración
de tropas que él sabía se hacía para librarle combate, este jefe se
avanzó resueltamente sobre Toski. Un poco más lejos se enconcraban
colmas rocallosas y escarpadas que él quería ocupar á fin
de resist1r eficazmente á las fuerzas egipcias. El General Grenfell
resolvió impedírselo, y los hechos lo probaron; d jefe derviche
estaba no menos decidido á volver al abrigo de sus rocas.
Saliendo de Toski para reconocer la po3ición de los Derviches
en el desierto, el General Grenfell oh ervó que el terreno que
debía recorrer el enemigo en su próxima marcha era muy descubierto
y favorable para una acción. Como todas las tropas que se
reunían en perspectiva del combate no habían llegado á Toski,
se ordenó un reconocimiento de tropas montadas para la mañana
siguiente. Se debía mostrar un frente tan extenso como fuera posible,
y tratar de obligar al jefe derviche á que domorase su marcha
hacia adelante.
Cuando por la mañana la fuerza de reconocimiento se acercó
al enemigo, éste iba á ponerse en marcha. A la vista de las tropas
egipcias el enemigo se desconcertó al punto, y las tropas se
vieron obligadas á retirarse poco á poco, arrastrando en su seguimiento
á los Derviches. El General Grenfell envió á buscar la
infantería, que se mantenía li ta en el campo. P~ro antes de la
llegada de ésta, Nejumí había evidentemente resuelto evitar el
combate, y se dirigía hacia el terreno quebrado. Se envió á las
tropas montadas, dando un largo rodeo, á que le cerrasen el camino;
la infantería apresuró su marcha, y el enemigo tuvo al fin
t¡ue combatir, y fue derrotado después de un reñido combate.
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Al principio se trató de comprometer á los Derviches en un
encuentro parcial; pero Nejumí estaba decidido á llevar á cabo
su proyecto de marcha; por esto comenzó una marcha de flanco
delante de las tropas montadas, cubriendo su flanco en descubierto
con nubes de tiradores. Nejumí se mostraba de este modo como
jefe muy capaz y resuelto. Sin la prontitud del General Grenfell
en llevar su infantería y en tomar la decisión de obligarle á un encuentro
general, el ejército maravillosamente organizado de lo~
Derviches habría pasado de To ki y llegado á un terreno quebrado,
en donde las cosas habrían terminado de muy distinta manera.
Esta cuestión de tretas y estratagemas para estimular al enemigo
al combate, se ha tratado con alguna extensión, porque es
hecho reconocido gue los adver.sarios de las tropas regulares hace 1
mucho uso de engaños y de astucias. Hasta se podría suponer
que es difícil aventajarles; pero este no es el caso, como lo prueban
numerosos ejemplos. A pesar de su astucia innata, el salvaje
puede ser engañado, lo mismo que el montañés. No son fortuitas
las ocasiones tan frecuentes en estas pequeñas guerras, de derrotas
de guerreros irregulares con ayuda de una estratagema, porque la
disciplina y la cohesión de soldados regulares le permiten á un
General hábil maniobrar sin correr riesgos, de manera de hacer
creer al enemigo que puede prescindir de toda la prudencia 1
comprometerse en un terreno en donde la superioridad táctica del
ejército regular recobra todas sus ventajas. Este es un punto importante
que no hay que olvidar en la guerra contra gut:rreroi
irregulares; porque para batir á estos guerreros de una manera decisiva,
casi siempre es necesario cogerlos en terreno descubierto.
ContinM6
Han sido tan grandes los adelantos conseguidos en el fusil
como arma repetidora y de precisión, que el problern.1 objeto de
estas líneas puede considerarse hoy de capital importancia, tanto
más cuanto cada día se opone más á &u debida observancia la naturaleza
de los factores que en ella influyen.
No refiriéndose la disciplina del fuego á la mayor ó menor
uniformidad en ejecutarlo, .sino á la cantidad de municiones consumidas,
á la oportunidad en hacerlo y buen aprovechamiento,
tendiendo siempre á obtener el mayor efecto útil con el menor
gasto posible de ellas, se comprende fácilmente que son varios lo10
elementos que con sus variaciones modifican aquélla en cada momento
del combate, de modo que con relación á la unidad del
tiempo vendrá expresada aritméticamente en cada caso particular
por un número distinto. En tal sentido, del oficial más que del
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'--y-"'
!oldado depende la ejecución de lo que podemos Jla mar uuocitn d~
la disciplino de/fuego, puesto que siendo ésta variable, el oficial es
el llamado á resolverla en cada momento y según las diversas circunstancias,
fijándola en números para el soldado, además de vigilar
su exacto cumplimiento, y sin que esto quiera decir que no
flebamm dirigir nuestros constantes esfuerzos á que todos y cada
uno adquieran el conocimiento de lo que dicha disciplina significa,
pues si llegáramos á conseguirlo se simplificaría mucho el papel
del oficial. Mas cbmo no es probable que el soldado, en medio
del acaloramiento y multitud de causas que le excitan durante la
lucha, tenga la suficiente serenidad para darse cuenta d~ lo oue
nos hemos permitido llamar ecuación, su papel debe limitarse á
obedecer lo ordenado por el oficial, adquiriendo en las prácticas de
tiro el hábito é instrucción precisa para ello; instrucción tanto
más necesaria cuanto hoy, por una especial paradoja, aunque lógica
socialmente con iderada, no sólo no se ha perfeccionado el
soldado en la medida del fusil, sino que, por el contrario, el poco
tiempo de servicio vigente, al cual poderosas razones obligan, nos
impone también, para manejar armas complicadas y de gran perfección,
hombres q e no reúnen ni con mucho las condiciones de
nuestros antiguos soldados, de cuya aptitud no nos cabrá duda al
considerar que se pasaban, por decirlo así, toda la vida manejando
un sencillo mosquete ó una más se ncilla pica, y por tanto á éstos
les bastaba su instrucción individual para el manejo del arma.
He:nos dicho que es cuestión de capital importancia y que
son varios los elementos que la hacen variar, pudiendo decir que
de este número son todos los que influyen en el combate, y hasta
los menores detalles ó peripeci..ts de éste; así pues, la calidad del
fusil propio y del del contrario, municiones disponibles, naturaleza
del terreno y del enemigo, carácter ofensivo ó defensivo del combate,
y si se lucha en campo abierto ó detrás de trincheras, por lo
cual todos los llamados accidentes del combate, terreno y enemigo,
serán datos que hay que tener en cuenta y que deben marcar al
jefe la densidad y forma del fuego en cada momento.
Suponiendo iguales los demás elementos, de dos fuerzas contrarias
podrá abrir antes el fuego aquella que tenga mejor fusil
en alcance y precisión, para aprovechar dichas ventajas desconcertando
al enemigo y causándole bajas cuando él no está aún en
capacidad de hacerlas. Se debe ser muy parco en este fuego á
~randes distancias, y emplear preferentemente el de descargas cerradas
contra masas enemigas, y el fuego lento á discreción contra
guerrillas y pequeñas fracciones, mandando á menudo alto ti
fuego para que la tropa, obligada durante un momento á no tirar,
mire frente á frente el peligro y conserve el do mi ni o sobre sí
misma y el oficial sobre ella, puesto que es p~rfectamente ilusorio
que en un fuego practicado sin interrupción sea posible fijar y
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8DLETIH MILITAR
~
comprobar las diferentes velocidades convenientes, dado que no
hay nada que se apodere más imperiosamente de los soldados que
el deseo de disparar, y si se les permite hacerlo sin interrupción
pierden la serenidad y hac;ta son más accequibles al miedo, siendo
consecuencia inmediata de ello que al acortarse las distancias, lejos
de aumentar los efectos del fuego, di"minuyen. A las grandes distancias,
aunque se disponga de un fusil de repetición, no se debe
aprovechar, pues esta cualidad debe aplicarse solamente en la ú ltirna
fas'! del combate; en las preliminares todos los esfuerzos del
qu~ tiene mejor fusil deben tender á hacerle s:!ntir sus efectos al
contrario, y estos efectos serán tanto m a y ores á gran distancia,
cuanto mayor sea la lentitud y :;erenidad en hacer los disparos.
Las municiones disponibles son muy dignas de tenerse en
cuenta, pues de nada serviría tener un buen fusil capaz de las mayores
velocidades en el fuego, si la escasez de aquéllas nos impone
su economía; en general puede decirse que, salvo para un ejército
que se mantenga á la defensiva, bien en fortificaciones permanentes,
bien improvisadas, donde le sea fác-il almacenar repuestos, lo
regular será que una fuerza no lleve e-l excesivo número de cartuchos
que las armas modernas exigen, adquiriendo excepcional
importancia el talento del jefe en saberlas ahorrar, eligiendo para
ello los momentos más oportunos del combate.
La naturaleza del suelo in fi uye de una manera poderosa, pues
mientras en un terreno llano y despejado ó de suaves pendientes,
por prestarse á ello, puede hacerse uso del fuego desde hora muy
temprana, continuándolo en la forma ordinaria; en otros terrenos
muy quebrados su naturaleza podrá ser tal, que resulte el enemigo
casi por completo desenfilado, y haciendo un fuego inoportuno
y poco eficaz cac;i nos ha::emos más daño que al contrario, debilitando
nue tra moral, y por tanto en semejantes caso no se debe
romper el fuego hasta que se esté á poca distancia y se haya logrado
por medio de movimientos enfilarle desde una posición conveniente.
No podemos menos de citar el caso, tan frecuente en Cuba,
de una columna que marchando por un camino era atacada por
fuego de flancos desde una alta loma; lo discreto en tal ocasión
hubiera sido siempre, puesto que se tenía superioridad sobre el enemigo,
escoger posiciones que lo flanqueasen, y de~de ellas comenzar
el fuego y el ataque, procurando quedara la menor fuerza posible
en la posición desventajosa del camino. En vez de esto, lo
practicado regularmente era detenerse en el mismo camino, donde
se inmovilizaba y atontaba al soldado con un bonito fuego por descargas,
siguiendo después la marcha como si hubiera algo más importante
que destruír á un enemigo que tantas penosas marchas
costaba encontrar, tan sólo porque se creía que en el mal terreno
donde estaba colocado no se le podía batir, puesto que el fuego no
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806 BOLETIN MILITAR
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le hacía suficiente daño, ya que no le impedía contestarnos; esto era
verdad, pero obedecía á que no se aprovechaba el terreno, y al mal
empleo del fuego. Si la disciplina consistiera sólo en la uniformidad
de las descargas hechas á Ja voz de mando, no hay duda que en
semej~ntes casos se observaba bien; pero ya hemos dicho que la
disciplina no estriba precisamente en eso, sino en hacer d fuego
más oportuno, cumpliendo con )Js reglas convenientes, lo cual
no se realizaba, pues hemos visto hacer descargas tan uniformes
como en un simulacro, en las que no sólo se sacrificaba la puntería
á la oportunidad para no discrepar, sino que en mucho3 ca.sos, ni siquiera
se colocaba convenientemente el alza, y olvidando lo principal,
mal puede conseguirse ningún efecto, y menos decirse que
se observa disciplina.
Si se lucha con un enemigo poco organizado ó disciplinado y
que no avanza ó aguarda en formaciones correctas, debe procurarse
no acostumbrarle poco á poco al fuego haciéndoselo á grandes
distancias, pueSto que esta clase de enemigo suele mover ~ e mucho
dificultando los blancos; se debe avanzar ó dejár<>elo hacer hasta
qa~ esté á una di ·rancia tal qu .... el fuego sea necesariamente mortífero,
y sorprenderle entonces de im()roviso con las muchas ba ·
jas q ut le oca. ion e un fuego nutrido al que, por no estar bien pre-parado,
será origen de su espanto y súbita retirada.
Luchando contrJ tropas fc)gueadas y disciplinadas, se debe
tratar de h r d e ·cargas. Esa ten:5ión de e5píritu d.!be buscarse con
un fu>!go ejecutado de t'll m tnera, que las b.tj .ts que sufra el contrario
v.:1yan aumentando progre . ..;i .,S y las b tja;; sufrida haya la misma relación que
entre una progresión P' >r diferencia y una progresión p r cociente,
única forma de llevarle á la creencia de que lubrá un sitio en
que el avance será im¡nsible y neces;.¡ri'l la retirada; para esto el
fuego rtantes, con recnnocida i nfaioridad numérica respecto al enemigo,
inferioridad que tratará de contrarrestar atrincherándo e,
puede decirse que en campo abierto un~ tropa no se mantendrá
... n absoluto á la defensiva, dc!rendiendo su conducta del resultado
del primer encuentro y tnodi ficándola siempre según los sucesi-os:
la única idea preconcebida que puede tener el jefe que la
mande, es la de no tomar la iniciativa para no abandonar posiciones
ventajosas, á reserva de hacerlo, sin embargo, si la marcha del
combate es t-al que la ventaja de una oportuna ofensiva resulta
mayor que- la que su po tción le proporciona, y tiene la seguridad
de volver á ocupar ésta sin que pueda hacerlo antes el enemigo.
Para el objeto que nmotros perseguí m os, de relacion:1r la
disciplina del fuego con el carácter ofensivo ó defensivo del comte>
no debemos, l>Ín embdrgn, con :. iderar el total desarrollo de
~ste, sino su marcha ó carácter en cada momento, pue toque
uélla será también distinta en cada inst<'nte.
Una tropa que e mantiene á la dcf..!nsi\'a puede y deb.., hat:.
er m,ás u5o del fu eg0 que otra que tome la of-.n - iva. Si es en el
Gomien·zo de la lucha, p >rque habiendo tenido tiempo en general
para elegir posiciones de atemano, sabe los puntos probables de
ataque y conocerá regularmente la'5 t.Jistancias á cada una de las
uicb r.ts del terreno, por pequeñ1s que sean, y que el enemigo
eng.l que atrave:.ar, con lo que podrá alcanzar gran eficacia en el
e-=-o, h que debe aumentarse indudablemente, de un lado por
l m:>vimient s del enemigo, que le pondrán al descubierto en
casi >nes det ~ rminad.ls, y de otro p~r la baena p •Jntería que pueden
hacer soldados q •te, agurtrd tnd >á pie tlr.ne, no se encuentran
fAtigados por lc.1 marcha, y cuyo pulso debe por e nsiguiente estar
eren<). Si la actitud defensiva no es tomada al principio de la ación,
la única ventaja de que no se gozará será la de no conocer las
distancias, pero en todo caso la marcha que debe seguir e en el fue-tt
· e~ la que anteriormente hem'>S indicado al tratar del combate
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contra un enemigo organizado y disciplinado, no debiendo olvidarse,
sirviendo e5to de norma, que al prescindir de los movimientos
en un momento dado, todo se fía á la acción del fuego, y son pocos
cuantos cuidados se tomen en la buena ejecución de éste.
En la ofensiva, por el contrario, se hará poco uso del fuego,
pues tratándose de obtener el éxito por la combinación de fuego
y movimientos, debe procurarse que el excesivo uso de aquél no
impida la ejecución de éstos, clavando inoportunamente la tropa
en puntos determinados, é impidiendo su avance y transformando
quizá el at:.aque en defensa, con todos sus inconvenientes, pues todos
sabemos que es muy fácil pasar de la ofensiva á la defensiva,
mientras es muy difícil el problema recíproco.
Hemos dicho que el que se mantiene á la defensiva conoce
las distancias y puntos probables por donde puede venir el atacante,
y por tanto éste debe procurar, por la variedad y rapidez
de sus n'ovimientos, cambiar el frente de ataque creído probable
por la defensa, sorteando las mayores dificultades para caer en los
puntos débiles y donde no es esperado, ocultando en lo posible sus
movimientos y limitando la acción del fuego á lo necesario para
quebrantar la defensa, conservando el empuje del que ataca, dando
á la fuerza, en lo5 momentos que decaiga su moral, la energía suficiente,
y teniendo también en cuenta, además de lo expresado,
que hasta el mismo cansancio de la tropa haciendo el fuego poco
eficaz, aconseja que no se prodigue, pues aumentando el valor y
fuerza moral dd contrario, en razón directa del fuego resistido, é inversa
de las bajas sufridas, puule decirse que en tal smtido todos lo1
proyutiles disparados y que no hagan dafí.:; á la defensa, se lo haan
al atacante. En resumen: en el ataque debe emplearse el fuego
como preparación al paso suce~ivo de una posición á otra, disparando
pocos cartuchos para que el soldado no le llegue á coger
apego ni al fuego ni á la po ición, y aco tumbrándole á no mirar
cacla una de éstas sino como un punto de descanso que debe abandonar
para continuar con nuevo brío la marcha, á tiempo que
debe tratarse de fortalecer su moral, arraigando y con firmando la
creencia, que él supone lógica, de ser el más fuerte, puesto que
ataca.
En todo lo que llevamos apuntado hemos supuesto implícitameC?
te q':ie _el .combat~ se desarrollaba entre dos infant~rías; pero
aunque menos frecuente, puede darse también el caso de tener
que luchar aquella arma con caballería y aun con artillería, imprimiendo
cada una de estas dos armas, por su naturaleza especial,
un carácter completamente di tinto al papel que enfrente de ellas
desempeña, pues mientras su actitud es defensiva ante la caballerí<~,
es, por el contr:rio, francamente ofensiva contra la artillería.
La gran precisión y rapidez en el fuego conseguidas con las
armas modernas han hecho afirmar á muchos rotundamente que
VIII-$2
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el papel de la caballería había desaparecido del campo de batalla,
debiendo limitarse en lo sucesivo á desempeñar el importante y
difícil de explorar el terreno y el enemigo antes de llegar á las
manos; nosotros, si bien creemos que han dismi:luído mucho las
probabilidades de lucha entre infantería y caballería, no la creemos
imposible ni con el fusil actual ni con otro más perfeccionado,
mientras tenga que manejarlo el hombre, cuyas pasiones y moral
no pueden sujetarse con los eslabones de la ciencia, como el mecanismo
de un fusil. Las cargas, pues, subsistirán, bien indicadas
lógicamente por la desorganización de la infantería contra la que
se dirijan, bien por la necesidad de salvar, sacrificándose, una porción
importante del ejército, impidiendo su persecución ó evitando
su retirada, ó bien para entretener al enemigo y dar tiempo á
la ejecución de un movimiento decisivo.
En el combate de infantería y cabaiJería hemos dicho corresponde
á la primera el papel defensivo, confiando el éxito -al fuego;
á la segunda arma el de la ofensiva, que lo fía á la rapidez de sus
movimientos, y hasta en gran parte al efecto que espera causen en
los infantes el estrépito de una caballería cargando, como la trepidación
del galope, choque de armas, etc., siendo pues, de capital
importancia, y en este caso más que en ningún otro, el conservar
la disciplina y serenidad. No siendo de temer que la caballería pueda
causar bajas hasta que la infantería esté al alcance de sus sables,
compréndese fácilmente que en todos aquellos casos en que ha obtenido
éxito una carga, ha sido debido á la moral deprimida por la
perspectiva de una avalancha de jinetes, ante los que parece que
todo va á desaparecer; el o1icial ó jefe de infantería debe, pues,
imbuír á los soldarlos la idea de que, puesto que no han de recibir
ningún daño de los jinetes, les basta un cartucho ó dos para desembarazarse
de ellos, y por tanto nada tienen que temer, puesto que
pueden aguardarlos impunemente hasta una pequeña distancia en
que aprovechen seguramente los cartuchos.
Sin embargo, estas ideas no serán realizables prácticamente,
pues será muy difícil que una tropa conserve la presencia de ánimo
suficiente para ello, sirviendo sólo para realzar la moral del infante,
dándole idea de lo que puede frente á la caballería y facilitando
la buena ejecución del fuego, que debe hacerse por descargas
siempre, y comenzándolo bajo la dirección de los oficiales á la distancia
de 1 ,soo metros en que puede esperarse sea eficaz, no debiendo
nunca hacer uso del fuego á discreción, porque siendo lo
regular que individualmente el soldado no se entera del efecto de
su fuego, el gran aparato con que la caballería se presenta hace nacer
en él ]a necesidad de ejecutarlo muy nutrido, dando fácilmente
paso al miedo si ve que aquélla sigue avanzando.
Si es poco frecuente el combate de infantería y caballería,
menos frecuente es aún el de aquélla y la artillería, pues antes
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que los infantes puedan llegar á la distancia del alcance del fusil,
se habrá decidido el éxito de una artillería sobre otra, y la vencida
habrá quedado desmontada ó se habrá retirado por no caer en poder
del enemigo; mas si llegase el caso de la lucha anteriormente
indicada, ha de tener sobre todo presente la infantería que su interés
está en salvar prontame nte la distancia que de los cañones
la separa para recibir el menor número de disparos, puesto que
cada uno de éstos debe ?reducirle muchas bajas, teniendo además
en cuenta que por la misma razón no le conviene inmovilizarse
para recibir el fuego de aquéllos, aun cuando sea á una ciistancia en
que ella pueda causar bajas en los sirvientes. Así pues, la fuerza
encargada del ataque debe avanzar en formaciones muy poco compactas
y con rapidez, reconcentrando preferentemente sus fuegos
sobre la escolta de las piezas, y dejando á unos pocos, buenos tiradores,
el cuidado de destruír los sirvientes de aquéllas; por lo demás,
la disciplina que debe observarse en el fuego es Ja de todo
combate ofe11 ivo, haciendo aquí menos falta el fuego que la rapidez.
En resumen, la disciplina del fuego puede definirse diciendo:
que es el arte de emplear en cada caso el más apropiado á las disposiciones
del enemigo, municiones disponibles, condiciones del
terreno y demás factores del combate, y siendo esta la idea que sobre
este punto hemos de tener, debe ser cuestión principal el saberlo
ordenar con élrreglo á las múltiples circunstancias que en él
influyen, siendo secundario, aunque siempre importante, lo relativo
á la ejecución. Debe, pues, desecharse el sistema de hacer siempre
la misma clase de fuego, como igualmente la arraigada creencia
de que es el todo en el combate, pues si en esto hay mucho de
cierto, es porque nos da el medio de aprovecharnos del terreno protegiendo
nuestros mo\'imientos; terreno y movimientos que recíprocamente
han de faci litar el uso eficaz del fuego. Es indudable
que entre dos enemigos llevará una gran ventaja el que mejorarmado
esté, pero si éste descuida el aprovechamiento de los demás
elementos tácticos, puede fácilmente llegar á perder aquélla. En
1870 los franceses, fiados en la superioridad del Chassepot sobre el
fusil de aguja, quisieron encomendarlo todo á la acción del fuego, y
adoptando generalmente la defensiva para su mejor aprovechamiento,
prescindieron de otros f;.¡ctorcs importantísimos, cuyo abandono
fue causa de su derrota, á pesar de que en casi todas las acciones,
y no obstante salir victoriosos, eran más las bajas sufridas por
los alemanes que por los vencidos.
A nosotros en Cuba nos ha sucedido lo mismo, pues si bien
es verdad que no hemos ~ido nunca derrotados, salvo algunos pequeños
destacamentos, una derrota moral era, sin embargo, dejar
escapar al enemigo (lo que era siempre su objetivo) por contentarse
con hacer fuego, cuando hubiera podido impedine movién-
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dose oportunamente las columnas y haciendo menos uso de aquél;
pero era la consecuencia de ciertas ideas sustentadas, pues como
alguna vez nos extrañáramos de que se desperdiciaran tantas balas
sin ver al enemigo ni procurar descubrirle, moviéndonos y sin
mandar siquiera colocar convenientem~nte las alzas, alguna habrá,
se nos contestaba_--- N o somos partidarios del proverbio ruso de
que" la bala es loca y sólo la bayoneta es cuerda;" pero por muy
sabia que sea la bala, si por medio del alza no se le dice dónde
tiene que ir, mal podrá ella acertarlo, y mereciendo entonces propiamente
el nombre de loca, el mucho abuso de ella puede at:arrear
el trastorno de otro factor, cuya cordura es más importante
que la de la bala ó bayoneta, cual es el soldado.
JOSE YUMREP,
Capitán de infantería
(De la Revista Técnica de .4rtillería é 111/antería ele 1\fadtid, España)
SOBRE EL EJÉRCITO ALEMÁN
(Continuación)
r I. Ejercicios de fuego- En los primeros días de este período
se ejecutan comúnmente al fin de los ejercicios de las baterías
enganchadas; después, más tardt>, cuando los reclutas han adquirido
cierta costumbre y los caballos ya no se espantan, durante el
curso mismo del ejercicio.
Estos ejercicios de fuego deben servir de preparación al tiro
real, y por consecuencia van empre acompañados de explicaciones
sobre las medidas de precaución que deben observarse en el
servicio de las piezas, manejo de las cargas, de los estopines, del
mecanismo de cierre, etc.
I 2. Cmfección de las municionts- Durante este período, cada
batería debe preparar tantas cargas como ha de consumir durante
las escuelas de fuego del período siguiente.
Todos los reclutas deben concurrir á este trabajo, que bajo
la vigilancia de un oficial, los sargentos y oher-gifreite les enseñan
á ejecutar. Los candidatos á oficiales, sargentos y artificieros *
están igualmente obligados á concurrir á ellos, así como los voluntarios
de un año.
Cada sesión va precedida de explicaciones orales é indicación
de las precauciones que es necesario observar cuando se maneja
pólvora de cañón. Se dan también algunos detalles sobre el destino
y empleo de los diferentes proyectiles, y por último, se pasa
revista á las cargas confeccionadas.
• Ober-Feuerwerker.
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13. Tiro de pistola y preparación de cartuchos-Todo el personal
de las baterías á caballo y los conductores de las baterías
montadas son ejercitados en el tirú de pistola. Primero tiran individualmente
con cartuchos sin bala, después al blanco á la distancia
de 18 metros. Seguidamente se ejercita la batería entera en el
tiro á caballo, ya sea á pie firme ó marchand:J.
Los artilleros deben aprender á confeccionar sus cartuchos
por sí mismos.
14. Movilización de las baterías-A fin de asegurar que en
caso de guerra todo esté presto y cada uno perfectamente al corriente
del papel que le incumbe en tales circunstancias, se ejecuta
todos los años en cada regimiento un simulacro de movilización
de una batería, sirviéndose del material conservado en los almacenes
del cuerpo.
La batería movilizada se forma con todas las demás, las que
contribuyen cada una con la fracción que se le ha prescrito. Así,
por ejemplo, tal batería movilizará una pieza, tal otra un armón,
una tercera facilitará los hombres, etc. Además cada batería montada
debe movilizar uno de los carruajes que forman parte de la
columna de municiones que se le atribuye. El problema propuesto
cambia naturalmente todos los años: la batería que haya puesto
al pie de guerra una pieza en 1874, movilizará un armón ú otra
cosa en 187 5, etc.
Todo el personal de la batería toma parte en estos ejercicios,
particularmente los oficiales, sargentos y ober-gefreite, cuya situación
á este respecto es objeto de la más seria atención. Si el tiempo
faltara para ejecutar la movilización en esta época del año, la
'operación se deja para el período siguiente, después de las escuelas
de fuego, pero se cuida rigurosamente de que cada batería pase
todos los años por este ejercicio.
I S· Instrucción sobre los transportes por camino de hierro- Para
,este objeto se forma de todas las baterías de un regimiento una
lbatería combinada con el efectivo de guerra y provista de todo el
material, carruajes, etc., qu~ debería conducir á campaña. Des¡
pués, al mando de uno de los ca pi tan es, esta b.nerí a se transporta
¡por ca mi no de hierro á una pequeña distancia para enseñar á
ttodos á embarcarse y desembarcar rápidamente. Todo lo que se
rrefiere á estos ejercicios es organizaJo y reglamentado por el ca¡
pitán que manda la batería. A él corresponde ponerse en relación
ccon la dirección dd camino de hierro, redactar la orden del movirmiento,
exigir la ejecución de todos los trabajos indispensables y
welar que el embarque y desembarque se haga conforme á las presccripciones
reglamentarias y en el menor tiempo posible. Le es
¡preciso cambiar, tanto con la compañía del camino de hierro como
con otras autoridades, toda la correspondencia que sería necesaria
en tiempo de guerra para que la batería fuese transportada y abas-
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teccrla de todo cuanto tenga necesidad durante la marcha. Después,
ter m in a do el ejercicio, eleva un parte detallado de todo lo
que haya sucedido.
Esta instrucción tiene lugar bajo la vigilancia del jefe que
mande la ahtheilung y en presencia de todos los oficiales, sargentos,
ohtr-gejrcite, voluntarios de un año y candidatos para oficiales.
Sobre el terreno mismo se dan explicaciones á todos, de
manera que cada cual sepa lo que tendría que hacer en ocasión
semejante.
16. Marchas militarts-No se ejercita en ellas sino á las
baterías que se encuentran de guarnición en los puntos inmediatos
á los ca m pos de tiro, porque en el caso contrario, que es
muchas veces lo más general, :1l hacer el trayecto necesario para
ir al polígono, constituye un ejercicio de marcha muy suficiente.
Las blterías de la guarnición de Berlín, por ejemplo, para ir á su
campo de tiro sobre las márgenes de la Tégel no andan menos de
15 á 20 kilómetros (ida y vuelta).
Por lo q IJe hace á las baterías que no tienen esta ocasión de
ejercitarse, se las obliga á ejecutar, como mínimo, cada año, dos
paseos por l0 menos de 3 millas (z.2k,soo). Estas marchas se combinan
habi tuJ.!mente con otros ejercicios; así, todas las veces que
se.t posible, se deja el camino ordinario para ir á tornar posiciones,
medir distancias, etc.
Todos los artilleros, cualesquiera que puedan ser sus funciones
especiales, deben estar perfectamente al corriente de los preparativos
que comprende una marcha, como también de todos los
debereJ que incumben al soldado, tanto en las marchas como en
los acantonamientos . .ti.! orden más perfecto debe ser siempre, en
uno y otro caso, estrictamente observado, y de esto se cuida rigurosamente.
Como en estos paseos se tiene ocasión con frecuencia de atravesar
terrenos de aspecto y de naturaleza diferentes, se aprovechan
para dar á todos indicaciones sobre el empleo de. la artillería en la
guerra, ejercitarles en la apreciación de distancias, á elegir y ocupar
posiciones y ponerse en marcha con precaución, etc.
1 7· Tiro d! fusil -Los hom bre5 descinado á ser agregados á
las columnas de municiones están armados de fusiles r se les ejercita,
así como á los sargentos, en el tiro al blanco.
Además de todo lo que hemos enumerado, un regimiento de
artillería se encuentra también durante el período que acabo de
describir, obligado á aplicar dos semanas próximamente á la instrucción
de los reservistas y de los hombres de la landwthr. Se les
distribuye entre las baterías que los ejercitan para impedir olviden
lo que han apre11Jid1J durante su tiempo de servicio activo y para
ponerles en e.;tado desempeñar el papel que les correspondería en
caso de guerra. Durante los dos últimos días de su estancia se reú-
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815
nen aparte de sus baterías y se les conduce al polígono para practicar
las tscutlas de Jutgo.
E¡;¡ fin, la artillería se encarga además de los diversos trabajos
relativos á la conservación y reparación de las armas y de los
proyectiles en los arsenales y plazas de guerra. El número de
hombres que se dan para este trabajo varía mucho de una ciudad
á otra. En algunas es bastante considerable, en otras, por el contrario,
es casi nulo. En Berlín no hay, por término medio, sino
uno 6 dos hombres por batería cada día-Continúa. __ .__.. __ _
(DEL FRANCES)
De actualid a d para Colombia
Corta ya la duración del servicio, que está probablemente
llamada á reducirse más todavía, se hace indispensable que la
inHrucción del hombre sea. dirigida de manera de no perder un
mino to de este tiempo precioso.
Para tral>::¡jar aprisa y bien es indispensable poseer exce-
1entes útiles en cómodos talleres; es decir, cuadros perfectamente
instruídos en campos de maniobras y terrenos apropiados
y bien distribuídos.
Esto entado, veamos los modio9 de que tliApone el ejército
francé para ht instrucción de la infantería y nt 'S pérdidaA del tiempo á la ida
y al regreso), y también cou frecuencia está de8tinado á varios
regimientos.
Cada uno pnecle utilizarlo nno 6 dos veces á la semana, lo
que, descontando los días de muiente; sobre todo es en los frecuentes
ejercicios ~le conjn nto de ciertas di \'il:;iones del Este
más favorecidas, jecutar e
á condición re debería tirar "obre blaneo variados que es necesario
aparezcan de improvi~o en diferentes tlirecciones. Adoruás,
eu el stand no se puede tirar iuo paralelamente al (lje del
tiro. También la instrucción del tiro de combate individual,
CU) a importancia ha u cou tata(lo la generalidad de los oficiales
en las e ·eueb de tiro, es en los stands necesariamente defectuosa,
y, sin em l>argo, son los úuicos terrenos de que se <.lispone.
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La instrucción del tiro se completa con el tiro de combate,
en el cual el hombre debe a prender la disciplina y el su balterno
la le, la creación
de cuatro má~: otl'o más en el Este y el resto en el Sur, en el
Oesto y en el Centro; lo que potlría ol>teuer~e, sea por t->nsanchamiento
de loR campos ya existentes, sea por compra ras.
Eusaucba.r dos campos y crear otros do~, tales serían,
pues, Jos primeros gastos que sería indispensable hacer cuanto
antes fuera posi hle.
EN EI. BX'l'RAN.JERO-Los alemanes nos han precediate rnoderuo por el fuego, es necesario habituar á
los jefes y á h\ trop<~ á maniobrar como en tiempo de guerra en
granue nnidacl s táctic;as."
De ·de 1891 e han comprado diez y siete nuevos campos,
lo que, ag-regaclo á los tres sa existentes, eleva su número á
veinte. l.JnS principales ~:;on:
Dól>eritz para la guardia, on el centro de la Marca de
BralHlel>nrgo, en la JH'oximiog;
A.rys, cerca de Boyen, para el twirner cuerpo ;
l;ol>nrg, para el 1 v ;
Bi >rar el otofio de 1900.
Los campos de Spottan, para el VI cuerpo; Padeuoru,
para el vn; Montjoie, para. el vrrr ; Lockitedt, para el IX ;
Soltau, para el x, y Grappc para el XTII.
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Alemania ha gastaclo en la aclquigici6n de lo~ 17 campos
comprados clespués de 1891, la suma de 80.000,000 de franc.os.
Pal':t 1900 se ha presupuesto la st1ma de 2 .500,000 franco:J
para la atlqnisición de un Huevo terreno en Alsacia. Los campos
tienen, por término medio, 2,500 hectáreas cada. uno, lo que
fija el precio de la hectárea en unos 1,900 francos.
Examinemos ahora lo que costaría á Francia el establecimiento
6 ensanchamiento de los campos demandados más
arriba.
Supong-amos que la hectárea suba al precio muy remunerador
de 2,500 francos, más 6 menos. P.ua ensanchar el campo
de Bois- l'E,·eque habría. que agregarle Jo menos 1,200 hectáreas,
lo que repreRentaria un ga~to de 3.000,000 de fraucos.
Con 3.000,000 de francos podría duplicarse, sin duda alguna,
el campo le en los grandes ejércitos
moderuog.
l\1ieutra!i tanto, el presupnesto incluye annalmente un mi llón
por afio que, pnetle a egurarse, es gastado á pura. pérdida.
En efecto, tan pronto como el E tado hubiera adquiriclo
algún terreno en cualqui e r parte, con la intención, para tOllO'i
evidente, de ensa.ncllarlo po. teriormente, lo precios llegarían
á ser inabordal>les, porque los jurados de expropiación explota-rí<
tn la situación egnrameute. . ·
Estoya ha ocurrido, especialme nte en el E ·te, de manera
. que desde luego lla.y ya Departamentos en que el Estado uo
encuentra terreno it. menos jos del Unnrtel general; , e hacía, put•s, necesario
esperarla para no c.•xpouerla {t las contiugcucia tle umt cterrota
probable, si el enemigo, mny npcl'ior en núnwro, alía á su
enctwutro y caía. sobro ella ele iruprod~o. Un temor tan ju to
me retn,·o alg-u11a ,' horas en .Acbngua:oi, y estt d mo:.·~ sa.1YÓ
siu dmla la tropa,· que yo esperaba.
El 29 ~~ ('jército r unido marchó hacia lo lng-are"' en donero me vi obligado á abandonar ese proyecto, imposibilitado
para vencer los numerosos obstáculos que se oponíau
á, su ejecución.
Desde este instante los enemigos dejaron de presentársenos,
y hasta renunciaron á, la guerra tle partidas que nos habían
hecllo hasta entonces.
EL ejército volvió á us acantonamientos de A.chagnas, y
d~spués c.le alguno jaron á las
tropas reales más ue cincuenta lHW'VOS prisioneiOS, trescientOS
animales y almacenes abundantemente ¡n·ovistos tle víveres.
La tercera división carecía eu absoluto de sem~jant{)S proYisiones,
de suerte que se dedicó milnwiosame11te á, vonerlas
en seguridad; salió entouccs de Tn11ja y bajó al llauo el 6 He
Abril; derrotó completamente vm íos tlestnmuneutos ien informado.
¡ El servicio de dos aiio8! Uommela, venhulcramente con·
suela que haya también ea Ohile gente ignorante y mil· ar
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de ideas equivocadas. Como Chile y la Argentina tienen igual
población de reclutamiento, si flotase en la. ntruó~fera del Pacífico
~einte por ciento menos de tonterías qw .. ' ~n la. del Atlántico,
sería una Yentaja de "'·eiute por ciento que nos llevaría
Chile en poder bélico.
El General Koroer sabe perfectamente que para formar
excelentes solres más. Pero partiremos de la
base admitida, 15,000 homht·e y uue\·e me8es, para comparar
los rPsultados que producida. con los del er\·icio de dos años.
Los dcfensore de ésto, tan ignorantes allá como aquí,
afect¡.¡ n corn pa.rar sólo la i 11 trucción de j~uHlo á un hulo los demás factores
del problema. Podría m os dedl'les que si un soldado sabe
bien lo que debe n.her á los tres me ·e·, no lo abrá mt-jor á
los u neve, pero creemos que les cou\•euCl.,rá mejot· uu argumento
numérico. El qne 'tnplea el 11lercurio de Valparaí o.
Hélo aqni: 15,000 hombres dura.ute nue\·e meses cuestan lo
que 5~1>00 tlurante dos afio~.¿ Prefiereu ustedes 5,600 hombres á
15,000 ~ That is the question. ¡Y como esta. difcreneia anual va
sumándo ·e t
¡ Prefioren nstedes un <'jército aclivo formado con diez contingentes
de 5,üoo ó de 15,00lH Un total
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año IV N. 184", -:-, 1900. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691100/), el día 2025-12-06.
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