PERIODICO LITERARIO DEDICADO A LA JUVENTUD.
RAMÍREZ Y RIVERA, EDITORES. na magnética que une lo pasado á lo presente,
y lo presente á lo futuro. I .. a Iliada nos
aproxim~ ~ los tiempos heróicos, el TestaDESARROLLO
DEL SENTDIIENTO DE LO BELLO mento VieJO á los primeroo dias del mundo,
l'OR MEJ)IO DEL ESTUDIO DE LOS MEJORES Y el Nuevo al porvenir dél linaje humano.
MODELOS.
Domos al imperio de las mujeres
una direccion sublime; que el poder
encantador de que disponen reciba
de nucstrns propias manos un impulso
saludable Mcia lo grandioso y Jo
bello, y que en s~guidn. nos guíen
ellas mismas Mcin.lo. mejora moral
que tan inútilmente nndau buscando
los filósofos.
( RAYl'l>Nn, Ensayos sqbre la
E11wlacion, p. 95.)
SucEDE en ePmundo intelectual un fenómeno
sobre el ;ual pa1·ece no haberse todavía
reflexionado ba~tanto: e~ la caida do to·
do lo falso, y el triunfo de todo lo veruade:
ro. Uual1niera que sea el entusiasmo con
que se reciba el mal, y la indiferencia con
que se acoja el Lien, el desenlace •s inevitable;
es indispensable que Jo helio en todo
género tome su lagar, que es el primero en
la naturaleza, y el primero en el alma humana.
Esta es la razon porque el alma en su
arrebatos, es decir en su poesía más elevada,
f¡e halla en armonía con la naturaleza en sus
perfcceiones mns ideales.
De ello resulta que en todo género, solo
las obras maestras son las que sobreviven.
I .. a conciencia universal, más fuerte que todas
las p:1siones malas, que producen siempre
el ma1 gusto, marca con un sello fatal
en las obras humanas lo que ha de vivir y lo
que ha de morir. Jamas lo bello muere, ni
jamas lo mediano vive¡ y esta clasificacion
inmensa, este trabajo de todos los días, he·
cbo por la mano del tiempo, bajo la influencia
de las grandes almas, ni padece olviuo
ni está sujeto á en'OI'. Así han llegado hast~
nosotros Homero, Platon, Sófocles, Eurípi·
des, al traves del polvo de los siglos, con la
brillante frente de una juventud eterna. Así
el Tasso, Milton, Shakespeare, I\Ioliére, Corneille,
Racine, Ftmelon, forman con lo11 graodes
génios d~:: la Grecia y de Roma la cade·
Lnt>go tenemos que en las obras de los
hom.b~·es hay alguna cosa inmutable, que
P.artw1pa de la belleza eterna y que se> libra
Siempre de todas las revoluciones del pensamiento.
Haciendo notar este fenómeno es
respond01: .con antieipacion á aquellos que
talvez qu¡s¡eseu rehusar los mejores modelos,
es decir, las obras de todo género que
han llegado ha ta no,otros, en medio de la
admiracion de los hombres y con el consen·
t.imiemo de los siglo~:~. Allí debemos hallar
la fuente de una mnlliluu ue E>entimientos
delioio~os, y de aqnel gusto exquisito que
nace. del. conocimiento de lo bello, y de la
conclcnew de nueslra moralidad.
!·a educaciou do las mujeres es tan nperfiCJal,
s~ !as ac?stumbra tan. poco á ningun
pensam10nto seno, que cuaqmcra lectura no
digo de instruccion, sino de mcditacion' les
e~ i~soportable. E, ta impresion peno a es
n. La caña fué sombrada
y cortada allí por enjambres de iufdiccs negros
esclavos, colocada entre dos masas de
hierro, cocida en sqs caltlera~, y terminada
la evaporacion, depositada en bocoyes y reu¡
itida á la Habana. Varios indidduos ¡;e
ocuparon en llevado á bordo de un buque
en medio ele la bahía, y otro se encargó de
pagar el seguro. Desembarcado en N ue\'a r ork y puesto er¡ el a1macen: para lo cual
fné preciso el trab~jo de varios hombres y
máquinas, pasó luego á la refinería. do tlondc
salió en panes y fné vendido á oLro pulpero
que lo cortó en pequeños pedazos. El azúcar,
pnes, a o mi almucJ·zo ha contribnitlo á pagar al
hacendado cubano o! interes del \'alor ele los
negros y la maquinaria, y los sueldos de los
empleados y operarios que lo condujeron{~ la
Habana y lo pusieron á bordo, la ganancia del
armador, del almacenist~: del refinador, del
comerciante, y élel que me lo Ycndió, hasta
nnir á mi mesa costándomc poco mépos de
un centavo, pnes lo compré á quince la libra.
La leche es más f4cil de calcular. I .. os gastQl!
y el trabajo del hacendado, del muchacho
ó muchacha que onlcñó la Yaca á métlia
pocbe 6 ántes de amanecer para l]Ue estuviese
á tiempo á la hora de mi almuerzo, y del
hog1bre que la trajo á mi casn, son mucho,
sin duda nlguna, omparado con lo que á mi
me cuesta, pero nalla en proporcion á las
maravillas rcalir.a(las por los centavos ~astado!';
en el té y el azúc.nl'.
¿Qué más entra en la inversion de mi peseta?
Aqn' tengo delante uos panecillos ca·
lientes, hechos con trigo yen ido ele los confines
occiclentales del pais, co~c chado allí,
llevado por animales{¡ la Cfltaciou máR próxima
clel fenocarril, vcndiuo y vuelto á vender,
molido y sin moler, basta llegar á mis
manos por la sum:1 de tres centavos .
.;, Qné otra cosa? Aqni tengo nna Jata abier
ta de hermosí, imas sardin&s y un plato tapaclo
de donde se e~;capa un olor delicioso,
diciéndome del modo m:ís persua~ivo qtte
contiene un beqsteak con todas las reglas
del arte. Poro como yo apetezco sólo una
de funbas co:;as, extraigo de la lata una sardina.
E::~te pececillo ha sido pescado en el
.MediterT:.íneo, llevado á la costa., preparado
en aceite y puesto en una flnmante cajita éle
hoja de lata llena do aceito y hábilmente soldada
despucs. Vendida lnego ú un comerciante
que la exportó para N u e va York: ha
pasado por muchas manos hnsta ll<"gar al
pinto que tengo delante, miéntrns yo, como
nn genio benéfico, he hecho moYcr á toda
esa jent . por un cenLa\'O, pues la caja roo
costó veinte, y tiene veintito, la chau,
za del muchacho me costó el valor de la mula,
pues una voz resabiada, la pérdida áe mi
bestia era inevitable, ·
Al ponerme los r.amarros erhé de ménos
lae espuelas que habían marchado á los janetes
de Camilo, quien no 8e desprendió ele ellas
sinó despne¡¡ ele mil ofertas qne le hice, y
de haber intervenido el padre. Una ver. puesto
en la mula traté de dirigir!::~. Mcia la calle
que clebia tomar, pero impresionaJa como se
hallaba con la fechoría del muchacho, prendió
canem corcoveando háoia la plaza., don·
de despnes de haberme sacudi~lo á su sabor,
me tendió en el suelo cuan largo soy, delante
de un numeroso concurso. Cubierto do
poh·o y magnllado me levantE>, nvergonzaclo
por lr~ fnncion con que habia di\·erti t\o al p4
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tt él u cA.
blico, pero con la firmé ~·esó.lucio~ de vender
la mula á cualquier precw, y sobre todo, . de
uo volver á casa alguna dond ·e haya inuchabhos
malcriados y padres de familia tolerantes
con sns hijos y desidiosos eil el modo de
~ormarles el corazon desde su niñez.
( 'romadó de las "FLORES DEL C.tMPO: ")
oÉsiiusio ~·
Por las márjenes del Caucá
l en una tarde ele mayo,
Ya Rosita, la zagala
Más hermosa de eso$ cn.mpos.
Sus cabellos en dcsórden
Bota el viento á mida lado,
Y el lhtuto por sus mejillaa
Copioso se ve rodando;
Y con su boca entreabierta
y: sn a1iento fatigado,
Y COll ojos CU:\l de loca
:A todns partes mirando,
Y a se detiene, ya cono,
Ya se rie 6 suelta ehilanto.
De repente suplicante
flácia el oielo alza sus niahos i
Y se asusta si üna ~oja
El viénto bota á su lado,
O si deja en los ramales
Oir la mirl:.t su canto.
:Muy bien revela con tode
Que e tá sufriendo por algo,
Por algo que le interesa
Pe su aluia ertlo más Mgradl3~
Y es nil.tural por lo mismo
Que al verla sufriendo tanto
Un cOnsuelo se le ofrezca
Quci su doloi· cálrrie en algo.
~Y quién hay tan insensibll:l
De una mujer al quebranto
Qno no le préste gústoso
Un auxilio en ése caso.? .
Ah! la mujer nó comprende
Todo el podér do BU llanto,
Que al comprenderlo ya hubiera
A los hombres dominado.
Y yó que estaba impasible
l.as :-iberas contemplando
Del tan poético Cauca,
Sus corrientes 'J 1;emansos;
Al ver tan triste á Rosita,
Llorando sola ert el campo,
Cnal (jtrá Di do oh idada
Por otro . Enéas ingrato;
N o pensé ya en otra cosa
Que en mitigar su quebranto,
Otreciéudole un alivio
Con interes el niás sano.
!:!..-Entónces me acerco {\ ella,
Y elia al verme apma el paso:
La detengo y lo pregunno:
¿ Dirrié, í:iiña, qüé ha causado
Tus lágrimas y tu angustia ?
Qué pesar to af:tije tauto?
Han muerto acaso tns padres
Tu liovio 6 algun hermano.?
Habla pronto porqué quiero
Servirte de alivio en algo.?
-Ay ! Señor, me d,ijo entónces;
N o sabe qné estoy buscando!
;..._ 1 Y qné buscas! dime pronto!
-Señor 1 si se lo han robado !
-Poró qué cosa, Rosita 1
-Ay ! seiíor ! mi gallo enano !
JoAQUIN
LA NOVELA DE UNA JOVEÑ•
I.
Noches pasadas conocimos en una tertttÍia
á uria solterona qué debía haber sido nluy
bonita allá en sus buenos tiempos.
La conversncion rodó sobre el matrimo-nio.
. . .
'fodos los ojos dé la reunioh se animaron
como por encanto.
La soltet·ona acarició uno de sus bucles y
exoaló tiil suspiro.
ÍI.
-Paquita, ¿por qué no se ha casado usted
? ¿ aboheco al sexo feo, acaso ? preguntó
uno con indiscreta curiosidad á la soltG•
ron:i.
-¡ Ay, amigo mio 1 elijo entónces córi una
voz capaz de conmover A una piedra, mi es;
trE!lla ha sido muy fatal.
-¿Do véras? , .
-En mi juventud de~predé fuüy buerlos
partidos y me he quedado en el tri.'lte esta-do
en que ustedes me ven. .
-En efecto, la mision dé toda mujer ea
casarse, no le conozco otra. Una mujer qué
se qüeda ~olterá, es lo misi:no que esos árbo~
les dé los paseos qué sirven tínicamEmte de
adorno; sólo que las solteras embellecen los
salones;
Si no temiera ofender á hsted lé diria tam;
bien que estas mujeres tienen mtruba setrie~
janza cori los avaros. Guardan solícitas el
tesoro tle su hermosura, sacl'ificándolo á la
muerte. . . . .
=-Todo lo que usted quiera, respondió la
sdlterona; pero si me be quedatlo para vestir
imágenes, ha eido tan sólo debido á la
detestable educacion que he recibido.
-¡,Señorita !
-A los veinte :1ños ::1 borrecia las tareas
domé&ticaa; no conocía el interior de la co·
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ELCAtCA..
cina de casa, no había atmvcsauo sus umLralcs.
En ,·cz del arte r-ulinm·io, leía novelas
que me llenaron la cabeza de viento. En
lagar de la costura, me entretenía estudian
do en el e::;pejo la manera de desesperar á
los hombres. Catla sonrisa de mis l:.tuios, me
costaba la1·gas horas ele ensayo. Cada mirada
de mis ojos, era hija de prolijos estudios.
Así creia agradar á los hombres, y esto me
perdió.
III.
La pobre solterona calló para exhalar otro
suspiro.
Al evocat· los recuerdos de su juventud,
su frente se anublaba.
Y el:l que hay pensamientos sombríos que
so reflejan en nuestros ojos: como la negra
nube en el dormido lago ......
Por fin prosiguió la solterona:
-En tanto, mi mamá mostrábase indiferente
á todo.
Ni siquiera me habia explicado cuáles eran
mis deberes respecto á la sociedad.
Ignoraba que la m1,1jor, en vez de ser un
objeto inútil, un mneble de puro adorno, de·
be ayudar al hombre y hacel'lo ag1·adable la
vida, aumentando el encanto del hogar doméstico.
El amor no es solamente la vida de la mnjet
·. Esta opíníon la han emitiJo solamente
las pet:czosas y haraganas.
Bueno es sentarse al piano, cuando el arreglo
de la casa está listo.
Y esto último no puedo confiarse á manos
mercenarias.
Los domésticos, cuando no son vigilados,
descuidan sus obligaciones y olvidan sus deberes.
Como es natural, el hombre detesta á las
que viven entreg.1das al ocio, pues el ocio es
fuente de mil disturbios domésticos.
Si el marido es rico, la mujer debe mostrarse
más celosa de &us deberes.
Esto agrada al marido, que cada dia se
felicita más y más de haberse casado con
llna muchacha tan hacendosa.
La belleza flsica no es el vet•Jadero atractivo
que posee la mujer.
_ La belleza desaparece ó cansa.
La costumbre neutraliza su efecto.
La verdadera belleza consiste eu las prendas
morales.
Ser virtuosa, es sel' bella como los ángeles.
_ Ser aseada y hacendosa, es coovei·tir el
hogar doméstico en un cielo de ventura.
Amar y cuidar la casa: hé aquí la única,
hé aquí la verdadera vida de la mujer.
En la viJa matrimonial, el amor es un
accesorio indispensable.
Pero yo ignoro todo eso.
l\Ii belleza atrajo muchos pollitos almik1·
rados, á r¡uienes Jesesperaba despues cou mi
coquetería.
Pasaron los aüos y ningno solicitaba mi
mano.
Esto me llenaba de despecho.
Y es que los jóvenes derian :
Es muy linda, esto sí, pero pasa todo el
día en el tocador. '
Esto es altamente púligroso para el hom·
bre.
Entónces cobra miedo al matrimonio.
Huyo de la coqueta como del diablo.
J,a coqueta no tiene oorazon.
Lucir: hé aquí su aspiracion.
Atraer las miradas de todo el munJo: hé
aquí su anhelo.
Vivir regn.ladamcnte: hé aqní su deseo.
Estrenar ricos trajes: hé aquí sns ilusiones.
Para uada entra la felicidad del marido.
En la historia de la coqueta, no se encuen·
tra un'l línea dedicada al amor conyugal.
Mi mamá me d d en la mayot· ignorancia
respecto fl tocio eso.
Y hoy lloro con lágrimas amargas mi desventura.
IV.
Calló aquí la solterona, como abrumada
por nn mundo de doloro os recuet·dos·
¡ Cufmta verdad habia on tollas sus pala ·
bras l
V.
Alcrnnoa nos han cen urado nuestro siste·
máti~o afan de atacar á la mujer.
Semejante censura es injusta.
liemos, sí, señalado los defectos de que,
en nuestra pobrísima opiuion, adolece la mujer,
con <>1 sano intento do que se enmiende
todo lo posible.
Asi ganan ellas y ganamos nosotros.
lloy es nua de ellas la que apoya nuestras
mismas ideas ............ ¡ Loado sea Dios!
C. P.
ANALO(;iA.
Es Perico un estúpido, nn bendito ¡
por lo domas su físit:o enamora,
funda toda su dicha en sor bonito
y en todo con el sastre se asesora.
'l'iene un reloj magnifico, esquisito,
pero que nunca seüaló la hora.
¿Y habrá talvaz quién á negar se atrem
qne el reloj se parece al que lo lleva?
A. RrBOT Y Fo ~T ~ ERE.
DIPREN T.l DEL ESTADO .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6", -:-, 1874. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3683895/), el día 2025-09-19.
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