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t_ituada, tndu~trial y ~aUaion
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La Prensa provt• nct•a na
(Tomarlo ,¡._, l 1 S ol impoitante tri •.cmana1 io ele :'llerlcllíu)
Hay en Antioquia y lo que decimos de Antioquia es aplicable á los
otros Departamentos- una extraña tendencia á no leer más periódicos que
los propios y los de Bogotá, miramlo indiferentemente los de los demás
Departamentos.
Y eso que si tomáramos las resprcsalias periodísticas serían los periódicos
capitalinos los que con menos gusto leyéramos, ya que en Bogotá
se mira la prensa de provincias con el más absoluto desdén, aun en cue~tiones
de interés general, que pueden ser y son dilucidadas por la prensa
provinciana de modo acr·J'tado y, sobre todo, con el más absoluto desinteréf.
Mas concretándonos á las relaciones periodísticas que deben existir
entre unos y otros Departamentos ¿quién en este, fuera de los periodistas
lee periódicos que son honra de la Prensa, como los de Manizales, Cartagena,
Barranquilla, Cali, Popayán, Honda y muchas otras ciudades de
Colombia? Nadie, casi absolutamente nadie: lo que es injustificable, porque
la mayoría de esos periódicos son dignos de que las gentes patriotas
le presten atención y apoyo.
En cambio, devoramos cuanta hoja, buena ó mala, nos llega de Bogotá.
s6lo porque es de Dogotá.
Creemos que es llegado el caso de que los periodistas provincianos nos
apoyemos mutuamente, aunque la prensa hogotana mire j)Ol' encima del
hombro esta pobre pren ~· a d~ pro\ ineias, como C<•n gesto clespecti\'o sut>len
calificarla algunos gacetillero::; }Jeriodistic:ls y oficiales,
no se hace caso uc• léu·; ickas que, eomo arroyos á un mismo cauce, van al
elucidamiento d.e los problcmar.; pú i ,¡ iclls.
El Gobierno éste, eomo el otro y cumn el de más allá- no tit•nl·n en
cuenta nunca más que la pl\:11Sa ele la Capital, ~· la pn:nsa de proYineius
es mirada como cero; pero ll•J conw e<'ro que attnH:nta el valor de las unidades,
sino como <'ero aislad(l, al HHtrr•:l'n le hac<..:n honor al país: pero
las provincias Lunhitn los 1 i• ·1wn; y, sin <•ml•an,.(o, en Bog-ofú se le ha<.: e
más caso á un ]l<'l'iúdico c:apitt,lino que g-¡·ita dicharachos de circP, .
Iba yo á retirarm<:! cuJ.ndo noté á mi lado la prcs.:-ncia de una anciana
pobremente vestida y de as¡wcto bondadoso.
Tratando de averiguar qur> interés podía tencl'la 011 aquel :-;itio. la examiné
con más atención y ,.¡ que sus dos ojos esbban inundados de lágrimas.
-¿Qué le pasa {t usted? le dije acerdwdome á ella y como atTash·ado
por unasimpatíainstintivct.
do.
-iSí supiera ustetl, Jo que me oc:urre, ~eiíor!--me contestó sollozan-
-Hable ustecl, repuse.
-Pues bien: al JMS~H·, pot· casualichcl. po1· cle!antc de esa Larraca, he
reconocido en ese desdieha,jo !JilL' r<'cihía t·íntas bufetada.~ y puntapiés á
mi propio hijo, á mi hijo único! N,¡ había teni1lo noticia ele él desde que
mi pobre difunto le hizo emlnu-caJ' d·~ grunwt.: para ca:4tig:wlt> de un hurto
que había cometido en una tienda dund0 0staha t:olocado. Hace de esto cinco
años, y pensaba yr¡ que la e,·pcriencia le halJia tal \'1.!4-Corregido; me 1.>
encuentro ahí ...... entre esa g't>nlc...... ,
Y la anciana SC'guía sollozando de tal modo, r¡ne la gente se agrU}1Óante
ella para oír su r<'l,t!o.
-¡PoLre Adriún mío! il':l hijo de llli~; <'ntrana:;, ri quien crié ú mis
pechos, payaso de uu teutru de feria! .Mi hijo, al l1Ue ht: ~~)vado de tán
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81~S E.L CORREO DEL VALLE
tas enfermedades, y que cuando era niño jugueteaba desnudo sobre mi falda,
tratado ahora á puntapiés por un miserable, y escarnecido por todo el
mundo!
De repente levantó la cabeza la anciana, como si despertara de un
sueño y exclamó:
-¡No sé lo que he dicho! ¡Déjeme usted pasar!
Y abriéndose paso con un ademán imperioso, se alejó rapidamente, desapareciendo
entre las sombras de la noche.
La aventura me impresionó de un modo tan extraordinario, que desde
entonces, siempre que la casualidad pone ante mí un ser desgraciado, como
por ejemplo la mujerzuela que arrastra su pudor por las calles, ó el bohemio
alcoholizado que ante una mesa de café apura una copa de ajenjo, se
me ocurre decir para mis adentros: «iY pensar que esa criatura ha sido
también un niño!))
Poco tiempo después del referido encuentro, fuí con unos amigos á
una tribuna de la Cámara de Diputados, para asistir á una sesión anunciada
como ruidosa.
Un aspirante á Ministro y antiguo miembro de un grupo de oposición,
proponía destruír no se que libertad que el mismo había reivindicado ha·
cía poco tiempo con singular energía.
El representante del país iba á faltar una vez más á las promesas del
tribuno, haciéndo traición á su partido, ó realizando lo que en lenguaje parlamentario
se llama una evolución.
La mayorín. estaba dividida y del discurso que aquel hombre iba á pro·
nunciar dependía la suerte del personaje político.
El orador subió á la tribuna, leyó unos papeles, probó un vaso de agua
azucarada y pronunció un discurso vulgar, adocenado, vacío de sentido y
lleno de frases huecas.
Alentado por el aplauso de sus amigos, prosigió el «hablador)) entrando
de lleno en el asunto y cantando cínicamente la más escandalosa palinodia.
Dijo que no por eso renegaba de su amor á la libertad, y se dió aires
de profeta, tratando de conmover á cuantos le escuchaban sus metáforas,
gastadas ya en tiempo de Cicerón.
El discurso era muy celebrado y la oposición estaba derrotada.
No obstante, estallaron violentas interrupciones, y más de cuatro
ecñaron en cara al orador su apostasía, recordándole, para insultarle, sus
palabras de otras épocas.
El orador oía con cinismo á sus antiguos partidarios y les miraba con
altivo desdén, afectando una serenidad verdaderamente majestuosa.
El discurso proseguía, pero yo no tenía paciencia para oírlo. El infame
espé.ctaculo de aquel cómico político que sacrificaba los eternos principios
á su interés de un día, evocaba en mí el recuerdo del barracón de los
saltimbanquis.
La helada retórica de aquella charla destituida de toda lealtad, me re·
cordaba el discurso del director de la Compañía, encaminado á explotar la
credulidad de las gentes. El aire de soberbia que había adoptado el orador
al recibir la lluvia de injurias y de reproches que se le habían dirigido, tenía
mucha semejanza con la indiferencia del payaso cuando era vfctima de las
bofetadas y puntapiés de su amo.
La palabra «Libe1·ta d~ él. sinl) h:1bía d1 ser
hombre digno, y prometí no volver á verle hasta hoy, término de aq
plazo. Ya veo que quieres que él viva. Gracia , 01· dre mia! Ante e$a
antigua imagen que ha venido por espacio de muchos año3 alim~nhndo la
fe de una familia cristiana, yo te juro solemn ... m"'nte que de hoy más qu'ero
1vivir sólo para dar digno ejemplo á este pe ia?.O de mi alma, á este hijqquerido,
que ha de ostentar siempre las virtudes de su madre. Yo te
ofrezco, Señora, al hombre nuevo que en mi hoy nace. Hazme digno d
la esposa que me has dado, y del hijo que nec~.:;ita d mi ejemplo, Se tti
la reina de este hogar cristiano!JI
-Perdón, María-dijo á su esposa, y los do:; se juntaron en un abr
zo apretado y <4>loroso, mient1·as el nino como si tuviese conciencia- de
aquella escena, daba palmaditas alegres sobre la cabeza de Jorge ....
ALFONSO ROBLEDO
LA AMADA DEL POETA
A Eduardo l:'t hn•<'l"l"lu
1 Amar .... Soñar 1 La e ocia de la vida.
Es amor el ensueño más sublam• .
bá.lsamo rle los cielos que red1mc
¿uealizaodo el ánima abatida.
\mor es poesi . El arpa santa
a¡:itase eo sus ritmos tembladorea.
Nunca mejor q cuaodo cauta amores
el bardo diviui a lo que caota
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R13~
! Lct :~m:Hh •h•l poctct 1 N:~tla exi<;te
rnn t~lla. que to.lo In r..:sunv· ·
Jn¿, ¡~loria, amor. inspiración, perfumP,
cuanto es muy tlu!c.,;y aún lo que és má triste.
¿ Lo triste .... ? ¿ Y la poética tristeza
no es acaso la suma po¡,si:\)
U11 toque r\e letal melancolía
es un soplo de vida en la belleza.
¿Cuando fue artista amor no combatido?
Inspira el goce pero más la pena;
valió el perdón del Justo á l\1agdalena
haber amado, que es haber sufrido.
Amar .... Sutrir! Y dP la oct1lt1. herí da
es donde se ele,•a el canto ct.-nlo,
que tiene las tristezas tlel il1\·i,~ruv
y las dcsolac10nes de la vala
La :~m:~rla Ilota en la canción clolit!ntc
en forma de recuerdo 6 esperauza;
lo que v.t ha muerto y lo q oc no se alc,lllza.
que es L~ mclancolb tlel pr<'scntc.
' .. --.. , -<~···•-+. •
Espinas del
i A qniln c1.nt:t •:1 po~ta? El mundo ignora
l:.u Los furm«> .ulorahle, d' dla
cu los contornos de la musa casta.
Que la•nota de amor dulce y {er\'iente
e].,¡ pecho ,·irgen el suspiro arroje,
conmue\'a el alma y las pupilas moje
y haga en las manos sepultar la frente.
Lágrimas eo la sombra, en la secreta
~olcda,l dl! la noche : esa t:> la ¡doria
y ese el amor , 'u import.1 que á la historia
otros llamen nm·ela c..ld poeta.
i Oh nflnrla! ! Oh m u~, dl'l placer y el llanto!
el alma en tí su excelsitn•l rco;ume,
icres místico Y.:lSO tiP perturne
r¡ue da al amor la iD>pira.:ión y el canto!
bAÍ.\S G.\~II30A
mal camino
Sala de audiencia de un .Juzgado de Instrucción .
. JUEZ.-Ya lo ve usted, acusarlo. Cuantas citas ha hecho resultan falsas.
Hemos gastado tres ó cuaLro meses en evacuarlas: tiempo perdido
para su futura libertad.
·,¿..-:ACUSADO. -¿?ara mi libertad, sei1or Juez? de manera que confesando
me pondrá usía en libertad?
JUEZ.-No es eso. Pero el proceso estaría ya concluso y quizás sentenciado.
ACUf'ADO. Y yo en el presidio.
JUEZ. - Y ahora en prisión preventiva, que no se sabe cuando acabará,
si usted sigue su plan de citas largas y siemp.·e desfavorables. Si al
fin ha de ser condenado, cuanto antes em})iece á sufrir la condena ..... .
ACUSADO.-Antes cumpliré, es cierto.
JUEZ. -Comprende ahora como este tiem110 es p~rdido para su libertad.?
ACUSADO.-Dice bien el seilor juez. Acabemos de cansar. y lo que haya
de ser, sea pronto.
Pues sí, señor; voy á decir la verdad: Soy el autor único de c<;te robo.
Pero todo tiene sus razones en el mundo. ¿S11J0 por qué he roua.do? Por
necesidad .
. JUEZ.-Por necesidad del día se hnrta un pan ó una suma pcquciia: pero
no tanto dinero.
ACUSADO.-Es quera,- necesidad ele vivir no un dín. sino muchos.
JUEZ. Porque> es usted holv,azftn y quiere vivir sin trab:tjar La holgazanería
trae á mi .Jnztado tiempo y cabilaciones y finuras! En pri-
/
mcr lugar tuve que fingirme medio señorito, muy cristiano y muy devoto
para dar confianza al ama de llaves de la casa. La mujer no faltaba mmca
á la misa de ocho de San Ginés. Yo tampoco falté ni una mañana has·
ta que conseguí trabar conversación con la devota. Luégo pasé á la amistad.
Después la enamoré honestamente, y esto fue mi mayor tormento,
porque su cara no era tan católica como su alma. Pero había que apechug-
ar con todo para saber por el ama cuándo tenía dinero el amo, y donde
lo guardaba y cuál era la disposición de la casa y otras circunstancias que
asegurasen el golpe. Y además, jcuánta paciencia empleé para desacreditar
á un criado y dejar en su cuarto señales del robo á fin de echar sobre
él las sospechas dPl delito! Un al\o entero de preparativos y estudios para
llevarme 10,000 pesetillas. ¡Tiempo perdido¡ Mis antecedentes pudieron
más que todo y aquí me tiene confesando, pot·que sería peor negar. Más
tiempo perdido, como usía me advierte con razón. Con razón en todo,
menos en llamar oficio de holgazanes á este oficio de perros. E tá dicha
la verdad. Venga la pena; apliquela con misericordia, considere mi historia
y vea si con tántas fatigas no estoy ya m<'rlianam •nte castigado.
JUI~Z. Pues yo saco ot1·a consecuencia dt• su historia. Y es que con la
mitad del trabajo, rle la sagacidad y de la intelig-L'ncia '1LIL' emplea un la-
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EL CORREO DEL VALLl•; 8135
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El secreto de la felicidad
El perro se puso á dormir, tenrlido al sol subrc la arena; pero pasado un
breve rato, este admirable p:.!rro se cansó (]é dormir y creyó prudente desperezarse.
Se estiró, pu~R sobre su:> patas, abrió la boca, bostezó, miró
al cielo, y confortado con la vista de aquel hermo:;o firmamento azul, salió
trotando á pasito corto.
-Fi, ti, ti.: . . !-- le silbé yo desde lejos. Y el bueno del can, conside-rando
que el hallazgo de un amigo no es cosa que se debe despreciar, cambió
de rumbo al oír mi silbido y se me acercó, con la cola de punta y los
ojos alegres,
Fuimos paseando, como dos perfectos camaradas, camino adelante,
hacia un campo de hierba matizado de inocentes margaritas. Y nos comunicábamos
los dos nuestras impresiones de la manera que usan los
hombres y los perros para entenderse: yo, pronunciando palabras, haciendo
gestos ó lanzando imprecaciones, y él, saltando menr:ando la cola 6 rompiendo
á correr entre delirantes alariclos de entusiasmo. Y tan completa,
tan absoluta y firme e:·a la alegría del perro, que repentinamente me detuve
y le dirigí á mi imprevi ·to amigo estas cándidas palabras.
-Pero tú, humilde ser canino, ¿cómo te arreglas para ser dichoso, tan
terminantemente dichoso? ¿Cuál es tu secreto, si es que tien~s algún secreto
panacea'?
Entonces el perro me miró recta y ¡wofunclamentc, (lió un salto brusco,
salió corriendo y pegó un ladrido, tal como si dijera: ~d que proceden de
Sangre Impura. "El Sr. Dr. Adrian
ue Gnray, l)rofesor do Medicina en
México, dir'r.: Con buen éxito he usado
la Prep:uaciún de Wampolo en los
Anémicos, Cloróticos, en la neurastenia
y en otras enfermctl:ulcs que
dejan al organismo débil y la sangre
empobrecida, y los enfermos se han
vigorizallo y aumentarlo on peso."
Na.
Citación recomendada (normas APA)
"El Correo del Valle: periódico literario, industrial y noticioso - N. 443", -:-, 1911. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3686410/), el día 2025-06-14.
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