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AN"o 1. Bogotá, 12 de junio de 1858. NUM. 24.
La crinolina.
En vano os habeis esforzado, escritores de todos
los partidos; en vano ha beis robado a vuestros di a·
rios colutnnas. en~eras . destina~as ántes a la política,
el comercio 1 la d1plomac1a, para criticar costumbre
tan infernal; en vano habeis apurado
v~estro talento, sí, mil veces en vano: la crinolina
tri un fa desde el u no al otro es tremo de la tierra.
¡ · porqué~
Nosotros no acertamos a decirlo.
Es u na moda eleaante 1
N o
o.
Es una moda señoril?
No.
Tiene alguna disculpa'
Sí_, i no. Sí, si se atiende a que ella puede encubrtr
alguna falta severa; para eso la imajinó la
actual Emperatriz de los franceses, aunque su falta
era puram~nte matritnonial. No, si se considera
que solo sirve para afear, para desvirtuar a las sefiaras,.
con vir~iéndolas en toldos a1nbu la n tes ca paces
de abrigar baJO sus pli e gues un ejercito entero.
Per? esto no ha bastado, como no han bastndo
las caricaturas, ni los e11ígramas ni Jos sarcasn1os
. J ' ' n1 as pullas. Leed los periódicos de los EL_ tados
Un~dos i veréis como en ellos se atribuye su últi1na
crísts comercia~ c8a crísis violenta que acaba de
conm?ver_ el mundo, al uso, al abuso tremendo de
las cr1nohnas. Consultad a Jos estadista5 de mas
nota, i ell~s os dirán que el gasto en alambres, ballehas,
anJeo, resortes, broches, v isagras i de mas
enséres que constituyen esa torre babilónica esa
, h ' mascara orrorosa de acero, importa a 1 año millones
de ~iliones de pesos; que ella arruina con1o puede
arru1n~r .el mas deforme de Jos vicios, que la aborrczca•.
s 1 le ltagais la guerra como a una costumbre
od1osa, terrible, desg-raciada, casi criminaL
Padres, hijos, hermanos, sacerdotes, militares,
tendéros, todos están de acuerdo en atacarla, i todos
1~ ata~an con _su risa, con su ironía, con su despreCIO
mtsrno ; s1nembargo ella crece, se ostenta, i opone
sus anchas alas de buitre, su circunferencia in~
n.ita i os_adn ; colrna las plazas, obstruJ.e las calles,
1 s1gue s1empre adelante, adelante como el judio
maldito, sin que la detenga nada en el mundo, nada!
'I'romba m .agnífica d~ seda, mayor aún i mas
fuerte que.la tt·omba grandiosa de los mares Chirn-borazo
de los salones, triunfad ! '
1 vos?tros los de la n1ente raquítica, los que no
al~nnza1s a comprender lo que puede ser el infinito
mtradla pasar soJa, oprimiendo la cintura de un~
?ama ~ualquiera,} esclamad: ya sé Jo que es la
Inmensidad, el escandalo de la intnensidad ! 1 vo·
sotros los que negais la existencia del abu~o ved la
crinolina, i decidnos si hai o no abusos i c~ormes
1 ' ' en e mundo!
~u blimes de_ sarcasmo, i los mucl1achos vendian al
tn fi~o precio de un real un cartel que con tenia 13
figur1nes ma~ o ~énos exactos de mujeres carica·
turudas o acrJnohnadas, en el órden siguiente:
Nft!llero 1. 0 mujer s~n crinolina, enjuta como un
palo, 1 atr~s un. and.am~o entero de chusques i acero.
DebaJO : stn c1·znol-¿na.
. úmero _2: 0 Un .... militar ~regunta a una seiiora
st do"! Torlblo esta en casa, 1 ella que lo tiene escon
eh do confortablemente a retao·uardia contesta·
' b ' • esta. en el campo. En el punto céntrico de esta cri-nohna
campea un gallo hermost'simo.
. ú~nero 3. 0 Pasa un pepito~ i al pasar estalla la
crin?hna de u!la transeunte, i le rompe con los proyectiles
un OJO.
El número 4. 0 representa a u na señora atascada
en una puerta por lo voluminoso de su crinolina i
un s e ñor rabiatado a ella por no poder pasar. '
El 5. 0 se refiere a un fundidor de crinolinas · las
l1ai del tamaño de una basílica. '
En el 6. 0 cae un elegant e enredado en los aros
de nna pepita.
~n ~~ 7. 0 ~os policías levantan el traje de una
?cnnohnada, 1. le hallan botellas, jamones, perniles
1 otros comest1 bies colg·ados de ella como en una
choricería.
En el 8. 0 puja un buen ciudadano entre dos cri·
nolinas como entre Scila i Caríbdis.
. En el 9. 0 .un coro de párvulos juega el ai! ai!
al! aguacer-¿to en las caderas de una crinolina admirable.
En el 10 cierto individuo de estampa diabólica
cubre varias frutas prohibidas con una crinolina .
En el 11 se apela al medio de servir una copa a
~na s~ñora usando de unas largas tenazas, por
1mped1r llegar ha.sta .ella lo ampuloso de su traje.
En el 12 la crinolJna de una señora se ha vuelto
al re ves con el aire ; i este ]a ha alzado a las nube_
s cotno si ~uera. un ~lobo completo. El público
1n1ra para arnba, 1 se ne.
I finalmente en el 13 se descansa a la sombra de
una crinolina pendiente de un árbol, como pudiera
a la sombra de un baobad de Asia!
Veremos qué hacen las señoras ante la caricatura.
Harán Jo mismo que ante Jos versos 1 no lo
creemos.
La chan~a pasa ya de larga, i la exajeracion del
mal gusto ttene que dar al fin sus resultados favorables.
Esperem~s aún; puede que el estar ajándose
ya por las señoras pob1·es, dé al fin en tierra
con ellas. ·
Observaciones críticas.
(ARTÍCULO ÚLTIMO.)
. VaJ?OS a terminar la tarea que gustosamente nos
1mpusJn1os respecto del juir,io crítico del Sr. J. M.
~ero no solo se ha criticado la crinolina en pro- V illérgas, de Jos Poetas españolts coniemporáneo1,
sa 1 en .verso, n?, qu~ tambien se ha criticado por refutando su artículo EL PUEBLO-POETA, publicado
el med1o eficaz J eminentemente ridículo de la ca- tambien en el Cor1·eo de Ultrama1·, por las marcadas
ricatura ; i aquí, el día de la octava, miéntras Ja relaciones que tiene con ella.
crinolina triunfaba ~n toda su plenitud en plaza i Intenta probar el señor Villérgas en el citado
balcones, las comparsas de mátachines las llevaban , artículo, que el pueblo español es eJ primero de los
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190 BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS.
poe tas de Europa, i acaso el primer pueblo-poeta el señor Vi11érgas, han dado a luz poe tas que riva-d
el tnund o. Oigámoslo, s i no : liz a n con los e pañales, pero no puede n presentar
''La nacion española puede rivalizar e n l a po esía n Ja competencia mas que individualidades; es
con cualqui e ra otra, o por mejor decir, si se esce p- decir, que lo que en otros pu e blos es Ja escepcion,
túa la Grecia, ninguna otra nacion /¿a ú1·illado tanto e n España es la regla jeneral."
co1nn E spafia en la JJOesía." 'fa m poco es esto cierto. E. paña tiene, para qué
I=> o r qu~ csce ptu a r solo la Grecia 1 Cierto que ]a negarlo1 poetas de nervio co1no ,.rassara i Espronlit
cra tuta gTiega fu é de las tnas avanzadas e n la ceda , sentimentales como Saavedra i Castro, epiantigüedad,
pero n o lo fué esc lusivan1 e nte; i si g ramáticos como Breton, clásicos, eminentemente
esta na cio n, bajo tan tos puntos de vi._ta monurnen· clásicos, como Martínez i Lista; pero ni uno !olo
tal, se señala por contar en tre s us h ij os pro min n- s iquiera puede rivalizar, con1o asegura el señor
\es a Píndaro, el ma s sublirne de sus poe tas líricos , Villérgas, a Shakespeare, Byron i Milton, de
a Esquilo, el inventor de l a traj e día, i a tantos otros Inglaterra; Victor Hug o, Chateaubriand i Lamarmas
, tambi e n la romana cuenta entre Jos suyos a tine, de Francia; el 'fasso, Dante i Ariosto, de
Ennio i Lucrecio, I-l orac i o: Sén ec a i l,ucano, i a ~ Italia; Klosptolr i 'VieJand, de Alemania. 1 para
otros cuantos, que, desde mui atrns, habían cele- ~ probarlo no ten e mos mas que preg untar: i dónde
brado e l síno fabul oso de R ó inulo i la h eró ica cas- >cuenta la España obras épicas de tanta nombradía
tidad de Lucrec-Ja, al rnismo ti empo que la piedad > como las d e estas naciones, que enumera el seíior
filial de Corjolano. l a l Jado de la llía da de I-lo- Villé rgas 1
mero, v emos l evan tarse la Eneida d e Virjilio; sin La poesía erótica i rornanesca ha aido el tetna
que, ac e rtadan1 cn tc, pueda decirse cuá l de lns dos oblig ado de casi todos los poetas de la Penfnsula,
literaturas, griega i r o rnana, se lleva la palma; ni por lo que su interes ha sido un jnteres pasajero,
si son mas c é leb res I-1 e ródoto i 1'ucídides, que puramente de circunstancias; i no ha podido sobre·
César i Varron. - vivir, por lo mismo, a determinadas épocas. El
En In época a que alu d im os, la India tambien drama ha sido tambien una de las ocupaciones fatuvo
su literatura especial; i nada desmerecieron varitas de los injenios españoles. 1 con produccio·
a los ojos d e Ja c rítica Jos p oe mas RA1\IAYAN i GITA- nes de carácter tan transitorio, difícilmente se pueGoviNDA.
D e Jos h eb r eos nada d eci mos, por ser a de alcanzar Ja palma de la escelencin absoluta, qoe
este r especto tan conoc idos como admirados; i en es la que, en cierto modo, pretende el Sr. Villérgas
cuanto a ]os godos, nadi e ignora qu e e ntre ellos tu- para su patria.
vieron lugar pritnero l os poe m as h e róico-his tóricos, Es, en nuestra opinion, la epopeya el término
corno introdu ccion n los caballerescos de la Edad indispensable i mas filosófico de comparacion entre
Media, en que se consagraron a la posteridad las las poesías nacionales; i España a este respe~to
depredacion es sin ejen1plo de Atila, i se encomia- t1ene mui poco que ofrecer, que merezca el califiron
los hechos Je los Amalujcnses en la corte de cativo de completo. Actualmente no cuenta sino
Teoclorico. con GRANADA-ese poema de los sonidos-obra de
Es, por tanto, cstraño, n1ui estraiío, que el señor Zorrilla, el poeta de Ja armonía que no canta sino
Villérgas encuentre solo la esccpeion en la litera- que murmura; como murn1ura el viento que baturn
griega, desconociendo lo que n os dice la histo- lancea las arboledas i arrulla las ondas del lago i
ria de Ja 1 it cratu ra con r efe r e ncta a casi todos los del mar. Pero GRANADA no es por cierto un decha·
pueblos del mundo. cJo de perfeccion; no: es tan solo la obra sublime
Por lo que hace a lo que se llama poes'Ía popular, de un versificador sublin1e.
puede asegurarse s1n ten1or de equivocacion, que Volvamos a nuestro asunto.
no ha habi do pueblo alguno, por tardío que haya En beneficio de su propósito, el seftor Villérgas
sido su desarrollo inte l ectual, que no 1a haya tcni- compila unas tantas cuartetas, que, ora por lo redo,
aunque mas o mén o s rústica, s eg un multitud ducido de su número, ora por su mérito inferior,
de circunstan c ias; pues todos ellos han cantado las nunca debieron preocuparlo hasta el punto que
hazañas de sus guerreros, sus cosmogonías i oríj e n parece lo han preocupado. Con efecto, o nosotros
resp ectivos, arreba tando a la tradicion su sabor i no sabemos qué sea poesía popular, o el señor Vi·
sus fábulas. i En dónde no han si Jo conocidos los llérgas se engaña al pensar que, escepto España, no
trovadores i los bardos, ason1 bro de la n1ultitud, i hai pais en el mundo donde puedan recojerse como
embeleso í timbre de las ciudades~ Errantes unas del pueblo versos del tenor de los siguientes:
;veces, o sigui endo las tiendas de las razas conquistadoras
para pulsar su arpa tnelodiosa a la luz del
vivac, ha podido verlos el s e ñor Villérgas; i otras,
llamando a las puertas de los castillos feudales,
cuando no en el cenáculo misrno de los empera·
dores j e rmanos. En este ~dglo de materialismo, i
en el seno de Ja caduca Europa, suelen, bajo el
hermoso cielo de Italia, rival del cielo de Andalucía,
i en Jas playas del l\iediterráneo, juntarse, con
el último crepúsculo de la tarde, cente nares de improvisadores
napolitanos, a cantar su bien perdido
o sus nacientes amores. Pero ya se ve! al seí'íor
V illérgas lo ciega su mal entendido amor nacional
; i, escepto la Grecia, no hai para él pais 1nas
sobresaliente en la poesía popular que su madre
¡1atria ! . • • • ...
"Inglaterra, Francia, Italia i Alemania, continúa
Y o me enamoré del aire ••••
Del aire de una mujer;
Como Ja mujer es aire
En el aire me quedé.
t Si yo fuera gato negro
1 por tu ventana entrara,
1 a tí te hiciera miau, miau,
1 a tu madre la arañara 1
Dices que me quieres mucho,
Vida mia, tú me engañas,
Que en un eorazon tan chico
No pueden caber d01 almas .
•
'
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BIBLIOTECA D E SE&ORIT S. 19 1
~-...._....._~ , .....,.... ,...~""""""""'-"J"~,~ - --... --.. ~-~~~~~ ~--~~~~~~~~~~~~~~~~~~~----~
Me quisiste, m e olvidaste ,
1 m e v o l viste a qu er e r :
Z ap ato q u e ) o d esech o
N o m e l o v u elv·o a pone r .
V e r sos v e r d a de ram e n t e p op ul ares por l a n aturaleza
d e s u m e tro , ~ u gus t o i anó ni m o ; p e r o junto
a l os cua l es nada ti e n e n de descolor idos ni d e fl ojos
los sigu ientes1 p e c ul ia r ~s de ~1u e s tr o pueblo, q u e n o
cue nta la a.nt1 g ü ed a d hte. r a r 1a d e E spaña, ni t ie ne
las pr e ~ e n to n e s d e l señor V i ll é rgas. I no se e c he
en olv1do qu e lo qu e ahora d eci m os de l pueb lo
granadino, se pue d e decir d e la m ayor parte d e los
pueblos d e l mun d o .
Los versos dic e n así:
Tus oj os s o n d o s luce ros,
Tus lábi os son de co ral,
Tus die nte s s o n p e rlas finas
Sacadas d e l h o ndo mar.
El árb o l d e m is amore s
Era c oposo i l oz a n o :
Tu ind i fe r e ncia l o h e ló ,
Mis celos lo deshojaron.
i Quién no hallará en e s tos v e r s os que hem o s
ci.tado al ~zar, todo el sabor de los v e r s os p o pula r e s ;
n1 mas n1 ménos que como sale n de b oc a d e nu es tros
m o z o s d e mulas e n los bundes domin o- u e ros o b
de la de nu es tros g ala ntea dor es de ald e a~
.. 1 e s -~r ec is a m c nt e " e n estas compos ic io n es fuji ttvas,
hlJ él S d e l a tur a l e za i d e difi c il imitaci on para
las perso n a s civ i l i z a das , i aun para fos qu e se llarnan
poe tas, , c o tno di ce e l auto r d e l TIPLE, d on d e
el s e ñor Villé r g as ha d e bido con s ultar e n nu es tro
hu~ildí s im o conce p t o, la po e sía poPul a r d e l as
nac1on e s europe as, ánte s de lanzar al público universal
el articulo que nos ocupa .
Oros son tri,tnfos.
l.
- t Vas a la fuente 1
-A la fuente.
- t Tan solita~
- Tan salita.
- i Quieres que yo te acompafíe 1
-No h e m e n e ster compañía.
-Ven i senté n1onos juntos
Debajo de esas encinas.
- ¡ 1 que nos viera mi novio !
- i Con qu é tienes novio, niña~
- Es el pastor mas gallardo
De toda esta serranía.
-Pues no m e r e c e un pastor
U na zag ala tan linda .
- i 1 por qué no la mer ec e '?.
-Porque es notoria inju s ticia
Junto a un espinoso cardo
Poner una clavellina.
- Yo nací para ser pobre.
.. _Porque no querrás s e r rica.
-Si en el querer consistiera ....
·- 1 Ai Dios, que bien sentaria
En esos dedos pulidos
U na pulida sortija 1
- Pero como no la tengo ...
- t Quieres probarte la mia 1
<
- I o r prob ar nada se p ie rd e .
li ra, te vicnej ustit·1.
C~ uárda l a, h e nno~a zngala ,
ue te n go e n mi joye r ía
l\I ns ele doscientas, i todas
u ajadas de piedras finas.
- ¡ ..t\tn nble es e l ca hall ~ ro!
- ¡ -4 .. .t1C' n tadora es la niña!
T e a co tn pníin r é a. la fu ente~
'f e a g r ada la co mpa ñ í a .,.._
I z ag al a i ca b a ll e ro
S e p ierde n al fin d e vista
Cam i nito ele la fu en t e ,
Entre c a s luííos i e n cinas,
I u n pa s tor q n e los ha vi s to
Canta 1nui tri st e all á arriba:
e; El qu e fu e r e s o l o i p o bre
No busq u o l a 1nuj e r lin d a,
Porqu e e n 1nedio d e su s g us t os
Viene el r ico i s e la quita.'' -
II .
Aquc1la h e rm osa zag ala
Que y e ndo a ]a fu e nte un día
Pu s o e n s us d e do s pulidos
U na pu hdn so rttja ,
Baja co n fr ec u e n c ia al va lle
1 vu e lv e a l a se rra nía
C o n1 o u na azu ce n a p á li d a,
Con1o una r o s a m a r chita.
L as so rtij a s d e s us d edos
Dice n qu e se n1ultipli c an;
P ero e ran muc ho 1n ejore s
L as r os as de s us mej iJlas.
lVlas aye r tornó de l valle
Si n u n a nue va sortija,
Con e l c a bello en desórden,
Llo ran do a l á g ritna viva.
¡ Ai, qui e ra D1os qu e l1oi ll o ra n do
No to r ne a la serranía,
Qu e ni co tnpasi on en c u e ntra
E n Jos qu e s u ll a n to rniran ,
Qu e h a ... ta l as ot ras zagalas
Su co n v e rs'lci o n e squiva n!
Y a da Ja v u e lta d e l valle ;
P ero s u s d e dos no brilla n,
1 vi e n e co tn o ay e r ta r de
Ll o r o sa i descol o rida .
A la' e ra del cami no ,
S e nta d o a l p ié d e una e ncina,
E s t á un p as t o r a bis1nado
En h ond a m e lan co l i a,
1 la aflij1 da z a g al a
A c i a e l pa~to r se e n cam i na.
- Compadéce t e , Jc dic e ,
D e u na muj e r d esvalida,
I l as Jágr i tnas q u e vier to
D e desug r av io te sirv a n.P
e r o e l p a s t or se l e v anta ,
1 t e m e ro s o de o irla
Gana c on lij e r o p aso
La cumbre d e u na co lina,
I canta allí co n ace nto
Ll e no d e m e la n co l í a :
" El que fu e r e solo i pobre
No busqu e la n1uj e r lind a,
Porqu e e n m edi o de s u s g u s tos
Vi e n e el ri co i se la quita.>'
..
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l92 BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS.
La pastora de los Andes. A lo que recuer,do, la voz cantaba en versos acor·
~ños pasados visité yo una de esas rejiones sal- des las siguientes quejas :
vaJ eS que !anto abunda~ en nuestro pais, i que ti e- " Dos veces se ha coronado el bosque de flores í
nen todnv1a el encan to 1 las bellezas de ln s tierras el prado revestido de verdura desde el dia fatal en
ví~jenes . ~rboleclas, fuentes i pájaros, todo llamaba que se apagó Ja luz en tus ojos i dejó de palpitar
mt atencto n, porque todo se ostentaba a tnis ojos tu buen corazon ; Clllj)ero, tu memoria no se aparta
con un ropaje p1·i1nitivo. La crecida yerba que de la mia, i hoi como entónces veng·o a adornar tu
1narchitaban mis pasos, sin eco en Ja soledad, cJ sepulcro con Ja guirnalda de siemprevivas i de rosas
ruido del follaje espesisimo que t enia que apartar que debiste r galnrn1e e l dia de nu stras bodas."
a cada mom ento abriéndome vereda, i hasta el so- Obedeciendo a un in"' tinto natural traté de busnido
causado por las hebrcs i los insectos que huian car n la cantora sirviéndome para ello del sonido
de mi presenc ia, teninn no sé q~é de raro para mí, de su voz, i empecé a andar lleno de curiosidad e
que me producian, si no tni edo, por 1o ménos recoji- intcres. Por largo rato fuérne imposible dar con
n1iento. 1\tlas d e una v ez me detuve sobre la tnár- ella a causa de lo crecido del bosque, pero salienjen
de un torrente impetuoso, que me ensordecia do a una esp lanada pude distinguirla en la cuesta
con e l r onco torbellino de sus olas, i rnas de una v ez vecina apacentando un centenar de manchados catanlbi
en bajo Jas estendidas copas de árboles mil britos. 1is ojos se detuvieron sobre aquel grupo
d esco n ocidos, que con su esplendido ramaj e m e singular, que despertaba en mi m e moria las humilguarec
ian de Jos ardorosos ray os de un sol mcridio- des escenas ca m postres descritas con toda la sencinal,
sin darme cuenta de Jo que sen tia, sin atrever- ll e z de la poesía bucólica por los padres de la litenle
a vol ver en aquella peregrinacion incierta . ratura Jatina , i de Jos tiempos primitivos, en que
Ahora mismo, que recojo mis recuerdos despues de eran pastores Jos hijos de los reyes, i nada tcnian
tanto ticn1po para someterlos a las proporciones de que e nvidiar a Jos aJcázares de la soberbia las esun
cuadro, dándoles el colorjdo de una novela fu- t endidas hojas de Ja selva, bajo cuya sombra npacigaz,
parece que vuelvo a sentir la inquie tud vaga, ble se r e unia el consejo de Jos ancianos a decidir
dulce i melancólica que sentí entónces; pero ahora d e los destinos de la patria, o se congregaban las
mismo, tambien, me faha la conciencia de los h e - ; zagalas a di frutar de Jo~ encantos de la primavora,
chos que m e faltó en aquella ocnsion, i no puedo anunciada en su mañana de rosas por los cantos
esplicarme lo que sentí, pue s corria impelido por de la mirla i los balidos roncos del corderillo. Qué
unn fuerza superior, a semejanza de Jas a res que épocas tan dichosas aquellas! .. entónces el holnel
viento deJa tempestad levanta en Ja ribera i bre no empuñaba otro cetro que el cayado con que
lleva a sum e rjir en la mar. gobernaba su n1anada, ni había otra riqueza que la
Yo había aprendido a nrnar Jas florestas i los bos- producida por las cosechas i el pastoreo; i hoi, ... 1
ques en las p újinas del vizconde de Chateaubriand; La cantora era una jóven como de veinte años.
mi espíritu, todavía niño, gustaba n1as de adorar a rubia i de m ejillas encendidns. 'l'enia el andar pauDios
en las flores i en lo s campos, siguiendo las sado i tri f• te, i sus grandes ojos azules rniraban con
inspiracione s de un panteistno sublin1e, que de ad- una esprcsion de ternura ine fable. La sonrisa de
mirar al hombre en los obeliscos de su orgullo o sus lábios era tn e lancólica, i ~u udeman todo de reen
Jos palacios de su grandeza momentánea. Por. cojimiento i an1argura. Sus albos pi é s, desnudos,
eso babia dejado atras la ciudad ; por eso queria parecian no sentir el roce áspero de la grama de Jos
mas el cielo limpio i azul de los Andes, que el ar- collados, i su lijero traje n1ostraba en mas de un
tesonado de oro, i Jos mármoles de colores, las está- punto el roto que le habían hecho Jos zarzales de
tuas i los bronces que el arte confunde todos l os Ja montaña. Los cabritillas mas pequeños la sedias
en una rn isma masa, en su eterno intento de guian a todas partes importunándola con sus juegos,
aparecer creador bajo el golpe mismo del martillo i cuando, fatigada por el bochorno o preocupada por
de su itnpolencia 1 sus pensamientos, se detenia a Ja somo'ra de la
¡Qué suave era allí el soplar de las brisas, qué enramada o en Ja gruta de alguna peña, iban a
trasparentes las linfas de las aguas, qué bello en fin, e~hársele a sus piés i hacerle callada compañía.
el e~pect~culo deJ selvo~o horizont.e que me rode~- Estuve yo observándola largo tiempo aJ abrigo
ba! Encima, la montana suspendida como un Jl- de un tronco, pero luego que me percibió por el
gante de verdura, ense~orando su tope. calvo por ruido que 1netian mis pasos en la hojarasca, trató de
sobre los descarna~os p1nos de su gola; 1 como al- ocultarse en el bosque. Salí yo entónces resueltazándose
para, serv1~ Je pedestal al a_stro de la luz; mente en su seguimiento, i al verme inhostil i casi
despues, la cupula Inmensa de los cielos como un niño tuvo a bien detenerse i decirme:
brilla_nt~ globo. de. cristal, dormida .so?re .s~s polos! Quién sois i qué bu;cais aquí 1
M1 OJO ~tón1to 1 errabundo segu1a IndJstt~tamen- Soi un niño que se entretiene en pasear ¡ no
te los objetos de . aquel panorama parad1sal co~ busco nada, la respondí. ' '
todo el ~tol.ondramiento de la sorpr~sa, ~uando llego Bie n pues observó ¡ trató de alc·arse.
hasta mt o1do el eco de una voz triste 1 sonora, que ' ' . . , J . . .
cantaba mui a lo léjos con el tono campesino de ~o?~ vayais, l e suphq~e ."Y 0 .; esto1 mu1 fati-las
donceJlas de las ti e rras altas. gaclo J qutsiera pasar el med1od1a JUnto con vos.
Los que han escuchado bramar el viento de la . Junto conmjgo ~ no ; yo soi Juana, la loca, i
noche entre las járcias de un buque que siuerma las J e ntes en vez de buscarnu~, huyen de mí.
descuidado sobre las ondas, i los que han oido tro- La palabra loca me hizo estremecer todo, i estunar
el cañon en el seno mismo del combate, o des- ve a punto de ~alir corriendo; pero era tan dulce
perta do en Ia granja al primer canto del ruiseñor, el mirar de Juana, tan cariñoso el acento de su voz,
podrán acaso formarse una idea de Jo que esperi- que no crei lo que decia, por ser mui distinta la
menté yo con aquel acento apaeible i lastimoso a idea que tenia yo entónces de Jos desgraciados qlte
Ja vez. pierden la razon.
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BIBLIOTECA DE BE:RORIT AS. 193
-Pero ya veis que no huyo, le repliqué, trattlntnndo
de insinuá'rmele.
,-Sí: vos no huís porque sois niño, i los niños
no han apre udido de Jos hombre s a s e r cru les i a
burlarse de las desgracia~ que no compre nd e n.
Confi so que )""O tampoco compre ndia lo que me
estaba diciendo, pero callé sin hacérselo observar;
i vat~iando de tema la dije:
-Querrjais enseñarme esos lindos versos que
cantabais ahora poco~
-Luego los habeis oido? rne preguntó toda
cortada.
-Todos, todos, Juana; no hai porqué ocultármelos.
-Porqué, si hai. t No sabeis que tod osr se burlan
i huyen de mí~
mui l éjos de imajinar
estuviese loca.
que persona que tal decia
Calló Juana, i apartándo e r e p e ntinamente de mi
lado, llamó su s c abros i d e saparec ió en la espesura;
quise s eg· uirln p e ro m e fu é jmposible por lo enma·
rañado del carnin a ; trepé pu e s sobre una roca, i
estuve observándola largo rato hasta que no quedó
de ella sino el eco dulce i l ejano de su canto,
que se alzaba e n medio del follaj e corno e l grito de
una ave l1uérfana, o el murmullo de una fuente se-creta.
Años mas tarde, cuando impelido por este re·
cuerdo que me ha acompañado toda la vida, volví
al paraje de la montaña e inquirí de sus moradores
por Juana, la loca, me dijeron que habia mu e rto so·
bre la tumba de su amante, i yo me cercioré de la
verdad viendo los restos de su manada vagando silvestre
por las eminencias de la comarca.
Por eso vivo como las fieras en el centro de los
bosques: sin quien comprenda mi dolor i me com·
padezca. ---
Luego sufris ~ El duque de Alba.
-Tanto! dijo Juana, i sus ojos azules se preña· Hai hombres que han nacido para ser la viva
ron de lágrimas. rcpresentacion de una época i de un siste ma; que
-I vuestms padres 1 como tales, han dejado impreso en su fisonomía un
- ·Soi sola en el mundo. carácter grandioso que los hace descollar entre sus
Sola? contemporáneos, i ocupan tanto lugar en la histo·
-Sí¡ no tenia sino un amigo, i ya no existe! ría, que al llt>gar a ellos es fuerza co?tcmplarlos
Junna en esta vez no pudo ~ontener el llanto, i con venerac1on o con espanto, pero siempre con
asombro.
pasó su ntano de alabastro para enjugarlo en la A este número pertenece sin duda el gran duque
mejilla. de Alba. Nacido en una época en que España
-Qué! l1a muerto~ estaba al frente de las naciones europeas, en que
-Para el tnundo sí, pero no para mi corazon; su política conmovia todos los gabinetes, en que
i porque lo lloro noche i dia, porque i acompaño su sus armas infundian terror a todos los pueblos, i
tumba en la soledad, i levanto por él mis oracio- en que, por fin, se tnostró tan acérrima defensora
nes en las horas vespertinas del dia; me llaman la de la relijion establecida corno enemiga irreconci·
loca! . liable de la reforma, el duque de AJba fué la per-
-Eso es imposible! , sonificacion del carácter guerrero, poJ jtico, intole-
-l•nposible no, niño; yo no he traspasado ja- rante i severo de su nacían, reuniendo en sí todas
mas los límites de la comarca de mi nacimiento, solo Jas virtucies i todos Jos vicios que la engrandecían
conozco la iglesia de la aldea de •••• donde me o afeaban. Así es que los historiadores, al hn blar
bautizaron, donde debí casarme, i donde me ente- de este célebre personaje, no lo han podido hacer
rrarán'; pero creo quel tanto en el campo como en Ja nunca con indiferencia, porque en ellos ha influido
ciudad, los ~ombres son egoistas e insensibles, i no necesariamente el espíritu de partido; i su nombre
comprenden o no quieren comprender lo que es el ensalzado por los unos, execrado por los otros, ha
corazon, puesto que se burlan de sus mas ca~os atraido sobre sí todas las alabanzas i todas las tnalseotimientost
Mi sola culpa fué amar, i amar co- diciones qe que son susceptibles la admiracion i el
moyo veo que ama la naturaleza; porque es aquí, ódio. Los estranjeros sobre todo no lo pronuncian
niño, en medio dt Jos bosques donde Dios dicta sino para comparar al duque de Alba con los mónssus
lecciones al hombre, con la voz del torrente, truos mas aborrecibles que ha en jendrado la espedel
avei de las brisas; aquí he visto yo por el espacio cie hurnana, i aunque en la pintura que hacen de
de veinte años, que las flores aman al sol, i que no él hai ciertamente mucha exajeracion i rnucha inlevantan
su frente abattda sino cuando sus primeros justicia, fuerza es confesar que, respetando su alta
rayos t1ñen de rojo el horizonte; aquí es donde yo capacidad i sublime carácter, se presenta en Ja
he visto abrazarse la yedra al olmo, para no sepa- historia como una de aquellas figuras aterradoras
rarse de su tronco hasta que Jos pulveriza a jun- que no se pueden contemplar sin estremecimiento,
tos el rayo de las iras del Señor en las tempestades i que es de desear no aparezcan con frecuencia en
del invierno; aquí donde fructifican las plantas a la escena del mundo.
las caricias de las lluvias; aquí, en fin, donde las D. ~..,ernando Al varez de Toledo, duque de Alaves
se comparten por igunl Ja crianza de sus hi- ba, nació en 1508, de una de las mas distinguidas
jos ... ! Yo,pues,que me crié en medio de estos ejem- familias castelJanas. 1-labiendo perdido todavía
Rlos de amor, quise amar tambien; i amé, pero fuí niño a su padre, fué educado por su abuelo, i desde
desgraciada, por eso me llaman Juana, la lor,a, i sus primeros años n1ostró la rnas decidida aficion
pastor.es i ganados huyen de mí como a la presen- a la carrera de Jas armas; de tal suerte que a los
cia de un 4njel rebelde. Vos mismo, niño inocen- diez i seis se escapó de casa de su tio para asL.tir
t~, no huís de mí porqt¡~ estais solo, i cuando los al as~dio de Fuenterrabía que los fra~ceses ocupa·
ni~os están solqs predomJ~a en ellos la benevolen- bnn, 1 qu~ ~ubi~ron por fin de rend1r a los espa·
eia, así como cuan.do estan acom~apos de otros ñoles. DJstinguiósc tanto el duque de Alba, que
ae. dejan arrebatar. de la malignidad. ¿a pesar de su cstremada juventud le hicieron go·
.. Yo nad~ respoJ}dí a estas razopes, pero estuv.c l bcrnador de la plaza. Desde entónces toda su vida
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fué unR s é rie de hechos militares que seria prolijo
rete rir, i qne le di e ron fama de ·élebre guerrero.
El b e lico ~ o reinaclo de Cárlos [, era el mas a pro·
pósito pnra sati focer su ánsia por Jos combate s i
ejerc itar s u valor i capacidad en eJJos: así es qu e
en bre v e ll gó a s e r contado entre los mas cél e bre s
capitan e s de aquel grande e rnp e rador, acotnpañ a ndoJc
en casi todas las catnpañas. Francia, Cataluña,
Africa, Italia i Al e mania fueron t e atro de sus
proezas. Fné uno d e los que mas contribuye ron
n la con4uista de 1'úne z, i a ' 1 s e debió prü1cipal-
1nente la ~ran victoria de J.\llulb e rg, dada en las
márjencs d e l Elba contra Jos luteranos. o parecia
sino que su estrella le destinaba a ser el terrot· de los
herej e s: entónces fué cuando a sus tal e ntos guerreros
emp e zó a añadir aquella severidad cruel que
le granj eó de "pne s tan triste fama. Mo ... tró tal ardor
en aqu e lla batalla, que recibió tres h e ridas; i
habiendo caido prisionero el elector de Sajonia, Je
sentenció a 1nuerte un consejo de guerra que presidia
el mistno duque. S1nembargo, mi é ntras vivió
Cárlos, solo el guerrero brilló en el duque de Alba;
i si al morir aquel hubiera bajado este tambien a
la tumba, quizá gozaria de ménos celebridad, pero
contado entre los c é lebres capitanes de la época,
i estimado a par de Jos Bazanes, Pescaras, L e ivas
i otros, su fama se hubiera trasmitido pura i libre
del terrible borron que la acompaña.
Bien se dió a conocer su distinguido mérito i el
aprecio en que le tenia el emperador, cuando tratando
de buscar un ayo para su hijo Felipe, elijió
entre tantos famosos guerre ros i célebres políticos
al duque de Alba, cuya edad no era sine1nbargo
todavía la suficiente para tan delicado puesto. Tal
vez pudo influir esta eleccion en los futuros destinos
de España ; pues si el maestro no logró infundir
al discípulo su ánimo guerrero, Je inspiró el
fanatismo i la intolerancia de que estaba poseiclo,
i aquella dureza de carácter de que tan terribles
muestras dieron uno i otro cuando Felipe Jlegó a
sentarse en el trono de su padre, rijiendo con c~tro
de hierro los numerosos Estados que le dejó en
herencia.
Mas a pesar de la piedad relijiosa del soberano
i de su jeneral, el primer servicio que este hizo a
Felipe despues de su advenimiento al trono, fué
precisamente contrn el jefe de la iglesia. El Papa
Paulo IV favorecia los intereses del monarca frances
contra los de España, procediendo estos sentimientos
tan ajenos de su situacion, de los de su
sobrino el cardenal Caraffa, que, a fuer de napolitano,
a borrecia la do mi nacion espafiola. El sun1o
Pontífice soltó Ja rienda a su despacho arrestando
ni embajador del monarca español; i considerando
a este como vasallo de Roma, en su calidad de rei
de N ápoles, le emplazó a su tribunal, llegando por
fin, apoyado en las promesas del frances, hasta
declararle privado del cetro napolitano. En tan
crítica circunstancia, ningun jeneral parecía mas
a prop{,sito que el duque de .t\.lba para desempeñar
el dif1cil encargo de poner coto a las demasías de
pP,rsona tan venerada, i de cuya sumision no queria
separarse el rnismo que la combatia. Despues de
haber cons11ltado Felipe a un consi5torio de teólogos
para saber si podria armarse contra el jefe de
la Iglesia~ envió al duque cuyo principal conato
tu \ro por objeto aplacar al Pontífice por medio de
concesiones que a cualquier otro le hubieran satisfeeho
; pero viendo al fin que todos sus esfuerzos
eran vanos, reunió tropas, entró en el territorio
romano , i se apoderó de varias fortal e zns. El Papa,
qu e ya e mp e zaba a t e t!lblar, se reanimó viendo
qu e a cudin a socorrerl e un j é rcito francos ; mas
h a bi e ndo t e nido ste que retro ced e r de resultas de
la m e rnorable batalla d e San Qu intin, quedó aqu e l
a m e rced d e l duque de ;\lba, qui e n le obligó por fin
a des pre nd e rse de la ali nza francesa. Cué ntase
que durante esta contienda, habiendo sabido que
Jos romanos, aterrados ul sabe r su aproximacion,
trataban ae derribar la igl esia de santa María üel
Pópulo para emplear sus piedras en forti fi ~ aciones,
les mandó un correo para rogarles que no destru·
ye~en aquel soberbio n1onumento de la piedad i
magnificencia de sus antepasados; prometiéndoles
que de ningun modo se aprovecharia de las ventajas
que aquel templo pudiera ofrecerle, aunque la
plaza fuese inexpugnable por cualquier otro Jado.
Pero el teatro donde acabó de desplegarse el
carácter del duque de Alba i donde ha dejado
consignado su nombre acompañado d"C recuerdos
de sangre, fueron los Paises-bajos, cuya rebelion
dió márjen a que se mostrasen en toda su fuerza
sus talentos militares i la dureza de su corazon
indotnable.
El espíritu de reforma relijiosa que Cárlos V
había combatido en Alemania, penetró en los Pai·
ses-bajos, donde hizo rápidos progresos. J:...,elipe,
a quien su padre habia confiado el gobierno de
aquellas bellas provincias, resolvió estirpar en
ellas la herejía, prefiriendo a la persuasion los me·
dios violentos a que le inclinaban su carácter sombrio
i su celo relij ioso. Con sus modales altaneros
se enajenó el ánimo de los naturales gue tanto habian
Citación recomendada (normas APA)
"Biblioteca de Señoritas - Año I N. 24", -:-, 1858. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2094888/), el día 2025-10-18.
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Positivismo criminológico, dogmática jurídica penal y enseñanza universitaria: un estudio acerca de un cambio de paradigma en los saberes penales : UNC ca. 1940-ca. 1970