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s-CALI (Reptiblica de Cclombia) ABRIL 27 DE 1911
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pariatiag ~ilararia, fudllJlrial y taliaio••
Dlreot<>r, BLA.B 8· 8~.oUlPKTT~
El Naufragio
El organo lanzaba sus últimas notas triunfantes; la portada inmensa
de la Magdalena se abrió y la recien casada apareció del brazo de su marido.
Radiante de belleza, detúvose algunos instantes, y depués de con·
templar el panorama, que se desplegaba ante ella, tratando quizá de descubrir
en él el secreto de su porvenir descendió acompasadamente la escalinata
en medio de la multitud que se apretujaba para admirarla, y subió
á un automóvil que se la llevó rápidamente.
Estaba á solas con su esposo y emprendió el misterioso viaje de la
vida.
-De modo que conoce usted á miss Hohki el
dando un golpecito en el hombro de un joven a , elgado, elto que
llevaba sujeta con un cordón una linda perrita de largo y sedoso pelo, y
permanecta oculto detras de una columna.
Pero ahora caigo añadió, sin dar tiempo á que su interlocutor respondiera
á su pregunta. Debe usted haberlo encontrado en Austria. ¿Cuánto
tiempo hace que regreso usted de alli?
Guido Norval, á quien estas preguntas iban dirigidas, sólo contestó á
la última.
- Estoy en París desde hace dos meses, dijo desatando su perra, que,
dichosa de verse libre, bajó ligeramente y á saltos la escalinata de la
iglesia.~
Cómo, hace ya dos meses y no había ido usted á verme?
-Perdone usted: he estado ocupadísimo, y además, debo confesarle
que actualmente no estoy de buen humor y vivo muy retirado.
-Qué, tiene usted alguua pena? pregunto le Morieres amigablemente
con esa familiaridad algo protectora que da la indiferencia de las edades. Es
preciso que me cuente usted eso, querido Nerval á menos que tenga usted
algún motivo para mostrarse reservado. Créame usted: el dolor se domina,
no permaneciendo á solas con él; cuando se deja que se desborde, se
evapora.
,-Es verdad, asintió el joven; usted es mi amigo mas antiguo y mejor,
y será para mi un consuelo confiar mis cuitas, explicándole por qué
he venido á presenciar casi ocultamente, la boda de miss Hopkins, y por
qué estoy aquí con Nanita .. . ..
- De modo que la perra representa un papel en esta historia?
- Desgraciadamente, si; aguarde usted que voy á conflárselotodo. Pe-ro
antes es menester que le diga que esa joven, á quien hace..unos momentos
hemos admirado, la encontré en Svdyney, en casa de una familia originaria
de Nueva Orleans; que desde los primeros momentos me sedujo la belleza
de miss Hopkins, y más aún el encanto que de toda su penona emana
y inmediatamente me alisté en el escuadrón de pretendientes, cuyas
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GO-H EL CORREO DLE V t\LLE
alas de mariposa se quemaban en el fueg-o ardiente de sus grandes ojos
negros ..... .
-!Ah! exclamó Morieres, interumpiéndole. Bien se ve que es us·
ted hijo legítimo de Francia, en donde la gente se exalta tan pronto y
concede al amor el primer puesto de su existencia Pero qué demonios
iba á buscar allí ?
-Esto es lo que ahora me pregunto. Naturalmente, para verla y hablarla,
procuré que me presentaran en todas las reuniones que ella frecuentaba;
y sucedió lo que había de suceder: que no tardé en enamorar·
me perdidamente de mi hermosa australiana, sin hallar ocasión de decírselo.
-No se atrevía usted á déscubrir sus baterías y á tomar la ofensh·a?
--No, la amaba y su presencia me intimidaba; por otra parte, aunque
se mostraba muy afectuosa conmigo, no me daba pie para que le abriese
mi corazón. . ·
Un dia supe, por casualidad que se iba á Europa; me enteré de la fecha
de su embarco y averig-ué que había tomado pasaje en un hermoso
vapor de la linea alemana.
-Y por su puesto, usted se embarcó también.
-Efectivamente, y en el momento que el vapor abandonaba el mue-lle
y que salía del puerto, me presenté de pronto ante miss Hopkins, que
se ruborizó al verme.
~ ¿Se ruborizó ? Luego usted no le era indiferente,
- Esto mismo se me ocurrió á mi y por ello sen time dichoso. Miss
Hopkins me tendió graciosamente la mano y parecía muy contenta de hacer
el viaje conmigo. Ya sabe usted la intimidad que se establece en
seguida á bordo de un vapor; apenas me separaba de mi compañera de
travesía, cuyo ingenio y cuya gracia me transportaba al mundo ideal
del ensueño.
Y se declaró usted por supuesto? · ·
No: yo saboreaba mi felicidad y quería poner mi vida á sus pies,
cuando estuviéramos á la vista de tierra francesa.
-Prosiga usted, amigo mío; su relato me interesa.
Nos acercabamos á las costas de Francia, cuando el vigia señaló á lo lejos
una embarcación que parecía abandonada.
Esta noticia pareció disgustar al capitán, empeliado entonces en pasar
delante de un vapor ingles que seguía nuestro mismo camino; éste no
obsta.tlte, no quiso continuar su ruta é hizo rumbo hacia la embarcación.
- Cuando estuvimos cerca de:eua que era una canoa. ó mejor dicho ~una
armadía nuestro buque se detuvo y echamos al agua una lancha mientras
los marineros remaban vigorosamente, miss Hopkins y yó contemplába~
mos la operación,
¿Llegaron á tiempo de salvar á los náufragos'! preguntó Morien!s.
-En la embarcación no había ningún ser humano y, sin embargo. algo
se movió en ella. También lo habían visto los marineros de la lancha,
que nos gritaron:
- No hay más que un perro.
Y sin preocuparse del pobre animal regresaron á bordo.
- Vaya una novedad !
Tánto mayor, cuanto que la perra, horriblemente tiaca, era maure y
tenía junto á ella á un cachorro que colgado de su pecho seco, buscaba en
vano una gota de leche.
1 Oh!, si hubiese usted oído el aullido quejumbroso, la invocación
desesperada de aquel pobre animal al comprender que le abandonal>an.
Le mira á su }xqueñuclo, como si ~uisiera c::mbellcc(;l']o, vaw tl u e inS11ira-
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rase compasión á los que muy ¡uoonto iban á deiJ111ÍJil'tM#Ib.illi
ced de las implacables olas
De pronto-, con los ojos desmesuradamente ·~=~'rro
y se lo colocó al borde de la armadia: pero los
ban de la infeliz bestia, y y¡ se disponfan á izar la ,~IJlell••
do miss Hopkins se precil'fit6 hacia el capitAn BUJ~IiC!tlí~~íf-Q:~
á la pobre perta.
-Qué hermosa estaba en aquel momento!
que dijo para conmover al marino! Pero éste,
neg6se á ceder A sus ruegos, dloiendo que no queda retras-é:
. -¿Demodo que abandonaron ustedes á la perra y ·adiórll'ti
jo Morieres, .... emocionado á pesar suyo,
-No amigo mio; por piedad y sobri! todo pqr_ _amor~ J.'Qii~
de verdadera locura; me arrojé al mar y salvé 4fNanita.
-Nanita! esa hermosa perra que acompafta 4 usted.?
-La misma.
-Bravo! Lo que usted hi
la aventura? ·
-Bastante bien. Cuando nos izaron á mi y á la peRa,
mados pero lo que ·más me sorprendió fue la. pilidez de =----~·~"""'"'i ..
-¿Había comprendidido el significado de~ acción llevada
usted?
-Si y una hora después cuándo volvfa
dome las manos; · .
-Amigo mío, porque lo será usted siempre
moria de lo que acaba de hacár, le debo una cor1Uc:llen119&.
Y con los ojos llenos de lágrima& la pena que iba á e&118' ..
me, aiiadi6 bajando la v z.
-Estoy comprometida desde hace· dos años y regreso á F'raluDa :Pat4
casarme.
Ei joven calló unos instantes, y luégo con acento nem0110, gdt4.
-Nanita, aquf!
Y atando de nuevo á la perra como si teniénaola junto A
revivir aquellas horas inolvidables, aft.adi6, con voz entre
-Por esto encontrado usted aquí, en el pmtico
lena.--He querid :ve a por última vez.
Salmo á la Juvent~
Salve c1 ti Juventud porque sonries
por boca de las virgenes hérmosas,
porque haces .lf,orecerse de alelies
los muros de las ruinas Billmciola,s,
Al travez de tu prisma son ~
todos lo cielos, totlo ~ ca.~
y viste la. iluai6K dorados t'IC1eB
si la acom.pafta. tu ~f'tU'O.
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EL CORREO DEL VALLE
Y porque e?·es el summun de la vida
entbelleces las almas, y despiertas
en las vírgenes carnes la ~ormida
tentación, y abres al A mor las puertas.
Por tí domina altivo en la llanu1·a
el toro de afilada cornamenta,
y el caballo gentil sobre la dura
tier-ra su paso con a-rdor revienta;
Su plumaJ·e flamante hwe el gallo
con arrogancia de sultán, y lleva
como un conquistador, po1· su serrallo
todo el orgullo de la sangre nueva;
Con amo1· ent1·eteje en el follaje
su tálamo nupcial el mi1·lo errante,
y espera en su cubíl del largo viaje,
con i?npacienci,a erótica salva)·e,
al esposo feliz la tigre aman te.
Juventud seducto1·a y codic~able
para quien te ve hui?· . ... Vista de léjos
cuán hermosa pareces y adorable
de la muriente luz á los nfiefos!
Savia en el bosque y en el hue~·to flores,
canto en las almas é ímpetu en las venas,
en tí germinan todos los amores,
j dulcifica tu luz todas las penas.
Yo que siempre llevé ent1·e 1m's empeños
sed de 1·enovación, y como un vago
anhelo de vivir vidas d1'stintas,
hago subú· al ápice mis sueño~
al veTte renacer de ent;·e el estrago
con seducciones que creyera extintas.
Y te estrecho de nu.evo entre mis brazos
con el ardo1· que en ya lejano día;
mas como tTa1'go el alma hecha pedazos
no me aleg1·a lo mismo tualegTfa.
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. ~
EL CORREO DEL VALLE
Y te canta mi voz porque sonríes
por boca de las vírgenes hermosas,
pO'rque haces f/m·ecerse de alelíes
los mu,ros de las ruinas silenciosas.
Muy cerca de mi espíritu te siento
y enmis ensueños líricos te veo.
Cuando llegue la hora,
ya que e?'es Fugitiva como el viento,
deja al menos al irte, con tu aliento,
en mi pecho la chispa del deseo.
604-l
ALBERTO CARVAJAL
Alberto Carvajal
Nos damos el placer de reproducir el bello artículo que
u Atlante" de Barran quilla publicó al frente del retrato de
nuestro distinguido amigo don Alberto Canajal. Bien merece
el literato caleño las múltiples manifestaciones de aprecio, con
que la prensa del país celebra sus triunfos. Por nuestra
P.arte presentamos al amigo querido, las mas cordiales felicita
cwnes.
"Como el ilustre portalira Guillermo Valencia, Alberto Carvajal, autor
del precioso pomo de arte <rrantes en el
claro cJ·cpúsculo vrimaYcral. El rostro del patricio de repente se animó
cl0 ewoc:iún.
- Diri.iámonos tamhi0n al desierto, le dijo ú su sobrino.
A la <'ntracl:t el<· un c:stn•cho corre]Jér~nnc• aquí, S" ·tus. con mis servidorf's. Por larga que sea mi
HllSenci:t te prohibo dar un paso adelante.
('on paso tranquilo penetró en el corredor subterr:lneo, guiado por los
extraüos pascadol'<'S qu0 lo procedían al través de las tinieblas. Pronto
}J<'I'cibi6 e>l ru1nor var-o de nna multitud. en el cual se distinguían cantos
de \"oce:> suplic:\n tPs, pTitos de al0gría y, de vez en enando, el timbre d~
un acPnto sonor·o \' patem:tl. De repente vió innchas luces rojizas que
alumlm1ban la:'l pn1·c•(ks del subterráneo y puso el pie en el umbral de nna
sala iluminncla por centenares de lámparas de arcilla v alfombrada dejacintos
y cl0 .i:LillÍIH s. Nadi notó la entrada del pi\tricio, excepto un
homl.>rc que, de~clc un alLv L'sc:\bcl, pre idía la cerunonin y que pm·ecia el
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so-±7 EL CORREO DEL VALL~
maestro, el sacerdote y el padre. Era Pedro, príncipe de los apóstoles y
cabeza de la Iglesia. Al ver al extranjero palideció y cerró los ojos, como
para recogerse en un recuerdo doloroso. Luégo, con un gesto imperioso,
le mostró al imprevisto visitante un asiento vacío en medio de un ~
grupo de obreros.
El patricio se sentó entre un barquero del Tíber y un herrero del
Esquilino.
Y la augusta liturgia prosiguió.
Hombres del pueblo y soldados, damas de ilustre nombre en la
historia de Roma y esclavos, galos y sirios escuchaban el relato de un
joven diácono, el evangelio popular de la Pasión y de la Resurrección,
el drama sacrílego y el milagro triunfal que Pedro conmemoraba, en
aquella noche primaveral, en el fondo de las catacumbas. El diácono
recordaba las angustias del Huerto de las Olivas, la traición de Judas,
el paseo trágico de Jesús al través de Jerusalén, el pretorio de Anás y la
casa de Caifás, mientras Pedro, humillado, se golpeaba el pecho ..... .
1'*~ Entónces el diácono evocó la imagen del pretorio imperial, las vacilaciones
y los desfallecimientos de Pilatos y el grito terrible de la multitud:
-iCrucifícale! iCrucificale!
Y después la flagelación, la corona de espinas punzantes, el cetro de
caña, el jirón de púrpura y, en fin, toda la cruel ironía de Israel parricida.
-Escuchad--decía el diácono-el testimonio de Juan el Bien-Amado.
Los verdugos lo saludaban con el nombre de Rey de los Judíos, ·y le daban
de bofetones. Entonces Pilatos salió por segunda vez y les dijo: «No
reconozco en El ningún crimen. >>
Al oír esas palabras, el noble romano se cubrió la faz con un pliegue
de su toga é inclinó la cabeza casi hasta las rodillas.
Así permaneció inmoble mucho tiempo, hasta que lo sacó de su ensimismamiento
un canto de alegría. El Al€luya de Pascuas vibraba bajo
las bóvedas de las catacumbas como las trompetas de cien arcángeles.
Entonces, á un signo de Pedro, un fiel se separó de la multitud y se
colocó al lado del apóstol.
- Hábla-dijo Pedro-y dá testimonio de la verdad.
Aquel hombre, que era uno de los discípulas de Emmaús, contó el
glorioso encuentro con Jesús resucitado en un camino desierto de la Palestina.
El Maestro acompañaba á los peregrinos, ligero como una visión,
y ellos no lo reconocían.
-¿Porqué estáis tan tristes? les preguntó.
Los caminantes confesaron la causa de su tristeza que era la muerte
de Jesús el Nazareno, de Jesús el gran profeta, á quien habían traicionado
los sacerdotes y crucificado los romanos.
-Nosótros esperábamos-dijeron-que él rescataría á Israel y hé
aquí que desde hace tres días hemos perdido toda esperanza. Sin embargo,
algunas mujeres que han ido á visitar su tumba, no han encontrado
el cuerpo y han visto á un ángel que les dijo; "Ha resucitado."
Nuestro compañero de peregrinación, que iba explicándonos las Escrituras,
consintió en acompañarnos hasta Emmaús, lugar en que debíamos
cenar. Ya en la mesa. bendijo el pan, lo dividió y nos lo repartió.
Entonces reconocimos al Salvador y nos prosternamos para adorarle. e ando levantamos la cabeza había desaparecido.
De nuevo el Aleluya pascual resonó en las catacumbas. A su vez, el
apóstol se levantó y dijo:
- Roguemos, hermanos míos, •
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L
EL CORREO DEL VALLE 60-!8
-Amén, respondieron los cristianos.
-Roguemos por los judíos, que no han comprendido el advenimiento
del Mesías; por nuestros padres, que acatan la vieja ley de_ Abraham, de
Moises y de David; porque los gentiles reciban la buena nueva; por el
Emperador pagano, por Jerusalén y por toda la posteridad de Adán. Rogad
porque el Señor me perdone y por vosotros mismos.
-Amén! amén! amén! respondían los fieles.
-Y sobre todo, rogad por ese hombre-gritó con voz de trueno el pes-cador
de Galilea volviéndose hacia el patricio, cuya toga estaba bordada
de púrpura.
Entonces, el discípulo de Emmaús, miró al extranjero y, tembloroso,
profirió un nombre que hizo estremecer á la reunión. Muchas mujeres se
desmayaron y los niños se refugiaron con pavura en los brazos de sus
madres.
Poncio Pilato avanzó hacia el apóstol y habló en medio de un silencio
sepulcral. Afirmó el sincero deseo que había tenido de salvar al NI!'Lareno:
habló de la impotencia á que lo habían reducido, para arrancar á Jesús á
la condena de la ley judaica, el furor del pueblo y de la Sinagoga; hizo
notar que su deber como magistrado romano era prevenir una rebelión
contra Roma y confesó los remordimientos nefastos que desde entónces
gravitaban pesadamente sobre el ....
--No tienes para qué dar excusa, le respondió Pedro. Tú no eres
aquí un acusado, pues el Señor ha perdonado á sus verdugos. Antes
bien venimos á rogar por tí. Hé aquí que el misterio de misericordia y de
amor va á cumplirse.
Dos adolescentes presentaron al apóstol ur1a cesta de panes. El los
bendijo y los repartió entre los fieles. De nuevo se oyó el Aleluya y la
reunión comenzó á dispersarse. Los cristianos pasaban al lado de Pilatos
sin cólera, con cierta especie de respeto. ¿No era el patricio, á pesar
de su falta, uno de los más grandes testigos de la redención?
Pilatos salió con paso tranquilo de las catacumbas embalsamadas.
Sextus y los esclavos lo esperaban en el sitio en que él los había dejado.
Montó en su caballo y entró en su palacio de Roma, sin responder una sola
palabra á las preguntas de su sobrino, con las pupilas llenas de tristeza,
la boca más dolorida y la cabeza más inclinada sobre el pecho.
EMILIO GEBHART.
de la Academia francesa
[Traducida de E . G
Besos fríos
-No sé lo qne tienen ,
mañtco tus besos;
paré3 que tu boca tiene ea vez de labios,
dos trozos de guielo.
que, cu<.Lndo me besas. me enfrían el alma
como st la muerte me d~j.1sen dentro.
¿Es que me ca mi noeucucntrasoá que te ilusión
ó has sido con toas igual?
- 'Qué he de :,crlo 1
Esto qu·~ me ocurre.
es toa una hi .toda de nmorec; m u viejos
que voy á c0ntarte
si ti 'nes empeño.
Yo pa que tú t.l'pa•. puse mi cariño.
;:¡Jlá en otros tiempos.
en una mosica morena de cara.
de rizado pelo.
de ojos como soles,
mu grandes. mu negros,
y con uua boca cual los capullicos
de rosa que al alba se van entreabriendo.
Un dla se tuvo que quedar en cama,
se quedó cou mucho dolor en el pecho
y una tos mu grande
que á veces solía quitarle el resuello.
1 Oué malica estaba la probe .......... Tenia
pálida la cara. mesmito que un muerto.
Sus ojo~ miraban con osa tristeza
del que deste mundo se está despidiendo
y eu él deja toa, toa su esperanza, •
y toos sus anbel(>S.
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()Q.b0 . ET~ COL~RTW DRL VALL~
Una mañanica.
cuando estuvo á n~rla, me lo dtjo el médwo
bajo mu bajtco, p'l que no le oyese
la trist<' eof,:rm_ica desde su aposento:
"C)uc lbm•'n al cura, porque está mumal¡¡;
no tiene remedw·
La noticia aquella
hrlatla la sangre me dejó en el cuerpo
i :\lurtr mi ll<·uica la luz de mis ojos 1
¡ \'am<".l, c¡u~> no había }"'1 pa mi consuelo !
i :\Ialr\ita la ceocta
que estulito u1.po del ci ... to.
dejando en mis labios, pa to:l !:1 vida.
el frío de mutrte-.de su ú !limo beso 1
Ya ves por qué causa
los besos del maño uo tienen ya fuego
y por qué eu su boca tiene, en vez de labios
dos trozos de guielo ....
AGüSTIN PA JARÓ);
Alas rotas
En una mañana lumino"la, Blanca de Tréles miraba vagamente la rada
desde la ventana de un· hotel. Dentro de algnnas horas se er¡,barcaría
para Nueva York, junta con León de Varde, y pensaba en sumarido.
-Sin cludn. :\1. de Tréles f'xperimentaría algún sufrimiento, pero
como era hrmcladoc:;o é intelig-ente, comprendería que en todo aquello nadie
era dP culpn.r. Así es la vida! Sus trabajos científicos lo consolarían
también!
Cerca de ella vibró la voz de León de Varde:
-¿Nada te hace falta? la preguntó.
Y Blanca, csonriendo divinamente:
-¿Qué podría faltarme junto á tí?
Sus pupilas azules Pxpresaban una adoración infinita. Las palabra~.
al surgir, hadan más linda su boca amorosa, y stt acento tenía un encanto
misterioso:
-Olvidémoslo todo!-rt~~cía. Pensemos sólo en nuestra dicha, hoy
que en vez ele fugaces alegrías y de citas furtin1s, gozamos estando
f,Olos y Yiviendo el uno para el otro enteramente, por siempre!
-Sí, es cierto! aprohó Leé>n ck Varcle.
Blanca retrocedió algunos pn¡;os
-Dices eRo ue una manera . '
Luégo, más atenta, agTegó:
-¿,Que ti<>nes? Pareces intranqtulo.
-¿Intranquilo? ró! Sólo deseo que ·hnyamoc; le,·aOdí;is!
.i\1. c1t• Tt·éle~ escuehaha con grave pactencta, acodado en sn mesa ele
trabajo. Al fin al%f> los ojos y dijo con gran calma:
-Os de Y oln~1 ~ \ uestra libertad cuando termine nuestra entrevista!
Continuó:
-Ella será muy hre,·e. Rólo tengo un punto que explicaros. Sin duua
OS haht>is preguntarlo CÓmO pocl!a f'SL\r yo tan bien informado, saher
el nombre el~> vuestro am~wte, vuestro proyecto de fuga, el día de la
partitla.
-Por un espionnje!-dijo lajo\'en con tlesdén.
-1\'6, contestrl :\1. de Tréles; por una carta!
_:_¿Por una carta? ¿De clónde? ¿De quién?
-A.116nima! ..... Héln aq ní! .... . .
El extendió un pliego ele papel ~·Blanca pnlideci6 al verlo; su mano
temhlaha, y P.xclamó:
-Imposible! ¡:\Ientís! Es una falsificación!
J\l. de Trél<."s sólo pronnncifJ un nomhre:
-i\1. rle Varrle, ¿no E'R ciE>rt0?
Blanen se desplomó sobre> nn di\·án. Comprendía al fin. Recordaba
la actitud de su amante en la maiiana, sus pnlnbras y su ausencia inmecliatn.
Elln sólo había Rielo la conquistn, In. presa, el juguete ele que ya
él estnha canfmrlo. Jhhía imag-inado ar¡tlf'lla fuga en la e<::peranza de que
no lo ~cguirín. Pero cc.mo ella lo ahanclonaha y sacriticaba todo por él,
la hahía dennnciaclo vil y abominablemente; la entregaba á su marido!
Desfallecía ele dol0r, ele vcrgiienza y humillación, profiriendo:
-E~ cspnrttoso! ¡Es clemasi~uld! :\latndme má - bién!
La fi~ónomía tle M. ele Trl:lcs eonserYnba ~u gran~da,], con la calma
alg~ triste de quien conoce la Yidn. Ren:lnba cierta picdau, mientras su
m~~Jer sollozaba cutre los cojines. mordiendo la tela con prolongados genudo
ele re dcgolladn. Estaba ante l:l como uua mariposa que se c¡uema
en la luz y cae temblando por el uelo. :\1. de Tréles comenzó á romper
1~!. carta cu pedacitos, como St' desparrama una nieye ligera. y entúnces
c.ltJO suavemente:
-Blanea: ¿.regres:í.is ele casa el~ \·nestra h r nn:1.na? Recobrad vuestro
lugar en la casa.
JI·; ..\~ H.EIBRACH
El medio duro
LA CHANCHA·· DE LOS CHIQU[TJNES.
Ven, pícara, ven á contar á tu padre, ya que á mi no quieres,
lo que has hecho con el medio duro que te dió esta mañana-dijo doña R9-
jbustiana trayendo de la oreja á su nietecita María. •
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L
EL COitREO DEL VALLE 6052
-¡Que me lastimas, abuelita! . . .
-Vamos, qué ocurre-dijo el padre, -¿has hecho alguna diablut·a.?
-iY bien grande como que no sabe donde ha echado el medio duro
que le diste esta mañana para que se comprase el lazo de seda que tanto
le gusta.
-Vaya si lo sé; á ti no te lo quim·o decir. porque me reñirías; y á papá
se lo contaré y verás como no se incomoda.
,.-Ven, María siéntate á mi lado y cuéntamelo todo.
-Pues verás. Tu sabes perfectamente que en el escaparate de la tienda
de modas de la esquina hay un.Iaw de seda que me gusta mucho; tú me
diste esta mañana medio duro para que lo compt:ase. Yo, loca de contento salí
á la calle para ir á la tienda:pero al llegar al almacén de juguetes; ví á un pobre
niño, que parado delante de un caballo de cartón que había en un escaparate,
lloraba para que su madt·e se lo comprase. La pol)rc mujer que llevaba
otro niño en brazos, tiraba de él con dulzura y le decía.
-Vamos, hijo.
Pero jea! ni Jesús pasó de la cruz, niaqueldiablillopasalm delcaballoy
llo rando como un desesperado decía:
-Caba . ... .. llo, caba . ... . . llo, yo quiero caba .... llo!
La infeliz madre trataba de convencerle, reflejándose en su cara una
horrible pena.
-Hijo mío, esos juguetes no se han hecho para los pobres; no los tendrás
nunca!
¿Cómo nunca?- dije yo para mí-y .. .... de un brinco entré en el
almacén.
- ¿Cuánto vale ese caballo?
~u na peseta.
-Tome, venga; se lo dí al chiquillo, que abrió unos ojazos.
La madre al darse cuenta de lo que pasaba, me cogió de la mano, y
apretándomela con fuerza me dijo:
-Hija mía, Dios te pague la caridad que acabas ele hacer. Gracias á
tí, hoy no habrá pan en mi casa, pero en cambio habrá alegría.
Yo sentí dos gotas defuego que cayeron sobre mis mejillas. Eran dos
lágrimas desprendidas de los ojos de aquella madre: y á su contacto alcé
mi mano y depositándo en la suya la vuelta del medio duro, le elije:
Tome usted para que el día sea completo.
1 Después de esto eché á andar, pero el pícaro del chiquillo me cogió
de la mano y apretándomela con fnerzn..me dijo:
-Chacha, ¿me das un beso?
Y se lo di, por señas me ensuc.:ió la cara.
Al cabo me fui, pero al volver la cara ví que el pequeñuelo me estaba
tirando besos, diciéndo:
-Chacha, Chacha!
Vamos que me oprimió el corazón!
,.- Bien, dijo el padre de María- muy hien hecho; por esa acción
te voy á dar cinco duros para ttlle te compres diez lazos.
-¡Cinco duros!- repuso Maria con cinco duros se pueden comprar
diez caballos para otras tantas familias. . Vengan.
- ¿Y para ti, hija mía?
Para mi, para mi, el placer de la caridad y de que me llamen "Chacha"
los chiquitines.
EMILIO MARIO (hijo)
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6053 EL CORREO DEL VALLE
LA GACETILLA DEL COMERCIANTE
Hi desconfías de tí mismo y de tus productos, tu empresa esta caai
perdida.
-Si no tienes confianza en tus mercaderías, quémalas y compra otras
diferentes.
La confianza es el alma de los negocios. Si se pierde, es como la doncella
que pierde el derecho á la corona de azahares.
-Cumple tu palabra, porque es tuya y tu palabra eres tú, y porque
la has dado, y el que la ha recibido, la recibió confiado en tu honor comercial
que tanto vale como el honor militar.
-Se franco y verídico con todos los hombres con quienes trates. El
comerciante, ambiguo en sus palabras y mentiroso, es seguramente falso
y ladrón.
-El engaño comercial es una trampa en que el mismo tramposo
suele caer. La buena fe comercial, es la misma del crédito.
-El comerciante depende de los demás, y la buena 6 m~la opinión,
le dan la riqueza ó el garrote.
-Rige tus actos por lo que el público diga de tí ó de tu casa.
-Las mercaderías bien compradas, están ya medio vendtdas.
No compres sino lo que puedes vender, pronto y bien.
-Has que tus compras marchen al compás de tus ventas.
-Compra siempre todo lo que vendas al menor número posible de
comerciantes. Ahorras tiempo trabajo y riesgo.
-No garantices nunca ningun efecto que no te satisfaga.
-No hagas competencia por amor propio, que serian de tí y apro-..
vechen tu ruina.
-"El que más anuncia níá8 gana" Pero el que al anunciar engaña
se hiere con la misma espada.
-No vendas más que al contado y á precios fijos al público. El que
fía no es comerciante.
El crédito á grandes pl<>.zos, es la gangrena del comercio.
-Si no haces furtuna en el comercio divórciate ele él como de una
mujer infiel
SUELTOS
El Honorable Diputado
doctor Mario de Caicedo L. ha
sido nombrado Pres idente de la
Asamblea de este Departamento
por ausencia del II. D. doctor
Rafael Rengifo y el Sr. don
Tobías Vergara h~ entrado como
suplente á re m pi azar al H.
D. doctor Aquilino Soto.
Después de unos pocos días
de permanencia en esta ciudad,
1 han seguido para Buena,•entu-ra,
lugar de su residencia, los
apreciabilísimos amigos Pbro.
José Ramón Be jarano, don Liborio
Hurtado y Doña Julia de
Mafia, esposa de nuestro particular
amigo Dn. Joaquín. Lleven
todos ellos amenas im presiones
de esta tierra.
El 1nartes 25, se efectuó el
óbito del Sr. don Francisco de
la Cruz. magnifico ciudadáno y
padre de una familia que go7.a
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
1
GOii5 EL CORREO DEL VALLE
be Arango, Ulpiano Hinestrosa.
Segundos suplentes: César
Prado, Miguel Arroyo Díez, Ildefonso
Díaz del Castillo, Eudoxio
Constaín, Gonzalo Miranda,
José María Quijano Wallis.
Santa JVa1·ta 20 de Abril de I9IO
Sr. Do. José M. Fuentes L .
Cartagena.
Estimado Sr;
Me complazco en hacerle saber
que después de haber sufrido por algún tiempo
un catarro terrible que me hacía pensar
en la existencia de cierta enfermedad aún m{ s
terrible, me siento hoy completamente curad,o .
merced á un frasco del magnífico Jarabe Anh"
Tísico que Ud prepara y que me fué aconst•
jado por el Agente de Ud. en esta ciudad.
Soy de Ud atento S. S;
RAFAEL JOAQUÍN M.
---------------··--------------------
La mejor tierra del Valle
Lote sobre el camino de J amundí,
qne biso parte de la haeienda de
El Limonar, con 1G6 fanegauas de
pasto, á una legua de f'ali, como
para establecer uaa lech C' I'ia, Yen
de ó arrienda
1 JliguP] Triana.
l D.u ecc1'6 ntelegráfica: .Jiitriana - Bogotá
El Correo del Valle
(Fundado en 1894
Se publica todos los jueves
Edici6n 2.ooo ejemplares
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Citación recomendada (normas APA)
"El Correo del Valle: periódico literario, industrial y noticioso - N. 425", -:-, 1911. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3686406/), el día 2025-08-21.
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