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El explorador del futuro

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  • Autor
  • Año de publicación 2016
  • Idioma Español
  • Publicado por Ediciones B
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Albert Bosch, "El explorador del futuro", -:Ediciones B, 2016. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3403118/), el día 2025-09-15.

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Imagen de apoyo de  El Granadino: periódico político i literario - N. 10

El Granadino: periódico político i literario - N. 10

Por: | Fecha: 27/06/1841

TRiM. l. 0 ] BOGOTA, DOMll GO 27 DE SllNO DE 1841. [ NUM. 10. UNA TA.R:9E EN DOGOT~. 1 hada d1·eam which was not all a d1'eam.-llYRON. ~ -:leo~,. que, convalesciente de una grave enfermedad, embozado en mi larga capa, á los fuegos del So} de medio dia, - babia salido yo por las calles de Bogotá. I yo andaba inquieto- é iba de camino preguntando á todos los que encontraba, i qué hai 1 i qué hai 1-i todos tambieu se manifestaban inquietos-i todos se preguntaban Jo mismo. Porque Carmona había derrotado al jeneral Mosquera en 'l'escua- i Obando había derrotado al coronel Posada en Cartago- i Cúrdova habia derrotado á Jaramillo i á Pineda en Sonson- i Carmona i O bando i Córdova habían apresurado sus marchas, i á un tiempo, por diferentes camino habían llegado á la sabaua de Bogotá, i en ella habían reunido i desplegado sus fuerzas, que ya subían á siete mil hombres. I el jcneral Herran, que al saber las derrotas de 1\Iosquera, de Posada, i de Pineda se hallaba en Neiva, el jeneral Horran había acudido precipitadamente á Bogotá: i, segundo Neira, había levantado á la poblacion de su desaliento, i había despertado el patriotismo de los habitantes, i había hecho hablar el instinto de conserva­c'on, aun mas elocuente en los hombres que el patriotismo. I la ciudad, reanimada por 61, se hab.a preparado á la defensa, i todos los varones habían tomado las armas, i tona~ las mujeres oraban en los templos. l el ejército que así se hab!n reunido, con Ilerran á su cub<;zu, stal.>a acampado á la puertas de la ciudad por el lado de Occidente. I aqnel dia de qne voi hablando In ciudad e taba mui desaso,egadr•: porr¡ue, acia el lado por donde e pone el Sol, hubíans oído toda la mañana, de de la madru­gada, largas i frecuentes descargas de fusilería, seme­jantes á sordos truenos. l un posta, montado en un caballo espumo o i todo bañado en sudor, había entrado en la ciudad al momento mismo en que el relox de la Catedra] acababa de hacer sonar once campanadas: i, en medio de una inmensa rueda que se agol¡ ó afanosamente para escucharlo, anunció qu~ desde In una de la madrugada se había trabado en las vanguardias el comba e- que el fuego á las ocho del dia se había estendido por toda la línea­que Obando mandaba como jeneral en jefe las fuerzas de los faccwsos -que las infanterías se estrellaban ya bayoneta á bayoneta i las caballerías lanza á lanza - que en aquel momento la batalla cstaha en su mayor furor- i que el jeneral Herran, á caballo i armado de lanza i de sable, combatía personalmente adelante de todos, para animar con su ejemplo los bríos de nues­tros soldados. 1 el posta, así que esto dijo, se vohió rápidamente á.cia el campo de batalla. . ( 1 1 la jente de la ciudad se quedó cvn;1ternada, silenciosa,­inquieta .••• Porque acia el lado de Occidente el viento había disipado ya la humareda, i ya Ja~ descargas de fusilería · habían cesado del todo. I nn ancie.no, compositor de almanaques, que armarlo de un mal telescopio había subido al observatorio astro­nóm: co de la ciudad en calidad de atalaya, había bajado diciendo que, sin poder distinguir claramente Iá.s personas ni los batallones, había observado una inmensa multitud de jente que se dirij'1a para la ciu. dile, i en el espacio que mediab, comprendí que lo. dos punto:-; pnnctp< l"s en qnc n.u1~ so hacía re istencia eran el col jio de San Bartolom ú 1 el parqnc. . . , J, al tiempo qu e yo comuni aba mts ob s rvacwnc::; :t mi dos compaii ra. ·, oímos que la calle de la carrera, sobro la cual estábamo ·, e inundaba de mucha caba­llería, que entró por to a la calle furiosamente, llenándola con un inmenso i bárbaro clamoréo. 1, con toda la precaucion posible para no ser vi to, asomé la cabeza ít una de las grande aberturas ree­tancrulares que demostraban en la ala, en que los cuatro estábamos, los sitios respectivos de los futuros balcones. 1 ví toda la calle ocupada en efecto por jente de á. caballo- i ví que la mayor parte do los jinetes eran neO' ros- i se peché que estos negro · seria u de las .que ·en bel Canea había manumitido Obando. I entre e tos negros ví á. uno mas corpulento !(_¡TJc todos lo otros negros, i montaba un caballo mas alto qne todos los de mas eaba\J.os .... i en la mano llevaba unn lanza ma lar~Ya qu todas las otras lanz. s-i en la punta de la lanza llevaba unJ. cabe~- i esta cabvz:t estaba descolorida con la palidez de la muerte i ma~ chada toda de sucia sangre. 1, mirando yo con 1 as atcncion aquella cabeza, i considerando el color de sns cabellos, i la grand za de sus bigote~, i el contorno jencral de sus facciones, apcsar de lo desfigurada i horrible que se hallaba, mi corazon la reconoció •••• ¡ Oh d.olor ! ¡ 6 desesperacion ! ¡ 6 espantoso crímen ! era la cabeza del Pr .. sidente de la República jencJ~ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Pedro Alcántara Herran. 1il. ¡Oh jeneral Herran~ ¡así reeompe~ba Obando·~l (adulto de los Arboles! 1 ¡ Oh jeneral .Herran! despues dé · tanta jenerosidad, de tanto ,patriotismo, de tanta modestia, ~e tanto-valor, ' 1, á medida que iban subiendo, cuando ya habían Jl~gado al último escalon, yo les daba la mano, i las ayudaba .á entrar al escondrijo. .1 así que todM hubieron entrado. yo cojí la escalera. i la ~metí tambien al . techo. Durante algunos minutos reinó grande silencio i per­manecimos envueltos en profunda oscuridad . . de tantos . trabajos, de tanto sa á. un tie mpo se derru mbó, con fragoroso e· truendv, entr ' inmensa i confu ·a polvare da. I el viento, qne todo el dia había estado so¡) and ., de O ccidente, pronto hubo d :sipado el turbion de polvc ; i, al disiparlo, dejó patentes á mi vista, en toda su estension, la cúpula, i los c1.mpanarios, i los tejados de ! ~ Catedral, que ya no me ocultaba San Bartolomé, porq t:" ya San llartolomó no ex isti a . Sí - San Bartolom' había s ·do derribado, deatru íd , arrasado •.•• ¡San Bartolomé! a'1 ucl colejio en cuyos va stos clath ­tros,- en la tranquilida'3 d- 1 retiro, - e ntre libr r· ' i v .:J t! • dios, i certámenes, - s in esperanzas, sin te mor" , si 1 deséos, sin pasiones, sin inquietud es,- hab :an e .: ri l ) rápidos i ventur osos los cortos años de mi adol ·ce n . cia ! .••• ¡ San Rutolomé ! mi corazon, al verte destru \ l;.>, te lloró, porque mi corazon te amaba cc mo á. la e ~., t de mis padres!' ¡San Bartolom.J! aquella reliqu:a qu9 los tiemplis pasad os habían dejado á los tiempo;; pre sen~ ~: '- nrp¡ eJlt1 muestra de la arquitectura española i dt 1 gusto (L 1~ :. · jesuitas, -aquel monumento, especial· dad de la. en ,,i• ; l granadina,- aquel hcr.nano del convento rlc Ca p nchinv.; i padre del colejio de Santo Tomas ! ..•• ¡ San Bn. rtolo . .-· ! Bogotá, al ve ·to destruido, te debió llorar, porquJ t ú eras una de las principales ~ ma_, cnracter:sti ca.s faccion ":-. de su rostro ' ¡ Oh, San llartolomé ! aquel la c ns n.-ft : :te q· w hah •· resistido á las convnlsion < .. ' dd suel o ~ 1 J ü.:rrc mo ! ··, que ~ e había burlado d l ra .. o del Ciclo n In. tc J .pe 'tad ! .. . . San Bartolomé! tú e:;tab, pu s dc·tina 'l ¡í sobrcv;,.,f á todo, para que en 1841 t u ' v ! ,ja i v ' crub!es p· r tlc fue en arra adas por Jos cañone · de la fac<' · on ! I tus nobles defensores ¿ en dónde estaban ! ¿ on e ' H1 •' estaban aquellos valientes, patriotas, jenerm; . · ciu• .a ~Lt­nos que, atrincherados tra de tus grandes p1:" n('·~, !'t~ habían empcfiudo, con mngn:inirna obstinacion, GD 1 ' .e n. der aquel último a. ilo? Ai ! i dónde estaban? Nuevos Sansones, e l mismo edificio que sirvió para demostrar Yue.,tra fortaleza, o sepultó bajo sus ruinas! I, al hacer esta rcflexion, mi corazon e preñó de inmenso dolor •••• i mi rostro se encendió con los colores de la vergüenza, al considerar que yo no había com. partido con ellos su noble mue rte ! ..•• Pero record ó .••• recordé quiénes estaban en aquel momento dctras de mí •••• pensé en su sexo, en sus temores, en su debilidad, en su impotencia, en la necesidad que tenían entónces de un amigo, de un protector, de un apoyo •••• i yo bendije á Dios que para salvarlas me habia salvado la vida •••• i yo me consolé porque me dije á mí mismo: "Hai pues todavía en la tierra seres, i seres amados de mi corazon, á quienes yo puedo ser útil." 1 en mi interior juré salvarlas •••• juré salvarlas á toda costa •••• juré no pensar mas que en ellas, consagrarme Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. . 1' EL Gl\.ANADINO. todo entero i esclusivamente á ella~, hasta que la.s hubiese salvado •••• i desde cntónces e!l1pccé á recapacitar en tos medios de sacarlas de aquella casa i depositarlas en otro lugar secreto i seguro •••• Mas por entónces era escusado pensar en esto: toda - tentativa de esta naturaleza habría sido temeraria; gruesas i numerosas partidas de caballería recorrían las calles; i, enmedio del confuso estruendo que resonabn en toda la ciudad, oíanse todavía, aislados, frecuentes tiros i aun descargas cerradas de fusilería •••• Esta mezcla confusa de voces, de carreras, de tiros, de dbscargas, -este ruido único formado de ·tantos ruidos diversos,- semejante ú. la voz del cú.os,- duró por el es. pacio de dos largas horas. Durante ellas, entre las dos señoras i ) o, que apénas habíamos tenido tiempo de hablarnos ántes, tuvo lugar el siguiente diálogo:- . "Caro, "me d1jo la que yo amaba- i su· voz, debilitada por el terror i por el pasado desmayo, resonó dolorosa. xnente en mi corazon,- •' ¡ qué horrible dia ! ¡qué odio. sos tiempos nos han cabido en suerte ! •••• I ahora,. ¿qué haremos? ¿ cuú.ndo podremos salir de aquí ? •••• ¡ 1 mi madre! •••• Oh! mi madre! -Dios mio!" •••• Mi padre tnmbien •••• mis hermanos •••• ¡:Yaquizi nunca volveré á verlos!" •••• 1, ahogada su voz por una convulsiva congoja, o ultó su rosto en el seno de su hermana; i, abrazadas así las dos,. confundida las lágrimas de la una con las lágrimas de la otra, sollozaron amargamente •••• 1 yo cal)> ••• .callé ...... no me atreví ú. con olarlas •••• ¿ qué cons s ofrecer á una afticcion tan profunda, tan ~entida, tan verdadera? Fruncidas las cejas, apretndo el corazon de mortal an. gastia, permanecí taciturno por ln.rgo tiempo ..•• Calmado el calor del primer enternecimiento, ella me dirijió segunda vez la palabra. " Oh! no se calle Usted! •••• U ted es aquí i ahora llU~stro único protector en la ticrr .••• sírva.nos Usted de amigo, de hermano, de padr •••. Jíganos Usted qué podremos hacer ..... qué partido podremos tomar •••• cómo e aremos para · r de aquí, para reunirnos con mi Ütmilin •••. nos , lle Usted .••• ¿ no hui pues esperanza ninguna 1 " Yo entónces, aunque profundamente conmovido, traté tle acallar mis propios sentimientos, i me esforzé por h er hablar mi razon. "Sí; "-les dije,- sí, esos dulces nombres de amigo, de hermano, yo ha re por merecerlos •••. pero, por, ah o m, miéntras en la ciudad no se calme la aji cion d<>l primer desórden,. nada podremos hacer i no debemos salir de aquí; •••. aquí por lo menos stcdes están seguras, •..• es n sario ántcs que todo, abcr aguardar •••• cuando ya alguna tranquilidad en las calles, entónccs podre. mos ir, i Usted verá á reunirse con su familia i tendrá el gusto el zar á su madre " •••• I yo, viendo que o me respondían, proseguí: "Para asegurar aun mas completamente la salida de Ustedes i su vuelta á ::~n casa, cuando yo mismo pueda hacerlo sin esponerme á un peligro inútil, que, si se realizara, las privaría á Ustedes de los pequeños servicios que en este funesto dia puedo aun prestarles; entónees, yo saldré solo, iré á la . casa. d~ Ustedes, veré por qué calles pueden pasar con ménos nesgos, tambien iré á. Ipi propia: casa, de allí saldré con armas para cualquier evento; tomadas todas estas P.recauciones, volveré aquí; i entóncc~ pero so~o hasta entónces, yo tendré la- ~icha de acompañarlas á. su casa i de poder defenderlas en el tránsito en caso ~e algun insulto. )) Iba yo ú. continuar todavía, manifestándoles que este plan era el único racional i posible- que yo, . desarlll:ado. como estaba, ninguna defensa podia ofrecerles; 1 que, Sl no. por su propio interes por el interes, de sus amantes padres siquiera., r.o dc!.>ian esponerlos ú. una horrenda pesadumbre, saliendo temerariamente á unas calles ocupadas por la. mas inmoral soldadesca •••• Digo que iba á hacerles estas reflexiones i aun ya había comenzado tambien á manifestarlas, cuando uno de los mas negros incidentes de esta negra historia, me quitó la palabra de la boca. Ahajo, --en la calle de la carrera,- i segun todas las apariencias en la puerta de la. casa inmediata, de aquella casa cuyos corredores i patios se divisaba.n desde nuestra.. ventana,- sonaron fuertes i 1epetidos golpes • En esta casa habitaba una digna i numerosa familia por• la cual yo tenía mucha estimac;ion personal. A esta familia pertenecía una señora hermosa i jóvcn,· esposa. de un amigo mto que siempre se había manifestado uno de los mas ardientes defensores del órden legal. -Durante las escenas anteriores, los patios i corredo­res de aquella casa habían permanecido desiertos: no.· parecía sino que la casa estaba a.band.onada. . Mas, al oírse los golpes de que vo1 ltabhndo, a~nose · una puerta, i por ella salió al corredor la hermo3a JÓVe~ que he mencionado, i detras de ella salió su . madre 1_ madre de toda aquella familia, i detras de ella sahcron dos­seiioritas hijas suyas, i tras ellas, por fin s:J.lió un jóven, · hermano de 1 s dichas señoritas. 1 aquellas cuatro sciior.as con aquel jóven. se rcuni~ron. en grupo junto á la bnranda del co~rcdor, 1 po~ su. JCSto. i sus ademanes parecían poseídos de una grande mqUlctud. 1 de cuando en cuando todo cinco se quedaban in. móviles, i par cía que prestaban el oído á alguna cosa, i el jóven iba i venía, i siempre al volver indicaba con sus ademanes que trataba de disuadirlas de alguna idéa. Lo go!pes entretanto sonaban ú. la puerta de momento en momento mas furiosos. De pronto, acia donde sonaban aquellos golpes, oyose un grande estruendo, cual si, desquiciada, la puerta enteras hubic. e venido abajo; i n.l momento mi:::nno un grueso tropel de jcnte armada inundó todo el patio do la casa. 1 yo vi que los rostros de las cuatro sc.íioras se cubrieron de una palidez mortal. I ví al j6ve. <"¡ue, con los brazos estcndidos fuera de la oaranda acia nquella::; jent.cs, pn.rcc'a preguntarles qu{! intentaban i q 1é se les ofí·ecía. De esas jcntes, algunos venían de ruanas armados con lanzas, otros armados de fusiles venían v0st.idos de .cami­sotes ven1es de lana i pantalones colcrados tambien de · lana. - Este último traje me sorprendió, i me hizo comprender · que ú. nuestros soldados muertos ó prisioneros, segura. mente los jefes de la faccicn los habian hecho desnudar de aquellos trajes, para vestir con ellos sus propias tropas · - D.., estos hombres pues, los unos quedaron en el patio, Jos otros se dirijieron ú la escalera i pronto apar·c·_- cieron en el corredor al lado de las señoras. · 1 el que iba adelante de ellos, hombre alto i membrud~ que Hévnba en el brazo presillas de sarjento, · hizo ~con la.· mano· izqnierda seña á los ottos para que se detuviesen, i con lii. derecha hizo á .la señora de la ca,n1 un jesto-; Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. EL GRANADINO. imperioso. I .la se~ ora, ~ aquel jesto, entró á la estancia de ,que hab1a. salido, 1 pronto volvió trayendo en las manos algunos manojos de llaves. I estas llaves la señora las entregó al sarjento que es. tendía la mano para recibirlas. 1 el sarjento, así que las hubo recibido, se asomó á la baranda del corredor, i dijo algunas· palabras á los que e taban en el patio. I estos tambien subieron, i todos entónces empezaron á errar desordenadamente por la c~sa. I algunos salían de las habitaciones cargados de enor. mes bultos de ropa, i otros sacaban muebles que desde el balcon arrojaban sin piedad al patio. Y o me estremecí •••• Comprendí lo que aquello signi. ficaba •••• Comprendí que en castigo de su jenerosa re. sistencia, BOGOT A HABlA SIDO ENTREGADA AL SAQUEO. - Miéntras aquellos ladrones las despojaban así de lp q.ue poseían, las cuatro señora , ágrupadas en uno de los rmcones del corredor, permanecían inmóviles, lagrimo­sa , i con estremo descoloridas. El jóven, apoyados sus codos en la baranda, ocultaba su rostro entre sus I]lanos; de cuando en cuando alzaba la cabeza i yo entónces divisaba su ro tro encendido con los colores del furor. Aquella escena duró mas de una hora. Poco á poco la casa se fué vaciando de soldados: los unos .se retiraban con Jo que habían podido cojer- otros con las manos vacías se retiraban tras de los primeros con aire quejoso i resentido i en ad man de disputar­les la presa: algunos vagaban todavía aquí i allí por !os corredores, cuando el sarjento apareció de nuevo, llevando en la derecha un enorme li de ropa i en la izc¡uierda mucho~ pequeño cajones i cajija~,a egurados con eordoles unos sobre otros en una e pecie de fnrdo. I, así que hubo aparecido en d col'l' dor, dejó en el suelo aquel fardo i aquel 1ío, é hi1.0 con la mano scíia á los demas que se retira en. U nos mas aprisa, otros mas despacio todos le obede­cieron. I, así que todos se hubieron retirado, el arjento perma. nec.ió inmóvil un largo rato, como esperando á que se hubiesen alejado bastante; j, al cabo de e e rato, con rostro lúbrico i ademanes indecentes, se dirijió áciu la cspo a de mi amigo, como pretendí ndo abrazarla. 1 la señora, rehuyendo el inmundo abrazo, e fué re. tirando acia atras hasta quo sus e paldas tropezaron contra la baranda del corredor. 1 en aquel momento su hermano, que babia perma­necido inmóvil hasta entónces, se dirijió violentamente acia el sarjento, i al llegar á él le aseguró por debajo de la qreja un vigoroso puíietazo. El fáven era sin eluda uuo d Jos mas e {orzados hombres que yo haya conocido jatná ' : el sarjento vaciló un momento i se vino por fin al suelo. Pronto se levantó, i, sacandó la bayoneta que llevaba, á la cintura, amenazó con ella al jóven. . M~. este paró el. bayonetazo con la mano izqULerda; 1, CoJiendo al SéUJento por el cuello, Jo empujó con ímpetu tan violento <.'Ontra la baranda del corred r, que unn larga .parte de esta baranda, que sin duda se hallaba mui en falsq, con uno de los pilares que la so ten!an, con mucha:; Ju lu:; 1eja.s Jd techo i algunos ladrillos del piso, con la señora que estaba apoyada á ella, con el sarjento i con el jóven por fin detras dél •••• todo bajó volando al patio entre polváreda i estruendo. A este espectáculo, de las otras tres señoras la una se desmayó; la otra dió un horrible alarido i se cubrió con las manos el rostro - la tercera, mas animosa, echó á correr ácia la escalera, i bajó aceleradamente al patio, seguramente á ver si aun podía prestar algun auxilio á sus dos hermanos. Ai! era inúltil •••• La señora, que había caido de espaldas, tenia abierta en dos 1~ cabe7.a i el. ,rostro ~onstruosamente desfigurado. Lo mismo suced10 al sarJento, que, como la. señora, había bajado al patio de cabeza. Eljóven, que había caído sobre el cuerpo del sarjento, se levantó perfectamente ileso •••• El i la señora que habia bajado se dirijieron á su hermana, i, al verla así muerta i deforme, hicieron de. mostraciones de desesperacion. El jóven se arrancó los cabellot~, i dió patadas contra el suelo, i echó á. correr desatinadamente por el patio para una parte i otra, •••• ;, de& pues de muchas carrera::-! i vueltas, de pronto se detuvo empezaron á retemblar todos sus miembros •••. La señora se arrojó sobre- el cadáver de su hermana, i lo cubrió de lágrimas i ce besos, i Jo estrechó contra su seno i contra su boca con t al amor i con tan vivo ademan, que yo sentí mis m ejillas humedecidas i dolo. rosamente strcmccido mi corazon. Entretanto, arriba en el corr dor, la na re, que era la que ,e habia desmayado, volvió en sí; i, apoyada en el brazo de la. señorita que haLia pcr. manecido junto á. ellf, bajó lentamente i toda trémul1t al patio. I, al ver el cadáver d su hija, se detuvo, ..•• tlejú caer lánguidarnente lo s brazos,- no gritó,- no lloró,- no so a jitó,- no tembló;- iqclinú la cabeza, i permanoció, a::;i inmóvil, estúpida, si wiosa, por largo rato. 1 al cabo de ese rato, alzó los ojos, i los puso en el cadáver, i volvió á desmayar e de nuevo. 1 ~que! dolor calmado, . ilencioso, tran ijo- pero pro­fundo, terrible, incon ·olable, inmenso •••• me hizo ma s pavorosa impresion que el frenesí del jóven i la ternura de la hermana . En estas trist s demostmcioncs se acabó de pasar 1· tarde. Cansado de tantas variadas conmociones corn habian sacudido mi alma todo aqnel dia, apartó un mom2nto los ojo de la lastimo a escena del patio, i los pu e, buscando dcscan.,o i alivio, en el Sol que tra los lejanos montes de Occidente, ·e ocultaba. magnífico cual nunca eu aquel momento. Desde mui niño mi corazon había amado s' 1 ef:pectáculo del Sol poniente. Aquella indcci a que en e a hora comi nza á esparc· uavementc por la ti rra, al mismo tiempo que toda parte del Cielo por don le ha d ~scendido el Sol, brilla encendida con loo mas e.;pléndidos tintes •.•. aquellas aves que se van re­tirando á sua nidos entúnces por todos lados •••• aquel silencio que de instante en instante se va aumentando .... aquella relijiosa melancolía que en el alma del hombre acompaña á la .calma de la natur~Ieza i que le sirve d e 1mison i de sublime· compleme.nto! •••• _üh, sí ! todoc~to junto, toda esta especie de vago encanto, era la que TI !a:s venturosos pasados años, to1as las tardes, mo sacaba Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. EL GRANADINO. ~~~~~~~~~~~----------------~--=-=-~=---=-=-w=-----~ á los campos que circundan á Bogotá, á decir mi despe­dida al Sol moribundo en compañía de mis amigos, de mis queridos amigo~ de infancia! ¡ 1 ahora de esos compañeros, aquel que yo mas amaba, acababa de perecer, casi á mis ojos, en las ondas de un torrente, que dejaron · sin sepultura su cadáver, i á las eRales se habia arrojado por cumplir con un grande i sacrosanto deber ! ¡ 1 ese sol, que en otro tiempo inundaba mi corazon con sentimientos tan melancólicos, tan puros, i tan dulces, . hoi arrojaba s us últimos rayos sobre Bogotá. entrada por la faccion, sobre B ogotá. violentáda, desolada, saqueada! 'Todo órden destruido .••• acabada toda justicia •••• cer­- rado todo porvenir •••• tantas albagü3ñas esperanzas como .habíamos alimentado •••• tantas alhagiieñas ilustones de paz, de libertad, de ventura en que habíamos creído •••• tantos esfuerzo , tantos sacrificios, tantos sudores, tantas lágrimas, tanta sangre ! ..•. -todo inútil ! -todo perdido!­todo aniquilado ! ¡ I tantos varones esforzados i respeta­bles sacrificados sin fruto! ¡ I tantos s res · queridos es­puestos todavía á peligros tanto mas ternbles cuanto ,mas indefinidos i vagos! •.•. Mis amigos •••• mi her­mana .••• mi madte .••• i aquella que se encontraba en aquel momento cerca de mí •••• ¿ cuál debia ·er pues su -destino ? ¿ cuá.1e debian s~ r pues los dolores que á mí en la flor de la juventud, en la edad de la risa i de la .nlegria, me estaba reservado espc rimentar? .••• I al pen-ar en esto, una sombría nube o curcció mi intelijencia i mi, alma se penetró de un sinie. tro presentimieñto •••• I, bajando los ojos otra vez al patio, ví el cadáver d la infel.iz señora, que su hermana i su hermano )!ovaban á la escalera, parad positarlo arriba. en alguna de las habitaciones de la casa •.•• La madre, dif1cilm~nte ·ost nida por u otra hija, los seguía con aire de ine plica­ble abatimiento •••• I este e pectáculo, aunque acabó d llenar la medida de mi amargura, sin embargo, haciéndome ver á aquella cics- ·enturada familia que dominaba u <.!olor para cumplir con el mus triste de los d ... bcrc!-',- e espectáculo, digo, lllf hizo recordar que yo tenía debere tambien qu6 eumpltr. Ya era ticm efi cto <1 entrar en accion, 1 de poner en cjccucion e n quE>, para sacar con S<'guridad á mis compañeras había conc •bi, si abiar de la egurídad tle UU. que vale mas que mi iní1 il salud sin di puta,- mas tarde ó mi1s temprano ¿el a 0 uaccro no me había de cojcr siempre? 1 que este acruaccro es una verdadera bendic.on esta noch : .·i como c~e no cayera, yo le rogaría á Dio que nos lo enviara." Acabada~ esta palabra~, las reconduje á la entrada del embovedado: i, para evitarles la molestia de subir otra vez la escalera, cojiéndomü con las manos de lo bordes del aaujcro, des pues de haber tenido un momento el ctierp~ snspenso en el aire, me dejé precipitar al suelo del cuarto bajo." Salí del cuarto, atravesé los corredores, bajé la esca­lera - i por fin llegué á la puerta de la calle . 1, al mismo punto que asomaba la cabeza para observar, un hombre de regular estatura, embozado en una larga capa i cubierto hasta las cejas con las ancha alas de un sombrero de paja forrado en hule, pasó por la acera, en direccion para la plaza, i todo cosido contra la pared; i, al Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 5.~· EL GRANADINO. llegar cerca de mí, me metió súbitamente entre los ojos una linterna de reverbero que llevaba en la mano, de modo que por ... alftunos instantes me dejó' perfectamente deslumbrado. ~ " ¿ Quién será este hombre 1 " me pregunté á mí mismo, - "quizá me conoce; i, de todos modos no es pru. dente emprender mi marcha hasta que no se haya alejado un poco, no séa que se le antoje espiarme i seguirme Jos pasos." 1, consiguiente á esta resolucion, mbarse los cau· dales deposl~4ot allí. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • ftl rnido de lo~ dos pistoletazo. un piquete de di z i s is á ,. inte hombre , que Bl'riiia había apostado e. r'ununentc á la puerta de la casa, subió atropelladamente: L ' t s :oldado , ú. quienes enfureció la,.¡ ta del cadh.rer de aquel traidor, tendido en el dcscau ·o de la es nlera, dcrpue., de haberme de armado, me amarraron la mano ~ la e'palda, i me cubrieron de injurias i de golpes. I , poni ndo á mi amada entre cuatro de ellos i á mí ntre otros cuatro, nos hicieron bajar á mpellones la .scnlcrn, i, saliendo á. la calle, no' llevaron, entre grito i amenazas, ha.;:;ta la esquina de lo que e llamaba San fiartolomé. Allí se detuvieron. "Pícaro," me dijo uno de ellos que parecía ser el sarjento de aquel piquete, "ahora vas á pagar la muerte de mi jeneml Beriñas." J, volviéndose á otro de ello que parecía ser cabo. "Coja U. ocho hon bres: '' le dij , i conduzc:t á e ... c hombre á. palacio á donde S.E. el jcncral Obnrdo que qniere verlo i hablarle ántc de man ~ rlo al palo. n "I esta niña," añadió, alumbrando á mi amada con la linterna i mirándola mui despacio de piés á cabeza,­" esta niña me la llevo yo al cuartel para que me divierta esta noche. " I ya nos habían separado •••• i ya nos arrastraban, á ella para la plaza, á mí para palacio •••. T yo ]a oí que, con el acento de mortal dese. peracion, osclamó: "¡Caro! amigo mio! oh! por Dios! socórrame U.'' I yo no pude resi tir ma,, é hice u'l e Jac:zo sobre­natural, inmenso, i rompí mis li();~dhras, i,

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El Granadino: periódico político i literario - N. 10

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Cosas malas que les pasan a las mujeres buenas

Por: Carole Brody Fleet | Fecha: 2017

¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Qué hice para merecerlo? Hay situaciones en que no sabes cómo ayudarte ni ayudar a quienes amas. En ese contexto, Carole Brody Fleet recopila testimonios reales de mujeres que han atravesado los peores desafíos y que han salido adelante. Con un lenguaje empático, la autora escribe un manual de supervivencia con consejos prácticos y herramientas emocionales para salir adelante cuando tu mundo se voltea de cabeza y atraviesas crisis como: divorcio, pérdida del empleo, bancarrota, enfermedades mortales, fraude, muerte de un ser querido, infidelidad, aborto y violación. En cada episodio, el propósito de Brody Fleet es doble. Además de sugerirte qué hacer y cómo recuperar tu confianza, también explica cómo apoyar a una amiga que está sufriendo dificultades y cómo volverte una presencia cálida en la vida de los otros.
  • Temas:
  • Autoayuda

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