Directores, RIJ Y F AR-Administrador, ARCESIO ZAMBRANO
SEl\IE l.' i :Bogota., Noviembre 20 de 1895. J Ntrl'ltEIIO G
LA MUJER
ESCUELAS
D:Bl MEDICINA PARA BEÑORI'l'AS
Desde hace mucho tiempo hemos
tenido el deseo de lanzar al ·público la
idea de qne se establezcan en el país
escuelas de medicina para sefioritas,
al estilo de las que se han formado en
otros países más civilizados que el nuéstro.
Pero las añejas preocupaciones de
que todavía se adolece entJ·e nosotros,
por una parte, y nuestra po~a autoridad
personal, por otra., no nos ha permitido
hacerlo.
Hoy, aunque con el mi m o temor de
siempre, nos atrevemos á lanzar la idea.
rogando á los señores periodistas y
demás escritores, manifiesten su opinión
sobre este asunto, que creemos,
sea de bastante importancia para el
país.
A nadie se le oculta que la mayor
parte de nuestras mujeres carecen de
ocupación, y qne. muchas que son so.
las no tienen con qué subvenir á sus
más precisos gastos ni medio alguno
de colocarse, ni apoyo de la ociedad
para. formarse posición, aunque estén
llenas de dotes morales !;es falta, put-s.
el apoyo del gobierno y de la sociedad
en general; y una escuela. de medicina
para mujeres salvaría muchas ne
cesidades y evitaría multitud de estra·
gos en nuestras jóvenes. Por otra parte,
las dolencias físicas del bello sexo serían
mucho mejor conocidas, atendí.
das y curadas por la mujer convertida
en médico que por un hombre. por
docto que sea; sin que por esto des.
conozcamos que haya. entre nosotros
notabilísimos médicos, tanto por sn
ciencia y sus talentos, como por su cultura
y consagración.
El pudor innato de la mujer colom·
biana, principalmente en las de Bogotá
y centro de la. República, es causa
suficiente en muchas ocasiones de qua
no se tonga con el médico la suficiente
franqueza y de ahí resulten gravísi·
m os daño!. Cuft.n ta.s veces un médico
se ve perplejo y yerra la. curaci,Sn de
una sencilla enfermedad por no habet•
podido obtener los da.tos ecesarios.
En las poblacione. de poca, importancia,
y a.an en el mi mo Bogotá y
capitales de los Depa.rtamento8, se encuentran
multitud de charlatanes, que
no solamente engañan al público sino
que hacen gran negocio y ann mochos
se enriqu~cen. i Por qué no podrían
nuestras jóvenes, con e tudios especiales,
con menos audacia poro más ta.
lento y ciencia, ocupar dignamente el
puesto qne cvnstantemente asaltan
esos impostores?
i No podría una señorita, estudiando
medicina, formarse una gran carrera
y elevada posición, adquiriendo
al mismo tiempo un capital no sujeto
á. contingencias y además vida inde.
pendiente 1
Creemos que á este asunto se le de.
hiera poner un poco de atención, y
que, ya que estamos para ooncluír el
presente año, se pensara en establecer
para el entrante, un colegio especial,
siquiera. sea para los primeros
estudios de tan jmportante materia;
mientras tanto el Gobierno, no dudamos,
que al solicitarlo, daría todos los
pasos necesarios para establecer en
debida forma una e~cue1a de medicina,
de donde podrían salir doctas alumnas
que harían mucho bien al país y ho·
nor á su patria.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
LA MUJER
OBSEQUIO
El señor D. Adriano P<1ez, hijo del
distinguido y sentimé'nta1 cuanto desgraciado
poeta, sei1or D. Adriano Páoz,
que nunca Rerá. bien llorado por la p::ttria,
h~ obsequiado las colnmnas de
nuestro periódico con la com po ición
que ins( rtamos en seguida. N o dudamos
que nuestras lectoras se complacerán
al leer nna pequeña producción
de uno de los jóvenes literatos de más
inteligencia y sentimiento, que ha sahido
adornar las letras colombianas :
OCASO
AL SE; OR D. FLAVIO LOZA..: O
tes, impelidos de avidez y amor, de
vanidad y gloria, tomaron á su cargo
defender al bello sexo, como veremos
después. De aquí resultó que se unieran
en círculos amigables, ora en los
castillos de los feudata.rios, ó bien en
las cortes de los pi'Íncipes, para hacer
ostentación de sus empresas, así como
de su parte las mujeres para honrar
á sus defensores y envanecerse con
ellos, los poetas para cantar el valor
de los unos y ]a belleza de las otras.
"Como las darnas y prince as eran
el objeto de la poes]a, se ]as hicieron
las soberanas, en los juicios y P''O tribunal.
Tenían en sud cortes y castillos
la corte de amor ó parlamento, donde se
Ayer t~rmin6 todo! La luz quA iluminaba trataban los problemas, las causas, los
Oon pá1iclos nfiejoA mi trir>t~ porvenir litigios amorosos y caballerescos; con-
Hundióe~ de improviso en fú .. ebre morada. curriendo allí caballero y damas de
Dejándome tinieblae, silencio por doquier. todas partes, y sobre todo, poetas y
Envnelto entre las brumas de O!lcuro, eterno olviclo, cantores, COIDO abogados y jurÍsperÍC}\
tttino vncil~~.ntH, t- l n o~p~r,..nz~l y f ;
lía f¡llta.n la& eonri~s!'!, se extin guen entre el polvo tos primarios de aqu~l foro. Y si los
Ll\15 ilu~iunes mu~~,~tia .. , que wueren al nacer. litigantes no quedaban contentos da
La brisa. qne solloza. sob e un tumb helada. la 'entoncia de los parlamentos, en·
.Me t.rM Jejar:'os e "ofl d lo .que ya s·' fue; tonceg venían Jo desafío poéticos, con
Un pl'drt\ que t~e uleja. hac; 1 1:1terno oc 110, l 1 'b/ 1 t d
Lleviíndose conl"igo Jo 11 ue á su ltuor d jé. os cua es escr1 1an os rova ores, uno
contra otro en defen~;;a de su can(;;a y
1\lifl ojoP, ya cansado! de ver en el : .c5o,
Dirígen~e Si otra. pl\rte _bu:icnn~o nu Hltal:. . de sus bellas, en que andaban siempre
MM Jo quA Rtt!mpre 1meno y en ~1 fugaz dehr10 1 on giro los mensages, las propuestas,
Dieípaae, cual humo al aura matinal. f ]as respuestas y lamentos, y nuevos
rartf lejos, muy lejos; hacia. extranjeras playas, desafíos de amor y de poesía.
(1u 1 t~.ve herid v HOI& mi ntt>]n dnigí,
Bnsc~o.ndo all.i en los maree. l>nt!canc1o entro la. l>risa BETTDfELI."
Un aura qu~11evar~ perfuw~ á wi viv1r.
RobusLec1clos los gobiernos en los
:Mns hoy, como la• ramas que rotas por el vionto · 1 · d 1 1·
De préndl·natl det srbol, p ra mor1r de,.;puéf', SJg os sucesivos, Y cesa os os pa l ..
AF-1 nis esperanz s, perdido~ ~ua de~teJ;oa, gros de las bellas, ya no fue necesario
Extinguense en el alms. para jaru a volver. para ser admitido en estas tertulias,
AnRrA:NO PlEz hiJo. haber roto mucha Janzas en honor de
--
ORIGEN DE LAS TERTULIAS
Y SDS ESPECIES
Cuando pasado el siglo IX quedó
casi disuelto toJo víneulo gubernativo
en Europa, cada hombre, ::5egún sus
:fuerza .. , procuró robar · ó de. truír, fabricar
fortalezas para defenderse, 6
acopiar armas para asaltar. Entre los
objetos 1obados colocáhanse en primer
lugar las 1nnjeres sobresalientes por
su be1le:la. Los coballe1·os, ó sea los
hom,bres de rí caballo, que eran más e~timados
para la g'uerra .que fos inf~n-una
princesa ó de una dama, sino que
bastó 1 a sangre purísima y celestial de
progenitores nobles. Los poetas qnedal'on
6 debieron quedar á poco excluídos
de estas concurrencias; porque
si en el estado primitiyo de las tertulin.
s, mientras el poeta. se n1anifestaba
rico de ideas, los caballeros ostentaban ·
su destreza y las damas los peligros;
en el iguiente estado, el poeta habría
q~edado como único objeto atendible
por los concurrentes, y necesariamente
la vaniJad de éstos hubiera sufrido
considera b 1e m en te.
Provistos de privilegios honoríficos
que los separaban de Jas otras clases,
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LA MUJER 43
los nobles, haciendo profesi6n de ig
norancia, especialmente en Francia,
excluyeron á los poetas de las tertu~
ia , y habrían creído degradar e admitiendo
á su confian:~.a á persona
que no podrían recomendarse sino ' por
los talentos ú otras habilidades personales.
Apenas despuntaron los primeros
destellos de las ciencias, cuando los
pocos espíritus gallardo que no estaban
aprisionados en las sensaciones
materiales del vulgo, experimentaron
la necesidad de unir. e para adquirir
otros conocimientos y dar en cambio
los suyos. Esta necesidad era tanto
más fuerte, cuanto que antes de la imprenta
et•a altísimo el precio de los li·
bros' ~ así nacieron las conve1 saciones
literaria 6 acadeu1ia , las cuales fue.
ron protegidas por príncipes ilu tle ,
pues quo estos no temen á Jas ciencias,
y saben que ellos on el mejor adorno
y e plendor de los 6 tado .
Por idénticos n1otivo uacieron las
conversaciones ó rcunione de pinto.
res, músicos y con mayor concurrencia;
pues que la capacidad para apreciar
las belleza de o~taB snblimes artP~
es meno rara que la que se requiere
para gu t< r de las ciencias.
El espíritu n1ercantil despet•tado
de pué8 del siglo XI en Italia y acre.
cido progre ivamente en los siguientes,
fue una amplia fuente de riquezas.
Entonces se vio q ne se podía ser ciego
y considerado, sin er noble y poseedor
de tierras. El d(·seo de ostentar
riquezas, junto á la necesidad de conocer
e para anmentar las relaciones
comerciales, formtS las reuniones de
n1er9adores. La riqueza de é ·tos chocó
con la de los propietario .. , y en las
ciudades libres obtu o aquéllos homenajes
q u~ en las demás partes estaban
reservados á la nobleza.
Las clases directivas de los trabajos
mecánicos se dividieron en tantas masas
cuantas eran sus especies. La analogía
de los trabajo , el deseo de imponer
la ley á los trabajadores, la neceaidad
de conocerse para repartir los
tributos que los príncipes exigían de
la industria, rennie n. á los directores
do las vat·ias al'tes ó fabricantes en
otras tanta· .compañías, confl·aterni·
darles ó g'rertLÍo , que tuvieron sus re.glameutos
y sesiones en días determinados.
Perdidas las riquezas de la noblel.a
por la. cau~as que diremos" fueron
recogida por personas inteligentes y
activas, que sin pertenecer á Ja clase
de comerciantes ó fabricantes, supieron
hacerlas valer.
No contentas con las nuevas riquezas,
aspir .ron á la consideración, y
llegaron á obtenerla cou la afluencia
de l 8 cmnensa.les; así se formaron
nu · vo. <:Írculos compuestos de t.oda
espacie de persona . Allí se veia. al
arrendatario que venía á la ciudad
p; t•n. la venta de los prodtlcto agrarios;
al cot·redor que ropone con
1 routitud negocios bastan te l ncro os ;
al empleado iuf l'Íor, cuyo colo es ne.
cedtrio al amo en u ~ r laci nos con el
gobierno ; al noble dec( ecido que ti·no
ier pre pt o lto lo .· cu nto" sucios,
picant y chi to::sos; al n ilüar, que
mfis quo ningtín ntt , nece ·it de pl -
cere rumoro os; al p· rá. ito
Qne la na-riz arruga
.A.l olor del a s ado,
y en e, m bio de é te vende la noticias
de la ciudad á lo comen ~ ale , y alaba.
las oimplezas '" túpidas del mo .
{Concl-ui-rá).
LA SUERTE EN EL JUEGO
c:rreducción)
(Continuación).
No tard6 Siegfrieu ~n tener conoci.
miento de la especie de murmurací6n de
que era objeto, y como por su carácter
liberal y m~gnánímo, QO había c-Jsa
quo odiara y de ·preciara tanto como la.
mezquindad, resol vi6 confundir á los
calumniadores y, cualquiera que fuese
su aver i6n por el jurgo, libertarse de
e:-ta injuriosa sospecha perdi€nd,Q doscieutos
lnises 6 más si nece ario fuera.
Se trasladó, pues, en la primera oportuni
ad al Pharaon con la resolución
que hauía tomado de perder la importante
suma, de que de antemano se ha..
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LA llUJBR
bía provisto; pero la buena suerte
que le acompafiaba en todas sus empresas
le fue igualmente fiel en el ensayo
del juego. ~roda carta escogida por él
era la favorecida por la suerte. Los
cálculos cabalfsticos de los viejos consumados
jugadores fracasaban ante la
fortuna del barón Fuera que a puntase
siempre en la misma carta, fuera que
cambiase, no importaba, la suerte
siempre le favorecía. Siegfried daba al
raro espectáculo de un jugador desesperado
de despecho porque las cartas
le eran favorables, y por simple que
fuese la raz6n de esta conducta, los
asistentes se miraban, sin embargo, con
un aire pensativo, y claramente se da.
ban á entender que arrastrndo por su
inclinaci6n á la singularidad, e 1 barón
no podía muy bien, al fin de cuentas,
estar atacado de una gran locura porque
i efectivamente no ha. perdido la
razón el jugador que se desespera por
su buena suerte 1
La circunstancia misma de haber
ganado una considerable suma. obligó
al barón á continuar jugando con el objeto
de cumplir su proyecto de perder;
un cambio desfavorable podía. muy bien
sobrevenir, según toda probabilidad) y
compensar y aun sobrepujar á la ganancia
obtenida. Pero esta su posición
natural no se realiz6 : 1 a bu<:na suerte
imperturbable de Siegftied constante ..
ment-e era la misrua; y la pasión por el
juego, que las simples combinaciones
de Fharaon aguijoneaban hasta el
exceso, penetraba cadavez más en su
alma sin que él lo apercibiese.
Terminó por LO irritarse más contra
su buena suerte; el juego encadenaba
todas sus facultades y en él pasaba las
noches enteras ; en una palabra, se vio
obligado á reconocer la realidad de
esta seducción que sus amigos le habían
pintado mut h&s veces y en la que
siempre había rehusado creer; porque
en fin, no era la ganancia lo que le
cautivaba: era únic~mente la fascina.
ci6n del juego.
Una noche, á tiempo en que el due.
fío de la banca terminaba la talla, Siegfried
levantó la vista y sus ojos se fijaron
én un anciano colocado frente á él y
que le miraba de una manera muy fija
y con un aire triste y serio; cada vez
que el barón desviaba la vista de las
cartas, su mirada se encontraba con el
ojo so m brío del extranjero, lo que aca·
b6 por causarle una sensación penosa é
importuna. El extranjero no abandonó
el salón sino cuando el juego había terminado.
El día siguiente estaba aun
colocado en frente del bar6n, y no cesaba
de mirarlo con un ojo sombrío y casi
sinielitro; pero cuando á la noche siguiente
Siegfried lo vio sentado en el
mismo puesto, y fija sobre él su mirada
escrutadora que brillaba con un
fuego diabólico, no pudo contenerse
mts largo tiempo y le dijo en alta voz:
'' 04ballero me veo obligado & suplicaros
eRcojáis otro puesto, trastornáis mí
juego."
El extranjero se inclin6 con una
amarga sonrisa, y abandon6 sin decir
palabra, la mesa y el salón de juego.
Sin embargo, á la noche siguiente, el
extranjero había vuelto á tomar su
puesto enfrente del barón, á quien conmovía
su mirada inflexible y pene.
trante.
(Continuará).
EL VELO
Suelen ponerse Jas niñas
V el o de lijera gasa,
Que los defectos encubre
Y los encantos realza.
Si de pudor y modestia
Todas un velo llevaran,
Ocultando sus defectos,
Redoblarían sus gracias.
Mas no es posible; esas telas
En el mundo son muy raras,
Y además ya no se usan :
Son de la. moda rasada.
RICARDO CARRASQUII~LA.
IMPRESIONES
Existe un libro, libro imperecedero,
cuyas páginas han sido leídas con avidez
y lágrimas, en casi todos Jos pueblos
cultos: desde Módena al Cáucaso,
desde el golfo de San Lorenzo hasta
las llanuras de Sedán; hermosas é ilus.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
LA MUJER 4ó
tres damas lo han tenido en sus manos.
y Sierra, Altamirano y el "divino "
Vergara y V ergara hánlo honrado con
merecidos juicios. El llanto de la mu·
jer lo ha ungido ; el aplauso de los
hombres lo ha conRagrado. Llámase
MARÍA, su autor, Jorge lsaacs.
MARÍA, sí, ''ideal amadísimo para
mis delicias y éxtasis-dice el poeta,pero
impotente para aliviar mis horas
de rabioso dolor. En vano la invoco.
Si viene á. mí de tiempo en tiempo, sabe
ya que viendo sus ojos suspiro por
otros mi dos, que los suyos me hacen
recordar el perfume de otros cabello~,
que sus besos me parecen muy fríos."
PAUL MERY.
CONDICION DE LA MUJER
EN LOS PUEBLOS ANTIGUOs.
La venta de la mujer estaba admitida.
en todos los pueblos de la antigüedad
: una vez vendida. por sus padr s
á. quien quería tomarla por espoea, ella
era a u propiedad 1nueble y quedaba
sujeta á. todas las consecuencias de e ta
condición. Después podía ser vendida
por su propio marido 6 destruída según
su gusto.
El matrimonio mismo nó era p~ra la
mujer, en , casi todos los pueblos del
Asia, sino un largo y terrible martirio
que no terminaba sino con la inmolaci6n.
de la víctima. Si ella tenía la des.
dicha de envejecer mientras vivía su
marido, 6 más bien dicho, su tirano,
éste tenía el derecho de librarse de ella
estrangulár.dola cuando ya no estaba en
el caso de servir. Si el marido moría antes,
se inmolaban sobre su tumbiA todas
sus mujer~s, 6 por Jo menos la que él
más amaba. Muy á meJl do sucedía que
era el padre mismo quien s~orificaba
su hija, sobre el sepulcro de su yerno.
Los tártaros obligFJban á la mujer á
dejarse quemar en la hoguera en que
ardía el cadáver de su marido. En algunas
partes no se daba á la m11jer el
trabajo de morir, sino que era enterra•
da viva juntamente con el cadáver de
su esposo.
Entre los partos era tan indiferente
para el hombre matar á su mujer, á su
hermana 6 á su hija, como matar á un
gato. Generalmente hablando, se puede
decir que casi en todos lo. pueblos pa.
gauoB era reconocido y garantido por
las 1eyes, el derecho do vida y muerte
del padre sobre las bijas y de los hermanos
sobre las hermanas.
Entre 1m, árabes, cuando había en una
tribu mis mujeres que las neceearias,
á todas las que nacían se les daba muer·
te, enterrándolas en una fosa destinada .
al efecto.
Entre los galos, lo mismo que entre
lo~ germanos, la mujer no era ante la
ley ~ino la esclava del hombre¡ debía
trabajar para su marido mientras él
vivía, y después de su muerte suicidar ..
se sobre su tumba para ir á servirle en
el otro mundo. Esta horrible legislaci6n
no era, sin e m ba.rgo, fdno e) r flejo de
aquel dogma religiobo más horrible aún
profeE~ado por este pueblo, según el cual,
la mujer es ~tn se?· impuro, y por consignieuto
excluida para siempre del Val.
había ó para·iso de Odín, á no ser
que se diera ella misma la muert.e para
ir á juntarse con su esposo.
En Atena , entreaqnellos griegos tan
alabados por la sabiduría de las leyes,
la condición de la mujer no era menos
deplorable que en el resto del mundo.
Se compraba ]a mujer para esposa,
y su dueño tenía la facultad de arro ..
jarla des¡ués inmediatamente, de po·
nerla en remate público, 6 destruírla
como un mueble inútil. En todas par.
tes era mirada como cosa, como una
propiedad, como una esclava, sin que
se reconociera díferencia alguna legal
entre las mujer esposa y la mujer esclava.
En Roma, donde se había concedido
al hombre el dert::cho de divorciarse,
usaban esta facultad con la mayor libertad,
siendo repudiada la e~posa por los
pretextos más frívolos. Sulpicio arroja.
J:SU mujer porque la encontr6 en la ca.
lle sin velo en la cabeza. Habiendo sido
preguntado P1~ulo Emilio por qué se
había divorciado, respondi6 sonriéndose:
" Y o he hecho lo que se hace con un
zapato cuando daña los pies."
Pompeyo repudi6 á su mujer para
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LA MUJElt
casarse con la hija de Sil a y atraerse nsí
la amistad de su po.dre; la misma.suerte
cupo á las mujc~res de Cicer6n, de
Catón, de Augu':-to ; y, Sf>~lÍn se expresa.
Juvenal, para repuriiar Pub1io á su mujer
no hizo otra. oos}~ sino h!\cerle decir
con uno de sus escla"os eRtas palabras:
''Mujer, vos 011 ~ou&.i. muy á menudo:
retiráos de aquí inmediatamente. Nos~
otros esperamos otra mujer que no tenga
la nariz tan húmeda." Para decirlo todo
de una vez, en pocas palabras, todas
las relaciones de estos matrimonios podrían
compeudiarse de e:ste modo : brutalidad
por una pa.rte, y ternm· set·víl
por la otra. Ta.l era el verdadero Cipíritu
de la familia. romana.
Mas la mujer del pueblo era conde.
nada á un suplicio mucho más atroz, al
suplicio de verse arrancar t.ms propios
· hijos para. darles muerte, y el'to muchas
veces en su misma presencia .A penas
nacido un niño: )a comadrona lo pouía
á los pies del padre: si é. te, levnntó.odole
del suelo le tomaba en 'US brazos
para entregar lo á la nodriza 6 á la madre,
el niño estaba salvo por eutonce.,,
pero quedando iempre el padre con el
derecho de deshacerse de él -vendiéndolo
6 deRpedazándolo cou sus. propias
manos. Si el padr€', empero, apart lUdo
su vi ta á otra parte, dejaba al niño éu
el suelo, lo extrangulabau, 6, si"no, iban
á exponerlo en el velabro 6 á arrojarlo
como inmundicia en la cloaca máxi1na
6 en el río·
Si al emprender el marido un largo
viaje dejaba la mujer próxima á ser madre,
le decía. con fria crueldad: "Si
durante mi ausencia tuvie"'"raB una
hija, la matarás." Por lo demás, lo.
pobres exponían 6 mataban siempre á
sus hijas. Si alguna excepción babia eo
esta regla, era siempre en favor del
varón, pero jamás la. había para la m u.
jer ; pues era considerada como una
carga demasiado gravosa. L1 mujer era
siempre uu ser privilegiarlo para ser
despreciado ú oprimido. Los no bies 6
los ricos, cuando tenían dos 6 tres Lijos,
hacían peracer inexorablemente
todos los demás.
Si la madre pagana era infeliz por
los hijos que le quitaban, no lo era
menos por Jos que se dignaban dejarle:
er:.kb ~ C' si ~iempre privada de todo lo
que b .we dichosa á una madre, como el
res t:•to filial, el tierno ca.riño, los mi.
ramientos, los cuidadoR solícitos y la
con6auza íntima de sus hijos, los cua~
les no sola.ro nte no le pertenecí n,
porque eran propiedad do su marido,
siuo que sabhn que su madre no era
sino una esclava que podít\ ser arrojada
del hogar domé-;tico. i Qué re~peto, qué
amor podía. esperar de unos seres que
m a ña.ua le serán extraños y se a vergonzarán
de reconocerla. por ma,ire? Si!
Tal vez mañana cruzará sin esposo, sin
fortuna y solitaria por las calles, con
la e beza. humill d1. y á pie, mientras
sus hijos pasando á su ado la salpicaráu
coo sus dorada3 carroz~s.
Tal fuo por largos iglo la condi.
ción de la mujer desde qu9 nació la.
i~olatría h.Astd. la aparición del cri ti. lllt)
illO.
COLEGIO PESTALOZIANO
En la. somana próxima. pasada tu vimos
el gu. to d a~.;i. e, ir, por e pecia 1 iu.
vit· ci6u, al colPgio de nifia.s diri\Yi<]o
por la rseñora D ll Evn Goo ii ncr le Cárdenas
y la señorita Paulina oding, al
primer xamen prepnratorio qno para
obtar el grado de Iostitutoras ·ostlL ie.
ron las F:eñoritas D.ll Ana Eliaa Cleves
y Da. Bárbara Zon illo.
Do hemos hablar con franqueza: por
alguna falsa opini6n dada por alguna
per ·ona enemig~ gr; tuita del Colegio
en referencia, íbamos predi ·pue" to3 para
no deJ~H pasar eu claro el menor de.
ft3cto que encontrnra.m.o. en el xamen
referí Jo, a"í es que pn:imos suma atención
a.l acto, aun eu sus má:; pequeños
detalle ..
E u la primera noche ·e ex mi 6 á l ~
señorita Oleves y nos dej6 admirados
u s6lido Raber en las m teri~' que . e
le designaron, á volnutari de los señores
caliticadores. Su fácil dicci6n, la
sereuidad con que contestaba á las preguntas
que se le hacían, y ol mo o sen~
cilio y adecuado como se buscaba camino
para desenvolver una idea, nos prob6
de una manera evidente que no habít\.
allí nada superficial.
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LA MUJER !7
En la &jguiente noche vimos examinar
á la eñorita Zorr11lo, y aunque
é~ta se mo tró con menos sereniJad,
cosa mny nntural en uua st fiorita y
en un acto tan solemne, no por eso
nos dej6 menos ~ati~t, chos, pues queJamos
converwi:los lvu, t,a la ~videncia,
quG comprendía perfcttameute las materia
que :e le haLí m euse ñ : do, que
podía explicarlas ccn facilidad y á sati
facci<')u g nera.l y que cu ¡.¡ug respuef':tas
no había nada de aquello que pue.
da. dar la menor duda de una sólida enseñanza.
Ambas señoritas recibieron la calificación
de aob?'eBalienteB. L~ J uuta .calificadora
(lSta Ln. com puebt~ de los ~efíores
Tapia, Antonio María Rueda y Góm<:
z.
Q•lisiéraroos haLlar a.l go má.s re~pecto
ds sto. dos t xámene~ y f'obre la
claso de iustrucci6u que se da en el Col e
gio Pes lozzia no, pe o no. r l'erv, moa
p ra otr. ocu ic'n. Por ahor f lici n.·no.
á. lct. s ñora ire ctoras y á]· ñoritas
Cleves y Zorrillo por el feliz éxito
que han obtenido.
PENSAMIENTO
Buscn.d una mujer en iblc, hermosa,
lleua. de amor y de ternura, espiritual,
caritativa y modesta, y t~ndréi~ un ángel,
más que un ángel, un cielo, un 1
para'Íso de suprema felicidad. Poro
trocadla por uua. mnjer celo a, jnt,rigante,
fanática, pre~mutuosa, 1l na de 1
odios y de cólera, snperficial y necia,
y t0ndréis en ella un demoüio, un infierno
de amarguras.
MATRIMONIO
El' día ü del corriente t ~vo lugar en
Zipaquirá el enlace del distinguido caballero
Sfñor D. Artu o Aceved0, con
la virtuo..:a, eRpiritual y be! la señorita
D.& Laura Bernal. Los bog res, como
é~te, que se fund n b:ljo b: es tu1 sólidas,
tienen siempre la bend1eión y am.
paro del Altí imo. Virtudes notables,
amor y laboriosidad son t:l lema de esta
nueva pareja~ á la que deseamos a feli-cidad
que merece. P.
Señores Directores de LA :MUJER.
Apenas dimos lectura á su simpático
periodico, corn prendimos la alta mira socül
y ruonl.l que u~tedes se proponen con
su l'ublicacióu, y esto ·nos trajo á las
mi ~ ntes el deseo de fortnar una junta
entre (.liez de sus numero~as lectoras,
con el objeto de hacer algunas pregun.
ta8 por conducto de LA MUJER, acerca
de vuri~q cuestiones de suma importancia
para nosotrus y para aquéllas que
se hallen en casos análogos al nuéstro.
L~~ junta está organizada y tenemos
mucho gu to ea ponernos á. la disposición
de usted~s.
Nos permitimos, en primer lugar,
expre ... ar con la verdad de un buen es.
pejo y con el drspojo completo de nuestra
peculiar vanidad, que somos regttlarruente
bollas (cosa nada rara en Bogotá)
y qne e. tamos entre lo quince y
los veinte años, edad, en que se dice,
quo más llamamo la atenci6u, sin emharrro,
t:stamo solteras y hemos creído
que 1" cau a sea la pobre:6a en que no~
encontramos.
N u e tras primeras preguntas ee en.
caminan, pues, á sabor lo siguiente:
i Por qué se han eAcaseado tanto los
matrimouios con muchachas de nuestras
condiciones 1
iLa pobreza en la mujer es obstáculo
insnperable para ser casada?
i En ca. o de que alguna de nosotras
llégara á. conseguir marido qué debe
hacer, fuera del cumplimiento de sus
deberes morales para conservar el cariño
de su esposo y que no vaya á ser
abandonada á los, tres ó cuatro meses
de casada?
Estas y otras preguntas seguiremos
haciendo, siempre que contemos con la
bt>nevolencia de ustedes.
Les anticipamos las gracias y nos
suscribimos sus atentas servidoras.
Elvi1·a, Joaquina, Micaelina,:Sofia,
Ramonrt, Jesús, Ma1·ía, Virginia, Isabel
y Uleofe .
PESA ME
Lo enviamos á la familia }lontaña
por la muerte de su padre, el sefior D.
Marcelino, acaecida en esta ciudad en
la semana pasada.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
T..A. l\1UJER
ACONTECIMIENTO DESASTROSO
Fne el que tuvo lng
Citación recomendada (normas APA)
"La Mujer - N. 6", -:-, 1895. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687013/), el día 2025-06-09.
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