Bogotá, Mayo 7 de lS:JS.
BOLETIN MILITAR
--··---
ORGANO DEL MINISTERIO DE GUERRA Y DEL EJÉRCITO - -···-- -
Director, ALEJA N ORO POSADA.
Son colaboradores natos de este periódico, todos los Jefts'
Y Oficiales del Ejército de la República.
COALIDADES DEL GEKERAL
La prin1era cualidad del General es conocerse á sí misnlo
y dominar su amor propio ( 1) engrandeciendo su alma;
cuanto n1ás graves son_ tas circunstancias, n1ás debe sobreponerse
á ellas.
Si el General se abandona á los detalles, si piensa en
las pequeñeces del cuartel, si el deseo de mostrarse buen
Jefe de Batallón le alucina, entonces no es un Jefe de Ejército
digno de este nombre, y no es de éste de qujen nos
van1os á ocupar, sino de un verdadero General en Jefe, tal
y como debe ser al frente de sus tropas.
Uno de los puntos difíciles para él, después de conlprender
bien su situación y tener perfecto conocin1iento de
el!a, es el separar la verdad de entre los datos contradictorios
que reciba ; para esto nece~ita tener su inteligencia
clara y completatnente fresca, con lo que podrá juzgar bien
y no necesitará hacer partícipe á nadie de los datos que le
suministren.
Diremos también que todo General debe gozar de
buena salud y ser experin1entado : la influencia é Ín1portancia
de estas cualidades es evidente, si bien no conviene exagerarlas,
porque se han visto hon1bres que enfern1os y elevados
de improviso á aquella dignidad, han· dado, sin em-
(t) Quien no ha sabido do m i narse tt í mi ~ m o , · Ilo es p osible que
do mine y m <~.n dc á lo~ c.l em ;is.
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bargo, buenos resultados. Ante todo es necesario poseer
dotes especiales y propias para el cargo que van á desempeñar,
y de las que ensayaren1os dar al lector una ligera
idea.
Calmoso y reflexivo con1o un jugador: accesible y
equitativo con1o un Magistrado> habituado á dar órdenes á
oficiales que le comprendan y no le hagan objeciones, estando
enteramente consagrado á su patria, siendo bastante
filósofo para sonreírse de las calumnias que los cortesanos
y envidiosos inventen contra éJ, contra sus victorias y contra
su gloria naciente : el General en Jefe debe aden1á~ saber
muchas cosas, no á manera de un erudito, sino como
un verdadero astuto que las aplique con oportunidad.
Debe conocer el personal de que se sirve, así Oficiales
como soldados, su carácter, sus tendencias, sus pasiones, su
fantasía del mon1ento, participando de ella, porqu~ su General
es también un soldado, y un enlace 1nuy intin1o hay
entre estas dos categorías, enlace que se acentúa y hace
patente, cuando en el can1pan1ento, en el vi.vac y aún en
n1edio del fuego, les dirige la palabra y les enardece. Para
familiarizarse con sus con1batientes debe poseer el dón de
observar y aplicar lo conveniente de lo que vea ó de lo qu~
le indique alguno de sus Ayudantes de confianza, que en
el seno de "sta, con 1os den1ás de su categoría, tendrán
ocasión de oírles en sus conversaciones
El carácter del General enemigo y á quien trat·-t de
vencer, dista mucho de serle indiferente; por esto n1ismo,
tratará de apreciarlo, tanto baj0 el punto de vista de su
pasado militar, como bajo el de sus disposiciones y obras
presentes.
Deberá sobre todo apreciar el terreno del momento,
lo n1ismo el que encuentra en su n1archa, que aquel sobre
que va á con1batir, si bien su apreciación diferirá de la que
puedan hacer los Oficiales particulares, porque á él el conjunto
es el que le importa, y él solo es también el que conoce
los proyectos á que le conviene plegar el terreno que
pisa. Según esos proyectos que es probable pueda modificar
á su antojo y según las necesidades, el teatro de la
guerra reviste uno ú otro aspecto que haga variar sus ventajas
en cada caso ; por ejemplo, donde el Ejército crea se
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a a librar alguna gran batalla se darán casos de que ie
pase sin disparar un solo tiro ; donde podría creerse que se
encontraba un emplazamiento indicado para acampar, los
designios del General harán que sólo conceda un pequeñísin1o
descanso ; en un sitio dado y al parecer muy ventajoso,
mandará construír atrincheramientos, y en el n1on1ento
en que e] enemigo los ataque, se revolverá él contra uno
de Jos flancos, á la vez que algún cuerpo inesperado y casi
desconocido, le auxilie atacando de revés. Tal vez en Jugar
de costear un río se detenga en una isleta y Je atraviese por
allí. En una palabra, hay un millón de hipótesis que se
realizarán en campaiia, porque Ja guerra es una puerta
abierta á lo desconocido, y entonces es cuando el General
debe ser en cuestión de terreno un conocedor hábil, casi un
adivino.
En lo que á la táctica se refiere debe ejercitarse en
plegarla no solamente al terreno, que para el personaje de
que nos ocupamos, esto debe de ser un juego de niño, sino
más bien someterla y doblegarla á los mil accidentes que
ocurran. El General en Jefe tiene cualidades y experiencia
profesion~.les, y frecuentemente se halla obligado á. renunciar
á las reglas de la tradición. El sólo lleva también el
peso de bastantes enojo;:; inseparables de su posición tan elevada,
mil acusaciones llueven contra éJ, según unos espera
demasiado y -1tros le achacan poca calma ; no falta tan1poco
alguno que le califica de débil y de condesciente ; pero
dejemos estos ejemplos que no han nacido de otra cosa que
de haber levantado la punta del velo que cubre las pequefieces
humanas, que siempre y en todas partes existen y
que es imposible evitarlas en absoluto.
Para los Jefes de genio, la táctica es una facultad de
segundo orden. Bonapartt: jamás fue familiar con ella, y sin
embargo según confesión propia, dirigió so batallas de las
que ganó 48 ( I ). Esta reflexión no tiene otro objeto aquí
que hacer mención de uno de los puntos sobre el cual el
Generalísin1o puede, sin inconveniente mayor, no ser maestro;
sin embargo, el caso que se cita será muy raro, y con nuestra
organización, cualquier Jefe de Ejército habrá practicado
largo tiempo la táctica.
(r) Leipzig y Watcrloo.
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Al empezar este artículo, nos hemos puesto en guardia
contra el an1or propio ; es muy útil también que desconfíe
de ilusiones y que antes de: la acción no se figure
que tiene alcanzada la victoria, creencia que podría ser funesta;
vale más cien veces que después de haber hecho
todo lo posible para vencer, prevea el caso de un revés de
fortuna y se prepare para una retirada provechosa, si es
posible.
En un día de batalla debe hallarse presente, estar muy
atento, pues cuidados especiales le reclaman ; es preciso
que buenos Oficiales de Estado Mayor, le eviten el tener
que entrar en particularidades y que respondan en caso de
necesidad por él, según sus intenciones y espíritu, que conocen
en lo posibl~, y con las que se hallan familiarizados.
Su papel se refiere á la con1binación y n1odificaciones sucesivas
de los ataques; á la previsión, sobre todo, de los reveses
y ren1edios que conviene poner. En estos casos es cuando
su experiencia en la reunión de ]as armas y el apoyo
mutuo que se pueden prestar, según las peripecias de la
lucha, se n1anifiestan; entonces es cuando su presencia de
espíritu se revela, cuando su decisión interviene, cuando su
instrucción le secunda, y cuando, ~in mover siquiera los ojos,
juega con una palabra ó con un gesto los destinos de la
patria, y tal vez modifica el mapa político del mundo. Semejante
responsabilidad en1bellece su papel para aquéllos
que se sienten capaces y an1an el ejercicio del poder, pero es
también una terrible prueba para los que faltos de talento,
]legan á esa altura por el favor y Ia intriga.
Al ocuparse de la experiencia propia del General, dice
un autor, que "sólo le,, p1·áctica, no pasa de ser una luz
muy limitada," y en efecto, la práctica necesita ilun1inarse,
si no se quiere que se convierta en un ramillete de opiniones
adquiridas, de arreglos aceptados y de usos á la moda.
En Ja guerra es necesario n1odificar ó al n1enos adoptar
continuamente, los principios, las tradiciones, Jos ensayos;
es necesario que se adapte á las circunstancias locales, á la
situación del enemigo y aun al estado moral del ejército.
La práctica ayudada por la inteligencia: este es el desideratum
que se puede comparar á un manantial natural y
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abundante, mientras la práctica aislada no pasa de ser un
surtidor artificial y mezquino.
La lectura desarrolla Ja inteligencia, pero no la crea,
se puede leer n1ucho sin que por ello se se sepa después en..,
tresacar lo conveniente para un caso dado, desechando Jas
escorias. Cuando de objetos de segundo orden se trata sucede
lo mismo, Ja intuición debe desarrollarse desde la juventud,
por eso los Oficiales que están Jlan1ados á un gran
porvenir, poseen ordinariamente aquel dón que deben procurar
conservar por medio de la aplicación, para que una
vez lJegados á Jefes, lo pongan en práctica con vigor.
De desear sería que los acontencimientos dejaren a1
general motivo de emulación, pero si llega de primer paso
hasta la gloria y eleva su non1bre hasta la cúspide de su
nombradía ¿qué le quedará por alcanzar? lo n1ejor para él
seguran1ente sería el desaparecer de la escena y no CC~mpro..
meter tan brillante situación, empezando, por decirlo así,
su posteridad. Los antiguos pensaban también de este
n1odo, y de hecho ¿puede acaso dec1ararse un hombre dichoso
ínterin dura su existencia? Lo único exagerado de
aquéllos era q ue~llevaban sus ideas demasiado lejos y tern1Ínaban
su n1isión con el suicidio. Hablamos de este
n1odo porque deseamos que el Generalísimo tienda sietnpre
á elevarse y engrandecerse, manteniendo en tensión los resortes
de su espíritu é incitándole á obrar n1ejor. En Ja
guerra, el Jefe n1ejor preparado y n1ás capaz, necesita tam ...
bién que Ja fortuna le sea favorable, pero también la recíproca
es cierta, es decir, que la fortuna se acerca tanto más,
cuanto mejor se ingenia por sí nlisn1o y más se ayuda con
su inteligencia y su trabajo. Al poner la fortuna en juego,
conste que tampoco olvidan1os otro elemento que para el
buen resultado se necesita: para un Jefe bueno son precisos
obreros inmejorables; para un General de talento y
práctico, hacen falta soldados enérgicos y entusiastas.
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JWL.ETÍ N 1\itales en los
cuales puedan ser admitidos los enfermos del .Ejército, las medicinas
se suministrarán mediante contratos celebrados anualmente
por la primera autoridad política de la respectiva Provincia ó Distrito,
previa autorización del señor Ministro de Guerra y sometimiento
del contrato á su aprobación.
')..
0 Que es lo más natural que el Decreto prevalezca aun
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BOLETÍN MILJTAR
cuando ie trata de un caso distinto, pero semejante, para el efecto
de alejar á las autoridaCles militares de la celebración de contratos
que tengan que ver con el Departamento de Guerra.
3.0 ~e conforme al Decreto número 153 de este Ministerio
.de 31 de Marzo de 1897, orgánico de la Contabilidad militar, sólo
se atribuye á autoridades administrativas la contratación de medicinas
para Hospitales y Ambulancias (número 10 artículo 144).
4.0 Que para el efecto de uniformar la Contabilidad militar
hay necesidad de que las disposiciones de las Resoluciones y De.
cretos guarden la mayor armonía entre sí:
RESUELVE:
1.0 Las medicinas que conforme á la Resolución número
147, Sección 2.• de este Ministe6o, fecha 19 de Agosto de 1897,
.deben suministrarse por cuenta del Gobierno á los individ,Jos de
.tropa del Ejército que no se hallen en el caso de pasar á los Hospitales,
serán contratadas como lo previene la función 10• del artículo
144 del Decreto número 153, citado así: en la capital de la
República por el señor Proveedor General del Ejército de acuerdo
con el Médico Jefe del Hospital Militar Central, quien visará
Jas respectivas cuentas de cobro.
2.0 Para los enfermos que se hallen en el mismo caso y que
pertenezcan á Batallones, Compañías sueltas y piquetes de fuera de
:la capital, por los respectivos Gobernadores Departamentales, quienes
pueden comisi01.ar al respectivo Prefecto ó Alcalde, pero las
cuentas de cobro 11evarán el Visto Bueno del Médico del Batallón,
Compañía suelta ó piquete donde exista este empleado, y donde no
Jo haya, por el CorPandante de la fuerza.
3.0 Los contrato3 que se celebren serán sometidos á la aproba,
ción de este Despacho.
4· 0 Q.ueda revocada la Resolución número 148 citada.
Publíquese en Orden General, en el Diario Oficial y en el
;BoLETÍN MILITAR.
El Ministro,
lsAÍAs LuJÁN.
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BOLETfN MitlTAJt IjJ
EL GENERAL DON ANTONIO NARIÑO
(APUNTES BIOGRÁFICOS)
El varón ilustre cuyo nompre lleva el Liceo de la Provincia
de Barbacoas, nació en Bogotá el 8 de Abril de I 76 5·
Muy joven era todavía cuando el Virrey Espeleta le confirió
el cargo de Tesorero de Diezmos, el cual ejerció durante algunos
años á contentamiento de todos.
Con lo que ahorró entonces, satisfizo el deseo de formar una
biblioteca, no abuncante, pero selecta, y poco á poco adquirió en
ella los variados conocimientos que admiraron sus compatriotas más
eminentes.
Disfrutaba N ARIFto de bienestar, y las autoridades españolas
de la colonia, que lo estimaban en cuanto valía, tributábanle toda
dase de consideraciones ; pero él sufría con su país esclavizado y
abrigaba el propósito de romper sus cadenas ó sucumbir en tan
alta empresa.
Muy preocupado lo traía tal propósito cuando logró ver Los
derechos del hombre, que la Asamblea Constituyente de Francia había
publicado ; y co,no no era de aquellos á quienes se pudiese
ocultar el efecto que en pueblo que comprendía la libertad y deseábala
ardientemente, produciría obra como la del filósoio de Ginebrél,
dióse á la tarea de trasladarla al castellano, idioma en el que
circuló en Bogotá con una introducción escrita por el mismo
RIÑO.
Inquieto el Gobierno por la publicación de doctrinas que tan
grave mal podían hacer á la Metrópoli en sus posesiones de América,
no sosegó hasta descubrir al temerario traductor ; y, descubierto,
dispuso que se le redujese á prisión y se le confiscasen Jos
bienes ; todo lo cual fue punttJalmente ejecutado. Transcurrido algún
tiempo, se le remitió á España.
Pero si NARll~o salía de su patria, las ide-as que en ella había
procurado difundir, de arrollábanse coi rapidez en cerebros privilegiados.
Muchísimo padeció el grande homb1e en España; más á la
postre consiguió fugarse de la cárcel de Cádiz y pasar á Francia,
en donde, por poco, se trasladó á Inglaterra.
Preocupado dempre con la idea de libertar del yugo español
á las colonias americanas, no omitio en aquellas naciones medio
conducente á la consecución del apoyo de que tánto necesitaba su
noble y atrevida empresa; pero á pe ar de las relaciones que en ellas
contrajo con hombres conspícuos, como el Barón de Humboldt y
Tracy, no obtuvo, por desdicha, otra co a que excelentes consejos
y bastantes prome a .
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IWLE rtN MILlTr\k
Quebrantado Je espíritu, m::ts no desalentado, atravesó el mar,
on peligro inminente, y en los últimos años del siglo se presentó
en el Nuevo Reino de Granada, con nombre supuesto y usando de
otras precauciones que le sugirió la experiencia ... Ineficaces fueron
todas para ocultar su vuelta; y aprehendido por las autoridades españolas,
sólo á su talento debió el salvar la vida; pero se le envió á
Cartagena, y allí se le encerró en el castilló de Docachica. Vióse
libre después de la proclamación de nuestra independencia, fruto,
vivamente anhelado, de su larga y penosa labor, y entonces voló á
Bogotá, donde se consagró al servicio de la naciente República,
con la decisión y el entusiasmo que su patrioti mole inspiraba.
Hojas tiene la historia de N ARIÑO en aquella época que aumentan
su estatura hasta el punto de que pueda hombrearse con
los varones más ilustres de la antigüedad, sin que por ello dejó la
desgracia de perseguirlo. V amos á verlo.
En los último meses del año de r8r 1, fue nombrado Presidente
de Cundinamarca. Con inteligencias y acuciosidad asombn
sas ejercía este cargo cuando el General Antonio Baraya, partidario
ardiente de la federación, forma de gobierno que NARiftu
juzgaba fune ta, pónese al frente de las fuerzas órganizadas para
sostenerla; y en Diciembre de IHiz vence al Presidente en Ventaquemada.
La rota lastima, pero no abate á N ARif'to, quien vuelve
á Bogotá, perseguido por el vencedor, levanta trincheras en ella
y se apercibe para un nuevo combate. Líbrase éste; y el día 9 de
Enero de 1813 son destruídas la fuerzas de la federación por las
que comanda y alienta con su ejemplo y con su palabra el grande
hombre. Noblemente se comportó despues de su triunfo; y d 30
de Marzo del mismo año suscribió un tratado de paz y awistad,
tratado en el cual, reconoció la independencia de Cundinamarca y
la del Cuerpo representante de la Patria.
Abre luégo su gloriosísima campaña del Sur, nunca bastante
celebrada. Triunfa en Palacé y Calibío; triunfa en J uanambú y
Chacapamba; triunfa, por tíltimo, en 'I'asines, no sin realizar verdaderos
prodigios de valor y estrategia, y hace flamear el pabellón
de la República en la5 alturas que dominan á Pasto por el lado del
Norte.
Pasto, que estimó de pués como dicha el verter su sangre
á torrentes durante más de medio siglo para mantener las instituciones
democráticas que tienen por base la moral católica, porque
ha sabido cuánto vale la libertad y la ha di tinguido del libertinaje;
Pasto, decimo , por razones que antes la exaltan que la humillan,
se oponía entonce'i al establecimiento de la República, y NARIF:to
venía á someterla ......
Para hacer el estudio de la localidad y disponer convenientemente
la entrada del Ejército, el glorioso caudillo, acompañado de
Elos de sus Tenientes, baja poco á poco al ejido de la ciudad. Su-
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BOLETf ' MILITAR 175
cedía esto en los momentos en que el pueblo, aterrado por la
aproximación de los vencedores, llenaba las calles principales llevando
en procesión una imagen de la Virge·n Santísima á quien
pedía y de qoien esperaba el remedio á los males de que se creía
amenazado.
Los dos Tenieiltes ven soldados h a sta en las mujeres que oraban
derramando lágrimas; y cuando N AR IF1o les ordena vol ver al
campamento y conducir á la ciudad el Ejército, de acuerdo con
ciertas instrucciones que les da clara y brevemente, difunden en
los batallones el pánico de que se hallaban poseídos; y el Ejército,
después de clavar los caíiones, huye en dispersión de los afueras de
Pasto ! ... ... ·
Sin sospechar siquiera el desastre, aguardaba N A RJFto en un
matorral el cumplimiento de su órdenes cuando lo !orprende uno
de los soldados realistas, que le apunta para matarlo. Míralo el General
...:on dulzura y le dice tranquilamente:- " No me mates; llévame
á la ciudad, y en ella entregaré á N ARI o "- Míralo á su
turno f'l soldado, como para leer en su pensamiento, baja en seguida
el arma, profiere un ¡Adelante! y patriota y realista rompe aun
mismo tiempo la marcha al través del hermoso ejido.
Condujo el soldado á su prijonero al cuartel que en la plaza
mayor tenían los pastusos; entrególo á su Jefe, á quien comunicó
la promesa en virtud de la cual había perdonado la vida á aquel
"insurgente," y salió á publicar en la calles lo que acababa de
acontecer. Oyólo el pueblo con regocijo, que se lo trocó pronto en
cóler~ y deseos de venganza al recuerdo de las humillaciones y de
las pérdidas de todo género de que para ellos había sido causa N ARI~
o; por lo cual llenó n1pidamente la plaza, y á gritos exigió la
entrega del "General de los rebeldes."
Este, que todo lo ove, no vacila un segundo : dirígese al balcón
de la pieza donde se le había pue to ; descúbrese la cabeza ;
inclínase ante la multitud ; é hirguiéndose luégo con dignidad
y apoyando ligeramente en el peclt la s extremidades de la mano
izquierda, - ¡Aquí tenéis al General Nariño / dice con voz pausada.
Y aquel pueblo furioso, subyugado por tánta gloria como el hombre
que tenía delante había conquistado, contemplólo durante algunos
instantes y disolvió e en varios grupos, no solamente silencioso,
sino también compadccielo! ......
¿Nos equivocaremos? Siempre hemos pensado que este hecho
es de los que más honran á lo hijos de Pa to, y, á la vez, de los
que los historiadores han estimado menos ......
Corno trece meses permaneció N AR I E:to en la mencionada
ciudad, generalmente considerado. Enviósele por fin á Quito y
de aquí á Lima, y de nuevo á España y á las prisiones de Cádiz,
de las cuales salió, para no tornar nunca, en 1819, gracias á la revolución
triunfante que en aquel año proclamó la Constitución
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BOLETÍN Mll.JTAR
expedida por las Cortes de I 8 I 2 Aparece poco después en León
y allí publica sus famosas Cqrtas de Em·ique Somoyar, en las cuales
ataca rudamente á España por su oposición á la Independencia de
los pueblos que en el Nuevo Mundo había conquistado. Descubierto,
como lo había sido al dar á luz su traducción de Los derechos
del hombre persíguesele con ahínco, hasta obligarlo á ir huyendo
de nación en nación y de lugar en lugar. Cansado, por último,
y, singularmente, animado por el deseo de servir con más eficacia
á la joven República, que tántos sacrificios le había costado, decidió
volver á la tierra natal, y así lo ejecutó sin tardanza.
Y á en la Nueva Granada, nom brósele Vicepresidente interino
de ella, y como tal, instaló el célebre Congreso de Cúcuta en
r82r. Pero aquel Congreso no sólo no colmó de honores al fundador
y mártir de la Independencia de Sur-América, como la justicia se
lo demandaba, sino que lo acusó de haber malversado caudales públicos,
é hizo los mayores esfuerzos para arrojarlo de su seno ! .... La
manera como se deiendió el grande hombre fue ciertamente digna
de él. Dijo entre otras co::;as :--"Satisfactorio es para mí, señores,
verme hoy, como en otro tiempo Timoleón, acusado ante un
Cuerpo que yo mismo instalé, y, como Timoleón, poderos decir:
-"oíd á mis acusadores : advertid que todo ciudadano tiene el
derecho de acusarme, y que si no se lo pe rmitiéseis, atacaríais la
libertad que me es tan dulce haberos d¡.¡do ! ...... " La defensa conmovió
al Congreso de tal modo, que algunos de sus miembros vertieron
lágrimas, y N ARI~O fue absuelto por unanimidad de votos.
Pero la herida que la ingratitud había abierto en lo que el noble
anciano estimaba en más que su vida, no eran de aquéllas que con
facilidad se cierran. En efecto, cargado de tristeza y abrumado,
además, por las dolencias físicas provenientes de lo que por su
patria había padecido, trasladóse trabajosamente á Bogotá, y de
aquí á la villa de Leiva, donde murió el r 3 de Diciembre de r 823.
Poco antes había escrito:
<(Odié por instinto á los tiranos, y luché contra ellos hasta
perderlo todo ..... ¡ aun la patria ! Apareció al fin la Libertad, y
trató de ahogarme entre sus brazos ! ...... Se me ha encadenado y
se me ha calumniado; pero á nadie aborrezco, ni mi corazón alimenta
deseos de venganza ...... No tengo qué dejar á mis hijos :
pídoles que guarden mis recuerdos. A mi patria dejo mis cenizas ...
¡ Ay! Esta patriJ, á quien he consagrado todas las horas de mi
vida, me juzgará algún día justamente ...... !"
Como proféticas fueron las últimas palabras que hemos transcrito,
y la gratitud de Colombia erige hoy monumentos que honren
y perpetúen el nombre de uno de sus hijos más ilustres.
(El Huésped. - Popayán).
J. M. V E LASCO y CASTILLO.
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BOLETÍN MILITAR 1 7i
LECTURAS DE HISTORIA PATRIA
(CONTTNUACIÓN).
Pero Agualongo, en vez de alejarse de los patriotas, volvi6
sobre ellos con increíble rapidez. El I 2 de Junio de 182 3, sus soldados
comenzaron i bajar por el camino de Yacuanquer y se situaron
en Catambuco, á una legua de Pasto.
Aun cuando Flores apenas tenía á sus órdenes seiscientos reclutas
convenientemente armados y municionados, determinó atacarlos
sin tardanza. Los enemigos alcanzaban á ochocientos, y la
mayor parte empuñaban machetes, lanzas y sables; algunos fuertes
garrotes, y fusiles sc:ilo doscientos.
El encuentro se verificó en un sitio en el que la caballería no
podía maniobrar fácilmente, y sin embargo cargó con denuedo.
Obando, con su tropa de infantería, hizo Jo mismo, ayudando á
romper la retaguardia realista acometida con buen éxito por el Comandante
Ji ménez. Reputábasc la victoria por los patriotas cuando,
sin causa explicable, un teniente del E cuadrón Guías hizo
contrc1marchar á éstos, sin orden del Jefe. Hubo un momento en
que Jos jinetes, confundiéndose con la infantería, introdujeron desconcierto
en !as fiJas, del cual se dieron cuenta los realistas, para
intentar una carga desesperada y valerosa, que siendo á arma blanca,
aterró á los soldados reclutas de Flores. Este y los demás Jefes,
trataron de impedir el desastre, pretendiendo restablecer el combate
en el callejón ó colina de Santiago, pero no fue po~ible. Consumóse
la derrota, contándot-e ciento cincuenta muertos de los patriotas
y trescientos prisiorwros.
Flores, Obanrlo, Luque, Jiménez y otros oficiales pudieron
escaparse huyendo hacia Popayán.
Es de imaginar e la prontitud con que los pastusos se apoderaron
de su ciudad nati\'a, en donde se apresuraron á establecer su
gobierno.
Nombraron Gobernador á Estanislao Merchancano y mandando
el ejército quedó Agualongo. Pronto despacharon una expedición
á Zapuyes en donde contaban partidas amigas comandadas
por un Jefe guerrillero de apellido Benavidcs. Impusieron su dominación
sin mayores obstáculos, elevando su fuerza hasta mil doscientos
hombres Je infantería; pretendían apoderarse del territorio
de Ibarra y, si era posible, marchar sobre Quito.
El Libertador se encontraba en Gt.ayaquil, cuando le llegaron
á fines del mes de Junio noticias de estos hechos de armas. Trasladósc
en eguida á Quito á organizar tropas y á equiparlas convenientemente:
daba mucha importancia á la guerra con lo~ pastu"
o •
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r¡8 BOLETÍN MILITAR
Una fuerza numerosa de observación tenía el General patriota
Salomen el pueblo del Puntal (Ecuador),e.a fuerza recibió de 13Jlívar
orden de p nerse á b defensiva y de retirarse antes qu<" comprometer
a ción. El intento Jel Libertador era el de atraer á los sublevados
realistas á los valles de Iban·a, en donde la caballería podría
fácilmente dominar el campo.
El General Bolívar logró reunir hasta mil quinientos hombres
de todas armas, con los cuales se encaminó prontamente hacia OtavaIo,
en donde debía encontrar al General Salom, quien, á la aproximación
del enemigo, se había retirado al Sur el r 2 de Julio de
1823, según las instrucciones que tenía.
El plan imaginado por la sagaciJad militar del Libertador, estaba
á punto de cumplir c. Unido co11 Salom y su fuerza, éstas
formaban un cuerpo de ejército respetable, ba tante bien dispuesto
pdra pode..r combatir con éxito.
Los realistas se encontraban adueiíados dtl amplio valle en
donde se levanta la ciudad de Ibarra, y, seguramente no tuvieron
aviso de la llegada de sus enemigos, á lo cual se agrega que es~a·
ban descuidados porque sabían la retirada que á su paso iba verificando
el General Salom. Sea como fuere, el hecho es que el Libertador
con ocho soldados de caballería y su ayudantes descubrió el
18 de Julio de 1823, ya en las cercanías de Ibarra, una avanzada,
b. que ultimaron á lanzases. En breve el alarma cundió por la
ciudad, y los realistas, al ver que caían inopinadamente sobre ellos,
trataron de bu car prontamc11te la retirada, pasando por pronta
providencia el río, con la mira de defenderse en lo_s terrtnos escarpados
de aquéL
El Libertador dispuso que la caballc:ria y la infantería ejecutaran
simultáneamente tl ataque.
En ninguna Je las anteriores jornadas puJo comprobarse mejor
que en esta, !::1 a u da ia i mpre\' isora y el feroz valor de los pa -
tuso.; acometidos por fuerzas superiores á las suyas y cuando no
cst:tban dispuesto <Í la pelea, atacado muchos á campo raso, trataron
sin cm bargo, de rehJcerse por tres ocasiones, pero era muy
dif1cil obtener el triunfo á lo largo del camino, cuando la caballería
lus atemorizaba con la celeridad de sus movimientos, de modo que
aquello más que una acción de guerra, fue un exterminio sobre
mal formado batallone , exterminio que, &egún afirmación no desmentida
de los historiadores, alcanzó á ochocientos muertos realistas.
Pueden apreciarse las ventajas con que pelearon los patriota;:>
al saber que en esa sanguinaria persecución no contaron sino ocho
muertos y trece heridos.
El General Salom fue destinado á ocupar á Pasto y áque implanta
e allí ei régimen más fuerte y opresor de que se tuviese idea,
á fin de someter l,1 Provincia de grado ó por fuerza.
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BOLETÍN MILITAR
IX
Los hijos de Pasto se encontraban empeñados en una guerra
á m u e rte. La sangrienta hecatombe del Valle de Ibarra acabó de
persuadirle de la justicia de su causa y ahora se unía al pensamiento
de de!ensa del suelo, el oculto instinto de vengar ]a sangre
de sus hermanos. Inútiles fueron las voces de indulto que el General
Salom hizo circular: los pastusos no confiaban yá sino en el
poder y fi.rmez.a de sus armas. Con una prontitud increíble y con
sigilo digno de las misteriosas montañas, los que vagaban aleccionándo
e de nuevo t la luch::1, se reunieron en 11Úmero hasta de mil
quinientos hombres, y con un golpe más de audacia se presentaron
en las alturas de Angonai, á un cuarto de legua al Sur de Pa to,
el 19 de Agosto de 1823. Desde aquel sitio podían impedir la llegada
de auxilios y comunicaciones de Quito.
Salom movió sus fuerzas sin pbn preconcebido tratando de
darse cuenta dt>l número y miras de los a.altantes. Llevados éstos
del coraje que les impelía á combatir fueron acercándose á los patriotas
hasta penetrar á las calles de la ciudad en donde combatieron
con obstinación contra tropas acuartelada . Fueron rechazados
con pérdida de más de cien hombre . Llev;ironse varios heridos y
tornaron á ocupar sus posiciones de Anganoi, formalizando el asedio
de l.t ciudad.
V einti éis días duró Salom encerrado con sus solados en Pzsto,
defendiéndose repetidas vece · de los ataques de los implacables pastusos.
Agotadas yá la provisiones con que contaba, resolvió ejecutar
un movimiento de flanco sobre los rebeldec;, el dí:::t 13 de Septiembre
de 1823.
El encuentro se verificó á inmediaciones del pueblo de Catam
buco, y los realista fueron derrotados con perdida de ciento
setenta muerto., pero rehiciéron e en breve, in perder sus armas
ni la ardentía para combatir.
alom resolvi<) aprovecharse de la vcnt~ja alcanzada para disponer
que el G ncral Obando intentase de pcjar la vía de Qyito, por
donde d bía recibir oportuno apoyo, y al efecto le hizo marchar
con una columna de trescientos hombres y unos pocos de caballería,
r ·ero alarmado con los movimientos de lo pa tusos, que habían
cortado otra \'ez el puente sobre el Gu:íitara, marchó detrás de
Obando, en apoyo de ó-tt·, con un batall6n.
Lo.> reali ta pretendieron apro\'echar e de la ausencia de los
patriotas para caer inopinadamente sobre Pasto. Flores, que mandaba
la guarnición de aquella plaza, no pudiendo defenderse se retiró
con sus fuerzas á Yaquanqu.er, á unirse con la tropa de Salom.
La dificultad de poder buscar inmediata solución á la lucha,
impulsó al General Salom á reunir una Junta de Guerra que decidí
ra el partí lo <¡uc debía tomarse en e s a ~; circunstancia!3 . Se: acor-
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dó que el Jefe fuese á ~tito á dar actividad á los aprestos con que
se trataba de auxiliados y la División se situó en Túquerres (Septiembre
20 de 1823), al ntando de Flores.
En tanto el Comandante General del Cauca Coronel José
l\llaría Ortega, quiso aprovechar la marcha del General de Brigada
José 1\IIaría Córdoba. quien debía seguir al Perú, para que se
encaminase por la vía del Sur llevando ciento cincuenta hombres á
sus órdenes, los que, con un número i¡ual que tenía en el pequeño
pueblo de San Pablo el Coronel Concha, podían tratar de batir las
partidas enemigas que itnpedían las comunicaciones con las fuerzas
de Pasto, é indagar la situación de los enemigos.
Córdoba logró avanzar sin tropiezo hasta el sitio llamado Cebollas,
en donde sufrió un ataque parcial de los pastusos, que se retiraron;
ordenó en seguida, que cien hombres ocupasen la altura
de Tasines la que igualmente desalojaron sin resistencia los realistas.
Detúvose en este punto receloso de avanzar sin conocer la
verdadera situación de los que iba á atacar. Quiso atemorizarlos
enviándoles una nota para que depusieran las armas, la que fue devuelta
con la misma intimación hecha á su vez por los pastusos á
los patriotas acometedores. Apreciando la superioridad numérica
de los contrarios emprendió de noche la retirada, pero los realistas
estaban en acecho de sus mo\ imientos y le dieron alcance á la mañana
siguiente.
Los realistas se distribuyeron en guerrillas para dominar el
camino del J uanambú, desde las alturas del cual podían disparar sus
armas impunemente sobre los patriotas y acosarlos tambien con las
grandes piedras qu-: sobre ellos podían hacer rodar.
A pesar de estas desigualda<.1es Córdoba hizo frente al peligro
con resolución y firmeza, teniendo que atender al pasar el río, á
los fuegos que le ofendían por uno de sus flancos desde una trinchera,
y logró trepar, por el Norte, á una altura defendida por guerrillas.
Dos días le persiguieron en su viaje los realistas; un Oficial y algunos
soldados cayeron muertos en el campo, heridos varios, entre
ellos el Capitán Manuel María Córdoba, que se distinguió en la
defensa. U nos pocos soldados viéronse prisioneros de los realistas.
Córdoba alcanzó con su pequeña fuerza al campo de Buenavista
del Mayo en donde se situó para defender el Valle del Patía,
y en espera de los refuerzo de Popayán. Como á esta ciudad empezó
á llegar contingente de tropas enviadas del interior del país,
Córdoba se trasladó allí á encargarse del mando y disciplina de
ellas.
(Continuará).
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LITERATURA
EL ULTIMO DUELO
La bofetada sonó como un ~hasquido de látigo en medio dd
bullicio de la sala. El grupo de oífciales colocados en la puerta, se
arremolinó, siguiendo en una masa confusa hasta el patio del cuartel,
y allí, entre las injurias y los gritos se vio cruzar en el aire la,
hoja de una espada cayendo sobre el montón. ~un breve espacio
abierto con el golpe del arma dejó ver al 1'eniente Hurtado, con
su e pada desnuda, que brillaba bajo aquel sol de Diciembre, el
kepi en el suelo y la chaquetilla despedazadr en jirones.
En su mejilla Üerecha se marcaban con un rosado violáceo los
cuatro dedos de una mano. St~s ojos encendidos por la cólera se
Glavaban en el grupo que se había apartado, y alzando otra vez la.
espada se dirigió como una flecha sobre su adversario confundido
con los otros oficiales.
Entonces, antes de llegar hasta ellos, que se abrieron rápidamente
en dos filas, se oyó la voz del Mayor gritando desde el
fcndo dd patio.
- .Ten;ent .Hurtado!. ..•.•
-Miserable! .canalla! ..... Señor, ese infame mulato me ha
puesto su mano aq í, en la cara ...... Cobarde ! y otra vez acame-
~ ó al gru.pó. .
Pero el Mayor que yá •cs'tal:ia eri el itio tomándolo de los
hombros, lo hizo girar rudame11te y apretándole la muñeca derecha,,
le dijo con acento severo: .
-Los oficiales de honor, 1riatan, no asesinan.
-E tá bien, señor, y entreo-ó su espada. · 1
Después de . esta escena de un segundo, el Teniente en un
r:: pto'·de ef!1oción tomando la mano derecha de su Jefe Je decía.
casi entre ·allozo :
-Mayor, luégo, la baj~ prisión, todo, pero ahora .... · .. dos
horas de libertad siquiera. Se lo ruego en nombre de nue5tra
s-angre.
Un r~lámpago éle ira brilló en las pupilas . del Mayor, peró
imnediatamc 1te su fisonotriía tomó su severidad ordinaria, y clirigiéndose
al grupo de oficiales les dijo en tono breve y seco.
--Señores, pasen ustedes <Í banderas.
Las puertas de las cuadras se habían llenado de soldados, que
contemplaban el hecho con sonrisas de ironía. .
Un minuto des pues el Mayor Hurtado hacía llegar á su des-· .
. i)acho al Capitán R amírez acompañado I o· un centinela tle vi ... ,
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B'OLETfN MIL1TA:Zt
Este oficial de cülor tétrico y ojos de moneda era odiado entre
sus compañeros, á pesar de su valor temerario, su generosidad
ilimitada, su comportación intachable. Tenía ese no sé r¡ué antipático
que revelan las fisonomías torvas é innobles, un vago aspecto
que rechazaba la cordialidad y el vinculo, tan acentuado en la Oficialidad
de los Cuerpos. Pero todavía conservaba en sus fojas dos
hechos inolvidables para sus compañeros, dos fechas fijas, clavadas
en el Batallón como dos dardos de ponzoña, que le robaban todo
el afecto y la amistad, desde el Jefe hasta el Subteniente más
moderno.
Había muerto dos Oficiales, dos nti1os casi, creados y forma ..
dos en el Cuerpo> con el cariño de sus compañeros y de la tropa.
Todo había dependido de aquel vicio infame, aqu~lla fatal
costumbre de embriagarse do veces por año, pet-o COl! esa embriaguez
muda, concentrada, que cambiaba radiolmente su carácter7
dándole accesos de fiera . .Fue en es as escenas de vergüenza, donde
se originaron las causas que costaron la vida á sus dos compañero .
Siempre elegía una víctima, que injuriaba intempestiva1nentc,
sin causa,-y siempre la famosa bofetada presidía el duelo de la
mañana siguiente.
Cuando llegó al despacho de su Jcíe, levantó la ca bcza, haciendo
sacudir, su cabelJera negra y espesa --y clavando ~us ojos
vidriosos en la cara inmóvil del Mayor, dijo con su delgada voz de
meztizo:
-Ordene ...•..
Los ojos del Mayor volvieron á brillar con un rayo de ir y sostenien-do
la espada con el dert.:cho, aquel niño de veinte años, con sus
1 abios limpios de bozo, y sus cabellos rubios cuidadosamente P'~ina~
o , despertaba um1 simpatía· profundh. F. m necesario, en el . ilencio
dorado y seco de la sala, r.ccordar la tremenda injuria par a
no arrancar de la muerte .'egura un joven lleno tle virtudes y tle
b "' lleza. 1'odavía Cl~tzó con su li.cr.mano una sola mirada, rápida
como un relámpagp, p,ero llena de amor y de ternura. La cara del
Ivlayor e contrata fu ,.azmcnte, para dade un car :- cter más honrado
á las fórmulas, er fidal que debí ser tt tÍrmar IJ Escuela, se esmerarán si~1 duda en que lo que hayan de
ser fa crecidos s~.:an jóvenes rr·1e Uencn todas l<~.s condiciones de juicio y
aplicación, posesionados del \'er,laclero espíritu d!! disciplina y honor
militar; y los alumnos que on ri.tuyan d personal de la Escuela, escogidos
t:ll ' r! muclw · de su c-on p1iicro.,. de armas, sabrán corresponder al:
favor que han recibido, procurarán aprovecharse de la brillante ocasión
que se les presenta para no hacer i·nfi "'.lctuosos los sacri Ílcios que en su
ob e<.tuio hace e 1 Grofcsor
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de la Escuc};¡~ ha principiado á dictar conferencias ele Historia Patria
y Gramática Castellana.
La Escuela funciona en la quinta llamada "La Favorita" hermosa
y capaz, bien conservada y con amplios terrenos que se destinarán á
maniobra, cuido de brigadas, etc. El Gobierno no ha omitido puef,
gasto; en tan vantajosas condicioncf, todo hace es?erar que los frutos
que se cosechen podán aún ~upcrar los deseos de el más c:igcntc.
Damos á continuación la lista de los scñorc::; oficiales qus han pasado
sus exámenes ele entrada y asisten á las confcroncia en su calidad
Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año II N. 50", -:-, 1898. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3690967/), el día 2025-10-06.
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