LA ESPADA
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DE IIOLOFERNES.
[ Núm. 17.°]
Santajé de Bogotá 1.0 de Julio de ' 1830.
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Heu! patiol' telis vulnera jacta ?neis.
Ay.de mí! que padezco herida con mis fiechas.-OvIDIO.
Continúa el arto del núm. anterior, que trata de la Rcsurreccion'
de Ntro. Señor J esuchrislo.
Los Profetas habian anunciado que el Santo de los '
llantos no esperimentaria la corrupciou; y despues de decir
Isaías, que el MesÍas - habia de sufrir voluntariamente
)a muerte, añadió tambj en, q U6 su sepulcro sería glorioso.
¿ y qué, es un sepulcro glorioso si contiene huesos y podredumbre?
Pero el mismo Jesuchristo habia predicho en
los términos mas claros, que habia de resucitar al tercero
día, lo cual no podia verifical'se sin milagro: y su resureccion
no podia venir de otra p'arte quP del mismo que
es. la resurreccion y la vida, y á quien obedece la muerte
como la nada. Ademas de que, J esuchristo haciendo esta
prediccion en medio de los judíos, sus mayores enemigos,
quienes la entendieron bien, como que los desafiaba pú-
- blicamente y les avisaba para que tomasen las mayores
precaucIOnes. En efecto, prevenir á la autoridad pública de
Jos designios que uno toma, ¿ no es convidarla á que busque
los medios de oponerse?
Los prínoi pes de los sacerdotes acordlmdose de esta
. prediccion, fueron á verse con Pilatos, y le dijeron: .. Aquel
seductor dijo que habia de resucitar at tercero dia. Manda,
pues, que se guarde el sepulcro, no sea que vengan
los disdpulos por la noche, roben el cuerpo, y digan lue-
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go que ha resucitado, Jo cual ¡erá un error peor que el
primero." ¿ Quién no admira c6mo la divina Providencia
se burla de los proyectos de los malos, haciendo s<:!rvir para
sus designios á los mismos que quieren contrariarlos? Si
Pilatos huhiéra puesto por sí mismo guardia en el sepulcro,
se pudiera sospechar que lo habia hecho con alguna
negligencia en razon de que no tenia 6dio al hijo de Dios.
Quiso, pues, la Providencia que el gobernador romano autorizase
á los mismos matadores de J esuchristo para que
g'úardasen el sepulcro de éste, y hacer que enmudeciese
así la impiedad, 6 á lo menos que no dejase cosa alguna,
que no fuese evidentemente contraria á la razono "Id,
les dijo Pilatos, y poned vosotros guardias como sabeis."
Unos hombres tan irritados contra J esuchristo" y tan encarnizados
en la inocente víctima, temible para ellos aun
despues de la muerte, no debian descuidarse en tomar bien
sus medidas, As! que, multiplicaron sus precauciones: buscaron
soldados de sn confianza, y les encargaron tener una
exacta vigilancia, advirténdose que estas precauciones eran
solamente para un dia y dos noches, pues que pasado este
tiempo se habia de ver la falsedad 6 verdad de la pre-diccion.
.
¿ Pero qué pueden los hombres contra Dios? Cooperar
á sus designios sin conocerlos. En efecto, al tercero
dia tiembla la tierra; bajan lo Angeles; sale Jesuchristo glorioso
del sepulcro; los guardas espantados echan á huir, 'f
van á J eru:;alen á contar este grande acontecimiento. Los
enemigos de J esuchristo se hallan en el mayor em barazo,
sin saber por donde salir. ¿ Qué partido tomarán? Debian
castigar la guardia por su descuido; pero toman el partido
de darla dinero para que digan, que durante la noche,
mientras estaban durmiendo, habian venido los discípulos y
se habian llevado el cuerpo de su Maestro. Aqui teDemo>la
pasioll apoyándose en' cañas rotas, y creyendo que lo
mas absurdo que puede hallcr es una muralla iuvencible
contra la evidencia que la agovia. ¿ Cómo los di clpnlos
hubiéran podido formal' el proyecto del rabI} que se les
supone? O creian en la divinidad de Je uc!tristo 6 no: u
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,
- . , 131 la creían, no necesitah~ ._Dios; de, • '9l ' débiles brazos; y si
06, ningun inte res tenían en robar su cuerpo, que entre
sus manos venia á ser un testigo que probaba la falsedad
de sus espera nzas.
P ero suponiendo que hubiésen formado este ridiculo
proyecto, ¿ CÓ!l10 le habian de ejccutar unos hombres tan
tímidos? El mas vali ente de todos habia temblado á la "oz
de uua criada, ¿ y se hubieran atrevido á hacer fren te á
una compañía de soldados ?~Pe ro los guardas dormian .~
y cómo? ¿ tudos? ¿ No velaba ninguno de ellos ?-NinguDO
de ellos, -¿ No habian puesto ceutinela ?-No tomaron
semejante precauciun,-Pero qu é, ¿ uo despertaron al ruido
que necesari un lente hacen por la noche gentes que marchan
en monton? ¿ Se romperian los sellos, se apartaria
la gran piedra que cerraba la puerta del sepulcro, sin que
nada de esto pudie e turbar el sueño de estos guardas?
Sueño bien prufundo, sueño letárgico, pero sueño bien Cómodu
y prolongado, pues deJó tiempo á los Apóst'lles para
de envolver sucesivamente los lienzos en que estaba envuelto
el cuerpo de J esllchristo, desliar las vendas que le cercaban,
limpiarle de cien libras de perfume empleadas para
emba l~amarle, volver á doblar el sudario y las vendas, y en
fin lI e,'urse el cuerpo. Y entre tanto no despertó ningun
soldado i ¡¡Todos permaneci e ron dormidos!!!
Ved aq ui, pues, en estos soldados, testigos de Utl
caráter bien sing'u lar, pues dan testimonio de lo que por
confesion propia no pueden saber, en vista de que todo sucedió
estando ellos dormidos, ¡Ah sillllgóg'a, sillagógn! dice
S, Agustin, ¿ pÓlles testigos dormidos? Tú si qlle él'cs La que
te dOl'lIIiste. Y si IIIIt/a vieroJ/, ¡, de qllé son testigo~'? Si la
relacitlll de los gua rdas m€:l'ece al gu n créd ito , es en lo q Lle
.asco'uran haber visto despu es qlle despertaron; esto es, que
el sepulcro de J es uchri sto estaha abierto y "acio. Asi es
C0l110 la iniq uid ad se ha engañado Il sí misma, y la prudencia
humana ha quedado deshecha, contribuyendo á pesar
suyo al triunfo de la vcrd ad . Cuanto los judíos inrelltaran
para manchar la (¡'Ioria de la Itesurreccion de Jesuchristo,
ha servido para confundirlos y para hacer mas bri-
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liante é indubitable el hecbQ. Cayeron en sus propias redes;
sus . preca'uciones mismas se arman .para confundirlos,
y su ódio, fecundo en recursos, imaginó el qUe nosotros
podiamos desear p¡lfa establecer solidisimamente la res urreccion
de J esuchristo. Luego es verdad, aun por el testimonio
de los enemigos del hijo de Dios, que el hecho
de su res llrr ~ccio n tiene un grado de evidencia muy superior
al de todos los hechos históricos. Un hecho debe para
pasar por demo~trado, aun sin necesidad de testigos, cuando
el ódio mas venenoso, y la malevolencia mas estremada
no pnede haJlar para n,egarle otra autoridad que la de testigos
dormidos. El hecho que no tiene otros contradictores
es inatacable. Pero por nuestra parte ¿ qué testigos vamos
á alegar? N os bastada una sola palabra, y no había
dere<;ho para exigir de nosotros mas. A testigos d01'midos
oponemqs testigos degollados.
No es menos decisivo el testimonio que dan de la
resurreccion de J esuchristo sus amigos y Discipulos. Y
nos parece que bien considerado, es mas irrefragable q~le
el de sus mismos enemigos: porque lo primero, ningunos
eran mas interesados en la verdad de ella, pues si Jesuchristo
no hubiera resucitado ellos tenian contra si la ira
de Dios por ser autores de una mentira gravisima en si,
y en sus resultados. Entre ellos mismos se preparaban,
con un atentarlo que no tiene ejemplo en. la historia, su
ruina temporal y eterna. Respecto de los Majistrados no
debian esperar sino el pronto castigo que merecía un
delito tan enorme: respecto de los demas hombres quedaban
hechos el objeto de la indignacion, de la burla, del
escarnio, y en fin, de los anatéruas del Cielo y de la tierra.
¿ y eran capaces de una impostura tan sacrilega, tan temeraria,
y de que no se podia esperap resultado alguno
favorable, eran capaces, vuelvo á decir, unos hombres sencillos,
SIl1 politica, si u letra, sin riquezas, y naturalmente
débil es: y cobardes? Por otl a parte, eJlos se manifestaron
inc lédu :os ¡'¡ pesar del testimonio de las santas mugeres y
de l de los Di~cip\1los de Emaus, y fué necesario, qu~ tod
os ellos vieran con sus propios ojos, oyeran con sus pro-
: ' ..
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pios oídos,. y tocaran con sus manos á Jesuchristo resucitado:
y todavia, con este testimonio tan auténtico, Sat(to
Tomas se niega á creer la resu rreccion del Divino SALVADOR.
Hombres de este carácter creen fin almenk, persuaden
al mundo entero lo que creen, sufren los mayores
tormentos, mueren en medio de ellos con una heróyca va-lentía,
dejan esta creencia Di"ina teñida en su sangre en I
h erencia á ~us succesores. Ellos la trasmiten hasta nosotros,
y podemos concluir seguramente, que el que se resiste á
creer la resu rrcccion de J esuchristo N. Señor, pre&enta
sin pensarlo un testimonio evidente de su irracionalidad,
y demencia: este tal no pertenece á la especie humana.
En la muerte de Jesuchristo se conmueve y tiembla
la naturaleza, se despedazan las piedras, se abren los
.sepulcros, se estremece la tierra, el Sol se eclipsa, el uni...
erso cubierto de tinieblas manifiesta su duelo, y los éorazones
de los hombres se hallan en una agitacion extratia.
¿ Pues qué nuevo prodigio es este? dice Bosuet. Jesuchrilit.5
mientras ,'ive es maltratado y puesto en la Cruz, y .empieza
á reinar despues' de su muerte. El SALVADO R
baja desde la Cruz al sepulcro, y por una maravillosa cdnseq
liencia, se postran todos los pueblos.a sus piés. El áparato
de la gloria humana vIene á quebrantarse contra las puertas
del sepulcro: y desde este se lanza en la carrera como
un gigante, ¿ pues qué hombre privilegiado es este á quien
la muerte ha hecho mas grand~ y mas glorioso que la vida?
¡,cómo se ha acrecentado su poder entre la debilidad del
sepulcro? ¿ q\lÍen es el que empi.eza al morir sus victori.
as¡ el que hatla la viGa en el Rey.no mismo de la muerte,
y el que víctima de la muerte triunfa del universo? i, Qné
(lbra es esta, dice S. Ambrosio, qué debe sus felices sucesos
á la muerte de su aut-or? "El Maestro hwrió crucificado;
Jos discipulos aprisionados, y la Religion cada dja
hace nuevos prog'resós: Magíster s'uspenliu$ est, serví vil/eti, et
ljUlJtidie Religio cresoit. Mientras vivió se despreció su nombre
en Israel, y des pues de su muerte es grande entre todas las N a- I
cionas. ¡Raro y .prodijioso Conquistador que domina al Uni-verso
en el momento en que lodo desaparece para nosotros!
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Uno de Jos milagros 'mas aulénticos, y que todas
las naciones tienen á I¡,¡ \'i s ta, es la consel'l'acion del
Pueblo Judio en medio de su di.spersion. E sta nacion misteriosa,
que no ha pudido, por mas esfu erzos que ha hecho,
reedificar el templo, y reunir sus fuerzas para volver
á su gloria primiti\'a, es un documento mi lagroso ele la
Divinidad de J esuchristo, y de la I'erclad de la Religion
que él fundó con su sangre: y esta Reli giol1 difundida e ntre
todas las naciones, perseguida con violencia y con astUl'ia
, siempre victoriosa, siempre unid a á sn pastor Jesucristo,
y á su vicario el PuntHice Romano, es tambieu un
continuo milagro de la divinidad de su autor.
El autor ele las memorias filosóficas cuenta la conversion
de Ull judio por reHexionur sobre el estado de Sl\
nacion. ., Hacia llIucho tiempo, dice, quc yo estaba en
Lisboa, cuando un judio con IIIl hijo suyo entraron en mi
habitacion, y me nJOstraron las mas ricas telas de las Indias
y de Persia . l\le Ilen) la atencion la fisonomia del
joven judio; me parcció noble y fran co, y sus mir.l.das eran
confiadas y modest~s. Su padre ~labó lI1 ucho su sagac idad,
y me dijo que estaba muy versado en el conocimiento de
la ley, y que ha cia nn estudio cOlltinuo subre las santas
E scl'i tuJ'u . Des pues de una ligera convE'l'5acion, me enseñólas
mas bellas telas de oriente. Mientras yo las miraba,
el hijo presentó á mi companero ele viaje \'a rias clases de
esencias de rosas de Surat. Concluido el trato, se le dijo
al juoio que pusie e los frascos comprados sobre una mesa
grande, y al colocarlos le \l evó la alencion un manuscrito
que yo llevaba en llJ.i viaje. Su gusto á los libros le obligó
á tomarle en las manos, y puntualmente fij6 los ojos
en un as reflexiones fuertes qne se hacia n sobre el estado
presente de los j udios. Eché de ver su atencion y me agradó
mucho; y tomando por pretesto la hermosura de las
telas, procuré con esto llamar la atenciol1 del padre, para
dar mas tiempo á la del hijo. Examinado todo, con\'enimos
en los precios: pero concluidas mis maniobras, ech6
de ver el judío que su hijo estaba embebido en la lectu ra,
y acercándose á él conocí su asombro, y en él, que ha-
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bia. herido sus ojos el nombre de Jesuchristo. Cerró el
libro violentamente; yo como que no lo veía; pero con la
firme resolucion de no perder de vista a un joven que me
habia interesado tanto desde luego. Habiendo foi'maclo las
mejores esperanzas, me informé del nombre de estos judíos;
pretesté comisiones y compras, y sobre todo manifesté un
gran deseo de ver una sinagoga y de conocer un rabino
que tuviese fama entre ellos. Debia esto verificarse por la
tarde, y habiéndose a\'isado al gefe de los rabinos de la
visita, el comerciante encarg6 á su hijo que me condujése.
Os será fácil conocer cual era el objeto de mis .votos,
y que en mi corazon los dirigía el cielo. Entramos en la
sinagoga, y desde luego me concilié la benevolencia del rabino,
hablando de la antigüedad de su pueblo, y de la ~
maravillas que Dios habia hecho en su favor. Hablé de la
sublimidad de las profecías, y me contenté con suspirar y
con esclamar; i Qu.é cautividad ! ¡Qué duracion! ¡Qué crímen
cometió vuestra nacion !-Sí, sin duda; respondi6 el
rabino. El crimen es enorme; vuestro Christo es la causa
de nuestras crueles calamidades. Ved aquí el crímen de
nuestra nacion. Ese Christo era judío, y quiso hacerse adorar
como Dios de Israel. Para fijar sobre si el objeto de
nuestras mas importantes profedas, que nos anuncian que
el Mesías debia ser hijo de Dios, se atrevió á tomar este
nombre y pervirtió una gTan parte de la nacion. Hemos
teuido muchos falsos Christos; pero ántes que él ninguno
se habia atrevido .á usurpar el nombre de Dios; mas hallando
modo de introducirse furtivamente en el Sancta SanctOI'U1ll,
rob6 la marca del nombre de Dios, que estaba depositada
allí: y dueño de este monumento sagrado, ál que
ningun mortal se habia atrevido á tocar, domin6 la naturaleza
y sorprendi6 la Judea con sus milagros.
Me quedé asombrado cuando oí al j"óven judío esclaman
i Ah! ¿ Y pensais, rabino, atribuir a semejante causa
los desa, tres de la nacion! Si el Mesías de los christianos
era culpable' en usurpar el nombre de Dios, nosotros
le q uitamGs la vida y podiamos obedecer á la ley que 110S
Dlanda quitársela a los falsos profetas. No hay oprobio de que
•
•
,
no le, c~rgase~ n~1\gos padres: le hicieron morir en una
Cruz, y este zel<;> religjoso,debia, atraer, sopre ellos todos lb.s'
favores de~ cielo. Sin e¡nqargo" e&te instante f¡\tal es la
época de nuestras desgracias, y ca lalT)idades, y ya es tiempo
de que se acaber nuestra ceg)Jedad. Ej rabino indignado
le miró con ojos terribles y vomitó, mil blasfemia. E l
joven judío se echó en mis l:¡razo.s, y pidi6 con lágrimas.
el bautism,
r¡¡.~o¡)e~ sólidas. ep que, ~C:1 deb,e apoyal' parfl ello: y de n 6" ,
tiene, que Cl'\';e)", pues dt¡ otra suerte, no, podJ;iamos, dar c!ét
dito a historia alguna.
( Conli.lluará, )
• ----09° , .
CON LA, LICF,NC,lA NECESARJA.
Impre/l(if dy, B . E!pl¡¡9~a, po~~ Jo# A'ya};;«~
Citación recomendada (normas APA)
"La Espada de Holofernes - N. 17", -:-, 1830. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3684019/), el día 2025-07-18.
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