PERIODICO LITERARIO DEDICADO A LA JUVENTUD.
RAM1REZ y RIVERA, EDITORES.
EL (1ALVJ\RIO.
( FRAGME:NTOS DE UNA COMPOSICION.)
AL SEÑOR DOCTOn JOSÉ llfARÍA SAn:I!IENTO.
Oh! si tuviera ele! cantor profeta
l:l ardiente iuspimcion, la melodía,
con dulcísimo acento cantaría
la muerte uel divino Salrador ¡
y cantm·ia de la tierna Madre
la cruel herida y el pesar insano,
pues mi sensible corazo! cristiano
palpita lleno de etetml amor.
Mas ay 1 no puedo, no¡ soy impotente
]>ara oautar tan doloro&a escena¡
y aunquo está mi alma de ternura llena,
talrez mi Jira en vano pulsaré ......
Pero basta, Señor, tu dulce nombre,
tu tlombrc que conmueve el alma mia,
para Jar á mi c:\ntico armonía
ó in11piracion al bardo ...... Cantaré!
························································· ~En dOIHle eotlin, ,ToruiH~lon, tu¡¡¡ tobre el pecho la cabeza,
l'evelando en sus ojos la tristeza
que abriga St\ doliente corazon.
Todo acabó, Jeru al en maldita!
Y a no se oye la voz de tus profetas,
y donde ayer cantaron tus poetas
hoy se derrama llanto de afliccion !
Pobre ciudad ! el c01·azon se oprime
y se llenan de lágrimas los ojos,
mirando levantarse mil abrojo!!
donde ulUI flor sul:i pétalos abrió!
Cayó sobre tus hijos maldecidos
la sangre de Jesns inmact1lada,
y en el piélago inmeuso de la nada
tu admirable grandeza se perdió!
····················································· ··· Jernsalcu! en mi aLatitla mente
miro tul:i calles, tri:stes, silenciosas,
y contemplo tus ruinas pavorosas
de un sol opaco á ln uudosa lnz ¡
y paróceme ver allú en el Gólgota,
circundado de olivos elevados,
entre mudos peñascos escarpados
siniestra alzarse la afrentosa crnz.
Empañado& los ojos apacibles
y cubierto de sangre y allagado,
contemplo en ella el cuerpo inanimado
del Hombre-Dios ...... agonizante ya!
Muestra en sus sienes la fatal corona
que el bárbaro sicario le ciüera
pam mayor dolor : su cabellera
bañada en sangre y en sudor está 1
N o oís? Son los escarnios repugnantes
de la guardia brntnl de pretorianos,
que goza en ver de las abierta manos
oon·o¡· la ~:mugre eu uugro bo,·boton ......
¡ Y más se mofa cuando más padece
la víctima infeliz de sus furores ! .....
Piauoso lledentor 1 ¡ cuántos dolores
destrozaron tu amante corazon 1
¿Quién es aqut~lla Vfrgen angustiada
de apacible mirada suplicante,
po1· cuyo bello angelical semblante
se ve un raudal de lágrimas coner ?
Qué hace al pié de la cruz? Por qué contempla
con pesar tan intenso al Encla\'ado?
Qné causa su ademan desesperado?
Qué motiva su horrendo padecer ?
¡Ay ! i por qué cada herida qne descubre
en el cá1 den o cuerpo desgarrado,
es un agudo .:lardo emponzoñado
que punza su alma sin cesar, por qué?
N o lo ~a beis ?-La que doliente gime
es la hendita ...... ln sin par MARÍA 1
" ¡ Oh madre de mi maure y maC!re tria ! ''
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~LCAUCA.
sielllpt'e con entusiasmo te amaré!
¡Oh Madre escogida del V crbo encarnado!
pensando en tu inmenso y amargo quebrahto 1
derraman mis ojos rautlales do llanto,
que brota el corazon !
A tí yo tne acojo : tú sola e11 el mundo
serás mi esperanza, mi norte, mi gula ......
Oh 1 nunca me apart.es, piadosa 1\'lat·ía,
tu santa protecciou 1
La Victima espirante
I'US ojos apqgaclos
dirige hácia los tronos
de eterna cluracion;
y en férvida plegal'ia,
del Padre omnipotente
implora para todos
los homu1·es el perdon.
Despues ... hácia BU. Madre
éonvulsa y dolorida,
BUS ojos impregnados
de lagrimas volvió ;
fijó en AUs victimarios
terrtiRima mirada.
y en brazos del Ete111ó
su eepiritu entregó ..... . 1
Entónces del Sahí11ario
rasgA1'onse los veles.
partié1·onso l~s piedras,
el sol se o enreció¡ 1
las aves entonaron
cantares lastimeros,
que el eco de la tarJo
gimiendo repitió.
Vistióse de tinieblas
el ancho firmamento,
la tierra estrcmecid¡t
cubrióse de afliccion ;
de admirácion Jos hombres
doquiel'a enmudecieron ,
y vióse por doquiera
mortal consternacion ! .......................... , ........ .
Dulcísimo J esus! cuando sus rayos
oculta el régio sol en Occidente,
me postro ante tu cruz, y reverente
te dirijo una férvida oraeion.
Pido en ella por todos los qtie siguen
de la Yil impiedad la senda oscura1
y te suplico que conserves pui'a
la fe de mi creyente c01·azon.
Yo te bendigo! Por salvar al hombre
t1el hondo auiemo que le abriera el \'Ício ,
te ofreciste piadoso en sacritlcio
Y fuiste de sus cuipas la expiacíon.
Y aunque te amo, Seiíor, y aunque te admird
como Criador del univei·so entero,
te adoro más muriendo en un made1·o
por i'editnit• al hombre pecador 1
J. M. VELasco CasTitLó.
Popaya11. •
UN ( :HASCO.
I.
LE aeesinaron en la misma esquina de 111
casa en que está usted alojado,
-Pero ...... cómo?
-Del cómo sólo se sabe que á puñnlada111
po1·qne bien se vieron ellas ni examirtat• 111t
cadáver. Tenia tres heridas mortales: la más
espantosa era en la csp:dda.
-Qué bárbat·os l
-Recuerdo bien, dijo nn te1·ee1'o, q110 el
dia que amaneció asesinado el pobrecito, rnc
hicieron madrugar las mnjei'es de casa par:l
que saliese á tl'aeJ]es pormenores de aquel
triste suceso. Al parecer le corrieron r11ás de
cuadra, pues algunos vecinos decla1·aron haber
oídos gritos y tropel á média noche, hor¡¡
en qt1e el finado se l'etiró de l!i te1'tulia ga •
nando algunos pesos. El infclii fué completatneilte
desnudado despues de muerto; po "
ro ni raett'os dejaron sus asesinos.
-Cosa boniblc! Felizmente ltatt pttsado
e os tiempos eu q1to rtlataban hombres por
aquí , tan li a y llana111eutc como en mi pní~
se pide una limosna. Aunque recien llegado1
pienso conocer bastante e te pueblo para
creer que semeJantes delitos :ya no se come•
tan.
-Usted 1o cree? A fe ruia que sP. equi"
voCA · Ahí está el señot que le coutsrá lo qna
le sncedió no M mnchas noches.
-Cómo ! ¿ Quisieton asesinarle á usted
taml>ien?
-No jruaré q11e sí, ya que gracías á rni9
piernas, no me vi tali cerca de ellos que. ptt•
Jiese cotlvencertne de sus intencioitéS' .. Pero
tres hombres embozados intentaron, hace
hoy quince noches, detenerme ett la calle. Al
rer que se dirigían hácia mí, tratando de· l'odeanne,
di média vuelta y voló hasta: enttar
en la pieza pidiendo á gritos auxilio al cuerpo
de guardia. Los disfrazados me persignie•
ron á carrera por más de cuadra y média.
-Y no pudo ttsted conocerlos?
- ! Qué conocerlos, hombres de Dios, si
estaba la noche coma ahora: no se veían las
mai1os!
-Caramba .. . ! ¿ni tampoco llevaba usted
armas?
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EL CA UCA.
-Ninguna otra que las que me pusieron en
salvo.
-Pues yo ni eon esas cuento pot· ahora.
Mis pistolas se han quedado en mi alojamiento¡
puñal no lo uso nunca: bRston con esto·
que no pueda cargarse andando uno de viaje;
y lnégo mis piernas, jm•o á ustet1es que me
estorbarían en un ca~ semejante, lo mismo
qne la artillerfa gruesa á una division que
marcha en retirada.
~Antenoche, dijo el dnoño de la casa) me
recogía á eso de la una, y en la esquina del
estanco, dos mujeres muy tapadas y de estatura
gigantesca, empezaron á llamarme con
esos silbidos qne usan los m1tchachos para
.atraer los jilgue1·os á sus trampas. El cebo
de una grata aventuril'a oasi me tentó A ha·
cer un reconocimiento, pero el tamaíio nte y de fiores,rÍ\·alizando en movimiento
y animacion con Paris, estaba ahora
solitario; y cuando salia á recorrer sns ca-lles
las encontraba desiertas, ó si había algn·
nos grupos eran de gentes de gnerra. Su po·
de1·osa Garona, aquel rio que cantó Marcial y
que gemía bajo el peso de cien y cien naves
que trainn á la hermosa ciudad los ricos pro·
dnctos de América y de Asia, para llevar
en retorno los brillantes géne1·os franceses,
no tenia ahora sino unos pocos barcos que
aguardaban la hora de la salida para volver
á recorrer los mares, con las velas caidas 6
las chimeneas apagaJas, como aguardaban los
caballos en el establo y los perros en el pa·
tio, con las orejas caídas y los fuertes músculos
en reposo, á que vuelva á empuñar la
trompa de caza el amo enfermo. Ay ! en esta
vez el amo enüwmo era la Fmncia; y sus
caballos y sabuesos del mar ya no podían sa·
!ir á cazar la g:oria 6 la fortuna en las olas.
Quince dias pennaneci en Burdeos aguar.
danJo á que hubiese buque pat·a Inglaterra,
para donde se iban mis compañeros de viaje,
á qnieneA no quería abandonar sino cuando
los hubiera visto eu camino 13egnro para Lón·
clres, donde debíamos volver á juntarnos,
pues yo me iba por tiena á buscar otro puer·
to (despues diró por qné) para pasar el Oanal.
Quince dias aguardamos, y la comunicacion
fintes diaria con Inglaterra permanecía muer·
ta. Durante aqncllos días entretenía el ocio
en ver los preparativos qne se ha~ian en el
elegante edificio clel Teatro para convertirlo
en local de la Legislatma, que se había de
reunir alli a representar la última escena del
sangriento drama Je la guerra prusiana. De
vez en cuando conia el pueblo á vm· entrar
los actores que venían á representar sns pa·
peles ensayados. Uno de ellos traia camisa
roja y una cara do anciano: so llamaba Gari·
ha.lcli. Otro, t:tmbicn con canas y arruga~,
pero vestido con trajo civil,llcgó en esos días:
et·a Víctor Hugo. Otros dos ancianos vi en·
tra1· tambien : nno de ellos ágil y de miradas
juveniles: era 'I'hiors; y otro lleno ya de ca·
na , pero ménos viejo que los que he nom·
brado: era Julio Fa\'re. Asi vi desfilar de
uno en uno muchos de esos hombres á quienes
ha tocado la triste suerte de asisLir á sus
mismos funera 1es y do poder hablar con sn
posteridad. Todo en anfllogo en ac¡nellas
escenas: el rigor de la cstacion y el de los
destinos de Francia; la nieve que cubria los
árboles y la barba de los pcrson!\ies, y la tris·
tcza qne se sentía en la atmósfera y en los
ánimos.
Salí de Burdeos en los momentos en qua
la larga agonía de Francia terminaba por un
consw,wwtum est ('n el tratado que Thiers
no pudo anunciar á la Cámara porque los so·
llozos le embargaban la voz. Yo no quería
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EL CAUCA,
llnlir de Francia por aqnel puerto, Aino por
otro que iba buscando para visitar memorias
y tumbas¡ iba á embarcarme en San-Maló.
En el miRmo día llegtté á N ántes, que no me
recordó en esta vez aomo Pn lo primera que
la vi, su famoso edicto, ni sus tel'l'ibies osceJJas
de 1791, ni el nombre del monstruo que
¡¡alió da su seno. Recuerdos ménos lúgubres
y solemnes me vinieron en el momento en
que saltaba del tren á los anchos andenes, y
me dirigía desde la orilla del Loira pot· su
viejas é históricas calles á buscar mi antiguo
11lojamiento. U o amigo, que estaba en l:l
campaña, había regt·esado por casualidad y
con una licencia de pocos días á sn ciudad
natal y llegaba á ella en los mismos momentos
que yo. Pasé la noche con él y con otro
11migo que firmaba humilde y modestamente
con un gran nomlJre: era á lo reou~rdos; pues asl como
el añeros ya completamente humanir.
ados conmigo: Un dia un paisano vuestro ,
un brcton, tomó tamoieo tin trago en mi América,
y hoy lo tomo yo cóu sus bnitories,cn
los momentos en que yo toy á bu car su
tumua. ¡Por la gloria de Francia clltólica!
añadí lletando á mis labios la botella : la
Francia no hubiera sido vencida ei , cotrio en
tiempo de Juana de Arco, hubiese llevarlo
una cruz en su.s pendones y en la empuñadn-j
·a de sn espada 1 .
:Figúrense ustedes, mis l~ueilos amigos, có ·
tno seria recibido e e brindis úor un sacerdote
ventleano y po'r dos zuav~s de Chailzy !
Cuando Hegamo á ia Estacion próxima, ba
jó el clérigo con otf'os compañeros. Nos
quedamos solo-s mis dos zua:vos y yo, y apénas
se cerró la portezuela me d~o tillO de
ellos :
-A pr6sent, á nous cieux! .
E. to quería decir que había qtie concluir
con la botella, y el compromiso era todavía
más urgente porque el otro tnavo tomando
la bote!la ag1·eg6:
--A .la gloire des he1·os de Queseras del ..Me•
(lio! (Las Qneseras del Medio).
Yo les había contado esa batalla pará ame·
nizar el ocio del viaje, ó el ocio de mi corazon
. El sacerdote á quien babia contadd
que en nuestra gnena de independencia habíamos
tenido un padre Coronel Mariño: qua
combatió como un breton , se babia interesado
en nti relato : á los uos zuavos á quienes
babia 1'eíerido que 150 compatl'ibtas mios babiart
batido 5,000 vencedores en Bailen, se
les hacia la boca agna, Las cuet·dns de la re ligion
y de la independencia resueuau simn ·
pre en los corazones bretones, y á juzgar po1'
el mio en el de los colombianos.
JOSE MARÍA. VEJRGA.RA y V .
( Contil¡uará.)
RECUERDOS
(A RODOLFO CANO.)
Tdste al acabar ei día,
voy recorriendo los campos
y dejo salit· del alma
amargas gotas de llanto,
porque Jos dulces recne~·dos
de las dichas de otrt1s años¡
hojas marchitas de flores
que en otro tiempo b1·illaron;
pidie1tdo uri rit-go de lágrimas
al coraz;on vari llegando.
Í;á dulce voz de las ft10ntes;
eltwl que mucre en ocaso,
la flor, la brisa; las aves.
los verdes monLcs leja110s .... :;
todo; tddo es un retnedo
de lai> belleias qel campo
que Yió correr de mi ~ida
los dulces primeros años
En est>s tiempos felices;
eran mis sueño dorados
como esas nubes qnc vagaH
por al ciclo retozando ;
y como ellas se dan besos;
me daban dulces abrazos
amigos que ya se fueron,
y en cnyas tumbas mi llaotd
principió á brotar del alma,
Para acabar ...... no sé Ctlaudo!
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160
Los sencillos labradores
que dejan ya sus trabajos,
á las fuentes que murmuran
acompañan con su canto.
Tarubien en mi edad primera
yo me sentaba cantando
junto á los mansos anoyos
que cruzaban por el llano.
Entre los verdes maizales,
que remedan bellos lagos
Cuyas aguas de esmeralda
riza el viento perfumado,
se muestran blancas casitas
de labradores honrados,
pequeños barcos de plata
que van las aguas surcando.
Tambien mis campos tenían
de esos barcos y esos lagos ......
En donde están 1 Se perdieron ......
Se los llevaron los años.
Entre los pliegues azules
del horizonte lejano,
los espléndidos yarnmos
extienden sus ricos mantos,
como nubes en un cielo
de azul oscuro pintado,
6 como cisnes de plata
sobre las aguas do un lago
en cuyo fondo se mira
del firmamento el retrato.
Oh ! cuántos recuerdos tristes
en estos árboles hallo !
Al verlos, cuando era niño,
sobre loR montes lrjnno31
en su ramaje veia
mi porvenir retratado ;
y hoy mo recuerdan la infancia,
el único punto blanco
que brilla en el fondo oscuro
de mi vida sin encanto.
Un torrente baja limpio
ele las montañas al llano,
o tentando sus cristales
de ricas perlas cuajados,
dando besos á las flores
y ensayando dulces canto ;
dcspues se pierde á lo lójos
pol' rocas apri. ionado,
y agitado y tormentoso
sigue su marcha llorando.
'l'ambien aqní se encadenan
mi presente y mi pasado:
nyer canté como canta
el Lonente sobre el llano,
y á su grito entre las rocas
hoy so asemeja mi llanto ......
EL CAUCA.
E de noube, las estrcltiR
van en el cielo brotan\lo,
y las tinieblas extienden
sobre la tierra sn manto,
que con las pálidas luces
de los cocuyos bordando
parece el palio del cielo
t.en
ecto dama iallo poético para mí. Aquel Ji- vidar. Su mi¡,ion en Francia fné solemne y
bro hubiera oonveuido á un caráctet• austero dolorosa como la de un p1 ofcta: él alzo más
para darle ternura. el mio se hizo soñaJot· y altares que los quo alcanzó á denocar una
exageró todo lo que podía exagerarse en mi generacion entera; pero al aspecto de tantas
n
juveniles, y ~uc, por lo tanto, lo fuct·on para l!'mncia á média~, y sin emhargo fueron viR-
. .el mio, más débil qne ott·o alguno. ¿ Di.ie tos como un progreso. Como diplomático
.que habi:! leido esos doii libt·os? Hice algo pudo l1aber salrad (,JUe cobré por el autor contaba ochocientos aiios de edad. Como
.Oe esos libros me hizo lr>er despncs tonas sus poeta ct·eó un reino de poeMía en doude na-
demás obras. Por fortuna, u El Genio del die ha vuelto á reinar despues de él y en
'Cristianismo,. me sirvió de cota contra los rlonde están su trono y su tu m ha. Reedificó
"" .Estudios filosóficos ," y por desgracia Atala los altares al sonido de sa lira como Anfioa
roo hizo desabrida la lectura de los dramas y las murallas de Tébas con !:J. suya, y hubiera
pveeías. Al fin Uegó á. mis manos aquella vuelt(} á llevar los huesos do sus Reyes á San
obra tardíf.l, innecesaria, tan llena mbebi(•ndo~c en los fle U.recin, .J crnsalc.:n y de tez ebúmca y labio sonro~arlo.
Granada. \'iú nacrr In !!ran Hcpública del
Norte y morir rl gran Itrprrio de ÜC'cidcn-l Por 1n prndiente (le la <>st~ril Iom~
te; empt>zar !n gloria de Washington y nca- trC'pa el lahri<>go, clilig<'ll1<', manso ,
})ar la rle loe; BorhoneP. 1-apoleon, su ene· :'1 labot·at· tennY. sn cctn('n\cra .
.migo y n ri,·al, sn amor y su odió, rupo qne tiene lí·jos de sn pol•rc rancho.
dentro de sn vida como una pnlahra dentro •
de un pnrtsntc~i!'; y el hr•ro (le :-;anta EIPna. 1 Y cnnnrlo el sol ocn!ta suR fulgorrs
mfts que de ;\farcugo, murio sin haberse atrc. y ha terminado sus trabajoK yflrio~>,
vi1lo ú ;, di\'i 1 la rcligion ele Cri to inmacul:Hlo,
~Hplieg-a de In noche el manto,
'Vllció en ese criRol de borrascas. Yace hoy á 1 el pueblo todo se diqpcr11a <'11 gntpos,
.orillaR do él y por primera '<'Z rle¡;cnnsa, por- ¡ con tlns b. andol;.¡s bajo el fnerte braw;
qtH' para e~to eqpíritn no po1lia haber otro .___,..
;rrpo o qne el de In tumbH. Y lnégo entona con di::tintas roce~
''u tumba era h qne y.o ibn á Yi. itar, pen- pnsa('rrl/es alegre~ y s:Jlaflos,
&.'\n1lo todo esto miéntra · atra\·e¡:nha la de- 1 que hahlnn del can¡po, ele! amor y el gn~tQ
-Rierta y arenosa playn, flondc qucclab:m por 1 ó de Asnncion, 1\'l.ercérle~ y Hos¡trio.
t~n mom<'nto señaladas las huellas de miP ~. -
piés, qne no dohiau cxi:t.ir fl mi Yueltn. Po - Yo clisfrntaba 1le ~u canto ameno
co d~t~·ar era este; pero mueho mrnos seril d y me SC'ntin sati~techo, ufano .
.
Citación recomendada (normas APA)
"El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 20", -:-, 1874. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3683909/), el día 2025-05-04.
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