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• ANo 1. Bogotá, 5 de junio de 1858. NUM. 23.
Revista.
Despues de la terrible sensacion causada en esta
ciudad por e l artículo de E1niro l{astos intitulado
los pe.pitos, que ha arrancado mas de un ()'rito de
enojo a ci e rtas damiselas i provocado mil bamenazas
de parte de Jos agraviados, la vida bogotana se
~a arrastrado p e rezosame nte por calles i salones,
~~n mayor interes i casi sin incidentes de ningun
Jenero. Se han c e l eb rado apénas aJgunos enlaces
matrimoniales, i continúan poni é ndose en juego
mil resortes ocultos para qu e aurnente la pesca conyugal,
que, segun el decir de los intelijentes, escaEea
de una manera alarmante.
Háblase :ya mucho de una socied"d anticelibataria
organizada recientemente aquí por varias señoras
con el fin de propagar el culto de Him e neo.
He aquí la d istribucion de sus empleos: Presid e nta
30 años, Vicep r esidenta 25, i Secretaria 16; segun
las esperanzas abrirá sus sesiones en e l próximo
julio.
La parte que se conoce de su progran1a es la
• • s1gu ten te:
Aumento progresivo e improporcionaJ de cri·
nolinas.
Libertad de amar.
Correspondencia inviolable.
Eleccion directa.
DisolubiliJad de corazones, &.•, & .•
Esta sociedad de carácter nuevo e n el pais, no
• • • • • en cuanto n pranct p1os, s1no en cuanto a organl-zacion,
abriga grandes esperanzas para el porvenir,
i se promete hacer grandes conq ui~tas en las próximas
.fie~tas de toros.
tas corrientes a los fondistas i confiteros i quedareis ....
tnas qu e escandalizados al ver la can'tidad de alcohol
que se consume en B ogotá diariamente.
Esto por Jo que hace al Jado masculino de la
cuestion. En el femenino la cosa anda peor i sá ..
ben lo bien las modistas i tenderos de raso 'sedas • • • ......... J
1 m1r1naqu es.
Pero se nos dirá que 1o mismo sucede en todos
los paises del mundo donde h !li poblaciones tan
nume rosas i civilizadas corno esta nu est ra ciudad
andina. Pero a eso contestatnos nosotros que en
esas ciudades hai otros recursos industrial es i mercantiles;
que no puede compararse la inrnovilidad
de Santafé con la ebullicion de Lima o la activi·
dad de L e an o Marse lla; que aquí saJo abundan
las papas, i eso .ninguna ~asecha, por rara que sea,
pasa df: producir $?0 , ~11 p~sos al ~ño ; que. no hai
1ndustr1as creadas ni hab1tos 1ndustr1al es de n1nguna
clase, pues ya ni doctores podemos hacer a nuestros
hijos porqu~ están abolidos los tí tu los; i que, como
consecuenc1a natural de todo eso, empiezan a desa·
rrollarse las industrias de una man e ra alarmante
porque entre la n ecesidad de gaEtar i no tener qu~
gnstar , es preciso probar fortuna por t odos los caminos
imajinables.
En vista de tanta i tanta calamidad, nosotros nos
atreveríamos a aconsejar a nue .... tras damas, ya que
son tan dóciles como b e lins, que, léj os de ponerse
al frente de la moda i del luj o, los re chazaran como
un azote de la sociedad, i fueran tan sencillas i
eco nómicas en el v estir, como senciJJas son en s us
• • • 1 • sentun1eutos 1 econo1n1cas en sus fa vares.
Las linJas no n ecesi tan de adorn os, i las feas
quedan horribles con eltos.
Celebróse el Corpus como de costumbre, esto
es, con altares, arcos i tapices en Jos balcones de la
calle del Comercio. Hubo zambra, frutas acarame·
ladas i vestidos nuevos para niños i criadas. Exhibiéronse
cuadros sagrados i profanos en las puertas
de_ las tiendas; hubo procesion , de santos que habrian
puesto a prueba el estomago artístico de
Benvenuto Cellini i de Canova, i todo concluyó
a hora de medio dia.
'l'u vimos tambie n funcion dramática, que fu e
mui aplaudida, i que se repetirá e l domingo. F e licitatnos
a la señorita Rodrígu e z por e l exito que
obtuvo e n la represe ntacion; el tiernpo i sudocllidad
al fin le están preparando los grandes triunfos
a que es acreedora por su consagrat;ion.
I a propósito de esto, parécenos que tendremos dos
fiestas: la~ de la plaza de Bolívar i las de la plazuela
de San Victorino. Tendremos, pues, ocasion
oportuna de desplegar toda la magnificencia de
nuestro lujo bogotano. Ese lujo que todos vemos,
pero que nadie se esplica porqué se pierde en Jos
antros ose u ros del misterio, en los secretos de la
duda, en Jas rejiones mismas del in1posible. Bueno
que arrastre tercio pelo la hija del ca pi tal ista, i
ro1npa charol i arrugue guantes el nene que mandan
los Estados a educar a la capital ; todo eso al
fin se comprende. Pero que Jo gaste Ja huérfana
sin herencia, el cornabacete dependiente con $ 25
al tnes, el lechuguino sin oficio, i tanto príncipe
de los Portales, sin mas gracia que la de consumirse
él misn1o i consumir a los demas de una manera
perman ente e improductiva, cosa es de pen-sar
en brujas, i de decir como el famoso predicador Observaciones criticas.
aquel: "Amados oyentes, ya os he dicho i ahora (ARTiCULO CUARTo.)
os repito que no hai brujas; el Evanjelio i los sa- Creemos haber demostrado ya, aunque indirecta-grados
testas nos prohiben creer en ellas; pero las mente, que el seYíor Villergas no tiene las dotes
hai, porque yo las he visto!" que algunos pensaron encontrar en él para hacer el
Recorred una a una todas nuestras pesebreras exámen de Jos poetas españoles contemporáneos; i
de brutos de a cuatro piés, i hallareis mas de 600 ahora agregamos, que otro de sus muchos defectos
caballo~ de a $ 300 pesos unos con otros, que cau· como crítico, es la ninguna fijeza en sus opiniones
san un gasto a sus dueños de $7,200 mensuales literarias.
en manutencion i herraduras; pedid sus libros de "El ENcUBIERTO DE VALENCIA, dice hablando
crédito a los sa~tres, zapateros i peluqueros, i vereis de las obras de García Gutiérrez, es en mi concepto
como el nctivo (pasivo dijéramos ntejor) de esas ? el p1·imero d~ /o$ dramas modernos despue$ del TRo·
ofieinas monta a sumas enorme!! Pedid su~ cuen- ' v ADOR.. ,,
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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18~ BIBLIOTECA DE SE~ORI1, AS.
1 e n otr a parte :
"El dram a Lo s A1\IANTE S DE TERUEL no es la
obra de un g r a n p oe tn ; p ero es el pri1nero de nues·
tros rlra1nas ?noclernos despues de l 'l,ROVADOR ."
N osotros no co n oce mos e l ENe · nrE RTO DE V AI.. EN·
C IA; pero c r ee mos que con dificultad pueda igua la r
a l o~ A1\IA~TES DE TERU EL, primero, por su esc oj ida
ve rslficacion; segundo, p or e l pro di j i o qu e o bró
H a rt ze nbu sc h h ac ie ndo d e un t e tna t a n popular i
obligad o com o el de " L os amantes d e T e ruc l, , un
dr am a q u e llegára a int e r esar tanto con1o ha intere·
sad o este .
M ucho pue d e c onoce r el idioma caste llano Garc
ía G uti é rre z, i muchas tambi e n pu e de n ser sus
c u a l idade s dramáti c as; p e ro apé nas prodrá produ·
c ir r asgos como e l si g ui e nte :
D. 1\ll .ARTIN. D o n P e dro S eg ura, seais bien venido.
D. P EDRo. N obl e don 1\lartin Garces d e Marsilla,
D.
D.
D.
D.
D.
S a lud os d ese o : t omad es a silla,
Qu e m e l1ab c is halJ a do d es ape rcibido.
(Ci ñ ese la espad a : que es t a ba sobre la mesa.)
D e vues tra d o le ncia nuevas he tenicio,
MARTIN.
P EDRO .
l\1 ART I N .
P EDRO.
MAitT IN .
i C ó mo e stáis~
D e l tod o r e pu esto
N , o se ••••
Domin g o C e lada ••••
Fue rte h o mbre es a fe !
Puos si e n1pr c a la barra le gano e J part
id o.
D. PEDRo. A s í os quiero yo. Conmigo venid:
Vamos a la orilla d e l Guadalaviar.
D. MARTIN. D on Pedro, yo os tengo prim e ro de
hablar.
D. PEDRO. Hablemos sentados. Ea pues, decid.
( S ié ntanse. )
D. M ARTIN. Fué de nu es tro du e lo causa ••••
D. PEDRO. P ermitid
Que yo os la recuerde. Vuestro labio
dijo
Qu e por mi codicia llorábais un hijo.
D e honor es la injuria, precisa la lid.
D. MARTlN. i Me juzgais cobarde?
D. PEDRO. Si cre yera tal,
Don Pedro S egura, con vos no lidiara.
D. MARTIN. Jamas al peligro he vuelto la cara.
D. PEDRo. Si, nuestro combate puede ser igual.
D. MARTIN. Será por lo n1isn1o ••••
D. PEDRO. Sangriento, mortal.
Ha de perecer uno de los dos.
Es imposible manejar m ejor el diálogo, ni hacerJo
mas ad ec uado a la época i a las circunstancias.
Con e fec to, no se sabe qué admirar mas aquí, si el
repos ado contin ente d e Jos dos adversarios, lo hidalgo
d e sus palabras, o e l sabor antiguo i escojido de
t oda la esce na. Escribir así e s conocer el teatro.
Qu ~ dife re ncia entre este diálogo i el puesto por
Zorrilla e n boca de don Pedro i don Fadrique ante
la ti e nda de Mosen Beltran ! Aquel parece una
p e nd e ncia entre dos verduleras.
La escena 2. a de la jornada l. a del TROVADoR,
citada siempre como una cosa acabada, no es en
nuestro concepto superior a esta; i casi puede decirse
que todo su secreto está en Ja famosa cuarteta
aquella:
Al campo, don Nuño, voi, ·
Donde probar os espero
Que si vos sois caballero. • • • ~
Caballero tambien soi. <
Tan 011ortunamente colocada en boca de Manrique. ~
P or este i otros puntos de bondad de los dramas
e l1,ROVADO R i los Ar.rANTES DE TERUEL, ~e pu ed e
ve nir e n la s uperi o ridad d e l segundo r e specto u e l
E NcUB I ERTO DE VALENCIA; a pes ar de la opinion
c ontradic toria del se ñ or Villc rg a s .
P e r o t odavía se nota ma s la falta de fijeza de
ide as d e este suj e to e n lo que respe c ta a las c ríti cas
qu e h a ce a Martin e z de la Rosa, por lo insípido de
s us v ersos i la n1 edianía de su prosa; i las que hace
al duque d e Rívas i a O choa p o r su romanticismo.
De donde deducimos noso tros qne aJ señor Viller·
g as n o Je gustan ninguna de las dos escuelas, clásica
i romántica; pu es to que censura Ja una en unos
e scritor es, i la otra en otros.
C ó rno negar que la poesía de 1\Iartínez de la
Rosa e s una poes ía glac ial 1 Pero este no es un
d efe cto peculiar de este cé le bre literato espafiol,
sino e l carác ter, mas bien, d e la escuela literaria a
qu e p erte n e ce, co sa en que no se ha fijado el señor
Vill e rgas.
Frios , mui fríos, son Jos versos de Martínez de la
Rosa, como frios, mui fríos, son los de Lista i demas
po etas ante riores al renacimiento de las letras en
España; qu e en el liri s mo nunca quisi eron aban·
do nar las faldas de H e li cona, hasta cie rto punto
ernb ell ec id a s con los d es poj os d e l Olimpo; i en la
e p ope ya i en e l dran1a aju staron sie1npre su p e nsa·
mi e nt o a las reg las aristotélicas; sin que nunca,
c on justicia, se pue da hacer r esponsable a u no solo
d e e llos de los multiplicados de fectos del gusto lite·
rario de aquel entó nc e s olvidado.
Critica el señor VilJ e rgas la primera estrofa del
fragmento é pico de Martínez de la Rosa, que dice:
En el soberbio alcázar mahometano,
D e l p é rfido Boabdil d ejado apé nas
Cuando cayó del trono soberano
Despeñado a las J íbicas arenas,
Reposaba el caudillo castellano
Dando treg ua de l mando a las faenas;
1 ya batiendo el sueño el ala grave
Le rociaba con bálsamo suave •
Tiene razon el señor ViJlergas cuando dice
que no encuentra en e~ta octava toda la robustez
que debiera tener, atendido a que es la primera de
un po e ma, i de un poema a que ha consagrado
l.Vfartín e z de la Rosa muchos de los años de su larga
i estudiosa existencia; sí, tiene razon, la trompa
épica debió ser tocada con mas arranque i maestría
al principio del canto primero, en el que, indudable·
mente, todos Jos autores pugnan por captarse las
simpatías del lector, para que los acompañe en los
posteriores ; pero no Ja ti e ne en cuanto a hallar defectuoso
el que se dé a el ala del sueño el calificati·
vo de grave, esto es, pesada, porque él le cuadra
perfecta mente.
Por qué no citó el señor Villergas estas o seme-jantes
eStrofas del mismo fragmento 'l ,
Temblaron los magníficos salones,
De mármol, oro i nácar fabricados,
Con versos i amorosas inscripciones
Cual filigrana arábiga labrados;
Crujieron los soberbios artesones
En cien i cien columnas sustentados,
Arrancándose al ímpetu violento
Los mosáicos del rico pavimento.
••••••••••••••••••••••••••
Mira a Colon, del vi~nto combatido,
Con pocas naves, náufragas i solas,
•
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BIBLIOTECA DE SEnORIT AS. 183
En no surcado nlar desconocido,
Romper el seno a las hinchadas olas:
El ''alladar de A lcídes destruido,
Ensancharse las costas españolas;
1, cediendo a su esfuerzo s1n segundo,
Crecer los mares i doblarse el mundo.
Estas estrofas no están impregnadas de ncolojismos,
pero nada tienen de censurables; i de estas i
de otras mejores está Jleno el fragmento épico de
Martínez de la Rosa, que tan bastardo i falto de
sentido parece al señor Villergas, apoyado en la
sinrazon en que sobreabunda siempre.
Nosotros no lo negamos; las poesías de Martí·
nez de la Rosa, como las de todos los clásicos espafíoles,
están plagadas de prosaísmos; pero lo repe ..
timos, este.no es un defecto peculiar de sem ejante
autor.
Para probarlo, vamos a abrir, al acaso, un tomo
de versos de Lista, que tenemos a la mano.
Lo hemos abierto en la pájina 122 Leemos:
V en suspirado m a yo ••••
Las Pléyades lluviosas ••••
El ábrego invernal • •••
En la 316:
Si quieres ver, Zaide amigo,
Todo el cielo en una belJa,
l competirse hermanadas
Bondad, gracia i jentileza ;
No faltarás esta tarde ••••
En la285:
Dulce esperanza, del prestijio amada,
Pródiga siempre ••••
En la 375:
Como niño en sala oscura • •••
Pero basta: la escuela clásica no solo se permite
estas licencias de mal gusto, sino que tiene el don
de espresar, con las mismas palabras de la romántica,
sus ideas de una manera tal, que les da a todas
un jiro detestable, por lo que en la mayor parte de
8US composiciones en verso, no queda mas que el
matraqueo de la rima i lo desagradable deJa forma.
El señor Villergas no ha sabido decirnos esto 1
contentándose con achacar a Martínez de la Rosa
lo que es propio de una época i de infinidad de es·
critores. Pero si el señor Villergas no acepta el clasicismo
por hallarlo insípido, que acepte el romanticismo,
que lo encontrará jugoso i grato a su esqui ..
sito paladar literario.. 1 ~i no Jo acepta tampoco,
como parece no aceptarlo, entónces que funde la
escuela a que se debe pertenecer, i no nos deje en
el aire. Siendo Jo mejor de todo, que aprecie debidamente
los hechos i Jas circunstancias; que sea un
poco 1nas imparcial, i no nos ponga en el caso de
recordarle el dicho aquel de ''dejó Frai Jerundio
los estudios de cachifa i metióse a predicador," que
podriamos aplicarle con visos de oportunidad.
Cerca de diez i ocho o veinte son los poetas que
juzga el señor Villergas en sus artículos Poetas
~spañoles contemporáneos, i de estos solo cinco ( Aiguals
de lzco i Hartzenbusch,sus amigos, Lafuente,
García Gutiérrez i Breton) salen bien librados; en
cuanto a los demas, no solo es un crítico severo, sino
que es un hombre indelicado. No faltaba mas, sino . . . ......... 41ue gastase un escritor veinte o tretnta anos en
formarse, viajando i estudiando para alcanzar una
buena reputacion, i que al cabo de la jornada viniese
otro como el seí'ior Villergas con mas vanidad
propia, gu sentimunto de justicia, i diera al traste
eon eaa reputacion, solo con una plun¿ada i tot& una
osad·ía tan grane/e co1no su ignorancia. Sí, no faltaba
mas: el talento i el mérito bajarían Ja frente
ante la avilantez; i la república de las letras cual
otra Roma prústituida, se veria tan solo ensefio;·eada
por !os Calígu las i e rones, altivos con los víctores
de los necios, i satisfechos con su obra.
El mercader de Bassora, o el
anillo májico.
Hace muchos años que vivia en la ciudad de
Bassora un menestral h onrado e industrioso llamado
Bonbec. 'l., enia un hiJO de nombre Conloffe, a
quien habia educado con la mayor ternura hasta
donde lo permitieron sus facultades. A 1n edida que
crecia el jóven, sus progresos remuneraban los esfuerzos
de su padre, i su amable carácter mitigaba
la ansiedad de este, quien habia juntado una suma
suficiente para sostener su familia con decencia, i
para ponerle en capacidad de dejar a su hijo los medios
de adquirir riqueza i consideraciones.
Conloffe, que se entregaba al retiro i a la r efleccion,
n1editaba en sus momentos de soledad sobre
las acciones de los hombres, al v e rlas manifestarse en
el curso de sus ocupaciones diarias. Él veia que los
mercaderes se defraudaban Jos unos a los otros. cuando
podian hacerlo sin ser dese u biertos; que e.l Cadí
no era inaccesible a la corrupcion, i que el Califa
mtsmo, vice-jerente del Profeta, estaba rodeado de
cortesanos falsos e interesados, c uyos informes cegaban
al monarca i le tapaban los oidos, i cuyas maquinaciones
encenagaban Jas fuentes de la justicia.
"Oh ! santo Mahoma!,, solía esclamar, ':si tu sie rvo
no tuvi e ra sino un átomo de tu poder i un rayo
de tu intelijencia, cómo pondria al descubierto a
estos creyentes hipócritas!,
En esta época Jlegó una caravana a Bassora.
Los que la componian habian estado dos años ausentes
de Ja ciudad, i durnnte este tiempo habian
dado una estensa vuelta en su viaje a )a Meca i a
su regreso de ella, i encontrado muchas otras compañías
que viajaban por el desierto. Traían consigo
las perlas, Jos perfumes, i fas sedas de Arabia;
los delicados tisús de Cachemira, i los tesoros brillantes
de Ormus. Venian con eJ los muchos filó so ..
fos que viajaban para observar el jénero humano, i
enriquecer su pais con las observaciones que r ecojian
en las rejiones que visitaban.
Conloffe se ocupó varios dias en comerciar con
estos mercaderes, i en el curso de sus negocios, atrajo
frecuentemente su atencion u na cotnpañia de dervises
que habian llegado con la caravana, i conversaban
en el mercado sobre el estado de la ciudad, i
otras rosas que habian visto. A Conloffe l e pareció
que uno de ellos se fijaba particularmente en
él: era un anciano Yenerable cuyos cabellos blancos
manifestaban lo avanzado de su edad; pero cuyas
facciones no habian perdido su lozanía. 'Tenia
los ojos pardos, i centetlantes de intelijencia, i apo·
yándose en su báculo, miraba el tumulto bulli cioso
al rededor suyo, con el aire de aquel que ha visto
la humanidad en todos sus diferentes aspectos i ac•
titudes.
Sorprendieron un dia Jos dervises a Conloffe adelantándose
ácia él, i el anciano, midiéndolo de piés
a cabeza con una mirada fija, le mandó que le siguiese.
Conlotfe se inclinó i obedeció en silencio
al dervis, que caminaba con paso firme i apresurado
por las calles i suburbios de la ciudad, i al fin
•
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• 184 BIBLIOTECA DE SE:&ORI'r AS .
llegaron n una planicie a c uya estremidad bajaron
a un va} le profundo _i_ll eno de verdura. Crecia nquí
una solitaria palma Jiga ntesca, a cuyo pié murmu·
raba un arroyuelo clarísimo. El dervis se sen tó allí,
i dirijiéndose a su ansioso co mpañe ro, l e dijo: e: Un
siglo hace que na cí yo en e te sitio, que está ahora
corr1o estaba entónces, miéntras que las revoluciones
han conmovido Jos imperios i arrasado las ciudades
mas podero ~ as. De este valle yo no sal <.Iré
yé.t mas, porque AzrneJ ha recibido su comision, i
ya oigo el ruido de s u s alas. De to dos los descubrimientos
de una vida e mpl e ada e n c xarninar la natural
za de los hombres, l os j é nios i los ánj e le s, i
en investigar los miste rios de la creacion, esta sortija
qu e ll e vo en el d e do, es el de mas valor i el mas
peligroso. EJJa ti e n e Ja virtud de hacerlo a uno in·
visible, voltPando e l diamante ácia la palma de la
mano. La Provid e ncia, que os ha puesto e n mi sendero,
os ha de s linado desde el principio d e l tie mpo
a hereda r este Jegado n1 á jico, por cuyo medio pode is
hacer mucho bien, o atraer la desgracia sobre vos i
los de mas, segun que la prudencia os guíe, o que
Jn t e tne ridad i la pasion os prec ipiten. Hallareis, oh
hijo mi o! que t encis de eos que hasta aquí han esta
do sepu l tados e n vuestro corazon: de la 1nisma manera
que estnba esta joya e n e l inflamado centro de
la ti err a, ante de que yo bajase a la tr e menda caverna
de la cual la saqué. Mi hora ha ll egado ya.
Sed cauto i discreto, i r ec ibid est e legado; e nte rradm
e a la sombra d e este paJm e ro dond e mi rnadre
si ntió por mi ca u sa Jos dolores ele muj e r. Ahí, en
su última 1nornda, ya sea que mi alma esté. desti·
nada a reanimar otra masa, ya sea qu e pase al mun·
do de l os cs píri tus i a la cotn u nion d e l Pro fe ta, ahí
yacerá t odo lo qu e c ntónc e s qn e de de la sabiduría
i Ja fama d e J d e rvis Atalmulc."
El anciano s e recostó contra el palm e ro, cerró los
párpados i no volvió a emitir sonido alg uno. ConJoffe
le puso la mano sobre e l corazon, p e ro estebabia
d ejado de Jatir. Con respeto profundo cavó la
ti e rra ul rededor del palmero, envolvió al dervis en
su largo manto, le colocó en la tumba que él babia
escojido, i, tapando el hoyo, marcó bien Ja situacion
del valle i dirijió sus pasos ácia Ja ciudad.
Lanzaba el sol sus últimos rayos dorados sobre
la llanura, cuando Jos ojos de AtaJmulc se cerraron
al sueño eterno ; i, al atravesar Conlotfe aquella,
las son1 bras inciertas se espesaban en torno suyo.
No obstante, él alcanzó a ver a la distancia dos hom·
bres que se movian con pasos cautelosos, i que iban
al parecer ~argados; determinando probar Ja virtud
de su sort:ja, volvió el diamante para adentro i se
ad e lantó ácia ellos. Su conducta le probó que uo Je
habían visto, i continuó observando sus movimientos.
N o tó luego que eran esc)a,ros, i que ll e vaban
una caja con estremo cuidado. Cuando IJegaron al
ceatro d e la llanura, miraron al rededor con grande
ansiedad, i, no percibiendo cerca objeto aJguno,
comenzaron a remover la arena hasta que hallaron
una puerta de hierro, alzando la cual i encendiendo
una luz, entraron por aquella ocultando esta.
A Conloffe, que los siguió, no vió sino una pequefta
escavacion cuadrada, en la que los dos esc)av()s depositnron
la caja, e inmediatamente abandonaron
el Ju g nr, no sin haber vuelto a tapar la cueva. Conl
o ffe se apoderó de los materiales con que Jos escla·
vos habiau encendido el cirio, i los observó hasta
que se le perdieron en la oscuridad. Preparándose
] u ego para vol ver a exnrninar el lugar: •' La inocen·
•
cia," dijo, "no gust~ d ~ todo este mi s t e rio ; hai algo
malo en este negoc1o, t Alá quiere que yo lo descu·
bra." Haciendo estas refleccion es, volvió a entrar
al subterráneo, r ompió Ja caja con m cho trabajo,
i su vis ta se cleslutnbró con el espl endor de las joyns
n1as g ranel es i mas brillantes que jamas había
visto. Sus ojos chi peaban de alegria al ver este te ..
soro delante de él. "Era," se decía, ''la dote destinada
para la hija del :r ran Califa, o la de s u reina
Zodiede.'' Pero él refrenó aJgun tanto su gozo, porque
Ja conciencia l e decía que no t enia nin gu n der
echo a Jo que veía. Eran bien s de otro Jos que
é l anhe laba apropiarse; i "sinembargo,'' esclamó,
'' i porqu é tanta ansie dad si ha sido ganado honradamente
? No; es probable que este sea e l precio
d e l crímen; tal vez ha sido robado a algun cornerciante
desgraciado, o arrancado por los marchitos
d e dos de la avaricia, o Ja garra de hi e rro de la tiranía,
a la miseria muribunda de hambre, o a la esclavitud
sin es pe ranza., Tornó lu ego a mirar el
t eso ro, i, alzando la caja pre ciosa, saf i ó deJa cueva,
cerró la entrada, i se e ncaminó a la ciudad. Cuando
ya tocaba e l confin de la IJanura, la conciencia Je
dijo otra v ez, que, c u alesquie r a que fuesen los m edios
por l os cua les l as joyas habian sido adquiridas,
é l no t en ia mas derech o a e llas qu e otro hombre
cualquiera, i que se hac ia culpable de un críme n,
tan grande, a lo m é nos, como e l de sus poseedores.
En consec uencia, su primer impulso fuP, el de regresar;
p e ro r e fi e ccionando que los ladrones estaban
en atisba, i qu e, aunque él mismo e ra invisibl e,
no p odia abrir la cueva sin ser observado; "Guardaré,"
dijo, " este t eso ro como un depósito sagrado,
hasta que se descubra a su du e ño l ejítimo. '' Acallando
de esta man e ra la voz profunda que le hablaba
interiormente, volvió a su casa sin ser notado,
i aseg uró s u presa en un oculto apose nto, saliendo
lu ego a vagar por Jas calles de la ciudad en
busca de nuevas aventuras.
Al pasar por las calles, atrajo su atencion una
gran multitud apiñada en la puerta de la casa del
Cadí. Escitóse su curiosidad al mirar tnl muchedumbre
en hora tan desusadtt; penetró por entre el
populacho hasta el sa Ion donde se administraba la
justicia, i alcanzó a ver a un hombre que se retorcia
las tnanos i arrancaba el cabello, con tal espresion
de dolor que reusaba todo consuelo. " Hija
mia ! hija rnia P' esclamaba, " el villano ha arruinado
a mi hija i la dejará perecer., ~'Se ha buscado
empleando todos Jos medios posibles, señor," dijo
el Cadí, "maifana se renovarán nuestrns pesquisas,
i entre tanto se doblará la guardia de las puertas
de Ja ciudad.'' Despues de muchas imprecaciones
vehementes i arranques de dolor, despidióse el
mercader, dispersándose Ja turba.
Conloffe siguió al estranjero hasta que estuvieron
libres de toda observacion, i dándosele
a conocer, Je dijo: que él babia oido sus quejas
i que podria ser le de alguna utilidad. "Mi
non1bre~, dijo el mercader, "es Mirgehan, soi
de Darnasco, i siguiendo el curso de mis negocios
comerciales, me preparaba a emprender un viaje
a esta ciudad. Un pícaro viejo, a quien babia
creído mi ami g o, se aprovechó del bullicio de mis
asuntos, i me robó mi hija, orgullo i esperanza de
mi vejez, juntatnente con todos mis tesoros, que babia
convertido yo en joyas para que fuese mas fácil
trasportarlos. Juntóse luego con la caravana que
ha llegado últimamente a:e!ta ciudad, tomó mi nom-
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. 185
bre, i l1a representado n1i persona en un todo. Yo d~lluciente peinado; i la deslumbradora neglijenJe
seguí tan pronto como supe su negra traicion, i c1a con que se desplegaban ~us perfecciones en toda
llegué a Bassora despues de murhos peligros en el su plenitud voluptuosa, vino a completar e l hechitránsito,
i de haber sido atacado por unos ladrones zo que arroba ha al 1nu s ulman. "Esta, ,, dijo Cotras se l.e habian reventa~o; i que, en suma, fué
b1en calculada para esclavizar al caballero, st Ja así que v1no a hacerse em1nente en el arte.
musica ... hub1era podi.do triunfar ~e su. valor moral. . ~in el!l?ar~o, la figura i la ejecucion de Paga~
n Ja opera de Prectosa, la rn~s hJera 1 la ~nas gra- ntni cast JUStJ~caban la credulidad que dió oríjcn
c1osa tal vez de las produrc1on e s de Weber, no a e~tos rnaravlllosos cuentos. Su rostro atezado, ·
puede h~ber, ~~da mas agradabl.~ que. el soni~o el desgreño de su negra cabeJlera, sus largos demarcado
1 enerJlCO de la danza Jltana, 1 el esttlo dos, sus estraños modales, todo en él tenía algo sorespañol
de In música, espresando el sonido del za- prendente i grotesco; i luego, cuando tocaba, parepateo
de Jos piés. cía que estaba lidiando con algun animal feroz, es-
U na de sus obras mas cientificas fué el Eu1·yan- forzándose, despedazando, i por último venciendo.
to, su última ópera; pero los alemanes mismos son Los pr~fe~o~es de música qu~ le escu~haban, si
mas especialmente entusiastas respecto de Ja mú- no era~ Vlollnist~s, daban gracu~s ?1 C1elo. de no
si ca que puso W éber a las canciones de Korner, haber 1~te~1tado Jam~s el aprend1zaJe de t_al_Jnstrusu
distinguido poeta. mento; 1, s1 1o eran, t~raban al su~ lo Jos vtol1nes en
W éber fué hombre de carácter amable modesto completa desesper8cJon. 1 hab1éndosele roto, en
reservado en sus modales i de costumbre~ domésti~ cierta oeasion, una de las cuerdas del -violin, hubo
cas. ' entre Jos demas ejecutantes un ímpetu furioso para
En cuanto a Rossini, habria sido difícil formar apoderarse _de ~lla, i !ll fin .la dividie_ro~ entre sí coun
juicio concienzudo de él, cuando sus obras es- mo u~a rel•qtna de lmposJ.ble aprectacto~.
taban deleitando a la Europa; cuaNdo por sus pro· Es ~~~udabl.e q~e, en tlen1pos menos 1_lustrados,
ducciones brillantes i deslumbradoras, no solamen- P~g.anJnl habrut s!d?. colocado entre Jos
Citación recomendada (normas APA)
"Biblioteca de Señoritas - Año I N. 23", -:-, 1858. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2094788/), el día 2025-05-20.