Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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A CO DE LA
1 LfOTECA LUIS A
,. .. oc
. c;c•s•- _H ___ M _ .-1::. ___ ..,..__
SALUDO
--------
Los Directores de esta Revista se complacen
en ignificar aquí sus agradecimientos
á la prensa de esta ciudad que tan bondadosamente
anunció la aparición de Lectura
y A rte.
CONDICIONES DE ESTA REVISTA . .
Suscripción por un año ...... $ 120
Después de publicado el tercer
número, un año vale. . . . . . . . . . 150
Número suelto ..... ______ ... 12
~ ú me ro viejo __ .. __ . _ . __ . . 1 5
Se devuelven los originales, cuando
su dueño ac::í lo exija.
Se admiten avisos para las tapas interiores.
Agente general, .
FRA. ' CI. CO A. LA TORRE.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
MEDELLIN - JULIO DE 1903 .
Vencidas las dificultades con que hubimos
de tropezar en un principio, presentamos
al público el número primero de
Lectura y Arte, periódico que con inusitada
benevolencia fué anunciado por la prensa
de esta ciudad.
Empezamos hoy la dura y laboriosa
tarea que nos hemos impuesto, de hacer
una publicación mensual especialmente de
carácter artístico y literario, á la vez que
campo adecuado para las producciones de
interés patrio universal que nuestros colaboradores
quieran confiarnos, toda vez que
deseamos para nuestra Revista no solamente
lo agradable y lo ameno, sino también
lo de marcada utilidad general.
Que se califique de atrevimiento loco
el que nos dejemos ir por esta vía á todas
luces ingrata, poco nos importa, pues que
buscamos sólo el bi n final; sino que soltando
un poc de rienda á este amor de or-
't'fe. ~·a~ or el más ingrato de los cultivos
6(). en Colombia, el cul-
J~ tivo del e píritu, deja-
. ~ n;os á u~ lado el inte-
, · · -~ re propto, y nos e- /IJ: chamos en pos de un
({ · de luz para noso-
1 y para los demá .
Seguimos el ejemplo de El Reperton.'o
Ilustrado y de El Montaiiés, de simpático
recuerdo; pero confiamos en que no será ni
la indiferencia del público por una parte, ni
lo insustancial de nuestra publicación por
otra, los males que den en tierra con esta
empresa.
Sería conveniente para estos fines, que
nuestros colaboradores se acomodaran al
consejo de un pensador del día, consejo que
nosotros procuraremos seguir igualmente:
"Para ejercer influencia eficaz sobre los espíritus
modernos es necesario escribir corto,
escribir claro, y escribir culto."
Esta Revista, creemos un deber decirlo,
no pertenece á ninguna escuela; aquí
tendrá cabida todo lo bueno. Al lado del
cuadro y de la caricatura, publicaremos el
retrato de la personalidad del día, del hombre
que esté en alto, justa ó injustamente,
como nota de actualidad, sin loas, sin reproches,
sin comentarios.
Puede llegar á nuestra mesa algo que
pugne con las ideas nuestras, que será publicado,
si es bueno, en espera de algo que
le haga controversia, para que venga la luz,
para que resalte la verdad.
Como se vé, nuestros propósitos
son modestos, y espe-ramos
dejarlos cumplidos ..
Medellín, Julio de 1903.
\
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M. O. V. TEMAS DE CON VERSACION.
SE SOLICITA
UN APOSTOL. + + + +
I
Un poder de abstracción apenas inferior
al de i\.rquimedes, necesítase para poder
pensar hoy en este país en ciencias, artes,
literatura, en cualquier cosa, en suma,
que no sea la miseria del momento: la situación;
la asfixiante situación política,
fiscal, económica: social, en una palabra.
Yo, por mi parte, confieso no tenerlo ; y
comparto con mis conciudadanos la honda
preocupación con que el inmenso desa tre
ha venido á acabar de entri tecer el carácter
de la raza, ó mescolanza de razas, mejor
dicho, que puebla á Colombia.
Y por lo que vivo preocupado, estoy
atento á los remedios y soluciones que á
cada paso están proponiéndose para el desastre
ese. Y me parece que todos los bien
intencionados doctores se han quedado, como
quien dice, á flor de piel; que 110 han
bajado á las raíces del mal. Porque yo considero
el caso nuestro sencillo y terrible:
es, simplemente, que estamos enfermos de
barbarie. Búsquese, si no, la alida de cualquiera
de las dificultades actuales, y á poco
andar se tropieza con esa verdad.
Por ejemplo, el papel moneda: U niversalmente
conocidos son los remedios
para este mal. Pero todos ellos requieren
la seguridad de que no se emitirá más: e
decir, que el Gobierno podrá y querrá vi vir
de sus rentas. Lo que, en un país tan
pobre como éste, presupone un Gobierno
que sea, entre otras cosas, honorable y popular;
que pueda sostenerse sin gran ejército
é inspirar confianza; que administre
mucho y politz"quée poco; y partidos políticos
cultos y honrados~ respetuosos de la
ley y de sí propios ó sea, por lo pronto,
respeto al sufragio. ¿ Pero siquiera hubo
nunca entre nosotros sufragio popular
respetable? ¿Puede haberlo hoy, en nuestro
actual estado de civilización, es decir,
de barbarie ? .... __ Y llegamos á la conclusión:
La enfermedad de Colombia es. barbarie
·: barbarie maligna.
Ese, el diagnóstico; que por lo que
hace al remedio, no hay más que uno: ci-
4
vilización.
Pero la civilización no se compra hecha,
como ropa de cargazón; por más que
muchos sí lo crean. Ella tiene que ser producto
indígena; resultado de una cultura
razonada y consciente del alma colectiva
de la nación. Pues para mí, civilización es
comprensión y tolerancia; y civilizar es,
por tanto, un procedimiento por el cual se
le ensanchan las entendederas al vulgo-y
cuidado que vulgo somos todos, ó casi-y
se le hace capaz de asimilar idea que no
nacieron en su cerebro ó en su medio am·biente;
y de tolerar y respetar opiniones
que no comparte. Civilizar es educar las
masas. Pero para educar la masas, hay
que empezar educando á los educadores.
Por supuesto, que educadores no quiere
decir implemente los maestros de escuela.
Los educadores de un pueblo son aquella
porci 'n del pueblo mi m o que por su inteligencia
y su energía-y por su riqueza á
vece -se destacan incon;:,cientemente de la
línea común, y vienen á constituirse sin
pensarlo en modelos de lo demás; encarnando
por 1 momento la a piraci 'n-el
ideal inmediato, podría decirse-que bulle
informe en la mente de todos. Y conform
·ean nobles ó mezquinos esos modelos, así
será elevado ó rastrero e e ideal inmediato,
e a meta hacia la cual corren ellos arra. :
trando tras sí al pueblo. Por e o educadore
es por los que hay que empezar.
De modo que si yo hubiera de civilizar
á Colombia, empezaría por educar á A ntioquia;
ya que por circunstancia , que no
hay hoy e pacio ni ocasión de detallar, la
considerq en condici nes más propicias para
el caso que cualquiera otra porción del
país. Y en Antioquia, empezaría por esa
porción de ella que está verdaderamente en
estado de comprender qué es y cuánto vale
la educación.
Lo que es decir que fundaría una verdadera
U ni ersidad; la cual sería la primera
que hubiera existido en el país; ya que
los establecimientos de enseñanza superior
que en él han llevado aquel nombre, apenas
si lo merecen.
Aquella Universidad, ricamente dotada,
autónoma, abierta á la verdad sin temor,
libre de influencias oficiales y de sectarismos,
habría de ser la expresión más
elevada del pensamiento antioqueño. En
ella se estudiarían y se investigarían, con
espíritu amplio y métodos modernos, to-
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das las cue. tiones científica , artísticas, industriales,
sociales que interesan á Colombia.
Allí se discutiría con razones y sin cólera;
y tendría derecho á ser oída toda voz
que el saber autorizara. Allí se iría formando
el gusto estético, de que tan en absoluto
carecemos; se irían haciendo familiares
los métodos científicos r.wdernos; se
escudriñarían las ignotas riquezas de nuestro
territorio, y la manera de explotarlas;
s~ estudiaría el modo de sanificar y suavtzar
nuestras costumbres, de salvar la vitalidad
material y moral de la raza-que
tan de cerca amenazan hoy el alcohol, la
abyección y otros enemigos-; y, fomentando
todo vigor fisico, moral, intelectual,
se iría haciendo la ida en esta tierra más
útil y más dulce: más vivible.
Esa Universidad, tal com yo la figu,ro
sería no ya la fábrica oficial de copartidarios,
ó el semillero de aspirante á los empleos
públicos, ni oficina de patentes para
p eudo-sabio rutineros y pretenciosos, ino
el cer bro mismo de Antioquia: viviendo
la vida de ella, é infundí ' ndosela nu va.
Allí .lo graduados ejercicios de t la laya
de arrollarían los músculos, la energías y
las facult~des de los que llegaran encogidos
estud1antes ; y en el rcsp to por el al-
1/~a matcr in pirarían el r spet de sí proptos,
fundamento único de la dignidad d
indi iduos y nacione . De allí saldrían hombr
s s.a,no. de e. píritu y de cuerpo: una generacJOn
de audaces y pacientes; los e ucadores
del pueblo ; lo conq ui tadores dC'
esta naturaleza tropical, insidiosa y hostil.
Habría quizás entone s menos doctore que
hoy ; pero habría más hombres.
... se fuera el principio de la curación
de Colombia.
Y el principio de e e principio ¿cuál
es ? Un apóstol. Un entusiasta, que poseído
de esa idea, no repose hasta ponerla
por obra, entusiasmando á los otros · mendigando,
inventando recursos: un Pad're Rabagliati
de la Universidad. ¿Surgirá? ....
Tal vez otro día pueda entrar en de.
talles sobre todo esto. Hoy falta espacio.
S. RESTREPO . SOM BRIA
. """" "" ""
Habían ido centenares de veces á esa
ribera magnífica del río, que acogía sus amores
con una indulgencia paternal en sus
márgenes severas y apacibles.
Aquella tarde bajaban también, apresu.
rados, abstraídos en sus propios pensamtentos,
Tonio y Silvia. Tenían la misma
edad,-trece años. El era esbelto blanco
y rubio. de ojo esplendorosament~ azules
que contrastaban con sus mejillas ardientes.
Ella un poco morena, de labios encendidos,
con una cabellera de rizo perfumados
y profusos.
Todos lo conocían en el pueblo y sabían
sus amores inocentes y sonreían de
ello . '1, lo amenazaban en bromas con
que le quitarían su novia. A ella, le decían
que él la olvidaría por otra, antes de mucho.
Los dos escuchaban indiferentes aquellas
amenazas que carecían de ignificación
para sus almas aún nueva·.
. . De camino, llegando Gasi al río, dijo
tlvta: ¿ abes? dentro d una semana nos
vamos á ivir allá-y s ñaló e n la ~ano
una vivienda del otr lad del río, á ¡oca.
cuadra · obre la falda oriental.
Venían a ·id s del brazo. Tonio la soltó
rep ntinamente y en medio del camino
·e plant ' á contemplarla con una especie de
admiración e túpida.
6
-Qué? dij nada mas, por último.
Silvia repitió con naturalidad:-Que
nos vamos á vivir allá, á aquella casa del
tr lado.
-Y entonces? preguntó él_. on voz
de alarma.
-Pues-dijo ella-entonces tu viene
aquí al puente, y yo también vengo aquí al
puente.
Aquella solución inesperada arranc'
un suspiro de satisfacción á Tonio:-Yo si
que soy bestia! exclamó; y haciendo en seguida
una cabriola, se inclinó rápidamente
cogió una piedra y la despidió tan vigoro~
samente que produjo un silbido al atravesar
el aire. Ella lo contempló un instante,
enorgullecida del vigor que manifestaba.
. S~guieron su camino mas de prisa, ca-st
c~rr~end? para.ll_egar al puente que ya
se dtstmguta. Pns10neras entre márgenes
abruptas, corrían las agua del gran río, re -
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dta .
l\\ ~+:\ ,/~
~l··~ ·~ ~~lf'A[f;;
-· ~' \ · \ 1 . --~·- - V . ~
\. _ _::,- / .l'
· l.. - jt, ' con un arrullo medita-
~ , ;:" : .. ~' . ndo y pausado. El horizonte de la tarde
/ ~~t. dllataba sobre el mundo sus senos de azul ::;r;! pálido, con una nube aquí y allá, como una
'-UD~' isla vaporosa.
Allá abajo-dijo Tonio indicando las
riberas explayadas, á media milla del puente-
se ahogó el domingo un hombre.
-Como? interrogó Silvia.
-Bañándose-En la orilla no es pro-fundo
.... y fué entrándose .... y fué en-trando
y ... .
Tonio no concluyó, sino que hizo un
gesto vago que ind~caba el naufragio fatal,
lo irreparable.
Silvia fijó entonces los ojos en el lugar
designado, con un leve movimiento de miedo
en las facciones, como si hubiese cont~
mplad~ la cara de un traidor, de un asesmo.
Un ruido de alas los hizo mirar hacia
la altura. La tarde moría ya; y bandadas
de palomas cruzaban el espacio, volando al
palomar. Venían de dos en dos, lentas y
graves, deslizándose en el aire largos trechos,
sin una trepidación, como si una fuerza
invisible las hubiese conducido. tras seguían
luego, más veloces, pre u rosas d llegar
al final de su carrera. Las últimas cruzaron
como saetas.
-¡V é! ¡ míra! exclamaban los dos alternativamente,
contemplando los vuelos
de las aves.
Cuando éstas dejaron de pasar, dijo
Tonio: Yo ya tengo cien palomas.
otro día· no tenías sino ochenta,
observó Silvia.
-Sí-pero he conseguido más.
. ..... -Y son tuyas solas? interrogó
ella aún.
--Mías -afirmó
Tonio con énfasis.
-Me regalas un
par? volvió ella de un
modo provocante.
Otra vez Tonio
la miró con sorpresa.
Permaneció como un
minuto en suspenso.
or último exclamó:
-Es que son mías, pero para ti, por
suppesto.
Ella se echó á reir con una risa blanda
de placer y de victoria. Se habían acercado
el uno al otro. Familiarmente le echó
él el brazo sobre el hombro y el cuello, y
los dos inclinados miraban en silencio hacia
las aguas oscuras que seguían entonando
su cántiga apacible bajo los arcos del puente.
Habían aparecido en el cielo algunos astros;
y las últimas nubes de la tarde, teñidas
de fulgores vespertinos, reflejaban sus
formas luminosas en la corriente tranquila.
A lo lejos, río abajo, las aguas se rompían
. con clamores tumultuosos en una barrera
de peñascos.
-Oyes ?-preguntó Silvia sobresal-tada.
-Qué? dijo él.
-Creí .... me pareció, dijo ella, que
habían hablado allí.
El tendió el oído. Con voz firme afir mó
luégo: Es el río en los saltos-é indic'
hacia el lugar de donde venía aquel sonido.
En el silencio dé la noche las ráfagas de
bri. a les traían los ec s alte rnos de las
aguas.
Tonio había parecido varias veces recoger
sus fuerzas para decirle algo. Había
querido decírselo en verdad; pero se habían
detenido en sus labios las palabras.
Por fin, medio titubeando, empezó:
Silvia . ...
-Qué?
- .... dime .... nos vamos?
-Sí; ya es tiempo, contestó ella; y se
volvió para ponerse en marcha. Pero él l.a
cogió con suavidad de un brazo. Bueno, dtjo;
pero antes de irnos dime .... y se contuvo
aún, incapaz de formular la pregunta.
-Qué quieres que te diga? le pregún-tó
ella.
-Yo .... dime Silvia: tu te casas conmigo?
articuló él por último, con una rotundidad
que revelaba la indecisión y el temor.
Ella permaneció un instante cohibida. Por
último, medio tímidamente, le preguntó á
su vez: no te dije ·que iÍ desde la otra tarde?
-Tú? exclamó Tonio asombrado.
Silvia se quedÓ' pensativa unos instan-
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tes. ¡Cierto que nó 1 dijo por último. Fué
que soñé que tú me habías preguntado y
que yo te había dicho que sí.
El exhaló un ah! de convicción y de
satisfacción profunda; y se pusieron en marcha.
Iban de prisa, temerosos, seguros de
mano mayor, risueñamente, lo que Tonio
proyectaba. El chico volvió á escaparse colérico
y desolado como antes. y no vol~ió á
decir nada, pero una angustia confusa le llenaba
el corazón al pensamiento de que no
hacían sino rei ando él hablaba de sus
Sil
que serían reñidos porque tardaban~~?~/ ... --.~-
ceso. ~~..:;.,2 ~-· ,
' ~ 2..!"" ~~ --N o ves? decta ella- / ~~
Cuando nos vamos para el
otro le.do, podrás venir todos los días des-de
temprano, y no.s estamos en el puente
toda la tarde. La casa es ahí, muy cerca.
La idea del amor era para ellos inseparable
del río, del puente, de la tarde, que
habían sido los pretextos de aquellas excursiones
vespertinas. ·
Ahora, el pensamiento de que Silvia
se casaría con él, llenó á Tonio por completo.
En verdad que sería después, cuaqdo
estuvieran grandes, como su hermano y la
hermana de Silvia que se habían casado un
año atrás.
Pero con esa carencia de perspectiva
que tiene el tiempo en los primeros años,
l{más tarde," para Tonio, era un tiempo tan
cercano, que se le hacía indispensable contemplarlo
e mo inmediato de de lueg . A
los p cos días, dijo á s u madre, formalmen te,
con una gravedad soberbia: Yo me oy
á casar con il vi a.
-¿De veras? exclamó ella con acento
de irrisi 'n; y s ltó la carcajada. Tonio se
sonrojó vivamente y salí ' huyendo. U na
sensación turbia de cólera se apoderaba de
él. Después, hizo muchas preguntas á s u
hermano. Quería saber cómo había hecho
él para casarse. Cómo había dicho á su novia;
cómo había
dicho en su casa.
La madre
oyó un día sus
preguntas y di-jo
al her-
En las tardes había llovido. N o podía
ir al puente (}n busca de ella, que ya vivía
del otro lado. Un sábado, camino de la escuela,
tropezó con el párroco en la calle.
Era un sacerdote joven, afable, de rostro
jovial, risueño, y franco. Conocía mucho á
Tonio. Tonio al verlo, dió con el pié vigorosamente
en el suelo. Le había ocurrido
una idea. El cura era quien hacía los matrimonios.
Sombrero en mano se le acercó.
Pero le daba vergüenza. Sinembargo, con
rodeos y vacilaciones, acabó por exponerle
el caso: yo tengo ganas de casarme, dijo.
El cura lo contempló con admiración.
-Tienes novia? le preguntó.
- í señor, contestó él; y en voz baja,
co n dulzura, murmur' despué : Silvia.
El cura abri ó los ojos desmesuradam
ente. Record ' que los muchachos eran
novios, que tenían sus amore infantiles,
conocidos de todos en el pueblo.
- Ja, ja, ja,! prorrumpió en una norme
carcajada.
Tonio, confuso, inclinó la cabeza, riendo
un poco también, pero irritado, y teniendo
como jamás la sensación del sarcasmo.
El Cura fué á hablarle, á preguntarle más
para divertirse. Pero Tonio se marchó
sin despedirse. Al medio día, cuando vclvió
á la Escuela, supo que el maestro estaba
enfermo. Había vacaciones hasta el lunes.
Miró al cielo. Estaba nebuloso. Llovería de
seguro. Se encogió de hombros con violencia.
Qué importaba? .... y se lanzó á toda
prisa en dirección al río. N o pensaba, no
sentía nada, sino que iba á ver á Silvia y á
.. _ ----- ~
.. -. ~- => .
con versar con ella.
Cuando llegó al puente,
se le ocurrió, por
primera vez, que ella
no sabía su venida,
que no lo esperaría
sino en la tarde. Decidió
entonces subir
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hasta su casa, en busca suya. Había que
eguir un trecho por la ribera, río abajo.
Estaba agitado; sin aliento: tan rápida había
sido su carrera. De tiempo en tiempo
se detenía á respirar, á ecar e el udor que
le rodaba por las mejillas. En un leve recodo
de_l sendero, repentinamente, hizo alto
con brusquedad y dejó escapar un grito.
Había visto á Silvia, acababa de distinguirla,
al travé de unos arbustos, bañándo e en
el río. Sin detenerse, poseído de un júbilo
incontenible, corrió, llamándola por su nombre,
hacia ella.
-¿Tú? exclamó ilvia, atónita, sin aber
que hacer; y añadió con premura, ¡' éte!
véte!
-N ó! ¡ y e! I le venido á buscarte,
dijo él con voz de angustia y acercándose
á la orilla.
U na ola inesperada, de e n cicla de
regocijo le había dominado al descubrirla
tan cerca y solitaria. Ella, viendo u agitación,
se quedó entone s indecisa. Qué hay?
le preguntó.
Tonio no sabía cerno empezar. Sentía
y pen aba confusamente una multitud de
cosas.
Lo había acompañado en su carrera
la esperanza de que encontrando ' á ilvia,
encontraría un alivio, una olución para el
problema incompren ible que le venía torturando.
hora, en frente de lla, no hacía mas
que mirarla, y admirarla, absorto, perdida
la hilación del pensamiento. Le parecía
asombrosa de hermosura, medio oculta entre
las piedras cercanas á la orilla, con los
brazos y el cuello descubierto , y los cabellos
intensamente negros, abrillantados por
el agua.
-¿Qué ha sucedido ?-vol vi ' ella á
preguntar, viendo en el ro tro del muchacho
pintada la confusión de emocione .
-Ah! ¡N o sabes! empezó él. Ahora
verá . ¡N o podemos casarnos!
Ella sonrió.
¿Por qué? dijo distraídamente en eguida.
El, entonces, con palabras entrecortadas
y en desorden, le contó lo ucedido.
Interesándose en la narración, ella se acercó
lentamente á la orilla, hasta sentar e, con
los pies sumergidos en el agua, sobre una
de las piedras. Agitaba lo cabellos en el
aire con una de sus manos. Parecía haberse
preocupado también, pero menos que el
muchacho.
Grandes árboles sombreaban allí la
margen. El agua se detenía en un remanso
como un lago, y estaba cubierta, á grandes
trechos - de juncos y nenúfares. De
tiempo en tiempo, una trepidación fugaz
agitaba la muchedumbre de las corolas
acuáticas.
-Y por qué viniste hoy? preguntó
Silvia.
Tonio á esas palabras pareció volver de
otro mundo, despertar de un largo ueño.
Siguió ~u relación: el maestro enfermo,
su carrera veloz, su ira, su miedo y acabó
por pre untar: ¿qué hacemos?
8
Ella e encogió de hombros.
-Qu' importa? dijo.
Esa expresi 'n le desconcertó por completo.
No quiso mirarla y volvió los ojos sucesivamente
á las cumbres remotas de los
montes, á lo. senos profundos del espacio
y á las aguas. Soplaba una brisa muy tenue,
haciendo tremolar los xtremos utile
de los juncos y las rama · menuda de
1 s árboles. ilvia le miraba, absorta, 1S1-
blemente e nmovida por esa convulsión interior
que le parecía inexplicable. Los ojos
azules del muchacho continuaban extraviado
, dirigiendo sus errátiles miradas dondequiera.
P r fin, lo fijó en ella otra vez.
Quiso llamarla articular u nombre¡ Silvia!
Silvia! como si ella hubi se huido, como . i
fue ya lejos. Pero u oz ·e ahogó en un
llozo invencible, y . u · pupila . e 11 naron
de lágrima.
ilvia, ent nce , e pu en pie, páli-da,
conmovida por la cxplo ión de e ·e oscuro
pe ar cuya amargura p rcibía en toda
su inten idad por último.
ó! ¿ Por qué llora. ?
-¡ Cálla, Tonio!
Y no acertó tampoco á decir más, estrangulada
su voz por el contagio de la tri -
tez a.
Se quedaron silencio os, ella acariciándole
el rostro y la cabeza con la mano,
limpiándole las lágrimas, recogiéndolas en
las yema delicadas de los dedos á medida
que brotaban.
El agua lenta en el remanso, parecía
gemir también, ahogadamente, acariciando
con suavidad la ribera silenciosa y el rebaño
de nenúfares dormidos. A veces, sobre
las aguas, pasaba una rápida sombra. Grandes
pájaros, de alas cenicientas, atravesaban
el aire, sobre el río, en direcciones
oblícuas.
.Silvia se estremeció un momento. V é-
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te allí, espérame, dijo con suavidad. Tengo
frío, pero me vestiré en un instante y nos
iremos para el puente ó para la casa juntos.
El se desprendió de ella y dió un paso
para irse, pero volvió aún á mirarla. En
la expresión de su mirar había una especie
de honda súplica, un grito-no me olvides!
¡no me dejes! imposible de articular en palabras.
Silvia miró de nuevo al río. El sol destellaba
sobre las aguas que seguían deslizándose
.soñolientas y henchidas con una
especie de voluptuosidad serena.
-Me voy? dijo Tonio, comprendiendo
que ella vacilaba.
-Espéra, contestó Silvia. Voy á bañarme
otra vez, un momento.
-Pero míra, añadió luego: aquí,-y
señaló bajo la sombra de los árboles,-es
muy profundo. Para allá,-y rle ·ignó en
sentido opuesto-es más bajito, pero hay
piedras y me da miedo de caerme. Dáme
la mano para pasar un pedacito.
El entró al agua apre uradamente, llevándola
con tiento, explorando el piso él
mi mo é indicándole 1 camino palmo á
palmo.
e había levantado un viento fu rte,
que agitaba los cab llos d la muchacha
sobre ·us hombros y su e paldas, ciñ 'nd
los á vece , como un d gal rle seda en
derred r del cu llo. En torno de ellos la
onda· turbias se rizaban con una agitación
e mo un estr mecimiento n rvioso y secor
naban de e pum a .
-Espéra, dijo ella con tem r, mirando
hacia la ribera que parecía ya lejos.
Do pájaros e habían detenido s bre
la rama de un árbol que avanzaba en el
eno del río casi á flor de agua. Los
dos cantaban, la eterna canción, inolvidable
é invariable, de las parejas aladas; Tonio y
Silvia e quedaron mirándolos y oy 'ndolos.
El canto se prolongaba, in ·istía, dilatando
en el espacio sus vibraciones cristalinas.
Sobre la rama, los bellos cantores
revoloteaban. e miraban de frente, silenciosos,
un instante; acercaban los picos, menudos
y brillantes, hasta tocarlo . Era el
tiempo de los nidos.
Tonio miró á u compañera ávidamente.
El empuje de las aguas la hacía á ella
oscilar, balancearse como una hermosa planta
de aquellas que elevaban su talle esbelto
y ágil en el seno de las aguas. El viento
seguía sacudiendo sus cabellos, esparciéndolos,
agitándolos como un negro turbión
9
en redor de su cuello y de sus hombros y
sobre sus brazos desnudos.
-Silvia, te quiero mucho, con toda
mi alma, exclamó él por último, apasionadamente;
y la cubrió de caricias atrayéndola
á sus brazos. Ella reía, abandonán.dose,
agitan do las aguas con los pies y dejándose
besar complacida en los labios y en
los ojos.
-No ves? decía-Yo también te quiero
mucho y no me casaré sino contigo.
¿Qué importa que se rían? Tonto! .... ton-to!.
... llorar. ... un hombre .... tú!. .. .
Insensibles ·habían ido avanzando, dejándose
llevar más y más lejos, atraídos por
el esfuerzo de la corriente. Cuidado! dijo
Tonio de pronto. Házte acá. No sigas, que
allí fué donde se ahogó el hombre. Y quiso
volverse teniéndola de la mano. Inconscientemente
habían cambiado de posición, quedando
ella con la espalda vuelta al río. En
ese instante, al retroceder atray 'ndola, vió
él un gesto rápido de terror sobre los rasgos
de ella y sintió que se hundía, que se
iba, llevándoselo consigo.
- Tonio! ténme! socórreme! grit' ella
agarrándose de él violentamente. El e echó
atrá , buscando bajo las ondas desesperadamente
una piedra, cualquier cosa en que
apoyar e para poder contenerla. Habían
pasado la zona de las piedra y pisaban un
banco de arenas movedizas y de fango, cuyo
borde había cedido. Tonio luch' aún
por un in tante, intiendo que el . uel se
hundía bajo us pie , agarrándose convul.
ivament de ella, como ella ·e agarraba
de 'J. U na vez y otra sacaron las cabezas.
espués, las aguas inmen as se e rraron sobre
ellos impasibles.
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
CARLOS E. RESTRE PO
. CERA Y DIA MANTE
. "- "- "- "-
Rafael Giraldo y Viana nació en Marinilla
el 7 de Mayo de I 8 59 y murió en
Bogotá el 24 de Abril de 1903.
Entre estas dos fechas se encuadra una
vida dulce, delicada; tanto, que el escritor
teme profanarla al referirse á ella, como se
teme empañar, si se toca, la brillantez y
tersura de la seda blanca; pero al mismo
tiempo se encuadra una vida fuerte, enérgica,
...JUe desafía aun al hierro quemante de
la calumnia. Giraldo y Viana tenía contextura
de acero cubierta de armiño.
Y entre esa contextura, un corazón
formado de igual maravilloso modo: de cera
para el sentimiento, de diamante para la
resistencia.
De lo blando nacían con mansedumbre
la modestia, la humildad de su carácter;
el amor desinter sado-un amor de virgen
núbil, ardiente y candoro~o-á la familia,
á la Patria, á la humanidad y, po~ sobre tod
o, á Dios.
Aquella suavidad lo hizo poeta; de
a llí e manan estro fa como e stas, in spiradas
por la arti sta ra. T . L. de G.
•E s á vec es tu voz blando murmullo
de cris talina fuente, ó el arrullo
de tímida torcaz ;
e á veces, la múltiple arme . ; ,1
Que forma la grandio a sinfouía
del anchuroso mar.
E el s u urro d e la brisa 1.. ·
que blandamente resbai · ... . , mueve
• las hoja del p..i mtar,
ó cuando agita el bosque centenario.
de la tranquila sol edad ~antuario,
la voz d rl huracán.
Mas .... silen cio: las hondas emocione ·
no puedo, y las dulcísimas fruicione ,
pintar del corazón
cuando, sobre el teclado, ágil resbala
tu blanca mano y tu garganta exhala
temísima canción."
Con lo diamantino del corazón resistía
Giraldo y Viana-con serenidad de héroe
y de mártir que recibió por atavismotodo
cuanto para su alma de hombre honrado
y de cristiano, debía resistirse: la fuerza
de la sangre, las adversidades, la fasci-
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nación de los abismos y el vértigo de las
alturas.
Era una voluntad, pero una voluntad
sin contracciones: la ejercitaba con fácil
sencillez, porque así debía ser, no importándole-
poco ni mucho-el efecto producido.
Siempre obró lo mismo, como en los
dos 3.Ctos que abrieron y cerraron su carrera
pública.
Fue el primero cuando, ya casado, regentaba
la e cuela primaria de San Pedr ,
después de 1876. El partid vencedor, exaltado
e n los recientes triunfos, y ávido
de ensayar ideas nuevas, no quería que las
escuelas fueran dirigidas por personas como
Giraldo y Viana, vencido y del credo
añejo. Se le notificó que había opositores
á la escuela, con título de Normal, que él
no poseía; robó entonces muchas horas al
sueño, en poco -tiempo se preparó con suficiencia,
se presentó á examen y obligó á
sus contrarios á extenderle título de Maestro
graduado. Volvió á la escuela y, vencedor
en el ataque, se retiró prontamente.
Fresco está el otro hecho: quiso un superior
jerárquico obligarlo á que opinara
como no opinaba; aquél se enardeció porque
lo supusieran susceptible de error; exigió
la renuncia al inferir levantisco, y éste
la hizo en términos tales que el renunciante
fué aclamado al salir como ningún Gobernante
de Antioquia lo fué al entrar. A los
pocos días el cadáver de Giraldo y Viana
recibía del Gobierno Nacional los honores
de General de División y de Gobernante
inmaculado.
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Diez y seis años há, cuando Giralda y
Viana era casi un adolescente, publiqué su
m iniatura. Hombr e maduro á su muerte,
merece que de él se d iga lo mismo. ¡Tan
poco así lo afectaron las cosas y los homb
res; el lodo del tiempo no empañó el candor
de su a lma!
Héla aquí:
"El que entra predica su abolengo; es
el hijo de un mártir.
Figura curiosa es este Rafael Giraldo
y Viana; t iene rostro de Cristo sin padecer;
las mucltaclzas lo quieren Lien y se le arriman,
porque aunque es un buen mozo, no
inspira tentaciones: es un armiño.
Heredó de su padre las aficiones militares,
y tánto, que cuando ha querido librarse
de una multa, dice que le tiene más
miedo "Que al ruido estruendoroso del
combate."
Gusta imaginarse erguido entre nubes
de balas y adormecido con el tronar de los
cañones.
Y se lo creo.
Pues aunque es sentimental como él
solo, se pli ga, d 'cil, al recuerd de u infancia,
de su colegio y de su madre, y es
afectuoso como una niña; su sentimentalismo
no es de es romancesco ni neu rós ico
que empalaga: cu corazón tiene fibra utile
, delicadas, que e extremecen al menor
contacto, per . on de acero bi en templado;
¡vibran agitadas por las graneles ensaciones,
pero con firmeza inqu e brantable."
(El Casino l,itn·ario. I 887.)
Ahora que ha muerto, su familia debe
lamentarlo, y lo lamenta con el estrem c·imiento
de las ruinas domésticas totales. Giraldo
y Viana la multiplicó sin contarla,
encomendando á su fé robusta lo problemas
de una prole numerosa; y á ésta, pura
y gentil, 1~ trasmitió esa fé que ha de salvarla
del cataclismo en que fue abi mada.
Colombia debe lamentarlo; en esta
bancarrota de hombres y avería de voluntades
q u e atravesamos, menos vi ibles pero
más.profundas que la bancarrota fiscal y la
avería financiera, una voluntad y un hom bre
como Giraldo y Viana hacen falta indecible.
Por él ¿debemos lamentar su muerte?
E n los grandes nau fragios, cuando, rotos
hélice y casco, estalladas las calderas,
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la pérdida de todos los tripulantes es irremediable
¿serán de lamentarse los que mueren
primero?
Medellín, Junio de I 903.
ENRIQUE W. FER NANDEZ.
A RAFAEL
GIRALDO Y VIANA.
Te ta gallarda, olímpico emblante,
Ojos ingenuos cual la luz del día,
Boca viril en que el valor reía,
Busto como el de Apolo, de lumbrante;
Alma como el reflejo del diamante,
Corazón como el oro y la ambrosía ....
¿ Y un sér a s r de tán ta y tál valía
Se hunde y muere y se borra en un in tan te?
¡Oh no, jamá ! El ánimo maltrecho
Gime y tiembla al mirar las sepulturas,
Ese tu.rhión tan lóbrego y estrecho
Que e traga v oraz, la vestiduras ;
Pero el sér mora siempre en nuestro pecho
Y titila sin fin en las altura .
Bogotá, Abril 25 de 1903.
ANGEL MARIA CASTEL L.
PEREZ GALDOS Y LOS
EPISODIOS NA CIONALES .
Pérez aldós, el ilu tr m a e ·tr , e· l a p r onificación
de la actividad y d e l trab a jo. En es te
tiempo se le podría ver pas eando al g ún ra to por
la tarde, p ro el pa~eo le ·irv para ir á correg ir
pruebas ó dar instrucciones en la impr nta donde
imprime sus obras en la Carrera de San Franci sco,
ó para dar una vuelta por su casa editora! de la
calle de Hortaleza. Viv e en una casa no muy lujosa
del Pa eo de Arenero , y en ella trabaja muchas
horas del día in recibir visita que forzosame nte
le di traerían de :.,~1 estudio · y de sus trabajo .
Por rarísima e ·ccpción, quiso recibirme un día
de la emana p a ·ada. E1 , r las diez de la mañana,
y el insigne :critor lleval, a dos h')ras de trabajo,
según me ," : 1 criado .... cuando hicimos la pa-c
s porqu • ímo ·. sin reñir el fiel servidor del
maestro y ·o. : {e lo negó el criado, y ya estaba en
la calle u: .. do salió tra. de mí llamándome. D .
Benito hah ~ · 1.ntado la con · irrna en mi obsequio.
Dio se l1. 11, ·•n e y el santo del día. El criado había
cum~ h · ') ~u deber . N o cabía enojo de mi parte.
} ,i autor de los Episodios uacionales trabaja
P n "'11 uarto de e tudio y dormitorio á la vez: una
gran sal a sin drapería ni lujos pero con mucha luz,
mucha ventilación y, en uma,' mucha hirriene.
La cama á un lado · al otro la mesa, creo que
de pintado pino, y sobre ella una cartera, un tintero ,
muchas cuartillas y un atril muy sencillo, sobre el
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que había colocado algunas de aquella ya terminadas
· en diversas sillas, libros y periódicos en
montón. Con tanta modestia vive el que por u talento
y con sus libros es uno ele lo escritores que
má dinero ganan.
Tenía entre manos Los duendes de la Camarilla,
el tercero de los Episodios de la cuarta serie.
- Se publicará- me dijo-á mediados de
Abril y comprende los años de 185o, 1851 y 1852
hasta el mes de Febrero, que es cuando el cura
Merino atentó contra la vida de la Reina Isabel.. ..
el 2 de Febrero de aquel año .... E muy interesan-te
la historia de los suceso. relacionados con aquel
regicidio. Este libro es de lo que me han costado
má trabajo. La palabra camarilla que he pue to
en el título obliga á mucho, y es preciso explicar
todos sus misterios ....
A este libro serruirá La re71olución de Julio,
que es una relación de los uce os de 18 54 la sublevación
militar del Campo de Guardia· el manifiesto
de Manzanare el oriaen de la Unión liberal
....
A La re11olución de Julio seguirá O Donnell, la
historia política de aquel caudillo que llegó á con -
tituiru no de lo, gabinetes má. duraderos de la Espaconsti
tucional.
El s xto libro será Aita Tettauen ó sea La
guerra de Africa. He adoptado el título en árabe,
porque erá un r lato de aquella rosa
y Versos es deliberada, hija del estudio y
la reflexión, que le han mostrado donde
está el gusto castizo de sus paisanos. Ahora
bien, como Jo entiende el mismo señor
Ospina, la obra del poeta popular es inconsciente,
los cantos de él no nacen de la
reflexión, son espontáneos y primitivos corno
los gorjeos de las aves montañesas; casuales
como le sonó la flauta á Epifanio
Mejía cuando compuso el canto del antioqueño.
•
"" "" Hemos oído decir con insistencia que
la publicación de El Recluta fue un fiasco.
No lo estimamos nosotros así. La publicación
de El Recluta fue un triunfo, el triunfo
de D. Tomás Carrasquilla sobre todos
los que escribimos por acá. En ese libro se
presentó un certamen que tuvo más eficaces
resultados que el Concurso de La iJ!Iisceláuea
[aquel en que ganaron medallas de
honor D. Samuel Velásquez y D. José Antonio
Gaviria] porque al juzgar El Recluta,
el jurado calificador fue el público, y en lugar
de medalla hubo la consagración definitiva
de nuestro gran literato.
Ante todo admiramos á Carrasquilla
por su cuento A la plata. Por supuesto que
ese cuento es poco antioqueño: aquí donde
el sentimiento de familia está tan arraigado,
donde el hombre es altivo y pundonorosn,
la mujer honesta y recatada, el caso
del cara tejo Langas y su hija, es muy
raro, fenomenal. Pero A la plata es un
cuento muy bonito!
Tememos, eso sí, y esto nos amarga ~1
gusto, que en otras partes tomen el asunto
del cuento como ordinario en Antioquia.
Dios nos perdone el elogio de la obra si se
ha de dar á ella tan desusado alcance.
Entre los escritores antioqueños hace
excepción D. Tomás Carrasquilla en punto
á moralidad. El libro El Rec:luta, que era
jardín de inocentes flores montañesas, lo
echó -á perder con su cuento A la plata
(para lzombres solos). pues no se atrevieron
los padres de familia á llevar á sus casas el
precioso libro. Nosotros, como somos hom-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
MODAS.
Señoras y amigas mías:
Los directores de Lectura y Arte han tenido á bien elegirme
para que presente á Uds. esta sección de su periódico, y yo lo hago
gustosa en la creencia de que aceptaréis agradecidas este esfuerzo
tan simpático y tan Íttil. Hoy no podré dar en materia de modas
otra cosa que la copia de algunos figurines de los que vienen de Europa
y Estados Unidos, figurines que por sí solos se explican y que
no exigen para su confección otros conocimientos que los que felizmente
poseen nuestras modistas. Otra vez, si aceptáis este comienzo
con ei cariño con que se os ofrece, entraré á hacer algunas indica·
ciones, que si van dirigidas en parte no pequeña á la s modista s , son
quizá más indispensables á aquellas que las c.cupan. Hoy faltan espacio
y tiempo para ello. Quedaría yo muy contenta si en cambio de
mi esfuerzo en favor del periódico Lectm .. ay Arte, Uds. lo recibieran
con la simpatía que yo siento por él, y aún agradecería muchísi·
mo las indicaciones que me hicieran las amigas por medio de cartas
enviadas á la Dirección.
S. S . S. y amiga,
FIGURINES .
No. I · Blusa para señoras, de !wláll, muselina ó cualquier otro
género lavable.
N
Citación recomendada (normas APA)
"Lectura y Arte - N. 1", -:-, 1903. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3683658/), el día 2025-05-03.
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