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El cultivo de la caña en el departamento de Arauca.

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  • Autor
  • Año de publicación 1995
  • Idioma Español
  • Publicado por ICA
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
P. Carrillo Villamizar, "El cultivo de la caña en el departamento de Arauca.", Arauca:ICA, 1995. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3718428/), el día 2025-09-10.

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Cuentos de la selva

Por: Horacio Quiroga | Fecha: 2009

Los protagonistas de Cuentos de la selva son animales típicos de la selva misionera que adquieren rasgos humanos, con sus mismos vicios y debilidades, y llevan a cabo acciones heroicas a raíz de pequeñas o grandes disputas, enemistades o envidias, que concluyen en un mensaje o moraleja, lo que las emparenta con las fábulas. Un universo en el que el hombre y el animal luchan, cada uno a su manera, por su propia supervivencia.
  • Temas:
  • Literatura española

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Cuentos de la selva

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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 15

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 15

Por: | Fecha: 19/12/1874

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. :-: ___- -"t;c-~~:::&.~...:s~: Q ? 2u su bufanuas, PUl' t~da pal'te e oia el cM I (,}¡.as! de lo fósfol'os ó (c:-mo ? Porque son lo liones ele Oolom­bia, la gloria y prez de e ta hij~t de Quesada; on :0, príncipes de la ari 'tocracia monetal'ia. Uan llegado al Ca ino, El lleune sey hirviente co' mo topacio líquido, La pasado de h~ copa cl'istalina al pecho alegre y A caballo! Lo liones de Colombia á caballo! y qué caballos. TO bebieron'otros mejore las agua, del Suárez y compararse pudieran á lo corceles que pa . tan la yerba verde del Guadalquivir, Za de po· deroso pecho, como aquel "aI'agoné brio· so" de que nos habla Saavedra; tordos de crin dora­da y blancos como la nieve, pal'ecen beber las aura y dejarlas atraso Han partido, salud! , , == Allá en lo afuera de la ciudad, no I'ecuerdo don­d~, un opíparo almuerzo lo' e pera, alpicado de sen­dng, no, de dobles botellas de Sautemes, J.\Iargot y Ohampagne. Oiglímoslo , lIablan tle amor, de modas, de caballo, de triun-fos y conquistas, de con y de palacios. Lá tima que no hayan nacido en Pnl'i . Lo' pl'otngonistas son, un lion de bigotito torcido, de bota alta y tic calzon colo!' de mahon, que merece­ria 3er pintado pOI' Duma y un pichoncilJo que pare­ce empezar á volal', en cuyos labios el D0mbre de u dama juguetea y cuyo foetecillo de puño argentado golpea in ce"ar la botita de charol. Lo brindis se "ll('ed~n á los brindis y las botellas á In. botella y lus cigarros á los cigarros. El almuer­zo termina y lo li en la ciencia y sé que ella al fin alum bl'al'á los enderos de la verdad. El Presidente de la República tomó la palabra y luego el Rectur de la Univer idad y por último el doctor Plata Azuero. "Gna alva de aplauso los saluda, los interrumpe cien veces y lo io'ue. lian bajado ya. de la tribllna. La mú ica. re' llena de nuevo y dos largas filn ' do caballero dan paso al lindo batallon de damn ' que pa a, I'i ueño y á la vez ereno, tl'iul rante y á la vez mode too II¡lY dos conientes de amor, nos dice un amigo. 'J.'re corriente, diria yo, La de en medio es la más bella, verdad '! Contt'aig:ímonos al di cur'o dd doetor LUWF:L PLATA AZlJEHO, ya que lo límite de e ta rev' no no. permiten hablal' con detenimiento de lo' otro do • liiell hizo la UlJiversidad en (',coger poI' orador al ilu tre bio que propu o en el Oungreso la creacion de aquel cuerpo CIentífico. 11 dhelll'so lleno de riquL:.ill1a erudicion y esel'ito en períodos numerosos y elocuentes, traza Illagi tl'al­mente el cuadl'v de las ciencias que.e 'an en la UniH'r'idad, II desal'rullo en m dio de la . t~?· Llas dc los siglv- pasado y lo nombre I~~I Hl"i.. que han ido abl'iendo campq 't)'t 1r~rde [f~f,,~~~ filosofia que quiel'~~~p'-\Jel Yt,b' Q~'H - orcLa de 'O\~Ct>. O'!t:.C~ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 114 LA TARDE la razon al nivel' o moral; las matemáticas y la,> ciencias naturales que so tienen como en sus 110m bros la moderna civilizacion, siempre creciente; y por úl­timo la s bellas letras y los diferentes ramos de adomo :r:ecesarios en todo bombre clllto. Pero si este di. curso es bello é interesan te por Sil erudicion y u el cUl:mcia, lo es todavía más porque el orador ha confirmado en toda su vida sus pa la b,':\s con la práctica. Como político ha figurado en primera línea en las Asambleas populares, y ha alTostrado con varonil energía lo furore<; de una tiránica oligarquia ; como hombre de ciencia ha empleado largas llOras ell medio de lajuventud y en la preusa científica de Co­l ombia. Como médico, ah!. ... eu:in bien ha mere­cido este nombre ! 'Velando unas veces sobre Jos libros y otras á la cabecera de los enfermos con el intercs y amor de una madre, á donde él ha entrado, ha entrndo tambien el consue lo y la al eg ría. Por eso los enferlllos desearian multipli ca l' la horas que apénas le ba tan para curar tantas dolencias. Por eso tantos corazones le aman y le bendicen! Jóvenes que hab e is de ser no muy tarde lo ami­gos y salvadores de la humanidad que sufre, si no e!< permitid::> dirigiros la voz, os diremos: ahí teneis el modelo, imitad su ejemplo. * " * Conforme al programa del presente diciembre, no· die ha muerto que sepamos nosotros; mas no por eso dejamos de entristecer nuestra revi sta con el nombre de un hijo preclaro de las letras, nacido má s all:i de Jos mares y arrebatado ya del mundo de l os vi vos donde fué tan amado, E e nom ure es el de el poeta español don Luis de Eguilaz. Tambien él nos p e rte­necia, que aun no se pone el sol en los dominios de la lengua caste ll)lTIa. Eguilaz fué autor de la C7'UZ del.Matrimonio, Ver­dades amCl1'gas y varios otros dramas ricos de im:ige­nes y escritos en versos galanos y brillantes. Eguilaz, de modesto origen, pero de claro talento y de notables virtudes, se elel'ó á grande altura so­bre las alas de su propio genio y murió á los cuarenta y cuatro años de edad, dejando un vacío tan hondo en las letras españolas como en el cora"on de sus nu - • merosos amIgos. * * " "La América," que parecia haber muerto repen ti-namente de una npoplegía fulminante, e tú dando ('­ñales de vida, y los avisos que en tinta carmin nada ménos decoran las esquinas, nos anuncian su próxima resurreccion gloriosa. Saldrá, segun dicen, diariamen· te y con todos los adornos y la gracia de una juven­tud inmortal. * " " Se anuncia tambien el segundo número del "Anua· rio de la Academia hispano colombiana." En ese nú­mero aparecerá un canto de la JERUSALE}! LIBF.RTA.­DA, poema que ha sido traducido en verso castellano pOl' el jóven literato don Enrique Alvarez. IIasta aquí los jóvenes no han encontrado apoyo en lo escritol'es do nota; ántes biel~, p o r lo gene ral se Ita tratado de arrojarlos á empellones del santu:1.­rio de las letras. Bien por el j óve n Alv:l.l'ez ! y bien por la Acndcmia. Cuando Sll tiene talento y se encuentra proteccion, todo e tá hecho. Macte, virtute, puel', sic itUl' nd astra ! * * " Concluyamos felicitando á las gentes de buen hu-mor, y deseándoles mucha alegría, muchos bizcochos, mucho jerez, mucha p ó lvora y muchos globos en las actuales novenas de Navidad, de ruidosa memoria en los próximos aguinaldos y en las paT1'c~ndas de todo género con que han resuelto solemnizar este hermoso diciembre. J. J. B· - Al se ñor doctor Emilia 10 Restrer o E. D a sue que sentado estoy, Diez veces habré mojado La pluma, quo se Ita secauo Otras dioz ..... ¡Qué torpo soy! No es que soy, sino quo hoy Algo mi r87.0n ofusca, De S1l0l'te que en vano busca Una idea 01 ponsamiento, y neof\sito, lo siento, Una sacudida brusca. " Pues sacúd"lte tú mismo, " lUalaventurado baruo, " ¿ No sabes bien que el l' etardo " Puede auastrarte :í. un abismo? " De tu propio galvanismo " Aplicate una corriente " Que disipe de tu mente " El vapor que la rodea " y resplandezca la iuea " Otra vez sobre tu frente. " Trato de seguir en 1'ano De mi concienoia el consejo; Pero el alambre ya es viejo, De mi bobina, Emiliano. Va Ita, L eyden y Galvano No inventaron instrumento Que en este h o rrible momento Vitalidad darme pueda, Pues como forrado en seda Me hallo en completo ai~la.llliellto. Si encuentras esta figura, Tropo tomado á la cien (; i~, De dudo sa tl'aspal'encia, y ha ta opaca, más que oscura; Haz nn esfuerzo, procura Desentraiiarle el sentido; Que no es más <]ue el consabido "So/us eris," r:ol Nason, Oita ad ltOe, eu la ebtacion, Pues hay nubes y ha lloviLlo. Si tan solo fueran eso, :¡"il'me aguardara en la brecha; :Mas, de bOrl'asca desh echa Son los tiempos que atravieso. Emiliano, te confieso Que ya no se cómo lidio, Oómo no apelo al ?7'te'i cidio Ni como tengo valor, Para buscar uu condor En un dístico de Ovidio. Aunque viéndolo despacio La cosa no es tan ex traña : " Tambien sucede en España," y así pasaba en el Lacio, Como nos lo prueba Horacio De una manera elocuente En su apóstrofe vehemente "Q'Z ·tZ· "N' /tle non mor a la...... o SIgO, Porque lo que sigue, amigo, No lo tengo bien presento. • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. , LA TARDE • 115 Yo no quisiera quejarme Ni acusaciones le llago; Más tú sabes que Santiago No ha querido coloca:rme, Lo digo por disculparme, SeñaL, pues tambien y todo De esto modo ó de otro modo Subsi tír es menester, y el h ombre no ba do comer, Aunque del <:'s hecho, lodo, No Jo digo esto por tí Que á ,-"al no lo llvar<\s: Lo digo por 10'1 demás Que me censuran :.í mí. A hora, permite q uo aq 'Í, En súbita transicíon, Oon sincero corazon, Para tu 1 ecieule hija Yo que soy padre dirija. Mi ferviente bcndicion, • : o J. P. p, UU CANTOR DE ALDEA. ( HISTÓRICO.) DEDICADO A 1\iI AMIGA ER)IIl,IA Y. Cuán hermosa e taba la mañana! Era uno de e ')s dias que se graLan pal'a ,iempre en el alma. El cielo ~staba tan Jimpio y rle'pejado, que su azul puro Jo blluieran ambicionado las má ricas y esplendidas sul tana para adornar sus Llancas formas, y q uo igua­lar 'e p'1dieru al cielo ~I\vidiado de la Italia; ni Ulla llubecilla ~ru ;r,,,ba el espacio, y el ,01 l'e8plandeciente dtjaba divisar los lejanos horizontes. 'fado era apaci­lJley bollo. E:;te paisaje se reflf'jaba en una fuenteciJla y su monótono ruido atraia -v convidaba á sentarse en sus fr~ cae; y I'ilencio::;r"s orillas. Agobiada por el cal<:n' de la tierra t<.>mpladn, me senté á contemplar con delicia. todus los eucautos C('l1 que el St'üor ha qncl'ido regalarnos. nliéntms adlllil.lbn <.>xtacia-la este cuauro y henfle­cia inte riorlllente al buen Dio., mi mallO ;'¡i~traida iba forlllando 1'.J111 0;; de' las precio as flore;:; si l ve.stres que abundan á O1'illa' tle la fuente. Una y muchas [¡oras llabria p asado allí deliciosa­mente, si la converi'acion de una bandada de ¡lÍños que lleg.> á mis oidos no me h ubi l'a sacado de mi llleditacion. Sus voces infantiles salian de un recodu del camino. ~\ 1 oirle., lenntó di'traida. la vi lta. y al cance ,1 ver lo que úun no hahia llamado mi atencioll. Med io ocul­ta pOI' una cortina de hojas de parra, tan verdes q ne parecian l10jas de terciopelo ó e meraldas, se destaca­ba una pnji7,a. c11(7,a. Al encontra l' e J'acion. No conocí. :í. mb padres. Estuve al lado de la Rnciana hasta que u pronta muerte me dejó en una segnnd,\ ol"fanelad . "Lo l'pli giosos del convento de *** me tomaron á su cargo. El recuerdo de csos séres que fueron para. mí todo en la vida, lo llevo aquí en mi alma! ..• , " Algnl105 anos m lÍ.s tarde comprendí. que no te­niendo nomhre debia bnscl1nne uno; sabia que el Virey auoptaba Jus expó ito~ y tomé el suyo, que aun hoy consen'o, " Estando un dia jugando en el convento, subí al campanario ele la igle: ia, y queriendo atl'apar una lin­da mal'lposa, caí al suelo! Siento horror al recordar­lo, y aÚ11 VI\"O! Para qué me querrá Dios? -Para que cante sus a.labanzas, le dije, Sonrióse y me contestó: -" Es vel'd.lll. "En ese valle solitario donde se extendia. el con­vento, cleljci(),~a morada en donde pasé año. tranqui­los y lIicllO~O;:, e11 n¡t:dio de esos religiosos fué donde aprel1ll! '1 cantar. Sí, porque ellos, aun siendo yo ui­ño, me lleyaban al coro y d1 voces repetidas pOI' I1Jí, se gl'a\"aroll pam si¡,mprc en mi mente. ¡Gracias, bienhechores mios, ~in <,,,to, hoy no sabria cómo suL­sisti l' ! " Pero 1 ucgo ambicioné otra cosa, pensé que algo Caltab:t :í. l:1i vida, era una compañera, Encontré un ángel que endulzó dUl'ante veinticuatl'o año mi exis­ten cia. unca se turb6 nuestra dicha. Pero, ay! que al fin la perdí! .... Sólo Dios sabe cuánto lle snfrido ! " :ro puedo eleciros lo qne fué de mí; ólo.é que me hice soldado, maestro de escuela y he pasado Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 116 LA TARDE , - pOI' mil viscH tudes. Tengo }¡lj05 y nietos, vivo lleno de fe y espero en i\Ial"Ía, que me ampara y me con­suela. Mi única fortuna e el coro y t'. ta cn , ita que me regaló el anto 'apellan, muerto ha poco (\ia" "Los niños y la flores consuelan mi vida que toca á su fin, y miéntl'as llega ese rli;~ d e rramo lágl'imas y oro con fervor. L05 himnos de la i g le~ia. son mi en­canto. Todos los días voy al templo. 'llnmlo me acel'­ca al pié de la Vírgen, me siento con. alado, y cuando le he cantado un himno, mi alma desea separarse del cuerpo y correr bácia ella. Uno de mi nietos me' acampaDa con su dulce voz, como lo habreis oido ." - 'í, no sot ras le llamamos el tUl"pial, ,Glll1torcillo del valle. -" El ta.mbien so tiene mi;; vacilantes pasos. "Ojalá que al morir cienen mis ojos los dulces be­sos de un niño y que adornen uli ~epultnr a. algunas sCBci Ilas flores. IrI Han pl\5ado hes años. Los de _eos del anciano se han cumplido. El cantarcillo del valle le cenó lo :; ojos, y las flores cubren u tumba. Aun me parece oír el eco de Sil voz, y cuando el d ía CRtá sereno y tranquilo, recuerdo conmovida su J.¡ i tona! Bogotá, 1.0 de Diciembre de 18T 4. CON curTA BORDA. La ola d.e la vi d.a. (DEL ALmUN DE TIEDGE.) A dónde arreba tad~. y tnrbulenta . Arrastrada. vas, ancla del rio? Un criminal á pena así se ahuyenta Sorprendido en delito infame é impío. -Soy la OLA DE LA ,IDA: mi corriente Oprimida se siente Entre el estrecho cauce; atormentada Contra una y otra orilla, Al estrellarme el polvo me mancilla Que ¿e~ peñazco, amenazante c:Je. Al mar de eternidad inm ens urable, Me siento arre ba tada, y en S'lS aguaR seré pu ri Ilcu da Del cieno que impalpablo El tiempo al pas o, en sus corrientes trae. UINTIO. EL TREN INFERNAL. (LEYE.'DA. DE LOS FERROCARRILES.) ( Oonclusion.) Esta metamorfósis se extendió prontnmente á todos los viajeros. Nuestros dos esposos te­nian los brazos entrelazados, y la eternidad entera debía cernerse para siempre . obre esa pare.ia marmórea: se hubiera creido que eran el Amor y Sichís profundamente adormi'dos ... Los gritos cesaron de repente y no volvió á oirse nada, excepto el rugido del vapor y el frote de los rieles bajo la plesion de las ruedas. y el tren seguía, seguía, y su rapidez era entón­ces de mil métros por segundo! Las nubes mis­mas espantadas, se detenían á danzar en los aires una zarabanda inferna1. Satanás estaba encantado y Fritz pensaba. I en Blondineta, porque algunos dias solameuto lo separaban de la noche de lo s muortos. Ilabian dejado atras el polo Norte y recorrian las costas de la 1 landa j de r pen e un rayo que partió ele una nube iluminó el ei lo con u llama, OBlllrdio de la cual divi ' 6 Fl'itz la cúpu­la de la cated ral de Gante. Su ro:-;Lro se iluminó, una alegría indescriptible rodeó ~u frente con uua aureola de lum radora ...... -- h! señor Fritz, dijo e l dia Ll o, cnereis en la golosina . . - Seiior, no me ongaiíais, preguntó Fntz, con voz trémula; Blondineta ...... -Oon mil ruidos, yo no engaño jamas á mis amigos. La verás al momento. . Fritz no se atrevió á r epl icar, voll'ló :i su hornaza y se puso á llorar de alegría. El diablo mismo se hu biera en ternecido. si un corazon como el suyo pudiera eu t(~rneccrse. onó la primera campanada de média noche luego l entamente otras once, y á la últim'l. que vibró con un timbre metálico de una fuerza descono cida, el tren se detuvo súbibmente como si un millon de brazos de acero lo hubiesen cla­vado en el suelo. V. Entónces tuvo lugar una escena extraor­dinaria, una centella de vida animó subita­men te todos aq ue110s cuerpos de mármol, hela­dos ó inmóviles por tanto tiempo. En un mo­mento todos se encontraron en el camino. El zuavo tomó en sus brazos :l la. r el igio a, la cor­t esana se apoderó del capuchino y todos se dirigieron al cementerio, saltando, y como lle­vados sobre las nubes. Todos los lectores conocen esas fumosas dan­zas de l os muertos de la edad médía, lúgubres m e lodramas originarios de la Alemania, donde tOdas l!is condiciones bumanas, desde el papa, el emperador y la grau señora hasta el último medicante, entran de buen ó mal grado, en una da.nza en que la muerte es el corifeo. Por prime­ra vez, la muerte pers .:mificada bnjo la. forma espanto a del esqueleto humano, enseñaba con un cinismo burlesco" la suprema desnudez que debia haberse conservado como el vestido de la tierra. " segun una poética expresion. La anti­güedad que velaba con flores todas las miserias de la condicion humana y que r epresentaba con alils negras y vestida con una larga túnica la fantasma de la muerte, la antigüedad hu­biera rechazado tan terrible alegona como una horrorosa irrision de la persona humana. El cristianismo consecuente con sus principios de humildad y con el anatema de la carne decai­da, presenta las imáge nes de la descomposicion del cuerpo y de la degradacion de la vida terres­tre, haciendo contraste con una vida superior é imperecedera. Lo que producia el horror de la danza de 1013 muertos, era la supresion de este contraste; el sen timiento religioso ha desaparecido; no q ue­da sino laimágen y la idea de la destruccion ma­terial. L:1 moraleja, es la igualdad de todos los hombres, no ante Dios, sino ante el borde del sepulcro. Era necesario para acostumbrarse:lo tal espectáculo, estar reducido, como las mise­rables poblaciones del siglo XV, á propiarse el triste mote de la danza de los muertos . • , Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 117 JJIoTte nihil mclius j '/Jita nil p ej1tS iniqua. Nada mojor que la muerte, nada más inicuo que lo. vida. . y bien. á eso. danza salvajo, diabólica, se en­tragaron los trece -viajeros el 1 tren infernal. Los dos jóvene esposos toma uo.n parte en 01 bo.ile j pero por intervalos la jóvon dejaba caer sobre \ brazo elo su espo o su cab za lan­guid ciente do amor, y u piraba. ]TII zuavo hacia mil cabriolns aute la r elijiosa que no Iodia acostumbrarse á su nueva situa- • ClOno La cortesana repetia n.nto cl capuchino su repertorio de la Grand Chaumier. El capuchi­no creia sériamentc quo su compañera tcnia los ID iem bros dislocau o . El planteador americano se habia apoderado naturalmente ele la señora ing'le a, y la Am6ri­ca pareeia entenderse maravillosamente con la Europa. El turco y 01 indiano enseñaban sus danzas nacionales á las jóvenes miss, que recibian la l cccion con todo el cuidado de dos hijas de: Al­bion bion educadas. El negro reem plaza ba á. la ID uerte, y armado de dos huesos en forma de violin, dirigia la danza. El diablo subido en la cima de una columna funenaria, expresaba su alegría infernal con las contorciones mns extrañas. En cuanto á Fritz .................................. . Este carnabal, lúgubre y fantástico á la vez, duró cuatro horas. Cuando el martillo dió el último golpe, la vasta necrópolis volvió :JI silen­cio y cada uao de los trece viajeros tomó ele nuevo su pue to eterno en el tren infernal. En cuanto á l?rit7. ..... .llegó el último y en su rostro se pintaba una tristeza indefinible, Satanás se acercó á él, le dijo al oido una pala­bra y el tren volvió ñ. emprender su marcba. N os falta. añadir poco. El tren rodaba y seguia ya su décilllo viaje, yasí sucederá hasta el fin de los tiempos. Fritz--ya lo h emns visto mas at.ras, no tOmó parte en la danza de los muertus;: 01 pobre jóven tenia la caueza, el cor~zon y el alma repletos dQ un sentimiento bien distin­to de aquel de que hemos visto apoderados á los danzantes de la muerte, agitauos y temblorosos .. Quince años ha bian pasado desde la hora en que los ardientes labios do Fritz habian encontrado los de l3londineta y qua ... pero 11lTO­jemos un velo, para ser t n púdicos como Júpiter cuando encontró en el monte Ida :\'Juno, ador­nada con el ceüidor de Vónus. Quince aüo habian pasado desdo qua Fritz despues do haber cometido el sacrilegio bajo las bóvodas santas, se habia convertido, por ól'den de Satanrrs,en calderero del tren infernal. Por la décima quinta vez acallaba de dejar á aquella que no podio. ver sino una sola vez la no,:,ho de los muertos j poro esta vez, tomando 01 lugar que deuia ocupar para sicmpre, estaba más triste y como petrificado. -Qu6 teneis, señor Fritz? le dijo el diablo bruscamente. --Ay! seüor acabo de abandonar i mi prome­tiia: estaba sin movimiento y casi sin vida. -Lo sé, respondió Satanás, Blondineta ha muerto. Mira, ella exhala su último aliento. -Está muerta I oxclamó Fritz arrancándose los cabellos. -Si, den tro de pocas horas sed eTI terrarla. El pobre Fritz cayó lanzando un grito terrible, todos sus dientes crugieron en sus alvoolos. -Poro consuélato, amigo mio, tú no conoc es aún los sccretos del infiemo. lHaüana cuanao el repigull de las campanas llame á las religiosas tí maitines, una jóvel1 rubia, fresca y rosada, co­UlO la <] uo estrechabas on tus brazos haca q uinca aüos e n 1 il ubterüneo do la Catedral de Bruges pasará. el dint 1 del convento ... Comprendes? Como tu Blonuioota os inlllortal, no elebe cam~ biar ni onvejocer. Fritz se levantó con la rapidez de un ]'esorte y buscó á su maestro paro. precipitarse á sus piés ... Satanás habia desapar ecido. Al trcn infernal so le ve en todos los paises, pero no se detiene jamas. Atraviesa los polos, devora el espacio, vuela sobre las nubes, atraviesa los mares sobre ri eles invisil>\ s, vuel ve en periodos fijos á pa:;ar por los mis­mos puntos. continuando siompre esa <;arre­ro. tÍ que le ha condenado la maldicion. Es co­nocido en todas las líneas de los fcrrocarrilos y todos han visto esas figuras inmóvil s, petri­Hcadas, sobre las cuales una terrible fatalidad ha trazado su sello indefin ible. Por la noche, si veis que los campesinos se dotienen al rü,pido paso de 10 que los sabios llaman un met OTO, y les preguntais por qué hacen la señal de la cruz, os roponderán: "Es el tren infernal que pasa." Esta es 10. leyenda do los caminos de hierro, que he traducido pam usl d, mi querido amigo, que ocupa en el palacio de Santo Domingo el antiguo noviciado ele los frailes dominicos, con agrando su laboriosidad á fomentar la obro. del ferrocarril del Norte. No ser6 yo el que tome puesto en el primer tren que sc dirijn. hácia el nrnre, que ose tren pll do sor el que llovo 4 Fritz do calderero, y no debo SOl' agra.dablo roco­rrer 01 mundo converti\lo on ostatua para des­pertar una vez en el ailo á ontrcgarse á la locu~ ro. do la danza dc los mucrtos. FERNANDO FERNÁSDEZ. ----~~~:---- El diamante y la gallina. (FÁBULA. DIITAD.\. DEL ALE:\L\.N,) En el sucio corral \le una eocina Cierta voz cscarbando una gn.llina, Un diamonte tallaelo se encontró y ofuera con la pata lo sacó. C'lo, cIa., clo, j qué bonito eshí. ! decio, En su idioma que era una algarabífl Poro cuanto mejor, De filósofa en tono discurrió, Que esto vidrio pulido Un grano de maíz hubiera sido! y luego en la basura lo enterró. Para cuá.ntos avaros la riqueza, Oh ! menguada bo.jeza, Es joya entre los cofres escondida Pere nada de real pan" su vida! CI~TIO. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 118 LA TARDE EN LOS GUIN DO S. T enia yo dieZÍocho años,-ell a Apénas dif'zisf'is ; r ubia, r osada .... No es por cierto m;ís fresca la alborad a N i más "iva u n a fú l gida centella. Un dia A drian n bella Conmigo r uó a l vergel ,lo cojer fruta, y así como empr en dimos n u cstr a r uta, Absort me fijé por vez primera, Cuán atractiy a y cuán hcrmosa e r a ! Llevaba un sombrcr i llo De pnja, fCRto n eado con arlorn08, Do floros de ranela y dc tomillo, y r eal zando sus mórbidos contornos, Un cOI ·pino aiu~tado , Saya corta, ab ultad a , d e d i :!tin tas L abore-J, hi:cia el uno y o ' r o l ado Itccoj i d a con l azos d e albas ci ntas . Como n u es t ro pa seo s e ala r gaba, L a ofr ecí el b r azo ; m e arro 1é al sen tirIa Q n e e n é l l áng ui damen te se apoyab a. Con fu o y s i n saber e l qu é dccirla , M e d e'as f - Tr ep~me ,í un alto g uind o, D e. d e cuyo r a m aJe d e esmer a lda El b e llo f ru to ya en sa zo n l a brindo, Que e lla co n g racia r ecogió en la f a lda . i Oh d elici oso in stan te ! j Oh secr etos d e a m OI·! ¿ c u á l mi v en t ura Podré pi nta r , mi sangr e llamea n te, Al v e r d esd o la a l t ura, S u seno p alpitante, Su v o luptuosa y c il n d id a h e rmos u ra ? A c a so A d ria n a adivinó e n mis oj os El fu ego in te rno q ue e n mi alma ardía? ¿ Esa l a cau s a fu é d e s u s o nrroj os '1 - " A g· u ell a guinda al canz a" m e d eci a , " Q u e está e ~la co p a ; a gárrate á la r a mas, N o ,ayas á coer. " -" ¿ Y tÚ s i m e ama , Qué me dar,ís '¡ - B e rme j a (' u a llas p oma Q u e m,lCl u rll e l estí o e n l a s l ader as , C on testó p erci b i endo d os p a l om as Bl a ncas, ébrias de amor :-" L o q u e tú qui o ra~ ! " CÁRL OS G U IDO Sr.\.No. --.,,':..H!> ..... ~ -- UNA ALMA PIADOSA. I. LA LLE G ADA AL HOGAR NATIVO. L a mü·;\d" d e l corazon se ll a ma P oe."1a . i F ellces los q ue l a con e r­" nn y ent r etejen en l a vida l>r áti­C: t, eu l a Cjue se l a crée inútil r áun Doch'a , por 103 q u e n o In. compre n­d e n; si e n do un d ó n d e l c i elo . ! F E UNAN C.\BALLEUO. D o s viaj e ros, ámb0s j ó venes, cabal g ando s e n­das mul as , llegaron unn. tard o, :í. pues t a s d e l sol, :í. Ulla tri s te c aR u c ha, en d onde picli 3ron p e rmis o pam. pa s ar la noch e . 1~ I mayor tendria unos 26 a ñ os. Su s emblante pensativo y á las v eces m e lancó lico , d ejaba comprende r q 1lC en su vida habia h ec ho dos co s as muy buenas y muy santas, qu e hacen al hombre grande por su alma y amal>le por su corazon: pensar y sufrir. El otro era un pobre diablo que no me­recia una mirada escudriíiaclora, y ménos en presencia del interesante I nacio. Cuando hu­bieron desen s illado sus mulas, se sentaron los j ó venes en una piedra grande, vueltos sus ros­tros al occidente. Ignacio suspiró diciendo en seguida; -ITe amado s i e mpro e sta hora. Sien do yo niño , salí am os co n mi pa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 15

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