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Boletín Militar de Colombia
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¡ ORG!NO DEL MINISTERIO DE GUERR! Y DEL EJÉRCITO l
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PueiU muv bier' •uceder que nueatro reapeto tf toda• la• conlltccwnea, wenga 4 ,arar .,. la
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ESRIQ.UE SI&NKIEWICZ
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Oficial =
DECRETO N MER 258 D ~. 1903
(FEBRERO 25 )
por el c ual se hace un nomb ram ie n to
El Viuprtsidmte de la República, encarg ado del Poder E.JecuJiv •,
DECRETA
Artículo único. N6mbrase al Sr. Ciro Castañeda Ayudante de
la Sección 3.• de la Intendencia General del Ejército, en la vacante
qne de j6 el Sr. Joaquín Toledo, con anterioridad del 17 de los
corrientes, fecha desde la cual viene prestando sus servicios.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á. 25 de Febrero de 15)03 -
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, . \. V .Ásouxz Coso
DECRETO NUMERO 259 DE 1903
(FEBRERO 25)
por el cual se reconoce un grado
El Vicepresi'dmlt de la Repúblz'ca, encargado del Poder Ejeculi'v•,
DJtCR.ltTA
Artículo único. Recon6cese al Teniente Coronel Pablo G.
Rubio el grado de Coronel efectivo á que fue ascendido por el
SJtRIK IV-TOllO 1-19
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'- 290 _J
Jefe Civil y Militar del Departamento del Tolima, por Decreto·
número 14-6, de 23 de Abril de 1901.
§. Dése cuenta al Honorable Senado en sus próximas sesiones,.
para los efectos constitucionales.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 25 de Febrero de 1903.
]OSE MANUEL MARROQUIN.
El Ministro de Guerra, A. V ÁsQuxz Co•o
DECRETO NUMERO 262 DE 1903
(FEBRERO 2 5)
por el cual se hacen dos nombramientos
El Vt'cepruidmle de la Reptiblica, encargado del Poder EjtctJitil~,
DECRET.A
Artículo único. Hácense Jos siguientes nombramientos :
Médico Ayudante de ]a Inspección Médica del Ejército, al Dr.
Abraham Salgar, asimilado á Coronel para los efectos fiscales.
Vacunador oficial del Ejército al Sr. Efraím Casas Fernández.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bo2"otá, á 25 de Febrero de 1903.
]OSE MANUEL MARROQUIN
El 1t1inistro de Guerra, ALFREDO V ÁsQUEZ CoBo.
DECRETO NU~IERO 263 DE 1903
(FEBRERO 25)
por el cual se elimina un empleo
El Vii:tprtst'dmll dt la República, mcargado dd Poder ./!.,'jecuHvn,
CONSIDERANDO
Que con motivo de la terminación de la guerra han cesado
las circunstancias que motivaron la creación de la segunda Subsecretaría
en el Ministerio de Guerra,
DECRETA
Artículo único. Derógase el Decreto número 1001 de 1901,_
por el cual se crea el empleo de 2.0 Subsecretario de Guerra.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 25 de Febrero de 1903.
JOSE 1IANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gobierno, encargado del Despacho de Hacienda,
ARISTIDRS FERNÁNDEZ- El Ministro de Guerra, ALFRIDO
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\...._ 291 _)
V ÁsQuxz Cono-El Ministro del Tesoro, encargado del Despacho
de Relaciones Exteriores, FRANCisco MRNDOZA P.-El Ministro de
Instrucción Pública, JosÉ JoAQUÍN CASAS
DECRETO NUMERO 264 DE 1903
(FEBRl!:RO 26)
por el cual se hacen dos nombramientos en interinidad
El Vú:tpresidmle de la República, encargado del Poder Ejecutivo,.
DECRETA
Art. 1.0 Nómbrase interinamente Subsecretario de Guerra a]
Sr. Dr. Javier Tobar.
Art. 2. 0 Nómbrase asimismo interinamente al Sr. Luis Carlos
Corral, Intendente General del Ejército.
Comuníquese y publfquese.
Dado en Bogotá, á 26 de Febrero de 1903.
JO E M NUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, ALFREDO V ÁsQUEZ CoBo
DECRETO NUMERO 266 DE 1903
(FEBRERO 26)
por el cual se hace un nombramiento
El Vicepresüienle de la Rep!Íbb'ca, mcargado dtl Poder Ejeculi'IJo,.
DECRETA
Artículo único. Nóml>rase al General Cristóbal Urdaneta Jefe
de Estado Mayor General del Ejército de Antioquia.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 26 de Febrero de 1903.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, Ar.FREoo V ÁsQUEz Cono
DECRETO NUMERO 282 DE 1903
(MARZO 2)
por el cual se declara insubsistente un nombramiento y se hace otro
El Vicepresz"denle de la ReptÍblzca, encargado del Poder Ejewlw~,
DECRETA
Artkulo único. Declárase insubsistente el nombramiento bebo
en el Sr. Timoteo Gutiérrez para Síndice del Hospital Militar
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\.._ 292 _)
de La Mesa, y nómbrase en su reemplazo al Sr. Fernando Balcázar.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 2 de Marzo de 1903.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, ALFREDO V ÁsQuEz Coao
DECRETO NUMERO 303 DE 1903
(MARZO 6)
por el cual se reorganiza el Hospital Militar Central
.El Vietpresidenlt dt la RepúbHca, mcargado del Poder .E.fe,utiv~,
n ·ECRETA
Art. 1. 0 Los empleados 1el Hospital Militar Central de esta
ciudad devengan sus sueldos desde el 1.0 de Enero del presente
año conforme á las asimilaciones que tienen actualmente y con las
asignaciones que fija el Decreto número 87 de 26 de Enero de
1903 á los individuos del Ejército.
Art. 2.0 Desde el día 15 del presente mes el personal de empleados
de dicho Hospital será el siguiente, con las asimilaciones
que se expresan en seguida :
Un ~1édico Jefe, asimilado á General de División;
Tres Médicos auxiliares, asimilados á Generales de Brigada ;
Cinco practicantes, asimilados á Subtenientes ;
Un índico , asimilado á General de División;
Un yudante de l S índico, a simi lado :í prim r jefe de Cuerpo;
Un Inspec to r de sa lón , as imilado á T nie nte ;
Doce Hermanas de la Caridad, asimiladas á arge ntos primeros;
Un Capellán, asimilado á Coronel; y
Los asi~tentes que sean necesarios á juicio del Síndico, los
cuales devengarán los mismos sueldos que les asigna el Decreto
número 1491 de 6 de Octubre de 1902, según su clase.
Art. 3. 0 Hácense los siguientes ·nombramientos de empleados
para el Hospital Militar Central :
Médico Jefe, Dr. Abraham Aparicio;
Médicos auxiliares, Dres. Julio M. Escobar, Salomón Higuera
y Gabriel Durán Borda ;
Practicantes, Sres. Tomás Acero, Ismael Pinilla, Marco A.
Barrientos, Ezequiel Mejía y Eliécer Espinel .:
Síndico, Sr. José Ignacio de Castro;
Ayudante del Síndico, Sr. Antonio Parra;
Inspector de Salas, Sr. Joaquín Garcés Baraya;
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'- 2 93 -'
Capellán, Dr. Jeremías Rodríguez C.
Los Asistentes serán nombrados por el Sín ico.
Comuníquese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 6 de Marzo de 1g03.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, ALFREDO V ÁsQUEZ CoBo
DECRETO NUMERO 304 DE 1903
{MARZO 5)
por el cual se hace un nombramiento
El Vicepresidente de la Rep1íblica, encargado del Poder EjuuHv41,
DECRET.-\
Artículo único. Nómbrase Empacador del Parque General al
r. J ulián Alonso.
Comunfque e y publíquese.
Dado en Bogotá, á 5 de Marzo de 190 )•
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Guerra, ALFREDO V ÁsQun CoBo
DECRETO NU.M:ERO 305 DE 1903
(11IAR.ZO 5)
sobre organización de las fuerzas de Cundinamarca
.El Vüepresz'denü de la Rtpúbb'ca, encargado del Poder E.feculzvtJ,
CONSIDERANDO
Que para la buena marcha y disciplina de las fuerzas que
hacen actualmente la guarnición en el Departamento de Cundinamarca,
es innecesaria la organización por Cuerpos de Ejército,
DECRETA
Art. 1.0 Elimfnanse los Cuarteles Generales de los dos Cuerpos
de Ejército en que están organizadas las fuerzas que se hallan
acantonadas en el Departamento de Cundinamarca.
Art. 2.0 Las fuerzas que hacen la guarnición de Cundinamarca
dependerán directamente de la Comanda~cia en jefe del Ejército
de la República; las Divisiones en que dichos Cuerpos de
Ejército se hallan divididos, conservarán la misma organización
que tienen, y serán servidas por el personal de empleados que
existe actualmente, tanto de los Cuarteles Generales como de los
Batallones.
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'- l94 _;
Art. 3. 0 El General Rafael Pulecio V., quien desempeña el
puesto de Jefe de Estado Mayor del 2.° Cuerpo de Ejército, pasará
á prestar sus servicios en el Cuartel General del Ejército
como primer Ayudante general de la Comandancia en Jefe.
Art. 4. 0 Queda derogado el Decreto número 3 de 9 de Enero
último.
Comuníquese y puhlíquese.
Dado en Bogotá, á 5 de Marzo de rgo3.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El Ministro de Gtierra, ALFREDO V ÁsQURZ Coso
RESOLUCION NUMERO 89 DE 190 3
(MARZO 5)
sobre pago de Libranzas militares
El Mim'slro de Guerra
RESUELVE
En lo sucesivo el pago de las Libranzas giradas á favor de los
Comisarios Pagadores para gastos del Ejército, se hará del modo
siguiente:
Las de los Comisarios Pagadores de fuerzas acantonadas en
Cundinamarca serán cubiertas en la Pagaduría Central, previa
ordenación de este Ministerio, para lo cual se presentarán á esta
Oficina, por conducto rle la Comandancia en Jefe del Ejército,
los comprobantes de dichas Libranzas y los cuadros de situación de
ersonal respectivos.
n lo demás Departamentos de la República el ago de las
Libranzas se hará en las Administraciones de Hacienda nacional,
departamentales ó de Circuito, á cuyo efecto se constituyen en
Oficinas pagadoras militares, para lo cual se situarán allí los fondos
necesarios, previa ordenación del Comandante General del .
respectivo Cuerpo de Ejército, División, Brigada ó Columna,
acompañando asimismo á las Libranzas los cuadros de situación de
personal correspondientes.
Comuníquese y publíquese.
'Dada en Bogotá, á. 5 de tvfarzo de 1903.
El Ministro, A. V ÁsQliEZ Coso
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RESOLUCION NUMERO 92 DE 1903
(MARZO 9)
sobre pagos administrativos del Ejército
El Mt"nútro dt Gutrra
RESUELVE
Los empleados administrativos del Ejército tienen derecho á
· pasaporte auxiliado para regresar á su domicilio, y á. sueldo de ex ..
cedencia en caso de licenciamiento ó de quedar excedentes en vir ..
tud de reorganización, en la misma forma y condiciones que los
empleados militares del Ejército.
Comuníquese y publíquese.
Dada en Bogotá, á 9 de Marzo de I 90 3.
El Ministro, A. V ÁSClUEZ Coso r
~ Doctrinal ~-
FERROCARRIL INTERCONTINENT AL
EN COL0\1BIA
(Continúa)
El río Santa :María lleva sus aguas hacia el Este al golfo de
Parita, al través de un ancho valle, después de recibir sus principales
tributarios de la falda sur de la cordillera. El río Grande,
su vecino del Este, parece recibir sus aguas directamente del interior
del Istmo, que en aquel paraje aparece muy quebrado y
comparativamente bajo. Si no fuera por el proverbial engaño de
las apariencias, el transeúnte observador afirmada que allí existe
un buen paso de un mar al otro.
Entre Natá y Chame abunda la espina dt cuerno de buey, de color
castaño oscuro. Las espinas, mellizas, alternan á cada pulgada,
en los troncos y ramas de un arbusto de escaso follaje, de
hojas semejantes á las del Gled/tschia Triacanlhos (honey locttsl).
Las espinas más perfectas miden de 1! pulgadas esparcidas cada
.2! pulgadas, y rematan de ordinario en puntos sobre las líneas
curvas de una sección elíptica de la juntura, de media pulgada de
ancho y una cuarta de largo. J ustiñcan singularmente el nombre
que llevan. Cerca de las puntas se encuentra un hoyo pequeño en
.cada espina, que abre el paso á pequeñas hormigas rojas, que
,consumen el meollo gue llena las espinas, y después fijan su mora.
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'- ~96 _.)
da en el espacio vacío que resta. Estos animales hacen la distinción
sin equivocarse entre el empuje del viento y el de la mano, la
pata ó la garra, y se aglomeran para repeler al intruso. Su picadura
es instantánea, multiplicada y aguda, como la de la ortiga,
pero e] dolor no dura por mucho tiempo.
Algunos naturalistas han creído que éste es un caso de la
protección animal á los vegetales; pero parece que las mismas
espinas se protegen ampliamente á sí mismas, y que la furia de
aquellos animalitos tan sólo tiende á defender su propio bienestar.
En la misma región las llanuras onduladas, anualmente salpicadas
de aguas lluvias rebalsadas, se veían cubiertas de lo que se
nos dijo eran hormigueros abandonados, de color gris claro. Con
apariencias de monumentos funerarios se presentan en forma de conos
bajos, de cuatro á seis pies de diámetro en la base, de dos pies
de altura y de todas figuras, cóncavas y convexas en su parte exterior,
de cono bajo con la cúspide en figura de pico; los más
grandes miden de ocho á diez pies de altura sobre el suelo. En
algunos casos la cúspide era esférica ó tenía la forma de lanza ;
en otros las inclemencias del tiempo dejaban al descubierto una
construcción espiral con el tope torcido, como la antorcha de una
losa sepulcral. El material era arcilla gris, cimentada probablemente
con secreciones del insecto, en el supuesto de que lo hayan
hecho insectos, y muy duro, tan duro, que el hacha separaba las
capas interiores que podían haber existido, y no pudimos distinguir
su sistema de fabricación: si eran realmente viejos hormigueros
como lo parecían, las grotescas señales esculpidas por la inclemencia
del tiempo en una materia de tanta resistencia, indicaban
una edad remota. Dudamos si estas reliquias interesan más al naturalista
que al geólogo.
Nuestra marcha por la ribera del mar, entre Antón y San
Carlos, nos hizo ver el gran número de pelícanos que nos acompañaban,
algunas veces reposando en los grandes peñascos, otras
veces en el agua. Todo ellos levantan el vuelo cuando se acerca
un cardumen. Sus evolucion s en el aire son demasiado curiosas.
El sabio romano dice que la naturaleza es bella no sólo en sus
usos, sino en sus accidentes y concomitancias, que parecen encaminadas
á darnos placeres. Aun estas a ves pesadas y de formas raras
tenían gracia en sus movimientos : surcaban el aire en calma,
dos á tres pies sobre el agua, sin declinación perceptible de la línea
horizontal, ni aflojamiento en la rapidez de su vuelo, por lo menos
200 pies después de batir las alas por una distancia de 50 pies,
Deslizándose así á razón de 35 á 40 millas por hora, podían detenerse
de repente, como si emplearan un freno neumático, con sólo
revertir las alas, para desmontarse en el mar, por así decir, sin el
menor tropiezo. O deslizándose así, levantaban el vuelo á la indicación
misteriosa de haber peces adelante, hasta 20 ó 30 pies de
altura, y de esa cima se precipitaban á sumergirse con la cabeza
hacia abajo, para levantarla luégo, sin errar el golpe. General ..
mente salen haciendo frente al lado opuesto. La evolución era tan
rápida, que no pudimos distinguir exactamente sus pormenores.~
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\._ 297 --'
parecía el salto mortal de un muchacho. Acaso la voltereta del
animal confunde al pez y facilita su captura. Después de ésta quedan
sobrenadando á flote, por uno 6 dos minutos : si es mientras
engullen la presa, 6 para gustarla, mejor no podemos decirlo.
Luégo mueven hacia arriba las largas mandíbulas, y dando una
especie de tijeretazo con cUas, concluyen la función, tajando de un
golpe al pez aprisionado. El ave parece que goza con las contorsiones
de la víctima en el fondo de su gargüero, y espera á que
cesen antes de continuar la caza.
Las llanuras de Chame so:1 de arcilla blanca y gris con guijas
y cascajo esparcidos en grandes lechos. La superficie del terreno
está peinada por las aguas, como si hubieran sido hechos por los
dedos de una mano enorme, á veces un poco más próximos.
Las partes más altas miden como 100 pies (300 metros) sobre
los cauces de las mayores corrientes. Los puentes de los ferrocarriles
medirían de 50 á 70 pies de altura, y 500 á 8oo de longitud
1 Las plantas llamadas barba capuchina (suguella damascena)
estaban floreciendo allí, y también los convónvulos azules, blancos,
carmesíes, amarillos y mezclados de otros tintes. Hay muchas espines
de cutrno de bueJ', y también helechos trepadores con muy delicadas
y pequeñas palma , adornando lo árboles ó colgando en
forma tle grandes borlas. Los vientos del Norte del mar Caribe
soplan con ráfagas tempestuosas en la mañana, se moderan por la
tarde con las contracorrientes del Pacífico, pero vuelven á dominar
por la noche. Las llanuras se encuentran matizadas con manchas
y cintas de florestas bajas. Hay pocos habitantes entre las
aldeas de Chame y Chorrera. La última es residencia de verano,
á 20 millas (32 kilómetros) de Panamá. Es la mayor población
entre David y esta ciudad. Sus habitantes son una mezcla de español,
indio y negro.
Aproximándonos á Panamá cncontrámos á muchos negros de
Jamaica, que quedaron allí al abandonarse la obra del Canal; algunos
de ellos se dedicaban al negocio de hacer carbón, y otros al
cultivo de vegetales para el mercado. l\fuchos de ellos de facciones
groseras y expresión tosca; pero como el gato escaldado, eran
mejores de lo que parecían: urbanos de porte y lenguaje, y al
parecer, prosperan.
No ocurren observaciones de otro orden que puedan añadirse
á las ya mencionadas en la primera parte de este informe.
,
CAPITULO XVI
, - DE YAVIZA A CANASGO~DAS
Antes de dejar la región del Pacífico en el Istmo, quisimos
recorrer las posibles vías alternativas, para llegar al territorio
del Atrato; pero nos persuadimos, parte por la faz del suelo, parte
por los informes de los .antiguos vecinos, de que los tropiezos de 1
terreno eran tales, que imponían la ruta usual. Esto hacía nece-
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'- 298 -'
-saña la pérdida de algún tiempo en ir al campo y vol ver, como
.aparecerá en el siguiente itinerario.
Llegámos á Panamá, de regreso de la bahía de San Miguel,
·el 11 de Marzo de 1893. Dimos la vela de Colón el 25 de Marzo,
~ desembarcámos en Cartagena el 27. Partimos para el Atrato el
fi de Abril, y desembarcámos en la aldea de Riosucío el lunes 17
e Abril.
Mr. Garrison y Mr. O'Connell fueron destinados á llevar la línea
de los estudios arriba del valle de Riosucio, por 93 millas ( 130
. kilómetros), hasta un empalme con la línea de los estudios previos,
de Antioquia á Cañasgordas, con la intención de vol ver á Riosucio
(del Atrato) después de completar aquella obra. El mal tiempo, el
lodo, las inundaciones, la destrucción de un puente importante y 3e
su equipaje desbarató el plan, obligándoles á volver á Cartagena,
.por Ja vía de Medellín y el Magdalena.
Mr. Parker y el que escribe hicimos dos extensos reconoci..
Wentos de Riosucio, uno á los orígenes del río Cacarica y la di•
isión entre las aguas del Atrato y el Tuira, y el otro arriba del
rlo Solaquí, al lado Oeste del valle del Atrato, y de allí al Norte,
por las colinas de la base de la Cordillera hasta el río Rayo.
Por incidencia se hizo el sondeo del paso del río Atrato, y el
de una línea de prueba al través de la Gran Ciénaga. Estas exploraciones
dan una distancia total de 230 millas (373 kilómetros),
ida y vuelta, parte á pie y parte embarcados. Completámos
el trabajo el 7 de Mayo de 1893. Cuatro días después llegó el pe-gcjqo
vapor de Cartagena con rumbo al Sur. Aprovechámos
e;ta. oportunidad de hacer el viaje á Quibdó y regresar, viaje que
vo por objeto cerciorarnos de si el Ferrocarril Intercontinental
debiera ó nó cruzar 1 Riosucio. Estas consideraciones las anotamos,
porque nos hemos cerciorado de que es hacedero el camino
el valle del Cauca por la vía de Bolívar al valle del Atrato, y
será útil el futuro desarrollo de la riqueza agrícola y mineral
el suelo, cuyo centro debe ser Quibdó, iendo po ible determi-r
el trazo de la vía por allí, en vi ta de consideraciones comerciales
preponderantes.
Conlinría
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TEORIA DE LA ESTADISTICA
EsCRITA POR J. P. H U RTADO (ESPAÑOL
I I
CLASIFICACIÓ~ ESTADÍSTICA
Necesidad de clasificar los hechos para observarlos-Sistema de Mr. Dufau:
PoblaciÓ1t, considerada en su estado físico y moral; T erritorio, considerado
en la agricultura, las manufacturas y el comercio; Esta4o, considera·
do en la política y la administración-Sistema de Mr. Morca u de J onnés :
Territorio, Población, Agricultura, Industria, Comercio interior, Comercio
exterior, Navegación, Colonias, Administración pública, Hacienda,
Fuerzas militares, Justicia, Instrucción pú blica-Sistcma de Vaneschi :
Territorio y Población en número, Población en las variaciones del número,
Estado económico, Estado intelectual, Estado moral, Estado políti.
-co-Juicio crítico de estas clasificaciones y razón de la adoptada .
El análisis, procedimiento natural de la Estad ística, como aca'
bamos de ver en el anterior capítulo, reclama que la primera
'inves ti g a ció n de la ci e ncia se dirija á bu sca r una clasificación ~eneral
d e los fenóm e no~ que e studia, para qu e sirva de base á la formación
de esas agrupaciones sucesivas de h echos análogos, que constituyen
la materia de sus trabajos. El examen de los acontecimientos
sociales, falto de guía, sin un sistema preconcebido, además
de que ofrecería gravísimas dificultades, sería poco fecundo
·en resultados : es necesario comenzar por introducir en el inmenso
y variado conjunto de los hechos algún principio de unidad, que
haga posible Jividir entre ellos ordenadamente la atención y los
trabajos experimentales.
Acordes los estadísticos en reconocer esta necesidad y en dedicar
sus primeros cuidados á satisfacerla, se dividen, no obstante,
al tratar de conseguirlo. Entre las clasificaciones propuestas, merecen
citarse las de l\1rs. Dufau y Moreau de Jonnés, y las del escritor
italiano Vaneschi ; vamos, pues, á exponerlas con los argumentos
que las defienden, para hacer luégo su juicio crítico.
Si tendemos una mirada sobre la sociedad, dice Mr. Dufau,
habremos de convenir en que el principio generador de todos los
hechos que nos presenta, reside en la inteligente actividad del
hombre. Con su genio y con sus brazos, la criatura · humana hace
sufrir á la naturaleza esa sorprendente metamorfosis que se llama
la civilización. Como Dios, de que es imagen, el hombre hace salir
un mundo de la nada, y puesto que todo en el orden social depende
de él, justo será que le hagamos el objeto primero de nuestro
estudio, que le consideremos como fundamento de todas las
aplicaciones de la Estadística. En la mayor parte de los trabajos
de este género, los cálculos que se refieren al territorio suelen
preceder á los relativos á la población; pero, ¿acaso no es más
lógico el sistema contrario ? Se coloca en primer término la descripción
del suelo, dividido en campos, viñedos y arbolados; pero
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\._ 300 _j
¿quién crea los únos y los ótros? ¿No es la mano del hombre?
Pues comencemos por estudiar al hombre en sus relaciones físicas
y morales, conozcamos su persona antes de llegar á sus producciones.
Por eso creemos que todos los hechos referentes á este objeto
deben reunirse en una categoría ó sección primera, á que daremos
el título de Población. Pasamos luégo al 'Ierrilorio, de que el
hombre se hace dueño por el trabajo, sobre el que ejerce su industria
y en el cual halla la fuente de todas las riquezas que acumula;
este será el objeto de la sección segunda. Finalmente, unidos
la población y el territorio, resulta el Estado, que resume todos
los elementos comparativos de la explotación de la superficie
terrestre por las diversas ramas de la gran familia humana. Tal
es la clasificación general que proponemos : población, territorio,
estado, todo está comprendido en esta triple repartición, cuyo conjunto
presenta sucesivamente al hombre como miembro de la sociedad
civil, de la sociedad industrial y de la política. Veamos
ahora cómo todos los hechos parciales que son del dominio de la
Estadística, se colocan naturalmente en cada uno de esos grupos.
Hemos d1cho que la sección primera de be dcdic.arse al estudio
del hombre en sus relaciones físicas y morales, es decir, que
se trata en ella del individuo social, del miembro de la ciudad. El
cuadro, pues, resultará el siguiente :
1.0 -POBLACIÓN
E stado .fÍsz'c~
Número absoluto de habitantes.
Idem por cada milla urbana ó kilómetro cuadrado .
Idcm por cada kilómetro ó milla rural.
ldem por sexos y por edades.
Nacimientos por sexos.
Número de matrimonio s.
funcione por sexos, por e d ades, rofesiones y enferme-dad
es .
Ji. J/ado moral
Condición civil.
Nacimientos legítimos é ilegítimos.
Crímenes y delitos.
Mendicidad.
Prostitución.
Instrucción pública.
Cajas de ahorro.
Establecimientos de caridad privada y beneficencia pública.
Religiones y cumplimiento de las prácticas religiosas.
Bibliotecas, con el número habitual de lectores.
Sociedades sabias, con el número de miembros activos.
Periódicos y publicaciones, con el número de ejemplares ven-didos,
&c. &c.
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'-- 301 _./
La segunda categoría, dijimos, comprende todos los hechos
que tienen por objeto la aplicación de las fuerzas físicas é intelectuales
del hombre á la explotación del suelo, y que tienden á presentarle
como miembro de la sociedad industrial. La consideración
del territorio, bajo el aspecto de la producción, da lugar á las
subdivisiones siguientes :
2. 0 -TERRlTORlO
Agn'cullura
En todos sus ramos deben formarse cuadros exactos y minuciosos
que presenten el conjunto de los productos del terreno, indicando
las cantidades que sirven para la reproducción, las que
pasan al consumo, las que se transforman en nuevos productos
por la fabricación, las que se cambian por el comercio con losartículos
extranjeros~ &c.
Manufacturas
Se considerará además la población por el punto de vista del
trabajo, r partiéndola entre los diversos ramos de la industria y
siguiendo su movimiento de emigración é inmigración.
Comt1'cio
Se indicará, en fin, la repartición de las riquezas mineralógicas
en toda la extensión del territorio, así como también los hechos
que conciernen á las vías de comunicación de toda especie.
La tercera sección, cuya materia son los hechos relativos á la
institución social, es la que más comúnmente ha llamado la atención
6e los estadísticos, por el carácter político que han solido dar
á la ciencia. Esta parte considera al hombre en la calidad de ciudadano,
y puede formularse en estos términos:
3. 0 -EST A DO
~s necesario mencionar aquí todos los derechos que el individuo
ejerce en la sociedad política y todos los deberes que le ligan
al poder de los Gobiernos: hay que estudiarle en los colegios electorales,
en las filas de la guardia cívica, y contribuir, según sus facultades,
al sostén de las cargas públicas. Se estudian, pues, las
diversas clases de impuestos en su acción sobre la sociedad, y se
conseguirá. establecer la importante clasificación de la población
relativamente á la propiedad, fijanwo ea cada parte del territorio
el número respectivo de los que poseen y los que no poseen. La
• división administrativa del territorio y el reparto de los habitantes
en las circunscripciones que resulten de ella, pertenecen igualmente
á esta sección. Esas mismas circunscripciones son objeto de un
estudio especial, para saber las rentas provinciales y municipales
y determinar de un modo exacto las facultades contributivas de
los habitantes y el gasto total que ocasiona el mantenimiento del
or
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'-- 302 _.)
orden civil. Por último, las noticias que conciernen á la hacienda
pública, el ejército, la marina, las colonias, &c., entran también en
el cuadro como términos generales, que resumiendo el progreso
de los pueblos en las vías de la civilización, marcan sus rangos
respectivos entre las diversas porciones de la especie humana.
Mr. Moreau de Jonnés, protestando que es indispensable trazar
lo más sencillamente posible el plan de la Estadística, establece,
sin embargo, una clasificación de trece miembros, en la forma
siguiente:
1. 0 -TE R R I T O J1t 1 O
Es el suelo natal con sus recuerdos, la patria con sus afecciones,
la propiedad con sus grandes intereses, el dominio agrícola
con el trabajo, que es la fortuna del pueblo. Primer elemento de
un país, hay que considerar en el territorio:
1.0 El estado físú:o de las comarcas: su situación, sus límites,
costas, montañas, ríos, lagos, pantanos, y la constitución mineralógica
de las diferentes clases de terrenos.
2. 0 El clzina: temperatura media y máxima, cantidad de lluvia
que riega sus llanuras y montañas, presión atmosférica, vientos
y otros agentes rr.eteorológicos.
3. 0 La divisz!m físz'ca: extensión de las regiones montañesas,
de las llanuras y de los valles, d e las ti erras de labor, de los pastos
y de los bosques.
4. 0 La d/visión po!íll'c a)' admüuslraüva, antigua y vigente.
2 .0 -P O B LACIÓN
Es el alma d el país, su fu e rza, su poder, su riqueza, su gloria.
Objeto de todos los inte res es sociale s, la población forma la base
de las operaciones de la Estadística y el término en que se miden
sus re sultados. Hay , pu es, q ue e studiarla:
I .0 Eu su estado actual J' anliguo: comparándola en época
diversa y durant períodos más 6 menos largos.
2 .0 ..l!.it sus movhmentos interiores: naci mi entos, defuncio n es,
matrimonios, ya n las c iudad es, ya en los campos, ya en la totalidad
del país.
3. 0 E1z el tstado á m'l : célib es, casado , viudos y viudas, hijos
legítimos é ilegítimos.
4. 0 En la di.fermáa de l os st ."l' OS : al nacer, al monr, durante la
vida, en la viudez y según el estado civil de cada uno.
5. 0 .En la dt'versz(lad de edades: de los vivos y de los muertos.
6. 0 En la mortahdad ordinan'a: enfermedades comunes 6 epidémicas,
accidentales 6 violentas.
7. 0 En el aummto medio y anual del número de habitantes,
8. 0 En la difermcz'a de las 1·azas, cultosy condz'cioncs soda/es: en
épocas antiguas ó modernas.
g. 0 En la capacidad polítz'ca de los individuos, conforme á las
condiciones exigidas por la ley.
10.0 En la naturaleza)' el valor de la propiedad: distribuída por
categorías de propietarios, según la especie de los bienes raíces.
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3. 0 ·-A G R 1 C U L TU a A
Es el primero de todos los intereses de los pueblos, y sin em.;.
bargo, por una fatalidad inconcebible, es el más abandonado. Para.
llegar á su conocimiento hay que establecer:
1.0 La superfide de cada especie de cultivo.
2. 0 Su sz"tmbra, en cantidad y en valor.
3. 0 Su producd6n anual, total y por hectárea.
4. 0 El valor y los predos de esta producción por provincias yr
en conjunto.
5. 0 El consumo de los productos agrícolas por localidad, pos·
habitante y en todo el reino.
6. 0 El comercio de estos productos, tanto en el interior com~
en el Extranjero.
7. 0 El domtnio agrícola en general, en su estado actual y tal
como era en diferente& épocas memorables de la historia del país
8.0 Los animaltS domésticos criados por la agricultura, su nUmeración
por especies, por sexos, por edades, por localidades; sus;
valores, sus productos, la cantidad y el precio de los que se mata
para el consumo, con su peso en bruto y en limpio, y las cantidades
de cada especie de carne consumidas por cada habitante, cada
di~trito y cada provincia.
Este vasto trabajo debe terminarse, como se ha hecho e
Francia, por una recapitulación general de los diferentes ramos
de la producción y de las rentas que dan anualmente por término
medio. El resultado final será la cantidad total de la riqueza agrícola
del país.
4. 0 -INDUSTRIA
Es la reina de nues•ro siglo; pero no estando sus productoa·
limitados, como los de la agricultura, á las cosas naturales, es muy
difícil hallar una clasificación lógica que pueda abrazarlos todos y
encadenarlos unos á otros. Sin embargo, hé aquí una clasificación
sancionada por el uso que se ha hecho de ella en Francia.
La industria se divide en dos órdenes de eslablecemienlos, muy
distintos por sus grados de imptortancia, pero análogos por su objeto;
á saber:
1 .0 Manufacturas y explotaciones.
2. 0 Artes y oficios.
Únos y ótros deben repartirse por regiones, provincias, distritos,
localidades, y ser después agrupados y enumerados, según:.
la naturaleza de los productos que dan. En cada establecimiento
se ha de indicar el número de los obreros, por sexos, por edades,.
con el jornal de cada uno; el mobiliario industrial; los motores..
(molinos de agua, de viento, máquinas de vapor y animales); lo
fuegos (hornillos, forjas y hornos); las máquinas (husos, generadores,
&c.).
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Además, la estadística de la indu.;tria está dividida en todas
sus partes, según la naturaleza de los elementos de que se valen
las fábricas; á saber:
1. 0 Los productos minerales.
2. 0 vegetales.
J. 0 animales.
El artículo de cada especie de industria comprende dos series
de investigaciones numéricas:
1 •0 Los valores: patentes, alquileres, materias prim~...ras y productos
fabricados.
2. 0 Las canHdades: materias primeras con su precio parcial y
total, y los guarismos análogos para los objetos de la fabricación.
5. 0 -COHERCIO INTERIOR
Está formado de las ventas por mayor y menor de los productos
de la agricultura, de la industria manufacturera y de las
artes y oficios del país, menos los exportados al Extranjero, más
los importados del Extranjero.
Los medios necesarios de este comercio son : 1.0 Los depósitos
generales, las ferias, las bolsas, los bancos, los bazares, los
mercados de toda especie; 2.0 Los transportes por cabotaje y la
navegación de los canales y ríos, y los que se hacen por las carreteras,
los caminos vecinales y los caminos de hierro.
Pero siendo sumamente difícil la estadística del comercio interior,
y no pudiendo ejecutarse en mucho tiempo, sería inútil investigar
aquí cuál debe ser la clasificación de las materias que
abraza.
6. 0 -COMJ<:RCIO EXTERIOR
Es la parte más conocida de la E'itadística, ttorque las aduanas
que rodean las naciones son eficac s medios de investigación.
Este comercio se divide naturalmente en dos grandes sec-ciones:
1.0 La importación.
2.0 La exportación.
Cada una de ellas está di vid ida en otras dos :
1: Mercancías importadas para el consumo y exportadas pertenecientes
al suelo ó á la industria del país, lo cual constituye el
comercio especial á la importación y á la exportación.
2! Mercancías importadas del Extranjero y dejadas en depósito,
unidas á las exportaciones que no pertenecen al país, lo cual
compone á la importación y á la exportación el comercio general.
Por razón del origen y del destino, el comercio especial se divide
como sigue :
I. 0 En la importación, productos coloniales y mercancías extranjeras.
, - 2.0 En la exportación, mercancías destinadas á las colonias y
al Extranjero.
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9· 0 -ADl\UNJSTRACIÓ~ PÚBLICA
Es una de las partes de la Estadística que facilitan más medios
al Poder para el cumplimi·ento de sus deberes; comprende
las instituciones dé utilidad pública y las clasifica como sigue :
1.0 Establecz1nienlos políticos : elecciones, jurados, cuerpos le-gisladores,
&c. .
2.0 Establcdmzenlos finanderos: bancos, cajas de ahorros, cajas
de retiros, compañías de seguros.
.. 3.0 Estableámünlos de beneficenáa: salas de asilo, hospitales,
hospicios, montes de piedad, &c.
4. 0 Establecimz'enlos de represz'ón: cárceles, casas de corrección,
depósitos de mendicidad, casas centrales de detención, presidios,
colonias de deportación, &c.
Se han de indicar en todos estos establecimientos su situación
y sus moYimientos, y en los de beneficencia y represión la mortalidad,
los gastos, el valor de los trabajos que se ejecuten en ellos,
y otros curiosos pormenores sobre el origen de los condenados,
sus edades, sus profesiones antiguas y actuales, los crímenes que
han cometido, sus reincidencias, su grado de instrucción, &c.
10.0 -HACIE. 'DA PÚBJ:ICA
Esta estadística se contiene en los presupuestos y cuentas del
Estado; pero en ell s está sobrecargada de pormenores que deben
suprimirse en una obra especial. Se divide en tres partes:
1.• Rmtas del Estado: ordinarias y e.·traordinarias, impuestos
de todas clases, su importe anual y su reparto por localidades y
por habitantes.
2. • Gas/os jJlíbl/cos: según u objeto y por ministenos.
3.• Deuda narz"onal: perpetua y flotante, ·u situación en diversas
época y su aumento ó disminución.
Deben, además, encontrar~e n es!a tadí ·tica investigadoes
sobre el numerario qu hay en irculación con un cuadro de
las misiones d mon da, de papel mon a y otro •alares.
1 1 . 0 -F ERZAS l\IILIT RE
Forman dos secciones distintas: 1: Ejército.
2: Marina.
Cada uno de estos objetos se e nsidera en su pt..!rsonal y en
su material, sus medios de consl!nación y de aumento, sus gastos
durante la paz y durante la guerra.
1 2. 0 -J 'S 'f 1 C I A
Este es uno de los objetos m3s intere5antes de la Estadística,
y su sección, cuya materia es muy c6mpleja, debe contener el número
de delitos cometidos anualmente, su naturaleza, sus medios
de perpetración y las penas que se les han aplicado.
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I 3. 0
- INSTRUCCIÓN PÚBLICA
.A9uí es necesario estudiar por edades, por sexos, por establec1m1entos,
y por la naturaleza de las instituciones, las escuelas
del país, sus colegios, universidades, academias, enseñanzas especiales,
las sociedades científicas, bibliotecas, museos, libros y periódicos
que se publican.
Añade Mr. de Jonné que las dudades capllaüs de las naciones
son en nuestros días tan poderosos centros de civilización, tan ricas
plazas de comercio y poblaciones tan numerosas y condensadas,
que debe tratár e las aparte, haciendo de ellas un capítulo especial.
En este caso, dice, com·iene considerarlas como un Estado, y
buscar dentro de sus muros la expresión numérica de Jos mismos
objetos como si se tratara de un imperio. ·
P:tra concluír, advierte e l estadístico citado que toda clasificación
está subordinada en Estadística á la· existencia, el descubrimiento
y la reunión de m a teriá les: muchas veces será inútil el
trabajo anticipado para formar un plan, cuya ejecución resultará
imposible. 1Icjor s e. aminar primero los recursos d€' que se dispone
y reunir lo materiale antes de clasificarlos.
• Conluuía
LA l~STP ATEGIA \r LA TÁCTICA
EN ALEMANIA
(E tu<.lio p:tra el Boldíu iJf¡/¡far)
El General Picrron, uno de los J fes más distinguidos del
-t.jército francé-, y escritor militar considerado como autoridad en
tod o los ejércitos europeos, publicó recientemente un libro sobre
La 1·stralt'g/a )' la /del/ca almuwa al pnimjll'ar el s/glo XX. Este libro
no es un resumen 6 análisis de las opiniones emitidas sobre esas
maLerias por los Jefes autorizados del Ejército alemán y del Estado
1\1ayor ¡.Jrusian\J, método en el cual es fácil desnaturalizar ó interpretar
mal las ideas de un autor, sino una compilación en que
habian los intere ados, pero arreglada de tal suerte, que puede
miran e como un gufa inestimable para seguir la transformación
que el E:.tado 1-fayor alemán busca en sus antiguos métodos á la
luz de las enseñanzas de la experiencia y el progreso.
En efecto como lo afirma el distinguido escritor, merced al
trabajo y al j~icioso estudio de l?s hechos, 6 se~ la experiencia,
puede un Estado Mayor, aun sm P?seer un gemo, preparar la
victoria. Después de Napoleón r mnguna guerra ha mostrado
cuando más sino como la de 1870-7 r, espíritu de previsión en el
vencedor, método y ciencia práctica que han suplido al genio y
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'-- 308 _)
preparado éxitos inesperados, pues "el único militar que tuvo una
idea gen/al fue el General Sherman, cuando en su marcha de Atlanta
(1864) al mar, se atrevió á abandonar su línea de comunicaciones
de tierra para ir á la costa á buscar otra marítima, dando
con ello el golpe de muerte á la Secesión.'
Por otra parte, conforme há tiempo lo indicó Gasparín, todo
progreso está condenado á pasar por dos faces ó períodos críticos :
en el primero todos dicen "esto es absurdo "; en el segundo "hace
tiempo que se sabe, todos lo han dicho ., ; de donde la dificultad
y resistencia que en los países, en especial en los menos civilizados,
se opone por las masas á las mejoras, no tanto por espíritu
de antiprogreso, sino por pereza, puesto que por ellos y para
ellos se forjó el conocido adagio: "el buen Capitán deja las cosas
como están.''
La guerra que acaba de terminar ha sido una elocuente lección
de la verdad sostenida por el General Pierron; á saber: que
la evolución ele las doctrinas militares en Alemania mejora, no sobre
lucubraciones teóricas, sino sobre hechos bien observados, de
suerte que forman la ba~e natural de las guerras modernas hasta
tanto que nuevos elementos Yengan á ejercer su influencia y exigir
una nue,·a transformación. Si esta transformación cumplida allende
el mar hace algún tiempo, la hubiéramos tenido en cuenta oportunamente,
¿.la guerra que ha arruinado al país hubiera sido lo que
fue·? 1 ro Jo creemos.
En efecto, aquí como en Francia antes de 1870 se tQmaban
en cu nta las llamadas leyes de la guerra, conforme á las cuales el
derecho de la guerra no es ilimitado, ni son lícitos todos los medios
que puedt:n a~cgurar la victoria; que está prohibida la de lrucción
del ncmio·o como acto de barbarie; que está v .dado causar daños
inútile ; qu condena el incendio y la deYastación, y que e ·ige el
re peto uc l entimientos humanitarios. Se cr ía, decimos, que
el e a u rle la guerras iban á s r más humanas, menos ·iolenta
. m. ci iliza a , cuandu en realidad no lo piensan a í los alemane
, que n un todo e atuvieron entonces á los preceptos de
Clau ewits, y continúan observándolos estrictamente, á juzgar por
Jos rt.;cientes acontecimientos de su semi guerra con V cnczuela.
Según e e " maestro," la guerra es un acto de viol ncia que
ennoblece al \'Cocedor; no tiene sino zm fin: anonadar el ad ,·ersario
de tal modo que no pueda continuar la resistencia, es decir, destruye
su voluntad y la somete á la propia. La guerra no tiene sino
un medio de acción: la fuerza; no conoce otro, y el empleo de esa
fuerza debe manifestarse por medio de heridas, muerte y destrucción.
El empleo de la fuerza es absoluto. Por esto el Derecho de
Gentes no puede ser para los militares sino "una restricción insignificante
del fin y del derecho de guerra; no puede ni debe debilitar
la energía." Toda idea de filantropía es en la guerra un error
perniciosísimo; introducir un principio moderador en la filosofía de
la guerra es cometer un absurdo. Aquel que emplea la fuerza física
m toda su amphtu.d, sin ahorrar sangre, adquirirá preponderancz'a sobre
el adversart'o que tto procede de la mt'sma manera. Hoy, cuando no se
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'- 310 _1
á Julia Popea. Al pisar la arena, su primera mirada fue para
ella; no vio sino su cabecita blonda con cabellos de ámbar abrillantados
con polvos de oro, y como los ojos de ella lo miraban,
avanzó con paso cadencioso, como si fuera llevado por las nubes
en una ascensión lenta hacia el país de la beatitud.
Y no vio sino á ella, y la saludó con un Salve Domz'na!, que dominó
la gritería del pueblo.
¡ Ella!, no era una esclava ilírica; ni la liberta Phebea, ni
Tercia la patricia, ni una de las vestales; él había llevado su
amor á la cumbre de las humanas ambiciones; de un vuelo audaz
su corazón había alcanzado la cima: amaba á Julia Popea, la hija
de los Césares !
Ella estaba allí, en lo alto, en el palco imperial, sobre su silla
de marfil, al lado del rostro sereno, de la cabeza tonsurada de su
padre, de Augusto que ceñía una corona de laurel atada con una
blanca faja. En los ojos claros del Emperador lucía una especie
de fuerza divina que deslumbraba como el sol.
Publio Clodio desdeñó pronunciar el avt' César de los que van
á morir : había dicho adiós á la vida y á sus vanidades ; en esa hora
solemne para él, no existían ni Dioses ni Césares: sólo existía
una mujer : Popea.
:Midió con desdeñosa mirada á la multitud palpitante de placer,
que venía á solazarse c>n su agonía. En esa muchedumbre había
galos, germanos, sirios de las riberas del Ownte, y griegos de
Heladc. Los Senadores con la toga y ;a laticla vi a; los caballeros,
los procónsule , los decenviros, los tribunos militares; también
se veían vestales, sacerdotes de Isi · y de Cybcles con manojos
de espigas por in ignias, bailarines orientales tocados con una
mitra e carlata, negociantes y ladron s, magos de Caldea y vendedores
de amuletos; un verdadero rebaño de esclavos de larga
cabellera y reja horadada , y, en fin, niño en traje pret .·ta,
que ya n los ojo mo traban fer cidades le lobatillo .
E a multitu jadeaba en e pera del conmo,·edor espectáculo :
un hombre, un patricio, Publi Clodio, notable por sus riquezas y
su elocuencia, iba á morir por su gusto y por los ojos de una mujer.
¿ d:oriría? La incertidumbre <1evoral a á los espectadores: en
efecto, el condenado iba á ser el árbitro de su destmo, y todos los
ojos se clavaron en ese hombre para seguir sus paso., que vagaban
entre la vida y la muerte.
Y el nuevo espectáculo apasionaba más á los romanos que
una lucha de atletas en el carripo de Marte, más que un combate
naval en el Tíber, más que una carrera de carros en el circo, más
que los juegos troyanos, gratos á la juvt:ntud romana; más, en fin,
que una pírrica bailada por los hijos de príncipes asiáticos.
En efecto, el suplicio era una novedad. Dos puertas daban
sobre la arena: la una cerraba un largo pasadizo que terminaba
en el antro donde dos tigres de Tartaria, hambreados por un largo
ayuno, esperaban una presa con ansia indescriptible; la otra
conducía á la celda donde una hermo ·ísima virgen, patricia de
Judea, esperaba cubierta con el velo de las despo adas.
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Las dos puertas eran iguales, y aparecían herméticamente cerradas
y mudas, sin dejar sospechar siquiera dónde rugían las fieras
ó entonaba sus cantos la joven virgen. El condenado debía
encomendarse, pues, á los Dioses, y dejarse guiar por sus voces interiores.
Tenía Ja elección de la puerta: la infamia y l::l. muerte, 6
el amor y la vida ; la elección azarosa entre los dientes de la tigre
y los brazos de la doncella.
Y sin embargo, Publio Clodio ni aun siquiera miraba las ruertas;
miraba á Popea, pues era en los ojos de la joven donde quería
leer su sentencia. Sólo ella, la hija de los Césares, conocía el secreto
de los subterráneos de la arena: la mujer aquí, la fiera allá f;
sólo ella podía salvar ó condenar con un parpadeo de su lindos
ojos, con un movimiento de sus dedos de rosa. Y-Publio esperaba
esa señal.
Y se sentía como mareado por el cruel deseo de la multitud
bestial que lo hipnotizaba con su voluntad ; porque el pueblo había
venido al circo por la tragedia y no por el idilio: quería sangre,
y no caricias.
Publio miraba á Pope a y recordaba ....
Arrastrado por su pasión, había osado penetrar en el palacio
imperial disfrazado d bailarina, mere d á er lampiño y á tener
la gracia y gentileza dt.: un efebo. Abra, la ese la va favorita de
Popea, comprada á peso de oro, lo había introducido ha ta los
tabernáculos de vid, cerca del dragón sagrado, al pie de la estatua
de la Buena Dina.
Al siguiente día no más el Senado ordenó se le siguiera juicio
por sacrilegio; los centuriones fueron luégo á golpear á la puerta
del mancebo y á arrancarlo de su diván de madera de ciprés. En el
atrio sus esclavos se lamentaban de la catá~trofe, deseándole se
trocara más bien en un arriero de lo!:. montes de Albania, puesto
que al patricio Publio Clodio se le iba á conducir á las gemonías
con una cuerda al cuello. Y él marchaba envuelto en las nubes de
su embriaguez de amor, encontrando clemente el castigo que le
permitía arrojar la vida como un trofeo de guerra á los pies de la
bien amada.
Acababa de darse la señal del suplicio. Publio miraba á Popea,
la hija de los Césares, que enigmática en su postura de inmóvil
y terrible esfinge, veía esa mirada y comprendía su singular
significado.
¿ Qué pasaba en el alma de esa mujer, alma de cortesana en
un cuerpo de reina ? Había tenido un capricho por ese hombre
reputado noble y hermoso; pero ante la idea 1e que otra mujer
doblara su cabeza bajo el brazo de Publio, entía celos de fiera
qu~ la incitaban á abrir de par en par la puerta de la jaula de los
hamhrientos tigres ....
...... Pero al mismo tiempo veía con nitidez extrema ese cuerpo
de joven dios tendido en la arena, como pasto de las fieras, diciéndole
en su última mirada que la amaría por una eternidad, y
reprochándole su conducta con la ternura de ojos agonizantes ...•
y la puerta de la piedad se entreabría en su alma, y la virgen cán-dida,
la virgen que salva, parecía triunfar.
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...... Mas ese hombre había tenido la audacia de conquistar
su afecto, de vencerla. La caricia de la hija de los Césares debía
perderse en un mar de sangre ; esa boca que podía recriminada
algún día, debía enmudecer para siempre; esos brazos que la habían
estrechado, debían quedar rígidos bajo el imperio del sueño
de los sueños, antes de que pudieran formular un gesto acusador;
esos pies, que habían caminado tantas veces tras ella, debían ir á
hollar la pradera de asfodelos.
Impasible vio á Publio avanzar hacia las puertas, atravesando
la arena con paso l~nto y dominador.
El silencio señoreaba el circo. El aliento de todo ese pueblo,
ávido de un sangriento espectáculo, lo empujaba hacia el antro de
las fieras .... :Mil manos impacientes por ese deseo, abrían en voluntad
la jaula y lo entregaban á los tigres con un fervor de salva-je
pensamiento.... .
El marchaba mirando á Popea. La majestad de la muerte
bañaba su frente.; en ese instante no había en Roma un hombre
que pudiera comparársele. En esos ojos brillantes Popea miró cerrarse
los paraísos entrevistos. Que muera ó que viva Publio, sólo
á ella amará eternamente. ¿Acaso Julia podía tener una rival? ...
Y ella hizo un gesto sólo perceptible para él; su cabecita
blonda se inclinó ligeramente á la izquierda, y la mirada desprendida
por entre sus largas pestañas fue como un hilo conductor colocado
entre las manos del condenado.
Publio se estremeció .... ¡estaba salvado! Se dirigió hacia la
puerta de la izquierda, pues había comprendido : la bien amada
le ofrecía la vida. Y marchó hacia ella.
Ya delante de la cerrada puerta se detuvo un instante, que
fue decisivo para el joven, porque en ese instante su espíritu abarc:;
ó su vida ntera y v1"o el porvenir.
Si golpeaba allí, saldría á su encuentro la doncella desconocí ...
da, la e, ·traña para él, y para él, dominado por un amor absoluto,
no e, i tían la d más mujtr s. Si golpeaba allí, se veda obligado
á vi rir una vida sin alegría y sin luz, puesto que perdía para siem~
pre á Julia Popea; no ignoraba que la hija del César Augusto
era la pretendida de Tiberio, quien para poder desposarse con ella
acababa de repudiar á Agripina. Y esa rabia de los celos le laceró
d pecho mucho más violentamente que lo que hubieran podido
ha( rlo las garras de los tigres al arrancarle la carne viva.
De antemano Publio había renunciado á la yida, y la perspectiva
de volver á ella repentinamente, lo desalentaba, porque
la veía á la manera de un camino polvoriento bajo un sol de
fuego.
¡No, cien veces no !. .. Era preferible una muerte heroica á
una '"ida ~in dignidad. La Bien Amada era generosa, puesto que
con realeza le otor~aba la vida. El tenía que ser más generoso
que ella. La vida!, sería él quien la daba por ella 1 La felicidad de
haber sido amado por ella no resultaLa cara al ser pagada con
una rápida agonía, y los dioses Eros y Psiquis debían tener en ultratumba
asilos de alegría para los que sucumbían víctimas del
~al de amor.
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En un momento tomó también su resolución definitiva ; retrocedió
el camino andado, atravesó la arena, y, ante el palco imperial,
alzó las manos y en el silencio formidable del circo lanzó estas
dos palabras de frenética despedida "¡ Vale caríszrna!, en tanto que
con los ojos fijos en ella, le decía: "Bendita sea la muerte, que me
libra de una vida que iba á vivir sin ti!,
Todo el pueblo entendió ese grito de amor; todo el pueblo
comprendió que ese hombre ofrendaba su vida en holocausto de su
audaz declaración de amor, y que para tener el derecho de amar
á una reina, iba á morir como un héroe.
Y Publio, arrastrado por el fanatismo de la pasión, sin mirar
atrás, se abalanzó hacia la puerta de la derecha, la golpeó con
firmeza, y esperó la muerte .... con los ojos cerrados, los brazos
abiertos y la cabeza erguida.... ·
El rastrillo se abrió.
Un clamor inmenso surgió de entre la anhelante multitud ....
parecía que el circo se desplomaba bajo un alud de gritos. La
suerte estaba echada; Publio Clodio había sido juzgado.
El joven abr¡ó entonces los ojos, y tuvo una visión irreal, por
así decir: en el estrecho y sombrío pasadizo columbró una aparición
blanquecina como un cirio, la cual, envuelta en un largo velo,
avanzaba hacia él lentamente llevándole n las manos lirios y rosas
....
Y sufrió como si ya alguna de las fieras le hubiese saltado al
cue1lo; volvió á mirar á Julia Popea .... y sus ojos, iluminados por
la infame traición, vieron claro. Y una muerte descendió sobre su
corazón: la muerte de su noble y grande amor.
Entre tanto, la blonda cabecita ele la imperial doncella mostraba
el rostro lívido por la rabia del golpe dado en falso ; él vio
de cuerpo entero la venalidad y el feroz egoísmo de tila .... En la
ca vcrna de la izquierda los tigres, chasqueado~ en su esperanza de
encontrar pronto una presa, rugieron ....
Publio vio á Popea tal cual era: la digna esposa oc Tiberio.
Y su pasión se desplomó: sepultó el pasado al tañido único de un segundo
vale carísz'ma, que gritó en la arena acompañado de una carcajada.
La multitud, versátil, indulgente con todos los triunfadores,
lo aclamó entusiasrrada.
Luég-o Publio se volvió lentamente hacia la virgen que le ofrecía
las rosas: separó el velo que le cubría el rostro, y la encontró
pura y hermosa como la paloma de un templo. Sobre su frente levantada
hacia él vio asomar el alba de un amor, y en sus ojus de
hija de Judea y contemporánAa de Jesús, Publio Clodio vio lucir un
reflejo de la Estrella de Nazareth.
La tomó de la mano, y con todo el vigor de un resucitado, marchó
gozoso hacia la nueva vida, que momentos antes le infundía tanto
pavor ....
lsABI~r. KAISER ,
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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Coronel (hoy General de División) Ignacio Torres, por no saberse
el paradero del Coronel Rodríguez. Misterio es éste, lo repito,
que mientras más lo recuerdo, más me da qué pensar, y más me
embarazo en la investigación de tan extraordinaria conducta. El
Coronel Rodríguez era valiente, y n<9 le faltaba el genio que debe
distinguir á un Jefe militar en tiempo de guerra.
El desorden de esta malhadada retirada causó en nuestra columna
la disminución de los tres cuartos de su fuerza, sin haber
oído siquiera un ¿quién vive?, 6 un tiro de fusil del enemigo. Estábamos,
pues, reducidos á unos 200 ~hombres, aunque nuestros
Oficiales no habían abandonado su puesto.
Por disposición del Comandante Torres se había reducido á
prisión en Palmira á un español llamado Tufiño, y había sido consignado
á la guardia de prevención á que yo pertenecía, con órdenes
severas para supervigilarlo y aun matarlo si trataba de escaparse.
Fa Yorecido n~estro prisionero del desorden, y de un buen caballo
en que iba montado, se abrió campo por la retaguardia á
todo e ·cape. Como yo era el único de la guardia que iba á caballo
casualmente, le perseguí y le disparé mi tercerola, habiéndole
fallado ; bien que el tiro se lo hice á más de 6o pasos y al
movimiento de mi caballo. El Comandante Torres me manifestó
su sati facción, porque había llenado mi deber, y desde ese día le
merecí distinciones.
A pocos días llegámos á Cartago, ya reducidos á cosa de 1 50
hombr s. Allí encontdmos al Teniente Coronel francés Manuel
Roergas de Serviez, recomendado por el Gobierno de 5antafé
para que se le dies~ serv;cio en nuestra columna. Inmediatamente
se le confirió el mando de ella; y este Jefe aguerrido en Europa,
y acostumbrado á la autoridad y á la discipli 1a militar, empezó á
hacer~e conocer por rasgos tan severos y tem rarios, que á no
hab r sido por las circunstancias crítica· en que no hallábamo , y
por el patrioti mo de nuestros Oficial s, no habría tenido dos ías
el mando. Apenas se hacía entender en muy mal español; pero,
á pesar de eso, él mismo nos enseñaba 1 manejo del arma á la
franc sa y las evoluciones principales.
Constantemente reunía, ya á los Oficiales y cauetes, ya á los
Sargentos y Cabo , para inculcarles sus deberes en todo; y
se puede asegurar que este hombre extraordinario é infatigable no
dormía nunca, pues pasaba las noches rondando las guardias, haciendo
pasar listas, ejercitándonos algunas veces en el campo y en
la oscuridad, y dando sorpresas á las centinelas, en términos que
llegó el caso de arrojarse sobre una, desarmarla y matarla con
un fuerte golpe que le dio sobre la cabeza con la 11a ve de una carabina
que 11evaba siempre terciada á las espaldas, porque no le
había dado el ¿quién vive? á tiempo.
Llenos de confianza esperábamos en Cartago los auxilios de
tropas que se nos habían prometido de Santafé; pero éstos nunca
llegaron, y entre tanto el enemigo, aunque lentamente, marchaba
sobre nosotros. El duro carácter de Serviez había disgusta-
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migo de que no eran ya 6o hombres sir. o 12 solamente los que le
hadan frente. Confieso que pasé una noche cruel, acosado del
hambre, amenazado de riesgos positivos, pues nos hallábamos á
quemarropa, y oíamos cuando hablaban los realistas. Nuestra se-_
guridad la debimos á los troncos de- los árboles que nos servían de
parapeto. Los enemigos tenían perros que ladraban incesantemente
de la parte donde nos encontrábamos, lo que les advertía nuestra
aproximación; aunque en vez de explorar el campo, se contentaban
con hacer grandes descargas dirigidas al pie de la barranca.
No puede negarse que en terreno igual habríamos podido batir
con 200 hombres toda la columna realista, que desde entonces
mostró su cobardía y la impericia de sus Jefes.
Serviez se había retirado á poca distancia. A la seis de lamañana
habíamos repasad_o el río, y á las siete continuámos nuestra
retirada en el mejor orden y á la vista de las avanzadas enemigas.
El Teniente Pizarro, con 10 hombres que le restaban de los 12 que
mandaba, pues había perdido ~ durante la noche, marchaba á retaguardia,
destinado á proteger la retirada. A poca di tancia ordenó
nuevamente Sen-iez hacer alto, y defender un destiladera llamado
el Salto de la Parida, á cuyo fin construímos parapetos é hicimos
algunas palizadas. Mas como llegó á noticia de nuestro Jefe
que el enemigo podía cortarnos marchando por una ruta paralela
que iba á r sultar "'n el punto del Roble, á nuestra retaguardia,
continuó la marcha en retirada, ya casi entrada la noche.
Al día sio·uiente lleg:lmos á Las Cai1as, en donde se nos aseguraba
que encontraríamos algunos destacamentos a u. ·iliar .s, que
se sabía habían marchado ya de !bagué, pero no encontrámos ni
noticias. Serviez re olvió hacer ito allí ha ta el último c.·tremo,
siempre con la e ¡ eranza de los au.·ilios de antafé, que e 1 raba
de un momento á otr . Al segundo día se reunieron lo. Oficial s
bajo unos guayabos, con el designio de quitar el mando á rviez,
fundados en que los proyectos temerarios d 1 Jefe no poclfan producir
otro efecto que e] sacrihcio infructuoso del re to de la columna,
r ducida ya á uno 70 hombre ntr ficial s y tr pa á
la ez que continuando la marcha retrógrad ha ta. enco ntt ar los
au ·ilio , reunidos i é t s, nos hallábamos a¡ tos para las opera ione
que debieran emprender e. Otra de las razone ra la absoluta
falta de víveres, y la ninguna esperanza que hauía de poderlos
adquirir. La resolución había ya sido ad ptada unánimt mente,
y se iba á poner en ejecución, cuando el fu go del enemigo nos
anunció un nuevo desesperado combate. Ya no era posible deponer
del mando á Serviet. La mayor parte de los Oficiales huy6,
y á su ejemplo l_os dos tercios de la tropa. No 'luedaban haciendo
frente sino el Comandante Serviez y los Oficiales Pizarro, :t\folina
y Esparza, con cosa· de 20 soldados, entre los cuales e taba yo. ·
Cunluuía
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----'---- Variedades-
PEREGRINACION DE ALPHA
1
POR MANUEL ANCIZAR
(Continúa l
Tres galerías encontrámos abiertas y corrientes. La principal
de ellas perfora el cerro por su base, y la portada se halla á
ocho metros sobre el lecho del río, donde hace un salto ; á poco
andar comienzan las tinieblas, que por lo pronto, y hasta que los
ojos se acostumbran á ellas, impiden ver más allá del reducido
círculo alumbrado por la vela que se lleva en una mano, mientras
la otra se adelanta instintivamente por los novicio.; en este género
de viajes, para palpar obstáculos que no existen, pues el estrecho
camino sigue desembarazado por entre los órdenes de maderos
gruesos que sostienen con un techo de vigas el peso del cerro.
A los 180 metros de galería ~e nos anunció un pozo de 16 metros
de profundidad, al cabo del cual continuaba el tramo inferior de
la galería. Lós golpes de pico y barra manifestaron que a11í se
trabajaba: •arios puntos luminosos y sombras indeterminadas en
lo profund , me indicaban los lugares ocu ados IJOr los mineros,
pues mis ojo toda da no distinguían los obj tos algo distantes.
El r. Villafrade, con la soltura de un minero veterano, comenzó
á. bajar la escalerita de palos redondos y mojados, de la
que sólo Cl principio se veía, advirtit:ndo que á la mitad del pozo
cesaba ésta, y habíamos de tomar á tientas otra colocada á la
izquierda. Ya se concibe cuán lenta y desairadamente bajaría yo,
ciego y recluta en el oficio, á presencia de los mineros, que suspendieron
su labor para mirarme, ac rdándome en aquel trance,
y con referencia á mis cspectadore , del menosprecio en que el
llamro tuvo á cierto letrado que visitaba los llanos, y convidado á
lidiar toros, confesó con humildad que no entendía de aquello:
"vean!, decía el llanero, no sabe torear, no sabe enlazar, no !:.abe
colear- ¿,qué aprendió entonces en sus Colegios'?" El menor de
los peones mineros debió reírse de mi ignorancia en materia de
bajar por escaleras oscuras y resbalma-. Por fin llegué al ~uelo,
y ya más habituado á las tinieblas, paseábamos la galería inferior
que se prolonga cerca de 30 metros, atravesando una multitud de
vetas del mineral, apenas bosquejadas las más, y algunas atacadas
por el pico de lo mineros con la destreza y 1 \'igor que estos
desterrados de la luz del cielo adquieren, :i causa de la uniformidad
de sus tareas y de la persistencia con que trabajan.
La ganga del mineral es ( 1 cuarzo, que se presenta en filones
numerosos, y de tal manera variados desde el lu'alz'no cristalizado
en bellos prismas exaedros, hasta el arenoso cargado de arcilla
y mica, que bien pudiera decirse que en aquellas profundidades
se le sorprende en todos los periodos de su formación: á estas
masas cuarzosas acompañan granos y aun nidos de pirita de
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Citación recomendada (normas APA)
"Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año VII Serie IV Tomo I N. 10", -:-, 1903. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3691212/), el día 2025-07-18.