Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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que mi casa de comercio de esh ciudad no tiene agencias lli sucursales
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debidame:Jte registrada y patentada en el Ministerio de Hacienda, tengo ,
derecho para perseguir judicialmente á quienquiera q l1e haga uso de ella
indebidamente.
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
IL 'DI 1810"
PUNTO :E'1:N AL
Se acusa de inmoral el ¡¡istema de
cotizaci6n del papel por su valor
comercial. El de la nmortiztlción
debe necesariamente tenerse como
el colmo de lo justo. .
Exuminemos los hechos y sus consecuencias
para juzgarlos luégo con
el criterio moral.
Con la amortización á quién se
paga? Nos parece que á nadie. J.úzguese
que tenemos cuarenta mIllo·
nes de papel, y que á poder de nn
régimen de ecoliomías, se logra cu·
brir cumplidamente los gastos del
eervioio público y obtener un so·
brant.e de cinoo millones para que·
mar anualmente. Pareoe cierto que
al cabo de ocho años se habría ex.
ting1J. i~o por completo el papel, sin
que hnbiera tenedor al cual se le hu·
biera (lado un peso de 0,835 por un
billete del Banco N 8cional.
En 01 fondo, la amortización re·
preseutada la reducción arbitraria
del nllmerario, así COlIJO las emisio·
nes repr~sentan e! aumento ~ambién
dictat.orial. Una u otra medida pero
turba todas las relaciones civiles.
U no de lo~ objetos del Gobierno,
uno de SIlS deberes naturales es el
de mantener la equidad entre los
ciudadanos y nos pareee que no la
atielldtlni con la agravación de
obligaciones que ' produce reduciendo
el numerario) ni con el aligeramiento
de ellas á que dan lugar las
nuevas emisiones. ~
Lo que hizo dceptar el papel como
moneda por el valor que arbitrariamente
se le atribuyó, fue la persuasión
en cada persona de'que en los
mismos términos le seríll recibido
. por las demás. Además de esta pero
suasi<Ín, determina Sl1 valor la canti·
dad quesa introduzca al mercado. Na,.
die recoge el papel como una obl¿·
gaci6n por cobrar sino como un valor
efectivo. ¡;as transacciones en el
país reposaD en esa base. Y con sostener
la eficacia de los contratos sobre
el concepto y los términos en
que los interesados los ajustan no
hay quebranto de derechos para na-die.
.
Pero dando á 111 promesa todo el
valor que ella tiene, cuando menos
el Gobierno se vería en un conflicto
de deberes: entEe la obligación de
restituir á un numerario que prácticamente
vale $ 26.000000 un valor
de $ 50.0000~O, y. lá obligación de
no alterar obhgaclOnes que pueden
valer cien lo ó más minoues á dos-cientos.
.
Lo. conflictos de deberes los resuelve
la moral por el mínimum de
males y por el mO,do como se haga
menor quebranto á la justicia.
Los menores perjuicios partl la
Nación son un criterio moral que
no debe des:.tender8e en la solución
de este problema. .
Convénzase el colega con quien
hemos discutido ostf)S asuntos, que no
se puede reparar, sin ocasionar in·
justicias, el mal que nos ha causado
la rEH1enemción COIl su si3tema monetario~
Ese ya es un hecho cumplido.
Cuando se,l el caso de cambiar de
régimen, y~ que sería imposible de~andar
paso a paso el camulO recorrIdo
reparando en per80na por persona
la injustici~, cometida, hay que dejar
corLada la cuenta de los males y co·
menzar vida nueva, tomando las co·
sas en la sitllación en que se hallen.
úon los ejemplus de Alemania,
Suecia, Noruega, Dinamar,}a, Escan·
dioavia, que cambiaron sus talones
de pinta por el ge oro sin tomar en
cuenta larelaci6n legal entre esos
dos metales sino la merCilnt'Íl, y con
el de Austrin, que cambió su papel.
moneda en esa misma relación, quisimos
dejar constancia de que ya
fueran esas fluctuaciones benéficas
ó perniciosas al E~tado pa~a el cumplimiento
.do sus compromisos, todos
esos p¡¡íses hicieron descansar la
lealtad al desmonetizar la pluta y t:!
papel, ~n arreglar el .Clambio de manera
que quien rec!lm la3 nuevlls
piezas en cambio de l~s que se de~.
monetizan, no sufra nm,guna pérdida:
que ha contratos se cumplan de
modo que con cada monedll estipulada
el acreedol' reciba en la época
del reintegro el mismo poder adqui.
sitivo que el día del préstamo. Y
cuenta quc estas consideraciones las
ba\lumos abonadas por autores hn
respetables C01110 Bambtlrgel', Soetbeer
y Goffcken.
Al conclnír estas observaciones,
hechas' con la mejor fe del mundo,
nos mortifica la mala impresión que
en La Orónica pueda haber dejado
la rectIficación que hicimos aCs de que se
dedujeron conclusiones bastallte forzedas.
Por encima de los intereses
de la polémica, cada cual, por su
parte, ha procurado colocar los del
país. Y cuando esa justicia se hace
á los sentimientos, no caben 1'11 el
ánimo intenciones hostiles.
DISCURSO
DE FH>EL CANO, EN LA FIESTA DEL
CT~NTi!:NARIO DEL GENERAL JOsÉ
MARíA CÓRDOBA, EN RÍO NEGRO.
Señores:
En el año de 1878 tenía yo la
honra de presidir la Corporación
Municipal de Río Negro, cuando fue
inallgur"do ese glorioso sepulcro, y
en repre8lmtación de tan respetable
Cuerpo, hube de dirigir la palubra,
desde esta misma tribuna, ni numeroso
concurso que presenci6 la cereo
monia. Hoy, á los veintiún años de
pasadll. tan solemne ocasión, vuestros
· ediles, como si quisiosen supe·
rar en benevolencia para conmigo
á sus predecesores de . entonces, me
llaman nuevamente á ocupar este
puesto, en día más grande y ~lorio.
so, si cabe, que el muy ilustre que
acabo de recordar. Ya veis cuán
obligado estoy, aun siu contar otras
muchas causa~ de gratitud, para con
vuestra noble y generosa cilldad y
para con sus dignos representantes.
Por más elocuencia qlle tuviese yo
y por más felizmente qlle hiciera
aquí uso de ese d6n soberano, que
daría sin saldar mi deuda de agradecimiento
(Jara con vosotro~ . I Qué
no me sucederá, pues, faltandome,
como en absoluto me falta, prenda
tan digna de envidia, y viniendo,
como he venido á Poste honroso sitio,
entre múltiples cuidados y atencio,
nes que apenas· sI me han dejado
tiempo y calma para medio coordinar
mis ideas! Aliéntame, empero,
la esperanza de que la'misma pródiga
benevolencia con que aquÍ me
habéis traído, os asistir~ para escucharme;
y me anima, además, la
persuasión de que me abonaréis la
buena voluntad con que . acudo á
vuestro llamamiento,. mi palpable
deseo de corresponder á. la hónra
que me dispensáis, y . mi afecto y
adhesión á Elsta tierra del laurel y de
las flores, del valor y de la belleza,
del patriotismo y de la cortesía.
Quien se acerca á una tumba,
señores, no á guisa de viajero indiferente
ó curioso, más llevado por
un sentimiento ó por un deber, la
saluda con amor ó con respeto, la
riega con sus lágrimas ó la cubre de
flores, y veces hay en que ha de pedirb
una enseñanza de tántas como
pueden dar á los vivos esas mudas
pf,lro elocuentes cátedras de la muerte.
Al sepulcro de Córdoba venimos
hoy como al de uno de !os más preclaros
Padres de la Patria; como al de
UIlO de los más nobles mártires de la
Libertad; como al de uno de los más
hermosos y poéticos tipos de hel·oísmo
que ofrecer pueda la raM humana,
y también como á uno de los
quo en Hispano-América mueven
más á meditación el ánimo de quien
estudia los problemas políticos de
nuestras Repúblicas, Saludemos,
pues, con gratitud la tumba del pró.
cer; cou dolor-que cuando lo siente
la posteridad se llama indignación,
y no llora sino anatematiza-con
dolor indi~uado, la tumba del mártir;
con admiraci6n y entusiasmo,
la del héroe de hazañas increíbles.
Cubramos de flores, laureles y palmas
ese monumento que es como un
altar cívico, y preguntemos á la vida
del que descansa al/í, qué perseguían
él y sus inmortales campañeros, en
su dilatada senda de sacrificios y de
victorias, qué soñaban tras de sus
trunfos, qué reclaman de nosotros
ahora, qué condenan de nuestra labor,
qué nos aconseja su patriotismo,
tan grande como sus proezas.
Yo saludo, compatriotas, en esto
monumento tres glorias á un tiempo
mismo: la del héroe cuyos restos ee
encierran ahí; la de la Patria, q ne
por el bra~o de ese héroe existe ahora
y fue grande ayel', y la de esta
ciuda(l, que ha merecido ser dueña
de tan nobles despojos. Salve Córdoba
I Salve Colombia! Río Negro
Salve I
La Ley nacional que confió á este
pueblo la perpetua custodia dEt esta
~umba, fue respetuoaa,jllstioiera y en
dos sentidos remuneradora. Acató la
tácita pero evid ente voluntad del
prócer, al situar pafa si~mprfl FU
mausoleo en esta á quien él apellidó
«ciudad tunada d~ Sll tilma», á quien
ungió como á madre con esa espontánea
y culur08a manifestación de
su afe~to, y tÍ quien además coronó
espléndidamente por patria suya, con
los áureos laureles di.l su pI'opia gl.oria;
fue justo el Legislador al dejarle
á Hio Negro las preciosas reliquias
qlle esta ciudad recogió poco
menos que en el rni@mo sangriento
campo del Santuario, y que guard6
después pOl' tántos años, amorosa y
reverentemente; y por último, al
poner aquí esta ilusb'e tumba, el Congreso
de Colombia supo prfIDliar á
la vez-con tan feliz acierto como
hermosa y profunda filosofía- al
egregio General Córdoba y á 111 noble
ciudad de Río Negro; porque, ¿qllién
qlle ame la Libertad hasta ser capuz
de morir por el/a) no querrá dormir
en tierra de libres el sueño perpetuo;
ni qué pueblo de libres ·no tendrá
á honra y dicha singulares posear
el sepulcro de un martir de la Libertad?
Lo que acabo de expre.ar me lIe·
va por un instante á algunas leguas
de aquí, y. en verdad que á no tener
yo claro deber de imponerme límites
estrechos y precisos, arrastraríame
también, tras los recuerdos y glorias
de nuestro héroe, por mediocontinente
americano. Pienso, iba á deciros,
que tÍ esta misma hora en que Rio
Ndgro, con legítimo orgullo y delirante
entusiasmo, rodea e~ta tumba,
que es su blasón y su escudo, su alcár.
ar y su fortaleza, su estímulo y
su salvaguardia; á esta mi8ma hora
en que vuestra ciudad se ciñe ante
el mundo la corona que la acred ita
dilecta del héroe de Ayaoucho; á esta
misma hora en que des~liega como
ej ecutoria valiosísima la carta en
que el prócer la apellida su patria; á
esta misma hora reoito, otro pueblo
igualmente patriota, amante da las
glorias nacionales y fiel á la Liber.
tad y á la República,-pueblo her·
mano hoy de Rio Negro, si en ot.ra
época su hijo,-ce!ebra también con
alborozo esta gran fecha memorable,
y, congregado en la que pudiéramos
J1aml\~ alcoba sl.Igr,lda deL ho.gar de
los Dórdobas, cubre de flores la cuna
donde durmió por. vez primera el futuro
derribado!· de tronos.
Motivo de patriótica complacen.
cia debe ser para nosotros, señores,
el que dos ciudades colombianasdejadme
decir antioquflñas-sean las
que á porfía pagan hoy · al ínclito
guerrero de Boyacá, Calabozo, Pichincha
y Ayacucho, la enorme deu.
da de' gratitud que para con él contrajeron
al surgir de la nada de 11
esclavitud á la vida de los pueblos
libres, las cineo Repúblicas creada¡;
con la potentll ayuda de su brazo.
La emulación nobil!sima. que ha
animado tÍ Rio Negro y á Concepo
ción en los preliminares de la doble
fiesta, queda abora magníficamente
premiada en ambas, con la satisfacción
que Ulla y otra hlm de experimentar
viendo tan enaltecida y hon·
r\lda la memoria cuyo culto han ve
nido displltandose; y debe extinguirse
ya tal emulMión, al comprender
las dos ciudades, hoy mejor que nunca,
cómo la gloria de su héroe da, no
meri4mente para dos sino pam mil
patrimonios de ¡'ncalculable valla.
El abrazo de los dos pueblos ante
la cuna del héroe y ante el sepulcro
del mórtir, es el homenaje más
grande y mús digno que pueda ofre.
cerse hoy al inmortal cuyo recuerdo
llena en este instante, aquí lo mismo
que allá, todas las almas y sacude
todos los coraz.ones. i Vivan Río
N egro y Concepción, unidas por su
amor ti la gloria de Cór,doba, por su
ejemplar patriotismo, por su lealtad
á la. República y por su ardiente anhelo
de institllciones libres!
Llégase uno tÍ esta colina con el
propósito de ofrendar flores y laureled
y palmas, y se detiene ante
(:09 ,consideraciones que) por dicha,
exaltan el orgullo del patriota más
que humillan la vauidad del orador
ó del poeta. ¿ Qué flores ni. qué corona3
corresponderían dignamente tÍ
la grandeza simbolizada en ese monllmento?
¿ No es la memoria de un
héroe incomparable, la extraordina·
ria epopeya de nuestra em,mcipación,
las glorias todas de la Patria,
lo que surge aquí á la menor evocación?
Y luégo, d no está hace tiempo
mllgníficamenta engalanado ese
sarcófago con los . grandes nombres
qlle la gratitud nacional hizo esclllpi
r en sus mármoles! ¿ No véi~ allí
esas rojas flores de la historia que
decimos combates y batallas? Leed:
La Puerta, Achaguas, Chorros Blan·
cos, 1'''l1erife ..• , .• ¿ No véis esos laurel
es inmarcesibles que apedillamos
tri unfos, victorias? Leed: BOYrlcá,
Pichincha, Ayacucho ..•..• ¿ No véis
esa palmll de inmortal verdura que
nombramos martirío ? Leed: el San·
tuario!
Peliwo cierto de salir con púlidos
elogios, con alabanzas cien veces
dichas, con fa stidiosos lugares comunes,
corre uno si intenta bosque'
jar la gallarda, titánica figura del
guel'l'ero que reposa en ese mausoleo;
más ¿ quién, si llega aquí, no le
nombra? ¿ quién, si le nombra no le
ve alzarse en el magnífico campo de
nuestra historill patria 1 ¿ quién, si lo
ve, no le sigue, arrebatado} en su .
marcha trillofal ? ¿ Y quién, delante
de sus hazañas portentosag, retiene
un grito de entmiasmo y admiración?
Mirad esos trofeos, leed esas inscripciones,
nombrad á Córdob ~1 siquiera,
y veréis cómo os parece al
punto que asomfl en el Oriente de
nuestl'a nacionalidad un astro radiante}
que asciende y asciende, entre
nubes de humo, torbellinos de
fuego y resplandores de gloria, hasta
brillar :Ieslumbradoramente en
Ayacucho, verdadero zenit de Sil
fama, y que luégo, sin mengua alguna
de su lumbre, va á sepultarse
trágicament~ en el ocaso del Sautua·
rio, hundido por obra del asesiuato
mus que de la victoria enemiga, pero
para resurgir al instante y torn ar
como de ua salto á ese zenit .Jonde
ya le visteis y donde habrán de acmirarle
cuantos siglos de vida tenga
el mun.do.
No es propicia á la v6getación de
la leyenda la escudriñadora edad
pl'egente, y menos aún lo serán lag
que en pos de olla han de venir; más
Córdoba tiene lo ba~tabte p:ua gallardear
en la historia, entre Aquiles,
el Campeador y Bayardo, con
sólo la mitad de lo que la más rigurOSl
crítica dé por evidente en el
acervo de sus proezas. ¡Y cómo no
tentará milfíana la marcial figura de
ese Generalísimo imberbe, á los poetas
épicos, tÍ los pilltore .~ enamoradoa
de Marte, á los escultores que
eueñan con encarnar en mármoles y
bronces la fuerza y el valor, el heroísmo
y la victoria I
Varonilmente hermoso; de talla
y formas prop'lfcionadas ; marcial y
gallardo el continente; levantada y
arrog:mte la cabeza; serena la faz;
la mirada, hecha serie de relámpag03
que se avivan con el ardor del combate;
la voz, cuando manda ó anima,
compendiosa pero enérgica re·
fundición de todos los acentos bélicos:
aguda como són· de clarín, rúo
pida y sacudida cllal redobles, como
denotaciones ruda; su verbo militar,
breve, audaz, expresivo, sencillamente
original, de eficacia decisiva; su egpada,
temible acumulación de rayos
en un acero; su mano, una de la3
zarpas de l~ Muerte; su brazo, una
ala de la Victol"Ía; su pendón, el de
la Independencia mientras hay españoles
contra quienes llevarlo; el de
la Libertad, desde que la Libertad
se ve en peligro; su corcel de guerra,
el primelO que le dan, si es que
no prefiere ir de infanta, para cerrarle
así todo camino á la derrota;
cuando jinete, el caballo que le lleVa
tientl que estampar el primero su
ferrado ' casco en el campo enemigo,
como sello de su señor, · y
aprender aprisa ti saltar de trilln·
fo en triunfo ...••• Tal se me apare.
ce, señores, si lo evoco, el héroe cuyo
centenario celebramos; y si á veces
me entretengo en cambiarle el uni.
forme de General colombiano de
prillcipios del siglo, por 103 arreos
de! guerrero griego, ó por los del
romano, ó por los del cartaginés, ó
por lo~ del galo, 1> bien por ot,ra
cualquiera de las vestiduras que el
hombre ha lI~vado á las batallas, lo
veo siempre gallardo hijo de Marte,
siempre marcialmente hermoso, y
lo hallo digno de ir en el desfile de
los héroes al lado de Josué ó de
Héctor, de Scipión ó de Aníbal, de
V crsingetórix ó de Godofredo, de
Rlyardo Ó del Gran Oapitán, de 'furentl
6 de DessaislC .•• Y es que Cór·
doba nació para la guerra, como el
ave para 01 vuelo} y fue una de las
más hermosas, genuinas y 'perfectas
encarnaciones del espíritu bélico que
en el mundo se-hayan visto ¡así co-mo
la gran causa á cllya defensa le
correspondió servir con efi0acia de
factor capital. fue la más noble, la
más bella, la m!Ís jusb, la más santa
entre las innumerables qne han hecho
verter sangre sobre la tierra.
Dije al principio que una visita á
un sepulcro no babía de ser acto de
mera curiosidad ni vana ceremonia,
y ni simple manifestación de sentin~
iento, sino también ocasión de pedir
tÍ 10 pas'Ido enseñanzas para lo
present(l, ú la muerte consejos para
la vida} y ahora añado que si ello ea
así en tratándose de cualesquiera sepulcro"
os mayormente cierto cuando
el qlle se visitrl portenece al grupo
sacro de las ¡{I·andes tumbas.
L'I de Córdoba ea de este número,
como lo son las de todos uquellos que
dieron á Colombia vida con su muerte
ó con su esfue¡'zo, siquiera las cu-
. bra, en vez de rico mármol, tosca
piedra ó humilde césped; y m!ü haríamos
10B colombian09 de hoy si
pasásemos de largo junto á ellas tan
necesi, ta do s como venimos de 'a ltos
ejemplos que seguir.
Si se considera al General José
María Córdoba como ciudadano, se
Te que en .tan noble figura el patriota
no desdICe en nada del guerrero,
y que, antes bion, resulta ~u amor ti ,
la Plltrifl gellla preciosísima que en.
gasta pt'rfecta y armoniosamente en
el oro- de m valentía. Do~ rasgos son
suficientes para poner en SIl punto el
patriotismo dol prócer antioqueño:
quitad de osa corta cuanto Dril/ante
existencia los breves días de la infancia
del héroe, y ved cómo todo lo restan·
te fue para la Patria, exclllsi vamente
para la Patria. Ea cierne consagr6
su vida Córdoba á la causa de la
emancipación de América, y en flor
la sacrificó luégo por la causa de la
libert.ad de Colombia, sin que para
lo primero hubiesen sido obstáculo
los laz03 de su familia con la Madre
España, ni para lo segundo sus
propios vínculos con el Libertador,
ni su incomparable posición en el
Ejército.
La fisonomía moral del ilustre
C6rdoba no podría estimarse bien ni
ser equitativamente juzO'ada, si no
se estudiase antes el m~dio excepciolHif
on que él vivió, tarea qll3 no
es para estos momentos; pero hay
en esa fisouomía rasgos tan inaquív?
camente hermosos y nobles, que
bien puedo señalarlos desde ahora
sin temor dd que nada pueda borrnrlos
ni debilitarlos despué8. Con~tan.
. cia y fe, energía y firmeza, lealtad
y desinterés, vi rtude.; fueron del
prócer; su magnanimidad con los
vencido, en Ayacllcho, 11011 da mues.
tra riquísima de lo que era ese filón
de su caráctel'; si hay quien diga
que la legítima estimación de sí mismo,
llegaba á soberbia en nuestro
gran conterráneo, pionse cuánto se
disculpa ese sentimiento con tanta
gloria en tan corta vida, y recuerde
luégo la modesta declinación de la
corona de la Paz; hecho que nos da
ocasión para descubrir y apreciar
otra prenda sobremodo hermosa del
gentil gueI:rero: su afecLo á la tierra
natal, por el qne vemo! cómo había
abundantes raudales de gratitud, de
delicadeZl y de ternura en el fondo
de aquel corazón de soldado.
La gran leccióu que nos dan los
próceres de nuestra Guerra Santa,
es simplicísima en su esencia, si harto
complicada en sus pormenores:
"amad á la Patria/'nos dicen,nos gri. e~.
Nosotros no sabíamos, pues, si la
Rusia nos acompañarla.
En fin, para nuestra situaoión moral
delante de Europa, era incontestable
que el pretexto ó motivo de la guerra
no nos colocaba en situación ventajosa"
aun.que nosotros hubiéramos podido
decu' que est,'Ibamos en el caso de legíma
d,efensa y que, sintiendo minado el
suelo á nuestros pieE, no teníamos otro
medio que la contra-mina para defe¡¡.
deruos. .
Habéis citado al Coronel Maul'el
calIJO testigo. El os dirá lo qQ.0 pasó
en el Consojo de Guerra y cuáles fue·
ron sus impresiones.
Las piezas secretas me fueron devueltas
por él, y no he Silbido cómo laa
comunicó al Consejo.
Por una serie de dedacciones, el General
Mercier expone que él ha llagado
á determinar qúe el oficial culpable no
puede ser sino Deeyfus, cuyo caráotol'
estudia. Lo presenta como un hombre
de inteligencia notable, muy informado
de todlOs las cosas y capaz de las in·
discreciones más graves.
El General estim! que Dreyfus miau·
te ouando asegura que uo conoce los
diversos dócumento. enumerados en el
bordel'eau, documento~ que Esterhazy,
simple Mayor en Rouen, no podía conocer,
especialmente la pieza número 120.
Del examen del bordoreau hecho por
el General, dedujo las siguientes con,
seouencias: l.a, qua ese documento
no puede ser obra si no de un oficial da
las oficinas 3.· 6 4." del Estado Mayor;
2.8
, q lIe de esos oficiales Dreyrns es el
único que podía conocer la pieza número
120 y su freuo, y 3.·, porque seh~
notado la falt!\ de docum.eutos en tod!\B '
aquelllls (ficinas en que estuvo Dteyfus.
El G3neral concluyo así:
Estoy, oomo todos los hombres, su·
jeto á errar, pero BOy homado, he Stguido
con grauel" ansiedad lJ8 debates
del proceso de revisión, y volviendo á
mirar á Dreyfus, le dice:
-Si yo hubiese tenido alguna duela
habría venido á deoir aqul: m~ he en.
gaiíado de hltena fe."
Dreyfus se levanta entonces, y con
un aoento de rabia y de dolor, exclama;
-Deblas decirlo.
Una pllrte de la sala aplaude, pero
el General replica:
-y bien, nó; á pesar de los esfuerzos
hechos, á pesar da la illlnensidarl
do los millones gAStados, mi convicción
es 13 misma.
Terminada la declaración, y en el momento
en que el Presidente ib" á levantar
la sesión, Mr. Casimir Périer
pide qUI! se le oiga de nuevo contra·
dictoriamente o:m el General Marciar.
Los defen~or€s de Dreyflls piden que
se les pormita interrogar al General.
Asi, señores, yo debla por interés de
mi país, hacer todo lo posible para
evitar la guerra.
Por otra parte, ¿debía dejar á los j ue'
ces del Consejo de Gll\lrra en la igno_
rancia de los cargos que pesaban sobre
Dreyfus?
I
llip
-=~
ORONlOA.'
Vosotros conocéis esos cargos. EBas
piezas constituían entouces lo que se
llamaba el expediente secreto.
¿Podía recurrir al secreto relativo de
las sesiones seoretali?
Seliores, yo no tengo conlia nza en
1M sesiones secretaR y creo que las revelaciones,
las publicaciones ilioitas y
escandalosas de 108 últimos tiempos os
han edificado á este respecto.
La preusa llega ti posesionarse de
todo lo que qui"ro y lo publica.
En 03as condiciones, yo hice 10 que
se había hecho en la mayor parte de
las causas de espionaje surtidas ante
los Tribunnles civiles ó los militares,
especialmente en el jnicio de Coutin,
sin protesta de nadie.
Yo puse bRjO una cubierta sellada
las piezas secretas que vosotros cono·
céis, as! como el comentario relativo á
ellas, y los en vié 111 segundo ó tercer
día al Presiden le del Consejo de Gue ·
I'ra, haoiéndole decir que yo no tenía.
el derecho de darle UDa orden positiva,
pero que le daba una orden moral,
bajo mi responsabilid~d, de que co,
municara esas piezas al Conaejo, porque
yo e8timaba que debían conooerlas.
'-Digamos bien en los dedos que
los m~nejan, observ0 Mr. Sylbester.
Ueted no oirá con frecuencia esta
música.
-Me alegro, dijo ella, y luégo en
tono rápido expuso-Comprendo que
el oir música Seme)allte haga época
en nuestra vida, y una escala de pensamientos
que val~ hasta la eternidad;
no podemos experimentar á menudo
esas sensaciones, se conluudiría el
esplritu si acaso no ahogaba sus go·
ces. Por lo menos así me parete,
añadió ingenuamente, mirand.o á au
prima que llegaba en ese momento
de un cuarto distante, en donde habia
estado preparando el efecto de
un cambio ell el arreglo de dos peq
uelÍas monstruosidades del género
japonés.
-¿Qué le parece á usted? pregun.
tó la señora, la música de Mandeville?
Excúseme, Sylbester, e3 el apellido
por que usted desea que se le
dirijan. Bello, ¿no es cierto? dijo en
tono dejativo, mientras ocultaba un
malhadado bostezo ell los pliegues
de su vaporoso pafíuelo. Mr. Turner
dice que el vacío que usted ha deja::lo
eu el mundo musical abandonando
el concierto por el escritorio, no
puede llenarse, prosiguió1 como si
Ocaña, 6 de &ptúmbre d~ 1899.
Sanores doctor~3 Aquileo Parra, José Maria
Ruiz, Juau E. M¡mrique. "
Important,ísimo telegrama ustedes, cólmanos
satisfaccion. L.ibaralos esta provincia,
mantenidoe siempre unidos doctrina
y al pie limpia bandera sostenida
por incontrastables jefes, continua,
remos dil!pl1esto~ aoatar benemérito Director
y cllmplirsus órdenes. Comunical'émos
am igos.
Manuel Lapeira, Mauuel Lanao, Hemel
Flól'ez, Alejo M. Afllllya, J;¡¡mael
R. Lobo, Ernesto de (lastro, • Ezequiel
Lidueñez, G. Aguado.
Soccorro, 6 de Octubre de 189S.
Señores Manrique, Parra, Ruiz.
Reoibimos telegram;:- Cumpliremos
recomendación, informarémos r.JBultado.
Alejandro Gómez Santos, CllrlOS Enoiso,
J. F. Gómez Pinzón.
Vélez, ~ de Ootubrt de 1899.
SroB. Dres. Aquileo Parra, Manrique, Rui!.
Recibido telelegl'ama del cinco: as!
hemoH interpretado nosotroa patrióticos
sentimientos de unión proclamada por
ustedes. Obraremos en ese sentido, pues
no conoíbesi unión, disciplina sin fran.
00 sometimiento futura dirección.
Moisé8 Matéus-Manuel Pintón
'--"--'I..~~
hablara á su sobrÍ:lo, aunque no miraba
ell esa dirección, por estar en
ese momento empeliada en sumergir.
se en su silla fa vori tao
-Me alegro, contestó corte.mente
Bertram, sonriendo, en haber merecido
la aprobación de un critico tan
ilustrado como Mr. Turner. Confieso
que el arte ¡¡fe ha causado tormentos,
observó á su tío por sobre el hombro,
para pensar que no volveré á ver
jamás aq uellas miradas como extá·
ticas, que á veces he descubierto en
algunos de mis oyente;.
y á continuación empezó Bertram
un canto sagrado, el reVerso comple·
to de 105 tonos palpitantes con que
los había hecho estremecer antes.
-¡Ahora estamos en un templo 1
murmuró, Paula, dominando el inte.
rés y la curio3idad que las últimas
palabras del joven habían despertado.
y el asombro que se pint,lba en el
rostro de PauIa era la interpretación
más acabada de aquell ()s nohles so·
nidos.
-Tt:llgO algo que decir á ustd,
Ona, dijo MI'. Sylbester pocos minutos
de,pué5, cuando acabJda 10\ mllli.
ca, se Sentaron todos pora la charla
oe de,pedida cerca al 'fuego. He tenido
noticia de que los Direct0f!S
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
,- '
JL DIABlO
; ~ .
Andes, 2 de Octubre de 1899.-Libcral, ¡"c·
gui.
"Oh,b Liberal Andino" , Departamento
Antioquia, deplora profundamente
sensible pérdida nuestro eminente
repúblic(', hombre estado Luis A,
Roblee. La patria llora justlsimo duelo,
uno BUS más eHclarecidos ciudadanos y
liberalismo biente pérdida intensamente.
G. Ul'ibe, Felipe Arias, Laureano
González, Laurcncio Pérez.
=
"Las verdaderos civilizadores de los
pueblos uo han sido los ¡¡;uerreros, ni
aun los tribunos; han siQo 10B homb,'es
sanos, benévolos, enérgicos para el bien,
incansables para el trabajo, partidarios
del progreso, sobrios y activo~ ,"
•
Asuetos parlamentarios
Traducido del Fraucés
Socorro, v.-Liberal.
Anoche quedó oonstituída " Sociedael Algu'no$ señores de aspecto grave,
Sooo-rrana de Hacendados Liberales." que saludan pooo, pero que son muy
Adoptó proposioión de condolencia y saludados, subieron á los vngones, El
homenaje por muerte del inmaculado trén parti6. Dos personas quedábamos
Robles.-Jull'o Ué8a¡' GÓmez. en la plat~form!\: un viejo, bien vestido
ltrct,Ieta ele hoy (mattinée). Par- Y de modales muy oorrectos y yo. Son-que
da Santander. riendo me dijo:
-N ueBtrO~1 elegidos se van; hacen
Seleccion, Bohene Puccini.
S
bien, porque el hombre no hace nada
Valses, Kunstler leber trallss. útil sino en el aislamiento.
Sevillana, D. César de Bazáfl Massanet. Imponiéndome silencio con una senal
Polka, El Ylmque Parlow, de 111 mano, continu6 así:
Vaya nuestro pé¡;ame á la fami- -No quiero deoir que, tratándo~e de
!ia de h señora Pratrocinio Sónchez de un trabajo material, cincuenta brllzos
Ramos. hagan menos que dos. El hombre pue.
Los kioskos están á punto de de comer en compañía y comer más;
empezar sus servicios; ptlro hemos de puede batirse, matar, morir al lado de
hacer algunas observaciones que no es- sus semejantes y lo hará bien. En todo
tán fuera de lugar. lo que depende de un esfuerzo mUSOll-
Vemos, por ejemplo, que les hacen I!lr y de un anhelo pasional, los hom-falta
unas plataformas y que son de brea reunidos, pueden más y mejor que
const"ucción má~ qUO l'Udimental'ia, de los aérea ai~lados, {¡ causa de la emul!¡-
modo que hieren hasta el ojo del más ció n que se despierta entre ellos, de la
lego en estética. excitaoión que se propagn, de una espe-
En cuanto {¡ 10B que se han oolocado cie de electricidad.
en la Plaza de Bolívar, apenas se han Pero si se trata de pensar ...... Señol'l
podido escoger lugares más inaparentes: habréis de reoonocer que s6lo un pen-pues
allí donde estorban el paso de los samiento realiza los trabajos más impor-coches
y se levantan los kioskos, tantes. El hombre no piensa válida-
Esperamos que el caballero señor mente sino en tanto q ne e~té solo, el hom-
Guzmán atienda á nuestras obRervacio- bre uo vale sino completamellte sólo;
nes, 'inspiradas tan sólo en el deseo de no quiero decir en la soledad sino por la
que el público pueda gozar á sus an- soledad. Las COS8S verdaderamente gran-chas
del nuevo sistema de avisos, y qua des y bellas llO son sino el fruto de una
el Empresario adquiera muchas, pero individualidad solitaria. Los grandes
muchas pesetas, como bien 10 merece. descubrimientos tienen fiU origen en un
Va,pores.-Honda, Octubre ti de 8010 cerebro, llls palabras fecu.ndas co-l899.-
Hoy ti las cinco U. m. zarpó el rresponden ó uua 801a voz; los vastos
vapor Rlcaurte de la Compañia Colom- planes se forjap y las grandes ideas se
biana de Trllnsportes, con veinticinco conoiben en el fondo de 'ln gabinete,
toneladas, cuatro pasajeros, destino Pu- por una sola individualidad. '
rificación. -Sea así, pero todo esto no tiene lu-
Girardot, Octuhn 5 de 1899.-Hoy gal' sino después de haber germinado sor-n
las ocho a. nI. zarpó de bajada el, va- damente en toda la sociedad; el pensa-por
Venezuela de la Compañla enlom- miento universal se ' manifestará por la
bialla de 'l'ranspol'tes con setenta y tres boca de un solo hombre, pero será
toneladas y cinco pasajeros. ,,' pot'que ese hombre es un genio y el ge-
Guataquí, 3 de Oc/ubre de l8'~,9.:- nio representa las ideas y las tendenAquí
el vapor" VenE!zuela" de 'la Com- cias de toda una época.
p!lñíaColombiana de Tran8portcs para -Consiento en ello; pero al menos,
Ricaurte, con correo, dfez (10) tonela- para encontrar la fórmula de las ver-dll~
y veiutidos pasajeros. ', dades latentes, para doducir un oonoep-
Girardot, 4 de .octubre de l'899.-Llegó to partioular de una nece;¡idad gene·
el vapor "Veneznela," de la Oompa- ral, para C'oncretar la idea vaga y no-ñía
Colo¡nbiana de 'l'ransportes á 111 una ,! bulosa que flota en el ambiente oomún,
con quince (15) toneladas, correo y , es menestar que busque s610 yen si
vE'inti¡¡iete (27) pasajeros. ,\ mismo. Si otro le ayuda, nada hará.
-Cómo 1 ¿negaréis la exactitud del
En la tarde d'el pasado ju\)ves y proverbio que dioe: "Hay m4s espíritu
después de urHl corta ,enfermedad mu'- en dos cl\beza~ que en una?
rió el oaballero alemán señal' don José -Sí, lo niego. Si por espíritu se en-
Spitzmúller. " ,: ' tiende el pensamiento, este sólo~ se desa.
Tel'ía el señor Spitzmúller una: alma rrolla bien en llna sola cabeza; el
aorisolada en los más exquisitos, sen- pensamiento es un fr'uto ,de la mente,
timielltos ; !',e gozaba en hacer el bien como la uva es el fruto de la vid, y no
sin esperar otra recompclJ~a que su habréis visto ~un racimo nacer de dos
propia satfsfaeción. ' tronCOR la á vez. .
Pierde la sociedad un ccmpl'eto ca- -Oh'l' las comparaoiones son las
ballero ; sus IImigos, el más noble y el peores razones.
más leal; la respet.able clI,sa de 10B se- -Lns peores razones son los prover-ñoras
Fernando Esser & C.', un repre· bios que se centre.dicen unos á otros.
eentante que le hacía honor; la colonia También diréis que de la discusión
alemaJJ!\ uno de sus miembros mlÍs no- ~ale la luz?
tableb y el comercio de esta ciudsd '-Sí, señor, de la discusión sale la
UIlOS de ~us más intelegentes favore- loz.
cedores. -Para Jos tontos!, de la discusión
En w e8tlmabilíbima familia deja apenas sale luz débil, que casi no es
inmenso é inllenable vacío. I uz; luz confusa, que por lo mismo no
Reciban desde aqnl su señor:¡. madre , es tal luz. La gran claridad slIle de la
su señor hermano y Sil señorita hijo, medit'acióll, yeso de una manera lenta
nuestro pésame más sitcero y ~írvale8 como.la fuente en E'I desierto.
de consuelo la seguridad de que al caer La verdad no reside ellla!! l'ennione8
Sil cuerpo, ~u alma fe file á Dios de- de hombres. Una reunión de hombres
j ando en nuestróH CNaZOn€S una me- no discute Kiho que¡Jisputa. Discutir es
lUoria eterna. una com grave que pueuen hacer dos '
J. V. C. hombres, pero que la agitación de una
Prensa del dia 7 , colectividad hace imposible. Por consi·
La C,'ónica continúa estudiando las , guiente, la facultad creadora de los
i1egalidad~8 que figuran en el pliego de hombres reunidos, eRtá en razón iuver-cargos
para rernatnr las minas de Muzo sa de su uúmero.
y Coscuez, y en este artículo, señala, -¿De su número? ¿Esto es matemá-además
de las anotadas en U;¡O an- tico?
terior, la:; provenientes del término -Geométrico, señorJ El análisis de
de quinoe años porque Re arrendarán una reullión de hombres; es un proble.
18s minas, cuando el Oódigo Fiscal sólo ma de mecánica que e;;t'Ú por re~olver.
permite arrimdar bienes uacioilai e~ 'por Las almas son fuerzas y las fuerzas se
5 años, y lo que se dice en el pliego contrarían. Es menester dirigir el pa,
con respecto á 108 li,nites de esas rr,iues. ralelogmmo de las fuerzas ('n detar-
El Autonomista explica los moti vos minado s3ntido para encontrar allí la
que llevan al Gonel'al Uribe Ul'ibeá resultante, yesta puede descender á
entenderse con 'el General Vargas San- oero. Os eutrego este teorema de la
tos sobre Direoción Libllral. progresión descendente, retenedlo:
Luégo pública la n'solución que han
tomado bU Dil'ector y Redactores de no
aceptar más polémicas con sus colegas
liberales.
El Hemldo en artículo titulado Con
la Linterna de Díógenes, considera que,
sin ser creyentes en los humbres proaidenciales,
si es tlvidente que a Colombia
le haoe falta un Colón que la Sllque
, do la rl1ina, que le <1eV'uelva ~811
libértad. Luégo, buscaudo las condiciones
y el medio de elonde podía sur¡
ir ese piloto) dice,
Un hombre piensa,
Dos hombres discuten,
Tl'és pierden su tiempo,
Cuatro pierden su vlller,
, Cinco pierden la oabeza,
Ciento equi valen á un conserje.
Porque cien hombres reunidos no
son cien cerebros siuo uno sólo: una
corriente se establece entre ellos, corriente
que la ciencia futura definirá
quizá, análoga al circuíto eléctrioo
y que probablemente no será otra
ti · . g) .
116S, Ll asamblea usa las palabras y
la multitud los gritos; aquélla produce
Ull murmullo, ésta un alboroto.
oosa corrienle medin, alma media, he, 1
cha Je todas sus nlmas, transfusión en
que ¿Ildn U'HI pierdo ~Igo de PU individualidad
prol'in para darla ti to~os , en
que las superioridades se esf'lman,
eu que el g~uio se funde, la fuerz fla
opustllR se balancean y se aniquilan,
hasl» que la unión sa hace eu ese equilibrio
normal que Re llama mediooridad.
Bl viejo habría continuado, pero el
tren se detuvo. Aoercándoso á mi
oído, me dijo quedo: Señor, yo soy
, Senador! convencéos: el hombre es in·
teligente, 1'1 asamblea es necia, la multitud
estúpida ,
No habéis tenido ooa&i6n de notar
que una reunión de hombres snperioras
no constit.uyen sino una reunión de
medioores? ¿No hllbéis notado al salir
de UIIIl reunión, la admiración de aigu-
110, por lo que habla creído, aprobado '
ó dioho, por 10 qué había esouchado sin
protestf\r, en esa misma rounión? ¿No
habéis sentido jamá~ esa revelación
bruscfI y tardía que aparece después de
que los sucesos han ocurrido, y que no
es otr:4 C0811 que la reconquista. del Y(l , el
rescate de las facultades pensantes después
de un momento de turbación 6 de
combate que las había desconoertado?
-De m~nera que un sér superior en
una Asamblea no sirve parn nada?
-Para muy poco, y esto por tres razones:
en primer lugar la 8óla aventura
de entrar allí le hace perder á este
hombre la mitad de su valer: sus facultudes
brillantes, las más superficiales y
las menos fecundas se de,arl'ollan, es
verdad, por In excitación nerviosa que
lo rodea y avasalla, ¿ Pero qué se hace
la mejor parte de su fuerza? Import.unado
aquÍ y allí por influencias de todQ
género, solicit.ado más allá por atenciones
di versas, ¿ es dueño por completo
de sí mismo? !onderle, pero no me dio
tiempo: ubrió la portezuell\, saludó y
mal'chOsc.
EDMOND HARAOORT
Blanca
REGUERDOS DE OTOÑO
(Traducido especialmente para El Diario),
Por primera vez, la nieve ha caído
esta mañana. La noche e~tuvo clara,
alumbrad n por el fulgor de los estrella~.
El sol surge de un lecho de nubes y
vaporeó. Bajo el follajo, el rocío tiene
casi la consistencia de la esoarcha; el
oésped está salpicndo de un menudo
polvo de plata color mate, que se riega
sobre las h'Jjus y las flores en forma de
lluvia menuda. El espasmo del invierno
reoorre la superficie de la tierra, y
eRte frígido uliento, mezolado á 108 olores
de las uvas maduras, de@pierta en
mí lejanas impresiones de otoño, ... Durante
mucho tiempo estuvieron como
cristalizadas en el fondo de la mtlmoria,
' hoy Re funden y oaen en forma de gotas
cristalinas, como este rocío menudo que
baña Iss plantas del jardín.
Uecuerdo el tiempo de mis veinte
años, cuando caminando al través de
los campos, me dirigía, una mañana ,
opaca, haoia la aldea nativa, en busca
de mi acta de nacimiento, aldea que
habla dejado á la edad de cuatro nño~_
Aunque salí muy temprano de París,
me faltaba todavía una legua para llegar
á ella .... No eonocÍa el oamino, por
lo cual y por la espesa neblina, temía
extraviarme. Adelante y medio oculta
por la bruma, peroibí la robusta figura
de un hombre qua lIeyuba ~ sus espaldas
un volumiuoso paquete. Era un
joven sastre que conduoía vestidos {¡
uno de sus clientes que vivía preoieamen~
e en M .... Al pl'eguntarle qué
ruta debía seguir, me contestó que colIOcla
muy bien el camino y que me
haría compañía. Contento pOi' h~ber
encontrado tan buen guia me ofrecí oí
ayodarle á cargar el fardo, pero lo
rehusó cortesmentc, no tanto ' por \lOtlsideraoión
á mis espaldas, cuanto (10
supongo hoy) por un sentimiento de
prudente desconfianza.
M"rch:\bnmos á lo largo de un sinuoso
sendero de viñas y legumbres.
La bruma se disipaba poco á poco y
al través de los sutiles velos del vapor,
se distinguían pedazos del cielo azul,
donde revoloteaban las alondras. El
viñedo de pámpanos rojos estaba en
parte, coseob.ado y el olor de las u vas
embalsamaba el ambiente. A medida
que avanzábamos IÍ través de la bruma
casi disipada, creíamos distinguir los
vallados de la floresta, los techos osouroa
de la aldea, la punta del campana,
TÍo que su destacaba por encima de los
castañales. ¿V eiamos en realidad el
campanllrio y el agrupamiento de la
floresta, ó s610 sent.íamos el olor de la
vendimia mezoladó con el de las hojas
marchitas? Lo ignoro, perll el paisaje
tomhba para mí un aspecto simpático y
familiar. Haoía diez y seis años que no
vela la aldea; y sin embargo, observaba
detalles locales que saludaba como viejos
amigos, como sitios y,á vistoe. Recordaba,
sobre todo, la CRsa de un labrador
que quedaba frente á la nuwstra
y donde pasaba muchas horas jugando
con Bianca, su pequeña hijlt. Creía ver
de nuevo el fino rostro de la niña, con
su color moreno pálido y sus cabellos
negl'ós.
Reouerdo también la tristeza que~
invadió su rostro el día en que le avisé
que dejada la aldea: .
Por lo demás, me era imposible reoordar
la fisonomía de un viejo, amigo
de mi familia, que me había conocido
muy niño y á ouya casa me dirigía. '
• ** .
A la entrada de la gran calle, mi
compañ('ró me indic6 la 08sa de mi
huéaped, quien me esperaba en el rincón
de Ir. chimenea. Al darle mi nombre
se levantó y me abrazó; y sin más,
me Ileyó al com"dor, donde la mesa
ofrecía IIbundantes manjares. Lo abri·
gado del reointo, la suculenoia del almuerzo
yel buen hum"r de mi huésped,
ml¡ hicieron entrar en coofianlia'.
Mi aufitrión, C01\ quien evooaba el pasado,
me recordaba ciertas aventuras
de mi infaucia; y mientras que él hablaba
así, mQ parecía vagar en el medio
de otro tiempo. Mis recuerdos casi extinguidos,
reoobraban SllS formas pri.
mitivas, sus coloi'es precisos, y por decirlo
así, volví á vivir los primeros
años de la vida. '
Qojub~ B dillElS
querido, ella es hoy una bella muohacha,
vive con su p9.dt,tj en la misma
casa y si quieres, vamos á verla,
Nos levantámo~ de la mesa, Cuando
llegámo8 íÍ la calle mayor, y ein qne
mi huésped me hubiese dioh,¡ nada,
me detuve delante de la cllsa que acababa
de reconocer por su patio lleno de
toneles, eu baranda carcomida y sus
dos antiguos pabellones. Mi compañero
empujó la puerta de la única pieza ' del
piso bajo, y presentándome á un hombre
pequeño y fornido, de aspecto bondadoso,
le dijo:
-!
Citación recomendada (normas APA)
"El Diario - N. 44", -:-, 1899. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3689536/), el día 2025-08-02.
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