ARo In Bogotá, Diciembre 2 de 1 899 NUM.128
--~·~--
ORGANO DEL MINISTERIO DE GUERRA Y DEL EJERCITO
DIRI:.CTOR AD-HONORLM, FRANCJSGO J. VERGARA y V.
Coronel, Miembro de la Sociedad Coloml)iana de Ingenieros
Son colaboradores natos de este periódico todos los Jefes y
Oficiales del Ejército de la República
OFICIAL
(22 DE NOVIEMBRE)
que houra la memoria ele! General de Brigada Valerio Andrade U.
El Prnide11/e de lll Rt'púUica
CONSIDERANDO
Que el 11 de los corrientes fa1leci6 en Barranquilla el Sr. General
Valerio Andrade U., primer Ayudante general de la Comandancia
en Jefe del Ejército de Antioquia;
Que el General Andrade se distinguió siempre como militar disciplinado,
leal y valeroso; y
Que deja en desemparo á una numerosa familia, de la cual era el
único apoyo,
DECRETA
Art. 1.0 El Gobierno lamenta el fallecimiento del General Valerío
Andradc U., y reconoce los servicios que le prestó siempre con decisión
y patriotismo.
Art. 2.0 El Ejército tributará á la memoria del General Andrade
los honores que le corrcsr>onden.
Art. 3. 0 El Ministerio de Guerra solicitará del próximo Congreso
e vot~ en favor de la familia del finado General la recompensa á <¡uc;
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514 BOLETÍN 1\IILITAR
tiene derecho, y dispondrá le sea pagado, mientras tanto, el sueldo que
correspondería en vida al General Andrade.
Art. 4.° Copia auténtica de este Decreto será enviada á los deu-dos
del expresado General.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 22 de Noviembre de 1899.
Por delegación del Excmo Sr. Presidente, el Ministro de Guerra,
JOSÉ SANTOS ---·· .... --
:o:m 1S99
(2 3 DE NOVIEMBRE)
que concede una pensión provisional á la viuda del Coronel Heliodoro Pieschaeón
El PresiaeMe de la Repúblifa
CONSIDERANDO
Que el Coronel Heliodoro Pieschacón murió en servicio d<-1 Gobierno,
dejando á su familia en completo desamparo, y que es deber
del Gobierno aliviar la situación de las familias de los que mueren defendiéndolo
en los campos de batalla,
DECRETAt
Artículo único. Mientras el Congreso resuelva lo conveniente, la
viuda del Coronel Hcliodoro Pieschac6n disfrutará del sueldo que hubiere
correspondido en vida al citado Coronel.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 2 3 de Noviembre de 1899.
Por delegación del Excmo. Sr. Presidente, el Ministro de Guerra,
JOSÉ SANTOS
Conferencias de los Oficiales de la Misión Francesa
SERVICIO DEL CAÑÓN DE MONTA:f:tA
Eacucla de bateriarein mulaa)
(Continuación)
Ejercicios de tonjrmto- 1.0 Los ejercicios de conjunto se ejecutan
en los patios de los cuarteles, en los campos de maniobra y en terreno
variado. Se hacen con todo el personal de la batería. Tales ejercicios
preparan á éste para la inmediata ejecución del tiro.
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BOLETÍN MILITAR 515
En los ejercicios interiores de tiro, los oficiales y sargentos, cada
uno en lo que les toca, se habrán familiarizado con los procedimientos
del tiro y la instrucción de detalle; los apuntadores estarán ya ejercitados
en apuntar una pieza (en la instrucción de sirvientes), los artilleros
habrán aprendido á manejarla. Lo que fal t1 es reunir estos varios elementos,
darles sus respectivos puestos en la batería de seis piezas y enseñarles
por medio de qué mecanismo se ejecutan los fuegos de artillería
de montaña en las \'arias circunstancias de la guerra.
Estos ejercicios tienen grande imp.:>rtancia, ponen la batería en la
mano del capitán, acostumbran el personal á la disciplina del fuego, y
establecen entre los varios grados de la jerarquía la unión necesaria para
la buena ejecución del tiro.
Serán dirigidos por el capitán, quien se conforma para mandarlos
con los principios del tiro y las prescripciones que siguen.
2. 0 -Los ejercicios de conjunto no consisten, en primer lugar, sino
en una maniobra de artillería ejecutada en los cuarteles con seis piezas
y las rc!pectivas c:tja, en la cual se adiestra ó ejercita el personal á practicar
toda3 las operaciones de la ejecución del tiro.
El capitán indica el blanco, manda el fuego, simula un reglaje y
ordena sucesivamente las varias especies de tiro que la batería puede
ejecutar: tiro sobre blanco fijo con puntería directa ó indirecta, tiro
sobre blanco móvil, cambio de blancos, fuego rápido, tiro con botes de
metralla, etc. Principia por los casos sencillos hasta llegar poco á poco
á los que presentan más dificultades en la ejecución.
Prestará atenciiín á todos los detalles; se asegura de que cada uno
cumple con regularidad y in perder tiempo las funciones de su cargo ;
suspende la maniobra inopinadamente para vt.:rificar la exactitud de la
puntería y del arreglo de las espoletas; aprovecha los errore cometidos
para llamar la atención sobre las faltas que se repiten frecuentemente;
exige la precisión, la calma, el orden, etc., el silencio y la actividad
correcta.
Al principio el capitán manda con lentitud, para que pueda asegurarse
de que sus ' órdenes se ejecutan correctamente; 1tumenta después
poco á poco la rapidez de la maniobra, exigiendo siempre la misma regularidad.
Al fin de la in trucci6R se esfuerza (y esto es obligatorio)
por obtener la mayor rapidez de tiro que sea posible.
3. 0 -Cuando la instrucción está suficientemente adelantada, el capitán
hace cargar el material sobre las bestias y lo lleva en primer 1 ugar
al campo de maniobra, y después á terreno quebrado. Repite los
mismos ejercicios, escogiendo objetivos parecidos á los que se prcsen tarán
en campaña, y pone su batería en condiciones tan variadac; como
sea posible, para preparar el personal á todas las dificultades que pueden
presentarse en los tiro3 de guerra.
Algunos ejercicios de conjunto se ejecutan poniendo la batería
bajo el mando de cada uno de los subalternos y las secciones al mando
de sargentos.
Ejercicios de fuego-PrlnclpioH generales
1. Capitán-Durante la ejecución del fuego, el capitán se coloca
en uno de los flancos de la batería, del lado más favorable para la aq ..
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516 BOLETÍN MILITAR
servación de los disparos, un poco atrás de la línea de piezas, tant~ como
sea posible y de modo que vea fácilmente todo su personal. Para que n
lo moleste el polvo y el humo de los proyectiles enemigos, debe colocarse,
á ser posible, en el flanco derecho de la batería, cuando el viento
sopla por la derecha, ó en el flanco izquierdo, en el caso contrario.
Teniendo que vigilar su batería y el terreno que tiene al frente,
no se dejará distraer por las operaciones del reglaje. Hace colocar
cerca de él el anteojo de batería que utiliza cuando hay lugar, sobre
todo para los grandes c.lcances, para observar los disparos y darse cuenta
en caso de necesidad de los movimientos del blanco.
' De ordinario manda, él mismo, el fuego para todos los tiros de
reglaje, pero puede, durante estos tiros, hacer mandar el fuego por los
jefes de sección.
Indica á los jefes de sección el blanco y el punto de éste sobre el
cual deben apuntarse las piezas durante el reglaje. Indica al mismo
tiempo, á cada uno de aquéllos, la parte del blanco designada para cada
sección en el momento de la repartición del fuego. Hace disparar la
pieza que esté lista, y continúa el fuego, siguiendo tanto como sea posi ble,
el orden natural de las piezas.
Cuando las cifras indicadas por los jefes de sección para la distancia
ó la graduación de las espoletas son diferentes, el Capitán escoge
una que impone á toda la batería, mandando: tspo!tta, tanto. .
A fin de que sus voces puedan ser siempre oídas, exige en la batería
el orden y el silencio m ás perfecto y más grande que sea posible. Exige
que los jefes de sección y los jefes de pieza repitan sus voces de mando
6 dea con exactitud los datos que deben indicar y en el momento preciso,
sin hablar más recio que lo g u e sea necesario y siempre en la forma
reglamentaria.
2.. Jefes de sección-Los jefes de sección están encargados, cada
uno en la suya, de vigilar los detalles de la maniobra y de hacer cumplir
las órdenes del capitán.
Designan á los jefes de pieza y á los apuntadores, según las órdenes
que han recibido, el punto del blanco sobre el cual deben ser apuntadas
las piezas, y en el caso del tiro indirecto hacen tomar ]as disposiciones
especiales á esta clase de fuegos.
Los jefes de sección verifican la primera puntería de sus piezas
para asegurarse tanto de que no hay equivocación en el blanco como de
que las alzas ó 2ngulos empleados son los prescritos por el capitán.
En el caso de que todas las secciones tengan la misma parte del
blanco como punto de reglaje, los jefes de sección de los flancos se aseguran
de que la pieza de la sección del centro, puesta á su lado, tiene
la dirección que han indicado á su sección.
Dan órdenes para que las piezas tomen un punto auxiliar (número
•• ) para la puntería, si hay necesidad.
Cuando se puede romper el fuego, lie vuelven hacia el capitán y
levantan el brazo.
Ocupan, sin dejar de vigilar su sección, y de modo que siempre
sean vistos por el capitán, el puesto más favorable para la observación
de los disparos; si no tienen ningún medio de observarlos, dan cuenta
al capitán. De ordinario se les encarga de reglar el tiro en dirección,
y también de arreglar la graduación de las espoletas,
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BOLETÍN MILITAR 517
Cada uno de los jefes de sección repite en voz alta las órdenes del
capitán que se refieren sea á toda la batería, sea á su sección, y dan ,
después, si hay lugar, las voces particulares que corresponden á ésta.
Cuando deben repetir una voz ó indicar al capitán los elementos
del tiro, se vuelven hacia él y hablan suficientemente alto para que él
los pueda oír.
Cuando deben sustituír á una voz del capitán otra que sólo se
refiere á su sección, apenas levantan la voz lo necesario para ser oídos
en sus dos piezas.
Cuando una voz de mando debe repetirse por todos los jefes de
sección, la repetición se hace primero por el jefe de la sección más cercana
al capitán y después por los otros en orden de su lejanía.
Las "oces que indican los elementos del tiro se hacen con la fórmula:
tal distancia, agregando, si es preciso, cspolctrl, ta!Jio. Si de la voz
dada por el Capitán resulta una modificación de los anteriores elemcnros
del tiro, se repite esta voz como está dicho atrás, y los nuevos elementos
se anuncian tan aprisa corno sea posible, primero por el jefe de
la sección más lejana r después sucesivamente por los otros.
De ordinario los jcf~.:s de sección no anuncian la graduación de la
espoleta; pero cuando el capitán hace ejecutar un tiro de espoletas de
tiempo bajo su mando directo, el jefe de sección que dispara el primer
tiro cargado con espoleta arreglada á la. última modificaci)n prescrita,
previene al capitán diciendo en voz alta las indicaciones siguientes:
Espoleta, taTJfo.
Los jefes de sección indican sin demora al capitán, en la forma
más concisa, todo incidente que ocurra y no pueda remediarse sin desarreglar
el tiro. También indican todo tiro que, durante el reglaje, sea
disparado con mala puntería. Cuando el mismo capitán arregla la espoleta,
indican tambié:1 aquellos de !os tiros dic;parados en que la espoleta
se puede juzgar quedó mal graduada.
Los jefes de sección tendrán en las manos una regleta, instrumento
que les Fermitc dar sin demora los elementos del tiro.
3· JffeJ de pieza-Los jefes de pieza vigilan á su apuntador y cuidan
de que emplee exactamente el alza y el desvío p1:escritos; verifican
las cargas y los proyectiles traídos por los provcedore , vigilan la graduación
de la espoleta, y se aseguran de que la pieza está bien apuntada
sobre el punto indicado del blanco .
.Antes de aviMr que su pieza está lista para disparar, los jefes de pieza
debe11 ruegltrrlnf de que la cttlata está bielJ cerrAda, y verificar la posición
de lt1 pafa11ca de maniohra. Son los responsables directos de lor acculmtes
que puedan ocurrir por 110 haberse cerrado la culata.
Cuando los proveedores no pued~n graduar la espoleta, los jefes
de piez1. la gradúan con una llave que sacan de un saco de carga y
mantienen en la mano.
Cuando la pieza está lista para disparar, cada jefe levanta el braz<,
derecho observando lo que sigue:
Antes del primer tiro todos los jefes de pieza levantan el brazo en
el momento en que su pieza está lista; para los tiros siguientes cada
jefe de pieza no levanta el brazo sino cuando la pieza prece~ente, en
el orden del tiro, acaba de disparar (ó no está lista á disparar en u
turno).
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Cuando el capitán ó el jefe de sección ordena una correccwn á
una pieza lista para disparar, el jefe de esta pieza baja inmediatamente
el dedo ó brazo y no vuelve á levantarlo sino después de hecha la corrección,
es decir, cuando la pieza de nuevo está lista para disparar.
Cuando el brazo de un jefe de pieza está levantado, indica al capitán:
1.0 , que es la pieza de turno para di:>parar; 2.o, que nada impide
el disparo de esta pieza.
En el fuego por descargas los jefes de pieza de una sección ó de
la batería, según el caso, levantan todos el brazo derecho.
4• RoMPER EL FUEGO.
Estando las ?iezas en batería, para hacer romper el fuego,. el
Capitán manda:
1. A tantos metros;
2. Con granadas (ó shrapneles); .
3· Rompan el fuego;
4· Carguen sin interrupción, y cuando hay que corregir la influencia
del viento: corran el ocular á la derecha (ó izquierda), tmJf(J.
Los jefes de sección repiten las voces .á tantos metros, con granadas
(ó shrapne/es), y si llegare el caso, corren el ocular á la derecha (ó
izquierda) tanto. A la voz rompan el fuego, los jefes de pieza mandan:
en acción.
Los jefes de sección marchan á paso de trote hasta cerca y á la altura
del capitán, para recibir la indicación del blanco; el jefe de la primera
sección se coloca á la derecha, los jefes de las otras secciones á la
izquierda.
Cuando conocen el objetivo del tiro, los jefes de sección regresan
á paso de trote al centro de su sección, á la altura de las conteras; cada
uno reúne cerca de sí, en una misma línea, frente al blanco, los jefes
de pieza y los apuntadores (estos últimos al ce Hro), les muestra el blanco
y el punto sobre el cual las piezas deben ser apuntadas. Después
ocupa su puesto de batería.
A la voz en acc i ón dada por cada j efe de pieza, la carga á discrecióu
se ejecuta en cada pieza como es tá prescrito (número .. )
Si el apuntador no es ti en la pieza en el momento en que el proveedor
llega, el primer sirviente de derecha desempe11a provi sionalmente
sus funciones y carga la pieza.
Los proveedores de cada sección proveen sus sacos en la cajas de
su sección.
Si toda la batería debiese ejecutar un tiro indirecto, los jefes de
sección mandan : Apu11ten con el nivel. Tantos grados (número .. ), é
indican el procedimiento para dar la dirección á las piezas.
Si una ó varias piezas no ven el blanco, se apuntan con el nivel
tomando para la prim era puntería el ángulo de tiro de una pieza apuntada
con el alza. En e s t e caso los j ef l.!s d e secc ió n corren en la regleta
la planchuela de lo á ngulo. de tiro, de modo que d e n el ángulo señalado
á la'i piezas, frente á la distancia indicada.
A cada voz del capitán, leen la cifra sobre la regleta ayudándose
con la corredera, y dan á las piezas apuntadas con el nivel el ángulo
correspondiente á la distancia indicada por dicha voz.
En el caso de que todas las piezas vean el blanco, el capitán puede
también, antes de romper el fuego, ordenar se apunte con el nivel. En-
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BOLETÍN MILITAR 519
tonces hace seguir las voces para romper el fuego, con la indicación
;lel caso :
Apuntar con el nivel, corrección de situación más ( ó menos)
.anta.
Los jefes de sección determinan el ángulo, por medio de la regleta,
orrigiendo, si e; preciso, el ángulo de situación.
Obran despuéc; como está prescrito en su lugar para cada distancia
:ndicada por Ja voz del capit~n.
Se toma un punto auxiliar para fijar la dirección de cada pieza
cuando puede hacerse, sin suspeP.der el fuego.
5· Fuego por piez11. Fuego por descarga.
En la batería cada sección y cada pieza se designa por su número:
la serie de los números \"a de derecha á izquierda.
El tiro principia por la primera pieza lista, y se ejecuta de ordinario
de la derecha á la izquierda.
Si no hay tropiezo, se vuelve á traer cada pieza, después de su dis-paro,
exactamente al mismo terreno.
Para hacer disparar e] capitán manda :
'Tal pieza. F11ego.
A la voz fuego, el jefe de la pieza indicada baja ligeramente el
brazo.
A esta seña el primer sirviente de derecha da fuego ; la carga á
discreción vuelve á empezar como está prescrito (número .. ), haciendo
el jefe de sección la indicación cargt:m á su debido tiempo.
Para hacer ejecutar el fuego por descarga , por secciones ó boletas de tiempo.
Este modo de cargar se llama carga por sección.
Para hacer cargar sin atraso las s:is piezas después de que hayan
disparado, el capitán manda: cargum sin interrupción.
De~pués de esta voz se vuelven á cargar las piezas disparadas, antes
de apuntarlas.
Para '\-Olver á la carga por sección, el capitán manda: cargum por
uuión. Después de esta voz las piezas no se cargan sino después de la
voz de los jefes de sección (número o).-(Cfmtinuará).
_..,._. __
INSTR'üC:JION
PARA LAS MANIOBRAS DE CABALLERIA
El Combate
(Continúa)
Generalidades-En la carga en batalla, la primera línea avanza en
muralla, es decir, sin intervalo entre los pelotones; los escuadrones conser\'
an el reglamentario. La primera línea será sostenida por la segunda
y la tercera: de ordinario la segunda se formará en línea de columnas,
e~ decir, con escuadrones en columna de pelotones situados sobre una
misma línea y á intervalo de despliegue; la tercera se establece en
masa dt columnas, que es la misma formación anterior, reduciendo los
intervalos á 12 metros.
El objecivo final de todos los ejercicios de la caba11ería está en enseñarla
á reunirse en una posición de espera, 1 uégo llevarla rápidamente
al punto elegido, desplegarla allí y atacar al enemigo. Hasta el escuadrón
para cargar empleará á menudo la formación en escalones: la distancia
entre éstos varía con el terreno, pero en ningú:1 caso será mayor de 1 oo
metros ni inferior al flente de los escalones. La carga en escalones produce
la sucesión en los esfuerzos, permite resistir los ataque de flanco y
procura los medios de atacar al adversario por la espalda, dirigiendo un
pelotón sobre el flanco 6 retaguardia de aquél. Cuando se acahe de pasar
un desfiladero y no haya tiempo de formarse en línea para atacar, se
impone el combate en escalones, lo mismo que para la tropa que ocupe
los flancos de una fuerza mayor en batalla para formar allí martillo
ofensivo ó defensivo.
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BOLETÍN MILITAR 521
Normalmente la disttmcia de carga será de I,zoo metros, de los
cuales 6oo se recorren al trote, 500 al galope y 100 metros á 11ire de
carga. El instante mis propicio para la carga es aquél en que la caballería
enemiga pasa de una formación á otra ó cuando ya está atacarla de frente.
Nunca se intentará carga alguna sin proteger los Bancos, ó sea sin preparar
una fracción que, llegado el caso, pueda formar flanco defensivo.
Después de todo choque se ejecutará la rcttlltÓn de la aopa : al
toque respectivo los jinetes se reúnen detrás de su Jefe y tornan á formarse
en dos filas, sin preocuparse ninguno por el lugar que le tocó en
la formación.
Para desbordar una ala se da la carga en orden oblicuo.
Contra la infanterfa conviene la carga en escalones.
La carga en forrajeros,.siempre apoyada por una reserva, no conviene
sino para atacar tiradores ó baterías.
FtJces del rDmbate-La característica de ]a caballería será la ifen.siva,
siempre la OFENSIVA, es decir, nunca se dejará atacar en ningún encuentro
de armas. El combate de caballería presenta tres faces :
1.• La coltctntración: reunirse en lugar conveniente, ocultándose á
la vista del enemigo y reconocer el terreno en que se va á obrar.
z.• La preparaciÓtJ: avanzar con rapidez, tomando la formación que
más convenga para de~fibu según el terreno : línea de columnas, columna
doble, columna propiamcn te dicha, á fin de llegar en buen orden
al sitio designado ó elegido, y al llegar á éste, formarse en tres líneas.
3.• El ataque:: arrojarse sobre el adversario desde que se le tiene á
distancia de carga.
Cuando la tropa puede ocupar un frente mayor que el del enemigo,
la parte que desborde á éste lo atacará de flanco. La caballería
puede ocultar una fracción tras algún obstáculo 6 accidente del terreno,
simular una retirada para atraer el enemigo á ese sitio y cargarlo de
flanco con la embo cada.
En todo caso en el combate de caballerías el éxito no se alcanzará
sino mediante la cohesión en las filas, la conservación de las distancias
entre los escalones, Ja rapidez del galope y el silencio de Jos soldados ;
el choque se logrará con potencia irr~sistible merced á la bravura de
]os jinetee;, el ejemplo de los oficiales, el impulso de la fila exterior y
el brío moral que producen los sostenes.
El Jefe de una caballería, cualquiera que sea su grado, se situará
en un punto desde donde pueda reconocer el terreno y elegir el momento
propicio para el ataque; tomará di - posiciOnes rápidas, &encillas, y lanzará
su tropa á toda velocidad sobre el adversario, puesto que el éxito
depende no de la superioridad numérica sino de la rapidez del choque.
La cahallerítl sostén de artillería-En este caso la caballería se sitúa
.' retaguardia y hacia afuera del ala en peligro, y constantemente
en vi a exploradores y patrullas que vigilen el terreno. La fuerza que
esté de sostén e divide en tres partes : un cuarto se coloca á un centenar
de metros de las piezas, y sobre su costado para contener los forrajeadores
enemigos; la mitad se prepara á comb~ttir las tropas que el
enemigo envíe contra el so tén; otro e u arto forma la reserva. Cuando
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522 BOLE1.'ÍN MILITA. U
la batería haya de avanzar, el sostén la precederá siempre para explorar
el terreno ; en caso de retirada va tras ella •
.Ataqtlt de la artillería-La caballería enviada á atacar una artillería
se divide en dos porciones : la una ataca el sostén de la batería ; la
otra en forrajeros se lanza sobre las piezas. La caballería debe tratar de
sorprender la artillería en fla g rante delito de maniobra, y si esta arma se
hubiere aventurado, la parte encargada del ataque se di spersa en forrajeros,
á 1 ,ooo metros de las piezas, y las carga de flanco y por retaguardia.
Caballería contra infalttería-El ataque de una infante ría intacta
puede ser glorioso, pero en ningún caso dará resultados eficaces: con
lanza y s tble no se puede luchar contra las balas. La caballería que
ataca una infantería tratará de coge rla de flanco para cargarla á lo
largo; en medio del humo y las detonaciones de los fusiles, esto no es
imposible, y el ataque tendrá tanto mayor esperanzas de logro, cuanto
las reuniones de infantes, por estar sobre la misma línea, se fusilarán
unas á otras.
De los diversos problemas que se presentan á la inteligencia y
valor de los jefes de caballerías, ninguno será de solución tan delicada
como el ataque de la infantería, el que siempre se ha mirado como la
pie:ira de toque de las cualidades de una caballería.
En el combate en cues tión los jinetes tratar ~ín de sorprender la
infantería á favor de algún p liegue de terreno, de atacarla cu11ndo esté
maniobranJ , ó cuando e s té can:>ada ó enervada por una luc ha prolongada.
La caballería que encuentre inopinadamente una columna de infant
e ría en marcha ó que no ha tornado posiciones defensivas, no esperará
concluír su despliegue para atacar: á fin de no dar tiempo á la infantería
de rehacerse de la sorpres a, lanza sin demora al ataque las
fracciones ya des plegadas, y las otras se forman en escalones y cargan
sucesivamente. Debe observarse que sostenes y reservas de una línea
de infantería sorprendida no se atreverán á hacer fuego por temor de
fu silar á s us propios tiradores.
Contra una i ínea des pl egada se carga el ala derecha, porque el
tiro ohli c no hac i;¡ es te lado e s difícil; con el ataque directo se combinará
otro d e r e vt:s : las columnas se cargan d e flanco y obli c uamente,
en c uanto se t p o ibl e, para partirlas en trozos.
E " ta c ion a r tropas d e caballería á co rra di stan c ia de líneas de in Cant
e r ía enemiga; enviar patrullas de ofic iales que se aventur e n en lo
e je r c í io s, por entre los tiradores, para estudiar l os flancos ó retaguar di
a d e l adv e r ario, son procedimientos errón eos que nu nc a c umbatirán
snfi c i 'I H emente los jefes . ·
CI)7Jc/11 sio11es- La caball ería bien empl e ada y dirigida, aún pued e
r e c oger laureles en el campo de batalla; pero s u misión principal se
en c uentra hoy fuera del terreno del combate, en el desempeño del servi
c in de exploración-(CoJttimtaró)
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BOLETÍN MILEI.'AR 523
1099
República de CfJ!ombia-I: División d :1 l Ejército -C?mandant:ia general-
Núml!ro r8s-Bogotá, Noviembre 22 de 1899
Sr. Ministro de Guerra-E. S. D.
'Tengo el honor de presentar á S. S. el corresp~ndiente informe,
de las operaciones verificadas por la fuerza de mi mando en la
campaña de Occidente, sobre las fuerzas revolucionarias al mando
del malogrado General Zenón Figueredo.
No había cumplido con este deber antes, debido á las naturales
ocupaciones del servicio y por una ligera indisposición del
Ayud<~ntc Secretario, quien e taba en posesión de los documentos
relacionados con este asunto.
El Sr. General Antonio B. Rebollo, Inspector de la División,
á quien tuve á bien nombrar-en virtud del pliego de instrucciones
y autorización de ese Despacho-Jefe del Estado Mayor
de la expresada fuerza, no rinde el presente informe, como es de
ordenanza, por la circun. tancia especial de haber tenido necesidad
de separarno·, con motivo de la novedad fí ica de que he adolecido
de de el segundo día de IHie ' tra marcha, habiendo asumido en tal
virtud el . u crito todo el centro de la dirección, para que el General
Rebollo pudiera obrar á la cabeza de las tropas en las distintas
di re ci nes que fuest! necesario. E 1 Coronel Adolfo Duque
ocupó el puesto de In. pector en lugar del General Rebollo, conforme
tuve el honor de comunicar dicho nombramiento á S. S.
oportunamente. Con tal mot ivo el Coronel Duque entró á tomar
una parte activa é importante en la expresada campaña de Occidente,
como se verá en el curso de este informe.
De acuerdo con las instrucciones recibidas de e e Ministerio,
el objetivo principal de la campaña se reducía á marchar inmediatamente
y abrir operaciones en la plaza de Facatativá, con el cuerpo
Politécnico y roo hombres del Batallón 81Jlívar, sobre la fuerza re- •
volucionaria al mando del General Figueredo, que se encontraba
en las cercaní<~s de la mencionada plaza. El General Antonio B.
Rebollo, . i tu a do con anterioridad á la cabeza del Politécnico, en Facatativá,
debía acompJÍÍ armc: en I citada expedición, una vez reunido
en e ~ e lugar, con el Coronel, Primer Ayudante general, Luis
F. (Jarcia, el Capitan, Ayudante Secretario., .f\,1anuel París R., y
100 hombre del B?ltvnr, con lo cuaJe debía marchar el suscrito
de esta capital en direccion al Occidente.
En tal virtud, el día 27 de Octubre próximo pasado me puse
en marcha, en la forma expresada, para .Facatativá, con el objeto
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
524: BOLETÍN MILITAR
de abrir operaciones en la noche del mismo día, lo cual no se pudo
verificar sino hasta las ro a. m. del día siguiente, con motivo de
haber carecido de caballerías para movilizar los jefes y oficiales, el
parque y la batería de artillería del Politécnico. Al llegar á Agualarga,
en la tarde de ese día, con toda la fuerza de mi mando, supe
que la fuerza de los rebeldes e taba situada en el Alto del Raiz.al y
el dd Trigo, con avanzadas sobre Villeta, en la vía que conduce á
Guaduas; y que en las primeras horas del día se habían pronunciado
en V illeta los vecinos enemigos del Gobierno, engrosando
de esta manera las filas de Figueredo, tomando las armas á los pocos
amigos de la Legitimidad que existían en ese lugar, poniendo
en libertad los pre os por delitos comunes, detenidos en la cárcel,
destruyendo la máquina telegráfica y rompiendo el alambre e incomunicando
de este modo al Gobierno.
En seguida dispuse que un piquete del Escuadrón Republicano,
que desde Facatativá e había puesto á mis órdenes, marchara
inmediatamente para Sasaima, y que reunido allí con la fuerza
organizada por el Coronel Antonio García, siguieran para Vi11eta
á entrar á dicha plaza, á las 4 a. m. del día siguiente, 29 de Octubre,
en combinación con el Politécnico y los 100 hombres del Bolívar,
que á las órdenes del General Rebollo y mías debían atacar
á la citada plaza, á la misma hora, por la vía de Chi m be y la Variante;
movimiento que fue ejecutado conforme se dispuso, retardándose
el suscrito en su entrada á Villeta, debido al accidente
físico que sufrió en las primeras horas de ese día, y del cual ya se
ha hecho mención.
U na vez reunida toda la fuerza en Vi lleta, se publicó la orden
general, se dispusieron las avanzadas, se tomaron posiciones, se organizó
el servicio de plaza y se abrieron operaciones para atacar al
enemigo, que permanecía en los puntos indicados. Para tal efecto
se dicti1ron la providencia iguientes: se mandó avanzar ha ta
San :v1 teo piquete volante del Escuadrón R epublicano, y al Coronel
Antonio García se ordenó que e situara, con su Batallón
de Sa .tima, en la hacienda de Cune, en comunicación con el Piquete
Volante, fuerza que debía obrar en combinación con el
Batallón Jtuebradanegra, que al mand del Coronel Anastasia
Martínez debía situar e en el Alto del f/elero, movimiento que
debía verificar el expre a do Coronel con su fuerza, desde la po ición
de Santa Rosa, en donde se encontraba, según orden que le
fue comunicada por posta oportunamente.
Todas estas fuerzas enumeradas debían obrar en dirección
par.dela por el flanco derecho, por las posiciones :::tltas, dominando
el camino real de Guaduas para proteger la marcha ó el ataque
por el centro, ó sea b mencionada vía, por donde se dispuso entrara
el Coronel Luis F. García á la cabeza de las Compañías de
ZapJ.dore. e In f.111tería, cerranJo la marcha el GenerJl Rebollo
con los 1 oo hombres del Bolivar, al mando del argento I\1ttyor
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BOLETÍN MILITAR 525
Cipriano Soto y del Capitán Jesús Duarte, y la Batería de Artillería,
completo del Politécnico, permaneciendo el suscrito en la
plaza de Villeta con el reHo del Escuadrón Republicano. En este
estaclo permaneció toda la fuerza hasta el día siguiente, en el cual
avanzaron el Teniente Coronel Antonio Laverde, primer Jefe
del Batallón Politécnico, y el Sargento Mayor Daniel .Estévez, segundo
Jefe, con las Compañías de Zapadores é Infantería hasta el
Alto del Raizal, e.n donde acamparon, ocupando el Coronel Luis
F. Garcí a con los 1 oo hombres del Bolívar el Alto del Trigo.
Estas posiciones fueron tomadas al enemigo sin un tiro, el
cual las abandonó, en di_§tintas direcciones, para reunirse al día
siguiente en la plaza de Utica. En dicho día, ó sea el último del
mes de Octubre, se dispuso que el General Rebollo, con la fuerza
del Politecnico situada en El Raizal, ocupara la plaza de Guaduas,
con el objeto de restablecer las autoridades legítimas y la comunicación
telegráfica, como en efecto se verificó, quedando despejada
la vía de Honda y en comunicación con esta capital. El
mismo día se dispuso que el Coronel Adolfo Duque ocupara la
plaza de Utica con una fuerza compuesta del Piquete Volante, el
Batallón Sasaima, el ~uebradanegra y los I oo del Bolívar, operación
cumplida por el Coronel Duque con los soldados del Batallón
Sasaima y los 100 del Batallón Bolívar al d1a siguiente, por no haber
alcanzado á ocuparla el31 como se había ordenado. Esta plaza
también fue evacuada por el enemigo sin oponer resistencia de
ninguna especie.
El objeto principal de mi comisión, según instrucciones ter-
, minantes y precisas de Su Señoríal era combatir á Figueredo,
perseguirlo e interceptar sus fuerza¡ para evitar que se uniera al
Ejército revolucionario del Norre, ó que amenazara ]a retaguardia
de las tropas del Gobierno en la misma dirección; por tanto,
el Coronel Duque, á quien comuniqué las mismas instrucciones,
se ciñó á ellas, y debido á las operaciones que verificó dicho día 1. o
del presente, la fuerza de Figueredo, que había avanzado hasta La
Peña, contramarchó por Nocaima el mismo día sobre la plaza de
Villeta, la que pretendió tomar por asalto en Ja madrugada del 2,
pues dicha plaza apenas estaba guarnecida por el Escuadrón Madrid,
al mando del Coronel J.] oaquín Escallón, quien había llegado
el día antes procedente de Serrez,uela; por el re to del Escuadrón
Republicano, comandado por el 'Teniente Coronel Gabriel Rojas,
Segundo Jefe, en defecto del primero, Coronel Julio Hernández,
quien desde el día 30 de Octubre se había separado del mando sin
mi consentimiento, en compañía del segundo Ayudante general,
Teniente Coronel Alejo Rubio*; y por la batería de Artillería
comandada por el Sargento .I.V1ayor l'v1oisés Ortega L.
• El Teniente Coronel Alejo Rubio fue nombrado Ayudante en Facatativá1 con
a¡nobación de ese Ministerio,
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926 BOLETÍN MILlTA.R
Dicho asalto fue frustrado por la alerta en que estaba la
fuerza de mi mando, y por haber adelantado la tarde víspera del 2
el resto del Escuadrón Republicano hasta el paso de El Tovia, en .
la vía de Nocaima, y cogido prisionero al General Juan C. Herrán,
que se dirigía con una descubierta de exp loración sobre Villeta.
Esa wisma noche se replegó el mencionado Escuadrón sobre
el campamento de Villeta, después de dejar e tablecido sobre el
camino de Nocaima un piquete de exploración, organizado un
buen espionaje y la avanzada correspondiente. A las 7 a. m. del
día 2 se rompieron los fuegos con las avanzadas del enemigo; en
tal estado dispuse que el Escuadrón Madrid, cotnandado por el
Coronel Escallón, y el resto del Republicano, al mando del Comandante
Rojas, reforzaran la línea de batalla, dP.splegándose convenientemente
en los afueras de la población, hacia el lado oriental
de ella, lugar por donde pretendía atacar Figueredo con sus fuerzas.
Inmediatamente monté á caballo con mis Ayudantes, y puse
en movimiento la batería de Artillería, para colocarla en una posición
en donde pudiera maniobrar, mientras Uegaba en apoyo el
General Rebollo con el resto del Politécnico, que estaba en Guaduas,
y que según mis órdenes y cálculos, en esos momentos debía
estar llegando á Villeta, como en efecto sucedió. Pero ya el enemigo
hab1a tomado la vía de Sasaima con dirección á Chimbe;
entonces dispuse que el Escuadrón Republicano lo persiguiera activamente
por la vía de Sasaima, cortara á los rezagados é hiciera
prisioneros los de la retaguardia del enemigo. Al mi mo tiempo
ordené que el Escuadrón Madrid se m -Jviera con rapidez, á Chimbe,
por la Variante, á disputarle á toda cota el camino á l:¡ vanguardia
de Figueredo, apoyado este movimiento por el Cuartel
general y el Batallón Politécnico. Todo salió de acuerdo con las
operaciones prescritas, resultando el encuentro en Chimbe en la
tarde de e e día 2, del cual tienen ya con cimiento S. S. y el público,
según el parte correspondiente que r e ndí.-( Cmcluirá).
FLORO GOA1EZ
---·~--
SECCION DOCTRINAL
LA FRONTERA DEL SUR *
Extracto de conferencias á los oficiales de la guarnición
(Continuación)
La tierra clásica por excelencia en las lides de guerrilleros durante
las guerras de Independencia y las civiles de la primera mi-
• En el número anterior ele este semanario, en el cua d r:l el e coordenadas, se insertaron
por equivocación algunas que no son de las aceptada3 por el autor, sino de las supuestas
para la discusión del asunto. Los diagramas permiten corre~irlas,
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BOLETÍN MILITAR 527
tad de este siglo, fue estudiada científicamente por Caldas y Humboldt
antes de nuestra emancipación; por Bouger, Mosquera y
Codazzi, antes de 1 86o; por Reiss y Stübel hace treinta aÍlos,
siendo de capital importancia el trabajo de estos últimos viajeros,
por el cuidado con que determinaron las coordenadas Je multitud
de puntos interesantes, por lo cual los hemos elegido como base
de la cartografia de la comarca, previa madura confrontación de
unos datos con otros. De lo dicho se deduce que de esta comarca
tenemos á la fecha un conocimiento suficiente para guiar con seguridad
al soldado en sus operaciones de guerra: allende la frontera
debe seguirse á W olff, quien no há mucho publicó una
carta y geografía del Ecuador, dignas de todo elogio. Los trabajos
de André no merecen mención, pues se limitó á copiar la carta
publicada; sin caer ni aun en la cuenta de los errores de rumbo
antes apuntados.
Como fácilmente se comprende, los problemas cartográficos
de la frontera del Sur, de escalón en escalón, alcanzan á confundirse
con los del centro del país en la región montañosa que
demora al oriente de Popayán, ó sea el macizo de Colombia por excelencia*.
Por tal motivo, preciso será que demos una ligera
ojPada al punto, para determinar una base de partida que nos guíe
en el trabajo que hemo5 emprendido y nos explique el porqué de
muchos errores de nuestras cartas.
Cuatro puntos cuyas coordenadas conocemos con exactitud vienen
oportunamente á rodear el mencionado macizo, fijando su posición
con respecto á Bogotá, los cuales son La Plata y San Agustín
en el Tolima, y Popayán r Almaguer en el Cauca: Popayán y
La Plata sólo difieren 4' en latitud; Almaguer y San Agustín apenasi';
Popayán y Almaguer tienen alejados sus meridianos 15, ¡y
1 1' separan los de La Plata y San Agust1n. Traduciendo estos
elementos en metros, tendremos que se trata de una figura cuadrangular,
casi un paralelogramo, cuyos lados miden 55,000 metros
de Popayán á La Plata, 6o,ooo de Almaguer á San Agustín;
6o,ooo de La Plata á San Agustín, y 64,000 de Almaguer á Popayán:
dentro de este espacio quedan el Puracé, el Sotará y las
fuentes del Magdalena, el Cauca, el Yupurá y el Patía.
Consideremos ahora la carta impresa: en tanto que las distancias
N. S. se conservan casi las mismas (62,000 metros de Almaguer
á Popayán; 66,ooo de San Agustín á La Plata), las de
E. á O. se transforman por arte de encantamiento, pues de Popayán
á La Plata resultan 1 2o,ooo, y 1 oo,ooo de Almaguer á San
Agustín. En las tablas de Codazzi aparecen adoptadas para San
• Este nombre, que nos permitimos introducir hace algún tiempo en la geogralía de 1
país como una necesidad, á la fecha figura ya en todas las geograilas y cartas de méritQ
<¡ue se publican en el Extranjero.-V. V.
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528 BOLETÍN lULITAR
Agustín lag coordenadas de Caldas, y sin embargo en el dibujo
resultan dttplicadoJ los Ir'' que separan en latitud dicho lugar de La
Plata, y decuplicado el r' que del mismo modo se halla entre San
Agustín y Almaguer. Por culpa de tales errores, multitud de otros
lugares resultan señalados de un modo en las tablas y de otro en
el dibujo; y á la topografia general de la comarca se hizo sufrir una
especie de torsión cuyas consecuencias se extienden hasta Bogotá
por una parte, é I pi a les por otra. Los cálculos de Caldas revisados
por Reiss y Stübel, apenas dan 4' de latitud entre San Agustín y
Timaná, y la carta pone 14'; entre Neiva y Timaná hay 43' de
diferencia en las longitudes, y la carta sólo coloca 32, de donde un
absurdo trazo de todo el Alto Magdalena, cuyo rumbo general, de
SO. á NE., se trocó S. N. Por lo que hace al valle del Patía, que
se extiende de N E. á SO. en el terreno, la carta lo marca de N. á S.,
lo que, como se comprende, trastueca las relaciones militares entre
esa comarca y la de Pasto. La carta supone á Pasto al N E. de
Túquerres, y á Túquerres casi al N. de Ipiales, cuando en el terreno
Pasto se halla al E. N E. de Túquerre · , é lpiales demora al
SE. de la última. En fin, la carta sitúa á Pasto, 'Túquerres é Ipiales
de un modo irregular, pues á lo dicho anteriormente agrega
considerable disminución en la distancia de lpiales á 'T'úquerres,
y aumento en la de Túquerres á Pasto.
'1 an capitales son los errores apuntados, que las cartas de los
antiguos Estados del Cauca y el Tolima no confrontan en esta
región, y que en la general de l país los flamantes cartógrafos se
vieron obligados á modificar, á inventar una topografía sui g~neris,
á fin de llenar la región que ocupan el macizo de Colombia y las
tierras aledañas: fueron incapaces de reducir á un centro común
los diversos itinerarios de Codazzi en el Sur del Tolima, Caquetá
y Popayán.
Así orientada la cuestión, podemos entrar á discutir los elementos
cartográficos de la frontera propiamente dicha, que, como
bien lo sabéis, e t " señoreada por las poblaciones d e I piales en primera
línea y ~fúquerres en segundo lugar; poblaciones que, con
Pasto, constituyen los tres punto estratégicos de primer orden al
sur de la formidable barrera del] uanambú, límite geográfico de la
zona fronteriza desde el punto dt vista milttar.
Los viajeros Reiss y Stübel, después de observaciones cuidadosamente
ejecutadas, hallaron las posicione astronómicas de Pasto
(lat. N., 1° 12' 59'\ long. O. de Bogotá, 3° I 3' 30") y de Túquerres
(lat. N., ¡o 5' 20 6
, long. O. de Bogotá, 3° 31' 5"), las cuales
constituyen la línea fundamental de la cartografía de la frontera Sur.
Desgraciadamente ellos no determinaron la posici6n de lpiales.
¿Cuál es ésta? Caldas calculó que su latituc:l era oo 48', la cual es
correcta sin duda alguna, y la preferimos á la de Bouger y de Masquera,
que la estimaron en o 0 45' y o 0 46' 30": esta última figura
~n las tablas de Codazzi) pero en la carta se ad0ptó la de o 0 SJ', de
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DOLE'l'ÍN MILITAR 529
londe que se aproximará indebidamente su posición casi 2 leguas á
Túquerres, cuya latitud se estimó en 2' 40" ósea demasiado baja .
..... onsecuencia de semejante proceder fue reduc:ir á sólo 5 leguas las
~ que cuenta el camino directo entre las dos poblaciones, según la
nedida de la línea telegráfica. ¿Y por qué aceptamos la latitud de
...,al das ? Porque la posición de la ciudad con respecto á los veci-
10S nevados de Chiles y Cumbal es igual en los trabajos de los dis:
intos observadores, y la latitud de Chiles es 49' 12'.
La longitud pudiera ser dudosa ~i no tuviéramos igualmente
¡¡na refrendación de los c:dculos anteriores: Reiss y $tübel deterilÍnaron
la longitud del Santuario de La Laja, la que resultó ser
j 0 2I 1, es decir, 101 15" oriental de Túquerres, por lo que distando
d Santuario una legua y media de la ciudad, ó sea poco más de
+'2011
, resulta comprobado el dato de Codazzi, que la sitúa en las
!ablas á 5'4-o", al E. de aquella otra población.
A estas coordenadas podemos agregar las de los Nevados de
hiles (lat. 0.49'12" y long. 3°44'45'') y Cumbal (lat. 0.54'4'' y
:ong. 3°41'30"), determinadas con idéntico esmero por los mis;
nos viajeros ya citados, las que nos permiten situar el eje de la
cresta ó serranía que guarda la mesa de Túquerres al 0., sobre
todo si se tiene en cuenta que los mismos autores nos dan la longitud
de la laguna Verde (3°39'3o"), que es la misma del Azufra!
ó volcán de Túquerres, cuya latitud, egún Codaz¿i, supera sólo en
2' la de la ciudad. De paso podemos ob ·ervar que las coordenadas
de Chiles y Cumbal se refieren á los nevados y no á los pueblos
del mismo nombre, caso que no lo supieramos, mediante un pequeño
cálculo que haremos com ejemplo para ca 05 análogos: las
longitude de Chiles é I pi:.dcs difieren en unos 42,000 metros, ó
,ea 8 ~leguas; ahora bien, de Ipiale;; á Carlosama hay 3 legu;.¡s y
3 de este lugar á Chile., la dift;rencia nos indica, puc , que se trata
del ne ado que di ta 2 del pueblo que le da su nombre.
Los mismos Rciss y Srübel nos dan las coordenadas del páramo
de Chaves (al SO. de Pa to), de Jenoy, L #Florida, Paso de
Guasca (Paría), Consacá, A les, Carrizo (NO. de la Cocha), Santa
Lucía ( . de íd.), Sebondoy, Putumayo y Santiago; la latitud de
Chapacual, y las longitudes del ~I ambo, del Tablón, .1\Ioechiza,
Peilol, Loma Guapalo, Llano del Santísimo y el Hondón, elementos
que, unidos á los anteriore, no permiten establecer la armazón
geográfica de la comarca, del J uanambú al Carchi y del Putumayo
al San Pablo y el San Juan (.\lira). A ese esqueleto deben agregarse
las cooroenadas de Calda , Humboldt, Bouger, l\.1osquera y Codazzi,
referentes á otros 30 puntos de la mi ma región, y tendremos
constituida una numerosa red de triángulos que nos permitirá
corregir y revisar lo3 detalles de los levantamientos topográficos,
de los itinerarios, exploracione , trazo de caminos, memorias geográficas,
viajes, etc.-( Continúa)
2
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BOLETÍN MILITAR
Cartografia de la frontera del Sur
Un o y elnomb1·e entero ma1·ca la posición
exacta del lugar de ac1le1·do con las coorde11adfu;
un • y la inicial, la que realmente ocupa sobre
la carta impresa. Nótese que los errores divergen
en llar. á partir del Macizo de Columbia
OCali
0 8 ant ander
•s
.n
o Huila
.s 0 8ilvia
• 0 Popayátt
P •p0 Puracé 0 La Plata
o •p
Pa1to
OTúr¡uerres
•T
OPatía
• P .A /maguer
.A. o
0 Bolívar
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0 La Cruz
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Tulpas
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San Juan o
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o
La Laja
o
PotoJÍ
Puerres
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Males
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~ .......
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532 BOLETíN MILITAR
HISTORIA
LOS OOMS.e..TES :CE S~.NTI.f..OO
JUZGADOS POR UN OFICIAL SUECO
El capitán Wester, agregado militar á la Legación de Suecia
y Noruega en Wáshington, que siguió las operaciones acompañando
al cuartel general del ejercito norteamericano, relata en la siguiente
forma los combates librados en torno de ;.¡,q u ella plaza.
I
El Caney
El 30 de Junio por la tarde el ejército norteamericano (1) se
concentró al Este de Santiago para prepararse al ataque.
La brigada Doffield se dirigió por la costa hacia Aguadores.
El núcleo principal de las fuerzas formabá dos agrupaciones:
en el Pozo se situaron las divisiones Kent y Wester con tres baterías,
mientras la di visión Dawton, con una batería, marchaba
hacia el Norte ?ara ocupar posición al Este de El Caney.
La brigada Bates constituyó la reserva, situánJose al Este de
El Pozo.
Frente á ellos el General Vara de Rey ocupaba El Caney
con 500 hombres de ir1fantería; en Aguadores había I,ooo; en el
centro el General Linares emplazó su avanzadas formadas por
1,200 hombres que se situaron en las alturas de San Juan, mientras
que los fuertes de la entrada del puerto y los atrincheramientos
que defendían á Santiago quedaba11 guarnecido con 5,500 hombres.
El I.0 de Julio, al romper el día, la división Lawton comieaza
su movimiento de avance hacia El Caney; la confianza reina
en el campo norteamericano, donde el único temor consiste en que
(1) El cuerpo expedicionario bajo el mando rlel General Shaftcr estaba compuesto
de la siguiente manera :
Primera División (Kent), 5,173 hombres, divididos en 3 brigadas {Hawkins,
Pearson y Wikolf).
Segunda División (Lawton), 5,879 hombres, repartidos en otras tres (Miles, Ludlou
y Chaffée).
División de caballería (li pie) Wheeter, 2,737 hombres en dos brigadas (Summer y
Yonng).
Brigada indepenrliente (Bates), con 1 ,o8 5 hombres.
Brigada Duffiel, con 2,543 hombres.
Un batallón de artillería con cuatro baterías de á cuatro piezas, y dos compañías de
sitio con su tren.
Un regimiento de caballería, dos compañías de ingenieros y u11a sección aerostática,
~total 181216 hombres, 16 piezas de campaña y 8 de sitio.
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BOLETfN MILITAR 533
el enemigo se escape sin combatir; pero en El Caney, como se
verá, están m u y lejos de pensar así.
Las casas del pueblo han sido aspilleradas, se han abierto trincheras
en un terreno pedregoso, y el fuego de unas y otras es ra<>
ante sobre un espacio de 6oo á r,2oo metros; en la punta Nordeste
de la posición, el fuerte de El Viso, guarnecido por una compañía,
ocupJ una colina de de la cual se dominan todos los aproches.
Los norteamericanos se proponían envolver la posición española,
para lo cual la brigada Chaffee se dirigió desde el Noroeste
hacia El Viso; la de Ludlou, desde el Sudeste hacia la desembocadura
del camino que une El Caney con Santiago, mientras que
una batería se colocó en posición al Este del pueblo, y la brigada
Miles ocupa al Sur á Ducorean formando el ala izquierda.
Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego de las trincheras
españolas; de improviso se descubre sobre ella una línea de
sombreros de paja: inmediatamente óyese el ruido de una descarga,
seguido de la desaparición de lo sombreros; esta operación e repite
cada minuto, observándose en ella una gran regularidad y la
acción de una voluntad íi.rmt, lo que no deja Je proJucir una profunda
impresión en la línea Je exploradores norteamericanos; las
balas cruzan el aire, rasando el suele.., biriewlo y matando.
Poco tiempo de pués, toda la brigada Chaffée se encontró
desplegada, pcr0 sin poder avanzar un paso, y la de Ludlou ~e vio
tam bien detenida.
Ivlientras el fuego de la infantería aumenta progresiva mente,
la batería norteamericana comienza á disparar. Como los e pañoles
no cuentan en El Caney con un o lo cañón, el fuego puede
hacerse con la misma tranquilidad que en un campo Je maniobras:
las piezas pueden hacer daño sin peligro alguno de recib:rlo.
A los pocos momentos las granada: estallan por encima de las
trinchera:, alc.1nzaban la<> ca as del pueblo y perf<>raban lo~ muros
de El Vi o, proyectand lo shrapnels su lluvia de plomo sobre la
posición; á pesar de todo, en el fuego español se ob erva igual
continuidad, igual violencia.
Delante Je El Vi o se descubría un oficial paseándose tranquil
mente á lo largo de las trincheras; fácil e comprenJer que
el bjeto de e e pdigroso viaje en m<:dio de los pro_yectile de que
el aire está cruz.a lo, no ts otro ~.ino animar con el ejemplo á lo·
bravo defen ore·; ~e le vio Je cuánuo en cu:indo agitar con la
man l'U !'ornbrero y . t: <:: cuchab1n aclamaciones: ¡Ah, stl ¡Viva
E. paiía! ¡Viv,l el p11ehlo que 'llt:llt:t con t~des hf) lhr..-·!
La masas de infanterJJ norte:li1J"ricana se cch tb.tn v apr..:t tban
e mtra d suelo hasta el punto <.lt.: p.uecer clavad,l~ .í el, no pudiend
pensar en moverse á cau a de la prccision de las d cargas
que la pequeña fueu,a esp1.iíola le enviab,\ á c.tda instante.
Se hizo preciso pedir socorro:,, y hacia la una avanzó Miles
desde Ducorean, entrando en línea á la derecha de Lidlou, y h:t-
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534 BOLETÍN MILITAR
cia las tres la cabeza de la brigada de reserva se desplegaba á la
derecha de Chaífée; pero en lo alto de las trincheras el chisporroteo
de los Máuser se escuchaba siempre.
Por fin á las tres y treinta y seis minutos, la brigada Chaífée
se lanza al ataque contra El Viso; pero queda al principio
detenida al pie de la colina, y no invade el fuerte sino después de
un segundo y violento empuje.
Los españoles ceden lentamente el terreno, demostrando con
su tenacidad en defenderse lo que muchos militares de autoridad
no han querido nunca admitir: que una buena infantería puede
sostenerse largo tiempo bajo el fuego rápido de las armas de
repetición. ¡El último soldado norteamericano que cayó fue herido
á 23 pasos de las trincheras!
Aunque la clave de la posición estaba conquistada, la lucha
continuaba. Yo ~eguí, con el corazón oprimido por la emoción,
todas las peripecias de esta furiosa defensa y de este brusco ataque.
Desde El Viso, una vez ocupado, las tropas norteamericanas
comienzan á tirar sobre el pueblo, que es también en este momento
el objetivo de la brigada Ludlou; pero la ocupación no se efectuó
hasta las cuatro y media, hora en que los últimos españoles
abandonaron las casas para recomenzar el fuego desde una colina
situada 6oo metros al Oeste.
¡Admirable obstinación de resistencia, á la que todos contribuyen
hasta el último instante!
Detrás de la línea de batalla norteamericana se arrastraban
los cobardes chacales de esta guerra: los cubanos.
Desde los bosques de palmeras situados al Este de El Viso
habían tomado alguna parte en la acción.
Allí fui y presencié una escena repugnante: dos hermosos
muchachos catalanes estaban tendidos y medio desnudos entre las
altas yerbas; sus negros cabellos manchados de sangre, sus ojos
abiertos y vidriosos, y debajo de estos pálidos y desfigurados rostros
sus gargantas estaban abiertas por esas heridas delgadas y profundas
que el m2.chete produce.
Mi misión inactiva y neutr2.l no me permitía sino huír de
allí para sustraerme á este horrible espectáculo, y así lo hice, dirigiéndome
hacia las tropas n0rteamericanas, que en aquel momento
daban el asalto á El Viso, y á sus Jefes me acerqué, rogándoles
el envío de centinelas que cuidaran de los heridos españoles que
quedaban detrás de las trincheras conquistadas.
Generosos como siempre para los desgraciados, los norteamericanos
escucharon mi súplica. ¡Curiosa circunstancia!, mientras
me ocupaba e.n salvar á los heridos españoles, una bala de sus
compatriotas en retirada me alcanzó; pero felizmente sólo llegó
á atravesar mi capote.
El ruido del comb:rte no cesó sino cuando el sol estaba á punto
de ponerse. Durante cerca de diez horas 500 bravos soldados
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'BOLETfN MILITAR 535
reststteron unidos y como encadenados, sin ceder un palmo de terreno,
á otros 6,soo provistos de una batería, y les impidieron
tomar parte en el principal combate contra las alturas del Monte
San Juan.
¡Después de esto ni una palabra más se escuchó en el campo
norteamericano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!
Y esta lucha de El Caney, ¿ no aparecerá siempre ante todo
el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano
y de abnegación militar?
Quien haya tomado parte en ella, ¿no es bien digno de una
honorífica recompensa?
¡Contemplad ese pueblo! Las casas están arruinadas por las
granadas, las calles cubiertas de muertos y hPridos. El General Vara
de Rey está allí, muerto; sus Ayudantes al lado suyo, muertos; en
derredor, multitud de oficiales y soldados.
Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último.
¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos!
¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan
glorioso!
¡ Con su sangrP- han escrito en la historia el nombre de El
Caney, como uno de los má brillantes episo1ios guerreros, y con
letras de oro debe inscribirse también en las banderas de las tropas
que allí combatieron!
II
8an ~uan
Mientras este drama se desarrollaba en El Caney, la batalla
estaba empeñada con igual encarniza miento en las alturas del Monte
San Juan, donde 1 ,2oo es pañoles se encontraban atrincherados.
A las 6 y 35 minutos una batería americana se colocaba en
posición al Oeste de El Pozo, mientras otras dos quedaban tranquilamente
en reserva; el fuego de artillería comienza á dirigirse
contra el hiockaus del M nte San Juan.
Veinte minutos después las piezas españolas situadas al Este
de Santiago contestaban con un fuego tan nutrido, que las masas
de tropas que se encontraban cerca Je El Pozo se vieron obligadas
á abandonar su emplazamientos.
Las Divisiones de Kent y Wheeter se forman en marcha con
orden de atacar las alturas de San Juan, una por el Sur y otra por
el Norte del camino de Santiago; no tienen más remedio que de . filar
por un e ~ trecho sendero entre la maleza, marchando uno á
uno, pues no hay lugar para más.
Hacia las diez, las cabezas de las columnas llegaban al ~ río · San
Juan, donde se encontraron expuesta á un fuego terrible• que• 5e
Jes dirige desde la colina y las alturas, sin posibilidad de desplegar
á los lados del camino por la altura impenetrable de la vegetación
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536 BOLETÍN MILITAR
Preciso le es marchar en fila sobre el llano, á derecha é izquierda,
á la vi ta de las trincheras.
Wheeter se dirige por el Norte del camino hacia una colina
ocupada por un pequeño destacamento español, y Kent hacia el
blockaus de San Juan.
Todos los Regimientos se confunden y no fo rman sino una
turba enorme que, á pesar de su superioridad num é rica, avanza
sólo por cortos impulsos y muy lenta mente hacia los objetivos del
ataque.
A la una, Wheeter se posesiona de la colina y continúa su
movimiento de avance contra las alturas de San Juan, por el Norte
del camino; pero entonces se le presenta delante el mismo obstáculo
que apareció en El Caney: largas filas de sombreros se asoman, y
desaparecen alternativamente á lo largo de las trincheras.
Los norteamericanos, que se baten cuatro contra uno, no
pueden avanzar, aunque los cañones españoles no disparaban en
este momento, y á pesar del apoyo de las baterías norteamericanas
de reserva que habían entrado en línea y roto el fuego desde El
Pozo, arrojando una verdadera lluvia de plomo sobre los defensores.
A la r y 20 tres ametralladoras se unen á la acción, concentrando
su fuego continuo contra el blockaus, y la situación de su guarnición
es ya insostenible.
La guarnición de las trincheras está casi destruí da, bañada en
sangre, y herido el General Linare , Comandante en Jefe. ¡ Es ya
demasiado!
El fuego español se debilita. Kent avanza, y tras unosl·cuantos
esfuerzos, necesarios todavía, los soldados se lanzan gritan do á
las cimas de las alturas, recibiendo el fuego á quemarropa en los
últimos momentos ; Wheeter sigue el movimiento de Kent y se
emplaza á su derecha.
Fue preci o batallar con 8,oo o hnm bres y tres baterías desde
las 6 y 30 de la mañana ha ta la I y 45 de la tarde, es decir, durante
siete horas para de -. .-d ojar 1, 2 00 e pañoles de sus po iciones.
Y la operación no e s t ~i concluíd , pues sólo e había conseguido
ocupar los puntos avan7,ado . La línea capital d e la defensa,
formada por atrincheramientos sobre la s colina del E . te de Santiago,
estaba intacta, y los e · paiioles romp1an desde toda ella un
fuego nutrido y furioso, y éste continuaba, y conti11uaba sin interrupción.
Los norteamericanos, fatigados ya por el ataque de San
Juan, se detienen todos y apenas pueden sostenerse en pie. Se hizo
avanzar la artillería de El Pozo hasta la colina de San Juan ; pero
el efecto de su fuego no pudo cambiar la situación, y al fin la llegada
de la noche interrumpe la luchA. ·
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BOLE'l'ÍN MILITAR 537
III
J.a batalla de Santiago
Durante la noche que siguió á los combates dc:scritos, muchos
ofic~ales y soldados de las tropas norteamericanas estacionadas
en las alturas de San Juan solicitan ser retirados de ella, por efecto
del agotamiento de sus fuerzas, con su midas en batir á un adversario
tan inferior en número; pero lejos de accederse á esta petición,
varia unidades de las fuerzas que habían tomado parte en el combate
de El Cant>y recibieron orden de trasladarse durante la noche
desde El Pozo hasta San Juan para reforzar la línea principal.
Apenas el sol apareció se reanudó la batalla. Kent y Wheeter
continuaban con sus fuerzas desordenadas y sus hombres anonadados
y abatidos en las crestas de las alturas tomadas la víspera ;
la fatiga misma les había impedido atrincherarse seriamente durante
la noche.
La cabeza de la columna Ludlou atraviesa á las ocho el río
San Juan ; á ésta siguen las brigadas de Lawton y toda la división
prolongaba la línea de Wheeter por el Norte, cortando así el
camino de Santiago á El Caney.
Bates, que les ha precedido, se despliega á Ja izquierda de Kent,
mientras la artillería trataba de elegir posición al Norte del hloc-kaus
de San ] uan. ·
Castigada ésta por vivas descargas de Máuser, que la a1canzan,
tiene que retirarse á la once sobre El Pozo, y allí quedan
las baterías inactivas .
.El desplazamiento de tropas se termina durante Ja tarde con
la llegada de los do · regimientos de la brigada Duffield, que provienen
de Aguadore y se unen á los de San Juan.
Frente á Aguadores qu eda un solo regimiento en observación,
pues el ataque á e te punto ha re ultado un fracaso completo
con sólo la pérdiJa de once hombres.
Por lo Jem~is, no hay cambio alguno en el orden de batalla
de la infantería; Bates y Kent y Wheeter cruzan durante todo el
día fuego de descargas con el adver ario. Cuanto á Lawton, solamente
su ala izquierda toma parte en la lucha; el núc leo de la fuerza
estaba dema iado alej..tdo para intervenir en el combate.
El fuego ejerce una acción tan violenta l>Obre los a altantes,
que no puetlcn a\ anl'.ar un paso, . Jc~pu<.:~ de un d1a de ontinua
lucha., se le · pre~ enta la per~ pectiva Je una segunda noche de sufrimiento
· .
Ambos adver ario se encuentran en sus pOSICIOne sin tiendas-
abrigos y durmiendo en la trincheras, anegadas por una lluvia
torrencial. En el cuartel general empieza á discutirse seriamente
la retirada; Shafter se manifiesta desesperado ante la situación ;
pero, sin embargo~ resiste y no la decide.
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S38 DOLETfN MILITAR
El 3 de Julio por la mañana rompe el fuego de nuevo, pero
viendo la imposibilidad del ataque con las fuerzas de que dispone,
y temiendo que sus tropas no puedan siquiera sostenerse en sus
posiciones bajo el fuego incesante del enemigo, se decidió á entablar
negociaciones, y hacia la una de la tarde ordenó izar la bandera
blanca.
Los españoles habían, pues, conseguido, á pesar de su enorme
inferioridad numérica, sostenerse en toda la línea capital de def~
nsa y anular por completo la fuerza ofensiva del cuerpo amencano.
Resumamos concretando la impresión sobre los combates que
!ie sostuvieron al rededor de Santiago.
Con 8,ooo combatientes, que no fueron reforzados sino el
día 3 por la tarde con las fuerzas del General X ... (Escario), que
trajo 2,íOC> hombres, el General Linares se vio obligado á defender
los antiguos fuertes de la entrada del Puerto contra la escu colgados del techo.
¿Qué hacen esos pobres ahí? pregunté á la dueña de la barbacoa
á que me había refugiado, la cual contestó, según lo tienen de
costumbre en aquel pa1s, como sin dirigirse á nadie: "Probes"
dice el blanco: "antes asina con el jumo madurean de mejor."
Esta jerigonza decía muy bien con el aspecto de la pntr·ona,
alta y robusta negra sobre cuyas espaldas, sosteniéndose del cuello
de la madre con uno de sus propios brazos, se había instalado un
negrito, como un apéndice al espinazo de la negra, la cual para
nada manifestaba apercibirse, por incomodidad ó estorbo, de aquella
jiba viviente.
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542 BOLETÍN MILITAR
Un retal de bayeta amarilla sujeto á la cintura, la cubría hasta
cerca de la corva, si bien abriéndose más ó menos inoportunamente
á lo que caminaba; el cual constituía todo su vestido junto con un
pañuelo rabigalh, atado por dos de sus puntas sobre la nuca, y por
las otras dos en los lomos, for .. mando por delante del pecho un
velo undoso y desleal, que hacía traición cuando no al color, al
volumen. El cuerpo de la susodicha, aunque enhiesto, carecía de
gracia, y su cabeüa, cubierta de grifos, ostentaba hacia adelante
dos proyectos de trenzas, que más parecían dos pequeños cuernos
vueltos el uno hacia el otro. Sus pies delgados y largos se desparramaban
hacia adelante, y, aunque descalzos, parecían descansar
sobre una suela por el diverso color de sus plantas. Agréguense á
este bosquejo dos grandes y negros ojos, unos pómulos exaltados,
una nariz reaccionaria y dos labios espesos sobre dos filas de dientes
blancos y macizos, y se tendrán los principales caracteres físicos
de aquella entidad etíope.
Desde la Aldea de Juntas sigue el camino á la orilla izquierda
del Tamaná por los estribos del Torrá, cerro elevado I 365 *
metros sobre el nivel del mar, al S-E de N óvita, desde donde se
distingue. Desde el Guayabal para adelante no ofrece ya peligro
la navegación del Tamaná, por el cual, en pequeñas embarcaciones,
se va hasta La Bodega.
N óvita, fundada primeramente en d punto de San Felipe,
á donde ahora intenta trasladarse, sobre el Tamaná, no era sino un
real de minas en 1654, cuando los Je uítas quiteños, renunciando
á las de los Neivas, Jimarzaes y Paeces, emprendieron las misiones
á los Noánamos que habitaban en la hoya del río San Juan. En
ella residía en I 607 una 'renencia dependiente de Popayán;
hasta que en I 709 fue variada al lugar donde se ve hoy, á causa
del oro que se extraía de la quebrada N óvita. Las tres Tenencias
de Quibdó, Baudó y N óvita se unieron en una sola provincia
llamada del Chocó, en I 739, y la capital fue N óvita, lo que
debió á la circunstancia de que, llegando los vivanderos hasta
ella, provenientes del Cauca, se hacía necesario, para asegurar el
cobro de los derechos de alcabala, fijar ahí la re idencia de las autoridades
que lo recaudaban. En r851 se trasladó á Quibdó la
capital de la Provincia del Chocó.
Hoy no es N óvita sino cabecera del cantón San Juan, á que
da el censo 21,032 habitantes. Encuéntrase situada en un llano
circundado de colinas, á sólo I 7 5 metros sobre el nivel dd mar, en
un terreno aluvial platinífero, á la orilla izquierda del Tamaná, 24
leguas distante del Pacífico, y 3 leguas al S-E de la desembocadu-ra
del Tamaná en el San Juan. ·
Esta antigua ciudad no es hoy, sin que haya por donde inferir
que en algún tiempo ha sido otra cosa, sino una corta reunión
w Debe ser errata de imprenta: la altura del cerro lo m envs es 3651 metros.
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BOLETfN MILITAR 543
de miserables ranchos que forman una sola calle tortuosa, siguiendo
el curso de la quebrada del mismo nombre. La extrema humedad
ha hecho edificar las ha hitaciones sobre barbacoas. La selva está
invadiendo la ciudad por los techos de las casas.
La totalidad de los habitantes es de negros; distinguiéndose
entre ellos y entre los mulatos, los que se llaman blancos,
que en N óvita son en cortísimo número, por su color amaririllo,
y por un siniestro abotagamiento los que no perecen víctimas
de la consunción; resaltando, por el contraste, la sobra de salu~l
que barniza y redondea las formas hercúleas de lo:; negros, robu:,tecidos
y desarrollados perfectamente, como en su nativo elemento,
en medio del ambiente de aquellos lugares, cálido y húmedo
como el vapor del agua hirviendo.
Tiene N óvi ta m u y poco menos de 5° de latitud N. y 2~"'
de longitud O. del meridiano de Bogotá; su temperatura media es
de 26 centígrados, y en ella marcaba el Higrómetro de Saussure
de 90 á 100° del máximum de su escala.
En N óvita no hay escuela, no hay iglesia, no hay establecimientos
públicos ni privados, ni talleres, ni conventos, ni oficinas,
y casi ni gente. Y aunque muchas fortuna , obre todo las de varios
de los poderosos del Sur de la República, han sido formadas
ah1, los que han ido á explotar sus ricas minas no han dejado señal
de su residencia ni huella de su tránsito. Recoger bastante
oro, bastante platina, y recogerlos aprisa, vivir entre tanto sobre
una barbacoa, y entre el fango y la maleza, como los cerdos y con
ellos; alimentarse con plátano ~ue brindan los campos, y con pescado
que ofrecen los nos, regalándose en los días grandes con un
palmo de tasajo, conducido desde el Cauca; andar casi desnudos,
el pie en el suelo, una cami_,a de !i tado y unos altos y e trechos
pantalones de dril; zabullirse, buzos codiciosos, en aquel mar de calor,
de humedad, de miasmas y de plaga, con riesgo de la vida y
pérdida de la salud, por amontonar á todo trance y á toda carrera,
con el trabajo del esclavo, fuertes riquezas que ir luégo á disfrutar
á otra parte, eso, y nada más que eso, es lo que han h e cho los
explotadores d .. mina en aquel país, que luégo han abandonado,
sin dejar en él un monumento de piedad, ni una muestra de civilización,
ni un recuerdo de gratitud, ni un rastro siquiera de
buen gusto, de decencia, de racionalidad.
Apenas es creíble, aunque está evidenciado por los hechos,
que no se destinara ni un grano del inagotable oro de aquellos países
para el sostén de misioneros que llevaran á los salvajes independientes,
y mantuvieran entre los negros esclavizados la luz del
cristianismo; ni para. hospitales donde pudieran refugiarse los negros
inutilizados por el largo servicio ó por los cruentos castigos
de los dueños; ni para escuelas donde los niños esclavos se hicieran
siquiera medio racionales; ni para lugares donde pudieran residir
autoridades que velaran por la seguridad de los Tesoros ex-
•
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BOLETÍN MILI1.'A.R
traídos diariamente; ni para prisiones donde regenerar á los criminales;
ni para mejoras que hicieran menos insalubres ayu<:"llos
climas enervadores; ni para vías por donde penetraran el comercio,
la industria y la civilización; para nada, absolutamente para nada.
El esclavo no tenía que saber que había otro Dios que su
amo: el esclavo no tenía que aprender otra cosa que lavar el oro
para su amo: el esclavo no debía enfermarse, sino trabajar constantemente
para su amo: y antes era una iniquidad abominable que el
esclavo se pudiera morir, tal vez hasta fréiudulentamente, porque
con ello privaba á su amo del trabajo de sus brazos. Con tal de
extraer, y extraer aprisa, oro, muchísimo oro, ó aun cuando fuera
platina no más, pero eso sí, bastante, para que los amos pudieran
salir pronto, y salir saciados, de aquellos lugares enfermizos, en que
peligraban sus importantes días, nada quería decir lo demás, ni la
miseria, ni la dt"gradación, ni la estupidez, ni la desdicha de los
esc1avos, perpetuada de generacióu en generación.
Es necesario estar en estos antecedentes para no sorprenderse
de lo que salta á los ojos cuando se visitan aquellos lugare~; porque
es necesario conocer y valuar las causas, para poder hacer con
justicia y con acierto la apreciación de los efectos. Pues digámoslo
claramente. N o es la falta de societ.lad; no es la escasez de recursos
de toda clase; no es lo rigoroso y lo ingrato del clima, ni aquel
cielo siempre cubierto y tempestuoso, ni aquel laberinto de selvas,
de ciénagas y de ríos, ni aquellos montes poblados de víboras, ni
aquella atmósfera pesada, cálida y recargada de vapores, de miasmas
y de insectos; nada de eso es lo que más y principalmente
acongoja el ánimo del que llega al Chocó, no en busca de oro,
sino á estudiar, además de la naturaleza allí tan esplendida y tan
rica, el estado del hombre en aquellas tierras, que con las riquezas
que han producido tendrían para ser el país más próspero y poblado
del mundo. L~ que rn.is contrista desde que se ve al primer
habitante, desde que se palpa la primera calamidad, de~de que se
entra en la primera población, es la salvaje estupidez de la raza
negra, su insolencia bozal, su espanro;;a desidia, su escandaloso
cinismo.
Razón tienen, pues, y de sobra! los antiguos dueños de esclavos
para amostazat se, para enfurecerse, para desesperarse, cuando,
después de su ejemplo y .á pesar de su'> esfuerzos, ven y tienen
que sufrir, en aquella provincia, á los negros recién libertados, es
decir, recién sustraídos de su paternal protección, tan estólidos,
tan mañosos, tan insolentes y tan bárblros!-(C?JZtinuará)
ERRATA-En el número anterior, por olvido, se puso el grado de
Capitán al Mayor Accbedo, autor del artículo Waterloo, porque ::on tal
grado firmó el trabaio, escrito antes de su ascenso.
BOGOTA-IMPRENTA NACIONAL
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Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año III N. 128", -:-, 1899. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691045/), el día 2025-08-22.
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