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.Cantos de la prisión y del destierro
Blanco Foml>ona es uno de los poetas sur americano::; más conocidos
en Europa. Su nombre está prestigiado por una frondosa uihliografía.
Más de seis libros en prosa y verso, dan testimonio de su actividad mental.
De esos libros, uno fue traducido al francés por Marius Amh·é. ·
Este poeta es león y paloma á un mismo tiempo. En la crin y en el
rugido lleva su orgullo de hombre combativo, para quien la vida es un
campo de batalla, con muertos y heridos; de hombre de lucha y de acción,
sobre cuyos ojos ha caído más rle una vez la Rombra aciaga de la ergástula.
En el tornasol y en el arrullo va elpo~t:1 que ve en el mar ft una cotn
llena de zafiros'' y que, co;no Pierrot, sumerge el alma en la pila bauti ,_
mal de la luna.
Ahora publica Blanco Fombona su última obra. Canto.'l de la prisir'.n
y del destierro se intitula. A excepción de varias poesías que florecen al
principio del libro, lo demás es un grito de combate, un chasquear de foetes
inmisericordes, sobre espaldas enemigas: la revancha de un exiliado
que toma el desquite desde las páginas de un libro. Blanco Fombuna ha
sido víctima propiciatoria del caudillaje militarista que domina en Venezuela.
Su temperamento rebelde, su pluma de picos tremendo.::;, lo han
llevado más de una vez hasta las fauces de los calabozos, en dumle sus
tobillos se han amoratado bajo los hierros del grillete.
Cantos de la prisión y del clr fif'I'J'u es un libro, en donde la flor de la
venganza se abre como una mandrágora ag1·esiva. Hay allí endecasílau••:
y alejandrinos que son como fieros masLinc~~ mordiendo en lu carne de ntfi.
anes, de correv<'diles y de akahnete:. Bn el rojo jardín tlcl odio ha co,·tado
Blanco Fombona esas flores de cruelJad .v de suplicio. LeyL'ndn üno
el prólogo del libro y siguiendo al poC'ta en zahurdas y cuchitriks. {l donde
lo empujaron los traficantes de la poliLic:a, ha.v que pen. ar po¡· fuerza
en aquella valerosa afirmación de Maeterlinck: «Hay ocasiones C'll que n•> l' ·
necesario un grande esfuer:w de imaginaciún para romp1·C'ndcr que la n'nganza
es un deber. '' De ahí el vrólogo del lihn>. tn·ml'IHÜt azotaina pnra
los malhechores de Ulanco Fombona. l~ste honóre bebió la sombra de
las mazmorras y soportó el gesto brutal de> capataces y verdugo;;.
Oigamos cómo habla el atormentado de sus día-; neg-ro·: • En frente
de mi célula, cierta noche, af;csinos y ladrones me ol~cquioron con burksca
serenata de algarabía. lVlugían como toros, halaban como borregos,
relinchaban como caballos, caearca.ban eoru•> gallinas; r hubo latir de perros,
maullar de gatos, grur1ir de cerdos, n'buznar rlc jumentos y rugir
de leones. Era el momento de sentarse á comer. No dije una palabra,
pero no pude pasar bocado y esa noche no durmi. Con el alba estuve en
/ pie, dispuesto á un escarmiento. A precio de diamante, día atrás, había
comprado una escoba, cuyas barbas deshice como pude; .r armado con d 1 asta y con represa furia, acometí esa m:.u1:.U1a al primero de lo:; asesinos
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8221 ET1 CORREO DET1 VALLE
que acert~pasar á mi alcance. Corrió el villano; corrí detrás, majando
sus espald~ Y su cabeza de guillotina, bañada en púrpura, asperjeaba
de rojo, como hisopo de sangre, las paredes blancas y la madE!ra del pasadizo
y el pavimento. Lo salvó el ser cobarde y precipitarse por el balcón
al piso bajo. »
Después de estas horas difíciles, de torturas intensificadas por el gesto
histriónico de cómitres y reos, se explican la sevicia del prólogo y la amar-
.gura de ciertos párrafos que restallan como látigos. Hay ebrios de vino
y:ebrios de venganza. Blanco Fombona escarba, como con un hierro encendido,
en las llagas morales de los que en la sombra le urdieron conspira·
ciones y encrucijadas. Quizá hubiera estado mejor que el poeta hubiera
rociado esas ulceraciones con el agua bendita del perdón. Perdonar es
una voluptuosidad.
El libro, desde el punto de visfa poético -precindiendo de su índole
vindicativa y política es un nuevo gajo de laurel para el autor de la Pequeña
ópera lírica. Blanco Fombona es maestro de la rima. Es uno de los
poetas que han dado fisonomía propia á la literatura hispanoamericana.
Su obra es la de un domador de ideas. En ella palpita el corazón de una
raza. Blanco Fombona es en Europa padrino espiritual de los que acá,
bajo el cielo azul de los trópicos, vendimian en las viñas del Atica y vagan
por los huertos floridos en donde susurran las abejas de Horacio.
Un día estaba Blanco Fombona en la prisión. Miraría de seguro algún
retazo de cielo azul, único bien que no habrían podido escatimarle sus
carceleros. De pronto echó á cantar el ruiseñor que Fombona lleva en el
alma. Y el ruiseñor dijo:
« Sobre un arco, en la prisión,
cayó un copito de nieve:
es una paloma breve,
blanca como una ilusión.
11 Viene del cielo turquí,
abre su pico de rosa
y me dice cariñosa:
está buena y piensa en tí. >>
Ahora el ruiseñor vuela y canta en otras latitudes. Orillas del Mediterráneo,
quizá. Tal vez orillas del Adriático. O en las brumosas playas
nórdicas. Guarde Dios á Blanco Fombona, para donaire y gentileza de
los jardines del espíritu. Que siga cantando el ruisefior.
CARLOS VILLAF AÑE
Senda de paz
Am01·, único amor de mis amores,
ere.c:: para mis plantas peregrinas
como una senda en donde no Jza.y espinas,
como una senda en donde sólo hay flores.
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FL CORREO DEL VAl~~
Blanca estrella de tímidos fulgores
que mis pasos inciertos iluminat:,
eres en el ja'rdín de mis arno?·es
un caminito en donde no hay espinas,
un camirdto en donde .c;6lo hay flores.
Sobre el agua sin luz de mis dolores
C(/ niO gana l?'ltcarísth·a te ~·ntlina~.
Dios te bendiga, amor, porque ifwn inru~
mi 1Jaso incie?'ÜJ y llevas mü amores
p01· 1ma senda c11 donde no hay e:-;púta,<:,
por una senda en donde sólo hay flore.··,
i
'
CARLOS VILIAFAÑE
Eco triste
Sueüa abandonos el piano
sobre la sala desierta ... .
Todo es triste, y mi alma en vano
invoca á la amada muerta.
Suci'la abandonos el piano
sobre la sala desierta . . ..
Y lloro y la grito en vano !
¿ Dónde estft la novia muerta ?
Hay un silencio pagano
un silencio que es hermano
del recuerdo ele mi muerta ....
La llamo y la invoco en vano !
Sue11a abandonos el piano
sobre la sala desierta .. . . . . . .
J. A. SÁNCHEZ GARCÍA
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EL CORTIEO D8L YALLE
Recuerdo filial
Ayer tratando de ordenar un poco mi revuelta librería, me encontré
el libro con que mi madre me enseñó á leer. Es una Vida de San Luis,
impresa á principios de siglo y toscamente encuadernada en piel, y mi
..m adre la había ganado como premio en la escuela; de modo que este viejo
testigo de mi infancia lo fué también de la suya.
Al recorrer sus hojas amarillentas recordé mis primeros ejercicios de
lectura, y la penosa lentitud con _que iba pronunciando las palabras que mi
madre me señalaba ~on una aguJa de hacer calceta; y pensé que antes que
yo había i~clinado una ni~a su cabecita estudiosa sobre estas páginas, y
que esta mña fue luego mi madre.
i Cosa rara! Esta idea de que mi madre un día fue también niña, no
se me había ocurrido nunca y, ahora me maravilla al par que me conmueve
·
Cnando yo nací, tenía mi madre cerca de cuarenta afíos. Había sido
muy bella en su juventud, según he oído decir; pero el único retrato suyo
que conservo es de poco antes de morir, y en mis recuerdos más remotos
aparece su rostro coronado ya de canas. Quizá los que han conocido á su
madre todavía joven y hermosa la recuerdan con especial ilusión. No sé
qué diga. Pero creo que son más afortunados aquellos cuyas primeras miradas
vieron inclinarse sobre su cuna una frente marcada por la fatiga
de vivir, y para quienes la figura de la madre es siempre la de una mujer
de edad. El recuerdo que cle ella guardan es, no diré más querido, pero sf
más sagrado, por que en él se unen lo venerable de la vejez y lo augusto
de la maternidad.
Este pícaro libro en que mi madre me ensefió el arte tan difícil de la
lectura, este libro que la conoció cuando era colegiala, me hace pensar en
su niñez y en su juventud. Pero ni aún así puedo imaginar sus juegos
de niña, ni sus ilusiones de doncella, ni sus alegrías de esposa adorada. No,
no puedo ver en ella más que á mi madre á mi anciana madre.
Me parecía faltar al cuarto mandamiento del Decálogo, que ordena
«honrar padre y madre; 11 me parecía romper el respeto que le rodea en
mis. pensamientos, si me la figurase por un solo instante sin sus cabellos
gri,ses y sin las arrugas que surcaban ya su rostro cuando yo era a~n
niño.
Se necesitaría una pluma más exquisita y espiritual que la mía; seria
preciso buscar palabras aéreas para expresar con toda su dulzura y suavidad
est€ sentimiento respetuoso y tierno, e~te delicado escrúpulo, este
matiz de alma. Sólo puedo dar de él una idea recordando aquí el conmovedor
y profundo misterio de la fe cristiana; que rodea á la Madre de Jesús
de una aureola de ideal pureza.
Sí, para todo el que tenga corazón verdaderamente filial, su madre es
un sér inmaculado.
Además, ¿ no es muy natural que yo vea sólo una madre en aquella
para quien no dejé nunca de ser niño ? Cuando ella murió tenía setenta
y un aüos y yo acababa de cumplir los treinta y tres; por consiguiente era
un hombre hecho, un hombre que había vivido, trabajado, gozado, sufrido,
atravesado veinte veces la llama de las pasiones, un hombre que
indublemente se había mantenido fiel á sus deberes principales, pero que
no por eso dejaba de ser culpable ele una infinidad de faltas y i ay! des- •
pojado completamente de mi inocencia. Mi madre lo sabía; no se le ocul- 'C
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EL CORREO DEL VALL~ . ~24.
taban mis esfuerzos por seguir el camino recto, ni ignoraba r ~~{caídas Y
debilidades; tomaba parte en mis alegrías, con.,ola!Ja mis amarguras; Y si
con su viril energía y claro juicio me hablaba como á un hombre, cuando
yo le pedía consejo, volvía á ser para ella - ¡ adorable ilusión!- su hijo,
su pobre hijito, necesitado tan sólo de su amor.
No es que yo recuerde -ahora únicamente los instantes en que, abrum'ldo
por alguna pena, sólo encontraba consuelo abrazándome á mi madre,.
Y secando en sus mejillas mis ojos enrojecidos por el llanto, ni más ni me·
nos que cuando era níño de pecho. Precisamente lo.; sucesos ordinarios
de la vida, las menudencias cotidianas, eran las que daban ocasión á mimadre
para tratarme como á un niño, acusándome Ll::mdamcnte de imprudencia
é irreflexión.
- j No bajes la escalera tan de prisa .... . ! j Cuidado con resfriarte,
abróchate bien ! Apuesto á que has olvidado el paüuelo. . . . . !
. . Compadezco á los que se impacientan con estas recomendacione? pues
r1les. A mí me llegaron siempre á lo más hondo del allna. Y ad v1é~tase
que acaso pocos han sido nunca objeto de cuidados matern:J.!es tan asiduocomo
los que á mí se me prodigaron. En mi juventud estuve varias vece~
enfermo de bastante gravedad; y mi madre cuidaba entonces con solicitud
de mi, no sólo como de un hijo sino como de un hijo enfermo.
Cierto invierno los médicos me prescribieron el clima del mediodía.
Al volver después de algunos meses, encontré á mi máclcc tan mudada,
que al año siguiente no quise dejarla, á pesar del quebranto d mi salud;
Y ambos pasamos el invierno recluídos en la priiión de mi cuarto, pues
tampoco ella estaba para burlarse del rigm·osu frío de París.
Hace un instante murmuraba yo unos versos. mientras oj eaba el libro
en que mi madre me enseñó á leer buscando en él las huellas de sus
dedos para besarlas. Y no obstante ¡cuántos disgustos le causé á aquélla
admirable mujer ! No pudo, ciertamente, dudar ni por un minutode mi
respeto ni de mi amor. ¡ Dios mío~ Eso nó. Pero cuando uno es joven Y
contrae ciertas amistades y se ve empujado por el punzante estímulo del
deseo de gozar, olvida fácilmente que en casa le espera una anciana madre,
llena de indulgencia infinita es cierto, y que apenas se atreve á dirigir
á su hijo, ya adulto, una tím{da reprensión, pero que se alarma pensando
en los peligros que corrc y ¡ llora al verle perder su candor y su
pureza!
i Quiera Dios que estas páginas sirvan para detener á algún joven, á
punto de caer en un precipicio ...... !
i Ah ! i si supiera con qué amargura ¡·ccorclar:í, en los últimos ailos de
su vida, que, aun sin haber sido un malvado, hizo llorar á su madre .. .. !
Hace máf' de veinte anos que murió la mía; hacP veinte aii.os también
q~e se marchitó mi juventud, porque el día en que ella murió sentí que en
m1 corazón filial algo se extinguía para siempre.
Nunca la había recordado con tanta frecuencia como durante esta última
enfermedad y su larga convalecencia, que tan saludables han sido
para mi alma. Al balbucear, después de tantos años, las oraciones que
ella me enseñó cuando era niño, mi alma ha concebido el deseo de elevarse
hacia Dios. La esperanza de reunirme un día con mi madre es lo que
sostiene mi fe en la otra vida. Para merecer esta recompensa. para vol·
ver á hal1arla en el cielo, he prometido pasar el resto de mi vida entre-l
gándome á pensamientos más puros y practicando obras más meritorias
que hasta aquí.
Jesús, que ha hecho partícipe de la gloria á su divina Madre colocán-
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f22í '/-- EL CORREO DEL VALLE
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c'oh junto á 'l! en el ciclo, bendecirá 1[ s súplicas de un hijo y de un
(ris t'ano.
i Mística patria de las almas, morada d ~los justos, mansión gloriosa
de luz y de amor ! Pretenden algunos e ue nuestra débil inteligencia no
puede comprender en toda su extensión !a f~licidad que reservas á los elegidos;
pero yo, infeliz y humilde pecadcr, creo haber presentido el Paraíso,
c~ando, siendo niño inocente, me qued;;ba d)rmido rodeando con mis brazos
tu ct.:ello, oh santa madre mía, que con tanto amor me criaste á tus
pechos!
rRANcors coPPEE
Marineras
P J->cauor d' ojus au Jaces y cJrtiJ.:l. tez morena,
igno,·ario 1 u chaclor
que caminas por la vida con la fr :mte alta y serena,
sin más guía que el trabajo, sin más armas que el valor
Yo te vi salir contento de tu casa, pobre nido
que es un templo de la paz,
donde aun plácidas dormían en abrazo bendecido
la robusta compati.era y el angélico rapaz . .
Y te vi cruzar la ar ~na e n la> redes á la espalda,
satisfecho de vivir,
sin 11 duda que atormenta ni el rencor que el alma escalda,
sin la envidia que envilece, ~ in el ansia de subir ...
Tienes fe que te sostiene y alegría que te eleva,
justa y noble es tu ambición:
sólo ansíns que no falte en tu hogar la buena nueva.
¡El trabajo y el carÍ11o son tu sola aspiración!
Yo t e ví saltar gozoso en la barca vieja y fea
y la vela desplegar;
y pensando en tus amores disponerte á la pelea
con el viento que azotaba el cristal azul del mar.
Sin temor á la tormenta que pudiera ser la muerte
vas cumpliendo tu deber;
luch~ bien tu cuerpo sano y resiste tu alma fuerte
los C)mbates en que á veces eres héroe sin saber.
Ce nt3mplanclo el humo de tu pipa mal repleta,
pronto empiezas á ensoilar;
sin saberlo vuelas alto, sin saberlo eres poeta,
un pceta ingenuo y dulce que no sabe más que amar.
En tu pensamiento ríe la gallarda marinera,
que es tu dicha y es tu bien;
y con ella está el querube, pura flor de primavera
(lUP perfuma tq santuario convirtiéndolo en edén. '
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EL COR~{EO DEL VALLE
¡Con qué encanto los recuerda tu memoria, y cómo lale
de placer tu corazón!
Y entre tanto el agua ruge, y rabiosa y fiera embate
la barquilla vieja y fea, j tu fortuna y tu ilusión!
No te importa, y de tus labios surge alegre y picaresca
en su ruda sencillez,
la canción que hace más gratas las faenas de la pesca
y que llena de armonías á tu cáscara de nuez.
Tú no piensas, marinero, en soberbias redenciones,
que á tu sana juventud
basta bien con el cariño de dos puros corazones.
Tú no llamas al trabajo miserable escla\'itud!
Cómo envidio yo tu vida, pescador de audaces ojos,
cómo admiro tu valor,
que hace frente á las borrascas, que desdeüa los abrojos,
y se rinde generoso á los ruegos de tu amor.
Marinero, yo tenía como tú mi barquichuela,
un esquife de cristal
que ligero navegaba, como un pájaro que vuela,
por las hondas del ensuefio, por el mar del ideal.
En las aguas de berilo que reían placentera3,
llena el alma de ilusión,
yo bogaba, y eran siempre del bajel de mis quimeras
capitán la fantasía y piloto el corazón.
Venturosa navegaba sin temer los temporales,
mas surgió la tempestad
y rompiose la barquilla de mis bellos ideales
al chocar contra las rocas de la fría realidad.
Que esas rocas traicioneras no destrocen la fortuna
de tu dicha, pescador;
esa dicha tan tranquila como blanca luz de luna,
que sosiega tu alma fuerte de ignorado luchador.
8228
SAHAH LORENZANA
Tipografía
- Mamá, yo quiero aprender tipografía, le dijo Hilda una noche á la
rrespetable autora de sus dias.
- ¿Y qué es eso? preguntó la sefiora Encarnación, frunciendo el entre
cejo.
- Eso es, mamá, repuso la niña, cosa de imprcnta;los tipógrafos son loa
11 que imprimen los libros, los periódicos y todo lo que ~e ve en letras de
U molde.
- Ah! Y es, oficio de mujeres?
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8227 • EL CORREO DEL VALLE
-~e-
- De m~res y de hombres: todo el que quiere ocuparse en la tipo-grafía
encuentra trabajo.
-De veras?
-Se gana más que en la costuta, m~ dice B'Jnifacita, la vecina, que
es tip 'grafa desde hace un mes.
-Hola! No me parece tan mala tu idea, y si no fuera porque tienes
ese genio tan ...... en fin, que eres una loquilla y tengo que andar con
cuatro ojos detrás de tí ..... .
-Ay, mamá, si alguien la oyera, qué diría de mí?
-Dirá que soy una madre cuidadosa, y me alabaría el gusto.
-Usted es muy exagerada!
-Mejor! Lo que abunda no daña, y si peco por guardarte mucho,
quiere decir r¡ue estás muy bien guardada.
-Ya lo veo.
-Ec::, hija, que yo también he sido muchacha y sé de qu~ pie suelen
éstas cojear; yo he visto mucho, y por lo mismo que he visto, no te quiero
perder de vista un solo instante.
-Bueno, basta. Diga si le parece bien que sea tipógrafa ó nó, que de
eso es de lo que ahora se trata.
-Ni sí, ni nó, te puedo decir todavía. Primera vez es esta que oigo
hablar de la taquigrafía . . . . . .
- No es taquigrafía sino tipogra[ia, mamá.
- Eh ! lo mismo es para mí. Digo que sólo ahora llega á mi conoci-mieuto
ese oficio, y bien puede ser cosa de santos ó cosa de malos; por eso
tengo q.ue averiguarlo, consultarlo y pensarlo.
Y la sei'iora, al decir es lo, extendió el índice en dirección á su hija y
recalcó las últimas palabras con tr ~s g·olpes en 11. rodilla izquierda.
Este fue su ultimatum
No se habló más del asunto.
II
Al día siguiente, dolia Encarnación había averiguado, consultado y pensado
todo lo que concernía al proyecto de la hija; y como los informes fueron
buenos y las personas serias aprobaron, formó opinión favorable de las
inclinaciones tipográficas de la niña y se decidió á que ésta abrazara el arte
de Guttenberg.
Lo que le faltaba et·a recomendarla encarecidamente al Regente de la
impl,7enta en donde Hilda iba á hacer su ap1·endizaje, y para allá se fué la
buena señora provista á su vez de una carta de recomendación que le dió
un,respctable amigo.
El Regente estuvo muy amable y se ganó, desde luego, la confianza
de doña Encarnación; porque á la par que se mostraba atento y fino con
ella, le veía manifes!tt.rse muy serio, muy recto, casi severo con los empleados
del taller.
Este es un hombre formal, se decía la señora; mi hija estará bien vigilada,
cual lo requieren sus pocos años.
Al despedirse, después de estar convenido que la niña ingresaría en
el taller, ella reiteró sus recomendaciones
- Nada tiene usted que decirme, repuso el Regente: cuidaré á su nifia
como á las niñas de mis ojos.
- Oh! gracias, señor! o me la deje usted salir del taller ni por un
momento.
- No saldrá!
/ - No me la deje usted hablár con los jóvenes. f
No habhm1!
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EL COltnEO DEL VALLE
-No me la deje usted recibir obsequios de nadie. <. •
-No recibirá!
Las madres, señor, debemos ser así muy cuidado:sas ccn la;;; J¡ ~jas m ujeTes.
En estos tiempos hay mucho peligro ... y que yo no quiero, no lo
permita Dios que .......... ¿Sabe usted, señor Regente, lo que
me decía mi confesor esta mañana ? Pues me decía: mnlíer rt trum
suxt i-n periculum semper; lo que quiere decir en latín que la mujer y cl vidrio
estamos siempre en peligro.
-Así es, dijo el Regente, profundamente convencido.
- Por lo e al, aftadió la señora, no me cansaré de suplicar á u,:,teu que
la vigile mucho y me avise por escrito de todo lo que suceda. Si ella se
maneja mal, escríbame al punto cuatro letras ..... .
- Lo haré así, mi señora.
- Me voy en esa confianza. Hasta la vista, señor mio.
- Para servir á usted !
-No olvide dirigirm~ cuatro letras cuando haya motivo ?
- No, señora.
III
Y á Hilda está trabajando en la imprenta.
Y está contentísima.
Doña Encarnación se ha convencido de que es verdad que más se gana
en la tipografía que en la costura.
Y también está satisfecha p01·que la niña no da moth·o de queja.
Si sigues así, le había dicho, te llevaré al teatro el domingo, ~unque
yo hace tiempos que me alejé de las diYersiones mundanas.
Pero, ah ! esa ida al teatro no se realizó, porque estaba ofrecida para
el domingo.
Y el sábado, por desgracia, vino una carta del Regente á llenar de
tribulación á la pobre señora.
Antes de abrirla, casi adivinó su contenido, y confirmó sus sospechas
leyéndola.
1
1
La carta decía:
((Señora doña Encarnación Argolla V. de Picaporte.
Respetable seflora:
Cumpliendo con lo que le tengo ofrecido, le dirijo h Jwe:;f'nte para comunicarle,
muy apesar mío, que la conducta de sn uina dista mucho de
ser buena como en los primeros días,,
-Ay Dios, i qué habrá hecho esta muchacha ! exclamó con angustia
la infeliz madre.
Y continuó leyendo.
. ((Yo la creía muy formalita, pero he descubierto un pa:~tcl con cierto
ttpo, y aunque ella me lo negó al principio, yo des uhrí la vE'nlad••.
-Santo cielo ! En qué enredos se ha metido mi hija ? qué pastel será
ése? á qué tipo se ref rirá?
((Esto me desagradó, como era muy natural, sobre todo cunr,do había
observado que la niiia andaba cogiendo los hiyotc.· de los cajistas, incluso
Jos mío:-, dí• modo que tenemos que gu1.nlar much~s precauciones
para evitar que ella se apodere de todos y no los sepa conservar, que es
lo peorn
Qué es lo que leo! Mi hija en pos de los bigotec:;; quiere decir que
anda esa atolondrada en familiaridadec; con los homure.:;.
« AdemáR, pésame decirlo que no just¡jica lo que hacE"'
- Claro es ! Cónw va á justificar esa indigna conducta?
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8229 EIJ CORREO DEL VA 1 L ~
<'Ayer r~iió un tímpano, sin querer talvez, pero e3 un daño que no
lo ha podido tolerar el prensistan.
- Mater Dolorosa! dame fuerzas para seguir leyendo. Mi niña romperle
el tímpano al prensista! Y si á ese desgraciado se le ocurre pedirnos
una indemnización por la vía judicial, jqué va á ser de mí!
<< También le digo que la manera como impone no es de mi agrado .... !
• -Y qué tendrá que imponer esta infeliz criatura!
se de>·
madeja el hilo de oro de
una fl;uta Una pasto rc1ta canta :
L as ovejas tienen frío.
L as ovejas balan ... . balan . ...
Ya no llorotlli me q uejo
1 Y te ogo frío en e l a lma!
. . . ·E·l.·_:_:¿·Áp~~t~~;s·?· · · · · · · · · .. . · ....... . .. · . · .. · .. . . . .............. ·
Ella.-¿ Un beso por cada estrella? Pero- si no hay ninguna.
El. - En invierno las estrellas nacen tarde. Aguardemo3 . .. !
La iglesia lejana da doce campanadas. De entre una nube negra
surge un lucero.
Ella. - Ves? Ya hay una ..... . (y e¡ pastor estampa un beso en la bo-ca
de la pastora.)
EL - Allá en aquel pedaci to azul como que hay otra. Verdad?
Ella. - N o la distingo bien, pero si tú la ves . . . .... .
El. - Sí! Y allá hay otra .... otra ... . otra . . . . (Besos.)
Y en el cielo negro apenas brilla un lucero. Los pastores siguen bus-cando
estrellas.
Ella. - jQué malos son los astros!
El. - En invierno l,ts estrellas nacen tarde. Aguardemos .. .... !
Y los pastores aguardan. Y el infinito sigue negro, sólo negro . . .. . .
Un resplandor indeciso ilumina lentamente la cima del monte dormi-do,
El cielo empieza á aclararse.
Ella. La luna ...... !!
EJ. - !Que grande y que triste!
Ella. ~ ¿ Y no me besas?
El. -Un solo beso .. . . ?
Ella. - ;. Cuántos besos valdrá la luna? ¿Quieres veinte?
EJ.-Más ........ ! Más . ....... !
Ella. - Vamos! Los que quieras! Hasta que te canses . ..... . .
Y bajo la calma misteriosa de las hojas principia una sagrada canción
de besos. Y al fin nace el sol. Y el pastorcito aún no se ha cansado de besar.
LUIS A. CUERVO.
SUELTOS
"J~l Porvenir", uno l1C' los
cliarios más caracte rizados d el
Allántico y· cuya ,. ¡ ~ ita s iempre
no:-; ha favor ecido, lanzó con
molí vo (le l Ccn ten ario de la
"ML1)' Noble y l\T u y Leal Ciudad
de Cartagena de Indias''
una bellísima edición en cuyas
página!", están compilados, algunos
ele los documentos más '
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EIJ OOitTIEO DEL V i\LLl~
importantes de nuestra grandiosa
epopeya. Reciba la H~ROIC.\
la más cordial enhorabuena.
Tócanos deplorar la muerte
de la estimable señora Doña
Sara Patiño de ·Escalante. A
su esposo é hijos acompañamos
en su pena.
También lamentamos el fallecimiento
de la señora Filomena
Micolta de García acaecida
el 13 del presente.
En Medellin recibió las 6rc1e:
nes sacerdotales él inteligente
hijo de Cali, FrC:ty Alfonso Zawadzky.
Van para él, para su
apreciable familia y para lé:.
Comunidad Fra11ciscana, de la
cual es miembro muy distinguido,
r.uestras entusiastas felicitaciOnes.
Después de larga au. encia
ha vuelto al hogar, el simpático
amig'o don Jerónimo Ve lasco.
En la capital de la República ..
en donde fijó su residencia, alcanzó
como compositor, fama
bien merecida. Acepte él y sus
compañeros de viaje la afectuosa
bienvenida que le· presentame~.
Hemos tenido el gu::.lo de
leer la Antología ce lo discursos
y poesías que leyeron sus
autores, en la Velada LíricoLiteraria
del 19 de Julio, organizada
por los RR. PP. Franciscanos
con el laudable objeto
de festejar al Superior d la
Orden. Nos congratulamos con
ellos r les agradecemos el envío
del folleto.
El domingo principió con
buen éxito en el Palacio Muni-
-- cipal,b seguncla ten~Jorada del
"Biógrafo Colombia." La Empresa
cuenta con la. simpatías
del público, lo cual nos complace
sobre manera.
l,a Junta de Delegados, de
las ~iete provincias del Depattamenlo,
tuvo á bien elegir
romo miembro del Directorio
Liberal, á los seTiores doctores
Luis F. Ro. aJes, Pablo García
A. y Julio Córdoba.
Con sumo agrado damos cabida
en las columnas de El Correo
del Valle, á .a siguiente
circular que no ha dirigido el
ciudadano General Rafael U ribe
U ribe en su carácter de Presidente
de la Comí. ión Central,
para la extinción de la lattg-o~ta.
Bogotá, Nol•iembre 22 de 1911
S~ñ~ta importante recomendación:
"Téngase cuidado rle no tomar
licores embriagantes, espacialmentP-
cuando se esté amenazado de
afecciones pulmonares, las cuales
lt>fectan más ó menos el estado de
la sangre y la nutrición- no se vivide
que el alcohol es ~demás de
inuutil, peligroso; que las personas
que toman bebidas alcohólieas están,
por consecuencia, más expuestas
á contraer tuberculosis."
Debido á error cometido en la
selección y empleo de taedicinas en
algún pariódo crítico de la ·ddr se
cuentan por millares las seres que
sufren desesperanzados, que de haber
escojido el medicamento apropiado
á sus dolencias,gozarían ahora
de completa salud y robustez.
La demostración verdadera de
las cualidas y la eficacia de una
medicina no está en su sabor, sino
que se basa en que responda afirmativamente
á Pstas preguntas
sundamentales ¿Curará la Pnfermedad?
¿Sanará Jos:pulmones lastimados?
¿.Eminará la causa de la
tos agobiante? ¿Purificará la. sangre?
¿Delendrá el desgaste que la
enfermedad está ocacwnando en su
niño y le devolverá la fuerza y ¡a
vitalidad?
La Emulsión Scott de aceitE> puro
de hígado de b calao hace todo
eso, porque es una medicina verdadera,
que no contiene alcohol sino
solamente ingredientes que impar.
ten fortaleza. Oígase la voz de la
ciencia; no se compre nir.guna preparación
de aceite de hfgarlo debacalao
á no ser la genuina Emulsión
de ~cott. 'fo.da.s la~ dPmáR preparaciOnes
son Imitacwnes que contienen
grandes cantidades de alcohol,
y muchas co contienen una sola
gota de aceite de hígado de bacalao.
SemejantP.s productos no
son una verdadera medicina sino
bebidas alcohólicas que causa~ más
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Citación recomendada (normas APA)
"El Correo del Valle: periódico literario, industrial y noticioso - N. 449", -:-, 1911. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3686415/), el día 2025-09-02.
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