Saltar navegación e ir al contenido principal
Biblioteca digital de Bogotá
Logo BibloRed
Saltar el buscador

Esta ingresando al contenido principal

  • Exclusivo BibloRed
  • Libros

Commando

CONTENIDO PARA USUARIOS REGISTRADOS

Inicia sesión para disfrutar este recurso. Si aún no estás afiliado a BibloRed, haz clic en el botón.

Acceder
  • Autor
  • Año de publicación 2013
  • Idioma Español
  • Publicado por Malpaso Ediciones
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Johnny Ramone, "Commando", -:Malpaso Ediciones, 2013. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3606680/), el día 2025-11-06.

Contenidos relacionados

Imagen de apoyo de  El caballero de El Dorado

El caballero de El Dorado

Por: Germán Arciniegas | Fecha: 2022

Es indudable que Cervantes se inspiró en la vida del licenciado don Gonzalo Jiménez de Quesada para escribir su Don Quijote», esta es la tesis expuesta en este libro, o sea, la delicada cuestión del quijotismo americano y la lectura poética de la historia que supone. El caballero de El Dorado pretende glorificar a la vez la gente común y la indoamericanidad. Arciniegas confesó que su aspiración era incitar a sus contemporáneos a escribir la «historia natural» de los americanos y no su «historia política».
  • Temas:
  • Historia
  • Biografía
  • Otros

Compartir este contenido

El caballero de El Dorado

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

Imagen de apoyo de  Revista Ilustrada: crónica, ciencias, artes, literatura, historia - N. 6

Revista Ilustrada: crónica, ciencias, artes, literatura, historia - N. 6

Por: | Fecha: 20/10/1898

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. R.h:VlSTA 1 L USTRAlJ_\ 3~ Prohibición al propietario 'y director de volver á fi­gurar con el mismo caráreter en otra nueva publicación has­ta por el término de seis meses; • 4 • Prohibición al establecimiento en qne se hubiere editado la publicación: subversiva, y hasta por el término de seis meses, para que puedan volver á editarse en él pu-blicaciones de carácter político, moral 6 religioso ; - S~ Clausura del establecimiento en que se hubiere edi­tado la publicación. hasta por el término de tres meses; 6~ Arresto desde quince ( 1 5) días hasta trece ( I 3) meses. ~ Art. 37· Esta última pena se aplicará como adicional á las especificadas en los cinco primeros ordinales del artí­culo. anterior, y sólo en los siguientes casos : 1~ Cuando la producción castigada se halle en dos 6 más de los casos de infracción de que trata el artículo 32 ; y 2~ Cuando haya reincidencia. Art. 38. La pena de multa se convertirá en la rle arres­to, á razón de un día por cada cuatro pesos, cuando el in­dividuo penado no la consignare en la respectiva oficina de Hacienda dentro de las-cuarenta y ocho horas siguientes á. aquélla en que se hubiere hecho la notificación de la sen­tencia del Tribunal ó del Consejo de 11..:stado, de que se habla en los artículos subsiguientes. . Art. 39· Para los efectos del artículo anterior, el Tri­bunal 6 el Consejo de Estado avisarán inmediatamente la imposici6n de la multa al respe<"'tivo Administrador nacio­nal de Hacienda, quien á su vez dará cuenta al Ministerio de Gobierno y al respectivo Gobernador, del hecho de no haberse consignado el valor fle la multa, para que dichos Magistrados decreten la conversión. Art. 40. En todos los casos del artículo 30, los Gober­nadores ó el Ministro de Gobierno pueden, además de la imposición de la rtspectiva pena, dictar las providencias ne­cesarias para impedir la c.irculac.ión de la producción suh­versiva y todos los ejemplares de ella serán rerogidos. Art. 41. El dueño, administrador ó encargado del es­tablecimiento tipográfico, de grabado, etc. no deberá ser penado por los delitos enumerados en el artículo 32, sino en estos dos casos : 1 ~ Cuando por cualquier causa no pudiere imponerse pena al autor de la producción y al propietario y director del periódico, y 2~ Cuando éstos hayan incurrido en una ó más reinci­dencias, siempre que los fallos condenatarios se hayan pu­blicado en algún periódico ofici<~l. Art. 42. El autor de la producción y el propietario y directo.r del periódico son responsables, conjuntamente, de los dehtos enumerados en el artículo 32 de esta ley. Art. 43· Aunque en un mismo individuo se reúnan va­rias de las cualidades indicadas en los artículos anteriores, no se le impondrá sino una sola de las penas especificada~ en el artículo 36, salvo en t1 caso del artículo 37. Art. 44· Cuando la pena que deba aplicarse al delito tenga máximo y mínimo, deberá declararse en la sentencia el grado uel delito. ( (.(mlinuard) ~nP.stru Agente deJa ·· l{evi:st.A:J:>.A. EN" ~826 carrera 13. números 172-174, frente á La Capuchina La fábrica de cerveza más antigua de las conocidas hasta hoy en esta ciudad. Esta cerveza es la mejor y más barata en atención á su calidad y esmero en la fabrica.;ión. Se garantiza su conservación en todo clima. Ventas por nu3yor y al detal . LES:TOR}~.'! Vi" i~acl el ~stal ccimiento de .. Epaminondas .. st quere1s estar lnen· servidos. C,\RRER,\ 9 11 , .·ú:m :ROS 2;6 A 2JO- DOGOTA VÉA '-'E EL GR .\ .l. r ~U RTl DO de piano'> americanos . fe Chicago, Carrera 6 1!, n\uncro 237 FRE OERTCK L ES LI S l'uCKWOOD -A-- -RTEA-G-A- -& C~ORTI ::s ( J u rís il/. Artea~a y F~numdo COYt! s) .\ hog. dos. Bogotá. Ofi cina en el Pu ·ntc de S:m Franci ~o. r ,o <; ho nor:lrios más módico:; por causas de . uce ión y recu.-c;os de casadón. m- 6 l\;{ONTAÑA & PARRA - Abogados. (Francisco l\I ontaña, V.icentc P a rra). Carrera 7 ~ , número 494· CERA BLANCA para fiMcs y cirios. · Seda negra en mach joncs, para sastres. e afé esc o~ido, por libras. Gran surtido de cristalería y objetos p:ua regalos, donde 20-5 BOARDING HOUSE (EnglishSpoken H~- re). Carrera 10, nu­mero 278. El más cen­tral. cómodo y equitativo de la ciudad. Este acreditado Restau­rante continúa al servicio de su numerosa y escogiqa clientela, bajo la ácertada dirección de la señora D '~ Felisa R. de Rudas. _ ,_ ____ ---- --- - FELIPE RUIZ QUh TERO - Abogado. Pasaje Hernández, números 33 Y 34· P AZÚCAR A}.1ERICANA, la más barata de la plaz'l la vende J. ~L Plata Uribe, 2~ calle Florián, número 393· ANDRES LUN A E ESQU·INA ORIENTAL 1-\ , de la iglesia de San Juan de Dios. Números 232 y 236. Bogotá. El más variado, elegante y selecto surtido de paños y vestidos para caballeros, sobre medidas. PRECIOS SIN COMPETENCIA PARA LAS OCTAVAS DEL CORPUS COMPRE USTED UN SOMBRERO DE MODA Y BARATO Somos únicos agentes de la Casa inglesa de Carlton y C~, de Londres, inventores de la última patente. en fieltros. Tite Lo1zdon & Bogotá trading C?, Ltd., sucesores de RICARDO J A RAMILLO & HERMANOS Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. CRÓNICA, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA DIRECTOR, PEDRO CARLOS MANRIQUE F'OTOG~ABADO~. SATURNO ZAPATA - ADMINIST~ADO~. RUBÉN J. MOSQUERA AiiO 1- VOL. 1 IGNORANCIA INDUSTRIAL Los que con ideran el malestar económico del pat como origen de degeneración de la raza, de envilecimiento de lo caracteres, de e tulticia m ntal, en una palabra, como causa del atra o ma­terial y moral en Co­lombia, atinan en cuanto á la con e­cuencias de e e ma­lestar; pero parece que desconocen lo· verdadero. motivo de él. Hablan del papel-moneda como causa y no como efecto, y creen que la libre estipulación será la Panacea. La ruina econó­mica tiene más hon­das raíces. Un puñado de trigo, un trozo de azúcar, una libra de arroz colombiano on inferiore en calidad y má valioso que eri el re ·to del mundo civilizado. e atribuyen e ta inferioridad y alto pre­cio al clima, á los impue. tos cxce i vos, al de rédito, á lo malos camino y á la pereza de lo jornalero . i son efica­ces estas causas e preciso pre. entar como principal de toda , nuestra de aplicación industrial, por no decir nues­tra supina ignorancia. quí se entiende por trabajo el con umo de fuerza y no su aplicación inteligente. o es raro que una costurera crea que e tá trabajando porque tra forma en un día de movimiento de pedal tre reale de vívere que e come, en un real de jornal percibido. o en Me áni a e Barna efectivamente trabajo, pero e onómicamente e un con u­mo de trabajo. Emplear oro en hac r la mi ma canti ad de fierro e simplemente e. tú pido. n pueblo que por medio ele di z mil scuela ·, mú-; BVGOTA , OCTUBRE 20 DE 1898 NUMERO 6 de dos iento colegio · y varias uniYersidade trasforma pri­mero la fuerza de su hijos en onocimientos puramente filo ófi os, literarios y políticos, que son oro, para que pro­duz an luégo adobe, papa y afé, que ·on fierro, e un lo o. Exceso de gramática, e colá tica y liturgia y d fecto de fi i a, iencia naturales é industria, deben conducir á la ·itua ión angu. ti osa que hoy atraviesa el paí ·. La Escuela de Ingeniería se preocupa grandemente de que lo alumno· aprendan á calcular la den;:,idad de lo, planeta , pero ·e olYida de en eñarles la den ·idad de los ladrillos; y pi dras u ·ado en las con trucciones. El autor de e te e rito, en ·u comienzo profesiona­le: vi itó un trapi he en que e quemaba una pila de leña para produ ir diez botija de miel. - uánto e una pila de leña? preguntó al empresario. n doce carga de arroba y valen próximamente cin o pe ·o .. -Y el bagazo á qué lo destinan? -Yo no é en qué consiste, con te tó el patrón, que en olombia 1 bagazo no alcanza, como en la Antillas, para cocinar la miel; pero aprovecho la oportunidad de su pre ·encía para que u ted me dé las dimen iones de una himtnea que e onomice siquiera la mitad de la leña. 'on idérese cuál sería el onrojo de todo un profesor de la Univer idad, fundador de la ociedad olombiana de Ingeniero y miembro de número del Ateneo de Bogotá, al confesar com cualquier palurdo, su ignorancia total en la materia. atorce años de estudios clásicos y un diploma lujo í ·imo afrentado ante un hombre sin carni a, de cal­zón de liencillo y gorra de paja, echada al de gaire con zocarronería franciscana. Si cierto viajero fran é hubiera pre enciado el ca. o, correría por el mundo una nota por el siguiente tenor: olombia e un país embrado de trapiche· y aunque los jóvene ingeniero que produce u notabl Univer idad on apace de hallar el p ·o de aturno y us anillo , ig­noran el modo de calcular una chimenea." i e ta n ta fuera verdadera debería argar e al Debe de nue tra ignorancia ·erca de do millone de pe os anua­le · por leña inútilmente on umida en trapiche . in ofender el pasado ni zaherir á nadi , deb mos con­venir en qu e. preci o hacer una gran re olu ión en el plan de e tudio de todo nue tro In tituto , i no quere­mo , á pe ·ar e nue tra pr un ión literaria, de c.ender al último pue to entre lo pueblo· de .\méri a. La agricultura l>a. e d' nu stra riqu za na ional, no Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVISTA ILUSTRADA les ha merecido á los discípulos de Minerva una sola me­jora; de tal manera que las papas que hoy cosechamos en la abana de Bogotá son tan malas como en el tiempo del ilustre Saguanmachica. En nuestros propios mercados sufren los frutos del país diarias é ignominiosas derrotas: ayer la harina, hoy el azúcar y el arroz, mañana el café. Tengamos como cosa probable tomar café extranjero en casinos y restaurantes, más fino, más perfumadt> y mis barato que el de Sasaima. En las actuales e tufas de ecadoras se emplean dos arrobas de combustible por arroba de café: veinte veces más de lo necesario en un sistema medianamente racional! Cada carga de café exportado representa un árbol más de­rribado en nuestros exhaustos bosques sin beneficio ni pro­vecho. En los hornos de compactación de la Salina de Chita se emplean seis arrobas de combu tibie por arroba de sal, cuando con un horno regularmente calculado sólo se em­plearían dos. Se derrochan, pues, cuatro arrobas por uni­dad, y como la Salina produce 1 2o,ooo arroba por año, se malgastan 6o,ooo carga de leña, que al precio mínimo de $ o-40 cs., valen $ 24,ooo. A causa de ese derroche están casi completamente arrasados los bos ues que la Na­ción poseía al contorno de la opulentas fuentes y hoy s casi imposible su explotación. Ciento cincuenta mil habi­tantes d la · provincias d García Rovira, Pamplona y Gut1érrez se ven precisados á comprar sal de Zipaquirá á $ 4 la arroba. En hogares de cocina se desperdician, en dinero, $ 24.ooo,ooo por año. Ante tamaños derroches, s innecesario hacer patentes lo que se cumplen en alambiques, tejare·, panaderías, jabonería etc., te. Hé ahí lo que signifi 'a para 1 paí , en ólo humo, la ign rancia industrial . ... -- <--­CóRDOBA MI UEL T IA A Bogotá, 1'? ·a nos también no haber para­do la aten ión ·ino C'n un adorno qu , á fuer de gr•Jtc.To emblema le nuc:tra peculiar indu ·tria corona el último 1 ~rfil del fronti lo mis!TIO que en una· volu~a: on que . e qui ·o voh er jónico ·1 u rpo final de la t rre . ímbo­lo 1 tramo que toca al uelo del e:taclo floreciente qu al­canzó Zipaquirá ha:ta prin ipi · del iglo y mue tra inequí­\' OCa lo r ·tan te de una decG~.clencia que por de ·gracia aún pe.rdura, ya n otra oportunidad habíamo. emitido la ob-erva ión de que la fachada del templo : e. p jo fi 1 de nue:tr . propia· vici ·itude . J• ta en lo ol ctiYo mo en lo indi idual on siempre unas mi ma é imprimen :u sello le idéntica manera. Y ·i riel templo voh,ié ·emos la 'i sta á la alina cuán confirmada no hallaríamos la Le i de qu al pasar de la :ujeción del rey d E ·paña á la del gobierno independiente, Zipaquirá perdió con el cambio. N o por e o fue menor la exaltación de este pueblo por la cau a de la Guerra Magna: ni u con tan te republicani mo e ·tá ex­puesto á zozobrar en aquel e eolio. in ·acrifi io n(J hay mérito. Ahora penetrando al interior del templo, orprenden al primer oolpe, en armonio o conjunto, una planta trazada en forma de cruz latina do órdene de pilastra que con la c rre poncliPnte contrapila tra. encierran entre í tre · na­ve ·, y l todo cuhierto con imponente i tema de arco. y bó eda . alvo el a ·pecto general de pobreza que reina allí pvr falta de ornamentación, y un algo como de sen ación de frío que de ordinario e experimenta en lo demás el in­terior ofr ce uno de los atributo que 1 con epto ideal de la belleza incluye, con i tente n el predominio le la magnitude ·proporcionada para producir un efecto agra­dable á la vista. Y a 1 ucede realmente pue el eje mayor de la planta tiene una longitud ca i doble de la de lo bra- 70S de la ruz, y el ancho de la nave entra! e p co má:; ó meno. equivalente á la _altura d la pila tra. Las proporcione de la pilastras parecen sujetar e á las del orden compuesto, el cual toma del corintio las su­yas; y orden compuésto parece también prevalecer en la ornamentación de lo capitele , sin embargo de ser muy pequ~ña la corre. pondiente volutas ó de estar é tas como disimulada ó escondida .. Recibe la luz el templo por diez y seis ventana. late­rales y por do al fondo de las nave. ecundaria., todas abiertas en la parte má elevada del muro comprendido dentro de lac:: contrapila tra ; fuera de la que recibe por el camarín, por la claraboya de la media naranja y por las ventanas del fronti Tunjo. de oro y de tumbaga encontrados en ramita (Departa-mento de Antioquia) y en Filandia (Departamento del auca). ólo el altar mayor lleva e tuco y dorados bajo la cu­bierta del templo. o hay un simple color que dé realce á los ad0mos, como no hay en lo muros un cuadro ni ~n las capilla · altar digno de citar e, ni en los nicho una efi­gie (con alguna al vedad), nada, en suma que ofrezca mérito sobre aliente en la pintura, la escultura ó la orna­menta ión. o há m u ho que el inspirado arti. ta Acebedo Bernal hizo un ensayo de pintura en un mal altar, y en esta línea, e o e todo. La apillas mayores, por ejemplo, aguar­dan todavía altare que habrán de con agrar e, ó á San Antonio de adua y á la antí. ima Trinidad, si e que he­mo · de darles e ta preerninen ia on arreglo al acto d erección de parroquia confirmado por decreto que expidió el Arzobi po .aballero y óngora en 3 de Agosto de 1779; ó bien á San Antonio de Padua y á la Virgen de la on- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 6 RE,riSTA ILUSTRADA epción, dado que nos atengamos más bien á documentos colaterales que por incidencia hacen de la Virgen la coro­patrona de la parroquia. N o hay cúpu1a ó media naranja que corresponda á su objeto, ni púlpito que merezca este nombr ·, ni coro proporcionado, ni arco toral, pues el .qta.e había fue de truído por no sabemos qué preocupación de que hada mal efecto á la vi ta ó de que daba oscuridad al templo. Arruinados como vivimos y proscritos con re­lación á la riqueza de nuestra Salina, sin equitativa par­ticipación en sus cuantiosos proventos, nos agitamos inú­tilmente en estériles deseos, pues se nos niegan los me­dios para emprender tales obras. El altar mayor es la única fábrica elegante y de buen gusto que en los últimos tiemp . s se ha erigido, bajo la inspiración de la piedad y de entre el seno de la pobreza. A él y á otros pormenores quisiéramos encaminar nuestro estudio; pero, no permi­tiéndolo por el momento los límites que hemos de fijar á nue tra res ña, habremos de diferirlo para otra ocasión fa­vorable. N o hemos calculado el área libre y útil del templo, si bien podernos suponer, dadas sus dimensiones, q'tle tiene capacidad para cuatro mil personas. En funciones de gran concurso, se acomodan de sobra cuatro en metro cuadrado, salvo en la nave central ocupada por escaños. Vista esa capacidad, el señor Arbeláez, de grata memoria, pregun­taba, en isita pastoral hecha á Zipaquirá, si la ciudad te­nía gente para llenar su templo. •• • En los últimos años ha sido frecuente verlo colmado; y colmado lo vimos pocos días há, con motivo de una novedad que solemnizó en gran manera las funcione de orpus y 'uarenta Hora á que al principio hicimos re­ferencia. Hiciéranse las cosas bien, y bastara costearlas una vez ola. 'on truído el primitivo órgano por el maestro Hera , on los réditos de una fundación llamada de San José, que gravaba la tierra de Susaguá, fundación de que era pa­trono el señor Tomás Silva, fue estrenado con ruido en 1847· Andando el tiempo, se vio que aquella obra no co­rrespondía á las necesida es del coro; por lo cual el doctor Juan 13uenaventura rti~, más tarde digní imo bispo de Popayán, fomentó su reconstrucción, la que, ejecutada por el prof sor en mú ioo y cél bre compositor, señor Julio Quevedo Arvelo, quedó terminada en Junio de 1883. Por tercera vez se ha hecho renovar el expresado órgano, á iniciativa del párroco anterior, doctor Uldarico Camacho; y el con tructor, señor Manuel Montoya, acaba de coronar su trabajo á ·atisfac ión de lo inteligentes. La bendición se celebró el 2 5 de Junio pasado, ceremonia á la cual, y ú. las uemás funcione de fine de dicho mes, fue invitado con instancia el eximio orador sagrado, doctor Carlos Cor­tés, á quien para lustre del nombre zipaquireño vimos na­cer en nuestro suelo. Esta ha sido la primera vez, merced al actual párroco, doctor Cel o Forero, hijo también de Zipaquirá, que se deja oír entre no otros la elocuente pala­bra del doctor Cortés, cuyo prestigio hizo colmar las naves de nuestro templo. Voz firme y vigorosa, que lo mismo vibra que modula, que alternativamente pasa, por un diapasón fácil é insen­sible, del tono de la indignación á la suave cadencia de la ternura; dicción clara y correcta, de donde mana el raudo flujo de una frase elegante,- ésta acompasada y grave cuando fulmina rayos de execración, nerviosa y precipi­tada cuando mueve y convence; actitud noble y gallarda, que tan pronto desciende de la arrogancia á la bumüdad como sube de la úplica al dominio de lo majestuoso y digno; acción desembarazada, cuyas demostracíones co­rresponden con naturalidad á la expresión de los diversos afectos; dialéctica poderosa que subyuga. con la persuasión é inflama con el fuego de la verdad que le comunica; cien­cia y erudición con umadas, de que uo deja de dar, aunque su humildad no quisiera, sabias y oportunas muestras; vir­tud purí irna é inmaculada, que así realza el poder del qra-dor como da autoridad á la predicación del sacerdote; todo,. en fin, hace del doctor Cortés la realización más aca­bada del tip·o ideal que la mente se forma del perfecto ora­dor sagrado. V no es un juicio el que intentamos sobre el doctor Cortés como predicador. La opinión ilustrada ha dado yá su fallo, y está unánime en discernirle la palma de la elo­cuencia, de todos tan apetecida y de tan pocos alcanzada. Estas nuestras palabras, que en nada aumentarán su gloria, son. apenas el testimonio de alabanza, de amor y de admi­raciÓn que por nuestro conducto presenta en su elogio su dudad natal. LUIS ORJUELA )( MEMORIAS sobre el origen, causas y progreso de las· desavenencias entre el Presidente de la República de Colombia, Simón Bolívar, y el Vicepresidente de la misma, Francisco de P. Santander, escritas por un colombiano en 1829 (Continuación) CONSECUENTE Bolívar con las promesas que hemos di­cho haber hecho en la proclama de aracas, partió para Cartagena con un cuerpo de tropas, y dio orden á Ur­daneta para que se dirigiera con otro de Maracaibo á Cú­cuta, y de allí á Bogotá. Bolívar en Cartagena, y en su tránsito para la capital, ejerció toda la autoridad del Go­bierno, no obstante que se lo prohibía la Con titución, y que no era p~rte. ~el territorio que él mismo había designa­do para el e3erc1 10 de sus facultades extraordinarias ( 1 ). N o se contentó con u urparle al Gobierno sus atribu­ciones naturales, sino que dio órdenes en el Departamento del Mag~alena por medio de Montilla, y en el de Boyacá. por med10 de U rdanefa, para que no se obede ies n las del Poder Ejecutivo en lo concerniente á rentas y dir ión de la fu erza armada. Semejantes atentados en m mentas de que yá se sabía que habían ce ado los temores de que las tropa~ venidas de Lima obrasen ·ontra los interese de o­lombia, no dejaron duda alguna de que Bollvar marchaua á. Bogotá corn<;> contra una ciudad rebelde, y que el Go­bier~ o, los amigos d.e la Constitución, y ella misma serían cast1gados como traidores, y sacrificados á su ambición y á sus vengam~as. Los oficiales y oldados de las Division s que B?lí~ar y Urdaneta condu ían hacia la capital, habla­ban pubhcamente c~e la guerra contra Bogotá, d pillaje y de matanzas. El V 1cepresidente era el principal objeto de sus tertulias; se repartían sus bienes y di cutían el género d~ muerte que debían darle omo á enemigo del Padre y Libertador de Colombia. En Mompós, ca i á resencia de Bolívar, fue apuñaleado su retrato; en Cerinza y en Rione­gro borraron, por consejo de Bolívar y Urdaneta, los letre­ros de Cal!~ Santand~r, que los vecinos le habían pue to á una de las manzanas del pueblo. Pareda que estaban ha­ciéndole la guerra á Boves ó á Morillo. N o era posible que los patriotas de Bogotá mirasen tranquilos tales pre­parativos. En sus escritos denunciaron con entereza las usurpaciones de Bolívar, y pronosticaron los males que la patria y los amigos de las instituciones iban á sufrir. Ni el Congreso, ni aun el mismo Vicepresidente les ofrecían es­peranzas de salvación. En un esfuerzo denodado veían sólo los medios de contrarrestar á Bolívar. Así era que unos proponían el proyecto de romper de una vez la unión de Colombia, y hacer revivir la República de Nueva Grana­da, y otros trabajaban eficazmente para formar una revolu­ción en la capital, y oponerse á la entrada del Presidente. La efervescencia era general, y los ánimos estaban grande­mente exaltados. La revolución se habría verificado si Santander no se hubiera empeñado en frustrarla. Y ~sta era l~ terce;a revolución que im~edía contra Bolívar. Atajó la pnmera a su regreso del Peru en x8z6, que intentaron (1) La Constitución disponía que cuando el Presidente de la Repúbli:a es~uviese á la cabeza ~e un Ejército, todas las funciones del Poder EJecutivo recaían en el V1cepres1dente. Así sucedió el año de r821, en que Bolívar marchó al Sur mandando un Ejército. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. R~V.ISTA ILUSTRADA 8¡ a.pfisionarlo; frustró la segunda en Enero de x8z¡, que se qu1so proclamar la independencia de la Nueva Granada, y su separación de Venezuela y de la autoridad del Pre i­dente. Bolívar no ignoraba . cuanto pasaba en Bogotá. Sus amigos y sus partidarios le exageraron tánto el e tado de la capital1 que no dudó que Santander le opondría la fuerza á la fuerza, y que por lo menos prolongaría el término de sus proyectos. Redobló entonces sus esfuerzos para debili­tar la fuerza física y moral del Gobierno, repartió despa­chos de ascensos militares con profusión, distribuyó su busto á cuantos podían auxiliarle, amenazó y prometió sin reserva á trueque de obtener el triunfo. Los cuerpos mili­tares de Venezuela hicieron nuevas protestas de adhesión y consagración á Bolívar, y vomitaron nuevas injurias con­tra Santander. De Cartagena envió Bolívar al Oficial Aus-vocado Santander extraordinariamente. Nada temía éste mientras la razón, ó siquiera la decen ia, reglasen los juicios de los hombres, porque nada había ejecutado que no estu­viera en sus deberes, y escrito en la razón pública de los colombianos. Las actas y las representaciones que se ex­tendían en algunas partes quejándose de su Administración y vilipendiando su honor, las veía como efecto del alucina­miento y de la intriga, y no como pruebas reales de lavo­luntad libre de los pueblo , concepto que tuvo la satisfac­ción de ver cumplido en la multitud de notas oficiales que le dirigieron varias Municipalidades después de que había entregado el Gobierno á Bolívar. La ocasión era para des­pojar á estos documentos de la nota de aduladores. Se hablaba yá á un hombre que no ejercía la suprema auto­ridad. EL TEMPLO DE ZIPAQUIRÁ tria á Maracaibo con el borrador de una insolente pro­clam. 3., que expidió el extranjero astelli, Gobernador de aquella provincia ( 1 ). Escribió á sus amigos del Departa­mento de Boyacá para que extendiesen iguales representa­ciones á las de Venezuela, y á mayor abundamiento envió por las provincias del Socorro y Tunja á sus edecanes los Coroneles Arismendi y Fergusson para que las promovie­sen. Hasta para ver si podía arrancar una acta de la Mu­nicipalidad de Bogotá, cuyo silencio le molestaba, se valió del Coronel Herrán para que hablase á los regidores, y les habló en efecto, aunque sin suceso. El Vicepre idente en­tretanto, sin desviarse de la senda que le prescribía la Cons­titución, esperaba tranquilo la llegada de Bolívar. Él, antes de encargar. e del Gobierno, debía prestar el respectivo ju­ramento ante el Congreso, que para el efecto había con- (1) Muchos extranjeros, particularmente ingleses, han figurado en nuestras disensiones como calientes partidarios de las ideas de Bolívar. Bolívar por fin hizo su entrada en la capital el día 10 de Septiembre, en medio de un pueblo amigo de las leyes, por entre arcos triunfales, y las aclamaciones del respeto y de las esperanzas. El Congreso le aguardó reunido para exigirle el juramento de gobernar conforme á la Constitu­ción y de sostenerla y defenderla vigorosamente. Bolívar se acercó al lugar santo, puso la mano sobre los sagrados Evangelios, y en presencia de los Representantes de la Na­ción y de un pueblo numeroso, prometió ser fiel á las leyes constitucionales, y regir la República con arregJo á éllas. El pueblo bogotano concibió en este día algunas t:speran­zas de alud al oír la promesa solemne del Presidente, en un día en que en vez de guerra y de peligros, había encon­trado tranquilidad, obediencia y homenajes. Santander re .. cibió á Bolívar en el palacio del Gobierno con todas las consideraciones y honores debidos á su autoridad, y aun­que éste se mostró con frialdad y esquivez, se le oyó decir en su discur o público que toda la conducta dd ViuprNi- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVI TA ILUSTRADA drtJk de la R.cpúblka habla sidP arreglada á las lryu. Estas pa.labrast en boca de un enemigo tan poderoso, y proferidas en un día de gran solemnidad, cuando aoababa de tomar el Gobierno del Estado, pueden merecer el nombre de com­pletamente .sa.tí$factorias. on ellas pudo creerse Santander á cubierto de la¡ calumnias esparcidas contra su Adminis­tración. Bolívar, á despecho de u resentimiento y de su encono, habh hecho una confesión solemne. Pero se verá luégo que sigu'íendo Bolívar su costumbre de obrar de un moclo en púhlíco y de otro secretamente, llevó adelante sw; hostilidades contra Santander, y sus designios de demo­ler el edificio con. titucional. una extensa y absoluta aprobación á cuanto él había hecho en Venezuela. en aquel año, sin que siquiera se leyesen los decretos expedidos allí, conferírle una grande autoridad en la parte legislativa y administrativa de Hacienda, permi­tirle aumentar el Ejército á su beneplácito, darle facultades para hacer Coroneles y Generales, concederle el estableci­miento de una policía tr(>menda, y poner en sus manos tántas y tan amplias atribuciones destructoras de la Cons­titucjón, que ni Bolívar podía desear más, ni era menester tánto para echar á tierra la estatua de la Libertad. Si Tibe­rio hubiera obte:1ido del Congreso co!ombtano todas las complacencias que Bollvar obtuvo, habría rtpetido aquella tan sabida exclamación: "¡ Oh hombres nacidos para la serviclumhre!" ontento Bolívar con el auxilio tan eficaz que acababa de recibir de los custodios de la Constitución, de los depositarios de los derechos del pueblo, volvió sus miradas hacia Santander, que á la sazón pade ía una grave enfermedad. Temeroso de que fuera á ser nom­brado miembro de la Convención, donde él pen­saba concluir el desenlace de su drama, promovió bajo de cuerda en la ámara de Representantes el que se intentase una a 'usación con pretexto de la distribución ele los caudales del empréstito. Va­lióse para ello del Diputado Aranda, que había venido desde aracas sirviendo en su Secreta­ría ( I ), y del Diputado astillo, hermano del e­cretario de Hacienda, que por puras personalida­des había jurado la más gratuita enemiga á an­tander. omo no se podía intentar la acusación por la negociación del empréstito, porque yá el ongr so en una d la s siones anteriores había expedido un de reto eminentemente atisfactorio al Vic presidente, ni por fraudes en la aplicación de los caudales pertenecient s á él, porque no ::;e pudo hallar prueba alguna, se dirigió con el pre­t xto ele que había invertido el orden n que ellos de bieron ser di ·tribddos. U na a usación tan ne­cia, y al propio tiempo tan injusta probaba de­ma · · ~d la pobr z~ de 1 s medios de ataque de los nemigo · de antand r. N o tuvo r sultado favorable á los acu adore~. El ongr so aún con­servaba algún resto ele justi ia y de de encia para no añadir e. te nuevo escándalo á lo~ que estaba dando re pecto de la autoridad del Présidente . . antander se proveyó de do umento , que solicüó del mismo Bolívar: desyaneció con ellos los sofis­ma · de sus acu. adore·, y obtuvo de la ámara de R epre ·entantes la d el aratoria de que no ha ía lugar á acu ación alguna. Ella después se limitó á nombrar una comisión de su seno, que exami­nase la: cuentas del empréstito, y burló de esta manera lo designios de Bollvar y de sus instru­mentos randa, astillo y algún otro pretendien­te. Este fue el último acto del Congreso de 1827. Quedó por on iguiente disuelto, quizás para no volverse á reunir, ó al menos para no volver á deliberar con libertad é in ~lependencia mientras B~lív a r permanez 'a al frente de Colombia. DOÑA SOFÍA ANGULO DE REYES + 8 de Octubre de 1898 (De fotografía de Debas. Madrid). ( Co·ttilwa rd) Inmediatamente después de su arribo á Bogotá, Bolí­var prorrogó el Congreso ex~raordinariidad del público y obtener el primer premio en un certamen di - puesto por la redacción del periódico La Miscdán~a. El autor de Madr~, penetrado bien de la belleza de tonos de , u original cuadro, qui:o levantar sobre el mismo asunto l.lnO (De fotografia de Duperly and. on) mero compuso ésta que la titulada Madn, entonces diría­mos que del gran lienzo en que su soñadora imaginación iba agrupando figuras y pai. aje · para prepararse á la tarea enojo a y difícil del novelista, tomó un claroscuro del bos­que con unas dos figuras de verdadero relieve y líneas inolvidables. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVISTA ILUSTRADA Pero, para el efecto de comunicar á los lector~s la impresión que en nuestro ánimo haya causado la lectura de la nueva novela antioqueña, no nos hace falta saber cuándo la trazó la pluma de D. Samuel Velásquez. No conocemos á este caballero, á quien nos lo imaginamos precisamente por el estilo y factura de su obra, un tanto poeta, de reflexión y de sentimiento, de humor alegre, de carácter expansivo, reedicho, observador; certero para juz­gar las cosas de su parroquia, bien que se inclina siempre á mirarlas con ojos amigos, lo cual, por otra parte, nos alegra y consuela, que somos los primeros en aplaudir á dos manos el amor de los antioqueños á su suelo natal. N o le ocultaremos al público ni menos al autor de Al pie del Ruiz, que hemos leído seguidamente el libro, lo cual demuestra que su lectura nos ha interesado, divirtién­donos; que hay en él escenas que denotan un tempera­mento bien pronunciado de novelista, nos parece muy cier­to; que otras son fatigosas y de ningún mérito literario, lo creemos honradamente, y que carece de ense·mble y de acertada distribución en el conjunto y en muchos detalles, es también concepto personal nuéstro. Somos quizá dema- (escrito que apareció en La Crónica, de· la capital), se in­crepa de inverosímil el que la heroína de la novela, Dolo­res, se corte en un arranque de despecho y mal humor, . ·SU hermosa cabellera, caso que nosotros juzgamqs perfecta­mente explicable y natural, no como rasgo d.e virtud, sino como acción á que mueve la cólera en una campesina que crece lozana y altiva en medio de la montaña, cual se alza majestuosa y esquiva, en medio del tupido bosque, la airosa palmera. -~ •- T 0 ·---·-· •V~o ---·· De las costumbres urbanas, que se refieren á la ciudad de Manizales, en donde vive el autor de la novela, según nos han dicho, entregado al comercio y á los raptos que le procura el amor de la gaya ciencia; de esas costumbres, decimos, no logra dar más que una ojeada muy sucinta, de la que se desprende una conclusión desconsoladora: la de que esas sociedades viven en una especie de ensimisma­miento que no sólo embota la vida misma, sino que puede enturbiar las fuentes puras del progreso del espíritu. En resumen, nuestro juicio es que Al pie del Ruiz es la obra pródiga de un amateur, de la cual hubiera podido formarse una novela de costumbres con más sostenida ila- PEDRO MORALES PI~O EN SU HABITACIÓN asiado exigentes ó severos al formular nuestro juicio, pero para que se estime éste de un modo concreto, comunicare­mos al lector que antes de prepararnos á trazar estas líneas, nos dimos á reflexionar qué nos quedaba de aquella lec­tura, puesto que todo libro de mérito deja _en la_ mente al­guna enseñanza, un grato recuerdo; ó despierta Ideas nue­vas ó impresiona profundamente si es la concepción pri­vilegiada del genio ó el arranque de vida de un pecho amante. Pues 'bien, Al pie del Ruiz, para el lector concienzudo y sagaz, da más ideas sobre el carácter y modo de ser del autor, que sobre los personaje¡ de su novela y el medio en que nos los presenta. De toda la larga narración no con­serva uno más recuerdo que el de la campesina Dolores, que se destaca con algún vigor de colorido, que impresiona por su rusticidad, por su belleza, por sus desgracias y por el genio viril con que se nos muestra, en el cual aparecen de relieve las buenas y las malas condicione del carácter antioqueño (á nuestro ver). Ya en algún escrito, que se ha anticipado á éste, al analizar la obra del señor Velásquez ción, con alguna trama y abreviando la acción ó los diálo­gos. Reducido el libro á la mitad de las fojas que tiene, ganaría en interés. Pero si el señor Velásquez no logró ha­cer una novela, tal y como hoy se conciben, sí anduvo feliz en el traslado ó invención del cuento del sacristán que allí forma algunas páginas ( 349 á 359) de intencionada lectura, cuento que no resistimos á la tentación de reproducir CO!l el mayor gusto y para solaz de los lectores de la REVISTA. Hélo aquí: Emilia, una hermosa á quien llamaban Mila sus amigas' con todo y su fantástica hermosura, á los treinta años aún tenía "el documento por cancelar"; nó, no se había casado, por esto: Cuando iba á cumplir catorce abriles, comenzó la gente á decirle: ¡cómo será la flor que va á resultar cuando te desates, botón de rosa blanca ! Y se dió cuenta perfecta de lo que de ella esperaban, Y se abrió la flor. Pero, con qué lozanía ! las nieves de la montaña tenían injuria contra el blancor de aquella virgen. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. / 1 1 / REVISTA ILUSTRADA Mas, hé aquí que, adelantándose la vanidad á los años, Mila 5~ llenó de soberbia y se creyó diosa. Dejar que alguien aspira­se el aroma embriagante de aquel cáliz color de hostia, ¡ sueños 1 Vayan ustedes á oler flores ae ruda ó de altamiza. Este perfu­me es de un príncipe. Llegó á los veinte años, y el príncipe no parecía, ni la vani~ dad mermaba; aquí la belleza de Mila quedó en todo el reposo de la plenitud. Sus arn.axtelados se resignaron á mirarla de lejos como si perteneciese 4 familia de astros. Sobre aquellos boquiabiertos VUELTA DEL PRADO. Cuadro de Ricardo Moros. Y andaba la divina criatura con un balanceo rítmico igual que el movimiento de una caña que mecida por el aire echa: la melena para acá, para allá. Esto como lo decía la narradora, era así: "Y era tánto lo que se remeniaba esa dengosa antipá­tica, que. • • • Jesús credo 1 " llovían ventanazos y torcidos de boca que daban lástima; poco menos que de agrimensores qu daron todos midiendo la calle y calculando el ancho de las espaldas de la divinidad. No sabemos si por entretenimiento ó por necesidad, á los veinticinco años se apareció dulce y más suave que piel de ca .. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVISTA ILUSTRADA PARA LA "REVISTA ILUSTRADA" ~nfideneias 'flasillo '[l. ~oPales '[lino Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 9.3 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. :REVISTA ILUSTRADA brito; sin embargo, los hombres dijeron: "A otro perro. " HA belleza que á sí misma tánto se quiere, no le sobra Jiempo ni co­razón para querer á otro ; esto es una prevención pór si el prín­cipe se qut:da en el camino." Nadie quería embarcarse en nave que tánto trabajo dio para echarla al agua. Y eso que estaba como las frutas maduras, qu.e si no se las comen yá, raro es el pájaro que las picotea después. ' No le valió á la hermosa tender redes ni tirar al agua an­zuelos. ¡Peces más escurridizos! Un montañero cayó, mas era inútil sardina y lo largaron: había necesidad de un bagre, y no así como se quisiera, sino robusto y mantecoso. Treinta años! y el príncipe entretenido, quizá, en una posada del camino. A todo esto dieron en aparecer en la cabellera de Mila, unas víbo­ras blahcás, víboras serían, porque ella enfurecida las reventa­ba entre los dedos nerviosos. Qué les parece á ustedes, canas entre aquella cabellera que allá se las mandamos á dar trabajos á una noche de truenos con su apretada oscuridad; no las arrancaba, era que las reventaba hecha un desmadejamiento de doló.r y de vergüenza. De ahí en adelante era talla policía de ojos y':dedos que andaba rebuscando entre el negro matorral., que no había soñado un hilo blanco en formar retoño cuando allá te van las uñas, y el pobre moría al nacer. Riesgo hubiera corrido de quedarse calva si otro día no hubiese de notar que las arrugas, lanjas de propietarios mal avenidos, empezaban á trazar predios y á señalar linderos en aquel rostro cuya tersura sutU dio envidia á las plantas de un niño recién nacido. · ' ¿Qué hacer? ¿Cómo atajar esta avenida de estragos? ¿Cómo? Verán ustedes. Pero no crean q u.e fue por 1.m medio desconocido, nó, por el de siempre: Llovieron al tocador de Mila pomo lleno de líquidos rojos, pol os y cosméticos. El arte di imuló algo las grietas del to­rreón esbelto que se abría. · Una ~ez un hermanito de la nyesacla hermosura, deslum­brado con aquellos tonos tan fuertes, le dijo: -"Chica, pareces un ratón de molino; papá dice que tú has logrado el prodigio de concentrar el buen clima en un fras­co." La óbservación del muchacho hizo efecto contrario: aquella <;asa fue una exhibición de joyas, ncaje , plumas y guant s, todo lo cual llevaba. ila por sa call s con gran susto de la elegancia, quemando desordenadamente los últimos cartuchos de esperanza; queQ1ó_er úftimo, y al otro día amaneció peinada de liso, comp -quien anda apr-is , vestida con humilde traje ne­gro y envuelta en'úna ·m ntilla sin orla de ncaje ni co a que oliera á buen gusto. Y tom' camino de la iglesia. -"Era na,tural," dijo l h rmanito; "yá va á que uestro Señor !e pague el mal gusto de los hombres,_ como si fuera poco lo del Calvario por culpa de todos ellos." · Y la tenéis en e1 templo á la hora que queráis, repasando una librer,ía mística y sudosa que cargaba en oscuro talego, barriendo, poniendo flores en los vasos santos, y regañando á los muchachos que hablaban alto y andaban disimulados como perros por las sile'néiosas na~es; de tal manera entendía en el ritual de los oficios divinos, que al fin era de la iglesia de su pueblo como el púlpito ó el sacristán. -"Padre, " le decía frecuentemente al Cura, "ponga re­medio á la franqueza con que estas puerquitas de quince años le coquetean aquí en las bar"t?a~ de Nuestro Señor á un círculo de mocosos que las persiguen." Porque á Mila, siempre que eía una niña de quince á veinte años, se le calentaba la sangre y mucho más si la doncellita era de aquellas deliciosamente mi­mosas. '' Zambita más aborrecible," decía, '' yá está poniendo los ojos en blanco y caminando el) las uñas; ¡coquetas, que no saben lo que es pudor-! Fueran mías para enseñarles á mane-jarse." . ·. ' ¡ Y un odio á los hombres, Señor ! Si pare.. c. ía que le ptodujeran náuseas. -Pues que se casa fulana, le decían. -Sí? Imposible que con la berreadera que tenía, se queda-ra, ¡pero venida á ver la alhaja que se lleva! de esos todos los que una quiera. Gracias á la Virgen que me libró de esa ridi­culez; cabalmente que bien buena me paso mi vida; con mi barrigón tengo. -Quién es tu barrigón? Le preguntaban. --Pues mi confesor, que bien queridito y bien formal es. Una mañana madrugó demasiado, porque, amén de barrer todo el pavimento de la iglesia, tenía intención de oír tr s mi­sas, confesar, cambiar las flores del altar, etc. Temblorosa de frío se estaba á oscuras arrimada á una puerta aguardando al sacristán y rabiando contra él por su tardanza, cuando apareció éste en una esquina de la calle haciendo sonar las llaves del templo; al acercarse á Mila paró un momento estirando el pes­cuezo y en actitud de correr. -¿Qué es? ¿por qué no abre? preguntó ella incomodada. -Ave María Purísima! qué susto 1 creí que era una ánima. -¿Sí? Pues yo pensé que usted era el diablo. -N o proceda á molestarse, niña ; como usted es tan flaca y tan larga y tan. ___ oscura está la madrugada. -A vos no te importa, indio alzado 1 -Y qué es la calentura de esta abuela? -¡Ah, negro atrevido ! Abre esa puerta! -V éanle el modo de mandar ! Yo abro á la hora que me dé la gana; á mí sí no me pones cartilla, vieja antipática y novelera. -Eh, y cómo es de grosero este bozo de cepillo. -Beata asquerosa! -¡Ah, demonio! Asió Mila de las "Delicias al pie del Altar," y las descua­dernó en la cara de su enemigo. -Miren esta condenada cómo me reventó las narices, bramó José, que así se limaba él, y la agarró por la melena cuando yá era casi de día y á tiempo que apareció el Párroco entre ellos. -¡ Suéltame ó te muerdo! - Tóma, vieja sin ergüenza! Y José le daba palmadas. -¿Qué es eso? gritó el Cura poniendo entre ellos el bas­tón y lanzando una carcajada. S apartaron en silencio. Después el sacristán, tirando albas y paños y vinajeras en profano desconcierto, decía: -Ella me las pagará! o hay sino que Nuestro Señor, el Padre y yo tenemos que soportar á todas las viejas "que deja­ron quemar el pan," y ayudar! s á cargar la cruz que los hom­bres les echan á cuestas. La pura verdad: es una solterona qu por hacerse á un hombr sería capaz de tirarse de la cúpu­la; y aunque venga su padre ó sus h rmanos y toda su paren­tela, lo dicho, dicho. -Ese hombre no se puede soportar, Padre : es un pícaro, le decía entr tanto Mila al Cura detrás de una columna; ¡y creyó el muy bribón que. __ - Ave María, hasta colorada me pongo 1 - Virgen Marí ! q u ' co a ! r spondió el sacerdote. Y á p ndré diqu á tántas demasías, y, Dios mediando, todo se arreglará. o volvieron á cambi r palabra stos dos enemigos, y aunque diariamente se rozaban en la sacristía y manoseaban los mismos objetos, se guardaban mutuamenle negro rencor, con todo y andar ambos muy comulgados diariamente. José se reía de ella, quitaba de aquí lo que la otra ponía y lo colocaba en otra parte; le desbarataba lo hecho y la ridiculizaba. Ella, á su vez, siempre que junto á él pasaba, escupía. Aqu llo era una gu rra implacable. Notó José que su enemi~a se arrodillaba diariamente y á la misma hora delante de una tmagen de la Virgen muy hermosa que llevaba en los brazos un chiquitín blondo y de ojillos azules. -¿Qué le pedirá á Nuestra Señora este engendro de Sa­tanás? dijo; espérate, niña mía, que si lo que deseas es un ma­rido, como lo creo, voy á interceder con la Virgen para que te mande un rey, y así saldaré la cuentecita que tenemos pen­diente. Otro día se colocó el irreverente sacristán detrás de la ima­gen, debajo del manto azul sembrado de estrellas aureas y aguardó allí á Mila, que no tardó en llegar y que arrodillada, después de unas cuántas salves, le habló así á la imagen: -Dónde está, Madre Santísima, eso que tánto te he pe­dido? Tráelo, Señora, que yo te lo pagaré con una túnica de raso azul. José, imitando la voz del niño, respondió: -Nó, mamita; no vayas á engañar á nadie con esta anti­güedad, alUlq.ue te ofrezca una custodia nuevecita. Mila conoció al instante á su enemigo oculto, y una idea asaltó su mente. -Señora, volvió á decir, soy muy rica, pero esa riqueza no eclipsa el tesoro de ternura que llevo en el alma, y todo se lo daré al que tú me señales. -¿Cualquiera que sea? preguntó el sacristán imitando la voz de la Virgen, á la vez que otro pensamiento extraño lo hacía desistir de la burla. · -Haz la prueba, Señora, respondió Mila. -Bueno, cásate con José. -Con José ! ¿cuál? ¿el sacristán? -Sí, ¿por qué te asombras? -Es que él me aborrece. -No lo creas; quizá tú á él. -Nó, Señora; yo no odio á nadie. -Entonces, cuenta con él y no me traigas tal túnica. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVISTA ILUSTRADA 95 Al otro día José retorciéndose el bozo cerrero y recortado, desde la puerta de la sacristía miraba, con descuido de sus obli­gaciones, á Mila que en esa mañana no había querido poner mano en nada y que, por un toque de novia lista se estaba por allá entre la multitud; pero, sus miradas topaban frecuente­mente con las de José, que echaba así sus cuentas: -Viéndola bien, ni fea es; francamente, yo no me había fijado en que es muy buena moza. -Cuánta razón tienen sus amigas en perseguirlo, pensaba Mila; lástima que tenga recortado el bigote, porque los ojos y la boca me gustan. Abandonó la beata aquella expresión feroz que había traí­do y la cambió por un mimo de niña contemplada ; cuando el amado desataba en el coro su voz de campana rajada, ella creía oír una flauta tañida por un pastor en noche de luna bajo el alero de una cabaña; pasaba él por delante del altar haciendo estudiada genuflexión, ella le concedía talante de gran señor y paso regio. Los sonrojos menudeaban por esas mejillas y los cuchicheos turbaban la paz de los santos rincones, hasta que del idilio de ~acristía resultó matrimonio. Y una mañana, á despecho de pa- Esto era ayer no mas; hoy, en los momentos en que damos los últimos retoques al número 6? de nuestra publicación, vemos pasar no interrumpida fila de portadoras de hermosas coronas fúnebres que han de ser colocadas sobre el túmulo de la que ayer no más fue el orgullo y la alegría de un hogar feliz. Cuán expresivo es el lenguaje inarticulado de las flores sobre las sienes de las novias y sobre el féretro de los muertos! La lluvia de magnolias, clemátidas, violetas y orquídeas con­tinúa por muchas horas. Bien merecía tántas flores quien siempre exhaló á su rededor como un perfume de gracia y de virtud. Formarán ellas una pirámide sobre la tumba de la esposa joven y á su turno se troncharán en medio del mudo ·diálogo que tienen en los cementerios los que yá saciaron el anhelo de saber la palabra del eterno enigma ___ _ La Prensa de "la capital, sin distinción de partidos políticos, se ha asociado en sentidos términos al duelo del señor General Reyes y de su distinguida familia; tomamos nosotros parte en sta condolencia, especialmente apenados de no volver ·á ver por la Calle Paláu, la esposa joven con aquella mirada: luminosa que el arte pudo arrancar á la obra implacable ·de la muerte, en el bello retrato que hoy publicamos. ·· HONDA. PUE TE SOBRE EL RÍO MAGDALEN , ACTUALMEN fE E C STRUCCTÓN rientes y amigos que miraban con asco aquella umon, se pr - sentó Mila á dar la mano al que yá era dueño del corazón. José, por su parte, rodeado de su rústica y aplanchada parent la, se esponjaba de gusto como el pavo de buen humor. Este matrimonio vivió feliz, pero ambos tenían un secreto que guardar: Jos~no confesó jamás á su mujer que la imagen de la Reina del Cielo había sido trinchera en aquel tiroteo de amor y, aunque Mila lo sabía, jamás se lo preguntó. ¿Hemos de agregar algo más sobre el libro del señor Velásquez ( Creemos que los amantes de la literatura patria, vista la muestra que de aquellas páginas les damos, se habrán de procurc1r la satisfacción de leer esa serie atractiva de cuadros de costumbres de la vida antioqueña. Nuestro per­sonal deseo y nuestro vaticinio también nos llevan á afir­mar que el autor de Al pie del Ruiz, sabrá obsequiarnos con nuevas y más artísticas obras de su pluma de poeta, de observador y de cariñoso amante del suelo antioqueño. * DOÑA SOFÍA ANGULO DE REYES - HABITABA en la misma calle donde se halla la redacción de este periódico y tal circunstancia nos permitía ad­mirar con frecu ncia aquella hermosa faz siempre animada por luminosa sonrisa que al pasar dejaba como un:1 estela de sim­patía. (Fotografía del joven aficionado Rafael C. Ariza). PEDRO MORALES PINO (NOTAS) M ORALES Pino tendrá, sobre poco más ó m.en<>s, 30 aitos. Es moreno, de tez india, de ojos claros y vivos. · La guitarra, entre sus dedos, gime, llora y se retuerce como una mujer enamorada. No sé de nadie- y· me jaeto de- haber oído mucha guitarra en mi vida - que rasguée con más gusto,­desenvoltura y sentimiento. Al oírle, en su cuarto de artista á lo Murger, recordaba yo las noches que pasé en Sevilla, en las tiendas de moutaiíeses, rodeado de hembras de rompe y rasga, libando cañas de manzanilla- ámbar derretido -entre los oles y las palmas que arrancaban á losjue~guístas el cante jondo, las peteneras y malagueñas de los cantaores, que brotaban como quejidos mezclados al temblor de las bandurrias y guitarras. __ _ ¡Oh, qué noches aquéllas, á orillas del Guadalquivir, im­pregnadas del olor de los naranjos y abrillantadas por una luna cuasi tropical ! Morales Pino es algo más que un simple tocador deban­dola: es un compositor de talento. Su Lz·ra Colombia1ta, en que late el alma dolorida de este pedazo de América, en que se oye como el lamento del indígena que va poco á poco desaparecien­do, es una pieza musical que revela en quien la compuso inne­gable temperamento artístico. Hay algo en ella de El Lamento del esclavo, de Espadero, el insigne y yá muerto compositor cu­bano. ¿Quién, al escuchar el hondo lirismo que se desprende, como un aroma, de la patética danza del músico colombiano, no se siente conmovido y suelta la imaginación sentimental por las regiones del ensueño sin fin? A la bandola de Morales Pino debo yo sugestiones artísti- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. REVISTA ILUsf:k.AüA cas, consuelos pasajeros, posturas de alma inefables. A par que acariciaba él su instrumento, absorto en el ruido sonoro que co­rría por las cuerdas como un escalofrío de ritmos, me acariciaba á mí, sin darme cuenta, las penas y amarguras que dormían en los rincones de mi corazón. . . . · Esa Cuba guerrera (marcha) no sonaba en mis oídos como himno bélico, que enciende la sangre y arrastra á la pelea. Al través de aquellas notas . sollozan tes, yo veía á mi pobre tierra empapada en sangre, humeante el caserío, famélico y en hara­pos al guajiro de la cottcetttración, y sobre este cuadro de muer­te y de miseria, levantarse la luna, triste, compasiva, besando con beso tierno y mudo el desolado paisaje antillano .... Nuestra música- me refiero á la americana -raras veces alcanza la tonalidad épica que pide metales y tambores. Somos hijos del fanatismo, mamamos leche de tiranía, y los pueblos que no conocen ni la libertad ni el derecho tienen que ser y son irremediablemente tristes. Así en el jarillo colombiano como en el punto criollo, gua­jiras, dicen en España, suena como un grito melancólico, el que lanzan Jos proscritos, los enfermos de ideal, los hambrientos de justicia ..•• FRAY CANDIL )( RICARDO MOROS DESPUÉS de siete años de ausencia en el extranjero ha re­gresado á la capital el distinguido artista con cuyo nombre encabezamos estas líneas. · Visitó Moros los museos de París, Roma y Madrid, y per­feccionó los conocimientos que había adquirido en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, al lado de distinguidos profesores de pintura en aquellas capitales. Engalanamos hoy nuestras columnas con un paisaje ejecu­tado por el artista en la campiña~ romana. Produce aquella obra, á pesar de sus pequeñas dimensiones y de la sencillez del tema, la más agradable emoción. Hay tánta frescura en el colorido del cuadro y tan rara seguridad en la ejecución, que el rayo de sol que por todas partes lo vivifica parece interpretado con piedras preciosas diluídas. El grabado no puede dar idea completa de este bello paisaje, cuyo mérito principal reside en el colorido. Para las personas aficionadas á la pintura que deseen ver un magnífico espécimen de los procedimientos técnicos y de las tendencias en el estilo que caracterizan la escuela modernísima de pintura, pueden venir á la agencia de nuestro periódico (59, Calle Paláu) eP donde se halla expuesta. Paciotti, crítico de arte italiano, al hablar de la LXX Espo­sizione del/a societá amatori é cultori del/a belle arte de Roma, se expresa así: "El número 36 es una buena cabeza pintada por Filipo Torti y el número 40 es una VUELTA DEL PRADO, por Ricardo Moros, poderoso paisaj@ de la vecindad de Subiaco: aparece allí un pastor guiando su rebaño en médio de una or­gía de sol." Abrirá Moros su taller de pintura en el número 140 de la cal1e 9~, y no dudamos que sus esfuerzos por llegar á dominar las grandes dificultades que presenta el estudio de la pintura, serán correspondidos por la culta sociedad bogotana con el en­cargo de obras que han de dejar colmadas las aspiraciones del más refinado gusto. )( LITERATURA NOCHE CLARA A Diego Uribe L A noche transparente, azul, serena En el hondo misterio del espacio Parece que medita, Y con lánguido ardor la 1 una llena Rutila como un globo de topacio Suspenso de la bóveda infinit:?.. Imperceptibles átomos de or.o En la atmósfera nítida chispean Y en el confin, que apenas se vislumbra, Como encendidos gestos serpentean Anaranjados lampos, Desgarrando la mística penumbra En que duerme el reposo de los campos. El mar gime á lo lejos; Tiembla su superficie, De la enfermiza luna á los reflejos, Con oriental molicie, Y soñolienta brisa, De yodo saturada, suave rueda Con ruido tenue de apagada risa Por la frondosa red de la arboleda Que cual oscura mancha se divisa. Como arañas de luz que se descuelgan, Las estrellas errantes En undívago hilo Se rompen fulgurantes Por el espacio diáfano y tranquilo .... Así son nuestras vidas: Chispas fugaces de lejano fuego, Que brillan breves horas y se apagan Para perderse en lo insondable luégo .... EMILIO BOBADILLA -*- LA MEDALLA DE CÉSAR A Pedro Carlos Manriqttt PARA que muestre el Calvo su faz á las edades, En oxidado bronce le copia la medalla Donde semeja un grifo de gigantesca talla Que desplumó las alas contra las tempestades; Ese laurel que ciñe fue el dón de mil ciudades Rendidas á sus huestes; esa vetusta malla Domó de Vercingétorix las iras, la muralla De Alesia, el negro Egipto, la raza de Milciades. Por el reverso alternan los trigos en gavilla Con las redondas fasces y la marcial cuchilla - Mellada, corta y ancha - que desató la muerte; Y al pie como talladas por áticos buriles, os dicen altas letras de itálicos perfiles: "A TI LA GLORIA, OH CÉSAR, EL INMORTAL Y EL FUERTE!" GUILLERMO V ÁLENCIA )( Bogotá, Octubre 1? de 1898 Señor Juan N. Paniagua, ecretario de la Sociedad Tipográfica. Tengo el honor de acusar á usted recibo de la atenta nota en la cual me comunica que la Sociedad Tipográfica se dignó felicitarme, por medio de una proposición, por haber funda-do la REVI TA ILUSTRADA en cuya edición se ha hecho práctico por primera vez en Colombia el nuevo arte del fotograbado, y me excita para que ingrese en el seno de esa Sociedad. Al aceptar tan honrosa. distinción y presentar mi agradeci­miento por el precioso estímulo que ella encierra, me permito llamar la atención de los señores socios, por el muy respetable crmducto de usted, al hecho de que mi compañero en la fund.{­ción de la Revista, señor D. Saturno Zapata, ha tenido parte importante en la introducción de este novísimo método tipo­gráfico, que ha causado una verdadera revolución en el arte de Gutenberg, y por consiguiente es de justicia que en los anales de la Sociedad Tipográfica de Bogotá quede constancia de est~ hecho. Con sentimientos de la más alta consideración soy del señor Secretario, atento seguro servidor, P. c. MANRIQUE De Popayán recibimos, yá en prensa este número, intere­santes fotografías relativas al centenario del prócer de la Inde­pendencia y notable hombre público, General Tomás Cipriano de Mosquera, que verán la luz pública en el próximo número de la Revista. Sampa 11-./ atiz - Bogotá.

Compartir este contenido

Revista Ilustrada: crónica, ciencias, artes, literatura, historia - N. 6

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

¡Disfruta más de la BDB!

Explora contenidos digitales de forma gratuita, crea tus propias colecciones, colabora y comparte con otros.

Afíliate

Selecciona las Colecciones en las que vas a añadir el contenido

Para consultar los contenidos añadidos busca la opción Tus colecciones en el menú principal o en Mi perfil.

Mis colecciones

Cargando colecciones

Compartir este contenido

Revista Ilustrada: crónica, ciencias, artes, literatura, historia - N. 5

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

¿Eliminar esta reseña?