ptldemos cnllflr porque seriamob crim:nales delante de
Dios i de' nuestra conciencia.
Los E nt:aqlles bruscos 1 repetidos que se dan hoi al Catolicismop,
son la :ínica causa que pnede ponernos la pluma
en la nm¡ no para haccrnos de nuevo periodi:otns. Amamo~
nuestra 1 relijion como 11 •n.em ni a de nu~:.~tra mad re: aun mas:
Ulas quue nuest1·a libertad. Creemos gue este sentimiento
es univvers 1!. N tda hai in as gr.ude. ma!l uhlime para el
corazonn humano que es 1 creencia s.mtu, llt·n·J ele consu~l 'S,
llena dde esperanzas. Todo puede perd~rse i Cl)n toda pérdi
da puedde conformar'c una alm'l bien form'lcla, pero con la
pérdida 1 de su relijion,nuncn. Ella es el únicr) patri nr)tlio del
desgracci do; i patrimonio tan rico, que' los pobre!" de here.
dados <'de la tierra si tienen fé, alzan sus ojos al Cielo i
pueden 1 compadecerse de los opulento.~ i felices.
Con la creencia santa !)ne vnnws n drfcndrr fut; mccicn
nuestral cuna. La 111UJl'r cri,tiana que nos di '1 ¡1 ln7., no~
la hizo mamar con la leche de sus pechoq. Es<\ creencia
ha emi..ulzado nuc~tro~ suft imit~ntc;s, nue ·tra!l mi.;erias.
¡Es tan 1 dulce rogar a Dios! ¡ E~ tanto consnel.l e!lperar
en su rmi eric0rdi~ i en su justicia ! - 'fiene llc1 ta poeQin
el Cato licismo, bl fuerza la verdad de suq doctrinas, que
no sube!mo~. no acertamos a esplicürnos cómo puede haber
hombrees qut•, dC5fliH·s el,• haber Vtsto;los prodijios de la
:varc1 1jen nun p >lvo al Cielo. No comprendemtlS
c~omJ puedt\ h tb~r hom 1 >rc.~ r¡u·~. de pite•: de h 1ber
hecho ccorrer rt >!1 ele M111gre i 1, grin1:1q, quieran r11m
,>Jjar; al p.1e'Jl J de !o Ú;-¡ic > <¡ 1e 11! r¡tt ·d-1, sn
rclljion. L·J h lbri 11no~ duuacl) aprs tr el.:! lo.; hechos que
he n lS ¡nrcseuciado i qu nos h1n hecho r.riza1 de horror¡
lo h 1hrimmos (ludarlo a¡J~~nr de la proclama del Gohcrbador
dtcl di-;tritu feúl!r·l! . 111. 1d 1 ;1! pulJ!ieo con ·OL'I\•Ion
(fe la e Jllll ion de ln'l mnnj de StiS ll1'l'l\l'ltórioq ; lo
babri.am•os dudado aun d "llll ' leer ], hoja sueltél
ulJJ¡ca,<,t;a en C. 0!1, dins j firmada p~r ." una cnlJcza
fresca, en <¡ue etot&.n C. tampados Jos ~l{;Ulentes concep-
OS : " Como dc~cuajAr un árbol tres vece!l secular sin
conmovcer el huerto t¡uc lo encierra? ¿ Era lójico, con·
eniente! o posible 11uspender tnn delichda operacion al
primer dloloroso grito del paciente ? . • • . . . . • . . • . . • "
'' Dejjar la semilla (bs mona!lterios ele monjas) para
ue fecmndara mas tarde, tro'nchar el árhol ~or mitad,
para que retoñara en seguida con mas vigor, era tanto
como hrucer e5tér illa medida. Hecucrdcse que la revolucio~
t nudole
Los sacerdotes a quienes, de derecho, tocaba esta
mision, están aterrados por la persecucion de que son
víctimas, i por eso nosotros acometemos la empresa.
Dio·s nos fa,·orecerlt. por que defendemos su cnusa, pnr
que no podemos creer que él envejezca, porque tenemos
las misma!'\ ideas qhe espresa el elocuente Poujoulat en
el sig-uie11te parrafo de su "Historia de Jerusalen: " ••
" :.\luchos e cng11ñan en punto al carac•l'r i a ll\
naturaleza de la Relijion Católica, la relijion de los pro.
jenitores, no viendo en ella mas 'lUe una forma necesaria,
mente destinada a recibir diversas modificaciones segun
las Yici5itude de los :iglos. El Catolicismo no es como
una vestidura de J eQucristo e¡ u e puede cambiar como t11das
las imájenes del mundo cstcrior, sino la misma doctrina
cr:~t · . 1 1 e'13eÍHIre clel Dio Renentor. Siendo esta düctrina
In verdad, debe per everar i ::-cr eternamente la misma,
porque la ve1 dad pen>e\·cra una e inmut:lhle encima de la
vida i del tiempo, encima de hs remolinos de polvo que
levanta el error, encima de Jos perpetuos trastomos que
se verific·tn en el mundo. No es, pues, filusofi.co, ni
lójico, ni ad111isiblc dccír que puede haber una nue:•a
verdad relijiosa adecuada a cada grand~~poca de la hlstoria
de la humnnida 1cer ese análisis, se :1ace nece!lario abrir las pO.jinas
( 1 ·' istoria del mundo i prtsentarlo tal como era
al tiempo ,.1. la venida d~ Jesus. .
Como la <1teri11 es mu1 vasta,la trataremos en una sene
de artlculo~.-
cer, el bsurdo de que esta relijion de caridad i ' paz es
n.t",!'ria a tocia idea de progt·eeo i de verdadera libertad.
unet\ e prueba este aserto, pero se repite siempre para
aperlo penetrar bien en la masa del pueblo que no medita.
te h~t sido el sistema de nuestros liberales. Nosotros
ovoéamos la polémica, los escitamos formalmente a que
nden E'n razones estos conceptos, i no3 comprometemos
i rebatirlos.-- Bien sabemos el riesgo que corremos,
eear de las garantías que nos aseguran tener. Pero no
V'amos a empezar.--Despues de muchos años de
luchas i de sanrrre, el pueblo rei que habia empe~ado por
ser una colonia~ de bandidos, era dueñc del mundo. Tiberio
era el César i el mundo era romano.-Nadie resistía al
poder del coloso que to~o lo hahia absorbid~, i los pueblos
sufrian el yugo c.ontentaudose con una sonnsa de :¡u señor.-
La piones que se ven al rededor
de una mesa de juego, i las matronas romanas presenciaban
esos espectáculos, e insultaban al gladiador caido.Cnanto
mas alta era la ola de sRngre vertida por aquellas
víctimas de la ferocidad romana, mas se encomiaba la
munificencia del César.-Diez mil gladiadores murieron
en una sola de esas fiestas que embriagaban de placer a
lo!! espectadores.
La satisfaccion de la venganza, era una virtud.
La debilidad, un crímen.
La compasion, objeto de burla, i la desgracia no en-contraba
un eco consolador.
Un solo pueblo, confinado en un rincon del mundo,
tenia idea de la inmensidad de Dios i de sus atributos.Sabía
que este. Ser único i omnipotente se hab1a revelado
a sus antepasados en melio de prodijios, habia celebrado
con ellos un pactn, les había dictado su lei i los habia
mantenido por muchos años en medio de un desierto, de
un modo milagrosa; pero este pueblo de dura cerviz habia
prevaricado tantas veces, i babia pasado en castigo por
tantas peripecias, que la lei de Dios estaba ca11i olvidada.Los
setenta ancianos que Moises habia elejido en el desierto
para que le ayudaran a gobernar el pueblo de [srael,
babian venido a reducirse al Sanedrín, especie de Senado
compuesto de doctores que tenian la mision de esplicar la
leí, pero que no pqdian fijar su &entido.-Habia varias
sectas en el pue.:>lo escojido, pero las principales eran
cuatro:-
La de los fariseos, que no creían nada eo el fondu i ponian
todo su conato en las esterioridades.
La de los saduceos, que creían que el alma humana
perecía con el cuerpo, i que la resurreccion universal se
refería a las masas, no a los individuos, porque Dios no se
curaba de las personalidadc~.
La de los eseniaoos, e:. p .ci c de monjes que practicaban
algunas virtudes ape~ar ue cree r en ¡,, infalibilidad del
destino, pero que encerraban sus creencias en un e trechu
círculo i se cuidaban celosamente de los no iniciados.
1 la de los terapeutas, que tenía puntos de contacto
con la de los esenianos, pero cuyos individuos eran mas
místicos.
Tal era la situacion moral del mundo, cuando un jóven
oscuro, nacido de una familia pobre, tan pobre que bu
madre lo babia dado a luz tn un establo, empezo a predicar
contra todos los vicios, i llamándose hijo de Dios i
Dios él mismo, esplicó la lei que solo el pueblo escojido
eono~ía, disipó las oscuridades en que el tiemp(l la había
envuelto, i probó su mision sobrenatural con milagros
&orprendentes i con una conducta sin tacha.
En vez de la venganza, enseñó la humildad.
Encomió la castidad, i hablo con las cortesanas para
hacerlas castas.
Elevó a la mujer a la altura del hombre, e impuso a
este el deber de respetarla.
Santificó la pobreza, i ofreció a los desgraciados un
reino eterno en compensacion de sus padecimientos.
Hizo caer la argolla de los esclavos, mandando a los
hombres amarse como hermanos, i prohibiéndoles hacer
a los demas lo que no quisieran se hiciese con ellos.
1 finalmente : hizo conocer a la humanidad su destino,
su dignidad i su mision.
El hombre Dios que enseño esta nueva filosofía en
medio del único pueblo que podía comprenderla, fué llevado
"por ese púeblo al patíbulo del esclavo, i espiró en él
rogando a su padre por sus verdugos.
Tres dias despues, los hombres rudos i cobardes a
quienes se había asociado i que llamaba sus discípulos,
aseveraban IR reeurrec.cion del j6ven carpintero, i los
ue guardaban el sepulcro, no pudiarn, en
cadáver cot1fladu a su custodié\.
es rudos i cobarde~. siguieron entónces.
con talento pasmoso i con \'alar ~in igual. la habor·
del nazareno crucificado; i todos de consuno reconuci1eruu
en Pedro al Jefe de su Iglesia.
Esa Iglesia iba: tomando de día en dia proporcitone!l
aterradoras para los jentiles i para los judio{, La $Htngre
del Nazarenu, semilla fecunda, iba fru~tificando, i el ¡patíbulo
infame en que murio, iba civilizat)do al universo sorprendido,
i convirtiénduse en objeto de adoracioh.
Las sectas en que est.tba di,·idida lu creencia judlia se
unieron entonces en un odio comun contra los cristiamos, i
la sangre de estos empezó tambieu a correr i a ha .:.:.
&ucesor de Pedro por su Jefe e~ptritual. . .
(J mo nosotros creemos que Jesucristo es D10s, 1 ~ue
Dios es la verdadera sabiduría, creemos que la doctnna
que él predicó es la que encierra la verdad. ComG la ~erdad
es una i eterna, no creemos que deje de converm a
ningup paia del mundo, ni podt';mos imajina:-~os qu"' haya
hombres que puedan hacerse, en sus concepciOnes, pe.
riores a Dios.
Sinembargo : hasta allá llevan algunos la insen ~tez Ch.
11u orgullo, i otros su codicia i su mala fé. .
¿I qué es lo que pretenden darnos en camb1o del ~a~olicismo
? ¡ La reforma protestante, la nada !-Su umco
fin, diglt.moelo t~Ín rodeo, es ¡10der continuar 1 ob;mdc a
maneah·ll.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
i Quiera D:os, tener misericordia de ellos, i cegarlos 1 ¿A qu6 ~e reduce una rehjion sin dogm::~s, sin misterios,
como a Saulo! sin sacerdotes. ~in culto, sin un centro de unidad ? Los
-o- innovadores afact<~n no desconocer Jos inmensos bienes
ES REALMENTE INCOl\IPATTBL~~ EL CATOLl- que la idea cri~tiana ha hecho a la libertad i a la civiliza-
CJSMO CON LA LIBERTAD? cion, pero distinguen maliciosamente entre la relijion crisEl
eimple exámen de su doc~rina i de su carácter no•
baetaria para probar hasta la sacredad que no .. Pero no~
proponemos ir mas allá, i, apesar de nue~tra JUventud r
nuestra ignorancia, nos cre~mos cap~ces d~ demostrar
tambien que ninguna creenc1a arm~Uiza meJOr los dere chos
del ciudadano con los del meJIStrado, los del que
obedece cun los del que manda¡ i en fin, que la influencia
del Soberano espiritual residente en Roma i que dá unídad
a nuestra fé, no es temible para los ciudadanos que
desean ser libres, sino para los ambiciosos que aspiran a
11er omnipotentes. ·
V éamoslo.-Mandándonos obedecer a las potestades
aunque séan díscolas, ee n~s impone un precepto que prohibe
la rebelion i garantiza los derechos de los soberanos,
reconocidos. El mismmo Cristo mandando '' dar a Dios
lo que es de Dios, i al César lo que es del César,, i san
pedro i san Juan respondiendo cuando se les prohibía
predicar " prirne~o _está obedecer a D!os gue ~ los hombres,"
pusieron l1mrtes a nuestra ohed1encra, r. n_os enseñaron
a ser sumisos sin ser abyectos. ¿Qué hrcreron los
cristianos durante tres largos siglos de atroz pcrsecucion,
bajo el yugo de esa larga série de monstruos CNOnados,
i degollados luego por la soldadesca desenfrenada,
que se babia hecho señort1 de la señora del mundo ?
Bastante valerosos, bastante independientes para desafiar
el rigor de lo11 majistr ndos i la ira. de los J óspot~s, ~uando
se les mandaba una co8a contrarra a su concrenc1a, se
dejaban descuartizar sin resistir, sin quejar~e siquiera,
respetando el poder que los heria, a pesar de que por su
nÍimero, que crecía de dia en dia como la espuma de los
torrentes, hubieran podido hacer pagar bien caro a los
adoradores de estátuas su fanatismo sanguinario. Esta
resietencia pasiva triunfó al fin de los amos de las naciones,
que veian ya con terror la potencia moral que había
de servir mas tarde de barrera contra las usurpaciones
del poder civil i de freno al despotismo. Desde su cuna,
la e1posa del Cristo ha contado siempre entre sus mas
encarnizados enemigoe a 1os ambiciosos i a los tiranos.
Ninguna teoría deslinda mejor que la doctrina católica
las funciones de lo:> poderes civil i espiritual, los deberes
del ciudadano i los del relijip'riario. Ella nos manda amar
a Dios sobre todas las cosas i al projfmo como a nosotros
mismos, i como consecuencia ·del segundo precepto, nos
prohibe hacer a otro lu que no qni.si.eramos qu~ nos hicieran
a nosotros. El poder espmtual debe .hacerlos
cumplir entrambos, su influencia se ejerce sobre los corazones
i las conciencias, su medio de hacerse obedecer es
la persuacion, su sancion está en el Cielo. El poder civil
debe hacer cumplir el segundo ; pero ~iendo por su naturaleza
incapaz de influir directamente sobre los esplritus,
tiene por apoyo la fuerza i por sancion las penas
corporales. Estando destinados entrambos poderes a
mantener el 61den i la moral entre los hombres, i siendo
la m o. al única, no puede haber lucha entre los dos, sino
cuando el segundo, olvidandose de su mision, ordena la
maldad. .Entónces el cat6lico resiste la obediP.ncia deJ
manduto que vi-olenta su conciencia, i se somete resignado
a la pena que se le impo.nga por su desobediencia.Obrando
así, ni es abyecto, :ni reHelde. En Dios encontrará la
reeompensa de su sacrificio, en Dios, cuya justicia infinita
tomará cuenta de sus actos a tc;>dos los príncipes, a todos
los gobiernos. i Puede hermanarse de otro modo la sumision
del súbdito leal con la noble altivez del hombre
libre?
Los impíos del siglo pasado, atacando el cristianismo
en todas sus formas, fuerorl mas lojicos, mas francos que
lo• partidarios de esa nueva secta que pretende hacer y.e
uweetra fé un aietemn filoeófico, i del CristCl Lll demagogo.
tiana i la católica romaua; suponiendo en esta una tendencia
a destruir lo! buenos efectos de aq11ella. Pero
nos otros preguntamos ¿son estus buenos efectos obra
de los tres últimos siglos? pueden atribuirse al protestantismo,
conjunto de millares de sectas nacidas ayer,
diferentes i enemigas unas de otras? Nosotros asegura.
mos que no; i si hai quien nos contradiga, Balmes, Fraisinous,
Sir William Cobbett, i otros, nos suministrarán
abundantes i poderosos argumentos para probar que la
llamada reforma no ~olo no ha activado sino que ha entorpecido
la marcha progresiva de la civilizaeion moderna.
Prcgu11ternos a la historia ¿cual es el oríjen del poder
político de los Papas? ¿ Cuales la causa 1 los efectos del
grand e ucre cent nmiento que tuvo en la edad media? ¿Cuál
el motivo de las luchas entre la tiara i las coronas P T
últi tnam ente ¿ es peligroso boi ese poder para la libertad
de los pueblos o para la estabilidad de los gobiernos ?
Ni aun los niiios ignoran que, a la caída del imperio
·de occidente , la Italia, destinada desde entónces para ser
el teatro de los combates i el premio de la victoria eu
casi todas las guerras europeas, era presa de la mas
horrible anarquía. Roma, acometida sucesivamente por
los griegos, i las diversas tribus de bárbaros, no estaba
tr anquila bajo el yugo de ningnn señor. El que la tomabA,
d e~ pu es lle 10bar i degollar a sus m01·adcres, se apr e.
su raba a reparar las brechas de las murallas para resistir
al que ven ia tras el. En medio de tantas calamidades,
los romanos no encontraban amparo sino bajo la capa de
los Pont ífices. E stos tomaban las alhajas de las Iglesias,
las entregaban al vencedor como rescate del pueblo, i
hac ían ce sar la matanza i el saquéo. Cuando el oro no
bastaba, el príncipe de los creyentes se presentaba casi
solo, con la cruz en la mano al enemigo, ofreciéndose
plir vlctima a su furor, e implorando su clemencia en favor
de los ciudadanos. Nadie ignora que de este modo hizo
an Lean volver a su vaina la espada de Atila. El pueblo
se acostumbró poco a poco a obedecer a su único
protec tor, al único poder estable en medio de tantos cam.
bios. Pi pino no creó, sancionó el poder· civil de los Papas.
Continuemo~.-EI mundo había dejado de ser romano.
En Roma acababa de cumplirse la tremenda leí de fspiacion
de que el Set~or no ha eximido a ningun pueblo
conquistador : arrastraba ya la misma cadena que SllS
esclavos. El imperio sufría el castigo de la asquerosa
disolucion, de las horribles abominaciones con que se
había manchado bajo el reinado etc los predecesores de
Constantino. Los bárbaros, despues de haberlo llevado
todo a sangre i fuego, habían sustituido a todos los poderes
i a todos los. der~chos su v?luntad i su espada.
Cada roca, cada emmencra, cada colma sostenia un castillo,
i cada castillo tenia un Señor, dueño absoluto de
las vidas i de las fortunas de los infelices habitantes de
los alrededores. En tiempo de guerra, ( i este era enton.
ces el estado normal, porque cada señor era enemiO'o de
!!U vecino ) los castillos se convertían en fortaleza~, ¡ los
castellanos en bandidos; i los infelices esclavos no sabian
qué temer más, si las espoliaciones de su señor o las represalias
del contrario. Los monarcas, revestidos solo
de una soberanla nomin_al, i tan bárbaros, por otra pflrte,
como sus turbulenlos vasallos, eran con frecuencia meno~
poderosos que estos. En medio de tanto desórden no había
otras leyes conocidas que las canonicas; entre tantas tinie.
bias no babia mas luz que la de la Iglesia, más tribunal
respetado q~e el del Po~tífice de Roma. Oigamos lo que
sobre esto dtce Mr· Ancrllon. "En la eda;1 media, en
que no babia órden social, él pontificado ~alvó tal vez a
Europa de una entera barbarie. Creó relaciones entre las
naciones mas lejan~:ts; fué un centro :comun, uó lazo de
union para Jos Eatado~ aisl11dos; fué un tribunal !!Upremo,
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
4 l~L CA.TOLICO.
elevado en medio de la anarquía universal, i cuyas sentencia!
fueron algunas veces tan respetables como re¡,petadas
: previno i contuvo el despoti!;mo de los emper adores,
reemplazo la falta de quilihrio, i. disminuyó los• in-convenientes
del réjimen feudal. ·
"El poder pontificio, disponiendo de las coronas, impedía
al despotismo hacerse atroz; así eu aquel tiempo
de tinieblas, no vernos ningnn ejemplo de tiranla compa.
rabie a la de Domciano en Roma. Un Tiberio, era imposible,
Roma le hubiera aplastado. Los grandes despotismos
llegan cuando los Reyes se persuad'en de que
no hai nada superior a ellos; es entonces que la embriaguez
de un poder ilimitado enjendra Jos mas atroces crímenes."
Qué uso hicieron los PontíficPs de su poder ? Hacer
de los monasterios otros tantos asilos para las ciencias olvidadas
i para los inocentes per~eguidos, i, estableciendo
la trégua de Dios, conceder algunas horas de respiro en
cada semana a los pueblos oprimidos. N un ca amenazaron
a estos con la cólera del cielo; nunca lanzaron sus terribles
anatemas sino en castigo de las maldades de los grandes.
Si alguna vez apoyaron a los príncipes, fué contra esos
ambiciosos turbulentos que se rebelan contra todos Jos
poderes invocando el nombre del pueblo.
Despues de larga i sangrienta lucha, el nombre del
pueblo vaga todavía en sus labios, la sangre del pueblo
tiñe sus manos, i llena sus arcas el fruto del sudor del
pueblo, rniéntr11s este, hambriento, de~;nudo, diezmado i
oprimido, les demanda en vano la libertad i el bienestar
que le ofreci~oran cuando se armaron en su nombre.
La dictadura pontificia fué, pues, hija de las circunstancias
i benéfica para las naciones. La ambician inmoderad~
l .se conci~~ fácilmente en un mon11rca que espera
trasm1tn a sus hiJOS el poder que se adquiera con la violencia
o con lu intriga, rero no en un Papa a quien debe
suceder un estruíio, tal vez un desconocido.
Siendo el despotismo el unico sistell)a político i la
relijion la única hase social; resulto una confu!!ion de que
los monarcas quisieron aprovecharse mns de una vez para
usurpar los derechos lejítimos de la 'l'inra. Queriendo
d?mi.na~ sobre las almas como sobre los cuerpos.quisieron
drstnbUlr los cayados de lo8 pastor~s de la Igles1a entre
aus favoritos, por. lo comu~ ~an ineptos ~omo corrompidos.
Algnnos pretendreron dec1drr en rnatcnas de fé, i ol>li,.11 r
a los prelados a recibir en sus iglesias a los hcre ikrc~s .
n?die ignora las pruebas a. que estuvo sujeta la m11gná~
mm a firmeza de san Atanas10. Esta lu1 sido ca~i siempre
la causa de las luchas entre In Tiara i las coronas.
Si no temiéramos prolongar demasiado nu€.stro artículo
mucho podríamos decir a favor de nuestro tema consul:
tanda la historia de las guerras relijiosas. Tr~l vez en otra
ocasion p~drémos combatir l.a idea de los que suponen al
protestantismo capaz de meJorar la condicion de todas
las. clases sociales, i especialmente la de las clases proletanas.
¡ Pobre.s Irlandeses! ¡Que vuestras lágrimas,
que vuestros gntos de dolor no puedan salvar el mar i
llegar hasta no_sotros! . Así los infelices a quienes se
pretende enganar, venan lo que es el protestantismo
para los pobres, verian el espectro haraposo i descarnado
de la miseria, oculto tras las biblias doradas que se le
ofrececen tan baratas !
Concluyamo11 con la ultima cuestion. ¿Qué gobierno
ee cree hoi amenazado por la influencia moral de la Corte
de Roma sobre sus súbditos? Creemos que ninguno.
Varios de ellos, en momentos de conflicto, se han apoder!
ldo de los bienes que la munificencia de los fieles había
destinado para sostener el culto del Dios vivo i para mantener
a los sacerdotes i a los pobres. La Iglesia Romana
no ha usad() de su ascendiente para sacudirlos. Solo
cuando se ha pretendido hacerla esclava, ha defendidocon
enerjia su independencia, porque hoi tiene que cumplir
como ha c:.umplid siempre el mandato divino que le orde-na
ll·enar su mision de llevar las almas al cielo, sin atUenritl
i aun a despecho de los fuertes de la tierra.
-o-
• REPRESENTACION
QUR LAS SBÚORAS DE BOGOTA,NO SE ATREViERON A FUMAR
Señores diputados a la Convencion constituyente:
Aunque las mujeres no gozamos de derechos dt eiudndan,
ia porque nuestra mision es otra sobre la tiera, st
?~s d~ ~a naturaleza el . derecho de clamar contrr. una
lnJ~S~rcra monstruo~~. 1 a vosotros os impone, ¡J>r la
posrc10n en que estars. colocados, el deher de atendlfnos.
No es un~.~alanterra lo 9u~ pedimos de vosotros no :
es que os extJrmos e[ cumphmrento de vuel!tra misim.
. ~.no de los ;aracter.es que distinguen a los pteblos
clVlhzados es, Senores D1putados, el respeto por la n ·e
L 1 b
.
1
. llJ r •
. a 1ar ane es a ún.rca que_ induce al hombre a abu:ar de
su fuerza para ultraprla,
La cr.e~~~cia ~elijiosa de cada pueblo e~ otra de la~cosas
que la c1vrlrzac10n hace respetar.
No es 1~ libert~d de los salvajes la que quereis estab~
ecer aqUJ. As1 lo creemos, así debemos creerlo Pues
b1en, salvadnos.
En los dias 6 i 7 del corriente. los hombres abwando
de su fuerza, han arrancarlo viol~ntamente de sus a1ilos ¡
hmzado a las calles de esta ciudad a las virjenes nridades,
violencias i rleprepaciones que so han coll!etido. ¡Gloria.
al Sr. Ancíza¡· autor ele! proyecto 1 ,
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"El Católico - N. 1", -:-, 1863. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687899/), el día 2025-05-18.
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