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N o es de extrañarse que los compañeros de Cortés y sus sucesores
no tuviesen noticia sobre la existencia de la citadas ruinas
preciosas, cuando en sus excursiones por toda la América Central,
en pos de riquezas y tesoros metálicos, pasaron á poca distancia
de aquellas, pues los pueblos vecinos habían perditlo ya desde
tiempo atr:1s todo recuerdo de sus antepasados, y no llamaron la
atención de los españoles á tesoros científicos que pudiesen dar
alguna luz acerca de la historia anterior del continente.
También es conocido, que el Gobierno Español tenía interés
por esconder, detrá8 de un velo misterioso, la ~xistencia de la
tierras descubiertas, para prolongar, por cuanto fuese posible, su
dominación y explotación.
1\tlás tarde vinieron á 1\féjico, y á otras partEs de las
Américas, individuos de congregaciones religiosas, con el fin ideal
de traer á los habitantes de esto quA llama,ron, desde allá, el nueYo
mundo la enseñanza de la fé cristiana.
Bien sa.bitlo es qne, durante los siglos que en la historia de
Europa se llaman la Edad media., los conventos de frailes eran
los únicos archiveros de documentos de historia, de la nación
Griega como de la República y del Imperio romanos. El mundo
científico de hoy debe á la vida de los :frailes en los conventos
europeos, conRagrada en aquellos tiempos á los estudios serios,
la conservación de todo cuanto se puede saber de las épocas que
por .unos siglos antes y unos después, circundan más ó menos el
principio de nuestra era cristiana.
Pasado el primer furor de la conquista é instalado ya un
Gobierno Colonial, los conventuales y otras personas dedicn.das á
]as ciencias pacíficas comenzaron á encontrar los restos histórico
de naciones pasadas, y no sin gran sorpresa hallaron las pruebas
de habar existido, muchos siglos antes, un pueblo de grande extensión
y número, que sabía fijar sus pensamientos y recuerdos en
signos comprensibles. único pueblo en todo este continente cuya
historia se encontró escrita.
Los religiosos españoles se ocuparon en primer lugar en
buscar y conservar los preciosos restos de escritos de los 1\Iaya.
Este es el nombre conocido hasta hoy de una numerosa agrupación
de pueblos más antiguos que los Aztecas que Cortés conoció
en 1\Iéjico. Hallaron los escritos en una esp~cie de tela,
de :fibras de corteza de árbol, plegados como libros, en bastante
buen estado de conservación. Hasta hoy existen varios ejemplares
en bibliotecas europeas. Los tres más valiosos son Jos existentes,
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-Vamos á ver, á la una, á la dos, á la tres, y e tuv encima.
Lu demá sí es de usted y u señora madre.
-Ya se le cayó el sombrero._. _ y es que le falta nn amarrndijt'.
. . . iña, no coja tan largas las riendas, uo ·ve que por
eso la burra hace lo que se le antoja.
-Es verdad .... y no se agache, porque hace figura muy
desairada, agr ga D" ofía sonriéndo e. ¿Ya se iente bi acomodada
e el galrlpago?
-Sí, mamá. márreme la burra al pilar porque se va
l co ra1 no la e como empuja?
- iña Victoria, vamos con usted; ya l siento 1 p so al
patroncito.
- í, í ; pero á mí me pone ta ur t no me che o o r-cio.
ted me tiene 1 galáp:lgo por l t la l , y dirigí ' hacia
1 if n que . t ha 1 cahallit > mient ·a que Pan h ía l
iento.
-E to cómo ? .... este s el g lápago e mi pa á. . . an-ho,
u t en illó mal. . . la. e tia de mi pap:í la mul~ ieja.,
1 Ah Hit 1 1nía ·e i t ria n re n u ñ
í deb1a . e , patroncit ; pero 1 am co as
como e tán . _ _ r gúnt le y rá.
- o, no no .... M~má, vea la co A.S e mi papá .... im-po
ibl ..... i la mula ln, que l cor e onde nor to á mi
papá .. . . por la edsvi, por lo man ita, por el pa. o orto, orque
en e lo (no· todo el mundo. . . . ! cóm se trev .' ontar
Pn 1 caballito. __ . Joo;; auc· ano deb n cuidar de un
o .á bu carlo. . . . . .
- llí ienP, Vietoria, le indica la madr esqui ndo la. mi ..
radaR que ]e dirige 'sta, porque comprend el eh a co qu se ha
llevado.
-Ya ~stnn todos á caballo? Que vayan eehando pcquito á
poco con Pancho al pié, les dice D. Roque, mientras yo me arreglo
las espuelas.
-¿Conque hoy está de grBciosito? lP. dice zalamerame:nte Victoria
al padJe. ¿Conque me quiere montar n su mula?
- Y ya se me babia olvidado que hoy monto en el 'abal1o,
que no necesita espuelas, contesta distraídamente D. Roq e.
- o, señor, sí las necesita. porque u vieja paloma e la que
lo lleva hoy ta.m bién ...... Cómo se atreve usted á montar en
se animal arisco? ...... por otra parte, no pega bien que o mon-te
en la. mula y usted en el caballito.
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y desidia, bien por los vicios que le leguemos en funesta herencia,
como por los beneficios que dej~mos de hacerles, teniendo en
cuenta lo elementos de que podemos di ·poner para labrar su
felicidad. Apreciam0s debidan1ente el esfuerzo de nuP-stros padres,
pero nos cumple llenar us omision~s, corregir sus Prrores, ade lantar
y mejorar u obra, y en lo racional y verdadero, seguir sus
p :ovechosas huellas.
, El agotamiento del suelo activo es, sin dudB, la causa prin,
ipal y ~ficiente de la disminución de la co echn , aparta de que
aquí, como en Ru ia, no e de f nda €1 u lo laborable in explota.
r sin0 una pequeña p rte de la capa vegetal. Una vez que no
ti ne di puta e te hecho, ba. tan\ cogitar los medí adectla-do
para dP-telH r ]a e rrieute d 1 mal, u e tá 1 b dar e,
cambiar y diri ir u cut o, y t u orm tla en e e bi n,
ant d que u tr go n pu de ner e. Exponer 1 me-dios
p ácf "'o á que pu i 'r mo 1 r m~t d los cultiv
y enri uee r el u lo, d vol ri ndo á la más antigua ' importante de
tr indu t ·i u obl y v r 1 e crrand za, rri. pre tar
tro óbolo n h obra de ftlcanz r pa.r nue tta joven República
más ren y bon ncible .
Por 1 est do embriouario, inci r o y acilante en que todo
fluctú aquí, donde nad hay fijo, table ni fecundo, debido á la
a.cci6n compl ja de mu ha cau fí ic s, políticas y ijOCÍ les, no
contamos con medianas vías d comunic ción pnra el trunsporte
de los muy limit o producto e cedent s del con umo ; no te-
6ID')S rí s n ' . ab1es p ra llen r má económic• meut aqu Ha
premio a nece idad · lo riegos artificiales no exi t .n, ó e hallan
limitados á las vegaR de los riachuelos en donde se brindan espontáneamente
las facilidades para emplearlos; y los productos,
siendo insuficientes para colmar ]as necesida les d 1 consumo
in~rior, lo son con mayor razón para pagar con u Axcedente los
artícu os de otros pueblos que l1abremos de consumir; carecemos
de muchBB otrn industrias para ocupar lo brazos de la clase
obr r ; falta el créditn exterior, los capitalP.s y brazos en el interior,
que son lo tr s elementos sobre que la. producción descansa.
El alza de los artículos de primera nec~ idad ha levantado el
. valor d~ los jornales, el creciP-nte desarrollo de las necesidades
ocia} s ha producido un desnivel entre la producción y el consumo;
la inseguridad y quebranto del comercio, etc., han hecho
disminuír el rendimiento de las inrlu trias y cuadruplicar el interés.
Nuestro pueblo diezmado 1 desmoralizado por las guerras,
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demanda. AU na.turalP-za y las condiciones fisiológicas de s destino,
acumuladas allí en el curso de los siglos; y el labra or se
ha contentado con rasguñar superficialmente, en vez de arar la
tielra, depositando las Bt'millas de repetidas cosechas sin un procedim
· ento racional de alternativa en los cultivos, exigiendo avaramente
cuanto ella ha podido snministl'arle, y aun con e eces.
Como factor principal, nuestros terrenos guardan los teso os de
reserva de generaciones organizadas ya extinguidaR: el h mbre,
ó sea el factor del capital y del trabajo, ha figurado hasta nueRtros
días como cantidad insigt1ificante en la obra de la producción.
Con exiguos gastos y ninguna ilu tración, la agric ltura, ..
h e tado rindiendo lo que espontánea y naturalmente le ha
e "gido.
ducidos nne tr s agrien tores por el miraje engnñ o de
r sultHdos h 1 gadore , no han nsado en mejorar 1 s e ltivos
ni en que 1 exigir contínnamente de un terreno rep tid
chas de un solo artículo, terr~no que aunque fu e r"co unca
rá inago 1 , han venido á crear una Ritu ión agrari f vent
jos é improductiva que no d e continu, r. Hay impr vi ión,
hay negligencia, al)andono y d idia n no acord rno &t nada
del día de maña a, en di ipar nuestra riqueza e térilm te en
e838 danzas macábricas, llamadas guerras lntestinas, fruto b tardo
d 1 infem 1 contubernio de las políticas ambiciones y d 1 pueblos
ignorantes, estúpidos, crédulos y uicidas como lsts h y también
en e traer de 1 cap cultivable toda la materi fertilizantes,
sc1du1M, fo fatada y alcali.laB, contAnida en lo frutos
que hemos venido con umiendo y arr6batando al uelo in me- .
dita.r jamás en re olve-rla fórmula de una calculada r st' ución.
Hasta el preftente, apenas empiezan á tener cabida en los ampos
los abonos artificiales y los riegos fertilizadores. Poco , muy
pocos y privilegiadísimos terreno habrá que con semeja te tratamiento
puedan mant~nerse en un estado sati factorio d fecundidad,
aun cuando se hallen en condiciones ventajosas clima
y de latitud.
D~ tal suerte SA observa que de algún tiempo á es parte
los frutos han disminnído empezando por los que prod cen los
suelos pobres, fenómeno que ha ,·anido invadiendo hasta las tierras
má.s feraces. Hemos hecho responsable de nuestro traso á
los meteoros atmosféricos y á influencias climatéricas de favorables,
~in pensar nunca en cambiar nuestro régimen. El cho es
que nuestras cosechas deficientes han disminuido .las g ancias,
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imp01aerle nuevas exacciones que debilitan, que extenúan yagotan
s s fuerzas. Má.s tardA, á medida que se reparen en algo
!as desa. trosa consecuencias del flag lo de la guerra, nuestras
explota.oioDes se habrán hecho más activas, pidiendo al suelo
Rpetidas cosechas, sin jamás ~ner presente la ineludible é imperiosa
ley de la restitución.
amás hemos llegado á considerar la inmensa pérdida que
atamos ha.ci ndo con la enorme extracción de elementos fertilizadores
del suelo, que anualmente hacemo en forma de productos
~oo La gran riqueza acumulada en el su~lo vegetal du-n~
millare de siglos va deRap ri iendo l nta y gradualmente,
1 oos cha.s, que se hallan siempr en relación con la fertilidad
ispo i le de la tierra, han seguido una uertA paral la, y )
causa principal de la disminución de sem jante indu tria se hall
en el a.go mi nto del suelo por la terq eon.d de p dirle unos
ism s producto in restituirle ninguno de los elementos regula-dores
de la p oducoión que se elimin n en cad co ech
ca debemos olvidar que en agricultura, como en toda
de á m u tri , nada crea el hom br~ ; tan sólo pue e ca.tn-bi
form s: tran formA. las m teria min r le y orgttnic en
lantas y anima.le útil s. En cada e echa de trigo el agricultor
sus ae de la tierra una e ntid&d pr ciable y fija de 1\le de po,
sod , azufr , fósforo, cal, msgn sia ó hierro, de clorina y sílice
con~nida en las pa~s constituye te da aqu 1 cere 1; y esto
etermina un empobrecimiento en el poder productivo de la. tieras.
E igieudo del mismo u lo repef dss cosechas, s!n re ti
tuírle n da, llegará día en que los elementos de fertilidad e m-nantes
del vegetal que hemos tomado por punto de comparación,
se irán agotando basta extinguirse por completo. El agotamiento
del terreno, como productor de trigo, s~ manifestará desde anteif
de llegar á su completo aniquilamiento, por pérdida ostensible
así en la cantidad como en la mala calid d de la cosAcha. Esto
orqne los productos tienden á nivelarse siempre con la fertilidad
disponible del elemento térreo.
Cada cosecha agota la tierra que la produce en raz6n de los
p¡is os productos que da. De aquí proviene la necesidad de observ&
r la ley de restitución para conservar la fertilidad del terreno.
Es por el agotamiento de éste por lo que las cosechas producen
rendimientos inferiores tilos que antes producían.
Entremos ahora á investigar las causas del ~otamiento de
las tierras.
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Citación recomendada (normas APA)
"Lecturas: ciencias y letras - Año 1 N. 8", -:-, 1905. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3683967/), el día 2025-05-07.
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