RepÚblica de Colombia
.LOS LUNES DEL CORREO
SUPLEMENTO LITERARIO A "EL CORREO NACIONAL"
Director , 8. PALACIO URIBE
¡SERIE f.' ~
~ SUMARlO ~~3
LA Beca, por D. Miguel de Unamuno.-Las dores de almendro,
por Salvador U.ueda.-11:1 clamor del ablemo, por
Jorge d'Esparbée.-Febrero, por Antonio Gómez Rea·
trepo.-Oomo blanca teorla por el desierto, de Amado
Nervo.-NUESTRA PROTE::I'r.A.-EI atentado contra
el Gener~l Reyes, por B. Palacio Uribe ..:...nomenlljc á la
~ra. Dona Bofia Reyes de Vnlenzuela.-A .A:driano Páez,
de JuHo Fl6rez, ---El Amor mendigo, ror Catulle Mendee.-
Un cabecilla, por D. Ramón de Valle-Inclán.Cinegética,
por Leopoldo Lugones -En el jardfn, por
Felipe Azorín.-Nocturno, por J . .A. Pérez Bonalde.Bl
perro negro, de Froilán Turcioe.
~~~~~~~
~A agcA
"Vuelva usted otro dfa ... . " ''V .. er(úñ·o-sY
''Lo tendré en cuenta." "Anda tan mal
esto ..•. " '' Son ustedes táotos." '' ¡Ha llegado
usted tarde, y es lástima r " Ooo frases
así se veía siempre despediUo D. Agustín,
cesante perpetuo. Y no sabia imponerse,
ni importunar, aunque hubiese oído mil
veces aquello de "'' pobre porfiado, saca
mendrugos."
A solas hacía mil proyectos, y se armaba
de coraje, y se prometía cantarle al lucero
d"l alba las verdades del barquero; mas en
cuanto veía unos ojos que le miraban, ya
estaba engurrnñéodosele el corazón. ''¡Pern
por qué seré asi, Dios mío," se preguotab",
y seguía siendo así, como era, ya que solo
de tal modo podía ser él el que era.
Y por debajo gustaba un extraño d~leite
en encontrarse sin colocación y sin saber
dónde encontraría el duro para. el día siguiente.
La libertad es mucho más dulee
cuando se tiene el estómago vacío, digan
lo que quieran los que no se han encontrado
con la vida desnuda. Estos sólo conocen
las vestiduras de la vida, sus arreos, no la
vida misma, pelada y desnuda.
El hijo, Agustinito, desmirriado y eotaco,
con unos ojillos que le bailaban en la
cara pálida, era la misma pólvora. La cabeza
al vuelo.
-Es nuestra única esperanza-decía la
madre arrebujada en su mantón, una noche
de invierno-que haga oposición á una beca,
y tendremos siquiera las dos pesetas mientras
estudie .... ¡porque esto de vivir así,
de caridad ! . . . . ¡ Y qué caridad, Dios
mío! ¡No, no creas que me quejo, oó! Las
aefioras son muy buenas ; pero ••••
~ )" ÚJIERO 9. ~
-Sf ; que como dice .1\-Iartfn en Vt'Z de
fljflrcer caridad se dedica u al 1lep~rte d-e h~nefioeneia
.. . ..
-N o, eso no ; no es «-'So ___ _
-Tfl lo he ofdo a~guoa HZ; t'S que pare-ce
qne al hacer <~nrt1larl s .. prol,OIIf•u R\'f'r·
gonzar al que rt-cibe. :Ya Vf's lo que uos deda
la lavan(lt•ra al t:ontarnos tmando tt>s
dieron de eomt>r tHt Na\'idacl y 1.-s sMvfan
las se_!lor_itas .... '' f•sas cosas que hacen
las senor1ta J>HI'a sAcarnos los colort>s Á la
cara."
-P~ro hombre ....
-Sé franca y no teugas SPcr .. to .. conmi-go.
Oompreucles f}Utl nos clau limosna para
humillarnos.
Eu las no~ht-s U O. Agnstfn &+t • vergüeuz" tlt~ ir á
pretender puesto; aunqu~ poco y m•~l comían
de lo que el hijo c>urab1, y con 'algomás
trabajando ~1 padrP. aca y allá de temporero,
iban saliendo, mal que hieo, del
afán de cada rofl, siempre los lihros !
exclamó la maure. Déjalos ahora. ¡Para
qué quieres saber tánto 7 ¡ DéJalos!
-A buena hora, madl"e.
-Ahora á descansar un poco y á buscar
un partido ....
-¡Un partido 7
-~í; he habla1lo con D. Félix, y me ha
prometido recomendarte para Robleda.
A los pocos días se iha Agustinito, para
aiempr~, á la \acnciones ioacal>a.blcs, con
el titulo bajo la almohada, -fue un capricho
suyo-y con un libro en la. lllano, se
fue á las vacacion es eternas. Y sus padres
lo lll•raron amargamente.
-Ahora quo iba á empc·za1· á vivir; ahora
que nos iba á sacat· de miseria; ahora ....
¡Ay, Agustín, qué triste es la vidl\!
-Si, muy triste, murmuró el padre,
penaando que en una. temporada no podría.
ir al café.
Y D. José Antonio, el médico, me dPcía.
después 1le haberm~ contado el suceso: "Un
crimen más, un crimen más du los padres
..•. " ¡ Estoy harto de prf\sencisrlos !
Y Juógo nos vendrán con el derecho de los
padres y el am9r pat~rno .....• ¡ l\1entira!
mentira! mentira! A las más de las mucha·
chas que so pierden són sus padres q uiencs
primero las vendieron.... Esto entre Jos
pobres, y se explica, aunque no se justifique.
¡Y los otros! No hace aún tres días que
González García casó á su hija <~n un ti·
sico perdido, muy rico eso sí, con más posetas
que bacilos, ¡y cuidado que tiene una
millonada ele éstos! y la casó á conciepcia
de que el novio está con un pie en la sepul·
~ura; entra en sns cálculos que se le muera
el yerno, y. luégo el nieto que pueda te·
Los Lun~s del Oorreo
ner, de meningitis ó algo asf, y lnégo .• -
para este padre que se permite hablar de
moralidad, ¡ no hay grillete! Y ahora, este
pobre chico, esta nueva víctima ...• Y se.
guiremos considerando al .Estado como un
hospicio, y ven~an sobn~salientes y caniba-
....- Jismo .... ¡canibalismo, sí, canibalismo!
Se Jo han comido y se lo han bebido ; le
han comido la carne, le han bebido la sangre.
. . . • . y á esto de comerse los padres á
un hijo, ¡ cómo lo llamaremos, s~ñor helenista.
t Gonofa.gia, no es así ! Sí, gonefa.
gia, gonofagia, porqlfe llamando las cosaa
en griego pierden no poco del horror que
pudieran tener. Recuerdo cuando me contó
ustecl de los indios aquellos de que habla
Herodoto, que sepultaban á sus padres en
sus estómagos, comiéndoselos. La. cosa ea
terrible, pero más terrible aún es lo de Saturno,
devorando á sus propios hijos ; máa
terrible aún es el festín de Atreo. Porque
el que uno se coma el pasado, sobre todo si
ese pasado ha muerto, puede aún pasar ;
¡ pero esto de comerse al porvenir !
Y si usteíl observa, verá de cuántas maneras
nos lo estamos comiendo, ahogando
en germen los más hermosos hrotes. Ha·
hiera usted visto la triste mirada (lel pobre
estudiante, aquellos ojos, que parecfan mi·
rttr más allá de las coaas, á uu incierto por·
venir: siempre futuro y siempre triste, y
Iuégo aquel padre, á quien no 1~ fstr~, todo Jo nd~ insuf•·ihla lln Ja. Oion ·
cia, con tlesi6oios mercautil~s ele orJina-
1 o ..•. '
Calló PI métlico, y callé yo también
¡Para qué hablnr t .
Pus1H.Io nlg6n ti{'mpo rne clijeron qne To·
resita 1\Jarfo, la hija. t1o D. Rufn, se iha
de monja. Y al manifl·star mi extrni'H·z~ por
ello, uu.• aftndi~ron •¡no hahia fsitlo uo\·ia de
Agustfu J>ért>z, t-l he~ario, y que llf>s•l" la
muerte de~ éste se hallt\ha inconsolable.
Pensaban haberse ca.satlo en cuanto tu riera
partido.
-¡Y los padres t so me ocurrió argüir.
Y al contar yo 1uégo al quo me tr1tjo e1a
noticia la manem cómo Rus paclres se le
habíl-lu comitlo, roe replicó inhumanamente:
-Bah r Do no haberle comido sus pa·
dres, I.Jabrfale comido su novia.
-¡Pero ()S-exclnm6 entonces-que eatamos
condenados á ser comidos por uno 6
por otro f
-Sin duda-me replicó mi interlocutor,
que es hombre aficionado á ingeniositladea r paradojas,-siD duda, ya sabe usted aquo·
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
os Lunes del Oorreo
llo de que «>n este mundo no hay sino co merse
á Jos demás ó st>r <~omido por ellos,
aunque yo creo que todos eomemos á Jos
()tros y ellos DO$ comen. Es un devoramiento
mutuo.
-EntoncPs vivir solo, dije.
Y me replicó:-
-No logrará usted nada, sino que se oolllt'rá
(l sf mismo, y ~sto es lo más terrible,
porgue al placer rl.e :pliqué.
:MlGUEL DF. UN AMUNO
r:J¡J
~AS FLORES DE ALMK~O~O
Debajo de un almendro fl,>recidu
Con ramas corno sartas de Juceru11
DP. tus pesares íntimos y fie1os '
Yo escuchaba el relatu, conmovido.
Con t-l trágicl) acento enfurecido
Oomo chocar de rígidos aceros,
Juraste de enemigos traicioneros
T•"~mar venganza, 6 sucumbir venoido.
-¿Qué hicieras tt1 P Y al agitar tu mano
Diate al almendro un golpe soberano
Que Je arranc6 sus cálices mejores.
""'7lt<> €JUeese almendro-dij~-hagoen lA. vida;
81 rec1bo una brusca sacudida
iuelto una llavia de bri11ante; flores .
SALV4DOR RU.FJDA
··~-~---·~-~ -~~~ -~ ... ~~~ -.. ~-~ .. ~~~
Episodio de la campafia del Ejército de
Napole6n en Espafia
(Traducido por el Sr. D. Iticardo de SKnta Maria,
pA.ra Julio Mancini)
El ejército inglés ocupaba la cima del
.Monte ele la Alcoba, entre el convento de
Busaco y el defiladero, dominando por completo
el carnpamen to de los franceses. El
punto pareoia inexpugnable; era necesario,
sin embargo, atacarlo.
El 27 de Septiembre, Ney ordenó el to·
que general de cornetas y el redoble de
tambores.
AqueJJa posición uefentlía la montatia y
se destacaba rígida en lo azul del cielo, rodeada
de abismos.
Pasada una hora, sin que fuera posible
adivinar qué alas gigantescas habían trans.
portado á cuatro mil hombres en punto tan
elevado, el :1\Iariscal y dos regimientos de
granaderos se ostentaron á veinte pasos del
ejército inglés.
Instantáneamente las bocas de los cañones
abiertas, dejaron escapar Ja metra11a
roja hacia las columnas francesas. . . . J adeaates,
N e y y sus tropas cafan sobre los
afutes, agolpándose t>n las llamas, coofun.
diéodose en el humo, arrojándose para sucumbir,
y surgidos nuevamente, con osadfa
heroica, resucitaban destrozados por las puntas
ele las bayonetas inglesas.
El asalto costó la vida á trescientos hombres;
el ataque suprimió quinientos. Oafan
por grupos densos, pero atrás acudían nuevas
filas, que tropezaban, abriendo campo á
otras ... Finalmente, los cañones callaron,
extenuados, la lfnea enemiga se estremeció,
y los artilleros de cabellera roja, los altos
carabineros ingleses, huyeron ....
-¡Adelante l gritó el 1\dio de las filas fialió un
granac1ero.
-Harfí. lo posible, es basco, dijo el oficial
presentando al soldauo.
El granadt>ro se desvistió el bniformP,
ató la r.uer,Ja E>n su cintura, hizo con mueca
alegre una Yenia rápida á su Uapitán,
y ol r.ahlo se uE>senvolvió. Se le vio ,or un
momento c1E>S<'ender PI resbaladE.>ro, vestido
sólo con su pantalón de solclado, aganando
E>n la mano un fu(lrte bastón, y al cabo ue
un minuto se había. tlesv~mecido en las tiuieblas
.. . . .Allí Sfi 1~ gritó:
-¡,. Si~ue bien 7 ....
-Sí, euf'ltE>n la cmerda .....
Bn ese momeeto un i oglós se presentó
para b~jar también. Bra un montañés. We Jiingtou
lo propuso.
-No, dijo E'l :Mariscal, t•se escosés podría
atropellar á mi hombrr. c>n "l camino .... y
como E>Se que acaba ue bnjar es un pícaro
bAndido, se aprovecharía lle eso para ata- .
carie; pelearían colgac1os do nuestras cueruas,
encima clel abismo. En lugar eJe noticiaR,
recogeríamos sólo c1os cadávNes.
'Vellington no rE>spondió nada. La hEljacJa
se hacía más difícil ; la cnercla ondeaba incierta
....
-Dehe estar f]E'tenido por las rocae y Jos
árboles, c1ijo no oficial.
De arriba se le gritó:
-¡Huuup .. .. !
LF\ cuE>rcla se estiró, y una voz ya IE'jana
brotó clf-'1 ahismo:
-No vr-o nacJa .... aflojen ....
Una r.onvulsi6n misteriosa agitaba la
cuE>rda. Cuatro oficiales colocados en flla
desliza~an, por momentos, unos metros. La
maniobra era lenta. El hombre, ahajo, no
tenía más vista que la de sus manos, y se
retorcía en tiniebTas profundaA ....
-¡Hunup .... ! ¡hoola.' ... ! gritaron al
tiempo unos g-rrtnadt>ros.
Siempre más baj9, alargauo, apa~ado
como (') t'CO de una t~ampana de catedral,
un clamor~ elevó l1el ahismo:
-¡Aflo ... . o .... j~n má .... á .... s ... !
Hubo una detenr.ión en la cuerda. Sin
peso nparente "f'n su extremidafl," el cable
vaciló E>n curvas inciertas, y luégo volvió á
estirarse. EntoncE>s se alargaron unos metros,
/
Los Lunes del Oorreo
pero impaciento Wellíngton, se volteó y ordenó:
-Que vayan por el monje.
Un Mayor se apartó y volvió acompañando
á uu franciscano.
-Señor :l\Iariscal, dijo 'Vellington, he
aquí un fraile que puede decirnos si existe
ó nó, sobre la falda de la Alcoba, alguna.
salida que pueda utilizarse para salvar más
prontamente á nuestros hombres. Este monje
ha sido arrestado por mi ejército esta mañana.
-Interrogadle, dijo N e y.
-Paur{', dijo inmediatamente Welling-ton,
1entienue nstetl el francés?
El fmnciscano dijo "sí" con la cabeza.
Había inclinado su pescuezo, y su cabeza
débil y calva, con ojos largos y profundos, se
había adelantado como la ue un volátil. ... -
-Usted habita esta comarca; debe conocer
usted )a Alcoba.
· La cabeza del monje afirmó nuevamente:
-SL ...
En t>Se moment? !os solilauos que agarraban
la cuers]a S!Dtteron un vacío, abajo
en su extremiuad .... El peso el el hombre
no se sen tia ya ..•.
·-uuuup! .. -. llo .... 000 r el amaron
veinte voces.
Hubo como un silencio, y un hilo de voz
que los oídos angustiarlos recogieron con
mucha uificultad, lleg6 hast.a la boca del
hoyo.
-Afio. ooogen .. rnáá .. á .. áa •.
El monjP- no había oído nada. 'Vellington,
dirigiéndose á él, le dijo:
-Pal1re, ha ocurrido aquí uaa desgracia.
Esta n.añana. cuatro mil hombres peleaban
en este lugar. De rc>}1entt>, la masa de tierra
en qn~ combatían se hundió al paso
sen
uesendo recoger, '-~ac1a uno para los suyos Ja
respuE.>sta eonsoladora uel monje, pero' al
mirar al franciscano quedaron clespavoriuos:
éstE', desploma11o en e] suelo, envuelto entre
los pliegues anchos de su I.Jábito, ue rodillas
rezaba ya, con sorllas lamentaciones, encor~
vauo, asombrado de horror, con la cabeza
agarrada con las mauos y la mirada ha ..
cía ahajo, E'n lo más profundo del abismo .. _
-Se ha perdido, desde luego, toda t>speranza
.... murmuró nn oficial.
Ney, 11gitado y tembloroso, clio una
vuelta rápida, y extendió la mano sobre el
abisme .... Cincuenta voces resonaron al
tiempo: .
-Hooo .... la .......... á!. ...
Se babfan deslizado cuatrocientos metros
de la cuerda, y no quedaba más que un último
paquf'tP, diez metros cuando más. Por
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Los Lunes del Correo
un momento se escuchó .... y al caho de un
instante, cinco ó seis palabras, débiles, lle·
garon á la luz del día.
-Oigo .... ah o .... ora ..... Bajen .....
má .•.. á .... s cue .... erda ••..
Se soltaron unos pocos metros, y otra detención
se hizo sentir en el cable. Los pe·
chos, angustiados, callaban, cuando otras
palabras, surgidas desde Jo profundo de la
tierra, vinieron á oírse nuevamente, en el
borde del terraplén.
.... oigo .... voces de hombres .... pero
lejos .... jos ...... le ..... e ...... jos .... un
grito, siem .... pre el mismo grito .... Afio ...
ó .... ojeo .... máá .... á. .. . ás .... .
Entonces se abandonó Jo último de la
cuerda, cuya extremidad se amarró á un
poste; y un silencio se hizo, en que las
respiraciones se hacían por momentos más
dificiles. Después de largo momento, la voz
brotó, desesperada :
- .... no puedo a vanz .... ar ..... oigo
siempre el cla ..... amor .... Gri. .... i ....
tán ....
Una ráfaga de viento interrumpió las últimas
palabras. Lo que clamabllo el hombre
se confundía con el estruendo de no se sabe
que otra voz, que era la de la sombra, de la
nada ..... .
88
Ney, inclinándose, lanzó á grito entero:
-Granadero! .. 6 Qué clamor oyes tú ? ..
Oien voces acentuaron como trueno:
-1, Qué oyes?
El formidable huracán de gritos penetró
como brinco en el abismo, repercutido por
las paredes (le la cavidad, que agarraban al
paso, su vuelo, y lo precipitaban con ruido
de azotes, hacia el fondo! Luégo, un silencio
plano; los rostros, todos se inclinaron
rodeando al monje en oración, como suelen
hacerlo los fieles, en los templos, en el momento
de la Elevación .... Lo que iba á
surgir del abismo era la respuesta de lo irremediable,
de lo eterno, y, en efecto, el hombre
colgado oyó sin duda, porque por un momento
después de haber escuchado en silencio,
su voz de espectro, soplo apenas de voz
helada, tan lejana que todo a.c~n to en ella
había desaparecido, repercutió desde el fon.
do del abismo estas palabras de desolación :
-Ahora .... oigo .... oigo un clamor ... .
gritan: .... ¡ VIVA EL EMPER.A.DOR ! ...... .
.roltGE D'ESPARBEB
(fJa L egende ae P A igle)
FEBRERO
Ya el triste Enero hacia su ocaso rueda,
Y el nuevo mes nsoma en lontananza:
Al ver su carro que ligero avanzR
Turba festiva se lev:lnta. le<..IH.
Al rostro ajusta el antifaz de seda
Y por las calles en tropel se lanza,
O se abandona á bulliciosa dauza
Que almas y cuerpos en su trama enredA. ,
Pero disipan el fugaz encanto
Los a-raves fo;Ones con que el tiempo santo
Anu~cia á los cristianos su veni<..la,
Y la mustia ceniza con que advierte,
Que siempre acaba en brazos de la muerte
El carna VR 1 pet·petuo de la vida,
ANTONIO GÓMEZ RESTREPO
fOMO BLANCA TEOll_ÍA
POll_ EL DESIERTO
Oomo blanca teoría por el desierto
desfilan silenciosas mis ilusiones,
sin árbol que les p~este sus r~m~zoues
ni gruta que les bnnue refugio Cierto. .
La luna se levanta del campo yerto
y al claror de sus Uvidas fulguraciones,
como blanca teoría mis ilusinto!
¡Ni una est.rella en su obscuro firmamento!
¡Ni una flor en 8n Jóbrf'go ramino!
Víctima del pesar, en torbellino
Le azotaron la nievf, el agua, el viento;
Pero, al fin, como el árbol, al violento
Soplo del huracáu, á tierra vino!
Pálida, c0mo el mármol de las tumbas,
Llegaste, ¡oh muerte! á quebrantar su vida ;
¿Qué es lo que no quebrantas y derrumbas?
Y hoy en el fundo de su obscura bne8a
Vemos aquella antorcha convertida
En humo vauo y mísera pavesa!
JfL AMO~ MEl'\OIGO --·-- Bien que ella sea la hija n con un frou-fron de
sedas perfumadas.
A la una. le pidió lAs miradas, que son
como una promesa del paraíso · á la. otra la
sonrisa misteriosa. de G ioconda: qpe encanta
y desespera; á la ~tra la gracia todopodero-sa,
por la cual un Jirón de muselina tiene el
aire de les encajes tPjidos por las hadas, los
cuales dAn fi. los brazos más delgados la cur- ~
va lenta y armoniosa do los cuellos
con que
Citación recomendada (normas APA)
"Los Lunes del Correo - N. 9", -:-, 1906. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3690783/), el día 2025-05-10.
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